Vida socialista 26 2 1911, no 61

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VIDA SOCIALISTA NUM. 61

15 CÉNTIMOS

MADRID, 26 DE FEBRERO

K-EIMIía-IO

CABELLO

AÑO 1911

15 CÉNTIMOS


•B

:::: VIDA POLÍTICA ::::

Aunque parezca mentira, una Asamblea republicana, á propuesta del Sr. Sol y Ortega, ha acordado que ingresen en la Conjunción las fuerzas que aquélla representa siempre que la Unión Federal Nacionalista Republicana, que pertenece á ella, haga una declaración de españolismo. ¿Cómo se le ha ocurrido tal proposición al señor Sol y Ortega, y cómo le dio sus sufragios la mayoría de los asambleístas? ¿En qué país viven el autor de la misma y los que la concedieron su aprobación? Hacemos estas preguntas en virtud de los hechos que conocemos y que conocen ó debieran conocer los miembros de la citada Asamblea. Públicas son las bases porque se rige la Unión Federal Nacionalista Republicana. Y conocidas éstas no hay por qué pedir á dicha colectividad una declaración de españolismo. Dice así la primera de dichas bases: «Los partidos que forman actualmente la izquierda catalana, aprueban estas bases y constituyen una sola corporación política, con el nombre de U. F. N. R. La Unión se propone trabajar por el reconocimiento de la nacionalidad catalana con todo el contenido de poderes constitucionales que atribuía Pi y Margall al Estado regional en lo político, en lo económico y en lo administrativo, con facultad de resolver todo lo referente á la garantía y defensa de la libertad y el orden, al juicio y fallo de las cuestiones entre Municipios, á la legislación civil y de procedimientos, á la legislación penal para todos los delitos no calificados de federales, á la organización de los Tribunales y á la imposición y cobro de los tributos.» ¿Cabe preguntar á los que han aprobado la anterior base si son españoles? En la base segunda dice, entre otras cosas, la Unión Federal Nacional Republicana: «Siendo el ideal de la nueva Corporación la unión federativa dentro del Estado español, condena expresamente toda aspiración separatista...^ ¿Conocían los asambleístas del teatro Barbieri lo que acabamos de copiar de la base segunda de la ya citada Unión Federal? Si la conocían, ¿cómo tomaron el acuerdo á que nos referimos? Y si la desconocían,¿cómo se atrevieron á resolver sobre un particular que no les era conocido? Pero vamos á dar por supuesto que la mayoría y aun la totalidad de la Asamblea de Unión Republicana ignorase lo que hemos reproducido de la susodicha base segunda. Lo que no es dable admitir, lo que no se puede suponer, es que no supiesen los que formaban aquélla, que la Unión Federal había ingresado en la Conjunción. El mismo acuerdo adoptado por la mencionada Asamblea excluye semejante supuesto.

¿Y qué ha tenido que hacer la Unión Federal para ingresar en la Conjunción republicano-socialista? Pues aceptar con su solo ingreso la finalidad de ésta. ¿Y cuál es la finalidad de la citada Conjunción, cuál la aspiración que la da vida? Como se ha dicho y repetido con suma frecuencia, la implantación de la República en España. ¿Procede, pues, en buena lógica preguntar si son españoles, si condenan el separatismo, á los que se han comprometido con los republicanos progresistas, con los republicanos federales, con los republicanos que siguen á Galdós, á Azcárate, á Melquíades Alvarez, á Soriano y con todo el Partido Socialista á realizar una labor nacional, cual es la que se propone la Conjunción? Firmemente creemos que no. Y á los partidos conjuncionados no se les pide más compromiso que ése: el de trabajar juntos por la pronta instauración de la República. Cumplido tal compromiso, libres son, como lo eran antes, de mantener sus respectivos programas. Nadie pone el menor veto á ninguno de los partidos conjuncionados, como nadie tampoco reconoce como suyo el programa de los demás partidos. Cada cual aboga par el que le es propio, haciéndolo cómo y cuándo le parece; pero siempre fuera de los actos de la Conjunción. En los que ésta organiza ni se trata ni debe de tratarse de más que de combatir el régimen monárquico y de llegar lo antes posible á su sustitución por el régimen republicano. El Partido Socialista español es una Sección del Partido Socialista internacional. Sin embargo, los partidos republicanos no le han pedido que hiciera tales ó cuales declaraciones. Y han hecho muy bien. Les ha bastado saber que el Partido Socialista está decidido á marchar de acuerdo con ellos para implantar la República en España. Igual conducta debe observarse con la Unión Federal Nacional Republicana. Esta ha venido á la Conjunción con el mismo propósito que los demás partidos republicanos y que el Partido Socialista, y no hay derecho ni razón para pedirle que declare esto ó lo otro. De la Conjunción republicano-socialista sólo deben ser excluidos los individuos que, con su inmoral proceder, deshonren la causa que la Conjunción persigue. Los demás, los republicanos y socialistas que quieran realizar una acción común encaminada á derribar pronto la Monarquía, y que ajusten los actos de su conducta ala consecución de este fin, deben tener las puertas de la Conjunción abiertas de par en par. Quienes en este sentido no trabajen, sea su significación poca ó mucha, no ansian de veras el advenimiento de la República. Pablo Iglesias.


IMPRESIONES SOBRE LA ARGENTINA EL JUEGO.—LOS PATOTAS.—LA USURA Y

LA

PROSTITUCIÓW-

Con el pretexto de la beneficencia pública ó con propósitos de mejora de la rasa caballar, el juego en Buenos Aires tiene los caracteres de una epidemia. Nosotros tenemos la lotería y ellos tienen ésta y además las carreras de caballos. La fiesta nacional, por excelencia,de los argentinos es ésta. Se anuncian en los periódicos, con más profusión que en los nuestros las corridas de toros, y al terminar el espectáculo salen extraordinarios dando cuenta del resultado de las carreras y en varios establecimientos públicos se anuncian las cotizaciones, que las gentes contemplan como un gran suceso. Un día solamente de la semana dejan de celebrarse las carreras de caballos, y siempre existe expectación por el espectáculo, al que acuden la gente rica y los altos personajes, incluso el presidente de la República, con alguna frecuen • oia. Está tan arraigado el vicio del juego, que los días de asueto bastantes obreros y empleados públicos y del comercio acuden sugestionados á jugarse sus pequeños ahorros. Este vicio ha ocasionado graves trastornos, tanto entre los de las clases altas, principalmente entre los jóvenes, que han llegado muchos hasta el crimen, y también entre los obreros. La siguiente estadística nos da una idea de la importancia del juego y del desarrollo que va adquiriendo (1): Millones de pesos Valor en millones AÑOS

1896 1897 1898 1899 1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907

jugados

de las emisiones

en los hipódromos.

de lotería.

13.681.398 13.156.400 15.219.088 18.752.726 17.643.492 17.114.628 17.183.152 24.681.018 27.474.026 36.327.092 47.218.602 60.324.824

25.955.0C0 27.885.000 23.985.000 24 920 000 25 940 000 26 955 000 27 830 000 28.800.000 30 560.000 30.520.000 30.980.000 31.117.000

Estas cantidades son sólo las jugadas en Buenos Aires, y cuenta que en los tres últimos años, de cuyos datos exactos carecemos, han aumentado las cantidades enormemente. Don Eusebio Gómez, del Instituto de Criminología, publica, en su libro La mala vida en Buenos Aires, lo que copiamos, para que no se nos pueda tildar de exagerados si habláramos por nuestra cuenta: «Si clasificáramos á los habitantes de Buenos Aires en distintas categorías, siendo una de ellas la de los laboriosos, vale decir, la de los que ejercitan el trabajo obedeciendo á una tendencia ó (1) Datos tomados del Sr. Alberto B, Martínez.

