Número sobre Ciencia

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Marzo - abril 2013, año ll, número 4

Río Arriba Digital

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Río Arriba lanza al público la gaceta de autor como una alternativa de publicación mediante la coedición, ideal para aquellos autores que desean mostrar un fragmento de su obra, sea ésta literaria o gráfica. Sabemos que el origen de nuestra propuesta editorial se remonta a la famosa plaquette, publicación pequeña que representó una forma de difusión económica y práctica para los escritores franceses del siglo XIX. Ese mismo espíritu es el que dio origen, en la siguiente centuria, al fanzine, antecedente directo de todas las publicaciones gratuitas que circulan hoy de mano en mano, mismas que subsisten heroicamente por el empeño de sus editores. La gaceta de autor Río Arriba recupera esos antecedentes, al tratarse de un material sumamente sencillo. Su propósito es producir un mayor volumen a un bajo costo. Adicionalmente ofrecemos distribución organizada, respaldo editorial, calidad de contenido y de diseño. Suplimos las carencias materiales con el ingenio.


Índice NARRATIVA Y POESÍA

GRÁFICA

Mujer aritmética por Lucía Orsanic

1

Absorto en el Universo por Javier Herrero

Alteración de la substancia por Dulce Chiang

1

Magma por Fernando Reyes Varela

Hombre de ciencia por Lola Horner

3

Leonardo en bicicleta por Felipe Gaytán

7

Double slit por Arely Joselín Jiménez Hurtado

5

Fractal animal por Magda Gárate

10

la ciencia y sus enigmas por Édgar Omar Avilés

6

Linternaria por Tolentino

11

Objeto de estudio 3 por Jhon Benavides

15

Lógico e irrefutable por Sebastian Hincapie

9

2 4

Punto final por Juan Machín

14

Y si todo esto fuera cierto? por Javier Herrero

17

Guardaré el veneno de esta flor ... por Adán Echeverría

16

Incubadora de larvas por Víctor Argüelles

18

AL LECTOR Ciencialatura David Corona, Río Arriba Puebla

18

Editores: Sergio Osorio y Claudio Vázquez Pacheco Consejo Editorial: Gerardo Altamirano, Laura Lezama, Nancy Mora y Carlos Alvahuante Web: Cristhian Salas y Kracko Logística y operación: Dínamo Nava Diseño Revista Digital: Sergio Osorio y Cristhian Salas Río Arriba Puebla: David Corona Río Arriba Guanajuato: Carlos Velázquez Río Arriba España: Cecilia Córtes


Río Arriba revista digital Foto de portada: “Exhudando Anclas ” por Tolentino Río Arriba recibe colaboraciones de obra gráfica y literaria, próximo número: Tema Libre (abril - mayo), lineamientos en: http://gacetarioarriba.blogspot.com/. Descarga el pdf de este número en www.rioarriba.com.mx Los autores y artistas gráficos son responsables de su contribución, la cual no refleja la opinión de Río Arriba. Esta publicación digital no persigue fines de lucro. Escríbenos a: rioarribaporlacultura@gmail.com


Ciencia

Lucía Orsanic

Mujer aritmética Mujer aritmética es la de curvas suaves que se pueden integrar continuamente. Acaso tu ciencia se resuelva todos tus cálculos se resuelvan en el movimiento de los cuerpos las curvas suaves los cabellos revueltos

Dulce Chiang

Alteración de la substancia Apresurizar, encontrar la partícula que pueda discurrir del Universo. Va tomando forma el vacío la oquedad a la Nada. Dejar que el disperso se infiltre, arder uno. Pasar de la alquimia al químico perfecto. Dar con el secreto en la textura.

las manos presurosas que calculan cada centímetro de mi piel atenazada. Mujer aritmética es la ecuación perfecta el número áureo de Fidias curvilínea de tu lengua sobre mi cintura mis senos mis piernas

¿Qué importa si la ausencia se va haciendo mi estilo en la existencia, la angustia recurrente? Dejar el Todo por todo. Tropezar con el punto que da pie a lo intangible, al espectro en el espacio de uno a uno.

buscando un no sé qué que te resuelva la medida de mis besos de mis versos de tu vida. Lucía Orsanic (Buenos Aires, 1983) es egresada en Letras, docente e investigadora. Publica trabajos académicos pero prefiere guardar en un cajón los versos de cuando en cuando. Frente a la verborrágica profesora, está el intento de poeta que no se atreve a asomarse o lo hace apenas con un hilito de voz que se deshace en el camino.

