El linero Martínez, un muerto vivo

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El linero Martínez, un muerto vivo

En 1835, cuando el cólera se presentó por vez primera en Córdoba, también hizo mucho daño entre los vecinos de la calle de Almonas que, horrorizados, hacían sacar los cadáveres en cuanto creían que los enfermos acababan de expirar. Cuentan que un linero llamado Martínez sufrió la enfermedad y, juzgándolo difunto, le pusieron un hábito de fraile francisco y lo echaron en la caja, en la que lo conducían cuando volvió en sí cerca de la puerta Nueva y empezó a dar lamentos, preguntando a dónde lo llevaban.

Aturdiéronse los sepultureros y poniendo la caja en el suelo echaron a correr, dejando al infeliz en tan angustioso trance. Mas él, como pudo, levantose y se volvió a su casa, a la sazón que su mujer, demás familia y amigos estaban reunidos, los que al verlo entrar todos huyeron juzgándolo una aparición, sin


dar crédito a sus palabras, particularmente la mujer, que le demandaba lo que quería y le ofrecía mandarle decir alguna misa, hasta que de la súplica pasó al coraje, y el resucitado la convenció con un silletazo de que era la realidad y no un sueño lo que estaba sucediendo, por la censurable ligereza con que habían obrado.


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