Taller de Creación Literaria: Faro de Aragón III

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TALLER DE CREACIร N LITERARIA Ediciรณn Faro de Aragรณn Vol. III Compilaciรณn: L. Oliver Miranda Charles


ABRIL 2016. TALLER DE CREACIÓN LITERARIA EDICIÓN FARO DE ARAGÓN. Vol III Mail: revista.infames@gmail.com Facebook / RevistaInfame http://www.revistaliterariainfame.com/ Compilación: L.Oliver Miranda Charles. Cuidado de Edición: Ángel Díaz Portada: Neko Katz Illustration Obra: Sin Título CONTACTO: http://neko-katz-illustration.tumblr.com/ https://www.instagram.com/neko_katz/ Diseño editorial: sikore@gmail.com Todos los derechos conforme a la ley. Neko Katz. Ilustradora, freelance y autodidacta. A partir de la acuarela y naturaleza muerta nacen melancólicas escenas erotizadas, capturadas por un ojo contemplativo que se cuestiona el amor, la soledad y la fragilidad. Las flores como símbolos eróticos que ornamentan un sueño puramente femenino con tintes hedonistas.



ÍNDICE 6  PRÓLOGO: REALIDAD O IMAGINACIÓN LIZETH GÓMEZ DE ANDA 9   LA NIÑA MUERTE 11  CANCIÓN CRUEL 13  TESTAMENTO

PAULA LEÓN 14  LA ESPERA 16  LUCAS 18  INFANCIA

YOLANDA CARRASCO 20  POR AMOR A ELLAS

FRANCISCO MENESES 22  LOS CONEJOS NO PUEDEN VOLAR 24  EL REY CARMESÍ


JOSÉ LUIS R. CHOLULA R. 25  LECHUGUINA

RODRIGO ESPINOZA 27  LA FIESTA 30  CARTA A QUIEN CAMINA DE NOCHE

SANDRA GARCÍA GARCÍA 32  POLVO

KAREN GUILLÉN 34  NOVATA 36  NO ME OLVIDES

ALEX KIAW 38  NEO


PRÓLOGO: REALIDAD O IMAGINACIÓN “Un libro es un arma cargada en la casa de al lado… ¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo de un hombre que ha leído mucho?” Fahrenheit 451. Ray Bradbury

Es difícil pensar que la literatura pueda salvarnos. Uno enciende el monitor y se percata que el mundo es un desastre. Todo lo que alguna vez pudimos leer en obras, como: 1984 (de Orwell), Un Mundo Feliz (de Huxley) o Fahrenheit 451 (de Bradbury) cada día son más reales, ¿qué posibilidad existe creer que escribir es una forma de cambiar al mundo?, ¿de qué sirve retratar la realidad, si la gente ya no es humana? Pareciera que el mundo pierde cordura y es entonces, cuando asistir a un taller de Creación Literaria es un suicidio, un absurdo y una completa pérdida de tiempo. Pero no lo es…somos un grupo de extraños desnudando el corazón, leyendo versos o frases que nos endulcen el oído o nos arrebaten una lágrima, o nos recuerden que la INFANCIA jamás pudo ser lo suficientemente larga y se fue sin avisar.

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Cada experiencia en un nuevo taller es entender que aún no estamos perdidos, que aún existen sueños y gente que día a día sale a las calles y lucha sin importar que en casa no haya que comer, sin importar que en casa habite el enemigo. Así pues, amables lectores, en esta ocasión 9 voces se suman al proyecto que desde hace 9 meses gestionamos en el Faro de Aragón, del cual (como en alguna ocasión hemos mencionado), agradecemos infinitamente por arroparnos aunque aún no tengamos espacio propio, aunque aún no crean que escribir es una forma de acercar a la gente. Es triste, pero con el paso del tiempo, aprendemos que el lugar es lo de menos, que pueden quitarnos horas pero jamás se van las ganas, jamás podrán callarnos. L.Oliver Miranda Charles CDMX, 9 de Abril del 2017

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LIZETH GÓMEZ DE ANDA LA NIÑA MUERTE Eres el recuerdo que más me hiere, porque me hiciste darme cuenta de lo efímero en la vida desde una temprana edad. Usaste las palabras precisas para dañarme como un cuchillo que no me deja y una punzada que pasa casi inadvertida, pero es eterna. Al contar a la gente sobre ti sale de ellos una risa. Porque luego de dos décadas tu recuerdo ya no es claro. Vives como una sombra que aún oscurece el momento en el que te apareces. Fueron solo cuatro palabras, 11 letras que siguen golpeando. Me encuentro con el por casualidad, después de tantos años. Hurgo entre las cajas de cartón que resguardan mis padres en su casa, encuentro imágenes congeladas de ayeres a ratos desdibujados. Apareces, entre sonrisas, bailes, piruetas, maquillajes, sombreros y algunos terribles disfraces. Tus ojos me encuentran entre esa veintena de miradas en las que también reconozco la mía, más tierna, pequeña, relajada...Ahí estás sentada, viendo hacia arriba; con tus coletas y flequillo, con las piernas abiertas, desparpajada, como si esa lente hubiera capturado la esencia del momento que se quedó grabado para siempre en mi vida. No sé como luzcas ahora, pero es claro que esa pequeña tú me odiaba –aún no sé por qué--. Lo hiciste evidente siempre con tú mirada fija, mientras te dirigías hacia mí, lentamente, con paso de gigante, te parabas a mi lado, decías algo que nos dejaba en silencio. 11


Llevabas un objeto de plástico ¿recuerdas? Ese juguete verde y transparente se convirtió en lo más amenazante que me acercó a esa experiencia primigenia, sabemos desde el momento de nacer, que un final está pegado a nosotros, como una sombra que espera el mínimo error para saltarnos encima. “Te voy a matar”, dijiste empuñando tu pistola de agua. Al recordar esas palabras en mi mente, mi yo de cinco años se mete en mi yo de ahora, entonces, me quedo quieta, esperando a que pase esa sensación de vulnerabilidad para poder seguir, aún con la muerte rondando, pero sin la amenaza de que sea encarnada en una pequeña que un día, no sé por qué razón, decidió matarme.