en el concepto de cumplir con un deber, llegaríamos á comprobaciones desconsoladoras y tristes; más tristes todavía si los clasificados fueran sólo los jóvenes, y en especial los jóvenes argentinos de cierta posición social. No comprenden las satisfacciones del esfuerzo cumplido, y el trabajo es para ellos un baldón de ignominia. Si su condición económica no les permite vivir en la holganza, buscan el empleo público, el refugio obligado de los ineptos, en el que dejan deslizar su existencia, esperando tan solo el último día del mes para cobrar el sueldo. Pero, á pesar de todo, no les faltan horizontes: ¿acaso su físico, más ó menos agraciado, su porte distinguido, su elegancia en el nudo de la corbata ó en el corte del jaquet, y otros detalles por el estilo, no les autorizan para aspirar á la dote de alguna rica heredera? Todo es sacrificado, todo, en homenaje á una sola preocupación: la de vivir bien y sin trabajar; sobre todo eso: ¡sin trabajar...! Donde no hay amor al trabajo, donde no hay tendencia al mismo, el termómetro de la moralidad marca cero, indefectiblemente. Y es por ello que en esta gran capital del Sud, frente á sus progresos que asombran á cuanto extranjero nos visita, frente á las maravillas de una civilización harto avanzada en el orden material, ofrécense al ojo del observador desprovisto de prejuicios, las lacras más vergonzosas que suponerse puedan. Vemos así cómo la juventud se pervierte en los hipódromos, á los que dedica tres días de la semana, por lo menos; vemos esa juventud desplumándose en los garitos que se llaman clubs, ó embriagándose en las tabernas elegantes para luego salir en grupos (patotas) á promover desórdenes en las casas de tolerancia; la vemos en los partidos políticos militando sin otra mira que la de obtener un puesto rentado, y en los comicios electorales la vemos también, ¡oh vergüenza!, vendiendo su voto al mejor postor. Quiere decir, entonces, sin que ello importe negar la existencia de virtudes,ni desconocer honrosísimas excepciones, que hay en el fondo de la sociabilidad porteña un dejo de inmoralidad, que por desgracia no tiende á desaparecer sino simplemente á traducirse en nuevas formas, evolucionando según las mismas leyes de la evolución de la criminalidad: do la violencia al fraude.» Los usureros es otra de las lacras sociales que hace presa en la juventud, principalmente entre" los empleados. Un 75 por 100 del personal de la administración pública está pendiente de la usura, que cobra unos réditos de un 10 por 100 mensual, á pesar de los Bancos de empleados y de las facilidades que se dicen existen para adquirir en ellos préstamos con un interés prudencial. De la mala vida en Buenos Aires, á la que dedicamos el artículo de hoy, la prostitución y el homosexualismo es otra plaga que asóla la ciudad bonaerense. Parece increíble el número de prostitutas y de invertidos que pululan por la población. A cualquier hora del día y de la noche se ven las palomitas del amor acompañadas de la clásica Celestina, todas elegantísimas, eso sí, y á veces con


ellas va lo que se llama en París, traducido al castellano, un Alfonso, j que allí está bautizado con el de canfinfiero. En Buenos Aires existe una vasta Empresa de carne humana, en la que negocian personas respetables que tienen sus agentes, caftens, esparcidos por Europa con la misión de reclutar mujeres para el burdel. Estos caftens ó reclutadores hacen su principal acopio en Rusia y en ciertas regiones de Alemania, y en cuanto reclutan media docena, para no llamar la atención, emprende el viaje con ellas, mintiéndolas una ocupación en buenas casas, que ellas, por no conocer el idioma, creen hasta el momento en que ya están en el lupanar. Antes, cuando un rufián á sueldo de las Celestinas tiene el encargo de agenciar nuevas pupilas, va á ciertas casas-mercados donde existen varias mujeres, y como el tal rufián suele ir bien vestido, el pretexto al escoger es que necesita prohijar una ó dos señoritas, y después de hecho el trato con el dueño las conduce ¡dprostibtílo, donde, tarde ya, las infelices se dan cuenta de su situación, de la que, ¡ay!, no saldrán jamás. Dice el mismo Sr. Gómez hablando de la prostitución: «La trata de blancas es llevada á cabo por una especie de asociación internacional, de vastas proporciones, que cuenta con banqueros y con una multitud de agentes, corredores y conductores de ambos sexos que se ocupan de este tráfico, en las entrañas mismas de la cultura y de la civilización, con el propio desenfado con que podrían dedicar-

se á cualquiera otra transacción de carácter lícito. El desarrollo alcanzado por la prostitución en Buenos Aires, como consecuencia de su asombroso crecimiento, ha hecho de esta ciudad un mercado de primer orden para la importación de carne humana.» Los prostíbulos donde rinden sus encantos son reducidos, y en ellos, están ellas de una forma impúdica, claro que allí eso parece lógico. La propaganda no sólo es personal ó directa sino por medio de impresos. A lo mejor se le acerca á uno un señor y le da una tarjetita elegante, como el que la ofrece suele ir bien vestido, parece mal no tomarla, y al leerla se encuentra uno con ésto: «Purificación Esther, ofrece á usted su linda casa en la calle San Juan, número ... Hay señoritas recién llegadas de Europa.» Otras veces le regalan una fosforera de caoba bien hecha y de algún valor, y dentro, grabadas, están las señas de otra casa. Otras veces, espejos y mucosas jiaradar áconocerlamercancía. La prostitución en Buenos Aires, es una prostitución en todoslos sentidos. Lasmujeres délos lupanares, que quieren conservar la belleza, por ser la única herramienta con que poder ganarse la vida, realizan todos los actos repugnantes que podemos imaginar. Claro, tienen que conservarse, y creen conseguirlo atentando contra los sentimientos de un amor natural y fisiológico. T. Alvarez Ángulo.

SOIFL^

que se adornan para valer algo los que nada valen. Pasó por las fábricas, por los talleres, por los campos y me impregné de la salubridad de muchos sudores sin recompensa; permitiéronme apenas asomarme á las minas y recogí el aliento cansado de miles de hombres. Atravesó las naves de los santuarios y halló al crimen y á la pereza moralizando; tomó de allí acres olores de vil incienso. Escurrime en las cárceles, y acaricié á la infancia prostituida por la justicia, al pensamiento encadenado en las bartolinas y vi cómo mirladas de insectos chicos comen la carne de insectos grandes. Forcé cuarteles, y vi en sus cuadras humillaciones, brutalidades, vicios hediondos, una academia de asesinato. Entré á las aulas de los colegios, y vi á la ciencia en amistades con los errores y los prejuicios; á seres jóvenes, inteligentes, en pugna recia por adquirir certificados de explotadores, y vi en los libros derecho inicuo que da derecho para violar todo derecho. Pasó por valles, por serranías; silbé en la lira de los tiranos, que la han formado las cuerdas tiesas de los ahorcados en los ramajes de las florestas. Traigo dolores, traigo amarguras, por eso gimo; traigo resignaciones, vengo del mundo, por eso asfixio. —Vete, 11 gera brisa; quiero estar solo. Fuese la brisa, pero en la cabellera bronca del vagabundo quedó apresada la angustia humana.

—Las mansas multitudes hacían un ruido como de rebaño en el esquiladero; rodeábanme la brutalidad, la infamia, la adulación, la mentira, la vanidad; cansáronse mis nervios; huí de la Mudad porque sentíame prisionero en ella y vine hasta esta roca solitaria que será el mausoleo de mis fastidios. Solo estoy por fin; la ciudad y sus ruidos quedáronse muy lejos; libre soy de ellos; respiraré otro ambiente; el murmullo de la Naturaleza será la dulce canción que escuchará mi oído. De pie sobre el alto cantil sonríe el vagabundo. Llegó ligera brisa, y á los pulmones del vagabundo penetró algo asfixiante; oyó que en las madejas de su cabellera bronca gemía una voz extraña. —¿De dónde vienes tú, brisa ligera, que causas ansiedades y tristezas lloras? —Vengo de largo peregrinaje. Pasó por las cabanas de los peones y vi cómo nacen y crecen esos esclavos; con mis dedos sutiles toqué las carnes sin abrigo de los pequeños, los senos lacios y enjutos de las madres, feas y bestializadas por las miserias y los maltratos; toqué las facciones del hambre y de la ignorancia; pasé por los palacios y recogí el gruñido de las envidias, el regüeldo de las harturas, el sonido de las monedas contadas febrilmente por los avaros, el eco de las órdenes liberticidas; palpé con mi mano invisible tapices, mármoles, dorados, i ) / u , coa

En rachas fuertes llegó otro viento, intenso y formidable. —¿Quién eres tú? ¿De dónde vienes? — Vengo de todos los rincones del mundo;


traigo el porvenir justiciero; soy el aliento de la Revolución. —Sopla, huracán; peina mi cabellera con tus dedos terribles. Sopla vendaval, sopla sobre mi cantil abrupto, sobre los valles, en los abismos, gira en torno de las montañas; derriba esos cuarteles y esos santuarios; destruye esos presidios; sacude esa resignación; disuelve esas nubes de incienso; quiebra las ramas de esos árboles en que han hecho sus liras los opresores; despierta á esa ignorancia; arranca esos dorados que representan mil infortunios. Sopla huracán, remolino, aquilón, sopla; levanta las arenas pasivas que hoUan los pies de los camellos y los vientres de las víboras y haz con ellas proyectiles ardientes. Sopla, sopla, para que cuando la brisa vuelva no deje aprisionada en mi cabellera la horrible angustia de la Humanidad esclava. Práxedis G. Guerrero.

