Tropo a la uña 1 - nueva época

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a la uña literatura y arte

$ 40 pesos

año I nueva época junio 2013

Talleres literarios de Cancún • Jaime Villegas, 15 años como cronista visual • Sonetos de Suárez Caamal • Entrevistas con Alicia Ferreira y Michele Moreno • Marcos Constandse y la filosofía transpersonal El regreso de TROPO

Cancún, una literatura invisible

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Revista del Centro de Creatividad Literaria

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Universidad del Caribe. Sm 78, Mza. 1, Lote 1, Fraccionamiento Tabachine, 77528 Cancún, Quintana Roo. Teléfono: 01 998 881 4400.

Talleres literarios

Edición de

Tropo a la uña

Oferta permanente de talleres de lectura y escritura, realización de cursos de carácter humanista y organización de seminarios de literatura. El espacio idóneo para recibir formación y estímulo necesarios para el trabajo creativo en los géneros de poesía, cuento, novela y ensayo literario.

Tiene como objetivo difundir la obra de autores de la región. Será la revista literaria de CCL y publicará además el producto creativo surgido del trabajo de los talleres literarios de la propia institución.

la revista literaria de Cancún

Una casa editorial

Diplomado en literatura

Publicación de libros de autores locales. La editorial ofrecerá, mediante un catálogo conformado por tres colecciones (ficción, historia e investigación), el trabajo creativo de los escritores locales en poesía, narrativa y ensayo.

Estará dirigido al público interesado en desarrollar y/o perfeccionar sus habilidades en el campo de la escritura creativa. El programa constará de tres trimestres, abarcará los principales géneros literarios y proporcionará una visión amplia del trabajo del escritor a todos aquellos interesados en la creación de textos de calidad.


Editorial

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racias a una iniciativa empresarial de apoyo a la cultura —impulsada por el Ing. Marcos Constandse Madrazo y el Grupo Xcaret y respaldada por un grupo de amigos y promotores culturales—, la revista TROPO a la uña reinicia su vida editorial con beneplácito e inaugura a partir de este número un nuevo ciclo, que esperamos sea igual de fructífero y dichoso que el anterior y prolongue su presencia entre la comunidad lectora por mucho más tiempo. Puede sorprender a muchos —e incluso despertar suspicacias— la combinación de un patrocinio empresarial de este tipo y un esfuerzo cultural independiente —y encima de cuño literario— como el de TROPO. Quizá porque hacer negocio cultural en nuestro país es tan poco rentable —prácticamente a fondo perdido— y la tradición del mecenazgo ha devenido en idealismos supuestamente rebasados, que se descrea tajantemente de su viabilidad operativa, incluso de los valores que defiende. Pero basta con que empresarios sensibles coloquen a la cultura en un lugar destacado de su vida personal, para que consideren positivo y deseable para el bien común expresar su responsabilidad social empresarial en iniciativas como ésta. Basta con que empresarios entiendan que la cultura produce beneficios intangibles tan valiosos como el legítimo lucro, propio de la vida económica, para que apuesten por proyectos culturales y confíen en su positivo impacto en la vida comunitaria. La revista TROPO a la uña —como proyecto cultural de probada valía durante 10 años— ha aceptado el reto de este patrocinio —que se ha manifestado generosamente como una auténtica incubadora de negocio— en la conciencia de que puede transitar paulatinamente hacia una empresa cultural sustentable, que contribuya al éxito de los diversos proyectos culturales a los que se suma como parte de la entidad rectora que los aglutina: el Centro de Creatividad Literaria. Por lo pronto, la nueva época de la publicación retomará uno de los objetivos que caracterizaron la vocación editorial del proyecto: aglutinar, dar a conocer y situar de manera crítica y propositiva el trabajo creativo de los escritores cancunenses, de los de la entidad, e incluso peninsulares, sobre todo los de la generación naciente, que muestran inquietudes, despiertan su vocación y a veces necesitan el impulso editorial para motivarse y seguir creando. Desde este espacio, TROPO a la uña invita a los escritores y artistas plásticos a participar en la fiesta editorial de cada número, donde los protagonistas son sus obras, su talento y su sentido lúdico e imaginativo.

Acerca de nuestro nombre

El nombre de esta revista es una expresión metafórica que implica varios niveles de sentido. Une dos conceptos y luego los expande. Por un lado, la frase “trompo a la uña” (primer nivel) que es el nombre de la suerte más difícil del juego del trompo: subirse el trompo a la uña mientras éste gira veloz es labor solo para expertos. Por extensión (segundo nivel), se aplica a toda aquella empresa que implica una dificultad especial, todo un reto. Por otro lado, la palabra “tropo”, término propio de la retórica, que es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es figurado. Implica cambio de dirección. El uso de tropos es cualidad esencial al lenguaje literario. Al unir el segundo sentido de la primera expresión (realizar una empresa difícil) con el término “tropo” (que aprovecha su semejanza fónica con “trompo”), aparecen los dos sentidos ocultos y crean una nueva realidad: darle vida a una revista literaria en Cancún es por cierto una empresa difícil, todo un desafío. “Tropo a la uña” enfrenta este desafío con gusto.

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a la uña literatura y arte

TROPO a la uña Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza Consejo directivo Marcos Constandse Madrazo (Presidente) Carlos Constandse Madrazo Marcos Constandse Redko Hilario López Garachana Emilio Reynes Portes Gil. Consejo editorial Lorena Careaga * Marién Espinosa * Patricia Maya Juan Carlos Serrano * Alejandra Flores Felipe Reyes * Mariel Turrent Asistencia editorial Karinna Maich Sangiacomo Lisbeth Peña Arte y diseño Mauricio Cejín Colaboradores de este número Karinna Maich Juan Carlos Serrano Ana Aguilera Ramón Iván Suárez Caamal Eugenia Montalván Colón Michele Moreno Sol Pineda Jorge Jufresa Lizbeth Peña Aletse Santiago José Antonio Iñiguez Marisol Vanegas Fernando de la Cruz Lorena Careaga Viliesid Norma Quintana Héctor Martínez Sanz José Enrique Álvarez Estrada Mauricio Ocampo C. Colaboradores gráficos Horacio Cárdenas * Carnaleón * Chelo Bañó Daniela Palacios * Norma García Ordieres Corina Blázquez * Pablo García Robles Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración y distribución Karinna Maich Sangiacomo TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Universidad del Caribe. Sm 78, Mza. 1, Lote 1, Fraccionamiento Tabachine, 77528 Cancún, Quintana Roo. Teléfono: 01 998 881 4400. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000032217031500-102. Correos-e: tropoalauna@yahoo.com • miguelmeza57@hotmail.com

Sumario 4

Entrevista con Alicia Ferreira En la emoción, renuncio al riesgo: me tiro yo misma de las riendas Karinna Maich

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Concierto Alicia Ferreira

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Nocturno Alicia Ferreira

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Cancún: una literatura invisible Miguel Meza

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Noche de cartas Juan Carlos Serrano

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Cuatro sonetos Ramón Iván Suárez Caamal

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Entrevista con Michele Moreno La inextinguible llama de la fe y el martini que no llega... Eugenia Montalván Colón

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Efimérides Michele Moreno

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La visitación Lizbeth Peña

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Equinoccio de primavera Sol Pineda


Portada: Jaime Villegas. “Danza española”. Técnica en esgrafiado sobre un apunte de dibujo en vivo. Tercer lugar en el 1er concurso de Pintura del Jardín del Arte. Premio de adquisición. El cuadro forma parte del acervo del Instituto de la Cultura y las Artes del Municipio de Benito Juárez.

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Pequeña monadología doméstica Jorge Jufresa

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Jaime Villegas, 15 años como cronista visual Miguel Meza

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Para salvar el reino Fer de la Cruz

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Esperanza Marisol Vanegas

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Qué hermosa eres, Malena Aletse Santiago

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La espiral Miguel Meza

PAPIROS (Reseñas literarias)

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Huellas de pájaros un camino para la vida Norma Quintana

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Fallas de origen, de Daniel Krauze La redención de un yuppie Sol Pineda

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Escuchar La Nave en tu nave José Enrique Álvarez Estrada

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El colapso del tiempo, de Mauro Barea Héctor Martínez Sanz

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Marcos Constandse y la filosofía transpersonal

TERTULIAS

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La fragua creativa Talleres literarios en Cancún

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Viaje en un sarcófago metálico Mauricio Ocampo C.

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El sauce llorón Ana Aguilera

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Insurrecciones José Antonio Iñiguez Narváez

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Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga Viliesid

PORTAFOLIO

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Pieles del más acá Norma García

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Epistolario


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Entrevista con

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En la emoción, renuncio al riesgo:

me tiro yo misma de las riendas Karinna Maich Perteneciente a la primera generación de escritores de Cancún —lugar donde se formó y encontró su vocación—, Alicia Ferreira es una de las poetas más tenaces y consistentes de nuestra ciudad. Con una producción poética que acumula ocho publicaciones breves —entre plaquetes y libros—, la también funcionaria cultural y coordinadora de talleres muestra en la siguiente conversación con Karinna Maich las características de su quehacer lírico, señalado por una veta reservada, contenida, rigurosa, un estilo, no obstante, especialmente fructífero en los últimos años.

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ndoblegable. Cinco sílabas que se mecen en la lengua al describir a Alicia Ferreira. Está instalada en la comodidad de su recámara, ese espacio a medio camino entre la intimidad de sus sueños y la informalidad de los encuentros: cuando el dolor físico arremete, el taller literario no para y desde allí imparte sus clases. También es allí donde recibió mariachis, que una de sus alumnas le regaló, a pedido de la propia Alicia. Está flanqueada por una ventana —su mirador al mundo, al mundo más allá de las cuatro paredes pero también al mundo más acá de su propia piel, como lo describiría—, y con gran cantidad de películas en VHS —probable herencia de su compañero de vida—. Algunos cuadros decoran el ambiente, y un dibujo especialmente querido, realizado por una antigua alumna del taller, donde una mujer se dirige hacia un faro, en clara referencia a su libro “La mujer en el faro”. Alicia se toma su tiempo, sin prisa pero sin pausa, para ir desgranando las historias con voz sonora. Se nota su goce al bucear en sus recuerdos, recuerdos de su Montevideo al que no volvió a pisar desde su llegada a México en 1971 (ver recuadro en páginas siguientes). No titubea ni un instante para recordar una fecha, un nombre. Pocos gestos cruzan su semblante. Aunado a su mirada penetrante y agudos comentarios, su voz toma cuerpo y reproduce un humor típico inglés, donde fondo y forma chocan para provocar la chispa que, tan contenida como ella, finalmente escapa. Recuerda sus juegos de niña y los compara con los juegos actuales. Los recuerdos la llevan a evocar una historia reciente: “Me gustaba jugar con luciérnagas. El otro día entró una a mi cuarto. No sabía si dejarla salir o no. Si la dejaba aden-

tro, tal vez no viviría. Si la dejaba salir, no la vería más. Como no sabía qué hacer con ella, entonces le escribí un poema. Al día siguiente ya no estaba. Quise pensar que se había ido”. Con sus ojos azules examina y, a su vez, ampara: ahora, ella es la ventana y a través de sus ojos se puede atisbar el cielo.

—En “Hace un silencio”, tu más reciente poemario, se percibe una intensidad emotiva, pero contenida, como si la emoción estuviera a punto de desbordarse. —Yo creo que en mi propia vida más o menos me mantengo en esos límites. Está muy claro: en este poemario hablo de la renuncia a lo exótico, a no correr riesgos… Y de esto “hace un silencio”: me tomé un tiempo para pensarlo… El silencio me dio la posibilidad y al final renuncio a cosas arriesgadas: me porto bien. Me tiro yo misma de las riendas… —Tu poesía se caracteriza por un ritmo muy pausado, de lenguaje poco discursivo, de imágenes muy duras, muy abruptas, especialmente en este poemario de poemas cortos. ¿Qué tan consciente eres de esto cuando escribes? —Soy consciente y no. Es lo que me gusta, la extensión del poema… Casi todos mis poemas son cortos… Son cortos porque de una vez ya dije lo que tenía que decir… Si vuelvo a insistir, estoy repitiendo el concepto y no me interesa. Doy el mensaje y ya, comparto algo y ya… Respecto al ritmo, siento que sí empatiza con el lector. Mis poemas llevan el ritmo que tienen que llevar… —¿Cómo defines la poesía que escribes? —De Alicia. Es poesía de autora. A pesar de que cambio de temas, hay una identidad. Por ejemplo mi libro “La mujer del faro”. Aquí hay, todo el tiempo, una búsqueda formal, donde

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me fui planteando temas, formas. Y todo eran búsquedas, y hoy los veo como logros. Quizá lo que más se disparó fue la plaquette “Graffitis del silencio”, pues ahí sí el ritmo varía de una hoja a la otra, por razones del propio contenido. El ritmo poético está bien delimitado y es fácil para el lector. En él pude expresar poesía y humor, mezclarlos y lograr un buen resultado. Creo que es el libro que tiene más éxito, aunque no sea el mejor. —¿Has modificado la visión de la poesía que tenías cuando llegaste a Cancún o es la misma? —Es la misma. No me hago problema, más bien escribo, dejo que salga. Hay cosas que no puedo ni revisarlas, pues hacerlo implicaría cambiarlas y, una vez escritas, me es difícil. Salvo que vea cacofonías o repeticiones, si no, prefiero escribirlas y aceptarlas… Es respetar… —¿Consideras que, con el paso del tiempo, tu poesía se ha ido haciendo más compleja, más estricta, más de búsqueda interior? —Pudiera ser… algo así. Inevitablemente, en este poemario es más crepuscular… por mi edad (y ríe). Y más crepuscular es “Silabario del dolor”, de próxima publicación. Lo escribí antes de que me pasara todo lo que me pasó (se refiere a su reciente viudez), y fui delimitando los dolores… No solo dolores míos, al contrario: el dolor del mar, de un niño. Termino con el adiós. No lo había terminado cuando me empezaron a pasar “dolores”. Y sentía, de alguna manera, que había invocado los dolores. Y me dije: lo voy a tirar… Pero al llegar a la casa lo leí y pensé: es parte de mí. Lo tengo atascado, lo tengo que sacar... Y lo terminé. Es duro…

—La ventana es importante en el poemario. ¿Cuál es la importancia de la ventana para Alicia? —La ventana es, en muchos casos, estar fuera, fuera de mí, detrás de una ventana, fuera de otras cosas. Te pones detrás de la ventana y ves. Es un punto de observación, como un mirador desde donde ves lo que pasa… Y te vas dando cuenta y vas descubriendo… —Si pudiera hablarse de influencias en tu obra, ¿qué poetas crees que han marcado el rumbo de tu poesía y por qué? —De chica influyó Federico García Lorca. Tengo una gran facilidad para escribir como Mario Benedetti, salvando las distancias… Sobre todo cuando empecé, escribía cosas parecidas, sin luchar mucho, pero te tienes que salir. Yo creo que me han influido todos. Por ejemplo, a mí me gusta mucho Octavio Paz, pero no puedo decir que me haya influido. Sin embargo, me parece un camino. Respecto a mujeres poetas, puedo nombrar a Delmira Agustini. Todo mi libro “Delmira en llamas (Invocación)”, es contar la vida y la muerte, el final de Delmira. Pero, a su vez, yo la invoco. En el último verso ella acude a mí, a mi memoria… o a mi presencia. Con Delmira me pasó lo siguiente: quería escribir sobre una mujer; anduve buscando sobre poetas uruguayas, y fui descartando. Con Delmira me pasó que empecé a escribir como ella… Y me salía bastante bien, lo cual me asustó mucho; yo no quería copiar a Delmira. Entonces, empecé a invocar a Delmira para que viniera, que me hablara, que me explicara y eso fue lo que escribí. Me referí fundamentalmente a su muerte violenta, a su carácter. Escribí un poema respecto a cómo ella, con sus ojos, ve la cama; en otro, ella cuenta cómo quedaron los

Escalas en su paisaje LA CASA FAMILIAR Nacida en 1939 en Montevideo, Uruguay, Alicia Ferreira Aldaz vivió su infancia en el pueblo de Tambores, en el norteño departamento de Tacuarembó. Segunda de tres hermanas, hijas de un médico rural empeñado en alentar la independencia de las niñas ante el temor de que se quedaran en el pueblo “casadas con un estanciero y con diez hijos”, y de una madre cuyos méritos como ama de casa influyeron contrariamente en la pequeña, quien rechazó los menesteres del hogar: “Mi madre era una especialista en todas esas cosas, ajenas a mi interés: cocina, lavado y planchado; repostería, tejido…”.

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Con una infancia apacible en el pequeño pueblo, la “nena del doctor” —como se le veía— aprendió a leer en una escuela rural, en compañía de niños descalzos que apenas recibían los desayunos otorgados por el gobierno con esfuerzo. Esta realidad la formó contra el racismo, el clasismo, la especulación, para tratar de ver las desgracias con naturalidad e intentar ayudar. La niña Ferreira complementaba la enseñanza de las primeras letras con su propia lectura autodidacta en casa, donde intentaba leer los periódicos y la revista Billiken; y con los personajes de Monteiro Lobato, que le abrieron mundos increíbles. Su gusto por la lectura le debe

mucho a su padre, lector voraz. El médico —también investigador, con obras sobre el ofidismo en Uruguay— poseía gran cantidad de libros, sobre todo de los grandes autores de la literatura española, que compraba, leía y regalaba. “Los libros no deben quedar en las bibliotecas —decía—, sino regalarse, para que otros los lean”. En esa biblioteca había también novelas policiacas a las que tenía acceso y que le divertían muchísimo a pesar del horror retratado en muchas de ellas. Esta vivencia del horror en la ficción no le era ajena en la realidad, pues en el consultorio del doctor, junto a la casa —el único en un pueblo donde no había hospital ni sala de


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La poeta más consistente y personal de Cancún

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olpeada emocionalmente tras la muerte de su esposo Jorge Brogno en 2012 y afectada por sus propios padecimientos físicos, Alicia Ferreira ha visto disminuida su actividad en los últimos meses pero no su espíritu de férrea índole. Este espíritu le ha permitido continuar con sus funciones como coordinadora del taller “Surgir” y ha alentado una actividad poética continua, decidida, particularmente fecunda, reflejada en una obra que la ha situado como la poeta más consistente y personal de Cancún. Esta producción poética inicia en 1994 y abarca los siguientes títulos: “Jardín Interno” (Cuadernos

de Cancún e IQC, 1994); “Escalas del paisaje” (Cuadernos de la Casa Internacional del Escritor, 1995); “La mujer en el faro y otras historias” (Ediciones Presagio, 1998); “La mujer en el faro y más historias” (Ediciones Presagio, 2000); “Fragmentos y Astillas” (Surgir, cuadernos del Taller, 2008); “Grafitis del silencio” (Surgir, cuadernos del Taller, 2010); “Delmira en llamas. Invocación” (Editorial Blurb.com, 2011); y “Hace un silencio” (Surgir, serie Imágenes, 2012). Obra suya aparece además en “Voces de ciudad joven. Cancún 25 años” (Lotería Nacional y Asociación de Escritores de Quintana Roo, 1995); en “Poesía escogida de Cancún/Selected Poetry” (Ediciones Bilingües, 1995); y en “Estrellas

cuerpos devastados. Hay otro poema que cuenta por qué se reunía con el marido, por qué la mató… Creo que la invocación se vio compensada. Pero los poemas no tienen el estilo de Delmira, bendito sea Dios (ironiza). No tienen nada que ver… Como te de-

urgencias— se atendían desde bebés quemados hasta hombres acuchillados: “era un horror que no me asustaba”. Para entrar a la clínica se tocaba una campana, cuyo sonido —a la una, dos o tres de la mañana— le dio a la pequeña la posibilidad de desarrollar una habilidad innata: ver y oír más allá de lo visto y oído por el común de la gente. De esa experiencia “me vino miopía, yo creo que como paliativo. (…) Los psicólogos dicen que los cuentos infantiles —los de los hermanos Grimm, por ejemplo— son para enseñar al niño la crueldad del mundo de afuera y la bondad del mundo en familia, y al que tendrá que enfrentarse al final. Yo creo que aprendí bastante de eso.”.

voladoras” (Ediciones Presagio, 2000). Aguardan su publicación tres libros de poemas (uno ya con título: “Silabeos del dolor”) y uno de teatro infantil y poemas (también ya con título: “Para mojar la luna”, que incluye obras de títeres). Editados la mayoría en forma de plaquetes y en tirajes de entre 100, 250 y 500 ejemplares, en ediciones muchas veces artesanales y voluntariosamente caseras, los poemarios de Alicia Ferreira están a la espera de ser recogidos en un solo volumen, en una edición cuidada a cargo de una editorial profesional que alcance los parámetros de calidad y recursos que merece una autora como ella. La escritora lo ha ganado a pulso y sus lectores lo agradecerán. Tropo

cía, tengo facilidad para imitar estilos, y eso es un riesgo. Por eso, si me preguntas qué influencias tengo, pues todas. —Eres parte de una primera generación de escritores de Cancún, la primera que empezó a escribir literatura en serio

MONTEVIDEO, UN SITIO AJENO Ferreira y sus hermanas cursaron secundaria y preparatoria en el prestigioso colegio inglés Erwy School de Montevideo, colegio mixto y ateo, de avanzada, elegido por el padre, congruente con su racionalismo, pues enviarlas a un colegio de monjas “hubiera sido para él una afrenta”. Ahí vivieron como internas, y ahí la futura poeta tentó por primera vez con las letras al empezar a escribir cuentos infantiles y poemas para niños y niñas que el colegio albergaba en un ala del recinto. Una noche a la semana, Alicia iba hasta el pabellón de esos niños y les leía. Ellos, encantados, se arre-

molinaban a su alrededor para oírla. Una vez leídos los textos, los destruía: habían cumplido su cometido. Al terminar la preparatoria, inició estudios de medicina —alternados con un trabajo de medio tiempo— pero la muerte del padre cambió radicalmente su sentido de vida: “Cuando mi padre falleció, muy joven, empecé a cuestionarme si valía la pena estudiar tanto o hacer otra cosa”. Su madre, a la usanza de la época, expresó el deseo de “colocar” a sus tres hijas: es decir, casarlas, para liberarse de presiones y seguir los pasos de su marido, pues no deseaba estar sola en este mundo. Diez años después, una vez casadas las hijas, cumplió su deseo.

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en este lugar. ¿Qué opinas de esta generación y cómo visualizas la literatura que se está haciendo ahora? ¿Se puede hablar ya de una literatura de Cancún? —Creo que todos nos fuimos formando, contaminándonos o ayudándonos. Hay gente valiosa, y otros que no pudieron seguir por distintas razones. Yo creo que sí hay una literatura. Felizmente, no hay un solo género, una sola dirección sino diversidad de intereses, de formas, de temas. Hay gente que tiene la capacidad, la inteligencia, pero no pueden dedicar-

Sin embargo, a pesar de residir en la capital y de vivir ahí vivencias intensas, Montevideo seguía resultando un sitio ajeno. “Entendí mucho a Mario Benedetti cuando escribió ‘Montevideanos’, donde consideraba al montevideano gente distinta al provinciano. Y eso que yo no era la típica provinciana.”