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CANCIÓN CRUEL El ruido de un ave sonaba a lo lejos, la soledad y el silencio reinaban, se sentía la muerte reciente rondar por esos lugares, aún se podía oler, tocarla. Ella estaba ahí y en el fondo de sus ojos, se reflejaba una luna llena. El aire se humedeció por la lluvia de toda la noche, unas horas antes, cuando el sol lanzaba sus últimos rayos y la tarde era arrastrada por un aire celoso, lo miró tiernamente antes de atreverse a decir algo; su rostro dibujaba una hermosa indecisión y él, indefenso entre sus brazos. Esperaba el momento de estar a solas para ejecutar aquella táctica ensayada en su mente con cada detalle cuidado. Antes de que el calor inundara su rostro pudo ver de cerca la muerte ajena: un cadáver, esperaba una respuesta. El olor, la risa y los celos, tomó la decisión de no compartirlo, lo había matado antes de que ocurriera. No sería su eterno acompañante y ya nadie lo podría tener. Descansó toda la noche como si no hubiese pasado nada, su rostro con una impresión de inocencia, jamás harían sospechar que fuera capaz de semejante atrocidad. Abrió un ojo y el sol le molestaba tanto que de mala gana decidió levantarse. Tan joven y pequeña, aun necesitaba ayuda para arreglarse e iniciar el día como siempre: un desayuno, el beso de mamá, subir al auto y encontrase otra vez en ese lugar, con la misma gente. 13


Se le olvidaba un pequeño detalle, pero ya era tarde; su madre como todos los días abrió la puerta de la habitación para colocarse automáticamente frente al armario. Sólo pudo gritar un no alargado y penetrante. Los ojos de su madre abiertos como dos grandes platos y un gran desconcierto al mirar lo que se encontraba allí: un cuerpo tirado, completamente despedazado. La madre solo resolvió preguntar —Pero ¿qué has hecho? Era tu favorito. Más ella no podía compartirlo con nadie y prefirió destazarlo antes de verlo en manos de otra persona. Así, el oso de peluche aparecía en el fondo del armario, con eso ojitos grandes y brillantes de los que sólo quedaba el recuerdo.

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TESTAMENTO Hay un refugio en esos pequeños instantes que escapan desolados, vacíos, como una sonrisa que oculta memorias. A veces intento atraparlos; es como tirar una moneda para ver ante mí, los efectos de la gravedad, sin que nada suceda. Entonces, los miro perecer, para que, de la muerte, la tuya o mía, se escriban los versos que nos permitan ver ese momento, cuando una mirada ausente, se transforma en poesía.

LIZETH GÓMEZ DE ANDA Periodista, editora, amante de la radio, dibujante amateur, soñadora galáctica... 15


PAULA LEÓN LA ESPERA Querida Ana: Te escribo desde del asiento del que debe ser el tren con menos estabilidad de la historia. Perdona la letra, el temblor constante me obliga a arrancar las palabras del papel. También disculpa la espera, cuando comencé a escribirte, te prometí fidelidad y no constancia. A pesar de la advertencia, sé que te irrita mi irregularidad y que recibirás esta carta con una mueca, pero no importa, también sé que eres un alma curiosa y que terminarás por leerla. Decirte que te extraño es innecesario. Cada vez me convenzo más y más de que has sido la única amiga verdadera que he tenido. Los paseos nocturnos y la cicatriz de mi rodilla lo confirman; sin embargo, cada vez te siento más lejos. Los años sin verte han difuminado el recuerdo de tu risa y la han reducido a un simple susurro. Hay días en los que no me alcanzan las memorias y me encuentro sola: ni siquiera tu mano puede alcanzarme. Esos son los momentos en los que salgo corriendo de casa, porque la tentación de vaciar el frasco de pastillas para dormir es simplemente muy grande. Siempre dijiste que yo era muy fuerte; no me derrumbé con lo de mamá y no me asustaba la idea de cambiar de continente. Durante años te creí, pero las mentiras tienen fecha de caducidad y mis habilidades de mitómana, fallan al momento de engañarme. Soy débil, Ana, tengo treinta y ocho y solamente una amiga de papel en mi vida. Intenté lo de los novios, puedo jurártelo, pero nadie logró llenar el vacío. Lo de las mascotas también falló, el gato escapó y 16


creo que mi pez, prefirió suicidarse después de tres días de estar conmigo. Estoy sola, Ana, sola y cansada. El trabajo ya no me apasiona, la risa fingida por los chistes de mi jefe suena cada vez más falsa y el amargo sabor de las tazas de café no logra despertarme, todo eso me ha traído aquí. En un intento desesperado por romper la rutina, compré el boleto para un tren cuyo destino no me interesa conocer y que no consigue sacar el nudo de mi garganta. El grito siempre se queda a medias y la voz se quiebra constantemente. Y una vez más, como en cada ocasión, no puedo enfrentarme a mis problemas, te escribo, con el mismo miedo de la primera vez. Fallé como hija, como amiga y como amante, te fallé a ti, cuando perdí el avión que me hizo llegar demasiado tarde. Fracaso cada día, como adulta, porque no soy capaz de llevar mi miseria en silencio, como todos. Me fallo a mí misma, porque mi propia compañía me parece insuficiente y mi charla mental es aburrida, le fallé al gato cuando dejé la ventana abierta y al pez porque no lo convencí de que la vida a mi lado valía la pena. Ya no quiero fallar Ana. Esta es la siguiente estación. Siempre tuya, B.

