Sarnago Nº 5

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Otra cuestión muy evocadora son los subterráneos que se adjudican a casi todos los castillos. Son galerías que desde las fortalezas, salvando las murallas, salen fuera de los recintos fortificados para burlar al enemigo caso de que tras el asedio consiga al fin asaltar la fortaleza. Lo hemos oído contar a los viejos de lugares tales como Calahorra, Autol, Quel, Arnedo, Yanguas... También nos comentaron en una de las visitas que hicimos a San Pedro en los años 70 que se decía que había una galería que comunicaba el castillo con la casa del Señorito, según unos, y de San Miguel según otros. Nada de esto parece comprobable hoy por hoy. Otra cosa fue lo que una cuadrilla de amigas descubrieron como tres tablares más abajo. Estaban jugando al cuatrillo y vieron una gran piedra redonda. La corrieron y una de ellas, que hoy reside en Calahorra, nos cuenta que se metió como pudo viendo una galería y oyendo un ruido a lo lejos como de un fuerte viento o algo parecido. No se atrevieron a más porque vieron huesos humanos dispersos y lo taparon. De aquello hace ya unos cincuenta años. El paso definitivo de estas tierras de manos musulmanas a manos cristianas en los primeros lustros del siglo XII, dio, de momento, relativa tranquilidad a la zona. En poder del Alfonso I “El Batallador” rey de Navarra y Aragón, San Pedro Manrique aparece pleiteando con un vecino de Taniñe el año 1.127, para pasar a renglón seguido a ser castellana plenamente con Alfonso VII El Emperador (1.1261.157). Que San Pedro contaba por entonces con un castillo es de pura lógica, aunque, por ahora, no conozcamos documentos que lo citen. La participación de la villa en las guerras civiles dinásticas por el trono castellano, sobre todo entre Pedro I, que, por cierto, era el rey legítimo, por muy “Cruel” que fuese apodado, apoyado por los ingleses al mando del Príncipe Negro, (esos malos bichos hasta cuando nos ayudaban) y su hermanastro Enrique de Trastámara, que quería ser rey a toda costa, (como así acabó siendo tras una encerrona y traición que le hizo a Pedro) respaldado por los franceses al mando del famoso Duglesclin (menudo pájaro: el de “ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, con lo cual sentenció al rey Pedro), sugiere, por fuerza, que tenía que estar protegida no solo por el castillo sino también por un consistente perímetro de murallas y torres, cuya herencia es lo que ya he citado y que todavía hoy podemos ver. Fueron momentos cruciales para el futuro de San Pedro y su castillo, pues de ser villa de jurisdicción Real pasó a ser plaza de Señorío una vez que Juan I la entregó a Diego Gómez Manrique, año 1.383, en agradecimiento a los servicios prestados a la corona en la guerra. No fue buena cosa. Pues no era lo mismo ser villa realenga (es decir, bajo dependencia directa de la Corona) que de señorío en que quedábamos bajo la decisión que personalmente el señor de turno estimase oportuna en cada momento. San Pedro, antes de este traspaso, constituyó una de las importantes comunidades de Villa y Tierra de la Extremadura Castellana. De todas las maneras no le duró mucho la posesión de nuestra fortaleza a Don Diego, porque dos años después palmó. Sí, se lo cargaron en la batalla de Aljubarrota. Bueno, el ínclito pasó a mejor vida pero San Pedro siguió siendo cosa de familia: lo heredaron sus hijos y el poderío de los Manrique sobre la villa continuó. Esta familia, a la que quedó supeditado nuestro destino, fue una de las más potentes y antiguas de toda Castilla, remontándose a los tiempos de Alfonso VIII (1.158-1.214) cuando su fundador, Rodrigo Pérez Manrique, era Merino Mayor del Reino. Y por si era poco, se hallaba entroncada con los Lara, otra de las grandes (en realidad fue una rama desgajada). Pues bien, como ya sabemos, se permitieron incluso cambiarnos el nombre, pasando de ser San Pedro de Yanguas a San Pedro Manrique, para que quedase bien claro de quien era la villa y quien ordenaba, mandaba hacía y deshacía aquí. Con ellos precisamente es cuando, como algunos creen, se reedificó, amplió y consolidó el viejo castillo cuyos restos son los que tenemos hoy. Era lógico. A estos señores les gustaba tener buenas residencias en sus posesiones. Los edificios hablaban por sí mismos de la categoría de sus dueños dentro de la Otra vista de San Pedro el viejo

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Asociación Amigos de Sarnago

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