Bonsái, número 7

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BonsĂĄi Literatura mĂ­nima

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Directorio Editores Miréia Anieva Herson Barona

Consejo editorial Belinda Ortiz Graciela Romero Jezreel Salazar Rafael Zamudio

Bonsái. Literatura mínima. Año 1. Número 7. Enero 2011. México.

Asesores Alberto Chimal Cristina Rivera Garza Blanca Rodríguez Gaona Liliana Weinberg

Bonsái es una publicación electrónica independiente de periodicidad mensual sin fines de lucro. El contenido de esta publicación puede ser distribuido y compartido libremente siempre que se reconozcan los créditos del autor y de la revista.

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Silencio la tierra va a dar a luz un รกrbol Vicente Huidobro


Contenido POESÍA

TUITS

Granada, 7 Correspondencia de metamorfa , 8 Luis Arce

La otredad del significado, 13 Vicente Forte

Sobre las revoluciones de los orbes celestes, 15 Óscar de Pablo

Decálogo para la crítica en méxico, 40 Ignacio Sánchez Prado

Salí del camino, 31 Todavía busco tu rostro, 32 Luis Miguel Cruz Piedras en la tierra, 51 Joseph Brodsky (versión de Natalia Litvinova) B, 42 El despertar

de las crea-

turas del espejo capullo, 44

Sergio Ernesto Ríos


CUENTO

ENSAYO

Carta de un desaparecido, 9 Víctor Burgos

El amor por la lectura, 20 Virginia Woolf (traducción de Gerardo Piña)

Volveré a la mesa de blackjack, 17 Julián Herbert

Fragmentos de un discurso antihumano, 55 Sergio Espinosa Proa

El viaje, 30 Marco Antonio Larios Ranas, 33 Román Villalobos

La manzana, 47 Édgar Omar Avilés

RESEÑA Esta historia es un cadáver, 27 Miréia Anieva



POESÍA

Luis Arce

Granada Llevo en la espalda tu nombre y en esta boca herida una fruta sin forma mis ojos en lo quebrado de tu falda la tonada con hábito de vuelo Soy el francotirador de tus contornos y tengo pocas noticias tuyas el corazón meteorito revienta en un racimo de gotas que ya parece fruta metralla de mi cuerpo desprendido a tus orillas

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POESÍA

Correspondencia de metamorfa [toma alternativa] […] espero que se grabe el aroma del mar en mi ropa que en mi brazos encarnizadamente marinos haya ríos por todos lados ríos madejas de estambre tintas y colores artificiales un azul tan bello que sólo pueda ser falso

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una lista de canciones se agita tras las palmeras ¿será aire esto que respiro? ¿o sólo el gusto por estar lejos de cualquier planicie? desciende el aire mi voz retoma su claridad no puedo hundirme en el aire por miedo a despertar en el mar


CUENTO

Víctor Burgos

Carta de un desaparecido Hace ya más de un año que no quemo mis pertenencias y desaparezco por un tiempo, esfumándome en medio del crepitar de las llamas para ser un desaparecido más, un vagabundo con mil rostros. Solía hacerlo con cierta regularidad: era un nómada de fuego. Erraba de acá para allá, casi borrando mis pasos y mis palabras escritas o dichas. Incluso desechaba mi nombre y usaba todos los pseudónimos posibles hasta perderme a mí mismo en un anonimato turbio y dilapidar todo sentido de identidad. Y es que el nombre —muchos no lo creen— tiene cierta fuerza vital que nos ata a lo que somos: fácilmente se podría decir que cambiar de nombre es cambiar de vida. A pesar de que —y no puedo negarlo— hay una médula, una pasión, esencia mítica tal vez, dentro de nosotros que jamás cambia… Disculpen pero me desvío del tema principal de mi relato.

Decía que hace un poco más de un año que no desapa-

rezco. Cuando me percaté, no supe a qué se debía. ¿Algo ha cambiado en mí? Llegué a la cautelosa conclusión de que no, nada ha cambiado en mí. Sigo siendo el mismo errático. Entonces ¿qué me sucedió? Busqué en mis diarios, mis

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CUENTO

escritos, mis fotografías, incluso en mi ropa y en mi habitación. Escudriñé todos los rincones de mi espíritu buscando alguna cosa que desconociera, que no estuviera en tal lugar hace más de un año, esa última causa que me llevó a mi último incendio. Pero no, nada de eso estaba. O si estaba, no causó en mí otra impresión que un interés pueril y no destructivo, como antes lo hacía. En ese momento estaba confundido. Entonces, me di cuenta que la había conocido a ella hace más o menos un año. ¡Tenía que ser eso! Nos enamoramos y ya ninguno de los

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dos podía concebirse sin el otro. (Al principio nunca lo admití pero en las tardes sin ella, sin su voz, sin su mera visión, no podía soportar un minuto más y rezaba porque apareciera de pronto y terminara con la tortura de su ausencia. Allí fue cuando se me volvió inimaginable una vida sin ella: si ni siquiera podía soportar una tarde.) Era ella, entonces, la causa de todo este trastorno. Me miraba al espejo y ya no deseaba desvanecerme, salía a caminar y ya no quería hacerlo sin rumbo y para siempre, y llegar a parajes desolados, salvajes. Ella, de pronto y sin yo darme cuenta al principio, se había convertido en un incendio más brillante del que yo pudiera


CUENTO

causar, ella se volvió un paisaje, mi paisaje, vasta y dolida, con sus manos, sus ojos oceánicos, su mirada profunda de cueva, su cabellera río arriba, su espalda como estepa inexplorada, sus muslos vírgenes, sus piernas, sus pies, toda ella se había convertido en mi tierra, mi patria. Era en ella en quien quería perderme para siempre, sin rumbo, sin provisiones, desnudo y hambriento como un salvaje. Era en ella en quien quería olvidar al mundo y sus atrocidades, sus ruidos, sus personas, sus falsos dioses y valores. Ella personificó ese lugar mental al que tantas veces inmigré en medio de una multitud, ese paraje intangible al que huí lleno de cenizas y quemaduras, triste y magullado; ella representó en carne y huesos un espejismo que tantas veces se me había aparecido cuando estaba muerto de sed, la alcé como causa y efecto, bandera incorruptible e himno glorioso.

Ahora, un poco después, me di cuenta de todo. He desa-

parecido. Me he esfumado de nuevo. He borrado mi nombre de los libros de la Vida y de la Muerte, dejé de usar zapatos y me dejé crecer la barba. Les digo que la vista es hermosa, nunca hace demasiado calor ni demasiado frío. Hay hambre,

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CUENTO

dolor y sufrimiento como allá afuera, pero acá sentirlos es una opción y no una obligación. El viento siempre sopla poco pero refresca. Mis libros no se llenan de polvo y el tiempo pasa rápido, sí, pero cada instante dura una eternidad si así lo deseas. Las preocupaciones se espantan como insectos cuando se vuelven muy molestas y lo mejor de todo: no hay futuro. Bueno, no es lo mejor. Pero al no haber futuro, tampoco hay pasado y el presente abarca un lapso de tiempo indefinido, prolongado, abstracto. Ahora, lo mejor de todo es ella.

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P.D. No voy a volver.


