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AÑO 6/ NUMERO 26/ DICIEMBRE 2016


Visita, revisa, comenta. http://rufianrevista.org Escríbenos, participa. rufian.revista@gmail.com Dirección General: Lorena Etcheberry y Lieta Vivaldi Coordinación Rufián Revista: Camila Bralic ´ Equipo Editorial: Paula Arrieta Camila Bralic ´ Rosario Carmona

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Javiera Cornejo Loreto Mendeville Cynthia Shuffer

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Gráficas: Lucinda Youns (pgs. 14, 20, 26, 32) http://luciariera.com Myrna Minkoff (pgs. 38, 46) Facebook: @myrnisima Natalia Canto Novoa (pgs. 58, 64, 86) Facebook: @disenabrujeria Verena Urrutia (pgs. 76, 80) http://verenaurrutia.blogspot.com/ Natalia Geisse (pg. 52) Cynthia Shuffer (pg. 94) Nota: las ilustraciones de las páginas 20 y 26 aparecieron en Entre ellas y nosotras: los abortos III (Relatos de revueltas socorristas aborteras) Ediciones La Revuelta. 2016 Portada: Cynthia Shuffer Diagramación: Paula Arrieta


Autonomía y desacato

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Aborto en Chile desde una perspectiva feminista

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Autonomía y desacato

Aborto en Chile desde una perspectiva feminista

Índice 8 Editorial Rufián 10 Sobre este número – Lieta Vivaldi y Lorena Etcheverry 1. Aspectos relevantes del debate 15

Avances y retrocesos de la ley – Entrevista a Gloria Maira

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Solidaridad, propiedad y autonomía – Juan Pablo Mañalich

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¿Cómo se vive la inviabilidad? – Entrevista a la doctora Mónica Kimelman, psiquiatra

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Dilemas éticos ante la cuestión del aborto – Martín Hopenhayn

2. Mirada feminista 39

Con las amigas y en la casa – Entrevista a Viviana Díaz

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3. Mirada histórica, política y poder

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Sexualidad, sociedad y política – Claudia Moreno Standen

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Aborto: entre la gubernamentalidad y la autonomía de los cuerpos – Lorena Etcheberry

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Despenalización social del aborto, un proceso reemergente – Marisa Matamala

4. Producción artística visual 65

Representaciones visuales en torno al aborto en Chile – Valentina Stutzin y Lieta Vivaldi


5. Manejo mediático 77

Editorializar de aborto – Mónica Maureira

6. Mirada al movimiento internacional 81

Internet y acceso a información, medicamentos y abortos seguros – Entrevista a activista de Women Help Women

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Aborto y políticas partidistas en América Latina – Camilla Reuterswaerd

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El silencio vulnerable frente a la ilegalidad – Alicia

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Aborto por inviabilidad - Ignacia

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Tres eran multitud – Patricia

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El médico de las virgencitas, en búsqueda de posibles salidas – Camila

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7. Testimonios

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Editorial Rufián

Abortamos todas. En enero de 2015, el Poder Ejecutivo envió un proyecto de ley de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo bajo tres causales, a saber, riesgo vital para la madre, inviabilidad fetal y embarazos cuyo origen es la violación. Luego de ser aprobado en primer trámite constitucional por la Cámara de Diputados el 17 de marzo de 2016, fue aprobado por la Comisión de Salud del Senado y actualmente está siendo debatido por la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento. De acuerdo a lo señalado por el Ejecutivo, debería ser votado por el Senado en pleno el 10 de enero del 2017, para luego discutir en particular y ser finalmente aprobado dándose por terminada la etapa legislativa. Con esto, después de dos años de amplio debate a nivel público, se marcaría un momento clave para las miles de mujeres que día a día toman la decisión de interrumpir sus embarazos por estas y otras razones, y que desde hace casi tres décadas han sido judicial y socialmente criminalizadas. Ante la urgencia de pronunciarse sobre el tema, en el equipo de Rufián Revista quisiéramos aclarar que todas abortamos. Abortamos todas porque –ya lo dijimos en una editorial pasada– “la lucha contra la penalización del aborto, que en la práctica se vuelve una prohibición solamente aplicable a las clases sociales más desprotegidas, AÑO 6/ NÚMERO 26/ DICIEMBRE 2016

es para nosotras apenas la punta de lanza para la creación de un movimiento colectivo y crítico amplio, que se

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oponga a la histórica marginación de las mujeres de las esferas públicas, al abuso y explotación de los cuales hemos sido víctimas por generaciones y a la violencia cotidiana a la que nos vemos expuestas”. Abortamos todas y siempre lo hemos hecho, pues los antiguos “raspajes” y otras técnicas ancestrales se han practicado desde siempre; están ajenas a la escritura de la historia. No hay fechas ni nociones de tiempo. Tampoco hay cifras ni huellas visibles. Pero se sabe, secretamente, se entiende y se comparte –entre nosotras– que se trata de un desacato histórico. En nuestra herencia se encuentra el testimonio de las mujeres que, en el pasado, se autoagredieron arriesgando su vida en sanatorios clandestinos para conservar el orden dentro de la familia convencional, deshaciéndose de los hijos no deseados cuando ni siquiera había métodos anticonceptivos disponibles. Abortamos todas y abortamos juntas, porque ante la violencia sobre nuestros cuerpos, entre mujeres nos tendemos las manos. Y eso también es parte de nuestra herencia. Abortamos todas porque el debate sobre la despenalización del aborto se da en un contexto bien específico, en un proceso que, después de los “traguitos de más” y las mujeres que “prestan el cuerpo”, en 2016 termina con una lista de eventos que dejan al descubierto el funcionamiento de un discurso abiertamente machista y opresor. Desde marzo de este año, una decena de estudiantes de la Facultad de Filosofía y Humanidades de


la Universidad de Chile ha denunciado una serie de acosos sexuales de parte de profesores de dicha facultad. Ante esta polémica, el académico y premio nacional de historia, Gabriel Salazar, declara que dichos acosos son “una estupidez, no un crimen”. En agosto, los guardias de seguridad de la tienda Ripley echaron con insultos homofóbicos a una pareja de mujeres que había osado besarse en público. Algunos meses después, la misma empresa se apropia de la consigna #niunamenos para vender camisetas, en una campaña publicitaria tan descontextualizada que utilizó imágenes de mujeres a las que, irónicamente, se les había cortado la cabeza. En el mismo contexto, el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género, en una campaña televisiva “Por un #ChileSinFemicidios”, presenta únicamente actores hombres en pantalla, con una voz en off masculina que se refiere a las mujeres solo en calidad de “tu mamá”, “tu hermana” o “tu hija”. Y para coronar el año, nos encontramos con que hay quienes no entienden que regalar una muñeca inflable no es solamente de pésimo gusto –ciertamente no porque ofenda a la economía–, sino que es una de esas miles de “tallitas” que no hacen más que perpetuar un sistema machista y violento. Porque la única razón por la que se sostiene regalar una figura de mujer con la boca tapada y la vagina al aire es porque arriba del escenario se encontraban “el” presidente de los exportadores, “el” ministro de economía, “el” senador y “el” ex ministro… y la promotora, claro, atrás, calladita y sonriente. Abortamos todas, porque expresiones como “violencia obstétrica” son neologismos necesarios para develar prácticas que sostienen y son sostenidas por un sistema que se apropia de los cuerpos femeninos y desconoce a las mujeres como sujetos de derecho con capacidad para decidir sobre sus vidas. Porque en la violencia obstétrica se evidencia, una vez más, que el machismo opera en conjunto con otras violencias, como el racismo y el clasismo, por ejemplo, en el caso de Lorenza Cayuhan, quien fue obligada a parir engrillada y en presencia

Abortamos todas porque a los chilenos nos quitaron la autonomía sobre nuestros cuerpos el 11 de septiembre de 1973, y dieciséis años después, justo antes de recuperarla, a las mujeres chilenas nos la volvieron a quitar. No es casualidad que la penalización total del aborto haya sido la última acción de la Dictadura, movilizada por quien, además de ser un fanático religioso, fuera un astuto estratega político. La prohibición no apunta –y nunca apuntó– a reducir el número de abortos realizados en el país, sino a profundizar un sistema de control y de privilegios. Abortamos todas en Rufián Revista porque hemos establecido contacto con una reflexión profunda sobre la desobediencia a la norma, como respuesta casi fundacional a la creación de esta última. Hoy vale para nosotras hacernos cargo de la penalización y su desobediencia desde otros puntos de vista. Ya no sentimos que nuestra motivación para abortar sea no cumplir las expectativas del rol materno, “no estar aptas” para el constructo femenino de la sociedad, o haber fracasado. El aborto se perfila hoy como un método de autoliberación que se reconoce histórico y legítimo, en el que las mujeres materializamos la autonomía sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Un acto que temerariamente representa la alternativa al mandato de la mujer-madre, la diferencia y el desacuerdo frente a los roles para los cuales se nos ha entrenado. Esto es, un aborto sin culpa. Un aborto libre.

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de un gendarme, por su calidad de mujer, presa y mapuche.

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Sobre este número

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Lorena Etcheberry y Lieta Vivaldi

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El último año de la Dictadura Militar chilena la problemática del aborto se agudizó, produciendo que Chile fuera uno de los pocos países del mundo donde es inexistente el aborto terapéutico, condenándolo bajo todas sus formas. La herencia de la Dictadura generó la práctica abortiva en ilegalidad, teniendo consecuencias concretas en las mujeres que lo practican, tanto en su salud, integridad y autonomía física, como en sus derechos sexuales reproductivos y en su reconocimiento como sujetas de derechos. Desde una mirada feminista –que es la adoptada en el presente número– el acceso a aborto seguro es una de las demandas sentidas que va en pos de la autonomía, donde las mujeres somos soberanas de nuestra propia biografía y como tales podemos decidir nuestro proyecto vital, además de poder ejercer nuestros derechos

La problemática del aborto también se vincula a un problema de (in)justicia social, dado que las mujeres chilenas de sectores acomodados tienen los recursos para abortar en el extranjero, en clínicas privadas seguras o contar con mayores redes en caso de complicación por un aborto médico, mientras que las más pobres caen en prácticas inseguras dañando su integridad física además de ponerse en riesgo judicialmente. También, el debate sobre el aborto recoge las discusiones desde la bipolítica y el biopoder en función de determinar cómo es el cuerpo de las mujeres en nuestro país: cuerpos tutelados, modelables, insurgentes o revelados y qué entidad es la que determina estas construcciones de cuerpos en la sociedad. De este modo no nos es indiferente el modo en que el Estado concibe dichos cuerpos, entregándole o quitándole garantías a los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres; tampoco nos es indiferente cómo los medios de comunicación hablan sobre nuestros cuerpos o cómo la Iglesia determina moralmente la construcción de dichos cuerpos. Recientemente en nuestro país se ha aceptado la idea de legislar el aborto bajo tres causales: inviabilidad fetal, riesgo de vida de la mujer y violación. Si realmente implica un avance para los derechos sexuales y

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sexuales y reproductivos, librando de ataduras a los cuerpos tutelados.

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reproductivos, si recoje las demandas feministas, si el proyecto representa un real conocimiento a nuestra capacidad de decidir y otras preguntas serán abordadas a lo largo de este número, pero lo cierto es que este proceso ha logrado posicionar en el debate público el aborto, generando un entorno de discusión donde los partidos políticos y los gobernantes exponen sus posiciones cruzadas por posturas religiosas, médicas, morales y legales, entre otras dimensiones. También el movimiento feminista ha estado presente, ya sea impulsando el proyecto de modo que logre garantizar en la mayor medida que las mujeres accedan a abortos seguros o bien mediante estrategias de resistencia que buscan la llamada despenalización social y cultural del aborto. El presente número trabajará sobre el aborto bajo una perspectiva feminista, es decir, antipatriarcal, anticapitalista y crítica, contemplando la necesidad de informar a los/as lectores/as sobre el proceso que se está viviendo en Chile. Asimismo, la mirada no solo se centrará en Chile, sino que se abrirá a la construcción de una perspectiva latinoamericanista desde distintas disciplinas y miradas que co-construyen la perspectiva de un caleidoscopio con una realidad de cristales multicolores. En la primera parte vemos los aspectos relevantes del proyecto de ley actualmente en discusión. Gloria Maira, como activista feminista y ex subdirectora del SERNAM, nos da su mirada del proyecto de ley, sus limitaciones, avances y retrocesos. Juan Pablo Mañalich analiza tres formas básicas de razonamiento jurídico para fundamentar la permisibilidad del aborto: propiedad, solidaridad y autonomía. Luego la psiquiatra Monica Kimelmann relata desde su experiencia psicomédica la problemática de la segunda causal: abortos por inviabilidad fetal y cómo las mujeres viven un embarazo en estas circunstancias en el contexto de ilegalidad absoluta. Por último Martín Hopenhayn analiza desde la filosofía los dilemas éticos que presenta el aborto,

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fundamentando la importancia de la autonomía de la mujer.

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En la segunda sección, el aborto es tratado desde una mirada feminista por la activista Viviana Díaz, parte de “Con las amigas y en la casa”. Nos relata su experiencia como médica y activista feminista en la generación de estrategias de resistencia y solidaridad entre mujeres. Luego vemos el aborto desde una mirada histórica, política y de poder, y la tangencialidad de los discursos. Claudia Moreno reflexiona sobre el rol de la academia, y en específico de las ciencias sociales, en la discusión pública y el activismo. Lorena Etcheberry analiza la construcción biopolítica del aborto como una política pública de los cuerpos y Marisa Matamala analiza el proceso sociohistórico de la legalización/prohibición del aborto, en especial la despenalización social del aborto y el rol que el feminismo tiene en dicho proceso. Valentina Stutzin y Lieta Vivaldi escriben sobre la representación visual del aborto desde las diversas campañas, tanto aquellas que están en contra de su liberalización, como las que están a favor del proyecto de ley y aquellas que buscan una legalización más amplia o bien generan estrategias de solidaridad para apoyar a mujeres que viven la experiencia. Respecto al manejo mediático de la ley de aborto, la periodista Mónica Maureira escribe sobre la cobertura del aborto y el papel que desempeñan los medios de comunicación y el movimiento feminista.


Desde una visión latinoamericana, una activista de Women Help Women nos cuenta sobre los avances y dificultades para la práctica abortiva en países que penalizan el aborto. Camila Reutersward escribe sobre los procesos políticos de liberalización del aborto, el rol de los partidos políticos, sus estrategias y motivaciones, tomando el caso de México y Uruguay. Nos pareció fundamental recoger las miradas y experiencias de mujeres que se han realizado un aborto. Por esta razón, contamos con generosos testimonios y voces desde sus propias vivencias. De este modo, el presente número sobre aborto contemplará miradas que se constituyen desde el proceso legal, el poder, las expresiones artísticas, las experiencias personales, lo psicomédico, los movimientos sociales y los medios de comunicación. Todo cruzado por esta perspectiva feminista que aúna criterios desde una agencia que transforma la realidad histórica de la cual somos protagonistas. Queremos agradecer a todas y todos quienes colaboraron en esta publicación, al comité editorial de Rufián Revista y también a las ilustradoras que contribuyeron para este número: Lucinda Youns, Myrna Minkoff, Natalia Geisse, Natata Canto y Verena Urrutia. Nos parece muy relevante el lanzamiento de este número de Rufián, ya que a través de artículos, entrevistas, ilustraciones y testimonios, entre otros, se hace patente una problemática que afecta a los cuerpos de las mujeres, los que por medio de la acción estatal quedan privados de su acción libertaria y liberadora. Les

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invitamos a leer y esperamos que lo disfruten tanto como nosotras.

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Aspectos relevantes del debate

Avances y retrocesos del proyecto de ley Entrevista a Gloria Maira Gloria Maira explica el proyecto de ley, los retrocesos existentes y cómo el movimiento feminista ha incidido en el avance del aborto.

¿Cuál ha sido tu trayectoria como feminista respecto a la lucha por liberalizar el aborto en Chile? Desde que regrese al país me vinculé con el movimiento feminista y particularmente con las organizaciones relacionadas con la lucha por la despenalización y liberalización del aborto en Chile. Luego de las movilizaciones por el acceso universal a la anticoncepción de emergencia, participé con otras feministas en la creación de la articulación por la libertad de decidir que tuvo como eje central de trabajo el aborto libre, seguro y gratuito. Adicionalmente mi tesis de maestría (FLACSO) versa sobre el aborto en Chile. ¿Por qué crees que el aborto no logró ser debatido en el parlamento por tanto tiempo? ¿A qué se debe el cambio sucedido en el año 2015? Desde la recuperación de la democracia, el movimiento feminista en sus distintas expresiones ha demandado la modificación de la legislación vigente heredada de la dictadura. En la década de los noventa, la demanda

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Por Lorena Etcheverry y Lieta Vivaldi Gloria Maira es activista feminista. Economista, Magíster en Ciencias Sociales con Mención en Género de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Quito, Ecuador, 2001. Ex Subdirectora/Subsecretaria del Servicio Nacional de la Mujer; Funcionaria de Organismos Internacionales y de Organismos No Gubernamentales.

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el proyecto de ley de despenalización del aborto en tres causales no es un proyecto de ley feminista. Es el acuerdo que se pudo lograr entre los partidos de la Nueva Mayoría

se centró principalmente en recuperar lo perdido, es decir, la posibilidad de acceder al aborto por razones terapéuticas. Desde la década siguiente, la demanda se ha centrado en el aborto libre, seguro y gratuito. Durante los gobiernos de la Concertación, el movimiento buscó compromisos de los candidatos presidenciales y también de parlamentarios y parlamentarias para lograr la despenalización del aborto, a lo menos por razones terapéuticas. La demanda no fue acogida bajo argumentos como que no era el momento político adecuado o que liderar una iniciativa de este estilo representaba altos costos políticos; también se reiteraba permanentemente el carácter conservador de la sociedad chilena. La posibilidad de modificar la legislación que penaliza el aborto en toda circunstancia viene de la mano de transformaciones culturales importantes en la sociedad chilena. La libertad de opción y el respeto por esa decisión se ha ido expresando con fuerza desde el movimiento feminista y el de las diversidades sexuales; a esto se agrega el mayor acceso a información de las personas y particularmente las generaciones jóvenes, producto de la revolución de las comunicaciones. Todos estos factores han levantado una voz importante en el

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debate público en pos del derecho a decidir de las personas, lo que incluye el aborto y también la posibilidad

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de decidir sobre la identidad y el proyecto de vida. De manera coyuntural, el hecho de que varias feministas participamos en los equipos que trabajaron el programa de la presidenta Bachelet permitió que la despenalización del aborto en tres causales quedara incluida como compromiso de gobierno. Fuiste de las gestoras del proyecto de ley. Considerando que para gran parte del feminismo la lucha ha sido por el aborto en términos más amplios que el ahí contemplado, ¿por qué lo impulsaste? ¿Qué aspectos contemplaba ese proyecto que, desde el feminismo, lo hacía relevante para los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres? Es importante aclarar que el proyecto de ley de despenalización del aborto en tres causales no es un proyecto de ley feminista. Es el acuerdo que se pudo lograr entre los partidos de la Nueva Mayoría. Quienes formamos parte del grupo de mujeres que participó en la estructuración del programa, cada una representante de un partido político, comprobamos que las tres causales eran el piso posible: riesgo vital, inviabilidad fetal y embarazo producto de violación.


Desde mi perspectiva, el punto crucial a defender

El proyecto aprobado por la Cámara de Diputados tiene retrocesos importantes respecto del proyecto presentado por el Ejecutivo

en este contexto era y es la libre decisión de la mujer respecto de una gestación en las circunstancias señaladas. En nuestra legislación el derecho a decidir en ámbitos de la sexualidad y la reproducción no está reconocido. Por tanto, instalar como piedra angular de la iniciativa legal el derecho de decisión de mujeres, adolescentes y niñas es un paso importante hacia el reconocimiento de la autonomía reproductiva. ¿Cómo piensas que ha evolucionado el proyecto con las indicaciones propuestas?

El proyecto aprobado por la Cámara de Diputados tiene retrocesos importantes respecto del proyecto presentado por el Ejecutivo. Hay pérdidas en 1) la autonomía reproductiva progresiva de las niñas y adolescentes, porque la Cámara eliminó la posibilidad de que ellas accedieran a tribunales cuando su decisión fuera distinta a la de sus tutores; 2) el acceso al aborto en casos de violación cuando esta afecta a las niñas, ya que la Cámara disminuyó de 18 a 14 semanas el período para hacer la interrupción de la gestación; y 3) el derecho a la intimidad y vida privada de las mujeres mayores de 18 años, dado que la Cámara estableció la obligatoriedad de denuncia ante Fiscalía de los jefes de los centros de salud en caso de que se invoque la

¿Qué te ha parecido el debate parlamentario? ¿Por qué crees que la causal de violación es la más resistida por los sectores conservadores? El debate parlamentario ha sido precario, limitado a las visiones particulares de cada parlamentario y parlamentaria, y muy poco sustentado en los derechos de las mujeres. Las creencias religiosas personales se han puesto por sobre el interés general y los estándares que caracterizan una sociedad moderna y democrática. Se manipula el derecho a la vida desde posturas absolutas que no entran en interlocución con nada y presentan como alternativa única la continuidad de la gestación a cualquier costo para la mujer. Se invoca el derecho canónico a pesar de que vivimos en un Estado laico... en fin, lamentable. La causal de violación es la más resistida porque es la que encarna el poder de decisión y la autonomía de las mujeres. En la de riesgo vital y la de inviabilidad

La causal de violación es la más resistida porque es la que encarna el poder de decisión y la autonomía de las mujeres

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causal de violación.

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fetal, se estima que existe un deseo de maternidad y que esta no es posible por circunstancias extremas. En el caso de embarazo como resultado de la agresión sexual, se trata de una gestación forzada, impuesta de manera violenta, y se reconoce el derecho de la mujer a decidir si continúa o no con esa gestación. Aquí se expresa la autonomía reproductiva de las mujeres, y esto es lo que causa mayores resistencias en los sectores conservadores que no quieren mujeres liberadas, sino cuerpos femeninos tutelados.

modificar las normas constitucionales para que se respete el derecho a decisión de las personas en asuntos de su sexualidad y reproducción es un punto de partida, no uno de llegada

En este momento el proyecto no tiene urgencia legislativa (aunque personas del Ejecutivo han declarado que esperan tenerlo aprobado en enero 2017). ¿Qué te ha parecido el rol que ha tenido el Ejecutivo y en particular el SERNAM al impulsar el proyecto? Creo que el Ejecutivo, y particularmente el SERNAM, ha buscado acuerdos con las fuerzas políticas de la Nueva Mayoría para lograr la aprobación del proyecto de ley. Estimo, sin embargo, que se ha convenido en materias que afectan el espíritu original del proyecto, particularmente en los puntos que he señalado en una pregunta

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anterior, y que afectan la voluntad de las mujeres.

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Es importante agregar que la tramitación del proyecto, su debate, se inscribe en el momento político que vive el pacto de gobierno y las evidentes tensiones allí presentes. Se sabía de las resistencias externas a la Nueva Mayoría, de la derecha y los sectores conservadores, pero creo que no se pensó en un escenario interno, como el que se ha enfrentado, donde un partido de la coalición, más específicamente un sector de la democracia cristiana, se ha opuesto al proyecto en su totalidad y ha levantado distintas amenazas frente a su eventual aprobación. ¿Crees que el proyecto de ley será aprobado? Y de serlo, considerando que ha sufrido algunos cambios, ¿qué aspectos del proyecto original consideras necesarios de preservar? En estos momentos es difícil hacer un pronóstico sobre la suerte del proyecto de ley. Es posible que existan votos para aprobar la primera y la segunda causal, pero la incertidumbre es total frente a la causal de violación, aun cuando esta razón tiene un apoyo extendido y creciente de la ciudadanía. En Chile, ¿se podrá dar pronto un debate sobre el aborto por plazos? ¿Cuál ha sido o debería ser el papel del feminismo para impulsar este debate?


El debate sobre el aborto se va a reeditar en el contexto del proceso constitucional y seguramente más allá de él. Este derecho de las mujeres siempre es impugnado por los sectores conservadores en el mundo entero, y las mujeres se ven en la necesidad de defender permanentemente lo avanzado. Si se revisa lo sucedido en el continente es claro que modificar las normas constitucionales para que se respete el derecho a decisión de las personas en asuntos de su sexualidad y reproducción es un punto de partida, no uno de llegada. Aprobada la norma, los procesos hablan de al menos dos décadas para modificar las culturas institucionales e implementar políticas públicas que garanticen el acceso a la prestación de salud. El rol del feminismo frente al derecho al aborto ha sido, es y será fundamental. Sin este motor, cualquier cambio corre el riesgo de no modificar patrones culturales de subordinación y, por tanto, mantener durante décadas la

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penalización del aborto y la criminalización de las mujeres que lo practican (¡que somos todas!).

