El Peñón de la Zorra

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INDICE Mi blog Mi nacimiento La plaza de abajo Más plaza. Mi casa Las cartillas del racionamiento La escuela Los profesores Los libros Material escolar La merienda Los juegos Los juegos (II) Nueva vivienda Mis estudios Las clases Las asignaturas Mis estudios (II) Tradiciones ( las bodas ) La matanza El Frente de Juventudes La Acción Católica (I) La Acción Católica( EL FUTBOL) La Acción Católica (Fútbol II) Las serenatas La Acción Católica (COROS Y DANZAS) 2


Mis estudios de Magisterio Los tebeos La prensa La radio La mili(I) La Navidad La mili (II) La mili (III) La mili (IV) La mili (y V) Las oposiciones Mi primera escuela “El Alejo” (Uno de mis primeros alumnos) 101 DALMATAS ¡Mi hijo tiene un problema! “Pasas más hambre que un maestro de escuela” ¿La letra con sangre entra? (Premios y castigos) El trabajo de un cura, el sueldo de un ministro, y las vacaciones de un maestro… De cabeza de ratón a cola de león… El congreso de los diputados Mis cachorrillos Yo que tú no lo haría, forastero Las vacas sagradas LODE,LOGSE,LOCE,LOE…. ¿LO…ENTIENDES? Los puchericos Alumnos que dejan huella El equipo A El valor de la sonrisa Háblales del amor Política y Educación En todas partes cuecen habas Profe, ¿me das un cigarrillo? El Gordo y el Flaco(I) El Gordo y el Flaco (II) 3


Este fin de semana, “botellón” en… ¿Cómo eran los “botellones” de mi juventud? Agradar a los amigos Cómo conciben la amistad a cada edad… “Aquí le traigo mi hijo para que me lo enseñe y me lo eduque” Rififí y sus hermanos… El amor de los gitanillos Cursillos Ha llegado un ángel Juan era un alumno encantador En el día de mi jubilación… Relación profesor-alumno Los fallos de los profesores La rutina Los abuelos Sólo ante el peligro Primeras comuniones La amistad Laboriosidad Ya vale El laúd ¡Qué problema! Ángel bueno, hombre malo Fui un negado para las Matemáticas La enseñanza de adultos La “olla” Fin de las vacaciones A vuelta con las vacaciones Las clases particulares Los listillos de la clase Palabras, palabrillas y palabrotas

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MI BLOG ¡Qué ilusión! Hoy inauguro mi "Blog" con la esperanza de ser constante para ir contando cosas de mi vida, tanto pasada como actual. Con la esperanza e ilusión de compartir todo esto con algunas personas, aunque sea sólo sea una... Con la esperanza de que no me voy a cansar, de que todo este esfuerzo, aunque no sea para sudar, sirva para algo... Querría comenzar con mis recuerdos más antiguos, los que vayan surgiendo, ya empolvados por el paso del tiempo, ya rancios por haber estado expuestos y manoseados por mil veces contados a los amigos, a los seres queridos... ¿Y sabéis? Me gustaría empezar este blog como un cuento, asi... "Había una vez una familia humilde y casi pobre, que vivia en la Calle Lorite, nº 3, de un pueblecito de la provincia de Jaén: Navas de San Juan. Pedro y Mercedes tenían ya 6 hijos :Dolores, Diego, Encarna, Antonio, Josefa y Felipa. Corrían por España los tiempos de la postguerra civil -año 1941-, y estábamos plenamenente inmersos en los llamados "años del hambre"... bueno, "estábamos" no, porque yo no había nacido aún -solo quedan unas horas, paciencia- ...." Vale, -como se dice ahora-, ya está empezado. Ahora voy a pensar bien el momento de mi nacimiento y seguidamente os lo cuento. Esperadme. MI NACIMIENTO ¿Cómo fue mi nacimiento? Bueno, algunos pensaréis que alucino... -Pues habrás nacido como todo el mundo, ¿no? -Pues sí... y no. -Veréis... Las viperinas y malas lenguas de mi pueblo -más bien diría yo que exageradas- decían que mi madre, en la noche de mi nacimiento no sabía ni que estaba embarazada, que así debía ser yo de pequeño en su matriz, y que en la madrugada se despertó con ganas de hacer aguas menores y, en lugar de salir éstas, salí yo dándome un soberano cabezado en el orinal, rompiendo a llorar sin necesidad del azote clínico... Dijeron que mi madre se sorprendió al verme, puesto que no me esperaba, pero que al instante soltó el socorrido:" No importa: donde comen seis, bien pueden comer siete". Ya es tener fe en la plenitud de los años del hambre... Las buenas lenguas piensan que mi madre se sintió mal aquella noche y que lo que sucedió es que no dio tiempo a que llegara ni el médico, ni la matrona -comadrona- y que fue alguna vecina la que hizo de uno y otra...Esto es más normal, ¿verdad? Mi madre nunca me lo contó, pero si mis hermanas que se inclinaban más por la primera versión. ¿Será cierto que nací en un orinal? Pues le he quitado el puesto a Nuestro Señor, que nació en un pesebre... ¡Jolín! Lo que sí es seguro es que nací, pues aquí me tenéis casi en la tercera edad, recordando cosas tan 5


curiosas como éstas. Antes de seguir con mis recuerdos, os dejaré una foto de mi infancia. Si no tengo otra es porque en aquellos tiempos no existían las digitales, ni las "reflex", sino tan sólo los fotomatones que venían al pueblo por las fiestas. Se ve que mis padres no consideraron importante el perpetuarme como bebé... En ésta tendría yo unos once años... y ya mi domicilio estaba en la Calle Duquesa de la Victoria, 4, actual Estanco de Julían Lombardo...

Una de las cosas buenas que tuvo mi primera infancia es que no fui consciente de aquellos tiempos que le tocó vivir a España. Por un lado se salía de una sangrienta guerra civil, por otro estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial. Nuestra nación padecía el aislamiento internacional acordado por la ONU a causa del régimen dictatorial instaurado después de la contienda. Consecuencia inevitable los famosos "años del hambre". Mis recuerdos, como es natural, son débiles pero procuraré relatarte lo más fielmente posible aquello que viene a mi mente y lo que otros me han contado. Permanece aún en mi memoria el lugar de la "plaza de abajo", muy cercano a mi domicilio y en la que solía jugar siempre que me podía escapar de la vigilancia de mis mayores. Yo estaba en período de lactancia que, por lo que me cuentan, se debió prolongar hasta los cuatro o cinco años. ¡Jesús! ¿tanto tiempo chupando de la teta? (perdón). Tengo que recordarte, si es que no te lo he mencionado antes, que mis padres tenían un pequeño bar, cuyos clientes eran testigos de todo lo que ocurría en él, por lo que, cuando observaban que el niño venía directamente de la calle a solicitar de su madre la ración de alimento lácteo, el comentario repetido y unánime era éste: "¡Mercedes, a ver cuando le quitas ya la teta al nene, que está a punto de irse a la mili!" Inmediatamente yo replicaba indignado:"¡Al nene no se le quita la teta!".

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La plaza de abajo Aquella plaza, con un piso prensado de tierra y piedras, de forma rectangular, estaba flanqueada por frondosos árboles a cuya sombra se disponían unos sencillos bancos con armadura de hierro y asiento y espaldar de madera, pintados de verde y ya grieteados por la exposición al duro sol y a las inclemencias del tiempo, pero que no había guapo que los rompiera. Eran cobijo de personas de todas las edades pero que a nosotros los niños se nos figuraban burladeros en nuestros juegos a los encierros, parapetos para resguardarnos del ataque de los indios, resguardo en el juego del pillar, etc... Más tarde serían testigos de nuestras confidencias a los amigos, a la novia... La plaza de abajo se llenaba de atracciones en las fiestas de Mayo y Junio, con aquellas "cunicas" rudimentarias y aquel tiovivo del "Pepón", personaje singular sin parangón. El solito "se lo hacía todo" pues era la fuente de energía, la música, el animador... Los chavales voluntarios que no podían pagarse unas vueltas en el tiovivo, tendrían que empujar para que éste funcionara, siendo el premio, después de cierto tiempo de trabajo, el poder montarse en aquel rudimentario artilugio. Acompañaba el amigo José, que así se llamaba el Pepón, sus cancioncillas con un estruendoso tambor, siendo una de las más repetidas aquella en la que preguntaba a los niños:"¿Queréis más?", a lo que los chavales respondían con un explosivo y chirriante: "Siiiiiiii", siguiendo el tiovivo dando vueltas. Al poco, cambiaba la frase, de manera que los niños no se daban cuenta de ello..."¿Queréis mear?"...."¡¡¡¡Siiiii!!!!", respondiendo a renglón seguido nuestro personaje: " A mear, a las eras", parando entonces el tiovivo. Durante el día, la plaza se convertía en el lugar de juego de los chavales. Era sucesivamente un desierto de Arizona, en el que indios y vaqueros se batían a sopapo limpio, una plaza de toros, un coliseo romano, un amplio salón en donde los espadachines se batían… A veces, un montón de arena o un hoyo en la tierra servía de excusa para jugar al “cuquín”, juego que consistía en clavar un palo de madera o bien un largo clavo de hierro en un círculo que anteriormente se roturaba. El objetivo era clavar el “cuquín” en su interior, perdiendo aquellos que no lo lograban o cuyo cuquín era derribado por otros jugadores. Como en aquellos tiempos no existía el agua a mano y el terreno había de estar húmedo, para que los cuquines se hincaran fácilmente, ¿a que no te figuras lo que hacíamos? Creo que sí… Nos situábamos alrededor de aquel trocito de tierra y lo regábamos con nuestra orina… ¡Puafff!, es un poco guarrote, pero resultaba efectivo. Los domingos era costumbre que la banda de música del pueblo, bajo la dirección del Maestro Mota – creo que por entonces era Juan José, que vivía enfrente de mi casa…- Los músicos formaban un circulo en el centro de la plaza interpretando diversas piezas musicales, generalmente pasodobles. El personal bailaba en la acera y calles aledañas y los chavales, ¡ay!, dábamos vueltas corriendo alrededor del corro de músicos, formando una gran algarabía, hasta que alguno de los guardias municipales, porra en mano, nos invitaba a “disolvernos” pacíficamente. Cosa curiosa es que recuerdo mi primer baile con una chica… Tendría yo unos tres añitos cuando, ante el regocijo de los presentes, por lo cómico del espectáculo, Mari -que tendría mi misma edad – y yo, dábamos vueltas y vueltas hasta que caímos mareados al suelo, tronchados de la risa.

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Los más enamorados de la música, solíamos colocarnos al lado de los intérpretes más famosos, que para nosotros eran auténticos ídolos; así considerábamos a Antonio Mota, con su trompeta; a Amadeo con su clarinete, pero sobre todo nos encantaba ponernos junto a ¿El Pili?, que tocaba el bombardino, siendo este instrumento casi de mayor envergadura que el intérprete. El momento culminante de cada concierto lo ponía el pasodoble “El mundo”, en el que Pucheta, con su saxofón, bordaba el “sólo”de esta pieza musical. Pero claro, a nosotros lo que nos gustaba observar era el tiempo que permanecía en aquellas notas, sin respirar. Cuando a punto de la asfixia nuestro amigo Pucheta, rojo como un pavo, terminaba su actuación, la plaza entera era un clamor de aplausos y vítores para este héroe del pentagrama. “La plaza...testigo mudo de cuitas y secretos. Ah!, si la plaza hablara! Si contase lo que sabe!...Sabia como el tiempo, callada como una madre paciente...¡ Cuánto ha sufrido la pobre! ¡ Qué diferente a la plaza en que jugaba de niño, con aquellos agrietados bancos de madera, cobijo de ancianos y enamorados, castillos de la chiquillería, burladeros de verónicas de ensueño...La "tía" Política la ha ido cambiando a través de los tiempos, según la bandera que ondeaba...Ya no están tus acacias, con aquellas bolitas, que los padres nos decían que eran veneno....Ahora están estas plantas, omnipresentes en cualquier jardín moderno: pero ya no están tus acacias y su sombra... Plaza de la Iglesia, la "plaza de abajo". Lugar neurálgico del pueblo. Sitio de encuentro de los habitantes de Navas. Corrillos, tertulias, ...había que estar aquí para estar bien informado. En esa modernizada plaza, La Iglesia. Construida junto a una vieja capilla, perteneciente a los Condes de Santisteban, cuando Navas de San Juan dependía de este pueblo vecino. Es un sencillo templo pero que, sin embargo, tiene dos características importantes: El tener una torre octogonal y la de haber contado como arquitecto al gran Vandelvira – o discípulo de éste, según algunos -, autor de grandes obras en la provincia de Jaén, entre las cuales se encuentra la Catedral de Jaén.” (De mi página web sobre mi pueblo, Navas de San Juan: http://www.pherpi.com/lasnavas/

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Más plaza. Perdóname si me pongo pesado con tanta plaza de abajo, pero, como ya te dije, en mis primeros años de vida, es lo que más tenía a mano y también más a mano me tenían mis progenitores. Procuraré terminar hoy, aunque me temo que no voy a tener más remedio que pasar por ella más de una vez… Te contaré lo que aquellos ojillos de mi infancia veían alrededor de la plaza. Ciego estaría si la iglesia no estuviera en el primer lugar de mis recuerdos. Bodas, entierros, fiestas, las campanas… La Virgen, que llegaba al pueblo cada 3 de Mayo y que llenaba de aplausos, de vítores, de lágrimas, una plaza que se quedaba pequeña. La procesión de San Juan Bautista, cuya marcha procesional era sustituída por pasodobles toreros. Al entrar a la iglesia, siempre me daba mucho miedo el coro, tan oscuro y lúgubre, y aquellas escaleras que conducían a la torre y que nunca me dejaban escalar, porque “eso no es cosa de niños”… A la derecha, estaba –y continúa estando-la casa de las Azpiras –Encarnacíón y Dolores-. Todavía las recuerdo, siempre vestidas de negro, yendo a la iglesia con aquellos velos que cubrían la cabeza… Pertenecían a la clase alta de Navas. Seguía la casa de mi amiga Tere, bueno, de sus padres, o de su abuelo, “el tio conejo” que tanto respeto me imponía porque siempre lo veía en la cancela de la casa, sentado en silla de anea , con una garrota en la mano, sobre cuya curvatura apoyaba su barbilla y se te quedaba mirando con cara –creía yo- de pocos amigos. En un cuartito de esta casa, existía una pequeñísima taberna que estaba a cargo de Tomás. Había que consumir de pie, pues no cabía ni una silla; eso sí, creo recordar que las tapas eran muy buenas. Terminando la acera, y ya en la esquina al paseo, la carnicería de Fernando. En el segundo lado del cuadrado que forma la plaza, se encotraba una de las dos farmacias conque contaba el pueblo, regentada por Dª Encarnación Azpiroz. Recuerdo a su mancebo de toda la vida, Pepe “el gafas”, del que, seguramente más adelante saldrá alguna que otra anécdota. A su lado, La Peña. Con toda seguridad que le dedicaré un apartado completo en este blog, por lo que no me voy a extender. El tercer lado estaba compuesto, principalmente, por el Bar de José, el kiosco de “La pajarilla” y la churrería, a los que también me referiré más adelante. Y ahora, para no cansarte, te dejo por unas horas…

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(A la izquierda, mi tío Gregorio. A la derecha, mi padre)

Mi casa Cuando ya llevo unos pocos capítulos, querido amigo, me está entrando algo de miedo. ¿Realmente interesa lo que cuento? ¿Seré capaz de perseverar, virtud que en mí brilla por su ausencia? Seguro que si tú me lo pides me darás fuerzas, y si esto que escribo tiene poca importancia, dímelo tambien… Estoy narrando mi infancia hasta los once años, en que cambié de domicilio… Y todavía no te he hablado de mi casa. Te la voy a describir y así te haces una idea de cómo eran las casas por aquellos años. Mis padres y mis hermanos tenían un bar, que ocupaba las dos primeras estancias de la casa. Al entrar, un rústico mostrador de madera a cuya espalda se situaban unas pocas botellas de licor; recuerdo que no faltaban, al menos, una unidad de Marie Brizard, Calisay, algunas marcas de coñac, varias de anis –era lo que más se tomaba antes de marcharse los obreros al campo-, entre las que sobresalía el Anís del Mono, Las Cadenas -¡que buenas eran éstas para acompañar los villancicos, pasando algún objeto metálico sobre su relieve lateral de cuadraditos!-; no faltaba el anís Romar, que se fabricaba en Linares, El Machaquito, etc… Delante del mostrador, dos o tres veladores redondos, de mármol…

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A la derecha, una sala con unas mesas rectangulares de mármol, siempre resplandeciente, en la que se “ligaba”(*) a mediodia y a la noche, y que se usaban en las tardes de siesta para los juegos de cartas y dominó, principalmente. Algún “intelectual” pedía el ajedrez, juego que a mis pocos años llegó a engancharme más que una “Play Station”-¿se escribe así?- a un niño actual. Llegué a ser un buen jugador y, perdona mi inmodestia, a alguno de aquellos “sesudos” jugadores, les dí más de un susto en las ocasiones en las que no había nadie para jugar y me ofrecía yo como contrincante… Un pasillo central nos conducía a la vivienda familiar propiamente dicha. A la izquierda se situaban tres habitaciones seguidas, de paso, a modo de vagones de tren, siendo la primera una especie de salita, la segunda un dormitorio, con una cama, y la tercera, que daba al patio, con dos camas, utilizándose también como cuarto de costura. En estas habitaciones dormían las chicas y, sin ruborizarme un ápice, también yo, cuya compañía, en invierno era disputaba por todas mis hermanas, por el calorcito que les proporcionaba…¡En verano me echaban a las cámaras, con mis hermanos! A la derecha, una habitación de paso, con una mesa redonda, que servía de comedor, con una alacena en un lateral, y, al fondo, las escaleras, que daban acceso a la planta superior. Más al fondo estaba la cocina, en la que, casi siempre, se encontraba mi madre, sartén en mano, preparando las tapas para el bar. Al fondo, un gran patio en el que había una gran cuadra. A su lado un retrete con aquel “saneamiento” típico de la época, es decir, una olla sin culo, que comunicaba con una mina o pozo ciego, que de tanto no me acuerdo. Y “las cámaras”… la escalera desembocaba en una oscura y lúgubre estancia, llena de trastos, de cajas, que producían ruidos misteriosos al atravesarla. Cuando no tenía más remedio que pasar por allí, tenía más miedo que una legión de viejas, y procuraba hacerlo lo más rápido que me permitían mi piernas. En un plano ligeramente superior se encontraban tres estancias, que daban a la calle y en las que dormían mis hermanos, y como he hecho notar antes, tambíen yo, cuando perdía la condición de brasero invernal… Hay un detalle que no puedo pasar por alto y que da idea de lo que significaba la vecindad y la amistad en aquellas fechas… Más arriba de mi casa estaba la Barbería de Álvarez –hoy churrería de un nieto del padre -¿Francisquito? Pues bien, dos habitaciones de ambas casas se comunicaban por un pequeño ventanuco, cerrado por una puertecita de madera, que quedaba a la altura de los ojos, y por el que mi madre y Mariquita, la mujer del barbero, se echaban sus charlitas y se pedían aquello que necesitaban, sin necesidad de salir a la calle. “¡Mercedes!, que hoy no me han puesto las gallinas, ¿me prestas media docena de huevos?” Amigo, gracias por aguantarme el rollito… (*) “ligar”, en lenguaje navero, significa tomar el aperitivo con los amigos en el bar. Se solía pagar las consumiciones a medias.

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Las cartillas del racionamiento

El año 1945 fue conocido como “el año del hambre”. Dije al comienzo que a mis cuatro años poco pude darme cuenta de aquella tragedia sufrida por la mayoría del pueblo español pasando hambre, indigencia, necesidad… Ni voy a entrar en valoraciones políticas o sociales, que cada uno cuenta la historia como le va… solamente apuntar lo que un niño pudo percibir y que, en la lejanía del tiempo, tiene su explicación. En España faltaba de todo. La guerra había arrasado las ciudades, desmembrado a las familias, arruinado industrias, arrasado los campos y, para más inri, el bloqueo internacional. Así que una de las medidas fue racionar los alimentos básicos como el trigo, el pan, el aceite… confeccionando para ello unas cartillas con unos cupones en los que se asignaban a cada familia las cantidades correspondientes que, en la mayoría de los casos, resultaban insuficientes, pero, al menos, paliaban el problema. Yo era el encargado de recoger a diario el pan; en mi casa me entregaban el correspondiente cupón que yo canjeaba en la Panadería de “Estrellica”. Recuerdo aquel pan de color moreno, y cuyo mordida sabía un poco a paja… Cuando estaba en la panadería, los ojos se me salían de los “cuencos” contemplando aquellos pericones, pitisús, madalenas, etc… prohibitivos 12


para la mayoría de los bolsillos. El contrapunto a aquel pan casi negro lo ponía un amigo de mi padre, sabioteño, al que llamaban “Enjuague”. Un tío simpatiquísimo del que yo recuerdo su pelo blanco y su ágil y amena conversación; a veces mi padre, hombre de pocas palabras, le decía en tono amistoso :”Cállate ya, que vamos a salir locos…” Pues bien, este hombre traía de Sabiote, su pueblo, unos panes blanquísimos, y que nos regalaba o canjeaba por otras cosas, que hay que hacer notar que por aquellos tiempos existía el extraperlo, un negocio que trabajaban los pobres para que se enriquecieran otros… vamos, como ahora los “camellos” solo que entonces se traficaba con alimentos… Vienen a mi memoria unos cuantos pobres de solemnidad… pero el que más me quedó marcado fue uno llamado “Guatíbaro”, apodo del que desconozco su significado y si lo menciono es porque algunas personas mayores se acordarán mejor de él que si digo su nombre de pila. Era tanta el hambre que pasaba este hombre que un día estaba apoyado en una pared de la casa del tío Abilio, por cuya fachada bajaban unos grandes canalones metálicos, que terminaban en una gran boca. Alguien que pasaba por allí, se atrevió a preguntarle:”¿Qué haces ahí, al lado del canalón, Gautibaro?” –Pues mira, hombre –respondió nuestro personaje-, estoy esperando a ver si cae una lluvia de “ajuarina” para poner mi boca en la del canalón y hartarme de comer”. Cuentan que nuestro amigo Guatíbaro hacía guardia todas las noches en la puerta de la Peña, esperando que salieran aquellas personas que se jugaban la pasta… Una de ellas tenía la costumbre de darle a diario una peseta, que el hombre agradecía con mil reverencias y bendiciones. Una noche, esta persona dijo a Guatíbaro: -“Lo siento, hombre, esta noche me han dejado sin blanca, me lo han ganado todo… no te puedo dar nada” A lo que nuestro personaje, altamente indignado, expetó: “¡¡Don Francisco, y a usted quién le manda jugarse mi dinero!!”

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La escuela ¿No crees, amigo, que ya va siendo hora de ir a la escuela? Nosotros llamábamos “Los Grupos” al único Centro Escolar de Navas de San Juan que constaba, creo –no me hagas mucho caso-, de diez unidades, cinco de niños, en el primer piso, y cinco de niñas, en el segundo, que por entonces se llevaba eso de la enseñanza sexista… Se encontraba situado en las afueras del pueblo, en el mismo lugar en que hoy se hallan distintos centros escolares, teniendo que ascender al mismo entre las distintas eras y descampados, sin un camino o vereda definido, como no fuera por la Carretera de Villacarrillo… Para un niño pequeño en edad, en estatura y ciencia como lo era yo por entonces, -hoy tengo más edad, casi la misma estatura y un poco más de ciencia- , aquella travesía diaria era como ascender al Everest…(¿Se nota que soy andaluz?) Sobre todo en los duros inviernos en los que había que luchar con el terrible frío de aquellos años, incluidos hielos, nieves, lluvias, etc. ¿Cómo nos protegíamos del frio? Era normal que cada niño llevase a la escuela una gran lata, bien cargada de ascuas, que cada uno ponía debajo de su pupitre…A la hora del recreo ya no quedaba más que ceniza. Pero yo tenía mi pequeño truquito… bueno, yo no, sino mi madre, que cada día se levantaba muy temprano –como siempre lo hizo- y me hacía al horno dos o tres rechonchos boniatos, que ponía en los bolsillos de mi gabardina y que guardaban el calor como una estufa. Así yo estaba calentito toda la mañana y, en el recreo, daba buena cuenta de ellos. ¡Que buenos, Dios mío! Cuando algún día como boniatos asados no me saben como entonces, pero claro… ya tengo el aire acondicionado. ¿Quieres saber como era nuestra mesa de trabajo? Te dejo aquí una somera descripción y una foto, aunque en ésta que poseo faltan algunos de los elementos que aquí se describen:

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“Una de las innovaciones pedagógicas más revolucionarias del siglo pasado fue, sin duda, el diseño integrado y modular de un pupitre y banco de madera para cada alumno, con su tintero incorporado, ranuras para depositar plumas y lápices, asiento abatible y apoyo para los libros y cuadernos. Esta tecnología se puede considerar como precursora de la moderna "estación de trabajo" (workstation) que ha sido concebida para la computadora de mesa (desktop computer). La comparación entre las dos tecnologías no deja de ser interesante. El banco/pupitre escolar tuvo una enorme aceptación en el mundo entero y se convirtió en el primer mueble diseñado expresamente para la educación. El diseño inicial se fue perfeccionando con el tiempo y llegó a incorporar algunos parámetros ergonómicos para mayor comodidad de una posición sentada prolongada, con curvaturas anatómicas para el respaldo y el asiento. Además se construyeron muebles de diferentes tamaños para diferentes edades. En suma, se creó una nueva tecnología que fue plenamente exitosa en su tiempo.”(De la web)

Así eran las mesitas de los pequeños... Como me temo que este apartado escolar va a traer cola, te dejo para no cansarte y me voy a dormir, que ya es tarde, querido amigo. 16


Los profesores Querido amigo: Hoy día se habla, refieriéndose a la educación en los colegios, de los planes de estudios, del ideario del centro, de las instalaciones, de las clases extraescolares…¡ qué se yo!, de todo menos de lo esencial, y te lo dice tu amigo que, durante cuarenta años ha sido maestro de escuela –que así me gusta que me llamen-. En aquellos tiempos no se preguntaba: “¿ A qué colegio vas?”, sino: “¿Quién es tu maestro?”, porque, mi buen amigo, la figura del maestro era básica, fundamental… sin maestro no había escuela. Con maestro, cualquier lugar servía de escuela y la educación, los conocimientos, ¡todo!, fluía alrededor del alumno y lo empapaba. Se lo hemos oído decir a nuestros mayores: “Mi maestro se llamaba Don……… “ y te cuentan miles de anécdotas de él, pero, sobre todo, no falta nunca el agradecimiento a aquellos desvelos, a los conocimientos recibidos, a los consejos, a sus máximas… Hoy día tu hijo te habla de su "profe de Cono” – Conocimiento del Medio-, de "Reli", de "Mates", de su "seño de Inglés", de Gimnasia, de la "profe de Musi"… Hoy no tienen maestros: tienen "profes"… Y ya me contarás que queda en un pequeño de seis años después de que, durante las horas de clase, hayan pasado cuatro o cinco profesores distintos. ¡Y cambiando cada curso los mismos! No te voy a decir que un solo maestro es mejor que tantos, que la enseñanza de antes era mejor que la de ahora, que antes se tenían menos medios pero que los niños aprendían más… No. Pero sí quiero hablarte de la figura de aquel maestro que te cogía pequeñito y te soltaba ya adolescente, habiendo sido tu profesor de todo, tu ejemplo, tu amigo, tu padre… y todo eso contando solamente con el reconocimiento de la sociedad, para la que el maestro era una figura respetable y respetada, aunque no en lo económico, que de esos tiempos viene la frase:”Pasas más hambre que un maestro de escuela”.Don Nicolás, Don Florencio, Don Ignacio, Don Juan José, Don Manuel (Kai-Kai), Don José Luque… Doña Rosario, Doña Encarna, Doña Julia, Doña Juanita, Doña Mari Pepa, Doña Pura… Cada uno era una institución, un modelo, un espejo en que se miraban sus alumnos. El maestro con el que más tiempo estuve en estos primeros años fue con Don Florencio Ruiz García, todo un ejemplo y un modelo para mí a lo largo de gran parte de mi vida, pues ha sido una persona –que en gloria lo tenga el Altísimo- que ha influido, no sólo en mi formación y educación, sino en gran parte de los ámbitos que tiene la vida. Creo haber heredado su amor por las Matemáticas, por el trabajo bien hecho, acabado, perfecto, su amor a su pueblo, y , sobre todo, a la patrona de éste La Virgen de la Estrella… En fin, ¡qué te voy a contar!, necesitaría un blog sólo para él. Más adelante, según avance este blog, mi querido maestro saldrá a relucir muchas veces, ya verás…Por las tardes era costumbre asistir a clases particulares que impartían algunos de los profesores, preparando, además de los estudios de bachiller, clases de repaso para todo tipo de niños. Yo asistí a las clases de Don Nicolás, y te voy a contar, para terminar este capítulo, lo que este hombre hizo por mí…La situación económica de mi casa no era boyante, se ganaba poco y eran muchas las bocas que alimentar. Mis hermanos mayores tenían que hacer otros trabajos para ayudar en casa, empleándose en las fábricas de aceite, yendo a la recolección de la aceituna, etc. Y yo, casi en mis once o doce años, a punto de dejar la escuela para incorporarme a cualquier labor que se me encomendara… Pues bien, Don Nicolás, que había notado que yo tenía cualidades para el estudio, cada día se acercaba al bar de mi padre, pedía una copa de vino y le machacaba : “¡Pedro!, tu hijo vale, es una pena que no estudie, porque puede sacar una buena carrera. Tienes que hacer un esfuerzo…” Me puedo imaginar la cara que ponía mi padre, entre impotente y lastimera, contestando: “Es imposible, Don Nicolas, nosotros no tenemos medios…” Así continuó largo tiempo, a diario, con su copita de vino y su continuo sonsonete recordatorio…”Pedro, tu hijo vale…” . Al final, un día le convenció porque el Ayuntamiento había ofertado unas pequeñas ayudas para el estudio y mi maestro logró que me adjudicasen una a mí. 17


Mi padre accedió y, con grandes sacrificios, se logró que yo pudiese estudiar la carrera de Magisterio, por enseñanza libre, continuando mi formación con tan maravillosos maestros. Ah! Pero lo que me dejó de piedra fue lo siguiente: Comentando todo esto con Don Nicolás, muchos años más tarde, en una conversación en la que yo, ya maestro, le manifestaba mi agradecimiento, éste, con una naturalidad envidiable me dijo: “Pedro, lo que no sabía tu padre era que A MI NO ME

GUSTABA EL VINO” Apuesta: ¿Quién era más grande, el libro o yo?

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Los libros Tengo que hablarte necesariamente del material escolar de aquellos años cuarenta, especialmente de los libros de texto. No sé si habrás observado alguna vez la mochila de un alumno actual. Si tienes hijos, no sólo te sentirás extrañado de su volumen, de la cantidad de peso -han tenido que ponerles ruedas para no romper las espaldas de los pobres chavales-, de la cantidad de cosas que hay dentro, sino también de la suma de dinero que hay que gastarse cada año en renovar su contenido, e incluso la propia mochila, porque “ya no se lleva”… Los libros son “autodestruibles” como aquellas cintas de cassettes de una famosa serie americana. No sirven porque se escribe en ellos, se dibuja, se recorta… A fin de curso, en lugar de un libro parece un bocadillo caducado. Eso sí, todo son maravillosas fotos en papel “couché”, gráficos,ejercicios “dificilísimos”, etc, etc. Un alumno de primero de primaria puede llevar hasta 8, 10 o 12 libros, entre textos, cuadernos de ejercicios, diccionarios, ¡¡¡uffffffffff!!! Si quieres que te dé un soponcio, sólo tienes que abrir una de esas mochilas. ¿Y todo esto sirve para que los niños aprendan más y mejor? Hummm, no me quiero meter en discusiones, - por el momento, jeje- , pero si que te voy a contar cuál era nuestro material personal. Luego tú, querido amigo, sacas las conclusiones que estimes oportunas. Al principio de ir a la escuela yo llevaba, en la mano, un pizarrín , una pizarra y la cartilla “Rayas”. ¿¿¿¿¿¿¿¿?????????.- “¿Qué me dices, hombre?..¿Y eso que era?...¿Para qué servía?” Pues mira, el maestro ponía en esa pizarra –pero pizarra de verdad, esa piedra que se llama asi , ¡como te lo digo!, que si se caía al suelo se rompía…-, la muestra que tenías que hacer, que solía coincidir con la lectura de tu cartilla, o bien el dictado, o bien las cuentas de cálculo, los problemas, etc… y que luego él te corregía individualmente. En esa pizarra se escribía con un “pizarrín”, es decir, una especie de lápiz mineral, de una pizarra no muy dura, y que, cuando ya los ejercicios estaban corregidos, se podía borrar con un trapito que, a veces, se llevaba atado con un cordel a la pizarrita. Pero creo que me he desviado del tema, porque tenía que hablarte de los libros. En otro capítulo seguiremos con lo apuntado aquí…Pues bien, te digo… En los primeros meses se aprendía a leer en las famosas cartillas llamadas “Rayas”, que sustituyeron en mis tiempos al famoso “Catón” de mis padres y abuelos. Y ya, con las técnicas de lectura y escritura adquiridas, pasabas a las Enciclopedias. Si eres algo mayor, sabrás de que te hablo, pues con toda seguridad habrás estudiado en tu tierna infancia en la famosa y extendida “Enciclopedia Alvarez”. Si eres joven, puede que te suene a chino de lo que te hablo. Veamos. Yo, como soy un poco mayor, estudié en las enciclopedias “Dalmau Carles”, que tenían una gradación de menor a mayor, es decir: Preparatorio, Elemental, Medio y Superior. Hasta que no “te sabías” todo el libro, no “te pasaba” el maestro al siguiente, con lo que te podías pasar dos o tres cursos con el mismo. En dichas Enciclopedias se encontraban todas las asignaturas: Lengua Española, Matemáticas, Geografía, Historia, Historia Sagrada… Tenían pocas ilustraciones y todas ellas con unos dibujos muy rudimentarios, pero altamente ilustrativos. Había que aprenderse “de memoria” el contenido de cada respuesta, a preguntas muy breves, lo que tantas veces se ha criticado y anatemizado por los pedagogos ulteriores. Yo, ni quito ni pongo rey, pero te digo que con aquellas “muletillas”, más las magníficas explicaciones, ejercicios, redacciones, composiciones, etc, conque aquellos heróicos maestros acompañaban cada lección, muchas generaciones adquirimos un cultura general envidiable. Otro día te hablo del resto del material, ¿de acuerdo?

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Material escolar

Te he hablado antes de la pizarra individual, como instrumento de trabajo. La recuerdo muy vagamente, lo que quiere decir que no estuve mucho tiempo usándola. Hoy quiero hablarte del resto del material, dejando ya a un lado la Enciclopedia.En aquellas toscas carteras que todos los años te dejaban los Reyes Magos, -y digo bien, porque cada año existía la necesidad de renovarlas, pues, al ser de cartón, en cuanto se mojaban, adios cartera y adiós todo-, se contenían el siguiente 20


material básico: un cuaderno para todo tipo de actividades, un lápiz, un borrador y una pluma. Los más afortunados poseían un plumier, que era una especie de estuche en el que se guardaba el material de escritura, más un juego de lápices de colores, lujo que pocos podían permitirse. El número de lápices de una caja era normalmente de seis unidades: negro, blanco, amarillo, rojo, azul y marrón. Cajas con mayor número de colores eran todo un lujo y la envidia de toda la clase

. Todas las mañanas se distribuía la tinta entre las mesas, que disponían de agujeros en los que se incrustaba un tintero, en el que se mojaban aquellas plumas metálicas con las que desarrollar todo el trabajo escolar, a excepción del cálculo, para el que se utilizaba únicamente el lápiz, por aquello de las equivocaciones y la necesidad del continuo borrar y corregir. Y pare usted de contar… Poquita cosa para lo que se lleva ahora, ¿verdad? Y sin embargo los alumnos dominaban el cálculo, escribían con corrección, con buena letra -¡se hacía caligrafía!-, con buena ortografía, con riqueza de vocabulario, con corrección sintáctica…Bueno, bueno, ¡para Pedro, que a más de uno se le van a subir los colores! No te creas que el maestro disponía de muchas cosas más… Para él, lo fundamental era la pizarra, un gran rectángulo de madera, o bien pintada en la pared, con su racionada tiza, que había que apurar hasta que te raspabas los dedos… En ella se copiaban los ejercicios colectivos, se dibujaban gráficos o esquemas, se explicaban los temas, se copiaban los dictados, las lecciones conmemorativas, las ocasionales… Aquello era como la pantalla de un gran ordenador cuyo “disco duro” era el maestro. Porque te digo, sabiendo a lo que me expongo, que aquellos maestros, sabían de todo. Circulaba por entonces un malhadado refrán que no hacía justicia a los maestros:”El maestro Liendre, que de todo sabe y de nada entiende”, que más bien se aplicaba al típico sabelotodo pero que los más malintencionados se lo aplicaban a nuestros respetables maestros. El maestro era como el “Google” de aquellos tiempos. Frecuentemente se les paraba por la calle para preguntarles, cosas tales como…-Don Fulano, tenemos una discusión entre mi amigo y yo; sáquenos de la duda: ¿La guerra de Cuba la empezaron los españoles o los americanos?O bien:-¿Conoce usted algún remedio para…..? O las más de las veces:-¿Me puede usted escribir una carta para mi hijo, que está en África? Y ya de paso me lee la que he recibido. El maestro disponía de unas láminas explicativas de Ciencias Naturales, Mapas Físicos y Políticos de España, Mapasmundi, que se colocaban en las paredes de la clase, un globo esférico, un ábaco y unos pocos libros, que los niños utilizaban para la lectura en clase: Hemos visto al Señor, Yo soy español, Mi primer Manuscrito… eran algunos de ellos.

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La merienda Lo primero que hacíamos los niños al salir del colegio era ir a casa para dejar la cartera y coger la merienda que, salvo economías altas, solía estar compuesta por un pedazo de pan, al que se le practicaba un agujero, sacando parte de la miga, rellenándolo de aceite y agregando un poco de sal o azúcar. Se completaba la acción tapando el hoyo con la miga extraída, para que el aceite empapase el pan y así evitar el derramamiento del mismo. Era el conocido “hoyo de aceite” que, sobre todo en Andalucía, tierra de aceite por antonomasia, estaba presente en casi todas las familias. En algunas ocasiones, la merienda adoptaba un par de variantes: un pedazo de pan, bien con tocino o con una onza de chocolate, de aquél que terragueaba –palabra del vocabulario navero-, como si estuvieses masticando arena… En estos casos y sin que lo omitiese una sola vez, mi madre recomendaba con toda solemnidad:”¡Un bocado grande al pan, y uno pequeño al chocolate! (o al tocino, en su caso)” El caso es que uno llegaba a casa y pedía “la merienda”, sin especificar nada más, es decir, sin posibilidad de elección. Hoy día –tú lo sabes, querido amigo- el niño pregunta “¿Qué hay de merienda, mamá?” A lo que la madre, emulando al más experimentado “maitre” de un restaurante, va relatando como si se tratara del menú, una larga lista de posibles alimentos:-Hay salchichón, chorizo, mortadela, queso en porciones, queso en lonchas, jamón, sobrasada, fuet, nocilla, leche con cereales, bollitos de leche, –“¡la leche que le dieron a los bollitos!,dan ganas de decir más de una vez…”- chocolate, madalenas, galletas… bueno, y así una larga lista, a lo que invariablemente el niño suele decir con desgana: “¿Sólo hay eso?”. La escena suele terminar con un monumental mosqueo de la madre, que, a veces, y para quitarse de encima el problema, da al niño dinero para que se compre alguna “bollería” de esas que engordan, aumentan el colesterol, y otros males de todos conocidos, pero que tienen el aliciente de contar entre su celofan con los últimos cromos de sus “héroes” de moda…Bueno, yo recuerdo que mi madre, que ya llegó a vislumbrar esta situación en sus nietos, sentenciaba: “!Tenían que volver los años del hambre, condenaos, que os comeríais hasta los zancajos de los calcetines!” . No lo decía convencida, pues era la primera que daba gusto a sus nietecitos, aún en la certidumbre de estar malcriándolos, como ocurre con la inmensa mayoría de los abuelos. Hay en mi memoria algo que, a pesar de mi corta edad entonces, no he podido borrar de mi mente. No me resisto a contártelo pero rogándote que no lo tomes como una heroicidad por mi parte, ya que yo fui y sigo siendo poco comedor y el aligerarme de comida era –y sigue siendo para mi - un gran alivio. Hubo un tiempo que tuvo que coincidir con aquellos años de hambre en el que, cada vez que yo salía de mi casa con la merienda en la mano, enfrente de mi casa, como una estatua, seria y triste, se hallaba una señora esperando mi salida… A veces yo me hacía el “remolón” para ver si se marchaba, y así salir yo sin que tener que pasar por aquel trance. Aquella mujer, con palabras que hacían jirones mis infantiles sentimientos, me pedía parte de mi merienda para sus hijos hambrientos. Yo, sin mucho esfuerzo por mi parte- lo digo con absoluta sinceridad-, daba parte de mi merienda, y muchas veces la merienda entera, para que aquellos niños, a los que yo conocía por vivir en mi misma calle, saciaran su hambre y, las más de las veces, para que aquella mujer me dejara en paz…Qué poca caridad, ¿verdad?

