Rebrujos

Page 1



REBRUJOS

Historias de ficción

1

Fragmentadas y desconectadas Ataviadas y extraviadas Se queda bebiendo la historia de amor

que putear, puteo y cuando una cosa es un mierdero lo digo así en vez de decir cosas como históricamente hablando las contradicciones y tensiones sociales han permitido configurar órdenes de representación y representatividad que tramitan las tensiones producto de las relaciones de poder que una sociedad, en un momento dado, resiente como conflictivas. Bla, bla, bla, por el contrario discúlpeme si puteo bien, pero punteo mal. Lo cierto es que es el afán de quien intuye la llegada a un abismo, los sentidos que van señalando que el mierdero está cerca y que pronto, así como un volcán explota, de mí y mis rebrujos solo quedarán lavas: lavas de mierda, montañas de mierda. Así que escribo tan rápido como me lo permite el teclado y mi rebrujo. Casi como cuando el piloto de avión anuncia con amabilidad y voz seductora señores pasajeros, nos encontramos a 60 mil pies de altura y en estos momentos mientras cruzamos por la latitud 4,6878 y la longitud -74,0983 me permito informarles que debido a una falla que en apariencia era leve pero que decididamente se presenta irremediable, debemos cancelar todo destino posible. Ha sido un gusto viajar con ustedes, no olviden mantener la calma que solo se muere una vez en esta vida. Así que no me pida coherencia, no me pida ortografía, ni puntuación. La escritura se realiza en caída libre a 60 mil pies de altura. Usted complete, arregle, corrija.

1. Un rebrujo es un embrollo de cosas, o un lugar donde se acumulan las cosas que ya no se usan pero que por alguna mágica fuerza o una especie de sexto sentido (del tipo esto mañana puede serme útil) no se botan o regalan. Si mi memoria es un rebrujo es justamente porque en ella habitan recuerdos sin aparente conexión aunque pretendan referirse a lo mismo. Advierto que como hasta ahora empiezo a escribir y lo primero que he hecho es poner este título, la cosa puede aparentar cierto ejercicio metódico de escritura. Sin embargo, en la medida que las voces se conviertan en caracteres y frases y párrafos y cuartillas y hojas y hojas y más putas hojas (que ni son hojas porque a quién engañamos, si estoy escribiendo en un computador de tercera y con un teclado de cuarta, que tiene su encanto porque se parece más a una máquina de escribir que a otra cosa -¿acaso un computador no es también una máquina de escribir?-) y he escuchado que a algunas personas les parece bacano escribir a mano, aunque a mí no porque del afán de que estas voces no se pierdan y disuelvan por el aire, las palabras, el esfero y el cuaderno se van volviendo una vaina que parece más un cuadro abstracto, una pintura mediocre llena de garabatos, que algún tipo de escritura con sus verbos, sustantivos, complementos directos, indirectos. Así que de aquí en adelante (aunque como usted ya se dio cuenta, lo hice atrás) no filtro las palabras, juego con ellas, cuando hay

1


S

R ebrujos

I.

Solo cuando la puerta se cerró y quedé sola, libre de su mirada que de manera insistente buscaba en mí una palabra o un gesto, pude sentarme a escribir, tratando de un solo tirón, recuperar ese tiempo perdido para algunos, incluso para mí que cuando la nostalgia me invade no deja de insistirme que todo fue pérdida, de tiempo y de energía. Sin embargo, quizás por momentos logro sentir que no es tan así. Empiezo a escribir sabiendo que nada de esto podrá leerse. Corren vientos de paz, decían anoche; sin embargo, esos vientos parecen recorrer otros lugares. No lo sé, pero aquí a mi barrio esos vientos no llegan con la fuerza necesaria para que estas palabras puedan salir de la hoja y ser voz.

sería diferente, pienso sin convicción. Si me hubiera levantado a la hora en que la alarma sonó, la hubiera visto. Pasó por acá, cuentan algunos. Mi vecina me dice que anoche estuvo de farra, como yo. Justo cuando yo ya iba con mis cinco sentidos adormecidos, sumergidos en lo profundo de quién sabe cuántas cervezas y chorros de guaro, ella salió y pasó por acá. Con seguridad miró hacia mi ventana. Y se fue. Y nunca más volvió igual. ¿Cómo fue posible todo esto? Conocíamos la misma gente. Claro, ella pasaba más tiempo con ellos. Pero cómo putas iba a adivinar que a la amiga que le encantaba prender la televisión y la radio al mismo tiempo para no sentirse sola; a la que trajo por primera vez el cuento de que con agua oxigenada se aclaraba el pelo y la tintura cogía mejor; a la que le afanaba el fin de mes y la ausencia de dinero para la pinta de moda; a la que rara vez se le escuchó decir alguna cosa crítica o política; la que aspiraba a ser madre y esposa; la que de manera mágica se vestía en el día de profe -y caminaba con pereza, casi sin ganas- hacia ese lugar que yo llamaba una casa y ella colegio; la que cada vez que el ambiente se ponía tenso, mediaba con ron o cerveza; a ella que todo le parecía tonto; la amiga de ninguna causa; la que se comprometía a fondo con salir a flote día a día; que ella, justo ella, fuera la que se iría.