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Aspectos relevantes del debate

El artículo contrasta tres líneas de argumentación que se pueden ofrecer a la hora de fundamentar la permisibilidad del aborto, cada una de las cuales se basa en una forma básica de razonamiento jurídico: propiedad, solidaridad y autonomía. Luego de levantar objeciones contra el postulado de una relación especial de solidaridad entre la mujer y la criatura creciendo dentro de su cuerpo, como también contra la afirmación de propiedad sobre el propio cuerpo, el trabajo esboza un modo de entender la autonomía que justifica la permisibilidad del aborto consentido por la mujer cuya autodeterminación está en juego. Juan Pablo Mañalich R. Profesor de Derecho Penal, Universidad de Chile. Becario de la fundación Alexander von Humboldt, PhD Bonn University, 2008.

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Solidaridad, propiedad y autonomía: la permisibilidad del aborto frente a tres formas del pensamiento jurídico

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Es característico que en el debate acerca de la permisibilidad del aborto algunos de los participantes en el mismo validen, explícita o veladamente, una interpretación “especieísta” del concepto de persona, bajo la cual para que un ente X sea persona sería necesario y suficiente que X sea un individuo (vivo) de la especie humana. Por esta vía, el “problema del aborto” queda definido por la existencia de un potencial conflicto entre intereses de dos individuos que exhibirían un mismo estatus normativo. En estos términos, el levantamiento de la prohibición del aborto, en casos en que este haya de ser practicado en conformidad con la voluntad de la mujer embarazada, parece quedar sometido a la contingencia de que los intereses de esta, que se ven actual o prospectivamente amenazados por la subsistencia de ese mismo embarazo, sean de tal peso que logren relativizar la consideración favorable al resguardo del interés en su propia supervivencia que se atribuye al embrión o feto. Con ello se produce una simple sustitución de la carga que pesa sobre cualquier mujer que experimenta un embarazo no deseado, a saber: la sustitución de la carga existencial de tolerar ese embarazo por la carga discursiva de fundamentar la permisibilidad –más o menos marginal– de su interrupción1. Precisamente esta es la situación argumentativa que valida el proyecto de ley gubernamental, dirigido a reconocer la licitud –y por esta vía producir una descriminalización– de la interrupción del embarazo practicada en cualquiera de las situaciones que se corresponden con las así llamadas “tres causales”. Esto basta, a mi juicio, para advertir la manifiesta insuficiencia de la regulación así propuesta, desde ya si se asume, como premisa metodológica, la exigencia de que el “problema de la permisibilidad del aborto” sea radicalmente secularizado. Y el despliegue de este esfuerzo de secularización radical pasa por abandonar cualquier posible compromiso con la postulación del supuesto “carácter sagrado de la vida humana”. Si llegamos a advertir, por vía de secularización, que el único fundamento plausible para reconocer a un ente X como titular de un derecho a la vida ha de estar constituido por un interés de X en su propia supervivencia, entonces podremos advertir

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que para ser titular de semejante derecho a la vida no es necesario, pero tampoco suficiente, ser un individuo,

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orgánicamente diferenciado, de la especie humana. En este marco no me es posible desarrollar, de un modo mínimamente satisfactorio, el argumento necesario para sustentar esta última conclusión, que en efecto sirve de premisa para la defensa de la irrestricta permisibilidad del aborto practicado en conformidad con la voluntad de la mujer embarazada, en razón de que no hay interés alguno cuyo resguardo pudiera legitimar una prohibición de la interrupción del embarazo que hubiera de reclamar validez en tal caso2. Lo que quisiera, más bien, es intentar poner sobre la mesa algunas claves que definen, en una perspectiva propiamente jurídica, lo que cabría llamar la “topología ideológica” del debate acerca de la permisibilidad del aborto, circunscribiendo el análisis al estatus normativo de la interrupción de un embarazo resultante de una violación. Creo que la topología ideológica del debate así contextualizado, y codeterminado por el ya denunciado déficit de secularización, se deja esclarecer si recurrimos a tres categorías que se identifican con lo que podríamos caracterizar como formas básicas del pensamiento jurídico, a saber:

(1) Véase al respecto Mañalich, Juan Pablo: “Ontología sexual y derecho penal”, en CECU, En Reversa, Santiago: Párrafo, 2011, pp. 75 ss., 95 ss. (2) Véase Mañalich, Juan Pablo: “La permisibilidad del aborto como problema ontológico”, Derecho y Humanidades 23 (2014), pp. 305 ss.


las formas jurídicas que se corresponden con los

en razón de su radical falta de responsabilidad por la génesis de ese proceso de gestación, la supervivencia del embrión o feto anidado en su útero no es algo que pueda incumbir, de un modo normativamente exigible, a la propia mujer embarazada

conceptos de solidaridad, propiedad y autonomía. Pensar el problema a través del lente de la solidaridad supone aproximarse a la posición en la que se encuentra una mujer que ha resultado embarazada a consecuencia de una violación perpetrada sobre ella como la posición de alguien que, ante la situación de necesidad de otro, se nos presenta como ocupando el lugar de un buen o mal samaritano. Justamente este es el punto de vista que asumía, hace un tiempo, una senadora de la República cuando observaba que la mujer embarazada es alguien llamado a “prestar el cuerpo” al embrión o feto anidado en su útero. Que está lejos de ser evidente que pueda en efecto sustentarse

esta proposición, sin embargo, es la moraleja que la filósofa estadounidense Judith Jarvis Thomson pretendía extraer del análisis de su célebre “caso del violinista”, cuya relación es la siguiente: Supongamos [nos dice Thomson] que usted despierta una mañana y se encuentra en la cama con un violinista inconsciente. Un famoso violinista inconsciente. Se le ha descubierto una enfermedad renal mortal y la Sociedad de Amantes de la Música ha consultado todos los registros médicos y ha descubierto que solo usted tiene el grupo circulatorio del violinista al suyo para que sus riñones puedan purificar la sangre del violinista además de la suya propia. Y el director del hospital le dice ahora a usted: “Mire, sentimos mucho que la Sociedad de Amantes de la Música le haya hecho esto. Nosotros nunca lo hubiéramos permitido de haberlo sabido. Pero, en fin, lo han hecho, y el violinista está ahora conectado a usted. Desconectarlo significaría matarlo. De todos modos, no se preocupe, solo es por nueve meses. Para entonces se habrá recuperado de su enfermedad y podrá ser desconectado de usted sin ningún peligro”.3 La pregunta que Thomson plantea a continuación parece plantearse por sí sola: ¿se encontraría usted moralmente obligado a acceder a esta solicitud? Si esta pregunta es entendida como una concerniente a la plausibilidad de la postulación de un vínculo de solidaridad que pudiera sustentar un deber de tolerancia de la conexión con el organismo del violinista por parte del individuo que, habiendo sido secuestrado, ha despertado descubriendo que ha sido sometido a esa conexión sin que ello le sea de manera alguna imputable, la respuesta parece ser negativa. Y si la respuesta a esta pregunta es negativa, de ello se sigue que también debe serlo la respuesta a la pregunta de si la mujer que ha sido víctima de una violación puede quedar sometida

(3) Thomson, Judith Jarvis: “A Defense of Abortion”, Philosophy & Public Affairs 1 (1971), pp. 47 ss., 48 s.

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sanguíneo adecuado para ayudarle. Por consiguiente, le han secuestrado y por la noche han conectado el sistema

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al deber de soportar el embarazo resultante de esa violación, en razón de que las dos situaciones son equivalentes desde el punto de vista de sus propiedades moralmente relevantes. Lo importante aquí es reparar en que la alegación de la inexistencia de un vínculo de solidaridad entre la mujer embarazada y el embrión o feto, cuyo proceso de gestación se ha desarrollado a partir de una violación perpetrada por un tercero

el cuerpo de cada uno de nosotros no es algo así como una cosa (“corporal”) que sea extrínseca a nuestra propia constitución individual

sobre aquella, equivale a un alegato cuyo sentido se corresponde con lo que los abogados llamaríamos un reclamo de “inoponibilidad”: en razón de su radical falta de responsabilidad por la génesis de ese proceso de gestación, la supervivencia del embrión o feto anidado en su útero no es algo que pueda incumbir, de un modo normativamente exigible, a la propia mujer embarazada. Pienso que la estructura negativa del argumento así delineado (cuyo carácter de tal está dado porque el mismo se construye sobre la invocación de la negación de un vínculo de solidaridad especial) explica que, desde la vereda prohibicionista, tienda a ser retóricamente explotada la imagen de la mujer que no se muestra dispuesta a llevar adelante el embarazo así generado como alguien distintivamente egoísta, insensible ante la situación de necesidad y vulnerabilidad en la que constitutivamente se encuentra otro ser (el embrión o feto) que es igualmente no-responsable de la

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génesis de su proceso de gestación.

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Para contrarrestar la fuerza retórica de la imagen así construida, es esperable que en defensa de la permisibilidad de la interrupción de un embarazo resultante de una violación sea esgrimido un argumento de carácter positivo a favor de la tesis de la “inoponibilidad”. Tal argumento suele ser desplegado sobre la base de una segunda categoría que sintetiza otra forma básica del pensamiento jurídico, a saber: el concepto de propiedad. En estos términos, el alegato de que el embarazo resultante de una violación es inoponible, en el sentido ya explicado, a la mujer que ha resultado embarazada de ese modo descansa en la afirmación de que la mujer es dueña (esto es, propietaria) de su cuerpo, de modo tal que ella podría “gozar y disponer” de este “arbitrariamente”, según la definición de “dominio” o “propiedad” plasmada en el art. 582 del Código Civil. El problema está, sin embargo, en que la caracterización de una persona como propietaria de “su” cuerpo resulta tanto metafísica como normativamente desafortunada. Pues el cuerpo de cada uno de nosotros no es algo así como una cosa (“corporal”) que sea extrínseca a nuestra propia constitución individual. La trampa consiste en lo que cabría llamar un falacia por “analogía invertida”: si bien tiene perfecto sentido entender que la relación entre una persona y uno o más objetos de su propiedad puede adquirir el carácter de una relación de auto-identificación, en el sentido de que esos objetos pasen a ser considerados por su dueño como extensiones de sí mismo, de ello no se sigue, a la inversa, que la relación entre una persona y su “propio” cuerpo pueda ser entendida como equivalente a una relación de propiedad sobre un objeto. Una vez que se advierte


la incoherencia de una metafísica dualista (de corte “cartesiano”), tendría que resultar claro que una persona no solo tiene un cuerpo, sino que al mismo tiempo es su cuerpo. Pues si alguien nos dijese que simplemente tiene un cuerpo, lo pertinente sería preguntarse, con Wittgenstein, “¿quién habla aquí con esta boca?”.4 Ciertamente, lo anterior no equivale a decir que una persona sea nada más que su cuerpo. A este respecto, resulta especialmente ilustrativa la analogía, sugerida por Derek Parfit, entre la existencia de una persona y la existencia de una nación: el cuerpo de una persona es a la existencia de esa misma persona lo que el territorio de una nación es a la existencia de esa misma nación5. Una consecuencia decisiva de esto último es que así deja de tener sentido la reducción del valor del propio cuerpo a nada más que su valor de uso. Pues si mi cuerpo es una parte –y más precisamente: un aspecto– de mí mismo, su valía para mí no puede agotarse en el uso que yo pueda darle. Esto descansa en que el valor de uso que puede exhibir un objeto cualquiera no es sino el valor que ese objeto tiene para una o más personas. Pero entonces, la propia valía de una persona, en cuanto persona, no es reducible –so pena de circularidad– a un eventual valor de uso. Y si eso es predicable de la valía de una persona, entonces (por implicación) ello también es predicable de la valía del cuerpo de esa persona, precisamente porque esa persona no es algo distinto de su cuerpo. Con esto llegamos a estar en condiciones de articular, de mejor manera, cómo tendría que construirse el alegato de la permisibilidad de la interrupción de un embarazo resultante de una violación: puesto que el cuerpo de la mujer embarazada no es una cosa de la cual ella sea dueña, reducible a un determinado valor de uso, sino que representa un aspecto intrínsecamente constitutivo de su propia identidad, tratar su cuerpo como una incubadora es tratarla a ella misma como una incubadora. Aquí emerge una tercera forma básica del pensamiento jurídico, que se identifica con el concepto de autonomía. Bajo la interpretación de esta noción dominación. Esta conceptualización es especialmente sugerente aquí, dado que la violación se corresponde con el paradigma de una forma de comportamiento que ejemplifica una relación de dominación. Pues ante todo, la violación es un delito de objetualización, justamente porque en ella se materializa la pretensión de reducir la valía del cuerpo de otra persona a su mero valor de uso. Esto último nos lleva de regreso, irónicamente, al topos de la solidaridad: quienes se oponen a que la víctima de una violación pueda ver lícitamente interrumpido el embarazo resultante de esa violación, pueden creer, tal vez, que solidarizan con “una creatura inocente e indefensa”, pero de hecho solidarizan con el violador, haciendo suya la pretensión de que la mujer violada quede forzada a soportar un embarazo, así como a asumir eventualmente una maternidad, que otro le ha impuesto criminalmente.

(4) Wittgenstein, Ludwig: Über Gewissheit, Werksausgabe, tomo 8, Fráncfort del Meno: Suhrkamp, 1984, § 244. (5) Parfit, Derek: Reasons and Persons, Oxford: Clarendon Press, 1987, pp. 211 ss., 294 s.

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que es propia de la tradición del republicanismo, por “autonomía” cabe entender un estatus relacional de no-

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Aspectos relevantes del debate

Mirada psicomédica

¿Cómo se vive la inviabilidad?

La entrevistada comparte, como miembro de un equipo de psiquiatría perinatal en un hospital, su mirada desde la experiencia en el acompañamiento a mujeres a las que se les ha dado la noticia de inviabilidad del feto. Las distintas reacciones, el duelo y la violencia que significa la prohibición del aborto en estos casos, forman parte del día a día en el quehacer de estas instituciones.

Por Lieta Vivaldi ¿Te ha tocado ver casos de embarazos con incompatibilidad fetal? Muchos, porque trabajo como psiquiatra en un hospital de referencia. Ahí se concentran diversas patologías, ya que llegan mujeres derivadas de todo un sector; por lo mismo es también un hospital con mortalidad neonatal alta. Si bien con los avances médicos el diagnóstico antenatal ha mejorado mucho, no todas las enfermedades se detectan en el primer trimestre; muchas son detectadas durante el segundo.

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Entrevista a la doctora Mónica Kimelman, psiquiatra.

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¿Cómo enfrentan un embarazo cuando hay situaciones de incompatibilidad con la vida del feto o malformaciones severas? La noticia de incompatibilidad con la vida del feto o malformaciones severas llega en un momento en que la mujer por lo general ya se ha comprometido con el embarazo. Nosotros como equipo recibimos a estas mujeres. Mis horas son académicas y nos articulamos con el equipo de obstetricia y neonatología; desde hace cuatro años en la maternidad contrataron, por Chile Crece Contigo, a una psicóloga y una asistente social, que configuran el equipo junto con la psiquiatra y alumnos, doctores, matronas, etcétera. Cuando se detectan malformaciones nos derivan las mujeres a nosotros, como equipo de psiquiatría perinatal. Pero las noticias se saben en diferentes momentos del proceso reproductivo, generalmente a partir del segundo trimestre. Es un proceso largo de constatar. ¿Cuáles son las reacciones de las mujeres frente al diagnóstico? En cuanto a las reacciones de las mujeres hay patrones generales y otros más específicos. Siempre las mamás tienen una cara de schok, de “no es posible” y “no lo puedo creer”, y vienen los mecanismos de negación. Se ve en gente súper pobre que empiezan a hacerse otras ecografías o a buscar otras explicaciones. En ese sentido es muy importante la relación con el equipo y obstetra, porque o si no empiezan lo que llamo un “shopping médico”. La reacción de la mujer depende mucho de cómo ha sido la relación con el embarazo. Si no ha querido quedar embarazada y no acepta el embarazo, en ocasiones siente alivio, y después viene la culpa que es dramática, tan

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fuerte como la angustia de las otras mamás. Hecha esa salvedad, las madres describen que se les derrumbaron

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todos sus sueños y expectativas: vienen las culpas, angustias y rabias y “¿qué habré hecho mal?”. También a veces hay rabia que se proyecta al equipo médico, sobre todo cuando se detectó tarde. El otro rasgo que he visto harto es que a veces la mamá tiene sentimientos casi paranoideos con el bebé, porque sienten que la guagua es un monstruo, la malformación se la imaginan horrible. No logran imaginarse cómo es. Se empiezan a buscar fotos de internet y eso aumenta generalmente la paranoia. Los rasgos de personalidad de cada mujer son claves en cómo reaccionan. O sea, por ejemplo, hay mujeres que sienten que gestar un hijo malformado es una incapacidad de concebir o de tener un hijo sano, entonces lo sienten como una herida narcisística, y eso les da mucha rabia y eso aumenta los sentimientos paranoides con el bebé. El eros y el tanatos están siempre presentes: quiero que viva pero si muere, yo voy a tener menos angustia. Hace un tiempo tuvimos una paciente de diecinueve años que cuando se le hizo el diagnóstico pedía a gritos que le sacaran la guagua porque era un monstruo y ella quería hacer su vida tranquila. Ella tuvo que continuar su embarazo, porque no había otra alternativa. Respecto al aborto, hay madres a las que las detiene el miedo de tener algún problema. Han existido situaciones en las que hay que extirpar o se presentan complicaciones, entonces algunas mujeres se atreven a arriesgarse


y otras no. Es muy diverso el panorama. Hay mujeres

La noticia de incompatibilidad con la vida del feto o malformaciones severas llega en un momento en que la mujer por lo general ya se ha comprometido con el embarazo

que solo quieren que les saquen la guagua pronto. Siempre es impactante la noticia, pero como la ideología de cada uno es diferente, algunos usan la negación y siguen viviendo así, hay una disociación. Sin embargo, para la mayoría de las mujeres la angustia es permanente y una de las cosas que más afecta es la incertidumbre del “cuándo” va a morir el bebé. La información que dan los obstetras es biomédica, informan que va a morir, pero no se sabe cuándo. Puede ser dentro de la guata o al nacer, o a las pocas horas o a los pocos días. Eso es lo que se dice. A las madres se les instala la incertidumbre. Hay madres que tienen insomnio, que no se atreven

a dormir porque se puede morir la guagua. Comen azúcar para ver si está viva o muerta, parten al servicio de urgencia. Es una tremenda ansiedad. Es mucho más difícil de tolerar en el primer embarazo. En el segundo o tercero ya hay experiencia y sienten más comunicación con el bebé. Recuerdo una pareja que recibió el diagnóstico de incompatibilidad en la semana 23. A partir de la noticia la mujer dice haber sentido pena, injusticia, “por qué me pasa esto a mí, iba todo tan bien, se movía, iba todo normal, en cambio ahora no sé qué hacer, voy a tener que contratar servicios funerarios, no sé si va a morir o nacer”. También con muchos sentimientos de injusticia “por qué si yo me cuidé tanto me pasó esto, si la X que tomó pasta base tiene hijos”. Entonces la mujer piensa, “algo hice mal, algo comí, quizás fue el sushi, porque me dijeron que el sushi hacía

¿Qué opciones se le pueden ofrecer a una mujer en esta situación? Algunas mujeres piden que se les interrumpa el embarazo, y lo único que se les puede ofrecer es el “adelantamiento del parto”, que solo se realiza en algunos hospitales, pero hay que esperar que el bebé sea de una edad viable. Algunos doctores lo hacen a las 26 semanas otros a las 28, 30 o 32, porque ahí técnicamente ya no es un aborto. Pero hay médicos muy miedosos y temen una eventual demanda si la mujer se arrepiente. Para mí como psiquiatra es terrible estar acompañando a la mamá en esa situación, ya que no hay más opciones. El duelo lo va a tener igual la mujer, siga el embarazo hasta los 6, 7 u 8 meses. Lo que es muy bonito es que las madres con buena relación con la guagua logran con todas esta majamama de emociones contradictorias conectarse con el bebé e imaginarse o mentalizar cómo se siente el bebé. Hay mamás que piden la interrupción del embarazo porque sienten que es la única forma en que su bebé muera de forma digna. Una mamá me dijo eso; su bebé tenía una enfermedad en la que todos los órganos se van hinchando y ella decía que quería que el bebé muriera digno y no reventado por estar hinchado. Ella quería un parto lo antes posible. Y varias mamás dicen cosas en ese sentido. En cambio hay otras mamás que dicen que si la guagua está viviendo dentro de ella y se va a morir fuera prefieren seguir hasta el final. Esa diferencia no la captan las personas que hacen

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mal”. Era una guagua con nombre, ya habían comprado coche.

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las leyes. No captan que la legalización del aborto solo ofrece una opción, no fuerza; que no todas las mujeres viven las situaciones de igual manera. Nosotros acompañamos hasta que la mujer es dada de alta y a algunas les hacemos seguimiento de un año. Este seguimiento es importante porque las mamás, si han desarrollado apego con la guagua, hacen un proceso de duelo que dura mínimo entre uno y dos años, porque además de que se muera

para la mayoría de las mujeres la angustia es permanente y una de las cosas que más afecta es la incertidumbre del “cuándo” va a morir el bebé

un hijo en la guata es la muerte de lo que no fue, de la proyección. Siempre lo que se sugiere es que los padres permanezcan con el bebé el tiempo que emocionalmente sientan que tienen que estar con el bebé, esté vivo o muerto. Cuando está muerto se quedan en la sala de parto si así lo quieren. Ahí, si la mujer prefiere, les acompaña alguien del equipo. Se han capacitado psicológicamente a quienes forman el equipo para esta situación. Poder estar con la guagua muchas veces facilita el duelo. Hasta hace algunos años eso no se hacía. Los bebés que morían a cualquier edad se iban directo a anatomía patológica y a la fosa común del hospital y los padres se demoraban muchísimo en hacer el duelo o quedaban con el duelo atascado. En la actualidad, cuando nace por parto, el bebé tiene derecho a inscribirse en el registro civil y puede tener un funeral. Eso facilita la elaboración del duelo. En ese caso hay un lugar donde llorar, aunque la gente no sea religiosa puede tener rituales. En la neonatología hay una salita de duelo con una cuna y sillas y ahí los papás

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se pueden quedar con la guagua el tiempo que estimen conveniente. Los funerales en Chile son súper caros,

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pero ahí la asistente social maneja los programas y hay instituciones para madres indigentes que hacen el ritual gratuitamente e incineran al bebé. El problema es cuando viven más tiempo, ya que es terrible para las mujeres porque continúa la incertidumbre de cuándo va a morir. Generalmente duran minutos u horas, pero hay algunos que han estado más. Un bebé con anencefalia vivió casi tres meses y era terrible para todo el equipo porque la mamá se empezó a ilusionar con que la guagua iba a vivir, y era una señora ya con años y más hijos, y empezó a vivir en el hospital y sus otros hijos empezaron a tener situaciones difíciles porque no veían a la mamá. Hasta que murió y ella hizo un duelo patológico. ¿Cuál es tu opinión sobre la prohibición total al aborto vigente hoy en Chile? ¿De qué forma afecta a las mujeres? La actual legislación es aberrante; en este país que ha progresado tanto la biomedicina se sigue con un pensamiento de la edad media. Porque además lo que se está planteando con esta legislación es nada más que el aborto terapéutico; no es interrupción voluntaria del embarazo.


En general en la consulta es interesante porque se ve que la mayoría de los hombres dicen que preferirían que se hiciera lo que sea más aliviador para la mujer. Aunque sean súper machistas, dicen que el sufrimiento es fundamentalmente de la mujer, entonces a ella les corresponde tomar la decisión del adelantamiento del parto. El hecho de que exista la opción del adelantamiento del parto es bastante aliviadora incluso si la mamá quiere continuar el embarazo. Porque si la mamá decide seguir y sabe que hay una opción igual lo hará porque ella quiere, no porque la obligan. Es de una violencia gigante que no pueda interrumpirse en estos casos. Me acuerdo de otra mamá que lloraba preguntando por qué le habían dado el diagnóstico, decía “por qué no me dejaron vivir con la ilusión hasta el final, si no se podía hacer nada, yo hubiera preferido seguir hasta el final”. Reflexionando sobre esto pienso que si existe el diagnóstico tienen que haber terapias de interrupción coherentes con esa tecnología, de lo contrario, no es medicina, sino más bien experimentación. Para mí no es ético que no exista el aborto terapéutico, es de una violencia impensable y va en contra de los principios de la bioética. Además, en general se considera que la malformación no es motivo suficiente para tener la licencia, entonces los psiquiatras tenemos que dar licencias, pero son muy limitadas. Para la mujer es muy complicado, porque no quieren ir al trabajo, ya que los compañeros le preguntan por su embarazo. Se aíslan y sus círculos de amistades empiezan a ser más pequeños porque la gente quiere que les cuenten cosas bonitas. Es catastrófico para la salud mental de todas maneras. Si se interrumpe el embarazo, la mujer igual tiene un duelo, pero hay

Pienso que el actual proyecto de ley es el mínimo posible, para mí debería permitirse la interrupción voluntaria. Siento que la interrupción médica debería ser una decisión tomada entre médicos y paciente. ¿La legislación se mete en amputar el pie a un diabético? No pues, se hace no más. Pienso que esta división que los de izquierda quiere el aborto y los de derecha no es absolutamente falsa. Si se mira a otros países, hay lugares en que se ha legislado liberalizar con gobiernos de derecha, pero en Chile la derecha está mezclada con la religión y el Opus Dei. Lo otro que me parece infame, y una falta a la bioética, es no respetar la autonomía de las pacientes y preguntarle a la madre cuál es su sentimiento, si le gustaría continuar con el embarazo de un bebé inviable o le gustaría interrumpirlo. Eso existe con los pacientes con cáncer, si el paciente por calidad de vida prefiere parar la quimio eso se respeta. Entonces, ¿por qué acá es diferente si también es un tema médico?

