camino_damasco21-34

Page 1

A.D. 61-63*

La misión en Roma

Roma Pozzuoli

Filipos Tesalónica

Reggio Calabria

Atenas Corinto

Éfeso Mileto

Tarso

Siracusa Antioquía Malta Pafos

Damasco Cesarea Jerusalén

Roma Los arrestos domiciliarios

Después de tres meses, retoma el viaje. Hace escala en Siracusa y en Reggio Calabria, y finalmente desembarca en Pozzuoli, donde permanece una semana. Después parte hacia Roma. Aquí Pablo vive durante dos años en una casa con un soldado de guardia.

Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había alquilado y recibía a todos los que acudían a él; predicaba el reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno. He 28,30-31

* Fecha Incierta 1. Eslabones de la cadena de San Pablo. Roma, Basílica Papal de San Pablo Extramuros. Foto Archivo Basílica. 2. La fachada de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros. Foto Archivo Basílica.

«Al contrario, vosotros recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre vosotros, y de este modo seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra» (He 1,8). La promesa y el mandamiento del Resucitado a los discípulos se están cumpliendo. El anuncio del Evangelio ha llegado a la capital del Imperio. Aquí judíos y paganos se reúnen y escuchan a Pablo, aquél que, cargado de la formación judía recibida en Jerusalén y llamado en Damasco a ser el apóstol de las gentes, ha atravesado entre tribulaciones el Asia Menor y Grecia para proclamar la libertad del Evangelio.


A.D. 67*

La misión en Roma

Roma Pozzuoli

Filipos Tesalónica

Reggio Calabria

Atenas Corinto

El martirio

Éfeso Mileto

Tarso

Sir acusa Antioquía Malta Pafos

Damasco Cesarea Jerusalén

Pablo, en el decimocuarto año de Nerón, fue decapitado a causa de Cristo y fue sepultado en la vía Ostiense, en el vigésimoséptimo año después de la Pasión de Nuestro Señor. San Jerónimo

Durante el reino de Nerón, Pablo fue decapitado justamente en Roma y Pedro fue cruci cado: este relato es con rmado por los nombres de Pedro y de Pablo que todavía hoy se conservan sobre sus tumbas en esa ciudad. Eusebio de Cesarea

Yo te puedo mostrar los trofeos de los apóstoles. Si vas al Vaticano o a la Vía Ostiense, encontrarás los trofeos de los fundadores de la Iglesia. Eusebio de Cesarea

«Pablo el Confesor fue condenado a muerte, y la sentencia fue la decapitación por espada. Una vez que este hombre bendito llegó al lugar de la ejecución, pidió a aquél que estaba por decapitarlo que esperara un poco. Habiendo concedido lo que él pedía, en primer lugar, con voz dulce y gentil elevó su agradecimiento, la alabanza y la gloria y la súplica a Dios por haberle considerado digno de esta victoria. Después rezó por la tranquilidad y la paz de nuestro pueblo, y suplicó a Dios que les diera pronto la libertad. Después de esto, ofreció plegarias por los judíos, muchos de los cuales estaban allí presentes, y rezó por los samaritanos y por todos aquellos que entre los gentiles se encontraban en la ignorancia; rezó para que ellos pudiesen convertirse al conocimiento de la verdad. No descuidó a aquellos que lo rodeaban, es más, rezó por ellos. Y rezó incluso por el juez que lo había condenado a muerte, por sus soberanos y por el soldado que estaba por decapitarlo. Y dado que estaba ofreciendo sus súplicas a Dios, el soldado escuchó que estaba rezando por ellos, pidiéndole que no se les imputase a ellos aquello que debían hacer. Y como rezó por todos con voz implorante, la multitud que lo circundaba y que lo observaba se puso a llorar. Después, por propia iniciativa, dobló el cuerpo y expuso el cuello para que fuese cortado por la espada. El conflicto de este victorioso mártir fue consumado el 25 del mes de Tamuz». Eusebio de Cesarea

