Loquetudigas

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Cuentos de coraje, diversión y consuelo

Xavi es un chaval espabilado, también en su relación con su querido Dios.

querido Dios Cuentos de coraje, diversión y consuelo

# • Le ne Mayer- Skumanz •

EDELVIVES

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EDELVIVES

Lene Mayer-Skumanz

Lo que tú digas... querido Dios

Hay tantísimas cosas de las que le gustaría hablar con Dios: Cuando se enfada porque el grandullón se mete con su amigo el flacucho. O también cuando no se le ocurre cómo poder ayudar a las crías de golondrina. O cuando, simplemente, disfruta y goza al ver algo realmente maravilloso.

Lo que tú digas...


De cómo Xavi oye reírse al buen Dios

Los padres de Xavi tienen un amigo que es viticultor. Es también amigo de Xavi y le trae caracolas huecas que encuentra en la viña. También le enseña a Xavi el nido de golondrinas que hay debajo del alero del tejado de la bodega. Después de la vendimia, guarda para Xavi los racimos más bonitos en un rincón fresco de la bodega. La mejor época para hacerle una visita a este amigo viticultor es a mediados de octubre. Delante de la bodega están expuestas las barricas, secándose al sol. Toda la calle que da a la bodega huele a orujos y a hollejos y a raspones de uva, los restos que han quedado después de prensar las uvas. Las avispas zumban en su vuelo, embriagadas por tan intenso aroma. El amigo de Xavi llena hasta arriba un jarrón con zumo de uva dulce recién extraído y se lo da a probar a Xavi. Para los adultos saca una botella de vino de la bodega. Desde la terraza del establo se divisa hasta muy lejos por los campos y las huertas. Los abedules tienen ya las hojas amarillas, y las parras silvestres se visten de tonos rojizos, morados, amarillos y verdosos… 7


—En un día como hoy, el corazón salta de alegría en el cuerpo —dice el campesino, haciendo un guiño a Xavi—. ¡Vete a dar una vuelta por ahí y observa todas las cosas! Ya sabe que Xavi no aguanta mucho rato escuchando las conversaciones de los adultos. Xavi sube por el camino la cuesta hacia la viña, pasando por huertos llenos de flores de asteres. Ahí hay una valla de alambre completamente invadida por una parra silvestre. Xavi se queda parado mirando las hojas moradas de la parra. Están resplandecientes bajo la luz del sol. Coge una hoja en la que ya no queda ni una sola mancha verde. Es morada por los cuatro costados. Xavi no había visto en su vida una hoja tan bonita como esta. —¡Dios mío, qué bonito es esto! —exclama Xavi. Su voz resuena potente en medio de un silencio sepulcral. Xavi escucha su propia voz y se echa a reír sorprendido. —¡Tú, Dios mío! —dice de repente a voz en grito, ¡como si alguien le pudiera escuchar! Pero no, estaba allí solo, delante del vallado; no había nadie por allí que le pudiera escuchar. —Tú… —dice Xavi otra vez, para sí mismo, susurrando en voz baja—. ¡Tú, Dios mío, una hoja tan bonita como esta seguro que no la has visto jamás! Xavi oye una suave carcajada por respuesta. La risa viene de muy cerca, pero él no ve a nadie a su alrededor que se esté riendo. 8


Xavi contiene la respiración y afina el oído con toda su fuerza. Luego pregunta: —¿Eres tú, querido Dios? —Sí, soy yo. —Así que eres tú el que se ha reído… —Me alegro mucho de que te guste la hoja. Xavi se queda pensativo. Luego dice: —Yo también me río a veces cuando a otras personas les gustan algunas cosas que yo he hecho. Por ejemplo, la pajarita de papel. La que le preparé a mi amigo el agricultor como consolación, después de que volaran las golondrinas del nido. Entonces me comentó: «Vaya por Dios, ahora ha venido otro pájaro a quedarse conmigo, ¡qué bonito!, te lo agradezco de verdad». Esto sí que me hizo reír de alegría. Xavi se queda en silencio, escuchando todavía, por ver si su querido Dios tenía algo que decirle, pero no oye más que el zumbido de las avispas y emprende el camino de regreso hacia la bodega. —¿Qué tal?, ¿ha sido bonito el paseo? —pregunta el agricultor desde la terraza de la bodega. Xavi hace tan solo un gesto afirmativo, asintiendo con la cabeza. Entonces oye cómo sus padres conversan entre sí y toma nota en su interior. De pronto, empieza a pensar en cómo describiría lo que ha sentido. Si alguien le preguntara por casualidad cómo suena cuando Dios se ríe, él contestaría: suena grave y suena agudo a la vez. Lo mismo que cuando papá y mamá se ríen al mismo tiempo. 9