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(En el bar de la Calle Lorite 3, con mis padres y hermano Diego)

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Los juegos

Yo no sé si antes los días eran más largos pero lo cierto es que parecía haber tiempo para todo. Sin agobios, sin prisas, sin tele, sin apenas radio… sólo con la imaginación, que no era poca. Con el bocado de la merienda en la boca ya estábamos jugando en la calle. ¿Habéis pasado por alguna avenida con muchos árboles, cuando ya la tarde empieza a caer? ¿Habéis reparado en el ruido estridente que hacen los pájaros mientras se van acomodando en las ramas para pasar la noche? Pues algo así ocurría en las calles de los pueblos: “bandadas” de niños, gritando, corriendo, alborotando a diestro y siniestro, jugando a los distintos juegos que se estilaban entonces. Creo que no hace falta señalar que no se utilizaba ningún material especial, quiero decir consolas, coches autodirigibles, balones de reglamento, patines, patinetes, bicicletas, etc, etc…, sino más bien la ausencia casi total de todo esto. La propia calle te facilitaba las cosas, ya que para jugar a las bolas, el empedrado era lo ideal; las plazas, las eras vacías, los solares… se convertían en canchas de fútbol; unos trapos inservibles y unas cuerdas en pelotas o balones, que no botaban, pero que al menos rodaban e iban de un lado para otro con el consiguiente alborozo y disfrute de los que se creían Zarras, Basoras, Eizaguirres, Ben Barek, etc… Palos, varas, cañas… eran a veces lanzas, ora espadas, otrora escopetas y los que las empuñábamos Robin Hood, El Guerrero del Antifaz, El Pequeño Luchador… indios y rostros pálidos, piratas y corsarios, policías y ladrones, buenos y malos… Las vallas de la plaza, castillos imaginarios, las ventanas de las casas burladeros en las corridas, con aquellas muletas y los cuernos arreglados en la carpintería, montados en una tabla, para que uno de nosotros pudiera hacer de toro… Juegos como el pillar, el escondite, la taba (en mi pueblo, el “garrabanche”), el burro, la pava, la pítila o pita… uuuffff, necesitaría todo un tratado sólo para enumerarlos y una enciclopedia para explicar sus reglamentos que eran, por otro lado, bien sencillos. Para aquéllos que quieran saber cómo eran algunos de aquellos juegos, te remito a una web que compuse para mi pueblo. Lo podéis encontrar concretamente en: http://www.pherpi.com/lasnavas/costumbres.htm .Existían juegos con menos ejercicio físico como el de jugar a los cromos. En un principio, cuando se carecía de todo, coleccionabamos los dibujos de las cajas de cerillas, a las que llamábamos “santos” y que empleabamos para jugar, como si fueran verdaderos cromos. Más tarde llegaron los de futbolistas que coleccionábamos, cambiábamos y 25


jugábamos con ellos. Puedo acordarme que alguno de nosotros reconocíamos a los jugadores con sólo enseñarnos la parte superior del cromo, viéndose sólo una parte del pelo. Recuerdo una anécdota protagonizada por uno de mis amigos, cuando los cromos salían en las “carterillas”, es decir, en unos sobrecitos que traían el colorante para las comidas. Algunos niños se prestaban “amablemente” para hacer la compra a la madre con el objetivo de comprar también dicho producto y así quedarse con los cromos. Se dio la circunstancia de que en algunas casas ya había más colorante que garbanzos y, claro, las madres, empezaron a tomar medidas para cortar este desperdicio. Pero este amigo, para que la madre no descubriera aquellos sobrecitos, los fue arrojando al pozo de su casa. ¡Menudo susto el de la madre cuando, al sacar un cubo de agua, se lo encontró todo amarillo! Al darse cuenta de lo sucedido, la madre reprendió a mi amigo quien, ni corto ni perezoso, contestó: “No te preocupes, madre, ahora, para poner la comida, saca directamente el agua del pozo y ya no tienes que añadirle más que los garbanzos”.

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Los juegos (II) No siempre se jugaba en la calle, ni siempre a juegos con importante componente físico, como podrían ser los citados en el artículo anterior. Existían también juegos para desarrollar tranquilamente sentados, bien en el suelo, o dentro de las casas, pero, igual que los antes descritos, totalmente “artesanales”, es decir, compuestos por los mismos niños, con materiales improvisados o de fácil consecución, sin tener que acudir a una tienda de juguetes. Recuerdo con cariño dos de ellos: “El Lapo” y “Los leones”. “El Lapo” era un juego que se jugaba con una taba.La taba es el hueso "astrágalo" que aparece en las patas de las reses. Tiene cuatro caras que nosotros llamábamos hoyo, panza, rey y lapo. Hoyo y panza son las caras más anchas de la taba y las que más veces aparecen. Más difícil es que la taba quede en rey o lapo. Para el juego se requería, además de la taba, de un pañuelo que se retorcía como para hacer una trenza y que se utilizaba para castigar con un golpe en la mano, que era ordenado por el “rey” y que ejecutaba una especie de verdugo, llamado “lapo”. No es éste lugar para explicar las reglas del juego, pero sí para decir que era un buen juego para el invierno por la manera de “calentar” las manos…“Los Leones”, era un juego que, en los muchos años de vida que tengo no he logrado verlo comercializado, lo cual me hace pensar que se trataba de un juego local. Es un juego de estrategia, parecido a las damas, incluso a las damas chinas… El “tablero” se dibujaba en el suelo, con una tiza o bien en el suelo arcilloso, y estaba compuesto por cinco cuadrados, en forma de cruz, dividido en cuatro cuadrados y dos diagonales. Uno de los cuadrados estaba “guardado” por dos piedras más grandes, llamados leones y los otros cuadros por piedrecitas.llamadas “chinas”, que se colocaban en cada una de las intersecciones en que se dividían los otros cuadrados restantes. Las chinas deben ir avanzando hacia los espacios libres, siempre hacia delante y, y su objetivo es llenar el cuadrado que guardan los leones, quienes lo evitarán comiendo las chinas como se hace en el juego de las damas. Los leones tienen libertad de movimientos, como si se tratase de una reina del ajedrez. Ganan los leones si logran comerse a todas las chinas. Una china puede eliminar un león si logra en tres ocasiones que éste no se coma una de sus fichas.

También se utilizaban las cajas de juegos reunidos “Geyper”. El que poseía una de éstas se podía considerar afortunado pues así podría reunir en casa a los amigos para jugar a los distintos juegos que contenían. 27


Estaban también de moda los cromos, las calcomanías, el “cine-exin”, los “mecanos”, etc, los recortables. De estos últimos a mi me encantaban los recortables de casas y edificios, con los que pasaba horas y horas, y luego me componía mis propias ciudades, -en las cámaras de mi casa-, por las que desfilaban los recortables de soldados en perfecta formación.

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Nueva vivienda

(En 1º de Bachiller) En este año de 1952 cambio de vivienda. Hemos salido ganando porque ésta es más moderna, tiene tres plantas y presenta la ventaja, aparte de otras, de que el bar ocupa la totalidad de la primera planta, quedando la segunda para la vivienda familiar. La tercera, para mi regocijo, también eran cámaras –o sea, trastero- en dónde yo me solía encontrar a mis anchas. Esta casa estaba situada en la calle Duquesa de la Victoria, nº 4 y pertenecía a una de las familias más ricas del pueblo, la de Doña María López, que poseía una gran cantidad de ellas, yo diría que hasta una manzana entera. Ni que decir tiene que estábamos de alquiler pues los negocios de este tipo, en aquellos tiempos, apenas daban para comer y menos a una familia tan numerosa como la nuestra. Lo cierto fue que el negocio iba cada vez mejor debido también, quizá, a que España iba saliendo de la extrema ruina en que la había sumido la guerra civil. Casi coincidiendo con este cambio de residencia yo empecé a estudiar el Bachillerato, para el que había que pasar por un riguroso Examen de Ingreso, que solía producirse sobre los diez años de edad. Así, someramente, te diré que este examen se componía de un dictado, en el que no podías tener más de tres faltas de ortografía, una cuenta de dividir, y un examen oral de todas las asignaturas. Para esta última prueba se disponían en un estrado varios profesores de Instituto quienes te iban preguntando sobre Lengua, Geografía, Historia, Matemáticas… etc, sacando después la nota media de todo, juntamente con las otras pruebas. Eso sí… si tenías más de tres faltas, o la cuenta de dividir mal, ya podías despedirte hasta septiembre… Quiero decirte que a esta edad, los conocimientos en las materias citadas podrían ser mucho más exigentes que los de un alumno actual de segundo o tercero de bachiller. Que no digo que esto sea mejor ni peor, sino sencillamente que era como te lo estoy contando. Para este examen tenías que desplazarte a Jaén, en donde se encontraba el único Instituto de Enseñanza Media de toda la provincia. Mi padre tuvo que llevarme primero a la estación de Linares-Baeza, de ahí coger un tren a Espeluy, y de esta estación otro a Jaén. Es decir, todo un día para recorrer los 90 kms. que separan mi pueblo de la capital. ¡Menos mal que aprobé a la primera, porque si no mi padre no iba a pasar por otra odisea como aquélla! Felizmente pude empezar a estudiar mi primer curso de Bachiller, por enseñanza libre a cargo de mis maestros de siempre. En un próximo capítulo contaré como eran aquellas clases y tipo de preparación, muy distinto al actual. Los niños que no podían estudiar, bien por falta de medios, bien por su bajo rendimiento o porque los padres no lo estimaban oportuno, seguramente porque los necesitaban para trabajar y 30


aportar alguna ayuda a casa, seguían en las escuelas hasta los doce o trece años, siendo frecuente el absentismo escolar, sobre todo en la época de la recolección de la aceituna en que toda la familia trabajaba en ella. Algunos se iban de aprendices con carpinteros, zapateros, herreros, sastres, mecánicos ,etc… para aprender el oficio. Bien es verdad que no se ganaba nada pero aprendía para en el futuro tener su propio negocio. Otros trabajaban en el campo con sus padres y aprendían el cultivo de la tierra. Y muy pocos los que holgazaneaban por las calles…

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Mis estudios

Ahora que está tan de actualidad la Enseñanza, mira por donde, querido amigo, me ha tocado hablar de mis estudios. Ya te he dicho que pasé el examen de ingreso y, desde ese momento, soy ante mis paisanos un nuevo “estudiante”. He de decirte, en primer lugar, que al haber un solo instituto en la provincia los estudiantes “humildes” teníamos que hacerlo por “libre”, es decir, preparar todas las asignaturas en las academias del pueblo e irnos a examinar a la capital en los días asignados. Son muchas cosas las que hay que contar por lo que tendré que tener cuidado para aclararme y no hacerte un galimatías, si es que no viviste en aquellos tiempos. Trataré de ser lo más sistemático que pueda. Las clases Se desarrollaban en la academia que en mis tiempos estaba regentada por Don Nicolás López y por Don José Luque, estando las clases de Latín y Religión a cargo del cura Párroco. Durante dos o tres horas a partir de las cinco de la tarde, teníamos que “dar la lección” al maestro, es decir, rendir cuenta del trabajo que realizábamos en casa durante todo el día, y que el día anterior se nos había encomendado. Si no te sabías la lección, entraba dentro de lo posible que te quedases en la academia hasta que te la aprendieses… Lo que sí hacíamos todos los días era, aparte de los ejercicios de matemáticas correspondientes, un dictado y un análisis morfológico y sintáctico. A este respecto recuerdo una anécdota un tanto simpática: El maestro tenía la costumbre de hacer el dictado utilizando el mismo libro, “El Quijote”, con lo que, de paso, nos aficionábamos a su lectura 32


posterior. Un día tocó hacer el dictado de un párrafo que comenzaba así :–lo tengo presente en mi memoria, pues se repitió durante varios días- “ Detente ladrón, malandrín, follón, que no te han de valer tus artimañas…”, etc… Al oír los alumnos la palabra “follón” montábamos un cierto barullo, con sonrisas y murmullos, sin que el maestro lo advirtiera. Al día siguiente, alguien puso una señal en aquella página para que el maestro repitiera el mismo dictado, como así fue, produciendose el mismo resultado jocoso en el alumnado. Después de varios día sin que el maestro se diese cuenta, aunque éste ya advertía algo raro, comenzó el dictado con el mismo párrafo: “Detente ladrón, malandrín, que no te han de valer tus artimañas…”, evitando pronunciar la palabra que generaba el alboroto diario. Se hizo un gran silencio, cuando uno de mis amigos dijo en voz alta :” Don Nicolás, se ha saltado usted una palabra…” Éste, que ya había tomado conciencia del caso, le dijo de todo a aquel niño, terminando con la consabida coletilla, que tanto temíamos todos: “¡Se va a enterar tu padre de lo gamberro que tú eres!” Y si el padre se enteraba, menuda le esperaba…

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Las asignaturas Te copio del Libro de Calificación Escolar las que se estudiaban en primero de Bachiller: LENGUA CASTELLANA, GEOGRAFÍA, MATEMÁTICAS, CIENCIAS NATURALES, DIBUJO, RELIGIÓN, FORMACIÓN DEL ESPÍRITU NACIONAL, Y EDUCACIÓN FÍSICA. Las tres últimas eran conocidas como “las tres Marías”, porque se daba por sentado que, por poco que hicieses, siempre se aprobaban. En fin, como queda mucho que decir, lo dejo para el día siguiente, paciente amigo.

(Página de ejercicios de Lengua, Primer Curso)

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Mis estudios (II) La desventaja, entre otras muchas, de la enseñanza libre estribaba en que te jugabas en un solo examen el trabajo de todo un año. No había, como en la oficial ,segunda oportunidad o recuperación, o pruebas de enero, ni ningún otro modo de recuperar una mala nota; había que esperarse a la próxima convocatoria de septiembre o bien de junio de otro año. Veamos. LOS EXÁMENES. Se producían con carácter general en el mes de junio, y, en caso de suspender, una convocatoria extraordinaria en septiembre. Los alumnos éramos acompañados por los profesores hasta la capital en donde permanecíamos un par de días, en una sencilla pensión-por calificarla de algún modo- En el Instituto se habilitaban unas aulas para las pruebas, encontrándose cada catedrático de asignatura en la suya correspondiente, durante todo el día, pasando alumno por alumno por delante de él, ya que el examen era oral. El alumno portaba el folletito del programa de la asignatura sobre el que el profesor le iba preguntando por las distintas cuestiones que le pareciese oportuno para calificarle. Como había que guardar turno según entrabas, ya puedes imaginarte los nervios que se acumulaban hasta que te llegaba tu hora… A veces, veías asomar a la puerta a uno de tus profesores preparadores, haciéndote señales para que salieras de la clase, y esto sucedía cuando en alguna de las otras aulas había pocos alumnos; de este modo se conseguía reducir el tiempo de espera. Lo más curioso de estos exámenes se daba en los de Educación Física, puesto que tenías que hacer los ejercicios que te mandaban sin ningún equipamiento, con traje y zapatos –los “chandals” aún no se conocían- produciéndose escenas de los más gracioso y pintoresco. Pero, de todos modos se pasaba bien, pues eran dos o tres días en los que salías del pueblo y veías muchas cosas, a pesar de que, por causa del esfuerzo, a veces no te quedaban ganas de nada. Esfuerzo que podía darse por bien sufrido y empleado si podías llegar al pueblo con el curso aprobado. Como curiosidad te anoto lo que me costaba la matricula en los distintos cursos de Bachiller: Examen de Ingreso:………….5 pts Primero………………….………… …180 “ Segundo…………………………….…270 “ Tercero…………….…………………..270 “ Cuarto………………………………....250 “ Reválida de Cuarto…………160 “ Casi sin darme cuenta, me encontré en plena adolescencia con la disyuntiva de escoger una carrera que iniciar, cosa por otro lado bastante fácil debido a las circunstancias: dada la posición económica no había más remedio que elegir Magisterio, que también podías estudiar por libre, o bien ingresar en la Escuela de Peritos de Linares, en mi caso poco probable por el gasto que esto ocasionaba. Así que tuve que estudiar la carrera de Maestro, que casi respondía a mis gustos, pues siempre manifesté mi vocación por la enseñanza Tradiciones ( las bodas ) Antes de narrar lo que fue mi adolescencia y juventud en los años 50, quiero contante, querido amigo, como era la sociedad de aquellos tiempos fijándonos en el reflejo de sus tradiciones, tan distintas y dispares, y, a veces, ilógicas, de las de ahora. Cuando una pareja quería convertirse en tal, de cara al resto de la gente, el primer paso era que el novio entrara a hablar con los padres de la novia para pedir el consentimiento y aceptación de éstos. Si el pretendiente era aceptado, resultaba habitual que la novia comprara dos arrobas de lana que después iba a lavar a un río, arroyo o pilar a la vez que se preparaba una comida en el 35


campo. Una vez que secado la lana en la casa, se abría todas las noches y esto formaba parte del tiempo que compartían los novios en la casa materna. La tradición marcaba que la pareja se casara cuando el hombre venía de la mili, "cuando había cumplido el servicio", según la expresión al uso.

Era en ese momento cuando se celebraba la ceremonia de pedir a la novia por parte del novio y los padres de éste, y al mismo tiempo se fijaba la fecha del "peditorio" y de la boda que solía celebrarse tres meses después. El peditorio podía ser más o menos abierto. En algunos sólo acudían los familiares más allegados mientras que en otros también asistían amigos y parientes más lejanos. La repostería y las bebidas dulces eran los protagonistas exclusivos del banquete: galletas, mantecados, roscos, caramelos y peladillas para los niños acompañados de una bebida muy popular entonces, el risol, de aguardiente y café. Para este acto se colocaban las sillas para los asistentes, pegadas a la pared, sin mesas, y se iba pasando una bandeja con un tipo de dulce para que cada uno se fuera sirviendo. Cada bandeja constituía una "rueda", siendo lo normal que se hicieran tres, con dulces distintos. Si se pasaba de estas tres ruedas se traducía en un síntoma del buen nivel económico de la familia. Lo asistentes solían llevar un pañuelo para envolver los dulces que les sobraba, para luego consumirlos en casa. Igual se hacían las ruedas con las bebidas. Una vez fijada la fecha de la boda, se iniciaban en la iglesia las amonestaciones que solían durar tres meses. El sacerdote las leía en las misas de todos los domingos. Como se sabe, ahora se exponen escritas, en un tablón de anuncios. El mismo tiempo debía estar la novia sin salir a la calle hasta el día de la boda.

(En la boda de mi hermana Encarnación)

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La matanza Tener la despensa disponible para todo el año, sobre todo para la recogida de la aceituna, era el fin de la matanza del cerdo que tenía lugar cuando Noviembre empezaba a alborear, de ahí el refrán "por San Andrés, mata la res" El hecho estaba revestido de una gran solemnidad porque, aparte del trabajo en sí, suponía un acto social, familiar y festivo de primera magnitud. "Los matarifes, casi de madrugada, cogían el cebado gorrino de la pocilga mediante un garfio de hierro que clavaban en la parte baja del hocico y lo arrastraban hacia la "mesa de los sacrificios" que, junto con las "artes" de la matanza, recorrían en en muchas ocasiones los domicilios vecinos que esperaban el turno de los jiferos. Una vez el puerco sobre el banquillo y mientras el fuego ardía alimentado con astilla, sarmiento, leña de olivo y ramón, haciendo arder el agua en la caldera de cobre bruñido en su interior. El marrano se sacrificaba mediante una certera puñalada en la garganta, por la que, sin sacar el cuchillo, manaba roja e impresionante la sangre, mientras la matancera movía y movía ésta, que iba cayendo a un lebrillo de cerámica para evitar la coagulación. Acto seguido y ya sin vida el animal, se depositaba en una artesa y, con el agua hirviente y unas cucharas de hierro y piedras de asperón, se despojaba a la víctima de las cerdas y de las pezuñas. Se le extraían los intestinos y las vísceras y se colgaba el cerdo, ya en canal, de las patas traseras a un camal que era izado por medio de una soga a un agujero del techo abierto expresamente"(R.Quesada) Pasadas unas horas, se descuartizaba y se preparaban los jamones y el tocino para que se curaran durante varios meses envueltos en sal gruesa. Con la carne del cerdo adobada de distintas formas se realizaban los embutidos (chorizo, salchichones y varios tipos de morcillas) mientras la sangre era aprovechada para elaborar la exquisita morcilla negra o morcilla de arroz de la que se encargaban las matanceras más expertas. Para aguantar las intensas noches de juegos y bailes-jotas, boleros, corros, pasodobles y los primeros aguilandos- que aderezaban la matanza se preparaba una cena muy especial con sopa hervida, cocido(llamado "olla, porque se ponía en la sartén de la matanza) pringá y ensalada matancera a base de melón, granada, aceite y sal. De la cocción de la morcilla y antes de embutirla se sacaba cierta cantidad -llamada "ajo"- que se consumía durante unos días, existiendo la costumbre de repartir en tazas entre los familiares, vecinos y amigos, encargo que solían hacer las chicas que asistían a la matanza, ataviándose para esto con unos delantales (mandiles) inmaculadamente limpios.¿Qué hacíamos los niños en las matanzas?

Según las mujeres, estorbar; pero nuestra presencia allí tenía una finalidad concreta, pues una vez alcanzada, desaparecíamos como por encanto. Se trataba de conseguir la vejiga del cerdo que, 37


una vez limpia, se inflaba como si fuera un globo y se le daban golpes para que se secara y al mismo tiempo se estirase. De este modo conseguíamos una preciosa pelota, parecida a las de goma, que nos servía para nuestros partiditos de fútbol en la calle. Los más “cocinicas” ayudaban a las mujeres a embutir las tripas de chorizo o morcilla, pero lo más habitual era que en las matanzas estorbásemos más que los perros, por el peligro de andar entre tanto puchero, sin organizar algún desastre.

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El Frente de Juventudes

Las efemérides van por delante de mi relato y esto no puede ser. Tengo, querido amigo, que salir del camino fácil y meterme de nuevo en contarte más cosas que ocurrieron en mi vida y en la de los que me rodeaban, más o menos lo que se vivía en la España de aquellos años 50 ya…Casi sin pensar se pasó el bachillerato y se consumió mi preadolescencia. ¿Qué hacía además de estudiar? Bien, pues aparte de jugar en la calle como en otros capítulos te he relatado, aparecen dos nuevos terrenos en los que tuve que entrar, -iba a decir “forzado por las circunstancias”, pero mejor no lo digo, porque hubo total voluntariedad en la decisión- y que fueron el Frente de Juventudes y la Acción Católica. ¿Qué muchachos de aquella época no estuvieron en una u otra institución, o quizá en las dos? Yo creo que pocos… Aparte de los condicionamientos políticos, voy a relatarte que significó en mi vida una y otra institución. En mi pueblo había una gran casa, que llamaban “Los marines”, a la que yo un día me acerqué movido por la curiosidad y también por el lógico deseo de poder utilizar lo que gratuitamente se me ofrecía. Ahí estaba la sede del Frente de Juventudes, casa dos pisos, con una serie de habitaciones debidamente dispuestas para distintas funciones. Así había una en la que se encontraba instalada una mesa de ping-pong, en la que se jugaba por riguroso turno; otras para jugar a juegos tales como ajedrez, damas, parchís, etc… Una gran sala que servía tanto para reuniones y charlas, como para la ejecución de distintas tareas, como la redacción, construcción de murales, manualidades, etc., que se organizaban principalmente en las conmemoraciones nacionales más importantes, tales como El Descubrimiento de América, La Primera Vuelta al Mundo, El Día del Libro, La Guerra de la Independencia, etc… así como también en el recuerdo de personajes y gestas históricos importantes acaecidos en nuestra Historia, tales como El Sitio de Sagunto, Numancia, Viriato, Vasco de Gama, el Gran Capitán, El Sitio de Zaragoza, etc., etc.… Se hacía también mención a las distintas gestas de la Guerra Civil y a personajes de la misma, como los episodios del Santuario de la Virgen de la Cabeza, el Alcázar de Toledo, el Día de la Victoria, etc… Las ideas principales que resaltaban entre todas eran las de crear entre la juventud el amor y el servicio a la Patria. No recuerdo que hubiera ningún tipo de adoctrinamiento en otro sentido, ni que en ningún momento se atacara o despreciara a los que perdieron la guerra. Lo cierto fue que todos los niños de mi generación, hijos de uno y otro bando, pasamos por esta institución y más tarde, en el futuro, cada uno siguió su camino sin que, yo creo, fuera influenciado ni poco ni mucho por haber pasado por ella, por vestir o no una camisa azul y una boina roja. Recuerdo, 39


querido amigo, con bastante cariño mi asistencia a los campamentos de verano; esos días en los que se estaba en contacto con la naturaleza, se vivía el compañerismo, la aventura, las distintas vivencias de las que carecías en el pueblo… Adquirías hábitos de disciplina, de obediencia, de servicio a los demás, de compañerismo, de sacrificio ante las dificultades, de autodominio… Se hacían amigos entre los niños de otros pueblos, que te contaban de su vida, de sus costumbres, fiestas… En resumen, ampliabas el plano de tu formación, distinto al de la familia o la escuela. Poco duró mi paso por el FF.de JJ. porque otra institución entró en mi vida con mucha más fuerza: la Acción Católica. ¿Qué te parece si te lo cuento otro día?

(En un parque de Jaén, con motivo del examen de Reválida de Cuarto, con mis compañeras y amigas Cloti y Tere)

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La Acción Católica (I) Hay hechos en la vida que influyen decisivamente en la formación y posterior personalidad del ser humano. Los padres, el colegio, las amistades, el entorno socio-cultural…, suelen conformar casi con seguridad el posterior desarrollo personal de cada uno. Es lo que suele llamarse educación: buena, mala o regular, adecuada o no, acertada o disparatada… pero, que al fin y al cabo nos condiciona a lo largo de toda nuestra existencia. Bien es verdad que uno es dueño de su barco y puede corregir el rumbo en cualquier momento de su vida, pero siempre, esta herencia recibida en los años de la juventud suele influir bastante a lo largo de nuestro navegar por el mar de la vida.¿Y por qué me he puesto un poco “filosófico”, querido amigo? Sencillamente porque, al recordar esta larga etapa de mi vida, llego a la conclusión de lo que supusieron para mi, y para multitud de mis amigos y coetáneos, la influencia de la Acción Católica. Soy consciente de que a muchos todo esto le sonará a clericalismo, a beatería, a haberse sometido a la influencia de las sotanas, en fin, a todas esas cosas en contra que tanto suenan ahora y siempre han sonado… Mi obligación es contarlo y, si puede ser, desenmascarar a esa “mala prensa” que no ha sabido ver más allá de la punta de su nariz, que no ha profundizado en el estudio de los hechos. Como siempre te he dicho no me creo en la posesión de la verdad, pero sí estoy convencido de lo que es mi verdad y lo bueno o malo que me ha acarreado el seguir sus planteamientos. Con este ánimo te lo cuento todo.Creo que yo entré en la AC atraído por el deporte. Se formó un equipo de fútbol y alguien me llamó para formar parte del mismo. Se trataba de una forma de atraer a la juventud de un curita joven, recién llegado al pueblo, tratando así de ganársela y, de paso, contribuir a su formación que, antes de que se me olvide, he de decir que no fue solo religiosa, sino ampliamente cultural, cívica y social. Te digo, por ejemplo – en una época en la que apenas había radios, tocadiscos y, por supuesto, nada de TV- aprendí a oir e interpretar música clásica. Este sacerdote solía hacer audiciones de los grandes maestros,- Mozart, Vivaldi, Verdi, Beethoven, etc- explicándonos el significado, paso a paso, de cada una de sus grandes obras. Me asomé al conocimiento del teatro, cuando se hacían representaciones de teatro leído, para posteriormente realizar representaciones de obras de Casona, los Hermanos Alvarez Quintero, sainetes, etc, en el teatro del pueblo… Luego volveremos a todo esto, ahora déjame que continúe con el fúbol… O sea, que de golpe y porrazo, unos críos que habíamos jugado en la calle con pelotas de trapos, o de goma, o todo aquello que tuviese más o menos forma esférica, nos vimos en el estadio del fútbol del pueblo, con un balón de cuero –de reglamento, decíamos entonces-, botas, equipación completa, etc. Con el tiempo se formó un equipo bastante competitivo y que, jajaja, solía hacer “sombra” al equipo local de adultos. Te diré que mi puesto fue el de extremo derecha y que, según cuentan, era bastante rápido por la banda con centros que remataban con eficacia los delanteros (No sigo por este camino porque –aparte de que ya no tengo abuela- no vaya a ser que se fije en mi el presidente del Real Madrid). Seguimos otro día…

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(De pie, de izquierda a derecha: Torres, Valenzuela, Mota, González, Honrubia,Rojas, agachados: Requena, Maza, Valenzuela(II), Cuadros y yo. Diego, el botiquin) La Acción Católica( EL FUTBOL) Te contaba en el anterior relato algo sobre el equipo de fútbol de la Acción Católica. Hoy quiero referirte algunas otras cosas y anécdotas sobre esta actividad deportiva que, casi con seguridad, era la única que se practicaba entre la juventud. El pueblo contaba, por otro lado, con un buen equipo de fútbol senior que solía competir en campeonatos con los pueblos de alrededor, con el consabido aliciente de la rivalidad que, en repetidas ocasiones acababa con batalla campal, sin que llegara la sangre al río. Creo que a la máxima categoría que llegó fue a Tercera Regional y eran dignos de ver los encuentros que se celebraban en el Estadio San Juan Bautista, no sólo por el espectáculo que se contemplaba en el rectángulo de juego, sino por los distintos modelos de forofos que montaban cada domingo su particular sainete deportivo, como los gritos de Torralba, un señor de gran estatura y voz potente, que exclamaba, cuando el equipo de Navas no hacía buen juego, esta frase:¡¡”Que salgan los Infantileeeeeeeeeeees!!”, como los comentarios del bueno de Segundo, para quien el equipo debería hacer lo mismo que el Real Madrid, como el inquieto de Lendinez, que no paraba de lanzar improperios al juez del línea, al que seguía en todos sus movimientos, como el pacífico Gregorio, que acompañaba con movimientos de su propio cuerpo las distintas peripecias del juego; así él hacía el ademán de rematar de cabeza, de chutar a gol… como si de su colaboración dependiese el lance del juego. Al pueblo vino una vez un segundo equipo del Real Madrid a jugar un partido benéfico. Aquello fue todo un acontecimiento, pues por entonces fue cuando iban llegando las Copas de Europa y su fama se extendía por todo el mundo.Y me dirás… ¿quién consiguió llevar este equipo a un pequeño pueblo de Jaén, con un terreno de juego de tierra –más piedras que tierra-, sin gradas, con unos vestuarios sin duchas, ni aseos…? Pues mira… mi pueblo tenía por aquellos tiempos varias ganaderías de reses bravas y a los tentaderos de las mismas solían venir muchas figuras del toreo, y otras menos famosas, entre las cuales se encontraba un diestro cuya fama no llegó a trascender, que se llamaba Manolo Navarro. 42


Yo lo ví torear y era una delicia, pero se ve que no tuvo suerte para convertirse en figura. Se daba el caso nada habitual de que este señor también era futbolista –creo que mejor que torero- y llegó a jugar con el primer equipo del Madrid; eso debió ser la causa de que, por medio de algún ganadero, le arrancase la promesa de que el mejor equipo del mundo fuera a mi pueblo para un encuentro, como he dicho, benéfico.Entre mis fotos familiares he encontrado también la visita que efectuó, para jugar un partido con el equipo de Navas, un portero famoso del Sevilla C.F., suplente del gran Buyo y que se llamaba Manolín. En la foto se le ve junto a mi hermano Diego y a mi primo Pedro.Me ha parecido conveniente haber hecho este paréntesis para hablar del equipo senior, al que con los años se fueron incorporando los que jugaban en nuestro equipo de infantiles.

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La Acción Católica (III) Varios años dando patadas a un balón, en los ratos que me dejaban libre los estudios, dieron para muchas alegrías, pero también para muchos sustos y anécdotas. En el pueblo no teníamos rival, así que hubo que intercambiar contactos con los pueblos de alrededor y aquí es dónde ocurren realmente los problemas. Siempre que jugábamos en casa , normalmente antes del encuentro que disputaban los mayores, todo transcurría con normalidad. Lo malo ocurría cuando nosotros éramos los visitantes.Una tarde que jugábamos en Vilches, pueblo que “gozaba” de una, seguramente infundada, mala fama de brutos –y que me perdone, si alguno de sus habitantes me lee- todo transcurría con normalidad mientras el equipo local iba ganando el encuentro. Llegado el empate, aquellos jugadores y público empezaron a ponerse “nerviosos” y alguna que otra “peladilla” empezó a caer en el campo de juego, buscando nuestros tobillos. Lo trágico sobrevino cuándo desempatamos: las peladillas se convirtieron en auténticos pedruscos y todos nosotros, como proyectados por el mismo resorte, empezamos a correr campo a través, seguidos por la masa de público y jugadores contrarios, en dirección a las afueras del pueblo en donde nos pudo recoger el camión o camioneta que nos había transportado. En otra ocasión, disputamos un partido en un pueblo, cerca de Arjona, llamado Escañuela. El campo de fútbol era un terreno que tres días antes había estado sembrado de garbanzos, por lo que, después de su recolección, había quedado con la tierra suelta, con grandes hoyos y desniveles, haciéndose casi impracticable cualquier tipo de juego. No obstante, estábamos allí para jugar y jugamos. Aquella tarde ganamos por 2-6, siendo yo el máximo goleador con tres dianas. No hubo ningún incidente reseñable, portándose el público muy deportivamente con nosotros y aplaudiendo el buen juego. Al término del encuentro, en medio de los aplausos de despedida de aquel maravilloso público, súbitamente veo acercarse a mi a un grupo de personas que, con mucha educación me pidieron que si quería que me llevasen a hombros hasta el pueblo, pues era costumbre hacerlo con la “figura” del partido. Yo, muy orgulloso, no opuse ningún tipo de resistencia y me dejé llevar, entre los vítores de aquella buena gente. Muy poco después, vuelvo la cabeza atrás y veo que se aproximaban a nosotros dos curas – el de mi pueblo y el de Escañuelacon las sotanas recogidas para correr mejor, gesticulando y dando gritos a la comitiva. Al llegar a nuestra altura, el párroco de aquellos paisanos, les conminó a soltarme y les endiñó una soberana reprimenda. A todo esto yo pregunté con ingenuidad:”¿Pero qué han hecho, don Antonio? Si me llevaban en hombros por mi buen partido…” -¡Que te crees tu eso, Hermosilla! Te llevaban a darte un baño en ese pilar que ves ahí… No te perdonan los tres goles, muchacho” Mi padre era un hombre al que no le gustaba el fútbol. Decía, cuando se presentaba el caso, que no había visto un juego tan tonto e inútil, ya que veintidós personas en calzoncillos iban detrás de una pelota para meterla entre dos palos. Y encima le sale un hijo futbolista… No veía con buenos ojos el que yo jugara, pero menos que saliera del pueblo a jugar, de modo que cuando tuvimos que ir al vecino pueblo de Arquillos, para que me dejara ir con el equipo, tuve que acceder a que me acompañara… Durante el encuentro apreciaba yo que mi padre seguía con mucho interés los lances del partido, pero que se fijaba más cuando se cometía alguna falta por entradas fuertes. Yo procuraba no estar metido en ninguna de ellas para que no me prohibiera futuras salidas, pero he aquí que un balón rebotado impactó de lleno en mis… ejem… “cataplines”, provocándome el dolor que sólo quien lo ha sufrido sabe lo terrible que es. Caí al suelo retorciéndome pero, en un instante, recordando que mi progenitor estaba presente, me incorporé y simulé que no tenía nada. 44


Anduve unos pasos como un pato para ver si se pasaba aquel horrible dolor, tratando de aparentar normalidad. Yo creo que mi padre no se tragó la trola de que no me había pasado nada… pero me dejó seguir jugando.

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Las serenatas Otra de las actividades de peso que tuve en aquellos años fue la de la creación y puesta en funcionamiento de una Rondalla. Un grupo de amigos, interesados por la música, con una falta total de medios ya que los instrumentos eran prestados, nos lanzamos a la aventura de formar un grupo musical de cuerda, sin tener idea de lo que era un pentagrama, sólamente con el buen oído que, por lo visto, teníamos de manera natural. Publiqué un artículo en una revista local -"Stella"acerca de una de las actividades de la rondalla: las serenatas. Me vas a permitir, estimado amigo que te entresaque unos párrafos, pues no quiero cansarte con detalles que igual no te interesan. Ahí van: "Corrían los años cincuenta cuando la primera generación de la posguerra estrenaba su edad dorada. Adolescencia y juventud estallaban en un ambiente sereno, a medio camino entre los dolores de una contienda fratricida y la esperanza de una no muy lejana apertura a la democracia. En este pueblo, en nuestro pueblo de Navas de San Juan, la juventud experimentó un inusitado interés por diversas formas culturales. Interés por la lectura, por la música clásica, por el teatro, por el folklore, por el deporte... Una serie de coordenadas parecieron confabularse para que esos años fueran fructíferos en todos los sentidos. Y una de esas manifestaciones fue la creación y funcionamiento de “La Rondalla”. En el pueblo existían grandes maestros de la música de cuerda. “El Tío Laguna” y su hijo(guitarras), Juan José Olivares(laúd) y Olivares “el talabartero”(bandurria), entre otros; pero no formaban un grupo más o menos organizado, sino que, ante cualquier acontecimiento solían juntarse para actuar, casi siempre en un ambiente muy familiar. Y a la sombra de estos maestros, surgió la afición de un grupo de jóvenes que decidieron la creación de una rondalla. Inicialmente la componían Juan Olivares –hijo de Domingo-, Juanito Olivares –hijo de Juan José-, Juan Pedro Olivares –hijo de Julián- , Andrés Martínez y Pedro Hermosilla. Dos guitarras, dos laúdes y una bandurria. Tras un periodo de duro y largo aprendizaje, una de las funciones de la rondalla fueron las serenatas; una costumbre secular que había caído en desuso y que casi nadie practicaba ya. Rondar a la chica, bien fuera novia o pretendiente, cuando ya la noche avanzaba y se esperaba el nuevo día, –“cuando la aurora tiende su manto, y el firmamento viste de azul, no hay un lucero que brille tanto, como esos ojos que tiene tu”-, las notas y acordes de la rondalla, el canto suave de sus integrantes, eran como un torrente de amor de la calle a la alcoba. " "Era tradicional que en el Día de la Inmaculada de cada año, la rondalla comenzara siempre su noche de música y canto en la puerta de la Iglesia Parroquial, saludando a la Madre con el canto de “Las Mañanitas” y algún que otro canto mariano popular. Esto hacía que los mozos del pueblo se fueran agregando a la comitiva que iba recorriendo, prácticamente, todas las calles del pueblo, con un ritual característico y solemne. Antes de llegar a la puerta de la casa en la que se celebraría la serenata, la rondalla se acercaba lentamente entonando un pasacalles. “La marcha de los cosacos, de Katiuska”, “La Tuna pasa”, “Carrascosa”, etc... Anteriormente, la persona que encargaba la serenata, escogía los temas que se interpretarían y era curioso observar como, dependiendo del tipo de relación existente, se elegían unos u otros. Así, si era una relación ya firme sonarían, entre otras, las estrofas de “Llorona” “¡Ay de mi, llorona, llorona, llorona llévame al río!

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Y abrígame en tu regazo, que vengo muerto de frío” Si se quería lisonjear, alabar... “Lucerito luminoso, claro como el agua clara, bellos como el mismo cielo son los ojos de mi charra” Si la pareja había roto o estaban disgustados... “Tú, solo tú... has llenado de luto mi vida abriendo una herida en mi corazón” Cuando alguna familia no aprobaba el incipiente noviazgo... “El cielo y el mar parecen que se quisieran juntar, allá donde el sol se esconde, pero juntos nunca están”. Una vez concluida la serenata, la rondalla se iba alejando con el mismo ritual que a la llegada. Y así, aquel rico repertorio de canciones españolas (Los Xey, Los Cinco Latinos, Antonio Machín, Raphael, etc..), mexicanas (Los Panchos, el Trio Calaveras, Jorge Negrete, Miguel Aceves Mejias,...) las románticas sudamericanas, italianas, etc... proporcionaba un precioso caudal en el que elegir la canción adecuada para cada ocasión. Toda una noche, frías noches de invierno, donde el silencio se rompía solo unos minutos y la brisa tornaba en música."