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LUCAS 13 de marzo Mamá me ha regalado este diario, con la esperanza de que mis pensamientos se asienten sobre el papel. Está preocupada porque ha notado que los días pasan y la cantidad de píldoras en el frasco etiquetado no desciende. Creo que tiene miedo de enfrentarme y preguntar directamente, por qué he dejado de tomarlas. Me disgusta esta situación, pero Lucas dice que no las necesito, yo le creo. 15 de marzo Mi hermana ha venido de visita, casi no la veo, a Padre le molesta que esté conmigo. Al principio no sabía qué hacer con ella, soy torpe con los niños, pero a Lucas se le ha ocurrido un juego de lo más divertido y nos hemos pasado la tarde riendo, los tres juntos. Me he sentido tan feliz, que tiré las píldoras al desagüe. 24 de marzo Hoy fui al parque con Lucas. Nos sentamos bajo un árbol, el mismo de cuando éramos niños, me hizo jurarle que no volveríamos a separarnos, dijo que era su mejor amigo y que nadie debía interponerse jamás entre nosotros, que él no podría soportarlo, o por lo menos, no otra vez. Su declaración me ha sorprendido, normalmente soy yo el que confiesa su dependencia. No tuve otra opción más que acatar sus palabras: Estaremos juntos, siempre, -le dije-. 18


2 de abril Odio a los doctores. Odio sus pruebas, sus preguntas inútiles y su hipocresía. ¿Creen que no somos capaces de escuchar lo que susurran a nuestras espaldas? Lucas también los detesta. De ser por él, hace mucho que habríamos abandonado las consultas, sin embargo, lo obligo a acompañarme, solo por mamá. 3 de abril Padre ha venido con los resultados de la consulta de ayer. Se ha puesto furioso. Gritaba y gritaba, golpeándolo todo, corrió al baño y al ver el frasco etiquetado vacío, explotó. No pude detenerlo. Lucas se abalanzo sobre él antes de que pudiera hacer algo. Lo abrazó demasiado fuerte, demasiado fuerte. No sé qué hacer, padre es muy alto y no cabe en la bolsa negra de la basura. 5 de abril Los oficiales llegaron por la mañana. Me escondí en el armario, aún con el cuchillo y las manos manchadas. El cuerpo de Padre fue difícil de cortar. El primer oficial entró a la cocina, sabía que Lucas también estaba escondido, por lo que seguí las miradas inquisitivas del oficial, acompañando su búsqueda. No pude contenerme, la angustia era demasiada. Salté fuera del armario. Nuevamente, fuimos solo dos en la habitación.

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INFANCIA Brindo por mi infancia; por las rodillas raspadas, los árboles escalados y las sonrisas ingenuas. Brindo por mi padre, sosteniendo el manubrio de la bicicleta, prometiendo que no me dejará ir. Y por mi madre, limpiando las heridas causadas por la caída cuando mi padre finalmente me soltó. También brindo por mi almohada y todas las lágrimas que guardó a causa de las incontables peleas del dormitorio principal. Brindo por mi oso de felpa, por su tacto artificial al sostener mi mano la noche en que mi padre se fue. Brindo por mi armario y todos sus fantasmas, vecinos del monstruo de mi cama, por las pesadillas, incluyendo las reales. Brindo por Roberto, el amigo que tuve que inventar cuando las muñecas, también se negaron a jugar conmigo, por nuestras aventuras, sitios secretos y los dulces que siempre guardaba en su bolsillo. Brindo por la Tata, sus historias pintaron el espectro de mi imaginación. Brindo por sus pasteles con ingrediente secreto y porque con su muerte obtuve la valiosa habilidad de llorar en silencio. Brindo por el Abuelo y sus caricias incómodas, a pesar de todo, fue él quien me enseño, que la copa nunca va vacía. Brindo por los deberes del colegio; por la epifanía de descubrir que dos más dos es cuatro y que la última vocal es u. Por la maestra Anita y su perfume con aroma a senectud. Por el asma, que aprovechó cada pizca de tiza de pizarrón para agravarse. 20


Por las clases de deportes y el estigma de ser la última en la elección de equipos. Por los recesos, que me enseñaron a manejar la soledad. Brindo porque a pesar de todo, las horas en el colegio eran lo más soportable de la rutina. Brindo por mi infancia; porque las rodillas raspadas no me las cause yo, porque los árboles escalados no salieron de mi mente y porque las sonrisas ingenuas, siempre fueron a medias. Por mi infancia, que jamás pudo ser lo suficientemente larga y se fue sin avisar.