* Fecha incierta 1. La decapitación de San Pablo, mosaico. Monreale, Catedral, capilla septentrional del coro, siglo XII. Foto Archivo Ultreya. 2. La tumba del Apóstol, puesta bajo el altar mayor de la Basílica Papal de San Pablo Extramuros. Foto Archivo Basílica.


la imprevisible iniciativa de Dios

Esteban y Saulo Después de la resurrección de Cristo, la comunidad cristiana crece rápidamente. Uno de ellos, el joven diácono Esteban, es arrestado y condenado a muerte. «Entonces, gritando fuertemente, se taparon sus oídos y todos a una se abalanzaron sobre él; le arrastraron fuera de la ciudad y empezaron a apedrearle. Los testigos depusieron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo. Y apedreaban a Esteban que rezaba y decía: «Señor Jesús acoge mi espíritu». […] Saulo aprobaba su muerte» (He 7,57-8,1). Saulo está presente, cuando los sacerdotes comienzan a pronunciar con las piedras su juicio. Asiste y aprueba la sentencia. Aquel Jesús que iba predicando el Reino de Dios quería sustituirse al Dios de los padres, al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y para él esto es inaceptable.

«Saulo aprobaba su asesinato» Annibale Carracci (1560 – 1609), Lapidación de San Esteban. París, Musée du Louvre. Foto Archivo Lessing. La escena vive del contraste entre la figura de Esteban, a la izquierda, y la de Pablo, a la derecha. El primero está arrodillado, aparentemente sin realizar ningún esfuerzo, las manos juntas en signo de total confianza y entrega a la voluntad del Padre; el segundo, sentado pero en tensión, los brazos extendidos con las manos abiertas, profiere gritos incitando a los carniceros. Entre ellos, todo el espacio para la violencia del ser humano; alrededor, la curiosidad morbosa, los discursos de quien cree saber. Pero el ángel, que lleva la corona y la palma, une este hecho con el diseño misericordioso de Dios.


La imprevisible iniciativa de Dios

Camino a Damasco Algunos días después la vida de Saulo cambia radicalmente. Mientras está de viaje hacia Damasco, invitado por los sumos sacerdotes para descubrir y combatir al mayor número posible de cristianos, un relámpago lo impacta de repente y cae al suelo. Al relámpago le sigue una voz: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Saulo responde: «¿Quién eres, oh Señor?».

Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?». Y me dijo el Señor: «Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte en pie; pues me he aparecido a ti para constituirte servidor y testigo tanto de las cosas que de mí has visto como de las que te manifestaré».

Saulo queda tan deslumbrado por la belleza de Cristo que se le aparece, que cae al suelo. Se trata de una experiencia singular pero real, la visión de la gloria de Dios. Además llama la atención la perentoriedad de la intervención de Dios, un instante después de haber pronunciado su nombre, el Señor ordena a Saulo ponerse de pie. Lo quiere como su ministro y testigo, signo de que él no sólo es perdonado, sino de que es preferido, escogido, querido para una tarea especial.

He 26,15-16

Entonces todo cambia. A partir de este momento la única preocupación de Saulo, su única razón de vida, se vuelve el anuncio de Cristo a los hebreos y a los paganos. Como si fuese generado una segunda vez, como si naciese de nuevo. Ya no es más el opresor, sino el misionero. Inclusive cambia de nombre: no más Saulo, sino Pablo.

«¿Quién eres, oh Señor?» La conversión de Saulo, fresco. Monasterio de Decani, Kosovo, siglo XVI. Foto Archivo Lessing. El rayo de luz que desciende sobre Saulo es signo de elección, que lo hace diferente a los del grupo de personajes que están de pie, llamado a una tarea todavía misteriosa pero cierta porque está escrita en el texto de la voluntad del Padre, que Cristo tiene en la mano.