MÉXICO, DESTINO NO ELEGIDO Además de su trabajo formal en el Archivo del Banco de Producción y Consumo y de sus estudios de bibliotecología, Alicia asistía regularmente al Cine Club Universitario, donde ayudaba en la biblioteca, su especialidad. Allí conoció a Jorge Brogno, quien sería su esposo y compañero de vida durante casi 50 años: “estuvimos un año como amigos y entonces yo decidí que formábamos una buena pareja”. El noviazgo duró tres años y luego se casaron. De la unión nació Cecilia, la primogénita; luego, vino Augusto. A este periodo de felicidad siguieron años difíciles en Uruguay, los previos a la dictadura militar (1973-

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se a escribir por diferentes razones. —¿Cómo has vivido los reconocimientos personales recibidos durante tu trayectoria? —No me gustan mucho los reconocimientos públicos, de alabanza, de discursos. Incluso, como directora de la Casa de la Cultura, siempre traté de ser informal, de no darle demasiada seriedad al asunto. Agradezco los reconocimientos, pero no creo que tenga que recibir los reconocimientos. No porque no los valga, sino que tengo un folder lleno de reconocimientos y

1985), cuando ser profesor universitario —como Jorge— y pertenecer a un cine club donde proyectaban, entre otros, ciclos de cine ruso, era peligroso y levantaba sospechas. La situación política, aunada a la sensación de Jorge de haber alcanzado metas en un país como Uruguay, lo orilló a poner miras en la televisión de Los Ángeles, EU, donde aquél proyectaba un programa relacionado con el séptimo arte. Sin embargo, durante su viaje hacia esa ciudad, en una escala en México, D. F. le ofrecieron la posibilidad de trabajar en el Centro Universitario de Cine (CUEC) de la UNAM, ante lo cual Brogno quemó sus las naves. A los nueve meses, llamó a Alicia y le dio la breve indicación que les cambiaría la vida: “Vende todo y vente”. “Yo no decidí venir para México; para mí fue una tragedia”. Con su marido trasladándose a diario al D. F. a trabajar (pues residían en Cuernavaca), Alicia comenzó a ayudarlo, laborando como coordinadora de Difusión Cultural en la Universidad de Morelos. “El trabajo en la universi-

dad era divino. Hicimos muchísimos eventos culturales para el estado. El rector era muy culto, sensible, apoyaba todo lo cultural. Y además nos dio acogida como sudamericanos en tiempos de dictadura”. Pero las letras habían quedado latentes: con la intensa vida laboral y el trabajo de tiempo completo de la maternidad, la vida de Alicia estaba totalmente ocupada. Cuando se mudaron al D. F., pues Jorge comenzó a trabajar en Televisa, Alicia ocupó el cargo de jefa del área de publicación e información del Centro de Construcciones Escolares para América Latina y el Caribe (Conescal), donde clasificó material de doce países sudamericanos para la OEA y la Unesco. Posteriormente, laboró en la biblioteca de la Universidad de Chapultepec hasta que el terremoto de 1986 la destruyó. “Murieron muchísimos maestros y compañeros. Me salvé porque ese día tenía junta con el rector recién a las 11 de la mañana y el temblor fue a las 7. Y aunque desde Xochimilco se vio poco, desde la ventana vi las casas como saltando… Ese día le dije a


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me pregunto qué hago con ellos. Me gusta más el comentario, que me digan “leí tu cuento y me gustó mucho” o “no le entendí un cacahuate”. Prefiero que me publiquen libros. Eso sí me gusta. Por ejemplo, ahora tengo dos libros para publicar. —¿Cómo vives la poesía en la vida cotidiana? —Bueno, hablo raro. A algunas personas les digo cosas muy sencillas pero no me entienden; se ve que yo las complico. Veo mucho, pero veo cosas internas. Es lo que te mencionaba de la ventana; no me preocupo de si está limpia la mesita. Eso me hace dispararme un poco. En una palabra: soy rara. Una vez me reuní con un grupo de gente para enseñarles a cocinar cosas sencillas: pan, pizza. Al final, me felicitaron, les gustó mucho. Pero me dijeron: “Tú hablas con palabras raras hasta para hacer una pizza”. Tropo Karinna Maich S. (Uruguay, 1969) Egresada en calidad de actriz de la EMAD (Montevideo). Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el género Literatura (2001). Es autora del libro de minificciones “Agujas y alfileres” (aún sin publicar). Docente desde 2003, batalla con alumnos de secundaria, preparatoria y universidad; siente que, cuando aprenden, la guerra contra la ignorancia está siendo ganada. Correo-e: karinnam@hotmail.com

Jorge: vamos a tener que irnos”. Las sedes de trabajo de ambos habían quedado destruidas: la Universidad de Chapultepec; Video y Comunicación, de Banamex; el hotel Regis —donde daban conferencias de desarrollo humano.

HACIA CANCÚN Voltearon hacia Guanajuato, donde tenían amigos. Sin embargo, cuando les dijeron que en Cancún el movimiento cultural era apenas incipiente, se decidieron por esta ciudad caribeña de mar muy azul. Ilusionada, y con amplia experiencia en investigación y clasificación en bibliotecas, Alicia se apersonó en la biblioteca “Enrique Baroccio”. Las pilas de libros y material hemerográfico le confirmaron la necesidad de una persona que se encargara de clasificarlo. Empero, quizá aquella misma experiencia atemorizó a quienes en aquel momento dirigían la institución: “Mejor váyase a trabajar con los gringos. Aquí no hay la menor posibilidad de trabajo. Y si la hay, le van a pagar muy poco”. No fue el consejo más sensato, pero Alicia se fue a

trabajar a Zona Hotelera, en una boutique de ropa bordada donde alcanzó la gerencia al cabo de cuatro años. Aunque le pagaban bien, y en dólares, no le gustaba su quehacer.

“SURGIR” Un año antes —en 1990— había entrado ya en contacto nuevamente con lo cultural, pues había comenzado a reunirse con cuatro personas más, básicamente para compartir el gusto por la lectura y la escritura. Las reuniones se realizaban en la cafetería del Centro de Convenciones, cuando éste aún era “un gran globo inflado. Después de atender la tienda, era un remanso reunirme con gente que me comentara un libro”. Eran periodistas, escritores, poetas, colaboradores del suplemento cultural del periódico “El Diario de Quintana Roo”, coordinado por ese entonces por su esposo Jorge. Así comenzó el taller literario más antiguo de Cancún: el taller “Surgir”, en una época muy activa para Alicia Ferreira: además del trabajo en la boutique, que

le permitía subsistir, coordinaba el taller literario y conducía un programa en “Radio Caribe”: “Mujer verdad”, un reto para Alicia como productora, tanto a nivel de contenido como a nivel técnico, durante más de un año.

LA CASA DE LA CULTURA DE CANCÚN Los años 1991 y 1994 fueron determinantes para su carrera como promotora cultural. El primero porque durante este periodo se hizo cargo del área de Recreación y Cultura en el Patronato por los Jóvenes de Cancún, donde coordinaba, además, talleres literarios. El segundo porque —al cerrar el Patronato en 1993— el entonces director de la Casa de la Cultura de Cancún, José Luis Ochoa, la buscó para que coordinara los eventos culturales de la institución. Así comenzó su relación con dicha Casa, de la cual fue directora interina en una ocasión y directora en otra. Actualmente, funge como asesora de proyectos culturales en la Secretaría de Cultura en Cancún. (Karinna Maich). Tropo

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Concierto Alicia Ferreira

El aire se encajonaba y dulce se derretía en las esquinas la luna alcahueta redonda perfilaba los rostros de los fantasmas y la gente las notas vibrantes y rítmicas de los blues lograban el instante perfecto y se escapaban furtivas de la isla alargándose Galeones hundidos perdidos en la historia regresaban a la orilla convocando a motines de esclavos e inocentes mientras el mar más sobrio despedazaba las olas con ritmo diferente Como un coro se oía el llamado y el chillido de pájaros e insectos de la selva hermanados en el tiempo El universo entero intenta descifrar el mensaje mientras el hombre trasciende asimilado al sueño o a la muerte

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Ilustraciones: Horacio Cárdenas.


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Nocturno Alicia Ferreira

Soy parte de la noche laberinto de animales sin sueño escenario de uñas escondidas procesión de cristales oscuros Cuelga la luna que escurre tejados en la ciudad sin lápidas donde suspiran los árboles heridos por el bramar del mar que no conoce Tras la paredes deslindo estrellas de algas cuelgo el silencio viejo gabán que encubre la utilería de mi desvelo

Poemas tomados de la plaquete “Hace un silencio”, ediciones SURGIR (Serie Imágenes, 2102).

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Cancún,

una literatura invisible (Primera parte)

Miguel Meza Si se valorara por su producción editorial de 2009 a 2013 —28 libros, entre poesía, cuento, novela y ensayo—, la literatura en Cancún debería estar corriendo con mejor suerte en cuanto a divulgación y número de lectores1. Nada desdeñable es haber publicado en el período mencionado once libros de poesía (muchos como plaquettes), dos de cuento o relato, seis de ensayo y nueve novelas (sí, nueve novelas). Más allá de sus logros literarios (en el plano de la ficción) o de la pertinencia y aportaciones novedosas (en el ámbito de la investigación, crítica o divulgación), lo cierto es que 28 libros en cinco años, en una ciudad como la nuestra, revela un movimiento cultural literario digno de atención, más que incipiente, y redefine en la entidad la posición de los escritores cancunenses, esos pioneros tardíos.

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ebido a sus tirajes (en algunos casos ¡de 50 o 100 ejemplares!), a su restringida difusión (destinada a grupos pequeños de amigos o al escaso público que asiste a las presentaciones) y, sobre todo, al desinterés de los propios autores o instituciones por emprender una decidida divulgación, es inevitable concluir que la literatura en Cancún es prácticamente invisible y que sus creadores han pasado a una extraña condición de anonimato. Este anonimato no hace mal a quienes se arriesgaron a publicar sin contar con mayores herramientas formales o a quienes soslayaron el respaldo de una asesoría editorial mínimamente respetable (el desaliño de nuestros autores a la hora de editar es abrumador). Pero es ciertamente injusto para otros escritores. Lo es para aquellos que cuentan con una trayectoria (como Alicia Ferreira, Juan José Morales y Carlos Hurtado); o para aquellos jóvenes que resultan magníficas revelaciones (como Laura Angulo y Mauro Barea); o para los académicos y artistas que incursionan en la literatura con sobrada solvencia (Óscar Reyes Hernández y Sergio López Fabre); o para aquellos diletantes con resultados ciertamente plausibles o decorosos (Mónica Aguilar y Lil Fernández); o para quien representa hoy una auténtica aportación a la calidad de nuestra literatura (Felipe Reyes Miranda, quien ha producido la mejor novela que he leído de un escritor afincado en Cancún: “Al final, solo el abismo”, Praxis, 2011)


latint Por eso, para reparar este vacío, hemos pensado en el siguiente recuento, aunque éste no resulte exhaustivo: no da cuenta de todos los libros, ni intenta hacer una reseña de los que aparecen, ni sitúa ampliamente su valor literario o cultural2. Solo señala su existencia, describe en algunos casos su propuesta editorial y literaria, y orienta hacia rutas posibles de acercamiento. Se trata de que lector y lectora conozcan los nombres de los creadores que viven en su ciudad, se interesen por ellos y eventualmente los lean. Leerlos contribuye a reconocer, consolidar, catapultar nuestra precaria identidad: esa multiculturalidad presente y futura que busca en su rostro múltiple la seña característica del cancunense. Es decir, la siguiente recopilación pretende hacer visible lo aparentemente invisible. 3 POESÍA Delmira en llamas. Invocación (blurb.com, 2011) y Grafitti del silencio (Surgir, 2010), de Alicia Ferreira. Si se compara con sus anteriores poemarios —imbuidos de vapores intimistas en ámbitos cerrados—, estos dos libritos resultan auténtica bocanada de creatividad y aire fresco. Ambos utilizan motivos externos a la autora. El primero, situándose en el estilo modernista de la poeta uruguaya Delmira Agustini, permite la elaboración de 29 poemas que dan cuenta de la trayectoria sensual y trágica de una de las iniciadoras de la poesía femenina hispanoamericana. El segundo, de enorme originalidad y espíritu lúdico en el uso del grafitti como leitmotiv, muestra 28 poemas discursivos, que mezclan equilibradamente dos tipos de lenguaje, el narrativo y el poético. Con versos cargados de un sentido del humor impensable en esta poeta, el poemario alcanza alturas sarcásticas y de crítica memorables.

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Costa urbana (Secretaría de Cultura de Q. Roo, 2011), de Óscar Reyes Hernández. Con muchos poemas logrados que conjugan una extraña musicalidad (de tonos entristecidos y a veces hasta sombríos), un ritmo francamente sincopado (debido a una rara versificación) y una búsqueda lírica de imágenes poderosas en su dislocamiento de lo real, el contenido de este poemario oscila entre la estampa citadina y la crónica urbana, y revela a un sujeto lírico solitario que refleja una realidad quebradiza, fragmentada. Dividido en cuatro apartados (cada uno atendiendo espacios reconocibles de la región: Playa Norte, Cancún, Tulum, Bahía de Mujeres, etcétera), los poemas describen auténticas estampas de la vida playera y citadina, en instantáneas casi periodísticas en algunos casos, en versos cargados de prosaísmo, coloquialismo y a veces tono conversacional, que rescatan la diversidad de la minucia cotidiana de esta zona.

Colección de mandrágoras (edición del Instituto para la Cultura de Benito Juárez, 2012), de Laura Angulo. Audaz en el uso de la imagen poética, que logra edificar mundos surrealistas y oníricos muy sugestivos, esta joven poeta es muy seductora en el manejo de su verso de aliento largo, casi versículo. Poeta de 18 años, Angulo hace alarde de una actitud lírica irreverente, atrevida en los temas y lúdica en el gesto. Salvo por algunos excesos verbales que no solo la hacen innecesariamente discursiva o poéticamente incoherente, Laura es una de las voces jóvenes cancunenses más atendibles.

Autorretrato (Surgir, 2012), de Ramiro Fernández. Con una actitud lírica que a veces parece desdeñar sus propios poemas, los textos de esta plaquete se mueven entre el apunte chistoso y la ocurrencia temática que no ha sondeado aún una problemática a fondo. Quizá el autor debió tomarse el tiempo de reescribir con la goma de borrar para revelar el sentido poético oculto en algunos buenos hallazgos.

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Balance e inventario (Surgir, 2012), de María Antonieta Rivera Guati Rojo. Al tratar los temas propuestos, esta poeta exhibe una acendrada sensibilidad y una actitud lírica recatada y silenciosa, que alcanza a evocar en voz baja una realidad sutil. Algunas muestras de este trabajo podrían pensarse como kaikús que quieren revelar universos de sentido en el breve espacio de la hoja. La autora es discreta hasta en la elección de la tipografía de los poemas, que deben leerse con lupa.

Recuentos (Surgir, 2012), de Yolanda Rodríguez. Al exhibir un sujeto lírico sincero y llano, los poemas de esta plaquette muestran también una gran libertad imaginativa, que roza la fantasía en la recreación de la realidad. Para esta poeta, el mundo tiene vida propia —de ahí su preferencia en el manejo de la personificación como figura retórica—, y su movimiento se ve reflejado en el papel con sentido de la musicalidad, si bien a veces su lenguaje cae en el prosaísmo y despide cierto olor a pasado.

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El espantapájaros, Dulce María Medina (Surgir, 2012). Con un pleno dominio de la forma, con una capacidad de sugestión en el lenguaje casi deudora del modernismo, y contenida en la emoción que sabe trabajar los silencios del poema, la autora de este poemario parece anclada sin embargo en una tradición que ya no se frecuenta. Cuando uno lee estos versos, siente regresar a una casa ya visitada, con una decoración un tanto enmohecida y habitada por las mismas voces de antaño.

Dispersión (antología editada por Cartonera Hortera, 2012), del Colectivo-Colectivo. Por alguna razón que tal vez tenga que ver con una indolencia juvenil, y una especie de desacato a la forma, la mayoría de los poemas de esta antología no alcanza a convertirse en piezas de sentido, en cajas de música que se puedan escuchar a partir de sus valores formales. Si bien gusta el gesto rebelde y el sujeto lírico desafiante, muchos de estos jóvenes necesitarían tomarse más en serio como los poetas que quieren ser. Necesitan depurar más, indagar más a fondo qué quieren decir y, sobre todo, asimilar mejor sus lecturas. La edición tampoco ayuda mucho: vale que utilicen material reciclado para imprimir sus poemas; pero que impriman texto sobre formas contables e impidan su lectura, parece engrilletarse en un palimpsesto infortunado.


latint Tregua (Editorial Librélula, 2013), de Ernesto Vargas Rueda. Dividido en cuatro apartados, el presente poemario recoge el trabajo realizado por el autor entre 2001 y 2009. Los poemas muestran a un sujeto lírico que aun busca equilibrar los elementos formales del poema: es maduro en la actitud pero poco transparente en la forma verbal elegida. Sus imágenes poéticas a veces resultan rígidas, abstractas, oscuras, incluso complicadas. Y sin embargo, son lo suficientemente enfáticas para transmitir la sensualidad de la experiencia erótica que le atañe y un gesto interior sufriente. A su intimismo le falta libertad para respirar. Pero logra vehicular el dolor y la reflexión existencial que lo acosa. “Tregua” contiene la suficiente carga emotiva para comunicar el sentido contradictorio de la existencia que envuelve al sujeto lírico.

Voces de agua (Cuadernos de la Gaceta del pensamiento, 2013). Antología del Taller literario Sian Ka´an. Correctamente editada, la presente recopilación exhibe el trabajo realizado por 13 poetas jóvenes formados en distintas épocas en el Taller Literario Sian Ka´an, que funciona en Bacalar desde hace más de 20 años dirigido por el poeta Ramón Iván Suárez Caamal. Los poemas recogidos en este cuadernillo muestran la depuración del verso con que cada uno de ellos ha sido trabajado en taller. Es notorio el respeto por las cualidades formales del poema (ritmo, musicalidad y transparencia de imágenes poéticas) al servicio de la diversidad temática presentada (que reitera la biografía de las emociones intimistas y el canto a la naturaleza). Se intuye detrás de cada poema la mirada orientadora del maestro. Respetando cada estilo, el mentor ha sabido ejercer su influencia bienhechora en cada joven, de tal manera que los poemas canten su verdad y brillen en sus significativos silencios.

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CUENTO Mundos paralelos y otros cuentos (Instituto de Cultura de Yucatán. 2011), de Juan José Morales. Integrado por 13 historias de ciencia ficción, este es uno de los libros valiosos que pueden leerse en esta lista. La presente recopilación —que recoge cuentos publicados antes en revistas o en otros libros del autor— es una excelente oportunidad para conocer la vertiente creativa de uno de los mejores escritores afincados en Cancún, periodista y divulgador de la ciencia. Un autor que se inscribe en la línea del escritor de estilo clásico, humanista, erudito y con sentido del humor.

Pizcas de ocio (Editorial Desarollo Hokhma, 2010), de Pedro Cardos. Correctamente redactados e inspirados la mayoría en asuntos de la vida personal del autor, los escritos que componen este libro poseen el discreto encanto de las historias que contaban los abuelos. Armado con relatos, apuntes, viñetas anecdóticas e incluso artículos de comentario, este libro-miscelánea quizá debió haber sido depurado antes: una buena selección de escritos hubiera dado un balance más atractivo, pues así como está ha mezclado lamentablemente la paja con el grano.

NOTAS 1 Para la elaboración del presente ensayo, se contó con la valiosa colaboración de Lizbeth Peña, que apoyó en la asistencia editorial de esta revista. Peña contactó a los autores, coordinó la búsqueda de este material bibliográfico (no siempre accesible, por su bajo tiraje y su precaria difusión) y proporcionó información sobre los contextos en que surgieron algunas de las presentaciones de los libros. 2 En nuestras próximas ediciones, en la sección PAPIROS, publicaremos paulatinamente reseñas literarias de algunas de las obras enlistadas aquí, reseñas escritas por los integrantes del Taller de Reseña Literaria del Centro de Creatividad Literaria de Cancún. 3 Para efectos prácticos de lectura, y por razones de espacio, hemos dividido el presente artículo en dos partes. El primero da cuenta de los libros de poesía y cuento. La segunda entrega (que aparecerá en el siguiente número de TROPO) comenta brevemente el trabajo hecho por los novelistas.

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LIBROS PUBLICADOS EN CANCÚN ENTRE 2009 Y 2013 CUENTO Mundos paralelos y otros cuentos (Instituto de Cultura de Yucatán. 2011), de Juan José Morales. Pizcas de ocio (Editorial Desarollo Hokhma, 2010), de Pedro Cardos.

NOVELA

POESÍA Delmira en llamas. Invocación (blurb. com, 2011) y Grafitti del silencio (Surgir, 2010), de Alicia Ferreira. Costa urbana (Secretaría de Cultura del Gobierno de Quintana Roo, 2011), de Óscar Reyes Hernández. Colección de mandrágoras (edición de Instituto para la Cultura del municipio Benito Juárez, 2012), de Laura Angulo. Autorretrato (Surgir, 2012), de Ramiro Fernández. Balance e inventario (Surgir, 2012), de María Antonieta Rivera Guati Rojo. Recuentos (Surgir, 2012), de Yolanda Rodríguez. El espantapájaros, Dulce María Medina (Surgir, 2012). Dispersión (antología editada por Cartonera Hortera, 2012), del Colectivo-Colectivo. Tregua (editorial Librélula, 2013), de Ernesto Vargas Rueda. Cantos de agua (Cuadernos de la Gaceta del pensamiento, 2012), de Zita Finol Voces de agua. Taller literario Sian Ka´an (Cuadernos de la Gaceta del pensamiento, 2013). Antología.

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Otra vez las margaritas (unas letras industria editorial, 2009), de Carlos Hurtado. El mito del metro (Innovación Editorial Lagares, 2011), Sergio López Fabre. Al final, solo el abismo (editorial, Praxis, 2011), de Felipe Reyes Miranda Un sol de oro (Editorial Idea, 2011), Javier Fernández Gutiérrez El colapso del tiempo (Niram Art Editorial, 2012), Mauro I. Barea G. Corazón maya (Carlos Varela, editor, 2012), Víctor Sumohano Ballados Los remedios de Manuela (editorial Fénix, 2012), Ricardo Meric A. Por un lugar en el mundo (editado por Grupo Regio y río Secreto, 2012), Mónica Aguilar Álvarez. El laberinto, la cebolla y el hámster (edición propia, 2012), de Lil Fernández Osorio.

ENSAYO La idea de modernidad y la construcción del Estado nación en México. Cambio crisis y utopía, Felipe Reyes Miranda (editorial Itaca, 2012). Navegando al sol, Semblanza de un pionero (edición de la Universidad del Caribe, 2010), de Luis Hernández. Cancún, un entramado de voces. Cultura, sociedad e historia (Universidad del Caribe y Editorial Verás, 2010), de Concepción Escalona (coordinadora) con la colaboración de María del Pilar Jiménez Márquez. La universidad pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012), de Mauricio Ocampo. Divinos negocios (cuaderno 5 de Gaceta del Pensamiento, 2012), de Juan José Morales. Corazón de piedra, ¿yo? (editado por Comparte, Centro Humanístico del Ser y Amat editorial), de Rosa Larios Novela y Amelia Macías Timotino.


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Noche de cartas

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Juan Carlos Serrano

ra necesario no llamar la atención; por eso aquel departamento estaba en penumbras. A pesar de ello, una luz en algún lugar del techo iluminaba la mesa del comedor con toda claridad. Los cuatro individuos fueron llegando casi al mismo tiempo. La puntualidad en estas reuniones era indispensable. Dos de ellos vinieron acompañados. Eran asistentes personales, muy necesarios a la hora de servir los tragos. Evitarían que los cuatro sentados en torno a la mesa, tuvieran que ocuparse de esos menesteres. El más alto del grupo, un hombre de alrededor de cincuenta años, de pelo gris y ojeras abundantes, desparramó las fichas en la mesa, eligió un lugar y se sentó. Los otros tres permanecían de pie, dos de ellos de menor edad, y conversaban animadamente. Uno de ellos pidió un whisky en las rocas; el otro, un vodka. El restante aún no terminaba una comunicación en su celular cuando fueron requeridos. Ahora los cuatro ocuparon sus lugares en la mesa. El más alto pidió agua mineral. Siempre sucedía así: el alcohol lo dejaba para más al rato, cuando sentía que todo iba bien o que terminaría bien. De un portafolio sacaron las cartas y las repartieron por partes iguales. Para ser precisos, el que las repartió se quedó con algunas, que ubicó a su derecha. Las cartas fueron y vinieron en todas direcciones durante las siguientes horas igual que el humo de los cigarros que fue envolviendo en una tiniebla azul el haz de luz sobre la mesa. Fue necesario sacar de otro portafolio una cantidad de fichas similar a la primera. Los comentarios eran escuetos, precisos. Casi no se permitían trivialidades, había mucho en juego. Cada tanto, alguna alusión fuera de contexto distendía los ánimos por unos minutos. No solo en sus rostros, también en su actitud comenzó a notarse con claridad el paso del tiempo.