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más posibilidades de un proceso normal.

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Aspectos relevantes del debate

Dilemas éticos ante la cuestión del aborto

Martín Hopenhayn El autor es máster en filosofía por la Universidad de París VIII (1979), ha sido profesor en la Universidad de Chile, Universidad Diego Portales y Universidad Arcis, y trabajó como investigador en desarrollo social en la CEPAL (1989-2014), donde fue director de la División de Desarrollo Social (2008-2014). Es autor, entre otros, de ¿Por qué Kafka? Poder, mala conciencia y literatura (Paidós, Bs.As., 1983 y LOM, Santiago, 2000), Ni apocalípticos ni integrados: aventuras de la modernidad en América Latina (Fondo de Cultura Económica, Santiago 1994 y México 1996); y Después del nihilismo: de Nietzsche a Foucault (Andrés Bello, Santiago, 1997 y 2005).

En las polémicas sobre el aborto y los debates que acompañan su legislación, el problema central es si hemos de regirnos por un criterio moral o uno práctico, por uno absoluto o uno situacional. Los antiabortistas eligen el primer criterio y allí no hay argumentos conmensurables que permitan una discusión. A la vez que moralizan el tema, lo privan de mediaciones. El recurso argumentativo confina al otro a elegir entre el bien y el mal, apelando a un principio irreductible y a un parámetro discrecional sobre el “momento” de inicio de la persona humana, para luego verificar si se cumple o no la ley moral. Para el antiabortista, el abortista interrumpe la vida de una persona humana y le niega su oportunidad de desplegarse en plenitud. Fija el momento exacto en que esa vida comienza cuando el óvulo fecundado se anida en la pared del útero. ¿Por qué en ese momento y no en el momento del coito, o cuando el feto está plenamente formado, o al evento de su nacimiento? Lo que ocurre es que el argumento antiaborto requiere la

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La insostenibilidad de la posición antiaborto radica en que se fundamenta en un maximalismo moral que impide cualquier mediación argumentativa y práctica; y porque además recurre a un punto discrecional en el flujo no vida-vida humana para determinar su aplicación en la práctica. Frente a ello se propone un criterio ético-práctico fundado en la autonomía de la mujer y la consideración desde el caso singular y no de una norma absoluta.

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bisagra que vincula de manera necesaria una ley moral con un criterio inequívoco para determinar a partir de qué punto se cumple o se traiciona. A mi juicio, tal posición es contestable tanto por su irreductibilidad moral como por la discrecionalidad del parámetro para cotejarla con los hechos. En cuanto a la incondicionalidad del principio, el contraargumento es que en términos prácticos la sociedad, y las personas, encuentran situaciones en que cualquier decisión puede producir una lesión a otra vida. Combatir un cáncer con quimioterapia busca prolongar la vida, pero a la vez mata muchas células vivas, sanas, todas ellas muy humanas. Una catástrofe natural puede obligar a decisiones rápidas en que el esfuerzo se destina a salvar muchas vidas al costo de no alcanzar a salvar otras (por ejemplo, en acciones de rescate en sequías, terremotos o huracanes). Cualquier política de emergencia social implica privilegiar la satisfacción de unas necesidades frente a otras, y de unos necesitados frente a otros, siendo vitales todos. Es decir, la irreductibilidad de la vida humana no impide que a cada momento se presenten situaciones dilemáticas en que hay “vida” lesionándose. En el debate sobre el aborto, al menos frente al proyecto de ley de aborto en Chile, las tres causales admitidas se inscriben en esta dicotomía de sacrificios, vale decir, reconocen a la vez el derecho inalienable a la vida y los dilemas que se plantean para su ejercicio en la vida práctica. La pulsión de muerte y la violencia ejercida sobre otro en una violación, así como la marca indeleble que deja en la víctima, plantea dilemas respecto de dónde se está respetando la vida cuando se habilita o no habilita el derecho a abortar en tal circunstancia. La malformación del feto depara una vida cuya calidad se pone en entredicho, vale decir, plantea dilemas inevitables entre el “quantum” de sufrimiento que esa vida implicará para sí misma y para los demás, y el hecho de prohibir su “interrupción”. Algo análogo podría plantearse frente a la eutanasia: ¿hasta dónde impedir el

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cese de la vida cuando su prolongación es solo calvario para quien la lleva y quienes le rodean? Se podrá

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argumentar que en la eutanasia la decisión es de la persona directamente afectada. ¿Pero cómo consultar a un feto con malformación? Sé que la pregunta misma suena deshumanizada, pero en términos prácticos no puede eludirse. Ante ello, quien lo porta en su vientre pareciera ser la persona indicada, o la menos ilegítima, para tomar semejante decisión. Finalmente, cuando el embarazo es de riesgo vital para la madre, plantea inequívocamente el dilema entre optar por una vida u otra. Puede que el riesgo vital no implique necesariamente la muerte de la madre, pero pone en un lado de la balanza a la madre con toda su biografía en el cuerpo, su mundo afectivo y sus proyectos, y del otro lado a un feto que ella misma alberga en su interior. No veo allí otro camino más respetable que el dejar la decisión a quien, entre las partes, tiene la posibilidad de tomar la decisión. En lo personal siempre he considerado que el aborto debe ser legal sin atenuantes ni causales restringidas, sino basado en el respeto a la decisión autónoma de las mujeres ante una situación de embarazo no deseado. Sé que este planteo abre otros flancos de discusión, a saber, el de aceptar la práctica del aborto en función de la autonomía de las mujeres para decidir sobre sus cuerpos y su maternidad. Se podría objetar que dicha defensa de la autonomía también apela a un principio irreductible y en ello replica la lógica del antiabortista. La diferencia, empero, es decisiva: con el principio de autonomía la decisión de abortar no está prohibida


ni asegurada ex ante, sino que ocurre tomando en

Para el antiabortista, el abortista interrumpe la vida de una persona humana y le niega su oportunidad de desplegarse en plenitud. Fija el momento exacto en que esa vida comienza cuando el óvulo fecundado se anida en la pared del útero. ¿Por qué en ese momento y no en el momento del coito, o cuando el feto está plenamente formado, o al evento de su nacimiento?

cuenta precisamente lo que el antiabortista veta: las consideraciones específicas, el momento, los afectos y razones involucradas en el caso singular. En oposición al principio de inalienabilidad de toda vida incluida la del feto, el principio de la autonomía de la madre introduce una dimensión práctico-ética, vale decir, vincula inductivamente la situación concreta con el principio. Mientras la moral antiabortista solo vincula deductivamente el principio con el caso, y cierra con ello toda consideración sobre la especificidad de la situación y la voluntad de la persona que porta esa vida en su vientre, el principio de autonomía de la mujer permite que la decisión sobre abortar o no se asiente en una evaluación pormenorizada y que contempla un conjunto de circunstancias presentes y futuras y, eventualmente, consulta con el progenitor. Tenemos luego otro problema de consistencia, puesto que el maximalismo moral del argumento antiaborto solo funciona en la medida en que

conductas humanas en relación al principio. Allí viene la determinación del “momento” en que la vida humana aparece como irreductible en medio de un proceso que es de flujo continuo de la vida. ¿La concepción? ¿Ese momento x de adherencia del óvulo fecundado en la pared del útero? Esto abre otro flanco de debate. Si bien como principio moral la persona humana es irreductible, atribuirle personalidad a un óvulo fecundado adherido al útero resulta poco verosímil para el sentido común. La postulación viene de una doctrina básicamente religiosa, y específicamente católica, y su última instancia radica en la idea de que Dios crea la vida humana y nadie tiene derecho para alterar ese curso providencial. Por supuesto, el carácter de criatura de ese feto cuyo corazón aún no late lo hace, ante los ojos de Dios, tan obra suya como usted o como yo. Sin embargo, ¿es este un argumento plausible en una discusión de políticas dentro de un orden laico y una cultura secularizada? Claramente no, porque dicho orden supone decisiones fundadas en la posibilidad de un debate racional entre posiciones conmensurables entre sí. En mi agnosticismo creo que la vida humana es un flujo que va desde la vida en general hasta el momento en que tenemos frente a nosotros un ser humano constituido e independiente, ya nacido y con todos los derechos a su haber. Interrumpir la vida humana es algo que, en ese contexto, ocurre todo el tiempo. No hay un punto inequívoco de corte. En el semen hay vida en potencia. Si es así la masturbación debería ser sancionada

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pueda fijarse un parámetro exacto para evaluar las

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como un crimen de lesa humanidad por cuanto condena a millones de potenciales seres humanos a no desarrollarse como tales. Podemos remontarnos más atrás, a formas de alimentación lesivas para la fertilidad, a todo método anticonceptivo, al suicidio de hombres y mujeres con potencial de reproducción. El supuesto del flujo no tiene límite y por lo mismo obliga a que ese límite se ponga en cada caso por parte de las personas directamente involucradas. La elasticidad con que se puede remontar, hacia atrás, el punto de corte entre un proyecto de vida humana y la nada que le antecede, pone hacia delante la imposibilidad de vincular, de manera inexorable, un punto de corte-inicio con un principio moral irreductible. Salvo ante un ser humano-en-el-mundo, constituido físicamente

con el principio de autonomía la decisión de abortar no está prohibida ni asegurada ex ante, sino que ocurre tomando en cuenta precisamente lo que el antiabortista veta: las consideraciones específicas, el momento, los afectos y razones involucradas en el caso singular

como ser independiente y en cuanto tal titular de los derechos. Ante la falta de salida del moralismo antiabortista creo necesario plantearse el problema desde la perspectiva de una práctica capaz de construir desde sí misma su discurso de legitimidad. ¿Qué significa esto? Que uno puede ser abortista o antiabortista y nadie puede obligar deductivamente, desde un imperativo doctrinario, a

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una u otra opción. La legitimidad del aborto o el antiaborto es de consideración, en primer lugar, de la mujer

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que sostiene el embarazo y que decide llevarlo a término o interrumpirlo. Las razones a esgrimir podrán ser muy diversas en uno u otro sentido. Lo que es requerimiento ético en la política, en este caso, es poner a disposición las posibilidades, la información y todo aquello que puede fortalecer tanto la responsabilidad como la libertad de quien aquí es principal agente de decisiones, a saber, la mujer embarazada y eventualmente su pareja. Esto implica, por ejemplo, una política educativa y comunicacional que permita a los agentes actuar con autonomía y conocimiento de causa. Me inspiro, en esta posición, en el concepto de capacidades y libertades del desarrollo humano (capabilities and liberties) planteado por Amartya Sen, y que defiende como principio ético y social el derecho de cada cual a decidir sobre su vida conforme a sus valores y su visión de lo que es valioso. Una última contradicción se plantea cuando se lleva el argumento moral al extremo. Si un aborto interrumpe la vida de un ser humano, y el argumento es el de la inalienabilidad de esa vida, considerada igualmente valiosa en quien camina sobre el suelo que en el óvulo fecundado adhiriéndose a la pared del útero, entonces la pena debería guardar equivalencia, y el aborto no debería diferenciarse de un homicidio. ¿Pero no viola esto toda consideración de sentido común? ¿Acaso estaría dispuesto a consentir, el antiabortista, la cadena perpetua para la mujer que decide abortar o el médico que la asiste? ¿No huele eso a fundamentalismo anacrónico? Esta pregunta puede parecer absurda, pero permite ilustrar los límites de la posición moralista, empujándola al extremo de sus consecuencias.


Quisiera concluir con una inquietud que va más allá de estas consideraciones. Como dije, siempre he sido defensor del aborto como decisión autónoma de las mujeres y, si se da el caso, en conjunto con sus parejas. Siempre creí, también, que la juventud se desplazaría progresivamente hacia mayor tolerancia y aceptación del aborto. Pero últimamente he encontrado muchos jóvenes modernos, informados, informatizados, en principio progresistas o secularizados, que sí le conceden un carácter crítico al aborto desde la perspectiva ética. ¿Es esto un retroceso? No me atrevo a afirmarlo, porque a la vez que se le otorga un carácter problemático en lo ético, se reconoce también que ya es hora de legislar y legalizar el aborto y poner en los actores directos el lugar de la decisión final. No está mal como impronta de una generación emergente el que le confiera al aborto un lugar en la reflexión ética con todos sus dilemas, y al mismo tiempo coloque el poder de decisión en el único

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lugar posible, o en el menos ilegítimo.

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Mirada feminista

Con las amigas y en la casa Entrevista a Viviana Díaz Muñoz Por Lorena Etcheverry y Lieta Vivaldi Con las amigas y en la casa: Mail: conlasamigasyenlacasa@riseup.net Facebook: Con Las Amigas Y En La Casa Twitter: @conlasamigas Instagram: conlasamigasyenlacasa Viviana Díaz Muñoz es médica lesbiana feminista, activista por el aborto libre.

Desde el año 2010 empecé haciendo algo más concreto, porque antes igual era lesbiana y tenía una conciencia de autonomía del cuerpo, pero el año 2010 me integré a la línea aborto. La línea estaba dando una vuelta para definirse como una colectiva de lesbianas feministas, y eso, finalmente, era el rollo que a mí me interesaba. Ahí empecé y participé de la colectiva como telefonista, como asesora médica, como lesbiana feminista, como todo; activismo múltiple. Esa ha sido mi participación más concreta hasta el año 2015. También he ido a un montón de talleres (mucha autoformación), porque tampoco es un tema que en la carrera de medicina se aborde; entonces me tocó aprender sola, de otras feministas, investigar. Entremedio fui a Colombia a capacitarme con la Fundación ESAR, en una clínica (Oriéntame) que realiza abortos allá, que también tiene la perspectiva de derechos. Allí me capacité sobre aborto quirúrgico y detalles más médicos del aborto con medicamentos. A mediados de 2015 dejé de participar de la colectiva, pero igual sigo vinculada desde el punto de vista médico, asesorando casos más complejos. Hace un mes, o un poco más, con una compañera que también fue parte de la línea y con otra con la que llevábamos un montón de tiempo acompañando abortos y asesorando, decidimos hacer algo más concreto al respecto y armamos una red de acompañantes que se llama “Con las amigas y en la casa”. Somos una red de mujeres que acompañamos a otras mujeres que desean abortar, desde el momento en que lo deciden, desde que recurren a la red, hasta que el tema se

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¿Cuál ha sido tu trayectoria en la lucha por el aborto libre?

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resuelve gracias a la decisión de la mujer. Es un acompañamiento amoroso y feminista también. Nos llamamos “Con las amigas y en la casa” porque nos interesa aludir a esa cosa de la confianza entre mujeres, de una mujer en otra mujer. En estos temas complejos, como por ejemplo el aborto, la mujer recurre siempre a otra amiga; eso está en el imaginario de todas. Entonces queríamos darle un contenido político a lo que significa abortar en un país como este: recurriendo a otras mujeres, armando una red entre mujeres, por fuera de la ley. ¿Cuáles son los objetivos de la organización? ¿De qué forma trabajan? El objetivo de la organización es acompañar a mujeres que desean abortar. Es una cosa bien concreta, que por lo demás hemos hecho hace harto tiempo y que tampoco estamos inventando ahora. También hay muchas otras experiencias en Chile de mujeres y feministas que han hecho un trabajo concreto de acompañamiento telefónico. Al final es un tema de salud pública: la mujer que decide abortar va a abortar de la manera que sea. Entonces frente a eso, lo que hacemos nosotras es entregarle la información para que lo haga de manera segura, evitando que se ponga en riesgo. Con esto, además, le hacemos la pega al Estado. Hace mucho tiempo que se sabe que las consecuencias del aborto inseguro son muy costosas, pues implican riesgos de salud para mujeres en edad fértil, en edad de trabajar, es decir, para mujeres valiosas para el capitalismo, que se enferman, que pasan mucho tiempo con licencia, que se mueren o que quedan con complicaciones graves, con secuelas reproductivas, por ejemplo. Todo esto tiene un costo muy alto para el sistema de salud. Hace mucho rato que se sabe que legalizar el aborto y garantizarlo es una medida de salud pública importante para todos los Estados. Es mucho más barato tener aborto seguro que pagar las consecuencias de los abortos inseguros, y por ahora esa pega se la estamos haciendo nosotras al Estado.

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También somos feministas y, por lo tanto, nos interesa despenalizar socialmente el aborto. En este sentido,

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el acompañamiento también le lleva una conversa, que por supuesto no es obligatoria, pero cuando nos juntamos entre mujeres sale el tema. Es una situación que la mujer vive con angustia, pero al escuchar a otra que está tranquila, que está segura, que le dice que la va a acompañar aunque no la conozca, hay hartos temores que se sueltan y se da así una conversa interesante. La mujer que estamos acompañando, a su vez, ha acompañado a otra, o ha sabido de otra; todas hemos abortado de algún modo, porque lo hemos hecho en nuestra vida o porque hemos acompañado a otra, lo que también es una manera de abortar. Nos interesa hacer ese trabajo micropolítico de hablar sobre el aborto en lo cotidiano, porque sabemos que así se desarman los imaginarios que nos han impuesto violentamente la publicidad y la educación. ¿Qué protocolos de seguridad tienen? Tenemos un correo electrónico (conlasamigasyenlacasa@riseup.net) y nos comunicamos por ahí. Siempre les pedimos a las mujeres que nos escriben que ojalá se habiliten otro correo exclusivamente para esta situación, una dirección que después no van a usar más (igual las mujeres lo hacen si son vivas). Luego hacemos un contacto presencial y todo el resto de la información y el acompañamiento lo hacemos en persona. O sea, el correo es solo para hacer el contacto y para responder dudas, porque hay mujeres que consultan por otras cosas, que tienen dudas sobre anticoncepción, por ejemplo. En esos casos respondemos solo por el correo,


pero el tema del acompañamiento del aborto lo

Nos llamamos “Con las amigas y en la casa” porque nos interesa aludir a esa cosa de la confianza entre mujeres, de una mujer en otra mujer

hacemos de manera presencial. Es un protocolo que ya manejamos todas las organizaciones que trabajamos este tema en Chile. Nos amparamos en el derecho constitucional de la entrega de información. En todas nuestras apariciones públicas y a través de las redes sociales, lo que hacemos es entregar información que está disponible hace mucho tiempo; información que se puede descargar de la página de la OMS por ejemplo. Además, todas las integrantes de la red pasan por

una capacitación que incluye un protocolo médico, que implica también hablar desde el feminismo, y un protocolo psicosocial y legal. En la capacitación se comparte la experiencia de todas las que hemos apañado alguna vez porque nos tocó, pero también hay una preparación más formal. Nos interesa también hacer escuelas de acompañantes para entregar esta misma formación a quienes no necesariamente son parte de esta red; no queremos monopolizar el tema. Creemos que toda mujer puede ser acompañante de otra y ojalá esto se extienda a todo el país. ¿Cuál es tu motivación política para estar ahí? Yo soy lesbiana feminista, así que todo lo que tenga que ver con la recuperación de autonomía del cuerpo de las el sistema nos obliga a ser heterosexuales y madres. También entiendo el aborto como una recuperación de este cuerpo secuestrado. Es como agarrar el cuerpo y decir: “no, esta huevada es mía, es de nosotras, es nuestra y no está a disposición de lo que ustedes quieran”. Para mí, el ser lesbiana también es básicamente eso, es hacer ese desacato: “no voy a cumplir con lo que me han obligado desde chica, no, no quiero, no me interesa”. Eso por un lado. Por otro lado está el tema de que las mujeres con las que trabajamos son mujeres pobres. Nosotras aludimos e intentamos llegar a las mujeres de la clase que compartimos todas las que estamos en la red. Nos interesa dialogar con esas mujeres, no con otras; no con las que lo resuelven viajando a Estados Unidos. Las que están a nuestro alrededor son las que van a acudir al mercado ilegal. Entonces se realiza una acción directa para evitar que esas mujeres se expongan a morir (aunque es poco probable, porque con medicamentos es muy seguro desde el punto de vista de mortalidad), y para evitar que se expongan a pasar por situaciones médicas muy traumatizantes, no porque el aborto sea traumático en sí, sino por lo que implica ir a un hospital y ser criminalizada. También hay otra motivación que es ir a pelearles el negocio a los vendedores ilegales. Nosotras develamos muchas de sus prácticas, y obtenemos la información de estas prácticas a través de las mismas mujeres; develamos por ejemplo que ellos están entregando datos incorrectos. Esto es importante para que las mujeres que decidan comprar a vendedores ilegales, al menos exijan la dosis correcta.

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mujeres me interesa. Creo que ser lesbiana también es un desacato y una recuperación de autonomía, porque

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¿A qué se enfrentan las mujeres que abortan en nuestro país? Yo creo que muchas veces hay un primer momento en que se dan cuenta de que no tienen a quién recurrir. La situación es como “ya, estoy en esto, y ¿a quién recurro?”. Ahí es donde a veces aparecen apoyos de las mismas mujeres, las abuelas, las tías, las hermanas, al final las mujeres recurren a otra mujer. Además, muchas veces el parejo, el

todas hemos abortado de algún modo, porque lo hemos hecho en nuestra vida o porque hemos acompañado a otra, lo que también es una manera de abortar

amigo, no está a la altura y eso es algo que muchas mujeres viven dolorosamente; darse cuenta de que ese hombre que promete cosas al final o trata de imponer su deseo (aunque por supuesto la que lo va a llevar en el cuerpo va a ser ella), o desaparece, o empiezan a complicar el proceso de la decisión de la mujer. El hombre lo que tiene que hacer es callarse, poner plata si es que hay que poner plata y ya; no hay otro rol ahí. Ese sería un primer momento: mirar alrededor y darse cuenta de que las mujeres que recurren a esta red, y otras que tienen una red de apoyo o de amigas importante, lo viven de una manera muchísimo más tranquila. Es muy importante la diferencia respecto a otras que no tienen una red de apoyo, que por ejemplo ni siquiera le pueden contar al marido, que lo hacen mientras el marido está de turno, no sé; hemos sabido de situaciones muy dramáticas. Hay un montón de testimonios escritos que se ven en el Cuaderno de cuidados pre, durante y post aborto, que se publicó en junio. Ahí se ve la complejidad, que no tiene que ver con el procedimiento en sí,

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sino con todo lo que implica vivirlo en clandestinidad. Desde una perspectiva muy personal, todas las mujeres

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con las que he hablado, en un primer momento pasan por todo ese imaginario de miedo, de que una se va a morir. Pero por otro lado también hay algo que es muy ancestral de las mujeres: nosotras siempre hemos resistido las situaciones más intensas, más complejas; hemos parado las revoluciones, somos las que salimos a protestar. Entonces yo creo que se activa también eso. Basta que una le diga a otra “ya, yo te apaño, hagámoslo de todos modos”, y ahí todo resulta bien. Lo otro a lo que se exponen es a tener que acudir a un servicio de urgencias donde van a ser criminalizadas, y la criminalización no es homogénea; la criminalización es muy específica. En general las mujeres pobres, las más jóvenes y las migrantes también, forman parte de una población que el mismo cuerpo médico evalúa como vulnerable, pero al mismo tiempo sienten que pueden ponerle la pata encima, y básicamente, lo hacen. Cuando hemos acompañado a mujeres de clase alta que también han recurrido a esta red o a otras, esas mujeres nunca tienen un problema, o sea, jamás. Esas mujeres reciben un trato muy distinto. Hay un tema ahí, porque al final el Estado no sabe cómo somos las mujeres que estamos abortando, esa información no la tienen. Se alimenta el imaginario de que es la adolescente irresponsable, no sé, que si no es delincuente por esto va a serlo por otra cosa; se activan un montón de estereotipos: racistas, sexistas, clasistas. Y son solo esas mujeres las que son criminalizadas, no todas.


