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Suplemento Número 1

Literatura, arte e ideas

2013

Octubre Arte

El complejo del urinario Avelina Lésper ÎP/2

Poesía

Poemas de Natalia Lara

ÎP/6

Ensayo

La caricia del anticristo revisitada

José Carlos De Nóbrega ÎP/4

Columnistas

Entrelibros Francisco Arévalo

ÎP/3

Lecturas de papel Juan Guerrero ÎP/8

Anotaciones del becario Brigido Franeites ÎP/5

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Arte

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El complejo del urinario Avelina Lésper

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Avelina Lésper. Escritora, crítica de arte. Mexico City, Distrito Federal, México. Su página es: www.avelinalesper.com

a raíz es la misma, complectere, complexum, abarcar, conectar. La palabra complejo se utiliza indiscriminadamente para calificar a algo que está fuera del alcance de la comprensión y también para señalar un estado de la persona que “sin ser negativo, tiene consecuencias negativas” según Jung. El acomplejado es víctima de un complejo, padece una inferioridad, real o subjetiva, y la hace una parte fundamental de su per-

Fountain, Marcel Duchamp

Marcel Duchamp

sonalidad. Este complejo se supone interesante y complicado para Jung que lo estudió, y le pronosticó innumerables formas. Es un patrón de emociones, memorias, percepciones y deseos organizados alrededor de un tema en común. Es incompatible con la conciencia, y sin embargo modifica el comportamiento. En el arte han explotado esta palabra, por cada manifestación artística que se demuestra sin inteligencia y sin calidad

de realización, existe algo complejo que siempre está fuera del entendimiento del público. Es tal su necesidad de argumentar que los objetos que tenemos enfrente de nosotros no son lo que parecen y que detrás de ellos existen diversas ideas que no son apreciables, que esto se ha convertido en una neurosis colectiva que afecta a la academia y artistas VIP. Las obras se presentan igual que un complejo psiquiátrico, las ideas que les dan forma no aparecen a la luz, están digamos, reprimidas, ocultas, y para salir a la superficie visible necesitan de la intermediación curatorial que funge como terapeuta. Para Jung el “poder del complejo” puede ser tal que se comporte como “seres independientes”. Es justamente lo que sucede con un texto curatorial, que es donde reside gran parte de la ficticia dificultad de la obra, se comporta de forma independiente, al grado que puede versar sobre un objeto u otro, sin que el texto se vea alterado y mucho menos el objeto. La necesidad de complejizar lo simple está en hacerlo interesante. La presencia operativa de la obra está determinada por su grado de complejidad que se debe traducir como la gravedad del complejo. Si rechazamos la existencia de este complejo, es decir las ideas, emociones, estados mentales y una serie de fantasmagorías que se encuentran dentro de la obra, un tubo de luz de Dan Flavin o una sesión de ruidos, ésta carece de interés. Al artista, los curadores y la academia les traumatiza que nos neguemos a ver lo que no existe como real o tangible, porque entonces las obras no son complicadas y en cambio sí son productos acomplejados. Estas obras son víctimas de

Sherrie Levine, Fountain (after Marcel Duchamp) 1991

Al artista, los curadores y la academia les traumatiza que nos neguemos a ver lo que no existe como real o tangible, porque entonces las obras no son complicadas y en cambio sí son productos acomplejados.”.

su propia insignificancia, que se manifiesta como una minusvalía. El artista se sabe en desventaja, conoce sus limitaciones técnicas y creativas, y en lugar de superarlas hace de esta inferioridad e indefensión, su defensa. Afortunadamente la psiquiatría está abierta a nuevas formas de complejos y siguiendo el estilo arquetípico junguiano, podemos diagnosticar que la academia y los artistas padecen en su psique colectiva el “Complejo del Urinario”, con las siguientes características: Afirma que la obra no es entendida. Cree que es una eminencia que está por encima de los demás. Incapacidad de explicar

con claridad lo que quiere decir. Siente que sus objetos y teorías están subvalorados. Exige atención constante sobre sus objetos e ideas aunque no sepa bien de qué se tratan. Asegura que sus obras poseen una misión especial y salvadora del mundo. Rechaza sistemáticamente a la crítica. Señala a los que no lo apoyan como sus enemigos. Padece alucinaciones, ve en sus objetos elementos que nadie ve. Sufre la indiferencia hacia sus obras. Sostiene que hay un complot en su contra. Copia o roba compulsivamente la obra de otros. Los espacios terapéuticos que el artista, la academia y la obra reclaman son el museo y la galería, y el tratamiento es la consagración y la fama. Un complejo se tiene que resolver, pero en el arte VIP, video-instalaciónperformance, éste es su razón de existir. El “Complejo del Urinario” hace que la persona pierda el sentido de la realidad, que sus argumentos sean emocionales no racionales, por eso las obras carecen de sincronía entre su presencia física y su discurso intelectual. Seamos benevolentes y permitamos que las debilidades de las obras sean sus valores artísticos.


Entrelibros Francisco Arévalo

N

o quiero referirme a Juan Nuño como si hablara de alguien a quien hay que respetar pedagógicamente. Quiero referirme a él como el pensador explosivo-reflexivo que nos acostumbró con su manera cáustica a tratar los diversos temas que tocó en su fecunda existencia. Siempre le queda a uno revoloteando en la cabeza su sentido particular arbitrario de abordar la filosofía, no esas tonterias que muchos pretenden se le de rango de amor al saber y no dejan de ser escarceos, simples balbuceos ante un mundo alejado de las complejidades mundanas, sumido en las facilidades tecnológicas que a la larga le da más poder a las corporaciones de la información y sus intereses de control e idiotización colectiva, que a la larga es el poder literal, auténtico e innegable. Para él era difícil el papeli-