DOCUMENTO DEL SIGLO XX Ministro á gobernador: Solucione huelga. Antes convocar Junta de Autoridades y resignar cuando exija usted á panaderos mantenimiento del orden. Gobernador al ministro: Solucionada huelga. Recibo plácemes fuerzas vivas. Vuelve vida ordinaria. Trenes llegan con retraso. Robos sin importancia. Asesinatos con carácter ordinario. Tres incendios sin otras complicaciones. Restablecida normalidad. Ministro á gobernador: Felicito también á vuecencia. Silverlo Lanza.

Pensamientos de Costa. ... El agua es trigo, es lana, es fruto, es carne. ** * Necesitamos, por encima de todo, un Parlamento silencioso y un pueblo silencioso. Los españoles no se nutren y se acuestan la mitad de las noches con hambre. * ** Del Ebro ha de partir el impulso para esta obra redentora, para la política hidráulica. Fuera de esa. política, España no verá su resurrección.

NOTAS INTERNACIONALES

U n a eiteelente

lección.

¿Se entera usted, señor Maura? Durand, el que un Jurado de clase condenó á la guillotina^jor ser secretario de la Sociedad de carboneros de El Havre, ha sido puesto en la calle mientras se revisa su proceso. No han hecho en Francia lo que usted hizo con Ferrer: fusilarlo primero y asistir luego á los debates parlamentarios sobre el asesinato jurídico. Los gobernantes franceses tienen todavía el pudor suficiente para detener los ímpetus de venganza. Cierto, sí, que la clase capitalista ha tenido encerrado á Durand por espacio de unos cuantos meses en la celda de los condenados á muerte; pero no es menos cierto que Durand está hoy libre y preside mítines sindicalistas. ¡Está libre!, ¿lo oye usted, señor Maura?, ¡libre! ¡Oh!, no se ponga usted moños. Sabemos perfectamente que sus mejillas tienen el privilegio de no ponerse coloradas. A usted le basta por el riiomento, para vivir satisfecho, con parecerse al vizconde Katsura. ¡Ferrer!... que proteste ahora. No, no sea usted tonto, no se apure; eso no es nada. Y sobre todo pudiendo contar, al cabo del tiempo, con una colección de voluminosos tomos sobre el proceso célebre, editados por el democrático Gobierno canalejista. Otro cualquiera se sentiría humillado ante la tardía—convengo—lección dada por el renegado Briand; pero usted... ¿para qué?, ¿acaso no es usted una fuerza en el país?... Claro que sí; el que tiene el tupé de elogiar la obra de Costa sin que haya nadie para recordarle que aun hay vergüenza en este mundo, es que es una fuerza. No, la lección no es para Maura; la lección es para la clase trabajadora española. Porque Durand hubiera ya muerto guillotinado si no existiera en Francia una organización socialista y sindical lo suficientemente fuerte y decidida para impedir una infamia. Porque Durand ha sido salvado gracias al esfuerzo del Partido Socialista y de las Sociedades obreras, y gracias también á la campaña de la Prensa proletaria y especialmente de L'Humanité. Hay que aprovechar la lección. Cierto que hoy en España le sería más difícil á un Maura el fusilar á otro Ferrer; pero para que eso no suceda ni en hipótesis, es necesario vivir prevenidos; es necesario contar con una organización que se imponga y con una Prensa obrera que denuncie diariamente los tejemanejes de los multicolores bandos políticos... Vamos á ver: ¿habéis pensado en El Socialista diario? Emilio Corrales.


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iDj^isrz;^ Ijitepatufa

masculina.

Observo en los escritos de los luchadores actuales una vacilación académica que contrasta con el acicalamiento de la literatura aá iisuwi limpita, rizadita y perfumadita. Biología por todas partes. En los p r i m e r o s pasos de las letras fenómenos paralelos á los fenómenos de la infancia. El niño sano, fuerte, vivo..., patalea en el i-egaZQ de la madre y pide, en una protesta de manotadas, la estación vertical. Puesto en pie, corre tras la pelota ó tras las gallinas. Cada tropezón es un himno á la vida. " El niño enfermizo hace sus estudios autodinámicos de la mano de «mademoiselle»; no siente impaciencias, y el p r i m e r día que sale á paseo — con sus guantes blancos y su bastón — vuelve á casa contando, con los fríos y correctos modos de papá —el licenciado Fulano—, que las señoras le han llamado elegante y bonito. De la marcha prematura nacen los coscorrones y las grandes conquistas. De los niños que no anduvieron hasta ser dados de alta facultativa no puede esperarse más' que — antidanza —figuras de rigodón.

cutía tercamente jugadas de tute y ( r MANTENÍA ó MANTENIENDO) pugilatos nobles de macho de perdiz, la marejada... etc.», en que, como se ve, la puntuación es también distinta. Sin el verbo que he puesto entre paréntesis, «discutir» concuerda con «pugilatos» en un sentido que indudablemente no ha querido darse á la fi-ase; originando, en todo caso, anfibología y obscuridad. El «régimen» ondea también bandera roja en la palestra de Luquero: «... un estante dejaba á mano izquierda ver...», en lugar de «... dejaba ver á mano izquierda...» ¡Triquiñuelas! He profanado, de sobremesa, en un día de mala digestión, «el drama horrible de una vida robada á la libertad en plena ñoración; y la elegía de una muchacha triste, sola con s u hijo, venido á la tierra en tremendas circunstancias de desamparo y dolor...»; El ensueño roto, que me proporcionó un contrapunto : summusjmnegyris mei. A. H e r n á n d e z - C i d .

«H^sia u n a n u e v a égida.» Subtítulo de El ensumo roio, novela sociológica de N. Hernández Luquero. «Cuando el pueblo comenzó á enterarse, es decir, á las pocas horas —la reunión celebróse en el rincón de un café después que se retiraron los asiduos: gente que discutía tercamente jugadas de tute y pugilatos nobles de macho de perdiz—, la marejada fué tremenda, solapada, como las marejadas de aquel pueblo y de todos los pueblos como aquél y de todos los pueblos.» Pásese el término de la conjunción flnal, que si en buena lógica y en buenas matemáticas anula el anterior, puede tolerarse al autor, que escribe con frescura, corrigiendo ó complementando una idea, sin cuidarse de b o r r a r l a huella del tropiezo mental. Y vayase al inciso. El inciso es innecesario, mejor dicho —y aquí debería yo pasar la pluma sobre las palabras «es innecesario»—, no hay tal inciso: la idea interguionada guarda conexión íntima con la fundamental, de la que es una aclaración. El párrafo analizado tiene, en «buen castellano», esta construcción: «Cuando el pueblo comenzó á enterarse, es decir, á las pocas horas de celebrada la reunión en el rincón do un café, después que se retiraron los asiduos, gente que dis-

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—Este Canalejas os va á fastidiar con la ley de Asociaciones. ''—Mientras no disuelva la asociación que tú y yo tenemos formada...


Córao ha? que luchar, Hay que luchar por la vida, es verdad. Hay que luchar por el bien, por el derecho, según quiere Iheiring. Pero nunca es buen arma la violencia, la cual, destructora en la mayoría de los casos, si ediñca alguna vez, jamás produce obra sólida y estable. Un nuevo golpe de fuerza lo echa abajo todo. A menudo, muy á menudo, los resultados que trae consigo el empleo de la violencia son totalmente •contrarios á los que. perseguimos. No obstante, pocas son las cosas que más atractivos tiene para la generalidad de los hombres, y no digamos para los españoles. Tenemos verdadera superstición por ella. Nos gusta la prepotencia como á nadie. El ansia de ser algo, de mandar, de imponernos á otros, nos subyuga. De niños, de jóvenes, de adultos y de viejos lo que procuramos ante todo es quedar encima: la situa•ción contraria nos produce humillación y desesperación. Y, por otra parte, á todas horas estamos solicitando de los Gobiernos que lo improvisen todo, que hagan milagros, es decir, que nos den lo que no tenemos y creen lo que nos haga falta, á golpes de fuerza, pues esto, al cabo, es lo que vienen á significar las leyes. La lab9r legal, como los mandatos é imposiciones de todo poder, proceda de arriba ó de abajo '(según acontece en las algaradas ó en ciertos movimientos de las muchedumbres), es siempre revolucionaria y violenta; torrente que crece de manera desmesurada un día y se queda al otro día seco. Hay que huir de esc á toda costa, si pretendemos obrar racionalmente y construir algo de utilidad durable. Hemos de hacernos el cargo que la mesura, la moderación, y al propio tiempo la firmeza, ejercidas constantemente, cual norma ordinaria de vida, encierran un poder creador al que TÍO iguala el del más alto soberano ni el más poderoso ejército. El mundo no se ha hecho en seis días, sino en muchos miles de años, si por acaso podemos decir que se halle alguna vez concluido. Si nosotros queremos contribuir á su recreación ó mejoramiento, pidamos gentes que luchen por conquistar esa mejora; pero que luchen callada é incesantemente, sin desalentarse un momento, con la valentía humilde del héroe anónimo que consume su vida en el trabajo diario; no que desplieguen de una vez grandes energías, ganen una acción, que frecuentemente es un atropello, y •que después, embriagados en su victoria, se encojan arrogantemente de hombros en presencia de todo cuanto suceda, se echen á dormir y dejen •que «ruede la bola». Pedro Dorado Montero.