No se puede comprender a Pablo si no nos dejamos persuadir por él que en Damasco ha contemplado la belleza suprema, así como la contemplaron los profetas en las visiones de su vocación, para lograr así vender todo a cambio de la única perla. Hans Urs von Balthasar


La imprevisible iniciativa de Dios

Recreado por la misericordia Frente a la evidencia de la realidad de Cristo, quien se le apareció realmente, con su cuerpo glorioso, Saulo percibe la enormidad de su propio pecado, la tremenda pesadez del mal realizado. Pero más que las tinieblas de sus culpas, brillan aún más claramente la luz de la gracia divina, la fuerza misteriosa y real que confía una tarea a cada cristiano. La luz deslumbrante de Cristo vuelve ciego a Pablo. Sin embargo justamente este hecho que lo deja ciego es el que le abre los ojos sobre la verdad del mundo, sobre el sentido de las sagradas Escrituras que por años ha estudiado, sobre la suerte del pueblo de Israel que él ama de todo corazón.

Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí, el primero, manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. 1 Tim 1,15-16

A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo. [...] Él mismo dispuso que unos fueran apóstoles; otros, profetas; otros, evangelizadores; otros, pastores y maestros, para la adecuada organización de los santos en las funciones del misterio, para edi cación del cuerpo de Cristo. Ef 4,7-12

Pablo es consciente de ser apóstol por vocación, es decir, no por autocanditatura ni por encargo humano, sino sólo por llamada y elección divina. En su epistolario, muchas veces el Apóstol de las gentes repite que todo en su vida es fruto de la iniciativa gratuita y misericordiosa de Dios. Benedicto XVI

Mas, por la gracia de Dios, soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. 1 Co 15,10

«Por la gracia de Dios soy lo que soy» La conversión de Saulo, esmalte. De un relicario inglés de fines del siglo XII. Lyon, Musée de la Civilisation Gallo – Romaine. Foto Archivo Lessing. Los ojos cerrados de Saulo, la mano abierta para protegerse de la luz destellante, nada puede frente a la mirada penetrante de Cristo y de sus dedos extendidos que le imponen el signo de su elección.


La imprevisible iniciativa de Dios

La Iglesia, cuerpo de Cristo Si se pierde de vista el inicio, no se puede comprender el ansia misionera de Pablo, su incansable laboriosidad, su pasar de un extremo al otro del mundo, su gozo en las pruebas y en las persecuciones. Porque lo que lo mueve, en el fondo, es sólo el deseo de volver a ver aquel Rostro que lo deslumbró en el camino a Damasco. Cada uno de sus pasos, cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos es la expresión del deseo de volver a verle a Él, de reconocer su Rostro, de volver a encontrarlo en las personas transformadas por Él. El Señor quiso introducir de inmediato a Pablo en el gran misterio de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. En el camino a Damasco, refirió a sí mismo las persecuciones sufridas por los cristianos. Diciendo «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?», se identificó a sí mismo con los suyos, de forma tan clara que esta verdad se imprimió de modo indeleble en el pensamiento y en el corazón de Pablo.

Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros. 1 Co 12,27

Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo. Porque es un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. 1 Co 12,12-13

«Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros» El Bautismo de Pablo, mosaico Monreale, Catedral, capilla septentrional del coro, siglo XII. Foto Archivo Ultreya. La fuente bautismal en la cual Pablo, tocado por el rayo divino, renace como nueva criatura para la Iglesia, se convierte en una nueva flor destinada a embellecer el jardín del mundo.