Dicen que cada quien se labra su destino. Quizás solo cuando el tiempo es pasado, eso del destino tiene alguna posibilidad. En el presente uno anda, camina, toma tinto, fuma un cigarrillo, come o deja de hacerlo, saluda, corre, cuenta el dinero del bus, del pan, del agua. Mira a un lado y otro de la calle para no morir estúpidamente espichada por las llantas de una buseta. Finalizado el día (pueden ser semanas, meses, años, décadas, centenarios, bicentenarios) todo se conecta. Las demoras se justifican y tienen sentido. Por un segundo y todo

Y más triste aún que solo ella, de los muchos que se fueron también por esa época, fuera la primera en volver, casi a escondidas y rota. No sé bien cómo fue. Yo me enteré días después cuando todo había acabado, y no solo para ella. En nosotras quedó la sensación de que la guerra era una cosa seria. Que tanto discurso no servía de talismán. Pensar que pude ser yo y no ella. Y no sentir alivio ni respirar hondo agradeciendo el asunto. Saber que ella ya

2


caminando con una torpeza genuina -casi desvergonzada, avergonzante- por una trocha. Alzar la pata para pasar por un alambre de púas y que todo se me pegue, se me inserte, la maleta que me hace zancadilla y me quiere botar al piso. Los otros riéndose. Qué más da. Por dentro el sermón, quién me manda venir a esta mierda, cómo fue que me dejé llevar, ahhhhhyyyyyyy qué bonita esta vida, no sea marica y haga como si supiera caminar en el campo, haga como si nada de esto la estuviera afectando, haga como si todo le valiera culo. Eso, ponga cara de importaculismo. Alguien viene al rescate y me desatora. Nota mental: no volver (¿estoy pensando en volver?) con pantalón de tela. Si hubiera un combate sería la primera en aumentar las cifras exitosas de la seguridad democrática. Me imagino el titular: terrorista es dada de baja cuando sostenía de manera sospechosa un peligroso alambre de púas. Avanzamos y de la nada, allá están ellos y creo que allá ya está ella.

no estaba y yo sí. Que aquí seguía. Cuántos ya la olvidaron. Silencio. Silencio. Puto silencio. Hay muertos de los que se habla en las calles, en las esquinas, en cada encuentro. Hay otros que son marcados con la palabra clandestina: en medio de tragos y entre parceros la lloramos, aún lo hacemos. Fuimos juntas una vez. Allá nos vimos. Cada uno llegó por una ruta. La noche anterior había farreado y entre tragos había jugado a despedirme anunciando que me iría a trabajar lejos. Trago va y viene. En piloto automático llegué a lo que llamaba casa y era garaje. Puse el reloj, abracé un cuerpo igual de ebrio al mío. Y me desconecté. Son las seis, mierda, puto dolor de cabeza. Siete, mierda, ya debería estar lista. Siete y media, ya debería estar en el lugar de encuentro. Con la suavidad que solo el enguayabado conoce, me levanté, hice un tinto amargo y entré a la ducha. En el fondo esperaba que todo se fuera a la mierda. Soy una experta saboteadora de mis proyectos y planes. Casi nunca fallo.

Uno a veces peca de ingenuo y romántico; otras -en mi caso la mayoría- de ignorante total. Con los años he aprendido a llevar muy bien puesto esa especie de rostroconvenienteconvincenteoportunistainteresado que me ha permitido deambular por estas tierras que me tocó habitar. Y a veces, como cuando camino por calles congestionadas tengo la impresión de no existir, todos pasan y golpean, espichan, estrujan, aporrean, lastiman, tocan. Hay que esquivar la sombrilla asesina que con sus puntas protege a uno y saca los ojos a los demás. A veces hablo, saludo, y nadie dice nada. A veces pienso que si me detuviera en la vidriera de algún almacén no vería mi reflejo, y pienso además que cuando eso pasé, cuando me decida hacerlo, sentiré gran alivio.

Pero esta vez no fue así. Con dos horas de retraso llegué y allí estaban. Si la cosa es así, nada que hacer. Disimular el tufo y subir al bus con la despedida fría de quien no le da importancia a lo que está a punto de suceder. Haga como si no se conocieran. Van otros en el bus para el mismo lado. Usted tranquila, nada va a pasar. Y si nada va a pasar cómo putas es que voy yo sola y él se queda ahí, parado, como si nada. La ventaja de estar enguayabado es que lo único que importa es que la cabeza no explote, todas las energías se van en eso. Sentarse en la silla y dormir... No recuerdo cómo llegué, soy tan mala con los nombres y lugares que ni recuerdo el pueblo al que fui. De allí, había que tomar otro transporte y subir hacia alguna vereda. Aún no recuerdo. Si tuviera que volver no sabría qué hacer, para dónde arrancar. Las imágenes son vagas. Me recuerdo

Vivir cargada de tanto puto silencio, va encorvando la espalda, al punto de que ya no hay que hacer ningún esfuerzo para agacharse y amarrarse los zapatos porque