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Columnistas

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Juan Nuño to de convencido, pues era común que descubriese las costuras con que está zurcido el poder, si estuviese vivo tendría tela para cortar en abundancia, remendar el cielo ante tanto pirata o corsario que rebuzna revestido por los votos del populismo infuncional que cada vez toma más cuerpo en Latinoamérica, asomados tambaleantes al abismo, sin caer, que es peor que estar en el fondo, porque estando en el fondo se busca la salida, en los bordes del abismo se está en vilo, que es la misma vaina a estar en coma y en ese estado podemos ver pasar varias decadas y el ciclo de vida de una generación que se está acostumbrando a la sobrevivencia, que es igual a precariedad, estado de abandono, con una manera de comportarse que se levanta en el viboreo y la ausencia de solidaridad, enemiga del conocimiento real con sus vertientes que ayudan a salir de dudas o

incertidumbres que es una de las razones más hermosas con que nacemos los humanos . Esa es la cara más visible del poder político actualmente, donde la guinda de la torta es la corrupción y la banalización de la misma. Leer a Nuño para mí es reivindicar el razonamiento ante el desastre, alguien por estos días me dijo que yo conceptualizaba mucho y estaba alejado de la práctica, y me pregunto si en estos tiempos de degradación política le es permitido a uno razonar y ser escuchado, no oído que es diferente y se come diferente también, estamos en los tiempos en que los victimarios se convierten en víctimas y viceversa, donde el ruido nos está alejando del convencimiento que puede traer consigo el lenguaje utilizado como vía civil, como mecanismo que nos permita dirimir los comportamientos que nos hacen seres con capacidad

de comprender el mosaico de posibilidades que nos ofrece el ciclo existencial. Las sociedades se dislocan, se joden, cuando pierden los canales que las comunican, véase el ejemplo del mundo árabe : Siria, Egipto, Irak, Afganistán, Libia y paro de contar, todo radica en falta de comunicación de quien las dirige y la mayoría fracturada que no logra levantar un mapa claro de mediana prosperidad porque perecieran vivir en la mitológica Torre de Babel, creyéndose dueños de una verdad alimentada de soplidos, intenciones convertidas en códigos de vida, bueno decir que las buenas intenciones no preñan, se necesita repensar un mundo ido de las manos, pensar en serio, tolerar hasta donde mas se pueda porque al final Juan Nuño descubrió lo que a muchos nos ha costado descubrir, la maldad del ser humano esta presente hasta en los actos mas

inocuos, pero eso no es un motivo para erigir un muro de los lamentos en honor al pesimismo, salida fácil de mucha gente que se dice pensar en serio y no son mas que unos derrotados, habladores de tonterias convencidos que lo mas cercano es el fracaso, que es diferente a otros que viven en el eterno presente de las falsas ilusiones. Con este introito lo que les quiero es decir que eso de pensar no está al alcance de cualquiera, se necesita disciplina y sobre todo sentido de asombro y manejo saludable de la duda y la incertidumbre, Juan

Nuño era un Maestro en esos aspectos. 200 horas en la oscuridad y otros escritos sobre cine. Juan Nuño. Edición a cargo de Bid&co.editor, Dirección de Cultura UCV. Colección Intramuros. 430 páginas. Quien quiera al cine, lo apasione lejos de la sencilla distracción, tiene que leer esta reedición cuya curaduría está a cargo de la hija del autor: Ana Nuño. Las películas clásicas pasan por la visión escrita de este singular filósofo, releyéndolo me recordé de otro libro icono que es una referencia en la crítica de cine: Arcadia

Sueños a mediodía Roger Vilain

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ay quienes piensan la vida como algoritmo, o ecuación, es decir, fórmula prefigurada que transitamos partiendo de A con ánimo de llegar a B. Y se acabó. Menuda forma de atravesar este valle de lágrimas, o de alegrías, o de las dos según se vea. En lo personal me gusta andar caminos que sin duda complican las cosas pero terminan obsequiando trozos de felicidad que para qué te cuento. El asunto exige una dieta a contrapelo de cuanto aparece en el diccionario, en las escuelas, en los libros de Coelho y demás recetarios por el estilo. Para medio mundo hurgamos, registramos, intentamos aprehender esto que llamamos existencia porque somos bichos capaces de pensar. La razón, entonces, como faro, Descartes transfor-

mado en sumo sacerdote y punto: el saber llegando por añadidura. Me parece que la savia de lo que nos rodea, de la vida hasta su último filón llega además en función de otros modos de escudriñarle la nariz. Otros mucho más asombrosos, eficaces, enriquecedores. Para demasiada gente existir es respirar tranquila en la chatura de sus días. Piensan, claro, luego existen. Yo incluyo en el asunto a la fantasía monda y lironda. Los sueños, la imaginación, lo que tantas veces se esconde debajo de la alfombra es también una manera de buscar, es otra ruta de aproximación a lo que vamos siendo, ojo fabuloso que despliega mil y un horizontes imposibles de contemplar si lo desechamos sólo porque las actividades cotidianas hacen de la razón deidad única y totalizadora.

Creo que la imaginación es una cantera de pen-

samiento extraordinario, los sueños una callejuela

con mucho que decir a propósito del conocer, la fantasía un mecanismo de relojería sin parangón a la hora de vislumbrar facetas, perfiles, rostros nuevos del vivir incapaces de dibujarse a plenitud cuando nada más utilizamos para ello el herraje de un puñado de neuronas haciendo sinapsis cartesianamente. Qué va, no somos bípedos razonadores: en verdad somos animales que sueñan, lo cual es bastante más ambicioso y divertido que andarse por ahí como si con lo primero obtuviéramos de golpe las llaves del Paraíso. Desde que nacemos la mayoría se empeña en acabar con el iluso que llevamos dentro, estupidez que procura seres de lo más formalitos, adultos planchados y almidonados buenos para despellejar los días y las semanas a

fuerza de cruda razón pero castrados para dar un paso más: correr a sus anchas por otros recovecos, justamente los que exigen usar el lado oscuro del cerebro, tomarse unos tragos con Dionisos, levantarle la falda a ciertas damas circunspectas. La verdad es que poco aprendemos a soñar. Poco hacemos por darle una palmadita en el hombro al niño que en el fondo puede hallar nido en nosotros, al punto de que la realidad termina cuadriculándose en función de un arcoiris blanco y negro. Triste, muy triste, pero cierto. Prefiero el mundo como ovillo. Me gusta verme como gato zaranjeando ahí, maraña de estambre y pelos y descubrimientos. El mundo, desde luego, sin corbata y sin paltó. En eso creo de cabo a rabo. Cada quien con sus vainas.


Ensayo

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La caricia del anticristo revisitada José Carlos De Nóbrega

Todavía hoy estoy persuadido de que la mano que escribió “El Anticristo” rozó por un momento, en un claro atardecer de otoño, al que sería autor de la “Historia de Cristo”. Giovanni Papini, Pasado Remoto (1885-1914).

José Carlos De Nóbrega (Caracas, 1964). Narrador, ensayista, traductor. Licenciado en Educación, Mención Lengua y Literatura, por la Universidad de Carabobo. Maestría de Literatura Latinoamericana (Universidad Pedagógica Experimental Libertador). Ha publicado Sucre, una lectura posible (Universidad de Carabobo) y Textos de la Prisa (Gobernación del estado Carabobo) en 1996; Derivando a Valencia a la Deriva (El perro y la rana, 2007. Premio Nacional del Libro 2007) y Salmos Compulsivos por la Ciudad (El Perro y la Rana, Letralia, 2008). Redactor de Poesía y colaborador de Tiempo Universitario.