¿Qué opinas del proyecto de ley? ¿Te parece relevante que sea aprobado o crees que da lo mismo? Para las mujeres yo creo que no va a aportar tanto. Este es un proyecto muy malo y, según entiendo, la causal de violación se va a caer también, por lo tanto, si antes iba a resolver alrededor del 5% de los abortos necesarios, ahora va a resolver el 1%. Es un proyecto que no despenaliza el aborto; este sigue siendo un delito y sigue habiendo un tema simbólico ahí: la decisión de las mujeres sigue siendo un delito, salvo en estos tres casos, en los que, dependiendo de la opinión de otros, usted no va a ser penalizada. La decisión de la mujer no tiene nada que ver ahí. Aparte de ser malo en eso, es un proyecto que, si lo lees, es terriblemente burocrático, es un proyecto que pone un montón de trabas. Por ejemplo, en la causal de violación, la parte que estaba escrita implicaba que se obligaba a la mujer a denunciar la violación, o sea, a iniciar el proceso legal por violación. Y si pensamos que la mayoría de las mujeres son violadas por alguien cercano, comúnmente en su misma casa o muy cerca, la situación es que voy a pedir el aborto y después me tengo que devolver con una citación para mi papá, mi hermano, mi pololo o mi marido, porque esos son los que violan. Entonces vas a volver a la casa del agresor, que obviamente no va a ser detenido inmediatamente, y mientras tanto te puede seguir agrediendo. Obviamente eso va a desincentivar que las mujeres soliciten el aborto en este caso; al final lo que hace la ley es desincentivar. De hecho, en la ley se incluía la prohibición de hacer publicidad sobre los servicios de aborto, o sea, si alguna mujer quería acogerse a alguna de las tres causales, en ninguna parte iba a estar escrito, ni en el hospital, ni en el Servicio Médico Legal cuando fuera a constatar lesiones por la violación. Y ¿a quién le va a preguntar?, ¿a un guardia?, así como: “¿dónde aborto?”.

que todos los años llegan sanciones simbólicas de organizaciones internacionales hacia Chile por este tema. Creo que es muy feo que un país miembro de la OCDE siga con este tema, sobre todo si tiene una presidenta socialista que fue parte de ONU Mujeres. Creo que hay una presión desde ese punto de vista, para nada desde el punto de vista de los derechos de las mujeres. No creo que les interese que las mujeres aborten o no aborten; en realidad no les interesa. Entonces yo creo que simplemente va a salir una ley malísima. Seguramente solo va a incluir el aborto terapéutico. No creo que la ley resuelva mucho más, solo va a servir para “quedar mejor”. Y me preocupa lo que ha ocurrido en otros lados, como por ejemplo en Uruguay, donde se aprobó una ley que no fue la propuesta por el movimiento social, sino otra ley que se cambió con acuerdos geopolíticos de última hora. Ahora esa ley hace que las organizaciones de mujeres feministas que estaban acompañando a mujeres y resolviendo estos temas desde antes de la misma ley, sean mucho más criminalizadas. Las mujeres uruguayas tienen que abortar necesariamente a través de lo que les ofrece el Estado, con todo el poco respeto a la autonomía de la mujer que se tiene. Porque desde ahí la mirada es distinta, no es horizontal como lo es desde el acompañamiento entre mujeres, donde esta es su decisión: “si quieres parir, te acompañamos; si no quieres parir, te acompañamos; si quieres usar anticonceptivos, te acompañamos; o sea, en la decisión que tú tomes, nosotras te acompañamos”. Ese apoyo es muy distinto que ir a un servicio médico donde la actitud es: “vamos a hacerte un favor con esa cosa horrible que estás haciendo”.

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Yo creo que el proyecto finalmente va a salir, porque seguramente hay compromisos ya adquiridos y ya hace rato

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A nosotras nos preocupa también que eso aumente la criminalización contra los grupos que estamos a favor del aborto y que vamos a resolver el otro 99% de los casos. También nos preocupa cómo esto va a afectar al mismo movimiento feminista de mujeres que habitualmente están trabajando para que salga una ley, porque hay muchas que piensan que si sale una ley, eso va a ser un avance hacia el aborto libre. En cambio, hay otras como yo, que piensan que no, que no se le pueden pedir respuestas antipatriarcales a una institución patriarcal. Hay preguntas también sobre cómo nos va a afectar como movimiento el que salga una ley que algunas van a seguir defendiendo como un logro propio, cuando sabemos que no es una ley pensada ni por ni para las mujeres. También sobre si vamos, por último, a estar fiscalizando cómo se lleva a cabo esta ley, lo poco y nada que se pueda hacer con la ley. Esas son preguntas que me dan vuelta, ante la inminencia de que se apruebe. ¿Por qué crees que se le pide al feminismo que esté presente en esta lucha? ¿Crees que también deberían estar los otros movimientos sociales involucrados? Al feminismo se le pide todo porque somos un movimiento de mujeres, y en general, en los otros movimientos se da una cosa muy frecuente que es exigir todo a las mujeres. Las mujeres tenemos que resolverles las cosas a todos, desde la casa hasta los movimientos. Si tu paras un movimiento, vienen los otros a pedirte que tu movimiento los incluya a ellos y hables también por ellos, y si no hablas por ellos, te piden que vayas y les enseñes a ellos. Además, te piden que te organices como te dicen ellos que te tienes que organizar, etc. No me llama la atención que se le pidan cosas al feminismo. A las mujeres siempre se nos ha pedido que resolvamos cosas para el resto y que nos posterguemos de esa manera. Pienso que las feministas estamos en todos los otros movimientos; no sé si todos los otros movimientos tienen feminismo, pero feministas sí. Porque las feministas somos anticapitalistas, somos antirracistas, somos anticlasistas. En todas partes hay feministas. Ahora, no sé si

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esos movimientos hacen la lectura feminista también, probablemente no. En ese caso el movimiento por un

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aborto libre sería una cosa muchísimo más masiva. Siento que sí hay otros movimientos que deberían hacerse fuertes. Los movimientos por los derechos laborales deberían tener súper claro que las mujeres siempre hacemos trabajo gratuito al capitalismo, pero aparte de ese trabajo gratuito que hacemos, somos fuerza laboral remunerada también y accedemos a los trabajos más precarios, trabajos precarios en los que si quedan embarazadas, las echan. Se sabe que las empresas se han dado cuenta de que si la mujer tiene varios hijos va a tender a aceptar trabajos peor pagados y en peores condiciones, porque tiene que mantener a los hijos. No así los hombres, porque el hombre no tiene esa conciencia de que los hijos son su responsabilidad. Como mujer, tienes que hacer doble jornada, y tienes que trabajar así porque tú velas por tu hijo. ¿Por qué la lucha por el aborto es tan importante para el feminismo? ¿Crees que al feminismo le corresponde un rol en particular al respecto?, ¿cuál? Yo creo que la prohibición del aborto es como la punta del iceberg de un montón de violencias que vivimos las mujeres. De hecho a mí me interesa el tema no porque lo viva directamente, porque como lesbiana tengo menos posibilidades de quedar embarazada (aunque siempre me pueden violar), sino porque siento que en esa


prohibición del aborto se reúnen todas las violencias. El aborto tiene un tema de clase muy importante, porque son las mujeres pobres las que finalmente corren riesgos, las que son criminalizadas. También hay un tema racial, porque las mujeres migrantes racializadas son las que son más violentadas, desde el comercio sexual hasta la forma en que son tratadas en los hospitales. También hay un tema de robo desde la ancestralidad, o sea, hay un proceso que es muy fuerte desde la colonia, en el que todo el conocimiento que hemos tenido las mujeres sobre nuestra salud, sobre nuestro cuerpo, es robado; y luego ocurre algo tan esquizofrénico como que ahora un hombre sabe más de nuestro cuerpo que nosotras mismas: un hombre nos dice qué cosas son importantes y qué cosas no son importantes, un hombre describe nuestro sangrado. Eso desde la perspectiva colonial es quitarnos a nosotras la gestión de nuestro cuerpo y de cuándo parimos y cuándo no parimos. Es una cuestión básica para el capitalismo. La misma Federici habla de eso. Hay que hablar de que el capitalismo necesita mujeres; el control del cuerpo de las mujeres es básico para cualquier sistema. El sistema que se quiere instalar necesita tener control sobre el cuerpo de las mujeres, sobre la tierra y sobre nosotras que somos algo muy parecido. Entonces para mí el feminismo es un estar en contra de todas las opresiones, y las opresiones son múltiples, se combinan entre ellas; la prohibición del aborto es un ejemplo claro de ello. El feminismo no lo veo desde una perspectiva de derechos, sino como un cambio de imaginario. Entonces, como feminista una se pone a complejizar lo que significa tener el aborto prohibido en un país como Chile, e inevitablemente llega al sexismo, a la obligación de maternidad, a la obligación de la heterosexualidad y también llega a investigar cómo se instaló la ciencia médica y ginecológica en un territorio como este, que tiene una historia muy rica de

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parteras y de soluciones no occidentales para las mujeres.

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Mirada histórica/politica/poder

Sexualidad, sociedad y política: Programa de investigación sobre aborto en Chile

Se presenta una reflexión respecto de lo que ha significado llevar un proyecto con un fuerte énfasis en la incidencia, algo que no es muy habitual en la universidad. En general, los/as académicos/ as tienden a llevar sus proyectos de investigación en carriles paralelos a su participación en la discusión pública. En este caso se realizaron acciones de incidencia política desde la misma universidad, lo que es una buena oportunidad para reflexionar sobre el rol de las ciencias sociales en el debate político y la deliberación cultural. Claudia Moreno Standen Psicóloga y candidata a doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Chile. Es investigadora del proyecto “Sexualidad, sociedad y política: programa de investigación del aborto en Chile”, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

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Lecciones y reflexiones sobre el rol de las ciencias sociales y de la universidad en el debate político y la deliberación cultural.

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La necesidad de investigación social sobre el aborto en Chile Durante los últimos veinte años el tema del aborto estuvo casi ausente de las agencias de investigación y, carente de financiamiento, las universidades y centros de estudio lo investigaron escasamente; incluso hasta ahora el Estado no lo ha incluido en sus estudios sobre salud ni género. Hasta hace un tiempo agencias internacionales habían financiado investigaciones a instituciones académicas independientes y ONG, manteniéndose como un tema marginal en las universidades. A pesar de los esfuerzos, solo ha habido avances parciales y fragmentarios, para la comprensión de un fenómeno altamente complejo en la sociedad chilena. Esta situación ha generado que hasta ahora no haya una producción suficiente de conocimiento que pueda solventar los debates políticos y las políticas públicas. El debate en torno al aborto en Chile se ha constituido históricamente en un campo de contestación político y moral, en el que los ejes del debate sociopolítico en torno a su despenalización, tal como ha ocurrido en otros contextos, se han limitado al debate bioético sobre el comienzo de la vida humana, sobre la cuestión del derecho a decidir de las mujeres versus los derechos que potencialmente tendría el que está por nacer, así como por las posibilidades y los límites políticos que definirían las circunstancias de un aborto. En este sentido, asuntos que atañen a la investigación social, como los procesos sociopolíticos involucrados y, muy especialmente, la experiencia de las mujeres habían estado relegados de la discusión. En 2014 se abre una oportunidad al interior de la Universidad de Chile para conformar un programa de investigación sobre el aborto, cuyo financiamiento surge a través de la Iniciativa Bicentenario de Revitalización de las Artes, las Humanidades, las Ciencias Sociales y Ciencias de la Comunicación (IBJGM) y su Fondo de

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Investigación/Creación que buscaba apoyar proyectos con fuerte énfasis en el valor público y de carácter

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interdisciplinario. De esta manera surgen las condiciones que permiten articular intereses y esfuerzos de distintas académicas que se encontraban dispersos al interior de la Universidad. Esta oportunidad coincide con el inicio de una nueva fase en el proceso de legalización/penalización del aborto, a partir la propuesta del gobierno (2014) de despenalizar el aborto en las causales de inviabilidad fetal, riesgo para la vida de la mujer y embarazo cuyo origen es la violación. Esta coyuntura nacional constituía un escenario privilegiado para observar el proceso sociopolítico y condiciones socioculturales de la posibilidad de la modificación del estatuto jurídico. A su vez, el contexto de discusión de una ley de despenalización del aborto en Chile, abría una oportunidad para la incidencia. El programa, coordinado desde la Facultad de Ciencias Sociales, pero que integra también a la Facultad de Medicina y al Instituto de la Comunicación e Imagen, junto con organizar una agenda de investigación en tres áreas, además de actividades de docencia, extensión y difusión, se planteó la realización de actividades poco usuales en la academia: trabajar activamente en la incidencia, a través de la presencia y participación en las sesiones parlamentarias, la elaboración de minutas y documentos para la discusión y la articulación sostenida con otras organizaciones.1 (1) Para conocer las distintas áreas y actividades del proyecto “Sexualidad, sociedad y política: programa de investigación del aborto en Chile”, por favor revisar el sitio web http://investigacionaborto.uchile.cl


la academia es percibida –no sin razón– como un lugar desde el que se observa a distancia, que tiene una relación abstracta con los problemas sociales, situada en una posición ajena a las tensiones del quehacer de la política, que “dicta cátedra” desde una comodidad que le permite ser crítico y cuestionar sin “perder”

Sexualidad, sociedad y política: Lecciones de la formación de un programa de investigación Era sabido para quienes formamos parte del programa que transformar el aborto en objeto de estudio y en un campo de investigación no resultaría sencillo, pues los marcos institucionales universitarios podían constituirse en obstáculo para ello. Así, el programa tuvo que enfrentar dificultades de tipo académico (como la disparidad de criterios con que operan los Comités de Ética de cada facultad), administrativo (decisiones de Contraloría internas), así como quejas de algunos sectores de académicos que evaluaban que el respaldo institucional a un programa que de manera manifiesta quería contribuir a la despenalización del aborto, significaba un atropello a la libertad de pensamiento de cada uno de los miembros de la comunidad, que no se sentían representados con

dicha postura. Sin embargo, la coyuntura animó y posibilitó la generación de debates colectivos en torno al aborto inducido y sus eventuales consecuencias políticas. La Universidad de Chile avanzó en pluralismo y

Sin embargo, lo anterior no hubiera sido posible sin el compromiso y la colaboración de IBJGM, la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones y, en especial, de la Oficina de Igualdad de Género, que posibilitó la articulación con otras iniciativas de las mujeres feministas de la universidad. Ello es un reflejo de su compromiso político, más allá de que el proyecto cumplía con los requisitos y estándares de calidad académica y del respeto a la autonomía intelectual de sus académicas. Respecto del desarrollo de los estudios que componen las líneas de investigación del programa, tampoco el camino estuvo exento de complicaciones. Como se ha señalado, la investigación social sobre el tema del aborto en Chile contiene un carácter paradojal en diversos aspectos2, pero aquel más evidente es que si bien

(2) Palma, I. & Moreno, C. (2014). “Las paradojas y desafíos de la investigación social en Chile”. Voces Sobre el Aborto: Ciudadanía de las mujeres, cuerpo y autonomía. Santiago, Chile: Articulación Feminista por la Libertad de Decidir, AFLD; Escuela de Salud Pública “Dr. Salvador Allende G.” Facultad de Medicina, Universidad de Chile.

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ejercicio crítico, siendo fiel a su misión institucional y a los valores que la guían.

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la investigación es fundamental para comprender la complejidad de una práctica ilegal, así como para informar a la deliberación política y la argumentación cultural, la ilegalidad y clandestinidad del fenómeno, son un obstáculo para su realización. Esto atañe desde la imposibilidad de su registro en el sistema de estadísticas de salud, y, por ende, la variabilidad de cifras en torno a su estimación, hasta la dificultad de acceso a personas informantes, ya sea a mujeres que se han realizado abortos, como a sus proveedores, por el estigma social asociado a una

A pesar de que el debate sobre el aborto parece fundar buena parte de sus argumentos en la ciencia, no hay una producción de conocimiento suficiente que pueda solventar dicho debate

práctica ilegal. Otro tema que surgió es respecto de las garantías de confidencialidad que se les debe proveer, y si es ético entrevistar a alguien cuyo delito todavía no haya prescrito, por las evidencias que su testimonio pudiera generar. Destrabar este tipo de impasses supone un avance para la formulación de futuras investigaciones. El rol de las ciencias sociales en el debate político y la deliberación cultural En general, los/as académicos/as tienden a llevar sus proyectos de investigación en carriles paralelos a su participación en la discusión pública. Cuando se activa una participación en la contingencia, como la que las investigadoras de este programa han llevado a cabo en el último tiempo, surgen naturalmente cuestionamientos

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respecto de la competencia política de la academia. Y es que la academia es percibida –no sin razón– como un

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lugar desde el que se observa a distancia, que tiene una relación abstracta con los problemas sociales, situada en una posición ajena a las tensiones del quehacer de la política, que “dicta cátedra” desde una comodidad que le permite ser crítico y cuestionar sin “perder”. También se expresa una crítica respecto de su representación: ¿puede una universidad, o más bien sus académicos, tener representación política?, ¿a quiénes representaría? Ello nos lleva a reflexionar en relación al lugar que le corresponde a las ciencias, en particular a las ciencias sociales, en los debates políticos y las deliberaciones socioculturales. A pesar de que el debate sobre el aborto parece fundar buena parte de sus argumentos en la ciencia, no hay una producción de conocimiento suficiente que pueda solventar dicho debate, y esto no solo se refiere a las ciencias sociales, sino a diversos ámbitos del conocimiento. En general, se suele operar con escasa evidencia empírica, y por ello, con mayor proximidad a sentidos comunes y/o propuestas éticas y principios morales. En este sentido, se debe reconocer que la producción misma del conocimiento es parte de la disputa cultural y política. Ejemplo de ello es el argumento de que, basado en la baja mortalidad materna registrada por aborto, se deduce que esta es una práctica actualmente infrecuente en la sociedad chilena, y que por lo tanto, su legalización se hace innecesaria.3 (3) Koch, E., Thorp, J., Bravo, M., Gatica, S., Romero, C. X., Aguilera, H., & Ahlers, I. (2012). “Women’s education level, maternal health facilities, abortion legislation and maternal deaths: a natural experiment in Chile from 1957 to 2007”. PloS One, 7(5), e36613. ‹http://doi.org/10.1371/journal.pone.0036613›


La tentación de cientifizar el debate se hace mayor toda vez que la capacidad de deliberación política se ve limitada. El debate sobre la anticoncepción de emergencia es ejemplo de esto: una decisión que debía informarse en la ciencia, pero fundamentarse en la política, quedó durante un periodo trabada en la discusión pública sobre los efectos abortivos o no abortivos de la píldora, soslayando del debate sus argumentos políticos, es decir, el reconocimiento del derecho de las mujeres a la autonomía de sus cuerpos. El lugar de las ciencias sociales es la de informar el debate, pero ella no debe eclipsar ni sustituir una discusión que debe ser, antes que todo, política y cultural.4 Ello no se funda en una apuesta por la neutralidad u objetividad de la ciencias; el conocimiento es en sí mismo un hecho político y la tarea de las ciencias sociales pasa por una ruptura epistemológica con las representaciones del sentido común, así como con los discursos hegemónicos de lo social movilizados por las élites político-económicas5, pero la cientifización del debate siempre tiene el riesgo de vestir con ropaje secular argumentos que son morales y religiosos. Como señala Bozon6 la investigación social en sexualidad ha de tener el propósito de reducir las brechas entre las representaciones del sentido común, las expresiones visibles de la sexualidad y la realidad de las experiencias individuales. En este sentido, la investigación no solo debe servir como insumo a la definición de nuevas políticas, sino que debe asumir una función crítica: aportar a la renovación de la mirada y alimentar tanto la reflexividad individual como el debate político, el advocacy y el cuestionamiento público a las normas

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vigentes. Esperemos que este programa sea una contribución a ello, pues es la tarea política del académico.

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(4) Fassin, É. (2005). “Usos de la ciencia y ciencia de los usos. A propósito de las familias homoparentales”. Debate Feminista, 32:391–408. (5) Bourdieu, P. (2000). Los usos sociales de la ciencia. Buenos Aires: Nueva Visión. (6) Bozon, M. (2009). “Las encuestas cuantitativas en comportamientos sexuales: emprendimientos sociales y políticos, productos culturales, instrumentos científicos”. Sexualidad, Salud y Sociedad, (3):154–70.


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Mirada histórica/politica/poder

Aborto: entre la gubernamentalidad y la autonomía de los cuerpos A continuación se presenta un planteamiento respecto a cómo las políticas públicas de aborto operan en la gubernamentalidad a través de la biopolítica, pero al mismo tiempo funcionan, en mayor o menor medida, y en el contexto chileno específico, en promover la autonomía de las mujeres.

Cuerpos, biopolítica y gubernamentalidad Los cuerpos no son continuos universales de los seres humanos, sino que es necesario comprenderlos en el devenir histórico, como una construcción sociocultural. Así, los cuerpos están conectados a la existencia humana; Le Breton señala la conexión del cuerpo en relación con el mundo y cómo todas las acciones, emociones, interacciones, entre otros, están mediados por el cuerpo y quedan insertas en este como marcas de la vida social (2002). A través del cuerpo se vivencia el entorno y las relaciones allí existentes, al mismo tiempo que el contexto estructura las disposiciones corporales que utilizan los/as sujetos/as para moverse en el mundo. Emerge el cuestionamiento sobre qué sucede en específico en los procesos de modernización y en el contexto capitalista. Al respecto distintos autores destacan una ruptura entre el hombre/mujer y la naturaleza, lo que se traduce en los procesos de individuación que producen el repliegue hacia el individuo.

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Lorena Etcheberry Rojas Socióloga de la Universidad de Chile, Magíster en Ciencias Sociales mención Sociología de la Modernización, Universidad de Chile. Investigadora doctoral en Sociología, Universidad Autónoma de Barcelona.

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En la modernidad el cuerpo también es el locus de la conflictividad y el orden, el espacio vital de disciplinamiento y dominación. Es el lugar donde se desarrollan los antagonismos sociales contemporáneos. Así, el cuerpo se ubica en posiciones estructurales determinadas de manera jerárquica. Desde la perspectiva postestructuralista, Foucault (2002) destaca que la vigilancia y el castigo se encuentran presentes en la constitución del/la sujeto/a moderno/a, lo que se traduce en dominación y silenciamiento de los cuerpos. En La vigilancia y el castigo, Foucault (2002) habla del modelamiento de los cuerpos por parte de las instituciones sociales, vinculado con del poder, en la medida en que este es utilizado en una relación de manera asimétrica. El autor también plantea el problema en torno al saber y al poder. Al respecto el autor genera un develamiento en el modo de concebir estos dos conceptos, en la medida que reconoce un engranaje, en occidente, entre saber y poder. El Estado, institución preferentemente moderna, a través de sus políticas, planes, programas sociales, entre otros, incide en la población y específicamente en los cuerpos de cada uno de los sujetos que se encuentran viviendo en una nación en particular. Es en ese Estado donde también se conjugan saber y poder para la construcción de una verdad para una nación, al mismo tiempo de requerir el conocimiento de la población para la toma de sus decisiones políticas. Actualmente los cuerpos son sometidos a políticas de control policial, social, administrativo, sanitario,

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económico, en la medida que el Estado moderno resulta ser una máquina política que modela los cuerpos.

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La “gubernamentalidad” tiene que ver con la obtención de prestaciones productivas de los cuerpos. El Estado, a través de la gubernamentalidad, es soberano y por medio del disciplinamiento produce el control de las “poblaciones”, a través de una serie de “biopoderes” que administran de manera global la vida para una maximización de la reproducción/producción. En este marco, la biopolítica no solo implica una gestión de la población, sino un control de las estrategias que los individuos, en su libertad, pueden tener respecto de sí mismos. Aborto La estructuración de un Estado moderno ha requerido marcos normativos, expresados en tratados y acuerdos internacionales vinculados a los derechos humanos, con el fin de resguardar y garantizar los derechos de las personas que habitan en un territorio delimitado. También, materias que en el escenario de sociedades tradicionales eran de carácter privado, tales como la sexualidad, reproducción, identidades de género, entre otras, en la actualidad constituyen elementos sobre los cuales los Estados están interpelados de resolver, instalando principios relacionados con los derechos sexuales y reproductivos, la autonomía de las mujeres, la no discriminación de género, entre otros.


Para avanzar en la igualdad de género es primordial el desarrollo de la autonomía de las mujeres, quienes en un contexto patriarcal ocupan posiciones desventajadas en la sociedad.

Por una parte, el Estado por medio de la gubernamentalidad desarrolla biopolíticas que modelan a la población y a los cuerpos, mientras que por otra parte, es el actor interpelado para dar respuesta a los requerimientos sociales. Esta conjugación se modifica en la medida que discursos emergentes de distintos actores sociales confluyen generando una disputa que se cristaliza en el accionar Estatal. En este sentido, los discursos de saber expresan la producción de poder, el que deviene en principios normativos, verdades, que permean el accionar del Estado y que le entregan un cariz en particular.