3


R ebrujos

uno se encuentra a esa altura, a la altura del piso, la espalda encorvada y con un bultico delator que hay que cargar a cuestas y que pareciera estar habitado de los silencios y las palabras y los rebrujos. Se alimenta de mis miedos y de mis soledades y de mis lágrimas y de mis estupideces. Ese bultico en la espalda que impide que celebre con alegría un paseo matutino con mi perro. Ese bultico que crece y pesa y que me obliga vivir no a nivel del mar (qué más quisiera que vivir a esa altura que calienta los cuerpos y las miradas) sino a nivel del piso. Los 3.600 metros más cerca de las estrellas que promete el discurso turístico de esta ciudad no aplica en mi caso. 3.600 metros más cerca de la mierda y de la basura, porque al nivel del piso que me obliga este terco bultico es lo único que se mira y se huele y se contempla y se acaricia. Por eso ahora, solo de noche abandono este lugar, con la oscuridad como cómplice de este peso y su bulto, del peso del silencio, de las memorias que me habitan y me ensordecen por dentro, porque desde hace unos años dejaron de hablarme como nostálgicos recuerdos y están salvajes y me gritan y me putean y me lastiman. Escribo y mientras tanto ellas, que no pueden ser voz, y pocas veces palabras dichas, han encontrado una forma poderosa -aunque duela- para seguir aquí: gritan hacia dentro. Solo yo, por ahora, las escucho. Salgo entonces en las noche para que el bulto y su peso, para que mi espalda desfigurada, casi desbordada, no se convierta en el corrillo de cuanto chismoso hay con vocación y convicción en mi barrio. Pobre perro.

4


C

II.

Comenzar a escribir. La hoja en blanco. La apariencia de una hoja en blanco. Todo transcurre deprisa en la cabeza. Mientras los dedos se deslizan por un teclado viejo, gastado y sucio, lleno de pequeños trucos que entorpecen la posibilidad de una escritura ágil, sin interrupciones. El maldito teléfono suena a cada rato. En la calle los niños gritan y la campanita del vendedor de helados ya se ha vuelto fastidiosa. Aun así, aquí estoy. Hoy me he propuesto mantener la calma. No desbordarme en silenciosos profundos o conversaciones extensas. En ambos casos sucede lo mismo: nada. Y esa nada que pesa y pesa sobre los hombros, los pies, los brazos, las manos, los dedos, las uñas, las rodillas, los codos, los pelos, los poros, las arrugas, los pliegues, las heridas, las cicatrices, los orificios, la lengua, los oídos, las cejas. Así que como única condición me he impuesto el no releer lo que escribo hasta no terminar. Es lunes. Y llueve. Y hay ruido. Y hay gente. Pero todo esto ocurre afuera. Aquí no hay nadie. Nada, nadie.

Ella: estoy mamada de tanto rodeo por qué no dices lo que quieres decir y listo Él: justo eso trato de decir pero cada vez que toco el tema haces una cara que no sé qué pensar Ella: ahora la culpa es mía siempre es lo mismo Él: siempre no Ella: filosofía barata Él: seguramente Ella: típico Él: no Ella: si

Mientras tanto, sigo mi camino y avanzo por el parque. Reconfortada, aliviada, cómoda. Él: por acá no, por acá. Vamos. Vamossss. ¿Hola? Si voy en el trasmi. Claro. Ya estoy llegando. Ajá. Sí, claro. En diez minutos llego. Ok? Ok. Caaaaaannnneeeeeellllaaaaaaaaaaa. ¡Vamos!

La ciencia y la magia siguen presentes. Tan conectados, dependientes, subordinados, sumisos, vinculados, sujetos. Sujetos, sí, pero también de discurso. Si el DANE siguiera con sus grandiosas ideas de medir banalidades, sería bueno saber qué tan mentirosos somos, qué dispositivos nos facilitan la mentira, qué día de la semana mentimos más, sobre qué mentimos, somos más mentirosos en las ciudades o en el campo, en qué rango de edad se miente más. Mienten más los hombres o las mujeres.

Hace poco escuché, soñé, inventé, imaginé, encontré, proyecté, hallé, no estoy segura, que no importaba lo que se dijera, dos personas pueden comunicarse perfectamente sin entender a cabalidad lo que se dice; para ello solo basta el tono, el timbre. La voz y su performance.

Con algunas de estas mediciones podríamos incluso proyectar un estudio comparativo entre la reciente medición de felicidad y la mentira. Se es más feliz cuando se miente. Quién es más feliz, quien miente o quien recibe la mentira. Qué mentiras nos hacen más felices al escucharlas, cuáles nos hacen más felices al decirlas.