TUITS

Vicente Forte @vforte

La otredad del significado 1. leer es convertir los ojos en oídos 2. pisar un charco es hacerlo parpadear 3. el viento es el origami de lo que no se ve 4. Eva es el único palíndromo que vuela 5. el horizonte es el ojal del sol 6. cuando lees eres el escritor de mi escrito, tú lo entiendes mejor, eres el mensaje de mi mensajero 7. no es misantropía, es que se me atascó el puente levadizo 8. la sombra es la isla de la luz 9. el silencio es el viento de la palabra 10. la lluvia es uno de los tipos de desmoronamiento más bellos 11. sin el otro somos una multitud insoportable 12. escribir poesía es el ejercicio más puro de la contumacia 13. es la vida la que fracasa en ti 14. el rocío es la flor de la flor 15. el horizonte es donde se dobla la hoja del paisaje 16. el destino es mal escritor 17. no ir es un lugar 18. es el despertar el que despierta con nosotros encima 19. las cosas son como las somos

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TUITS

20. la luz es el túnel de la sombra 21. el horizonte es la mirada que corre más rápido 22. la picadura más venenosa es la del miedo 23. el hombre es la única piedra que crece con el tiempo 24. la mejor posición es mirando a los ojos 25. el amor es anestésico, lo que duele es el enamoramiento 26. amar es estar allá en el aquí 27. el viento es el molde de este cuerpo que supura mi forma 28. la o es un punto que ha crecido cabeza hueca

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29. hablar es volver bestia al aire 30. no es el viento, es la rama diciendo adiós


POESÍA

Óscar de Pablo

Sobre las revoluciones de los orbes celestes Ponte a girar y salta, porque lo que hace falta aquí en nuestro nichito repelente, sin remedio ni cura,

remedo de cultura, en nuestra sub-cultura del

sub-occidente, es que llegue un pequeño sacerdote polaco,

un médico polaco, un ancianito astrónomo

polaco, aquí a nuestro nichito, y con un puntapié bien colocado lo ponga en un estado que lo calme y lo rete, que lo enferme y lo sane, lo vuelva un

poco engrane y un poco

rehilete: que inicie un tumultito, Nicolás, una revolución que explique las que tome en cuanta las que nos enfrente a las r e v o l u c i o n e s (aunque sea de los orbes celestes) y nos gire instrucciones entre giros agrestes,

girando a tropezones, y le grite a la cara

tan dura y arrugada de esta mi sub-cultura: Que nada: Ni tú ni tu consciencia son el centro de nada, son funciones de un sol mucho más

grande (que se levante y ande), que sin saberlo tu consciencia gira

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POESÍA

en torno a él: diariamente lo mira ponerse por la tarde detrás del horizonte como se pone un huevo, rinoceronte gigantesco y ciego,

y salir nuevamente por el este, por el orbe celeste,

como brotan las rosas, como salen las cosas

cuando todo va bien. Lo ve una vez y dos y lo ve cien. Se considera bella (tu consciencia).

Poniéndose lo ve

y en su inconsciencia cree

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que en torno a ella es él (el sol) quien gira. Pero no. Pero sí.

Poniéndose lo mira

y a sí misma se admira de su propia grandeza. Pues cree que todo el universo gira en torno a su cabeza. Sólo gira este verso, mira: Qué belleza.


CUENTO

Julián Herbert

Volveré a la mesa de blackjack

(un poco de marketing para baladas cursis) Soy un pájaro muerto en el árbol más seco de mi generación. ¿Sabes por qué? Porque yo me emociono. Me gusta Nick Drake, beso mi camiseta de fut, bailo como un gorila, lloro hasta en los téibols, odio a Moderatto, cito pasajes de Julien Sorel a la menor provocación. Eso es desastroso para cualquier fan de Bret Easton Ellis, eso es temerario en este andén psicosomático poblado de pop freaks y muchachas heladas vistas a través del cristal retro de la intoxicación. Tal vez ahí reside el último gran escondite del macho macho man: la emoción ha dejado de ser masculina. Eso déjalo para nuestros ángeles de Charlie (no Farrah sino Drew), eso ya es cosa de bonitas prestigiadas y muy cultas, parecen decir mis amigos-artistasconceptuales mientras disfrutan la “Nalguita” de Plastilina Mosh: nosotros los meros hombres ahora somos cool.

But I´m not cool, aunque lo intento a veces (con más

accidentes que retórica): yo soy un hombre sincero de donde crece la palma.

En este afán por desmitificarlo todo, cada vez nos im-

porta menos estar detrás del micrófono: preferimos ser quien hace los disparos. Antes deseábamos parecernos a JFK o a

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CUENTO

uno de los Rolling, ahora nuestros ídolos son Lee Harvey Oswald y el cabrón que le apuntaba a Jagger en Altamont. Por eso cuando me hablan del bar Mink y su decoración minimalista, o de Gabriel Orozco (cuando me cojo al presidente con un hueso de ballena no conozco), o de bebidas de diseño, o de la muerte del rock, o de que pop mata poesía, yo pienso ay no: ahí viene el mamón de la pistola.

Escribo esto para bajar de peso: estoy gordo de miedo,

encerrado en mi puntual desamor y desapego, en mi muy

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particular manera de ser emocionadamente cool, abandonador de proyectos felices, pájaro muerto: anoche mi segunda ex mujer soñó conmigo y amaneció deveras tristísima hoy.

¿Has visto esos juegos de blackjack que transmiten en

vivo por el ESPN?... Al principio me parecían horrendos, pero ahora los veo con un ojo en el triunfo y otro en la zozobra. A veces lloro un poco frente a las caras sudorosas de los tahúres derrotados. (Ese domingo me hospedé en un hotel que daba a Paseo de la Reforma; mientras el juego transcurría, yo me despegaba de vez en cuando de la tele y veía por la ventana marchar huestes espectrales de indignados.) O salto eufórico


CUENTO

sobre la cama de alquiler: color mata número y Larry Desmond triunfa en la mano final. No me preguntes qué es: nunca he podido entender cómo se juega al blackjack. Sólo escojo a un jugador por la expresión de su rostro y le soy fiel hasta que vence a la banca o le cambia la cara o le quitan la camisa. No me preguntes qué es: no conozco otra manera de vivir el ancho mundo del deporte.

Escribo esto porque mi tórax se desinfla. Mi cabeza se

desinfla. Mis manos se desinflan. Sólo mi verga permanece azorada y rígida y se estremece como un pez beta en una pecera solitaria. La sangre me fluye en estos días plácidamente rápida hacia la zona lúcida. Debería dejarme de moralidades y buscar una dulce borrachita con quien sudar el último timbre del verano.

Dame más fichas, bro: estoy listo para volver a la mesa

de blackjack.

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ENSAYO

Virginia Woolf

El amor por la lectura (traducción de Gerardo Piña)

A estas horas de la historia del mundo encontramos libros por toda la casa: en el cuarto de los niños, en la sala, en la cocina. Y en algunas casas se han acumulado de tal forma, que tienen que ser acomodados en un cuarto propio. Novelas, poemas, historias, memorias, libros valiosos empastados en piel, libros baratos de pasta blanda… de vez en cuando uno se pone de pie frente a ellos y se pregunta con un asombro fugaz: ¿cuál es el placer que obtengo o cuál es el bien que hago al pasar los ojos de arriba abajo por estas innumerables

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líneas? La lectura es un arte muy complejo. El análisis más rápido de nuestras sensaciones como lectores dará cuenta de ello. Aunque nuestras obligaciones como lectores son numerosas y variadas, tal vez se puede decir que nuestro primer deber con un libro es leerlo por vez primera como si uno lo estuviera escribiendo.