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La Acción Católica (COROS Y DANZAS)

Así expresado –Coros y Danzas- cualquiera que tenga idea de lo que acontecía en aquellos tiempos, podría pensar que era una actividad de la Sección Femenina de Falange. Nada más lejos, pues se trató de una más de las muchas actividades que la Acción Católica llevó a cabo en mi pueblo. Quiero, sin embargo, romper una lanza en reconocimiento de uno de los fines de la SF– aparte de los políticos, que como sabes, yo no quiero entrar a criticar- y que consistió en la recuperación de gran parte de los usos y costumbres de los pueblos de España. No sólo en sacar a la luz los bailes y cantos ya casi olvidados, sino en multitud de costumbres y usos que, de no ser por esta institución, posiblemente hubieran caído en el olvido. Esta actitud nuestra de colocarnos a la altura de, -podríamos decir-, la única institución estatal, nos acarreó algunos problemas, como te contaré más adelante. Un grupo de chicas, más la aportación de la Rondalla y una vocalista, a base de mucho ensayo, de visitar en Jaén otros grupos de estas características, de ir recopilando de unos y otros sitios bailes y cantos típicos, dieron en formar el conjunto de Los Coros y Danzas de la Acción Católica de Navas de San Juan. Un día a la semana había ensayo general, aunque la Rondalla y las chicas por separado tuvieran otro día para sus ensayos particulares. Recuerdo aquellos primeros bailes, “La jota de Villanueva”, una de cuyas letras decía: “La Virgen de la Fuensanta Patrona de Villanueva Tiene la cara más guapa De la provincia jaenera. Tus ojos,morena, Me matan a mi, Y no me ha matado La Guardia Civil” Otra jota, “La uva”, decía: “De la uva sale el vino 48


De la aceituna el aceite, Y de mi corazón sale, ¡ay! corazón para quererte” Con el tiempo se fueron incorporando sevillanas, verdiales, malagueñas, fandangos de Huelva, etc, la jota típica de mi pueblo –Los Mayos- , y lo que para mí era una joya, “El bolero de Jaén”, una maravilla de música y de coreografía, que nos hizo sudar la gota para aprenderlo, pero que también nos dio multiples satisfacciones. Tuvimos multitud de actuaciones por toda la provincia aunque yo destacaría una en particular. No sé si recordarás que hubo en Sevilla la inundación de un río poco nombrado, El Tamarguillo, pero que provocó una gran catástrofe en la ciudad sevillana. Te copio un pequeño texto para que recuerdes: “En Noviembre de 1961 el Tamarguillo se desbordó, como consecuencia de que cayeron en Sevilla en un corto espacio de tiempo trescientos litro por metro cuadrado, afectando a barrios enteros, La Calzada, el Cerro del Águila, San Bernardo, El Fontanal , el Tiro de Línea, la Puerta Jerez, llegando el agua hasta la Campana. La cosa fue tan grave que declararon Sevilla zona catastrófica. Fueron tantos los sevillanos que se quedaron sin hogar que se organizó un mes mas tarde, una cabalgata que partió desde Madrid la llamada Operación Clavel, capitaneada por el popular locutor de radio Boby Deglané , que acabaría en tragedia como consecuencia de un accidente aéreo .”(Tomado de la web) Una emisora de radio provincial, Radio Villacarrillo, organizó una cuestación para recaudar fondos para los damnificados, que culminó en un gran Festival en un teatro de dicha ciudad, al que nuestros Coros se ofrecieron desinteresadamente para actuar en el mismo. Y aquí se presentó el problema, posiblemente el único problema que yo tuve con “el Régimen”, y si te lo cuento es más por lo que tiene de anecdótico, que no por otras razones. Ahora verás… El Sr. Alcalde –y Jefe Local del Movimiento- por aquellos entonces, se enteró de nuestra participación en el Festival, que había adquirido una gran importancia por la propaganda de la citada emisora. Posiblemente pensó que ese “tanto” se lo tenía que apuntar él, así que, ni corto ni perezoso, nos citó en el despacho de la alcaldía para pedirnos, con mucha amabilidad, que fuésemos en representación de la Sección Femenina y que la Jefe Local de la misma fuese al frente de la comisión. Respetuosamente respondimos al Sr. Alcalde que no podíamos complacerle, puesto que ya éramos conocidos en gran parte de la provincia por nuestra pertenencia a la Acción Católica, y que también deseábamos que así se nos reconociera en el Festival y por medio de la ondas, ya que sería retransmitido por Radio Villacarrillo. Nos despidió con cajas destempladas pero creímos que ahí terminaría su enfado. Al día siguiente nos volvió a llamar para hacernos la misma propuesta, pero amenazando seriamente. Entonces nos negamos a ir, a lo que el muy ilustre Sr. Alcalde nos conminó con las siguientes palabras: “Si no van ustedes a ese Festival en representación de la Sección Femenina, les mandaré a la Guardia Civil y dormirán todos en el calabozo.” Dimos la callada por respuesta y nos fuimos. Más tarde, este señor llamó al Consiliario de A.C. y parece ser que llegaron a un acuerdo de que la Jefe Local nos acompañase. Llegado el momento de la presentación del grupo en el Festival, fui yo el que tomé el micrófono y,con la autorización de todos los miembros de los Coros y Danzas que asumían el riesgo, dije las siguientes palabras a sabiendas de que todo el pueblo de Navas, toda la provincia, y, seguramente, el Sr. Alcalde, nos estaría escuchando: “Señoras y señores, a continuación tenemos el gusto de actuar para todos ustedes, y como colaboración para los damnificados de las inundaciones de Sevilla, ¡LOS COROS Y DANZAS DE LA ACCIÓN CATÓLICA! de Navas de San Juan.”, recalcando el nombre para que todo el mundo se enterara bien. Casi todos

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pensábamos que aquella noche dormiríamos en el cuartelillo, aunque, afortunadamente, no fue asi… Para que luego digan que la Iglesia y la Falange se llevaban bien…

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Mis estudios de Magisterio

(foto que figuraba en mi carnet de Magisterio)

Al término de la Reválida de Cuarto existía la opción de hacer el Bachiller Superior o comenzar una carrera, entre las que se encontraba Magisterio. Ya te apunté, buen amigo, que, para estudiar por libre sólo me quedaba esta opción. A mi me hubiera apetecido estudiar periodismo, pero… no me lo podía permitir. Menos mal que la enseñanza era algo que me gustaba y por la que sentía desde muy pequeño una gran atracción. Comencé, por tanto, a preparar las asignaturas por libre, esta vez bajo la tutela de una gran profesora, joven, bien preparada, que llevaba poco tiempo en el pueblo. Éramos un pequeño grupo y dábamos las clases en su casa. Recuerdo con muchísimo cariño sus clases de Literatura, pues ella me abríó el gusto por esta disciplina, por la lectura, por el análisis, por la poesía… También estaba bien dotada para las Matemáticas, la Historia, la Geografía… y bien que se notó su mano en nosotros, ya que aprobamos los dos primeros cursos con buenas notas. Pero tuve la desgracia de que se marchó destinada a otro pueblo y esto supuso un contratiempo para el curso de mis estudios. Ese año me preparé yo sólo pero, al ver que la cosa no iba bien del todo, me inscribí como alumno oyente de la Escuela de Magisterio de Jaén, en donde logré casi superar el curso, quedándome dos asignaturas que, más tarde, recuperé en Granada. Y tú te preguntarás…¿Por qué cambiar de ciudad? La razón hay que buscarla siempre en el aspecto económico pues ahí se habia trasladado un gran amigo que, desinteresadamente me brindaba su casa para la época de los exámenes. Durante mis estudios estuve dando clases particulares en mi casa a niños del pueblo, con el objetivo de obtener algún dinero para costearme la carrera y así ser menos gravoso a mis padres y hermanos, a los que no tengo palabras de agradecimiento por sus muchos sacrificios. Para que yo estudiara ellos tenían que trabajar, no pudiendo contar conmigo para las faenas del bar.

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(Con mi grupo de Aspirantes de A.C.) Sólo en la época de vacaciones yo me incorporaba como ayudante de camarero, realizando todas las faenas que se me encomendaban. Nunca escuché ningún reproche por ese trato de favor que se me daba. Me consta que fueron muy generosos conmigo, lo que nunca dejé de agradecerles. Esta favorable actitud me hacía superarme en cada momento para corresponder a lo que hoy yo estoy seguro que se trataba de un cariño verdadero. Gracias, padres; gracias, hermanos… Los tebeos

Nuestro querido y buen amigo José María, me ha recordado en uno de sus entrañables comentarios, que todavía no he escrito nada sobre “Los Tebeos”, unas publicaciones características de la época y que han tenido distintas lecturas por los “sesudos y sabihondos” de turno… Que si 52


eran un modo de adoctrinamiento, que si el Guerrero del Antifaz era fascista, que si Roberto Alcázar y Pedrín eran de derechas y machistas, que si, que si… bueno, todo lo que a ellos les viene en gana pensar… O no vivieron en aquella época, o no leían tebeos, o eran tan sosos como ahora, porque la realidad fue bien distinta. El primer tebeo que recuerdo fue El Guerrero del Antifaz, que vio la luz en el año 1944 de la mano del genial dibujante Manuel Gago.

Mis hermanos empezaron a coleccionarlo desde el número uno, siendo fieles todas las semanas a su adquisición hasta el último ejemplar. Si piensas que en casa teníamos la colección entera no te equivocas, aunque en la actualidad solo conservo unos pocos ejemplares que se salvaron del “pillaje”, y no te cuento lo que pasó porque no viene al caso. En casa estábamos todos los hermanos pendientes de las aventuras de este héroe cristiano, desterrado por su gente por creer que se trataba de un renegado árabe; despreciado por los árabes, por considerarlo un “perro” cristiano. Su amor, la condesita Ana Maria, su fiel escudero Fernando, el conde de Roca, el conde de Torres, Alí-Kan -rey moro, que creía ser el padre del Guerrero y al que odiaba-…

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“El éxito de la saga del Guerrero del Antifaz fue fulminante, entre otras cosas por la combinación tan bien realizada entre los dibujos y los guiones, con una historia dramática de arranque que apasionó desde el primer momento, un escenario que es el de la lucha entre moros y cristianos en la época de los Reyes Católicos cuando éstos pretendieron unificar España y echar fuera del territorio nacional a los árabes. Es a veces romántico y en otras ocasiones brusco y cruel. El lenguaje utilizado, propio de la época, las acciones que se nos muestran, que están cargadas de pasión, con personajes que aman y odian, que evolucionan y pueden morir, como de hecho ocurre con varios de ellos. La violencia mostrada visualmente en estas aventuras a través de cárceles y mazmorras, torturas, sadismo y la enorme sensualidad de las mujeres que van apareciendo a lo largo de la saga, ejercieron también un poderoso atractivo para todos los lectores de la época y si bien al principio iba dirigida, por ser simplemente una colección de "tebeos", al público infantil, debido a la trama argumental tan bien desarrollada y tan cargada de emotividad, provocó que fácilmente los no tan jóvenes se pudieran enganchar rápidamente a esta historia trepidante llena de aventuras.” (De la web). También fueron mis héroes los protagonistas de la serie “Roberto Alcázar y Pedrín”, un detective y su ayudante que protagonizaron innumerables aventuras, persiguiendo a ladrones y asesinos. “Roberto Alcázar es un periodista e intrépido aventurero que viaja a Argentina en un trasatlántico, para cobrar una herencia. Durante el trayecto descubre a un polizón: Pedrín, un joven muchacho al que adopta como ayudante. Unos años más tarde, Roberto pasa a trabajar como agente de la Interpol y sus aventuras adquieren un carácter cosmopolita al ser narradas desde los países más remotos del mundo. Su mejor arma, los puños. En casi todas las aventuras, conseguía reducir a los villanos a fuerza de puñetazos.”

Otros de mis favoritos fueron El Jinete Fantasma, el Pequeño Luchador, El enmascarado, la serie 54


policía FBI, Hazañas Bélicas… y ¡como no! el TBO, como la gran revista de humor de aquella época. “En España las historietas no se popularizaron tanto como en otros países. Los cómics españoles surgieron de la revista TBO. En dicha publicación aparecieron personajes tan conocidos por como el profesor Franz de Copenhague, que tampoco aprobó nunca las matemáticas o la familia Ulises. Otras famosas revistas dedicadas al humor fueron Pulgarcito. Incluso había una revista dedicada a chicas que se llamaba Lily. Las historietas de aventuras fueron bastante populares durante los años 50-70. A diferencia de los superhéroes americanos, nuestros héroes pretendían ser históricos. El Guerrero del Antifaz empezó a editarse en 1944. Es por tanto, nuestro primer héroe enmascarado. El Capitán Trueno corre numerosas aventuras al lado de sus inseparables amigos Goliat y Crispín, a los que se suele unir la bella Sigrid. El Jabato es un íbero que, lucha siempre al lado de los más débiles. Otro personaje destacado es el Corsario de Hierro. El tebeo de producción española ocupó en aquellos años un lugar de honor poniendo al alcance de todos los bolsillos materias tan impagables, en época de escasez, como ilusión, entretenimiento, cultura.” En fin, que yo me divertía leyendo los tebeos y, en cierto modo, adquiría cultura, pues gracias al Guerrero del Antifaz podía visitar Argel, Túnez, Turquía, Arabia, viajar por el Mar Mediterráneo… conocer que era un emir, un alfanje, una cimitarra, una espada toledana, que era un razzia, un harén, una hurí , un mameluco… y todo eso con poquísimos años…

Los tebeos se compraban , se vendían, se cambiaban, se alquilaban, se leían en las siestas a la sombra de un árbol, se comentaban, se coleccionaban, se imitaba a los héroes en sus innumerables virtudes y, contra lo que podría creerse, no generaban violencia. Con la llegada de la televisión en los años sesenta, los tebeos fueron desapareciendo poco a poco, con la misma velocidad con que en cada uno de nosotros lo iba haciendo también nuestra infancia y juventud…

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La prensa

Desde muy temprana edad me aficioné a la lectura de la prensa, un bien escaso por aquellos años dada la escasez de todo, refieriéndome no sólo al aspecto material, -no estaba la vida como 57


para ir gastando dinero en la prensa- sino también a la penuria informativa puesto que había pocos diarios en circulación, y todos sometidos a la dura censura de la época. Los periódicos de tirada nacional y que yo tenía a mi alcance fueron el ABC, tradicionalmente monárquico aunque hubiera de guardarse de manifestarse como tal, el ARRIBA, periódico del régimen, más tarde el diario PUEBLO, en el que ya aparecían tímidamente algunas ideas un tanto liberales, el diario MADRID, que acabó siendo cerrado por el Régimen , el periódico deportivo MARCA y el taurino DÍGAME, amen de algún que otro un tanto singular, como EL CASO, que era algo así como los culebrones y “reality show” actuales –¿se escribirá asi?çParticularmente me interesaban, al punto de leerlas con verdadera fruición, las crónicas taurinas de aquel gran periodista llamado Antonio Díaz Cañabate, pues no se limitaba a contar lo ocurrido en el ruedo, sino que eran de un contenido cultural impresionante. En ocasiones, después de leer toda un crónica sin la más ligera alusión a lo acontecido en la corrida, este genio terminaba con una corta frase en la que decía, más o menos, “en el ruedo no sucedió nada digno de mención”. La corrida podía ser un fracaso, pero nunca los artículos periodísticos. Te copio, querido amigo, una de aquellas crónicas entrañables: “Estamos en la plaza de toros de Jerez. Son las siete de la tarde. ¡Qué hermosura de color y de color! ¡Qué buena amalgama la del calor y el calor de la Baja Andalucía! Tenemos sed. ¡Qué bien vendría una copita de vino!. Curro Romero está en el ruedo. Clarines del último tercio. Curro Romero no coge la espada ni la muleta, sino una botella y un catavino. ¿Cómo va a torear con un catavino y una botella? ¡Ah!, es que el catavino tiene la forma de una muleta y la espada es la botella. Tenemos sed. Estamos sedientos por ver el arte del toreo que duerme hace tiempo en las soleras de muy poquitos toreros. Curro Romero nos lo va a servir. ¿Fino? ¿Oloroso? ¡Vaya por el oloroso! Empieza a torear; cada pase un sorbo. El vino de Jerez, como todo lo exquisito, es preciso saborearlo lentamente. lentamente torea Curro Romero. Al cuarto o quinto pase, ya estamos peneques, ya baila y brilla en nuestros ojos la embriaguez que se deriva de lo bello. Los pases se suceden con espacio y despacio. El toro es noble, acude dócil, pero es necesario tirar de él, templarle. El toro tiene su temple. El torero tiene el suyo. Se unen los dos. Arte puro. Ni una sola vez, una postura forzada o violenta. Ni por asomo aparece el mal gusto. Los pases se suceden variados. Su remate no es el de pecho. Cada remate es distinto. A cuál más graciosos y garbosos. A cual más torero. el vino oloroso de Curro Romero ya se nos ha subido a la cabeza. La plaza de toros de Jerez está borracha de euforia. ¡Qué a punto grita el ole! ¡Ole! ¡Qué buen son el de las palmas! ¡Vino del toreo oloroso! ¡Aromas de la solera del toreo! La solera del pase natural de Curro Romero que se va desparramando en el aire como el perfume que se expande al descorchar una botella de vino de Jerez. El toro y el torero a compás giran parsimoniosamente. La muleta parece que quiere abrazar al toro. El toro la esquiva no con brusquedad, sino blandamente. es inútil que me embale en acumular metáforas. El pase natural de Curro Romero hay que verlo.” (Antonio Díaz Cañabate, ABC ,Curro Romero, un torero de leyenda)

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Con el tiempo, una vez que uno de mis queridos maestros –Don Ignacio Quesada- se trasladó a Linares, no sé de quién partió la idea, pero se me propuso para sustituirle como corresponsal del Diario Jaén en Navas de San Juan, mi pueblo. Ya había hecho yo mis pinitos periodísticos en la Revista Local “Stella”, pero esta propuesta me llenó de ilusión ya que, como te apunté al principio de la historia de mi vida, mi vocación e ilusión fue siempre la del periodismo. Solo pude estar unos pocos años al presentarse pronto mi marcha al servicio militar y, a renglón seguido, el comienzo del ejercicio de mi carrera educativa. De todos modos, esta etapa me sirvió para conocer a mucha gente famosa, sobre todo toreros, que venían por estas tierras a dar capotazos. En mi carpeta de recuerdos todavía conservo algunos recortes de crónicas que, sólo como curiosidad, te muestro a continuación.

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La radio

En mi primera vivienda no había radio. Así que hasta los once años o más no supe lo que era tener un aparato de radio en casa. Una de las veces en que mi padre tuvo que ir a Madrid, se nos presentó en casa con un “armatoste”, una caja grande, con dos puertas y lo puso encima de una mesa, en la cocina de casa. Sacó un cable y lo enchufó a la corriente eléctrica, abriendo a continuación las dos puertecitas… un ooooohhhh! unánime salió de todas las gargantas de los presentes…¡¡una radio!! ¡¡Y que grande!!.

La radio se escuchaba en casa principalmente por la noche. Toda la familia y muchos clientes del bar que se añadían nos disponíamos alrededor de la radio para escuchar aquellos programas entrañables como CABALGATA FIN DE SEMANA, los discos dedicados de Radio Andorra,los seriales “Lo que nunca muere”, “Dos hombres buenos” o “Ama Rosa” que tenían en vilo cada día, sobre todo al oyente femenino. Era casi obligado oir “el parte”, es decir, las noticias de Radio Nacional de España que se daban a mediodía y a la noche.Siempre acababan con la interpretación del Himno Nacional. Ya más en la intimidad, y casi de incógnito, los más solían escuchar Radio París y, sobre todo Radio Independiente, más conocida como “La Pirenaica”, apodo por la creencia de que su emisora estaba al otro lado de los Pirineos, cuando la realidad es que siempre estuvo en Moscú.

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Uno de los personajes importantes fue Boby Deglané. Los primeros trabajos de este celebérrimo locutor chileno fueron las retransmisiones de combates de "catch" desde el Circo Price de Madrid. Su triunfo vino de la mano de "Cabalgata fin de semana". El programa empezaba a las 22'30 horas de los sábados. El final del programa no era conocido ni por el propio locutor. La cadena SER lo despachó con cajas destempladas tras tenerlo de locutor estrella durante los años 50. Su popularidad fue tanta que apareció en películas ("Historias de la radio" José Luis Saenz de Heredia). Roberto Deglané y Portocarrero. nació en Iquique (Chile) en 1905. Fue oficial de carabineros en 1928. Marchó a Nueva York con la idea de convertirse en piloto. Durante la travesía perdió el dinero que llevaba en una partida de cartas y al llegar a puerto hubo de trabajar de friegaplatos. Un valenciano lo colocó en las cocinas del hospital Montefori, en el Bronx. Estudió periodismo en la Universidad de Columbia y en 1933 se inscribió en un curso de radio de la academia Floyd Gibbons. Volvió a Chile y fundó la revista Interviu que no tuvo ningún éxito. Entró a trabajar en Radio Ribadavia (Argentina). Dedicaron la fluida verborrea de Bobby a narrar combates de catch. Realizó una retransmisión desde el Gran Price de Barcelona a través de Radio Barcelona. En 1935 Deglané se presenta en Madrid como animador de los combates de catch del Price. Meses más tarde, durante la Guerra Civil, fue redactor de la revista "Fotos" en el bando nacional. El primer programa de Deglané en Radio Madrid fue Fin de semana, preludio de Cabalgata fin de semana que iniciaría 10 años despues. Bobby Deglané es el inventor de programas como Carrusel deportivo y todos los formatos de concursos radiofónicos originales. Otro personaje de gran relieve fue Elena Francis, con la particularidad de que siempre fue un personaje de ficción, extremo que los oyentes no conocían. He aquí algo de la historia.

“CONSULTORIO DE ELENA FRANCIS Durante los años 40 la radio experimenta importantes cambios y comienza sus años dorados. La programación que hasta entonces era básicamente musical, introduce grandes novedades: seriales, concursos, consultorios... convirtiéndola en compañera y confidente. En este contexto nace uno de los programas más recordados y emblemáticos de la radiodifusión en España:”El consultorio de Elena Francis”.

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Dirigido principalmente a la audiencia femenina, el programa atendía a las consultas de las oyentes, ya fueran de belleza, cocina, salud, jardinería... Pero sin duda fue evolucionando con el tiempo hasta convertirse básicamente en consultorio sentimental. Fue un gran éxito desde sus inicios consiguiendo un gran número de seguidores. Pronto se convierte en uno de los programas más populares, llegando a mantenerse en antena durante 37 años. Uno de los misterios que rodeaba al consultorio, era la identidad de la Señora Elena Francis, que llega a convertirse en uno de los personajes radiofónicos más queridos, siendo en realidad un ser ficticio. Elena Francis La precursora del consultorio fue Francisca Bes, cuyo esposo formaba parte de una próspera familia catalana, los Fradera, poseedores de un importante salón de Belleza y laboratorios cosméticos. Francisca Bes fue la auténtica “Elena Francis”, la persona de quien partió la idea del consultorio, el perfil del famoso personaje, sentó las bases del programa y hasta eligió la sintonía del mismo.” Indian Summer” de Victor Herbert, es la melodía que a todos nos viene a la mente al recordar el consultorio, que forma parte de la memoria colectiva de los españoles. El consultorio Así pues, el consultorio nace como un espacio que aconseja a la mujer al mismo tiempo que publicita los cosméticos y los servicios del instituto de belleza de la familia Fradera. La andadura se inicia en 1947 en Radio Barcelona, emisora en la que permaneció en antena durante 19 años. Posteriormente el programa se trasladó a Radio Peninsular de Barcelona, perteneciente a la red de emisoras de Radio Nacional de España. La duración de cada emisión era de unos 30 minutos en los que se daba respuesta a 7 cartas. La media mensual eran aproximadamente 168. Para seleccionarlas y responderlas “Elena Francis” contó en sus inicios con un equipo de guionistas que se documentaba sobre los diferentes temas a tratar para buscar el consejo o respuesta más apropiado de acuerdo con los principios morales del régimen del momento. A partir del año 1966 y hasta 1984 año en que desparece el programa, será una sola persona la que se haga cargo de responder a todas las cartas: el periodista Juan Soto Viñolo. La temática de las consultas era muy variada, aunque como hemos dicho anteriormente los problemas de índole sentimental eran los más repetidos. 63


“Elena Francis” respondía con seriedad y con rigor a todos los temas, aunque se censuraban los relacionados con la política. Cuando el caso de las consultantes lo requería , estas eran remitidas a un especialista. Durante los años de la transición, el consultorio tuvo que adaptar sus respuestas a la nueva realidad de España, abandonando la imagen conservadora para hacerse más abierta y liberal.. El 31 de enero de 1984 , tras haber caído sus índices de audiencia, “Elena Francis” desaparece definitivamente de las ondas de forma imprevista y provocando cierto alboroto entre los oyentes mas fieles. Sin haberse podido librar del todo de su imagen conservadora propia de otra época, el personaje no pudo sobrevivir a los nuevos tiempos.” LA SAGA DE LOS PORRETAS La saga de los Porretas (1977) era uno de los programas de más audiencia de la Cadena SER. Las aventuaras del abuelo Segis y sus conflictos con su nuera Candelaria eran la referencia diaria y divertida en el desayuno de muchos radioyentes. La serie, magistralmente interpretada por Manuel Lorenzo en el papel de Segismundo Porretas, ha sido la de más éxito de la radio democrática.

Con La saga de los Porretas, la comedia costumbrista sustituye al serial lacrimógeno. En plena Transición democrática, la gente se lo quiere pasar bien y prefiere el humor: La saga de los Porretas ofrecía 10 minutos diarios de divertimento con diálogos vivos.«El eje de la situación», es el abuelo, un vitalista total y un auténtico ligón a pesar de sus 80 años, alrededor del que gira no sólo su familia, sino una cantidad de personajes que dan pie a otras situaciones. La acción se sitúa casi siempre en casa del abuelo y en el Casino del Buen Jubilado. Todos los demás contactos se hacen a través del teléfono. Los tiempos siempre son reales (las vacaciones duraban un mes y los embarazos, nueve). La serie recibió el Ondas en 1978.

Duró en antena 12 años (acabó de emitirse el 1 de julio de 1988) Con la llegada de la televisión, se fue relegando la radio a la audición de los partidos de futbol, puesto que las retransmisiones deportivas en la tele eran muy escasas, por parte de los hombres, y a escuchar los seriales las mujeres, ya que todavía no habían llegado las telenovelas y la apertura de los programas de TV se iniciaban por la tarde. En una próxima entrega, hablaremos de la tele, querido amigo.

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La mili

(Monumento al General Capaz. Plaza de España. Sidi-Ifni.Africa) A todo esto, querido amigo, yo ya tenía que estar en la “mili” y contándote batallitas aquí. Hay que ver la de cosas que se pueden contar… En fin, antes de nada hagamos un pequeño preámbulo, para los no iniciados en el tema. “Los “quintos” han sido una de las tradiciones más arraigadas en España a lo largo de este siglo XX, pero sobre todo es en los medios rurales donde su estampa es más familiar y más cercana. Las calles del pueblo tenían un aroma especial, los mozos se apoderaban de ellas con sus coplas, la mayoría de las veces de tono subido o indicando que esa quinta era la mejor de todas. También solicitaban propinas para posteriormente pagarse alguna juerga. Ramiro Álvarez nos cuenta cómo eran los quintos de su época: “... Varios días antes de celebrarse la talla (momento más importante de los quintos, además del sorteo), se iban juntando en pandillas para la víspera de la talla e iban casa por casa pidiendo para comprar una arroba de vino (16 litros). Cuando iban por la calle cantaban coplillas y cada cual daba dinero según sus posibilidades y le daban a beber al que había dado dinero un trago de la garrafa de vino. El mismo día de la talla, los familiares y amigos visitaban la casa del quinto y allí eran obsequiados con pastas, garbanzos tostados, etc.. así como con la correspondiente bebida (vino, mosto, gaseosa, sifón, limonada, etc...) y los visitantes deseaban a la familia que el día del sorteo sacara buen número y estuviera lo más cerca posible de su localidad. También el día del sorteo, el alcalde preguntaba al quinto si tenía algo que alegar a lo que éste podía contestar: Nada. Hijo de viuda pobre. Corto de vista. Pies planos. Tengo un hermano en la mili. Etc. De esta forma algunos de ellos podían librarse de hacer la mili....”. Francisco recuerda que el día antes del sorteo los quintos cantaban este cantar: 65


“Los quintos somos nosotros, los soldados quién serán, en el balcón del Ayuntamiento el domingo por la mañana Santillos nos lo dirá”. Normalmente la talla y el reconocimiento tenían lugar en el Ayuntamiento que generalmente estaba lleno por los mozos y sus familiares. El sorteo, al año siguiente, no se realizaba en el Ayuntamiento sino en la Caja de Reclutas de la provincia correspondiente. Allí se iba para saber qué letras habían salido para los diversos destinos. La suerte se echaba entre África y la Península, siendo los destinos de África los peores, llenando de disgusto y pesar a familiares, novias y amigos. Por último qué decir de las numerosas coplillas que los quintos cantaban por el pueblo y en las que alardeaban de ser los mejores quintos o simplemente utilizaban el tono picaresco. Vidal nos hace mención de algunas de ellas: -“Todos los cortos de talla, uncidos en una noria, ya que no sirven a la patria, que rieguen las zanahorias.” -“El Ayuntamiento de Madridejos, el de los siete balcones, donde nos tiene que ver el médico los coj....” -“Las madres son las que lloran que las novias no lo sienten, que quedan cuatro pollitos, y con ellos se divierten.” Finalmente en 1999 se ha produjo el último alistamiento. Fue la quinta del 82. La ley ha suprimido el servicio militar obligatorio, dando lugar así a un ejército profesional. Pero no olvidemos una cosa: decir en un pueblo pequeño que alguien es “quinto mío” suele llevar implícito el concepto de amistad.”(Tomado de la web)

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La Navidad

(Grupo de jóvenes de Navas) Nuestra buena amiga, paisana y lectora Estrella López, me pide que hable sobre la Navidad en los años de la postguerra. Lo que cuento a continuación tendría su vigencia, sobre todo, en los años 50 y primeros de los 60. Como escolar, primero, y luego como estudiante estaba ansioso de que llegaran las Navidades no sólo por las vacaciones sino por la serie de acontecimientos que tenían lugar por esas fechas en nuestro pueblo y, supongo, que en muchos otros. Unos días antes era costumbre salir al campo para recoger musgo para más tarde adornar el belén de la Parroquia, lo que se convertía en una verdadera aventura, pues recorríamos bastante terreno en busca de las “umbrías” en las que creciera esta preciada planta. También aprovechábamos para recolectar piedras, palos secos, raíces, que sirvieran de adorno natural. Salíamos por la mañana y regresábamos a la tarde, llegando al pueblo con las espuertas llenas y presumiendo cada uno de haber recogida las “plastas” más hermosas. A continuación se plantaba el Belén en la Parroquia, que luego era visitado por casi todo el vecindario, ya que cada año era diferente su elaboración. También en las vísperas se ensayaban los villancicos para luego cantarlos en la Misa del Gallo, que era uno de los actos más multitudinarios del año. Toda la familia se reunía en casa de los padres para celebrar la cena de Navidad. No recuerdo que hubiera muchos manjares y mucho menos el famoso y tradicional pavo, pero sí un buen engordado pollo, con su sopa de picadillo de entrante, e íbamos que chutábamos. Como dulces de postre, aparte de los que cada familia hacía artesanalmente, no faltaban los polvorones, alfajores y frutas escarchadas, que solían acompañarse con una copita de risol o de anis dulce. Como la familia se ponía “alegre” con las copichuelas, todos cantábamos villancicos, hasta caer rendidos de sueño o bien nos echábamos a la calle para cantarlos por las puertas de los familiares y conocidos, quienes nos sacaban a la puerta más dulces y alguna que otra copilla. Es de notar los “instrumentos” con los que se acompañaban los villancicos: la tradicional zanbomba, elaborada artesanalmente sobre una olla de barro, la botella vacía de anís que se frotaba con alguna cuchara u objeto metálico, el cántaro que se golpeaba en la boca con una suela de alpargata, la tapa métalica de algún puchero, etc… Y así hasta el amanecer… 67


Otro día señalado era el de los Santos Inocentes. Confieso que en nuestra pandilla solíamos preparar este día con muchísimo detalle y, por supuesto, bien en secreto para que la persona que habría de sufrir la broma no se enterase. Recuerdo una inocentada a un amigo seminarista que era bastante “glotón”. Con mucho cuidado fabricamos unos polvorones con arena, que dispusimos en una bandeja y los recubrimos con azúcar glasé. ¡Tenían todo el aspecto de ser originales! Como era costumbre reunirnos después de comer para realizar una tertulia, preparamos la trampa para cuando llegase nuestra víctima. Éste, sin pararse a pensar en el día en que nos encontrábamos, al llegar a la reunión, ni corto ni perezoso se lanzó hacia aquella apetitosa bandeja y se introdujo de una vez uno de los “polvorones”. –“¡Que rico, que rico! Hummmm, qué delicia –decía-“ Los allí presentes empezábamos a dudar, y llegamos a pensar que hubiera tomado un dulce bueno, que alguien los hubiese cambiado, con lo que vaya inocentada más fallida… Pero, súbitamente, una lluvia de arena procedente de la boca de nuestro amigo cayó en nuestras caras, seguida de una tormenta de improperios por la bromita. A partir de este día, siempre miraba y remiraba cualquier dulce antes de comerlo. En Nochevieja tenía lugar una curiosa tradición. Se llamaba “Los Años” y consistía en que, esa noche, se reunían casi todos los jóvenes solteros del pueblo en una o varias casas -que tradicionalmente lo solían preparar año tras año- con arreglo al siguiente ceremonial. En cuatro pucheros, u otros recipientes, se colocaban los nombres de los chicos solteros, en otro el de la chicas, en el tercero una frase –o “dicho”- que el chico dedicaba a la chica, y en el cuarto, las frases de la chica para el chico. Se extraía una papeleta del primer puchero y a continuación del segundo, formándose así una pareja que, durante ese año entrante, estaba predestinada a “entenderse”. Se sacaba a continuación las frases correspondientes, que eran una delicia por su gracia, y que parecían haber sido preparadas al efecto para los destinatarios. Siempre quedaba al final una sola papeleta en el puchero de las chicas –siempre se colocaba una papeleta de más- y que quedaba “para vestir santos”, es decir, para solterona. Era una velada muy divertida y, como curiosidad, varias de las parejas afortunadas en estos peculiares sorteos llegaban a cuajar en matrimonios. ¿Y el resto de los días? ¿No había bailes, discotecas? Pues no, hija, no. Los bailes estaban censurados aunque te voy a contar que algunas veces se saltaba a la torera esta prohibición. ¿Has oído alguna vez hablar del “baile del candil”? Te cuento. En los cortijos se alojaban los obreros que venían de fuera del pueblo para la recolección de la aceituna. Pues en muchos de ellos se organizaba este peculiar baile para alegrar la vida de esta gente y, por qué no, la de los jóvenes del pueblo. Unas guitarras, bandurrias, etc, componían la orquesta que interpretaba las piezas bailables. Las parejas bailaban castamente en la presencia siempre atenta de las personas mayores, con la única iluminación de uno o dos candiles de aceite… En cierto momento se oía una voz: “¡¡La gorra!!”, y con un certero gorrazo se apagaba el candil, quedándose la estancia a oscuras. ¿Hace falta que te explique lo que sucedía entonces? En todas las casas se tenía preparada una bandeja con dulces para las visitas. La verdad es que uno acababa por aborrecer tanto polvorón…Por fín , la noche de Reyes es imaginable. Mi caballito de cartón no me faltaba ningún año y alguna que otra bolsa de almendras blancas o garrapiñadas y las cinco pesetas que me regalaba mi padrino. El día siete, todos lucíamos nuestros Reyes por las calles. Por supuesto, en cuanto nos hacíamos mayores, ya no había ni reyes, ni principes, ni Papá Noël, ni nada que se le pareciera… A pasar la mano por la pared… Siento haberme extendido, querida Estrella, y eso que me he dejado un montón de costumbres en el tintero… Hasta mañana.

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La mili (II)

(Sidi-Ifni, capital de Ifni) Aunque yo no me lo creía ni de coña cuando me dieron la noticia, me tocó hacer la mili en África, concretamente en el territorio de Ifni., en dónde, dos o tres años antes, se había desarrollado una guerra con Marruecos, al pretender éste la conquista de aquel enclave español, situado al sur de Marruecos y al Norte del Sáhara español. Ni que decir el disgusto de mis familiares y amigos pues, unido a la mala suerte de tener que desplazarse a tan lejanas tierras, se daba la circunstancia de que en aquella contienda falleció el Alferez Rojas Navarrete, muy vinculado, tanto él como su familia, a mi pueblo. Como solía ocurrir por entonces –ahora pienso que también, -aunque se diga lo contrario- se buscaron influencias para librarme de aquel destino, pero fue todo inútil. Y eso que se recurrió nada más y nada menos que al Director General de Plazas y Provincias Africanas, el general Díaz de Villegas, al que el padre de mi novia le estaba construyendo un cortijo en mi pueblo. Lo único que pudo conseguir este alto mando fue que me destinaran a la Compañía de Sanidad, como mal menor, puesto que, según sus propias palabras, al que le tocaba Africa no lo libraba ni su padre. Meses más tarde me trasladé a Úbeda, a la Caja de Reclutas, en donde partí hacia Cádiz. Allí, tras una noche pernoctando como un fardo de carga en unos almacenes del Puerto, embarqué hacia Canarias, a la que tardamos en llegar tres largos días. Llegamos de noche y, con nuestros petates a cuestas, nos trasladamos a un campamento militar en donde se nos facilitó el uniforme de soldado. Para mí, el cambiar mi atuendo civil por el militar fue una de las sensaciones más desagradables de este período de mi vida. Era como si dejases tu personalidad y te revistieses de otra totalmente extraña; me sentía mal, se me hizo un nudo en la garganta y tuve que aguantarme las ganas de llorar. Aquel momento me revistió de soledad y tristeza, la oscuridad de la noche, en aquella solitaria tienda de campaña, me hizo acumular en mi memoria todo lo bueno que había dejado atrás: pueblo, familia, amigos, cariño… Pronto el cansancio me dejó dormir hasta que un estridente sonido de trompeta me devolvió a la realidad. Cuando me incorporé y me vi a la luz del día, casi me dieron ganas de arrojarme al mar y volver a casa nadando. ¡Me sobraba ropa por todos los lados! Dios mío, debieron darme tres o cuatro tallas mayores que la mía. Casi sin darme tiempo a tomar conciencia de mi situación me vi en un avión, en el Aeropuerto de Gando, camino de mi destino: Ifni. Fueron dos horas largas por encima del mar hasta que avistamos tierra

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africana. En ella me esperaban dieciséis largos meses de “servicio a la Patria”…

(Avión de transporte DC-4)

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La mili (III) El campamento de reclutas se encontraba en la parte alta de la ciudad y alejada de ésta como unos dos kilómetros. Ni un solo árbol, ni una sola sombra… solo piedras y unas plantas de la familia de los cactus – llamadas “tabaibas”-, de no más de 10 o 20 cms. de altas, sobre las que había que tener sumo cuidado de no caerse si no quería uno convertirse en un acerico.

(Vista del campamento de reclutas de Ifni) Casi cinco mil reclutas nos disponíamos en tiendas de campaña que podían alojar a unos veinte soldados cada una.. Eran circulares –parecidas a un circo pequeño- y estaban provistas de unas banquetas de hierro, sobre las que se instalaban unas tablas de madera para depositar encima una colchoneta de borra, casi tan dura como la madera. Todos los días se tenía que desmontar todo y dejarlo recogido, para dejar la tienda despejada y limpia.