La verdadera libertad

Al centro de la vida El acontecimiento sucedido en el camino a Damasco, constituye para Pablo una auténtica revolución. Porque en el corazón de su vida, desde aquel momento en adelante, ya no estará el ansia del fariseo que vive para defender la Ley de Moisés, el esforzado intento de quien cree ser coherente con los mandatos de la Ley. Ahora, justo en el centro de su existencia, está la Presencia real de Cristo, muerto y resucitado por él. Es el Cristo viviente, el mismo que lo había tumbado al suelo mientras se ensañaba con Sus discípulos, en contra de Él. Cristo es una fuerza capaz de cambiar no sólo su misión, sino también toda su personalidad. Así Pablo, aún siendo el hombre de antes -total, decidido, orgulloso, duro, valiente...-, se vuelve capaz de una gran amistad, de gozo, de humildad, de ternura, de paternal sacrificio de sí.

«No soy yo quien vivo, sino es Cristo quien vive en mí» Pompeo Batoni (1708 – 1787), Retrato de San Pablo. Basildon Park, Berkshire. Foto National Trust. Batoni pone el acento en la energía del hombre Pablo, transformado por el encuentro con Cristo. No la espada, no el libro, sino la mano alzada, la mirada intensa, hablan de algo que ha sucedido, y que ha cambiado el corazón de Pablo.


La verdadera libertad

La justa medida de las cosas Pablo pesa todo lo que la vida le ofrece en la balanza de su amistad con Cristo. Así todas las cosas, los encuentros y los sucesos retoman su real medida, aquella establecida por Dios. Ningún lastre obstaculiza la carrera del Apóstol, ninguna cosa material lo puede dominar, nadie lo puede desviar. Porque el hombre que pertenece a Dios no está poseído por nada más. Y tal pertenencia se puede expresar en cualquier circunstancia de la vida. No se trata de una indiferencia frente a todo, de una retirada suspicaz y desdeñosa de la realidad; más bien, al contrario, se trata de un amor abrasador que involucra y santifica toda la vida, capaz de enaltecer la fiesta de un banquete nupcial y de santificar el ayuno. La verdadera libertad es vivir la relación con las cosas y con las personas de la manera nueva inaugurada por Jesús. Ésta es la exaltante novedad que Pablo experimenta y expresa.

«¡Todo es vuestro! Y vosotros de Cristo y Cristo de Dios» Cristo da el Verbo de Dios a Pedro y Pablo, mosaico. Roma, Santa Constanza, siglos V-VI. Foto Archivo Lessing. Por lo general el arte paleocristiano enmarca las escenas que describen el actuar de Cristo con frisos poblados de flores, frutas, animales, como diciéndonos que la naturaleza, la realidad como se nos presenta en el transcurrir del tiempo, es el marco dentro del cual Cristo sigue actuando.

Ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 1 Co 10,31

Porque todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar nada. 1 Tim 4,4

Todo es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro; y vosotros, de Cristo y Cristo de Dios. 1 Co 3,21-23


La verdadera libertad

La libertad de un hijo Pablo sabe que el nombre de Dios no es más IHWH, el nombre santo que podía ser pronunciado únicamente por el sumo sacerdote, sólo una vez al año. No, ahora Dios es tan cercano que se le puede llamar Abbá, es decir, papá. Y se puede hablar con Él con la seguridad de que nos escucha, porque nos ama como ama a su único Hijo, nos ama como se ama a sí mismo. Si somos coherederos de Cristo, ¿qué se nos puede negar?

Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: «¡Abbá, Padre!». El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glori cados. Rom 8,15-17

¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra? [...] Si, pues, vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan! Lc 11, 1-13

«Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! Claude – Guy Halle (1652 – 1763), La liberación de Pablo y Bernabé. París, Musée Carnavalet. Foto Archivo Lessing Un sorprendente parecido caracteriza los rostros de Pablo y Bernabé, que aparecen delante de los guardias de la cárcel de Filipos después de que un terremoto ha abierto las puertas de la prisión y roto sus cadenas, expresando así una nueva fraternidad que aparece ante el mundo y ante la cual el carcelero se rinde.