Uno debe comenzar por sentarse en el banquillo de los

acusados con el criminal, no por subirse al estrado para sentarse entre los jueces. Uno debe ser un cómplice con el escritor en su acto de creación —bueno o malo—. Porque cada uno de estos libros, sin importar cuánto puedan variar en


ENSAYO

tipo y calidad, es un intento por hacer algo. Y nuestra primera labor como lectores es intentar comprender lo que el escritor está haciendo desde la primera palabra con la que elabora su primera oración hasta la última con la que termina el libro. No debemos tener los ojos puestos en él; no debemos tratar de hacer que su voluntad se ajuste a la nuestra. Debemos dejar a Defoe ser Defoe y a Jane Austen ser Jane Austen con tanta libertad como dejamos que el tigre tenga su pelaje y la tortuga, su caparazón. Y esto es bastante difícil porque estamos ante una de las características de la grandeza, que hace que el cielo, la tierra y la naturaleza humana coincidan con su propia visión.

Con frecuencia, los grandes escritores nos exigen es-

fuerzos heroicos para leerlos correctamente. Nos doblan y nos rompen. El ir de Defoe a Jane Austen, de Hardy a Peacock, de Trollope a Meredith, de Richardson a Rudyard Kipling, equivale a ser jaloneado, quedar deforme, a ser arrojado violentamente de un lado a otro. Lo mismo ocurre con los escritores menores; cada uno es singular, cada uno tiene un punto de vista, un temperamento, una experiencia propia

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ENSAYO

que puede entrar en conflicto con la nuestra, pero que se le debe permitir expresar por completo para ser justos con él. Los escritores que más tienen que darnos, con frecuencia son los que más violentan nuestros prejuicios, particularmente si son nuestros contemporáneos, por lo que tenemos la necesidad de utilizar toda nuestra imaginación y entendimiento si queremos obtener el máximo de lo que pueden darnos. Pero leer, como ya lo hemos mencionado, es un arte complejo. No consiste sólo en estar de acuerdo y comprender. También

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consiste en criticar y juzgar.

El lector debe abandonar el banquillo de los acusados

y subirse al estrado. Debe dejar de ser el amigo; debe convertirse en el juez. Es este segundo procedimiento —que podemos llamar de post-lectura, ya que a menudo se realiza sin tener el libro frente a nosotros— el que produce un placer aun mayor que el que recibimos cuando estamos dando vuelta a las páginas. Durante la lectura, las nuevas impresiones están cancelando o completando las anteriores. Gusto, enojo, aburrimiento o risa se suceden uno a otro sin cesar mientras leemos. El juicio se suspende porque no sabemos lo que


ENSAYO

puede venir a continuación. Pero hablemos del momento en que el libro está terminado, cuando ha tomado una forma definitiva. El libro como un todo es diferente del libro percibido como varias partes distintas. Tiene una forma, una condición de ser. Y esta forma, esta condición, puede sostenerse en la mente y compararse con las formas, los ensayos de otros libros, y darles su dimensión con respecto a ellos.

Pero si bien este procedimiento de juzgar y decidir está

lleno de placer, también está lleno de dificultades. No se puede obtener mucha ayuda del exterior. Los críticos y la crítica literaria abundan, pero no nos sirve de mucho leer las opiniones de otra persona cuando nuestra opinión por el libro que acabamos de leer aún no está formada. Es hasta después de que uno se ha formado una opinión, que las opiniones de los otros son más esclarecedoras. Es hasta que podemos defender nuestra propia opinión, que obtenemos más de la opinión de los grandes críticos; de los Johnson, los Dryden y los Arnold.

Para formar nuestro propio criterio, bien podemos

forzarnos primero a comprender la impresión que el libro

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ENSAYO

ha dejado en nosotros con tanto detalle y precisión como sea posible, y luego comparar esta impresión con otras que hemos formulado en el pasado. Ahí están, colgadas en el armario de la mente, las formas de los libros que hemos leído, como la ropa que nos hemos quitado y hemos guardado en el armario hasta que vuelva la temporada en que habremos de usarla. Si por ejemplo acabamos de leer Clarissa Harlowe por primera vez, lo tomamos y dejamos que se muestre frente a la forma que queda en nuestra imaginación

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después de haber leído Anna Karenina. Los ponemos lado a lado y de inmediato los contornos de ambos libros comienzan a definirse entre sí como el ángulo de una casa (para usar otra comparación) se define contra la luna llena en la época de la cosecha. Comparamos las cualidades prominentes de Richardson con las de Tolstoi. Comparamos su verbosidad y su forma de ser indirecto con la brevedad y sentido directo de Tolstoi. Nos preguntamos por qué será que cada uno de ellos ha escogido un ángulo de aproximación tan diferente. Comparamos la emoción que sentimos en los distintos momentos cruciales de sus libros. Especulamos sobre la diferencia entre


ENSAYO

la Inglaterra del siglo XVIII y el siglo XIX en Rusia. Pero no hay un punto final en las preguntas que surgen de inmediato, una vez que colocamos un libro junto al otro. Por lo tanto, en distintos niveles, al hacer preguntas y responderlas encontramos que hemos decidido que el libro que acabamos de leer es de este o tal tipo, que tiene tales méritos, que ocupa su lugar en este o tal otro punto de la literatura vista como un todo. Y si somos buenos lectores, no sólo juzgamos a los clásicos y las obras maestras de los muertos; les otorgamos a los escritores vivos el privilegio de compararlos como deberían ser comparados con el patrón de los grandes libros del pasado.

Así, pues, cuando los moralistas nos pregunten qué

bien hacemos con el hecho de pasar la mirada por todas estas páginas podemos contestarles que estamos haciendo nuestra parte como lectores para incluir obras maestras en el mundo. Cumplimos con nuestra parte en esta tarea creativa; estamos estimulando, impulsando, rechazando, haciendo sentir nuestras aprobaciones y desacuerdos; y fungimos como revisores y espuelas en el escritor. Esa es una razón para leer libros; estamos contribuyendo a traer buenos libros al

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ENSAYO

mundo y a volver imposibles los malos libros. Pero esta no es la verdadera razón. La verdadera razón permanece inescrutable: obtenemos placer de la lectura. Es un placer complejo y difícil; varía de edad en edad y de libro en libro, y ese placer es suficiente. De hecho ese placer es tan grande que uno no puede dudar que sin él, el mundo sería un lugar muy distinto e inferior. La lectura ha cambiado el mundo y sigue haciéndolo. Cuando llegue el día del juicio final y por lo tanto todos los secretos queden expuestos, no debemos sentirnos sorprendi-

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dos al saber que la razón por la cual hemos evolucionado de monos a hombres, y por lo que dejamos nuestras cavernas y abandonamos nuestras flechas y lanzas, y nos sentamos alrededor del fuego y conversamos y ayudamos a los pobres y a los enfermos; que la razón por la que creamos un refugio y una sociedad fuera de los desperdicios del desierto y de las marañas de la selva es simplemente ésta: hemos amado la lectura.


RESEÑA

Miréia Anieva

Esta historia es un cadáver Junto a una alberca, bajo un árbol del jardín de su casa, aparece el cuerpo sin vida del señor Gordon, y sobre él, un papel con la leyenda: “Anónimo dijo: esto ni se lee ni se entiende”. Una historia que empieza por el final, y desde ese punto se desenvuelve hacia atrás, hacia los últimos días de vida de un hombre que es varios. Antes el señor Gordon trabajaba en una oficina, tenía una esposa (Donna) y un amigo (Ralph), pero un día pierde la memoria, la razón, el empleo y ahí empieza su nueva vida. A partir de entonces, Gordon Smith se refugia escribiendo en sus tres cuadernos: un diario, uno de dibujos y uno donde colecciona imágenes de albercas (su más importante obsesión). Encuentra, también, un nuevo compañero de diálogos que estará con él hasta el último día: Anónimo, quien le enseña a escribir bien y a comportarse adecuadamente mientras le comparte su vida, “Yo soy tú, Gordon, y mí eres yo”. Todo esto a las afueras de Fullerton, California. ¿Quién, entonces, muere en esa calle de Lisboa?