VÍNCULOS QUE AMANSAN Paró el carro junto al andamio. A recibirle salieron varios operarios, sudoroso el curtido rostro, polvorientas las encallecidas manos y salpicadas de cal y arena la larga blusa; entre ellos iba León, empuñando gruesa y pesada palanca. —Buena carga, compañeros—dijo señalando al carro, que crugía bajo formidables piedras de granito —. Vamos allá — añadió saltando sobre ellas y metiendo la férrea barra por entre los espacios que las separaban. Emprendieron todos la tarea de echar al suelo aquel peso que gravitaba sobre el carro arrancando ayes de sus tablas. ¡Uuuupü—decía el hijo pequeño del amo remedando la señal que, para aunar el esfuerzo, coreaban los obreros, y saltaba haciendo rodar un aro por entre los montones de arena, cal, ladrillos y piedras destinados para la obra. Ya sólo faltaba una que bajar del carro; la mayor, larga y de rugosas caras. León saltó á tierra para abreviar con su palanca la caída. Un tercio de la mole granítica estaba ya fuera de las tablas; un golpe, un impulso más y caería al suelo. ¡Uuuupü — corearon los trabajadores, y ante su empuje, el pesado lingote de roca se inclinó para caer... Fijos todos los ojos en la caída, que el último esfuerzo inició, no vieron que, en aquel momento, el niño del aro, el hijo del amo, asomaba la cabeza bajo la enorme piedra: había ido por su juguete que rodó entre las ruedas del carro. Al darse cuenta de ello, un grito de terror se escapó de los labios de todos. Con la velocidad del rayo León tiró la palanca y, cuando aun la mole se suspendía en el aire, metió bajo ella un hombro, recibiendo todo su peso y evitando con ello que, al final de aquella caída, acompañase el de la vida del tierno infante. Sobrehumano fué el esfuerzo, y León quedó extenuado de fatiga. El carro marchó, siguió el niño jugando, los obreros reanudaron su anterior trabajo y León sentóse á descansar un momento sobre la piedra, cuyo intento homicida supo frustrar. Contados minutos llevaría sentado, cuando oyó á su espalda la imperiosa voz del amo que le tronaba: —¡Bien! ¡Perfectamente! Para un día que se me ocurre el venir... te encuentro tumbado. ¿Es así como ganas lo que te pago? Anda, vago, al trabajo, que no ganas lo que comes... León se irguió lívido, descompuesto, miró al amo de pies á cabeza, y al avanzar hacia él, vio allá, en el fondo de la estrecha calleja, una mujer con una cesta al brazo y un niño que, saltando, le hacía señas con la gorra en la mano: eran los suyos que le traían la comida. Al verlos, León se detuvo, volvió el cuerpo con la cabeza baja y murmuró, limpiándose el sudor con la manga: ¡¡Si no fuera por ellos!! M. Sánchez Galí. Deseando corresponder al favor que el público nos dispensa, en breve empezaremos á publicar en nuestras columnas una novela inédita, del distinguido escritor Pedro Luis de Gálvez, titulada Los siete pecados capitales.


CARNAVAL UNA BROMA QUE MO ES BROMA

Se agolpó la mascarada; formó un corro amplio y se oyeron voces distintas: —¿Qué pasa? ¡Pobre liombre! ¡Un borracho! Corresponden estas tres distintas exclamaciones á tres distintos seres: un curioso, una jovencita y un... ¿Cómo calificaríamos al que piensa que un hombre caído en el arroyo es un borracho? * * * En la plaza del Cardenal Belluga, junto al jardín, un hombre cayó de bruces contra la acera, salpicando de barro sus ropas, ropas humildes. Era un hombre viejo, de barba y cabeza blancas, como los copos de la nieve. Su mano derecha, cerrada, aprisionaba fuertemente un coquetón antifaz negro, guarnecido de una puntilla estrecha y blanca, del que se evaporaba un sutil y delicado perfume de heno. Las comparsas alegres de hombres y mujeres que acudían á la Glorieta á lucir, unos, sus lindos trajes de clonws y otros, sus sátiras y sus burlas, paráronse de repente y formaron corro alrededor de aquel pobre viejo que,auxiliado por unos guardias, se levantaba y se dejaba conducir, aunque con trabajo, hacia el colegio de San Fulgencio. Algunos curiosos les seguían, y vieron que, un poco más allá del colegio, por una puerta verde y grande con postigos que hay junto al Instituto, á la espalda del hospital, penetraron los guardias que al viejo conducían. La puerta verde y grande con postigos abrió sus hojas y se cerró tras ellos. * * * —Yo ruego á ustedes me dejen pasar, pues soy de la Prensa y necesito enterarme del suceso ocurrido; aquí tiene mi tarjeta y mi nombramiento de redactor del ***. Ante esta declaración, fui conducido por un empleado á la sala general de hospita', no sin advertir que detrás de mí entraba Rovira, mi amigo Rovira, que era entonces juez del distrito de la Catedral. Entramos. En el centro de la sala, sentado en un sillón de madera blanca, estaba el viejo. Tenía toda la cara ensangrentada, revuelto y enmarañado el pelo de la cabeza y barba, los ojos (unos ojos azules y tristes que se escondían bajo la carnosidail de las cejas) desencajados, de los que salían á torrentes las lágrimas. En mi vida vi rostro igual de angustia y de tragedia. Todas sus facciones estaban descompuestas; sus manos, unas manos huesudas y blancas, estaban crispadar, como garras de fiera, sujetando, la una, su sombrero viejo, lleno de fango, y la otra un antifaz negro, coquetón, digno de haber sido llevado por una damisela parisina. Acudieron algunos practicantes y comenzaron á lavarle la cara y á pegar trocitos de tafetán so8

bre una cicatriz que apareció en su frente, después que se vio limpia de aquellas manchas de sangre y barro... Se desalojó el salón. Rogué al Sr. Rovira—Juez y amigo— me permitiera permanecer en aquel sitio, pues me interesaba vivamente aquel hombre: me fué concedido el favor demandado, y... por eso puedo contar la declaración que prestó aquel simpático viejo. La interesante y emocionada declaración que ante el Juez prestó, y que yo oí de sus labios, fué la siguiente: —¡Carnaval, Carnaval; mentira eterna!—balbució el desdichado; y tras una pausa, y requerido por el señor Juez, habló así:— Perdón, señores, si no me expreso con la corrección que ustedes merecen. Yo justificaré ante vuestros ojos lo ocurrido sin omitir detalle alguno, aunque esto sea para labrar mi desdicha. No fué grave falta, pero fué falta al fin: ustedes, los encargados de hacer justicia, juzgarán mi acción de hace poco más de una hora. Ya ven que soy viejo (prosiguió aquel hombre con algún trabajo y no poca pena). Ya ven que. soy viejo. Habito en la alam ?da de Monte Agudo, allá en la Puerta de Orihuela, en una casita pobre,, pero limpia, que hay pasadas las ocho primeras casas después del fielato. Soy rnilitar retirado, casado, y vivo allí con mi mujer, va ya para treinta años. —Bueno, explique... (dijo mi amigo el JuezRovira interrumpiendo al viejo.)—A eso voy (arguUó el desdichado). Hoy, primer día de Carnaval, después de comer, dije á mi esposa: —Marta, voy á Murcia, quiero recordar mis buenos tiempos^ quiero ver si aun sirvo para que me den bromas las mascaritas. —Quita de ahí vejestorio. ¿Dóndevas tú ya?—dijo mi esposa. —A ninguna parte, lo sé—repuse—, pero quiero mezclarme como en otro tiempo entre el burdel de la gente; que me crean un viejo enamoriscado; déjame, quiero divertirme' un rato. Y después de una escena de zalamera evocación conyugal, salí de mi casa á eso de lascuatro de la tarde. Anduve toda la calle de la Puerta de Orihuela, Sinta Eulalia, y por la calle de San Antonio fui á la plaza de los Apóstoles, y de allí á la del Cardenal Belluga. Quería ir á la Glorieta, pero vi uní comparsa de muchachas jóvenes, muy elegantes y muy caprichosas, y me dotuve. ¡Nunca lo hubiera hecho! ¡Sabe Dios que me arrepiento! D« aquel grupo se destacó una mascarita con el pelo rubio, disfrazada de estudiante, y acercándose donde yo estaba, y cogiéndome por el brazo, dijo así: —Ven aquí viejo cascal. ¿Dónde vas tú ya, amigo mío? ¿No sabes quién soy? ¿Nome conoces? —No, hijíi; yo veo poco, y con careta...—repuse. Y conduciéndome junto á la verja del jardín, díjome la impía: —¿Por qué has dejado sola á tu mujercita? ¡Pobre Martita! Ten cuidado, ten cuidado... Iba á marcharse, pero la detuve.— ¿Qué quieres decir con eso?—le pregunté—. Nada —me dijo. —Habla—bramé yo. Y, tras una pausa.