SUCEDE lo mismo… / Se repite el enigma // a la menor llovizna / la tristeza se enciende / y quema lejos // como la lámpara del Cínico. Freddy Ñáñez, Siempre en Invierno.

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a certeza sólo se justifica en la precariedad del soporte que nos tropieza, esto es la carne expuesta a los juegos equívocos del lenguaje que aún perturban a la humanidad. Pisamos en falso día a día, no obstante nuestra terca militancia cultural que descansa en Occidente. Friedrich Nietzsche (1884-1900) nos tira salvajemente de las patillas, la barba o las orejas: No hay ningún estado de hecho, todo es fluido, inaccesible, huidizo; lo más duradero, son nuestras opiniones. El Orden se desmonta en el imperio de la irrelevancia, el caos y la apostasía. No importa que el status quo transite del fetichismo religioso a la plusvalía capitalista. La indagación o aproximación en torno a Nietzsche quema aún el velo del paladar, pues su afán filosófico se ha prestado por igual a las más intensas polémicas, injustas especulaciones, ridículas supercherías, e incluso magníficos acercamientos. Por fortuna, “Nietzsche: la moral como envenenamiento. Metafísica, historia y nihilismo” (primera edición bajo el sello de Fundarte, 2010) de Nelson Guzmán, reeditado por el CELARG (2013), nos lo presenta en una prosa transparente y accesible que mueve una (re)lectura atenta y harto interactiva. Este diálogo filosófico, vital y estético a calzón quitao que ambos sostienen, evidencia la desnudez moralista y el despropósito de la burguesía, sus diáconos y pontífices academicistas. La embriaguez que conduce a una pulsión comprometida por la vida, desdice no sólo al mesia-

nismo religioso y político, sino también a un racionalismo extremo que fracasa en cosificar la legión abstrusa de adentro: Los deseos serán planteados como irresponsabilidad, el lenguaje debe saber gobernar al cuerpo, a los instintos. La palabra controla y domestica al hombre por las leyes, el fundamento se pierde en nombre de la formalidad. Por lo pronto, este libro ganará lectores agradecidos en virtud de su cualidad objetual que apunta a la exquisita colmena, no a los archivos o nichos esterilizantes. Nelson Guzmán nos obsequia uno de sus libros más diáfanos, no en balde su compleja estructuración conceptual. El Decir provocador y radical de Nietzsche que abomina del Canon Occidental, se comenta en un tono conversado que nos recuerda a Alejandro Rossi en su plenitud expresiva (por ejemplo, su semblanza al filósofo español, “transterrado” en México, José Gaos). El discurso argumentativo, pese a su cariz flemático y calmado, se apoya en la polivalencia y el virtuosismo: La voz asume roles que comprenden al presentador, el relator, el comentarista y el benévolo traductor. Resulta sorprendente que el tratamiento que se le da a tan controversial pensador, se lleve a cabo en el ejercicio de la palabra depurada y tocable. Notamos, en especial, el encadenamiento de oraciones cortas y precisas que vindican el cultivo del aforismo: El hombre sigue inmerso en el pantano de la hipocresía. Para Nietzsche el cristianismo se ha opuesto al desenlace fatal que debe traer la sinceridad. De manera que el lector de a pie, independientemente de su condición académica, pueda acceder y participar sin dificultad en esta apasionante conversación de sobremesa. El acercamiento de Guzmán a la obra de Nietzsche, excede el ámbito filosófico y académico: Trae consigo el entusiasmo inherente del discurso poético. Redunda en una

lectura lúdica y respetuosa que va de un poeta a otro. La captación, la paráfrasis creativa, la falsificación de la voz ajena y la interpretación de los textos, obedecen a un espíritu comunitario y dionisíaco. Disfrutemos, pues, de esta muestra inobjetable: Nietzsche está hablando de las posibilidades de las metáforas, reside fuera de esa técnica de producción de conocimientos que es la razón. Nietzsche prefiere sucumbir al deleite de la palabra, a la posibilidad de creación, de la invención. Por tal motivo, la transparencia e inmediatez del discurso ensayístico es la vía más válida y pertinente para abordar el pensamiento complejo, contradictorio y explosivo del filósofo alemán. La exploración de una estructura reticular no fracasará en el armatoste barroco, por el contrario, nos complacerá en la belleza conmovedora del trazo y el tratamiento primigenio del color en el texto. El confesionario, parafraseando a Gracián, es la instancia que nos permite leer y comprender a los hombres. El poeta y filósofo Nelson Guzmán no realiza una apología ni una requisitoria falaz a Friedrich Nietzsche que lo pervierta en una exegesis puritana. Halla su contentamiento en una exposición crítica y sentida a su obra; nos invita gentilmente a pasear por sus libros más imprescindibles, auscultando su carnadura en la musicalidad templada del río. El efecto roza -¡acaricia?- lo transgenérico y lo sinestésico, tal como lo ejemplifica Juan Calzadilla: A ras de la cordura, va de regreso el ángel de la espada infinita / sedienta detrás de las aguas del deslave de ayer. Aspectos puntuales del pensamiento nietzscheano como la voluntad de poder, el superhombre, el eterno retorno y la genealogía de la moral, son tratados con suma claridad en tanto manifestación insurgente, prevaricadora e iconoclasta en contra de la cultura occidental. El propio Nietzsche nos comenta

uno de los principios de su ars bélica: yo no ataco jamás a personas, -me sirvo de la persona tan sólo como de una poderosa lente de aumento con la cual se puede hacer visible una situación de peligro general, pero que se escapa, que resulta poco aprehensible. Por supuesto, se trata de destruir el Templo Pío de la religión y la razón cartesiana, con su intoxicación ideológica, metafísica y filosófica. He allí la posibilidad del nuevo orden por venir, más allá del bien y del mal. Si lo sabrá el comentarista conspicuo que es Guzmán, desprendido del necio egotismo catedrático: Los valores ancestrales nada aportan en el desciframiento de la nueva vida, desde esa vertiente no hay otra cosa que la resignación, se ha señalado al asno como un animal afirmativo que no sabe sino decir sí y que lleva en su lomo todo el peso del mundo. Lo cual nos retrotrae el cuento “El Catire” de Rufino Blanco Fombona, indagación que se solaza en la vileza del peón catirrucio que tortura al borrico untándole la manteca del tigre. De lo que se desprende la necesidad de ahogar la cultura decadente y reactiva en su propia sangre. Nietzsche y Guzmán coinciden en la urgencia de la tarea, sólo que difieren en lo correspondiente al instrumental de la guerra: en el uno prevalece el tenor incendiario e infamante proclive al voluntarismo filosófico y afirmativo; en el otro importa la conciencia de clase como constructo colectivo y proletario a la luz del materialismo dialéctico, lo cual reconviene a la nobleza elitista del superhombre. Sin embargo, ambos se reencuentran en un afán crítico que liquide la servidumbre humana de manera definitiva: A ese mundo trivial es a lo que Nietzsche propone renunciar. El hombre se ha convertido en un repetidor de virtudes, los hombres copian la manera como sus amos conciben la vida. A esa conducta la llama Nietzsche decadente puesto que no hace sino