(Los de la tienda, en un momento de relax)

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Los días iban transcurriendo lentamente, entre las clases teóricas, la instrucción, las marchas,… las mil y una peripecias y anédoctas que seguramente tú también has vivido o te han contado tus padres o amigos. Quizás las tardes eran las más esperadas, ya que el abrasador calor de África se retiraba para dejar paso al fresquito vespertino y, ya en la noche, a un frío bastante intenso; es el contraste del desierto: de día te achicharras y de noche te congelas. Era el tiempo de leer las cartas de los amigos, de la familia, de la novia… de escribir contando muchas mentiras sobre lo bien que te encontrabas allí para que tus seres queridos no sufrieran. Era el tiempo de los paseos con los buenos amigos que ibas haciendo, la hora de las confidencias, la de apoyarse en la amistad para poder sobrellevar todas las fatigas del día, la ausencia de tu pueblo y de tu gente, la paciente espera de ver pasar los meses para la ansiada licencia. La comida la hacíamos en una “gran mesa común” –como podrás comprobar en la foto-, es decir, en el “puritito suelo”, como diría un mexicano… También podrás observar en ella los platos de que disponíamos, o sea, ninguno, ya que había que utilizar la marmita en la que se depositaba la comida de los platos primero, segundo y postre. En la parte más profunda iba el primer plato-judías, lentejas, garbanzos, etc..-, en la tapa la carne-de camello-, o pescado, cuando había, y la fruta en la mano. ¿Y las servilletas? Jejeje, si te ví no me acuerdo… Los cubiertos se disponían en un solo bloque, para que no se perdiesen, porque en la mili, querido amigo, podías perderlo todo, hasta la vergüenza, pero nunca el cubierto o la gorra.

(Vista general del “comedor”).

Lo más escaso era el agua porque no quiero que olvides que estamos en África. Las duchas eran colectivas; pero no como esas que se ven en las películas americanas, ¡¡noooo!! Eran como un pasadizo por el que cabía una persona a lo sumo y del que pendían las duchas; entrabas por un extremo y salías por el otro. Las más de las veces no te daba tiempo a enjabonarte y, si ese día se acababa el agua a medio duchar –hecho bastante frecuente- al salir de la ducha contemplabas a la gente y te partías de risa –por no llorar, claro- ya que parecíamos indios a los que se habían pintado para la guerra contra los rostros pálidos. En estos tres meses aprendimos “la instrucción”, a pegar tiros, a lanzar bombas de mano, a distinguir las estrellas de los jefes, en fín, todo eso que se enseñaba y que, por lo menos, nos hacía los días más cortos. Y de aquí, cada uno a su regimiento, tras la jura de bandera, para iniciar una nueva etapa, que te cuento otro día. Un abrazo, amigo. 72


(Haciendo guardia en el campamento. 多Se nota la mano de Balenciaga?)

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La mili (IV)

(Jura de Bandera)

Una vez finalizada la instrucción en el campamento de reclutas, el primer acto importante fue la Jura de Bandera, un acto solemne y emocionante para los que creíamos sinceramente que estábamos prestando un servicio a la Nación. En la foto se ve al Teniente responsable de nuestra formación, que era médico, como todos los mando iguales o superiores a él en la Compañía de Sanidad. Atrás y a la derecha de la bandera, el Sargento Primero, que guardaba un gran parecido con el recientemente fallecido Matias Prats. A mí creo que ya me conoces, pero quiero que te fijes en el primero de la hilera, el que lleva el paso cambiado, ¡el único de la compañía al que no hubo forma de enseñarle lo más mínimo! Sólo al final de la mili logró soltarse un poco en el idioma castellano. Te cuento: Manuel Carneiro Roca, nuestro amigo de la foto, era gallego, natural de una parroquia de Lugo – ya sabes que en Galicia llaman parroquias a núcleos pequeños de población-, y que nunca había traspasado los límites de ésta. Hablaba en gallego “cerrado”, que no había manera de entenderlo. Al ser llamado a filas y tocarle a África, de golpe y porrazo, una persona que no había conocido hasta entonces más medios de locomoción que los de cuatro patas, se ve trasladado en tren desde su terruño, hasta Cádiz. Con sólo un día de descanso, tres días en barco, hasta Canarias y de ahí, a las pocas horas, en avión hasta Ifni. Después me contaba él que pasó varios días mareado, sin enterarse de nada, a causa de tantas experiencias. Yo creo que le pasaría igual que si trajésemos a una persona que hubiese vivido hace doscientos años y viese los adelantos de hoy en día… No sé por qué pero me constituí en una especie de tutor del amigo Carneiro, bien porque me enterneció su candor, su inexperiencia, el ver que otros se aprovechaban de él para gartarle bromas y burlarse, bien porque los mandos me lo encomedaron… o sería por las dos cosas. En los desfiles siempre lo colocaban delante de mí, - el día de la jura no sé por qué no fue así- con el fin de que, cuando cambiase el paso, yo le corrigiera avisándole, que las más de las veces no tenía más solución que darle un puntapié en el talón para obligarle a hacerlo. En muchas ocasiones se me cabreaba y estaba a punto de montarme un espectáculo en medio del desfile… pero era encantador por su inocencia, por su sencillez…¿A que le ves cara de bueno? En una ocasión me pidió un pitillo en su medio lenguaje gallego- español…-“Hermosilla, ¿tes un pito?” Y yo le contesté con un poco

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de humor :” Como todos los hombres, Carneiro”. Él , que era bastante listo, entendió la broma y dijo: “ De exos, no,home. Es para fumare…!”

(Compañía de Sanidad. Vista de los barracones)

Todavia pasé un mes o dos más en la compañía, continuando la formación pero ya cambiando las tiendas de campaña por barracones de madera, y el “comedor de arena” por un sala en la que habia mesas y bancos… todo más decente, vamos. Tuve que aprender en este período cómo realizar la Sanidad de Montaña, especialidad que tenía esta Compañía en Ifni dado lo accidentado del terreno, para lo cual hube de aprender a manejarme con mulos, que constituían las “ambulancias” en caso de necesidad. Todo un poema… sólo tienes que mirar la foto.

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La mili (y V) Una vez concluida la formación castrense y la específica de la compañía, cada uno de sus componentes iba destinado a una misión concreta: asistentes, oficinistas, ayudantes, cocineros, etc…Los más se quedaban para el servicio normal de la compañía. Naturalmente, los enchufados llevan siempre las de ganar y ocupan los mejores puestos. Lo digo sin rubor, yo debía ser uno de esos enchufados al corresponderme uno de los mejores destinos: la Jefatura de Sanidad, que era una oficina situada en el centro de la ciudad, fuera de la compañía, y totalmente autónoma de la misma. Su misión era controlar todo el sistema sanitario que se refería a los soldados de la zona, como bajas médicas, hospitalizaciones, altas, traslados al Hospital de Las Palmas, urgencias, ambulancias, etc, etc… Esta oficina estaba bajo el mandato de un Capitán Médico que, como dato anecdótico era hermano del gran director de TV Gustavo Péres Puig, y cuyo personal se reducía a sólo dos soldados, que teníamos que llevar el peso del trabajo, durante las 24 horas del día porque esta oficina no podía abandonarse bajo ningún concepto, ya que era el punto primero al que todos tenían que dirigirse para comunicar cualquier incidencia, solicitando los medios necesarios. Disponíamos de una centralita telefónica –se puede ver en la foto- con la que se podía conectar con la Compañía de Sanidad, con el Hospital, con el Gobierno Militar, y otros teléfonos de interés.

Son muchas y muy variadas las anécdotas que podría contarte, pero creo conveniente no cansarte, por ahora, con las batallitas habituales. Si te diré que entre las cuatro paredes de esta casi “solución habitacional” se fue disipando el tiempo que tenía que consumir aquí . Fíjate en la “suite” de la foto. Supongo que las colchonetas se estarían “aireando” en el patio. Yo dormía en la litera de abajo, y al pie de estas literas estaban nuestros petates y mi bandurria, instrumento al que arrancaba, en los largos ratos de asueto, notas nostálgicas de España. Fue una buena compañera.

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Entre las personas con las que pude relacionarme, se encontraba mi buen amigo Alí, que estaba a cargo del reparto del correo, tanto oficial como particular. Y ahora que han pasado ya cuarenta años, creo que te puedo revelar un secreto que me pidió que conservara, para no verse envuelto en dificultades con los de su pueblo. Bien, pues resulta que yo recibía de mi casa unos paquetes con distintas cosillas, entre las que solía incluirse un trozo de jamón, alimento difícil de encontrar por estas tierras. Un día en el que yo estaba degustando este manjar, apareció Alí, y , respetuosamente, le ofrecí compartirlo conmigo. Un ¡NO! tajante casi me corta la respiración, dándome cuenta entonces de que la carne del cerdo está prohibida por su religión. Después de pedirle disculpas, ya no volví a acordarme de este suceso. Pero sucedió que, como era él el que me traía los paquetes, cada vez que recibía uno me preguntaba que si me habían mandado “jalufo” – jamón- y sucedió que el día en que le dije que sí, que me habían enviado, me pidió un trozo para comérselo, pero con la condición que nunca se lo diría a nadie. Lo cierto fue que, desde aquel día, el jamón tuve que compartirlo con mi amigo Alí. Para que veamos que en todas las religiones hay “pecadores”… Espero que Alá le haya perdonado. Bueno, y a mi también por haberle inducido…

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Así fueron pasando los meses, combatiendo aquellos duros calores, el aburrimiento, la nostalgia… pero todo llega, hasta la entrega de la ansiada cartilla militar con la certificiación de licenciado. El deber para con la Patria quedó cumplido y ahora queda seguir cumpliéndolo en otros aspectos mucho más difíciles que se van presentando en el transcurso de toda la vida, como puede ser la dedicación honrada a tu trabajo y a tu familia, a la sociedad a la que te debes, a tu pueblo, a tu Nación. No sé si volveré sobre estos temas. En estos momentos me apetece repetir aquella frase que dije el día 5 de Julio de 1963:¡¡ESTOY LILI!!”

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Las oposiciones Nada más llegar de cumplir el servicio militar me puse a preparar las oposiciones de Magisterio, un toro que había que agarrar por los cuernos cuanto antes si quería que se cumpliesen todas mis ilusiones, para las que me había preparado a lo largo de tantos años de estudio. Para ello, me trasladé a la capital, Jaén, instalándome en una sencilla pensión o, mejor dicho, casa particular que acogía a estudiantes, y por un precio asequible les facilitaba alojamiento y comida. Allí estuvimos mi amigo Andrés y yo, más un chico de Andújar que estudiaba –creo- alguna especialidad de Peritos. Durante unos meses estuvimos conviviendo y llevando una vida entre monacal y espartana, ya que sacábamos más de doce horas de estudio diarias, con las únicas paradas de las comidas, de la asistencia a las clases de la Academia y de las siete horas que dedicábamos al descanso nocturno. La jornada comenzaba a las siete de la mañana. Después del aseo, estudiábamos hasta las nueve, en que se nos servía el desayuno. Quince o veinte minutos después, de nuevo al estudio hasta las dos de la tarde, hora del almuerzo. Después de éste, una media hora que dedicábamos a tertulia o a jugar a los dados, o simplemente, a reposar. De las tres de la tarde a las cinco, nuevamente a hincar los codos. A las cinco de la tarde nos marchábamos a la academia que regentaban dos de mis viejos maestros: Don Florencio y Don Juan José. El primero se ocupaba de la parte de Ciencias y el segundo de la de Letras. Ambos eran auténticos dominadores de sus materias, hasta el punto de que la Academia Stella gozaba de un merecido prestigio en toda la provincia. Entre las cinco y las ocho se desarrollaban las clases, a cuyo término regresábamos a la pensión para la cena. Terminada ésta, sobre las diez de la noche, seguía nuestro estudio hasta las doce, en que cogíamos la cama con un gusto que ni te cuento… Así pasó el invierno, la primavera y, en los comienzos del verano, nos enfrentamos a las severas pruebas de la oposición. Un poquito por encima, te explico de lo que iban… Constituía la oposición la realización de tres ejercicios: El primero, escrito, con una parte de Lengua, otra de Matemáticas y Fisica y Química, y un tema libre extraído a sorteo de entre todo el temario. El segundo, oral, delante de un tribunal, y que consistía en desarrollar un tema de Pedagogía de entre tres que obtenías por sorteo. El tercero era el práctico, teniendo que desarrollar un tema, también extraído por sorteo, ante una clase de niños, para demostrar tus dotes de maestro. Nuestro esfuerzo se vio compensado pues tanto Andrés como yo logramos superar la oposición y ese mismo año, 1965, ambos obtuvimos una plaza para comenzar nuestra profesión de educadores. Así comenzó esta maravillosa aventura de convertirse en maestro de escuela, que pasaré a relatarte en los próximos capítulos. Casi cuarenta años de andadura, ¡ahí es “ná”!

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Mi primera escuela

(Mi primera escuela, mi primera clase, mi primer destino: Torrubia.-Linares(Jaén)

Antes de adquirir un destino definitivo, el maestro estaba obligado a pasar por varios provisionales, regentando escuelas en poblaciones y lugares muy diversos pero, por lo general, con bastantes dificultades para el desarrollo de la labor educativa. Todavía quedaban en España pueblos sin luz y sin agua, sin carreteras de acceso, teniendo que hacer a pie o a lomos de caballería buenos tramos del viaje para llegar a ellos. Una vez allí te podrías encontrar conque, con un poco de suerte, te acogiera una familia del pueblo, y te diera aposento y comida, porque lo normal era estar soltero, con lo que no podías optar a las casas que estar destinadas para los maestros. Para que te hagas, amigo mío, una idea de lo que un maestro tenía que pasar en sus inicios, te copio unos párrafos de un relato escrito por una buena amiga, escritora y pedagoga, Isabel Agüera, en el que describe aquella estancia en la que le tocó vivir en uno de sus primeros destinos: “Aquélla, mi habitacion, tiene el techo de vigas barnizadas en un tono colorado, y una ventanilla que da al patio primero, donde están el pozo, el laurel, la parra; el lebrillo grande, el más grande que he visto en la vida, que sirve de bañera… y un gallo… el único –me explica la Manuelaque sale del corral, porque “ha cogío la manía” –dice- de dormir en los hierros de mi ventana, y ella le deja porque le da lástima de que está cojo de una vez que el animalito se cayó al pozo. Y en el patio primero hay también jaulas, blancas y verdes, de canarios y colorines; y hay macetas con flores de todas clases. En mi habitación solo hay dos muebles: una cama catre con una colcha de raso muy lavada y que aparece llena de borbotones de lana de los colchones, que son dos; y una mesita de noche muy antigua, con una escupidera de porcelana metida dentro, y un vaso de agua encima, tapado con un pañito de malla. Empotrada en una de las paredes, una alacena que hace las veces de armario, con repisas de cemento forradas de una cretona descolorida que cae haciendo volantes.En las puertas, visillos amarillentos de crochet, pasados por un cordón pintado de azul como el techo. Por encima de mi 80


cama, una estampa grande de la patrona, la Virgen de Guadalupe, sujeta a la pared con cuatro chinchetas.”(Del libro “Quisco, mi amigo” Edit. Edelvives) Yo tuve más suerte en este capítulo de mi primera escuela. Me correspondió una clase en una explotación agrícola, cercana a Linares (Jaén) en la que había sólo dos escuelas: una de niños y otra de niños, regentadas por maestro y maestra respectivamente. El lugar se llamaba – y se llama“Finca Torrubia”, que pertenecía a un señor de Valladolid, que por aquellas fechas ejercía también la política, pues era, nada más y nada menos, que Vicepresidente de las Cortes, cargo que le tenía apartado de su presencia física en su propiedad, aunque todo estaba bien controlado. Pero yo no quiero hablar de “su libro” sino “del mío”, como diría Umbral… así que dejemos a este señor y a sus Cortes y vayamos a nuestro relato. Yo no vine a dar con mis huesos a una estancia como la descrita por mi buena amiga Isabel, más arriba, sino más bien todo lo contrario: todo un cortijo señorial andaluz a mi servicio, con una habitación decente, ducha y bañera, cuarto de aseo,… etc. El personal del cortijo eran dos mujeres, una cocinera y una sirvienta, que incluso tenían que ir atavíadas con su correspondiente uniforme. Yo me veía empequeñecido y casi en las nubes por tal cúmulo de atenciones, aunque me vino muy bien para el inicio de mi carrera, ya que pude dedicarme por completo a la preparación de mis clases y mis proyectos sin que tuviera que ocuparme de otros menesteres. Mañana, más…

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“EL ALEJO” (Uno de mis primeros alumnos) Era mi primer día de clase. Los niños, nerviosos, se arremolinaban a la puerta de la escuela, un edificio de una sola planta que contaba con dos clases y una casa para el maestro. La puerta de la clase de niños daba al campo, una amplia campiña en la que el trigo, el algodón, la remolacha, la alfalfa, se alternaban en grandes parcelas, produciendo copiosas cosechas gracias a la buena organización de esta Finca Agrícola, que poseía el premio de Explotación Modelo en España… Nunca mejor aplicable el dicho de que “estábamos en medio del campo”. Eran las nueve de la mañana y los niños, al verme aparecer, ponían toda clase de caras: curiosas, espectantes, miedosas, despectivas, ilusionantes… Un unísono “¡buenos días, señor maestro!” me recibió con cierta amabilidad y yo me dispuse a abrir la puerta con aquella llave enorme, digna sucesora de las de San Pedro. En un abrir y cerrar de ojos, aquéllos que un momento antes parecían borreguitos miedosos, se precipitaron en tropel hacia el interior de la clase, saltando sobre las mesas y sillas, y tratando de escoger los mejores sitios –según ellos- . Se produjeron algunas disputas y nadie parecía darse cuenta de mi presencia, como si no existiera… En un momento dado, y bajo el jolgorio generalizado, dí un fuerte golpe en la mesa con una regla, que dejó a aquellos fierecillas como petrificadas. Me miraron con una curiosidad expectante, mientras yo guardaba silencio y les miraba uno a uno con aspecto entre serio y amable. Entonces dije: -“ Niños, habéis entrado a clase como animales así que, vamos a salir afuera, y formaremos una fila delante de la puerta, todo esto sin prisas, sin alborotos, sin peleas. ¿Habéis entendido? “ Un “siiiii” apagado y poco creible dio paso a la salida de clase y a la formación de la fila. Yo creo que en aquel momento ya se dieron cuenta de una de mis “manias” :EL ORDEN. Aproveché la ocasión para darles una serie de normas de entrada a clase y parece que me entedieron. Con la lista que se me había facilitado, les fui nombrando uno a uno para que entrasen a clase y se sentasen según edades –esta escuela era unitaria, es decir había alumnos de todas las edades-, como ya antes había estudiado. Al pronunciar el nombre de Alejo García, unas sonrisitas malignas aparecieron en las boquitas de mis “angélicos” alumnos… Una vocecita me explicó que este alumno no vendría en unos días, pues se encontraba de viaje. No le dí importancia y seguí explicando a los niños las normas esenciales que todos debíamos tener en cuenta y respetar. Pero siempre que se presentaba alguna cuestión que tuviese que ver con la disciplina, las buenas maneras, etc… volvían a aparecer las sonrisitas, oyéndose a veces “Se va a enterar el profe cuando venga El Alejo…” Aquello comenzó a intrigarme, ya que esta situación se repetía un día y otro. Comprendí que el chico debía de ser un lider de la clase, ya que todos le admiraban y le temían, de modo que comence a indagar sobre la personalidad de este “sujeto”. Me hice una idea y me tracé mi propio plan para cuando se presentase en clase, hecho que sucedió a los pocos días… Cuando toda la clase hubo entrado aquella mañana, apareció un ya casi muchachote en la puerta, con las manos en los bolsillos, sin ningún tipo de material escolar, y en una actitud, yo diría que como “desafiante”… Era lo más parecido a la típica escena de las películas del Oeste, en que el pistolero entra en la cantina mientras todos se quedan congelados mirándole con una cara mezcla de angustia y miedo… Era Alejo,-me supuse-. Un chico ya mayor, posiblemente el más veterano de la clase, vestido con pantalones largos, camisa y tirantes negros, unas abarcas de goma. Me fui hacia él y le pregunté: - “¿Eres tu Alejo?” 82


- “Sí, maestro, ¿cómo me ha conocido?” El pobrecito no imaginaba que yo sabía ya de él hasta el número de las abarcas… Le dí un abrazo y con entusiasmo le fui hablando, con la mano por el hombro, mientras entrábamos en la clase, entre la general sorpresa de los demás chicos. “Tenía ganas de conocerte, Alejo. Me han hablado tanto de ti… ¿Sabes? , he pensado que tu y yo vamos a ser grandes amigos y que me vas a ser de gran ayuda para la clase. Tú vas a ser mi secretario, ¿qué te parece?” Alejo, que estaba desorientado por el recibimiento, ya que, según me contaron, siempre lo tenían castigado, recibía más palmetazos que nadie, estaba más veces expulsado que en la clase, no acertaba a decir palabra. Creo que le gustó que alguien confiara en él, que le dieran alguna responsabilidad, que se sintiera algo distinto al sambenito de “matón de la clase” que le habían colgado. Después comprobé que era casi analfabeto lo que constituyó todo un reto para mi recién iniciada carrera. No sólo tenía que ganarme al chico para que se integrara en la clase, sino que adquriese confianza para ir aprendiendo poco a poco. Las primeras lecciones tuve que dárselas a escondidas, porque tenía vergüenza de leer en la Cartilla delante de todos. Alejo fue superándose y yo comprendí, en mi primera clase, en mis primeros alumnos, en mi primera escuela, que el amor y la comprensión hacia el niño es la mejor pedagogía.

(Equipo de fútbol de la clase. Entre ellos , Melchor, que llegó a jugar en 1ª división con el Betis)

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En una graduada Nuevo curso, nuevo pueblo, nuevo colegio. Era y es el destino de los propietarios provisionales. Otra vez a adaptarse a todo tipo de situaciones, a conocer otros alumnos, otros compañeros… Esta vez pude elegir una plaza en Villacarrillo, una de las ciudades más pobladas de la provincia y de mayor prestigio de la zona. Llegué con mi ilusión intacta a un Colegio Graduado, “Nuestra Señora del Rosario”, y, como suele suceder con el último que llega, me tocó lidiar con lo más “feo” de aquel Centro. Si se me permite seguir utilizando el simil taurino diré que me cayeron en suerte dieciséis “vitorinos” de aúpa. Constituían la clase unos veinte alumno de edades comprendidas entre los 12 y los 14 años que se había formado con los más retrasados y conflictivos de todo el colegio. Un regalito, vamos. Tuve que trazarme rápidamente un plan de actuación – ahora creo que lo llaman “adaptaciòn curricular”- para ver que se podía hacer a fin de sacar el máximo de rendimiento de aquellos chavales, que estaban “pegados” en todo, y que ya, de por sí, se consideraban marginados y con poca autoestima para levantarse de su pobre preparación. Leían mal, escribían peor, sus hábitos de trabajo y conducta eran nulos, la disciplina brillaba por su ausencia y más ahora en que un maestro pequeñajo y jovencito quería meterles en verea… Me encomendé a todas las instancias “celestiales” y cogí “el toro” por los cuernos. –Perdona ,amigo, que continúe con el similAcordándome de mi destino anterior y de mi ya amigo Alejo, comencé por aplicar el orden en pocos pero muy concretos aspectos: Correcta entrada a clase, ocupar los sitios asignados, cuidar el material –mesa, silla, libros, etc…- de los que era responsable, guardar silencio, respetar al compañero, pedir la palabra, no interrumpir, etc, etc. Como aquellos chicos tenían muchos defectos, pero no eran tontos, les propuse que, cualquiera que faltara a las normas –que por cierto cada uno había copiado en su cuaderno- tendría que ser juzgado delante de toda la clase por el resto de los compañeros, quienes deberían aplicar una sanción de entre las que previamente ellos mismos habían confeccionado. Así se fue enderazando la disciplina poco a poco. En el aspecto pedagógico empecé a trabajar las materias instrumentales básicas, como la lectura y la escritura, porque de nada servía que supiesen quiénes eran los Reyes Católicos si no sabían escribir su nombre correctamente, el por qué de la utililzación de las mayúsculas, la pronunciación, acentuación, etc… Introduje asímismo muchos elementos lúdico-educativos para aumentar su floja cultura, como la realización de concursos, a la manera de aquellos que estaban de moda en la reciente televisión pero adaptando, como no, la dificultad de las preguntas a su nivel, para que no se viesen desbordados. Utilicé con profusión el material de filminas, diaspositivas, de que disponía, para hacer más amenas las clases. En fin, que en dos o tres meses, mis vitorinos trocaron su fuerte empuje indiscriminado y peligroso en una suavidad que permitió una faena si no para orejas y rabo, sí para una digna vuelta al ruedo. Lo principal, me hice amigo de aquellos chavales, ellos de mi, y entre todos logramos que ya no fueran la escoria del colegio. Que nadie se escandalice de mi narrativa de hoy. Que quede claro que soy el primero que respeta la dignidad humana,y esta comparación de hoy no pretende otra cosa que la de desdramatizar una situación bastante habitual en aquella época: hacer clases especiales para quitarse de en medio cada cual un problema, pero que terminaba con una clase repleta de ellos. Había que tener muchos recursos para saber lidiar en esas plazas.

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(Villacarrillo, JaĂŠn)

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101 Dálmatas Hola, amigo. Espero que te lo hayas pasado bien esta Nochebuena, comiendo lo que te apetezca y bebiendo el cava que te de la gana, y usando de tu libertad hasta que puedas. Y abundando en esto, que el año entrante no nos recorte la libertad de expresión, ni ningún otro derecho que nos retrotraiga a épocas pasadas. Yo sigo con mi relato. Después de mi paso por una escuela graduada, al año siguiente otra vez a enfretarme a nuevos retos, nuevas caras, nuevos problemas. En esta ocasión me tocó dar con mis huesos en un pueblecito en las estribaciones de la Sierra de Cazorla. Tan sencillo era el pueblo que sólo disponía de una calle, que tenía su origen a la orilla del río Guadalquivir y que ascendía, ladera arriba, hacia el punto más alto de una pequeña montaña. En este lugar se encontraba la Iglesia y las Escuelas. No había agua corriente, existiendo un sola fuente en todo el pueblo, en la que había que aguardar largo tiempo para obtener un cántaro del preciado elemento. No había teléfono. El más cercano se encontraba a dos kilómetros, con una centralita a la que había que acudir en caso de necesidad y a la que llegaban también los avisos urgentes. Sólo disponía de una tienda en la que adquirir lo más elemental. No había médico, ni ningún establecimiento sanitario, ni siquiera de urgencia.En fin, todo un regalito. De nuevo el primer día de clase fue el de las grandes sorpresas. El edificio se componía de dos aulas –niños y niñas- , sin otras dependencias anexas. Pues bien, al recibir a los alumnos, me di cuenta de que no cesaban de entrar, llenándoseme el local y permaneciendo ya de pie porque no había sitio ni para sentarse. Empiezo a contar chavales y me salen casi ochenta. ¡Ochenta en clase! ¡Que horror! Esto no habrá quien lo baraje – me dije. A renglón seguido, me paso un momento a la clase de la maestra para preguntarle por semejante barbaridad, y me cuenta que ella, que ya llevaba uno o dos años en dicho pueblo, tuvo que cargar con semejante matrícula. Al no haber suficiente espacio para que todos los alumnos dispusiesen de mesa, un gran número tenía que sentarse en bancos sin respaldo, alrededor de la clase, apoyándose en sus piernas para realizar el trabajo escolar. Aquello era inhumano y tercermundista. -Pero esto no puede ser , Nati. Los niños no van a aprender nada, será imposible llegar a todos. ¿Qué dicen las autoridades educativas? -Pues a mi me han dicho –replicó mi colega- que está en proyecto la construcción dos nuevas aulas, pero que, de momento, tenemos que resolver el problema como podamos. -Pues si está en nuestras manos, pongámonos a pensar. –dije yoEn estos tiempos, casi todos los niños se quedaban una hora más en clase en las llamadas “permanencias” que consistían en un pequeña dotación por alumno y que servían para paliar algo el poco sueldo que ganaba el maestro. La solución que propusimos a los padres fue la de dividir el horario escolar en dos partes de tres horas cada una. Por la mañana, asistirían los mayores y por la tarde los peques. Los padres no pusieron objeción alguna y la Inspección de Enseñanza ni se enteró… Cuando recibimos su visita ya estaba todo hecho y en marcha y, ante lo atinado de nuestra solución el buen hombre tuvo que dar su autorización. 86


Otro año “en medio del campo”, con unos alumnos sencillos y de buen corazón, con unas ganas tremendas de aprender. Así daba gusto trabajar. Mis 101 dálmatas se convirtieron en la mitad pero aprendieron el doble.

(Los más "peques" de la clase)

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¡Mi hijo tiene un problema! Vuelvo a mi primer destino. Tras estos tres años cambiando cada curso de escuela y de pueblo, di mi consentimiento al llamamiento que se me formuló desde el Patronato que regía la escuela de Torrubia, para ocupar la plaza en propiedad definitiva. Se ve que quedaron contentos… Para mi fue un halago al mismo tiempo que una suerte pues pasaba de provisional a definitivo, aparte de una serie de ventajas tanto en el orden profesional como material. En el profesional, porque tendría muchos de los alumnos con los que empecé mi vida educativa, conocía el lugar, sus gentes y sus costumbres, de lo que guardaba muy buenos recuerdos. En el material porque el Patronato te facilitaba vivienda, agua, luz y algunos alimentos –frutas y verduras- gratis, y todo aquello que producía la Finca -queso, leche, carne, huevos, etc – a unos precios realmente bajos; aparte de todo eso, una gratificación mensual. Algunas cosas habían cambiado, pues en esta ocasión ya estaba casado y tenía mi primera hija, con un añito. Por tanto tendría que compatibilizar, como todo ser humano, la profesión con la condición de esposo y padre. Un hecho que, -así lo creo-, nunca fue problema al fusionar esos tres ingredientes de amor conyugal, amor paterno y vocación educativa en uno solo. Desde sus primeros pasos mis hijos se incardinaron en la escuela, como una prolongación del hogar… Yo creo que se educaron por “ósmosis”… ¡Cuantas veces se me ha preguntado por la mejor manera de educar a los hijos! Mi respuesta, y mucho más cuanto más experiencia iba adquiriendo, solía ser siempre la misma: El mejor método es el ejemplo. Los hijos serán lo que tú seas. Si eres generoso, trabajador, responsable, ellos aprenderán de tus virtudes. Si quieres que estudien, que te vean a ti hacerlo, aunque llegues cansado a casa. Si quieres que ayuden en las faenas del hogar, que vean que su padre es el primero que se pone el delantal y se mete en la cocina. Si quieres que sean bien hablados, no digas palabras malsonantes; no grites y tus hijos no te alzarán la voz; razona y tus hijos adquirirán cordura. Date cuenta ,querido amigo, que tú eres el espejo en el que se miran, no hagas nada que no quieras que hagan ellos.Y si a pesar de todo este empeño que has de poner, un hijo tiene algún problema, acude a un especialista que, en primera instancia, es el maestro de tu hijo. Posiblemente lo conoce mejor que tú. Si el problema es más profundo, existen médicos, psicólogos, pedagogos… Pero un consejo: Antes de acudir a nadie, pregúntate: ¿Qué parte del culpa tengo yo en el problema que presenta mi hijo? ¿Alguna vez ha visto en mí ese defecto que le he descubierto? ¿Le exijo más de lo que puede rendir? Piensa: ¿Mi hijo tiene problemas o el problema lo tengo yo?

(En el jardin, frente a mi vivienda)

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“Pasas más hambre que un maestro de escuela”

La vida de un maestro, en cuanto se refería al aspecto material era más bien precaria, y eso que yo viví una época en la que empezaba a vislumbrarse mejores perspectivas, que tardarían en materializarse todavía algunos años, tras una huelga general del colectivo, impensable en aquélla época… Claro, que había algunos recursos con lo que paliar lo expresado en el consabido refrán de “pasas más hambre que un maestro de escuela”, como lo eran las clases particulares. Recuerdo, cuando pagar aquellas clases no estaba a la altura de casi nadie, en la época en que yo asistía a la escuela, cómo un cajón de la mesa del profesor siempre estaba semiabierto… allí, los alumnos que podían, depositaban cualquier alimento por sencillo y humilde que fuera: castañas, bellotas, frutos diversos, chocolate…huevos, galletas… El maestro hacía como si no se enterara, tal era la vergüenza que sentía de aceptar estas casi limosnas, pero en su casa cualquier cosa era bien recibida. Lo cierto es que la gente, por muy humilde que fuera, era muy generosa incluso desprendiéndose de lo absolutamente necesario, para ayudar a aquellos hombres y mujeres que se desvivían por enseñar a sus niños. A su modo y manera, sabía valorar la educación… En aquella pequeña aldea cercana a la Sierra de Cazorla existía la costumbre de que, cuando se mataba al cerdo, el maestro recibía un plato que indefectiblemente incluía: un chorizo, una morcilla, un trozo de lomo, y un riñón. Existían días en que se mataban dos o tres cerdos… ¿Te explicas ahora, amigo José María, el colesterol que padezco?. De todos modos, yo puse siempre todo mi empeño en las clases particulares, creando academias, como había aprendido de mis maestros. Así sacaba un suplemento con el que complementar el exiguo sueldo que me suministraba el Estado. Siempre que me pongo a pensar en esta época, no suelo rememorar las fatigas económicas “propias” del cargo, pues yo me defendía bastante bien con mis clases. Lo que más me satisface recordar era el respeto y autoridad que la figura del maestro representaba en la sociedad. Lo que uno decía era aceptado y respetado por todos, lo cual significaba que uno había de tener un gran cuidado de que sus juicios fueran acertados. Había, por tanto, que tener especial cuidado con el cultivo de tu propia personalidad, ya que eras un espejo en que alumnos y padres solían reflejarse. El maestro debía no sólo ser ejemplar, sino parecerlo, porque ya sabes, mi buen amigo, el alto valor que yo concedo en la educación al ejemplo. “En la educación de los hijos hay que medir y pesar muy detenidamente nuestro ejemplo, puesto que los hijos son esponjas que se empapan de cuanto dicen, hacen y son los padres.”( De “Pensamientos Pedagógicos”.-Isabel Agüera, escritora y pedagoga)

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¿La letra con sangre entra? Premios y castigos Hoy hablas de esto en cualquier parte y te pueden correr a gorrazos por todo el pueblo. ¿Premios, diplomas, primeros puestos, notas? Noooo, eso es discriminar a los que no los alcancen. ¿Castigos? Físicos no, porque es torturar, atentar contra la dignidad de la persona, acentuar la represión, etc… Morales? Reprimir delante de los demás alumnos, es rebajar a la persona, crearle tráumas… Para no manosear lo que todo el mundo sabe: hoy día ni se puede premiar, ni se puede castigar. Hay que formar una masa homogénea para que todos los alumnos sean iguales y, claro, para eso hay que establecer unos niveles que se puedan superar sin esfuerzo, sin traumas, sin premios, sin castigos… Cuando empecé a ejercer la educación estaba ya de vuelta de los castigos físicos, aunque todavía quedaban algunas reminiscencias del pasado. Siempre he creído y entendido, querido amigo, que aquellos maestros que necesitaban castigar a los alumnos físicamente, tratando así de salvaguardar su autoridad, mantener el orden y la disciplina en la clase, reprender la mala conducta u omisiones de sus alumnos, es porque no eran verdaderos maestros. Necesitaban del castigo porque carecían de autoridad. Un maestro debe parecerse lo más posible a un padre responsable, y éste nunca castiga o reprende a su hijo inútilmente. Pero en algunas ocasiones, hay que hacerlo con harto dolor de corazón y desgarrándosete todas tus entrañas. Tu hijo, tu alumno debe entender el valor correctivo de un castigo, su beneficio posterior… si no se lo haces entender, habrás fracasado como padre o como educador. Premios y castigos. Si, rotundamente sí. Porque siempre he entendido y procurado llevar a la práctica que la educación prepara para la vida. Y en la vida, no sé si esto es bueno o malo, se premia a los que rinden, trabajan, se esfuerzan, estudian… y castigan con la indiferencia, el paro, la no aceptación a los que, por diversas razones, no están preparados, no se esfuerzan, quieren todos los derechos y solo unos pocos deberes… La sociedad está estructurada, queramos o no, en una competitividad feroz: lo que vale triunfa, y si no triunfa, no vale. Ahí tenéis el ejemplo de los programas de TV. Si tienen audiencia, duran y triunfan. Si no, a los pocos programas se echa por tierra el trabajo de decenas de profesionales. Y naturalmente, la escuela que se precie de tal, no debe dar la espalda a esta realidad. Aunque yo no estoy en este blog para arreglar el mundo, sino para contar mi vida, mis experiencias. Asi que, querido amigo, perdona estas salidas de tono que de vez en cuando me salen espontáneamente. Te contaré como trataba yo el tema en aquella escuelita rural. Para premiar el esfuerzo de los alumnos, a lo largo de la semana, teníamos en la clase un cuadro de honor, en el que figuraban los nombres de los alumnos que habían sobresalido por algún motivo y que no era ,precisamente, el ser el más empollón de la clase. Se premiaba, por ejemplo, la mejor redacción, el mejor dibujo, la mejor puntuación de positivos y negativos – cada alumno tenía una cuenta en la que se apuntaban estos resultados-,la mejor acción, el mejor deportista, etc… Así, siempre tenías un razón para premiar a toda la clase, a lo largo de las cuatro semanas del mes… Todo esto, y más que nada, la continua labor tutorial, hablando con cada uno de tus alumnos, interesándote por sus cosas, su familia, sus problemas, sus deseos, ilusiones, fracasos, miedos, etc.. Los propios alumnos tenían su consejo de disciplina, constituido por unos miembros, elegidos por toda la clase. Y cuando se presentaba un problema, eran ellos mismos los que recomendaban el

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castigo a que debía someterse el infractor. La mayoría de las veces el maestro tenía que rebajar la “pena”, pues aquellos “jueces” eran bastante severos… ¿La letra con sangre entra? Tal vez si, pero con la sangre del maestro…

(Han pasado más de cuarenta años y sin embargo, ahí están sus nombres y su recuerdo: Minguez, Cabrera, Pedro, Martin, Melchor, Juanito, Domingo....)

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El trabajo de un cura, el sueldo de un ministro, y las vacaciones de un maestro… Te he hablado querido amigo del sueldo de un maestro, pero no de su trabajo… Creo que mucha gente no suele valorarlo lo suficiente. Algunos padres, viendo lo que cuesta educar a los hijos, las dificultades que encuentran se echan las manos a la cabeza y casi te compadecen porque todos los días te encierras con 25 o 30 chavales, cada uno de su padre y de su madre… Pero a menudo, te sueltan la coletilla…¡Sí, pero menuda suerte tienen con tantas vacaciones! Es curioso, pero cuando más se acuerdan muchos padres de los maestros, es en época de vacaciones, al tener que tener a los hijos todo el día en casa… “¡Que gana tengo de que empiece el colegio!”, es el grito más pronunciado… Pero hoy no te hablaré de las vacaciones, sino del trabajo. Quiero hablarte del trabajo en una escuela unitaria que, por si no lo sabes, acoge a los niños de todos los niveles, desde preescolar hasta los más mayores… Hoy día, con la concentración escolar, no deben quedar ninguna, pero durante mucho tiempo era bastante corriente en España. Existían muchos pueblecitos, con poca población y que, a lo sumo, podrían tener una o dos clases… Algún día, alguien valorará el sacrificio, la vocación y la dedicación casi heróica de estos profesionales que, careciendo de las necesidades más perentorias de un ser humano, como puede ser el agua y la luz, entregaron su juventud para sacar adelante la formación de un puñado de niños, en los lugares más apartados de nuestra geografía. Te hablaré un poco del trabajo en una clase unitaria… Pensando en como te pondría un ejemplo que te llevara a comprenderlo me ha venido a la cabeza la figura del director de una orquesta sinfónica. No quiero que pienses que elevo mi trabajo al de un Von Karajan, ni mucho menos, pero ¿te has fijado como está distribuida una orquesta? Estan formando grupos… los instrumentos de cuerda (violines, violonchelos, bajos… ) por un lado, los de viento (clarinetes, trompas, saxos, trombones…), por otro, la percusión (bombos, tambores, etc) atrás… los coros… El director tiene que saber exactamente lo que cada uno de ellos ha de interpretar, darles entrada, cortarles, marcarles el ritmo, la cadencia, la velocidad, las pausas… Cada grupo tiene que saber qué hacer, escuchar a los demás, estar siempre atento a las indicaciones del director… cualquier despiste por parte no solo del grupo sino de unos de sus miembros puede ser fatal para la interpretación de una obra… El maestro, salvando las distancias, ha de actuar igual. Primero ha tenido que hacer una distribución de grupos lo más homogénea posible para incluir en ellos a los alumnos de parecido nivel, ha tenido que programar bien las actividades que en cada momento tendrán que realizar sus alumnos, procurar que nunca falte el trabajo para que nadie se aburra o le entren ganas de alborotar en clase… En fin, no dejar nada al azar. Esto te obligaba a multiplicarte y a no bajar la guardia en ningún momento. Así, el dia anterior o antes de que los niños entrasen en clase, ya tenían los mayores, los medianos y los pequeños sus deberes individuales escritos en las pizarra, realizarlos mientras el maestro atendía individual o grupalmente. Por otro lado, siempre tenía preparadas unas fichas de ampliación para aquellos que terminaban antes de tiempo. Las horas eran agotadoras, pero pasaban deprisa. Y con el tiempo, te quedaba la satisfacción de ver como cada grupo aprendía del otro, como los conocimientos , a veces no tenían un nivel de edad… ¡cuantas preguntas hechas a los mayores, las solían contestar los pequeños… con el consiguiente sonrojo de aquéllos!