La verdadera libertad

La libertad del amor La libertad de Pablo es la libertad del amor, de aquel Amor que ha subido a la cruz con tal de salvar a sus perseguidores, entre los cuales está Saulo... Ahora, lo que le provoca el sufrimiento mayor son los hebreos que no se convierten a Cristo. Pablo llega, por absurdo que parezca, hasta desear su propia condena si pudiera beneficiar a sus hermanos. Si bien Pablo se dirigirá cada vez más lejos, hacia los paganos; el primer lugar que visitará en cada ciudad será la sinagoga. Sabe que Dios es fiel, y que el pueblo elegido sigue siendo tal.

Me he hecho todo a todos, para salvar a toda costa a algunos. 1 Co 9,22

Desearía ser yo mismo maldito, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la carne. Rom 9,2-3

¡No tengan miedo de Cristo! Él no quita nada y lo dona todo. Quien se dona a Él, recibe el céntuplo. Sí, abran las puertas a Cristo y encontrarán la verdadera vida. Benedicto XVI

¿Y si el sacrificio del hijo de Abraham valió una descendencia numerosa como las estrellas, cuanto más no valdrá el sacrificio del Hijo de Dios?

«Me he hecho todo a todos, para salvar a toda costa a algunos» El encuentro de San Pedro y San Pablo, mosaico Monreale, Catedral, capilla meridional del coro, siglo XII. Foto Archivo Ultreya. El signo extraordinario de las dos aureolas que se entrelazan formando un solo corazón expresan el fundamento de la unidad entre los dos personajes muy diferentes entre sí, tanto en su historia como en su temperamento, pero ambos estrechamente unidos en el camino hacia vivir la unidad con Cristo.


Himno a la Caridad

Aunque hable las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tenga el don de profecía, y conozca todos los misterios y toda la ciencia; aunque tenga plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque reparta todos mis bienes, y entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es amable, la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita, no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo Todo Todo Todo

lo lo lo lo

excusa. cree. espera. soporta.

La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia. Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño. Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido. Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad. 1 Co 13,1-13


La verdadera libertad

Alegre en los sufrimientos La misión de Pablo no está para nada exenta de dificultades. Él mismo reconoce haberse afanado en las dificultades, en los encarcelamientos, en las palizas y haberse encontrado frecuentemente en peligro de muerte. Se trata de un listado redactado en el año 57 -y nosotros sabemos que podría ser mucho más extenso- hasta incluir el martirio sufrido en Roma en el año 64. Pero Pablo no quiere limitarse a enumerar sus propios sufrimientos. De hecho añade: «Ahora me alegro por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne, a favor de su cuerpo, que es la Iglesia» (Col 1,24). El sufrimiento de Cristo anticipa y da significado al sufrimiento del Apóstol. Darse por entero, como Jesús, es para Pablo el gozo más grande, el gozo de la identificación total con Él. Es un sentimiento que se percibe ardiente en sus cartas. Si algunas frases destacan los padecimientos sufridos, no es para darle voz a la lamentación, sino para anunciar una insospechada fuente de gozo.

«Completo lo que falta a las tribulaciones de Cristo en mi carne»

Cinco veces recibí de los judíos los cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé en alta mar. Viajes frecuentes, peligros de ríos, peligros de salteadores; peligros de los de mi raza; peligro de los gentiles; peligros en ciudad, peligros en despoblado; peligros por mar, peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la preocupación por todas las iglesias. 2 Co 11,24-28

Estas palabras tienen por tanto el valor de un descubrimiento de nitivo, que viene acompañado de la alegría. [...] La alegría proviene del descubrimiento del sentido del sufrimiento, y este descubrimiento, aunque participe de ello de manera absolutamente personal Pablo de Tarso, que escribe estas palabras, es al mismo tiempo válido para los demás. Juan Pablo II

San Pablo fuga de Damasco, mosaico. Monreale, Catedral, capilla septentrional del coro, siglo XII. Foto Archivo Ultreya. Pablo es descendido en una cesta de las murallas de Damasco. Iconografia un tanto extraña, que muestra cómo también en esta circunstancia Pablo es llamado vivir la obediencia, a una dependencia ultima incluso en la modalidad de la huida.


