Tonos desentonados

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Junio 2016

Equipo de trabajo: Carolina Ramírez Chica. Estudiante de Archivística Editora Sección académica Programadora y diseñarora

Colaboradores externos: Mariana Jiménez Álzate Bibliotecóloga

Martín L. Rocha Rincón Bibliotecólogo

Solangy Carrillo Pineda.

Estudiante de Bibliotecología Editora Sección Cultural Programadora y diseñarora

Juliana Sepulveda Hurtado Estudiante de Bibliotecología

David Carazo Parra

Estudiante de derecho

Esta obra se encuentra bajo una licencia Creative commons Atribución- 4.0 Internacional, la cual permite a otros distribuir, mezclar, ajustar y construir a partir de su obra, incluso con fines comerciales, siempre que le sea reconocida la autoría de la creación original.. Sítio web: Revistapergamo.org E-mail: Revistapergamo@gmail.com


La vida la podemos ver como una bella música constante, aunque a veces su melodía se puede ver alterada por la más simple de las vibraciones dadas por una palabra, un sonido o una situación particular. Y esto fue lo que le pasó a Alicia. A primera hora de la mañana, Alicia había recibido una llamada sumamente extraña hecha por una mujer, donde le habían dicho una sola frase, enigmática y desconcertante: “su marido chuza bueno”. Cuando activó el identificador de llamadas, pudo comprobar que se habían comunicado desde un número celular, así que hizo lo que consideró más sensato en ese momento, llamar para confrontar a quien le había dado tan críptico mensaje. Al tercer timbre contestaron.

-A la orden – contestó una voz de hombre. -Disculpe, es que me encontré una llamada de ese celular y quería saber qué necesitaban. -Ay mi señora, eso va a estar medio difícil, de aquí llama mucha gen te, ¿hace cuánto la llamaron? -Cosa de diez o veinte minutos. -Pues yo llegué hace diez minutos y han venido a llamar tal vez cinco personas diferentes, hombres y mujeres, pero es que aquí no solo está este teléfono para vender minutos ¿si me entiende? -Ah ya, le entiendo, le agradezco su tiempo.

Alicia colgó y siguió cavilando en lo ocurrido, pero no pudo dejar de sentir una terrible punzada de celos frente a tal situación. Llevaba casada quince años, tenían dos hijos y una relación excelente, ya que Saúl era un buen hombre, honesto, trabajador, cumplido, cariñoso, buen esposo y mejor padre, le gustaba cocinar y ayudar con los quehaceres de la casa y lo mejor para Alicia, no le gustaba el futbol.


Sus amigos en común gustaban de visitarlos y pasar tiempo con ellos, se divertían sin excesos, eran moderados en el beber, el comer y el actuar y por lo general hacían buenas migas con todas las personas con las que entraban en contacto. La situación se fue complicando cuando de nuevo llamaron a Alicia, esta vez a su celular. En su pantalla apareció el mensaje número desconocido y nuevamente sus sentidos se pusieron en estado de alerta. -Diga. -Qué mano la de su esposo, casi no se siente – y una risa burlona fue lo último que oyó antes que se cortara la llamada. Alicia tuvo que sentarse para no caerse ¿sería posible que su esposo la estuviera engañando? Esta idea no le cabía en la cabeza, se conocían desde la adolescencia y respectivamente habían tenido sus conquistas antes de estar juntos, convirtiéndose en novios en el último grado de secundaria, de allí en adelante comenzaron a pensar en un futuro juntos, pero no antes de forjarse cada uno sus propios estudios. Ella optó por la enseñanza del español y se convirtió en profesora y él trabajó primero como auxiliar de farmacia a la vez que estudió licenciatura en educación física porque su pasión eran los deportes, además de ser brigadista y haber recibido múltiples capacitaciones en búsqueda y rescate. Saúl llegó incluso a ausentarse en diversas calamidades visitando distintos lugares del país, pero eso no le impedía comunicarse con su esposa cada vez que podía. Al fin, decidió dejar de lado su voluntariado como brigadista y dedicarse a la enseñanza desde hacía ocho años. Mutuamente se conocían sus antiguas parejas y realmente Alicia sentía que no había ninguna fricción entre ellos, pero esta nueva situación despertó un demonio dormido en su interior: los celos, los malditos celos. Sin saber por qué, recordó a Lucía, la primera novia de Saúl, una despampanante mujer que en esa época acaparaba la atención de todos en el


colegio y con la que Saúl salió por cerca de ocho meses, luego de los cuales terminaron sin dar mayores explicaciones. Con los años Alicia le preguntó el por qué de esa terminación:

-A Lucía lo que le sobra de belleza le falta en valoración hacia los demás -, fueron las palabras de su esposo, sin embargo de vez en cuando este le refería que había hablado o se había encontrado con su ex. -¿Cómo está? – preguntó una vez Lucía. – Sola, triste y vieja – respondió su esposo.

Lucía sabía que, a pesar de lo ocurrido, su esposo era una persona muy sensible que gustaba de ayudar a los demás y muy en el fondo sentía algo por Lucía, aunque no era amor, no al menos el amor que se siente por la pareja, no. Era un amor de amigo, solidario si se quiere. ¿Sería posible? ¿Hacía cuánto se hizo la última mención de Lucia? ¿Dos o tres años? Cuatro días después de esta llamada, cuando su esposo llegó del trabajo lo notó algo pensativo, como si tuviese una gran preocupación, lo saludó como era habitual, le sirvió la comida, comentaron acerca de sus respectivos días y le hizo una pregunta, la cual rogó que se oyera lo más casual posible

-¿Ve y qu é fue de Lucía? ¿Volviste a saber algo de ella?

Saúl no pudo evitar la sorpresa ante esta pregunta y por un momento su semblante se oscureció. Tomó aire, miró a su esposa y le contestó directamente.

-Precisamente quería hablarte de ella luego de que comiéramos, pero ya que se dio la ocasión…

Alicia sintió un nudo en el estómago y un pánico aterrador. Sus peores temores iban a ser confirmados en ese momento. Saúl notó el cambio de su mujer:


-¿Qué te pasa? Te pusiste pálida. -Nada, nada, creo que las verduras me cayeron pesadas. Cuéntame lo que me ibas a decir.

-Lucía está muerta, murió ayer y todo parece indicar que por una sobredosis de heroína, te iba a pedir que me acompañaras a presen tar el pésame a su familia. -¿Qué qué? – Lucía no podía dar crédito a lo que oía, entonces ¿quién era la amante de Saúl? Porque estaba segura que él tenía una amante.- ¿quién te contó? -Magnolia. – Por un momento Alicia puso su mirada de desubica ción, luego recordó a su excompañera del colegio con la cual mantenían un contacto regular y que era amiga común de ambos, una mujer dicharachera, alegre, optimista y toma pelo a mas no poder, la típica mujer graciosa que cae bien en todas partes. - Como sabes, trabaja cerca del colegio donde estoy y estos días le he estado aplicando unas ampolletas para una alergia terrible que tiene, ella me contó lo sucedido, incluso quedé con ella para que nos encontráramos en la funeraria.

Alicia empezó a asimilar lentamente estas noticias, primero el hecho de que su posible rival estaba muerta y relacionó la voz de mujer de las llamadas con ese rostro burlón y sonriente, capaz de sacarle pelos a una calavera. -Me voy a cambiar de ropas para que salgamos a la funeraria, tú por favor llama a Mercedes para ver si se puede quedar un rato con los niños. Cada uno se ocupó de las cosas y cuarenta y cinco minutos más tarde estaban saliendo a la funeraria. Alicia dejó pendiente el tema de la amante porque tenía una muy seria sospecha de quién la había llamado. Al llegar a su destino, fueron a saludar a los familiares de la difunta y expresaron su pésame. Caras largas y mucha tristeza se veía por doquier. En un extremo de la sala, reconocieron a algunos de sus antiguos compañeros,