Eran las dos de la madrugada cuando el más alto, ahora sí, pidió su primer coñac. Se podía suponer que todo iba bien, que pronto terminaría. Y así fue. Con su voz firme, pero áspera después de innumerables cigarros, le preguntó al de la izquierda. —¿Seguimos con derecho de utilizar las tierras de San Cosme? —Por supuesto —le contestaron. Las fichas de archivo, etiquetadas como confidencial seguían amontonadas frente a él. Posó la palma de su mano sobre ellas y dijo: —Estos ya son cadáveres... irán a parar a la fosa común de San Cosme... estos otros que todavía están en proceso… —Y volvió a señalar el otro grupo de fichas... —los moveremos de lugar, no sea cosa que vayan a hacer alguna amistad inconveniente, suele haber carceleros débiles y vamos a evitarnos disgustos. Las cartas membretadas por el Estado Mayor, que contenían nombres, fotos, actividades, horarios y direcciones de los enemigos del régimen fueron dobladas minuciosamente y vueltas a los sobres. Las fichas de archivo, ahora separadas convenientemente, fueron repartidas en los dos portafolios. Los cuatro militares se despidieron y salieron por turno. Se fueron con la promesa de volver a reunirse en unos días, ya se les avisaría donde. Era necesaria la aprobación del Presidente. Los asuntos de Gobierno son así: requieren de la más absoluta discreción. Tropo

Ilustración: Carnaleón.

Juan Carlos Serrano. Nació en Buenos Aires en 1950, donde realizó estudios de Sociología y estudió teatro. Participó durante 15 años en más de 20 puestas en escena. En 1992 publicó el libro de relatos breves Recuerdos, fantasmas y otras yerbas. Radica en México desde 1985. En Cancún, ha participado en talleres literarios. Sus cuentos fueron publicados en la revista literaria Tropo a la uña (primera época). Coordinó un Taller literario de lectura y cuento en 2008. Actualmente, forma parte de Las tertulias literarias itinerantes, donde un grupo de apasionados de la literatura se reúne para analizar novela, cuento y ensayo.

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Cuatro sonetos Ramón Iván Suárez Caamal Vasta memoria

Aquella piedra sabe

Vasta memoria, virgen geografía, te recorro, país de lo vivido; en cada puerta puerto he conocido; porque me perteneces no eres mía.

Aquella piedra que nos mira sabe, extrañamente sabe nuestros miedos. ¿Será que pueda haber en los remedos de su sonrisa donde todo cabe,

No quiero entrar a tus espejos, guía al lugar más secreto mi latido; no dejes que me gane el sinsentido de perseguir lo que me perseguía.

una rosa de sal? Y cuando acabe mi búsqueda, ¿la tocarán mis dedos hasta que sangren? Dios, que tus enredos sin solución ni paz jamás alabe.

En pretérito busco litorales que no existen, dilapido la rosa de los vientos si trizo tus cristales.

Cuarenta justos no hallaremos. Arde a la luz de tus ángeles mi lodo y no miro hacia atrás pues soy cobarde.

Boga en tu mar mi corazón más hosco o la felicidad más quejumbrosa. Te desconozco porque te conozco.

Tienen grietas mis labios, el salitre los carcome cruelmente igual que un buitre. Atrás dejé la vida, dejé todo.

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Ramón Iván Suárez Caamal (Calkiní, Campeche, 1950). Poeta, profesor y promotor cultural. Ha obtenido más de treinta premios en concursos nacionales, regionales y locales de poesía, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía Jaime Sabines y el Premio Nacional Olga Arias, ambos en 1991. En 2010, obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, y en 2011, el IV Premio Internacional de Poesía para Niños Ciudad Orihuela, en España. Es el poeta más prolífico de Quintana Roo, con más de veinte poemarios publicados, y autor de dos manuales para talleres de poesía (Poesía en acción, 2007, y Resortera para las palabras). Una selección de sus poemas se encuentra en Poesía reunida (2006). El Premio Nacional del Poesía de Calkiní lleva su nombre. Es autor del Himno a Quintana Roo. Dragón de otoño y Huellas de pájaros (los dos de 2011) son sus más recientes poemarios.

El viento en las ventanas

Es tan real el presente

El viento en las ventanas parecía un iracundo huésped, extraviada la llave para entrar. Recio llovía en lo oscuro, brazada tras brazada,

Es tan real el presente que lo tomo como prueba que existo, que las cosas son como son y están, maravillosas señales que contemplo con aplomo.

como si un náufrago mirase lejos la salvación. Los gajos de las frondas temblaban bajo el peso de las hondas angustias de Luzbel y los espejos

Aun el sueño es verdad, el sueño como empredrado sendero en las lodosas aguas. Las pesadillas más monstruosas resultan de la vida un palindromo.

del relámpago eran nuestras preces: Ah, noche inmensa y húmeda que a veces das con nosotros. Madre, tengo frío

Es verdad el espejo donde miro cómo son estos rostros a que aspiro. Toco el instante, su presencia beso.

y miedo de la otra noche, del río de aguas cerradas donde flotan peces muertos y es un fantasma el albedrío.

En estas fantasías estoy preso, en las forma que amo. Las respiro aunque la vida caiga por su peso.

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Entrevista con Michele Moreno

La inextinguible llama de la fe y el martini que no llega...

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Eugenia Montalván Colón

osé Luis Moreno llegó a Maroma con la barba castaña siguiendo los aromas de la tarde risueña que lo esperaba desde siempre para que abriera brecha, naturalmente. José Luis se descalzó en la arena y la dejó encantada, miró el horizonte y encendió el turquesa. Respiró profundo y el corazón se le llenó de mar, de olas... Hace treinta años de esas tardes tiernas de aves y barcos, y con todo y todo, cada una sigue teniendo aires de iniciación, de milagro... Hasta el mirador de Maroma llegué con Michele hace unos días, y juntas contemplamos los silencios de José Luis: marinos, imposibles, invasores... Michele, hija de José Luis, y alumna de Thich Nhat Hanh es como el mar, introspectiva y risueña, corajuda y apacible, tierna pero furibunda. Así, tal cual, la percibo casi siempre, como una mezcla de sabores a punto de turrón agrio. Porque toda ella es una dulce y penetrante provocación, tal como se refleja en esta entrevista y en sus dos libros más recientes: Efimérides. La permanente impermanencia de una mujer chango y Michelia Champaca... o lo que dura el incienso (ambos publicados en Mérida por la editorial unasletras: 2012 y 2013, respectivamente). —Gracias a Facebook, tienes un libro: Efimérides, o cuando menos ahí, en esa plataforma incontenible almacenaste parte de tu vida del año 2011-2012… ¿qué te da Facebook ahora? ¿Acaso te sirve como terapia de vez en cuando? —Siempre. Es como si fueran los rayos de la rueda de una bicicleta. Me acompaña, me entretiene y me sirve con un diario para expresar lo que en ese momento siento. —Y, dime, ¿te guardas algo para ti sola? —Por supuesto que sí. —¿Qué no dices públicamente? —La verdad. —¿O sea que nos tienes en el permanente engaño? —Es ficción. A mis estados en el Facebook yo les pondría el mismo prólogo que a Michelia Champaca: Así fue. O no. Principio de incertidumbre. A veces pongo cosas que no son

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mi estado emocional del momento, sino que son de hace años, o quisiera que fueran los futuros. Y ahí está la ficción. El pasado y el futuro son producto de la imaginación. Ahí existen. Son producto de la imaginación. —Mmmhhh… Tenía que entrevistarte para enterarme de la verdad. —Y yo te contesto que puede ser mentira. —¿Acaso alguna vez vamos a conocer a la verdadera Michele Moreno? —Ojalá, y cuando la atrapen, me la presentan por favor. —Porque ya confesaste que en Michelia Champaca hay mensajes ocultos sobre tu propia realidad con los que juegas descaradamente ante la ingenuidad de tus lectores. —Como dijeron los mayas y reiteró Eduardo Galeano: “Todo tiene cara y señal. Por su señal lo conocerás”. —No entiendo. Sigues enigmática. —También para mí. —Me da la impresión de que vives en un laberinto, pero aparentemente eres transparente, diáfana como el agua cristalina, ¿no? —Quizá lo soy. —Por lo pronto, me confundes, y no dudo que haya otros como yo, queriéndote conocer. —Yo me paso de ese lado también. Los acompaño. Y comparto su interés en conocerme. —Bueno, bueno, cuando menos dime por qué te niegas a acostarte en la playa a tomar el sol… tengo curiosidad. —Porque no puedo estarme quieta. —No, eso no es cierto. —Ahora me recuerdas un test psicológico que me hicieron en la adolescencia: relacionaban el mar con el amor. Posiblemente tenga que ver. Lo voy a analizar en la noche. Las preguntas eran: ¿Te metes al mar? ¿Te quedas en la orilla? —Lógicamente, tú te quedas en la orilla. —Hasta ahora me doy cuenta. Acabas de hacer un descubrimiento. Muchas gracias. Es cierto, hace mucho que no me meto al mar, pero hace varios años el mar era mi pasión, esnorqueleaba y pasaba horas nadando de día y de noche porque nunca tuve miedo de meterme al mar en la noche…


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Fotografía: Eugenia Montalván.

—Lo sé, te he leído… No tie nes que decírmelo. La cuestión aquí es por qué la evasión. —Me volví más contemplativa. Ya no busco qué hay dentro del mar sino lo veo como un todo que ocurre allá. Y me gusta el atardecer en el mar, desde acá, desde la orilla de mí misma. Si antes fuimos uno, ahora somos dos. Y tal vez en el amor con la madurez pasa lo mismo. A cierta edad te das cuenta de que con la pareja no eres uno, sino dos. —¿Qué sustituyó al mar? —La jardinería. Ahora hundo mis manos en el lodo, y un jardín no es otra cosa que la vida misma. Si hablamos metafóricamente, y el mar es el amor, el jardín no se me ocurre otra cosa que no sea un micro-cosmos de la vida misma, eso quiere decir que hubo un cambio de mí hacia la mecánica vital, al origen de la semilla, a la plaga, a la lluvia sobre las plantas, a la flor, y a la hoja que cae. —¿Y esto coincide con dejar Cancún y venir a Mérida? —No, el jardín fue antes, y a la vez encontré en la jardinería un modo de expresión que suplió las palabras por mucho tiempo. —Entonces, el soplo vital de la tierra te alejó del mar. —Fue más bien buscar respuestas. —¿A eso viniste a Mérida? —No. Mérida fue una respuesta. —Y te ha hecho volver a escribir, ¿cierto? —Sí, aunque diferente. Sin septiembre, mi primera plaquete es de prosa poética, generalmente romántica e idealista, y ciertamente sufrida; la autora de ese libro ya no está. No la podría encontrar otra vez. —¿Pero te has vuelto a sumergir en la creación literaria? —No, la creación literaria se sumerge en mí. Ya no busco. Ella me encuentra, y habla diferente. No busco más el amor ideal, sino causa y efecto. Si tú ves Efimérides, es lo que trata de decir todo el libro sobre la impermanencia, y aquí metería una frase de los upanishads que dice: “Esto es así porque aquello es así”. Y aquí sí, al revés que en el amor, diría que ya no somos dos, sino uno. —La impermanencia, ¿de dónde sacaste esta palabra? —Del jardín y del budismo.

—Y de ti misma, no lo niegues, de cuando te miras en el espejo, ¿cierto? —Completamente cierto, y cuando me miro sin espejo, más. —Entonces, supongamos que te reflejas en las palmas de tus manos, ¿qué dicen de ti? —Las veo y parece que siguen siendo las mismas que veía yo de niña. En mis palmas permanece la niña. Eso es una buena noticia. La niña que vive en la palma de mis manos es mi lado transparente. Pero luego viene la Michele grande, la que estudia causa y efecto, y revuelve el río cristalino de la otra, y ese juego es constante. —A propósito, ¿de qué sabor es tu cigarro electrónico? —Durazno, como la voz de un amigo… —¿Tienes un amigo que huele o que canta como durazno? —Tiene voz de durazno maduro. —¿Y tu voz, de qué sabor es? —De té verde. —¿El que toman los ansiosos? ¿Por qué no aceptas que sabe a martini? —Me cachaste. Bien sabes que es la bebida de los tristes. —Y no hay mejor espejo que una copa para los que, como tú, se resisten a mirarse por dentro. —Ya, ¿no? Mejor ahí la dejamos, ¿si? —Sí.

Eugenia Montalván Colón. Antropóloga titulada con una monografía/tesis (escrita 17 años después de reportear incesantemente) convertida en su primer libro: Premio Casa de las Américas: 50 años, 11 entrevistas, que presentó en La Habana, en 2012. Acaba de producir y dirigir el documental: Don Mammie Blue, para honrar al extraordinario activista de derechos humanos Gonzalo España España, productor de espectáculos y artista travesti, con quien hizo mancuerna para llevar al cine su pasión máxima: informar. También edita libros y trabaja en Espacio cultural Ule (www.ule. mx) con sede en Mérida, y a punto de abrir sucursal en Durango.

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Efimérides Michele Moreno Uniendo dos formatos radicalmente opuestos: el diario personal —que pertenece a una tradición intimista canónica— y el facebook —el medio electrónico hipermoderno por excelencia que colectiviza la intimidad—, Michele Moreno ha elaborado un libro que recoge un año de participaciones en la red social cibernética y comparte una visión del mundo donde mezcla comentarios de su vida personal, crítica social y una filosofía de la cotidianidad nutrida en el panteísmo, el humanismo cristiano y el budismo zen, vetas de pensamiento que le permiten salvar el vacío, la nostalgia de la muerte, la soledad esencial. De este conmovedor libro —“Efimérides. La permanente impermanencia de una mujer-chango” (unasletras, 2011)— ofrecemos a los lectores los siguientes fragmentos donde se aprecia el estilo que caracteriza a la escritora, entre minificción, prosa aforística y poesía.

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lego a la casa después de muchos días de ausencia y me encuentro —después de muchos días—a El Silencio, esperándome, sentado en las escaleras, cerca del candelabro azul. Lo miro, sonrío con el corazón, y cierro la puerta tras de mí, casi con rito. Es tiempo de reconocernos.

1 de febrero a las 20:52

Otra vez.

1 de febrero a las 21:48

4 de enero de 2011 a las 20:42 Mis poetas favoritos no escriben poemas, sino que viven en poema. Son los que saben que la poesía está en el aire y no en un manojo de palabras bien acomodadas. Los que están dispuestos a correr una aventura para sentir el mar de noche, un beso, uno, nada más uno. Mis poetas favoritos escriben con actos sobre la hoja blanca de cada nuevo amanecer.

18 de enero a las 23: 47. Si me paro en la puerta de Piedra del sol veo un poema perfecto; si me paro en la puerta del Yoga, veo un poema infinito. Y es enero todavía.

25 de enero a las 20:14 Me parece que cada ciudad tiene su Espíritu de la Noche. Y no cambia. Y no viaja. No se transforma. No sale de intercambio ni de tiempo compartido. Envejece, pero no muere. Despliega sus ademanes a través de la luz de la calle que hace sombras sobre los espacios de la habitación. El de esta ciudad es un viejo conocido mío. Juega trenes a media noche. Y me enseña países flotantes en la pared.

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Diseñé en mi cabeza un estanque feliz para nenúfares y no sé dónde ponerlo. Tampoco sé dibujarlo. No cabe en mi jardín ni en mi vida material. Tendré que ubicarlo en mi mente. Y a veces sentarme en su orilla… A la izquierda de un reencuentro que nunca ocurrió. Quizá.

Pienso que dejó de ser mi amigo cuando perdió contacto con la irrealidad. Esa es la realidad.

15 de febrero a las 18:09 En la comparsa de muchachos con síndrome de Down, disfrazados de toreros, mientras los otros, sombrero en mano, saludaban a la gente que los vitoreaba desde los lados de la calle, él sonreía todo, total y enorme, mirando el cielo, y con su sombrero saludaba hacia arriba. Tardé unos segundos en pensar que él había cortado el rabo de la noche, y se lo ofrecía a Dios. Es él mi estado hoy.

5 de marzo a las 22:32 Está nublado y no. Creo que es hora de tomar un café prohibido con la vida y decirle que sí a todo… De cualquier manera, todas las canicas son suyas.

6 de abril a las 15:36 A ver, cuéntame otra vez esa vieja historia de unos peces que viven en África, y que se seca el lago y ellos con el lago, y cuando vuelve el agua —aún después de mucho tiempo—, los peces vuelven a la vida como al milagro… Dime otra vez que es increíble y cierto, y que así el amor… Otra vez… Anda…


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Autorretrato

22 de abril a las 22:25 Los pájaros cantan, los pájaros exigen… ¿Qué la lluvia no los escucha? La lluvia los oye, pero no es El Momento. Ya lo aprendí, ¿viste?

4 de mayo a las 11:14 Románticamente emocionada, después de manejar un buen tramo de carretera, entré al encantado mercadito en la Villa de Tecoh, Yucatán, y pregunté a un anciano en dónde podía yo conseguir algunas macetas con flores. Él me miró con sus profundos ojos mayas, y su respuesta me dejó estupefacta: “En jomdipot”.

7 de mayo a las 15:33 Siento que la vida pone pruebas diversas, conmigo le gusta jugar damas chinas, a veces gano; otras, pierdo todas mi canicas. Pero siempre volvemos a comenzar un partido. Y la oportunidad de comerme las azules es latente. Cada vez.

10 de mayo a las 22:30 Los apagones son una parvada de bestias. Viajan por los pueblos del mundo. Cuando caen —como una manga de langosta— es para alimentarse. Lo hacen del miedo de los niños, de los besos de los novios parados en las banquetas, de la energía eléctrica, y del hielo de los refrigeradores. Luego, levantan el vuelo, y siguen… Anoche pasaron por mi colonia.

v ista

M

ichele Moreno nació en Mérida, Yucatán, el único 13 de julio que hubo en el 67, también llamado Verano del Amor. Michele obtuvo su nombre gracias al fanatismo de su padre por The Beatles y, efectivamente, lo único que ha aprendido a decir en inglés es “I love you”, “I want you” y “I need you”. Siempre odió el colegio y cada vez que pudo se dio a la fuga de él, por lo que su nivel de estudios escolares se completó en tercer año de secundaria. A los 28 ingresa al Taller Literario Surgir de la escritora Alicia Ferreira. Trabajó en la Casa de la Cultura de Cancún, de 1999 a 2005, increíblemente, en el área de difusión. Más tarde fue directora de la Galería Amarte, en Maroma, Solidaridad. Vivió en Cancún de 1985 al año 2010. Nuevamente se dio a la fuga a vivir a la ciudad de Mérida, buscando los parques de su infancia. Ahora no concibe la vida en una ciudad sin trenes. Ha publicado “Sin septiembre” (1999), “Efimérides. La permanente impermanencia de una mujer-chango” (2011) y “Michelia champaca… O lo que dura el incienso” (2012). Adora mirar pescadores en los muelles y echarle orégano a la comida. Su vocación es la jardinería. Ella ama.

son seres superiores, yo me regocijo de ser chango.

16 de julio a las 9:34

Estar turbia es problema del agua estancada. Surgir a pesar de ello, es problemas del nenúfar.

Avanzo en la carretera, ya con mucho sueño, me da por ver formas de nubes y confirmo verdades absolutas de la vida, como aquel mantram de los elefantes: mientras la tela de la araña resista, van a seguir subiendo uno a uno más elefantes…

20 de junio a las 21:43

1 de agosto a las 19:58

Bueno, amaneció. El loro de mi vecino grita “Ya vooooooy”, aunque nunca haya salido de su jaula: no pierde la esperanza. La flor de mayo floreció aunque es junio y la avena me parece amable. Ya que estamos aquí, vivamos. ¿O si no qué rayos hacemos con tanta luz sobrando?

Soy un chango, y podrán acusarme de evadir la realidad, sí… ¡Pero jamás la irrealidad!

15 de junio a las 19:46

23 de junio a las 8:34 Sin ser buena, me asusta la maldad. Sin ser honesta, me alarma la mentira. Sin ser juez, juzgo que hay gente que al reunirse con gente la hace mejor persona, y en otros casos, la ayuda a ser peor. Estoy indiferente. Junio y llueve.

23 de junio a las 16:45 Una pareja de recién casados sembró una ceiba en la puerta de su casa. Cada día salían a la calle con su cubeta de agua, para regarla. La ceibita creció y llegó a tener como un metro y medio, y muchas hojas tiernas. Un día amaneció rebajada hasta los 10 centímetros. Alguien, odiando la vida, pasó por allí con su machete, y de un tajo limpio la eliminó del planeta. Si los humanos

1 de agosto a las 22:46 Cuando por cuestiones ajenas a mi voluntad tuve que permanecer en casa tres meses, me aprendí todos los nombres científicos de las plantas y su perfil psicológico; cuando tuve que salir, me dediqué a conocer pueblos, sus bancas, su pan. Hoy se lo contaba a un amigo: a la felicidad hay que meterla a tu casa, aunque sea arrastrando, aunque sea del pelo. En eso creo.

14 de agosto a las 21:43 Al ver mis arrugas en una foto, caen como cascada escenas, personas, sitios, momentos felices y minutos eternamente espantosos. Noches, canciones, amigos, sabores, texturas, revoluciones… Mar de día y mar de noche. Allí las raíces de todos los árboles intangibles que he sembrado en 44 años. Y los que he talado o me han caído encima. Todos, creciendo en mi cara. Mi jardín principal.

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15 de agosto a las 21:10 Pos ya que estamos aquí, hagámoslo lo mejor posible. En mi jardín siempre un letrerito que dice “Canta, como si te supieras las palabras”. Así vivo cada día. Yo chiflo, y la vida cree que sé lo que hago.

17 de agosto a las 13:07 Emilia, a las bugambilias no les gusta que las rieguen. Necesitan la sequía para florecer. También hay gente así. No tú.

18 de agosto a las 18:23 Emilia, nunca subestimes a una ventana al pensar que por allí no entrará el agua, que nunca, que imposible; los vientos cambian, Emilia. Así en la lluvia como en la vida. Es agosto de 2011, apenas. Pero ya tengo que decírtelo.

20 de agosto a las 11:30 Emilia, escucharás hablar de plantas y árboles que “pegan por gajo, o por esqueje”, son las que no necesitan raíz para sembrarse en otro ambiente, viven por su enorme deseo de tener hojas o pájaros. Se reconstruyen sus raíces de voluntad y no temen los cambios. Hay personas que tienen ese don. Tú también.

21 de agosto a las 13:50 A besos me acuerdo, a veces no…

25 de agosto a las 21:40 La semana pasada cayeron mis llaves atrás de un colchón. Sin ver, metí la mano y saqué mis llaves… Y mi querido anillo extraviado meses atrás. Anoche, lista para dormir, al darme cuenta de que dejé el celular en la cocina, bajé por él: una llave de gas de la estufa estaba abierta. La vida es encantadora, magnífica, sabia. Escuchemos. Que brille el sol.

9 de septiembre a las 10:15 Cada noche deposito un poema en la cuenta corriente de la vida. Un día, al amanecer, vencerá el plazo fijo de esa cuenta, y me mirarás. (¿0 no hay plazo fijo en las cuentas corrientes?)

17 de septiembre a las 15:16 En mi buró hay tres lentes distintos para leer. De unos ya me comí los plásticos que los recubrían, los de metal estás rayados y unos más tienen demasiado aumento, y marean: ninguno de los tres es de mi graduación. Unos se los robé a mi papá, otros los heredé cuando Pedro murió, y los terceros alguien los dejó en mi casa. Si no entiendo algo mientras leo, me cambio los lentes. No por la graduación, sino por la vibración.

22 de septiembre a las 16:28 Siempre me ha gustado investigar, saber, descubrir… He vivido 44 años en un auto-interrogatorio. Sin embargo desde hace tres días ya no me pregunto —ni quiero saber— por qué de toda una

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cama king size la gotera del aire acondicionado cae justo sobre mi cabeza. Ahora, al caer la gota, solo pienso “Bai-Hui”, como decía mi acupunturista al clavar, en la misma ubicación de mi persona, la aguja que me conectaría con el universo. Sea pues.