PAULA LEÓN. (CDMX, 1999) Miembro de la generación Z y sobreviviente de la educación diferenciada. Amante de la acuarela, el café negro y las máquinas de escribir. Futura ingeniera biomédica. 21


YOLANDA CARRASCO POR AMOR A ELLAS Por María José y por María Fernanda. Por Rubí. Y por Marisela, su mamá. Por Lucía, ¿la recuerdas? Durante unos días su historia nos estremeció y nos dolió hasta las entrañas, nos hizo saber que el horror siempre alcanza un nivel más alto. Por unos días, porque luego la vida sigue, la realidad se impone, y hay que buscar qué comer y hay que buscar por quien seguir, por quien reír. Y lo peor, porque otro rostro y otro nombre nos ocupa. Por Fabiola, por Yessica. Por Esmeralda, que sí regresó a su casa. Por Fabiola, Fabiola Montserrat, para distinguirla de la primera, la más jovencita, la de los ojos aceituna. Por Janet y sus largas pestañas, por Alondra y su mirada inteligente, su sonrisa llena de entusiasmo. Todas tienen miradas alegres, seductoras, posaban conscientes de lo jóvenes y lo atractivas que eran, pero sin saber que así recorrerían las redes, que así gritarían su nombre, llamándolas. Por Marisol, que viajó a Palenque. Por Elizabeth, que se fue a estudiar inglés a Utah y no quiso distraerse con un noviazgo. Por Marina y María José, turistas argentinas. A todas ellas se les olvidó que es su culpa si viajan solas. Por Alexa y por Karime, que quedaron de encontrarse en un centro comercial; por Daniela, que fue a buscar trabajo a una papelería, dejando encargado a su hijo de dos años; por Mónica, que salió de la secundaria. Por Marifer, que llamó a su mamá desde el departamento de su cuñada. Por Wendy y Lizeth, que no llegaron en plena Navidad. Por Claudia Yvett, que por dos minutos de retraso no la dejaron entrar a su trabajo, en una maquiladora de Ciudad Juárez. 22


Por Citlally, que era edecán, y salió de su casa hacia un evento al que también convocaron a doce de sus compañeras. Por Georgina, también edecán, rescatada de un table dance. Por Carmen, con sueños de ser actriz, encontrada en un cisterna. Por Leslie, de 20 años, encontrada en la cajuela de su propio auto. También ellas eran edecanes. También ellas eran hermosas. Por Karen, cuyo cuerpo fue encontrado dentro de una maleta después de días de búsqueda. Por Ángela, que fue encontrada de la misma forma, aunque a ella nadie la buscó, y no se sabe cuál era el nombre real de esa nena de menos de dos años. Por esa joven brasileña, violada por más de treinta hombres que subieron el video a Facebook. Por esa otra joven brasileña, violada por más de treinta días en una prisión varonil, a donde la envió una jueza. Por Yuliana, de siete años, que jugaba en las calles de un barrio pobre y fue subida a la fuerza en un auto de lujo, llevada a un departamento de lujo, y tuvo funerales de lujo, que cubrieron todos los medios colombianos. Y por Lucía. Por la hermosa Lucía de dieciséis años. Raptada, drogada, golpeada, torturada, violada y empalada hasta su muerte, hasta que su joven corazón no resistió tanto dolor. Por ellas, por las que aún no vuelven a su casa y por las que ya nunca volverán. Por ellas. Por amor a ellas. YOLANDA CARRASCO, (CDMX, 1970). Ha participado en varios talleres de Creación Literaria. Vivió la era dorada de los blogs. Trabaja como Gestora de Redes Sociales | carrascoyoland@hotmail.com| 23


FRANCISCO MENESES LOS CONEJOS NO PUEDEN VOLAR Señorita: Mando estas líneas antes de que (por ti misma) sepas lo que sucedió. Debo decirte que mi mudanza estuvo muy cerca de tu casa y como Cortázar, tuve algunos problemas con los conejitos que nacieron cada mes desde ‘90. Pensé que en la transición ellos se quedarían, pero no fue así. Ya instalado, encontré a uno en mi sala. Cuando vi al pequeño animal, no supe qué hacer, sé que corrí tras de él y no sé porque llegamos hasta tu casa. Lo que si recuerdo muy bien fue ver el desorden de tus libros impregnado de un fino polvo, de tu vida, los pelos de tus gatos. ¿Cuántas veces no tuve que sonarme la nariz? Ellos me miraban a través de tu ventana; atisbaban sigilosos la redondez de tus muslos acariciados por tus habituales amigos; ronroneando, dándote calor y compañía, esa compañía que mis conejitos me dieron y que a veces me parecía bochornosa y asfixiante como la plácida niebla que vino después, cuando te mudaste. Los conejos y los gatos no se llevan bien pero son una mezcla extraña, apacible y excitante ¿Alguna vez se ha visto que los instintos imperen sobre los “actos superiores de la razón”? Pero en realidad, no sé qué hacer con ellos. Se han colado a mi sala, a mi habitación. Silenciosos como copos de algodón, como motas de polvo, se han aparecido uno tras otro, cada día, para que no pudiera notarlos. Deberías verlos. Un día, al fin, supe qué hacer. 24


Me metí al metro y antes de llegar al metro se me ocurrió una locura, me baje sobre los rieles del metro. Basta con pararse en un durmiente y ver cuán larga es la vía para que uno comience a caminar, ¿hacia dónde?, qué importa. Las piernas se mueven, eso es todo. El vacío del horizonte atrae. ¿Será lo desconocido? Tal vez. Ahora recuerdo, tú me hacías sentir la atracción de uno de mis conejitos a tus gatos. Tuve que salir de la vía, bueno, dos hombres me sacaron de la estación, a empujones, no quisieron escucharme, les hablé del viaje y de las maravillas del horizonte, del acero mojado, pero no me escucharon. No se debe hablar con los hombres de Azul; te hieren, te dicen mentiroso, se ríen de ti porque no estás con ellos. Después caminé sobre el asfalto mojado, brillante, peligroso y recordé tus ojos aquellos que me observaron con la luz de la luna esa última noche. Estoy seguro que esa noche ellos podían ver el futuro, Tal vez. Por eso ya no estamos juntos. ¿A caso les gustaba el color gris a los conejitos? Lo digo porque muchos de ellos son del color de las tardes de verano en esta ciudad. Los traigo aquí en una cajita. Pero al menos, ahora, ya no tendrán que tocarme esos hombres de Azul. No te preocupes, alguien podrá recoger la cajita. Esta vez, creo que no me seguirán, los conejos no pueden volar.