repetir la tradición cultural “Yo sirvo, tú sirves, nosotros servimos”. La moral occidental, de arraigo judeo-cristiano, instituye la subcultura de la debilidad a como dé lugar (hasta el punto de someter a los aliados, v.g. algunos gobiernos europeos que doblan hoy la cerviz ante el Imperialismo histérico y enfermizo). El hombre rebelde había muerto bajo la domesticación impuesta por los libros sagrados, los discursos autorizados, el deber ser y el soso revisionismo que apuntalan la supremacía moral de los pocos sobre los muchos. Configuración del mundo pobrísima que se registra de esta manera: El hombre que anuncia Platón en la República no ve, vive reducido a las tinieblas. De allí que la prudencia platónica haya expulsado a los poetas de su Paraíso Artificial, sucedáneo poco convincente del Olimpo idealista. El Decir poético se forja su orgía y ágape dionisíacos a contracorriente de lo establecido: Entre tanto la palabra poética aguardó su turno y su tono para salir de sí, para dar a conocer al homoterapéutico que ha hecho reverdecer su césped utilizando su propio abono y condumios. No nos sometemos a coreografías contranatura que nos uniformen y resequen. Celebramos lo caótico y lo contingente en la danza rota que sacude a la aurora. Nos jactamos, acompañados por el poeta Ludovico Silva, de las sombras que reafirman la personalidad propia. En resumidas cuentas, valga una auténtica y gustosa invitación para nadar y bucear en las aguas cálidas de este precioso libro. Su autor, al igual que Tiradentes –precursor despedazado de la independencia brasileña del siglo XVII- y Doc Holliday –dentista tísico, apostador y pistolero temible del siglo XIX norteamericano-, les sacará las muelas y experimentarán al punto un arrebatamiento cuasi alucinógeno pero reconfortante. Les garantizamos que no se quedarán varados y embalsamados en el viaje.


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Narrativa

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La decisión Morelva Oropeza Gragirena

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Morelva Oropeza Narradora, poeta venezolana (Coro, Falcón). Es licenciada en educación, mención lengua y literatura, con post-grado en literatura venezolana por la Universidad de Carabobo. (UC).

ntonces y como el mundo le parecía demasiado aburrido, la mujer tomó la firme decisión de establecer comunicación con los muertos. Antes se había perdido en algunas historias caballerescas y una que otra leyenda hagiográfica, como la del Caballero Zifar con cuyo personaje se había identificado plenamente. Después, ya fastidiada de esas historias, encontró en el frívolo mundo de las novelas de televisión el alivio, el escape perfecto, para lidiar con aquel insípido asado de hospital que era su vida. Fue así como pasó meses seducida por una telenovela retransmitida en la cual dos inmigrantes italianos se enamoraban perdidamente, teniendo que sortear las vicisitudes propias del amor, así como las horrendas artimañas cometidas por una mujer de una dureza pétrea. La mujer llegó a enamorarse perdidamente de la trama y del amor que se profesaban aquellos dos jóvenes, según ella, a prueba de pestes, incendios y torturas chinas. La fascinación que la embargó

mientras veía el capítulo 14, la llevó a tomar la determinación de grabar los capítulos sucesivos, para luego reescribirlos y con ello incursionar en la difícil tarea de proponer otras salidas a los conflictos humanos. Con la finalidad de conocer acerca de los pormenores de la grabación, de la trayectoria del autor y de verificar los datos históricos de aquella maravilla en la cual lo pulcro de la escenografía, lo verídico de la fotografía y el impecable vestuario respondían perfectamente al mundo de finales del siglo XIX, se embarcó en algunos viajes al país donde habían sucedido los hechos y realizado las grabaciones, algo que complementó con la lectura de libros y enciclopedias de Historia. Pronto su habitación estuvo repleta de cuadernos, notas, afiches, textos, y cuanto documento se hubiese escrito acerca de aquel prodigio y de su autor. Así, supo que la novela había sido objeto de varios galardones, fuera y dentro de su país, entre los cuales destacaban dos de las más importantes es-

Brigido Franeites

2.- Consiga un libro. Ya sabe esos objetos por lo general rectangulares que tienen hojas escritas por ambos lados en letra de imprenta, verifique que no estén vacías ya que entonces es un cuaderno no se confunda, sea sagaz. Si es algo tacaño para comprar un libro vaya a la biblioteca pública y que le presten uno, pero devuélvalo para que no pase por pillastre.

3.- Ya con el libro en la mano no le de vergüenza ni lo esconda, que la gente se lo vea y se mueran de envidia. Aquellas personas que le conocen dirán que está tostao o requeteloco, o loca según el sexo no del libro, sino el suyo. Otros lo verán como esas cosas inútiles que llaman intelectual. Los conservadores de siempre lo ficharan como una terrorista que guarda luto por Bin Laden. Sea firme y con orgullo lleve su libro en la mano, además malandro no roba libro, sino celular. 4.- Ya con el libro en su poder colóquelo en la mesa con sumo cuidado (no tanto, ni que fuera una bomba). Si no entiende ni papa y cree que

cuya simpleza y carencia de moraleja, le hacía más fácil de sobrellevar la vida. Mas, cuando ya se acercaba el final y puesto que los finales invariablemente implicaban cierto cuestionamiento a la imaginación del autor, súbitamente abandonó la actividad y con ella varios cuadernos de la novela reescrita. Para ese tiempo ya había platicado y se había bebido unos cuantos cafés con Boyle, y ya sentía un especial, aunque inconciente interés por el inframundo y por esos personajes que eran pacíficos dueños de algo cuyo misterio siempre le había inquietado. No tardaría en llegar el momento de tomar la decisión. Sucedió la noche de un pertinaz aguacero en que la luz eléctrica se había ido y en medio de la tormenta, escuchó al gato maullar. Su instinto la llevó a asomarse por la ventana que daba al patio por donde vería al felino en los altos muros, tratando de huir del agua, aparentemente forcejeando con una fuerza invisible. La mujer se hizo del impermeable, se puso las botas de invierno y salió con la vara de