entre los que se encontraba Magnolia y encaminaron sus pasos hacia el lugar. Abrazos, apretones de mano, sonrisas y besos estuvieron al orden del día, a pesar de la tristeza, el reencuentro causó muchas alegrías. A la última que saludaron fue a Magnolia, la cual tenía una taza de café negro en su mano derecha, se abrazaron y Alicia no pudo dejar de notar el clásico brillo pícaro de Magnolia en sus ojos, mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa. -Debo ir al baño muchachos, enseguida regreso, Magnolia ¿vienes? -Claro amiga, ahí voy, ya venimos. Llegadas a su destino, Magnolia no se pudo contener más. -Dime con toda franqueza ¿Tu marido siempre chuza así de bueno?- y sin importarle el lugar donde estaba profirió una sonora carcajada. -¿De qué carajos me estás hablando? – aunque esta pregunta no estaba cargada de ira, más bien de cierta curiosidad entremezclada con un deseo de reírse. -Mija, a mí me han chuzado muchas veces pero tu marido es una maravilla, esa mano no se le siente para nada. -Miserable infeliz, y yo llenándome la cabeza de cucarachas pensando que Saúl me la estaba jugando. Es que no te cacheteo porque…porque…- y sin poder contenerse, Alicia también dio una sonora carcajada. -¿Cuándo ataste cabos? -Hace un rato cuando Saúl me contó lo de Lucía y me dijo que te estaba inyectando, ahí fue cuando caí en cuenta que se trataba de una de tus chanzas, desgraciada. -Mija, te juro que hoy mismo me iba a desenmascarar pero me enteré de lo de Lucía y no fui capaz de modular nada, quedé como ida, no fuimos las súper amigas, pero ya hacía un tiempo habíamos permanecido mucho en contacto y la verdad sea dicha, de ese bombón que estudió con nosotras no quedaba ni el rastro, muy triste el asunto. -Da gracias que estamos en estas porque si no, te delataba frente a Saúl y los demás. -Ni se te ocurra mija, que esto quede entre las dos, pero de verdad que no me imaginaba que tu marido tuviera tan buena mano para las inyecciones


-Bueno, eso solo demuestra que los celos son de las cosas más negativas de las cuales pueden sufrir las personas, no es lo que nos dicen, sino la manera en que las cosas nos son dichas.. -El tonito que llaman, pero ¿cierto que yo sería una actriz genial?, aunque la llamada de hace cuatro días, no me aguanté y me tuve que reír porque me estaba imaginando la cara que debías de tener en esos momentos. -Dale gracias a Dios que soy prudente en mi forma de actuar, pero siendo otra, desde la primera llamada le hubiera puesto la olla de arroz a mi esposo de sombrero pidiéndole explicaciones preguntándole a quien había chuzado. -Ay mija, eso ni en sueños, ustedes están hechos el uno para el otro, además no he conocido hombre más fiel que Saúl, así que no te preocupes que por ese lado puedes estar completamente tranquila. Regresaron al recinto y se dirigieron a donde estaban sus amigos, quienes estaban conversando en voz baja. -¿Qué fueron todas esas risas en el baño? Estamos en un velorio – espetó Saúl. -Ay Saulito, es que tu mujer casi se va de nalgas porque el piso estaba mojado y no pude evitar la risa, y ésta en vez de enojarse, también le entró un ataque, pero ya se nos pasó. Los demás no sabían si darle crédito o no a las palabras de Magnolia. Retomaron sus conversaciones y después de cerca de dos horas se despidieron quedando de acuerdo en ir al sepelio del otro día y prometiendo reunirse prontamente en mejores circunstancias para pasar un rato agradable. Camino a casa Saúl miró a su esposa, que tenía un aire divertido en su semblante. -¿Me vas a contar realmente lo que sucedió en el baño? -La verdad, es que hoy comprobé que tengo la fortuna de contar en mi vida con un hombre fabuloso que hace maravillas con sus manos. Y diciendo esto, le plantó un sonoro beso a su esposo en una de sus mejillas, dejándolo sorprendido y con la sensación de haberse perdido el final de un buen chiste.


Martín L. Rocha Rincón. Bibliotecólogo. Escuela Interamericana de Bibliotecología



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