Chile es un país latinoamericano donde entre 1973 hasta 1990 se desarrolló una dictadura militar en la que se instalaron políticas liberales y privatizadoras junto a una constitución conservadora y un modelo económico y social que se mantiene hasta la actualidad. También durante los últimos meses de dictadura, en el año 1989, se prohibió y se penalizó cualquier forma de aborto inducido (lo que se encuentra estipulado en los artículos 342, 343, 344 y 345 de Código Penal). Estas leyes fueron promulgadas en directa concordancia con el artículo 19 de la Constitución que asegura el derecho a la vida y protege de manera expresa la vida del que está por nacer. De este modo, las penas para una mujer que aborta en la actualidad, van desde los tres años y un día, a cinco años que previo a la dictadura chilena el Código Sanitario permitía el aborto terapéutico. Chile actualmente es uno de los pocos países del mundo, junto con El Salvador, Honduras, Filipinas, Somalia, Andorra, Vaticano, Malta, Luxemburgo e Irlanda, que sanciona el aborto de modo total y sin excepción alguna. Este fue uno de los motivos que permitieron que en el mes de enero del presente año (2015), el ejecutivo enviara un proyecto de ley de “despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo bajo tres causales”. Las causas contempladas han sido: posible muerte materna, inviabilidad fetal y violación. Cabe señalar que, de acuerdo a la Encuesta Internacional de Valores (2014), en Chile, un 43,3% de los/as encuestados/as señalan que el aborto nunca es justificable, lo que habla también de un sustrato cultural que remite más bien a estructuras subjetivas tradicionales. El aborto es un fenómeno que tiene conexión con los debates en torno a la vida o a la muerte. Asimismo dichos debates ponen en tensión a posiciones conservadoras y liberales en términos valóricos y morales, enfrentadas a discursos de salud y científicos, y de derechos humanos y autonomía, entre otros, que se plantean en este espacio hipotéticamente como discursos de saber imperantes en el espacio público chileno.

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de presidio, sumado al riesgo que implica la clandestinidad de esta práctica. También es necesario considerar

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Autonomía de las mujeres como eje constitutivo de las políticas públicas Para avanzar en la igualdad de género es primordial el desarrollo de la autonomía de las mujeres, quienes en un contexto patriarcal ocupan posiciones desventajadas en la sociedad. La autonomía o la autodeterminación son maneras en que un sujeto/a puede agenciar su propia vida. Asimismo, la autonomía se puede entender en dos dimensiones: como proceso y como fin a alcanzar. El/la sujeto/a en sociedad “aprende” a ser autónomo/a en la medida que utiliza recursos del medio para agenciarse a sí mismo/a. Ahora bien, este aprendizaje es constante y no solo recae en las herramientas individuales del/la sujeto/a, sino

Dentro de las definiciones de organismos internacionales como la CEPAL, existen tres dimensiones de la autonomía de las mujeres: autonomía en la toma de decisiones, autonomía económica y autonomía física. Estas tres dimensiones tienen que ser concebidas de manera interrelacionada.

que también se conecta con las condiciones de posibilidad que el medio le otorga para lograr la autonomía. El componente individual hace referencia a los procesos de aprendizaje en la autonomía, mientras que el componente social se asocia a los elementos que impiden (brechas y barreras) o facilitan (ejercicio de derechos) el logro de la autonomía. En este contexto hay que destacar que las mujeres (en su diversidad)

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experimentan menores grados de libertad en la sociedad en el ejercicio de su autonomía dado que existe una

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estructura patriarcal que las oprime. Dentro de las definiciones de organismos internacionales como la CEPAL, existen tres dimensiones de la autonomía de las mujeres: autonomía en la toma de decisiones, autonomía económica y autonomía física. Estas tres dimensiones tienen que ser concebidas de manera interrelacionada. El observatorio de la Igualdad de Género de América Latina y el Caribe destaca que la autonomía económica remite a la capacidad para generar ingresos propios y controlar los activos y recursos; la autonomía física se vincula con el control sobre el propio cuerpo; mientras que la autonomía en la toma de decisiones hace referencia a la plena participación en las decisiones que afectan la vida de las mujeres y a su colectividad. Esas tres dimensiones son los tres pilares de la igualdad de género y de una ciudadanía paritaria. Considerando las estructuras de desigualdad que presenta nuestra sociedad y que se instalan como barreras para el ejercicio de la autonomía de las mujeres, el Estado debe establecer un rol activo en el avance hacia la igualdad de género a través de políticas, planes y programas que permitan el desarrollo de una sociedad más justa.


La autonomía física, donde podemos ubicar los derechos sexuales y reproductivos, y en particular el acceso al aborto, se ve fuertemente mermada en sociedades donde existen barreras al acceso al aborto libre, expresándose con claridad en medidas punitivas para las mujeres que lo practican implicando un escenario donde las mujeres no pueden llevar adelante el ejercicio de sus derechos. Cabe destacar que este panorama se hace presente con las políticas públicas existentes. Sin duda en Chile el escenario es complejo, si bien existe un primer avance en la aprobación de la idea de legislar el aborto bajo tres causales, este es un piso mínimo desde el cual es necesario continuar avanzando para lograr el aborto libre y así garantizar la autonomía física de las mujeres del país. De este modo se avanzaría en una mayor autonomía física de las mujeres que les permita agenciar sus propios cuerpos, lo que sin duda rema hacia el lado contrario de la gubernamentalidad. Es decir, a través de una política pública el mismo Estado se concebiría como garante o primer facilitador de una política que permita el agenciamiento de los cuerpos de las mismas mujeres. Bibliografía CEPAL, (2012). El Estado Frente a la Autonomía de las Mujeres. Encuesta Mundial de Valores (2014) www.worldvaluessurvey.us Foucault M (2000). La gubernamentalidad, refranes y escritos. Multitudes N°1. Francia.

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Le Breton D. (2002). Antropología del cuerpo y la modernidad. Nueva Visión. Buenos Aires, Argentina.

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Mirada histórica/politica/poder

Despenalización social del aborto, un proceso reemergente La penalización total del aborto es parteaguas pasado/presente. En el pasado la despenalización social del aborto fue promovida a través de demandas sociales en sintonía con respuestas impulsadas desde arriba por las élites. Actualmente, son el feminismo rebelde y solidario, la globalización cultural y las redes sociales, los que empujan desde abajo nuevas subjetividades y abren paso a la despenalización social del aborto sin protagonismo de élite.

Golpe a la autonomía y dignidad de las mujeres. Al finalizar la dictadura militar empresarial, culminó un proceso de progresivas restricciones a las libertades sexuales y reproductivas de las mujeres que se habían alcanzado en el escenario de ampliación de conciencias que tuvo lugar hasta septiembre de 1973. Entre cuatro paredes, el biopoder militar empresarial puso fin en 1989 al Artículo 119 del Código Sanitario vigente por más de cincuenta años, que incorporaba el “aborto terapéutico” en la normatividad chilena, exceptuándolo de la ilegalidad del aborto. En reemplazo, se estableció que cualquier acción cuya finalidad fuese provocar un aborto quedaba prohibida y sancionada por el Código Penal. Este acto de fuerza remató la ofensiva desplegada desde inicios de la dictadura por Jaime Guzmán, cuyo discurso registrado en las actas oficiales de la denominada Comisión Constituyente en noviembre de 1974 hace explícita su obsesión castigadora bíblica contra las mujeres. Afirmaba que la mujer “está obligada siempre a tener el hijo, en toda circunstancia, como parte de la cruz que Dios pueda colocar al ser humano. La madre debe tener al hijo aunque este salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o, aunque de tenerlo, derive su muerte. Una persona no puede practicar jamás legítimamente un aborto”.

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María Isabel Matamala Vivaldi Feminista, médica, activista y consultora internacional en salud, género y DDHH, ex prisionera política, exiliada, militante de izquierda revolucionaria e internacionalista, ex asesora de género del Ministerio de Salud, ex encargada de Género en la OPS/OMS Chile.

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Si bien su extremismo moralista religioso no fue hegemónico en la citada comisión, la arremetida contra los derechos de las mujeres logró un primer paso normativo a través de la espuria Constitución de 1980, que en su artículo 19, número 1, estableció que “la ley protege la vida del que está por nacer”. El siguiente paso fue la eliminación del artículo 119 del Código Sanitario, candado jurídico que ha sido invulnerable hasta hoy, luego de veintiséis años de democracia formal. El autoritario dictamen marcó un antes y un después en la historia de las mujeres chilenas. La nueva legislación reguladora de la dinámica de población selló la reestructuración de la sociedad patriarcal en torno al nuevo modelo capitalista neoliberal en rodaje. El dogma económico de mercado y el dogma eclesial se conjugaron, extremando la subordinación y control de los cuerpos de las mujeres por la vía de expropiarles la libertad de decidir sobre sus cuerpos, su sexualidad y reproducción, y a través de ello, sobre sus proyectos de vida. El mandato ineludible de ser madres quedaba instalado por sobre los derechos a la autonomía, a la igualdad sustantiva y a la dignidad. Material y simbólicamente, las mujeres fueron condenadas a ser obligatorias contribuyentes geopolíticas y económicas por la vía de producir “soldados para la defensa de la patria”, así como seres humanos capaces de mantener la producción de ganancias para el capital y pasibles de ser colonizados psíquicamente para consumir. Luis Pérez Aguirre, sacerdote jesuita uruguayo y aliado del feminismo, sostenía que en la sociedad chilena las iglesias y los dueños del poder hegemonizaban las decisiones de Estado en materia sexual y reproductiva: “Tienen miedo de los cuerpos de las mujeres porque abrirles lugar exige una nueva organización del espacio y del poder, y obliga a habitar con cuerpos diferentes en una relación de derechos iguales, sin la posibilidad de

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seguir dictando órdenes para el control y la sumisión de esos cuerpos”.1

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Diversas mujeres que retornaban del exilio en los momentos de la absoluta penalización del aborto, habiendo sido partícipes de las luchas por los derechos sexuales y reproductivos y la despenalización del aborto en otros países, se sorprendían ante la ausencia de protesta masiva por parte de aquel movimiento de mujeres que, en la lucha contra la dictadura, se había jugado todo en las calles por la democracia. No hubo acogida favorable a los esfuerzos de resistencia que intentaron las recién llegadas; se les advertía “no es el momento” y sus intervenciones recibían severos reproches. En este contexto, consumados los hechos y sin posibilidad de contar con una masa crítica que cuestionara en forma consistente la sentencia dictatorial, debieron resignarse a transitar caminos de más largo aliento. El siglo XX y su interrumpido proceso de despenalización social del aborto Lejos en el pasado quedaba petrificada la emergente despenalización social del aborto de inicios de la década de 1970, como resultado de más de un siglo de demandas sociales y esfuerzos políticos de cambio desde las élites política y científica. El país habitaba un tiempo de ampliación de la conciencia colectiva sobre la interrupción del embarazo, en sintonía con procesos transformadores que se traducían en leyes permisivas en Europa y América. (1) Luis Pérez Aguirre, S.J. (1993). La Iglesia increíble: Materias pendientes para su tercer milenio, Santiago: Cuarto Propio, p. 13 1.


No olvidemos que desde el último tercio del siglo XIX

Sus cuerpos parecen no importar: son cuerpos precarios, prescindibles en las negociaciones calculadoras e hipócritas de una élite que elude la laicidad del Estado.

existió en el país la noción de que el aborto realizado por un médico era una acción lícita en determinadas circunstancias, formulándose indicaciones cuya vigencia alcanzó hasta las primeras décadas del siglo siguiente. Eran períodos de migración campociudad, con áreas urbanas que recibían la pobreza rural sin posibilidad de ofrecer una acogida digna, en una sociedad desigual e injusta. Los índices de aborto y mortalidad aumentaban, lo cual da cuenta de la búsqueda de las mujeres por

terminar con embarazos no deseados, presionadas por múltiples razones (en parte económicas) en su lucha cotidiana por la sobrevida y bienestar de sus familias. Controlaban su fecundidad mediante abortos a pesar de los riesgos; las matronas apoyaban sus decisiones a contramano de la estigmatización del aborto que incitaban los médicos pronatalistas de la época. La “epidemia” de abortos inseguros y su indeseable huella de muertes de mujeres condujo en 1931 a la regulación de la práctica médica en el Código Sanitario; se estableció que solo con fines terapéuticos podía interrumpirse un embarazo, requiriendo para ello la opinión documentada de tres médicos/as, o en su defecto, de un/a médico/a y dos testigos. Los fines terapéuticos se interpretaron tanto desde enfoques abarcadores como restrictivos, pero en general fomentaron la ampliación de miradas. En sus relaciones cotidianas, nuestras madres, tías y abuelas referían sin aprehensiones haberse hecho diversidad de alivios que otorga su interrupción. La realidad socioeconómica y su impacto en la mortalidad de las mujeres presionaban a las instituciones de salud, a las políticas públicas, al feminismo emergente y al mundo científico local. A partir del estudio “El problema del aborto en Chile”, de 1935, el profesor de Obstetricia Víctor Manuel Gacitúa propuso prevenir la mortalidad materna por aborto legislando la interrupción voluntaria del embarazo, a ser realizada por dos profesionales y en instalaciones sanitarias que otorgaran seguridad de vida a las mujeres. La inédita propuesta acogía en la élite médica las necesidades y decisiones de las mujeres; a ella se sumaron posicionamientos por la legalización del aborto desde un importante sector de médicos y desde las feministas del Movimiento ProEmancipación de las Mujeres de Chile (MEMCH), sin que sus demandas lograran apertura legal. En la década de 1960 y hasta 1973, en paralelo con diversas investigaciones sobre aborto en Chile (T. Monreal y R. Armijo2, M. Requena3), se priorizaron políticas públicas maternoinfantiles y de planificación familiar que redujeron drásticamente la mortalidad materna. Durante ese período, el feminismo había perdido (2) Rolando Armijo y Tegualda Monreal (1965), “Epidemiology of Provoked Abortion in Santiago, Chile”. En Muramatsu M. y Harper P. Editores, Population Dynamics, The John Hopkins Press, pp.137-160. (3) Mariano Requena Bichet (1965), “Social and Economic Correlates in Induced Abortion in Santiago de Chile”. Demography, 2:33-49.

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“remedios”, señal de que percibían el embarazo no deseado como enfermedad y reconocían certeramente la

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protagonismo subsumiendo sus luchas en otros movimientos sociales y partidos políticos. Escapó a esta tendencia la Universidad de Concepción, donde el Frente de Mujeres Revolucionarias del MIR, compuesto por estudiantes de izquierda y liderado, entre otras académicas, por Marta Zabaleta (argentina) y Vania Bambirra (brasilera), se asumió como feminista incluyendo en su agenda la lucha por aborto legal.4 La interpretación y práctica ampliada del aborto terapéutico por los servicios de obstetricia de hospitales públicos como el Barros Luco y la realidad cotidiana de las mujeres en un contexto de ampliación de conciencia libertaria y apropiación de autonomía, derivó en que al margen de la legalidad restringida, operase una ascendente despenalización social del aborto, que si bien encontraba espacios de realización en el sistema público de salud, también se lograba en desembozadas clínicas privadas. La fuerza feminista de los 80 y la ulterior mordaza transicional El feminismo de los 80 se constituyó en notable fuerza movilizadora antidictatorial tras la consigna “Democracia en el país y en la casa”, mas no construyó discurso ni alianzas políticas capaces de impedir la ilegalización absoluta del aborto al terminar la década. Y la transición concertacionista, encadenada por pactos y concesiones, no ha tenido voluntad ni coraje para armonizar al país con las regulaciones permisivas sobre aborto que se hacen predominantes en el mundo. La mayoría de las mujeres movilizadas por la recuperación de la democracia se reintegró a los partidos políticos, sin incorporar los avances del feminismo en materia de derechos sexuales y reproductivos ocurridos globalmente en las décadas de 1970 y 1980. Intentos de parlamentarias por recuperar la legislación previa

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a la dictadura fracasaron, dando pábulo a un mito pragmático en la clase política, en cuanto a que levantar

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propuestas legislativas sobre aborto implica un costo de no reelección. Es decir, estas consideraciones priorizan la reelección por sobre el compromiso con los derechos y autonomía de las mujeres. Luego de la negativa a legislar sobre el tema en el transcurso del gobierno de derecha, en su segundo período la presidenta Bachelet logra tramitar un minimalista proyecto de despenalización del aborto en tres causales, que se ha debatido con extrema lentitud, producto de discrepancias que ponen barreras a las decisiones de las mujeres y a los servicios a proporcionar por el Estado garante. El debate se ha situado al margen de los derechos sexuales y reproductivos –no se les nombra–, y por parte de quienes defienden el proyecto se ha reiterado en discursos que niegan intenciones o voluntad de avanzar hacia una legislación que incorpore aborto sin restricciones. La aprobación del proyecto actual reparará daños y asegurará integridad a un 4% de las mujeres que abortan, pero la mayoría de quienes por las más diversas razones decide a diario abortar, continuará haciéndolo en forma ilegal y clandestina, desprotegidas frente a la violencia estatal. Sus cuerpos parecen no importar: son cuerpos precarios, prescindibles en las negociaciones calculadoras e hipócritas de una élite que elude la laicidad del Estado.

(4) http://www.martazabaleta.blogspot.com


Recuperando la conciencia del pasado, reemerge la despenalización social del aborto Durante la evaluación de la Conferencia de El Cairo de 1994, realizada en La Haya en 1999, el Foro de Derechos Sexuales y Reproductivos propuso a parlamentarias chilenas respaldar un proyecto de Ley marco sobre Derechos Sexuales y Reproductivos. Numerosas organizaciones feministas adhirieron a esta elaboración colectiva y un transversal grupo parlamentario la hizo suya en el año 2000, a condición de no incluir la legalización del aborto. Pese a la tremenda concesión del feminismo, el proyecto de ley nunca se tramitó, aun cuando en su primer gobierno Bachelet anunciara su aprobación. Organizaciones y redes feministas no dejaron de intervenir desde el invisible espacio social, desarrollando campañas anuales contra la mortalidad materna y por la legalización del aborto, desde el Foro Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos, la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC) y la Campaña 28 de Septiembre por la Despenalización del Aborto en América Latina.5 Momento cúlmine fue la conformación nacional del Movimiento de Defensa de la Anticoncepción (marzo 2008) ante la ofensiva del Tribunal Constitucional que amenazaba no solo prohibir la píldora de anticoncepción de emergencia, sino también los anticonceptivos erróneamente tildados de abortivos, proporcionados por el sistema de salud desde la década de 1960. Las acciones del movimiento desembocaron en abril 2008 en El Pildorazo, masiva marcha nocturna de protesta reconocida en su magnitud y fuerza por los medios. Pero una vez más, Bachelet no confió en el movimiento social como actor político para validar los derechos ausentes. En adelante, atravesando incluso el desierto que significó el gobierno de Piñera, la extensión del uso de abrieron espacio a cambios culturales y subjetivos. La vergonzosa proscripción del misoprostol se ha ido sorteando con estrategias solidarias nacionales e internacionales entre mujeres. A lo largo del país asumieron un papel relevante múltiples organizaciones feministas, que con su acción informativa han acompañado abortos más seguros y contribuido a la realización de la libertad de decidir de las mujeres. Desde 2013, importantes movilizaciones instalaron en la escena, desde abajo, la propuesta de aborto libre, legal, seguro y gratuito, con protagonismo predominante del feminismo joven, estudiantil y poblacional. Se va haciendo evidente un cambio cultural, que en la base de la sociedad despenaliza socialmente el aborto, estableciendo continuidad con el pasado y su osadía libertaria, pero ahora, sin establecer sintonía con las élites, preanunciando quizás una radicalización democrática en fusión con los cuerpos y libertades de las mujeres.

(5) Campaña que surgió en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en San Bernardo, Argentina, en 1990. El 28 de septiembre conmemora la fecha en que se conquistó en Brasil la libertad de vientres para las mujeres esclavas. (6) Medicamentos avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

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misoprostol y mifepristona6, en paralelo con el intercambio de conocimientos a través de las redes sociales,

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Producción artística visual

Representaciones visuales en torno al aborto en Chile: tecnologías de género, tensiones y desplazamientos feministas

Lieta Vivaldi y Valentina Stutzin Lieta Vivaldi es feminista, candidata a Doctora en Sociología en Goldsmiths; Magíster en Sociología en LSE, Universidad de Londres; abogada de la Universidad de Chile; y Diplomada en Género en la Facultad de Filosofía, Universidad de Chile. Autora y editora de diversos artículos relacionados con teoría feminista, género, sociología, derechos sexuales y reproductivos y derechos humanos. Valentina Stutzin es feminista, tesista de grado de antropología sociocultural en la Universidad de Buenos Aires. Con estudios específicos en teoría feminista, estudios de género, sexualidades, cuerpo, memoria y antropología visual. Fotógrafa documental. Actualmente investiga sobre aborto y sobre narrativas, discursos y activismos en torno a la trata y desaparición de mujeres en Argentina.

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En este artículo realizamos un recorrido y análisis crítico de cómo las diversas posturas respecto al aborto en Chile han sido abordadas en términos visuales, describiendo el despliegue discursivo de imágenes y consignas y las modalidades estéticonarrativas utilizadas. Este texto es un recuento resumido de una investigación más profunda en curso en torno a las estrategias feministas, representaciones y subjetivaciones políticas en la lucha por el aborto libre en Chile.

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Introducción En el marco del debate actual sobre la legalización del aborto en Chile, varias campañas visuales, tanto a favor como en contra, han estado circulando. En las últimas décadas, el debate se ha inscrito en los campos disciplinarios de la ciencia y los derechos humanos, donde, en términos generales, el centro de la discusión está puesto en definir aquello que constituye vida y en los derechos de quién privilegiar: el derecho de las mujeres a decidir/derecho a la libertad de las mujeres embarazadas o “el derecho a la vida” del feto, ambos enmarcados en la valoración de la dignidad humana. Estas posturas también se reflejan en las campañas visuales en torno a la disputa por el derecho al aborto. Nos interesa realizar un análisis crítico de cómo las principales posturas respecto al aborto han sido abordadas en términos estéticos/simbólicos/visuales, describiendo el despliegue discursivo de imágenes y consignas y las modalidades estético-narrativas utilizadas. Así daremos cuenta de las tensiones y desplazamientos en las representaciones visuales del aborto. Al considerar a las imágenes desde una perspectiva performativa, entendemos estas campañas y acciones como tecnologías de género1 y prácticas de representación y visualización, es decir, productoras de significados y de sujetos sexo-generizados y manifestaciones culturales de la política sexual y de la disputa política sexual. Nos preguntamos cómo se van construyendo la diferencia sexual y los procesos de sexo-generización sobre los cuerpos de las mujeres, y cómo se van constituyendo distintos sujetos políticos en las imágenes de las campañas en torno a la lucha por el derecho al aborto. También nos preguntamos, desde una perspectiva feminista crítica, por los efectos, límites y potencialidades de estas prácticas de visualización. Identificamos tres elementos predominantes en las campañas: la(s) mujer(es); el aparato reproductor femenino, útero y ovarios; y el feto. ¿Cómo son presentados, representados, constituidos, resistidos estos significantes? ¿Qué efectos de

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producción generizadora, en tanto tecnología de género, tienen estas imágenes?

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Campañas en contra del derecho al aborto: fetos públicos, mujeres víctimas, DDHH y uso de la memoria posdictatorial. En general las campañas, tanto nacionales como internacionales, de los grupos autodenominados “provida” han usado como estrategia el “humanizar” al feto, dejando ausentes a las mujeres e invisibilizando el proceso del embarazo (como proceso biológico y sociocultural). De este modo el feto se muestra autónomo e independiente (invisibilizando el cuerpo de la mujer), pero a la vez frágil e inocente. El feto que aparece en las campañas es de mayor edad gestacional que la que corresponde en un aborto, para presentarlo lo más similar a un/a niño/a. Así, se insinúa que la muerte del feto producto de un aborto es equivalente al asesinato de una persona ya nacida. Incluso campañas como las de Mujeres de Blanco han construido ataúdes para simbolizar

(1) De Lauretis, T. (1996). La tecnología del género (traducción de Ana María Bach y Margarita Roulet, tomado de Technologies of Gender. Essays on Theory, Film and Fiction, London Macmillan Press, 1989, pp. 1-30), Revista Mora 2, 6-34. Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.