23 de septiembre a las 23:36 Buscando la vida encendida llegué hasta el sitio de la muerte, que al fin de cuentas es el otro extremo de la cuerda, tal y como la oscuridad es solo ausencia de luz. Ya lo dijo Lao Tsé. Siempre he creído que nada me ha enseñado tanto de la vida como la muerte… Hoy en el panteón general la vida encendida sonaba en los pasos de quienes caminaban con flores en las manos para llevarle a sus muertos y en el retoño de un árbol que sembró mi mamá, junto a la tumba de mi abuela. Me quedo con la idea de que la muerte ocurre en los que se quedan abrazando el vacío. Me quedo, entre otras cosas, con el verso del Isa Upanishad: “Aquel que comprende tanto lo permanente como lo impermanente, manteniendo ambos en tensión, con lo impermanente va más allá de la muerte y con lo permanente alcanza la inmortalidad”.

25 de septiembre a las 21:08 Reconozco mis colores. Hace 26 años —en un día como hoy— me casé con un muchacho de sonrisa espectacular que pasó a la inmortalidad hace casi seis años. Y estoy a punto de ser abuela. No sé, es como el verso de Juarroz: “Hemos amado juntos tantas cosas que es difícil amarlas separados”. Tengo que querer el doble a Emilia. Mañana es octubre. Hace falta.

30 de septiembre a las 22:10 Emilia, cada amiga o amigo es una flor distinta en el jardín de la vida. Diferentes colores, aromas y texturas. Y cada uno de ellos aporta lo suyo a tu florero; es la diversidad de ritmos lo que forma un hermoso ramo. Yo convoco amigos, les pido una flor que corten en la calle (la que les guste), coloco un florero vacío sobre la mesa, hago sangría, enciendo velas, y espero su llegada…

9 de octubre a las 19:30 —¿Y qué harás con todos tus problemas por resolver? —me pregunta. Yo bostezo y le digo: —Dormir tranquila: problemas tienen los ateos, o los que no creen en nada, no yo. Yo solo recibo instrucciones para ser mejor.

14 de octubre a las 00:01 Antes y después. A veces siento como si me atropellara la tarde y su ráfaga de pájaros. Inmóvil ante el canto de los grillos, siento un lago por dentro, por lago al que no cae ni una hoja. Mientras decido qué leer, Edmond Jabés mece la hamaca: “De noche, todos los caminos caen”, dice. Es octubre todavía, de no sé cuándo ni por qué.


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l uz

La visitación Lizbeth Peña Para el segundo nacimiento, fue la visitación: desembarcaron a sembrar ojos de tinta para desear la noche, boca de llama para buscar el placer de lo que no podemos tener, recuerdos que se desdibujaban en el derrame de los sueños. La primera norna1, con brazos largos y manos de grajo, invocó al señor del viento para darnos caminos de brisa, instintos de céfiro. La segunda norna agitó sus grandes alas de mariposa ciega tejiendo filamentos de luz sobre nuestro cuerpo, metamorfosis del camuflaje. La tercera norna ocultando sus extremidades, que supuse monstruosas, levantó su rostro e inició su danza; mientras las otras dos giraban el trompo de la resurrección: plumas en nuestro cuerpo al final del día. Solo era necesario beber del cáliz como Daídalos2, y quien llegara más cerca de la luna sería libre. Nunca imaginé que el laberinto no termina cuando lo tienes grabado en los ojos desde el primer nacimiento hasta la última muerte. NOTAS: 1. N orna , espíritu femenino en la mitología nórdica . 2. D aídalos , nombre del arquitecto que construyó el

laberinto de

C reta .

Lizbeth Peña (Acapulco, Guerrero). Ha impartido Talleres de Lectura en el Programa de Rescate de Espacios Públicos de la SEDESOL. Actualmente cursa un Diplomado en Historia del Arte Occidental, el Diplomado de Mediadores de Lectura (avalado por la UAM de Xochimilco), y el Curso en línea “Proyectos culturales”, de la Universidad del Claustro de Sor Juana y CONACULTA. Coordina la Sala de Lectura La Tlacuila, y un Taller de poesía para niños en una Biblioteca pública. Reside en Cancún desde hace 15 años.

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c uento

Daniela Palacios. “Tu recuerdo”. Grabado. Aguafuerte.

Equinoccio de primavera

L

Sol Pineda

a noche anterior Manlio Canul soñó que alimentaba venados. Lo raro no era que acariciara sus cabezas, ni que lo observaran con el mismo cariño con que lo miraban los ojos de sus perros. Lo extraño del sueño era que los venados comían sólo hojas de ceiba y no de ramón. Despertó sobresaltado. Algo había querido decirle Hunab Ku. El que los animales cambiaran su dieta, aunque sólo fuera en sueños, tenía que significar algo. Apuró el vaso de atole de maíz sancochado que le ofreció Daisy Pech. No quiso probar el huevo con chaya. Le faltaba hambre y le sobraba tiempo para descifrar que se le había querido esta vez comunicar desde los cielos. Salió apresurado, casi sin des-

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pedirse de sus cuatro hijos. Su mujer, acostumbrada a sus adioses en maya, no respondió. Daisy no dejaba de preocuparse al ver a Manlio insistir en quemar copal para Itzamná, en vez de aprender a persignarse como hacían ya casi todos en Nuevo Xcan. ¡Ni porque sus hijos se llaman Brian, Leidy y Melanie!, se quejaba Daisy con sus vecinas. Manlio se negaba a dar la vuelta a la página de sus antepasados. Algo va a suceder distinto hoy, pensó Manlio mientras pedaleaba su bicicleta rumbo al jardín botánico. ¿Por qué si no, los venados comerían ceiba y no ramón? Estaba de suerte. Esta vez, quizá porque era martes, sólo había una persona esperando el recorrido guiado por el parque. Manlio se alegró. Tendría mucho tiempo para pensar. Tal vez hasta le diera tiempo de quemar copal para Kinich Ahau y de paso refrescarse en el cenote.


devezen Almudena Oviedo esperaba al guía prometido desde hacía más de una hora. Que se olvide de la propina, pensaba mientras leía: “La vegetación presenta dos estratos arbóreos, uno arbustivo y otro herbáceo, compuesto principalmente por plantas jóvenes de especies arbóreas y trepadoras…” ¿Será éste el guía? Rápidamente Almudena turnó su cámara digital al encargado de la entrada para que les tomara una foto. ¡Pero qué folklore! ¡Un maya auténtico! Cuando Josemari vea la foto, seguro se va a arrepentir de no haber venido. ¡El muy vago! ¡Si no hubiera tomado tantos tequilas anoche, podría haber venido y tal vez hasta se hubiera regresado a Madrid con material fotográfico para su revista! ¡Él se lo pierde! Manlio empezó el recorrido: “Las especies más importantes del estrato superior son el chicozapote, el ramón, la guaya, el guayabillo, el kulimche y el subul o caracolillo…” Almudena siguió con la mirada el recorrido de la caricia morena de Manlio al tronco leñoso de un chicozapote. Su ademán, tostado por el sol, supo transmitirle el sentimiento de idolatría que los árboles siempre le inspiraban. “La especie predominante en este tipo de vegetación es el mangle rojo. En el estrato inferior sobresalen por su abundancia el ekulub, el yaite y las palmas chit y nacax.” Apenas son las diez de la mañana, y me he arrepentido ya de haberme puesto los vaqueros. “Este calor es para monos”, pensó mientras envidiaba el atuendo de manta de su guía. Qué manía de tomar fotos a cada paso. ¿Qué no ve la doña que a nuestros antepasados no les gusta mirar su reflejo? “Las orquídeas y bromelias viven sobre los troncos y ramas de los árboles sin dañarlos, únicamente les sirven de soporte…” Si fuera planta, Josemari ya podía ajustarse a ser cualquiera de esas dos. Mire, doña, las plantas medicinales. La colección la conforman cincuenta y seis especies organizadas de acuerdo a sus remedios: menta, poleo, toronjil, zacate limón, ruda, albahaca, belladona. ¿Se fija que los huertos familiares eran cultivados en lo alto y no al ras del suelo? Se les llama kaanché. También criaban plantas meramente ornamentales. Pasemos al campamento chiclero. Algo tenía del regaliz de su infancia ese olor que Manlio aseguraba que era poleo. Para ese momento, las fotos se habían detenido. Almudena notó el cambio de ritmo de la respiración del guía al observar los basamentos mayas conocidos como “El altar”. Por un instante, quiso compartir con él la veneración con que hablaba del Postclásico tardío. La voz de Manlio entremezclándose con el crujido de las hojas. La voz de Manlio confundiéndose con los chillidos de los monos. ¿Conoce los cereques, doña? ¡Cómo voy a conocer los cereques! Son parecidos al tepezcuintle. Comen raíces, viven de noche. Viven de noche, como Josemari y yo. También hay jaguares y ocelotes. Ahora los vamos a ver. Las primeras gotas de lluvia evaporándose en el aire abrasador. En esta parte del parque se muestra el manejo integral que los mayas le daban a la selva. Las gotas tibias fundiéndose en el paisaje pétreo de la casa. Utensilios de cerámica y obsidiana dejados al descuido para recrear la cocina. ¿Tendrá

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relación esta lluvia con que hoy empieza la primavera? En la región siempre llueve, doña. Pero esta lluvia tiene que ver primeramente con que se inicia el ciclo de preparación de la tierra para la siembra. Los dos polos de la tierra se encuentran a igual distancia del sol. Los colores vivos del huipil de Almudena (comprado un día antes en la Quinta de Playa del Carmen) empiezan a estar cada vez más pesados por la lluvia. Agua, tierra, tierra y muros recubiertos con estuco. Entre el tejido fuerte de la lluvia, Almudena sólo alcanza a distinguir una hamaca. Manlio ve en el perfil aguileño de la mujer que tiene enfrente, la nariz encorvada que mira hacia el cielo de Chaac, dios de la lluvia. Solamente bajo el techo de la palapa y sobre la hamaca se puede uno guarecer del agua. Son las doce del día y los dos polos se encuentran a igual distancia del sol. Ahora sabe Manlio qué le quisieron decir los dioses. Sólo sabe orar para que su penitencia no sea como la de Ixchel, la diosa lunar, que ahora brilla menos porque su marido, el sol, le arrancó un ojo en castigo por su infidelidad. No hay nadie más en el parque. El agua tibia escurre por el pelo de Almudena. Ahora se siente presa del jaguar y extrañamente afortunada. Fue un momento. Solo un momento en el que hizo un alto y se escuchó a sí misma conectada con la tierra. La mano del guía apostando por el reencuentro, la mano moldeando en barro una nueva forma de mujer. No hay palabras. Los dioses comunicándose únicamente con miradas. Ha parado de llover. A un lado del cenote, Manlio observa a dos venados comiendo hojas de ramón. Decide ir a quemar copal cerca de la gruta. Almudena alisa sus cabellos y recompone su huipil antes de buscar la salida. Planea llegar al hotel y asolearse el resto de la tarde. Programar para el día siguiente con Josemari una visita a Tulum. Cenar en Playa. Pero sobre todo, imagina repasar lentamente esas horas primitivas en que se sintió tan libre, tan libre. Tropo

Sol Pineda. Licenciada en administración de empresas de profesión, y lectora y escritora de corazón. Desde hace trece años vive en Cancún, ciudad que le ha regalado entre otras cosas un lugar sano para crecer dos hijos y lindos grupos de amigos. Goza de mezclar ingredientes en la cocina tanto como combinar palabras. Defiende mejor sus puntos de vista por escrito que de manera verbal, y con lo único que no es compartida es con el clóset que le funciona como biblioteca. El género que más disfruta es el cuento. Tal vez por influencia de su abuela, que se “pintaba sola” para incorporar lo fantástico a lo cotidiano, siente una especial predilección por el realismo mágico. Ha publicado tres cuentos en “Tropo a la uña”. Con el grupo de tertulianos “Cuento, pan y vino” semanalmente se reúne a desmenuzar pan y textos. Actualmente está intentando reseñar libros y continúa cazando palabras.

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F I L O S O F E R N A L I A

Pequeña monadología doméstica Jorge Jufresa

H

ace poco, los grifos de la casa se pusieron a gotear. No quiero dar la impresión de que los acuso de haberse puesto de acuerdo. Pero, en un lapso muy breve, se pusieron a fallar todos. En primer lugar, dos que había mandado cambiar, hace unos meses, por el mismo problema. El plomero los desahució,

aquella vez, por viejos. En otros tiempos, una casa comenzaba a ser vieja a los treinta años; ésta no llega a los cinco de construida. Pero la explicación del nuevo técnico ya no fue que las aguas pesadas de Cancún acortan, sin remedio, la vida de los enseres que se encuentren en contacto permanente con el líquido fatal. Ahora, la culpa recayó en los empaques. Y lo que necesitaba arreglo no era el grifo, sino el cliente. La receta textual fue: “Mire, el secreto está en no apretar el cierre de la llave; porque entonces, el empaque se arruga y deja pasar el agua entre los dobleces. Si usted llega al tope y regresa un poquito, vea lo que pasa.” Y, en efecto, me mostró en cada grifo, uno por uno, la magia de topar y... regresar un poquito. El problema, claro, era acordarse. Uno no desanda toda una crianza a base de imprecaciones paternas, por no haber cerrado bien las llaves, en unas cuantas horas, o en días; a veces, ni en años. Con frecuencia, los buenos hábitos cavan surcos indelebles. Afortunadamente, creo que de esta inercia sí he conseguido librarme. Al principio, constan-

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En el mejor de los mundos posibles, la naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe. Gottfried Leibniz

temente me recriminaba no haber realizado el pequeño ritual que me aconsejó el plomero, en uno u otro lavabo de la casa. Pero a fuerza de repetirme la frasecita, “topar y regresar”, se me ha convertido en un mantra casi deleitable. ¡Más que eso! Resulta tan fascinante la interrupción inmediata del goteo mediante la pequeña operación de topar y regresar, ya estilizada como si se tratara de un gesto dancístico, que, ahora, lejos de olvidar o reprimir el tic, comienzo a gozarlo por anticipado. Si alguien me llevara el conteo, estoy seguro de que podría atestiguar un sensible aumento de la frecuencia con que me lavo las manos o aseo la cocina. En fin, hoy por hoy, ya mi verdadera preocupación por las fugas hidráulicas de la casa se reduce a educar a las visitas en el sencillo arte de “topar y regresar”. No crean que me fue fácil encontrar una manera no ofensiva de indicar a mis huéspedes ocasionales cuán equivocado era su trato con los grifos. No quería parecer aguafiestas, pero me parecía muy injusto quedarme después, yo solo, a lamentar lo desconsiderada que puede ser la gente hacia la buena marcha de la creación. A Dios gracias, no es que reciba demasiadas visitas. Si he de ser preciso, cada vez menos. Pero las que siguen viniendo, o bien traen las manos ya lavadas, o bien me llaman al final para supervisar su operación de cierre; sobre todo, en lo que se refiere al gesto de regresar; pues cada grifo se empeña en mantener su individualidad en ese punto. De hecho, son las visitas las que me han im-


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El autor y la filosofernalia

E

l autor contrajo tempranamente la riesgosa costumbre de pasearse por los bosques de la filosofía y la historia de las ideas. Con el tiempo ha aprendido que esos paisajes rebosan de espejismos y falsas promesas. No se puede ir a esos sitios a encontrar

la verdad con mayúscula. Pero ello no prohíbe encontrar ahí materiales útiles para la vida, maneras de pensar que potencien mejores relaciones sociales. Basta con encontrarles una utilidad concreta en un determinado espacio de convivencia. Por lo pronto, y hasta encontrar un mejor uso para la filosofernalia que ha venido alma-

pedido dar vuelta a la página sobre este tema, pues, por lo que a mí me toca, una inopinada circunstancia vino a facilitarme el cambio. Resulta que buscando formas de imponer a los demás, sin brusquedad o grosería, esta nueva modalidad de trato con mis grifos, me descubrí como devoto avant la letre del principio de “topar y regresar”. ¡Pero, si era exactamente lo que hacía yo con todas las puertas de la casa, desde mucho antes de que el plomero me procurara este sencillo conjuro para mantener a raya la rebeldía de los grifos! Casi todas las chapas originales tuvieron que ser sustituidas cuando esta casa era mucho menos “vieja” y, lo puedo jurar, sin haberse expuesto al agua dura de Cancún ni por equivocación. Pues, en eso sí, llámenme obsesivo si les place, soy intransigente. Mis chapas no prueban el agua jamás, sea de Cancún o de Vichy. ¿Por qué se estropearon? Es una pregunta que el constructor de la casa debe agradecer que no le pueda formular en persona. Porque, créanmelo, me escucharía. Por lo que fuere, tuve que comprar de golpe cinco nuevas chapas. No tenía dinero para comprarlas de la misma calidad que las anteriores, ni, malditas las ganas. Si de prevenir un envejecimiento prematuro se trataba, no creía que unas chapas de calidad inferior pudieran restarle mucho a dos años escasos de buen servicio. Me conformé con unas que me ahorraron casi la mitad del gasto. Y... la madrugada siguiente del día que las instalaron, me enteré por un portazo que las nuevas chapas directamente no cerraban. Seguramente pueden imaginar el tono de mi última conversación con el carpintero que me había hecho el trabajito: —¡Ah, es que no cambié la otra parte, la ésta placa que va en el marco, la que le sirve al pestillo para “machiembrarse”, no sé si me explico...! —Y ¿por qué no la puso? —Es que había que tapar los hoyos anteriores y abrir

cenando en su cabeza, nuestro autor se propone echar mano de ella para crear juguetes literarios: reseñas, burlas, bromas, sainetes, todo tipo de invenciones que nos ayuden a entrar en una relación menos reverente y más cercana con las buenas ideas. El texto que se publica en esta página es un primer ejemplo. Tropo

otros, y pues... iba a tardar más. Pero, mire, es muy fácil —cerró la puerta y la... regresó un poquito— ¿Oyó, usted? Audiblemente, el pestillo había entrado en su cueva. Comprobé que, ahora sí, la puerta hubiera cerrado. En aquel momento, me costó muchos entripados y tiempo adaptarme a una operación que vengo repitiendo cada vez que cierro al menos cinco de ocho puertas que tiene la casa (mientras caen las demás). Pero claro, el carpintero no supo darme oportunamente el amuleto nemotécnico que l e ha dado un nuevo sentido

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a mi vida. Porque, nótenlo ustedes, la famosa frase del plomero no hace sino describir exactamente lo que hago con estas puertas: topo y... regreso un poquito. La diferencia, si acaso, está en la forma que tiene cada adminículo de revelarle a uno que ha dado en su punto G. El de la puerta se anuncia con un prístino clic; el grifo, en cambio, más pudoroso, simplemente retiene una última gota y la deja suspendida ahí por largo rato. Como se dice, y disculpen lo manido de la frase, no hay mal que por bien no venga. La vergonzosa reglamentación de las construcciones en el “paraíso”, y la agresividad de sus aguas, no sé cuántos sinsabores les hayan procurado a ustedes, pero lo que es a mí, a fin de cuentas, me han abierto las puertas a un nuevo evangelio. Una noche, durante la temporada en que buscaba, a todas horas, ejemplos para convencer a mis visitas de la potencia milagrosa del principio de “topar y... regresar un poquito”, me encontraba acurrucado con mi novia después de hacer el amor. Todavía estaba en plena labor de convencimiento. No había manera de que ella pudiera venir a dormir a mi casa mientras no se convirtiera a mi nuevo credo. —Dame tiempo —decía ella. —Es que no te esfuerzas —insistía yo. —Nada más no te desesperes si no lo hago inmediatamente o todas las veces. Es lo único que te pido. —¡Pero es que... es tan fácil! Mira, repite conmigo: ‘topar y...’ —¡Ay, no jodas! En cuanto le di la espalda, profundamente derrotado, un ángel me susurró al oído: —¡Muéstraselo! Tardé en reaccionar.

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—¿¡Así nomás!? —¡Sí! Date la vuelta y muéstraselo. —Pero si lo tiene más visto que los capítulos de ‘Sex and the city’. —¿¡El principio!? —El episodio que le pongas. —¿El principio de “topar y regresar”...? —¡Ah, el principio! —Muéstraselo —No entiendo qué quieres decir. —¡Por favor! No obligues a un arcángel a hablar de lo que no puede. Ustedes saben lo irritantes que pueden ser esas visitas de ángel en una vigilia de enojo. Te pican la cresta hasta que estás a punto de levantarte a estrangular al “Miguel arcabucero” colgado en la pared. Disgustado, ahora con el cuadro, me di la vuelta para abrazar a mi novia, sin importarme que creyera que la había perdonado prematuramente. ¡Y entonces sucedió: entendí lo que Miguel me pedía que probara! Todo lo que hizo el ángel fue empujarme suavemente contra el cuerpo cálido de esa mujer de poca fe que yacía a mi lado, y soltarme. Enseguida, lo volvió a hacer, muy suave, casi imperceptiblemente: me empujaba hasta topar con ella y... me dejaba regresar un poquito. Yo ni me sentía mover. Pero algo en el fondo de mí, algo que creía muerto, e irrevivible, por lo menos hasta el día siguiente, comenzó a tomar sus propias decisiones. El principio encarnó, por decirlo así. En el jardín de los gerundios, los verbos se hicieron uno. Topando y... regresando un poquito, se disolvió la diferencia entre decir y hacer, ilustrar y realizar, respirar y palpitar... Los progresos, desde entonces, han sido palpables. No veo lejano el día en que Elena pueda quedarse a dormir en la casa sin riesgo para mis grifos y puertas. La inquietud que me invade hoy es un poco más vaga. Todo el tiempo, ardo en deseos de probar mi principio (que conste que ya le di crédito a mi plomero, mas no creo que él haya reparado en el alcance de su intuición). De hecho, pretendo aplicarlo a cuanto problema doméstico me sale al paso. Abrigo la ilusión de haber hallado la clave de la armonía perfecta para mi hogar. Y ¿por qué no? tal vez, para el mundo. Tropo

Ilustraciones: Horacio Cárdenas. Serie arbórea. Jorge Jufresa (DeFectuoso desde 1947; cancunense desde 2001). A sus 66, cumplidos, se dedica en cuerpo y alma a desarrollar programas de Servicio Social en la Universidad del Caribe. Además de profe, redactor y corrector de estilo, ejerce varios oficios sin beneficio: no se resigna a dejar la guitarra ni los lápices de colores. Ya ha plantado árbol e hijos, pero ninguna de sus aventuras literarias ha fructificado en libro. Explorando la veta de la entrevista, el ensayo y el cuento espera lograrse como escritor. Pero, contra las leyes del sentido común, no tiene prisa.