5


R ebrujos Ella: Qué lindura, ¡cómo ha crecido! Se nota que ya está más adaptadito Yo: si, está mucho más tranquilo (mientras tanto pienso en los usos del diminutivo) Ella: así son nuestros bebés. Mira, mira, se pone celoso porque estoy hablando con su mamiiiii, así era el mío también (¿mamá? ¿Yo? ¡Mierda! Es un perro, no un simulacro de maternidad. Entonces qué somos: amigos, compañeros, cómplices, madrehijo, viene siendo el nieto de, el sobrino de...hastío) Es que ellos son así, como un niño, igualiticos. ¿Sabes? Ha estado un poco malito, con unaaaa diarreaaaa. Este nene se pone bravo cuando hablo de él en la calle. Cierto, miamorlindo, carajo, quenomegustaquehablendemí, lindurita. Mira cómo se quieren, que ternurita (Diminutivos por minuto: mami, adaptadito, ternurita, y seguramente se ha controlado, o yo ya dejé de escucharlos todos) Yo: Bueeeenoooo, éste ya se puso cansón. Nos vemos más tarde Ella: Claro, buen día, vamoscorazónlindoconmamiiiiiii

Sin embargo, no siempre soy 1. A veces, y para mi sorpresa, soy otro 1, diferente, extraño, ajeno a lo que pensaba de mi 1. Me escucho hablar, llorar, comer, saludar, sonreír, insultar, acompañar, agredir, compartir, dormir, descansar, dormir, estudiar, dormir, trabajar, dormir, pagar recibos, dormir, leer, dormir, leer el correo electrónico, dormir, hacer mercado, dormir, soñar, dormir, y al fin, por fin, dormir, de formas que me resultan ajenas. Con el tiempo, hemos aprendido a convivir.

Respirar profundo, contar hasta diez mil, de múltiplo de tres en tres, de cuatro en cuatro, de cinco en cinco. Calcular la raíz cuadrada de un número de ocho dígitos. Lo que haya que hacer. Todo. Nada.

La unidad de ser. El ser y la nada. Ser y Tiempo. Estructura y ser. El origen de las especies. Cultura y barbarie. De animales a dioses. El universo sin dios. El origen del mal. Discurso del método. Crítica de la razón pura. La visión de lo invisible contra la banalidad intrascendente. El infinito en la palma de la mano. La odisea de la humanidad. What is our real knowledge about the human being? the proceedings of the working group 4-6 May 2006. La llamada de la muerte. El último día de la creación. La más bella historia del hombre. El mono desnudo. Origen y meta de la historia. Impact Of Molecular Genetics On Studying Origins Of Human Populations. Textos fundamentales. En busca de Eva. La aparición del hombre. Crónica de la humanidad. Del pez al hombre. Ser-en-sí. Ser-para-sí.

Mantener la apariencia de la unidad no es fácil. Entrar en el pequeño traje del Uno no solo es difícil sino que consume mucha energía. Energía positiva, química, hidráulica, sonora, radiante, fotovoltaica, reactiva, iónica, geotérmica, mareomotriz, electromagnética, metabólica, hidroeléctrica, magnética, calorífica, eléctrica, lumínica, mecánica, térmica, eólica, solar, nuclear, cinética, potencial. Toda.

Dicen que somos y que somos uno. 1=1. Uno es igual a uno. Otros, quizá bajo los efectos de alguna hormona, señalan que la unidad sólo es posible en la sumatoria. Los heterosexuales de armario, señalan que esa sumatoria solo es posible entre contrarios. X + Y =1 (a condición de que “X” y “Y” sean opuestos). Los heterosexuales de armario y moral vestida de sancta sactorum (santa de los santos) señalan que la sumatoria solo es posible entre contrarios cuyo resultado sea igual (nunca mayor, imposible menor) a dos. 1=2 o mejor 2=1.

Suena el timbre. Dejo de escribir. Me he fumado un cigarrillo. Yo no. La otra, la que fuma. He soñado con una gran montaña. Hacía frío. Estábamos todas: la loca,

6


la depresiva, la entusiasta, la histérica, la silenciosa, la amargada, la optimista, la calmada, la existencialista, la activista, la soñadora, la aventurera, la tranquila, la inmóvil, la gimnasta, la deportista, la lectora, la cocinera, la amante, la esposa, la amiga, la diabla, la tiniebla, sí, la tiniebla. Todo era bruma. Éramos todas. Éramos una. Pensé que sonaba el teléfono, quizás algún entusiasta de las matemáticas o algún desesperado. Era otro timbre. El de la puerta. Me deslicé. No hice ruido. El perro tampoco. Nos miramos. Cómplices. Di un paso más. Cambié de idea. Timbran nuevamente. Cambié de idea. Timbran. Timbran. Aquí sigo, el tiempo pasa como de costumbre. Lento. Solo pasa rápido cuando voy tarde. (Se aconseja leer la siguiente conversación con esta canción de fondo. Sólo cuando lo habite y traslade a algún estado emocional distinto al que tiene en este momento, se considera prudente continuar la lectura)

Quise cultivar un amor y me he quedado solooooooooo creo que sembré tierra malaaaaa o nooo supeeeee sembrrraaaarrrr pues creo que sembréeeee bien dios me lo enseñó todooooo entonces eres tierra maaaaala porque no naaaaaació en ti el aaaaaamor que yo soñé nuncaaaaa flooooooreció, en ti, el aaaaamor que yo soñéeeee nuncaaaaa florecióoooooo, en ti el amor y muy sooooooloo me quedéeeeee Ella: así son no le digo

Ella: pero yo te lo dije, ya sabías como era Ella: pensé que sería diferente Ella: te lo dije