“la muerte de los niños que no podrán nacer”. Estos

El feto que aparece en las campañas es de mayor edad gestacional que la que corresponde en un aborto, para presentarlo lo más similar a un/a niño/a

discursos son performativos, en la medida en que producen, en esas mismas acciones, al feto como sujeto-persona y ciudadano/a e invocan en su nombre derechos, “voz” y personalidad. Insisten en “darle voz al feto”, presentándolo como un sujeto subalterno que siente, y cuyos “deseos” y “voz” hay que escuchar, representar y tutelar. Esto se relaciona con lo ya planteado por autoras feministas de la crítica cultural que señalan la importancia que han tenido las tecnologías médicas de visualización intrauterina, tales como ecografías y latidos, en la producción del “feto público” y “feto ciudadano”, y

en la transformación de los procesos subjetivos de las mujeres gestantes. En este sentido, recientemente en una protesta de grupos antiaborto, mujeres embarazadas pusieron megáfonos conectados a un aparato para

En estas exposiciones, la mujer que aborta es producida tanto culpable como padeciente, articulando así discursos morales (culpable), legales (crimen de asesinato) y médicos (síndrome postaborto), que contribuyen a esta campaña de terror para disuadir a las mujeres de abortar, y que al mismo tiempo, sirve para exigirle al Estado no solo protección del feto, sino también de las mujeres. Asimismo, se observa un giro hacia la representación de las mujeres como víctimas, apropiándose de un discurso que intenta parecer “más preocupado” por estas, en el sentido de visibilizar la experiencia y sufrimientos concretos de las mujeres –en una clave humanitarista–, alejándose así de la sola representación del feto. Entendemos por gobierno humanitario el uso de sentimientos morales en la política contemporánea, que se articula en el lenguaje del sufrimiento, la compasión, la asistencia y la responsabilidad de dar protección

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escuchar directamente los latidos del feto en su vientre, en una clara acción performática.

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en base a un sentido de altruismo y empatía hacia los seres sufrientes.2 Esto muestra un cierto viraje de algunos discursos antiderechos hacia lo que se podría denominar un “secularismo estratégico”, es decir, el uso de discursos seculares y ya no netamente religiosos, como la medicina o la bioética, y una reapropiación discursiva de los derechos humanos. Incluso, algunas campañas, como ‘Informaborto’, han llegado a plantearse desde una supuesta “perspectiva de género” que busca proteger a las

El problema de estas representaciones es que organizan sus argumentos en torno al sufrimiento y la subjetivación política desde la condición de víctimas

mujeres, en la cual el aborto sería machista porque las mujeres se ven obligadas a abortar ya que ni los hombres ni el Estado se hacen cargo de su acompañamiento. Por otra parte, en Chile últimamente estas campañas han innovado, incorporando hechos históricos traumáticos, como la dictadura: apelan a derechos humanos vulnerados durante la dictadura, comparándolos a los que se verían afectados de permitirse el aborto. Las personas detenidas desaparecidas, torturadas y asesinadas por el terrorismo de Estado son analogados a los fetos e incluso puede interpretarse que los/as torturadores/as serían equivalentes a las mujeres que deciden realizarse un aborto. Despiertan, así, un cúmulo de sensibilidades éticas y morales a partir de elementos importantes en el imaginario de la historia reciente

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del país.

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(2) Fassin, D. (1999) La patetización del mundo. Cuerpo, diferencias y desigualdades, 31-42. Colombia: Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional.


Campañas a favor del aborto: mujeres víctimas, DDHH y protección estatal. Al analizar las estrategias feministas en la lucha por el derecho al aborto en Chile, desde la perspectiva de los procesos de sujeción y subjetivación, resistencia y agenciamiento, se reconoce un campo donde también circulan, se intersectan y se disputan distintos sentidos y construcciones sexo-generizadas de los cuerpos y de las políticas feministas. Las campañas a favor del aborto también muestran una gran diversidad, especialmente respecto a la justificación de la demanda; si se conceptualiza como un derecho para las mujeres (muchas veces en el marco de los derechos humanos), como una obligación por parte del Estado, o bien no se apela a este como interlocutor, sino a las mujeres como protagonistas/artífices de sus propias biografías. Las campañas que apoyan el proyecto de ley se circunscriben a las tres causales: muerte para la mujer, malformaciones fetales incompatibles con la vida extrauterina y embarazo producto de violación. Entre las organizaciones que han defendido esta postura destacan MILES y Amnistía Internacional. Queremos analizar brevemente la campaña realizada por Amnistía en junio de 2015. Esta campaña se llamó “Chile no protege a las mujeres. La criminalización del aborto viola los derechos humanos”. En esta campaña, el acento se puso en la desprotección de las mujeres, al no reconocerse los derechos amparados por la Constitución y tratados internacionales tales como la vida, vivir libre de tortura, salud, entre otros, y se interpela al Estado para garantizar su protección. El problema de estas representaciones es que organizan sus argumentos en torno al sufrimiento y la subjetivación política desde la condición de víctimas. Ya no es el feto la víctima, como en las campañas antiaborto, sino la mujer, y el Estado es llamado a protegerlas. En la construcción de la imagen, se destaca el uso de fotografías, particularmente retratos de mujeres (una por cada composición) acompañados de infografía y de la consigna de la campaña. Las mujeres aparecen en un plano

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medio y no se llega a percibir si están embarazadas o no, es decir, aparecen como no embarazadas.

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Otra forma de representación bastante transversal en distintas estrategias feministas ha sido lo que identificamos como “útero aislado” (en general, acompañado de alguna frase como “mi cuerpo, mi decisión”, “mi cuerpo es mío”, etcétera), es decir, un “útero flotante”, separado de la totalidad del cuerpo, de las condiciones de inteligibilidad de su propia representación y de los contextos socioculturales de las vidas de las mujeres. Se toman como íconos transparentes. Si bien en un principio pueden entenderse como un ícono que busca una reapropiación simbólica de ese lugar alienado de las mujeres, también puede volverse complejo, en la medida que reproduce la idea de úteros aislados, de la fragmentación del cuerpo y la experiencia, de la metonimia de la representación de la parte (el útero) por el todo (las mujeres), cayendo en representaciones demasiado biologicistas y binarias, y la idea de cuerpos naturales y órganos transparentes por fuera de los sistemas sexo/ género y los discursos que los atraviesan y producen. En otra campaña de Amnistía del año 2014 aparece una mujer sin signos visibles de embarazo con el vientre al descubierto sobre el cual hay una cerradura. Ella sostiene en su mano una llave. A lo que aludiría la metáfora visual es a que la mujer tenga acceso al control de su propio cuerpo, representado en tener la llave para abrir y cerrar la cerradura. Sin embargo, nos preguntamos por las complejidades de esa metáfora visual en la construcción de los cuerpos de las mujeres como lugares de propiedad desde una retórica liberal, y en la poco afortunada relación subyacente entre llave, cerradura, propiedad y casa que podría llevar a pensar el cuerpo de las mujeres, sobre todo vientre-útero, como una casa-hogar (el cuerpo de las mujeres como ese “contenedor vacío”, la pura matriz, al que se refieren los discursos conservadores religiosos y de derecha). Si bien el eslogan “mi cuerpo es mío” ha sido fundamental desde la segunda ola del feminismo, cuando aún los derechos individuales básicos de las mujeres no han sido reconocidos, y como consigna intenta hacer frente a los poderes que dominan a las mujeres y las alienan de las decisiones sobre sus propias existencias, por

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otro lado, entender al cuerpo como una propiedad que se posee es bastante problemático. Desde distintas

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perspectivas feministas críticas del paradigma liberal (marxistas, posestructuralistas, post- y decoloniales), se ha señalado que concebir los cuerpos en estos términos promueve la individualización y autorresponsabilización en tónica neoliberal, así como también la perpetuación de modelos dualistas y binarios, como por ejemplo mente/cuerpo, donde el cuerpo es algo que un sujetx racional posee, cuando en realidad podría plantearse que somos un cuerpo. ¿Cómo salir de estos esquemas? Desplazamientos y nuevas representaciones. En

esta

sección

representaciones

queremos feministas

analizar que

nuevas

visualmente

exploran el proceso físico y social de abortar, pero se desmarcan de los esquemas anteriormente mencionados. En los últimos años las organizaciones feministas no solo han apelado a un cambio legal, sino que


también se han abocado a la ‘despenalización social del aborto’, es decir, a que social y culturalmente el aborto deje de ser un acto cargado de culpas y sea mirado como un proceso/decisión a través del cual la mujer forja su proyecto vital. Asimismo, estas campañas buscan facilitar que en la práctica las mujeres se realicen abortos seguros. Para ello, las organizaciones han impartido información sobre el uso del Misoprostol, por ejemplo la ‘línea aborto’ que nace el 2010, y han ofrecido guía antes o durante el proceso. Recientemente también se crearon la campaña ‘Miso pa’ todas’ (2015) y la organización ‘Con las amigas y en la casa’ (2016). En estas campañas encontramos nuevos elementos que, creemos, contribuyen a salir de los esquemas anteriormente analizados. Por una parte las mujeres se muestran juntas, el aborto ya no es un tema ni un acto meramente individual, sino algo que involucra a “mujeres hermanadas, a mujeres en manada”, paráfrasis de la consigna “abortamos hermanadas, abortamos en manada”. Lo que se enfatiza son los lazos de solidaridad que se materializan en el aborto mismo. El foco está en el amor entre mujeres y los cuidados que entre nosotras nos

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podemos dar, más allá del tutelaje médico, y bajo nuevas éticas feministas del cuidado.

71 La mujer que aborta ya no es invisibilizada o reducida solo a su útero, sino que es representada en un contexto social de sororidad, inserta en redes sociales. Asimismo, hay un esfuerzo de representar visualmente la diversidad de sujetas y corporalidades que hacen parte del significante “mujeres”. En las nuevas campañas el Misoprostol pasa a ser protagonista, con fotos de la píldora o su caja, develando la recuperación o resignificación de los fármacos que, si bien pueden ser utilizados en contextos opresores, también pueden ser reapropiados por las mujeres. Esto por cierto no está libre de tensiones; si bien las campañas


dan información sobre el uso correcto de la píldora y cómo evitar ser engañadas por falsos vendedores, las mujeres al usar Misoprostol de todas formas se enfrentan al mercado ilegal con los riesgos que ello conlleva. Para el Estado, que las mujeres autogestionen sus abortos con Misoprostol también es conveniente. Por una parte, a través de este método los riesgos para la mujer bajan sin necesidad de legislar al respecto, y por otra, de haber cualquier complicación, que es muy poco probable, son las mujeres que abortan las que asumen los

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costos de una posible persecución penal o algún tipo de riesgo para su salud.

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En relación a la crítica a la hegemonía de la biomedicina occidental en el control de los cuerpos de las mujeres, es interesante mencionar también las alianzas y perspectivas en clave feminista-decolonial para pensar el aborto. Podemos recalcar acá las estéticas, consignas y prácticas activistas que apelan a recuperar los saberes y medicinas indígenas y tradicionales, la ginecología natural y la reapropiación del autoconocimiento sobre nuestros propios cuerpos, así como las reflexiones políticas que analizan críticamente las relaciones que se establecen en un contexto de colonialidad entre los cuerpos de las mujeres como cuerpos subalternizados, el territorio y el capitalismo exctractivista, y que articulan demandas por el aborto libre en clave de recuperación de la soberanía sobre nuestros cuerpos y territorios.


Algunas autoras feministas han planteado la problemática invisibilidad que adquiere el proceso del embarazo en la discusión sobre el aborto, tanto desde la perspectiva antiderechos en su producción del feto ciudadano aislado, como también desde los activismos feministas que, para contestar a esos argumentos, se sitúan en la demanda por la libertad de decidir. En ambos casos se construyen dos referentes aislados entre sí. Cómo representar el embarazo y al feto en la lucha por el aborto libre es aún una tensión dentro de los feminismos, una pregunta abierta. Nuevas campañas también enfrentan el tema de cómo hablar o representar al feto desde perspectivas feministas, estableciendo así una disputa sobre la presencia pública del feto. En este sentido, un hito importante fue la campaña “El Derecho a No Nacer” del Colectivo Universitario por la Disidencia Sexual (CUDS), que a través de prácticas artísticas de la perfomance, plantearon una reapropiación y desplazamiento paródico del significante “feto público”. Asimismo, es posible ver en algunas de las gráficas y dibujos proaborto que circulan en la web3 la presencia del proceso del embarazo, es decir, composiciones visuales por el derecho al aborto que muestran explícitamente fetos dentro de úteros y fetos que toman la pastilla de Misoprostol, o incluso, que de forma directa e irónica se salen de retóricas victimistas y señalan el aborto como muerte de un feto, pero como una muerte legítima. Al tomar las imágenes presentes en esta página colectiva a modo de “muestra”, es posible ver los distintos imaginarios y modos de representación que atraviesan las demandas por el derecho al aborto. Encontramos algunas representaciones que caen en el modelo del “útero aislado”, fragmentario y asociado al paradigma “mi cuerpo es mío”, así como imágenes que insertan esos cuerpos –ya no solo fragmentos– en contextos más amplios (aluden a las condiciones materiales en las que esos cuerpos son producidos y representados sexo-generizadamente) y a las estructuras dominantes: patriarcado, heteronorma, capitalismo, Estado, Iglesia (incluso algunas imágenes se desplazan de la solo a los poderes dominantes); y muestran explícitamente la solidaridad entre mujeres como estrategia política. En este artículo nos preguntamos críticamente por los efectos normalizadores, o no, de estas campañas, en tanto tecnologías de género, y los “modos de ver” a las mujeres que estas suponen. El cuerpo de las mujeres puede ser entendido como un lugar de opresiones, pero también de resistencias, y en este sentido hemos visto como las diversas campañas abordan estas temáticas. Muchas veces las mismas campañas a favor del

(3) Tomamos como ejemplo la iniciativa Gráficas Pro Aborto Chile http://graficasproabortochile.tumblr.com/

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representación de la mujer y/o feto para visualizar

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aborto confirman estereotipos de la mujer aislada y víctima sin agencia que debe ser protegida, reproduciendo ontologías corporales liberales del sujeto, e invisibilizando los contextos sociales, culturales, políticos, económicos en los que se sitúan las diversas vidas de las mujeres. Ante estas representaciones observamos que desde algunos sectores feministas se han construido imágenes, discursos y consignas que aluden a las mujeres como sujetos múltiples, en comunidad, apelando a la sororidad entre mujeres y a la lucha por el aborto libre. Podemos ver desplazamientos desde las consignas y estéticas más clásicas y típicas, a un giro y una preocupación por abordar visualmente las condiciones contextuales (socioeconómicas, políticas, culturales, sexo-generizadas, etcétera) en que se inserta la lucha por el aborto en Chile y Latinoamérica, planteando nuevas preguntas y desafíos a nuestra praxis feminista: por ejemplo, cómo construir redes afectivo-políticas, cómo pensarnos desde la crítica a la colonialidad capitalista y cómo abordar la cuestión de la

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presencia pública del feto.

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Manejo mediático

Editorializar de aborto El proyecto de ley que despenaliza la interrupción del embarazo por tres causales, ingresado por el Ejecutivo en enero de 2015, ha permitido que el aborto deje de ser un asunto marginal y se torne objeto de discusión pública tanto en la agenda política como en los medios de comunicación. Mónica Maureira M. Periodista con postítulo en Derechos Humanos y Procesos de Democratización y egresada de Magíster en Comunicación Política de la Universidad de Chile. Consultora de la Delegación de la Unión Europea en Chile en temas de comunicación y género. Profesora de la Escuela de Periodismo de la Universidad Diego Portales. El debate público en torno al proyecto de ley que despenaliza la interrupción del embarazo por tres causales está por cumplir un año. Se ha tratado de una discusión zigzagueante, dura y en ocasiones desgastante. Tramposa, toda vez que se expone a las mujeres a explicar los por qué y las razones por las que abortarían; mujeres presionadas a rendir cuenta pública ante un discurso moral aparentemente dominante. Dominante, en apariencia. Muy tempranamente iniciada la década del 90, diversas entidades privadas y respecto a legalizar el aborto, ya fuera por las mismas causales que se legislan hoy o por decisión de la mujer. Diversas iniciativas parlamentarias intentaron canalizar esta demanda política, enviando propuestas de ley que fracasaron en el corto plazo. Dominante, en apariencia, porque el escenario político actual se topa con una sociedad civil representada por mujeres organizadas; robusta en la producción de conocimientos sobre el aborto como derecho, que ha capitalizado de sus propias experiencias de incidencia política, en un panorama global interferido por nuevas formas y medios para comunicar. El proyecto ingresado por el Ejecutivo en enero de 2015 permite así que la demanda del movimiento de mujeres y feministas en Chile tenga un horizonte de posibilidad después de veintiséis años de abortos clandestinos y arriesgados. Con ello, el aborto dejaría de ser un asunto marginal y se tornaría objeto de discusión pública para la agenda política y en los medios de comunicación. No obstante, una vez iniciado el debate reciente, los aislados e insuficientes esfuerzos del Estado y de la comunicación gubernamental por gestionar la relación con los medios respecto al proyecto de ley y el

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organismos de Estado realizaron sondeos de opinión pública, registrando corrientes de opinión favorables

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aborto tensionaron el quehacer de la sociedad civil, implicando que mujeres organizadas y feministas, desde sus institucionalidades y la academia, adquirieran un protagonismo sin comparación en la discusión. Tan incontrarrestable ha sido su participación, que con fundamento se puede afirmar que gracias a ellas –a las mujeres organizadas y feministas– la discusión se mantiene viva, vigorosa. Resistencia mediática A fines de la década del 90, existían serias dificultades para producir información (contenidos noticiables) y opinión sobre derechos sexuales y de salud reproductiva, que reivindicaran asuntos de género y demandas feministas. La capacidad reactiva y de respuesta de las organizaciones tenía como límite los discursos comunes y la dificultad de gestionar estas informaciones para su publicación: ausencia de recursos humanos y la resistencia mediática de abrir un debate sobre temas de derechos fundamentales para la construcción democrática del país. La tendencia de los medios de comunicación fue empalmar con los discursos hegemónicos que insistían (e insisten hasta ahora) en que las reivindicaciones por los derechos individuales de las personas, especialmente de las mujeres y sus cuerpos, eran de patrimonio social puesto en lo público y en una escala de valores vinculada principalmente a lo religioso. Así, las acciones comunicacionales rigidizaron el debate, demostrando –una vez más– intolerancia frente a las diferencias; los “nuevos discursos” se desvalorizaron y el debate terminó por clausurarse. Con el actual proyecto de ley en el Congreso, la cobertura sobre aborto en los medios de comunicación ha sido

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sostenida: la agenda política y la agenda de los medios (setting) evitan que el tema salga de la agenda pública;

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se mantiene en el repertorio noticioso, situación que se refuerza por la seguidilla de encuestas de opinión que dan cuenta de cómo crece la adhesión a la despenalización del aborto en Chile. El tema se aloja en la agenda mediática a través de los vericuetos del debate legislativo, la desprivatización de las experiencias personales sobre aborto, la violencia sexual como detonante de embarazos forzados en mujeres adolescentes (niñas) y la criminalización de aquellas que optaron por abortos clandestinos pese a los riesgos. El efecto endogámico y mimético de la prensa1 le ha dado supremacía al tema en el escenario político y concordancia gracias a la reiteración de las informaciones. Política en red Las técnicas mediáticas cambiaron y las prácticas políticas también. La espectacularidad de los usos políticos,

(1) Berganza Conde, M. (2003). Media construction of violence against women: a framing approach. Communication & Society 16 (2), pp. 9-32.


su dramatización y la personalización de los asuntos de interés público2 redundaron en la deslegitimación de los partidos políticos como vasos comunicantes entre los intereses de la ciudadanía y el Estado. Paralelo a ello, y de manera vertiginosa, la comunicación política en red3 permitió afortunadamente equilibrar las oportunidades de los movimientos sociales de incidir en la agenda pública a través de la autoproducción de contenidos e informaciones y de la autonomía para difundir discursos y mensajes. Los procesos de información y las relaciones de poder en el sistema político se horizontalizaron. En este escenario, los medios de comunicación tradicionales están realizando esfuerzos por mantener su jerarquía ante la capacidad de los medios digitales y sus plataformas para generar flujos informativos. Uno de esos trabajos consistió en editorializar sobre el aborto, interpretando desde sus propias lógicas políticas y económicas (necesarias para su sobrevivencia) los alcances que tendría el proyecto de despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo por tres causales para la sociedad chilena. Los recursos editoriales de la prensa tradicional se cruzaron rápidamente con un cúmulo de experiencia y conocimiento capitalizado por las organizaciones de mujeres y feministas, no solo en el ámbito discursivo local sino que también internacional: hacía tiempo que dichas entidades estaban tensionando los sistemas de protección de derechos, desarrollando estrategias de alto impacto jurídico para avanzar en el reconocimiento de los derechos de las mujeres así como lo mandata el desarrollo internacional. Aprendizaje, conocimiento, incidencia política; disposición a impactar en la tematización y contextualización que los medios hacían del aborto en Chile. Comienza una disputa discursiva para legitimar posiciones. Ahí, nuevamente, se encuentran las mujeres organizadas y feministas reapropiándose del habla y de la palabra. a dar voz y participación. La tematización y editorialización del aborto en medios tradicionales interactúa con las plataformas digitales, amplificando la posibilidad de generar acción política colectiva e impulsando un activismo digital4 que ahora sí disputa con la hegemonía cultural y las cuotas de pluralismo necesarias para una democracia saludable. Los anuncios recientes del gobierno de la presidenta Michelle Bachelet incluyeron el proyecto de ley que despenaliza el aborto en tres causales como una de las prioridades legislativas en lo que resta el periodo legislativo de este 2016. En este contexto, las mujeres organizadas y feministas deberán redoblar sus recursos para seguir vinculando la dimensión socio-técnica5 en la acción política colectiva y comunicacional respecto al aborto, porfiando a la hegemonía cultural y politizando espacios democráticos menos consensuados.

(2) Gringas, A. (1998) “El Impacto de las comunicaciones en las prácticas políticas”, en Comunicación y política. Gedisa, Barcelona. (3) Castells M. (2009). Comunicación y poder. Alianza Editorial 2009. (4) Millaleo, S. y Cárcamo, P. (2013) Activismo digital en Chile. Repertorios de contención e iniciativas ciudadanas. Fundación Democracia y Desarrollo. Santiago. (5) Ibíd.

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Persuadiendo. El peso de la experiencia y la evidencia, impelieron a los medios a abrir sus tribunas de opinión;

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Mirada movimiento internacional

Internet y acceso a información, medicamentos y abortos seguros El aborto es un tema vital para el feminismo porque las mujeres hemos sido desvalorizadas sistemáticamente desde siempre bajo el sistema patriarcal, y esto se hace evidente en las restricciones que los Estados y las sociedades imponen al control sobre nuestros cuerpos, nuestros derechos sexuales y reproductivos, y los riesgos a los que se someten nuestras vidas y nuestra salud. Y eso sin hablar de lo poco que se valora y reconoce la autonomía, la capacidad y agencia de las mujeres en este tema tan relevante. Por Lorena Etcheverry Se protege la identidad de la entrevistada

¿Cuál es el trabajo que hace Women Help Women por la lucha por la despenalización del aborto? Women Help Women es una organización sin fines de lucro, que nace el 28 de septiembre de 2014, como un esfuerzo para apoyar el Día Mundial de la Despenalización del Aborto. Tenemos dos líneas de trabajo: un servicio en línea que ayuda a mujeres que están en países donde el aborto es ilegal, para que puedan acceder a medicamentos que les permitan tener un aborto seguro; y el trabajo en colaboración con colectivos feministas locales para mejorar el acceso a la información sobre aborto. WHW está integrada por cerca de 25 activistas: profesionales, médicas e investigadoras, capacitadas en salud sexual y reproductiva.

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Entrevista a activista de Women Help Women

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En el mundo hay 215 millones de personas que tienen poco o ningún acceso a la anticoncepción y la educación sexual y reproductiva, y las regiones en las que esto ocurre son también aquellas en las que se criminaliza el aborto. Cada año se realizan aproximadamente 56 millones de abortos en el mundo, de los cuales aproximadamente 20 millones son ilegales e inseguros. Las restricciones legales sobre el aborto solo tienen un efecto: el sufrimiento físico y psicológico de las mujeres. Estudios recientes estiman que entre un 8 y un 18 por ciento de las muertes maternas en el mundo se deben a un aborto inseguro, y el número de muertes relacionadas con el aborto en 2014 oscilaron entre 22.500 y 44.000. En América Latina podemos observar que las restricciones legales no reducen la incidencia de abortos, sino que cambian las circunstancias en que se producen; hacen contextos más restrictivos para las mujeres y medicalizan e institucionalizan el proceso que está siendo realizado por las mujeres en sus casas de manera segura, mujeres que se han informado o que están siendo acompañadas por otras mujeres organizadas o feministas que se han capacitado para garantizar un aborto seguro con medicamentos. ¿Qué objetivos persiguen?, ¿cómo trabajan?, ¿qué protocolos de seguridad adoptan? El trabajo de Women Help Women responde a una necesidad no satisfecha. Hay millones de mujeres que necesitan información, acceso a métodos anticonceptivos y abortos seguros. Hoy en día, mucha gente busca información, servicios y productos en internet, ya que es internacional y no tiene fronteras. A pesar de las diferencias e inequidades, además de la brecha de género que atraviesa su uso, hoy en día aproximadamente

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el 40 por ciento de la población mundial utiliza internet.