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Dulce Chiang es poeta y cantante. Ha publicado y presentado trabajos en medios escritos, radio, televisión, foros y encuentros principalmente en México, España y Argentina. Poemarios: versa per versa (Culthos press, 2005), Elíxires de la Embriaguez (El Golem Editores, 2011) y la serie de poemas para grabados de Juan Sebastián Barberá Suculento Ser, incuida en el Libro "Historias pintadas y cuentos de amor" (Lunwerg, 2008).


Absorto en el Universo por Javier Herrero


Ciencia

Hombre de ciencia por Lola Horner La polilla se detuvo en el alféizar de la ventana. El doctor Meyer había esperado este momento durante todo el verano, de modo que sacó su red y la atrapó. Era lo que se llama una polilla de crepúsculo, sunnae mutendatis, y como todas las de su especie se alimentaba de sangre. —Lo más extraordinario —decía el doctor mientras se las mostraba a sus alumnos al día siguiente —son las alas. De un natural negro aterciopelado, se vuelven granate conforme la mutendatis termina de succionar —las alas de la polilla se colorearon al tiempo que chupaba la sangre del conejo, traído al laboratorio con ese cometido, que pataleó hasta quedar inconsciente. Esa fue una clase particularmente exitosa, pensaba el doctor. Ninguno de sus alumnos se había quedado dormido y alguno incluso se había ofrecido para asistir con la primera disección de la polilla, que se llevaría a cabo en breves instantes. El doctor se negó. Una especie de celo profesional le impedía dejarse ayudar y quería que sólo sus ojos observaran de cerca los colmillos de la mutendatis. Tomó con unas pinzas las alas del animal y lo sumergió en formol, para inmovilizarlo. Se escuchó un roce en el cristal de la ventana, pero el doctor, emocionado, no se percató. Si hubiera volteado, habría descubierto una nube oscura y compacta, con decenas, cientos de alas de terciopelo, aproximándose. El guardia no las escuchó. Se pegaron a los marcos, rascaron el vidrio con sus patas, abrieron las trampillas, entraron por la ventilación. El cadáver del doctor fue hallado, macilento y rígido, con 193 mordeduras de polilla, según informes forenses. Todas las líneas de investigación siguen abiertas.

Lola Horner nació un once del once de 1985. Se formó como psicóloga y es egresada del diplomado en Creación Literaria del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia. Actualmente cursa la maestría en Literatura Comparada en la UNAM. Ha publicado cuentos en revistas como Opción Itam, Íncipit (Escola d'Escriptura de l'Ateneu Barcelonès), Díseres y Nocturnario.

Página - Tres


Ciencia

Magma Fernando Reyes Varela

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Ciencia

Double slit por Arely Joselín Jiménez Hurtado ¿Si el agua pudiera definirse, existirían los ríos? Permanece callado, quién sabe que alquimia tense sus jarcias. Retiro mi pregunta al cajón donde los poemas laxan su aliento inscrito de coral. Juan Pablo es físico, creo. En realidad no lo sé. Estoy más convencida de su adiestramiento para construir el silencio como una promesa de ola. Si el agua decidiera fijar su forma y no fluir, ¿habría ríos? Toma mi pregunta, la destripa lentamente: La forma es sólo un parámetro definible entre muchos. Puedes definir algo tan inespecífico como quieras, decir: sea A un número entero y durante el proceso matemático, A referirá a un número entero cualquiera. Pero, si todos los parámetros estuvieran perfectamente definidos, si A fuera un número entero entre 1 y 1… Entonces, no existirían los ríos. Permanecí muda, él también. Discurrimos lentamente, de orilla a orilla. Había pese a todo un cauce en común de salmones irisados por el deshielo, los tomamos con las manos, la luz pesaba oculta en sus cuerpos como una sentencia. Agradecimos la existencia de los ríos, llevaban al mar. Allí le preguntaría si puede escuchar las olas distendidas en una caracola, quizá entre una marejada de variables, se escondería el canto aterido de una sirena.