7

Ella: siempre es igual Ella: si


R ebrujos Ella: me llamas más tarde que ya voy a bajarme

Ella: por eso, por eso lo digo Ella: por acaaaaaáááá señorrrrrrr Ya no es lunes. Esta mañana había sol y de un momento a otro el viento se lo ha llevado todo. Solo quedaron las calles, los edificios, la cancha de fútbol, el pasto, uno que otro árbol, el ruido. De resto, todo se lo llevó. Miro a través de la ventana como si estuviera a salvo. Sé que no es cierto, pero mentirse es una forma de mantener un aparente control sobre una misma. Tranquila. Respiro profundo. Nadie dice nada. Cada quien camina como si su andar por la calle estuviera rigurosamente demarcado. Solo la sombrilla gigantesca -tipo parasol- que abunda en los aguaceros capitalinos, se rebela. Se revela. Siempre. Gracias a su revelación y rebeldía se hace evidente la disciplina de los cuerpos. Alguien mira con enfado, con indignidad cívico- ciudadana. Mockus y sus mimos. Peñalosa y sus corpovisionarios.

cualquier cosa. Pueda que hoy todo termine mojado, húmedo, empapado, remojado, salpicado, regado, rociado, impregnado, bañado, duchado. Busco algo para el frío mental y emocional. ¿Cobija o café? ¿Saco o tequila? ¿Ruana o cerveza? ¿Bufanda o sopa? Lo que sea. Lo que abrigue, arrope, cubra, tape, arreboce, envuelva, arrebuje, cobije, guarezca, albergue, ampare, proteja, resguarde y auxilie. Un antídoto provisional (que no me gusta lo definitivo) contra la pesadumbre.

Tuc tuc tucccccc tuc tuc tuccccccc tuc tuc tucccccc. Es tan predecible el ruido de una calle en construcción. No solo es predecible. Irrita. Dos, tres horas después Tuc tuc tucccccc tuc tuc tuccccccc tuc tuc tucccccc. Que sea medio día. Que se vayan almorzar pronto. No solo taladran la calle. Los oídos. Los sentidos. La tranquilidad. El silencio. Tuc tuc tucccccc tuc tuc tuccccccc tuc tuc tucccccc y se va rompiendo todo hasta no quedar sino un inmenso hoyo de color blanco o negro (escojan ustedes). Tan blanco o tan negro que ya nada es. O todo es lo uno y lo otro, o sea lo mismo. O sea nada. Nada. Nadie. Ahora, solo queda la lluvia. Ya están almorzando. Por un instante parecía silencio. Pero no. Llueve. Y el viento busca la manera de anunciar, con su ritmo pesado y constante, que no piensa dar tregua. Que hoy hay que prepararse para

8


H

III.

Han pasado meses, años, lustros, no sé. Lo cierto es que hace más de mil días en este lugar que habito no ha hecho sino llover. Los baldes se amontonan por todos lados. Afuera hace sol y la gente, sola o acompañada, parece ser feliz, por lo menos sonríen. Aquí adentro no hay forma de hacerle al mal tiempo buena cara. Llueve y llueve. Es raro. No para de llover. Solo llueve aquí donde he decidido sentarme a contar los días de lluvia. Tac tac tac tac algunas veces más lento tac tac tac otras con constancia y casi podría decir malicia tactactactactactactactac, insistentes las goteras lavan mi cuerpo y humedecen el aire que respiro.

tuétanos, sigo escribiendo, para que la lluvia cese o todo termine. Cuando son ellos los que se van, los que no vuelven, los que ya no pueden volver sino rotos; cuando son los amigos los que parten persiguiendo los sueños que uno pensó que eran solo de uno, y vuelven quebrados, silenciados o silenciosos, uno también va quedando como astillado, quebradizo. Uno también se rompe, se silencia, es silenciado. No hay alivio. Queda el dolor de no ser uno. El dolor de que sean otros. También queda una especie de deuda. Una sensación de que la vida de uno debe ser parte de lo que ellos no alcanzaron a cumplir. Compartíamos por lo menos el mismo desespero. Unos fueron y no volvieron. Otros quisimos ir y no volver pero ni siquiera para eso servíamos. Nos devolvieron con nuestra rebeldía. Nos dijeron que eran ejército. Nos dijeron que tanta preguntadera no servía en la guerra. O cumples una orden o mejor no estorbes. Vete para tu casa, sigue tu camino, sigue buscando que por acá no es. Y uno pensando que por lo menos allá cabíamos todos. Pero ni modo. La desobediencia es una virtud mal vista. Genera desconfianza y claramente no es el mejor de los dones si consideramos el tiempo que nos tocó vivir.