siguió aquel demonio con careta: —¿No comprendes, viejo amigo, que tu mujer es más joven que tú? ¿Para qué sales de casa sin ella? ¡Para que el otro!... No dijo más, porque le tapé la boca. —Calla, calla —la dije — ; máscara malvada, calla. ¿Quién te ha dicho esa infamia? ¿De qué boca oiste esa crueldad? —Lo sé yo sola, porque lo he visto. Adiós, amigo. —No, no te irás—decía yo cogiéndole la capa. —Dime un nombre. ¿Quién, quién es? —Tu mayor enemigo, Joaquín... En ese momento me arrojé á la máscara y le quitó la careta: pero no pude verla la cara; huyó, huyó, no sin darme un fuerte golpe en la cabeza con una pandereta, que me hizo dar en tierra con mis pobres huesos... * * Quedó el viejo como si regresara de una larga carrera, fatigoso, trémulo, agónico. Mi amigo el juez Rovira se acercó á una mesa y comenzó á escribir. Yo quedé estudiando aquel rostro venerable, aquella cabeza apostólica del viejo, y pensé: Calumniar la honra de un pobre hombre anciano, es una crueldad enorme. —Hizo usted bien—dije al viejo—; bien puede agradecer aquella mascarita que dio broma á un anciano. De ser á mí... —¿Usted cree?... Díjome elevando hasta mí su vista humilde y dolorosa, que recordaba la de aquellas cabezas rojas que hay en un célebre cuadro de ánimas. —Creo, que si á mí se acerca y me dice lo que á usted, hago una atrocidad. —¡No podía, no podía..! mejor dicho, no debía. —Es natural—exclamé abundando en sus razones—, nadie debe tomarse la justicia por su mano. Aun suponiendo que aquella máscara dijera verdad... El viejo me interrumpió: —¡He ahí el problema, señor!—Y bajó su vista, inclinó la frente y apoyó el mentón sobre el puño que, nervioso, febricitante, aprisionaba un antifaz negro y oloroso. —¿Qué problema? Aquel anciano se levantó del amplio sillón donde reposaba, me cogió de la mano y me separó un poco al fondo de la sala, mirando siempre, temeroso, hacia el Juez, con ojos desencajados y húmedos, saliente el mentón y contraídos los labios en una mueca caricaturesca. Después, dijo gravemente, como queriendo clavar en mi oído cada palabra que pronunciaba: —Lo que dijo aquella máscara, es verdad, verdad, verdad... ¿Lo oye usted? Y... Hubo una transición inexplicable, dolorosa. Aquel enérgico abuelo, de faz dura ó imperiosa, dichas que fueron sus palabras delatoras, se tornó infantil, dulce, angelical..., y un copioso llanto comenzó á rodar por sus mejillas, mientras decía á|intervalos: —Yo losé todo,señor;sé quesoy viejo, muy viejo, y ella es joven, muy joven, ¡y hermosa!

¡Es natural! Sería quitarle la razón á la vida, á la dictadora, á la Naturaleza. Ella es joven; yo soy viejo... ¡Es natural!.. ¡Es natural!.. Yo lo sé todo, lo sabía todo antes, lo sé ahora, pero... Aquí vuelve otra vez aquel ser raro á tomar aspecto lúgubre, de ñera ci-uel. Enrojeció su cara, atenazó mi brazo con su huesuda mano, y bramó así: —Pero quería ser yo solo el dueño de este secreto, y hoy, hoy que me he enterado que no soy solo; hoy que hallé á uno que sabía lo que yo quería guardar para mí solo, quería matarlo. ¡Infame! ¡Turbar la paz de mi esposa!.. Porque ahora, señor mío, no hay otro remedio. He de privarla de todo... ¡De todo! ¡Hay que salvar la dignidad! Dionisio Sierra. Cartagena, 1911.

Al entrar en máquina este número hemos recibido la visita del Juzgado Militar con el objeto de recoger el número 59 y notificarnos su denuncia por un cuento, firmado por Juan Ramón ¿amoneda, titulado La patria de los pobres. Es un nuevo desafuero de la maliíadada ley de Jurisdicciones, porque en el indicado cuento no hay nada que contenga materia punible. El autor ha sido citado por el Juzgado con apremio de veinticuatro horas. El Juez, Sr. Golfín, ha estado muy deferente con nosotros.

—¿Qué quieres, niño? — Vengo d confesar. — Vienes equivocado, pequeño; aqui sólo nos encargamos de confecciones de señora; las confesiones^ espirituales son en la tienda de más arriba.


sión nuestra y para apagamiento de aquellas arrogancias, de las que fueron testigos los claustros de cierta Universidad castellana. Si algún día no fuese el SociaPero es que se parte de una falsa base para perlismo aspiración de los miserables, podia convertirse en aspifeccionar y verificar las estadísticas de la producración de los justos. En el campo económico-social, dos opiniones, ción. Por lo general, se compara la época de la •dos ideas, ó, por decir mejor, dos leyes, se disputan manufactura gremial del régimen corporativo anterior á Turgot y á 1791, con la gran industria de el dominio de la evidencia y del pensamiento. Dice la ciencia burguesa al tratar del paro for- nuestros días, en lugar de establecer los cómpuzoso producido por la introducción del maquinis- tos desde la introducción del maquinismo indusmo industrial en la producción: «Una necesidad ó trial que incorporó el más grande contingente do trabajo que se pierde, viene á ser sustituido por trabajadores y elevó á su mayor intensidad pootra necesidad ú otro trabajo nuevo que nace; la sible la creación—digámoslo así—de productos, máquina que arroja obreros del campo, de la fá- hasta el momento actual, en que se computa y brica y del taller, los lleva á los nuevos estable- se compara. Y de esta suerte, el fenómeno engaña á los poco cimientos de industrias donde se construyen esos ingeniosos artefactos de hierro, de igual modo avisados y se neutralizan aspiraciones de justicia que el ferrocarril recibió para el transporte rá- dignas de más vida y lozanía. Mas, al tiempo que con los datos estadísticos pido á los antiguos mayorales de las diligencias burgueses se quiere obligar al pensamiento á rey precisó un número de trabajadores inmensamente mayor que los dedicados á esta vieja pro- conocer en la miseria un mal inevitable y sin remedio, dando de lado el pavor que en realidad fesión,» Y con tales aparentes armonías pretenden los sienten los bien hallados por la fatal catástrofe de economistas antisocialistas y liberales destruir las este régimen social caduco, se declara por otra consecuencias últimas de la tecnología que, con parte la verdad de nuestra profecía al cambiar el su maquinismo (construido, á la vez, por medio objeto del problema. Si nosotros, los visionarios de otras máquinas), consigue que «la producción de una sociedad ideal, preconizamos la ruina del aumente en cantidad y velocidad, ó se economice presente fundándonos en las observaciones sugetiempo relativamente al esfuerzo humano, cada ridas por la economía política y la cuestión del trabajo mecánico, los adversarios se encargan de vez menos necesario. Simplificando los t é r m i n o s del problema, cantar las excelencias de la máquina y de demosvamos á enunciarlo en la forma precisa, conocida trarnos que, lejos de condenar al trabajador á la por todos: La maquinaria, ¿ahorra trabajo hu- inacción, le proporcionan nuevas labores, por mano? La maquinaria, ¿lanza á los trabajadores virtud de ciertas y determinadas armonías á que hemos aludido en el curso de este artículo. al paro forzoso? Y tanto y tanto se extravían en su camino, que Hay quien resuelve estas preguntas con una roal fin llegan á coincidir con nosotros y nos dicen tunda negativa. Mi maestro de Economía Política (persona gloriosa para sus amigos clericales) ra- por ejemplo, el número de hombres que se necezonaba su solución de esta suerte: «Hace poco sitan para producir la enorme cantidad de valores más de un siglo 8.000 trabajadores ingleses hila- que el maquinismo acumula todos los años, como ban y tejían el algodón y ganaban cuatro millo- contraprueba de la tesis socialista, de lo inevitable' nes al año; hoy día la industria del algodón, gra- de su advenimiento. Si el trabajo mecánico crea una cantidad enorcias á la introducción del hilado y tejido mecánico, ha elevado á millones el número de operarios me de productos anualmente, para cuyo efecto serían necesarios muchos millones de trabajadoy sus jornales alcanzan una cantidad fabulosa. »En tiempos de Colbert la industria francesa de res que huelgan sin querer ó sirven por un precio lanas ocupaba 60.000 personas; en 1880 contaba ya irrisorio al capitalismo, ¿no es esto declarar que el maquinismo realiza las tareas que llevarían á con 175.000 obreros.» y por este tenor continuaba haciendo compara- cabo miles y miles de obreros, inactivos al preciones y estadísticas para ver de demostrar que sente? No nos lamentamos de los progresos de la tecla máquina no es el elemento revolucionario que engendra hoy el descontento y que ocasionará el nología mecánico-industrial. Los grandes cambios sociales exigen, como los nacimientos de los chispazo estallante de la gran tormenta social. Lo triste de aquellas lecciones del maestro es- seres, dolores y lágrimas; pero queremos dejar taba en que sorprendía el sentimiento de sus dis- sentado que el Socialismo no se impone únicacípulos, y yo vi á muchos que después de la con- mente por ser aspiración de justicia, sino porque ferencia de este día renunciaron á sus sueños de constituye una lógica nueva de hechos de miseria rebeldía sana, aplanados por la briosa elocuencia que evolucionan hasta embocar en una civilizadel viejo economista y por aquel fárrago de notas ción más perfecta y verdadera. Aristónico el Filósofo. y números escogidos cuidadosamente para confu-