Página - Cinco


Ciencia

la ciencia y sus enigmas por Édgar Omar Avilés FRACTAL Usando un gran telescopio el astrónomo supo que un físico lo observaba con un gran microscopio. Eran idénticos, como sus gestos de terror.

APOCALÍPSIS Dios existe en cada átomo como un electrón a la deriva, a punto de colapsar con el núcleo. Cuando Dios triunfe, fisionará el Universo. Édgar Omar Avilés (Morelia, 1980) es autor de cuatro libros de cuentos, uno de ensayo, una novela y escribe otra. Premio Nacional de Cuento de Bellas Artes San Luis Potosí 2008 y Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2011.

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Ciencia Leonardo en bicicleta por Felipe Gaytรกn

Pรกgina - Siete


Ciencia

Pรกgina - Ocho


Ciencia

Lógico e irrefutable por Sebastian Hincapie Tengo sueños hiperbólicos sobre la luna y sus habitantes descarriados, buscando rocas y leche en cada centro de gravedad. Esa sociedad lunar plagada de epilépticos generadores de movimiento, también conocidos como los DJ`s espaciales o serenateros secuenciales. Todos tienen una rutina muy simple, hacer una fogata durante toda la noche para darle brillo a la luna, y bailar alrededor de esta, pues es un hecho muy conocido por todos que la luna siempre se tiene que mover, lo que pocos saben es que ese movimiento solo es generado por la acción de bailar alrededor de una fogata (movimientos concéntricos a una fuente de energía). Para nosotros los terrícolas cuando llega el día, la luna desaparece, pero para los lunarianos siempre es de noche, por lo que todo lo hacen bailando alrededor de algún fuego (sin ninguna excepción), definitivamente la actividad más complicada le toco a las señoritas lunarianas que tienen que parir sus hijos mientras bailan, aunque al menos de este modo los bebes se van acostumbrando desde el momento mismo de su nacimiento a hacerlo todo en círculos…. Entonces doctora, suena mi teoría suficientemente lógica e irrefutable como para que usted se convenza de mi total cordura mental?

Estudiante de Ingeniería industrial en la Universidad Tecnológica de Pereira, tiene 23 años, vive actualmente en Dosquebradas (Risaralda).

Página - Nueve


Ciencia

Fractal animal por Magda Gรกrate

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Ciencia Linternaria por Tolentino

Pรกgina - Once


Ciencia

Pรกgina - Doce


Ciencia

Punto final por Juan Machín Hace justo un año y medio, Cristina y yo terminamos definitivamente. Antes, habíamos terminado definitivamente 49 veces. Sé el número exacto porque soy un apasionado matemático y acostumbro llevar un registro preciso y meticuloso de todos los eventos importantes de mi vida. La gráfica resultante de ese minucioso registro es una extraña curva que no deja de cruzar el eje de las x, siguiendo una caótica ecuación diferencial no lineal. Sin embargo, ésta era la buena, no iba a haber otra. Nunca más. Incluso ese día escribí un haikú que intitulé “Vuelta de hoja”, señalando mi absoluta resolución de poner punto final a la relación, incluso de dejar de pensar en ella y, para lograrlo, llegué al extremo de decidir abandonar también las matemáticas, mi pasión más grande. A partir de ese momento, no pensaría más en Cristina ni en axiomas, teoremas o corolarios. No recordaría más su simétrico rostro, ni sus perfectas líneas, ni ninguna curva, olvidaría todas las geometrías. Nunca más me emocionaría con los números ni con su maravillosa sonrisa o su tierna y dulce mirada. Puse en esa decisión toda mi determinación, mi enorme fuerza de voluntad y el numeroso (aunque finito) conjunto de razones que me ayudarían a mantenerme firme e inconmovible en la decisión. Desde entonces cuento religiosamente los días, las horas y los minutos, graficando la exacta curva exponencial de mi desolación.