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Los servicios de internet pueden ayudar a las mujeres a acceder a medicamentos y productos que de otra manera estarían fuera de su alcance, en particular en los países donde los servicios de salud o las restricciones legales crean barreras para impedir la compra de fármacos que deberían ser de fácil acceso. En Women Help Women, creemos que es importante que las mujeres estén informadas sobre la forma más segura y eficaz de utilizar anticonceptivos y medicamentos para el aborto, y que tengan la posibilidad de acceder a medicamentos genuinos y de calidad. El acompañamiento feminista y los servicios de telemedicina como WHW contribuyen a que las mujeres eviten prácticas inseguras. La imposibilidad de acceder a información y métodos de aborto seguros solo limita la capacidad de la mujer de ejercer sus derechos, y aumenta las desigualdades sociales. Women Help Women ofrece un servicio de información online y una consulta en línea que permite a las mujeres de todo el mundo pedir, a través de internet, los medicamentos llamados Mifepristona y Misoprostol (los fármacos necesarios para abortar que se pueden utilizar en casa hasta las nueve semanas de gestación). También ofrecemos acceso a métodos de anticoncepción de emergencia (píldora del día siguiente),


anticonceptivos orales, condones femeninos y otros métodos anticonceptivos y píldoras abortivas. El servicio de aborto médico está enfocado a países donde las mujeres no tienen acceso a abortos legales y que, por esta razón, tienen su salud y vida en riesgo. Siempre damos información sobre todas las opciones, incluyendo orientación a clínicas y servicios legales donde es posible. ¿Cómo se articulan internacionalmente?, ¿con qué otras organizaciones trabajan?

En el mundo hay 215 millones de personas que tienen poco o ningún acceso a la anticoncepción y la educación sexual y reproductiva, y las regiones en las que esto ocurre son también aquellas en las que se criminaliza el aborto

Women Help Women trabaja con una red de aproximadamente treinta organizaciones de todo el mundo, entre ellas redes internacionales, líneas telefónicas de información para el aborto seguro y otros colectivos feministas de alcance local. Nuestro objetivo común es que más mujeres puedan informarse y tener a su alcance los medios necesarios para abortar de manera segura. En Chile, formamos parte de la Campaña #Misopatodas y colaboramos con varias organizaciones de todo el

Más información sobre nuestras colaboraciones: https://womenhelp.org/es/page/349/these-organizations-collectives-and-individuals-partner-with-womenhelp-women ¿Cómo son las mujeres que contactan a WHW? ¿En qué fase del embarazo llegan? Nosotras recibimos pedidos de mujeres con perfiles muy distintos. Nuestra misión es informar y ayudar a cualquier mujer que nos contacte, independiente de su situación geográfica, social, económica o familiar. En general, igual que en los estudios sobre otros servicios, las mujeres buscan abortar en las primeras semanas del embarazo. ¿En comparación con la experiencia internacional, cómo ves el panorama chileno respecto del aborto? Chile tiene una de las leyes de aborto más restrictivas del mundo. Pocos países restringen el aborto incluso cuando es necesario para salvaguardar la vida o la salud de la mujer, o cuando el feto es inviable. Este es el caso de Chile. Esto pone a las mujeres chilenas y las extranjeras que viven en este territorio en una situación compleja, pues las obliga a exponerse a procedimientos inseguros, sobre todo por indicaciones que hacen

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país.

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circular las personas que venden el medicamento en el mercado paralelo (ilegal). Además, debido a la restricción del uso del Misoprostol en el sistema hospitalario, las mujeres que viven en el territorio

Mantener las restricciones sobre el aborto es una violación de los derechos humanos, la libertad, la dignidad, la integridad y la autonomía de las mujeres

de Chile muchas veces son estafadas en el mercado clandestino cuando intentan acceder a este fármaco, por ello dependen de redes confiables y de organizaciones internacionales que faciliten el acceso a medicamentos seguros y de calidad. Mantener las restricciones sobre el aborto es una violación de los derechos humanos, la libertad, la dignidad, la integridad y la autonomía de las mujeres.

Muchos especialistas médicos internacionales aconsejan la eliminación de barreras innecesarias al acceso. La resistencia a la eliminación de estas barreras tiene una base política, y no está relacionada con los problemas de seguridad. La Organización Mundial de la Salud afirma la necesidad de las mujeres a acceder a las pastillas abortivas en todo el mundo. Y no solo las instituciones lo aconsejan; la experiencia alrededor del mundo ha demostrado que las mujeres logran abortos seguros compartiendo información y acompañándose entre ellas.

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¿Qué opinas del proyecto de ley en Chile? ¿Crees que será aprobado, y te parece relevante si es así?

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Al postular solamente tres causales de acceso al aborto legal y en establecimientos hospitalarios, el proyecto de ley que se discute actualmente en Chile es muy limitante, restrictivo y claramente insatisfactorio e insuficiente. Este proyecto de ley no responde a las necesidades reales y circunstancias de vida de las mujeres que quieran abortar. El aborto es un derecho humano y el Estado no debería intervenir ni decidir cuáles son o pueden ser las motivaciones válidas de una mujer para abortar. Al hacerlo, los grupos políticos y el Estado limitan nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestros proyectos de vida. El acceso a servicios de salud reproductiva, la anticoncepción y el aborto, permite a las personas decidir libremente sobre sus vidas, si quieren o pueden tener hijxs (o más hijxs). La salud reproductiva es un asunto de salud pública, de justicia social y derechos humanos, y cualquier proyecto de ley que no reconozca el derecho de la mujer a decidir sobre su cuerpo y su vida, independiente de sus motivaciones y circunstancias personales y sociales, es claramente insuficiente. ¿Por qué crees que la lucha por el aborto es tan importante para el feminismo? ¿Crees que al feminismo le corresponde algún rol en particular al respecto?, ¿cuál?


El aborto es un tema vital para el feminismo porque las mujeres hemos sido desvalorizadas sistemáticamente desde siempre bajo el sistema patriarcal, y esto se hace evidente en las restricciones que los Estados y las sociedades imponen al control sobre nuestros cuerpos, nuestros derechos sexuales y reproductivos, y los riesgos a los que se someten nuestras vidas y nuestra salud. Y eso sin hablar de lo poco que se valora y reconoce la autonomía, capacidad y agencia de las mujeres en este tema tan relevante. No obstante, la lucha feminista del aborto es también un tema importante de derechos humanos, de derecho a la información segura y de derecho al acceso de métodos anticonceptivos y de aborto seguros. Hay diversos feminismos, todos impulsados en luchar por una mejor vida para las mujeres alrededor del mundo, y en ese impulso la salud y autonomía de las mujeres es de gran importancia. Nosotras nos hemos enfocado en entregar información y ofrecer productos vitales a las mujeres y contribuir a que lleguen a sus manos. No podemos depender de los gobiernos, de los sistemas públicos de salud, del personal médico o cualquier otro tipo de grupo para luchar por nuestros derechos como mujeres. Todas tenemos que actuar y nuestro compromiso consciente es el de apoyarnos para disminuir el sufrimiento causado por leyes injustas y

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discriminatorias hacia las mujeres.

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Mirada movimiento internacional

¿Qué factores determinan el comportamiento de los partidos políticos en relación a las políticas sobre aborto en América Latina? Este ensayo se basa en investigaciones en terreno en México y Uruguay que han permitido examinar los factores que motivan a los partidos políticos al momento de perseguir cambios en políticas que restringen o liberalizan el aborto. Más específicamente, sugiere que los intereses estratégicos de los partidos políticos, más allá de la salud pública o las problemáticas de derechos humanos, dan forma a las políticas sobre aborto. Para comprender el patrón contradictorio de los cambios en políticas en la región y predecir cambios futuros, debemos por lo tanto observar los contextos de las dinámicas nacionales y subnacionales en las cuales están insertos los partidos políticos. Camilla Reuterswaerd, candidata a doctora en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Madison, Wisconsin. Su investigación se centra en variaciones locales en políticas sobre aborto, matrimonio homosexual y adopción homosexual en México. También se interesa en temas relacionados con el estado y la violencia contra las mujeres en América Latina. ´ equipo de Rufián Revista Traducción de Camila Bralic,

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Aborto y políticas partidistas en América Latina: lecciones desde México y Uruguay

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Las políticas sobre aborto en América Latina permanecieron en gran medida estancadas hasta fines de los 90. A pesar de que diversos grupos de mujeres se movilizaron para presionar a los gobiernos por la liberalización de las políticas durante y después de las transiciones democráticas, las leyes restrictivas de la región han demostrado ser sumamente resistentes al cambio y, con la excepción de Cuba, el aborto continuó siendo ilegal. En los últimos años, sin embargo, las legislaciones de la región han sufrido un número de cambios insospechados que han terminado eficazmente el largo estancamiento con respecto al aborto. El levantamiento de la prohibición total del aborto en Colombia en 2006 y la legalización en Ciudad de México el año siguiente, constituyeron reformas extraordinarias con respecto a los derechos de las mujeres. Movimientos hacia políticas más restrictivas en El Salvador y Nicaragua, no obstante, sugieren un patrón desigual de los cambios de políticas, lo cual indica que América Latina continúa en una encrucijada respecto a la problemática del aborto. Hay dos actores que se han mantenido en el frente de batalla por los derechos reproductivos en la región. Por un lado, las organizaciones de mujeres que se han movilizado en pos de la democratización –en algunos casos incluso bajo regímenes autoritarios– y todavía salen a las calles para exigir el derecho de las mujeres de decidir sobre sus propios cuerpos. Por el otro lado, el mayor enemigo de los movimientos de mujeres en la lucha por el acceso al aborto legal, la todavía poderosa Iglesia Católica, se opone vehementemente a reformas que las autoridades eclesiásticas perciben como amenazas para el núcleo mismo de los valores católicos: el derecho a la vida. Además de estos dos actores localizados en lados opuestos de la problemática del aborto, existe otro que a menudo recibe menos atención, a pesar de ser clave para la posibilidad de cambio legislativo: los partidos políticos. Es fácil asumir que la ideología determina las posiciones de un partido con respecto al aborto y que sus representantes se mantienen fieles a la doctrina mientras los proyectos de ley se mueven a través de las instancias legislativas y finalmente son votados. Con todo, los recientes cambios muestran que esto está lejos

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de ser verdad en los países de la región. En El Salvador y Nicaragua, la izquierda política –presumiblemente

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abierta a cambios liberalizadores– presentó y promulgó proyectos de ley que prohibían completamente el aborto. De modo similar, legisladores de izquierda en México han apoyado enmiendas constitucionales que restringen el acceso al aborto, y en Uruguay, la coalición de izquierda Frente Amplio tardó años en aprobar la descriminalización del aborto, a pesar de que su mayoría falló y se comprometió por una reforma liberalizadora. Es más, el partido de centro PRI (Partido Revolución Institucional), que no tiene una posición con respecto al aborto determinada ideológicamente, ha sido el principal promotor de cambios restrictivos en todo el país. Si la ideología no logra predecir los patrones de votación de los partidos con respecto al aborto, ¿qué factores explican los comportamientos legislativos? ¿Por qué los representantes de izquierda a veces se desvían de su ideología, y por qué partidos de centro buscan restricciones sin motivos aparentes? Este ensayo está basado en un trabajo de campo realizado en Uruguay durante el verano de 2013 y la investigación de tesis en cuatro diferentes estados mexicanos entre agosto de 2015 y junio de 2016. Con foco en los partidos políticos y las políticas sobre aborto en América Latina, se basa en los casos de Uruguay y México para mostrar cómo los intereses pragmáticos y estratégicos de los partidos, más que el interés por la salud pública o los derechos humanos, determinan las políticas sobre aborto en la región. Más específicamente, en el caso de México, la competencia electoral modela el comportamiento de los partidos en relación a las políticas de aborto y determina los objetivos y las estrategias que los partidos persiguen en los procesos de elaboración


de políticas. El caso de Uruguay muestra que los legisladores de izquierda que, debido a creencias religiosas personales, disienten con la postura de su partido sobre el aborto han contribuido al largo estancamiento en las políticas al respecto. Una alianza entre partidos se formó para aprobar una reforma y, a pesar de ser exitosa, las negociaciones sobre el contenido de las políticas llevó a un cambio menos liberal. La descriminalización del aborto en Uruguay en 2012 constituyó una reforma revolucionaria en los derechos reproductivos en América Latina. Después de décadas de intentos fallidos, la reforma liberalizó el código penal de 1938 que solo permitía abortos terapéuticos y admitía el procedimiento durante el primer trimestre de embarazo. A pesar de un

Si la ideología no logra predecir los patrones de votación de los partidos con respecto al aborto, ¿qué factores explican los comportamientos legislativos? ¿Por qué los representantes de izquierda a veces se desvían de su ideología, y por qué partidos de centro buscan restricciones sin motivos aparentes?

ambiente aparentemente favorable para cambios en las legislaciones, el cual incluía una temprana separación entre la Iglesia Católica y el Estado, una coalición de izquierda en el poder y una organización de mujeres que se movilizaba por el derecho al aborto ya desde la democratización de 1985, los intentos de reforma en la ley de aborto de Uruguay fallaron repetidamente hasta 2012. Sorprendentemente, sin embargo, significativamente menos liberal que otras propuestas que habían fallado después de una primera aprobación en el Senado o en la Cámara de Diputados. ¿Qué explica el largo estancamiento en temáticas de aborto en Uruguay, país conocido como vanguardista en derechos de la mujer en la región? Y ¿por qué tomó casi una década para que la coalición Frente Amplio descriminalizara el aborto? La victoria electoral de la coalición de izquierda Frente Amplio en 2004 indicaba un ambiente favorable para una reforma de la ley de aborto. Después de más de un siglo de dominación de la centro-derecha, el Frente Amplio –único partido que apoyaba consistentemente las demandas feministas en Uruguay– obtuvo una mayoría en ambas cámaras. Más aún, después de la crisis económica que llevó a una ola de mortalidad materna causada por abortos clandestinos, la izquierda se había comprometido públicamente a liberalizar la ley de aborto uruguaya. La aprobación del proyecto presentado por senadores de izquierda que legalizaba el aborto en el primer trimestre de embarazo en noviembre de 2008 fue un avance histórico; después de casi tres décadas de un trabajo de defensa de parte de los movimientos de mujeres y unos pocos legisladores de izquierda comprometidos, una reforma a la ley de aborto por primera vez fue aprobada en ambas cámaras. A pesar de la posición a favor de la coalición de izquierda, su líder y presidente de la república, Tabaré Vázquez, rápidamente declaró su intención de vetar el proyecto. Vázquez basó su veto en una compleja mezcla de

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el proyecto fue aprobado a penas por dos votos a favor, a pesar de la mayoría de izquierda en el gobierno, y fue

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creencias científicas, valores morales-filosóficos

El largo camino de Uruguay hacia la reforma de la ley de aborto entrega claves para entender por qué los gobiernos de izquierda en la región han tenido dificultades para lograr un cambio liberalizador

y la aparente incompatibilidad del proyecto con tratados internacionales; postura que compartía importantes elementos con el discurso de la Iglesia, en particular con la creencia de que la vida comienza y debe ser respetada desde el momento de la concepción. Las similitudes no pasaron desapercibidas en Uruguay, donde las creencias católicas del presidente y sus relaciones familiares con la jerarquía eclesiástica eran de conocimiento público hacía tiempo. A pesar del trabajo de su propia coalición en el avance de una reforma sobre el aborto, Vázquez utilizó su poder ejecutivo para impedir cambios en las legislaciones, sin importar

cuán fuerte o antigua fuera la separación entre Iglesia y Estado. La elección de José Mujica como presidente en 2009 llevó a los legisladores del Frente Amplio y a las activistas de organizaciones de mujeres a creer que la liberalización de las políticas podía ser aprobada rápidamente. Con una oposición unida en contra del cambio, sin embargo, se requerían los votos favorables de todos los legisladores del Frente Amplio para aprobar la reforma, y dos diputados ya habían anunciado su negativa a votar a favor. Los diputados Andrés Lima y Víctor Semproni declararon que, moralmente, no podían apoyar la legalización total del aborto debido a sus creencias católicas. La falta de votos llevó a un nuevo proyecto

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fallido, lo cual, al igual que el veto de Vázquez tres años antes, ilustra cómo las creencias católicas personales

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de los legisladores pueden contribuir a un estancamiento de las políticas sobre aborto a pesar de una izquierda mayoritaria en el gobierno a favor de dichos cambios. El posible regreso de Tabaré Vázquez a la presidencia en las elecciones de 2014 significó que se debía aprobar una reforma sobre aborto durante los últimos meses de Mujica en el poder. Por lo tanto, el Frente Amplio tenía que asegurar el voto número cincuenta entre la oposición de la Cámara Baja. Una oportunidad se materializó en uno de los dos legisladores del Partido Independiente, Iván Posada, quien había hablado por años acerca de promover un proyecto sobre aborto. En efecto, Posada había presentado una iniciativa en 2002, la cual no había llegado a ser discutida en la Cámara Baja. Las negociaciones siguieron entre el Frente Amplio y el diputado Posada, quien accedió a apoyar la iniciativa de la izquierda a cambio de modificaciones basadas en la iniciativa que había propuesto una década antes. El proyecto de Posada era, sin embargo, significativamente menos liberal comparado con la propuesta del Frente Amplio, la cual estaba basada en el proyecto vetado de 2008. Por ejemplo, el proyecto de Posada incluía consultas obligatorias y un periodo de reflexión que limitaba el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. Mientras los legisladores del Frente Amplio habían previsto un proyecto más progresivo, el partido aceptó unánimemente la propuesta de Posada, presionados por el estrecho margen de tiempo antes del potencial regreso de Vázquez a la presidencia y otro intento fallido de liberalización. La alianza, no obstante, resultó ser exitosa. Con el voto a favor de Posada en la Cámara de


Diputados y todos los legisladores del Frente Amplio que votaron afirmativamente en el posterior voto en el Senado, el presidente Mujica firmó la nueva ley el 22 de octubre de 2012. El largo camino de Uruguay hacia la reforma de la ley de aborto entrega claves para entender por qué los gobiernos de izquierda en la región han tenido dificultades para lograr un cambio liberalizador. Los legisladores de izquierda no están necesariamente a favor de liberalizar el aborto debido a creencias personales, que a menudo están influenciadas por la doctrina católica. Destacados agentes estatales, como el presidente Vázquez, poseen el poder ejecutivo necesario para vetar los proyectos, y tanto diputados como senadores pueden obstaculizar efectivamente las reformas negándose a votar a favor de un proyecto que busca liberalizar el aborto. Las reformas en temáticas controversiales como el aborto a menudo son aprobadas con márgenes muy pequeños, lo cual significa que apenas uno o dos votos pueden facilitar o impedir un cambio de políticas. En Uruguay, este factor llevó a casi una década de estancamiento, a pesar de existir un partido de izquierda comprometido con la liberalización del aborto. Otro elemento interesante del caso uruguayo es cómo una alianza entre partidos ayudó a que se aprobara la reforma. El voto final del diputado Posada muestra que los partidos minoritarios pueden facilitar reformas, pero también que la participación de un tercer partido puede alterar el contenido de la ley y, en este caso, resultar en una reforma menos liberal. Media década antes de la descriminalización del aborto en Uruguay, el gobierno local del izquierdista Partido Revolución Democrática (PRD) legalizó el aborto en el primer trimestre de embarazo en Ciudad de México. La legalización en el Distrito Federal fue un evento sin precedentes en la región, donde solo Cuba tenía una ley igualmente liberal –desde 1968–, y abrió nuevos caminos para los derechos reproductivos en América Latina. Una elección nacional profundamente disputada y la dinámica de la polarizada postelección en la En contraste con Uruguay, sin embargo, la estructura federal de México otorga a cada estado la autonomía de decidir sobre sus leyes de aborto. Las políticas subnacionales, por lo tanto, varían en los treinta y un estados mexicanos además de la capital, que van desde el aborto completamente legal en el primer trimestre de embarazo en Ciudad de México, a solo legal en caso de violación en el estado conservador de Guanajuato. La regulación subnacional mexicana sobre aborto, no obstante, significó que la lucha por las políticas estaba lejos de acabarse con la decisiva reforma capitalina. En respuesta a la legalización, una ola de enmiendas constitucionales que buscaban proteger la vida

un partido en el poder, con riesgo de perder las siguientes elecciones, formará una alianza con la Iglesia Católica para permanecer en el poder

desde el momento de la concepción arrasó el país. A lo largo de tres años (2007-2010), diecisiete estados reformaron sus constituciones para asegurar que las políticas liberalizadoras de la capital no se extendieran. Si bien dicha reacción era esperada en estados gobernados por el conservador Partido Acción Nacional (PAN), cuyos estatutos explican detalladamente su posición ideológica en contra del aborto, la mayoría de las enmiendas fueron presentadas y aprobadas por el partido de centro

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capital facilitaron la aprobación de la reforma y unificaron a la izquierda política tras la liberalización de la ley.

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–el PRI–, cuya mala fama se remonta a su gobierno semiautoritario que duró casi setenta años. Este partido todavía gobernaba la mayoría de los estados mexicanos durante los años de intensa actividad legislativa sobre aborto. No obstante, curiosamente el PRI no posee una posición ideológicamente determinada sobre el tema, lo cual plantea varias preguntas: ¿Por qué un partido de centro sin una posición ideológicamente determinada en contra del aborto lleva a cabo reformas de ese tipo? Y aún más desconcertante: ¿por qué estas enmiendas fueron aprobadas en diecisiete estados, pero no en el resto, la mayoría de los cuales también eran

una mayoría gobernante de izquierda no es garantía de políticas liberalizadoras. El aborto causa controversia incluso en las filas de la izquierda, y los legisladores pueden desviarse de la ideología por razones religiosas personales

gobernados por el PRI? El misterio de la fuerte reacción –y su rápida difusión– contra la legalización del aborto en Ciudad de México ofrece un interesante punto de vista para analizar las políticas partidistas. Mientras los legisladores de izquierda, con pocas excepciones, votaron en contra de estas enmiendas, los principales promotores de estos cambios restrictivos fueron los legisladores del PRI. Con base en más de cien entrevistas con legisladores, agentes de la sociedad civil y especialistas en cuatro estados mexicanos, mis conclusiones preliminares apuntan a que el grado de competencia electoral en cierto estado y los intereses de un partido ligados a las posibilidades de ganar las siguientes elecciones determinan

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la aprobación o desaprobación de estas reformas a nivel subnacional en México. Más específicamente,

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sugiero que un partido en el poder, con riesgo de perder las siguientes elecciones, formará una alianza con la Iglesia Católica para permanecer en el poder. Los legisladores en México a menudo perciben el apoyo de la Iglesia Católica como clave para el éxito electoral. La autoridad moral de la Iglesia legitima a gobernantes desacreditados y puede mantener a un partido en el poder alentando a sus fieles a votar en su favor. Entablar una alianza con agentes estatales como los gobernadores otorga importantes beneficios a la Iglesia Católica, que ha visto a muchos de sus seguidores abandonar su fe debido a los escándalos que han empañado su reputación, así como a la intensificación de la “competencia por las almas” en la región. Las políticas estatales que se ajustan a la doctrina de la Iglesia e imponen restricciones –o mantienen políticas restrictivas ya existentes– resultan altamente interesantes para las autoridades eclesiásticas, quienes perciben las liberalizaciones del aborto como una amenaza al derecho a la vida, aspecto fundamental de su doctrina. La Iglesia encontró un aliado perfecto en el PRI, el cual contrastaba con el PAN que gobernaba en la mayoría de los estados, y podía fácilmente aprobar enmiendas constitucionales a través de su control en la mayoría de los congresos locales. Un ejemplo de dicho escenario ocurrió en el estado de Yucatán, en el sureste de México, cerca de la frontera con Guatemala. En 2009, la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco, perteneciente al PRI, presentó un proyecto que buscaba proteger la vida desde el momento de la concepción, en un movimiento orientado a complacer a las autoridades eclesiásticas y mantener el partido en el poder. Incluso los legisladores del PAN fueron tomados por sorpresa por la presentación y rápida aprobación de la enmienda, la cual fue aceptada por la mayoría del


PRI en un proceso legislativo acelerado. ¿El resultado? El PRI se mantuvo en el poder a nivel estatal y recuperó Mérida, capital estatal que había sido gobernada por el PAN desde finales de los 90. Este tipo de enmiendas no fueron aprobadas en estados donde una alianza con la Iglesia no se consideraba beneficiosa para el PRI, y por lo tanto el partido no se veía obligado a establecer una; después de todo, proteger la vida no es parte de su doctrina. ¿Qué nos pueden decir los casos de México y Uruguay acerca de las políticas sobre aborto en América Latina, y qué podemos esperar de los partidos políticos en el futuro? A la luz del reciente brote de virus del Zika, el problema del aborto se ha vuelto más crítico que nunca en la región, y arriesga un aumento en el número de mujeres que buscan abortos clandestinos. La evidencia de Uruguay y México sugiere que examinar los factores tanto internos como externos que modelan el comportamiento de los partidos es clave para comprender las políticas contemporáneas sobre aborto. Algunos puntos fundamentales emergen de estos casos: si ya no era obvio por los cambios en las políticas en el resto de la región, la reforma en Uruguay (un patrón similar se observa en algunos estados mexicanos) muestra que una mayoría gobernante de izquierda no es garantía de políticas liberalizadoras. El aborto causa controversia incluso en las filas de la izquierda, y los legisladores pueden desviarse de la ideología por razones religiosas personales. Los partidos de izquierda, por lo tanto, deben asegurar alianzas con otros partidos para aprobar reformas, lo cual vuelve esencial la presencia y disposición de partidos minoritarios o de centro. Sin embargo, el papel central de tales aliados puede llevar a negociaciones que alteren el contenido de los proyectos y resultar en reformas menos liberales. Por otro lado, las alianzas políticas pueden también llevar a cambios restrictivos, como se ve en el caso de México. Los intereses de la élite, más allá de los objetivos estratégicos y pragmáticos de todos los partidos por mantenerse en el poder, los llevan a perseguir reformas sobre aborto que estén alineados con la doctrina católica, especialmente contradictoria de los cambios en las legislaciones en la región y para predecir futuros cambios de políticas, debemos observar los contextos nacionales y subnacionales en los cuales están insertos los partidos políticos.