Mi perro ha decidido ocultarse debajo de la mesa y mira con insistencia la ventana. Casi que suplicando que se haga de noche y salgamos de este encierro, chiquero, lodazal, sitio, emplazamiento, parte, punto, lado, espacio, zona, área, sector, banda, momento, ocupación, tiempo, oportunidad, ¿oportunidad?, población, pueblo, aldea, localidad, villa, puesto, empleo, cargo, oficio, ocupación, pasaje, texto, sentencia, secuencia. Si, tan profunda es su mirada y desespero, que todo esto parece decir, mientras yo hundo con dificultad las teclas, mientras los rebrujos de mi memoria continúan su implacable gritería. Molesta, con frío y humedad, emparamada hasta los

Así que desobedientes y rebeldes nos ahogamos en trago y en besos y en abrazos y en risas y en llantos y en orgasmos fingidos y con el estómago lleno de empanadas y salchichón de 100, entre tragos de pony malta y aguardiente Eduardo III, en la esquina de la que fuimos desterrados por esas manos negras, financiadas por la mano invisible del tal Adam Smith, forjamos nuestra rebeldía, cansada de discursos y falsos liderazgos, en la bareta y la música y la pochola y la borrachera y el sexo y

9


R ebrujos

la palabra y la ira y la risa y el bloqueo mental. Saturar el cuerpo hasta no sentir nada, ni asco, ni tristeza, ni dolor, ni humillación, para seguir estando. Ocupar un espacio y a punta de inhalaciones y exhalaciones contribuir con el calentamiento global, la sobrepoblación, la decadencia, la muerte. Lo peor, todo lo anterior hay que re-escribirlo (o re-leerlo, porque mantengo el firme propósito de no revisar lo escrito) en singular, porque ni eso hubo. No hubo un nosotros. Así, me fui quedando con mis rebrujos, mi espalda, mi bultico, el perro, este aguacero aquí dentro. Todo lo que fuimos se rompió con ella. Y aquí quedamos. Aquí estoy. Sin hambre, sin sed, sin amigos, sin peleas que dar, sin voz, sin aliento, sin deseo, sin amor. Incapaz de ser como los otros. No aspiro ni al éxito, ni al reconocimiento, no pretendo ascender en un empleo, ni ser amada, ni ser deseada, ni tener marido, ni novio, ni novia, ni plata. Queda este silencio, Una palabra a punto de ser dicha, un vacío lleno de esta gritería que solo yo puedo escuchar. Y claro, por supuesto, esta lluvia milenaria. Y este perro. Y estas ganas de escribir que por momentos lo ocupan todo, lo llenan todo, y luego se van cansadas, a poblar otras habitaciones con diluvios, a ocupar otros jorobados de tantos cargos de conciencia, de tanto silencio. Que las palabras pesan es algo que me consta. No decirlas me ha vuelto así, arqueada, taciturna, lenta, con un sentido del humor que ni mi perro celebra ni agradece. Debo parar por ahora. Hay que desocupar los baldes. Limpiar. Tratar de secar mientras quede algún aliento para emprender las tareas diarias que se repiten y se repiten y se repiten. Y se repiten.

10



P

R ebrujos

IV.

Pareciera que algunas vidas valen la pena y otras no. Por eso algunos muertos logran traspasar el silencio y habitar los espacios y las palabras públicas. La cosa no es fácil. Seguir estando, con las balas, los huesos, la carne que se descompone, es un trabajo lento que no hace el que ya no está, sino los que quedan. Lo que parece tan obvio, no existe. Un funeral, un duelo, un grito profundo de rabia y dolor. El derecho a levantarse con los ojos hinchados por lo irremediable y lo irreversible, con el derecho a decir cualquier cosa o a guardar silencio, con el derecho a que nadie pregunte. Mandar a todos a la mierda, conservar sólo a los amigos y sus abrazos silenciosos pero profundos y reconfortantes. Enrollarse en la cama o en el piso. Recordar. No olvidar. No olvidar. No olvidar. Y volver a llorar porque la vida es una mierda, porque todas las promesas fueron simples palabras. Porque las palabras no sirven de nada. Porque las intenciones no sirven para burlar la muerte. Y este dolor que desgarra. Y estas ganas de maldecir y decir que nada es justo. Y a quién le importa, ¿importa que a alguien le importe?

vestidas de enemigos (¿Cómo el enemigo de unos se vuelve el enemigo de todos?). Representadas públicamente en el silencio, arrinconadas. Condenadas a existir solo como trofeos de una victoria. Tantos silencios. Y nosotros, o sea yo, que ya les dije que aquí no hablo por nadie, que parece ser un tic absurdo pero inevitable esto de decir Nosotros para decir Yo. Nadie escapa a las mañas discursivas de su entorno. Usamos el plural como dispositivo protector. Adoramos al individuo por sobre todas las cosas, porque éste pareciera una mercancía más, en todo caso un producto más de la lógica que le da sentido a nuestro mundo: una cosa. Las cosas. Aún así, a la cosa llamada Individuo, se le enseña que decir Yo es egoísta, y que ser egoísta es malo. Por lo menos en apariencia. Aún recuerdo cuando uno decía Yo y mi hermano, y todos reían y decían el burro por delante. Volviendo a lo que decía, Nosotros duplicados, con nuestras máscaras bien puestecitas, tan bien que parecen rostros, disimulando nuestra rareza e inconformidad para no ser percibidos como ellos, los otros, los malos, el enemigo absoluto. Los lugares que transitamos jugando a ser lo que no somos, lo que no nos gusta ser. Las vidas clandestinas, las palabras clandestinas. Más bien los silencios clandestinos. Porque hay palabras que nunca llegan a tales. Se quedan en el balbuceo o en la sombra. O como sucede ahora conmigo, en el grito hacia dentro, que solo me incomoda a mí. Gritería que me va volviendo loca y muda. No puedo pensar con ellas ahí adentro gritando. No puedo hablar. No mantengo conversación con nadie, porque ellas reclaman toda mi atención. Ellas, los silencios, lo no dicho, que me vuelven muda y me encorvan. Me trastocan el tiempo y el espacio. Hacen llover y quizás son solo mis lágrimas, o las de ellas,