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Un maestro de unitaria se ganaba su sueldo con creces, tanto que seguro que le sobraban horas para cubrir sus largas vacaciones‌

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De cabeza de ratón a cola de león… Pronto me dí cuenta de que había invertido el popular refrán con que titulo este artículo. Durante varios años había sido, en mi escuela unitaria, mi director, mi jefe de estudios, mi secretario, mi consejero… hacía honor también al consabido refrán de :”Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como”. Pero no había más remedio que abandonar mi pequeño y casi paradisíaco destino en aquella pequeña población, porque mis hijos se iban haciendo mayores y tenía que procurarles una buena formación, tanto en el Instituto, como en la Universidad, si es que demostraban capacidad para acceder a ella. Así que, ni corto ni perezoso, participé en el Concurso de Traslados y conseguí una plaza en una ciudad muy cercana a Valencia. Desde ahí pude enviar a mis hijos al Instituto, para seguidamente ingresar en la Escuela de Magisterio de Cheste, pues los tres primeros decidieron seguir los pasos de su padre. Fui destinado a un colegio, de reciente construcción, en el que existían tres líneas, de primero a octavo, más las clases de preescolar. En total, treinta clases y casi cuarenta profesores, regentados por una Directora, perteneciente al Cuerpo de Directores por Oposición, cuerpo que años mas tarde fue eliminado por los “sabios” de la política, que creyeron así colaborar a la democratización de la enseñanza. Fue por entonces cuando se empezó a poner de moda llamar a los maestros “trabajadores de la enseñanza”. ¡Pobrecitos!, que poco se dieron cuenta de que un maestro no termina su jornada como un obrero, que se marcha a casa y se olvida de su faena hasta el día siguiente. Qué poco se dieron cuenta de que un maestro lo es desde que sale de su casa hasta que se acuesta, pues siempre su casa ha estado abierta para el que lo necesitase. Yo creo que por estos tiempos se inició el declive de la educación, un paulatino desgaste que nos ha llevado a estos tiempos en que hacer la 0 con un canuto merece ya el sobresaliente más alto. Poco a poco, si atino a hacerlo, daré fe de toda esta transformación a la baja… Como cola de león que me correspondía ser, y como recién llegado al colegio, se me asignó un primer curso de primaria con nada más y nada menos que 45 alumnos. Este fue mi primer reto: sacarles adelante. Yo que creí que ya podría descansar algún ratito entre tarea y tarea, heme aquí que una vez más hube de multiplicarme para poder atender las necesidades de un programa –que se me había entregado a primeros de curso, en el primer claustro- , no dejando un respiro para que los peques no se me aburrieran. He de decir que todavía el maestro tenía que dar todas las asignaturas desde las matemáticas hasta la educación fisica, la música y la biblia en verso, si llegara el caso. Hube de convertirme en actor, una veces, en cantante improvisado, en otras, en payaso, las más de las veces, para que aquellos angelitos de 6 años pudieran aprender sus primeras letras, escribir, adquirir conocimientos e ir posesionándose de hábitos de trabajo, de estudio, de libertad, colaboración, compañerismo, etc… Poco a poco la cola de león empezó a servir para algo más que para espantar las moscas… Seguiremos, mi buen amigo. 94


(El equipo de la clase de Primero A)

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El congreso de los diputados Recién llegado al Centro fueron muchas las cosas que me llamaron la atención tanto en sentido positivo como negativo. Como todo en la vida, tiene que haber bueno y malo, aunque el ideal que tú te has forjado te lleva a pensar que las cosas han de funcionar bien, y si no lo hacen, hay que poner los medios para funcionen. Y es aquí en donde se presentan los conflictos, pues no todo el mundo ve los problemas a través del mismo prisma. Es más, a partir de 1975 –muerte de Franco e inicio del proceso democrático- todo el mundo se creyó en la posesión de la verdad absoluta y pretendió imponer sus opiniones por encima de todo y de todos. Los partidos políticos utilizaron los colegios para sus propios fines a través de las asociaciones de padres, que ya funcionaban tímidamente durante la dictadura. Era un medio para darse a conocer y para ir, de alguna manera, influyendo en la sociedad a través del barrio, del pueblo. En aquellos tiempos crearon más problemas que beneficios. Uno de los órganos del colegio que me llamó la atención fue el Claustro de Profesores, algo así como un Minicongreso de los Diputados, en el que hay un presidente –el director del centro-, una mesa –Jefe de Estudios, Secretario, Jefes de Departamentos- y el conjunto de los profesores, que, al igual que en nuestro supremo órgano legislativo, está compuesto por las distintas tendenciasllamésmole político-administrativas-, constituyendo, en muchas ocasiones, un auténtico “gallinero”, en el que se hace imposible llegar a un acuerdo en muchas de las deliberaciones. Bien, pues yo, el primer día quedé alucinado por la gran organización que se respiraba: cada profesor recibía un dossier con la programación del centro, los objetivos, los distintos planes extraescolares, etc… Yo me dije: ¡Esto es la gloria, aquí voy a trabajar yo encantadisimo! Al poco tiempo me dí cuenta de que todo no era jáuja y que había que despabilar para que nada interfiriera en tu manera de concebir el trabajo en clase. Aparte de esa dirección y mesa de los diputados apuntada, se encontraba el partido del gobierno, o sea, “los pelotas”, los que siempre decían “amén, amén” a todas las propuestas “oficiales”. También la oposición, o sea, ese grupo compuesto por los inconformistas, generalmente autodefinidos como intelectuales –yo les catalogaba de “listillos”- que siempre echaban mano a “la Ley”, siempre y cuando les era favorable, claro está. Los partidos “minoritarios” los formaban dos o tres compañeros –lo siento, pero generalmente profesoras- que se pasaban todo el claustro charlando de sus “cosillas” sin parecer importarles lo que allí se cocía… El “grupo mixto” lo constituía algún profesor, generalmente mayor, a punto de jubilarse, que se pasaba el tiempo dormitando pero que, en el momento de cualquier votación, cuando le despertábamos para votar, solía soltar la misma frase: ¡Yo voto en contra!; otro se pasaba el claustro leyendo un libro, o corrigiendo; otros llegaban siempre tarde… en fin: todo UN CONGRESO DE LOS DIPUTADOS.

(Foto tomada de la Web)

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Mis cachorrillos Estuve tres años en primero de EGB. La dirección del centro era tan astuta que me halagó proclamando que yo era el mejor profesor de primero que había conocido, que entendía muy bien a los niños, que éstos estaban muy contentos con su profe porque era muy simpático y bueno, que los padres estaban encantados, y bla, bla, bla…. todo para mantenerme en este nivel que casi nadie quería. El primer curso era y seguirá siéndolo, no el más difícil de llevar, sino el que más trabajo te proporciona, porque los alumnos tienen que aprender a leer y a escribir, -entre otras cosas-, como partes fundamentales de las materias instrumentales, absolutamente necesarias para desenvolverse a lo largo de toda la escolaridad. Es un nivle en el que tú tienes que ir siempre delante de éllos, o éllos te alcanzan y te devoran. Hasta el más mínimo detalle ha de estar previsto. Mi idea era incorporarme a la entonces llamada Segunda Etapa, constituída por los cursos sexto, séptimo y octavo, y que al final de los mismos se optaba al Graduado Escolar o al Certificado de Escolaridad. Siempre me había ilusionado trabajar con alumnos mayores y así se lo comunicaba un año y otro a la dirección del Centro. Existía un impedimento y es que yo no era especialista en nada, condición sin la que no era posible acceder a dichos niveles. Ni corto ni perezoso me inscribí en la Universidad a Distancia para especializarme en Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza, materias en las que siempre me he sentido muy a gusto. Una vez conseguido el título – el “papel”, porque no pasaba de ese rango, ya que cualquiera podía poseer “papeles” que le abrían muchas puertas, pero no dejaban de ser unos zoquetes…- me pude al fin incorporar a la Segunda Etapa. El primer año me correspondió, junto con el resto de profesores que componíamos equipo, hacerme cargo del Sexto Nivel. Pero esto lo dejaré para otro día… que es largo de contar.

(C.P. Vicente Mortes, Paterna (Valencia)

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Yo que tú no lo haría, forastero Mi propósito e ilusión por trabajar en la Segunda Etapa se cumplieron, no sin antes haber pasado por el obligado trámite, como novato, de estar unos años en los cursos que casi nadie apetecía, aunque yo me encontrara muy a gusto con aquellos chavalines – la matrícula osciló entre los 40 a 45 alumnos- que me dieron muchas satisfacciones y alegrías. Pasé a ser tutor de un curso de 6º de EGB y estar a cargo de impartir las Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza, aparte de otras “marías” para completar horario, en los tres grupos que componían este nivel. Hasta aquí nada extraordinario, si no es la alegría por encontrarme en el puesto que deseaba… Muy pronto me di cuenta de que me esperaba otra sorpresita: uno de los tres grupos se había formado con todos aquellos alumnos que presentaban problemas de todo tipo: retraso escolar, indisciplina, inadaptación social, pre-delincuencia juvenil, etc… En una clase en la que tendría que haber niños de once años, los había de doce, trece y hasta cartoce años, con algunos de los problemas señalados. Mis compañeros y yo hubimos de rompernos la cabeza para encontrar una fórmula que, primeramente, lograse interesar a aquellos chicos. Casi la primera meta fue la de lograr en la clase un nivel medianamente aceptable de disciplina, pues la problemática de comportamiento era deplorable. Así que, a veces, medio en broma, teníamos que enseñar los dientes, exclamando la amenazante frase de las películas del Oeste, “yo que tú no lo haría, forastero”. Una vez más en mi carrera tomé conciencia de que la labor del maestro no era sólo la meramente instructiva. Lo que más ayudó a aquel grupo de alumnos fue el encontrar en el equipo de profesores a personas que les querían, les apreciaban, atendían a sus problemas particulares, familiares, sociales… Poco a poco fueron entrando en una dinámica de trabajo más que aceptable. Como primera medida, adoptamos el acuerdo de olvidarnos del programa oficial y, tras una evaluacion de las necesidades de los alumnos, nos dedicamos a trabajar en las materias fundamentales de lectura, escritura y cálculo, al objeto de proporcionarles una base que, estando ya próximos a abandonar el colegio, les sirviera de utilidad. Esto, unido a muchas actividades de tipo manual y deportivo nos llevó a conseguir lo que al principio parecía una labor imposible: que los chicos y chicas adquiriesen un nivel aceptable para su vida futura.

(Mis compañeros y yo)

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Las vacas sagradas Por primera vez en mi carrera, descontando el curso que estuve en una graduada en Villacarrillo, me encontré con el engranaje de un colegio, con sus órganos colegiados, su equipo directivo, un puñado de compañeros maestros, todos embarcados en la que para mi y para muchísimos ha sido una gran tarea: la formación y educación de los alumnos. Poco a poco fui descubriendo la grandeza y miseria de una labor que, muchas veces, por la natural condición humana, funciona o no , según el susodicho engranaje esté más o menos engrasado. Pude observar cómo se hablaba de buenos, regulares o malos maestros; cómo se hacían favores o se ponían trabas a unos o a otros; cómo existía la envidia, la arrogancia, el favoritismo, el peloteo, el fariseísmo… Descubrir que no todo el que llevaba el título de maestro lo era realmente fue para mi una gran decepción. Si he de decir, en honor a la verdad, que lo bueno abundaba sobre lo no tan bueno. En este colegio –puede ser que en muchos por aquella época- cada maestro estaba asignado de antemano a un nivel, en el que se suponía era el especialista, el mejor preparado. Me ocurrió a mi cuando estuve tres años en primero de primaria y me quisieron eternizar en este nivel, porque lo hacía muy bien. Varios compañeros pensamos que era más lógico empezar con unos alumnos – por ejemplo, en primero- y seguir con ellos hasta la terminación de la etapa ( Primaria entonces abarcaba desde primero a quinto), con lo que se aumentaba el conocimiento de los alumnos al tenerlos varios años contigo. Pero este sistema, varias veces propuesto en el Claustro de Profesores, tropezaba con el grupo que denominaban “las vacas sagradas” y que estaba constituido por una serie de profesoras a las que siempre se les asignaban los mejores grupos de cada nivel. Porque, explico, de cada nivel se constituían tres grupos: superior, medio e inferior, seleccionando a los alumnos, a través de notas y comportamiento, y al criterio de la dirección, con lo que “las vacas sagradas” siempre salían beneficiadas, en detrimento del resto de los compañeros. De igual manera sucedía en la Segunda etapa con los cursos sexto, séptimo y octavo. Te puedes imaginar, querido amigo, que los padres de los alumnos, que no eran tontos, se daban “bofetadas” para que sus hijos cayesen en la línea de las “vacas sagradas”, en la que se incluían los mejores profesores y mejores alumnos. Yo, que estuve a punto de estar incluido en dicho “clan”, -aunque supongo se me catalogaría como “buey sagrado”- junto con varios compañeros luché y llegamos a conseguir encontrar otra fórmula mucho más justa, democrática y útil. Pero esto ya te lo cuento otro día…

(Equipo de Profesores de Segunda Etapa)

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LODE,LOGSE,LOCE,LOE…. ¿LO…ENTIENDES? Hasta 1985 en que comienza a aplicarse la LODE, en el colegio fuimos perfeccionando el sistema de ordenación de los cursos para evitar todo tipo de discriminación. Uno de estos sistemas fue el que los alumnos se adscribieran, al matricularse por primera vez en el Centro, por orden alfabético, evitando así cualquier cualquier tipo de discriminación. También se consiguió que los profesores fuesen promocionando con el mismo grupo de alumnos hasta concluir su ciclo, con lo que se sacaba partido al conocimiento que cada profesor acumulaba para cada uno de sus alumnos. El nivel logrado era bastante bueno y esto se traducía en el buen funcionamiento del centro con el consiguiente prestigio del Centro en la localidad, que año tras año, recibía felicitaciones y menciones honoríficas de las estancias superiores. En el ámbito deportivo, el colegio participó en numerosas competiciones deportivas consiguiendo, por ejemplo, el campeonato regional de baloncesto, en Baleares, aparte de otros trofeos en distintas disciplinas deportivas. Con motivo del concurso nacional de TVE “Cesta y Puntos”, presentado por el muy famoso presentador Daniel Vindel, nuestros muchachos consiguieron llegar a las semifinales, siendo derrotados por el colegio de Salesianos de Barcelona, en un reñido encuentro. Recuerdo con cariño aquellas fechas porque asistí a este encuentro inolvidable. Es importante hacer notar la circunstancia de que fue el único colegio público que llegó tan alto en esta competición, dada la escasez de medios de que disponíamos. Creo que no sólo yo, sino el resto de los compañeros, estábamos a gusto con esta ordenación del colegio, hasta que fueron llegando los problemas… Son muchos y variados, pero creo que habrá que irlos tratando de manera individual para hacer un análisis más exhaustivo. Hoy llamaré la atención sobre los planes de enseñanza. A partir de 1985 comienza a funcionar la LODE , que a los docentes ya nos desilusionó por apreciar una disminución notable de los niveles que debían alcanzar los alumnos. Este hecho se acentuó con la llegada de la LOGSE, que, además, potenciaba la promoción automática de curso. Los profesionales nos íbamos dando cuenta de la progresiva degradación de la enseñanza en cuanto a los conocimientos adquiridos, la pérdida paulatina de la disciplina en el centro, la intromisión de otros sectores de la sociedad en el centro con funciones que no le correspondían, etc… En resumen, cada uno de los sistemas de enseñanza que se proponían iba rebajando el listón, degradándolo todo… Lo peor del caso es que ninguno de los responsables políticos contaba con la opinión de los profesionales para acometer una reforma. Y así estamos… No acaba de ponerse en práctica un sistema educativo, cuando ya hay otro que lo sustituya, dependiendo del partido político dominante en el Gobierno. ¿Hasta cuando, señores políticos?

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Los puchericos Una de las nuevas actividades que me esperaban en mi nuevo y definitivo destino fue la de las excursiones extraescolares. Al principio de curso, en la Memoria, se especificaban por cada ciclo, las actividades a realizar, que debían aprobarse por el Consejo Escolar. Ahí entraban visitas a museos, asistencia a teatros, visita de ciudades monumentales, turísticas, centros de formación como granjas-escuela, etc… e, inevitablemente, se tenía que programar el destino del viaje de Fin de Escolaridad del Octavo Nivel, como despedida de los alumnos que pasarían al Instituto o a la Formación Profesional. El objetivo de estas actividades era exclusivamente formativo, con el objetivo claramente definido de que el alumnado tomase conciencia de la realidad circundante y también que aprendiese “in situ” las costumbres, historia y geografía, etc.… que se le enseñaba en clase. Normalmente las visitas eran de mediodía o de un día. Casi obligado, todos los años se visitaba la fábrica de “Galletas Río”, ubicada en la misma localidad; la planta potabilizadora de “Aguas de Valencia”, también sita dentro del término; la fábrica de la Coca-Cola; la asistencia a los distintos teatros que al efecto organizaba la Generalitat Valenciana, etc. etc. El viaje de Octavo ya era otro cantar, pues su duración se extendía a una semana y los destinos mucho más lejanos. Al principio de curso se daba a elegir a los alumnos el destino, que en los años en los que estuve a cargo de este nivel siempre me elegían Mallorca. De modo que llegué a aprenderme esta isla como la palma de la mano. Ellos, los alumnos, lo pasaban muy bien, puesto que para muchos, era la primera vez que estaban fuera del hogar, fuera de la presencia de sus padres, y tenían unas ansias de “libertad” que daba miedo…Para los profesores acompañantes, dos o tres, según el número- eran unos días muy intensos, pues teníamos que multiplicarnos, tanto para la organización y cumplimiento de los objetivos culturales previstos, como para que no se nos “desmandase” el “ganao” cuando se relajaban, al llegar al hotel… Yo tenía una compañera, que normalmente formaba parte de mi equipo, que tenía una norma y que poníamos en práctica en cada viaje: la de tener una jornada tan apretada e intensa durante el día, que para la noche los alumnos estuvieran rendidos y lo que le apeteciese fuera la cama más que otra cosa. Y al relatarte esto, querido amigo, me ha venido a la memoria mis “excursiones” en la escuela unitaria en la que empecé a ejercer… Me llamaba la atención que aquellos niños me dijesen con frecuencia: “Maestro,¿por qué no vamos de excursión al campo?” Yo me extrañaba, pues estábamos en pleno campo, así que invariablemente yo contestaba: “No necesitamos esa excursión, porque ya estamos en el campo”… Pero un día me cambiaron la cantinela por esta otra: “Maestro, ¿por qué no vamos a buscar “puchericos”? “. Me intrigó esta propuesta y traté de indagar qué eran los dichosos “puchericos”, sin conseguir una respuesta lógica, seguramente porque aquellos niños desconocían el alcance de sus hallazgos. De modo que, para averiguarlo, no tuve más remedio que acceder a organizar una pequeña excursión para la “búsqueda y captura de los puchericos”. Después de caminar como una hora, llegamos a la orilla del río Guadalimar – afluente del Guadalquivir- y, en un terraplén cercano, los niños empezaron a escarbar con las manos en él y a sacar trozos de una cerámica, algunos de los cuales eran lo suficientemente grandes para adivinar que se trataban de pequeñas vasijas antiguas. Me llevé a casa el “botín” y le consulté a un amigo mío, que trabajaba en el Museo Arqueológico de Jaén, por el origen de aquellos restos encontrados y cual sería mi sorpresa cuando 101


me dijo que se trataba de vasijas romanas, elaboradas con la famosa “tierra sigilata”. Más tarde supe que la ciudad de Cástulo, una antigua población que tuvo ya gran importancia en la época prerromana a causa de su posición estratégica –controlaba el acceso al valle del Guadalquivir desde la costa mediterránea, como por la riqueza minera de sus alrededores. Actualmente, las ruinas de Cástulo, muy cercanas al lugar de mi escuela, pueden visitarse desde la ciudad de Linares, término en el que se hallan ubicadas. Con el tiempo fui observando como, por ejemplo, las “porterias” de fútbol en donde jugaban los chavales eran nada más y nada menos que capiteles romanos, que muchos abrevaderos para los animales, eran sarcófagos romanos… y un largo etcétera que cada día aumentaba mi sorpresa. Pero claro, yo no estaba allí para hacer excavaciones, sino para educar. O sea, que estaba viviendo sobre siglos de historia y yo sin enterarme…Menos mal que aquellos niños me llevaron hasta “los puchericos”…

(Ruinas de Cástulo)

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Alumnos que dejan huella No hay dos alumnos repetidos, como no existen dos almas iguales. Por eso no puedo hablar en general y, aunque no diga su nombre, tengo que referirme a alguien en concreto, alguien que ha dejado huella, que será inolvidable, irrepetible… pero que fijó en mi una serie de buenas sensaciones que llegaron a sentirme, a veces, como alumno del alumno, a aprender de él una serie de cosas, de virtudes, que tenía olvidadas o carecía de ellas. Y en mi interior me sentía y me sentiré agradecido por haberme encontrado con estos alumnos de valores fuera de serie. A los grandes maestros se le mide por su labor al frente de los alumnos difíciles, por triunfar en dónde todos han fracasado, pero también ante los superdotados, no solo en inteligencia, sino en valores humanos… Quizá ante éstos sea más difícil la labor pues, en muchas ocasiones, tienes que ser humilde y reconocer que, en aspectos puntuales, te han dado una soberana lección. La lista podría ser muy larga y posiblemente me dejaría a muchos en el tintero, por lo que hoy, querido amigo, quisiera contarte algo de María. Es un nombre ficticio, existen miles y miles de Marías, pero como aquélla… ninguna. Conocí a María en los primeros cursos de la ESO y bien entrado ya el curso escolar, cuando fui descubriendo a aquel grupo, tanto por el contacto personal diario, como por los distintos controles y pruebas que tenemos por costumbre realizar. María era una de las alumnas que, en mis notas de evaluación continua, iba apareciendo como una alumna excepcional, aunque tenía que hacer esfuerzos para reconocerla físicamente, ya que su figura no había entrado todavía en mi retina, seguramente por ese afán suyo de pasar desapercibida. Ocupaba los últimos lugares del aula, siempre silenciosa y muy atenta a su trabajo. Si tenía que pedir algo a un compañero, lo hacía de forma imperceptible, con una delicadeza impropia de su edad. Poco a poco “nos” fuimos conociendo y, cuando ella tomó confianza en mi para participar más en las clases, fui tomando conciencia de sus valores. Yo tenía la costumbre de hacer participar mucho a los alumnos, procurando que ellos fueran verdaderos protagonistas, y, en el repaso diario de ejercicios y problemas, procuraba que la mayor parte de las correcciones partieran de ellos mismos. María nunca lo hacía, pero yo veía en su cara una expresión de satisfacción cuando comprobaba que sus ejercicios estaban bien. Hasta que un día comprobé que aquellos gestos eran más bien de disgusto, de desaprobación… Me acerqué a ella y le pregunté: “Qué ocurre, María, ¿no estás de acuerdo con la solución?” Y ella, con una vocecita imperceptible para los demás, y una dulzura impropia de su edad, me dijo: “Es que, don Pedro, a mi me sale otra cosa”. Revisé el ejercicio y comprobé que, efectivamente, llevaba razón. Le pedí perdón y después reconocí ante todos los alumnos que me había equivocado, diciéndoles que si , en algún momento creían que el maestro se equivocaba, debían decirlo sin miedo, que los maestros también se equivocan y, en mi caso, dado mi habitual despiste mucho más… Desde aquel momento, María y yo nos compenetrábamos a la perfección. Si se le “atragantaba” un problema, levantaba la mano sin decir nada, hasta que yo la veía, me acercaba a su sitio y le resolvía su duda. Cuando yo explicaba en la pizarra, o resolvía ejercicios, María esbozaba su sonrisa de aprobación, o me levantaba las cejas como signo de desacuerdo. Las maneras y modos de esta alumna lograron enseñarme que no hace falta gritar ni para enseñar, ni para aprender. A veces, basta simplemente una mirada.

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(Curso 94-95)

El equipo A Confieso que hace ya cuatro años que no sé nada de la marcha de la enseñanza en España, si no es por lo que leo, o por lo que me comentan algunos compañeros y mis propios hijos, pues tengo tres dedicados a la enseñanza. Y un yerno. Pero a mi no me gusta hablar de lo que no conozco de primera mano, así que te diré, querido amigo, mis impresiones en los últimos años de mi vida profesional. Creo que en algún blog anterior te he hablado sobre ésto, sí, por lo que hoy nos lo vamos a tomar un poco medio en broma contándote alguna anécdota con la que te puedes reír, pero no te aconsejo que la analices mucho, pues podrías llorar de pena y de rabia. Era mi costumbre – ya aprendida de mis maestros y aconsejada en todos los manuales de pedagogía- hacer gratas las áridas lecciones de Matemáticas o de Ciencias, contando alguna historia, enlazando con temas de otras asignaturas, etc. para mantener la atención de los alumnos sin que se me durmieran. En una ocasión, explicando un tema de “los minerales”, me vino a la memoria que yo había estado muy cerca de las minas de Linares, con plomo y plata, y que además contaba con el comercio fluvial de la ciudad de Cástulo, de la que ya te hablé en mi blog anterior “los puchericos”. Aquella ciudad fue poblada por antiguos hispanos, godos, fenicios, romanos…llegando a contar con una población – se dice – de 200.000 habitantes. Quise entonces hacer un descansillo en el tema de los minerales, sus propiedades, etc, para recordar un poco de la historia de la época cartaginesa y romana. Se da la circunstancia de que Aníbal, el gran general cartaginés que tantas batallas ganó a los romanos, en su paso hacia Italia, estuvo en Cástulo, en dónde no sólo reclutó 20.000 soldados para esa campaña, sino que también casó con una princesa llamada Himilce. Pues bien, antes de recordarles toda historia, hice a los alumnos una sencilla pregunta, para entrar en el tema… -A ver, chicos. ¿Alguno sabe quién fue Aníbal? Hubo casi un general encoger de hombros hasta que un valiente, muy ilusionado con saber la respuesta, dijo efusivamente: 104


-¡¡ Yo lo sé, maestro!! - Pues venga, dilo y cuéntanos lo que sepas… - Mire usted. Anibal es el jefe del Equipo A. Yo veo siempre esa serie en Televisión. ¡Es muy buena! Y yo, para no dejar en mal lugar a aquel chico, dije que el Aníbal al que me refería era tan antiguo que no existía la televisión. Ni siquiera los autobuses, pues para ir a Italia, tuvo que trasladarse en elefantes…

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El valor de la sonrisa Tendrías que ser muy mayor, querido amigo, para recordar una serie de los primeros años de TVE. Se titulaba “Siempre alegres”, dirigida y presentada por Jesús Urteaga. La acción transcurría en una clase de alumnos,que servía de motivo para desarrollar, cada semana, un tema relacionado con virtudes humanas. La fortaleza, la sinceridad, el compañerismo, la honradez, etc… y, como una luz que iluminaba todo, la alegría. Por eso, el lema del programa era “Siempre alegres para hacer felices a los demás”. En mis años de adolescente, casi hice un lema de aquella frase y empecé a aplicarla a mi vida, a mi entorno, mis amigos, mi familia, mi trabajo. Pensé que sonreír no costaba trabajo y sin embargo producía en mi y en los demás notables efectos. Si te acercas a un bebé desconocido con una sonrisa en los labios casi seguro que te recibirá con otra sonrisa aún más generosa. Igual sucede ante cualquier persona, a la que saludas con tu sonrisa, tanto en la vida social, como en tu trabajo, porque tu alegría casi es un arma que te va abriendo camino, que te rompe el hielo en los demás, que les da confianza… Así sucede con los hijos, con los alumnos. Esta convicción me ha allanado muchos caminos tortuosos, difíciles, a veces inaccesibles… porque muchos alumnos estaban como estigmatizados por la violencia, por el castigo, por los modos serios y represivos. Me producía una gran pena cuando al acercarme por primera vez a algún alumno recien llegado, me inclinaba ante él con un gesto amable y su reacción primera, ante mi proximidad, era protegerse la cara con sus manos, como si yo fuera a pegarle. ¡Dios mío! –pensaba-, ¡cuántos palos habrá recibido el pobre muchacho!, a veces, desgraciadamente, de los propios padres, pues ese gesto lo repetía ante ellos en alguna entrevista. Hay que saber sonreír, sobre todo ante los chicos, para que vean que en la vida, en el trabajo diario, no hay que poner “cara de perro” para hacer las cosas bien, que son más llevaderas cuando se hacen con alegría, que no quiere decir alegremente… Igual en las cosas divertidas que en las serias. Por ejemplo, después de una regañina, de una trastada, el efecto de la moderación y de la sonrisa es de gran efectividad: rompe la tensión, relaja los ánimos, incluso conculca una cierta complicidad… ¡Qué pena! ¡Cuantas veces he oído a un chico, ante un padre que ha venido a protestar airado la misma frase! :”Padre,por favor, no te pongas nervioso”. Sonreír es decirle a alguien que estás aquí, que estás con él, que le importas, que lo quieres… que su problema es también tuyo, y que quieres ayudarle. Tenía yo la costumbre de ir cantando al subir las escaleras del colegio, por los pasillos, siempre, claro está, que no tuviera una obligación en que esto no me fuera posible… y más de un alumno me pregutaba: “¿ Profe, y usted por qué canta siempre?” A lo que yo, invariablemente, contestaba: “Porque a final de mes me pagan lo mismo”.

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Háblales del amor Cuando se introdujo en el curriculum la hora obligatoria de “tutoría” hubo bastante desconcierto de cómo utilizar este espacio semanal, ya que las orientaciones eran bastante confusas al respecto. Cada maestrillo decidió aplicar su librillo y no me voy a poner ahora a analizarlo. Quiero contarte para lo que yo aproveché este espacio. Pero antes te recuerdo que yo, y muchos como yo, entendíamos la tutoría como un contacto personal e individual con los alumnos para resolver sus problemas, tratar de aconsejar, reconducir, hacer ver, etc… Sin abandonar esta práctica, que considero imprescindible para toda educador que se precie, puse en marcha algunas ideas en aquella hora de clase semanal, con alumnos de mi tutoría. Una de ellas fue la de colocar en el aula una caja, a la que denominamos “Buzón de preguntas”. Durante la semana, los alumnos las iban depositando ahí, esperando a que fuesen abiertas, resueltas y discutidas en la hora de tutoría. Hasta que se acostumbraron a tomarse esta actividad en serio, no veas la cantidad de burradas que me ponían en aquellas notitas… es fácil imaginar en niños preadolescentes, algunos ya no tanto, que creían que el profe nunca se atrevería a leer ni siquiera su contenido. Desde el primer momento no me negué a ello, aún a sabiendas de que algunos buscaban la provocación y el consiguiente alboroto o “escándalo”. Con valentía, sin eludir ningún tema, por escabroso que fuera, pero dándole siempre un enfoque positivo, humano y racional fui contestando una a una cada pregunta, hasta conseguir vencer aquellas maliciosas trampas que me tendían, procurando orientar cada respuesta hacia su justa interpretación. De esta manera, fueron saliendo temas como el aborto, el control de natalidad, la relaciones prematrimoniales, los anticonceptivos, el noviazgo,…como temas más llamativos para ellos, para ir derivando más adelante en temas un poco más selectivos, como el matrimonio, la fidelidad conyugal, el divorcio, los hijos, la educación… Aquella hora era esperada con ansiedad por los alumnos, cuya actitud era cada vez más seria y positiva, planteando problemas que les eran mucho más cercanos, más propios, más íntimos… Siempre les recomendaba que hablasen en tercera persona y que, si un problema se les hacía difícil plantearlo ante la clase, que lo hablasen conmigo en particular. Recuerdo que en una ocasión una niña y un niño- doce y trece años- me pidieron una entrevista. En ella me plantearon que se habían prometido, que eran novios. No mostré ninguna sorpresa ni mucho menos me sonreí, hablándoles de la importancia del noviazgo, como conocimiento previo de las personas, de la necesidad de un respeto mutuo, del valor que tiene el amor humano entendido como afecto hacia la persona a la que quieres unirte para compartir tu vida, que ha de ser padre/madre de tus hijos, etc… También les insistí en que su “aventura” –sin despreciar lo que en aquel momento sentían- era algo normal en los chicos de su edad y que, posiblemente aquello no dejaría de ser al poco tiempo un espejismo… Pasó el tiempo, el curso, otro más… y aquellos chicos seguían cumpliendo su compromiso, les veía felices e ilusionados… Al cabo de tres o cuatro años, una moto con una pareja se paró a mi lado y , casi al unísono, me dijeron, con gran alegría: “¡Don Pedro, todavía seguimos !”. Les felicité y volví a animarles para que siguieran queriéndose pero con ese respeto y fidelidad que siempre les aconsejé.

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Años más tarde tuve la ocasión y el gozo de conocer a su primer hijo, teniendo que oírme de nuevo la coletilla de siempre: “Todavía seguimos, Don Pedro”…

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Política y Educación Con la llegada de la democracia y el posterior desembarco en el poder del PSOE, se puso en práctica en España aquello de “quítate que yo me ponga”, “si me estorbas, te quito de en medio”, o “ el que se mueva, no sale en la foto”… Curiosamente, algunos de esos “axiomas” se vuelven a poner de moda. Uno de los estamentos que “estorbaban” era el de los militares. Se suponía por las mentes pensantes de entonces que, como habían servido en el régimen anterior del General, no serían de mucho fiar, y se les facilitó una especie de jubilación anticipada –“pase a la reserva” se llamó eufemísticamente- con lo que se quitaron de en medio a los mandos superiores, medios e intermedios que se incorporaron a la vida civil, muchas de ellas con la suficiente juventud como para ocupar un nuevo puesto de trabajo. Se dio la paradoja de que el paro aumentó por este motivo y aquellos para mi muy respetables personas pasaron a tener dos sueldos, con el consiguiente perjuicio de los que todavía no poseían ninguno. Otro de los estamentos, que llevaba poco tiempo funcionando, era el de el Cuerpo de Directores de Enseñanza, al que se accedía por Oposición en la que había que acreditar una sólida formación para dirigir el siempre difícil funcionamiento de un colegio. Lo componían un selecto cuerpo de profesionales que estaba dando testimonio de su trabajo, cuando, en uno de esos decretos “bien pensados” , invocando que los tiempos actuales debían de impregnarse de métodos democráticos, se les “invitó” a renunciar a sus derechos e incorporarse de nuevo al magisterio ordinario. Apenas mil no se dejaron avasallar, defendiéndose panza arriba durante años hasta que, para quitárselos también de encima, se les ofreció un puesto en la Administración, con lo que se volvió a repetir el caso de los militares: el que ocuparan otros puestos que bien podrían destinarse a las personas que esperaban optar a ellos. En medio de este maremagnum que se formó, se empezaron a nombrar directores provisionales en los colegios, a falta todavía de una legislación concreta, a propuesta del Claustro de Profesores, que debía proponer una terna de la que la Inspección de Enseñanza elegiría al director del Centro. En esta primera experiencia me tocó la china y tuve que hacerme cargo de un centro de más de mil alumnos y cuarenta y tantos profesores. Pero eso te lo cuento más tarde, que si no esto se hace muy largo, querido amigo.

(De la web)

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En todas partes cuecen habas Pues aquí me tienes, querido amigo, convertido en un flamante director de un colegio de tres líneas, cargo que a cualquiera le puede parecer más que honorífico y del cual se podría uno sentir orgulloso, aunque visto desde dentro y en toda su dimensión no es todo lo gratificante que a primera vista pudiera parecer. Acepté el cargo porque creí que estando en un nivel superior influiría más en el desarrollo de la educación, al tener, supuestamente bajo mi tutela, a profesores, padres y alumnos, al par que verme inmerso en otros sectores de la sociedad como Ayuntamiento, asociaciones, etc… Siempre he considerado que mi trabajo tenía más de una dimensión, que no era sólo la económica y material, la que te proporciona un salario con el que vivir y permitir sacar adelante a una familia. También contemplaba la función social que comporta un trabajo bien hecho que coadyuva al perfeccionamiento de tu entorno. En un escalón superior, colaborar en la resolución de problemas de marginación, ayuda a familias con problemas, organización de cursillos para padres, etc, etc. En fin, un panorama lo bastante amplio como para poner toda la ilusión del mundo. Llegué a la dirección con una experiencia “burocrática” si se quiere muy elemental, pues una escuela unitaria –en la que estuve nueve años- es como un colegio en pequeño, de modo que “el papeleo” ya me era conocido. He de decir que los tres primeros años de director tuve que hacerme el trabajo solito, pues todavía no existían los cargos de secretario, ni jefe de estudios, con lo que el trabajo se multiplicaba extraordinariamente. Muchos días llegaba de noche a mi casa, trabajaba sábados y algunos domingos, en vacaciones, etc… Tanto así que mi esposa, con un poquito de ironía, solía repetirme: “¡Niño!, ¿es que vas a heredar el colegio?” Llegaba temprano al colegio, me iba tarde, con lo que la portera del centro, también a veces me soltaba:”¿Es que ha dormido aquí?, ya sólo le falta la cama…” En resumen, trabajé bastante por el colegio, aunque no se me reconociera del todo por parte de algunos. Aunque eso, ya se sabe, pasa en todos los sitios… “En todas partes cuecen habas, y en mi casa a calderadas”, como dice el refrán.

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Profe, ¿me das un cigarrillo? Un buen maestro, querido amigo, debe conocer, en primer lugar, la tipología de su alumnado. Es más, debe conocer a sus alumnos uno por uno, con todas sus virtudes y sus defectos, lo que se logra con una observación intensa a lo largo de todo el curso, de toda la escolaridad… Por esto es importante la labor de un buen tutor que se extienda a lo largo de más de un curso y que deje constancia de sus observaciones en el registro acumulativo del alumno, que no debe dedicarse solamente a recoger datos personales y académicos, sino también a todas aquellas observaciones psicológicas de su personalidad. Con carácter general podíamos establecer una tipología básica del alumnado en: superdotados, normales, infradotados o bien caracteriológicamente en : alumnos difíciles, problemáticos, tímidos, espontáneos, irreflexivos, pasivos, hiperactivos, etc, etc… Casi se podría decir que cada alumno es único y que tiene alguna característica que nos llevaría a encasillarlo en alguna de las anteriores clasificaciones, pero al mismo tiempo tiene otras facetas que hay que examinar con detenimiento para darle el tratamiento adecuado. A lo largo de mi extensa carrera en la educación puedo decir que he visto de todo, pero como mejor se explica y se entiende un problema es descendiendo al terreno práctico, por lo que me propongo exponerte en los próximos capítulos varios ejemplos reales y la manera que tuve de hacerles frente. Empezaré por un caso extremo: el de un alumno totalmente negado a trabajar en clase, dedicado a molestar tanto a sus compañeros como a los distintos profesores que le atendíamos. Ray -le nombro así para ocultar su nombre- era un chico bastante agraciado físicamente, con un retraso más que notable en su escolaridad, fruto seguro del abandono anterior al no haber encontrado el resorte que le hiciera reaccionar para avanzar en su aprendizaje, que le llevaba a aburrirse en clase pues era incapaz de seguir el ritmo, al carecer de base. Los distintos profesores trataban de buscarle ejercicios adecuados a su nivel educativo, pero esto le sublevaba aún más, ya que se veía realizando ejercicios de niños muy pequeños, cuando él se consideraba “todo un hombre”. Aquello era una humillación para su ego…El resultado fue que aumentó su ostracismo y su agresividad. Reunidos los profesores de nivel decidimos hacerle una ficha de seguimiento que consistía en cada uno de nosotros valorara su trabajo y conducta en su hora de clase. Esta ficha se mostraría a los padres una vez por semana, o cuando se estimara conveniente. No dio resultado…así que tuve que hablar con sus padres para tratar de averiguar qué podría motivar a su hijo para que hiciera algo en clase. Aparte de que descubrí que Ray tenía un padre aficiones “etílicas” y una madre que estaba todo el día fuera de casa -supongo que trabajando, lo que ya me daba algunas razones para comprender la actitud del niño-, pude averiguar que le encantaba dibujar, sobre todo dibujos animados. Bien, ya tenía por dónde empezar, por lo que propuse a Ray que su trabajo, de ahora en adelante sería hacerme ese tipo de trabajos. Recuerdo que me hizo un cómic y también una animación de un hombre encendiendo un cigarro. Fue un buen comienzo, su conducta empezó a mejorar, pero todavía seguía dando problemas, así que se me ocurrió ofrecerle cien pesetas por cada día que me presentara su ficha de seguimiento sin una nota negativa, y que le restaría también la misma cantidad por día que no lo consiguieraa. Cual fue mi sorpresa cuando al final de cada semana tenía que desembolsar, la mayoría de las veces, quinientas pesetas “del ala”. 111


Resultado, la conducta mejoró, Ray empezó a hacer trabajos que antes no le gustaban, y el estado general de la clase mejoró también notablemente. Pero claro, mi bolsillo cada día estaba más débil… Mi siguiente paso fue llamar a los padres. Acudió solamente la madre –o como se va a llamar ahora “el progenitor B”- a la que di cuenta de la mejoría tan notable en la conducta de su hijo y cómo se había producido. Mi idea era que la familia se hiciera cargo de este “incentivo” pues yo ya había hecho bastante…Si no podían, que buscasen otro que le ilusionase. Desgraciadamente, el resultado fue negativo. La madre se hizo la loca, como si no se enterara y no colaboró…aunque el fruto no se perdió. Hablé con Ray, con el que ya me unía una buena amistad, y no sólo me comprendió sino que me prometió seguir esforzándose en el trabajo. Diré que Ray ya había cumplido los catorce años, por lo que era casi todo un hombrecito. Y claro, cuando tuvo más confianza conmigo, un día, al salir de clase, me sorprendió con esta petición: “Profe, ¿me das un cigarrillo?” ¿¿¿¿????¡¡¡¡¡!!!!! Hasta otra , mi querido amigo.