UN PROBLEMA VIEJO

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C a m p a ñ a necesaMa. Cinco años lleva en vigor la ley de Jurisdiccicnes que el liberal Gobierno del Sr. Moret legisló, respondiendo al ofrecimiento que una más alta personalidad hiciera á cierta institución á raíz de aquellos sucesos acaecidos en la Ciudad Condal y de los cuales fué víctima el Cu-cut, que más tarde indemnizó el Sr. D. Antonio Maura. Para castigar los ataques contra la patria y el ejército, las Cortes legislaron, y S. M. sancionó, la famosa ley cuyas funestas consecuencias han sufrido tan sólo los socialistas y algunos republicanos. Invocando la necesidad de atajar la propaganda que de teorías contrarias á la integridad de la patria venía haciéndose en Cataluña, pudieron nuestros gobernantes enriquecer la legislación española con esa ley que sólo pudiera tener razón de ser en aquellos países todavía sujetos á un régimen feudal, ó en donde el sentimiento de hostilidad á la patria y al ejército pudieren comprometer la independencia de la patria misma. Como protesta contra esta ley que menoscaba el Poder civil y fomenta el militarismo, surgió aquel grandioso movimiento que se llamó la Solidaridad catalana. Los diputados catalanes todos, sin distinción de matiz poh'tico, emprendieron •una cruzada y entraron en Cataluña, presentan^ dose al pueblo, ante quien juraron que derogarían la absurda ley, aunque para ello fuese necesario sacrificar la libertad y la vida misma. Con ese programa fueron al Parlamento en las siguientes «lecciones los que, como Cambó, habían de pactar más tarde con Maura, desistiendo de toda campaña contra la ley de Jurisdicciones á cambio del famoso proyecto de Bégimen local. Una vez más Cataluña fuédefraudadá por aquellos que eligió para que en el Parlamento fueran sus fieles mandatarios. Ansiaba el pueblo catalán, y como él el resto de España, una enérgica acción levolucionaria dentro del Parlamento por parte <le sus diputados, pero fué una vez más vilmente burlado. La cobardía,, el compadrazgo, tal vez determinadas amenazas hechas por quienes gritan mucho porque el pueblo calla, lacraron los labios de los diputados solidarios y republicanos. ¡Es muy cómodo intervenir en los grandes debates de política general derrochando abundante verborrea y perdiendo lastimosamente el tiempo, mientras los humildes propagandistas que no gozan de inmunidad parlamentaria se pudren en las cárceles, faltos de libertad y de pan para los suyos! ¿Qué importa que el pueblo sufra los latigazos de una ley, si sus representantes parlamentarios gozan de libertad, tienen automóviles, fortuna, consideraciones de las altas esferas, y por añadidura poseen la certeza de que los electores, impresionables y olvidadizos como los niños, volverán á darles sus sufragios en futuras elecciones? Fiados en esta idiosincrasia del pueblo español, nada hicieron por derogar la ley de Jurisdicciones aquellos que ante el pueblo habíanse á ello comprometido. La condena reciente de los jóvenes socialistas madrileños que hablaron en I3arbieri contra las redenciones á metálico ha venido á demostrarnos una vez más que la ley hecha para castigar á los que atonten contra la patria y el ejército, sólo tiene la virtud de hacer que pierdan la libertad quienes pretendan criticar las instituciones armadas ó traten de definir la patria en forma diferente al Código particularísimo de los burgueses. La sentencia condenatoria de los jóvenes socia-

listas sienta jurisprudencia ampliando el espíritu de la ley. Si se castiga la intención y no lo que se diga, habremos de convenir en que hay que desistir de hablar de la patria y del ejército desde el punto de vista socialista, porque puede ocurrírsele á un juez pensar en que en cualquier frase hay intención de atacar á la patria ó al ejército, y esto es suficiente para caer en las redes de la ley. Sería una locura pensar que los efectos de la ley de Jurisdicciones atemorizarán á los socialistas apartándoles de toda propaganda en la cual se vean obligados á hablar de la patria ó del ejército. Mientras subsistan los privilegios, hablarán contra ellos los socialistas. Las redenciones á metálico entrañan una desigualdad, y ninguna mordaza, por muy fuerte que sea, será capaz de hacernos enmudecer ante tan irritante injusticia. La guerra es un mal porque arruina la hacienda y produce víctimas: protestaremos y nos opondremos á ella cuantas veces se quiera declarar por los gobiernos con móvil diferente al de la defensa de la independencia nacional. Leyes de excepción, duras condenas, castigo de la intención, para nada sirven ante el espíritu rebelde de los socialistas, dispuestos á no abandonar el camino recto que hemos emprendido hacia una sociedad completamente libre, hacia una sociedad completamente igualitaria, hacia una sociedad completamente humana. Vamos con más bríos que nunca á iniciar una campaña necesaria. Con la energía que da la razón y la justicia de la causa que se defiende, emprenderemos una cruzada contra la ley de Jurisdicciones, aunque para ello haya que sacrificar la libertad. Los jóvenes pondremos el ardor de la juventud, el calor de nuestra palabra, el odio santo de nuestros corazones; los viejos, la refiexión, la experiencia de los años. Crearemos un estado de conciencia nacional para que él tenga la virtualidad de suplir la labor que dejaron de realizar los que juraron ante el pueblo y al pueblo olvidaron al llegar al Parlamento. Y en esta campaña, Pablo Iglesias — el diputado obrero cuya palabra significa en el Congreso oxígeno purificando pestilente atmósfera de convencionalismos— tomará activa parte reproduciendo, en el que debiera ser templo de las leyes, las aspiraciones del pueblo catalán, de España socialista y de cuantos sufren las consecuencias de la absurda ley. Generoso Plaza.

