Nº 1 Revista Digital de la REI en E-LEARNING

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ARTÍCULO / BLOG DESCONTRACTURAR LA FORMACIÓN VIRTUAL

con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegando en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso”. (Julio Cortázar, 1962. Extracto de Historias de Cronopios y de Famas). No trato con esto de hacer una apología de la anarquía didáctica, sino más bien llamar la atención sobre los excesos que supone constreñir el aprendizaje con propuestas didácticas homogenizantes, meticulosamente estériles e inválidas para las condiciones sociales y culturales en que se ubica la educación en la actualidad. Aprender, ese patrimonio subjetivo, es en realidad un evento tan dúctil, versátil, grácil, placentero, social y abierto que raramente calza en un plan tan estructurado e impersonal. De aquí la necesidad de descontracturar más los diseños de enseñanza abriendo la escuela a otros entornos educativos, a nuevos agentes de enseñanza y a otras herramientas de aprendizaje. La “ingeniería didáctica” debe estimar hoy en día estas nuevas variables. No obstante, el escrupuloso vicio de programar homogenizando el aprendizaje sigue siendo recurrente. En muchas jornadas pedagógicas he podido observar la apremiante necesidad de los docentes por conocer técnicas, “cómo hacer”, más que comprender el aprendizaje en sí. Creo que esto ocurre cuando nos preparamos para ser docentes y se asume que saber enseñar consiste en adquirir una batería de pautas didácticas como si de algoritmos se tratarán, “hacer X para conseguir Y”. Una vez instrumentalizados con esas técnicas de enseñanza creemos que pueden ser aplicadas para todo y todos sin reparar en el trasfondo que implica entender qué es el aprendizaje. Esto es, nos preocupamos más por saber cómo enseñar sin detenernos a conocer cómo es que se aprende. Como acción directiva existe un grado de planificación educativa, sin duda. Pero este marco no puede ahogar la potencia pedagógica de la diversidad, la riqueza del pensamiento divergente, la naturalidad del ensayo y error, la oportunidad de la cooperación, el asombro ante la espontaneidad o, simplemente, la alegría por aprender más allá de lo prescrito. Es necesario ajustar la programación a los ritmos de aprendizaje, pero no calzar diametralmente una sola programación al aprendizaje. La formación virtual es proclive a lo anterior, ya sea por lo estandarizado que pueden ser los cursos “enlatados”, por la estructuración del software educativo, por la necesidad de reducir costes, por la estimación de la interacción social como evento accesorio, o porque las acciones formativas están sostenidas en una visión mecanicista de cómo se aprende. La formación en condiciones virtuales, tal como se está manifestando hoy en día, abre la experiencia de aprendizaje a diversos eventos, voces y experiencias, no la estigmatiza en filigranas directivas unívocas. La virtualidad, o mejor la infovirtualidad que tiene a Internet como arquetipo, ofrece entornos educativos menos directivos y creo, por eso, más justos con la capacidad versátil que supone aprender al ritmo que marca la propia necesidad de querer aprender. Esta condición sociotecnológica, de aprender en y a través de Internet, está generando en la educación, superior especialmente, el progresivo desvanecimiento de la línea divisoria entre educación formal y educación informal que, además de acercarnos a la utopía de Ivan Illich, refuerza no sólo la idea de la educación a lo largo de la vida sino también la ruptura de moldes didácticos estructurados para poder “subir una escalera”. La escuela no es la última frontera de aprendizaje.


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