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Antonio Cruz, cuarteto

Jaime Villegas,

quince años

como cronista visual Miguel Meza

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uando Jaime Villegas llegó a Cancún en 1998 a raíz de una crisis económica y familiar ocurrida en esa década —hijo mayor que se independiza, proyecto de pareja que naturalmente llega a su fin, crisis financiera nacional que afectaría su patrimonio individual (1995) y, sobre todo, la muerte de su padre (1996)—, no imaginaba que lo más importante de su vida estaba por venir. Instalado en esta ciudad con la intención de continuar su profesión como arquitecto —y pagar sus deudas—, de pronto

descubrió una nueva libertad ante la reducción de responsabilidades y necesidades económicas. Por primera vez en mucho tiempo, pensó seriamente en dedicarse a aquello que vislumbró cuando era estudiante de arquitectura, allá por los años ochenta, algo que había quedado latente, como a la espera de una oportunidad para manifestarse. Esta inquietud era la expresión de un dilema de vocación enfrentado al inicio de su carrera. Si bien la arquitectura le permitía asegurar un aceptable nivel de vida en lo económico —y el diseño y el dibujo propios de la profesión llenaban su necesidad creativa—,

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también lo obligaba a sofocar una vena artística más intensa, solo alimentada durante dos años, cuando pudo estudiar en “La Esmeralda”, escuela que debió abandonar para responsabilizarse de una familia y vivir su vida como arquitecto los próximos veinte años: diez contratado en despachos y diez como arquitecto independiente. Auténtica lección de vida, la muerte de su padre —a los 66 años y cuando Jaime tiene 45— es la dolorosa circunstancia que lo confronta y le lleva a tomar decisiones drásticas. No solo se enfrenta a la muerte de un ser querido, sino cara a cara a la idea de la propia caducidad, y a la del tiempo de vida efímero, obstáculo de la propia realización. Es entonces cuando decide abandonar paulatinamente su carrera como arquitecto: cierra su oficina en

Juan DéAngélica

Carlos Hernández, bajista

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La barra de Marakame

México, mantiene algunos clientes en Cancún (donde ya vivían sus padres y sus tres hermanos), vive con lo mínimo necesario y deriva poco a poco hacia un nuevo estilo de vida, en un proceso que le llevaría dos años. Arranca así una especie de segunda existencia para Jaime: empieza a dar clases en la Universidad la Salle (en la materia de dibujo de presentaciones de proyectos arquitectónicos), toma clases él mismo en el taller de dibujo de figura humana impartido por Silvana Arciniega en la Casa de la Cultura y da cumplimiento a un deseo de presenciar las manifestaciones artísticas del lugar como lo hacía cuando era estudiante de arquitectura y acudía a conciertos, exposiciones y conferencias, y de los cuales tomaba apuntes en dibujo para dominar esta materia básica para su profesión, antecedente de su actual tarea como “cronista visual” (expresión

acuñada por Gabriel Avilés en uno de los escritos dedicados a Villegas). Es entonces cuando vemos a Jaime caminar por su nueva ciudad (ya ha vendido su automóvil), viviendo el ocio creativo, la dicha de experimentar el nuevo tiempo libre, ahora abierto a una nueva realidad de posibilidades, y que le permite vivir de cerca la actividad cultural de la ciudad, la vida nocturna de eventos musicales en bares y centros de diversión, y empezar el registro mediante el dibujo de lugares, sucesos, personas. “El tema es el pretexto; los dibujos son la huella, el rastro que va quedando. Lo que conservo es la memoria”. Como cronista visual a través del dibujo de los eventos culturales de Cancún, Jaime ha sido, así, testigo privilegiado de la multiplicidad de expresiones ciudadanas vivas vinculadas a la sensibilidad artística local, una sensibilidad expresiva que —según el artista— ya es sínto-

ma de una identidad cancunense, de un sentido de pertenencia que empieza a formar una tradición cultural y que él ha plasmado en más de diez mil dibujos. “Cada evento, cada propuesta creativa —afirma el artista— es como un tabique que se ha colocado ahí, sin relación aparente, aislado, indiferente. Pero si pudiéramos verlo a la distancia, veríamos un edificio, construido sin plan previo, pero con cierta congruencia: la identidad. No se puede saber cómo será ese edificio, que cambia y crece cada día. Pero todos aportamos algo. Si alguien puede ayudarnos a verlo o a entenderlo es el historiador, el cronista. Si lo apreciamos, entenderíamos que es bello, porque es nuestro y nos contiene. Nos dice quiénes somos.” “El trabajo de Villegas —escribe Avilés en la presentación para una exposición del artista— no sólo registra a una sociedad en movimiento, sino concilia

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Alejandro Forgarolas

a diversos sectores de nuestra población; de manera diáfana, honesta y silenciosa. En este recorrido se puede apreciar una noche de sugestivo jazz, un concierto popular en el Parque de Las Palapas; una representación teatral; la alternatividad de los tambores, el fuego y la artesanía; una transmisión de radio o alguna tertulia literaria; todo es tan disímil en apariencia, pero al unificar su esencia se conforma un todo: Cancún.” Heredero de una tradición gráfica formada por artistas consagrados dentro de la historia del arte, Jaime Villegas admira el trabajo de dibujo de grandes artistas plásticos: “Vincent van Gogh, por ejemplo, dedicó cuatro años de su vida principalmente al dibujo, desarrollando la observación y el trazo; en México, Pablo O’Higgins, de origen estadounidense, trabajó principalmente dibujo y observación”. Por eso, en México, una de sus escuelas en la práctica fue dibujar en museos y en galerías, “copiando y estudiando cuanto autor me encontré. Lo que más extraño de la gran ciudad son los museos, uno de los grandes vacíos de Cancún”.

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En sus apuntes visuales de instantes inmediatos y fugaces Jaime Villegas pone en práctica un agudo sentido de la observación, pero también una técnica depurada de dibujo, y de intención e intuición artística. Es este sentido artístico de la realidad lo que le permite percibirla mejor y más profundamente, jugar con ella cambiando la forma, recreándola. Como artistas —dice— “percibimos mucho más: no solo más detalle sino sensaciones y emociones que a mi vez trato de expresar también como emoción”. Y agrega: “Percibimos mucho más de lo que somos conscientes; eso explica por qué a veces en mis dibujos encuentro cosas que no recuerdo; entonces nada agrego a la realidad, sólo la encuentro. El dibujo es testimonio que se enriquece gracias a la conexión que tuve en el momento de realizarlo. Cuando es el momento, no hay tiempo que perder, no hay lugar para el pensamiento, sólo hay que hacerlo una y otra vez: impresión y expresión.” Consciente de que su labor como cronista visual de eventos escénicos y costumbristas lo podría encasillar en un solo interés y en una sola técnica —“melosa trampa”, reconoce el artista—, Villegas proyecta regresar al paisaje y a la abstracción; y como instalador, se propone concretar dos proyectos: “uno sobre un formato de columnas y otro más caribeño, sobre peces o algo así”. Actualmente, se encuentra organizando la 1a. Muestra bienal de Artes Plásticas del Municipio de Benito Juárez, y una vez realizada ésta (prevista para mediados de junio) realizará una exposición individual denominada “La crónica visual”, conformada con los dibujos publicados en su blog jaimevillegas.blogspot. mx y en el periódico Novedades, donde publica una sección dominical. Una labor alterna a su trabajo como dibujante es la de la promoción cultural, de gran utilidad para llevar un registro de los eventos celebrados en la ciudad y sus alrededores. En este sentido, su balance de la cultura local a quince años de residir en la ciudad, es positivo: “A pesar de quejas y críticas, las actividades culturales crecen y evolucionan, en parte por el natural aumento de la población, pero también gracias a la actividad creativa. El arte es inevitable y sigue a pesar de las indiferencias sociales e institucionales. En Cancún existe una gran oferta cultural, insospechada; posiblemente desarticulada, pero constante e imbatible.” Tropo


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Para salvar el reino Fer de la Cruz Podría sin titubeos dejar mis territorios, espléndidos parajes con minas, plantaciones y pueblos tributarios; podría ceder las selvas en eterna disputa con los pueblos vecinos; podría abdicar al trono de este imperio, renunciar a los cargos honoríficos y títulos heráldicos, ordenar que se fundan las estatuas que me igualan el rostro y reescribir la Historia en un poema místico; podría juntar mis fuerzas, concentrar mis ejércitos, reunir a los mejores arquitectos y diestros artesanos… para reedificar nuestro jardín con huertos, arboledas, acueductos y fuentes, flores de noche y día para cada estación en la ciudad sagrada que juntos inventamos.

Fer de la Cruz. Poeta yucateco nacido en Monterrey, Nuevo León, México, en 1971. Máster en Español por Ohio University y Lic. en Humanidades y Filosofía. Es coordinador del plantel Centro Histórico del Centro de Idiomas del Sureste y profesor fundador en la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes. En poesía ha obtenido dos premios nacionales, dos regionales y uno estatal. Es autor de los libros Redentora la voz (Ayuntamiento de Mérida, 2010), Aliteletras. De la a a la que quieras (Dante, 2011, poesía para niños) y de los cuadernos La cuenta regresiva. Radiografía urbana mesozoica (El Drenaje, 2012) y Seven Songs of Silent, Singing Fireflies (JKPublishing, 2008). Ha participado en diversos festivales conferencias y ferias del libro, entre ellos en Cuba, Francia, EE.UU. y diversos lugares del país. En sus libros (publicados e inéditos) transita del poema lírico al narrativo, de la tradición a la ruptura, del amor a la sátira (mejor reír que llorar) y viceversa. C. E. delacrux@hotmail.com

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Esperanza Marisol Vanegas

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ste es un aviso del Ejército Mexicano —se oía repetidamente por un megáfono—: tomen sus documentos personales y objetos de valor y prepárense para evacuar la zona”. Por momentos, un helicóptero se acercaba. Casi no se entendía lo que decía la voz, pero lo habían oído tantas veces que ya se lo sabían de memoria: “la evacuación se realizará en dos días, la presa está a punto de romperse, no hay paso por tierra, los puentes y caminos están dañados… —y continuaba—: las lanchas de protección civil se quedarán hasta el próximo domingo, después de ese día no nos haremos responsables de bienes o personas…”. Don Mauro alcanzaba a escuchar el barullo desde la casa grande de la hacienda. Tardó casi una semana en aceptar lo que sucedía; al principio, y durante los días en los que aún tuvieron luz, la televisión mostró escenas terribles… La

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gente perdía sus casas, el ganado flotaba muerto en lagos tan grandes como mares. ¡Estaba a punto de perderlo todo! Sólo una idea le daba vueltas en la cabeza: él no saldría de allí con las manos vacías, no teniendo lo que tenía, no sabiendo lo que sabía. Fue entonces que dispuso que todos los que quedaban en la Casa Grande se fueran en las lanchas de protección civil… Afortunadamente su familia se había ido con la primera lluvia hacia Tuxtla Gutierrez y estaba resguardada en casa de su compadre, el ex gobernador… que de algo sirviera todo lo que había hecho por él, y de paso por el país, cuando el levantamiento de los zapatistas. Por un momento pensó en lo mucho que le debían pero recordó lo que guardaba en su cuarto y se siento tranquilo. Ya bastante se había cobrado, pero ahora eso era su salvoconducto, su seguro de vida. Ni él ni su gente tendrían nunca que preocuparse mientras estuvieran con él. Pero antes, tenía que asegurarse de sacar los documentos y todo lo necesario de la Casa Grande. —Don Mauro, le gritó su caporal… Ya estamos listos. —Que se quede Estela —contestó el viejo—. Saquen a los demás de aquí. —¿Y la niña? No se querrá ir sin su mamá.


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devezen uento —Pues que se quede también. Ellas se van conmigo, aún nos queda un bote. Estaba seguro de que su sirvienta Estela, siempre callada, obediente y confiable lo ayudaría; además de que no sabía ni leer, nunca lo traicionaría. Esperanza, la hija, su hija, tampoco le preocupaba. Era india como su madre, siempre en silencio. Aunque a decir verdad poco se sabía de ella: llevaba apenas dos meses viviendo en la hacienda. Esperanza había nacido precisamente en el mes de lluvias, hacía 13 años…, en esa misma hacienda, pero en el fondo del granero para que nadie escuchara. Unos días después, ya con el nombre de Esperanza, se la llevaron y no se supo más de ella. Por fortuna para él, después de eso, Estela aprendió la lección y no se volvió a embarazar o al menos él nunca quiso enterarse de otra cosa así. Lo único que necesitaba era que estuviera a su disposición cada que quería mujer y que no le diera problemas. Sobre la niña, después de ordenarle que la sacara de la hacienda, le prohibió volver a verla o mencionarla frente a él, pero principalmente se ocupó de que no se dijera una palabra más sobre que él era el padre. Estos indios, nunca aprenden, bastante hacía con permitirle vivir ahí a la madre y ahora tenía que aceptarle a la hija… Pero no había tenido opción: la tía —que la había cuidado como su madre durante trece años— había muerto y la niña había regresado sola a la hacienda. Un día, dos meses atrás, precisamente a punto de empezar las lluvias, la vieron llegar caminando, sola, con un atado al hombro y una carta para su madre. Ya nadie pudo sacarla, como tampoco volvió él a tener la atención de Estela. Ya nunca se separaban la una de la otra… Aun así, en cuanto llegó, supo que no tendría problemas con ella: era obediente y callada, todo lo que se necesita de una mujer, al menos una cerca de él. Lástima que estaba muy flaca, apenas se había desarrollado y ni siquiera tenía formas de mujer; tendría que darle unos cuantos años para que estuviera lista y hablar seriamente con Estela. Lo único raro de la niña, además de que era muda, eran sus ojos, o más bien su mirada. Ojalá no lo mirara así. Lo seguía con esos ojos grandes que tenía, tan intensos que no podía distinguir si había odio en ellos o miedo. De hecho, la mañana en que empezaron a subir las aguas, ella lo miró hasta hacerle sentir escalofríos, y casi creyó adivinar una sonrisa en sus labios de niña; ésa, recordaba, fue la primera vez que la vio sonreír así. “Son mis nervios —pensó Don Mauro…— Estos indios no sienten nada, ni miedo… si no fuera por nosotros, qué habría sido de ellos; seguramente ya se habrían matado entre todos; mira que pretender un levantamiento armado… debían agradecerle a él por todo lo que había hecho, incluso por hacerse cargo de uno de los muchos huérfanos de esta mal llamada guerra… Indios, mira cómo se repiten sus historias: antes, la madre; ahora, la hija. La voz del megáfono lo interrumpió: “A partir de aho-

ra quedan bajo su responsabilidad”. Los socorristas se alejaban. Don Mauro se encargó de despedir las últimas lanchas de protección civil. Luego les pidió a Estela y a Esperanza que se quedaran adentro y que empezaran a subir al segundo piso las cosas que necesitarían para comer; en uno o dos días empezarían a subir más las aguas, eso, si las compuertas de la presa no cedían antes de lo anunciado…. Tendrían que darse prisa. Al tercer día, el agua ocupó todo el valle. Tuvieron que soltar todos los animales del corral y sólo se quedaron con varias gallinas que ocuparon con escándalo el segundo piso, con ellas. Mientras tanto, Don Mauro, encerrado en su cuarto, seguía hurgando, revisaba papeles y los guardaba junto con cosas de valor en una gran maleta. Se hacía acompañar de Estela para que le bajara cajas que abría con ansiedad e incluso en varias ocasiones le pidió a Estela que le llevara la niña. —Que venga a ayudar —decía él. Pero ella hizo como que no entendía. —La niña sabe leer —contestaba Estela para que él no insistiera, pero a él parecía que eso ya no le importaba. La maleta estaba casi completa. Ahora Estela procuraba estar siempre con él y mandaba a Esperanza a cocinar o hacer algo cuando la sentía cerca… Dos semanas antes, había descubierto a Don Mauro espiando a su hija mientras se bañaba. Don Mauro estaba tan embelesado mirándola que no notó que Estela los veía. Pero la niña sí la vio: sus ojos se cruzaron con los de su madre un segundo, la niña sonrió y la madre agachó la cabeza. Pero ahora el agua había llegado al piso de arriba. Estela preparó el bote con lo necesario; debían marcharse cuanto antes. Don Mauro ya tenía lo que quería: la maleta con las cosas de valor y a Esperanza. La noche anterior de nada sirvieron los ruegos de Estela. Don Mauro le pidió que le llevara a Esperanza a su cuarto. —Pero si es su hija, Don Mauro, y ella ya lo sabe —gemía Estela. —Cállate, mujer —gritó el viejo, cortante—. Te dije que me la traigas. Esperanza, en silencio, caminó hacia el cuarto de Don Mauro. Como siempre desde que llegó a la Hacienda, no dijo una sola palabra; despacio, casi flotando llegó hasta la puerta, rozó la mano de su madre antes de entrar y cerró tras de sí. Estela alcanzó a ver una leve sonrisa en los labios de su hija y sus ojos alcanzaron a posarse en los de ella. Un rumor sordo cada vez más cercano llenaba el aire. La presa había cedido ante tanta agua. Esperanza, sentada en el bote, aferrada a sus pocas pertenencias, alzó la mirada: cientos de aves volaban hacia el valle. A lo lejos, se escuchaba el ronquido de los helicópteros. Cuando Don Mauro salió a la cornisa de la ventana del segundo piso, lo que vio lo dejó sin habla. Todo lo que había conocido por generaciones había sido esa hacienda de la que no quedaba nada… Solamente el segundo piso de la Casa

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Grande y la cruz de la capilla en medio de un gran lago. El viejo se sentó pesadamente sobre la cornisa de la ventana y mantuvo la maleta junto a él. Llevaba todo lo que pudo recoger de valor y los documentos. Nadie, y menos el gobierno, querría correr riesgos de que él hiciera pública la verdad sobre el levantamiento zapatista. Tendrían que darle lo que él pidiera y eso incluía levantar su riqueza otra vez. Observó a sus mujeres que estaban en el bote esperando y se sintió aliviado. Pronto estaría a salvo, y ellas con él: se lo habían ganado. Ellas también deberían sentirse tranquilas, mientras él estuviera bien, tendrían su protección; eran afortunadas, pensó. —Don Mauro, deme la maleta —le gritó Esperanza, con una voz que nunca antes nadie había oído, pero de eso, sólo se percató su madre. —Sí, Don Mauro, apúrese que viene el agua —le gritó Estela, apremiándolo. El viejo alzó la maleta y la dejó caer dentro del bote, que se movió un poco por el peso. —Ahora dame la mano —le gritó el viejo a Estela. Pero antes de que ella pudiera reaccionar, Esperanza se le adelantó. Llevaba en sus manos la vara con la que se empujaba el bote. Estela no se movió, los miraba cómo si fuera la primera vez que lo hacía y entendió lo que pasaba. Por primera vez en su vida entendió.

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La niña, apoyó la punta de la vara en el muro del segundo piso y entonces empujó. El bote se fue separando poco a poco de la Casa Grande. Don Mauro estalló en ira, sus ojos incendiados parecían salirse de las órbitas, los puños en alto, el rostro desencajado. —Malditas indias desgraciadas —gritaba una y otra vez. Durante un instante, madre e hija se miraron. Luego, sin decirse nada, empezaron a remar hacia el valle. Tropo

Ilustraciones: Horacio Cárdenas. Serie arbórea. Marisol Vanegas Pérez (Medellín, Colombia). Hija de padres misioneros, vive su infancia entre la montaña antioqueña y la costa norte colombiana. Radica en Cancún desde hace 23 años. Investigadora y docente de importante trayectoria, combina su trabajo con una intensa actividad en organizaciones ciudadanas. Ha publicado artículos y ensayos en varias revistas y periódicos con temáticas que abarcan problemas de la sociedad y el desarrollo. Actualmente es comentarista de radio y participa de manera periódica en varios programas.


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Ilustración: Chelo Bañó

Qué hermosa eres, Malena

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Aletse Santiago

os han dejado solas, Malena, y sonreímos sin saber por qué. Lo que sí sabemos es que tenemos urgencia de decirnos cosas; sin embargo, callamos por un momento, silencio que nos regalamos y que no incomoda. Sentadas frente a frente, jugueteas con el popote de tu vaso, prendo un cigarro, y empezamos por calar delicadamente las miradas, al tiempo que buscamos espacios idóneos en nuestros gestos en dónde sembrar palabras. Hasta ahora tan sólo ha sido un no sé qué, algo que dijiste, algo que dije yo, como el tocar de una campana a lo lejos que nos llama a lo profundo. Lo que sucedió después fue tan natural como el que mi árbol de mandarinas, dé toronjas... Así de maravillosamente insólito...

Nos han traído el postre, Malena; nos da la pauta para hablar de duraznos en almíbar, del buen servicio del mesero, y de lo interesante que estuvo la charla con los demás comensales que ya se retiraron, cuando en realidad queremos decir: “El instante es todo nuestro...” Háblame, Malena, háblame... Tu voz empieza a surgir como las burbujas de tu bebida gaseosa, redondas y vastas en su circular perfección. Y cuando lo haces, el murmurar del mar parece haber bajado su intensidad para escucharte. Empiezas por mostrarme cuidadosamente el color del capullo que te cubre, hasta que, poco a poco, me llevas de la mano a la raíz desde donde te nacen las soledades, y que ahora tan bien acompañas... Qué bien te acompañas, Malena... Me dices que ahora que vives sola, después de un naufragio en el que él se llevó por fin su propia luna desahuciada, y una vez superado el dolor,

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devezen uento te has mudado a tus interioridades de una forma plena, con tus maletas llenas de esperanza. Que eso te ha permitido por primera vez enfrentar lo externo sin miedo, a flor de piel, con la mejor de tus sonrisas... Qué hermosa eres, Malena... Y me sorprendo cuando abres tu cofre de versos y ahora ya no se escucha el susurro de las olas, ni la música que tenemos de fondo. Sólo tus versos... No hay nadie hoy que te aplauda efusivamente, Malena... y no te importa. Te sientes cómoda fuera de toda crítica que pudiera darte aún más prestigio. Te basta este gesto mío de embeleso, este escuchar tus palabras desde mi alma. Certeza que te da la pauta de pasar de poema a poema apenas sin darte respiro, apenas sin que sintamos el tiempo. Unas cuántas palabras mías entre uno y otro parecieran ser las chispas que atizan aún más la antorcha, semejantes a esas nubes ruborizadas por los últimos rayos del sol. Tus palabras van y vienen... como gaviotas que se empeñan en ser libres, aún desde la fragilidad de sus alas... Llegué tarde y no pude escuchar tu recital — donde te llevaste las palmas— y aún así me premias con versos que dices jamás haber compartido. Por qué a mí, Malena, por qué a mí... si hoy es la primera vez que nos cruzam os en el camino... Tal vez, Malena, porque presentiste que podría ver a través de ti. Obviar tu primera barrera ante el mundo, esa parálisis cerebral que no te permite tener el control absoluto sobre tus manos frágiles y tu rostro desnudo, muecas y gestualizaciones heroicas que pasan en un santiamén de la serenidad de los santos a la risa de la niña que nunca permitiste que muriera. Ríes sin pudor, generosa, pletórica... hasta por el gran logro de llevar a tu boca tu bebida sin haber derramado esta vez ni una sola gota. A todo pulmón

desgajas los minutos y extraes todo su jugo, como si fuera una de mis mandarinas, sin tomar en cuenta que el tiempo se ha llevado tu juventud, el brillo y la frondosidad de tu pelo, la suavidad de tus manos... y que la vida te fue especialmente dura. Sin embargo, siguiendo sendas diferentes, has llegado a la cima de encontrarte a ti misma, a desprender el trigo de la espiga, plasmándolo en líneas y entrelíneas para regalárselas al mundo, como un legado de tu buena tierra. Has conseguido en tu otoño renacer lirios y nardos, y que las golondrinas se queden contigo... No sé por qué yo, amiga, no lo sé... Y ante mi incógnita, por último sólo acierto a tomar una servilleta de papel, y escribir unas cuantas palabras para ti, pues no sé si algún día te volveré a ver... “Qué hermosa eres, Malena...” Tropo

Aletse Santiago. Reside en Cancún. Licenciada en Educación, miembro del gurpo literario “Cuento, pan y vino”. Autora del libro de narrativa: Silencios de Agua (Alternativa Editorial, España, 2003). Aparece en varias publicaciones colectivas: Poemas Quietos (Mizares, Barcelona, 2002), en varios números de la Antología Internacional Sensibilidades (Alternativa Editorial, España, del 2002 al 2005). En Eñe, Antología Internacional de Escritores en Castellano (2003). Antologías de Narrativa II y III AEM (Venezuela, 2006, 2007). Textos de su autoría han sido publicados en periódicos y revistas de México como Tropo a la uña, Cancuníssimo y Paal; en USA; Community Focus, de Filadelphia, El Crucero Entertainment, Tennesse, y en el Diario Frontera (Mérida-Venezuela). Imparte clases de literatura y otras materias.

Ilustración: Norma García.

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La espiral Miguel Meza No supe desgajar la piedra ensimismada y en ascenso que me ofrecieron aquellos días la piedra de pétalos impuros como la fija mirada de los años muertos en batalla No quise roer —o me guardé para otras luces— las horas de huesos lánguidos que tendía la vida para mi placer para mi oscura arcilla de futuro Opté por la espuma y el sándalo y remonté las miradas de penumbra ávida que acecharon en las raíces de todo reclamo hasta volverme remolino o espiral Fui la noria que se sueña en la pausa infinita de su centro vértigo que disloca su concentración de giro milenario y cree en la inmortalidad añorada mas temida en el grito primigenio que anida en su memoria de polvo y luz Fui la espiral que se cuece en el fuego de sus alas locas en el aliento de su impulso de hélice voraz en su cóncava matriz sin término sin principio

Miguel Meza (México). Poeta, crítico y editor. Desde 1986 radica en Cancún. Fue director de la Casa del Escritor de Cancún (1997-2004), y de la revista literaria TROPO a la uña (primera época, 1998-2007). Ha publicado las plaquettes de poesía Piedra ciega e Historia de Hyma (1994). Aparece en las antologías Voces de ciudad joven (1995), Poesía escogida de Cancún (1996, edición bilingüe) y Ritual de vuelo. Primera muestra del Taller de Poesía de la Casa del Escritor de Cancún (1996). 2do. lugar del Concurso de Cuento Corto de la Casa de la Cultura de Cancún (2004), y 1º. lugar y 2º. del Concurso de Poesía de la Casa de Cultura de Cancún (2007). 1er. lugar del 2do. Certamen Estatal de Cuento (IEQROO, 2007). Es autor del poemario Destellos de mareas (Praxis, 2004) y del libro de cuentos El verbo acosado y otras perversiones (de próxima publicación). Actualmente, coordina talleres literarios (narrativa, lectura crítica y ensayo literario), dirige el Centro de Creatividad Literaria de Cancún y edita la revista TROPO (segunda época).