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EL REY CARMESÍ A los que no saben para qué es la vida

Las pálidas luces acarician tus mejillas resecas; crispadas por el viento que caló tus huesos molidos. A lo lejos cruza un lento avión supersónico. ¿Estarás despierta cuando llore tu hermano y vea tu cuerpo inerte sobre la banqueta? Estás inmóvil mirando el espejo obsidiana que tus pupilas abrieron, donde se ve un vacío que se mueve con ondas suaves de terso negro. Te lanzas sin voluntad a esa oscuridad donde no hay regreso. Has consumido tu último aliento. Eres como un carrusel que va sobre una línea imaginaria. Despojas tu vida haciéndola a un lado y veo cómo te desvaneces haciendo a todos a un lado porque no quisiste escuchar nunca a nadie. Ahora hermano mira tus restos sobre un miserable árbol flaco, sin hojas, pero más vivo y radiante que tú. Esa confusión fue tu moneda de cambio.

FRANCISCO MENESES Estudio la Licenciatura en Biología por la UNAM. Colabora en una revista independiente sobre temas Históricos del México Antiguo y realiza actividades sobre educación ambiental y ecología. 26


JOSÉ LUIS R. CHOLULA R. LECHUGUINA 1 de Enero: Espero el amanecer en compañía de mis hermanas. 5 de Enero: Hemos platicado de lo agradable que es la vida desde el lugar donde nos encontramos, el aire nos mece en un vaivén, soñamos. 8 de Enero: La lluvia cae y refresca nuestro rostro, pero todo cambia. 15 de Enero: Un día como hoy, lleno de sucesos inesperados, mis hermanas partieron para no volver. 18 de Enero: Me encuentro sola, ausente. 20 de Enero: La vida ya no tiene sentido para mí, pienso en suicidarme, el miedo invade, me aferro. 25 de Enero: Al fin se acaban mis penas, salto al vacío. 28 de Enero: ¡Que frio y húmedo está aquí! ¡Todo es oscuro! 29 de Enero: Todavía no puedo morir, hoy estoy vigorosa y fuerte. 30 de Enero: Siento que avanzo, tengo hojas nuevas y emerjo de la tierra. 27


15 de Febrero: Luz. 20 de Febrero: Qué sorpresa, me reencuentro con mis hermanas. 15 de Marzo: Estoy floreando. 25 de Abril: Es el día más alegre de mi existencia, pertenezco a la tierra, soy naturaleza, es el ciclo de la Vida.

JOSÉ LUIS R. CHOLULA R. Profesor de Educación Secundaría en la CDMX, impartiendo la materia de: Ciencias I (énfasis en Biología) | joseluis_cholula@ yahoo.com.mx | Facebook : José Luis Cholula | 28


RODRIGO ESPINOZA LA FIESTA Nuestros cuerpos, formando un círculo casi a medio patio, bordeaban el otro círculo, diminuto, intentado por las copas. Mirábamos alegremente las bebidas tiritando en el cristal, a excepción de Angie, que estuvo todo el tiempo dispersa, como dándose cuenta, en los alrededores, de algo más real que esa fiesta. Luego de que vaciamos las copas, recibí de Martín una sonrisa inexplicable. Que yo recuerde nos odiamos siempre antes de esa madrugada. De cualquier manera le respondí con una risa tímida. A los demás no pude recordarlos por el rostro pero los tonos de sus voces, así como la impertinencia de sus preguntas, me hacían tener cierta convicción de conocerles. Poco a poco el círculo que formaban nuestros cuerpos, casi a medio patio, se diluyó, ayudado sin duda por la falta de interés en mantenerlo, en la población de la fiesta. Angie seguía hurgando con los ojos la realidad, pronto la fueron borroneando de mi vista, en empujones, los invitados. De esas caras que comenzaron a agolpar mi cercanía ninguna me hizo sentir menos sofocado. Los cuerpos, en esos acoplamientos multiformes, me daban sobre todo un molesto sabor a perversidad. El humo de cigarrillo les hacía sentir como envueltos de nube y todas las demás sustancias posibilitaban falsas certidumbres de cielo. Yo, en medio de todo aquello, distinguí con extrañeza a Juan, mi primo, sentado en las escaleras con Paloma, de la cuál había escuchado decir hace tiempo que estaba muerta. 29


