REGIA # 16

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El depto es una habitación iluminada por velas. Se ve una pequeña mesa, un plasma colgado en una pared y una gran cama de madera. Como de dos plazas y media. Ella me recibe con un short de jean que exhibe un pavo de exportación y una remera de los “Doors” recortada por arriba del ombligo. Ya no tengo dudas: quiere rock. Nos sentamos en la cama. Mientras habla me cuelgo mirando su boca. Pienso que diría muchas más cosas si estuviera callada y le pongo la mano sobre los labios. Me mira sorprendida, luego muerde despacio mi dedo índice y sonríe. Con la remerita de los “Doors”

en el piso, empiezo a besar su cuerpo. Su panza es el camino más corto a la locura. Avanzo dejando una ruta de saliva. La miro, está rendida viendo mucho más allá del techo. Deslizo el short por sus piernas. Luego me desvisto. Ella busca y encuentra. Cata y aprueba. Las patas de madera rascan el parquet nerviosas. La cama tira un paso de murga y silva por todos lados. Sus uñas penetran en mi espalda y me muevo más ágil. Es pleno invierno pero nosotros ya estamos en carnaval. Empapados. La manejo como una muñeca y seguimos jugando. Por acá, por allá, por ahí. Cierro los ojos y me mareo,

la cama empieza a girar y me lleva. Trato de tomar aire y aguantar, pero no puedo… estamos en una terraza, de frente al mar, ella está agarrada de la baranda, yo la levanto de la cintura y meto carretilla. Recolección de frutillas. La estiro y entro. La estiro más y entro más fuerte. Grita y pide más. El mar está plano y me pasa toda la fuerza de su marea. Paso y voy. Una y otra vez. Con una mano la tomo de los hombros y nos hacemos más pequeños. Uso todo mi poder para que los dos quepamos en uno. Vuelvo en razón. Con una mano me seco el sudor de la

frente sin dejar de moverme. Respiro. La cama frota el piso más suavemente. La habitación arde. Ella me da vuelta y queda arriba mío, me mira y se ríe. Pasa su mano derecha por detrás de la cola, me saca de ella y se frota los labios con el rush xxx (y xxl), pone la cabeza donde corresponde y se hunde en un harakiri de vida. Mueve la cintura y goza más. Nos ahogamos en su humedad. El catre vuelve a girar pero esta vez no me marea. Las patas de madera se aflojan y sus piernas también. Ahora la que chilla es la nena… le toca viajar a ella

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TEXTO: LEO ORSOLINI ILUSTRA: BACTER.COM - 65 - - REGIA MAG -


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