Muerte en la rúa Augusta (Almadía, 2010. Premio de

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RESEÑA

Literatura Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2009) nació como un cuento, pero pronto la historia reclamó, casi accidentalmente, la forma de un poema. A través de treinta y cuatro fragmentos, Tedi López Mills (1959) nos muestra los últimos días de un hombre y el desdoblamiento que lo llevó hasta la desaparición; los efectos de la locura y las trampas que enfrenta por su estado mental: el rechazo y la humillación de sus más cercanos, que pronto lo hacen sentir como un animalito. Pero también cómo, dentro

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de ese aislamiento, se acerca a su maestro Anónimo, que al mezclar voces en su cabeza le guía a la máxima exaltación de su locura y finalmente, a su liberación.

Presentado como un poema narrativo, Muerte en la

rúa Augusta ha recibido todo tipo de críticas sobre su calidad de mixtura, rescatando la discusión de la viabilidad de escribir historias en formato de largos poemas. Sin embargo, la obra funciona también como un diario íntimo, como bitácora y cuaderno, pero sobre todo como una nueva posibilidad de contar y acercarse a las historias.

Un poema que inicialmente pretendía ser un cuento


RESEÑA

pero desbordó la forma y tomó otra, un relato que originalmente era distinto y cambió por completo: Durante un viaje a Lisboa, en 2007, Tedi López Mills realizó un paseo en la rúa Augusta y, mientras iba bajando junto a varios grupos de turistas, un hombre alemán de alrededor de setenta años cayó muerto. Este evento viajó de regreso con la escritora y ahí surgió la historia: el hombre se convirtió en Gordon Smith y la rúa Augusta en Fullerton, California. Apareció Anónimo y el suceso entero se transformó, pero el título permaneció intacto, quizá como un homenaje o un recordatorio: nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas; doblan por ti.

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CUENTO

Marco Antonio Larios Quirino

El viaje Para E. P. S. Al girar, el trenecito llegó junto a mí y se detuvo; adentro vi la palanca de velocidades; al lado, una mochila de donde asomaba una pipa y tabaco. Abajo, pedales; colgando, una cadena, el silbato del tren, supuse. En el asiento, una gorra que me quedó estupendamente. Fumé unos instantes y exhalé el humo como si saliera del mismo tren. Al sentarme conocí la comodidad del cuero. La alfombra de mi casa semejaba un

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valle otoñal. Comencé a andar y aceleré. A toda velocidad, me asaltó el deseo de haber tenido uno igual cuando niño. El viento volaba mi cabello. Entrecerré los ojos: apenas pude ver cuando mi hijo quitó parte de la vía más adelante. Intenté frenar, pero fue tarde, cuando quise sostenerme oí un largo silbido. Mi cabeza dio contra el cristal y volqué mientras mi hijo exclamaba lo fabuloso que había sido su regalo de navidad. Inconsciente, me supe herido. Ojalá hubiera tenido un juguete semejante cuando niño, me dije.


POESÍA

Luis Miguel Cruz

Salí del camino a otra ruta de la noche dispositivo atento al paso insólito de otros satélites aquí donde todo es ventana el viento ha abotonado el alma con dulces significaciones donde también transitaron las ballenas con su cúpula vagabunda

planeta errante

me hallo sin más motivo que el viaje

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POESÍA

Todavía busco tu rostro entre los rostros aun cuando cayó la aurora de la carne y estamos más cerca de los huesos en el viento fresco del otoño. Todavía busco rescatarte como a una semilla que yace lejos sembrada en otro viento y nadando a contraparte. Me dan ganas de perseguir tu huida como a las niñas en primaria y sacudirte por los hombros

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hasta que de tus ojos broten los tesoros, los augurios, los más sencillos fetiches de la infancia. Todavía me dan ganas de enfrentar tu blanca estatua con mi pecho, en silencio desbocado. Me dan ganas de decir ¿en dónde estás? ¡salte de esa vieja figura de mujer! te buscaré entre las que eres en un abrir de ropa y rostros fríos. En algún sitio debes estar, sentida de amor.


CUENTO

Román Villalobos

Ranas Quería unas ranas, así que fui a comprarlas a una tienda de ranas que me habían recomendado tiempo atrás.

Cuando llegué al lugar no había ningún otro cliente. El

encargado llevaba una playera amarilla y jugaba con su teléfono celular.

Lo reconocí: habíamos estudiado juntos. No lo había

visto desde entonces. Supo quién era yo en cuanto me acerqué. Me dio un abrazo. No pude, sin embargo, recordar su nombre. Empezaba con J. Tal vez era Javier, Jerónimo o Jacinto, o quizás Juan.

Procedió a contarme su historia de vida con lujo de

detalles. Como si hubiera ido sólo para saludarlo y no para comprar ranas.

No paró a lo largo de diez minutos, a pesar de que hice

todo lo posible por mostrar desinterés en su monólogo.

—¿Sabes qué es lo peor de todo? Que me digan: “Es que

no puedes ser gay, ser gay es malo, no es de Dios”. Yo pienso, ¿cuál es su problema? Yo soy gay, me gusta mucho ser gay y no me importa lo demás. ¿O qué? —me dijo, esperando una respuesta.

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CUENTO

—No me importa si eres o no eres gay. En realidad, no

me importa absolutamente nada de la vida de nadie. Vengo por ranas.

—¡Ah! —contestó y, frotándose los párpados, me señaló

los pasillos que estaban junto al mostrador—, pues… adelante.

Así que fui a ver a las ranas. No puedo entender por

qué algunos contenedores estaban vacíos, mientras que otros estaban a punto de reventar.

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Las ranas me miraban con amor y comprensión, que es

justo lo que estaba buscando de parte de algo o de alguien. Me daban ganas de llevármelas a todas.

Traté de hacerlo, de hecho. Me metí una rana al bol-

sillo, pero logró escapar. Cuando el empleado vio al animalito saltando por ahí me advirtió que podía echarme de la tienda. Entonces le dije que quería unos cuantos ejemplares de cierta especie de rana de color rojo. Fue por unos frascos y unas pequeñas redes.

Mientras tanto, yo silbaba una canción que había es-

tado de moda hacía muchos años (la recordé justo en ese instante) y hurgaba en los bolsillos de mi pantalón.


CUENTO

En ese momento entró un hombre a la tienda. No ten-

go nada que señalar acerca de su aspecto. Era un tipo de apariencia bastante olvidable. Me dijo buenas tardes y yo le respondí con lo mismo.

Fue directo hacia el empleado. Se besaron y se dieron

un abrazo tan largo que fácilmente pude haber tomado un montón de ranas y salir corriendo sin descaro alguno.

Pero no lo hice porque, vaya, estaba silbando una vieja

canción y trataba de hacerlo sin equivocarme.

Jaime, Jorge o José se acercó de nuevo, dejando a su

novio por un momento, y se mostró bastante desinteresado. Le resultaba difícil meter las ranas dentro de los frascos. Le dije que yo podía hacerlo.

Se fue con su novio y yo metí tantas ranas como pude

en cada uno de los frascos. Temí que murieran aplastadas. Pero eran gentiles, nobles, y su corazón palpitaba con fuerza. Estaban visiblemente enamoradas de mí.

Me acerqué al mostrador con los frascos. Eran siete

pero se me cayó uno en el camino y las ranas que iban dentro murieron desangradas por las cortaduras.