Así es la gente de chismosa, dijo después de que se lo referí, lanzando una risotada contigua a la grosería. Juan estaba, muy al contrario de mí, entusiasmado con esa música chirriante que emanaba del fondo. Decidí dejarlos tal y como los había encontrado. Una chica, joven y rubia, al principio contra mi voluntad, comenzó a bailar algo pegada a mi cuerpo. Sus piernas, dejadas a la vista por la corta falda, produjeron un discreto bulto entre las mías. Ella no tardó en notarlo y, luego de pegarse un poco más, comenzó a deslizar una de sus manos en él, acrecentándolo. Juan, en las escaleras, lanzaba un alarido burlón pues seguramente notaba desde allí mis muecas de placer. Paloma ya no estaba pero era como si su presencia siguiera de algún modo inexplicable junto a la de mi primo. Quise, naturalmente, besar a la chica que jadeaba conmigo, pero cuando vi su rostro no pude esquivar la perfecta coincidencia con el de aquella chica que, en un cuadro colgado en mi sala, tenía la noticia de haber sido mi madre. La empujé y salí corriendo no sin antes prometerle a Juan que volvería por él, recién amaneciera. Tenía la absoluta seguridad de que todo se debía a mi falta de sueño y a ese inenarrable frenesí que inundaba el patio. Difícil es describir el aturdimiento de enterarme, ya entrada la mañana, gracias a un policía de la zona, de que en esa casa no habitaba nadie desde hace más de veinte años. Yo le gritaba al oficial que ayer había estado allí en una fiesta, que había quedado incluso de volver por mi primo. Él me dijo que eso era imposible y para que de verdad le creyese tuvo que abrir la puerta del zaguán, a codazos. 30


Sólo había, en efecto, nidos de rata y telarañas entre los escombros del patio. No obstante, me dijo antes de que me fuera y como si hubiera estado tratando de ocultármelo, hay un montón de quejas vecinales sobre fiestas realizadas aquí, joven. Varias veces, en las madrugadas, yo mismo he venido a verificar y, se lo juro, cuando entro sólo hay estos escombros. Mas el ruidero no cesa. Poco rato después, al teléfono, Juan me dijo que había pasado la noche jugando ajedrez conmigo.

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CARTA A QUIEN CAMINA DE NOCHE Sé bien que te ha pasado que vas por la calle caminando indiferente cuando de súbito te acechan los ruidos al interior de las casas, en especial el chirriar de las puertas de cocina, el taladreo de una que más bien es consultorio dental o bien las amenazas de llevarse al niño después del divorcio que una cuarentona le hace a su esposo diez años menor que ella. Sé bien que eso te pone los nervios de punta y que para acabarla suele haber un ladrido lejano que por su tremenda proximidad en el tiempo con la figura del perro en la esquina te provocan un echarle gritos de espanto y eso que él sólo pasaba con dirección a la jardinera que lo acuna pues ya ves que los perros suelen terminar más cansados cuando no son de casa. Hasta decides no pasar por el parque donde seguro unos árboles bailan con esas caras que odias pero no se te ocurre pensar que son por el viento, incluso juras haberlos visto echarse a reír cuando esto mismo te pasaba hace un par de noches, y ni hablar de esos juegos que a esas horas nada tienen de infantiles salvo las risotadas que dices escuchar. Ya no digamos si es un día de esos en que llovió poco y charqueó mucho pues terminas por pisar el agua de una manera que preferirías evitar en una noche así, en una calle así de sola, en una empañada iluminación de faros viejos como esos que disfrutan tanto de verte correr de desconfianza por la sombra que tú mismo llevas rato proyectando en la barda y que sin embargo crees no haber tenido tiempo de reconocer. El verdadero problema es que basta con que mires el empedrado para darte cuenta que esa sombra que iba persiguiéndote va ahora delante de ti pero no te 32


permites ser tan optimista como para pensar que huye de ti sino que el miedo se acentúa al sospechar que tal vez ya sabe a dónde te diriges y no tardas en temer por tu madre y por tu abuela, si es que todavía las tienes, que estará una tejiendo y la otra seguramente viendo la tele, esperando en la ventana tu llegada a cada corte comercial, alzando de tanto en tanto la cortina o mandándote mensajes y que esa sombra seguro les hará daño y cuando tienes esa certeza parece demasiado tarde, hasta sientes ser partícipe de un forcejeo por abrir la puerta, entonces el terror desaparece tan inexplicable y súbito como apareció cuando la abres y es la exclamación de alivio que hace la abuela con el rosario en mano porque no llegabas, la sonrisa siempre interrogadora de tu madre y sobre todo la tímida luz que acalora las paredes y los cuadros lo que logra eliminar toda la experiencia anterior como un milagro.

RODRIGO ESPINOZA (CDMX, 1995) Amante de las palabras, el cine y los sonidos. En la actualidad estudia la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica (UNAM) | weirdfish95@gmail.com | 33


SANDRA GARCÍA GARCÍA POLVO En ti yace mi alma muerta, eres el frio de mi tumba, fui una flor hermosa, ahora solo soy, adorno seco, estéril, estoy en ti, de pie, rígida, sin que el viento pueda mover mis pétalos. Evoco al Dios de mi vida, quien permitió mi muerte, nada me contesta. Estoy sola muriendo en un florero. Tú que tanto me amaste cuando estaba fresca y rebosante, ahora ya no me miras, me ignoras, antes cantabas a mi presencia, acariciabas dulcemente mis pétalos, me olvidaste. Tu amor se marchitó, antes que mis pétalos, Lo fui notando, guardé silencio, permanecí inmóvil, esperando la muerte. Tú y el florero son lo mismo, un frasco de vidrio, frío, carente de vida, queriendo ser llenados con la mía. Mírame, estoy aquí, deshojada, vieja, en agua sucia y maloliente, mi fragancia aún continua, inexplicablemente. Esencia de rosa, nunca muere, permanece exquisita, dulce. Solo mi apariencia es seca y quebradiza. Sigo amándote, te lo recordaré a cada instante, quizá no ames más la imagen que ahora tengo, pero día a día, noche a noche, percibirás que mi olor te busca, en forma de esencia. Mis hojas se han vuelto polvo, me dejas a la intemperie para que el viento se lleve lo que queda de mí. Tú me mataste al cortarme, arrancándome de mi jardín. El movimiento me esparce, vuelo libre, regreso a donde nací. Del polvo vengo, y en polvo e de regresar. 34


La tierra me absorbe, no es mi final, aún yace mi esencia dulce en tu recuerdo. Solo fuiste un hombre inexperto cuidando una flor. No te culpo, solo te pido que aprendas, que las flores vivimos y morimos en los jardines. Algún día regresaré.