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PAPIROS Huellas de pájaros, un camino para la vida Norma Quintana

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n La edad de oro, una revista concebida para los niños, escribía José Martí:

(…) lo que ha de hacer el poeta de ahora es aconsejar a los hombres que se quieran bien, y pintar todo lo hermoso del mundo de manera que se vea en los versos como si estuviera pintado con colores, y castigar con la poesía, como un látigo, a los que quieran quitar a los hombres su libertad, o roben las leyes pícaras el dinero a los pueblos, o quieran que los hombres de su país les obedezcan como ovejas y les laman la mano como perros. Los versos no se han de hacer para decir que se está contento o triste, sino para ser útil al mundo, enseñándole que la naturaleza es hermosa, que la vida es un deber, que la muerte no es fea, que nadie debe estar triste ni acobardarse mientras haya libros en las librería y luz en el cielo (…)

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Eso que en el siglo XIX explicaba a los infantes, en términos bellos y claros, un escritor que organizó una guerra y murió por la libertad de su patria es, en esencia, el significado del pensamiento poético como sendero para comprender el universo y estar en él con justicia. Una lección se desprende de tales ideas: a los niños ha de hablárseles como a individuos capaces de captar el sentido profundo de las cosas, porque a sus mentes vírgenes y ávidas de saber el conocimiento llegará siempre puntual, como agua fresca para una planta que crece. El niño es sabio en su insaciable curiosidad, y sus modos de aprender son auténticos. Entristece ver, sin embargo, que la sociedad haya olvidado esta capacidad casi milagrosa comprimiéndola y ahogándola con sistemas de enseñanza concebidos como armarios llenos de cajones, en los que se almacena información como una serie de infinitos trajes grises. El universo de las criaturas transcurre en la dimensión del juego, donde cam-

pea la imaginación, allí se desplazan en su propio elemento y encuentran los recursos para apropiarse de lo que necesitan para crecer intelectual y emocionalmente. Es por ello que un libro concebido como si quisiera nacer y vivir en ese ámbito mágico es siempre un motivo de fiesta. Huellas de pájaros, de Ramón Iván Suárez Caamal es nuestro festejado. En el siglo XVIII, un filósofo italiano —Gianbattista Vico— planteó que en la infancia de la humanidad el lenguaje y el pensamiento surgieron y fueron creciendo a la par, y el acto de conocer el mundo circundante nació ligado a la imaginación, debido a que el hombre primitivo desconocía demasiadas cosas y conocía muy pocas. Así, para nombrar tuvo que asociar, y para hallar explicaciones tuvo que apelar a la fantasía. El primer lenguaje del hombre fue, de este modo, la poesía, el lenguaje de las relaciones y las imágenes. Ese lenguaje cirquero mediante el cual un poeta, como Ramón Iván, puede convertir en luna nueva los cuernos de la


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vaca, y a la propia luna en moneda de plata en el fondo de una charca. No nos extrañe entonces que un niño pueda penetrar en su mundo poético como pez en el agua, porque de lo que más sabe un niño es de fantasear. La fantasía —pensaba Mirta Aguirre— unas veces cambia las formas de las cosas, otras las compone y otras las determina. La fantasía enlaza cosas dispersas, nos aproxima a lo que está alejado de nuestros sentidos, aclara las cosas abstrusas y supera las inaccesibles construyendo caminos a través de selvas impenetrables. Al autor de este libro nada le es más familiar que educar mediante el juego, pues a ello dedicó un largo tiempo de su muy fructífera existencia. Educar el gusto literario, enseñar el camino para llegar al poema a través del juego con las palabras ha sido parte del quehacer de este sempiterno niño grande, a quien su enorme curiosidad no le permite quedarse quieto, y por eso cuando no pinta con palabras pinta con pinceles la magia de sus recuerdos, y la de Bacalar, que es también un poco su invención. Este cuaderno, ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2010, es una guía del asombro ante la maravilla del mundo, de los pequeños tesoros que esconde la naturaleza, y es también el itinerario de una educación sentimental fundada sobre el abrazo, omnicomprensivo y amoroso, del espíritu humano con su entorno. Hablar en detalle sobre los recursos expresivos que dan a los textos su perfección sería materia para un estudio mucho más técnico y extenso. Anotemos, sin embargo, al menos aquellos que trazan el mapa estilístico de su escritura: Aprovechamiento de las posibilidades musicales del lenguaje, no tanto por el uso de las rimas pues la musicalidad en los textos se logra,

antes bien, por la distribución de los acentos con el propósito de crear un determinado ritmo. No compromete la libertad de la forma con ninguna clase particular de estrofa, pues la intención al trabajar los caligramas es semantizar el aspecto gráfico-visual y así otorgarle un papel activo en la trasmisión del mensaje. Insistencia en el trabajo sobre los elementos eufónicos; es decir, en recursos como la aliteración y las rimas internas para dar una textura sonora que remite simbólicamente a la idea. Economía expresiva: los textos se sustentan principalmente en la imagen. No recarga el poema con metáforas u otra clase de tropos, aunque no desdeña su uso cuando es necesario. Esta sobriedad se explica por el aspecto gráfico, que también da soporte al contenido semántico. En cuanto al léxico: lenguaje terso, preciso y sin concesiones a la ñoñería ni al facilismo. No sería tan hermoso este libro sin las ilustraciones de Mauricio Gómez Morín, quien tuvo la sensibilidad necesaria para captar la esencia de los textos y crear escenas, situaciones en las que cada poema se engarza como una piedra preciosa en su montadura, lo cual convierte al volumen en un verdadero objeto artístico. Huellas de pájaros en un poemario redondo, donde nada es fruto del azar. Es el testimonio de un estar amoroso sobre la tierra, de una observación atenta —como reclamaba Eliseo Diego para la poesía— que si bien festeja la belleza y el gozo de vivir no desdeña el lado misterioso, a veces oscuro, a veces triste de la experiencia vital; es, en resumen, poesía para los niños, hecha desde la mirada del niño, con la sensibilidad y la fantasía del niño, para facilitarles el camino en la enorme tarea de aprender a vivir. Tropo

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Norma Quintana. Poeta y profesora de literatura hispanoamericana. Ejerce la crítica literaria. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana. Poemas suyos han aparecido en revistas, periódicos y antologías en Cuba y en el extranjero. Ha publicado el poemario Éxodos (1991) y el libro de ensayos La muerte en la poesía de Nicolás Guillén. Trabaja para la Secretaría de Cultura de Quintana Roo desde 1993. Imparte las cátedras de Gramática y Redacción en la Universidad de Quintana Roo desde hace doce años. En dos ocasiones ha sido distinguida como becaria del Programa de Estímulo al Desarrollo y Desempeño Artístico en la categoría de Creadores con Trayectoria, producto de estos estímulos son sus libros inéditos En la espalda del viento y Por los anchos caminos. Reside en Quintana Roo, México.

Ilustración: Corina Blázquez

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PAPIROS

La redención de un yuppie Sol Pineda

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iendo muy niño, su padre lo llevó a conocer la nieve. Y es durante ese paseo y desde lo alto de un volcán que éste pronuncia inesperadamente y fuera de contexto una frase que seguirá oyendo el joven a lo largo de toda la vida: “Todos traicionamos la promesa de nuestro mejor destino”. Así empieza “Fallas de origen”, la novela que le valiera a Daniel Krauze (México, 1982) el premio Letras Nuevas 2012. Con este comienzo, no podemos evitar remitirnos a “Cien años de soledad”, cuando Aureliano Buendía, frente al pelotón de fusilamiento, recuerda el día en que siendo niño su padre lo llevó a conocer el hielo. Con la diferencia de que García Márquez consigue darnos una muestra de la identidad colombiana y Krauze nos cuenta precisamente lo contrario, la ausencia de identidad. Narrada en primera persona, con un tono intimista, la historia nos

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refiere el fin de semana autodestructivo de Matías, un joven escritor de 28 años que regresa intempestivamente a México a causa de la muerte de su padre, luego de una estancia de seis años en Nueva York. La novela cuenta en cuatro días, la culminación de una crisis que se ha venido gestando a lo largo de los años. Un fin de semana donde se agolpan los recuerdos, las malas decisiones, la distancia emocional con la gente que lo rodea y de manera más reciente, la lejanía física del único vínculo sólido con que contaba en México: su padre. Con una prosa veloz y un lenguaje propio de la juventud contemporánea de la clase alta en México, el autor evidencia con morbo las frivolidades, los sentimientos anestesiados con drogas y alcohol y la indiferencia ante el dolor y las necesidades ajenas que viven y sienten el puñado de jóvenes privilegiados económicamente que cohabitan el “Soho mexicano” —entre Bosques, Polanco y La Condesa. La belleza física, una ubicación aceptable en la escala social, un encono hacia lo naco y “sociali-

tés” clavados en el opio de las pasarelas de los antros de moda, constituyen los valores ineluctables que nutren cotidianamente al mundo en que creció y al que regresa Matías. Mundo al que cada vez más se da cuenta que no pertenece pero a cuya renuncia por ahora no está preparado porque si lo hace cree que quedará completamente abandonado: “…regresar al lugar del que vienes y darte cuenta de que no lo reconoces. Que lo que pensabas que era tuyo, ya no lo es. Es como si pudiéramos regresar al vientre materno, intentar entrar otra vez y darnos cuenta de que ya no cabemos…” El uso recurrente de guiones para informarnos de las interacciones entre los personajes, aumenta la verosimilitud de las voces y la inmediatez de los acontecimientos, validados constantemente con oportunos flashbacks. Matías es adoptado. Su padre biológico al que nunca conoció, es norteamericano. Su físico, diferente al de los demás miembros de su familia, ha creado sin querer una distancia. Esto, aunado al hecho de haber crecido en


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una sociedad vacua que se afrenta de lo mexicano y a raíces familiares que han crecido únicamente en la superficie, provoca en la vida del joven protagonista una continua sensación de desarraigo, de falta de identidad. Nada es lo que parece, es lo que le dice la vida a cada momento: “Vivimos en la espuma de los días —me dijo mi papá antes de que me fuera a vivir a Nueva York. Nos preocupa todo lo que está en la superficie y nunca nos metemos a nadar ni a ver que hay en el fondo”. Parece que en los últimos meses es solo la muerte lo que habita su vida: la muerte de su padre, la de su perro, la del Matías que fue: “…Como si la muerte fuera una nube pasajera, algo que no deja huella, y no un reajuste telúrico, total, el corte de caja, el instante que de un solo bocado engulle toda la luz y todos los planes (…) La muerte de mi padre, esa ausencia que palpita, que no se calla…” La incapacidad de Matías para vivir sus duelos, el rechazo de la editorial para la publicación de su novela más reciente, el saber que su exnovia se ha casado y lleva una vida feliz (sin él), la lejanía emocional con su madre, viejos rencores hacia sus “mejores” amigos, así como la próxima boda de su hermana a quien encontró más frívola e insustancial que cuando la dejó hace años, son algunos de los detonantes que lo llevan a que en un fin de semana toque fondo, desate sus demonios y libere de una buena vez el enojo y la insatisfacción contenida. Matías intuye que solo de esta manera encontrará la purificación y una genuina transformación interior derivada de esta experiencia vital: “Había algo liberador en poder pisar las cenizas, caminar alrededor de los rescoldos, reconocer ese punto y aparte…” El autor logra un personaje

bien delineado, con claroscuros definidos. Nos presenta un Matías enojado pero sin maldad, rencoroso sin ser resentido, ocurrente, cínico, necesitado de afecto, desvergonzado, amoroso. Características que hacen de Matías un personaje entrañable. Contradiciendo la reflexión de su padre, tal vez a veces sí haga falta traicionar las primeras promesas para poder llegar al parteaguas que conduzca directamente al mejor de los destinos. Daniel Krauze —quien también ha publicado “Cuervos” (2007) y “Fiebre” (2010)— escribe esta novela para tomarle la temperatura a un sector específico de la sociedad que vive la dualidad de saberse mexicano pero que voluntariamente se vuelve consumista de países más desarrollados, marcando con esta elección la diferencia con las grandes masas de connacionales desfavorecidos en lo económico, en lo físico y en lo cultural. El autor aprovecha, tras mostrarnos la corteza y la atmósfera que conforman el mundo de Matías, la oportunidad de evidenciar también su núcleo, matizado de desencuentros,

de soledades, de grandes búsquedas. La lectura de esta novela es recomendable porque más allá de sólo mostrarnos una serie de fotografías, el autor nos cuenta el proceso evolutivo de cómo un hombre joven se reinventa a partir de sus grandes pérdidas.

Ilustración: Horacio Cárdenas.

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Escuchar La Nave en tu nave José Enrique Álvarez Estrada

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erse envuelto de una aglomeración humana es siempre una experiencia sociológica y psicológica interesante: ya sea un atasco de tránsito en un día caluroso, con las ventanas de todos los vehículos abajo; o durante un viaje en transporte público, donde la cercanía con los otros usuarios permite escuchar sus audífonos, tiende uno a creer en el viejo aforismo de que “somos lo que escuchamos”. Ah, no, perdón, el aforismo dice “somos lo que leemos”. Pero, ¿qué no es lo mismo? Según parece, no. Por alguna razón, las personas tendemos a poner en compartimentos estancos y, por ende, valorar de forma distinta el modo en que la información debe llegar a nuestro cerebro: la música debe entrar por los oídos; las sensaciones por la piel; los sabores por la boca; los olores por la nariz; y

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claro está, la lectura por nuestros ojos. Y siguiendo esa línea de pensamiento, asignamos tiempos, lugares e importancias distintos a cada uno. El tiempo de transporte, según parece, debe dedicarse a escuchar música o radio. La estridencia del equipo de sonido del vehículo dice mucho acerca del estatus social y poder económico de su ocupante, que alegremente comparte sus gustos musicales con quienes voluntaria —pero sobre todo involuntariamente— debemos esperar junto a él en la aglomeración. Ya sea que te guste o no el pasito duranguense, el reggaeton, la cumbia, la salsa o el merengue, adores u odies a Chepe Chepe o a la artista guapita del momento... ¡no te quedará más remedio que soplártelos a 200 decibeles! Y luego, cuando llegan los resultados de las pruebas PISA, Enlace, similares y conexas, resulta que los mexicanos no sabemos leer, mucho menos escribir. Y la Encuesta Nacional de Lectura 2012 revela que sólo 4 de cada 10 mexicanos leemos, y lo hacemos a razón de

2.94 libros por piocha y por año, cifra que por cierto disminuyó respecto al 2010. Hace algunos ayeres, y contradiciendo la sabiduría popular, descubrí por accidente que es mejor leer con los oídos que con los ojos. De algún modo que no recuerdo exactamente, llegó a mi poder un archivo de audio (un MP3, como dicen los jóvenes) de un autor de superación personal que hacía la siguiente reflexión: por su profesión, él debía viajar mucho en avión, y había calculado el tiempo que destinaba anualmente a transportarse del aeropuerto a su casa y viceversa; resulta que dicho tiempo ¡excedía al que el norteamericano promedio destina a leer en el mismo lapso! Así que decidió 1) emplearlo para tal menester, escuchando audiolibros, y 2) producir los suyos propios, para que otros puedan hacer lo mismo. ¡Geniales ideas ambas! Gracias a la tecnología, ahora podemos ir un paso más allá: resulta que nuestros gadgets (tablets, smartphones, cámaras, y el largo etcétera de artilugios que compramos para apantallar a pro-


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pios y extraños con los videojuegos que traen, y las fotos y videos que toman) incluyen software para lectura de libros electrónicos: eReaders, pues, para seguir con los pochismos (Cervantes, doquiera que estés, perdóname por favor). Pero no sólo eso: tienen algo llamado TTS (Text To Speech), que cuan si trajeran un duende electrónico integrado, permiten a estas endemoniadas máquinas leerlos en voz alta ¡Maravilla de maravillas! Placer antes sólo reservado a nobles y millonarios, ahora tienes tu propio lector designado todo el tiempo que quieras. Yo me he tirado al desenfreno y la perdición de esta tecnología con singular alegría y desenfado. En la Red hay una enorme cantidad de libros gratuitos, listos para ser descargados y leídos (o mejor dicho, escuchados). Sólo por citar un ejemplo, les voy a hablar de uno de mis pecados más recientes, la novela de ciencia-ficción La Nave, del autor español Tomás Salvador. ¿Un autor español de ciencia-ficción, pensará usted? Pues sí. Y aún

más sorprendente, la obra se publicó en 1959, año en que España todavía padecía los estragos de la Posguerra, y apenas comenzaba a pensar en el turismo como una alternativa para salir del bache, con aquello de “sol y sonrisas”. Escribir ficción científica (término que Salvador emplea para calificar su obra) en el contexto de subdesarrollo, miseria y feudalismo que aún reinaba en la España de los cincuenta, es por demás meritorio. Máxime cuando la calidad de la prosa —¡y del verso! pues parte de la obra está escrita a modo de romance o canto épico— es tal. En sus propias palabras: “Lo primero que me llamó la atención fue la escasa, por no decir nula, participación española en libros de esta índole. Sucede, en cierto modo, lo mismo que ocurre en otro campo de la fantasía: los libros de cuentos y leyendas. ¿Por qué los españoles, meridionales, tradicionalmente creídos sujetos de loca imaginación, no han sabido crear siquiera un pálido remedo de los grandes mitos infantiles? [...] no existen prece-

dentes en el terreno de la Fantasía Científica. Antes de 1936 teníamos al Coronel Ignotus; después, algunas cosas sueltas de Cargel Blaston, Eduardo Texeira, sendas novelas de Carlos Rojas y Antonio Ribera. El escritor se desconcierta. Diga lo que se diga, la afinidad, el clima, no lo crean los escritores extranjeros, sino los golpes sobre el yunque nacional. Al enfrentarme, pues, con una carencia de obras nacionales, me enfrento con una carencia de clima. Y, claro, con una impreparación crítica.” Pero Tomás Salvador era un hombre excepcional, un auténtico humanista: nacido en Palencia en 1921, a los ocho años marchó a Madrid, donde fue recluido en un internado católico, la Fundación Caldeiro. Pasó buena parte de la Guerra Civil refugiado en las bibliotecas públicas, donde adquirió una sólida cultura. En 1941 se alistó en la proverbial División Azul, cuerpo de voluntarios españoles que junto con el ejército nazi combatió a los soviéticos, y permaneció en Rusia hasta 1943 (a la sazón escribiría en 1970 una novela titulada División 270). A su regreso a España se unió al Cuerpo General de Seguridad, que le destinó en Barcelona como inspector de policía. Contrariamente a lo que pudiera parecer, quienes le conocieron insisten en que no era un franquista recalcitrante, sino más bien un hombre liberal que en muchos casos usó su puesto e influencias para ayudar a intelectuales que estaban en la mira del Régimen. Esta combinación de sólida educación, vida cosmopolita y pensamiento liberal son la única explicación para esta rara avis literaria. Debo reconocer que antes de La Nave, yo no sabía nada de Tomás Salvador. Me lo recomendó un buen

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Ilustración: Chelo Bañó amigo, que me sugirió leer Historias de Valcanillo y la serie de Manolo, uno de sus entrañables personajes arquetipo del carácter español. Sin embargo, no pude conseguir ninguna de éstas, y en el ínter me topé con La Nave, y quedé gratamente sorprendido. ¿Qué hace tan impactante a esta obra? ¿Qué puede poseer, que no tengan los escritos de Bradbury, Clarke o Asimov? Es precisamente lo que no tiene lo que la hace especial. Al provenir de un contexto que no se caracteriza por el avance científico y tecnológico, Salvador no ahonda en detalles de esta índole; por el contrario, profundiza en aquellos que a sus contrapartes anglosajonas no parecen interesarles tanto: “Los problemas técnicos son de dos clases a su vez: los de ambientación y justificación científica y los propios en la construcción de toda obra literaria. Los primeros, sin ser ingentes, tampoco han sido fáciles: huir de los anacronismos, justificar los procesos científicos, evitar las teorías desacreditadas, anticipar invenciones y, en fin, asimilar desde la numeración binaria hasta los conceptos astronáuticos elementales

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como campo gravitatorio, parsec y unidad-luz, ha sido mi contribución [...]; la fantasía-científica no lo es todo, ni siquiera la mayor parte de La Nave. Como escritor, como hombre preocupado, sé perfectamente que la idea de una «Nave», encerrando en sí un complejo filosófico, una utopía, un proceso social y humano, ha sido largamente acariciada por escritores, poetas y filósofos de todos los tiempos y latitudes.” En fin, que La Nave es literariamente, una novela de fantasía-científica; formalmente la anticipación de algo que puede muy bien suceder; humanísticamente, una vuelta más a la famosa utopía que, desde Tomás Moro hasta Huxley, atormenta a los pensadores: lo que pudo ser, o será o podrá ser el hombre en caso de no existir el presente. “La nave, esencialmente, es un ingenio mecánico, lanzado al espacio por los hombres de la Tierra para llevar colonos a las estrellas. Pero se pierde, y cuando lo encuentra el escritor lleva setecientos años perdido y sus habitantes han olvidado su origen. Creen que es un mundo en sí. Hasta

que Shim, Cuidador del Libro, descubre la verdad e inicia la vuelta al humanismo. Y unifica las siete tribus. Hasta que, como sucede a todos los precursores, los idealistas y los profetas, es asesinado. La nave es el paradigma de la condición humana.” Mi consejo final: si no tiene usted nada mejor que hacer mientras tripula su nave por alguna concurrida (atascada) avenida de estas ciudades nuestras, aproveche ese tiempo para escuchar La Nave, y disfrute de una ciencia-ficción distinta a la que estamos acostumbrados. En una de esas y hasta le gusta la experiencia, y continúa con Marsuf, el Aventurero del Espacio, otra obra del mismo género y del mismo autor. Tropo

José Enrique Álvarez Estrada. Profesor Investigador de la Universidad del Caribe, es Ingeniero Mecánico, con Maestría en Ciencias de la Computación y Doctorado en Educación. Pero en vez de científico, ingeniero o artesano, él prefiere definirse a sí mismo como un artista que plasma su arte en la invisible urdimbre de los hilos electrónicos. jeae@ucaribe.edu.mx


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Novela cancunense sobre los mayas y el fin de una era (*) Héctor Mártinez Sanz “Ustedes, los seres humanos, son capaces de decir lo que sienten, reír, llorar, amar, sacrificarse por los suyos, así como reflejar su lado más oscuro odiando y matando. (…) Tienen carne, sangre en las venas y sentidos para recibir todo a su alcance del exterior. Son un cúmulo de materia y energía privilegiadas (…) No importa si comienzan este Sexto Sol desde cero, no importa si ya no cuentan con esas comodidades y tecnologías que los encumbraron antes del Colapso de su Tiempo. El ser humano, hallará su camino, y los que han creído se harán uno con todo lo que les rodea, en ese futuro de luz.”

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Mauro I. Barea G.