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CUENTO

El empleado estaba tan idiotizado por la presencia de

su amor que fue incapaz de hacer bien las cuentas. Su novio me miró con simpatía y me dijo:

—Mira, no te apures. Yo pago.

Lo miré con suma desconfianza. Se ofreció a pagar la

cuenta sólo para que yo me fuera lo más rápido posible. Todavía titubeé un par de veces.

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—Con confianza, en serio —me dijo.

Dije que estaba bien. Pusieron los frascos en una bolsa

y salí. Afuera había una larga fila de gente que esperaba un taxi o un autobús. Frente a nosotros, la avenida y su singular desorden.

Llegué a casa y lo primero que hice fue liberar a las

ranas en el comedor, cuidando de que no hubiera vías de escape. Dejé que una manguera llenara de agua la sala, que es el lugar más bajo de mi casa y que siempre me hacía pensar que podía convertirse en alberca o estanque.

Fui a la alacena y deposité en el agua un montón de ga-

lletas, pan y fruta. Luego acerqué las pocas plantas que tenía y abrí la puerta del pequeño jardín trasero.


CUENTO

A las ranas pareció gustarles el lugar y al cabo de unos

días todo era felicidad, de esa que me orillaba a andar desnudo por la casa y cantar canciones pegajosas a todo volumen.

La humedad hacía estragos en las paredes, pero los an-

fibios lucían felices y me agradecían mi atención y mi amor con cada uno de sus movimientos. Pronto fueron cientos de ranas y yo pensé que tanto amor me volvería idiota.

Entonces un día me visitó Olivia. Se impresionó al ver

en lo que se había convertido mi casa. Pero de cualquier forma no modificó su expresión de pedantería.

—¿Y sabes nadar? —me preguntó frente al estanque.

No sé nadar y no quería empezar entonces. Se lo dije.

—Uy, qué pesado. No te vayas a ahogar.

Me rasqué la cabeza. Olivia me miraba atenta.

—¿Por qué tienes un estanque si no sabes nadar?

Comencé a sentir ganas de no haberla dejado pasar.

—¿Por qué? No entiendo —insistía ella.

Una rana aterrizó en mi hombro. Ya no creí necesa-

rio responder. Tantas ranas juntas desconcertaban a Olivia, pero, insisto, ella no cambió para nada la expresión soberbia

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CUENTO

de su rostro.

Fui a la cocina a buscar una botella de vino o alguna

otra cosa que ofrecerle. Cuando regresé al comedor, alcancé a ver la espalda desnuda de Olivia sumergiéndose en el agua turbia. Las ranas saltaban de un lado al otro. Hasta entonces noté que habían crecido enredaderas por toda la casa. Olivia nadaba al estilo mariposa. Me decía que los renacuajos le mordisqueaban los dedos de los pies y la entrada de la vagina. Se veía que lo disfrutaba.

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—Ven, ándale, no te va a pasar nada.

Me encogí de hombros.

—Yo te enseño a nadar.

Decliné la oferta y ella me sonrió coqueta.

—No cambias —me dijo, antes de desaparecer bajo el agua.

De repente aparecieron sus muslos por encima de la

superficie. Recordé que cuando era niña había practicado natación sincronizada. Ella trataba de averiguar si todo era como antes.

Llevó a cabo una rutina casi perfecta. Salió del agua y

estaba emocionada. Olía realmente bien, a una mezcla entre


CUENTO

agua de ranas y antojo de estar conmigo.

Unos parpadeos después y estábamos sobre la cama

destendida, acompañados por un nutrido grupo de anfibios que saltaban sin parar. Algunas ranas aterrizaban directamente en los pezones o en la cara de Olivia, evidenciando sus celos. Otras se sujetaban a mis dedos, como tratando de impedir una traición amorosa.

Olivia y yo, desnudos ya, encontramos la forma de co-

menzar a hacer el amor, pero ella estaba ansiosa y harta de las ranas. En cierto momento atrapó a una rana y la arrojó con furia a la pared. El animalito se despanzurró y dejó una mancha en el muro.

—¿Cuál es tu problema, estúpida? —grité.

Olivia se apartó de mí. Seguramente pensaba en algún

insulto en mi contra cuando las ranas se le fueron encima. Cayó al suelo. Montones de anfibios se aferraron a su cuerpo.

—¡Quítamelas, quítamelas!

El croar era ensordecedor. Las ranas no paraban de lle-

gar. Ella gritaba “¡Haz algo!” y a mí me parecía que nunca había visto tantas ranas juntas en toda mi vida.

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TUITS

Ignacio Sánchez Prado @isanchezprado

Decálogo para la crítica en México 1. El requisito mínimo para ser reseñista es dos libros publicados o carácter de experto en el tema. Asignar una reseña para que un joven haga pininos o afile cuchillos es una irresponsabilidad editorial. 2. El reseñista debe hablar fundamentalmente del libro, no de sí mismo.

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3. Aunque la reseña sea negativa, el reseñista sólo debe escribir sobre libros que recomendaría leer. 4. Ser sólo reseñista no lo vuelve a uno crítico. Para ser crítico se necesitan o varios libros, o doctorado, o los dos. 5. Los libros para las reglas anteriores no pueden ser ni recolecciones de reseñas ni de textitos para el periódico. 6. Un crítico debe tener una agenda activa de investigación, sea académica o personal. Sin investigación no se es crítico.


TUITS

El crítico que no investiga es un triste oportunista. 7. Si un crítico cumple con las reglas, es justo que los autores respondan con debate intelectual y no con injurias personales. 8. La crítica no es la expresión de opiniones o el comentario del texto, es poner al texto en sus redes de significación. 9. Por eso, un crítico serio no sabe sólo de literatura. Lo estudia todo, sobre todo cuando el texto lo pide. 10. El crítico que piensa que su forma de crítica es la correcta y las demás no sirven es ignorante e imbécil. Postdata. Si tienes un blog, no eres crítico. Es como llamar chef a alguien que cocina huevos en su casa.

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POESÍA

Sergio Ernesto Ríos

B es la B de bala de baldío de biónico de bífido/bicéfalo birmania /de brotar de balancear /de braceo de desbloqueo de bajada: yo convencí a mi cabeza de la música de fondo las luces de un aeródromo orugas de tanques de guerra un robot bajo el agua /tripular paracaídas tripular kimonos tripular ambulancias /esclavizar siete dragones esclavizar una secta de vampiros Usurpar Demoler Exprimir Borrar

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un cuarto de incubación el subcielo un cuarto de confinamiento la danza de los biomecanoides un cuarto de detención la lista de invitados a un quirófano un cuarto de ensamblado 28 rinocerontes hembra fueron matriculados en la Academia Sueca de Cinematografía 31 pingüinos con espaldas tipo dodecaedro completaron el primer año de la carrera en Óptica Espacial no es lo mejor el consumo de botas turbina en paquidermos la Biblia da algunas pistas sobre quién podría ser el gerente general de la Confederación de la Luz así como las iniciales de los cuatro miembros principales de


POESÍA

la junta directiva

[B-side & Blackout &Blank] bélico y blanco de uno mismo/ un tambaleo bisiesto /la combustión/ bípedos/bombas en gabardinas negras es la B omnívora deslizando sus hocicos de brea es la b siamesa mirando el cielo bocarriba el mundo comenzó con un abracadabra de bosque de ballena bacteria barro bruja brillo bruma de búfalo de brasa de brebaje breve bólido de bestia de bufón de bilis de bretaña de brisa bimotor de borde de borneo le dije a mi hermana una princesa sin belfos no es princesa

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POESÍA

El despertar de las creaturas del espejo capullo Es una calabaza de halloween blanca con un antifaz de zorro murciélago, el zorro tiene cuatro ojos y está alegre (aunque a veces se distingue una mirada siniestra). Adentro hay una bailarina bicéfala con pinzas de cangrejo. Las orejas de la máscara de lobo son lobos con alas. Es una máscara muy angustiada, muy suicida, muy melancólica, hace aaaaaaaooooooooo con la boca. Aunque también veo mapaches con partes rojizas enlazando sus colas.