Unas formas del dolor reconocidas, amplificadas. Las otras, silenciadas,

12



R ebrujos

o las de todos. Juntas conspirando para que llegue al fin el fin, el diluvio planetario y universal. Que todo se moje, se sacuda, se destruya. Que no quede ni una pizca de dolor. Solo sonrisas. Pero esas que son de verdad. Miro una foto de cuando tenía tres años. Estoy feliz. No me reconozco. Mierda, a donde fui a parar. Ya ni salgo en las fotos. No puedo ser reproducida. Solo se reproduce lo que se ve o lo que se percibe. Yo y mis silencios. De alguna forma debemos salir. Ser otros. Por ahora que llueva y todo se transforme.

Legitimidad a la agresión sin límite. Es tan malo el enemigo que todo se vale. Somos tan buenos y poderosos que todo se vale. El fin lo justifica. ¿Quién no quiere la paz? Que alce la mano quien no quiere la PPPPAAAAAAZZZZZZZ. Ah! usted. Contra la pared. Silencio. Alce las manos. No mire a nadie. Contra la pared. Silencio. Celebremos todos. El consenso ha llegado. Aquí seguimos vivos los que queremos la paz. Que no haya enemigos, contrincantes, rivales, disidentes, antagonistas, discrepantes, contrarios, hostiles, adversarios, opositores, inconformes, esbirros. Qué viva el consenso y la democracia de las mayorías. De las mayorías visibles, adineradas, acomodadas. De esas mayorías autonombradas. Las mayorías que se enriquecen con la guerra y con esta paz sangrienta. Las mayorías que trafican con la muerte a nombre de todos, del bien común, de la normalidad, de la estabilidad, del orden. Qué viva la libertad y el orden, y el tricolor de la bandera, y todas las estrofas del himno nacional y la cuaresma y la semana santa y la eucaristía y la confesión y la penitencia. Saluden todos las bondades de la democracia electoral y el confesionario. Las indulgencias como hace 300 años siguen vigentes y en módicas cuotas mensuales puede usted borrar sus pecados, comprar un pase VIP al cielo, sin pasar por el purgatorio. Solo falta tener fuerza de voluntad. Solo falta tener fe en la causa. Así son nuestros héroes nacionales, su fe en la causa les permite tener días adicionales de vacaciones. Cada muerto, un día. La fe mueve montañas.

Abro la sombrilla porque sigue este aguacero-lagrimero infernal, juego con las hojas de un libro, busco la manera de acomodarme y que no se mojen. Es un libro prestado. Hecha la maroma necesaria, con el perro que sale de la mesa para disfrutar de la aparente protección de la sombrilla, un tinto casi gélido, de hace cien años y que solo ahora recuerdo, y como si fuera siempre así, imagino la sensación de calor que me alborotaba los sentidos, cuando yo era otra, sin el bultico, sin el perro, sin el silencio. Así que todos juntos, sombrilla, tinto, silencios, perro, gritería y libro -en esta orilla del cuarto- continuamos leyendo, como si nada importara, como si nada doliera, como si nada gritara. Lo público se construye no sólo a partir de lo que se dice, sino también de lo que no se dice, lo que no se muestra. Y en él, la frontera, el estigma: terroristas, bandoleros, cuadrillas, narcoterroristas, castro-chavistas. Cuáles son entonces los rostros de aquellos contra quienes va dirigida la guerra. El enemigo sin rostro, sin humanidad. Insensibles, aplaudimos la victoria militar que se cuenta en masacres, ¿falsos? positivos, desplazamientos, silencios, odios viscerales. Aplaudamos con satisfacción que esta guerra la ganamos pronto. Esta guerra por la paz de unos, que de alguna forma, se ha convertido en la paz de todos. Terroristas unos, victimas todos (¿ese todos quiénes son?).

Toda guerra necesita un enemigo. O varios. Ojalá enemigos absolutos, de esos que no tienen rostro. De esos con los que nos lanzamos a la batalla mortal. De esos que como monstruos nos amenazan. No dormimos pensando que comen niños y que sus manos ajadas y mugrientas pueden empuercar los muebles recién importados y afectar el Feng Shui. O dejar marcas en lo vidrios pulcros, gracias al esmero de la empleada doméstica. Esta niña que nos ha

14



R ebrujos

salido lo más de bien. No husmea por ahí. Tiene derecho a una llamada cada semana. Y claro, que la dejamos salir. Eso sí una vez al mes, para que la ciudad no la corrompa. Esta vida es tan bonita! Además de todo, le pagamos sus cuatrocientos mil pesitos, y como aquí se la da de todo, pues mejor nosotros le hacemos el ahorrito, no hay sea que vaya y se gaste toda la plata en maricaditas!