iEmbusteposT Enaltecéis la caridad, os aprovecháis de su nombre y sólo tenéis para el miserable desprecios y puntapiés de canallas. ¿Dónde está vuestra caridad; dónde está la nobleza que escondéis tras las carnes sucias y purulentas de esos escombros humanos á quien hacéis morder el pan- caritativo, para azotarlos con vuestras manos ensortijadas y curiosas, más que limpias de honra...? ¿Dónde está, embusteros, dónde...? Esto decía yo, cuando el último domingo, buscando oxígeno para mi pulmón, y con alegría U


otorgada de un sol espléndido, me dirigía hacia la Dehesa de la Villa. Y lo decía, no porque caprichosamente quisiera decirlo, no; lo decía, porque me salió al encuentro un pobrecito cuerpo humano, que, arrastrándose inicuamente, lanzaba sus manos hacia los transeúntes, poniendo pensamientos buenos en la inteligencia y odios en el corazón más impasible. Una niña como de unos ocho años, cortadas las piernas y encerrado su cuerpo en un talego que la llega hasta los sobacos, os saldrá á pedir limosna, si un domingo las lindezas del día os arrojan de casa en busca de oxígeno hacia la Dehesa de la Villa. Podrá muy bien esta desdichada niña haber llegado á tal situación por un accidente desgraciado: un coche que atrepella, un automóvil que arrasa y arrolla, un defecto de origen quizá. Disculpable el accidente desgraciado, aunque sólo hasta cierto punto, y disculpable con respecto el defecto de origen. Pero lo que no es disculpable es llamarse caritativo y dejar que pululen, en conquista del mendrugo, seres más dignos de respeto y cariño que nadie. Su desgracia les da derecho á mantenerse bien, á vestir lo necesario, á respirar cuanto qui«ran, á reir siempre, rodeados de la rosada vida que los hombres pueden proporcionarles, ya que nunca, ingrata nuestra madre tierra, nos da remedios para sus males. No sirve juntar pesetas para que, gastándolas justificadamente, al menos para quien las gasta, se han de convertir en una cruz de Alfonso XII ó en una grande de Beneficencia, para que los desgraciados con quien se acredita este comercio sigan restregando sus llagas contra el suelo y salpicando con su sangre llena de rencor á los que sin ser caritativos, bien entendidos, porque no lo pueden ser, porque se lo quitan los mismos que mantienen la asquerosa caridad, tienen para los desgraciados más amor y más justicia. Esta pobre criatura, que no á mí, á cualquiera que pase por la calle de Bravo Murillo le asaltatará, es lo bastante á justificar lo que nos estorba una sociedad donde el cariño es una mentira, la justicia una remora y la caridad un libre comercio legalizado por la miseria humana. Nos estorba un régimen donde sólo los ricos tienen el metro para socorrer la desgracia; donde sóJo las alhajas se acercan á la miseria para calmar su hambre; donde ellos y para ellos se fabrican los mendigos, el vicio alcohólico, la mujer de la vida; donde ellos y para los proletarios se fabrican cárceles y hospitales donde alargar, aunque atormentadas, vidas, que una muerte rápida podría hacer mejor descansar. ¡Nos estorba, sí, nos estorba!... ¡Y acabaremos con él!... ¡Y cuando nuestra luz ilumine el mundo, la niña de piernas tronchadas paseará sobre cómo-

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do carruaje, recibiendo de nosotios risas, cariños y amores que á los útiles nos sobran y á los inútiles les faltan! Desiderio Tavera.

La Gasa del Pueblo de Bruselas Ventajas del cooperativismo. El edificio matriz de la Casa del Pueblo de Bruselas es espléndido. Se inauguró el 2 y 3 de abril de 1899. El solar donde fué construido mide 17 áreas y costó 300.000 francos. El coste de la construcción é instalaciones suma 1.500.000 francos. El edificio consta de tres pisos y de un gran terrado, desde el cual se contempla un panorama espléndido. En el primer piso están las oficinas de administración, servicio médico-farmacéutico. Sociedad de socorros y registro de altas y bajas en el trabajo. En el segundo,social local, que consta de 18 salones de conferencias muy espaciosos, decorados y amueblados con verdadero confort. Cada Sociedad sindicada tiene su salón para Juntas generales y conferencias.En Bruselas los obreros vulgarizan en conferencias las enseñanzas de su profesión, contribuyendo de esta manera á la difusión de la cultura, base de la prosperidad de todas las clases sociales. Es muy importante hacer notar que el obrero belga no se apasiona por la oratoria política. En Bruselas los mítines son escasos, porque el mitin presupone allí la lucha para obtener un ideal. Los obreros belgas no precisan de este procedimiento ni se agitan en luchas intestinas, porque trabajan sin ruido, constantemente. La Cooperativa los hace fuertes, y, al fin, vencen. El ideal del obrero belga es trabajar sin depresión patronal, porque ley de vida es el trabajo, y trabajar para el progreso de asociación. En la Casa del Pueblo de Bruselas la política la hace cada uno; consiste en el progreso y mejoramiento, trabajando por el mejoramiento de todos. Las predicaciones enardecedoras y discursos políticos sólo se usan en casos extremos. Es el ambiente de aquella Casa de sinceridad, de honrada, sana y recta administración y de entusiasmo por el bien colectivo é individual de loS asociados. En aquella Casa del Pueblo todo está calculado para el beneficio obrero. La biblioteca, instalada en el primer piso, consta de 3.000 volúmenes, y está abierta los jueves y sábados. Los asociados pueden llevarse libros á casa, devolviéndolos en plazo discrecional. Así el trabajador puede aprovechar una hora diaria para completar su instrucción. Además de la cultura del libro, se cultivan las Bellas Artes. En la casa existen hermosos salones de Música, Dibujo, y una sala de espectáculos


capaz para 2.000 personas. No hay butacas ni asientos de preferencia: todos pagan igual; nadie puede ocupar sitios de preferencia ni aun pagando más. Los ingresos, una vez descontados gastos y reservas, se distribuyen entre los asociados. So reparten trimestralmente, anotándose la entrega en la libreta individual de cada asociado. He aquí otro aspecto altamente consolador del cooperativismo. El obrero, además de obtener los artículos de primera necesidad con una considerable rebaja, participa además de los beneficios del comerciante. Los beneficios que obtienen los socios de la Casa del Pueblo de Bruselas son importantes, pues realizan negocios por valor de algunos millones al año. Tiene en funciones varios hornos, un almacén de ropas y confecciones que ha producido beneficios anuales por valor de francos 305.600, carnicerías, droguerías, almacenes de carbonos, un café espaciosísimo, instalado en la planta baja de la casa principal, y otras industrias relacionadas de artículos alimenticios y de vestir. De todo ello son propietarios los obreros. En Bélgica se siente idolatría por esta forma social de progreso. Están adheridas á la Cooperativa do la Casa del Pueblo 24.000 familias. En total la Asociación cuenta con ¡80.000! sindicados, cuyo número aumenta diariamente. No sólo están en la Casa del Pueblo los obreros, sino los empleados modestos que no tienen más ingresos que un pequeño sueldo. En la Sociedad caben todos los humildes; á todo el mundo se acoge con cariño fraternal. M. Ralmond.

E L i3:o3!wd:EnsrA.crE Si el maestro hubiese vuelto á la vida en ciertos momentos de su homenaje, los enérgicos apostrofes que hubiese dirigido á la canalla vil, hubiesen resonado potentes en toda España. La vida de Costa, laborando sileneioso en el estudio y observando para remediarlas las desdichas de España, fué fructífera y regeneradora. Encontró en sus horas de amargo pesimismo, el dosaliento originario del desdén é indiferencia que parte de sus contemporáneos tributaron á su obra de regeneración. Ya en sus últimos años, Costa, como el ginebrino Rousseau, desalentado y sufriendo viril las torturas de la materia, se paseaba por el pueblo do la montaña aragonesa añorando su obra de redentor, escarnecida en la triste España, semillero de caciquismos. Y en los últimos momentos do su vida, á Costa, ya inerte ó insensible, no se le admiró lo que se debía, teniendo, á manera de corolario, un homenaje que hubiese desagradado bastante al maestro. A todos los farsantes que han lanzado afectadas

voces plañideras de coro teatral, les hubiese fustigado duramente Costa con latigazos de desenfadada rebeldía. Sus apostrofes hubieran tenido la energía del hombre viril, para la canalla que en un tiempo permanecía indiferente llamándole anormal y después so condolían con aparatoso dolor simulado. Su voz apocalíptica hubiese lanzado dardos fieros. ¡Cobardes, follones, malandrines. Me agasajáis, falsos, encomiándome, después que vuestra cobardía os hizo permanecer mudos, con- encogimiento do hombros, á mi grito de rebelión y justicia, llamándome utópico y político fracasado! Os disputáis mi frío cadáver con aparatoso derecho y energía, la cual no tuvisteis para responder á mi llamada. Voy á seguir refugiando mi escepticismo en mi rincón de Graus, para no veros más. Seguiréis siendo los mismos aparatosos de relumbrón, seguirá anidando en vosotros la conformidad musulmana, derivada de vuestro apocamiento y cobardía de castrados. ¡Cobardes, follones, malandrines, pobre España! Egldlo Nájera.