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Veo un conejo diseccionado sobre una sábana, sus barbas son afelpadas, distingo la textura de sus barbas y bigotes. Usa botas industriales, de las patas delanteras le brotan pingüinos, del ano le brota la cabeza de una jirafa. Es un gato blanco con negro deprimido, le veo los ojos hundidos. En donde debería tener pelo le brotan perfiles de cocodrilos. En la frente tiene una cabeza con antenas o un casco diminuto con antenas, con algo de insecto. Es un gato parado en dos patas con una cerbatana adentro, la cerbatana


POESÍA

le sube por el pecho y la garganta. El cuerpo del gato son cabezas de un gigante de piedra. Son dos conejos muy respingados y despóticos haciéndose fuchi, tienen algo de ama de llaves, como si llevaran un platito a medianoche, pero no llevan nada. Encuentro elegante su gesto. Dos martas rojas escalan una estructura orgánica verdegrisazulosa, aunque parece que las martas caerán sí consiguen ascender. Tienen una pata apoyada, la pata que les da impulso, en el pecho de un león. Veo tres imágenes ensambladas de abajo a arriba: dos cabezas de fetos mostrando su nuca, la siguiente es un cuervo fumador con algo de estatua griega de filósofo, la última imagen es un escarabajo inclinado. En medio sobresale un halo de colores. Dos policías vestidos de violeta con cascos negros dirigen un baile marino en otoño, aunque es otoño es colorido, aunque es marino en el fondo hay una estructura metálica que

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POESÍA

recuerda a la torre Eiffel. Las creaturas que están convidadas al baile son muy alegres, los hay unicelulares amarillos ocre, naranja, café, amarillos con ojos naranja; hay cucarachas y hay hipocampos. Los que más me gustan son los escarabajos azules moviendo hojas oscuras de palmeras.

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CUENTO

Édgar Omar Avilés

La manzana Cuando dan las doce del día, la hora de las brujas, pero con sol, Caperuza usa una niña para tener cuerpo.

—Ve a llevarle La Manzana a Abuela w9 —le ordena la

Madrina. Caperuza usa aquella mano para recibir el objeto. Lo toma con mucho cuidado, no quiere que explote.

Parte con la encomienda; se desliza entre los ocres de

las hojas para no ser detectada. Ya falta poco, unos cuantos túneles y pantanos radioactivos... Ya falta poco, cuando es interceptada.

—¿A dónde vas? —pregunta el Lobodehocicorrabioso.

—Voy a ver a mi abuelita…

Y cada quién toma su camino, no quieren ser descu-

biertos.

Caperuza usa sus habilidades militares para no ser

víctima de los pastos envenenados, de las flores mecánicas y proteger a La Manzana. Tras cruzar el último puente de lianas y ortigas, tras el último río de pirañas-cocodrilo, llega a la guarida de Abuela w9. Piensa que todo ha sido demasiado fácil y a Caperuza no le gusta eso.

—Champiñón Dorado —dice y la puerta se abre—. Traigo

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CUENTO

La Manzana.

—Qué bien, mi nietecita —apremia el Lobodehoci-

corrabioso, con su tosco disfraz de abuela.

—Aquí te la dejo... Oye, abuelita, ¿por qué tienes tanto

pelo?

—Es de familia. Así serás cuando crezcas…

—Abuelita, ¿y por qué tienes esos ojos tan rojos y

grandotes?

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—Para mirarte mejor...

—¡Uuuuuyyy! —exclama Caperuza, luego pregunta

susurrando: —¿Ya estás preparado? —la falsa abuela asiente—. ¿Y por qué tienes esa boca tan grande?

—¡Para comerte mejor!

Y el lobo empieza a tragarse a Caperuza, dejando el

cuerpo de la niña sin motor de vida.

Una vez adentro del estómago, Caperuza se encuentra

con Abuela w9. Los dos agentes trazan los planes, ya sin el peligro de los micrófonos ocultos:

—Te bajamos al fondo de la falla, luego tú, para accionar

la bomba, sólo tienes que hacerte una hendidura y clavártela


CUENTO

en el hipotálamo.

—Muy bien, Caperuza. Nos vemos mañana a las cinco

de la mañana en la falla de San Andrés.

—¡Perfecto! El Leñador nos llevará, él sabe el punto

exacto en donde es más honda la falla.

—Ojalá que ahora sí podamos acabar con este mundo

tan horrible…—dice suspirando Abuela w9.

Caperuza despliega el mapa electrónico en las paredes

estomacales del Lobodehocicorrabioso. Pero la imagen se ve borrosa. Abuela w9 arregla el problema que hay en los viejos circuitos de la parte cibernética del Lobodehocicorrabioso. Con la proyección del mapa clarificada, Caperuza le explica las minucias del plan.

—¿Y La Manzana resultará suficiente? —pregunta

Abuela w9.

—Eso espero: casi un megatón. Es todo lo que pudimos

conseguir…

—Ya veremos… El Leñador llegará en unos minutos. Es

muy puntal.

—¡Perfecto…! —exclama Caperuza, pero no cree que

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CUENTO

sea perfecto, sólo es una expresión que suele usar. Ya antes han intentado escapar de ese cuento que se repite como monstruosa tortura, pero siempre a última hora algo sale mal. Y así, con sus esfuerzos, sólo han conseguido ir deformando la historia de tal suerte que cada vez todo les resulta más terrible.

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POESÍA

Joseph Brodsky

Piedras en la tierra

(versión de Natalia Litvinova) Este poema es sobre las piedras que yacen en la tierra, piedras ordinarias, muchas no conocen el sol, piedras simples de color gris, piedras comunes, sin epitafios. Piedras que aceptan nuestros pasos, blancas bajo el sol, y por las noches piedras que se parecen a los grandes ojos de los peces, piedras, que miden nuestros pasos, eternos molinos del pan eterno. Piedras que aceptan nuestros pasos, como agua negra estas piedras grises, piedras que adornan el cuello del suicida, piedras preciosas, pulidas por la prudencia. Piedras, en las que escribirán “libertad”. Piedras, con las que pavimentarán el camino. Piedras, con las que construirán cárceles, o piedras que se quedarán inmóviles

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POESÍA

como piedras que no piden asociaciones. Así las piedras yacen en la tierra, piedras simples que parecen nucas, piedras comunes, piedras sin epitafios.

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*

De ninguna parte con amor, undécimo de marzoctubre, querida, respetada, amada, pero no importa quién, sinceramente ni me acuerdo de tu cara, no tuyo, y ya de nadie amigo fiel, te saluda desde los cinco continentes sostenidos por los cowboys. Te amé más que a los ángeles, más que a mí mismo, y por eso ahora estoy más lejos de ti que de ellos. Lejos, en la noche, en el valle, en el fondo,


POESÍA

en la ciudad cubierta de nieve hasta la manija de la puerta, retorciéndome entre las sábanas, por suerte no más abajo, golpeo la almohada mugiendo un “tú”, detrás de las montañas, sin bordes y sin fin, con todo mi cuerpo en la oscuridad repito tu silueta como un espejo loco.

*

53 —¿Qué haces pajarito inquieto, sobre esta rama negra, mirando a tu alrededor? ¿Quieres decir que aunque la honda es precisa la vida es posible? —Ah no, cuando apuntan con la honda, no me da miedo. Tus conjeturas son peores, a ellas miro de reojo.


