Revista Vinicius Argentina Nº17

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producción pasó a ser Augusto. El vino venía a granel y aquí se fraccionaba en damajuanas. Las marcas con que se comercializaban eran Travesía, y la otra Pitusa, que era el nombre de una prima. Esta aceitada máquina fraternal de trabajar y hacer negocios fundó, en 1938, la Sociedad Colectiva Pulenta Hnos., a la que le sucedería Pulenta Hnos. S.A., que es la que en 1950 le compró a una familia sanjuanina de apellido Romero la marca Peñaflor, en torno a la cual se construyó esa suerte de imperio empresarial. Luego llegarían Termidor y Cepita, para la línea de vinos comunes y jugos, concluyendo en 1970 con la compra de todas las marcas que pertenecían a Trapiche, lo que les abrió el panorama de la producción de vinos reserva. Mario observa, no obstante, que los ingresos eran enormes en torno al vino común que por esos años se consumía en volúmenes extraordinarios. La madre de la rama de Mario acaba de morir a la edad de 102 años en plena lucidez. Y de aquellos hermanos originales, queda su tío Antonio que tiene 93 años, el único que tuvo formación universitaria, porque la familia resolvió que fuera enólogo. Y de la generación de Mario, hay 10 primos varones. Lo de “varones” viene porque en vida de los viejos Pulenta las mujeres y los parientes políticos nunca tuvieron posibilidad de participar de la actividad de la empresa. Ciertamente, cosas de italianos… Mario en su historia familiar me regala con una que involucra a mi familia que, por muchos lustros, fue la propietaria de las Bodegas Saint Rémy. Él recuerda que su padre contaba con agradecimiento que, allá por 1950, mi tío Héctor le dijo: “Augusto, plantá ese paño de 6 hectáreas todas con Pinot Gris, que nosotros te compramos toda la producción para hacer nuestro champagne…”. Y me contó además que él, Mario, era el que iba a cobrar cada año esa uva que vendían, dinero que los había ayudado mucho a contar con la caja suficiente para el desarrollo de sus negocios. Otra de las características que destacaban la forma de trabajar tanto de Quinto como de Augusto, era hacerlo en sus oficinas con las puertas abiertas. A cualquiera que necesitaba verlos, fuera parte o no de la empresa, le bastaba con entrar y sentarse a hablar con ellos. Era una época en que los viñateros dejaban el dinero en la empresa y la retiraban cada vez que precisaban como si se tratara de un banco. Luego de un silencio, Mario también cuenta que su padre en un vehículo Estanciera, todos los días lo llevaba a recorrer los viñedos. Uno por uno sin exceptuar ninguno, finca por finca. Él conserva hoy esa vieja Estanciera, como recuerdo de ese esfuerzo. Aquel Augusto tenía otra costumbre de la época: llevaba en una libreta “de almacenero” un registro diario de lo que hacía comercialmente. En otra libreta parecida llevaba el control de sus gastos personales, donde hoy se ven hasta los pagos a Bernardo, el jardinero de la bodega. Hoy ninguno de los Pulenta conserva finca ni bodega alguna que fuera parte del conglomerado de Peñaflor. Pero los nombres de Carlos, Eduardo, Hugo o el propio Mario, siguen asociados a la producción de vinos de excelencia, hechos en las bodegas que ellos mismos comenzaron, como ayer lo hicieron Quinto, Augusto y sus hermanos. Son la historia viva de la fructífera inmigración italiana a nuestro país.

wines from there. Augusto was left to deal with production. The wine was sold in bulk and it was fractioned in garraffes. The brands sold were Travesía and Pitusa, which was named after a cousin. This fine working and business-making family founded in 1938 the Sociedad Colectiva Pulenta Hnos, later on becoming Pulenta Hnos. S.A., which in 1950 acquired the Peñaflor brand from the Romero family in San Juan, the cornerstone upon which the business was built. Termidor and Cepita would come next to fill the niche of table wines and juices, and in 1970 they finally bought all the Trapiche brands, which paved the way towards creating high-end wines. Mario stresses that the profitability from table wines was very significant in those years because of the large demand and high consumption. The mother on Mario’s side has recently died at the age of 102, still with a splendid mind. From the elder brothers, only Uncle Antonio remains who is 93, the only one to have a college degree because his family decided he should be an enologist. In Mario’s generation there are 10 cousins who are boys. “Boys” is the correct expression because when the elder Pulenta men were alive, women and in-laws never had a chance to participate in the winery’s activity. It runs in the veins of the Italians, of course… Mario keeps a wonderful memory of his family history involving my own family, who owned Bodegas Saint Rémy for many years. He recalls that his father was very grateful because around 1950 mi Uncle Héctor said to him: “Augusto, you grow that lot of 6 hectares with Pinot Gris, and we will buy you the entire production to make our champagne…” And he also told me it was he himself who went to collect the money after the harvest, and this money had been of great help to expand their business. The working manner of Quinto and Augusto was also quite unique, as they kept their office doors open for anyone who needed to see them, whether they belonged to the company or not. You could just walk in, take a seat and talk with them. Those were the days when vintners kept the money in the winery and they used it any time they needed it, as if it were a bank. After a long pause, Mario also recalls that his father took him every day on a tour of the vineyards in a station wagon Estanciera. One by one, without missing anything, estate by estate. He still keeps today that old Estanciera as a keepsake of effort. Augusto used to carry a grocer’s notebook with a daily record amaihC adnonimapE of his commercial transactions. On another notebook he wrote ”anicoc adown L“ his personal expenses, where you can read the payments made to Bernardo, the winery’s gardener. Today, none of the Pulenta men own an estate or a winery from the Peñaflor group. But the names of Carlos, Eduardo, Hugo and even Mario, are still linked to the production of high-end wines, created in the wineries they themselves started. Just like Quinto, Augusto and their brothers did many years before. They are part of the living history of the wonderful Italian immigration in our country.

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