limpiar los techos a modo de hacerle un puente al pobre animal que estaba empapado. Únicamente se oía la lluvia precipitándose sobre el mundo cuando, a ello, se le unió una melodía lejanamente familiar. El sonido del clarinete, seguido del trombón y luego el del xilófono ocultaron el del agua, iluminando, además, el lugar como un relámpago. La mujer por un instante se olvidó de Mío, tiró la vara al charco y dejó la cabeza a la intemperie para buscar el origen de la melodía: de dónde… De dónde… Entonces volvió sus ojos a lo alto. Allí, bajo el aguacero, en color gris y sepia, estaba Johanna Spyri, sentada en el muro, sujetando fuertemente la cola al gato… Y como hiciera en vida, guardando su alma del ojo ajeno, en un antiquísimo gesto. La mujer intentó entrar al interior y preparar café para dos. Pero la detuvo el silencio reverencial que hizo el trombón y luego el clarinete para dejar oír, cuál manifestación de infantil ninfa, una voz que a capela emplazaba: abuelito, dime tú.

Mínimo manual para leer un libro

Anotaciones del becario

1.- Si jamás ha visto un libro busque asesoría urgente. En Google puede encontrar fotos sobre el aspecto y si es perezoso para buscar hable con algún profesor universitario que ellos deben tener alguna noción de lo que es y para que sirven.

tatuillas cinematográficas internacionales, así como el Nobel de Literatura y el de Química. El impacto que esto último causó en ella la mantuvo desvelada durante varias noches, no sólo por la imposibilidad de establecer un vínculo entre la Química y el infausto hecho de que miles de italianos cruzaran los mares para ser esclavos en el “novo mondo” (fondo histórico de la novela), sino porque cuando se fue a dormir, al pie de su cama, pudo ver a Robert Boyle iracundo hasta el verde aceituna, zapateando sobre el piso de madera como un niño malcriado. Esa noche, accidentalmente, además de su insomnio, comenzaron a tener lugar sus experiencias paranormales. Sin embargo, no prestó mayor atención al evento, rescatando de él lo más relevante, y esto era que gracias a ese hecho fortuito, Boyle había librado del entumecimiento que le había causado la muerte, luego de lo cual ella retomó el hilo de la sua storia. Durante siete meses y 7 días, la mujer se mantuvo envuelta en las redes de aquella trama

está escrito en un lenguaje extraterrest r e n o s e alarme es que colocó el libro alrevés. Déle vuelta en 360 grados. Ahora ábralo. 5.- Sabe leer ¿No?, era sólo para verificar. Los libros se dividen en muchas categorías, espero que no haya elegido El Capital de Marx o El Ser y la nada de Sartre, porque antes de comenzar ya está frito. Lo suyo no es la literatura complicada ni gruesa, a lo sumo un libro de cien pá-

ginas. El Principito estaría perfecto, además tiene dibujitos. Bueno y que espera empiece a leer. 6.- No lea las solapas ni las tapas, deje la trampa para los políticos de oficio. 7.- Si ha logrado llegar a la última página está listo para leer otro libro (no arrugue la cara ni frunza el ceño ni se ponga bravo) así es la cosa: cada día

se publican millones de nuevos títulos y si sólo pensar en eso le produce vértigo y retortijones en el estomago esta a punto de convertirse en un caso perdido en eso de convertirse en lector. 8.- Para proseguir un clásico no le vendría ni malo. No me refiero a Mozart ni a Wagner, sino a esos libros sin tiempo, pero que al leerlos parecen escritos esta mañana. No le recomiendo Doña Bárbara ya que ese es el libro de las mises y cualquier mentecato de la farándula nacional. Pruebe con Tío Tigre y Tío Conejo

de Antonio Arraiz, donde los animales adquieren los horribles comportamientos de los seres humanos, porque en verdad los animales son mejores y más buena gente que muchas personas. 9.- Sugiero que ingrese a un Club de Lectura, sino consigue uno, cree uno y meta a sus amigos aunque estos sólo lean las comiquitas dominicales o la gaceta hípica. 10.- Le digo que leer libros no le ayudará ni le servirá para nada práctico en la vida, pero la lectura le ayudará a fortalecer y darle forma humanística a su alma y como dice Savater: “Y sin alma de nada sirven conocimientos ni destrezas”.


Poesia

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«Hambre inmensa como bocanada de vacío».

Ana Enriqueta Terán

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Poemas de

Natalia Lara

DESEO ANTIGUO Alguna mano enciende los faros recónditos bajo mi frente se impregnan de rocío sus tupidas ramas. Siento los pies del árbol milenario sobre el vientre caer como un niño escondido juega entre temblores melosos. Sus uñas exprimen los frutos de alboradas ambiguas en los gajos de polvo y cabecea la cumbre de mi olfato. Desde la grieta extendida en la planicie fibrosa palpo sus manos y su lengua poblada de pliegues. Un ombligo zurcido muestra el contorno de su materia brillante. ¡Níveo aroma en el ocaso cruzando fulgores silentes! En la claridad de este claustro –que es mortajamis pasos se pierden buscando su idioma de savias Natalia Lara. Escritora venezolana (1978). Reside en Puerto Ordaz, Bolívar. Es contador público de profesión. Se inició en la danza a principios de los años 90. Formó parte del grupo literario El Círculo Impreciso (2011). Cursó talleres auspiciados por la Sala de Arte Sidor, a cargo del poeta guayanés Francisco Arévalo. Ha publicado sus escritos en diarios de circulación regional del estado Bolívar y en otros, tales como El Venezolano y El Periodiquito (Maracay). Ha participado en diversas lecturas poéticas. Sus textos han aparecido en Zona de Poetas y Grupo Literario Da Capo a nivel de redes sociales, y han sido leídos en programas de radio argentinos en las emisoras FM 89.3 Radio Gráfica y FM 93.9.

tras el oriundo manto de la noche. “Cómo quisiera bajo la tibieza de tu piel perder la conciencia.” Isabel Velasco No puedo hablar de vos aunque quisiera… No puedo hablar de vos aunque quisiera imantar el vientre irisado al ilapso impudente que desata la ebriedad copular de tibios labios.