POESÍA

—Me temo que la jaula te atrae, y ni siquiera la de oro. Pero más vale cantar en una rama, rara vez se canta en el vuelo. —¡No es cierto! Por la eternidad me siento atraído. Ya la conozco. Su primer indicio es la crueldad. Y aquí estoy como en casa.

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ENSAYO

Sergio Espinosa Proa

Fragmentos de un discurso antihumano

De los hombres me separan

todos los hombres.

E. M. CIORAN, El ocaso del pensamiento II

Eso de “ser” “hombres” da por supuestas demasiadas cosas. Cuestionar aquello que permanece sin pregunta es lo propio de la filosofía.

Por ejemplo, nos agrada imaginar que “lo propio” del

hombre es su “libertad”. Los animales quedan presos de sus instintos; los humanos —según expresión célebre— estamos “condenados a la libertad”. Es, sin el menor doblez, la opinión de un moderno. Obsequio o conquista, gracia o desgracia, por lo pronto nos da lo mismo. Podemos hacer lo que nos plazca, pero debemos hacer sólo determinadas cosas. El espacio de la libertad se acoge o somete a esta distancia entre el poder y el deber. Kant deja además esbozado el sitio para otro “poder”, o quizás para otro “deber”, que es la esperanza. Muy bien: libre, pero no sabemos de qué —y menos aun para qué. He aquí la primera posibilidad: se es libre de ir contra lo

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ENSAYO

necesario. Segunda: se es libre de querer lo necesario. Y tercera: se es libre de eludir esta oposición.

En cualquier caso, deberá preguntarse qué o quién es

el sujeto de esta libertad. Hay siempre un quién: a saber, el hombre. Pero preguntémonos qué pasaría si no: preguntemos si hay algo —no un “quién”— que se libera en el hombre. No será mi poder humano quien se libera (de ciertas restricciones efectivas y afectivas, fuerzas contrariantes, etc.), sino algo distinto. ¿Qué? No lo sabemos. Ahora bien, este no saber

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pertenece al hombre al mismo título que su “supuesto saber”. Pensemos un segundo en esto: no saber algo se entiende de dos maneras: o bien no lo sabemos pero es posible llegar a saberlo —es la posición de la razón, de la técnica, de la ciencia—, o bien no sabemos y no resulta posible en modo alguno alcanzar saberlo —que vendría a ser la posición de la “religión”, o al menos de las religiones que crecen en torno de un núcleo mistérico impenetrable—. Se presumirán posiciones intermedias o mixtas. O todo puede saberse, o no todo: tenemos la libertad de elegir. Pero esto mismo no es nada seguro. Se opta, sin duda. Sí, pero, ¿desde dónde? ¿Para asegurar qué?


ENSAYO

Normalmente, es decir, en la vida promedio, los

humanos deambulamos relativamente acorazados. Ni experimentamos el infinito peso del mundo, ni tenemos noticia de aquello acerca de lo cual no hay la menor noticia. ¿Qué hacemos cuando simplemente “vamos tirando”? Pues eso está claro: nos hacernos los “occisos”. De pronto es posible sentir tanto miedo o tanto vértigo que lo mejor es irse anestesiando de a poquito. Esto es lo normal. No es que esté “mal”. Pero permanece cerrada la vía que, más allá o más acá de lo “normal”, nos informa o nos deja ver eso que en cada caso “somos”.

Llegados aquí, la pregunta gira de nuevo: ¿somos

libres, o algo en cada uno podría liberarse? Por ponerlo en un ejemplo crítico: ¿somos libres de tirarnos un pedo, o es el pedo lo que a pesar nuestro pugna por liberarse? Esto es bastante majadero, pero los científicos son libres de disertar horas y horas —incluso en televisión— sobre las hemorroides, la criptorquidia o la vaginitis y nadie protesta. Al contrario, esos discursos son muy necesarios. Acá, intentando pensar “nuestra” “identidad” y “diferencia” con respecto de los ani-

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ENSAYO

males que desde luego no son como “nosotros”, discursos de índole semejante como que se desdibujan.

Porque, a ver: ¿a quién debemos dirigir estas preguntas?

Un científico, si es lo suficientemente materialista, propondrá interesantes inventarios. El hombre es un espécimen curioso, y acaso hasta “único”, pero tal unicidad no lo pone realmente a salvo de ser lo que es: un antropoide particularmente evolucionado. “Poco pelo, pero bien peinado”, como dicen los vendedores ambulantes. ¿Sólo eso? Sí, básicamente. El mu-

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chas veces gigantesco y siempre en extremo variado paisaje de las “culturas” no es percibido —o no debería serlo— como índice de una diferencia radical. ¿Las culturas? Exacto: son a los seres humanos lo que los plumajes a las aves. Este materialismo —el de Leslie White, el de Marvin Harris, el de Desmond Morris, el de Ashley Montagu, incluso el de Robert Ardrey— me es particularmente simpático. Con todo, como que se queda muy corto.

Un materialismo que por mera higiene pasa de largo

por el idealismo alemán siempre quedará medio lisiado. Tampoco es que Hegel, la verdad, convenza mucho; pero es


ENSAYO

sin duda menos obtuso. ¿Quién, entonces, debe responder? ¿La ciencia, la filosofía… o la poesía? Es probable que estemos buscando algo distinto de simples —o muy exhaustivas— descripciones.

La filosofía ha practicado varias de ellas. No obstante,

en esa un tanto indigerible zona filosófica ocupada por Heidegger, la descripción (pretendidamente imparcial) cede su sede a la… conjura. Se le pide al pensamiento “no describir la conciencia del hombre, sino conjurar la existencia en el hombre”.1 Prestidigitación menos del ensalmo o del silencio que de la pregunta. Nunca será sencillo quitarse de encima las losas de la metafísica. Ni siquiera sabiendo que la ciencia y el sentido común son, aquí y allá, metafísica de clóset. No habría en ello nada casual. Para esta filosofía, el hombre ni es libre ni no libre; no de antemano. Lo que sabemos —aun si no “a ciencia cierta” es que no sabemos; ergo, la cuestión. La pregunta como encantamiento —para salir del encantamiento. ¿Cualquier pregunta?

El hombre es, hasta donde se sabe, el único animal que

hace preguntas; pero no cualquier pregunta le nace de, o le

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ENSAYO

devuelve a, su “ser” “humano”. No es que en la “vida promedio” formulemos siempre preguntas estúpidas. Las preguntas de la ciencia también son muy inteligentes. Pero ese no es el problema. Tampoco es que se trate de hacer preguntas muy “profundas”. Para esta fenomenología, el preguntar decisivo consiste en impedir que se cierre el espacio del preguntar en sí. La “estructura” de este preguntar suena a: de acuerdo, pero… O: aún así… Los puntos de suspenso tienen su eficacia. De hecho, querer trazar una diferencia obedece a una de-

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terminada forma de posicionarse entre las cosas. ¿Qué hay? Fraguadas en el horno de esta tradición, hay tres inmensas “áreas”: Al César lo que pertenece al César… Sí: está Dios, luego está su obra, y nosotros arrojados a ella —atareados en dominarla. Los humanos, para esta tradición, pertenecemos al mundo… y no. Aunque el movimiento es más lineal: nos introducimos entre el mundo y Dios. En la medida en que obedecemos a Dios el mundo nos obedece. Lo diabólico del mundo aparece cada vez que, por azar o por consigna, el Divino Plan es obstruido.