SANDRA GARCÍA GARCÍA, (CDMX, 1981). Estudiante de Biotecnología. Estilista: Es luz y tiniebla. Ángel y Demonio. Ama la vida… 35


KAREN GUILLÉN NOVATA ¿De qué manera dos mujeres saben que se gustan? Un día la encontré en la fila del autobús. Nuestros ojos se encontraron y no pude sostener la mirada. Pero lo cierto es que no puedo dejar de mirarla. Y deseo como una tonta que sepa lo que siento por ella, pero al mismo tiempo espero que nunca me descubra, porque a pesar de que somos compañeras de trabajo, no sé nada de ella, de su vida, sólo sé que lleva una semana leyendo ese libro de portada azul. Minutos después ella abordó el transporte y me dejó con un mar de personas frente a mí. Y treinta minutos de retraso, el tercero de este mes. Ya tengo varias semanas enamorada de ella, un día, de repente, me descubrí pensando en ella, deseando escuchar su voz. Desde entonces, ¿cuántas veces he fantaseado con ella? Con sus manos sobre mi cintura, desabotonándome la falda o la blusa y sus labios recorriendo mi cuello. Ahora es la nueva jefa y le tengo que entregar un reporte. Mientras preparo los documentos para ir en su búsqueda, ella se acerca a mi lugar y se sienta sobre mi escritorio. El corazón me latía con tanta fuerza que pensé que rompería mi pecho y saldría corriendo. Ella lo notó y con una sonrisa me dice -no te pongas nerviosa, lo has estado haciendo bien-. Esta noche no podré dormir. Al siguiente día llego a la parada del autobús, tarde otra vez, ella no está entre la gente y me resigno a no encontrarme con las fantasías que me provoca. Miro a mí alrededor y ahí está ella, detrás de mí. 36


Me saluda a lo lejos con la emoción de alguien que se acaba de reencontrar con un viejo amigo y con señas me pregunta si la puedo meter a la fila, no tengo opción. Intercambiamos unas pocas palabras y el silencio invade el lugar. Llegamos y tomamos el elevador de la oficina, siempre envueltas en un momento cada vez más incómodo. No sé si debo decir algo, siento que lo primero que saldrá de mis labios es una declaración de amor. En cuanto las puertas del elevador se cierran pone ambas manos sobre mis mejillas y me obliga, sin mucho esfuerzo, a besarla. Cada uno te mis músculos se tensa y las lágrimas llenan mis ojos. Me besa por los segundos que tarda el elevador en llegar a nuestro piso, es un instante eterno, se abren las puertas y ella separa sus labios de mí, desciende con la actitud de quién ha ganado un juego, dejándome sólo con la humedad de su deseo en el mío. Quedo atónita ante sus acciones, ante su figura que me recuerda a esas estatuas de bronce que suelen erigir para honrar a alguien importante. Estoy atrapada en ella, en el roce de su cabello contra mis hombros, en su olor. No pude reaccionar de ninguna manera, nuestros ojos se encontraron un segundo antes de que se cerraran las puertas. A medio día regresa a mi escritorio y con una sonrisa me dice que tendremos una reunión para almorzar. Parece que sí lo estoy haciendo bien.

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NO ME OLVIDES A veces, casi imperceptible, puedo sentirte tratando de regresar. Intento no mirarte, no quiero reconocer tu existencia, no te quiero aquí, intentando derrumbar todo lo que he construido. Sigues haciendo mis días nublados, fríos como una mañana de primavera después de una tormenta. Me has obligado a documentar todo lo que pasa a mi alrededor, las personas me acusan de ser extraña, dicen que estoy inmersa en mí mundo, llevo un registro de todo lo que hago, tomo fotografías de flores o piedras, cosas sin importancia, testigos de lo que me sucede. Sólo lo dicen porque nunca te han conocido y porque no saben lo que es perderse en una pila de imágenes borrosas, recuerdos que no son realmente recuerdos, cuando los días pasan uno tras otro con la misma estática de una televisión. Me juzgan porque no contesto un saludo, porque me han descubierto tratando de ocultarme para no tener que hablar con ellos, pero no saben lo que es vivir con una bruma tan densa en la cabeza que te cuesta seguir el hilo de tus pensamientos, te cuesta incluso enfocar la vista y te encuentras perdida en una multitud de personas sin rostro. Mis peores pesadillas son acerca de conocerte, atrapada en sueños monocromáticos, te he encontrado, observándome, asegurándote de que nunca olvide que siempre vas a estar ahí para mí. 38


Hay días en los que incluso siento tu mano sobre mi hombro, empujando, hundiéndome en la apatía y tus fríos dedos rodeando mi cuello, cerrando mi garganta, atravesando mi estómago y revolviéndolo todo con furia. Atándome a la desesperación. Alguien pensará que no conocer la tristeza es algo bueno, a tu lado nunca he conocido la tristeza, nunca he llorado con ese sentimiento por alguien, mis lágrimas han caído por mi incapacidad de sentir y de hacer, mis ojos se han consumido al encontrarme abandonada en medio de la habitación, como un bosque desolado por el crudo invierno. Me he esforzado tanto por no pensar en ti que pensar en ti es lo único que he hecho. Y no estoy loca, me he convencido de que sólo estoy regresando a mi forma natural, vuelvo a ser la persona que se supone que debo ser. Pero estar contigo es existir en un cuerpo que lucha por vivir con una mente que desea morir.