“Pendant que les fonds publics s’écoulent en fêtes de fraternité, il sonne une cloche de feu rose dans les nuages.” Arthur Rimbaud

No puedo hablar de vos aunque lamiera tejido febril en el pináculo y en una humareda de espermas convulsione la negrura de mis párpados.

LA MANCEBA

No puedo hablar de vos aunque irrumpiera el ciclón nacional que se apertrecha

Marchito está el recodo de los árboles en flor, el aire prolonga los polvos y ramajes de orín.

y asalta

y enclava

mis zapatos. No puedo hablar de vos aunque ofrecieras rasgar prominente brillantez de mis caderas y ensalivar y embadurnar

La materia del ovillado día traza su dolor de agua tiende la lluvia sus collares de perlas sulfúricas y nítricas.

Cae agitada la voz densa de luz sobre las estepas la doncellez del pájaro delgado se une a los brazos

[del limo triste.

Un hombre de fuego cruza dos estaciones sollozando después de ofrendar la sangre primitiva de su pueblo, de exponer la savia abrasada en latitudes lejanas, de exprimir el fruto turbulento y de desidia. ¡Oh! torrente despeñado en el desmayo de las horas trueno arrebatado agitando al horrísono nuestras calles [de antílopes. Mefisto Rey sobre amarrando las córneas del rebaño horadando las arterias del suelo atrofiado de silencios que latigan. Mi corazón en desgastado rumor se desgrana

el himen lánguido. (Hoy mi fuego enquistado e inalcanzable se debate en despótico vaguido camuflada la embestida del caudillo en el llanto irascible de sus pasos) No puedo hablar de amor aunque quisiera.

donde la ley es manceba. “Los legisladores necesitan ciertamente una escuela de moral”. Simón Bolívar

©All rights reserved. Author Natalia Lara 2013


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Cronica

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Lotería de animales El Ganso

Poeta, ensayista, fue Jefe de redacción de la revista A plena voz, intelectual alejado de las élites y militante de la irreverencia, Héctor Seijas publicó el libro Caracas revisited que ocupó el cuarto lugar entre los más vendidos en la VI Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven 2010). O como el lo ha dicho: “Me llamo HÉCTOR SEIJAS, mi nombre ha sido marcado por esta ciudad (Caracas), donde nací, en uno de sus barrios más tradicionales. Estudié Letras en la Universidad Central de Venezuela. En esta oportunidad de mi vida, o en esta ocasión, por primera vez me dedico a mi profesión de escritor, para ganarme la vida.

Un viejo jugador de barrio jubilado de la vida, pues, nunca tuvo un empleo estable, cuenta con una pensión del Seguro Social. Bebe licor barato. Caña clara. Fuma cigarrillos de marinero. Erudito del beisbol. Comparte el hastío con otros semejantes a quienes conoce desde la infancia en el barrio. Lo apodan El Ganso. Juega pequeñas sumas de dinero. La lotería ha sustituido el horario de las campanas de la iglesia. Hay sorteos a distintas horas. Los fieles adictos acuden en fila, uno por uno, confiesan ante la taquilla de la banca ilegal, el número elegido entre todas las probabilidades. Pero, para el Ganso y para otros afines, los números no atienden a una lógica matemática, sino que son el resultado de

una inspiración, un sueño, un hallazgo, un signo entre los signos. El guarismo de la suerte lo encuentra El Ganso en el sello de impuesto de una botella de aguardiente. El número que aparece en la estampilla del Ministerio de Hacienda. El Ganso despega la etiqueta de la botella con veneración. El número ha sido enviado por un emisario, una entidad invisible, desde el más allá de ninguna parte.

Por una cabeza Toda la vida acumuló ejemplares de la Gaceta Hípica. Las portadas de la Gaceta redundaban en cabezas de caballos estiradas hacia el punto fotográfico de la meta. Los jinetes como arlequines, saltimbanquis, esca-

pados de un juego de ajedrez. Unos pigmeos ágiles, livianos, posaban al centro, escoltados por los dueños de los caballos, y, seguramente, por jóvenes damas parecidas a las mises y algún reportero, en el palco de los ganadores. La mala leche, según decía, le vino luego de haber sido cagado por un zamuro. Era la única explicación que le daba a la mala racha en el juego, la cual, hacía extensible a otros sectores de la existencia. No terminaba de farfullar el trasunto de la mala leche. Él quería más a los caballos, los amaba, los adoraba, formaban parte inevitable de su vida, ya que él había nacido en el llano y había sido abortado, abruptamente, a la ciudad. Su cuerpo de centauro había sido cercenado y su otra mitad cabalgaba

Otros apuntes de la Bitácora Néstor Rojas nestorrojas44@gmail.com

Néstor Rojas es un escritor venezolano (1961), con más de quince libros publicados, en los géneros poesía, narrativa y ensayo. Comparte sus días entre dos orillas orillas: Anzoátegui y Bolívar. El Orinoco es la frontera de sus travesías.

Lo que no tengo no me falta. Para vivir mejor las cosas no son necesarias. Sólo el amor nos ayuda a triunfar y vivir con la mente siempre en positivo. De las caídas se aprende a levantarse. El fracaso es el mejor maestro. Aquél que no ha fracasado nunca nada ha intentado. Uno es lo que es por la suma de los esfuerzos. El que sueña sin límites algún día verá hecho realidad lo que sueña. Porque el sueño es lo que nos alienta a seguir. Lo importante no es lo que has vivido y como has vivido, sino lo que vives y lo que vivirás. Lo que hoy te ocurre te da la medida del compromiso que requiere

coraje y fuerza para afrontar las vicisitudes que nos depara el destino. “Debes ser, el cambio que quieres ver en el mundo”, nos recuerda Mahatma Gandhi, uno de los grandes que aprendió del silencio el valor de la paciencia. La humildad le enseñó a calmar los vientos de la ira. Quizás aprender a vivir con dignidad sea lo más difícil. Ese aprendizaje comprende la lección más sencilla: aprender a morir. Tanta prisa tenemos por sobrevivir a duras penas que olvidamos las cadenas Entre tantos quejidos lastimeros, nuestra voz encadenada no se oye: Cerradas con cierres están

