RLV3

Page 73

Bicentenario y Centenario

repatriarse, cosa que se no se cumplió en forma en forma cabal6,7. 8. Maudet, que ha tomado el mando, grita dando órdenes para guiar al combate lo que queda de la tropa. Alrededor de las cinco de la tarde se apodera de la escena una calma silenciosa; los mexicanos se retiran obedeciendo las órdenes de sus superiores. Maudet aprovecha la calma para contar a sus hombres. Por el costado oeste continúa el sargento Maire Morzicki y el cabo André Pinzinger con tres hombres; bajo la cochera en ruinas están los cabos Evariste Berg y Louis Maine con cinco hombres: Leonard, Catteau, Bartholotto, Wensel y Constantin. Al otro lado de la brecha sólo permanecían el cabo Charles Magnin y los soldados Kunassec y Leon Gorski. Esos eran los que quedaban, dieciséis de los sesentaicinco que formaban la 3ª Compañía. Afuera de las ruinas se escuchan voces. Bartholotto, que entiende el español, informa que el Coronel Francisco de Paula Milán está arengando a las tropas mexicanas: les dice que ya sólo quedan unos cuantos, que no los dejen escapar pues sería vergonzoso para ellos siendo tan numerosos; les ofrece recompensas por el Supremo Gobierno. Después de la arenga se escuchó un gran clamor y gritos. Maudet comprendió que el enemigo estaba listo para atacar. Tras el muro, por tercera ocasión se escucha una voz pidiendo su rendición. El silencio es elocuente, nadie en el interior quiere rendirse. El final de la batalla inició con un violento ataque por los cuatro costados. El Cabo Berg queda solo frente a una de las puertas que defendía y ya no tiene cartuchos; es rodeado por los atacantes y, tomado por brazos y piernas, lo sacan como un

La Batlla de Camarón y/o Ya se chingó la Francia

bulto. La entrada es libre y los mexicanos entran corriendo y dando gritos. Desde el ángulo sudoeste los legionarios disparan contra los atacantes haciéndolos regresar y se inicia un nuevo enfrentamiento a tiros. En diez minutos ya hay unos veinte cadáveres amontonados que obstruyen el paso. Vienen nuevos ataques, la entrada de la antigua brecha es forzada; los cabos André Pinzinger y Charles Magnin y los fusileros Hippolyte y Gorski con valor rechazan a los asaltantes que quieren entrar por la brecha. Algunos soldados mexicanos han logrado entrar por las ventanas de la casa y los toman de sorpresa por las espaldas; los legionarios ya sin cartuchos usan las bayonetas y dan la pelea, pero su desventaja numérica hace que vayan cayendo heridos y muertos. Sin embargo, hay una mención interesante a un hecho relacionado con la actuación de los belgas. En sus memorias, el barón Alfred Van der Smissen, que comandaba a la guardia de la Emperatriz, señala que recibió de un indígena mexicano, un mensaje del general francés Osmont, avisándole que le ayudarían a embarcarse luego de cubrir el flanco francés, y esté a su vez, le replicó que se pusiera en contacto con el general republicano Joaquín Martínez. “El objetivo era persuadirlo de que tomara inmediata posesión de Tulancingo y pudiera proteger al pueblo del pillaje que cometerían las numerosas bandas de ladrones que lo circundaban. El comportamiento de la gente durante la ocupación había sido de tal manera ejemplar –recordaba Van der Smissen con tono melancólico– que el pueblo merecía esa consideración”7. Si bien esta mención se hace con suspicacia en cuanto a su autenticidad, hay referencias de dos grupos “delictivos” (no, no me he brincado al siglo 21), que asolaban al valle de Tulancingo desde antes de finalizar la intervención y hasta algún tiempo 71


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.