KAREN GUILLÉN. 27 AÑOS. CDMX. Poco a poco voy encontrando mi voz, pero me gusta decir que soy escritora, aunque sea la única que se lo crea | kguillenruiz@gmail.com | 39


ALEX KIAW NEO Podía sentir la humedad de la lluvia en el cuello. Aquel edificio era viejo, las luces de la calle y el crujido de la duela vieja bajo el paso contundente de ella teñían el momento de tanta irrealidad onírica que casi era tangible. —Te voy a dar un consejo —dijo Trinity, antes de entrar—. Se honesto. Él sabe más de lo que parece. Y abrió la puerta. Se hizo a un lado para dejarme pasar. —Por fin. —Morpheo me intrigaba. Enteramente vestido de negro, con las manos en la espalda, su aplomo era tal, que me hacía sentir intimidado. “Por fin”, dijo, como si fuera él quien me estuviera esperando. Fui yo él que dedicó años a rastrearlo, a seguir sus huellas en la red. Sabía que él era el único que podía retirar el velo de simulaciones para dejarme ver “eso” que carcomía mi existencia. Él iba a decirme esa noche, qué cosa era La Matrix. —¿Cuál verdad? —pregunté. Sentado frente a él, mi cuerpo naturalmente inclinado hacia adelante, ávido por respuestas, impaciente. Su hablar oscuro y profundo llenaba la habitación, me erizaba la piel. Y el silencio entre preguntas y repuestas era denso... —Que eres un esclavo, Neo —dijo, con la naturalidad de quien ha aceptado al mundo—. Como todos, naciste en una prisión que no puedes oler, probar o tocar. Una prisión para la mente. 40


Sí, sabía eso. Todo a mí alrededor era como en una sala inmensa de la que no podía salir. Nunca fui capaz de entender a nadie, no encajé en sitio alguno; separado de todos por eso que yo sé bien, sin saberlo del todo y ellos no. —Desafortunadamente, no se le puede decir a nadie qué es La Matrix. Necesitas verla con tus propios ojos. Sus dedos, fuertes y exquisitos a la vez jugueteaban con una pequeña cajita de plata, que después abandonó sobre la mesa. —Esta es tu última oportunidad, después ya no puedes echarte para atrás. —Me mostró algo que no esperaba. ¡Juro que no era fácil entender lo que estaba ocurriendo! En cada una de sus palmas extendidas, una píldora. —Si te tomas la azul, la historia se acaba, despiertas en tu cama y crees lo que quieras creer. Sus ojos estaban en mí. Sus ojos, que yo no podía ver. Era mi reflejo el que me observaba, dos veces asustado. —Si te tomas la roja, te quedas en el país de las maravillas y te enseño cuán profundo es el hoyo. ¿Qué era todo aquello? ¿Un rito de iniciación? ¿Era esa pequeña píldora la indispensable navaja para rasgar desde dentro la bolsa matriz en la que estaba atrapado? ¿Eran drogas que abrirían mi mente? Al extender la mano, me preguntaba todas esas cosas. Ya podía sentir el calor de la mano del hombre en la punta de mis dedos, cuando él retrocedió su barbitúrica encrucijada y dijo: 41


—Recuerda. Sólo te estoy ofreciendo la verdad y nada más. ¿El hombre que elige seguir durmiendo o despertar, lo hace con temor? yo sí, tuve mucho miedo. Una constricción interna, un súbito frío en la espalda, como de metal escurriendo. El vértigo ante el abismo. Era el abismo moreno viéndome a los ojos después de años de buscarle la mirada. Extendí la mano otra vez y tomé la pastilla. Desperté con esa sensación de haber soñado intenso, tanto, que dolió alejarse de ese sueño evaporado. Al moverme sentí a alguien acostado en la misma cama, su voz profunda en mi oído fue desconocida y entonces recordé. Sí; era Morpheo. Me quedé a dormir en su casa decrépita, después de una reunión extraña con los otros dementes de su clan de hackers. El brazo fuerte rodeaba mi pecho pegándome al suyo y esa respiración íntima humedeciendo mi cuello. ¡El idiota me drogó! Tuvimos sexo, creo, pero también recordaba mirarme al espejo; el espejo se derritió, se volvió de plata y en esa plata me asfixié. ¿Eso fue sueño? ¿Lo real fueron sus besos en mi garganta? Sus jadeos y los míos, tal vez mi boca llena fue la razón de la falta de aire que aún podía sentir. Las drogas que me dio me provocaron alucinaciones. —¿Nunca has tenido un sueño que parecía real? ¿Y si no pudieras despertar de ese sueño, cómo sabrías cuál es la realidad?—dijo. 42


Me di cuenta que seguía soñando. Mi garganta se apretó como si una cuerda alrededor quisiera arrancarme la vida y el vértigo me apuñaló el vientre. Estoy atrapado en un laberinto de sueños y no puedo despertar de una buena vez, en mi cama, como Morpheo dijo que ocurriría. No fue así.

ALEX KIAW Vampiro de tiempo completo. Escritora por amor al arte y en sus ratos libres, oso, agua y espuma | Twitter:@AlexKiaw | Facebook : Alex Kiaw x | Wattpad: @AlexKiaw | 43




Taller de creaci贸n Literaria Edici贸n Faro de Arag贸n VOL. III, compilado por L. Oliver Miranda Charles se termin贸 de imprimir en abril de 2017. Se imprimieron 300 ejemplares.




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