Especial Zancada Nº6 2011

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tengo que luchar para que se mantenga, sino más bien para que se desarrolle y profundice”. Pero de todos modos hay grupos en Rancagua que están trabajando para motivar el placer de leer, desarrollando grupos de lectura, talleres, grupos de discusión, librerías. Entre ellos están las editoriales Primeros Pasos y Arte y Gráfica, además del grupo Los inútiles y el Colectivo Prende la Editorial, y la Librería Cervantes (Independencia #578).

La Frontera

Ahora Constanza Gutiérrez estudia literatura en la capital, pero ha pasado la mayor parte de su vida entre Chiloé y Temuco. “En las ciudades de provincia no hay oferta”, dice, respecto a los libros, aunque asegura no haber sufrido tanto por ello. “Cuando vivía en Castro había dos librerías bien buenas, Anay (Serrano #437) y El Tren (Thompson #229), que aún existen, así que no tenía ningún problema. El problema empezó en Temuco, porque había sólo dos y tenían muy pocas cosas. Yo creo que se mantenían vendiendo libros de colegio en marzo nomás. Pero luego llegó una Antártica y estaba a la vuelta de mi casa, así que se solucionó mi problema”. En su casa, recuerda, había muchos libros, y quizás la lejanía, unido a la abundancia librera familiar, condicionaron su fascinación. “Cuando vivía en Castro”, cuenta, “vivía en la punta de un cerro y no tenía ni un solo vecino, así que veía tele todo el día y leía. Además, está la lluvia. Quizás, de haber vivido en un lugar con más sol y vecinos, como Santiago, hubiese leído mucho menos”. Cuando era chica, Constanza leía los clásicos, y, como nos dice “los clásicos están en todas partes. Las cosas que no hubiese encontrado cuando chica, como algún texto crítico o algo que leo ahora por la universidad son cosas que ni siquiera conocía en esa época”. Después, Internet lo hizo más fácil: “Lo que más hacía como a los 14 y 15 era revisar el blog de una niña española que encontré alguna vez por casualidad. A ella le copiaba muchas lecturas porque hacía unas reseñas muy interesantes. Gracias a ella me interesé por leer varios de mis libros favoritos ahora, como Madame Bovary o Lolita”. Al final, el acto de leer quizás no sea tan distinto en la capital. Terminas encontrando tus lugares favoritos y los libros que quieres leer aunque sea apenas. Como dice Constanza: “las clases de matemáticas eran el lugar que más me gustaba para leer. Y mi casa. Nunca he sido de leer por parquecitos, ni nada, ando con el libro por si me toca esperar a alguien, pero siempre he leído acostada. En Temuco iba harto a la biblioteca Galo Sepúlveda también. Tenía por regla ir todos los miércoles a pedir un libro, y ahí me quedaba harto rato leyendo”. Como en todo el mundo.

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