EDITORIAL
"PASAR A LA OTRA ORILLA" (MC. 4,35-41)
Se piensa muchas veces, que por el hecho de entrar en el seguimiento de Jesús ya se está libre de todos los peligros. El «estar» con Jesús no nos exime de los problemas, de las dificultades, de las persecuciones y los peligros. La travesía misionera a la que nos comprometimos como discípulos de Jesucristo trae consigo la cruz. Esto exige a cada uno, una opción clara y profunda para poder afrontar desde nuestra experiencia de fe las tempestades que se presenten en el camino. Tener la fortaleza y la seguridad para afrontar los riesgos de la misión, desde la fe, es una característica fundamental del discípulo misionero. Estamos llamados a realizar el camino de fe por el cual entramos en el misterio del Reino. El mundo en el que estamos y en el que realizamos nuestra misión, es visto con fascinación y al mismo tiempo con terror; en él se da la vida pero también se gesta la muerte. A pesar de los signos de muerte, Jesús nos sigue invitando a que «Pasemos a la otra orilla». En esta invitación se sintetiza de manera maravillosa el sentido de la vocación y la misión. Lo curioso es que no será un viaje fácil. Prácticamente es Jesús quien nos lleva a arriesgar nuestras vidas en una situación llena de pánico. Con Jesús tendremos que aprender a vencer los miedos en un camino de seguimiento y de misión que nunca será fácil. Muchas situaciones graves se nos presentan: «la barca ya casi estaba llena de agua» V.37; el peligro es inminente. En el camino misionero que realizamos, mucha veces, entramos en desesperación porque no logramos lo que queremos o por muchas otras razones; dejamos a un lado tranquilidad que nos enseña Jesús. Nadie puede dormir mientras su corazón está inquieto y turbado. Nadie puede dormir mientras es presa del miedo. Jesús nos ofrece la imagen del hombre que ha puesto su confianza en Dios y goza de plena paz. Solamente miramos hacia el peligro e interpretamos el sueño de Jesús como un gesto de indiferencia, pero olvidamos quién es realmente Jesús. Es verdad que «estamos» con Jesús pero no tenemos presente que si estamos con él, no importa los peligros, la vida está salvada. La comunión
ABRIL - JUNIO DE 2009
3