C

V. Solo esa vez en aquella ciudadela de árboles talados y bien encajados, con sus lugares designados de cocina y de baños y de dormida. La noche. Hagan la centinela. Y no fumen. No delaten, no hablen, no rían, rían pasito. Yo compañera llevo 30 años en la guerra -en la revolución- y solo espero que llegue la paz para poderme dar una ducha de agua caliente. Aaaguaaaa caaaalieeeentttteee.

Cigarrillos: 3.874 Cervezas: 1.954 Páginas borradas: 0 Lágrimas: 3.543 Sonrisas: 345 Así con todas estas cervezas que se acumulan con los baldes y la lluvia y la tristeza y la desidia y la pereza y el dolor y la muerte. Y las muertes. Nuestras muertes y nuestros muertos.

Y uno que con los ojos se lo come todo. Lo dicho, los silencios, los discursos y los gestos. Y aquí nos han traído peladas bien bonitas. Hoy no fue el caso, perdone la honestidad. Pero aquí llegan peladas bien chuscas. Hoy no. Pero sí que llegan. Y la noche y el silencio rural. Y el barro. Y la lluvia. Parece que hay combates cerca. Deben volver. Esta mierda se cancela.

Cigarrillos a medio fumar: 2.945 Guayabos: 9.345 Dolores estomacales: 5 Insomnios: 25.354 Con todos los sueños por cumplir y con todas las ilusiones a flor de piel ella se fue y no volvió. Dijo alguna vez que estuvo de escapada por la gran ciudad que todo andaba mal, que andaba aburrida. No me lo dijo a mí porque nunca más nos vimos. Nunca.

Y él que me mira y yo que lo miro. Pero qué mierdas hace aquí. Claro que su rostro lo recuerdo. Fue una noche de tragos y más trago. La música, la salsa y los viernes universitarios. Quien no bebe no se gradúa. Que viva la borrachera, que viva el descaro, que viva la viva, digo la vida. Y esquenoestoyborracha, salgamos afuera, que

16


bailemosesta. Que el mundo se acabe mientras los pies afinan con el piso sembrado de colillas de peches y de tragos mal aprovechados. Y el sudor del desenfreno porque la salsa se hizo para eso, para que el desenfado y la irreverencia salgan a brillar baldosa y la noche y las luces de este antro nos permitan acercarnos y un poquito más que no hay nada que perder. O eso pensaba yo. Hasta que en el cambuche me dice, yo me acuerdo de usted, yo sé quién es usted. Yo tenía mi novia, pero ese día nos vio bailando y me terminó, y usted se reía de lo ebria que estaba, bailando como bailaba, seduciéndome hasta no poder decir que no. Y el beso y las bocas y la salsa y el guaro. Noches de farra que se cobran en las vidas clandestinas. Míreme bien que yo a usted no la he olvidado. Y yo le hice caso, lo miré bien. Y nunca lo olvido. Y luego cuando ya no estaba allí, lo vi bien. Pero en la tele. Y decían que había caído un terrorista, un bandido. Y quién sabe a qué cárcel fue a parar. Y yo quería visitarlo, pero no sabía ni su nombre. Y me dijeron que no. Que la compartimentación. Que no sea hueva. Que uno eso no puede. Y yo dije bueno. Porque a veces soy tan obediente y luego me arrepiento. Y digo mierda, qué vieja estoy. Pero ya ni eso sirve. Y bueno que se acabe esta joda, y bueno, que nos fuimos yendo. Y yo quiero volver, pero no se lo digo a nadie. Y luego no me acuerdo. Ya estaba en mi gran ciudad, que es diferente a la otra, a la de los 3.600 metros más cerca de las estrellas.

S

VI.

Si volví. Pero nunca me quedé. Y aquí sigo atorada en esta lluvia tan mía, tan solitaria. Y el perro ya ni me mira, porque mira el bultico que sigue creciendo. Que parece que ya es toda yo. Solo yo. Y yo aquí en mis noches de recuerdos y nostalgias. De cosas nunca narradas. Lanzo estas palabras escritas y sin voz al vacío. Esperando que alguien las hackee. Que alguien las mire. Las lea. Las acaricie. De pronto usted las lea. De pronto usted esté ahora mismo leyéndome. Y dirá qué vieja tan loca, qué perdedera de tiempo. O tal vez no. O tal vez se haya sumergido como yo, en mis silencios y en mi locura. Y de pronto así, como quien sale de la oscuridad y dice, hola me llamo tales y también soy viciosa, y gracias por los aplausos, llevo dos días sin tomar, sin fumar, y siguen los aplausos y bienvenida y nunca cambies y tqm. Y luego a vomitar tanta dulzura, tanta hipocresía, tanta multitud, tanto anonimato. Que se rompa el silencio. Qué vivan los muertos vivientes que se comen el coco y deambulan por las calles sin pavimentar y llenas de huecos y de sapos que saltan y gritan tu nombre, mi nombre, y dicen yo y que el burro siga por delante.

17



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.