solitaria por las sabanas de la nostalgia. Los ejemplares de la Gaceta caducaban después de cada carrera. Por las habitaciones, dentro de las gavetas, en el maletero del carro, en el baño, por la sala, dispersas como abanicos las Gacetas que había estudiado la víspera yacían sin vida, sin futuro, despojadas del don del vaticinio. La Caceta Hípica había sido para él una enciclopedia de bolsillo. En sus páginas, el azar pretendía ser abolido por un equipo de analistas, pronosticadores de oficio. El azar, sometido dentro de una cuadrícula en la cual estaban consignadas las informaciones relativas al peso de los jinetes, las distancias, el average. Pero había algo que no le acompañaba, que no le favorecía desde que lo había cagado aquel za-

nuestras bocas hambrientas. Nos acostumbramos a la resignación, a la sobrevida, a la escasez y no nos esforzamos en ser libres, libres del miedo que nos ata al silencio de la dura miseria, libres del miedo a vivir con decencia, sin privarnos de la vida mejor, la vida con significado, la vida feliz, con altura, capaz de las mejores acciones. Nos acostumbramos a los retrocesos de la cobardía, a los pasos en falso, hacia atrás como el cangrejo y olvidamos que la esencia de la vida es ir hacia adelante. El que cree que anda libre siempre está ocupado y nada le interesa más que sus propios intereses. No nos imaginemos que somos libres: Veamos lo que nos aprisiona. Veamos cómo viven nuestros carceleros, cómo gozan nuestras propias riquezas.

muro, a pesar de su esmerada, sesuda disposición para el estudio de La Gaceta Hípica. Ni siquiera en la época en que trabajó en la sede del hipódromo, cuando le tocaba matricular vehículos para la extinta Oficina de Tránsito Terrestre, que había sido trasladada, provisionalmente, a la tribuna B de La Rinconada: allí conseguía datos calienticos de entrenadores, jinetes y celadores de caballerizas. A pesar de la mala racha en las apuestas, fue la época más abundante en cuanto a ingresos pecuniarios: por cada

Es e s clavo el que vive según su mala elección. Estamos privados de la libertad por cuenta propia, porque no hemos sabido escoger a los mejores hombres. Benjamín Franklin dijo un día: “Donde mora la libertad, allá está mi patria”. Hoy la libertad de nuestra patria es más importante que la buena prosperidad de unos pocos hombres que probos no son. ¿Por qué contentarnos con tan poco cuando podríamos gozar de las mieles del vivir en la gracias de Dios, que nos dio la vida y la libertad al mismo tiempo? ¿Qué queda de los

vehículo matriculado le quedaba una comisión de cinco bolívares y las colas p a r a matric u l a r eran casi infinitas. Así que no salía del hipódromo, día y noche matriculaba y matriculaba vehículos, atesorando billetes en una bolsa de plástico que al llegar a casa desbordaba sobre la cama. Pero La Pelona lo raptó cuando conducía aquel Fairlane 500 despechado, con unos tragos encima. El vehículo salió disparado de la carretera a la altura de una curva, la última curva, ubicada en un recodo agreste, bautizada por los habitantes aledaños con el ilustre nombre de La Guillotina.

tiempos olvidados? ¿Qué recordamos de los tiempos perdidos para siempre jamás? Dice un proverbio árabe: “Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo”. El futuro es lo inalcanzable, lo que desconocemos. Albert Einstein dejó escrito: “No pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto”. Víctor Hugo decía que para los valientes es la oportunidad. Oportunidad para cambiar, para vivir de otra manera, para aprender. Lo mejor está aún por llegar. Miguel de Cervantes, que legó para la humanidad la metáfora del Quijote (y su alter ego: Sancho Panza) confiaba en el tiempo, “que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”. El tiempo es un único juez que impone la severidad de la verdad y el mejor maestro que cura todas las heridas.


Columnistas

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Lecturas de papel Juan Guerrero (*)

L

a octava pieza cinematográfica del cineasta Luis Alberto Lamata, Bolívar, el hombre de las dificultades, (2013) presenta a un personaje encerrado en un tema, para muchos espectadores y críticos de cine, novedoso y poco abordado. Me refiero al tema sobre la sociabilidad o cotidianidad. Esto es interesante en el cine venezolano que intenta desacralizar a Bolívar para presentarlo como un héroe de lo cotidiano, de la trivialidad de la vida, donde son otros los rasgos de heroicidad que se muestran. Por esto es una propuesta riesgosa que en el caso de Lamata, no logra obtener en su totalidad de hechura cinematográfica, densidad ni mayores aportes al tema señalado. Apartando las necedades de una parte de quienes se niegan a verla o acuden en peregrinación roja, por razones ideológico-políticas y partidistas, que me parecen de un alarmante analfabetismo cinematográfico, considero que esta película tiene aciertos y unas cuántas caídas. Veamos. El personaje que encarna Roque Valero posee rasgos físicos que le asemejan mucho al Bolívar histórico.

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El Bolívar de Lamata

Hace años leí la carta que el médico José Domingo Díaz Argotte –entrañable amigo y después furibundo enemigo de Bolívar- envía al director de un diario madrileño al enterarse de la muerte de este héroe. En esa misiva Díaz realiza una detallada descripción física y psicológica del mantuano caraqueño. Voz chillona, delgado casi hasta lo famélico. Desgarbado y mal hablado. De ojos oscuros, brillantes y penetrantes. Así como de movimientos bruscos, nervioso y altanero, entre otros rasgos. Y esto es cierto, pues el médico fue por años frecuente asistente, junto con Bolívar y otros jóvenes, a las tertulias que se hacían en los amplios espacios de las casas de los patricios, como la llevada a cabo en la de los hermanos Ustáriz. Sin embargo, el guión que a cuatro manos escribieron José L. Varela y José A. Varela entrecruzan una narración floja, dispersa y políticamente sesgada que no aprovecha la notable apariencia física del primer actor. La actuación de Valero se va al extremo de la parodia terminando en una cuasi caricatura del personaje. Quizá sean las

caracterizaciones de personajes de telenovelas del protagonista que terminan aflojando el carácter bipolar de Bolívar hasta amansarlo en una orilla de playa, mientras otro personaje, Pepita Machado (Samantha Dagnino) le despoja de sus botas, muy parecidas a las que aparecen en El general en su laberinto, de Gabriel

García Márquez. Otro personaje que se desdibuja en su actuación es El Polaco, caracterizado por Jorge Reyes. Tal vez por falta de documentación o porque el guión no logra darle densidad en su tratamiento, se va opacando en su pobreza actoral. Salvan el filme las notables actuaciones de Gilbert