El número próximo vendrá dedicado á la ley do Jurisdicciones, con opiniones de los principales hombres de la Conjunción.

De acuerdo esta Administración con la de El Socialista, comunicamos á nuestros corresponsales y suscriptores que no admitimos cantidad alguna que no sea para nuestra cuenta. El trabajo y molestias que proporciona á ambas Administraciones los envíos de cantidades de una para otra, nos obliga á dar por ingresadas en nuestras cuentas las cantidades que recibamos. COMUNIÓN... DE PENSAMIENTO

—Esta noche no estará en casa mi marido. —Pues, hasta luego. 13


una setiteíieia justa « R a p a a-s/is. »

La campaña sostenida por nosotros hace tiempo contra los abusos de la Hidráulica Santillana en el partido de Colmenar Viejo, ha tenido un éxito parcial. Creemos haber dicho entonces que el vecino de Manzanares el Real, Antonio Palomino, había visto una modesta tierra de su propiedad invadida por el agua de la presa de Santillana. A pesar de sus reiteradas reclamaciones, la Empresa, todopoderosa, no le hizo caso, ni retiró las aguas, ni le abonó indemnización alguna. Tan manifiesto atropello indújonos á aconsejar al perjudicado la acción judicial, que él aceptó, y de acuerdo con un querido amigo nuestro, se interpuso en el Juzgado de Colmenar un interdicto de recobrar. El juez, á quien debemos reconocer cualidades

excepcionales de rectitud y honorabilidad, falla reconociendo el derecho de Antonio Palomino y condenando á la Empresa Santillana á pagar una indemnización al damnificado y las costas del proceso. Mas la Hidráulica, poco acostumbrada á salir perdiendo, recurrió inmediatamente á segunda instancia, donde hace pocos días se vio la apelación y se hizo firme la sentencia del Juzgado de Colmenar. Pocas veces hay que registrar actos de justicia tan manifiesta como éste, en que ante el derecho y la razón de un insignificante vecino de Manzanares se alzaba la fuerza y la sinrazón de una Compañía de capitalistas explotadores. Nos llena de satisfacción haber contribuido,, aunque modestamente, al acto de justicia que se ha hecho. Y ojalá el suceso sirva de escarmiento para esa Empresa, que á las mismas puertas de Madrid venía disponiendo de las haciendas ajenas como en los tiempos medioevales.

Ahora es el último de la serie uno de BarceloDecididamente la Academia de la Poesía, viene na, que se lleva nada más 161.000 pesetas. rompiendo moldes viejos. En el momento de desaparecer el lotero de Su primer acto solemne fué premiar con 20 duros una copla patriótica, completamente lastimo- marras, el delegado de Hacienda sospechó que se sa y mentirosa. Y ahora, al preparar el centenario llevaba el dinero. ¡ Oh, el celo de nuestros admide Cervantes, ha tenido una idea felicísima: po- nistradores con buen sueldo! Mientras el lotero estaba sin liquidar esa pener «un ejemplar del Quijote en la valija de cada quenez de dinero, no había motivos para sosemigrante». ¡Cuánto agradecerán los emigrantes el que les pechar. La Policía busca á los loteros de Madrid y Barregalen un ejemplar del libro inmortal! En cuanto el hambre les rasque la tripa, abrirán el libro celona para meterlos en la cárcel por haberse lley se consolarán leyendo el episodio de las bodas vado el dinero del Tesoro. Quienes no entrarán en la cárcel son los que no de Camacho el rico; cuando hayan de dormir á la intemperie, leerán las malas noches que pasó Don obligaban á los loteros á cumplir sus obligacioQuijote en Sierra Morena; cuando los estancieros nes á tiempo. Todavía si se tratara de algún joven antimilide la Argentina les traten como si fueran ganado, recordarán que peor iban los galeotes famosos. tarista... * ** Y así sucesivamente. Cuando entre gente de poco más ó menos ocuClaro que muchos emigrantes preferirían una hogaza y un chorizo, porque esa raza de gentes rre un pleito, la Prensa nos cuenta pelos y señason tan materialistas que prefieren el pan antes les de todo lo sucedido, lo que sucederá y lo que se sospecha. que las letras. Pero cuando se trata de casos como el del ge* ** Sigue la tranquila fuga de loteros con buenos neral Puente, la Prensa se vuelve discretísima y sólo dice que hay revelaciones sensacionales, acumiles de duros.

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saciones graves, complicaciones difíciles, etc., etcétera, pero todo lo calla, con una prudencia meritoria. Claro; como que se trata de los puntales de la sociedad, que dijo Ibsen. Y los puntales podrán estar carcomidos, pero como llevan vestiduras flamantes, hay que reverenciarlos con todas las de la ley. Al menos por patriotismo. * * !)!

¡Qu6 desahogo el de nuestros gobernantes democráticos! El ministro de la Gobernación, hablando de las próximas elecciones de diputados provinciales, dijo que había multitud de aspirantes á candidatos. Y el hombre aparentaba estar satisfecho, porque ello demuestra que todo el mundo siente afición á intervenir directa y activamente en la política. Nosotros, en cambio, creemos que todos pretenden ser diputados provinciales, poi-que las Dipuciones suelen ser ríos revueltos. Y un acta, es siempre una patente de pescador. ** * La conquista de las minas rifeñas sigue dando sus frutos. El otro día, un moro le pegó un balazo á un soldado español y estuvo á punto de matarle. Los padres del soldado, tan contentos. Y los accionistas de las minas, más todavía. Siga, siga la cosa, y ¡Viva España! ** * Si ven ustedes por ahí á cualquiera que se muere de hambre, díganle que no sea majadero y aguarde á la Cuaresma; ahoi-a estamos en Carnaval y se necesita el dinero para premiar carrozas y máscaras, celebrar bailes y otras diversiones. Una fiesta tan artística é ingeniosa como el Carnaval bien merece que por unos días dejemos de pensar en el bien que debemos al prójimo. Maligno.

La Casa del Pueblo de Bruselas acaba de comprar una casa en Saventhem, próxima á la estación, donde establecerá una tienda de comestibles y otra de paños. Con esta nueva Sucursal, la Casa del Pueblo contará con 30 Sucursales, su edificio central, tres panaderías, cinco carnecerías, un almacén de paños y confecciones, un almacén central de comestibles y un depósito de carbón.

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Fernando Pfohl, en una biografía de Ricardo Wagner, explica que el genial músico, aunque tuvo que luchar contra la miseria más aguda, adoraba las comodidades y el lujo. Un día, Wagner decía á Listz: «Yo tengo mis pequeñas debilidades; me gustan las alfombras y los muebles bonitos y vestirme de seda y terciopelo en mi casa para trabajar. Cuando voy á dejarme llevar por la fantasía artística para gustar de un mundo imaginario, es preciso que mi fantasía se vea secundada, que mi imaginación de artista halle un auxiliar. Yo no puedo vivir como un perro, acostarme sobre paja y beber aguardiente malo. Necesito sentirme acariciado con unas cosas ú otras si quiero que mi espíritu salga triunfante en la obra terriblemente difícil de crear un mundo inexistente. Estoy organizado de manera distinta, tengo nervios sensibles, necesito belleza, esplendor y luz, y el mundo me debe todo lo que necesito.» * *

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La Pi-ensa moderna: El diario parisién Le Matin ocupa cinco inmuebles que cubren 3.400 metros cuadrados de terreno; tiene 900 empleados, sin contar á los corresponsales; se imprime en seis grandes máquinas norteamericanas que dan 100.000 ejemplares por hora; posee una fábrica de electricidad para la luz y la fuerza que necesita; excepto el papel y.Ia tinta, todo cuanto precisa se elabora en sus talleres. Sus gastos son 80.000 francos diarios, de los cuales 10.000 se emplean en papel. En 1909 gastó más de medio millón de francos en telegramas recibidos del Extranjero. Su Redacción consta de 100 personas. Clemenceau ha publicado unas notas de su viaje á la América del Sur, y describiendo la partida del vapor de Barcelona, dice: «Al caer la tarde saludamos las blancas cimas de Sien-a Nevada, á cuya sombra se cobijan Granada y la Alhambra.» Envidiable vista la de Clemenceau, que alcanza á ver la Sierra Nevada desde Barcelona. Como se ve, para ser maestro en política no es inconveniente el ser un pepino en Geografía. Roepán. Hemos puesto á la venta, impresos en cartulina couchó, los retratos de nuestros correligionarios Antonio García Quejido. Francisco L. Caballero. Vicente Barrio Minguito, y Manuel Vigil Montóte. Precio, 10 céntimos.

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