012 es un año señalado en rojo en los calendarios proféticos de los agoreros occidentales y de los publicistas de Hollywood. Pero, como suele ocurrir, no hay mal que por

bien no venga. Si se ha conseguido llamar lo suficiente la atención del hombre moderno occidental al nombrar el diabólico Fin del mundo, estamos ante la mejor ocasión de enseñarle algo sobre mitología y culturas antiguas. Así lo ha entendido Mauro Barea al escribir la novela “El Colapso del Tiempo”. Originario de Cancún, tierra maya, Mauro conoce bien eso que en el resto del mundo apenas se balbucea y se confunde con el apocalipsis y la extinción humana. Y no es algo muy distinto de aquel otro pánico ante el “efecto 2000”. ¿Qué ocurre con 2012 y con los mayas? “El 2012 es el final de un número de ciclos a la vez. Pero más importante, este 2012 es el final del ciclo de nuestra Historia. Y, puesto que la Historia es el tiempo en el que hemos estado utilizando y aplicando nuestro calendario, el final de la historia debe ser también el Colapso del Tiempo, y el final del calendario que estamos utilizando, el gregoriano”, afirma don Tadeo, personaje de la novela. Dicho de otro modo, es el final de un calendario, nada más, de una forma de contar el tiempo en ciclos.

Preguntar por qué a los mayas no se les ocurrió hacer un calendario de ciclos más amplio es preguntar por qué no se nos ocurrió a nosotros tener en cuenta el cambio de milenio en el desarrollo de nuestra tecnología antes del año 2000. Sin embargo, con ambos hechos surge el verdadero acontecimiento de la novela: el hombre moderno puede, por un momento, admirarse en el espejo del hombre arcaico. Empleo a propósito los términos de Mircea Eliade: el hombre arcaico como el hombre para el que la memoria y la historia no existen, para el que la vida se desarrolla en ciclos de un eterno presente y un eterno retorno; el hombre moderno como aquel hombre para

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el que la memoria y la historia son vitales, pues sobre ellos asienta su presente progresivo y linealidad temporal. “¿Qué significa realmente el 2012, el final de la historia, el llamado colapso del tiempo por muchos que ya lo esperan llegar, sin tener una pinche idea? ¿Y qué es el tiempo, carajo?”, prosigue inquiriendo la novela, apelando a ese hombre moderno que ignora en su totalidad el significado de Fin de la Historia, y cree estar hablando del día del Juicio Final. El Fin de la Historia es una expresión archiconocida en sociología, historia y filosofía. Se adjudica a Fukuyama, aunque ya se aventuraban estos aires en Marx o en Unamuno. El Fin de la Historia no es más que el fin de una conciencia histórica, de una forma de dotar de sentido a la existencia apoyándose en el relato del pasado. El Fin de la Historia es el fin de un mundo decadente que ha tomado una conciencia clara de la ficción histórica, de su carácter literario, de la falacia del progreso y la linealidad del hombre moderno. El Fin de la Historia es el fin de la conciencia que creía que el sentido del ser era el tiempo, la historia —Heidegger anda por estos lares. Repitamos la pregunta de Mauro Barea: “¿Y qué es el tiempo, carajo?” y dejemos que haga eco y que nos inunde. Porque solo con ello entenderemos que el Fin del Mundo no son los jinetes del Apocalipsis trotando al son de las trompetas, sino el fin de una forma de “contar” —en sus dos sentidos, narrativo y de medición— el tiempo. Algo que para el hombre arcaico conlleva la renovación del origen que siempre supone una nueva Era. A lo largo de la novela intersectan dos conciencias distintas, y así también los acontecimientos que en ella se relatan. A un mismo tiempo, la mitología actúa en la personificación de espíritus, y la naturaleza muestra las señales de

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catástrofes y tragedias. Por un lado, el hombre del mito se enfrenta a lo sobrenatural, y, por otro, el hombre moderno suma e interpreta huracanes y epidemias como signos de mal augurio. Los personajes principales se desdoblan en estas dos caras de la misma moneda hasta enfrentar la nueva Era: razón y mito. Porque sépase que aquel “paso del mito al logos” no fue tal, no hubo paso, sino encubrimiento del primero por el segundo. Y sin embargo, las construcciones racionales no han derivado sino en una gran mitología de la razón. Mirémonos a nosotros mismos con los fantasmas, los alienígenas, las fantásticas criaturas del fondo marino… mirémonos, lo repetiré con el pavor metido en el cuerpo por aquel gran mito milenarista del efecto 2000 que suponía el fin del mundo tecnológico, la destrucción del mundo tan magníficamente informatizado y digitalizado. Mirémonos creando ciencia como cosmogonías y grandes relatos más movidos por la imaginación que por leyes racionales. Y miremos, en fin, cómo el hombre arcaico celebra el fin con la alegría de un renacimiento —algo de ello nos queda a los hombres modernos cada 31 de diciembre— y al hombre moderno con su horror temporis. “Soy un escritor al que le apasionan los temas apocalípticos y gusto de experimentar mezclas como estas: leyendas mayas yucatecas y lo que hasta el cansancio se ve en Internet y los medios, culminando en una combinación muy interesante. Mis vivencias propias, haber caminado por el mismo camino que configuro a mis personajes imprime ese realismo que quiero que mis lectores perciban”, confirma Mauro Barea. La vivencia propia, la experiencia personal, el entorno que la rodea y el respeto al antepasado maya y la cultura yucateca son los ingredientes para esta


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ficción realista que sale de sus manos y que aproxima hasta nosotros de forma novelada el amor por su tierra y sus tradiciones. A lo largo de “El Colapso del Tiempo” el lector se encontrará abrumado por paisajes y, sobre todo, por una reverencia absoluta al arte maya, a sus vasijas y construcciones, finas y detallistas. Los acontecimientos sirven para marchar de un lugar a otro de la península, por Mérida (Ticul, Ek Balam, Uxmal…) o recorrer la ruta Puuc (con el gran complejo formado por Kabah, Labná, Xlapak y Sayil), envueltos de un velo mitológico y vivo que traslada la emoción del hombre arcaico. Una mezcla de pasión, sueño y realidad, nacida de la honesta mano de Mauro Barea para el mundo entero: “Algunos creen que es simplemente un cambio de ciclos y números, sólo eso. Personalmente quiero creer que los mayas nos dejaron esto, a nosotros, por algo. Ellos inventaron el cero en esta parte aislada del mundo, y su propia cuenta regresiva llegará ese

día a cero. ¿Cambiar, vernos a nosotros mismos, nuestra propia Historia, nuestra evolución?, probablemente. Mi única respuesta válida es a través de la ficción, en Mi Mundo, en mi historia que sigue hoy, más vigente que nunca”. El cero, usado también en la India, en China, y la cultura árabe, y que para el hombre moderno occidental no llegó hasta que Fibonacci lo introdujo (s. XII-XIII) en la matemática del hoy llamado viejo continente. Porque el hombre moderno de a pie nunca tuvo necesidad de contabilizar el vacío, el fin, ni la renovación… ¡hasta hoy!

Ilustraciones: Horacio Cárdenas (*) Texto leído durante la presentación del libro “El Colapso del Tiempo” de Mauro I. Barea en el centro cultural “Espacio Niram”, en Madrid, España, en septiembre del año pasado. (El encabezado del escrito es obra de la redacción de Tropo).

Pie de página A medida que los razonamientos correctos desplacen los incorrectos, viviremos mejor.

Cuando encuentres que algún razonamiento, alguna idea que tengas te complica la vida, te arruga el camino, lo pinta de rojo, es muy posible que si cambias ese razonamiento por otro más

acertado, poco a poco esas líneas más firmes, ese nuevo razonamiento irá alisando el camino, viviendo cada vez mejor en la alegría del amarillo. (Horacio Cárdenas).

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“Yo soy nosotros”, una visión transpersonal del mundo Miguel Meza

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esultado de una crisis de fe y de sentido vital ocurrida en 1960, que lo llevó a buscar respuestas en la filosofía y en la vida durante 30 años —¿qué es más importante?: ¿saber más o vivir más?—, Marcos Constandse Madrazo publicó en 2003 un ensayo filosófico que trata de dar respuesta a la pregunta ¿por dónde comenzar? y ofrece un método basado en la visión transpersonal del mundo para darnos cuenta de lo que es la realidad absoluta y las causas finales. El libro “Yo soy nosotros” (editorial Diana) amplía los apuntes recopilados en varios de sus cursos de filosofía y de antropología, incluye ideas integradoras de Desarrollo Transpersonal y “puede considerarse un ensayo que plantea un método racional para

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iniciar el camino de la exploración de los niveles de consciencia sutiles, causales, brahmánicos, o para seguir caminos místicos”, según afirma el propio escritor en el prólogo a la primera edición. Dividida en doce apartados y acompañada por diagramas explicativos, cuadros sinópticos y vistosas fotografías, la obra hace una ambiciosa síntesis de la historia del cosmos desde la teoría del bing bang hasta la Teoría de la Relatividad; y da cuenta de cómo energía y materia forman la vida para establecerse en un régimen de equilibrio ecológico, creada, por amor, por un pensamiento y voluntad superiores. La tesis del libro es la convicción del cambio permanente, en donde el tiempo es pura ilusión, el lapso de vida que a cada quien se nos da para evolucionar, que únicamente se capta gracias a nuestro espíritu y a las experiencias vividas y sentidas en el transcurrir de nuestro eterno presente. Así, el fin último de los seres humanos —

según se afirma en la obra— es llevar a cabo su metamorfosis de seres instintivos y materialistas a hombres y mujeres integrados espiritual y armónicamente con todo lo que existe, y aceptar el cambio continuo para formar en nosotros una conciencia cósmica. Beatriz Olguín Sandoval, en el prefacio a la segunda edición, afirma que “este libro es fundamentalmente una vía para conocernos a nosotros mismos, a los demás y a Dios; ése es el sentido de ´Yo soy nosotros´ y la nueva visión que se abre ante nuestros ojos, que unifica a Creador y creación en una síntesis cósmica (no individual).” “Constandse Madrazo muestra que hay mil caminos diferentes, religiones y sistemas para llegar a Dios y unificarnos con el Espíritu. El impulso de vida que late en cada una de estas cosmovisiones, dice el autor, nos ayuda a trascender el yo e identificarnos con los otros a través de las reglas, códigos y valores que cada uno de ellos aporta.


PAPIROS De ahí la necesidad de recorrer no los mil caminos que confluyen a un solo destino, sino el propio e individual que conduce a cada persona a su origen, esencia y fin dentro de una configuración evolutiva; camino que todos, tarde o temprano, habremos de recorrer.” El desarrollo transpersonal es ese camino. Un método integrador de todas estas visiones aisladas. Ni corriente psicológica, ni terapia; ni filosofía, ni religión. Es una integración consciente de ciencia e intuición “que establece un crecimiento de la conciencia en mí de los otros.” En el epílogo al libro, el autor es enfático: “La esencia del desarrollo transpersonal está en que nos ayude a darnos cuenta de nosotros mismos, a ser, para luego cobrar consciencia de que somos en función de los demás y que todos integramos la consciencia universal; que, a través de nuestros actos, ejercemos influencia y tomamos parte de este proceso universal de cambio llamado evolución, que no es otra cosa que el Espíritu manifestándose en la creación”. La obra es extremadamente abarcadora en la síntesis de conocimiento de su primera mitad y de una bella complejidad en la segunda, cuando entra en los temas de tiempo y filosofía. Probablemente, para muchos, requiera una segunda lectura. Sobre todo, por la rique-

Fotografía: Inna Constandse za de ideas de los sistemas filosóficos que reproduce, a través de los cuales intenta transmitir una vivencia que —hay que decirlo— es imposible de comunicar. Y en esto radica quizá la esencial limitación de la obra. Pues la vivencia que intenta transmitir el autor no es racional (como sí lo es la exposición del libro), sino intuitiva y cercana a una ilu-

minación propia de un estado de gracia. Sin embargo, “Yo soy nosotros” es una magnífica oportunidad para acercarnos a una visión “diseñada para crear la conciencia de nosotros mismos, de los demás, del Espíritu que nos abarca a todos y, en última instancia, desarrollar la conciencia cósmica, que no es otra cosa que el Espíritu Universal”. Tropo

Marcos Constandse, éxito empresarial y responsabilidad ética

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i hubiese que buscar en el mundo de los negocios una figura que concilie éxito empresarial con responsabilidad ética en la vida cotidiana, esa figura tendría el perfil del ingeniero Marcos Constandse Madrazo. Viajero incansable (que conoce más de 100 países) y líder de una de las más influyentes familias de empresarios de Quintana Roo, este hombre singular —mentor y mecenas para muchos— es un convencido de que su circunstancia personal obedece a una filosofía del bien forjada en una visión de Dios que le da fortaleza y significado a su ser y estar en el mundo. Creyente convencido de la existencia de Dios, este exitoso empresario considera que los preceptos éticos y de conducta que señala la Biblia son aplicables a la vida cotidiana y funcionan en cualquier ámbito de responsabilidad, incluso en la vida empresarial. “Estas normas no fueron planeadas para una vida empresarial, sino para una vida espiritual, pero si uno las va asociando al manejo de una empresa, se dará cuenta de que hay una profunda relación entre ambas: hacer bien las cosas”.

Y en este compromiso ético con el hacer bien, se encuentra su congruencia con la espiritualidad: “Creo en Dios como una realidad tangible y evidente en el mundo que nos rodea, como la razón universal que proyecta forma y genera nuestra propia razón. Pero no soy católico ni participo de la iglesia, aunque la respeto”. Para Marcos Constandse, la parte espiritual de la religión es un re-ligamiento con el origen. “Quien cree en Dios —dice– se religa con él. El origen del mal no es sino el egoísmo del ser humano, quien ha sido dotado de autodeterminación y que, debido a ella, muchas veces se deja posesionar por un ego que lo lleva a posesionarse de las cosas; de ahí el ego humano, el egoísmo humano.” Así, las virtudes más altas para él son la bondad —como la ve el cristianismo— y la caridad —como la ve el budismo— sin el ego, justamente para eliminar el mal. “Si no tienes ambiciones no le harás mal a nadie. Pero para no tener ambiciones, tienes que desposeerte del ego”. T ropo .

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LA FRAGUA CREATIVA Talleres literarios e iniciativas culturales independientes

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pesar de adversidades de tipo social, económico e incluso educativo, un grupo de escritores y promotores culturales viene realizando desde hace varios años esfuerzos de difusión cultural dignos de la atención comunitaria y de mayores apoyos. Desde la creación de instituciones culturales independientes, revistas y proyectos editoriales artesanales con recursos propios, hasta formación de grupos literarios, tertulias y talleres de escritura y lectura, estas iniciativas

para la formación de públicos consumidores de arte van cobrando cada vez mayor fuerza y presencia. Llama particularmente la atención la propuesta de algunos escritores y promotores culturales jóvenes que desean ver en su ciudad el dinamismo cultural y la creatividad artística de calidad que caracteriza a otras entidades del país. Son jóvenes que enuncian sus objetivos como si fueran manifiestos —como el del Grupo Colectivo-Colectivo—, o que sacan la poesía a las calles en auténticos performances callejeros —como los realizados recientemente por las salas de lectura “La Tlacuila” y “Libros en cautiverio”— o que animan labores

de difusión de la lectura en lugares insólitos y de mayor repercusión social —como las realizadas por “Libros en cautiverio”, que trabajó un tiempo en el Cereso de Cancún. La siguiente enumeración y descripción de estos esfuerzos es una muestra del trabajo de resistencia cultural que se viene realizando en Cancún tanto en ámbitos cerrados como en espacios abiertos.

PaLibrArte, festival de palabras, libros y arte Organizado por Alejandra Flores —en coordinación con integrantes del Programa Nacional de Salas de Lectura-Co-

Viaje en un sarcófago metálico Mauricio Ocampo C. Cancún arde, y él, sigilosamente, aborda el bus con su guitarra vieja y una pastilla de menta en la boca para aliviar la molestia de su garganta ya cansada. Con voz aguardientosa suena ya Tiempo de híbridos del Rocdrigo González, seguida por No tengo tiempo, Las piedras rodantes y la canción camionera por antonomasia: Historia de un minuto. Entre rola y rola, la voz cansada se pierde en el burdo ruido de un motor añejo. Subida tras para-

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da circula un manjar de personajes urbanos o exiliados rurales a este desierto de asfalto —ya asaltado por los Zetas en esta ingobernabilidad burlesca envuelta en rabia. El calor apremiante escurre vuelto sudor en el rostro de oídos sordos; mil miradas llenas de interrogantes, se pierden en un horizonte inexistente de sueños fallidos, problemas personales y cargas de hambre como dinamita en el estómago que se abraza de la fiaca o el nihilismo


TERTULIAS

naculta y promotores culturales independientes— el Festival PaLibrArte se ha posicionado cada vez más en la ciudad como uno de los eventos importantes dedicados a la difusión de la cultura. Se realiza con motivo de la celebración del Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, surgió en 2011 como actividad alterna a la sala de lectura “Barcos de Papel” de la que Flores es mediadora, y ha comprometido a la mayoría de los artistas locales en sus diferentes expresiones artísticas con el tema de fomento a la lectura. Su objetivo es involucrar a los lectores y fomentar en los asistentes el amor por las letras mediante diversas actividades (una feria del libro, un campamento de lectura, talleres de creación literaria y producción editorial); exposiciones de fotografía, dibujo y muestra de acervos literarios, presentaciones de libros y autores, así como espectáculos teatrales, dancísticos y musicales. Como evento multidisciplinario, el Festival PaLibrArte se vuelve cada vez más ambicioso en su ánimo de contribuir a la formación de públicos que consuman cultura: en 2013 el festival se extendió de una jornada larga de seis horas, a cuatro días de actividades. Como no cuenta con recursos económicos propios para cubrir los gastos generados, ha logrado el apoyo de la Secretaría de Cultura del Estado, a través de la Casa de la Cultura de Cancún, del Instituto de la Cultura y las Artes de Benito Juárez, así como de la Fundación Oasis.

Ilustración: Pablo García Robles

La Tlacuila: algo más que una sala de lectura Ejerciendo la libertad que le otorga el Programa Nacional de Salas de Lectura (PNSL) del Conaculta, al que pertenece, el grupo La Tlacuila no solo realiza actividades dedicadas al fomento a la lectura desde febrero del 2010, propias del programa, sino también organiza y apoya festivales de lectura, presentaciones de libro, pláticas con autores y talleres literarios. Como sala de lectura, La Tlacuila —cuya mediadora es Lizbeth Peña— ha construido un espacio —alterno a escuelas y bibliotecas— para compartir el acervo de más de 400 libros disponibles que ha reunido para présta-

de este país —en ocasiones tan estático que pareciera muerto. Un vato de pie pierde su mirada en el escote de una joven virginal; allá, al final del sarcófago, en la cola del diablo, se desliza una mano en la entrepierna de una falda escolar. Miradas indiscretas buscan el hecho pero todos callan; pareciera este artefacto humeante una síntesis del todo; Sodoma, Gomorra, un bar con mil putas, una iglesia con pastores pederastas, monjas sonrientes, una guardería en llamas y una rockola que toca por ade-

mo a cualquier persona que se encuentre entre los 16 y los 75 años. Sus sesiones son semanales (viernes de 20 a 22 horas) e incluyen, además de actividades de lectura, ejercicios de creatividad literaria, proyecciones audiovisuales, invitaciones y descuentos a eventos artísticos, y talleres de lectura y creatividad literaria en parques, escuelas y centros culturales (especialmente en regiones vulnerables de Cancún). Como actividad alterna, La Tlacuila realiza varios festivales al año: el Festival Conjuros de arena (homenaje a autores de la península de Yucatán), Sueños de una noche de verano (festival de literatura erótica) y Festival Hojas de otoño (dedicado a un escritor de reconocido prestigio en el ámbito literario nacional).

lantado —ya las monedas saldrán del bolsillo roto de sus inquilinos. Afuera alguien se frena de golpe frente a un semáforo. El artefacto humeante ruge y se detiene detrás, mentadas de madre y silbidos no se hacen esperar. La guitarra, por un momento, guarda su lírica, un golpe hueco pareciera el corazón de Dios. Semáforo en verde, hora de avanzar. Baja la arrítmica voz. Sube un payaso, regala sonrisas momentáneas y baja en su soledad. Sube un predicador bus-

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TERTULIAS

“Libros en Cautiverio”, la repercusión social de la lectura

“Surgir”, el taller literario más antiguo de Cancún

Habiendo iniciado sus actividades en el CERESO de Cancún en diciembre de 2008 —donde atendía a un grupo de internos e internas en sus respectivas áreas—, la sala de lectura “Libros en Cautiverio”, con Guillermo Talavera como mediador, sesiona actualmente los viernes en el Centro de Día en el Centro de Integración Juvenil (CIJ) Cancún, y eventualmente organiza actividades con adultos mayores en las Regiones 227, 233, 220 y 103 así como en la Abueteca ubicada en la región 229. El esfuerzo ha repercutido de tal manera que algunos asistentes de esta sala — que han intercambiado cartas, lecturas o dibujos— se han conocido posteriormente, como el caso de adultos mayores de la región 220 y de la 103 que hicieron una visita a los chicos del Centro de Día en el CIJ Cancún, pues previamente se habían estado comunicando por misivas. O como el caso de un joven recién pre liberado del CERESO, que visitó a los chicos del Centro de Día, platicó con ellos y prometió regresar a compartirles algunos escritos realizados por él durante los cuatro años que estuvo encerrado.

Creado en el Patronato por los Jóvenes de Cancún en 1990 y enfocado originalmente a un público adolescente, “Surgir” coordinado por Alicia Ferreira es el taller literario más antiguo de Cancún. A lo largo de 23 años, este taller — que actualmente se reúne en la propia casa de la escritora— ha visto pasar semana a semana decenas de interesados en las letras, que han emigrado después de cumplir sus ciclos personales, o que han durado mucho tiempo, algunos hasta más de 15 años. Durante este lapso, Ferreira ha desarrollado una metodología personal dirigida especialmente a la creación de cuento corto y poesía y ha apelado más a la parte creativa que a la técnica. A veces incluye algo de teoría formada por una secuencia informativa y de ejercicios y procura adecuar las sesiones al perfil de sus talleristas y a las necesidades que van mostrando. El éxito de la continuidad de este esfuerzo —según la creadora— se debe a la ausencia de un tipo de crítica: “La crítica destructiva es la madre de muchos talleres que han dado productos frustrados.” De lo que se trata, dice,

cando salvar almas —aunque la de él se encuentre en el precipicio del alcohol—, baja tambaleante por el mareo que provoca la realidad. ¡Dios murió!, dice Nietzsche, un Cristo moreno de rasgos indígenas con una playera negra de Creadle of Filth. Personajes diversificados se sofocan en este infierno rectangular, hueco en su interior, un circo ambulante, una maquila de relaciones humanas perdidas muy en el fondo de sus habitantes. ¿Qué piensa en realidad cada uno? ¿Qué sueña? ¿Qué persigue o quién lo persigue? ¿Cuántos pecados o bendiciones traen en sus espaldas? Mil preguntas más... solo las miradas saben sus secretos, y los buscan mirando hacia adentro. ¿Será por eso que casi nunca muestran sus ojos al de al lado? Por fin bajan todos. El sarcófago metálico escupe humo y hollín, descansa unos minutos en el letargo, ciclo de su

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es de desarrollar la creatividad. “En cada clase se escribe y se lee, y no se hace crítica destructiva”. Por este taller han transitado algunas escritoras que después han destacado con obra propia (como Michel Moreno y Alejandra Camposeco), y otras que han publicado algunas plaquetes (Dulce María Medina, Lía Villava, Mariel Turrent).

Cuento, pan y vino, una tertulia literaria itinerante Con orígenes en el Taller de Narrativa de la Casa del Escritor, el grupo ahora denominado “Cuento, pan y vino” ha mantenido una regularidad avasallante, ha forjado una amistad indeclinable y ha devenido en una tertulia literaria itinerante regida por las leyes del ánimo lúdico, regada por la generosidad del vino y aderezada con los sabores domésticos compartidos. De las decenas de innumerables amigos de las letras que llegaron a la Casa del Escritor, que participaron y partieron según el vaivén de sus propias emociones, ha persistido un grupo inicial al que se han agregado varios adictos, contagiados por enfermedades de transmisión textual que ahora for-

deber: unir esperanzas y destinos —aunque en su interior lo que más perdura es la indiferencia individual del crudo capital, porque aquí ríe a carcajadas Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Mauricio Ocampo. Lic. en Sociología con especialidad en cultura, y Mtro. en Pedagogía. Ensayista, poeta y músico. Ha incursionado en diversos foros alternativos como El Rincón Rupestre y Ediciones de Webo, Argentina; así mismo ha publicado varios ensayos con temática sociopolítica, educativa y pedagógica en algunas revistas del país. Es autor de los libros de narrativa y poesía “Pogrom” (2002), “Del Viento y Otras demencias” (2006) y “Necromorfósis” (2011), todos ellos en Ediciones Tlacuache. Su publicación más reciente es “La Universidad Pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo” (Ediciones del Lirio, 2012).