Laumord, quien caracteriza a un Alexandre Petion de manera asertiva y convincente en su densa y lúcida interpretación como el primer presidente de una nación libre y democrática en la América hispana. Se aprecia su influencia sobre un Bolívar atrapado en sus emociones, debilidades y mundanidad libertinas. También la experimentada actriz Beatriz Valdez, como María Antonia Bolívar, en una corta y discreta actuación. Los demás personajes, en su conjunto, ofrecen cierta homogeneidad a esta versión de otro Bolívar, quien vive entre Jamaica y Haití una de sus más turbulentas experiencias, hacia mayo de 1815 a 1816, acosado por sus enemigos y despreciado por sus propios oficiales. Lejos de ser una película de aventura es una comedia donde se abusa de episodios que repiten escenas de hilaridad, como la bebedera de agua de coco –una vez es más que suficiente. Sí resalto la buena fotografía que ofrece Andrés Agusti y las gratas, refrescantes, bucólicas y emotivas locaciones, tanto en La Habana como en Puerto Cabello. Escenarios que se enriquecen con un inmejorable

un arribista inteligente y escurridizo que incluso llega al asesinato para que todas las piezas de su ascenso social encajen sin contratiempo. La otra cara de la monedad de los arribistas sería la de los parásitos. En esta categoría siempre entraron los literatos y artistas, sobre todo los pintores y que el mercado del arte o el engranaje del negocio del libro han desdibujado bastante. La literatura es también un cantera de parásitos y buscones (o buscavidas) de todo pelaje. El parásito hace lo que puede para sobrevivir y llega a la picaresca para salir bien librado de las dificultades. Releyendo del mexicano José Rubén Romero, “La vida inútil de Pito Pérez” cuya poética y filosofía del borrachín inútil sigue refrescante: “Prefiero a mi familia de chiflados y a ese rebaño de hipócritas que me ven como animal raro porque no duermo en

su majada, ni balo al unísono de los otros”. Hoy los políticos de oficio ocupan un lugar predominante (y hasta salen en la prensa y se autoproclaman como voceros del pueblo) entre los inútiles. Aunque muchos también tienen bastante de arribistas. Los políticos son presa fácil de la echadera de broma, del vacilón y de las ironías más procaces debido a su incultura y a esa gran subestimación que tienen del otro; subestimación que de alguna forma es impulsada por el poco poder que a veces tienen y que no ejercen, pero que ostentan con altisonante verborrea. Nuestros políticos criollos meten pie cada vez que abren la boca y de “no pidan peras al olmo” o eso del “capitalismo popular” hay una ristras bastante extensa. O como el caso de un políticucho aspirante a la presidencia en México que

en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dejó en claro no solo su confusión, sino esa delatora característica de un hombre que jamás ha leído un libro. Un parásito que nada tiene que ver con la ficción literaria y al que siempre he admirado es a Emil Cioran. Alardeaba de no haber trabajado nunca. Escribía en arrebatos y sobresaltos, pero la mayor parte del tiempo se disipaba en hablar con prostitutas, mendigos y cantineros. Su esposa en París, que era profesora, era la encargada de la economía doméstica. Nunca tuvo la escritura como un trabajo. Escribir para él era otro cosa o como lo indicó en una carta: “Mi escritura es el lógico y natural resultado de mi aversión a la sistematicidad en la filosofía. Soy esteta del aforismo porque mi ADN está imposibilitado para el Sistema. Todo lo que conduzca

Afiche de la película

maquillaje y exquisito vestuario. No así la música de Francisco Cabrujas que deja vacíos y no aporta mayor lenguaje al filme. También un cierto manejo de cámara en algunos de sus primeros planos que no se encuadran y dejan dudas. Mientras el guión, p. ej., describe la salida del héroe a nuevos puertos y la cámara muestra la nave que se traslada de derecha a izquierda (?). Por otra parte, cansa el arrastre de consonantes en boca de la joven haitiana, Jeanne Bourvil, interpretado por Camila Arteche. Uso de modismos que no ofrecen mayores detalles, a no ser por el sesgo de palabras, como patria, que se nota artificioso por tanta repetidera, en boca de Roque Valero. El final es de lo más rebuscado y predecible en su narración, y por tanto, visiblemente novelero. No es de las mejores películas de Lamata. Prefiero Jericó, (1990). Tal vez Taita Boves, (2010). O quizá la anterior a esta de Bolívar, Azú, (2013).

el pensamiento sistemático es asfixiante y aniquila la libertad de asociación de la ideas en su estado larvario que es, a fin de cuentas, lo que más me interesa como escritor(…) Porque eso es lo que soy: un escritor de temperamento, que escribe por mandato de sus estados de ánimo. Una vez dije que era el secretario de mis sensaciones”. Sin el caradurismo suficiente para ser un arribista, o un parásito a tiempo completo, a veces se percibe todo como una parodia, como una especie de oficina kafkiana que diseña y administra el absurdo risible de nuestra cotidianidad en cuotas moderadas. Cada vez que salimos a la calle un arribista o un parásito nos aguarda, sólo hay que sonreír y seguir en la parodia para que la existencia deje de tener énfasis y se haga menos fatigosa y angustiante.

(*) camilodeasis@hotmail. com / @camilodeasis

Arribistas y parásitos Carlos Yusti

H

e tenido como arribista insuperable a Julián Sorel, ese personaje creado por Sthendal, que hace de las suyas en la novela Rojo y negro. Yo la leí bastante joven y por razones personales enseguida me vi enganchado con el personaje. Mi padrastro era un español carpintero y maestro de obra. Además vivía en un barrio desastroso y lo que más me gustaba en esos días era estar tumbado en el sofá de la sala leyendo. Por su parte Julien Sorel también era hijo de un carpintero de Verrières. También estaba perdido en sus lecturas en sus ensoñaciones circunscritas a formar parte del ejército de Napoleón. Su familia le tiene algo de tirria por su aire de superioridad. Su personalidad, a veces ingenua y otras mezquina o calculadora, lo empujan en

sus actuaciones en la vida. Trata de colearse en la alta sociedad, pero esta lo mira con desprecio por su origen poco noble. Decide ascender por el lado menos esforzado: apela a su juventud y dice lo que los demás quieren escuchar, además hace aquello que agrada a los otros para poder ser aceptado. Hay otro arribista menos ambiguo que Sorel; más oscuro y también pertenece a la ficción literaria. Fue creado por la escritora Patricia Higsmith y su nombre: Tom Ripley. Personaje amoral y sin escrúpulos que quiere ser otro o como bien dijo Anthony Minghella, director de cine que realizó una película con dicho personaje, “es un paseo por el infierno de un hombre que muestra todas las frustraciones del presente: querer ser otro, mirarse en los espejos exteriores más que en los interiores…” Ripley es


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