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Nuevas y Gratas Amistades

Nuevas y Gratas Amistades

Conforme la cita prevista a la que acudía la anciana, llegaron a las proximidades de un poblado muy lejano y bajaron en medio de unas casitas abandonadas pero que, esta vez, estaban repletas de locuaces señoras, unas más viejas que otras, pero que muy alegres esperaban a la ancianita con su compañera nueva. Después de abrazos de bienvenida, todas danzaron muy alegremente entonando unas y tarareando otras algunas canciones de antaño, y compartieron ricas degustaciones preparadas para este evento.

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A todas ellas les causó enorme alegría la presencia de la bella joven, quien a su vez actuó con condescendencia y demostraciones de cariño, cosa que para muchas de ellas era extraña ya que no habían tenido una ocasión como esta en la que alguien, siendo tan joven, congeniara con ellas y fuera tan agradable. De modo que, una más que otra, hasta luchaban entre sí por su compañía y

expresaban sus deseos que en los eventos próximos la anciana, nuevamente, lleve a su compañera, de forma infaltable.

En los bailes se formaban ruedos estruendosos por las risas, aplausos, gritos de alegría y hasta silbidos con que festejaban el placer de reunirse. No hacía falta ninguna música ya que con sus cantos y bullicio suplían a cualquier orquesta, siendo nuestra bella la que, con sus aires salerosos y bailes aprendidos en sus mejores días, hacía las delicias de las asistentes. Les entretenía con relatos, chistes, simpáticos gestos, remedos, pasos de baile que las ancianas desconocían y hasta tonadas nuevas que iban aprendiendo a costa de repetirlas una y otra vez, hasta que casi llegó la hora del aparecimiento del alba en que tuvieron que apresurarse para retornar a sus hogares respectivos.

Luego del agradable descanso y un ligero desayuno, la anciana mostró hacia bella su agradecimiento ya que con alegría tarareaba algunas melodías aprendidas esa feliz noche,

viéndole como rejuvenecida, ya que recogía leña, se proveía de agua, recogía productos para una buena comida, atizaba el fuego del fogón, y más actos que sorprendieron a bella, que más bien se quedó en su lecho hasta más tarde, con un poco de flojera para levantarse.

Se hizo costumbre para las viajeras desplazarse en búsqueda de nuevos saraos de sus amigas, fiestas inolvidables donde la invitada de honor era la más tierna y bella joven que hacía las delicias con el canto, el baile y sus diversas maneras de entretener que las viejas retomaban energía para sacudirse con mayor fuerza y alegría, hasta quedarse casi agotadas, rendidas de la alegría. De esta manera, ella conoció el norte, el sur, el este y el oeste del mundo entero y satisfizo su ansia de conocimiento, por lo que gustó de aprovecharse de su magia para conocer personalmente los pueblos y ciudades que estaban en su mente, guardando todos los preceptos enseñados y recomendados por su salvadora y ahora la amiga inseparable.