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Ciencia

Objeto de estudio 3 por Jhon Benavides

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Ciencia

Guardaré el veneno de esta flor ...

por Adán Echeverría

Dicen que si pasas largo tiempo en un punto de la avenida, puedes ver el cincuenta por ciento de los automóviles que hay en la ciudad. Kandaré tenía fijo los ojos en el monumento reluciente de un Justo Sierra que parecía irradiar bondad a todos los transeúntes. Las horas de ese día pasaban en el ruido de los carros. Las voces trepaban por los cables y le iban jalando de los bajos del pantalón, pero él las ignoraba. La flor en su mano era excelsa. Una flor azul que había sacado del mercurio líquido de su laboratorio justo cuando habló por el teléfono portátil con él. Llegó puntual a la cita, y toda la tarde había visto el oleaje de los automóviles erosionar el pavimento. Kandaré había pasado de la ilusión a la desesperación, al enojo y a la irremediable tristeza. Octavio se acercó pasada la media noche. No había llamado por teléfono, y no quiso contestar para dar explicaciones. Tampoco tuvo el valor para acercarse antes e intentar el diálogo con Kandaré, que esperaba resuelto. Esperó hasta que la avenida estuvo desolada. El recuerdo de su esposa y sus hijas lo atormentaban. Al fin se detuvo frente a Kandaré, un Kandaré sentado en el banco, envejecido, con las telarañas de la tristeza amordazando voz y labios. - No tiene caso engañarnos, no tengo el valor. -Y se retiró con lentitud. Desde las cinco de la tarde, Kandaré había visto el carro de Octavio pasar por la avenida diversas ocasiones. Desde la primera vez que el carro se deslizó ante sus ojos sin detenerse, supo que el sueño no iba a cumplirse, y amordazó la sonrisa buscando en el recuerdo la salvación. Se había congelado como la flor azul en el mercurio, y la inmovilidad fue mayor que su amor. No sabía en verdad qué pensamientos aleteaban en su mente. Octavio no se detuvo; pasaba y pasaba confundiéndose entre los cientos de automóviles, aprisa, siempre aprisa. La noche parpadeaba su final. En la avenida, los rayos de un sol trasnochado comenzaban a levantarse entre las hojas de los árboles. Kandaré

Página - Diecisés


Ciencia

tenía la flor en la mano. Se levantó de pronto, dejó caer la flor al suelo y ésta se deshizo en miles de astillas de hielo. El amor es así, una flor detenida en el tiempo que siempre terminará por volverse polvo.

Y si todo esto fuera cierto? por Javier Herrero

Página - Diecisiete


Al lector Ciencialatura Hubo una vez, cuando en Puebla la Ulises Revista brillaba más que en ningún otro tiempo, proyecté la espeluznante idea de dedicarle un número a la ciencia y a sus militantes. La propuesta fue bien recibida por el cuerpo editorial de la revista, por los científicos que teníamos a la mano para hacer rodar nuestro numerito y por nuestros allegados, y es que una revista esencialmente literaria cobra mayor seriedad si entre su historia “onírica” incluye a la historia “sustentable” de razón. Los más resistidos a esta coalición de pensamientos, preguntaban si no era algo ocioso hacer escribir a los seres de la ciencia, literatura, y a los literatos ponerlos a reflexionar sobre aspectos científicos que no serían capaces de desenvolver ni medianamente cerca de lo que en verdad se requiere. El científico no anda divagando sobre si su trabajo es armonioso con su esencia personal, no como los poetas. Decían. Bueno, podríamos partir de la idea de que científicos y no, somos

seres

humanos

y

que

ambos

partimos

de

la

misma

semilla

histórico-antropológica, pero si nos fundamos en este punto la verdad es que no seríamos otra cosa que unos románticos renacentistas –si esto fuese posible-, la verdad es que trabajar con la ciencia es la línea más idealizada de la literatura, la ciencia ha sido un puente y un brazo que a la vez le sirve tantas cosas, así como la propia ciencia, a lo largo del tiempo aprendió sus primeros pasos gracias a las maravillosas historias fantásticas que colmaron de curiosidad a sus más insistentes escuchas. Al final, los científicos buscan diluir lo que de pronto parece mentira y los que estamos parados aquí, de este lado de la abominablemente llamada fantasía, nos empeñamos en llevar la realidad más allá de lo que la ciencia dictamina como viable. Esta vez prefiero quedarme con las palabras de Michelet: “Cada época sueña a la siguiente”. Por David Corona

Página - Dieciocho


Incubadora de larvas por VĂ­ctor ArgĂźelles


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