La verdadera libertad

Orgulloso de sus debilidades No hay que olvidar que Pablo, si bien es capaz de resistir las enormes fatigas, de afrontar viajes larguísimos, de soportar las adversidades contra viento y marea, tenía una salud endeble. No está claro si padecía una enfermedad en especial. A los Gálatas les recuerda haber estado predicándoles desfigurado por una enfermedad que volvía su aspecto impresentable. Tal vez su constitución física delicada incrementó el sentido de desproporción entre su debilidad y la inmensa tarea que se le confió. Pero justamente en la debilidad y en la aparente ausencia de medios, emerge con desbordante evidencia la fuerza del Señor. He aquí el fuego que alimenta la inconfundible ironía de Pablo, esa ironía por la cual la debilidad se vuelve su mayor motivo de orgullo, el signo más claro que es verdaderamente Cristo que actúa en él.

Precisamente para que no me pusiera orgulloso después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado en la carne un aguijón.2 Co 12,7 Pero ¿quién está a la altura de esta misión? 2 Co 2,16

Me dijo: «Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se mani esta en la debilidad». Con mucho gusto, pues, me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo [...] Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte. 2 Co 12,9-10

Los extraordinarios resultados apostólicos que Pablo pudo conseguir no son atribuibles a una brillante retórica o a re nadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende sobre todo de haberse involucrado personalmente en el anuncio del Evangelio con total dedicación a Cristo. Benedicto XVI

«Llevamos este tesoro en vasos de barro» El Greco (Domenikos Theotokopulos, 1541 – 1613). Retrato de San Pablo. Toledo, Casa y Museo de El Greco. Foto Archivo Lessing. La pintura de El Greco refleja claramente la imagen de Pablo consumido por el amor de Cristo. La enorme empuñadura de la espada la reduce a símbolo de un ímpetu que ha encontrado en el humilde instrumento de la escritura el medio para alcanzar el corazón de los hombres.


La verdadera libertad

Gloria y gratitud Pablo habla de si mismo como el primero de los pecadores, como el último de los apóstoles, como el más pequeño de todos. Pareciera querer reivindicar el primado de la nimiedad y de la indignidad. Pero desde el centro de esta conciencia florece un sentimiento antes desconocido y hasta incluso imposible: la admiración por si mismo. Mejor aún: la admiración por lo que Cristo obra en él. Hasta aquello que Pablo habría descartado de su persona, aquello que habría preferido olvidar, recibe un lugar central en su relación con Cristo. Todo el mal, el dolor por la vida pasada, todos los límites son arrollados e invadidos por un amor nuevo. No borrados ni olvidados, mas bien transformados por la misericordia de Aquél que todo lo puede.

Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. 1 Co 15,9

En cuanto a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un cruci cado y yo un cruci cado para el mundo. Gál 6,14

¡El que se gloríe, gloríese en el Señor! 2 Co 10,17

La nimiedad de Pablo, su limitación incluso física, se vuelven de esta forma un motivo de orgullo. Él está orgulloso de ser poca cosa, para testimoniar a Aquél que es todo. Las traiciones, los fracasos, las enfermedades, todo le recuerda, a cada instante, que su vida no le pertenece, sino a Aquél que lo ha generado y lo quiso salvar. El orgullo de Pablo nace de la misma fuente de la humildad. El gloriarse es gratitud.

«El que se gloríe, gloríese en el Señor» Diego Velásquez (1599-1660), Retrato de San Pablo. Barcelona, Museo de Arte Catalán Foto Archivo Scala. Pablo – con las manos que cierran el pesado volumen que sobresale por debajo de su capa- aparece a los ojos de Velásquez como el custodio de la Fe; totalmente consciente de “haber cumplido la buena batalla”, tiene aferrado a sí aquello que ha conservado entre miles de batallas.


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.