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El Gordo y el Flaco Supongo, querido amigo, que te has leído la entrada anterior referente al alumno superdotado. No tiene desperdicio. Pero ya sabes que yo prefiero explicarte las cosas a ras de suelo, con mis experiencias, mis anécdotas… Ciertamente uno no se encuentra a un superdotado “de película” cada dos por tres. Mozart, Newtom, Madame Curie, Einstein… no son casos que se dan frecuentemente, pero si es cierto y comprobado que un 2% de la población tiene un coeficiente intelectual superior a 130, lo que nos hace encontrarnos a los educadores con algunos de estos “cerebritos” con bastante frecuencia. ¿Y existen medios para tratar debidamente a estos niños? “Haberlos, háylos”, pero no al alcance del sistema. Desgraciadamente, la LOE actual y los anteriores sistemas han dado en “igualar” a los alumnos “por abajo”, incluso con una profusión de medios para aquéllos que están muy por debajo de la media, e ignorando –con todas sus letras- a los que también necesitan una “educación especial” porque, si ésta no se lleva a cabo, se perderán muchas mentes privilegiadas que podrían ser muy útiles para la sociedad. En este sentido, como profesional, lo he visto y comprobado en muchos de mis alumnos, que, bien por la desidia de los padres, bien porque no han tenido a mano el apoyo del sistema educativo, han echado a perder sus más preciadas expectativas de futuro. Vienen ahora a mi mente dos alumnos –de los que dejan huella-, que casi corrobora todo lo que te he expuesto anteriormente. Roy era un alumno delgadito, que se empleaba con verdadera afición a la resolución en la clase de los ejercicios diarios. Dada su inteligencia, terminaba el primero y con vehemencia pedía la corrección de los mismos. En unos casos porque, terminado el trabajo, se aburría; en otros, porque le gustaba mostrar su superioridad ante los demás, a los que, con frecuencia solía ridiculizar. Era muy poco compañero y presumía de autosuficiente, hasta el punto que ni a mí mismo me escuchaba cuando la mayoría de las veces, aún admitiendo que sus ejercicios estaban bien resueltos en su resultado final, adolecían de algunos defectos, como limpieza, presentación, y lo que es más, el haber utilizado métodos inadecuados para alcanzar la solución. Nunca pude meterle en la cabeza que una simple ecuación podría resolver un problema, que a él le había costado dos o tres folios de pruebas inútiles, aunque al fin llegaba a dar con el resultado. Le llamaba cariñosamente “mi tortuguita” para contrarrestar su rapidez mental. Siempre le tenía preparados ejercicios de ampliación, para que no se aburriese, pero el muy “puñetero” no había forma de meterle un solo método de trabajo. Era un fenómeno en Matemáticas y un desastre en lo demás. Así que no tuve más remedio que seleccionarlo para que se presentase a un certamen nacional de Matemáticas, que realiza anualmente una institución valenciana. Mi tortuguita iba a recibir una lección, que nunca olvidaría.

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Roy se presentó al Certamen de Matemáticas. Con lo desastre que era para la presentación de los trabajos, yo esperaba que a la primera de cambio lo echaran para atrás. Pero ¡que va!. Pasó sin problemas la primera fase y ya quedó seleccionado para optar a la fase nacional. La prueba siguiente se realizaría al cabo de un mes, con lo que dediqué una hora extraescolar para tratar de mejorar la presentación de sus trabajos y seguir insistiendo sobre los métodos de cálculo, que él hacía mentalmente o con lo que se ha venido en llamar “la cuenta de la vieja”. Sólo le faltaba al bribón –con cariño- contar con los dedos… Llegó el día de la prueba y,¡oh casualidad!, tuvo que resolver un problema cuyas protagonistas eran dos tortugas. Un simple problema de móviles, que se resuelven con una sencilla ecuación de primer grado. Pero mi “tortuguita”, erre con erre, siguió con su cuenta de la vieja y echó todo el tiempo en este problema, dejando los otros cuatro sin resolver, por falta de tiempo. Ya en clase, y una vez le demostré que la ciencia está para algo, se convenció y adoptó una postura más humilde. Le dije: “Roy, no sólo hay que saber, sino llevar el camino adecuado para llegar a la sabiduria. En caso contrario, muchas veces te verás tirado en la cuneta.” El caso del “gordo” era casi la antítesis de Roy. Su anatomía pícnica, su carácter afable, su manifiesta humildad, hacían de Ruy una persona encantadora. A veces te sentías ante él como ante un oso de peluche voluminoso al que dan ganas de abrazar. Quería a todos y se hacía querer por todos. Procedía de una familia muy humilde y de posición económica bastante precaria, por lo que siempre había que estar ayudándole con los libros de texto y resto del material. No sólo destacaba por su inteligencia, sino, sobre todo, por su capacidad de trabajo. A diferencia de Roy, no sólo se le daban bien las ciencias sino todas las demás asignaturas. Incluso quería sacar sobresaliente en alguna que, dada su constitución física, era imposible que lo consiguiera. Me refiero a la Educación Física. Nunca se negaba a hacer ningún ejercicio, a pesar de que yo le dispensara de ello. Lo peor era el salto del plinto, del caballo… ¿Que no podía saltarlos? Pues se estrellaba contra ellos y se los llevaba por delante… pero no se arredraba por ello, siempre quería repetir… Estuve en casa de Ruy. En su habitación apenas cabía su cama y una mesita, y en ella le instalé un viejo ordenador que ya no necesitaba y que le regalé… Uno de esos ordenadores que había que cargar el sistema con un disco blando de 5 ¼, y seguir cargando el resto de programas de la misma manera. Ruy se aficionó a la informática y realizaba sus trabajos con un pulcritud envidiable, y que yo tenía que sacarle después por mi impresora. Muchos años después he visto a mi “gordo” bien colocado en la Administración, feliz y agradecido. Sólo me permití sugerirle un consejo: “Ruy, más tarde o más temprano, las personas honradas y trabajadoras como tú, acaban por triunfar” Ruy y Roy, el “gordo y el flaco”, casos para reir o llorar… Así es la vida.

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Este fin de semana, “botellón” en… Dicen, cuentan, afirman, exponen que… “Según las estadísticas, unos 180.000 jóvenes se juntan los fines de semana en lugares determinados de las ciudades españolas para, en torno a un botellón mezclado con licor y bebida con burbujas, bolsas de patatas y tabaco, beber hasta la euforia en el mejor de los casos, o hasta el coma etílico en el peor de los mismos. Un tipo de adolescentes bebe alcohol porque imita los modelos parentales y sociales. El joven que desde pequeño ha aprendido que en una reunión social tienen cabida las copas, con muy alta probabilidad, él hará lo mismo en el futuro. Por otro lado, la sociedad alienta y refuerza esta conducta. Se publicitan las bebidas alcohólicas en los medios de comunicación y se las asocia con el éxito, el atractivo personal y otros valores. ¿No es hipócrita, entonces, que los adultos censuren un acto que ellos mimos realizan? Hacerse mayor Otro grupo de jóvenes ingiere alcohol porque es empujado por el grupo social en el que se inserta y carece de habilidades para decir ‘no’, o bien preserva su autoestima obteniendo la aceptación de los demás. El alcohol y el tabaco forman parte de rituales de iniciación de esta sociedad, que los adolescentes, desgraciada y equivocadamente, los relacionan con ser mayor. Finalmente, existen adolescentes que se entregan a la bebida porque presentan problemas emocionales y sociofamiliares, manteniendo la convicción de que beber “hace olvidar los malos rollos”. Para estos jóvenes, el fin es juntarse para engancharse una borrachera. Beber alcohol resulta al comienzo placentero. Después, en cambio, se hace para evitar el malestar que provoca no hacerlo.”( http://chavales.iespana.es/botellon.htm) Solo para recordar y nunca para establecer comparaciones pues, como dicen aquellos versos: “Nada es verdad ni es mentira, todo es del color del cristal con que se mira”.

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¿Cómo eran los “botellones” de mi juventud?

Para terminar antes, hay que decir que no existía esa necesidad. En los pueblos la juventud se conocía sin ser obligadas las reuniones de fin de semana, ni nada por el estilo. Los “jóvenes habían asistido al mismo colegio, vivían a diario el contacto, al menos “visual”, en los paseos de la calle mayor, participaban en las fiestas populares, de vez en cuando, con motivo de santos o cumpleaños, se organizaban pequeñas fiestas en la casa de algunos, con el permiso y “supervisión” de la familia –eran los típicos guateques”, que proliferaban más en las ciudades-, etc. El objetivo principal era el de “buscar novia”, que a nadie o casi a nadie, le pasaba por la cabeza el conseguir un “plan”, sino pasárselo divertido, bailar –si te dejaban- y tomar algunos de aquellos refrescos que ya las madres preparaban. ¡Hombre!, algunas trampas se hacían, pero no pasaban de simples anécdotas… ¿Beber,fumar? Una y otra cosa siempre se hacía a escondidas de los mayores, cuya autoridad era casi tanta o más que la de los padres, puesto que éstos siempre se fiaban más de la persona que le contaba alguna “fechoría” de sus hijos que de ellos mismos. La juventud – por lo menos hasta los 18 años- no entraba a los bares entre otras cosas, porque no les iban a servir nada, y menos si era conocido… Y fumar, siempre a escondidas, porque si te veía algún conocido ya se te podías ir preparando al llegar a casa… Beber o fumar era algo que se conseguía con más o menos libertad con la mayoría de edad. Beber o fumar o ambas cosas, eran signos de hombría, de madurez y, por el contrario, era algo mal visto en las mujeres. Para ellas, fumar era muy poco femenino y la que se atrevía a hacerlo corría el riesgo de que la llamaran “marimacho” o algún calificativo mucho peor, e igual sucedía con la bebida, que debía limitarse al consabido refresco. La “mayoría” de edad, cuyo punto culminante se establecía al volver de la “mili” –en donde se afirmaba que nos hacíamos hombres-, llevaba a los jóvenes a estabilizarse en un trabajo y formar una familia, con lo que, como puede adivinarse, se acababan las “juergas” y correrías nocturnas, ya que el trabajo y los bebés, no dejaban lugar a ello; también porque estaba mal visto que un casado/a apareciese por algún “sarao”, simplemente para tomar una copita. Y , bueno, de la droga no hablo porque prácticamente no existía, estaba penada, y a nadie se le pasaba por la cabeza ni siquiera probar…la “cultura del porro” llegó con la democracia. 116


O sea, que la “cultura del botellón” brillaba por su ausencia. ¡Que pena! La de cosas que no aprendimos los de aquellas generaciones. Por ejemplo: - Nuestro hígado no tuvo ocasión de cargarse de alcohol y la única frase alusiva al tema era: “Hoy he trabajado hasta echar “los higados”. - Nuestros pulmones no sabían lo que era eso de la nicotina, y podías correr detrás de las perdices, hasta cansarlas, subirte a los árboles en busca de nidos, jugar dos o tres partidos de fútbol al día… - Para “alucinar”, pues tenías en el cine a Brigitte Bardot, Sofía Loren, Silvana Mangano, Rita Hayworth… De verdad, se te ponían los ojos como platos, y sin un humo… plenamente consciente. - No teníamos “móvil” pero había que “moverse” bastante para pasar los msg´s. “¡Oye, avisa a los de la panda que esta tarde a las cuatro nos vemos en el “Peñón de la Zorra”! (Lugar geográfíco de mi pueblo, testigo de numerosas aventuras – no confundir con el sinónimo figurado de “zorra”-) - No teníamos “pasta”, pero seguro que entre los de la panda nos daba para reunir unas pesetillas para medio litro de vino peleón y un puñado de abellanas… o, en algunas ocasiones, para una gaseosa de litro, de la que un amigo mío decía: “¡No emborracha, pero te riza el pelo!” Bueno, bueno… la verdad es que eran otros tiempos y ya sabes, querido amigo, que no me gusta comparar. Lo que sí me gustaría es que, entre todos, y si tú me ayudas, podamos analizar un poco este fenómeno del botellón y las consecuencias educativas que podamos extraer. Cuento contigo para un próximo capítulo… Un abrazo, Pedro.

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SOLUCIONES... “Alternativas ante el problema de la bebida” Una de las contribuciones para aminorar este problema, está siendo, desde las direcciones de juventud de los ayuntamientos, ofertar un ocio nocturno alternativo para los fines de semana. Organizar fiestas sin alcohol, abrir casas de cultura, polideportivos, piscinas. En suma, ponerle al joven otro menú de fin de semana que no sea el de acudir a los bares o pubs nocturnos. Otras comunidades autónomas o gobiernos regionales de España se comienzan a plantear la posibilidad de sancionar a los menores que beban alcohol, no sólo al local que le provee del mismo. La primera medida es necesaria, pues obviamente si sólo ofrecemos bares y locales nocturnos donde el alcohol está al alcance de cualquiera, no le damos a muchos jóvenes la posibilidad de elegir. En cuanto a la medida sancionadora, existen muchas dudas de si surtirá efecto, ya que los profesionales de la salud conocen de primera mano cómo un menor de edad puede acceder al alcohol a través de otras personas, que lo compran por ellos, y beberlo en lugares secretos. “ “Plantear programas globales de intervención La familia, en primer lugar, no debe hacer elogio del alcohol, y ante todo tiene que estar atenta a los hijos, comunicar con ellos, ponerles límites en este tema y enseñarles a resolver sus problemas, sin tener que recurrir a una estrategia escapista como la bebida. La familia, además, debe de educar, desde la más temprana infancia, en el valor de que no son necesarias las sustancias para poder disfrutar y divertirse, porque éstas anulan los sentidos. De este modo podremos argumentar contra muchas de las respuestas irracionales de la juventud ante la pregunta de por qué bebes, “porque te lo pasas mucho mejor”. La escuela ha de continuar en la línea de incorporar en sus sesiones de tutoría el tema de las adicciones. Pero la cosa no sólo ha de quedar ahí. Sería deseable que se dedicara más tiempo al aprendizaje de conductas de resolución de problemas, para evitar en lo posible que un joven, ante un disgusto o una inestabilidad emocional típica de la edad, se lance al alcohol. En suma, desarrollar aspectos de la denominada inteligencia emocional para prevenir inadaptaciones futuras. Las sanciones pueden contemplarse para aquellos casos más graves, pero siempre y cuando el joven reciba una atención familiar, terapéutica y educativa, porque una sanción raras veces nos da razones de por qué hay que comportarse de una determinada manera. Tan sólo controla la conducta por efecto de la consecuencia negativa: el castigo.”

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“No hay día en que no amanezcamos con una noticia relativa al acoso escolar, al bulling, a la violencia. Para prevenir, se realizan y ponen en práctica planes de convivencia, de respeto hacia los demás. Sin embargo, tenemos que incidir más en la educación en la amistad, enseñar a nuestros hijos a buscar las necesidades de sus amigos y compañeros” (De “Hacer Familia”, dic.2005 Nº142) Como sabes, amigo, y así te lo he querido comunicar a lo largo de mis escritos, la educación en el colegio no debe circunscribirse sólo a impartir conocimientos más o menos amplios, sino que debe extenderse a la formación integral de la personalidad humana, respetando siempre la libertad individual y de pleno acuerdo con los padres. Es fundamental enseñar, cultivar, promocionar, las potencialidades que cada uno lleva dentro. Entre éstas cobran extrema importancia las virtudes humanas entre las que sobresale con luz propia la AMISTAD. Poco a poco hay que irles descubriendo las ventajas de tener amigos, el valor de esta virtud,… nuestros alumnos/hijos deben saber que “la amistad trae consigo un sinfín de alegrías y satisfacciones, además de allanar el camino para crecer en otras virtudes” “Un amigo descubre las necesidades de sus amigos, habla bien de ellos, corrige con delicadeza, no busca su propio interés, acepta sus defectos. Un amigo es paciente. Está a gusto con él, se ríe y comparte. Y también se siente correspondido” Mi intención es la de tratar a lo largo de unos días el tema de la amistad, la importancia de educarles en esta valiosa virtud que llega a crear vínculos entre las personas mucho más fuertes que la sangre, la raza, la nacionalidad… Se ha dicho que “Quién tiene un amigo, tiene un tesoro”, hacer descubrir, por tanto, el valor de un amigo, la necesidad de tenerlos, el deber de conservarlos…

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ALGUNAS FRASES SOBRE LA AMISTAD… Amigo es el que en la prosperidad acude al ser llamado y en la adversidad sin serlo. Demetrio de Falera (350 AC-280 AC) Orador, filósofo y gobernante ateniense. El auténtico amigo es el que lo sabe todo sobre ti y sigue siendo tu amigo. Kurt D. Cobain (1967-1994) Músico estadounidense Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano. Benjamin Franklin (1706-1790) Estadista y científico estadounidense. La única manera de poseer un amigo es serlo. Ralph Waldo Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense. El que posee un amigo verdadero puede decir que posee dos almas. Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano. No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad. Platón (427 AC-347 AC) Filósofo griego. Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena. Ana de Austria Hay una teoría infalible sobre la amistad: siempre hay que saber qué se puede esperar de cada amigo. Carmen Posadas (1953-?) Escritora uruguaya. Sólo un buen amigo es capaz de comprender que su presencia puede llegar a molestarnos. Noel Clarasó (1905-1985) Escritor español. Cuando un amigo nos pide algo, la palabra "mañana" no existe.(George Herbert (1593-1633) Poeta galés.)

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Agradar a los amigos “La amabilidad es una derivación de la amistad. Significa sintonizar con el otro, tener verdaderos sentimientos hacia el otro. La amabilidad es también sinónimo de educación. Significa que importa el otro, que no le desprecio. Siempre se tiene que ser amable con todos los compañeros, pero sobre todo, con el amigo. ¿Cómo se es amable? Cuando no se insulta, cuando no se desprecia la opinión del amigo, cuando se le escucha, cuando se le trata bien. Es decir, utilizando palabras y realizando actos que hagan más agradable la vida a los demás y fundamentalmente, a nuestro amigo. Además, el verdadero amigo es el que no defrauda. Es leal. Es muy fácil “contar los secretos” que nos ha dicho un amigo. Si esto sucede , si no se sabe guardar la confianza que le deposita un amigo, difícilmente los conservaremos.” (De “Hacer Familia” Nº142) Un buen profesor-tutor debe alimentar constantemente aquellas iniciativas o detalles, para que sus alumnos cultiven la amistad. En muchas ocasiones, algunos de mis alumnos me han hacían alguna de estas indicaciónes: “Profesor, fulanito está copiando”, o, “Profe, menganito le está diciendo las preguntas a zetanito…”. Yo tranquilizaba al “delator” diciéndole que no se había fijado bien, porque lo que pasaba es que su amigo le explicaba lo que no entendía y que contaba con mi permiso. Normalmente solía poner a un alumno bueno e inteligente, al lado de otro que fuera atrasado, siempre contando con la “complicidad” del primero, que, además, se sentía importante por realizar una buena obra. Alguna de las cosas que se pueden proponer: -Que explique al amigo algo que no entienda en el colegio. -Felicitarle por su cumpleaños o cuando saque una buena nota. -Cooperar con él en los juegos (pasarle la pelota, etc) -Preguntarle si le pasa algo si le nota triste o con mala cara. -Llevarle un día esa golosina que tanto le gusta. -Prestarle algún juguete que le entusiasma. -Comentarle con amabilidad los actos que realiza que no están bien.

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Cómo conciben la amistad a cada edad… 6-7 años. Empieza a reconocer su papel dentro del grupo, qué puede aportar y qué puede recibir. Lo habitual es que la amistad no sea aún muy sólida y que el grupo esté dirigido por un cabecilla que imponga una auténtica dictadura. Los niños tímidos o que han sido sobreprotegidos por sus padres, encontrarán más dificultades de adaptación: desconfianza de sus compañeros, temores… 8 años. Comprende mejor el sentido de las reglas, se empieza a abrir a los demás y debe aprender la conveniencia de sacrificar los gustos personales en interés de su amigo o de su grupo. 9-10 años. Aumenta la necesidad del compañerismo y la actitud de solidaridad hacia el grupo, que tiende ser más reducido y selectivo que antes. Necesita sus dos amigos de confianza para sentirse bien en el grupo. Un buen ejemplo de ellos es que los niños ya no se acusan entre sí. Estas características irán cobrando más fuerza a medida que sean más mayores. Sin embargo es una edad que se dan más problemas en torno a la amistad (5º y 6º de primaria). Los que creían sus amigos ya no lo son, y se pueden buscar otros nuevos. Surgen conflictos. 11-12 años. Empiezan las primeras relaciones de amistad desinteresada, de los hasta entonces compañeros de clase o de juegos. Las niñas van por delante en la madurez y buscan más la amistad.

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“Aquí le traigo mi hijo para que me lo enseñe y me lo eduque” ¡Cuántas veces me he oído esta frase y cuántas he tenido que intentar explicar a los padres que un maestro no puede realizar esta sagrada misión sin la ayuda de ellos! Es cierto que muchas veces eran pronunciadas por personas de bajo nivel de conocimientos, y que, en su humildad, te confiaban esta tarea; pero otras veces, aunque no con las mismas palabras, también te las decían personas de superior nivel, lo que me producía mayor tristeza si cabe, por dejar al descubierto el fracaso de esos padres, al no poder o saber educar convenientemente a sus hijos. De cualquier manera, en una y otra posición, había algo positivo: que confiasen en el maestro, en el colegio, en el sistema. Para ellos era una garantía, que no es poco. Es importante que tanto como padres como educadores consideremos la influencia que tienen distintos estamentos en la educación. Entre los 3 y los 18 años los educandos, reciben, principalmente, la influencia de cuatro educadores: la familia, la escuela, la pandilla y los medios de comunicación. A modo de apunte, y para que sea motivo de reflexión para aquél que pueda interesarle, esbocemos cada uno de ellos. ¿Cuántas horas de clase dan al alumno cada día estos cuatro profesores? La familia educaría en un muy breve tiempo por la mañana al producirse el despertar; más tarde, al mediodía, cosa cada vez más rara y por la tarde-noche, que sería su influencia más intensa. Durante el día, desde el desayuno hasta media tarde, la educación pertenece a la escuela. Los amigos están presentes en todo el horario escolar. En cuanto a los medios de comunicación, básicamente internet y la televisión ocupan muchas veces toda la tarde hasta la hora de irse a dormir. Más o menos, el horario quedaría así: -

Escuela: cinco horas.

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Internet y televisión: tres o cuatro horas.

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Familia: tres o cuatro horas.

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Pandilla: Cinco horas, que se incrementan en los mayores los fines de semana.

Como creo , querido amigo, que esto lo debemos ir desgranando para su análisis, te espero en el próximo blog. (fuente y fotos: MC. Marzo 2006 nº539)

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Sigamos con el análisis pendiente, empezando por los medios de comunicación. Como es natural no voy a hablar de los de mi tiempo, que ya está tocado en otro blog anterior; nos referiremos a los de ahora, que son tántos y tan variados que no se sabe por dónde empezar. En una ocasión pregunté, enseñando un diario regional… “A ver, ¿Quiénes leéis en alguna ocasión un periódico”. Silencio… y casi con temor veo una mano que aparece al fondo de la clase. Pregunto: “¿Y qué sueles leer del periódico?” –“La programación de la tele…” Y se quedó tan pancho… Y es que “la tele se ha convertido en un profesor muy influyente. Presenta de modo atractivo la realidad y la ficción. Aparentemente, no impone nada, pero en realidad impone al juicio poco formado de los espectadores menores –y de muchos espectadores mayores- una serie de categorías a veces muy negativas” -¡¡ Lo ha dicho la tele ¡! Esta frase se ha incorporado recientemente a un anuncio como medio de reclamo, como garantía de veracidad. ¿Por qué será que los grupos de presión sociales –partidos políticos y otros – se afanan en dominar las distintas cadenas de televisión –que influyen en los menores – y de la radio –que influencian a los mayores- ? Otro medio que está pisando fuerte es Internet, que, como profesor particular, puede convertirse en un herramienta de consulta formidable, en una fuente inagotable de cultura y, desgraciadamente tambien, en una provocadora intromisión en la conciencia. Como todo a estas edades necesita de una mano que guíe,eduque y forme a los niños y adolescentes. Merecería que le dedicáramos un apartado especial… Te dejo ahora, pero seguiremos. Un abrazo, amigo.

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El otro profesor Un segundo profesor es la pandilla. Siempre será así y hoy, como antes, la elección de los amigos tiene una gran importancia en las conductas. En estas edades, y también en la universidad, cuando nuestros estudiantes comparten aulas y a veces piso con sus compañeros. La pandilla, o esos amigos “íntimos” en los que siempre se confía, se ha convertido desde siempre en el remedio para llenar aquellas lagunas de formación, sobre todo, en temas considerados “tabú” o que al chico le dé cierto reparo preguntar a padres o profesores. La escuela El relativismo, o incluso el temor de los profesores a expresar sus convicciones (a veces es mejor que no las expresen) deja huérfanos ahora, en ocasiones, a los alumnos de lo que debería ser tarea primordial educativa educatica, lo que podríamos llamas (parafraseando a los constitucionalistas norteamericanos) “la persecución de la verdad. Para ello hay que estar convencido de que existe y no hay que tener exponerla. Lo que hay que temer es imponerla, que no es lo mismo. El último profesor… y el primero. Por último, el cuarto profesor (que en realidad es el primero): la familia. Varias veces he insistido sobre la importancia de la familia en la educación por lo tanto, sólo unos apuntes más. Del grado de insistencia de los padres en el estudio, aprenden los pequeños que el estudio es un bien importante en sus vidas. De la insistencia amable de sus padres en que se limpien y que vayan bien arreglados, aprenden que la higiene y presentación no son despreciables. De la insistencia amorosa sobre distintas convicciones, pueden pensar que estos no son valores en desuso, al comprobarlo por el propio ejemplo de sus padres. No caer en la tentación de la tendencia actual de enseñar unos valores mínimos aceptables por todos. Son positivos, pero mínimos: tolerancia, bondad del diálogo, de la paz, del respeto al medio ambiente… Pero aquí no se agotan los mensajes educativos, y las familias son las que tienen mayor responsablidad en transmitir aquellos valores que saben harán felices a los jóvenes. La felicidad no procede de hacer lo que uno quiere, sino lo que uno debe.

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Rififí y sus hermanos… Eran varios hermanos, desde el más pequeño que asistía al parvulario hasta una hermana mayor que tendría sus doce años. Asistian a otro colegio , pero venían al mío al comedor escolar, provechando una beca concedida por el Ayuntamiento. Si había cosas con las que podías disfrutar era ésta de ver comer a estos chavales, con ese apetito tan envidiable. Se gozaba simplemente mirando sus caritas de alegría por aquellas viandas que entraban en sus barriguitas. Creo recordar que eran cinco… Todos los días había que darles un buen “fregao” de manos y cara, porque estaban un poquito “dejados” en este aspecto, debido a su situación familiar. Siempre ocurre lo mismo: aunque las instituciones –escuela y ayuntamiento- poníamos todo de nuestra parte no se podía evitar el influjo negativo de los padres. ¿Por qué no proliferarán las Escuelas de Padres? Creo que se atajarían muchos problemas, yendo directamente a su raíz… Pues bien, estos padres obligaban a sus hijos para que fueran mendigando por los comercios, mal vestidos, sucios… algo que daba pena en unos niños tan pequeños con esas caritas inocentes, lastimeras… que partían los corazones. Pero claro, de pedir simplemente, a medida que se fueron haciendo mayores, pasaron a llevarse “sin permiso” lo que podían agarrar, constituyéndose en un pequeña banda de ladronzuelos, que pronto lograron ser un verdadero problema para los pequeños comerciantes. Y , naturalmente, el colegio no iba a ser menos… Nuestro Centro contaba con unas magníficas instalaciones de Comedor, que proporcionaban una comida de calidad a más de 300 comensales, que acudían de los distintos centros que no disponían de comedor escolar. Y como es lógico, constaba de una despensa de lo más surtida y abundante,en la que se guardaban todo tipo de charcuteria, conservas, etc… Un día al entrar por la mañana al colegio, me llegaron las cocineras muy alteradas y preocupadas diciendo que habían robado la noche anterior y que se había llevado de todo… jamones,quesos, salchichones, chorizos… Antes de llamar a la policía, inspeccioné el “lugar del crimen” y descubrimos por dónde habían entrado los ladrones: una pequeña ventana, a unos dos metros del suelo, estaba forzada. Dado el tamaño de la misma, era fácil deducir que quien se introdujo era de pequeño tamaño, o sea, solo pudo ser un niño… Inmediatamente pensé en mis amiguitos, por lo que rápidamente llamé al director del colegio en el que éstos se encontraban. Al contarle lo sucedido, me dijo: “¡Pedro, ya no me cuentes más. Han sido ellos. Porque esta mañana han venido cargados de chocolate, yogures, petit suisse,etc… y los han estado repartiendo entre los compañeros, y me estaba preguntando de dónde los habrían sacado. Espera un poco que el Jefe de Estudios y yo vamos a ir a su casa para contarlo a los padres…” Efectivamente, mis compañeros se personaron en la casa de los niños siendo recibidos por el padre que, de buena mañana, no estaba para hacer el control de alcoholemia… Relatados los hechos, el padre montó en cólera porque no se podía dudar de la honradez de la familia y para demostrar su inocencia les llevó hasta la despensa de la casa, mientras les decía muy enfadado: ¡Señores, en esta casa no se necesita robar para comer, porque gracias a Dios, nos sobra de todo, y para que ustedes puedan comprobarlo miren aquí! Y les mostró una despensa

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llena a rebosar con todos los artículos que antes yo les había detallado y que, inequívocamente pertenecían a mi Colegio. Inmediatamente se avisó a la policía que, como se puede imaginar, rescató parte del botín ya que el grueso ya había sido “engullido” o repartido generosamente… Los chicos fueron creciendo y a la misma velocidad el tamaño de sus fechorías, llegando a grandes robos, incluso a bancos. Tengo noticias de que el pequeño falleció por sobredosis, y los otros andan por la cárcel… una previsible desgracia. Una vez leído este comentario, ¿alguien podría responsabilizar concretamente a la familia, a la escuela, o al ayuntamiento de esta situación?

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El amor de los gitanillos “¿Queréis saber de verdad lo que es cariño? Entonces vais a tener que aprender lo que es el amor. Y nos lo van a enseñar unos gitanillos. La historia que te contaré sirve igualmente para los hijos y para los padres. Todos necesitamos que nos recuerden lo que es amar. Esta vez nos lo van a decir unos churumbeles. ¡Mira!, ¡Ven!, ¡esa es Puerta Elvira, con sus trece almenas! ¡Pasa por ella y tuerce a la derecha! Es el mismo escenario de entonces, lleno de luz. Todo el sol de Andalucía caía por la cuesta de Alhacaba, la cuesta que sube al barrio del Albayzín de Granada.

Aquí, por la izquierda, corría este mismo regato, la misma agua. ¡Mira más arriba! De ahí, de la derecha, de ese mismo Carmen, salieron los dos gitanillos panzudos, protagonistas de este cuento, hecho carne por el amor de los chiquillos. El más pequeño, muy contento, daba palmadas. Su pelo, ensortijado, caracolillo, le caía sobre la frente. La camisa al aire; no le cubriría más de palmo y medio. Era casi negro, un negro tirando a gris-polvo de carretera. Los pies, descalzos, sobre los guijos del camino. ¿Qué tendría? ¡No más de cinco años! El mayor si alcanzaría los diez. Con la indumentaria de los hermanos gitanos se hubiera podido cubrir uno por completo. El pequeño llevaba media camisa; el mayor, un pantalón, que sujetaba con un tirante en forma de bandolera sobre la carne negra, de color madera denegrida. 128


El pequeño danzaba alrededor del mayor. Éste, el de diez años, salía despacio del Carmen de la derecha, con aire procesional, llevando sobre las manos un bote de leche blanca. Y aquí comenzó el diálogo. -

¡Siéntate! ¡Primero beberé yo, y después lo harás tú!

¡Si les hubiérais oído! Lo decía con aire de emperador. El chiquillo le miraba con sus dientes blancos, la boca entreabierta, jugando con la punta de la lengua. Y yo, como un bobo, contemplando la escena. ¡Si vierais al mayor mirando de reojo al churumbel! Llevó el bote a la boca y, haciendo ademán de beber, cerró fuertemente los labios, para que no entrara en su boca ni una gota de leche blanca. Después, alargando el bote, decía a su hermano: -

Ahora te toca a ti ¡Sólo un poco!

Y el hermanito pequeño dio un sorbo. ¡Qué sorbo! ¡Ahora me toca otra vez a mí! Y repitió la escena, completamente ajeno a mis miradas bobaliconas. Llevó el bote –ya mediado- a la boca, que mantenía cerrada. -

¡Ahora te toca a ti!

-

¡Ahora me toca a mí! 129


-

¡Ahora a ti!

-

¡Ahora a mí!

Y con tres, cuatro, cinco, seis sorbos, el churumbel de pelo ensortijado, panzudo, con la camisa al aire, terminó el bote. El “ahora a ti” y “ahora a mí” me llenaron los ojos de lágrimas. Entre risas gitanas de fondo, comencé a subir la cuesta de Alhacaba, llena de gitanillos. Mediada la cuesta, volví la cabeza. Tuve ganas de bajar y guardar el bote. ¡Aquello era un tesoro! Pero, ¡ca!,ni siquiera pude intentarlo. Entre borricos cargados de botijos corrían diez churumbeles detrás del bote, dando patadas. El bote saltaba entre los pies negros, descalzos, sucios, de color gris-polvo de carretera. También el generoso jugaba entre ellos, con la naturalidad de quien no ha hecho nada extraordinario, o -¡mejor!- con la naturalidad de quien está acostumbrado a hacer cosas extraordinarias. (…) El amor no conoce el tiempo como para detenerse a calcular, en medir, en comparar quién es el que da más.”

En fin, amigo, el capítulo es más extenso y ya sabemos que aquí no podemos extendernos mucho. Este texto está sacado de un viejo libro que leí por primera vez en mi juventud ( “Dios y los hijos”, de Jesús Urteaga -1960. Editorial Rialp”). Todavía se puede encontrar en las librerías. Si tienes interés en educar a tus hijos en las virtudes humanas, te vendrá muy bien su lectura.

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Revolviendo entre mis papeles, me he encontrado con el resumen de una charla para un Curso de Orientación Familiar, que solía organizar con frecuencia,bien a los padres de mi tutoría, bien con carácter general dirigido a los padres del Colegio. Sigo creyendo que los padres deben disponer de una formación sólida para ayudar a sus hijos que no siempre se tuvo ocasión de adquirir. Te adjunto el original y la transcripción de aquella “muletilla” de la charla por si sirve de provecho a alguien… “Curso de Orientación Familiar Tema: El niño de siete a catorce años. (Resumen de la charla del día 2 de Febrero de 1990) OBJETIVOS. 1)

Mentalización sobre esta etapa educativa.

2) Ver la necesidad de ir ofreciendo a los hijos criterios firmes para su orientación y comportamiento. 3)

Descubrir la importancia del diálogo para afianzar la confianza de los hijos.

