TODOSADENTRO Nº 471

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plástica

sábado 20 de julio de 2013

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La muestra se inauguró durante la Filven-capítulo Barinas

Creación expontanea de una niña orientada por sus padres

su ejercicio pictórico: aproximaciones a la naturaleza y concretamente a un íntimo paisaje llanero. Los tres artistas (y de allí el nombre de la muestra) tematizan la ciudad (Herrera), la

Rastros de Barinas

cultura (París) y el entorno natural (Castillo y París), entrelazando sus propuestas para presentar alternancias que dan especial sentido al conjunto, sin menoscabo de la mirada y los dominios particulares. Luis Castillo nos trae unas hermosas esculturas en hierro, dos de ellas intervenidas con alambres y viruta metálica. Vegetales ferrosos estos de Luis, que son todas ellas contribución a una naturaleza específica: la del helecho agitado por el viento en hierro soldado y barnizado, o el de la materia bruta que aguarda la intemperie y el óxido. Igual, sus vege(me)tales tienen un correlato pictórico donde el color de los acrílicos horizontaliza y observa, como dice Miguel Antonio Guevara en el texto del catálogo, “un objeto vivo: el paisaje” de un llano visto desde arriba, desde el piedemonte. Mención especial merecen sus efímeras esferas transparentes de alambre, que subyugan la falsa dicotomía del hemisferio luminoso (del norte) versus el hemisferio oscuro del sur. Lo mismo

sus horizontes acrílicos, borran el arriba y el abajo a fuerza de formas y color integrados en los lienzos. Ronald París ofrece una suerte de (des)horizonte que busca estar en todas partes y en ninguna. De allí que en casi todos los cuadros lo compositivo esté demarcado del formato, casi como conjunto flotante. Es difícil no imaginar el horizonte, sin embargo, en esta amalgama geométrica del cubismo llanero de Paris, con elementos culturales que lo delatan: los instrumentos musicales (el cuatro o la bandola), el parrando, el sombrero y el ganado (es decir, la ganadería o el pastoreo) como leit-motiv entrevisto en el título de la serie: Tonos y tonadas. Se trata de una geometría fracturada o cubicada. Elementos paisajísticos: el sol y su graficada radiación, las aves, el cielo. Un pulso extraviado, como si a los planos cromáticos les faltase una justificación o un cerramiento más nítidos, nos hacen pensar que el color, o mejor dicho la pintura, se hubiese desparramado fuera de la voluntad del artista.

Vegetales ferrosos de Luis Castillo

Raúl Herrera da continuidad a exposiciones anteriores, Imaginarios urbanos, Tiempos urbanos: el tema de la ciudad. Si antes fue más “realista”, más (foto)gráfico, ahora totemiza e iconiza lo urbano como una totalidad. Algunas veces la ciudad de Herrera parece lanzada a un cielo cobalto, ocre o grisáceo; otra vez semeja, aún en la verticalidad del formato, una vista aérea (total, abarcadora), o el plano general de un arquitecto. Destaca el carácter pictográfico de ciertas texturas que se producen con la aplicación del acrílico a los segmentos de la composición, que le confiere a sus rasgos dibujísticos una suerte de rango escritural. “Su premisa sigue intacta (escribe Miguel Guevara sobre Herrera): no hay mayor creación del hombre como la ciudad”. Habría que decir: mayor creación del hombre que la ciudad, acaso sea la poética de la ciudad. Leonardo Ruiz Tirado / Barinas Fotos: Museo de Los Llanos


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