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si son apoyados por negocios económicamente poderosos en todo el país. Para comprender la estructura

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Testimonios

El silencio vulnerable frente a la ilegalidad Alicia Tenía 24 años, fue el año 2005, estaba en mi primera pega de media jornada en la que me pagaban lo justo para un par de gastos y movilizarme. Participaba en un grupo de investigación donde conocí a un chico de mi edad con el que tuve una relación no muy estable. Recuerdo que fue un periodo de transición entre la universidad y la vida laboral, y me sentía muy perdida e insatisfecha, ajustando las expectativas que tenía del mundo laboral, de la vida fuera de la universidad. Vivía aún con mis padres. Mientras me involucraba emocionalmente con este chico, él se alejó, no coincidimos. En uno de los encuentros que tuvimos descubrí que me embaracé. Recuerdo que usamos preservativo, pero él se quejó de que le molestaba y se lo sacó, no pensamos mucho los riesgos, asumo que fue un acto de mucha irresponsabilidad de ambos. Cuando me enteré, nunca me sentí embarazada, supe que era algo que no podía ocurrir, que había que hacer algo. Cuando lo hablé con él estuvo muy de acuerdo, él ya había pasado por una experiencia similar y tenía $950.000 o algo así… para mí era una suma impagable. Le dijimos que habíamos considerado la opción de las pastillas, y nos dijo que si era así teníamos que actuar rápido, pero que era riesgoso pues podía salir mal. Yo había leído que existían riesgos, pero no tenía más opciones. Nunca me sentí presionada, compartimos la decisión, pues sabíamos que no estábamos listos para ser padres. Fui incapaz de contarle a nadie más antes de, él le contó a un primo, pues en la casa de su primo que vivía solo fue donde finalmente realizamos el primer intento de aborto a través de pastillas. Me hice el aborto con Misoprostol. Me coloqué primero cuatro pastillas que conseguimos por internet. Sangré esa noche pero no se concluyó el aborto. Estábamos en el departamento de su primo, que era muy pequeño, y me sentía muy incómoda pues sentía que molestábamos mucho. No pude dormir, estaba asustada. Él me acompañó, pero todo ese proceso lo dejó cansado, finalmente lo que pasó esa vez nos alejó totalmente. Tuve que repetir el proceso, y buscar otro contacto, pues los de la primera vez no me quisieron vender de nuevo, parece que se asustaron. La segunda noche no quise ir donde su primo y lo hice en mi casa, en mi pieza, sin contárselo a nadie, sola; bueno, con mis papás en la casa. Lo hice sin pensar mucho y al otro día hice mi vida normal, fui a trabajar, con un sangrado abundante, anduve decaída, sin muchas fuerzas. Cuando llegué a mi casa y fui al baño supe que había terminado, boté un coagulo un poco más grande.

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un dato de un médico al que fuimos a ver, nos dio una cotización en un papel escrito, sin decirnos nada, salía

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Las cuatro pastillas me costaron $40.000 la primera vez. La segunda vez fue un poco menos creo, como $35.000. Elegí el único método que pude costear en ese momento. Sentí temor, porque no le había contado a nadie de mi familia y no sabía qué iba a hacer si se complicaba. Afortunadamente no fue así. También sentí temor por las consecuencias legales, por eso no se lo conté a nadie, y no se lo he contado después a muchas personas. Primera vez que escribo esta historia. En el momento no le conté a nadie pero después de que pasó le conté a un par de amigas y con una de ellas me sentí juzgada. La verdad es que eso nos alejó y ya no somos amigas. La otra, también conservadora y madre, pareció sentirlo mucho, pero no me juzgó, nunca hemos hablado mucho de eso. Tiempo después le conté al que ahora es un ex pololo, tampoco sentí que me comprendiera. Después de eso que he decidido no hablarlo con nadie, no me sirvió de mucho en verdad, al contrario, me sentía juzgada e incomprendida. Tal vez por eso cada vez recuerdo menos. Después del aborto tal vez tomé más conciencia sobre el sexo sin protección. Fuera de eso, la verdad, es que siento que bloqueé las emociones. Fuera del susto no me arrepentí, no sentí culpa, tampoco tristeza, nunca lo asumí como un embarazo realmente. Tal vez sí me dio temor que tuviera consecuencias asociadas a no poder embarazarme a futuro, cuando sí estuviera lista. Afortunadamente tampoco fue así. De todos modos no fue una experiencia agradable. Que el aborto sea ilegal influyó mucho en mí; en tener que mantener el silencio al respecto y en sentirme muy sola. No me arrepiento de haber abortado, siento que fue la mejor decisión en ese momento. Siempre he estado a favor del aborto, pese a venir de una cultura católica. Creo que los hijos deben venir cuando son

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deseados.

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Testimonios

Aborto por inviabilidad Semana 22: todavía era posible, aunque extremadamente caro Ignacia El 15 de diciembre de 2015 supe que por fin estaba embarazada, tal como lo veníamos buscando desde hacía cinco meses con mi pareja. Los dos estuvimos muy felices; queremos ser papás y ya había llegado del momento. Pero después de 21 semanas de un embarazo en que todo había ido muy bien, nos enteramos de que nuestra útero, durante el parto u horas después. Yo no estaba dispuesta a esperar 20 semanas más la muerte. Prefería adelantar ese proceso. Por suerte mi pareja sentía lo mismo y estuvimos de acuerdo en abortar. El problema era que en Chile no es posible hacerlo legalmente y, además, con lo avanzado del embarazo, la legislación de otros países se vuelve más restrictiva. Averiguamos con amigos que viven fuera y consideramos que la opción más segura y con mayor acompañamiento era en California, Estados Unidos. Una pareja de amigos muy cercanos vive allí y nos recibieron en su casa. Además mi mamá pudo viajar por unos días también para acompañarnos. El procedimiento fue ambulatorio, en dos días; en el primero ponían una inyección para detener los latidos del bebé. También me pondrían unas cosas en el cuello del útero, para producir la dilatación. Al día siguiente se aceleró el proceso de dilatación dejando dos pastillas de Misoprostol en mis cachetes por media hora, justo antes de volver a la clínica. Una vez allí, sacaron a mi guagüita. Ambas etapas del procedimiento me las hicieron con anestesia general.

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Laura venía con una enfermedad cromosómica letal, trisomía 13, por lo que probablemente moriría en el

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En la clínica se habían hecho cientos de abortos, por todos los motivos, por lo que tenían muy claro todo el proceso, los síntomas que tendría cada día después de la intervención. Sabían que yo abortaba por inviabilidad, no por no querer ser mamá, y trataron mi caso de esa forma. Con cariño hacia mi bebé. Estamparon las huellas de sus pies en una tarjeta que yo me pude traer de recuerdo. Me dieron consejos para no producir leche. Me dijeron cómo cambiaría mi estado de ánimo. Me dijeron que había salido todo bien y que yo iba a poder tener todos los hijos que quisiera en el futuro. La enfermera fue muy amorosa conmigo. Me llamaba seguido para saber cómo estaba mi salud. Obviamente, los días previos y los de la intervención sentí miedo por mi salud. Supongo que el mismo miedo que ante cualquier parto; las cosas pueden salir mal, aunque es poco probable, pero hay ciertos riesgos médicos. Tenía mucho miedo al sangramiento y al dolor de pechos por la acumulación de leche. Por suerte no pasó nada. Seguí las instrucciones. Tomé ansiolíticos para calmar el dolor emocional que tenía por la pérdida de un bebé esperado. No obstante la pena, mi pareja y yo nos sentimos enormemente afortunados. La familia y los ahorros nos permitieron costear una operación de 5.500 dólares, más los pasajes. La familia y los amigos estuvieron apoyándonos siempre, en persona o a la distancia, mandándonos amor, apoyo, fuerza. Nadie que queramos nos ha juzgado hasta ahora y eso ha sido muy importante para mí. La inviabilidad fetal es una causal de aborto con harto apoyo de la ciudadanía, por lo que las personas se abstienen de opinar aquí más que ante otras causales. Yo pienso que todas las mujeres deberían poder decidir si continuar un embarazo o no, independientemente

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del motivo. Sin embargo no sé si habría contado mi aborto públicamente, si no fuera por esta causal.

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Estoy segura de que tomé la decisión correcta para mí. Porque ahora estoy tranquila emocional y psíquicamente, intentando un nuevo embarazo. Si hubiera continuado, tal vez recién habría dado a luz y me faltarían varios meses para volver a mirar con optimismo el futuro. No me arrepiento, no me traumé. Me apena la injusticia de que otras mujeres no puedan hacer lo que yo, por el hecho de que no pueden pagarlo. El Estado de Chile atropelló mi derecho a la salud y a la integridad física. Yo pude viajar, pero la enorme mayoría de las mujeres no tiene esa oportunidad.


Testimonios

Tres eran multitud. Entre el deber ser materno y la libertad de decidir Patricia

Fue a mediados de enero, lo recuerdo bien porque tenía una reunión importante al otro día temprano; estaba cerrando mis pegas para salir de vacaciones a comienzos de febrero. Hacía años ya no tomaba anticonceptivos, los había dejado cansada de hormonar mi cuerpo. Creo que hacía como seis años que ya no los tomaba. Usábamos condón. La verdad es que con el tiempo nos habíamos ido relajando, yo soy bastante regular en mis períodos, y sin anticonceptivos hormonales noto perfectamente cuando estoy ovulando. En general, nuestra dinámica era jugar un rato sin condón y ponerlo luego. Nunca habíamos tenido un susto, sabíamos que ese no es un “correcto uso del condón”, y que “antes de llover gotea”, pero los años nos habían dado la tranquilidad de que nosotros “no goteábamos”. Mi embarazo anterior había

Esa noche lo hicimos medio a lo loco, fue un encuentro más bien rápido, sin mucho preámbulo, probablemente porque teníamos visita en la habitación de al lado. Como siempre, partimos sin condón, y de repente, mi compañero me dice “me fui”, “no sé qué me pasó”. Yo me quedé helada, nunca nos había pasado, él en general tiene un muy buen control, sabe cuándo detenerse (luego supimos que tenía una hernia y eso le afectaba). Yo de inmediato sentí que algo no estaba bien, me levante muy rápidamente y me fui a lavar, lo más meticulosamente que pude. Me acosté enmudecida, mi compañero trató de calmarme, pero yo sabía que algo no estaba bien. Al otro día partí temprano a la reunión, pero antes pasé por una farmacia. En la primera no tenían la pastilla del día después, y la cara de la vendedora da para otro relato. En la segunda sí tenían, pero mientras me atendía la vendedora se encargó de sermonearme y de advertirme que si ya había pasado más de un día no me servía de nada. Apenas salí de la farmacia me la tomé, lo que me dejó un poco más tranquila. Pasaron los días, nos fuimos de vacaciones, la regla no me llegaba, estaba nerviosa, algo pasaba en mí, pero estaba súper estresada terminando algunos informes, y luego las vacaciones con dos peques no me dejaban mucho tiempo para pensar. Pero la regla no me llegaba y eso me tenía inquieta.

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sido perfectamente planificado, hasta sé el día de la concepción, igual que ahora.

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Volvimos a casa y al día siguiente me hice un test en la mañana. Mi compañero estaba tranquilo, yo no; a esas alturas ya casi lo sabía. Y casi de inmediato se marcaron las dos líneas… “estoy embarazada”, “no, no puede ser…a ver…”. Él también se quedó mudo al ver las dos nítidas líneas. “Yo no quiero tener otra guagua, no podemos”, le digo… “Yo tampoco quiero”, me dice él. No decimos más, las niñas están despiertas y debemos salir; dejaremos a las niñas con mi hermana para ir al matrimonio de una amiga. Parece que ahora que se hizo explícito, mi cuerpo se da la libertad de sentir. No son tantas náuseas como en el embarazo anterior, pero sí tironcitos en el útero, y algo de asco a ratos. Tengo instinto de tocarme el vientre, pero me niego, me niego a hacerme a la idea. Me acuerdo de Maturana, en alguna entrevista suya leí plantea que la vida humana no existe hasta que la madre le nombra en el vientre, y me hizo tanto sentido. Yo no quería nombrarle, sabía que si lo hacía no habría vuelta atrás. Estuvimos unos días en casa de mi familia, mi cuerpo me decía a gritos que estaba embarazada, y yo racionalmente lo negaba, no quería nombrarlo, porque sabía que no llevaría adelante ese embarazo, no me sentía capaz. Tenemos dos hijas, una biológica y otra adoptada, ambas aún pequeñas, y una de ellas con problemas de salud que requieren cuidados especiales, que más que complejos demandan tiempo, terapias, cocinar especial, etcétera. Por fin, ahora que ya no son bebés, estamos pudiendo retomar un poco nuestras vidas, yo volví a trabajar después de casi un par de años en casa, dedicada a ellas, por fin estoy logrando que mi emprendimiento, en el que he puesto tanto tiempo y cariño, vuelva a despegar; como pareja, de a poco vamos encontrando nuestros espacios, pero estamos cansados, no llegamos a todo, nuestro equilibrio familiar es frágil, sé que otro/a hijo/a más lo rompería. No quiero volver a las noches sin dormir, no quiero dejar de

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trabajar, no quiero perder los espacios de pareja, no quiero quitar tiempo a mis hijas, no quiero depender aún

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más del apoyo de las abuelas… y tengo miedo… tengo miedo de otro/a hijo/a con problemas de salud; no me siento capaz de pasar otra vez por lo mismo, ya aprendí de la forma más dolorosa que sí me puede pasar a mí, que no todos los bebés nacen sanos, que algunas veces es solo un tiempo de sufrimiento y luego se recuperan (como una de nuestras hijas), pero que otras veces son enfermedades que se llevan para siempre (como en el caso de la otra). No estaba preparada para enfrentarme a esas sombras. No sé si no volveré a ser madre biológica, no lo he resuelto aún, pero tengo la certeza de que en ese momento no lo quería. Aunque lo tenía claro, lo que haría me dolía, sentía mucha pena, lloré mucho, no sé bien qué sentía, algo de rabia conmigo por no haber sido “más responsable” teniendo tanta información. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Por qué iba a exponer mi cuerpo a un aborto si tenía toda la información para haber evitado llegar a este punto? No lo entendía. Sentía rabia con mi compañero, que estaba ahí, a mi lado, respetándome, ¡pero tan silencioso! Sabía que él no quería otro bebé, pero también tenía la seguridad de que contaría con él en lo que decidiese, pero lo miraba, tan tranquilo, como si esto no le afectase, volcado en mí, pero, ¿y él? ¿Le da lo mismo? Su tranquilidad me daba rabia. No soy católica, pero sí me reconozco espiritual. Cuando mi hija biológica enfermó y tuve que verla a los pocos días de vida con vías y sondas, en un hospital, sometida a tratamientos muchas veces dolorosos, lo único que


me dio consuelo y me permitió encajar esa experiencia vital fue aceptar que de alguna manera elegimos las vidas que vivimos, aceptar que ella nos había elegido, y que estaba eligiendo su vida. Solo así pude encajar su enfermedad, que superó sin secuelas, y solo así pude aceptar el haber visto niños/as sufrir enfermedades horribles, el haber visto niños/as morir. Y entonces sentía que algún alma nos había elegido, y que andaba por ahí, esperando encarnarse en ese embrión que se gestaba en mí. Tengo la plena seguridad de mi derecho a decidir, de mi derecho a decir “no quiero”. Pero entendía que esa era una decisión sumamente trascendente, no solo para mí, también para mi familia, y para ese ser, que desde luego no era una persona y no le doy el estatus de tal, pero tampoco le niego la existencia, y tampoco niego que lo que había en mi útero era vida, no vida humana aún, pero vida. Estoy absolutamente a favor del aborto, sin causales, completamente libre, pero no me agrada la banalización del aborto. Creo que detrás de todo aborto hay una decisión que es personal, pero es una decisión de una transcendencia única, es una decisión vital, existencial. Y sentía el peso de ello. La decisión estaba tomada. Por suerte para mí era sencillo conseguir pastillas de manera segura y confiable para un aborto farmacológico. Me tomé la primera pastilla en el auto, de vuelta a casa, ya no había vuelta atrás. Al día siguiente me tomé la primera dosis de Misoprostol, mi compañero hacía dormir a las niñas y yo estaba en la habitación de al lado. Fue desagradable mientras de deshacían bajo mi lengua y bajaba por mi garganta la mezcla de saliva y medicamentos, sentía mucho ardor y asco. De pronto mi cuerpo comenzó a temblar, tercianas, arcadas y un dolor en el útero, fue súper desagradable. Comencé a sangrar y al rato también me comenzó una diarrea. El dolor seguía, me enrollaba, me encogía, lloré mucho, le conversaba a ese ser al que le estaba negando la llegada a mi familia, le expliqué que en ese momento no podía y no quería recibirlo, que más… y de a poco el dolor se fue calmando y haciendo más soportable. Estaba sola y tenía la tele prendida, estaba la Natalia Valdebenito en el Festival de Viña, trataba de escucharla para distraerme. Por fin llegó mi compañero, parece que ya había pasado lo peor, pero venía la otra dosis. De pensarlo me daban ganas de vomitar. Me la puse debajo de la lengua, ya no volvieron las tercianas, el dolor se mantenía, pero era soportable, me levantaba al baño cada cierto rato, y dormí de a ratos. Al otro día me quedé en cama, mi compañero se hizo cargo de todo y me regaloneó mucho. Les dijimos a las niñas que yo estaba enfermita de la guatita. Recién como a los cinco días, expulsé algo más grande, creo que era el saquito con el embrión. Sangré un par de semanas más. Debo haber quedado con anemia, porque me encontraban pálida y con cara de enferma. Tomé algunos suplementos y me recuperé sin problemas. Como al mes fui a un ginecólogo de confianza y me hizo una ecografía. Todo estaba en orden y limpio. Puede parecer extraño que yo, siendo feminista y habiendo por años luchado por el derecho al aborto, haya sufrido por el mío, porque sí, sufrí. Sentí enojo por la situación, sentí miedo de que algo saliera mal y tuviera que ir a un hospital y terminara detenida; sentí dolor emocional y espiritual, mucho. Pero nunca dudé de mi decisión, tampoco dudé de mi derecho a abortar. Sí sentí la trascendencia de la decisión y eso fue duro. Pero sigo convencida de que las mujeres tenemos la capacidad y debemos tener el derecho de tomar esas decisiones trascendentes, que determinan nuestras vidas y nuestro futuro.

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ya había asumido un compromiso con mis hijas y que no tenía fuerzas ni ganas de hacerme cargo de alguien

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Testimonios

El médico de las virgencitas, en búsqueda de posibles salidas Camila Tenía 27 años, estaba soltera y trabajando. Hace 7 años, de una relación de una noche, me quedé embarazada. Estábamos un poco borrachos, usamos condón y se salió, nunca me había pasado. Cuando me di cuenta me angustié y llamé a las siete de la mañana a una amiga que se había tomado la pastilla del día después para preguntarle, pero en esa época no la vendían en ningún lugar, así que me aconsejaron tomarme anticonceptivos en ciertas dosis. Fui con él a la farmacia y me tomé las dosis. Igual tenía un mal presentimiento. Me hice dos test de embarazo y salieron negativos pero yo tenía la certeza. Estaba súper inquieta y me compré otro test una semana después y salió positivo. Llamé al tiro a una amiga que tiene un hijo y se había hecho un aborto. Al él

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no le dije nada pues no mostró ningún interés en saber cómo me sentía por las pastillas o si había pasado algo.

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Cuando confirmé que estaba embarazada fue por un lado un alivio pues, aunque los test me decían que no, yo sentía que sí estaba embarazada. Por otro lado, fue como “ya, se viene una experiencia que puede ser terrorífica, es ilegal, pero lo vas a solucionar”. Soy una persona muy práctica, le conté a tres amigas que se pusieron rápidamente a hacer averiguaciones a ver dónde y cómo podía abortar. Llamaron a amigos médicos pero ninguno quiso o pudo cooperar. Solo una doctora me dio unos ansiolíticos por si me daba angustia. Al final una amiga tenía otra amiga que se había hecho un aborto con un ginecólogo que cobraba 300.000 pesos. Tenía ahorros así que pude pagar. También había leído por internet sobre el Misoprostol, pero como lo venden en el mercado negro y no sabía cómo manejarlo preferí no correr riesgos de desangrarme. Sentía además que había tenido muy mala suerte en todo, entonces no quería arriesgarme. Yo estaba empezando a salir con otra persona y le conté, y aunque no lo involucré en las cosas prácticas, él me apoyó con mucho cariño. Fui donde el ginecólogo que tenía una consulta en Providencia. El lugar era espantoso, era lúgubre con una secretaria como cochina, con uñas largas. El ginecólogo era teñido, usaba muchos anillos y el delantal medio abierto. Se le veía el pelo en el pecho y tenía la oficina llena de vírgenes. Parecía un personaje de


película mala. La primera vez fui con una amiga que con cuaderno en mano le hizo preguntas al doctor sobre el procedimiento y sus detalles. Yo estaba más en plan “hágalo ahora, ya no me importa cómo”. Mi mayor preocupación en ese momento era por mi amiga, me imaginé que podía haber cámaras y me daba mucha culpa que le pasara algo por ayudarme a mí... El doctor me dijo que era con un medicamento inyectable que además se podía complementar con unas pastillas, funciona hasta los tres meses, seguía algo así como el protocolo internacional para abortos. Yo tenía como un mes y medio de embarazo. El doctor me dijo que por él le haría aborto a la mitad de las mujeres de la sala de espera (repleta de embarazadas y niños), porque después se quejaban mucho de sus vidas. Me dio un día para pensarlo y volví al día siguiente. Me puso una inyección con un líquido amarillo en el cachete, me dijo que iba a sangrar un día. Esperé. Como no pasaba nada, fui de nuevo. Me dio unas pastillas que tenía que ponerme bajo el paladar, pero tampoco me pasó nada de nada. Me mandó a hacerme una eco y ahí me dijeron que no había latido y se suponía que con la regla iba a botar lo que quedaba. Pero pasó otra semana y no sangraba, el doctor me dio más pastillas. Ahí me dio susto porque no sabía qué me estaba dando y yo no tomo ni aspirinas en mi vida normal. No entendía por qué no resultaba, pero tuve que arriesgarme no más. Al día siguiente me fue a ver un amigo a mi casa y sin saber nada me puso el dedo en el ombligo. Fue medio mágico porque sentí que había resultado y fui corriendo al baño y boté todo. Obviamente miré y vi que era como un corazón. Sentí una gran tranquilidad. Después me llegó la regla más tiempo de lo acostumbrado y todo volvió a la normalidad. Nunca volví al doctor de las vírgenes. Para mi vida actual el aborto en sí mismo no tiene ninguna relevancia, no fue nada traumático. Lo veo como un procedimiento médico normal. Pero que fuera ilegal sí es una molestia: nunca he tenido plena confianza que fuera el procedimiento correcto y no puedo saber si tendrá consecuencias para mi salud. El médico está haciendo algo ilegal y que no necesariamente es por afanes altruistas, sino más bien económicos. Si fuera legal muchísimos lugares del mundo. Yo nunca había hecho nada cercano a la ilegalidad así que eso fue raro y abre una puerta a que te cuestiones cómo te relacionas con el concepto de legalidad y obediencia. Nunca antes me había imaginado cómo sería abortar. Sin red de contactos no sé cómo lo habría hecho… Yo la tuve muy fácil, pero creo que sola y sin recursos la experiencia debe ser extremadamente difícil. No ando hablando de mi vida médica o personal con cualquiera pero si el contexto lo amerita hablo libremente de mi experiencia. En general los hombres preguntan más que las mujeres o con más naturalidad, a veces mis amigos me han escrito preguntando si le pueden dar mi contacto a X que necesita abortar, ya tengo un mail “tipo” redactado…

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no me habría dado susto, pues sé que es un procedimiento sencillo y que se práctica de manera segura en

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