DESARROLLO DEL TEMA: 1) Es la etapa del desarrollo consciente. 2) Vigilar el desarrollo corporal para que crezca sano y fuerte. Importancia del deporte. Satisfacer, mediante diálogos provocados, las cuestiones sobre transformación del cuerpo: pubertad. Cultivar un contacto intenso con los hijos, ganarse su confianza. “Vigilancia” sin intromisión para que no se hagan rebeldes. Corregir con tacto y amor. 3) La vida mental y sus características: comienza con intensidad la vida mental.- La imaginación capta todo lo que ve y lo desarrolla a su modo:ahora son mas vulnerables que de pequeños.- Actuemos dando razones convincentes. 4) Peligros y problemas: Encerrarse en sí mismos.- Rebeldía.- Problema sexual: curiosidad e incomprensión.- Desorientación y soledad.- Malas compañías.- Complejo de inferioridad. CAMINOS DE REALIZACIÓN: Comprenderlos, liberarlos, amarlos, responsabilizarlos y orientarlos. 131


1) Comprenderlos: Esfuerzo continuo, profundo y paciente de los padres para ir asimilando la psicología del niño. Comprensiòn por vía del diálogo. No a los sermones. 2) Liberarlos: Si no le damos libertad, se la toman: Rebeldía.- Si no la tienen, nunca aprenderán a usarla.- La libertad les dará carácter y personalidad recia, por sus experiencias personales.-El aprendizaje debe ser progresivo. 3) Amarlos: El niño debe tomar conciencia de que todo lo que se hace porél es por amor, por su bien.- Castigos y correcciones como actos de justicia y amor. 4) Responsabilizarlos: Para ser personas, ser responsables de sus propios actos. 5) Orientarlos: En el colegio, en el cumplimiento de sus deberes, despertar el agradecimiento por lo que se les enseña, cuidar la puntualidad y el aseo, dialogar con los profesores… Enseñar a amar el trabajo, que no sólo es un medio de ganar dinero, sino también la propia realización y la manera de prestar un servicio a la sociedad. EL PROXIMO DIA 9 DE FEBRERO, A LAS SIETE DE LA TARDE, TENDREMOS LA ÚLTIMA CHARLA, A MODO DE COLOQUIO, PARA VALORAR LA EFICACIA DE ESTE CURSILLO. ENTRE TODOS DAREMOS IDEAS PARA LA CONTINUACIÓN DE ESTA ACTIVIDAD, CON LOS TEMAS QUE, A JUICIO DE TODOS, PAREZCAN MÁS INTERESANTES. LES ESPERAMOS. NO FALTEN. C.P.Vicente Mortes.-Paterna “

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Ha llegado un ángel Corrían los últimos años de la década de los 60. Como cada día a las nueve de la mañana, en aquella escuelita a orillas del río Guadalimar, cuyo frescor y aroma tanto nos regalaba en los cálidos días del estío, me disponía a comenzar el duro trabajo de una escuela unitaria, cuando vi aparecer a un hombre curtido por el sol, con un niño de unos seis años en brazos. Al principio me extrañé, pues aquel chico, por mucho miedo que tuviera a su primer día de colegio, no era motivo para su padre lo llevara cargado. - Aquí le traigo al Ángel, Don Pedro. Tendrá que tener paciencia con él pues, como ve usted, no puede andar; pero no se preocupe, es muy bueno y obediente. ¡Cuánto le voy a agradecer que me lo enseñe! El resto de mis alumnos le hacían señas para llamar la atención de aquel niño que de sobra conocían: -¡Ángel!, ¡Ángel!, siéntate aquí, a mi lado.¡Ven! Al pequeño Ángel se le caía la cara de miedo, de vergüenza, casi se me arranca a llorar cuando el padre se marchó. Me acerqué a él, y lo acomodé al lado de aquél alumno que él mismo, con su mirada, había elegido. Cuando lo llevaba en brazos, en aquel corto trayecto, le dije al oído para que ninguno de los demás niños lo oyera: -Ángel, tio grande, desde hoy eres mi alumno preferido y juntos nos vamos a divertir muchísimo. Aquel niño lisiado me esbozó la primera sonrisa y comenzamos nuestra especial aventura. Aparte de la enfermedad que le impedía caminar, el niño sufría una tremenda dislexia, y una tartamudez pronunciada, lo que le dificultaba enormente el aprendizaje. Pero Ángel era muy inteligente y, sobre todo muy trabajador, por lo que poco a poco fue avanzando en todos los órdenes. Uno de mis objetivos fue el de que no se sintiera distinto a los demás, el inculcarle que tarde o temprano, su enfermedad sería vencida y podría correr y hacer lo mismo que sus compañeros. Jugaba de portero, en los partidillos del recreo, arrastrando sus miembros, con una agilidad prodigiosa. Un día lo vi llegar con un aparatoso artilugio de hierro, que le mantenía las piernas separadas y con el que podía andar realizando un vaivén con las mismas. (Si me lees, amigo José María, tú que eres traumatólogo, me dirás de qué hablo, porque no recuerdo ahora mismo este mal). Lo cierto es que de portero, paso a ser defensa; de tener que ir a todos sitios a cuestas de alguien, a valerse por sus propios medios… Todo conseguido a base de su propia constancia, la de sus padres y la ayuda que entre todos le dábamos. ¡Nunca fue señalado, ni apartado, ni rechazado por su enfermedad! Al contrario, todos le queríamos mucho y es que Ángel hacía honor a su nombre y devolvía el doble del cariño que recibía. Tuve que abandonar aquella escuelita, después de varios años en los que vi el desarrollo de aquella terrible enfermedad. Como se suele decir no daba “dos duros” por aquel jovencito… Pasados varios años volví por aquellos parajes para visitar a un familiar y, enseguida, mi sobrina me dijo: -Tío, ¿te acuerdas de Ángel? -¿Aquel niño que no podía andar? –le contesté. 134


- Sí, vive aquí al lado… se ha casado y tiene un niño precioso. Espera que le llame, se va a alegrar un montón. Al rato apareció un joven apuesto, alto, moviéndose con toda soltura, que me dio un gran abrazo al tiempo que me decía: - “Usted me enseñó que todo se puede alcanzar con el esfuerzo”, a lo que yo contesté: - “Tú me enseñaste que también hay ángeles que en lugar de volar, se arrastran por el suelo sin perder la sonrisa. Juan era un alumno encantador. Siempre con la sonrisa en los labios, muy cariñoso, amable, servicial… Parecía feliz ayudando a los demás, sintiéndose útil, siempre dispuesto a cualquier tarea que se le encomendara. Pero de Juan me preocupaba una enormidad el considerable atraso en su escolaridad. Primero lo achaqué a algún abandono anterior, a cualquier enfermedad que hubiera padecido y que le privó de asistencia durante algún tiempo a las clases… Tenía una bonita letra, pero una pésima ortografía y casi nulo en conceptos… Los trabajos los presentaba limpios, pulcros, cuidados, con muchas ilustraciones y dibujos, como si quisiera compensar con esto la falta de profundidad de su trabajo. Tardé en darme cuenta de que Juan no disponía de aptitudes para el estudio al tiempo que iba notando que estaba especialmente dotado para el dibujo, la composición artística… por lo que, llegado a esta conclusión, y como siempre actuaba en estos casos, llamé a los padres para comunicarles mi descubrimiento. La frase utilizada por aquellos entonces era “su hijo no vale para los estudios, pero…”, y a continuación de los puntos suspensivos siempre añadía aquella actividad para lo que yo creía dotado al alumno. Dije a aquellos padres que Juan podría llegar a ser un gran dibujante, que podría trabajar en alguna actividad relacionada con el dibujo. Muy resignados, porque no se figuraban a su hijo “ganándose la vida dibujando monigotes”, aceptaron de buen grado mis recomendaciones de que estimularan al chico en todo lo relacionado con el dibujo. Dejé aquella escuela y, al cabo de los años, volví para visitar a mis ex alumnos y amigos. Al preguntar por Juan me dijeron que su familia se había trasladado a Valencia y que el chico estaba trabajando en una fábrica de cerámica en la ciudad de Manises, como dibujante. Tomé su dirección y en cuanto pude fui a visitarle. Juan se había transformado en un un apuesto joven y me contó cómo le iba… Me dijo que entró dibujando cerámica, pero que, al poco tiempo le habían ascendido a jefe de taller, por lo bien que realizaba su trabajo. Estaba ocupando un puesto de responsabilidad aquel niño al que le costaba hacer una resta “llevando”. Lo de menos fue el que, tanto él como la familia, me mostrara su agradecimiento por los consejos que en otro tiempo les dí; fue mucho más el ver la importancia de descubrir en cada alumno sus capacidades y tratar de orientarle lo antes posible.

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En el día de mi jubilación… En el día de mi jubilación, tuve las numerosas adhesiones de los que durante tantos años fueron mis compañeros, de la asociacion de padres de alumnos, de los antiguos y actuales alumnos, …familiares y amigos. He de confesar que de todo aquel homenaje solo guardo un vago recuerdo emotivo; todo pasa y casi nadie se acuerda de ti… Pero quiero decirte, querido amigo, qué es lo que nunca pasa, lo que nunca se olvida, por mucho tiempo que transcurra, es el cariño que los alumnos te siguen demostrando cada vez que te cruzas con ellos. Es maravilloso ver la cara de alegría de estos “niños”, ya adultos, recordando los buenos –y también los malos – momentos vividos. No soy muy dado a guardar recuerdos, pero mira por dónde, me he encontrado con la carta de una alumna, que me escribió en el nombre de un numeroso grupo de antiguos alumnos y que no pudieron asistir a mi homenaje por tener que asistir a exámenes. Voy a omitir buena parte de ella, que puede que en algún otro momento pueda ser objeto de comentario, no por lo que signifique para mi “ego”, sino por lo que pueda redundar en beneficio de mis lectores y amigos. Extracto lo siguiente: “Le hemos echado mucho de menos. Las matemáticas no son lo mismo sin usted y las naturales son un rollo con nuestro nuevo profesor. Nos faltan sus chistes, sus historias, sus comentarios, sus lanzamientos de tiza…en fin, todas sus gracias. (…..) pero aunque se vaya del colegio seguirá dándonos sus clases y sus consejos en nuestros recuerdos, que seguro que a todos nos sirven o nos servirán en el futuro. No sólo ha sido nuestro profesor, también ha sido nuestro amigo…” ¿Alguien se atreve a negarme que estas pocas palabras no son el mejor homenaje? Al menos para mí, sí. Relación profesor-alumno Siempre he tenido muy claro que para desarrollar mi trabajo en la escuela, la relación profesor-alumno debería desterrar desde el primer momento la figura del “profesor-ogro”, del “profesor-hueso”, del “profesor-duro”, etc; que esta relación debería ser distendida, alegre, que hiciera olvidar al alumno las, a veces, dificultades de la asignatura, depositando en el profesor su confianza para vencerlas. La táctica fue para mí, en un principio, siempre un poco teatral, gastando pequeñas bromas personalmente o al conjunto de la clase. Si tenía que dirigirme en serio para cualquier observación, en medio de la seriedad, siempre metía unas “morcillas” para desdramatizar el momento. Les decía, por ejemplo, que debían ser “buenas persianas” –por buenas personas- arrancando así sus sonrisas y ganándome su confianza. A veces, cuando me encuentro con algún antiguo alumno, me suelen comentar que “con usted nos lo pasábamos muy bien”, y a lo mejor me lo está diciendo un médico, un ingeniero, o un buen profesional… y no me da pena que me recuerden por eso. Pienso que ya es bastante dura una larga escolaridad como, para encima, hacérsela más difícil y complicada.

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Opino, y no por esto creo estar en posesión de la verdad absoluta, que la relación de la que hablamos ha de ser más cercana a la de un buen padre que a la de un serio profesor. Los seres humanos estamos más inclinados al amor que al odio; más receptivos a un premio que a un castigo; más próximos al calor que al frío; más cerca de la actuación por convicción que por autoritarismo. Recuerdo un ejemplo leído hace muchos años –escrito por J.Urteaga en uno de sus libros- que no me resisto a contarte, aunque te pido perdón por alargar un poco este spot de hoy. Tú, querido amigo que me lees, me sabrás perdonar. “Has llegado del trabajo con un «buenas tardes” que suena a tormenta. El pequeñín de la casa te está espiando. A través de los titulares negros del periódico, con el que te ocultas, el pequeño adivina la cara de siempre. Él, en cambio, está contento. Desde que ha vuelto del colegio te está esperando para contarte la hazaña de esta tarde. ¡Si le hubieses visto ! Qué aplausos ha recibido de sus compañeros! ¡ Nadie lo hubiera podido hacer mejor! No tiene muy sujeta la imaginación. —De algo debe haberse enterado mi padre en la calle. Es muy posible, porque hasta mis compañeros venían comentándolo. ¿Será posible que lo sepa, y que esté disimulando? Pero tal vez no lo sepa, porque ha hecho lo de todos los días, entrar y coger el periódico. ¡Qué rabia! ¿Por qué no me dirá nada? Y el chico ha decidido intervenir con un: ¡hum! Ha carraspeado mirando a un cuadro que está en el extremo opuesto al sillón donde se sienta su padre. Suavemente ha vuelto sus ojos sonrientes, pero... su padre sigue encerrado tras la puerta de papel de periódico. —¿Y si llamara a la puerta? —y con el índice ha golpeado en las letras, con suavidad. Efectivamente la puerta se ha abierto. Pero su padre ha dicho: ¡Hola!, y la ha vuelto a cerrar. — ¿Sabes, papá, lo que he hecho esta tarde en el colegio? —ha gritado el chiquillo. Y cuando ha comenzado a contar su hazaña con mucho movimiento de manos y pies, su padre le ha cortado sin interrumpir la lectura: -¡No grites, que ya te oigo! Y se ha hecho el silencio. Si en ese momento el padre hubiera mirado a los ojos de su hijo, se hubiera enterado de lo que decían: ”¡No me oyes, no me oyes! Prefieres las letras gordas de papel a mi triunfo en el colegio!” Y lentamente, sin dejar de mirar a su enemigo —el papel—, se ha retirado de espaldas hasta que ha alcanzado la puerta de su cuarto de juegos. El chiquillo no es vengativo y olvidará pronto el desprecio de esta noche. Pero si los desaires se repiten con frecuencia, no pidáis al chico que os tenga al corriente de sus incidencias deportivas, ni mucho menos de las pequeñas curiosidades que, desde hace algún tiempo, intrigan en su imaginación. “

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Los fallos de los profesores Te he hablado mucho, querido amigo, de mi vida profesional, de la relación entre maestro y alumno, del alumno en particular, pero quizá me ha faltado hablarte concretamente de los fallos de los maestros, de sus faltas y descuidos, de sus rutinas, de sus manías... Me dirás que algo sí que has leído pero yo estimo que ha sido de pasada. Ahora quiero concretarte algo más. He pasado por todo tipo de escuelas en las que las clases –me refiero a la estancia materialhan sido de lo más variopintas. En todas ellas noté un considerable descuido tanto en su conservación, como habitáculo decente, en el que tienen que pasar muchas horas del día niños y profesores, como en el respeto y cuidado que unos y otros habían de procurar. Los colegios y escuelas pobres, muy pobres, siempre pueden estar limpios, muy limpios, como los hogares. Cuando he observado que un alumno ha tirado un papel al suelo o ha tratado mal el mobiliario, o ha ensuciado su mesa con el lápiz, siempre le he dicho la misma frase:”¿En tu casa lo harías?” Os aseguro, queridos compañeros –si es que alguno me lee, aunque esto también sirve para los padres- que se puede conseguir que las mesas de los niños estén limpias. Sólo hay que proponérselo. Todo depende de lo aseados que seamos y de la importancia que demos a la limpieza. Si no habéis logrado que los niños sientan las cosas de la escuela como suyas, vuestra clase nunca se parecerá a su propia casa. ¿Y cómo se pueden sentir las cosas de la clase, del colegio en general, si todo respira abandono y suciedad? Yo te aseguro que si tú individualmente te preocupas de tu propia clase y cooperas para limpiar y ordenar el resto, tu clase y tu colegio cada vez se parecerá más a un hogar. Un maestro limpio y ordenado hará que su clase sea limpia y ordenada. Y para desdramatizar un poco el tema te propongo la reflexión de los apodos o motes de los profesores que pasaron por tu vida. ¿A que muchos de ellos responden a su falta de orden o de limpieza? Te daré solo unos cuantos, para que vayas haciendo memoria: -El pelotillas (por hurgarse continuamente en donde la espalda pierde su nombre) -Mocobit (Por estar haciendo “píldoras” con frecuencia). -El pistolas (Por señalar con el índice a modo de revólver) -La bruja (Por su falta de cuidado en el pelo) -La pulga asesina (Por su mal carácter..) - etc, sigue tú, querido amigo.

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La rutina Uno de los peores vicios en que puede caer un profesor es el de la rutina; ese creer que ya se sabe todo, que no hace falta preparar el tema, que no vale la pena buscar nuevas formas, que no hace falta tener en cuenta el nivel de la clase… Recuerdo de mis tiempos de estudiante una anécdota vivida en una clase de matemáticas. Fue en una academia que preparaba a alumnos de bachillerato, que luego habrían de examinarse por libre. Impartía la clase un maestro que no debía conocer bien el tema o no se había preparado lo suficiente, o su orgullo era tan alto que no quiso ponerse a la altura del alumno. Se hablaba aquella tarde del triángulo, concretamente del trazado de la “paralela media”. El amigo, -gran estudiante y gran persona-, que le tocó desarrollar el tema en la pizarra dijo, más o menos,… “Si se traza una paralela B´C´ a un lado de cualquier triangulo ABC se forma otro triángulo AB´C´ que…” ¡No pudo terminar la frase ni la explicación! , porque inmediatamente fue interrumpido por el profesor:

- ¡Ahí no existen dos triángulos! Usted sólo tiene un triángulo y la recta que acaba de dibujar. - Pero, Don José, la recta que acabo de dibujar, hace que se forme un triángulo más pequeño, dentro del anterior y que es semejante a él… - ¿Usted pretende darme lecciones a mi? – expetó el profesor- Si usted quiere que haya dos triángulos deberá dibujar el segundo aparte. ¡Entonces si que hay dos! - Pero mire usted… Y así continuó una discusión en la que el alumno terminó por llorar, ante la impotencia de hacer ver al profesor que estaba equivocado. Maestro, tú no tienes la verdad absoluta. Tu eres más sabio cuando rectificas que cuando impones un criterio equivocado. Crees que los alumnos te van a respetar menos si tienes que reconocer, de vez en cuando, un error. Siempre he sido muy despistado, pero esto lo sabían mis alumnos que ya llegaban a rectificarme sin ningún miedo, con una sonrisa, sin malicia, porque ellos valoran más la sinceridad que otra cosa. Maestro, tú que empezaste con una gran ilusión, no te hagas nunca viejo. Renuévate si hace falta, no permitas que la maldita rutina se meta en tus métodos y procedimientos, porque eso te arruinará como profesor y como hombre.

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Cuando los padres hablan demasiado. “Los padres que sienten pedagogos suelen hablar demasiado. Un setenta y cinco por ciento de los «consejos» que dais, sobran. En algunos casos especiales, el porcentaje alcanza la considerable cifra del noventa y nueve por ciento. ¿No os dais cuenta de que habláis demasiado? Como si la educación tuviera que entrar a voces en el alma... ¡ La simiente, que dará el fruto a su tiempo, no hace ningún ruido al caer en tierra! Estas son, entre otras muchas, las cosas que no debes decir, aunque vinieras repitiéndolas muchos cientos de veces al día; ¡ precisamente por eso! Frase que debes callar, madre: ¡Ay !. este chico tiene el mismo carácter endiablado de su padre. Frase que debes callar, padre: ¡Ay !, esta chica tiene el mismo carácter endiablado de su madre. Frases que debéis omitir, padres: Abrígate, quítate el abrigo, ten cuidado con los coches, estáte quieto, muévete, come despacio, come de prisa, te he dicho noventa y nueve veces, cuando seas mayor, di a esta señora cuántos años tienes, di a esta señora cómo hace el perrito. Aquí le traigo a este hijo —me decía una madre ante su marido— para que sea algo más que su padre. Todo esto cansa a cualquiera. Es histórico; la mamá amonesta de continuo al niño: no arrastres la silla que molestarás al abuelito; vete a jugar a tu cuarto que molestarás al abuelito; deja eso que molestarás al abuelito. Y el que estaba presente oyó mascullar al bruto del niño: ¡ que se muera el abuelito! Cinco veces me llaman en casa por la mañana- me decía un chico—, la última con el tiempo suficiente para llegar al colegio; las cuatro primeras me suenan a cuerno celestial. 140


No hables tanto; estás predicando a todas horas, y resultas tremendamente aburrido. En el extremo opuesto, igualmente pernicioso, nos encontramos con padres despreocupados por orientar la vida nueva de sus hijos. A éstos hay que decirles que los chicos tienen que aprenderlo todo. Tal vez lo único que se trae aprendido a este mundo es a mamar. Y menos mal que la sabia naturaleza ha dotado a los niños de este saber antes de nacer, por que si tuvieran que esperar a que se les enseñara, algunos morirían de hambre. Pero no es éste el peligro. Tú eres demasiado charlatán. Excesivo confiado en tus sermones. Tienes verdaderamente muchas cosas que decir a tus hijos, pero,- hazme caso- antes de hablar, muéstrales tu vida.” (Jesús Urteaga)

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LOS ABUELOS

Te prometí, querida amiga, una entrada sobre “LOS ABUELOS” y su influencia en la educación. Concretamente, me dices en tu comentario: “Prof. Hermosilla muy cierto, yo estoy preparándome ya para ser abuela (aún no hay en camino, pero mis hijos ya son adultos) y ya estoy pensando que haré para que mis nietos sean felices, en el intento creo que los haré infelices (voy a analizar esta situacion) Mejor no tengo nietos :-( Solo que no depende de mi :-)” Antes de nada, te haré una radiografía sociológica de lo que se está ocurriendo en España –no sé en otros países qué ocurre- con respecto al papel de los abuelos. Por regla general en un matrimonio joven ambos cónyuges tienen su trabajo y, naturalmente, tienen que atenderlo, con lo que son los abuelos los que, durante todo el tiempo laboral tienen que cuidar al nieto. Cuando son bebés tienen que alimentarlo, limpiarlo, pasearlo, etc… cuidados que hacen con máximo cariño, como si fueran sus propios hijos, ¡o más! –y te lo dice uno que ya es abuelo y que está pasando por este camino. Cuando van creciendo, tienen que llevarlos al colegio, recogerlos, darles su merienda y atender sus necesidades, y aplicar el modelo de educación que cada uno tiene en mente. Podría decirse que pasan más tiempo los niños con los abuelos que con los padres. Y por si fuera poco, algunos fines de semana, los papás piden que se queden los niños con los abuelos porque tienen que salir a divertirse, ya que están toda la semana trabajando. (¿¿¿???), con lo cual se prolonga la influencia educativa de los abuelos. No voy a tratar aquí la situación que se crea en nuestros mayores al tener que volver “a ser padres” en muchas ocasiones, a tener que luchar de nuevo, sacando fuerzas de flaqueza, y todo por “el bien de sus hijos” y porque “pobrecitos niños, ¿cómo voy yo a permitir que los lleven a una guardería?” Este es otro problema y gordo… Deberíamos tratar ahora el tema desde el ángulo tradicional, es decir, “qué hacer y dónde marcar los límites”. La tarea de los abuelos en la educación es muy distinta a la de ser padres, pero es clave en la educación de los niños. Así que te emplazo, querida amiga, para la próxima entrada:

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“¿Cómo ser un abuelo 10?”

“El amor, cuando es auténtico, desea el bien de la persona amada, por lo que está hecho de compasión y de coraje, de paciencia y de intransigencia, de comprensión. El mimo no es amor, sino frivolidad. En el amor te das; en el mimo te buscas. Mimar es buscar compensaciones en el amor” (J.Urteaga” Quede claro que hablo de educación, querido amigo. Tú sabes las muchas dificultades que tuvimos que hacer frente para sacar adelante unos estudios, una carrera, buscar un trabajo; aguantando a veces codazos y zancadillas de amigos y enemigos. Te cuento esto porque, en la tarea educativa, hemos de tener muy claro que hay que actuar siempre con mucho amor, pero sin hacer creer a nuestros alumnos que todo es un camino de rosas, que habrá que tener en cuenta momento a momento el valor del esfuerzo, de la constancia, del sacrificio… No ser como esos padres que al mínimo quejido o signo de fatiga de sus hijos, les desligan de cualquier obligación con la consabida “coletilla” de que “ya hablaré yo con tu maestro y le diré que te encontrabas mal”. Ante el trabajo diario no podemos ser como esos padres que les llenan de comodidades. “Si pudiérais, -¡madres débiles- sufriríais por ellos; les prodigáis mimos que debilitan su voluntad; satisfacéis todos sus caprichos. Bajo el pretexto de protección les negáis hasta las más pequeñas ocasiones de adquirir experiencias” (J.Urteaga)

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Sólo ante el peligro Hay que procurar, ante la posible resistencia al trabajo por parte del alumno, que tienda a dominar con reciedumbre su natural tendencia al mínimo esfuerzo. Si hoy no aprenden a dominarse en la batalla dura del aprendizaje, los veréis mañana convertidos en unos pobres guiñapos: sin fuerza, sin autoridad, a merced de todas la olas, de caída en caída, de fracaso en fracaso. No tratemos de asegurar a nuestros alumnos una vida fácil. Hay que decirles bien claro, y que lo entiendan, que la vida no es fácil, que habrá que luchar, en ocasiones muy duro, y que, por tanto hay que templarse con el esfuerzo. Acostumbrarles a querer más que a desear. “Si el hombre no hubiera tenido que luchar contra el frío –dice Chevrot-, todavía habitaría en las cavernas” Y todo esto con mucho amor. Dejemos los mimos para las mamaítas en casa… Solo ante el peligro (High Noon) es uno de los mejores westerns de la historia del cine, si no el mejor. Aunque ciertamente es un western atípico, carente de escenas de acción, sin tribus de indios, o vistas panorámicas al estilo de Monument Valley... La película cuenta la historia de un solitario y noble sheriff, abandonado por los ciudadanos del pueblo que ha jurado proteger ante la inminente llegada de un grupo de bandidos. Llegan en el próximo tren sedientos de vengarse del marshall que les puso entre rejas... El sheriff Kane, orgulloso y fiel a su obligación, decide plantarles cara a pesar de la insistencia de su joven esposa y de todos sus conciudadanos que le sugieren que huya. «Cariño, he estado pensando, me están haciendo huir. Yo jamás he huido de nadie...» Me ha sugerido la presente entrada uno de lo comentarios a la anterior “¡Guerra a la comodidad!”, que dice así: ” Estoy de acuerdo. Sin embargo es dificil luchar contra todo un entorno donde se valora más saber discutir en público -como por ejemplo los programa de debate rosa -que sacar buenas notas o tener buenos argumentos. No toda la culpa la tenemos los padres.” De aquí podemos entresacar esto: -

Que es dificil luchar contra el entorno socio-cultural.

Que hoy día no se valora tanto la valía personal, la inteligencia, sino la verborrea, el ir a favor de las corrientes de la progresía, del falso avance de los tiempos, que hay que estar en contra de todo lo establecido… etc. En una palabra, toma tu barca y rema a favor de corriente. -

Que los padres no son responsables… etc.

Quiero pensar que muchos de nuestros educadores, padres o maestros por un momento se sienten en el papel de Gary Cooper, abandonado por todos, que le aconsejan huir, “salvar el pellejo”. Todo menos “cumplir y hacer cumplir la ley”. Hay muchos padres, como el del comentario, que sabe muy bien cuál es su deber, pero teme que las dificultades puedan más que su buena voluntad. 144


Para todos aquellos que todavía piensen que hay remedio para sus hijos, sus educandos, te copio algunas recomendaciones que puedes ir poniendo en práctica, si no es que ya no lo haces. Cuando les veáis sufrir no os ablandéis. No les mintais cuando le llevéis al médico. No tengáis miedo a pedirles esfuerzos. Fiaos de su reciedumbre. Estimulad ese heroísmo latente que vive en el alma de todo muchacho. -

Exigirles, para una educación viril, algo como esto:

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Hora en punto para levantarse.

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Hora en punto para acostarse.

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Mas ducha fría que baño caliente, para lavarse.

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Si el chico no está enfermo, come de lo que se pone en la mesa, sin contemplaciones.

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No se sirven desayunos no lecturas en la cama.

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36,8º es una “fiebre” apta para menores en la escuela

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Sobran en la cama toda clase de botellas calientes.

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No sirvas a los niños lo que pueden servirse por sí mismos.

Los medios de locomoción para ir al colegio son los pies, el metro, el autobús, el tranvía; a lo sumo, la bicicleta; pero nunca el coche de papá o mamá porque el niño llega tarde. Enséñale a terminar bien las cosas. Es un aprendizaje costoso, posiblemente un arte de los más difíciles de practicar. Y… échales a nadar donde no haga falta un hombre-rana para sacarlos; pero échalo a nadar. (J.U.) Ante éstas y otras orientaciones que seguro tú ya tienes en mente y en práctica, vas a tener enfrente a los que quieren liquidarte, como al bueno de Gary Cooper: la tele, la sociedad, la mujer, la suegra, los abuelos, los tíos… Y te vas a tener que oír cosas como éstas: -¡El niño no tiene por qué pasar frío en el autobús! Tu lo llevas camino del trabajo. -Pobrecito, tiene casi 37 de fiebre…¡hoy que se quede en casa! -Mamá, ¿me alcanzas la sal? –Si , cariño, yo me levanto… -¿No ves que el niño está cansado? Déjalo, ya terminará mañana… etc. etc. etc. ¡Libertad! ¡Señorío! ¡Dominio de sí mismo! ¡Disciplina! ¡Voluntad! Si lo que pretendemos es hacer de tus hijos unos hombres con sentido de la responsabilidad, convéncete de que necesitan mucha más libertad, capacidad de deliberación, decisión y voluntad fuerte para ejecutarlo. Animo , amigo Gary, no estás solo. Somos muchos los que queremos “salvar al pueblo de los desalmados y forajidos”.

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Primeras comuniones

Hoy venía efectuando mi paseo matinal –recomendado por el médico por los dos “avisos” de mi corazón- cuando he oído una gran “traca” de petardos y cohetes. Por si no lo sabes te diré que aquí en Valencia todo acontecimiento importante se celebra con esta ruidosa costumbre. El acto no era otro que la salida de casa de una niña, que iba a la Iglesia para tomar su Primera Comunión. Tras la traca, una nutrida comitiva de invitados, profusamente ataviados, seguía hasta el templo a la feliz niña, que parecía una novia, con su deslumbrante vestido blanco. Posteriormente a la ceremonia, familiares e invitados, se reúnen en un restaurante en el que dan cuenta de una opípara comida. Hasta aquí todo normal si no fuera porque: La Primera Comunión, de ser un acto íntimo del cristiano que por primera vez recibe a Jesús Sacramentado, se ha convertido en un acto social, en el que el niño/a atiende más a los regalos que va a recibir, al vestido que se va a poner, a todo el boato que rodea la ceremonia… que a la importancia de lo que tendría que suponer en su vida el propio acto de la Comunión. Las familias hacen verdaderos sacrificios para hacer frente a los gastos que acarrea este acto, llegando a veces a entramparse, para no quedar en ridículo socialmente. -

Hay que contratar un buen fotógrafo, ya que la Primera Comunión es como una pequeña

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………

boda Vaya por delante que sé que hay padres que realizan todos estos actos con verdadera ilusión, que quieren hacer grande un día muy importante para la vida de sus niños, que es muy posible que hayan inculcado en sus hijos la trascendencia de la Primera Comunión, que han quitado relevancia a todo lo que la rodea… pero no es a estas personas a las que quiero aludir, sino a todas aquéllas que se dejan llevar por la corriente, que sin ser creyentes realizan toda esta parafernalia para no quedar mal, por dar gusto a sus hijos, “porque todos mis amiguitos van a hacer la Primera Comunión”. No os dáis cuenta, padres, de que ese niño/a que hoy viste de general o de hada madrina, no se va a acordar nunca de este día si no es por los regalos recibidos, porque se lo recuerda un costoso albúm de fotos… Pero hay algo que no van a olvidar: que su Comunión fue un engaño, una estafa a sus todavía débiles convicciones religiosas. Si después, padres, no os habéis 147


ocupado de vuestros hijos en este terreno, es porque nada os importa de él. Creo que os ha faltado valor para hablar claro, y esto se paga más adelante. Lejos de mí moralizar porque la suma libertad en la que creo, me autoriza a decir alto y fuerte que hemos de ser sinceros y consecuentes con nuestras ideas, si queremos que nuestros hijos lo sean en el futuro. Podremos estar equivocados o no, pero no será lo que juzguen nuestros hijos posteriormente. Lo que van a juzgar es si actuamos de acuerdo a nuestras creencias. Sé valiente, leal, sincero, laborioso, generoso, decidido, resuelto, de mirada limpia, tenaz, alegre, animoso, voluntarioso, integro en toda la extensión de la palabra, fiel en el ejercicio de tu profesión y cien virtudes más, y verás en el futuro como tu hijo te superará con creces… Termino con esta anécdota de un padre poco sincero… “El informe que llegaba del colegio no era ciertamente muy halagüeño: Había una sola nota buena en dibujo; abundaban los suspensos. El padre estaba irritado externamente. El chiquillo lacrimeaba: -¡Yo a tu edad sacaba matrículas! ¿Qué me dices de todo esto? ¡Habla! ¡Dí algo! Y, ciertamente, el chico habló entre sollozos: -Que lo mismo diré yo a mis hijos.” (J.Urteaga)

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La amistad En el repaso a ciertos aspectos de mi vida, que no de todos –por el momento-, he dejado al margen uno de los más importantes de nuestra existencia: LA AMISTAD, los amigos. Como sabes, querido lector y amigo, todo lo que cuento siempre ronda por la senda de la educación. Déjame, por un momento, que camine paralelo a este propósito, para hablarte de mis amigos que, al fin y al cabo, es como hablar de tus amigos, de nuestros amigos… Andalucía, una parte de España en la que nací, tiende a hacer de cualquier suceso o acontecimiento, una copla, una canción. Así, el suceso alegre se convierte en jubiloso y el suceso triste se despoja de todo aspecto negativo y se reviste de sana alegría. Andalucía, mi tierra, tiene un canto popular, depositario de la sabiduría del pueblo llano: “las sevillanas”. Y una de ellas nos dice: “Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va. Cuando un amigo se va va dejando una huella que no se puede borrar No te vayas todavía no te vayas por favor que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós. Un pañuelo de silencio a la hora de partir porque hay palabras que hieren y no se deben decir,

El barco se hace pequeño cuando se aleja en el mar y cuando se va perdiendo ¡que grande es la soledad! Ese vacío que deja el amigo que se va es como un pozo sin fondo que no se vuelve a llenar”

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Ya habrás adivinado que te voy a hablar de los amigos que nos han dejado. Es cierta la canción cuando dice que “algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”, porque los amigos tienen en nuestro corazón, en nuestra existencia, un lugar privilegiado, un hueco, una parcela, que será casi irremplazable cuando nos dejen. Creo que fue Ortega y Gasset el que dijo : “Yo soy yo y mis circunstancias”, y yo me atrevo a parafrasear al gran pensador asegurando que “Yo soy yo y mis amigos”. El refranero, siempre sabio, sentencia que “Dime con quién andas y te diré quién eres”. En época reciente he sufrido la pérdida de grandes amigos. Espero que, desde donde se encuentren, puedan leer este blog y comprueben que el hueco que dejaron “no se ha vuelto a llenar”, aunque no está vacío, sino lleno de recuerdos que, con el tiempo, han adquirido valor y solera. Te lo iré contando, querido amigo, en las próximas entradas.

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La laboriosidad Mira amigo: el ser humano tiende siempre a la ley del mínimo esfuerzo si no hay fuerza que se oponga a ella. En la educación, la tendencia actual de facilitar al máximo la consecución de sus objetivos –que tiene gracia que se denominen “objetivos mínimos” -, la promoción automática de curso, la supresión de pruebas, exámenes, etc… nos ha llevado, o falta poco para que nos lleve, al estado de que sean los alumnos los que marquen el ritmo al profesor y no al contrario. En la comida familiar de los domingos, una de mis hijas, profesora en un instituto, me comentaba que vio venir por uno de los pasillos del mismo, a un grupo de alumnos, altamente malhumorados. Les preguntó la causa y le contestaron que una profesora de sociales, les había puesto para estudiar para un control, nada más y nada menos que ¡diez preguntas! ¿Quién va a ser capaz de memorizar tal “cantidad” de materia? No le valió a mi hija comentarles que no hace tanto que ella tenía que examinarse no de diez preguntas, sino de diez o más temas… ¿No será que se está perdiendo una virtud muy necesaria en esta etapa de la vida? Me refiero a la LABORIOSIDAD, “La laboriosidad es la virtud del que se empeña en un trabajo bien hecho. Exige constancia, imaginación, paciencia. A veces hay que trabajar mucho, a veces años y décadas, antes de ver el “fruto del trabajo”. Una sociedad sana y una nación grande están hechas de hombres y mujeres que viven la laboriosidad.” Siempre que me he tropezado con un alumno perezoso, de esos que parece que “han nacido cansados”, he tenido que realizar el mismo razonamiento: “Mira, chico, tu trabajo, tu obligación, la manera de ganarte tu sustento, es estudiar, hacer tus deberes, obedecer, participar en la clase, y seguir la marcha de la clase, lo mismo que hacen tus compañeros. Esto es lo que tus padres hacen cuando trabajan, para que tú y toda la familia podáis vivir y tener alimento, casa, comodidades, etc. etc. Tu padre no puede decir: “¡hoy no voy a trabajar, porque no tengo ganas!” porque perdería su trabajo y por tanto tú, te quedarías sin comer… Bueno, el rollo es más o menos largo según el alumno te entienda o no, pero lo importante es que el alumno entienda el concepto del trabajo y que, poco a poco, entienda igualmente que es preciso trabajar mucho y bien, por dos razones: por el bien común y por el bien individual. El hombre debe hacer las cosas cada vez más perfectas, contribuyendo así al progreso humano. El niño debe entender que con “chapuzas” no tendríamos tantos adelantos y comodidades. Al mismo tiempo debe perfeccionarse a sí mismo en el trabajo, lo que redundará, a la larga, en su propio beneficio. El trabajo serio, honrado, ordenado, hecho a conciencia, dignifica a la persona. Las desganas, las vacilaciones, las perezas, las dilaciones, los desánimos, son los tropiezos más comunes para conseguir el objetivo de la laboriosidad. Una vez te tengo que recomendar, querido amigo, que, para inculcar la virtud de la laboriosidad hay un método seguro: el ejemplo. Infalible si lo quieres contagiar a tus alumnos o hijos.

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¡Ya vale! Es importante, querido amigo, enseñar a nuestros alumnos o hijos, a terminar las cosas bien. En las carreteras de muchas almas encontramos la señal de “firme provisional” por los siglos de los siglos. En los años 50, 60 y aún más existía en cada clase un cuarderno llamado “Cuaderno de Rotación” en el que se recogían todas las actividades del día, de todas y cada una de las asignaturas. Cada día debía ser realizado por un alumno distinto, de manera que toda la clase participara en su confección. Los objetivos eran varios, pero yo destaco el que los alumnos se esmeraran para que su trabajo fuese limpio, vistoso, aseado… de modo que, al ser observado por su maestro y compañeros, fuesen dignos de ser alabados. Era como dejar el sello de su trabajo, un pedacito de su personalidad… Se cuidaba mucho la letra, los rótulos, las ilustraciones… El alumno no tenía prisa por terminar y sí una gran ilusión por hacer el trabajo bien hecho. No sé por qué esta práctica se ha perdido… “El ‘ya vale’ es la antítesis de la perfección. El ‘ya vale’ es, por definición, dejar las cosas sin terminar. El ‘yavalismo’ es la plaga que destroza la cosecha de las obras bien hechas”(J.U) Hay muchos alumnos que practican el “yavalismo”. Unas veces, consigo mismos, cuando ante la realización de un trabajo se dicen: -Bueno, esto ya está como para un suficiente o un bien… así que “ya vale” Y dejan la obra inacabada, imperfecta. En otras ocasiones,se manifiesta el “yavalismo” cuando el educador pone tareas , trabajos, etc… Entonces no es uno, sino toda la clase la que pronuncia las palabras mágicas… ¡YA VALEEEE!. También ante unas indicaciones de profesores o padres, explicándoles o exigiéndoles el cumplimiento de ciertas normas, la frase “¡ya vale!” es pronunciada incluso con indignación y rabia, como si se les estuviese condenando a cadena perpetua… En resumen, hay que hacer el trabajo, pero además hay que hacerlo bien, lo más perfecto posible y, sobre todo, hay que terminarlo.

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El laud Dedicado a mi amigo Adolfo Perales

El Laúd en la Edad Media. Su forma heredada del ud árabe, fue cambiando con los años, admitiendo varios tamaños y diferencias en la ornamentación, caja de resonancia, en los trastes, etc. En esta época el laúd no estaba bien definido y por ello admitía diferentes aspectos. La primera mención castellana, fuertemente teñida de arabismo, como cabía de esperar, se encuentra en la Doncella Teodor (1250) Aprendí a tañer laúd y cannon y las treinta y tres trovas Tambien el Arcipreste de Hita menciona el laúd en sus escritos: El corpudo alaud que tiene punto a la trisca.

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Como último documento que refleja la aparición del laúd en la edad media española tenemos el poema anónimo de Alfonso XI que añade algo sobre su carácter festivo: Los estormentos tannian el laúd iba tanniendo por las Huelgas los jograres estramentos julageros. Su característica diferencial más clara respecto a otros instrumentos punteados es ser más grande, aparte del habitual clavijero doblado hacia atrás, el fondo de costillas o duelas, la forma de la caja y el hecho de fusionar en una sola pieza el cordal y el puente. El laúd en el renacimiento. Hacia el año 1511 el laúd había alcanzado la perfección tanto en estructura como en fabricación. A pesar de sus dimensiones resulta liviano ya que las piezas que formaban el cuerpo de pera de los laudes de esta época era de pequeño grosor. El vientre hecho de la mejor madera de pino con su agujero u oído llamado rosa, está adornado con una hermosa talla. El vientre posee hasta seis o más piezas transversales pegadas por debajo para reforzar y aumentar la resonancia, ya que el sonido depende muchísimo de la calidad de la madera del vientre y de la buena colocacioó de estas piezas. El ancho cuello o mástil está unido a un pequeño bloque de madera en cuyo extremo superior se juntan las partes del cuerpo. El puente esta adosado al vientre y las cuerdas unidas a éste. Los trastes de tripa están colocados alrededor del mastil y del bastidor , siendo su espaciamiento correcto una de las habilidades vitales del ejecutante del instrumento. Para equilibrarlo, el clavijero esta inclinado hacia atras y asi poder soportar mejor la tensión de las cuerdas. El nuevo laúd Aunque no está definido con exactitud, hacia el año 1880 aparece el laúd que conocemos actualmente. Este laúd presenta dos posibles afinaciones: la primera -cuando toca solo- a una cuarta más baja que la bandurria. La segunda afinación una octava más baja que la bandurria. Esta última posibilidad es la que se emplea cuando el laúd toca en conjunto. Partes del Laúd El laúd consta de muy diferentes partes. Si quieres conocer cada una de ellas y para que sirven puedes pinchar en los recuadros azules de la siguiente imagen o bien directamente en la lista que hay después de la misma.

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Las partes del laúd: Cabeza Clavijas Cejuela Mástil Trastes Diapasón Boca y eses Caja de resonancia Puente Cuerdas Cordal Púa

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¡Menudo problema! Hace poco me pedían mis hijas que les diese un nombre para el Instituto de reciente creación, en el que trabajan, pues en el mismo se estaban barajando toda una serie de nombres, muy famosos y muy dignos, cuya titularidad ostentan ya infinidad de instituciones, calles, avenidas, etc… Después de comentarios diversos, entre divertidos y serios, les propuse que por qúe no pensaban en una persona de la localidad, si fuera posible que hubiera dedicado su vida a la enseñanza. No sólo mis dos hijas, sino los otros dos, que también se encontraban presentes, casi exclamaron al unísono: ¡¡ Isabel Llácer !! Isabel Llácer es una profesora de Lengua y Literatura Castellana que, sexagenaria ya, todavía ejerce en el Instituto viejo, y que sigue distinguiéndose por su verdadera dedicación a la enseñanza. Mujer de sólida cultura, dominadora de varios idiomas, admirada y querida por generaciones y generaciones de estudiantes. Hablar de ella ahora nos llevaría espacio y tiempo. Sólo te contaré, querido amigo, de entre las muchas cosas que podría relatarte una anécdota que tuve con esta extraordinaria persona y profesora. Anualmente nos reuníamos una comisión de profesores de mi colegio con otra del Instituto de Enseñanza Media, para coordinar los objetivos que debían alcanzar los alumnos en la Educación Básica, que les permitiera afrontar en las mejores condiciones su pase al Bachillerato. Cada uno de los profesores del Instituto, responsables de las distintas materias, nos indicaba una serie de consejos y una larga lista de conocimientos, que luego nos facilitaban fotocopiados. Isabel Llácer – no se me olvidará- sólo nos indicó cuatro sencillas recomendaciones: -

1ª Que sepan leer y que comprendan lo que leen.