Xavi limpia el estiércol del gallinero

—Tienes que ordenar el pequeño cajón rojo —le dice la mamá a Xavi—. Está ya atascado de tanta porquería como tienes ahí dentro. —Sí —dice Xavi—, pero antes voy a darme una vuelta por la casa de la señora Grammelschneider. La señora Grammelschneider vive en la casa de al lado. Es una persona bastante mayor y no tiene muy buen aspecto. En un corral que hay detrás de la casa tiene un gallinero con un gallo de plumas blancas y negras y siete gallinas blancas como la nieve. —Señora Grammelschneider —dice Xavi—, ¿no habría que hacer otra vez una limpieza en su gallinero? —Pues claro que habría que limpiarlo —responde la señora Grammelschneider—, pero yo sola ya no puedo apañármelas. —Yo le ayudaré —dice Xavi. En su vida había visto Xavi un gallinero tan cochino como ese. Las cacas de gallina estaban pegadas por todas 10


partes: por las paredes, en los palos, en el suelo y hasta en los marcos de las ventanas. La paja olía a podrido. Xavi iba llenando poco a poco la carretilla con desperdicios. Cuatro carretillas llenas hasta arriba de paja y basura apestosa y maloliente tuvo que sacar Xavi del gallinero. Luego, raspó con una espátula la porquería que estaba pegada en las paredes y en el suelo. La señora Grammelschneider, mientras tanto, limpiaba la ventana y lavaba la puerta. Las gallinas revoloteaban excitadas de un lado para otro; no estaban acostumbradas a estas operaciones de limpieza del gallinero. El gallo blanco y negro picoteaba una y otra vez en las pantorrillas de Xavi. Este jadeaba de tanto trajín y sudaba como un pollo. La señora Grammelschneider se lamentaba mientras se rascaba la espalda. —¡Esto sí que es un trabajo de chinos! —exclama. Por fin está otra vez limpio el gallinero. Las gallinas se apiñan unas junto a otras en el palo del gallinero, mientras el gallo blanco y negro mira de reojo a las piernas de Xavi con sus ojos rojos, como envueltos en una orla del color de la sangre. Xavi se despide de la señora. Está lleno de porquería de la cabeza a los pies, y del pelo sudado lleva colgando plumas blancas y negras. En la calle, Xavi se encuentra con Sabina, la chica rubia del barrio alto. —¿Qué hay Xavi? ¿Has visto qué pinta tienes? —pregunta Sabina. 11


—Le he limpiado el gallinero a la señora Grammelschneider. —¡Qué guay! —exclama Sabina—. ¿Tú solo? —Casi solo —dice Xavi. Xavi regresa a casa. Su madre, al verlo entrar, lo mira de arriba abajo, lo agarra, se lo lleva medio a rastras al cuarto de baño y, sin mediar palabra, introduce a Xavi en la bañera. —El pelo no, mamá, el pelo no —grita Xavi—. No me quites las plumas… Pero mamá no le hace ni caso; le lava también el pelo, como tiene que ser. —Ha sido muy duro. Limpiar todo el gallinero… Estoy más cansado que un borrico viejo. El pequeño cajón rojo lo limpiaré mañana. 12


Una vez en la cama, Xavi le dice a su querido Dios: —¿Estás ahí? Luego, se queda callado, muy callado, para poder oír lo que le vaya a contestar su querido Dios. —Sí —dice Dios—, aquí estoy. —Mi pequeño cajón rojo… —dice Xavi—. Lo tenía que haber ordenado hace tiempo. Clasificar las canicas, todas las que son mías, y las que me han dejado prestadas. Y a Francis le he prometido una grande y muy bonita, para que me deje montar en su bicicleta. Y también está dentro del cajón el dibujo que empecé para la tía Renata: un nido de pájaros con crías en él; era un deseo de la tía para su cumpleaños. Lo que pasa es que el cumpleaños ya fue hace tiempo, pero estoy seguro de que a la tía Renata todavía le gustará mi dibujo. Y también está dentro la carta de Sofía con ese final tan extraño, «eternamente tuya», que yo no sé qué contestarle… Y, además, hay un montón de porquerías y de cosas rotas; nunca se sabe la cantidad de cacharros que pueden salir a la luz cuando haces limpieza. —Un trabajo muy duro —dice Dios—. 13


Pero ahora al menos has hecho una lista detallada de todo lo que tienes que hacer… —Limpiar el gallinero es cien veces más divertido —dice Xavi. —Ya sé, ya sé —dice el buen Dios—. Y ahora, que duermas bien.

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