TERTULIAS man una entidad compacta, en resistencia a perder un ámbito de creatividad preciado. De aquella época, Juan Carlos Serano recuerda: “Éramos un grupo de incipientes escritores, lectores rutinarios, curiosos permanentes, que trabajábamos arduamente, escribiendo, analizando, realizando ejercicios literarios, que nos fueron acercando al arte de la creación literaria. Estábamos logrando dejar de escribir confesiones para escribir ficciones. De esta etapa son quizá mis textos mejor logrados, los más valientes, por el atrevimiento a la experimentación, por tratar de incursionar en las formas más que en el contenido. “Se incorporaron a nuestros cuentos y relatos, temas y anécdotas más audaces, voces varias en primera y tercera persona, comienzos con acción desarrollada y finales sorpresivos o abiertos. Se leyó mucho: novela, poesía, cuento y ensayo, de autores clásicos, modernos y posmodernos, que abarcaron un amplio crisol de nacionalidades, desde hispanohablantes hasta europeos, asiáticos y estadounidenses. “Hasta que un día, presentimos que una etapa estaba llegando a su fin. Miguel Meza, a modo de terapeuta grupal experimentado, nos dio el alta literaria, a sabiendas que estos procesos, igual que en la vida, no terminan nunca. La orfandad de ámbito que experimentamos no duró mucho, sin embargo, pues los que habíamos aprendido a ser resistentes, decidimos que la continuidad venciera al desamparo.” Así surgió la tertulia —no taller, porque despareció la figura de un coordinador— que ha cumplido ya cuatro años, y que se reúne cada semana en una casa diferente —de ahí lo itinerante—, en espacios que se ofrecen con total libertad y de acuerdo a las posibilidades de cada quien. “Hemos logrado entre todos generar un espacio para la creatividad y el intercambio de ideas, hemos logrado que permanezca en el tiempo, y estamos abiertos a la llegada de nuevos inte-

grantes. Esta es nuestra pequeña ciudad, donde seguiremos estando hasta que quede uno solo de nosotros que sea capaz de cerrar la puerta y apagar la luz”.

Taller de creatividad poética de Gabriel Avilés Con el objetivo de pulir el talento lírico de los participantes y explorar las posibilidades de la poesía, fusionando teoría y elementos sensoriales y experimentales, Gabriel Avilés coordinó en 2011 un Taller de Creatividad Poética (con duración de poco más de un año) que desarrolló en tres vertientes: lectura de otros autores; una hora de creación personal y una hora de creación colectiva. La intención, dice el propio coordinador, era demostrar “que todo creador tiene la capacidad de fabular un mundo lírico donde las buenas metáforas sean una constante sin el cliché de las imágenes comunes”, y de que es posible “obtener versos pulcros y equilibrados, con un estilo y voz propios, sin la influencia estilística del mentor”. Avilés afirma que quiso poner en práctica ideas de Julio Cortázar respecto a la poesía. Dice Cortázar: “Consulte su propio mundo interior, sus propias vivencias, y plantéese personalmente el problema de esas situaciones, de esas irrupciones, de esas llamadas coincidencias en que de golpe nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad tienen la impresión de que las le-

yes, a que obedecemos habitualmente, no se cumplen del todo o se están cumpliendo de una manera parcial, o están dando su lugar a una excepción”. Fruto de esta labor fue la publicación de algunos poemas de los integrantes en la antología “Voces del Agua” de la revista Gaceta del Pensamiento y en el sitio virtual español “Metapoesía”, y lecturas poéticas realizadas en eventos culturales.

El Abrelatas, de Alejandra Flores Al amparo de una idea lúdica y espontánea de la creatividad, Alejandra Flores coordina desde hace dos años un taller en la Casa de la Cultura al que ha denominado “El Abrelatas, herramienta para sacarnos la sopa”. Dos días a la semana, y durante dos horas en cada sesión, trata de poner en práctica un programa de juegos creativos para iniciarse en la escritura y descubrir el poder de las palabras. “Se busca despertar las palabras que nos aguardan entre la punta del lápiz y la hoja en blanco y hacer de las experiencias sensoriales una ventana hacia la creación poética o narrativa. En suma, hacer de las ideas, expresión escrita. “Abrelatas” está dirigido a quienes desean hacer de la palabra escrita un medio de expresión y tengan un proyecto literario en espera: a quienes crean que no saben escribir y deseen descubrir que pueden hacerlo.

Ilustración: Pablo García Robles

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TERTULIAS se han propuesto “irrumpir en la maquinaria social a través de diferentes expresiones creativas como eventos públicos, lecturas en voz alta, presentaciones de libros o exposiciones de otras disciplinas artísticas”, a fin de “confrontar directamente al receptor sin la necesidad de esperarlo, yendo hacia él, tomando los espacios y quehaceres cotidianos de la ciudad.” El grupo se declara “incluyente y participativo en donde se pueden encontrar varias voces, diferentes puntos de vista y opiniones, donde las reflexiones resultantes contribuyen al enriquecimiento humano y artístico de sus espectadores y participantes.” Uno de los espacios del Grupo es una editorial independiente “ecológica”, “Cartonera Hortera”, que busca dar a conocer sus textos propios y de nuevos autores. El término cartonera proviene del material que emplean para la hechura artesanal de sus libros, que es cartón reciclado, con lo cual buscan además promover una conciencia ambientalista.

Gaceta del Pensamiento, una ruta editorial diferente

Ilustración: Horacio Cárdenas

Colectivo-Colectivo, la irreverencia del manifiesto Surgido de la necesidad por encontrar, proponer, fomentar y crear espacios públicos para la difusión de la literatura, “Colectivo-Colectivo” es un grupo colaborativo de escritores con sede en Cancún formado en el verano del 2012, a raíz de la conclusión del Taller de Creatividad Poética de Gabriel Avilés Con un ánimo de Manifiesto, juvenil e irreverente, sus integrantes

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Presentada como un espacio editorial “que va por ruta diferente a la seguida por otros medios en Quintana Roo”, la Gaceta del Pensamiento es una revista que pretende dar cabida “a voces que por diversas razones han estado en silencio”. Es “un esfuerzo colectivo para ensanchar y mostrar el pensamiento que se genera en Quintana Roo (…), un espacio abierto que sólo marca restricciones en cuanto a la calidad de sus contenidos”. Dirigida por la escritora y poeta Zita Finol, en la Gaceta “tienen cita desde la política —como arte de gobierno— hasta el sentimiento artístico; desde la opinión que enfrenta dogmas y desafía costumbres, hasta el proyecto que tiende puentes al futuro; desde el clamor de las voces hasta la risa reflexiva”.

Corazón de poeta, un esfuerzo radiofónico para difundir la lírica A partir de la idea de difundir la poesía mediante la lectura en voz alta —y con el fin de elevar la calidad de la comunicación verbal mediante este género literario—, Emir Barrios creó en mayo de 2001 el programa radiofónico “Corazón de Poeta”, que se transmite bajo su producción y conducción en la frecuencia 105.9 FM. Este programa radial brinda recreación, educación e información sobre la poesía y sus autores y cada año convoca al auditorio a participar en el Certamen de Lectura de Poesía del mismo nombre. Promotora del foro de lectura en voz alta Por Favor Cuéntame un Cuento, catedrática universitaria y coordinadora de doce certámenes de lectura de poesía para niños, jóvenes y adultos, Emir Barrios entrevista en su programa también a poetas y músicos, realiza pastorelas en radio en donde participan estudiantes de la Licenciatura en Educación Secundaria de diversas especialidades y presenta libros de poesía de diversos autores, entre otras actividades.

(Redacción de TROPO con información de Alejandra Flores, Lizbeth Peña, Guillermo Talavera, Alicia Ferreira, Juan Carlos Serrano, Gabriel Avilés, Colectivo-Colectivo y Emir Barrios).


TERTULIAS

El sauce llorón Ana Aguilera

E

l día que murió mi madre, no lloré. Ella me había descrito como un roble, según me contaron terceras y cuartas y hasta quintas personas ese día, y cumplí con sus expectativas tan solo en esos momentos. Seguro me miró desde el cielo y pensó: “¡lo sabía!” Las lágrimas no llegaron, y no fue por falta de ganas. No fue tampoco por darle fuerza a mi hermana, frágil flor que finalmente es mucho más fuerte que yo, ni a mis hermanos con cara de shock y tampoco a mi padre que llevaba ya muchos días de cansancio y muchos años de tristeza acumulada y de dureza por hábito. Fue más que nada por enojo y rabia. Había viajado a verla en un interminable día con dos noches (¿o tres?) y la encontré dormida, aunque movía las manos como si quisiera volar. Era una mujer hermosa, inteligente y más viva que nadie que yo hubiera conocido, y encontré a la misma mujer hermosa, medio sonrosada y profundamente dormida, tal vez recordando las anécdotas que nos había

Ilustración: Chelo Bañó

contado una y otra vez de su vida pasada, o tal vez las melodías de su cancionero que nos cantaba con su pequeña y dulce voz en el pasillo, frente a nuestra habitación. En esos días en que estuvimos juntas, mientras dormía, le conté mis sueños, mis miedos, le canté las canciones que siempre me pedía, me reí y luego sentí como que fuera una grosería hacerlo. Salí a caminar y a conocer el lugar que había sido su hogar en esos años, con miedo de lo que encontraría cuando regresara. Comí rico y conocí a la gente que luego odiaría no por su manera de ver la vida sino por su modo de tratar la muerte. Era un lugar tan ajeno a mí… desde el doctor que nos daba las noticias sin azucararlas, sin el hábito de buenas maneras que tienen los doctores que conocemos por estos lares, sin tacto alguno, sin pensar en sentimientos, sin pensar en lo lejos que estábamos del abrazo de los nuestros, y así, todo lo demás. Las calles de la ciudad eran bullicio de colores y bicicletas, esa increíble ciudad de contrastes. En ella se encuentran pagodas rojas con dorado donde moran los guardianes, las típi-

cas pagodas de chinatown, junto a una casa tan inglesa que olía a té con leche. El río que cruza la ciudad divide esa mezcla de colores y sabores de la antigüedad de la otra realidad en China. Un mundo que remite a los supersónicos con edificios de espejos que terminan en esferas y formas extraña, donde se sorprende uno buscando coches voladores y robots. Y en esa tremenda ciudad, que en otro momento hubiera sido una digna aventura, esperé con ansias que llegaran la frágil flor y demás flora que enriquece mi vida, muerta de miedo, ansiosa y contando las horas y los minutos. Y llegaron ellos, cargados de los mismos miedos, las mismas ansias pero también con expectativas: muchos demonios y mucho bagaje. El silencio nos envolvió en esos cortos días larguísimos. Hablábamos, veíamos películas, oíamos música, vimos un show de circo colorido, sumamente teatral y muy oriental. Probamos comida exótica que incluía serpiente, fuimos de compras, aprendimos a regatear estilo Shanghai e incluso nos tomamos fotos. Pero el silencio era estruendoso. Muchos años después, veo la sonrisa en las fotos que

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tras

l uz

me tomé esos días y me pregunto cómo pude mover las decenas de músculos de la cara que hacen una sonrisa posible. El cansancio y la tristeza de esos días hacen que todo se convierta en humo incoloro y el bullicio en vértigo. Los chinos y sus tiendas de piratería con su frase incesante “come, come cheaper, cheaper”, la dificultad de comunicación que hacía de comprar hasta un papel de baño una experiencia de media hora de dígalo con mímica y las calles llenas de ojos rasgados, bicicletas y gente en pijamas, todo se vuelve un licuado agridulce. Y ella siguió ahí, bailando sus manos a su ritmo como queriendo decirnos algo en el idioma de los mudos, como si quisiera alcanzar algo o alguien, como si bailara un flamenco silencioso; y luego, al final, dijo: “¡no más, no más…!” En ese momento, la hermosa mujer dormida se convirtió en muñeca de trapo, llegaron las oraciones en masa que siempre he odiado y que entonces se volvieron insoportables. El mundo dio vueltas, y en esa lejanía me sentí marciana. Ya nadie escuchaba y todos hablaban a la vez, y el ruido se volvió ensordecedor. Llegaron los días de mareos eternos; me temblaban desde los ojos hasta las rodillas. Viajamos de regreso con la caja de su recuerdo, con su risa y sus canciones atrapadas en el corazón, sus anécdotas imperdibles colgadas en la voz y el cansancio eterno en los pies, en la cabeza, y en el alma. Y de nuevo las oraciones en masa retumbaron en mi cabeza como groseros tambores, pero las demostraciones de cariño fueron lluvia de verano para mis ojos cansados. Llegaron la música, los olores de mi niñez, los dolores de mi juventud. Regresé a la calidez de casa y volví a ver esas manos voladoras. Volví a verla dormida pero viva, y luego…, con la ayuda de esa música y esa lluvia de verano, el roble se convirtió en sauce llorón…

Insurrecciones José Antonio Iñiguez Narváez I Quieta en el campo amarillo de otra luz, fulgurosa por la nada que recorre, vibrante con sus ramas extensas y vacías, entre un leve vaivén y otro de locura, hecha de rumor y agua fofa... Vuelve la noche aquí lenta y triste, con un silencio de uñas afiladas.

II No es una mirada, es un pájaro herido por el día: ave con alas de metáfora, que sueña con mis manos entre pausa y frase.

III Ana Aguliera. México D. F. Reside en Quintana Roo desde hace 14 años, con estancias intermitentes en Playa del Carmen, Puerto Aventuras y Cancún. Adicta a la palabra, encontró refugio en la escritura, y libertad, la manera más fácil de volar y realmente hablar. Cartas, diarios de viaje y ensayos son sus eternos confidentes. Intérprete-traductora de profesión, siempre busca una mejor comunicación entre las personas que no hablan un mismo idioma pues vivió en carne propia el momento del silencio del no entendimiento.

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(Deseo postergado) Yo quería soñar bajo la sombra de unos ojos, había cantado tanto en el desierto la misma canción, que el dolor incendiaba mis palabras.

José Antonio Iñiguez. Poeta y editor (México, Distrito Federal, 1991). Desde el 2006 radica en Cancún. Ha asistido a los talleres literarios de Miguel Ángel Meza y Ramón Iván Suárez Caamal. Sus poemas han sido publicados en las revistas Almiar (Barcelona, España), Revista Ombligo (Tijuana) y El Humo (Querétaro). Actualmente colabora para la revista Internacional Microcuentista y dirige la revista electrónica de literatura Salvo el crepúsculo.


TERTULIAS

CRÓNICAS

DE AMBARLUNA Lorena Careaga Viliesid

Ll

egué a su casa como todos los viernes con el crepúsculo. Siempre provocador y paradójico, él querría que nos viésemos los lunes, días precisos, contundentes y apresurados, o los martes, extravagantes, inciertos, lánguidos, nada propicios, desde mi punto de vista, para los circunloquios del amor. Para romper con todos los trazos cotidianos, en ocasiones así lo hacemos, rescatamos del desdén a la descompasada jornada lunar o liberamos de sus cadenas al bélico dios marcial y entonces la semana entera se desconcierta, la noche se vuelve madrugada, la madrugada día, los relojes enloquecen y el desvelo se trastoca en sueño. Soy una convencida celebrante del lunes; sin embargo el viernes es no sólo un día que habla de finales y principios, de trabajo realizado y propósitos cumplidos, sino que nací en un viernes de madrugada con el Sol y el Ascendente en Virgo, lo cual si bien no es todo, dice mucho y me resulta por demás benéfico y prometedor. Llegué, entonces, a su casa como casi todos los viernes con el crepúsculo. Nuestros encuentros son el mejor momento de mi semana y vivo para ellos. Me vestí obedeciendo su conjuro: blonda púrpura interior, sobrio negro exterior, el dije de ambarluna que él me regaló y que jamás me quito colgando de una cadena de filigrana entre mis pechos. Me esperaba como casi todos los viernes en la puerta. Hoy, con una copa de vino tinto, escueta, simple. Intuí que me tenía una sorpresa, que me había preparado un banquete. Y habiendo como hay diversos tipos de banquetes, no me sorprendió y sí me agradó ver la mesa puesta para la cena, con los detalles

Daniela Palacios. "Beso de Eros y Psique". Aguafuerte. a los que él es tan proclive. Sería de seguro un festín, porque este hombre resuelve los retos gastronómicos con devoción casi religiosa, total concentración y un placer sin redención en la degustación de los sabores y olores de cada ingrediente. El banquete incluiría una conversación prometida, al son y sabor del vino, y si mi piel vibraba ya anticipando su invitación a mi deseo, mi mente saboreaba expectante la aventura de penetrar una vez más en el laberinto de sus remembranzas… Tropo Lorena Careaga Viliesid es antropóloga e historiadora. Su vida académica ha girado en torno a la historia de Quintana Roo, del Yucatán decimonónico y de la Guerra de Castas. Actualmente funge como jefa de la Biblioteca Antonio Enríquez Savignac de la Universidad del Caribe en Cancún, Quintana Roo. Ha escrito numerosos libros, ensayos y artículos en revistas especializadas, tanto de México como del extranjero.

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Norma García

Las fotos de estas páginas forman parte del proyecto de Norma García, “Pieles del Más Acá”, resultado de una beca otorgada en 2008 por el programa de Estímulo a la Creación Artística (Secretaría de Cultura de Quintana Roo y Conaculta).

Portafolio

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“Bello —al igual que expresiones similares como gracioso, bonito; sublime, maravilloso, soberbio—, es adjetivo que utilizamos a menudo para calificar una cosa que nos gusta. En este sentido, parece que ser bello equivale a ser bueno. De hecho, en distintas épocas se ha establecido un estrecho vínculo entre lo bello y lo bueno. Dejar atrás este artificio es una de mis motivaciones para explorar todo tipo de pieles y tratar de encontrar su belleza particular, su belleza poética por el simple hecho de existir, belleza que a veces no vemos a simple vista porque hemos asimilado que los cánones de los bello son solo las pieles bronceadas y los cuerpos delgados y torneados.” (Norma García)


Portafolio

Norma García Ordieres (México, D. F.). Reside en Cancún desde 1986. Primer lugar en el concurso “Por un Cancún Limpio”, para campaña de limpieza (1989). Se dedica a las artes plásticas desde 1992 (pintura y fotografía). Sus fotografías han sido publicadas en Tropo a la uña, Chicle, Gloss, Río Hondo y Gaceta del Pensamiento. Ha realizado seis exposiciones individuales y ha participado en múltiples colectivas. Tres veces becaria del Fonca, ha recibido los siguientes reconocimientos, entre otros: premio en especialidad de Vitral en 3a. Muestra de Creatividad en Cancún (2003); primer lugar en concurso de fotografía Fotographx en categoría digital; segundo lugar en categoría producto, y tercer lugar en categoría retrato (2006); primer lugar en concurso de fotografía Fotographx, en categoría blanco y negro, y segundo lugar en categoría digital organizado por Fujifilm y Graph X. (2007.), y mención honorífica en el concurso “Amor y Erotismo” (galería Amarte, Puerto Morelos, 2010).

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Epistolario Comparte Carlos Düring beneplácito por aprobación de Declaratoria “Cancún, ciudad abierta a las Culturas De América y el Mundo” Cancún, Quintana Roo, 3 de mayo de 2013. Queridos amigos: Me da mucho gusto poder informarles que después de larguísimo proceso, por fin el Cabildo del Honorable Ayuntamiento de Benito Juárez aprobó por unanimidad la declaratoria “Cancún, Ciudad Abierta a las Culturas de América y el Mundo”, presentada por mí. El documento aprobado será una herramienta de gran utilidad para la ciudadanía en general, pero en primera instancia para todos los que estamos involucrados y comprometidos con el desarrollo social, económico, artístico y cultural de la entidad, ya que la Declaratoria en cuestión se aprobó en términos de ley. Este hecho histórico reconoce a Cancún como la primera ciudad de América, que desde sus orígenes prehispánicos promueve el intercambio cultural no como un valor agregado al paisaje o a la industria turística e inmobiliaria sino como motor del desarrollo, el conocimiento, la calidad de vida de todos los habitantes y la paz mundial.

El documento oficial —alineado con los principios de la UNESCO— es para su conocimiento, utilización y divulgación, con la seguridad de que en él encontrarán los espacios y argumentos para enriquecerlo así como el respaldo —seguramente de gran utilidad— a los programas y proyectos que cada uno de ustedes están impulsando desde sus respectivas áreas. Como facilitador de esta iniciativa, quiero decirles que estoy plenamente consciente de que la aprobación oficial de la Declaratoria hubiera sido imposible sin la intensa labor que están desarrollando cada uno de ustedes en defensa de nuestro patrimonio y a favor del desarrollo artístico y cultural de la entidad. Por lo mismo, les reitero mi afecto, el mayor respeto y les envío un fraternal y fuerte abrazo. Carlos Düring Dramaturgo

La revista Tropo a la uña invita a la comunidad lectora a expresar sus opiniones en este espacio Cancún, Quintana Roo, 23 de mayo de 2013. Estimados Lectores:

A fin de mantener un libre intercambio de ideas, una plural reciprocidad de puntos de vista, el Consejo Editorial de Tropo a la uña invita al lector a hacer uso de este espacio, que ha sido concebido para dar cabida a sus opiniones, a la expresión de las dudas surgidas por los materiales publicados, e incluso a las inconformidades y polémicas generadas por los enfoques y gustos de los escritores. Sobre todo, lo invita a hacer suyo este espacio para emitir sus propuestas sobre los contenidos y temas que consideren deban tratarse en determinado momento, a fin de que este medio literario ofrezca cada vez más el producto cultural de calidad que nuestra comunidad merece. Las cartas pueden enviarse al correo-e que aparece en nuestro Directorio y no deberán exceder las 600 palabras, a menos que la argumentación o el desarrollo del tema comentado así lo exijan. Asimismo, es importante advertir que la redacción de Tropo a la uña se reservará el derecho de editar aquellos envíos que así lo requieran, en atención al medio literario en que se publican. Atentamente Consejo Editorial Tropo a la uña Revista del Centro de Creatividad Literaria

Solidaridad con nuestros compañeros escritores de Yucatán

P

or este medio, la revista TROPO a la uña se une a la petición de la Liga Mexicana por la Defensa de los Derechos Humanos, mediante la cual le solicita al gobernador de Yucatán, Rolando Zapata Bello, que “Gire sus apreciables instrucciones al Secretario de Educación para que el Jefe del Jurídico de la Segey, la Jefe de Recursos Humanos de la Segey, la Jefe de pagaduría de la Segey y la directora del Centro Estatal de Bellas Artes suspendan de inmediato las acciones violatorias del Código Penal, de las leyes laborales y de los Derechos Humanos en contra de trabajadores con antigüedad de 4 a 14 años en el sistema educativo adscritos al CEBA”. Según expone el documento de la Liga, el pasado mes de julio, un grupo de trabajadores del Centro Estatal de Bellas Artes (CEBA) de la Secretaría de Educación del Gobierno del Estado de Yucatán (Segey) “decidió ejercer sus derechos laborales de acuerdo con la ley y presentó su demanda de basificación ante el Tribunal de los Trabajadores al Servicio del Estado […] A partir

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de la fecha en que la Segey recibió la notificación de la demanda laboral, el Departamento Jurídico de la Segey […], con presunto respaldo del secretario de educación, puso en práctica una estrategia de `persuasión y convencimiento` mediante la retención del salario para que los demandantes retiren su demanda.” Como resultado de la citada extorsión, de trece demandantes originales solamente se mantienen tres: la profesora de Danza Mexicana Leticia Sánchez Vargas y los profesores fundadores de la Escuela de Creación Literaria Francisco Lope Ávila y Fernando de la Cruz Herrera. Conocemos la realidad de incontables trabajadores del Estado quienes año tras año, luego de cada renovación de contrato, sufren un retraso de meses antes de cobrar el debido emolumento que corresponde a su labor. Por esto, reconocemos el deseo de dichos profesores de ser basificados en seguimiento de las leyes laborales y levantamos la voz para que sus salarios ilegalmente retenidos sean liberados de inmediato.


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