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2ª Que sepan hablar correctamente.

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3ª Que sepan escribir.

4ª Que sepan estudiar.. en dos idiomas, para que a los dieciséis segundos años de la vida: lean, hablen, escriban y estudien ¡solos!, ¡sin vigilante!, ¡sin “carabina”!, ¡sin amenazas! ¡sin profesor particular! ¿No es hora ya de que los maestros y profesores, que callada y humildemente se han dejado su vida para dedicarla a la labor educactiva, tengan un mínimo reconocimiento por parte de la sociedad?

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El niño y el viejo A lo largo de mi vida profesional y personal, habré contado la siguiente historia cientos de veces. Lo hice cuando quería hablar de generosidad, de almas limpias, en contraposición a las cosas sucias, a las viejas pasiones, a las venganzas. Para entender este cuento tendrás que cerrar los ojos y hacerte niño por unos minutos… porque sólo los niños se enamoran de las cosas de cada día y por eso gustan de la luz. “Érase una vez un niño que tenía por juguete un angel bueno y por compañero un hombre malo. El niño y el hombre se encontraban en una habitación grande de un viejo hospital. El niño, con su ángel bueno, en una cama blanca, junto a la ventana. El hombre, en la otra cama, suficientemente cerca para poderle hablar, suficientemente lejos para no poder curiosear por la ventana. El hombre malo no sé qué enfermedad tiene que no puede levantarse. El niño amigo del ángel no sé lo que padece que requiere cuidados durante la noche. Cuanto más bueno es el niño, más odios se encienden en el corazón del compañero. El niño habla de jardines; y de ensueños, de hombres y de chiquillos, de calles y de plazas, de todo cuanto ve por la ventana. A veces interrumpe su charla porque sufre fuertes ahogos; entonces agita la campanilla... y unas batas blancas que entran como alocadas, con un no sé qué, calman sus dolores de muerte. Y de nuevo, en cuanto puede, mirando por la ventana, continúa contando cosas de las nubes y de las flores. del color del cielo, del color del día, del color de las estrellas, del color de la noche. Una gran envidia, una mala pasión crece en el corazón del hombre malo que no quiere escuchar al niño, porque desea la ventana! Todo lo demás le aburre, le cansa. le agota, desea sólo la ventana! La imaginación sucia le empuja a ver cosas que el niño con ojos limpios no aprecia. Tal vez el niño ha adivinado sus locas pasiones porque hoy le ha hablado, como nunca, del sol, de sombras y de luces. El hombre malo se ha enfurecido: - Cállate! Y el chiquillo con la voz de su ángel: - Quieres que cambiemos de cama? Al perverso le hace daño la generosidad del niño. Y el niño, para alegrarle la vida, cuenta que te cuenta lo que ve por la ventana: - Huy!!; qué rojo está el cielo. Y ese cielo rojo —que todo era cariño— enfureció como nunca al malvado. Aquella noche, cuando el chiquillo, como todos los días, llamaba a las estrellas cuando éstas asomaban sus espadas en el cielo, llegaron los ahogos mortales de siempre. El niño alarga su brazo para coger la campanilla... y no la encuentra. Después de un suspiro agotador, con muecas de dolor, palpa otra vez la mesilla.., y no halla nada en ella. Con gran esfuerzo se incorpora..., y clava sus ojos blancos en la mano negra del hombre que retiene la campanilla. 158


— ¡Toca, toca !.. ¡pronto! ¡Toca ! -chilla como puede el chiquillo—, ¡toca la campanilla!, ¡me ahogo! ¡ Toca, toca! ¡ Sé bueno ! Los ojos, casí muertos del niño contemplaron por última vez, en las manos duras de su compañero, una campanilla muda con una lágrima grande por badajo. A la mañana siguiente las batas blancas entraron como de costumbre, y encontraron al hombre dormido y al chiqullo: ¡ muerto! Y la campanilla, fría y muda, sobre la mesilla. Se llevaron el cadáver del niño que tenía por juguete un ángel bueno. Y cambiaron de cama al hombre malo: junto a la ventana. Y esto es lo que vieron — con rabia— sus ojos: un paredón y un tejado, ¡eso sólo!, un gran paredón con grietas verdes y, en lo alto, un sucio tejado con tejas viejas, rotas, rojas, hechas de sangre. “ (Jesús Urteaga, “Dios y los hijos”, 1961)

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Fui un negado para las Matemáticas Desde muy pequeño siempre me han gustado las Ciencias, especialmente las Matemáticas, y he tenido una especial inclinación por la Literatura. De ahí, que mi vida profesional haya sido influida por las primeras y mis aficiones por la segunda. Después de unos años dedicado a la clase unitaria y de primaria, pasé a dar clase en lo que se llamó Segunda Etapa y más recientemente Ciclo Superior. Entre dos o tres profesores, según necesidades, nos hicimos cargo de las Matemáticas y Ciencias Naturales de los nueve cursos –más o menos- que solían formarse en el Colegio. He de reconocer que durante algún tiempo yo fui “un negado para las Matemáticas”, como tanta gente suele decir al oír el nombre de esta materia. Sí que aprendía en mi etapa primaria las operaciones básicas –las cuatro reglas famosas- , incluso a operar con fracciones, efectuar raíces cuadradas, etc… pero cuando llegaron los problemas -¡nunca mejor dicho-, quiero decir, cuando

hubo que profundizar en el Bachiller sobre Teoremas, Leyes, demostraciones, en suma, cuando llegó la abstracción yo patinaba como cualquier hijo de vecino, y se me venía cuesta arriba la comprensión de la materia. Los libros no explicaban mucho, los profesores se limitaban a repetir lo que decían los libros… hasta que tuve la suerte de dar con una profesora que, además de conocer la materia, sabía cómo enseñarla. Fue entonces cuando empecé a amar las Ciencias, en particular, y todas las demás asignaturas en general. Más tarde llegué a la conclusión de que un buen profesor lo es todo; mucho más que el temario, que los planes de enseñanza, que el Ministro de turno… ¿Alguno de vosotros recuerda qué decía el temario en aquellos tiempos? Seguro que no, pero sí que recordaréis cuál fue aquel profesor que os ayudó tanto en tal o cual asignatura. Como he pasado por tantos planes de estudios puedo asegurar que en ninguno de ellos se ha tenido en cuenta el papel del profesorado. Para mí es fundamental formar a buenos profesores para que éstos formen buenos alumnos; dotarles de los medios necesarios para desarrollar su labor, fomentar la dignidad y el respeto a los mismos, y de ahí, ascendiendo, construir colegios dignos y modernos y dotar a toda la enseñanza de una Ley acorde a las necesidades del país y del tiempo en que vivimos. En fin, esta es una introducción para más tarde pasar a contar algunas de mis experiencias en este terreno. No te canso más, amigo.

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Las Matemáticas no son el coco.

Te decía en la entrada anterior que las matemáticas no tienen por qué ser un obstáculo para nadie. Ten en cuenta que “las matemáticas se basan en una estructura del cerebro que es consustancial al género humano. Partiendo de esta evidencia, el niño es perfectamente capaz de entender esta materia y asimilar su lenguaje. Algunos necesitarán más esfuerzo y otros las cogerán más rápido. Lo importante es no desanimarse.” Todo el mundo tiene capacidad para aprender matemáticas, pero es necesario que los profesores estén bien preparados. Y ahora no lo digo yo, sino Sebastiá Xambó, presidente de la Conferencia de Decanos de Matemáticas. Esta asignatura requiere por parte del alumno, cierta dosis de paciencia y esfuerzo, algo que entra en contradicción con el deseo de inmediatez presente en nuestros días. –dice en otro lugar. Partiendo de investigaciones psicológicas y didácticas se ha demostrado que los niños de 6 a 12 años necesitan aprender matemáticas a través del juego, de la manipulación sobre los objetos, puesto que se encuentran en una fase eminentemente lúdica de su desarrollo. Es decir, se aprende jugando Como este blogs no pretende ser ningún tratado de nada, sino meras anécdotas y experiencias en mi vida profesional, paso a contarte, querido amigo algunos de mis recuerdos. En mi primera escuela ya tomé conciencia de todo lo que te comento. Los padres querían que sus niños supiesen mucho “de números”, que, al menos aprendiesen las “cuatro reglas” –suma, resta, multiplicación y división-. Hasta aquí normal en una sociedad rural que no necesitaba mucho más. Pronto comencé a notar los primeros malos hábitos: los niños contaban con los dedos, se carecía de cálculo mental, los ejercicios y problemas eran demasiado repetitivos y fuera de la realidad del entorno del niño, las operaciones a que habían sido sometidos eran kilométricas -¿con objeto de que el alumno tardase mucho tiempo en resolverlas y así mantenerlo ocupado?-… Por todo lo cual me dispuse a aplicar algunos conceptos aprendidos en los libros y otros de mi experiencia personal. 1º .- Aplicando la teoría de los bloques lógicos de Dienes que se basan en cuatro cualidades muy próximas a los niños (el color, la forma, la medida y el grosor) y once atributos, se llega, combinándolos de todas las formas posibles, a 48 combinaciones posibles.

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2º.- Mediante destrezas y habilidades, los niños adquieren progresivamente sentido numérico, es decir, la capacidad de aplicar buenos razonamientos cuantitativos en contextos reales. Uno de los materiales aconsejados eran las regletas de colores y el ábaco, algo inalcanzable en una escuela rural, por lo que tuve que sustituirlo por cajitas, bolsas de pipas vacías… etc. 3º.- En la formación geométrica utilicé el geoplano y el tangram, construídos por los mismos alumnos, que así, además, se vinculaban con la práctica de la psicomotricidad y de la expresión plástica. Estas y otras estrategias, fruto de la observación, del estudio y de sus buenos resultados fueron orientando mi afición a las Ciencias. Así que, al estudio de las matemáticas siguió el estudio de las Ciencias Naturales, con la construcción de herbolarios, colecciones de insectos, de minerales, etc… con el objetivo de que el niño experimentase, manipulase, se motivase en la búsqueda de la verdad; intentando que se acostumbrase a preguntar todo lo que no entendiera.

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Cuando un amigo vuelve… Te he contado, querido amigo, muchas cosas de mi vida pasada, desde mi nacimiento hasta mi jubilación. Vivencias y anécdotas llenas de amor siempre, porque procuro no guardar los malos ratos, ni anidar en mi alma el rencor. ¿Qué te parece si hoy rompemos el esquema y te hablo de mis últimas 24 horas? Anoche me acosté un poco desilusionado. Últimamente mis entradas no están teniendo mucho éxito. Como no hablo de fútbol, ni rebusco por la Red hechos curiosos, extraordinarios, fotos bellas, poemas hermosos… otros detalles que es mejor no señalar, -pues cada uno es libre de poner en su blog lo que quiera- ciertamente me costó conciliar el sueño, seguramente por estas razones y porque hacía un calor sofocante. Fiel a mi hábito, bien temprano he recorrido mi itinerario matutino, saboreando el fresco y los olores de la mañana, y decidiendo que no tengo que preocuparme por otro motivo que no sea el de permanecer fiel a mis principios. Si hacemos caso de lo que sucede a nuestro alrededor, es posible que esa vorágine acabe por arrastrarme al “centro del huracán”. Me he felicitado por ser el día de mi santo – San Pedro-, lo he sido por mis seres queridos, -que son muchos y muy importantes-, por mis amigos –que todavía se acuerdan de que existo-, he desayunado mi leche y tostadas con el mejor aceite del mundo –el de Jaén, claro- y he visitado al oculista. Buena noticia, conservo la misma graduación que hace quince años. Al salir he tenido una grata sorpresa: me he encontrado con un antiguo compañero y amigo, al que hacía mucho tiempo no veía. Hemos hablado largo tiempo , recordando momentos gratos o duros, y siempre tocando el tema que para ambos ha sido el norte de nuestras vidas: la educación. Me ha contado que también se ha jubilado, aunque por motivos distintos a los míos: él lo ha tenido que hacer por enfermedad; también que quedó muy decepcionado porque la Administración , al filo de su más de treinta años de servicios, no tuvo ni la más mínima palabra, –hablado o escrita- , de agradecimiento por su labor. Al final, ambos hemos coincidido el que el mayor premio a una dilatada labor, es encontrarse por la calle a una joven madre, con uno o dos niños, que te saluda efusivamente, y que les dice entusiamada a los pequeños:”¡Mira, este señor fue mi maestro!”,y acaba por agradecerte tus desvelos. Y tú te das cuenta en dónde se encuentra la verdadera recompensa. Así como un día te hablé de que cuando un amigo se va “algo se muere en el alma”, hoy te puedo sentenciar que cuando un amigo “se encuentra” hace resucitar el alma. Un amigo que retorna, es como una fuente que vuelve a manar con fuerza agua clara y limpia, después de largos años de sequía. Todo a su alrededor vuelve a cobrar vida. Hoy ha sido un día feliz para mí. ¿A que adivinas por qué, querido/a amigo/a?

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LA ENSEÑANZA DE ADULTOS

Un comentario a una de mis entradas me ha llevado a consultar un libro de mi biblioteca. Cuando ya lo iba a depositar de nuevo en su lugar, he advertido que se trataba de un libro-regalo. Curioseando en la dedicatoria me ha venido a la memoria otra de las facetas de mi labor educativa: la enseñanza de adultos. Hace ya muchos años, existían clases de adultos para aquellas personas que necesitaban bien alfabetizarse o bien completar los estudios que en su día, y por las causas que fueren, no pudieron concluir. En mis primeros años de profesión abundaron más los primeros ya que eran muchos los analfabetos existentes en nuestro país, a causa de los años difíciles que nos tocó vivir. Date cuenta, querido amigo, de la fe de estos hombres y mujeres que, después de una larga jornada de trabajo en el campo, iban a la escuela, muchas veces imponiéndose a la vergüenza de reconocer su ignorancia. Te digo que esta labor fue de lo más gratificante pues no hay mejor premio para el que trabaja que el ver el fruto de su esfuerzo en los ojos de humildes personas. Cuando me trasladé a Valencia, pronto me incorporé a la enseñanza de adultos que simultaneaba con mis clases diurnas. Te preguntarás el por qué de tanto trabajar… existía una razón poderosa: un solo sueldo y cinco bocas que alimentar –además de la mía, claro- Pero había una gran diferencia 165


con lo desarrollado anteriormente y es que, habiendo varias clases, con varios profesores, se podían organizar grupos más homogéneos. Uno de ellos era el de las personas que deseaban obtener el Título de Graduado Escolar. Os podía contar cientos de anécdotas. Si las de los niños son magníficas por su propia inocencia, las de los mayores lo son aún doblemente porque, a la sencillez, unen una gran humildad. Recuerdo que una de las asignaturas que yo impartí fue la del idioma Francés. Uno de mis alumnos, conductor de autobús, además de guardia municipal y no sé cuantos empleos más –debería tener el doble de hijos que yo- tuvo que hacer un servicio a París, en donde el equipo de fútbol del Valencia tenía que disputar la final de Recopa de Europa- creo-. A la vuelta, al regresar a clase, entre risas y bromas, me dijo con una socarronería propia del valenciano: “Don Pedro: no he podido hacerme entender por los franceses. Lo que se habla en Francia no se parece en nada a lo que usted nos enseña aquí. ¡Menos mal que el idioma de los signos es universal!” Qué lección del alumno al maestro, aunque he de confesar en mi defensa que los medios y horario-sólo una hora a la semana- que disponía para mi trabajo eran más bien escasos. Termino. En fotos tienes la portada del libro y las dedicatorias. Te dejo que seas tú el que interpretes el valor de las mismas. A mi me han sonrojado y casi he soltado una lagrimita…

(Dedicatoria general de la clase: "Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango para ayudar a los que buscan azucenas")

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(Dedicatoria de una alumna: "Para el profesor más pequeño y más calvo pero de más nobleza y abundancia en valores humanos, de su alumna amiga, que le debe algo más que un graduado")

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La olla Este agua mansa, tranquila, sosegada y transparente, es la misma que unos metros más arriba ruge entre espumas blancas en su insolente juventud de torrente impetuoso. Cerca del Camping de la Chopera de Coto Ríos se encuentra este coqueto y bucólico paraje que es visitado a diario por decenas de personas, que escalan sus rocas para encontrar la magnífica cascada que da nombre al lugar: “La cascada de la olla”. Bañarse en sus gélidas y cristalinas aguas sólo está al alcance de los valientes… Merece la pena la aventura.

Fin de las vacaciones Queridos amigos: Terminaron las vacaciones. De nuevo en el tajo para calentaros la "olla" con mis reflexiones y relatos. Como si empezara un nuevo curso habrá que marcar de nuevo los objetivos de este blog, tanto para los que ya me conocéis, como para aquellos que se asomen por primera vez a estas páginas. No pretendo otra cosa que hablar de mi experiencia como educador, sin que por nada del mundo pretenda sentar cátedra ni dar enseñanzas a nadie. Creo que el que se precie de buen maestro, ante una lección que explicar a sus alumnos, intentará por todos los medios que sus enseñanzas sean lo más veraces posibles y, si existiesen opciones, tiene el deber de exponerlas, sin tomar partido por alguna en 168


concreto. Aunque como todo ser libre puede decir sin temor a herir a nadie, la que él tenga por favorita. Hay que decir que existen verdades absolutas a las que uno no puede renunciar por muchas presiones que reciba. Mire usted: DOS MAS DOS SON CUATRO, y por mucha amistad que nos una no puedo hacerle a usted una rebaja. No sé si se entiende, amigo ... Pues nada... que es un placer compartir de nuevo este espacio con todos vosotros. Un abrazo, amigos

A vuelta con las vacaciones

Os relato un chiste que se contaba en mis tiempos y que decía más o menos así: Un día Franco estaba despachando con su ministro del Interior cuando oyó una gran griterío en el exterior del Palacio del Pardo. -Ministro: asómese al balcón dígame qué ocurre. 169


-Son dos manifestaciones, excelencia. Una de optimistas y otra de pesimistas. -¿Y que dicen los optimistas? -Señor, perdone la expresión, pero una gran pancarta dice “Que como sigamos así vamos a comer mierda” -¡Dios mío! ¡Qué dirán los pesimistas! – dijo Franco. - Señor –dijo el ministro-, vuelvo a pedir perdón por la expresión, pero los pesimistas dicen que “no va a haber mierda para todos”. Comienzo así mi relato, no porque el tema de las vacaciones sea caso de estos dos estados de ánimo –pesimismo, optimismo-, sino porque se me ha ocurrido que en la vida hay distintos pareceres y, en muchas ocasiones, “cada uno cuenta la vida como le va”, “es distinta según el color del cristal con que se mira”, o no se tienen los suficientes datos como para emitir un juicio correcto. Muchos de los que ya me conocéis vais a decir: “¡y tú que vas a decir si has sido maestro!, seguro que arrimas el ascua a tu sardina…” En fin, es posible, pero trataré de ser lo más imparcial que pueda. Pero antes de entrar en discusiones, mejor es que os relate, aunque sea brevemente, cómo veía yo mis vacaciones cuando era niño y adolescente. ¡Aquellas vacaciones de mi infancia sí que eran largas! Recuerdo que comenzaban sobre el 22 de Junio, porque del 23 al 29 se celebraban las fiestas de San Juan, patrono de mi pueblo. Se comenzaba el curso a finales de Septiembre, dado que en la última semana de este mes tenía lugar la Feria de Ganado, de gran interés por aquellos tiempos, en dónde se compraba y vendía toda clase de animales. A mi me gustaba asistir –como “oyente”, claro- a los tratos entre comprador y vendedor, asistidos siempre por un corredor. El “tira y afloja” podía durar horas, incluyendo en el mismo toda serie de pruebas al pobre animal, al que se le abría la boca para averiguar su edad, se le examinaba su cuerpo en busca de posibles “mataúras”, es decir, úlceras o heridas cicatrizadas, pruebas de resistencia, carrera, etc… dependiendo del tipo de animal. Lo curioso es que el trato se cerraba dándose la mano, una vez acordado precio y condiciones. Tal acto era suficiente y no se necesitaba de nínguna firma más. Pero volvamos al tema: si habéis sacado la cuenta eran ¡tres meses de vacaciones de verano! En la edad escolar, o enseñanza primaria, que era obligatoria hasta los catorce años, no existían repeticiones de curso, ni recuperaciones, ni nada que se le pareciera… Eso sí, existían maestros que daban clases particulares para aquellos alumnos que lo requirieran, bien para “que no se le olvidara lo aprendido, bien para mejorar sus estudios, o bien –como solían decir algunos padres- para que no estuvieran en la calle apedreando perros”. Estas clases tenían lugar a primeras horas de la mañana, porque entrado el día, no había quien aguantara el calor de mi tierra… Y el resto del día, ¿en que solíamos emplearlo? ¡Uy, te sorprendería la cantidad de “actividades extraescolares” que desarrollábamos: -Búsqueda de nidos por los olivares y huertas. -Baños en las albercas de algún familiar o conocido. En ocasiones se “asaltaban” sin previo permiso, exponiéndose a la ira de los propietarios, si te pillaban. -Formación de pandillas –tengo que decir que la droga más dura era la gaseosa- que solíamos competir entre sí, en los campos recien segados de trigo, “a terronazo limpio”… 170


-Juegos en las plazas, con trompas, bolas –canicas-, saltadores, uno y mil juegos que tenían su “epoca” … bueno, el pueblo era un hervidero infantil, en dónde los mayores se refugiaban en los portales de las casas, con las cortinas echadas, regados con el agua fresca de algún pozo… Los tres meses se nos hacían cortos, te lo aseguro. Venga, otro día te cuento más de mi época de adolescente… Te he contado cómo transcurrían mis vacaciones en mi niñez. Como la mayoría de los seres humanos suelo rememorar con alegría esta etapa de mi vida que, si los mayores no se empeñaron en lo contrario, ocupa el primer lugar de nuestros recuerdos felices. ¿Cómo eran las vacaciones en mi adolescencia? El tiempo lectivo del curso era ocupado en el estudio del Bachillerato, primero, y de la carrera después. Había que procurar que no quedasen asignaturas pendientes para el verano. Yo, como la mayoría de los chicos de mi pueblo, los que no podíamos costearnos un colegio en la capital, estudíabamos “por libre”, que, por si alguno no lo sabe, consistía en preparse todo el curso en clases particulares e ir a la capital a examinarse una vez al año. ¡En dos días te examinabas de todas las asignaturas, siendo la mayoría de los exámenes orales! Había que trabajar duro, pero la recompensa era un verano de lo más relajante. Como chico que empieza a sentirse hombre buscabas en la vida del pueblo todo aquello que te reafirmara tu personalidad: destacar en el estudio, en el deporte, –a mi me gustaba mucho el fútbol y dicen que era un buen extremo derecho-, participar en las reuniones sociales, formar parte de una rondalla, empezar a pavonearse por el paseo clásico de los pueblos para que las chicas se fijasen en ti, fijarte en ellas… los primeros amores, platónicos todos…, las rondas, los paseos nocturnos a caza de gorriones con escopeta de balines de plomo y linterna, “las ligas” o reuniones de amigos –a veces amigas- en las que empezabas a degustar tu primer vasito de vino, tu primer cigarrillo… Los veranos eran muy esperados porque, como solíamos decir, venían los “estudiantes”, es decir, los “ricos”, los que pasaban el curso en la capital. Al parecer nosotros éramos estudiantes, pero de segunda o tercera división. Entre aquéllos tenía – y tengo- grandes amigos. Pero los más valiosos son los que compartían el día a día, en invierno y en verano, los que nos divertíamos o nos las “pasábamos canutas” para reunir las cinco pesetas que costaba una gaseosa en “casa del Albarquero”; gaseosa que congregaba a su alrededor a la pandilla de adolescentes que nos sentíamos felices ante tan “afrodisíaca” bebida. Comentaba mi amigo Manolo Siles que esta bebida era muy buena “porque se te rizaba el pelo”… Para acompañarla, cada uno debía de aportar de su casa la “tapa”, de modo que, una vez abierta la botella, cada uno sacaba de su bolsillo lo que había “agenciado” en casa, con o sin el permiso de sus padres… Higos secos, huevos duros, tomates, bellotas, ¡chorizos!, etc… Entre los “estudiantes” se contaban los seminaristas, chicos que en aquellos años tenían que vestir de negro o, al menos, llevar los calcetines de ese color… En el verano se añadían a nuestra pandilla, resultando una delicia el disfrutar de su buen humor, de sus historias, de sus anécdotas. Entre ellas recuerdo la de un profesor del seminario que debía tener la misma mala pronunciación que nuestro “querido y amirado” secretario de Organización del PSOE, Pepiño Blanco, que se come algunas consonantes… Pues bien, este profesor, muy dado a las recomendaciones de las buenas maneras y cuidado del edificio del Seminario, a menudo les recordaba que “no debían clavar putas en las

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paredes”. Imagínate, querido amigo, la hilaridad que despertaba el pronunciar –en todo un Seminario- putas por puntas. Las vacaciones, por tanto, corrían a la misma velocidad que las de mi infancia. ¡Qué pena! Uno se hace “mayor” y las vacaciones cambian de cariz. Ya no servirán nunca más para jugar, para buscar nidos, para bañarse en las albercas, para encontrarse con los amigos que han estado fuera; ya las vacaciones serán para DESCANSAR. ¡Con lo que a mí me gustaba cansarme, hartarme de calor en las siestas para bajar al río, jugar sin tener nunca hartura. Pero en fin, en mi profesión siempre me han felicitado por una cosa: por la cantidad de días de vacaciones que gozábamos los maestros. Antes y ahora la misma cantinela. Permíteme, amigo, algunas reflexiones… -

Según lo que contaban, el Estado no pagaba más a los maestros porque éramos muchos, y lo compensaba con días de vacaciones. Nunca me lo creí, pero algo de cierto había en el rumor. Supongo que después de una guerra y de un bloqueo internacional existirían cosas más importantes que arreglar que preocuparse por la educación…

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Según lo que se comentaba dentro de nuestro gremio no se reducían las vacaciones porque el Estado se vería obligado a subirnos el sueldo, con lo que nos encontrábamos con el consabido problema de “la pescadilla que se muerde la cola”.

Bien, esto es un poco de historia porque lo que nos interesa es lo que ocurre en la actualidad. En realidad, los períodos vacacionales han cambiado poco. Podríamos considerar los tres más prolongados, Navidad, Semana Santa y Verano. Unos veinte días para el primero, once o doce el segundo, y alrededor de dos meses y medio para el tercero, siempre refiriéndose a los alumnos. ¿Qué pasa?, ¿Que los escolares españoles tienen más vacaciones que el resto de los países europeos? Evidentemente no. Basta buscar un cuadro comparativo para darse cuenta de que hay muchos países que cuentan con más días lectivos que nuestros niños. Concretamente en España, los días lectivos preceptivos es de 240 anuales. ¿En dónde, pues, radica el problema del sempiterno descontento de los padres? Está claro que éstos aducen una serie de problemas como qué hacer con los niños, quiénes se encargan de ellos, como compatibilizar el trabajo de los padres, coordinar el período vacacional, hacer frente a un largo período de inactividad, etc, etc. Es un tema bastante polémico, que admite toda serie de soluciones. El problema es que hay que sentarse, discutirlo, y tratar de buscar soluciones. No basta con protestar, hay que poner empeño,porque soluciones hay y basta con asomarse a La principal queja de los padres gira en torno a la siguientes cuestiónes: ¿Qué hacer con los hijos en los largos períodos vacacionales? ¿Quién se ocupa de ellos si ambos padres trabajan? En definitiva, ¿cómo compaginar trabajo y colegio? Vuelvo a repetir que el tema es complejo, pero también que, si todos los estamentos implicados,familia, Estado, sociedad, sindicatos, etc-,se pusiesen de acuerdo para buscar soluciones, no digo que el problema se resolviera, pero sí que mejoraría ostensiblemente. Las vacaciones de verano, por ejemplo, reducirían su duración en dos semanas, terminando el curso escolar el día 30 de Junio y comenzando el 1 de septiembre. Se me dirá que hacemos con los días de calor de principio y final del verano… Aporto la solución de que se compren menos ordenadores por aula –creo que se prometieron un PC por cada dos alumnos- y se instale el aire acondicionado. Las vacaciones de Navidad y Semana Santa permanecerían igual, aunque sería deseable que esta última no fuese variable, a fin de ajustar el Calendario Escolar. De no poder ser, cada año debería estudiarse su programación.

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Esas dos semanas que hemos quitado del verano serían los comodines para insertar en los períodos que van desde el inicio de curso hasta Navidad y desde ésta a Semana Santa, o bien desde Semana Santa a fin de curso, si ésta cayese muy tempranera. Desde este modo se resolvería el problema de los trimestres demasiado largos. “¡Pero bueno! ¡Todavía no me has resuelto problema de los padres que trabajan, amigo Pedro!” Pues mira, querido amigo, hay que exigir a los responsables de los ayuntamientos una buena programación de sus actividades y el empleo racional de nuestros impuestos. Debería ocupar un lugar preeminente en el gasto público la contratación de personal especializado para llevar a cabo en los centros, en los distintos períodos vacacionales, una serie de actividades culturales, lúdicas, deportivas, etc, que permitiera a la familia que lo solicitara, dejar a sus hijos en el colegio disfrutando mucho más que si se quedaran en casa. Es cuestión de proponerlo y proponérselo. Igualmente el Estado, al igual que sucede en nuestros vecinos europeos, aumentar las prestaciones familiares para los matrimonios con hijos. Date una vuelta, querido amigo, por las legislaciones de los distintos paises de Europa y alucinarás… “Y me queda otra cuestión, amigo Pedro: ¿no crees que los profesores tienen muchas vacaciones?”

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LAS CLASES PARTICULARES Te hablo, querido amigo, desde más de treinta años atrás. Las clases particulares de entonces no tienen casi nada que ver con las de ahora. Hoy día los niños asisten a clases de ballet, de defensa personal –en sus muchas variantes-, de informática, de natación… pocas de ellas relacionadas con el refuerzo a las tareas escolares. Se supone que ya en el colegio tienen suficiente, con lo que yo , en general, estoy bastante de acuerdo. Nunca fui amigo de las “clases particulares” entre otras razones, porque pensaba que la escuela debía dar cumplida respuesta a las “particularidades” de cada alumno. Sólo en caso excepcionales las aconsejaba. Dejando al lado la conveniencia o no de que un alumno reciba clases particulares, me ciño exclusivamente a relatar el hecho histórico de la segunda mitad del siglo pasado, que he tenido la oportunidad de vivir. En mi niñez y adolescencia las clases particulares presentaban las siguientes características: -

Las impartían generalmente algunos de los maestros oficiales, obligados casi siempre por la necesidad de complementar sus exiguos ingresos.

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Existían también ciertas personas sin titulación que, bien en sus casas, bien en las de algún alumno, y de manera casi clandestina, organizaban pequeños grupos a los que atendían. Entre éstos se encontraban estudiantes, personas ya mayores, e incluso algunos maestros a los que se les había desposeído de su título por motivos políticos.

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Tanto unos como otros atendían a grupos muy heterogéneos, dedicándose casi exclusivamente a reforzar las materias de Lengua y Matemáticas. Diariamente se trabajaba el dictado y el cálculo.

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Solían asistir también a estas clases aquellos niños que tempranamente se incorporaban al trabajo obligados por la necesidad de la familia, librándose de esta manera del analfabetismo imperante en aquellos años.

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Las llamadas pomposamente “academias” formaban a los estudiantes que, por enseñanza libre, estudiaban en el pueblo, atendidas igualmente por los maestros del pueblo.

Casi debuté dando clases particulares en mi época de estudiante con el hijo pequeño de un señor de mi pueblo. Amigo y cliente de mi familia, poseedor de una ganadería de toros bravos, amén de otras muchas posesiones y riquezas. El niño tendría unos tres o cuatro años. El padre, de entrada, se permitió sugerirme unos cuantos consejos “pedagógicos”, como, por ejemplo, que le hablase de los toros de su ganadería para atraer su atención y ganarme su confianza. Así que tuve que aprenderme los nombrecitos de aquellos morlacos que al niño tanto le sugerían –blanquito, nevado, carapinta, soleado, etc…-, y allí me tienes, querido amigo, en una gran sala de la casa del ganadero, toreando cada tarde al niño, o mejor, toreándome él a mi. El niño, que se creía un becerrito, se me metía por debajo de las sillas, se escondía debajo de la mesa, trotaba por la sala como si estuviera retozando en la pradera…, pero de atender a mis clases, nada de nada. Ante esta situación no tuve más remedio que plantearme el reto de escoger entre los toros o las letras, así que aconsejé al padre que me lo mandara a mi casa; lo que en el lenguaje taurino se conoce como "cambiar los terrenos". Aquí las cosas cambiaron y pude “meter en vereda” a aquel becerrillo 174


travieso para que aprendiese sus primeras letras. TodavĂ­a conservo un libro que me comprĂŠ para estudiar como tratar a aquellos diablillos. Es el que aparece en la imagen de abajo.

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LOS LISTILLOS DE LA CLASE “EL LISTILLO” En una clase suelen aparecer con asombrosa exactitud los mismos tipos de alumnos, año tras año, curso tras curso, generación tras generacion… ¿Quién no recuerda al “empollón” de la suya, al “bromista”, al “tonto”, al “matón”, al “despistado”, al “ligón”, etc, etc…? Seguro que te vienen a la memoria un montón de arquetipos más… Puede que hasta te acuerdes de su nombre, de un montón de anécdotas. ¿A qué viene, querido amigo, este preámbulo? Pues a que quiero hablarte de uno de esos tipos de alumnos: EL LISTILLO. El listillo de la clase, de la promoción, del colegio, según fuera su ambición. Encuentro esta definición buceando en Internet: “El listillo es un personaje que siempre ha gozado de buena aceptación en nuestro país. Es alguien que se aprovecha de la ingenuidad ajena, cuando no de la ambición, vagancia o inmoralidad de otros, para medrar, enriquecerse o hacer prosperar sus intereses. El listillo es nuestro pícaro, un personaje de sociedades pre-modernas en las que la injusticia era ley, y por eso su descaro era bien recibido, porque algunas veces algún noble, sacristán o hacendado era objeto de sus martingalas, aunque generalmente los que sufrían sus acciones eran sus iguales.” ¿Te suena que alguna de esas “cualidades” adornaran a un compañero tuyo? ¿No recuerdas al que nunca tenía la culpa de nada? ¿El que siempre se atribuía los éxitos? ¿El que echaba la culpa de todo lo malo a los demás? ¿Al más “pelota” de tu grupo, pero con una maestría que llegaba a engañar a los propios profesores, con su carita de bueno?... Si lo recuerdas bien, aquel niño no brillaba por sus notas, pero casi siempre aprobaba, dada su maestría para copiar, para que otros les hicieran los trabajos, para fabricarse las más sofisticadas “chuletas”. Un personaje capaz de pasar horas y horas estudiando… la manera de no estudiar, la forma de exprimir todo lo existente a su alrededor… He querido llamar la atención a este fenómeno para que tomemos conciencia de la importancia de la educación. Como sea ésta, será la sociedad del futuro. Varias veces, a lo largo de mi existencia, me he llevado las manos a la cabeza al ver la noticia del nombramiento de un alto cargo. Será casualidad pero alguno de ellos era “el listillo” de mi grupo. Otras veces me lo han contado compañeros suyos. Y te contaría infinidad de anécdotas, pero esta vez te invito a que lo hagas tú. ¿Te atreves? Te copio, querido amigo, un artículo tomado de una revista y que retrata muy acertadamente el destino de los listillos. El final de éstos suele ser casi el mismo. Tómate unos minutos y léelo. "En España, los listos y listillos que destacan en alguna profesión son siempre inicialmente alabados, pero cuando las cosas se les tuercen porque se pasan de listos todo el mundo les rechaza y nadie recuerda haberles adorado. Ejemplos tenemos varios en nuestra reciente democracia. Aún recuerdo como se hablaba de aquel Alcalde sin escrúpulos de un municipio de la Costa del Sol, que había llegado a su consistorio a través de un club de fútbol. Todo eran parabienes, salía en la televisión diariamente, se le invitaba a dar conferencias, era un ejemplo para los munícipes que querían limpiar y hacer 176


prósperas sus localidades. Incluso una diputada socialista muy cercana a Felipe González se declaraba públicamente a su favor. Otro podría ser aquel banquero sin escrúpulos, brillante alumno en la Universidad de Deusto, convertido en Dios para estudiantes, periodistas económicos, políticos “con visión”, organizadores de jornadas, especuladores afines, etc. Los discípulos del uno han acabado en la cárcel o entre juicios y programas rosas de la mano de una tonadillera; el otro también acabó en la cárcel y sin presidencia de banco desde un día de inocentes, y ahora nadie recuerda haberles aplaudido a pesar de lo inmensamente hábiles y listos que fueron en su ascenso. Hoy tenemos otro personaje, que es Ministro y sobre el que todo el mundo dice que es muy listo y que ha demostrado que no tiene ningún escrúpulo. Lo mismo defiende el ojo por ojo, que pide poner la otra mejilla o que violenta una jornada de reflexión. Todas sus frases son tenidas por muy ocurrentes y más de un político, no sólo de su partido, se quiere parecer a él de la misma manera que algunos alcaldes se querían parecer a Gil o de algunos "tiburones" a Conde. El tiempo coloca a todo el mundo en su sitio porque los listos suelen acabar pasándose de listos. El problema es que se suelen acabar pagando a escote los desaguisados de los listillos, y en esta ocasión puede que el precio, con lo que esta en juego, sea demasiado alto." A.Basagoiti

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Palabras, palabrillas y palabrotas(I) Confieso que desde muy temprana edad he tenido acceso a los periódicos y los he leído. La casa de mi infancia era mitad bar, mitad vivienda familiar. Uno no sabía a veces dónde terminaba uno o empezaba el otro. De igual modo que el niño de la casa se mezclaba en los corrillos de los clientes, metiendo las narices en ocasiones en dónde no debía, como que alguno de éstos se introducían en la cocina para olisquear el guiso del día. Con frecuencia solían pedir: “Mercedes, –a mi madre- :dile a Pedro, –a mi padre- que me ponga una tapa de estas migas…¡¡que tienen una pinta!! No resultaba raro que yo olisqueara también en el ABC, Arriba, El Caso, Dígame, El Ruedo, etc, etc… creándome una culturilla adicional y un hábito que ya nunca abandoné: el de la lectura de la prensa. Confieso que me gustaba el ABC, al que definían los mayores como monárquico, siempre sigilosamente,como si desvelaran un secreto inconfesable y exponiéndose a posibles represalias del Régimen. Yo no entendía mucho de los asuntos políticos, ni llegué a plantearme ningún problema. Me gustaba el formato, sus fotografías, las crónicas internacionales de aquellos famosos periodistas, que te informaban, te enseñaban y te hacían agradable la noticia. Las secciones de deporte y de toros constituían una delicia, sobre todo éstas últimas. ¡Quién de mi tiempo no recuerda a Don Antonio Díaz Cañabate!. Más tarde me hice suscriptor, formando este periódico parte de mi bagaje cultural. Hoy, lo digo con pena, he dejado de comprarlo. Como dicen en mi pueblo: “Este no es mi Juan, que me lo han cambiao” La tercera página de ABC constituía el mayor honor para un periodista, por el prestigio que representaba aparecer en ella. Sólo las mejores firmas se hacían acreedoras de publicar aquí. Todos los grandes escritores, filósofos, teólogos, políticos, etc, se disputaban este espacio. Pues bien, a lo que voy, que ya está bien de preámbulo… Uno de los agraciados,o más bien, de los que merecieron estar ahí, fue el profesor, escritor y académico de la Lengua – cuya Academia presidió durante largos años- Don Fernando Lázaro Carreter, personaje del que hemos aprendido varias generaciones de españoles. Sus “El dardo en la palabra”, que publicaba periódicamente en la Tercera de ABC, adquirieron tal fama e importancia, que han sido recogidos en sendos libros con el mismo título. Desde su publicación ocupan un lugar de honor en los estantes de mi biblioteca. Me voy a permitir, querido amigo, releérmelos e invitarte a que participes de mis reflexiones. Un abrazo.

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