Uno puede o no atragantarse con estas articulaciones,


ENSAYO

dejarlas pasar como elementos de la realidad. Más difícil será distinguirlas cuando cambian la escenografía y la terminología. El hueso de esta posición se deja compactar en lo siguiente: para un hombre, el mundo es lo que sirve. (Si no sirve de inmediato, ya se verá qué se hace.) Así que “lo humano” se distingue del resto por una singularidad que afecta a su “tener” o “no tener” mundo. ¿Se ha salido del esquema divino?

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________________ NOTAS 1 Martin Heidegger, Los conceptos fundamentales de la metafísica. Mundo, finitud, soledad, tr, Alberto Ciria, Madrid, Alianza Editorial, 2007, p. 222.


Colaboradores Miréia Anieva

Xalapa, México, 1988. Sus textos han sido publicados en diversas revistas de México como Punto de partida, Periódico de poesía, Molino de letras, Bonsái, etc. Ha sido incluida en diversas antologías mexicanas de poesía. Actualmente es becaria del PECDA en la categoría Jóvenes Creadores. Mantiene el blog apologiadelinstante.blogspot.com y la cuenta de Twitter @ciervovulnerado.

Luis Arce

México, DF, 1989. Escritor y publicista. Ha colaborado como en diversas revistas a nivel nacional, entre las que se incluyen Metrópolis, La Línea del Cosmonauta, Punto de Partida y Lenguaraz. Textos suyos aparecen en antologías como Paraíso en llamas (Limón Partido, 2008) y el Encuentro Iberoamericano de Poetas en el Centro Histórico “Vértigo de los Aires” en su edición 2011. Colabora como crítico musical en la revista Marvin, y en la página web mehaceruido.com

Edgar Omar Avilés

Morelia, México, 1980. Maestro en Filosofía de la Cultura (UMSNH), licenciado en Comunicación (UAM-X) y diplomado en la Escuela de Escritores

(SOGEM). Autor de cuatro libros de cuentos: Cabalgata en duermevela (Tierra Adentro, 2011. Premio Nacional de libro de cuento Joven “Comala” 2011), Luna Cinema (Tierra Adentro, 2010. Premio Nacional de Libro de Cuento de Bellas Artes “San Luís Potosí” 2008), Embrujadero (Secretaría Michoacana de Cultura, 2010. Premio Michoacán de Libro de Cuento “Xavier Vargas Pardo” 2010) y de La noche es luz de un sol negro (Ficticia, 2007. Mención de honorífica en el Premio Nacional de Libro de Cuento Agustín Yáñez 2004) y de una novela: Guiichi (Editorial Progreso, 2008). Becario de Jóvenes Creadores del FONCA 2009-2010 (en cuento), y 2011-2012 (en novela).

Víctor Burgos

Caracas, Venezuela, 1988. Escritor, autodidacta de bajo presupuesto, insomne. Profesa la estética del desconcierto y hace sombra cuando hay sol.

Luis Miguel Cruz

Xalapa, México, 1977. Nació en Xalapa cuando era una ciudad hermosa. A pesar de algunos lo sigue siendo.

Óscar de Pablo

México, DF, 1979. Es autor de libros como Los endemoniados, Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino; Debiste

haber contado otras historias, Premio Nacional de Poesía Joven Francisco Cervantes, Sonata para manos sucias y recientemente, El baile de las condiciones, publicado por la Dirección de Publicaciones del Conaculta. Fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en el programa Jóvenes Creadores en 2006 y 2009 y de la Fundación para las Letras Mexicanas en 2003 y 2004.

Sergio Espinosa Proa

México, DF, 1952 Obtuvo los títulos de Licenciado en Antropología Social por la ENAH, Maestro en Filosofía e Historia de las Ideas por la UAZ y Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Autor de libros como El deshielo y la nube. Incursiones sobre la Universidad y la crisis de la modernidad, Decápites, El misterio de las Universidades, La fuga de lo inmediato. La idea de lo sagrado en el fin de la modernidad, Pensar la experiencia estética, Nada puede allí. Desviaciones sobre lo imaginario, etc.

Vicente Forte Sillié

Caracas, Venezuela, 1975. Abogado, escritor, pintor, cineasta y otros enredos existenciales. Proletario y tuitero como mecanismo de defensa.


A veces escribe de corrido en higadoencebollado.blogspot.com

Julián Herbert

Acapulco, México, 1971. Autor de los libros de poemas El nombre de esta casa (1999), La resistencia (2003), Kubla khan (2005) y Pastilla camaleón (2009); de la novela Un mundo infiel (2004); del libro de cuentos Cocaína (manual de usuario) (2006), y del volumen de ensayos Caníbal. Apuntes sobre poesía mexicana reciente (2010). Obtuvo el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen (2003), la Presea Manuel Acuña (2004), el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola (2006) y el Premio Nacional de Cuento Agustín Yáñez (2008; compartido con León Plascencia Ñol). Recientemente ha ganado el Premio Jaén de Novela (2011) por Canción de tumba.

Marco Antonio Larios Quirino

México, DF, 1988. Estudió Letras Españolas en la UV. Participó en los cursos de la Fundación para las Letras Mexicanas en las categorías de narrativa (2009 y 2011) y ensayo (2010).

Natalia Litvinova

Gómel, Bielorrusia, 1986. Reside en Buenos Aires, Argentina. Traduce a los poetas rusos. En

el 2010 publicó un libro de poemas, Esteparia (Ediciones del Dock), tradujo la antología de la poeta Shajriza Bogatyreva, Rumbo a Karachay (Casa Refugio Citlaltépetl / Bonobos, México, 2011).

poesía mexicana reciente Divino Tesoro y Nosotros que nos queremos tanto. Forma parte del consejo de la revista Metrópolis. Mantiene el blog Hangar: hangar-sergio.blogspot.com

México DF, 1975. Ha sido profesor de literatura y creación literaria en la Fundación para las Letras Mexicanas, la University of East Anglia en el Reino Unido (donde obtuvo un doctorado en literatura inglesa) y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha colaborado con reseñas, traducciones, ensayos y artículos en medios como La Jornada, Milenio, Punto de Partida, Voices of Mexico, Literal, Hoja por Hoja y Reforma. Es autor de La erosión de la tinta y otros relatos (2001), de la novela La última partida (2008); así como de las traducciones de Las aventuras de Sherlock Holmes y Diario de la guerra contra México, publicadas en 2007. Su cuenta de Twitter es @gerardopinamx

México, DF, 1979. Profesor de Literatura Latinoamericana y Estudios Internacionales en Washington University St. Louis, autor de los libros Naciones intelectuales, Las fundaciones de la modernidad literaria mexicana (2009), El canon y sus formas: La reinvención de Harold Bloom y sus lecturas hispanoamericanas (2002) y de Poesía para nada (2005). Es editor de varias colecciones de ensayos sobre crítica literaria latinoamericana.

Gerardo Piña

Sergio Ernesto Ríos

Toluca, México, 1981. Ha publicado los libros: Piedrapizarnik, De cetrería, SEMEFO, searching the toilet in juárez av. y Mi nombre de guerra es Albión. Aparece en las antologías de

Ignacio Sánchez Prado

Román Villalobos

Lagos de Moreno, México, 1991. Actualmente estudia la licenciatura en Humanidades en la Universidad de Guadalajara. Ha publicado cuento y fotografía en las revistas Papalotzi y Pirocromo. Un poema suyo fue incluido en la antología Un canto me demanda, memoria de poesía laguense. Es colaborador en la radio universitaria, en un fanzine titulado Nos odian, y tiene un blog: noviembre30.blogspot.com


BonsĂĄi Literatura mĂ­nima

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