IV DOMINGO DE CUARESMA

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PARROQUIA EL SALVADOR DE BAEZA HOMILIA CON MOTIVO DEL IV DOMINGO DE CUARESMA D. MARIANO CABEZA PERALTA


DOMINGO IV DE CUARESMA AÑO A “Para los que no ven, vean y los que ven se queden ciegos” Queridos hermanos, Comenzamos la cuarta semana del tiempo de Cuaresma y avanzamos vertiginosamente hacia la Pascua. La cuaresma es un proceso de iluminación progresiva al igual que la catequesis como preparación para los sacramentos. El desierto y la opción por Dios, la montaña santa y el encuentro con Dios, el agua como fuente y don de Dios. En esta semana es la luz. Decía San Pablo: “sois luz en el Señor”. Y ciertamente, Jesucristo es la luz del mundo, el que rompe las tinieblas. Luz que alumbra al mundo y al hombre liberándolo de su ceguera. En el relato del ciego de nacimiento del apóstol San Juan podemos vernos representados todos. Uno que nació ciego, que nunca había visto la luz, ni a los demás. Sólo podía reconocer por el oído, por lo que otros le decían y le describían pero no por él mismo. Un ciego que siempre necesitaba un lazarillo que lo guiase con la inseguridad continua de tropezar, de caer. Pero se encuentra con Cristo, el Hijo del hombre, Dios que vive entre nosotros. El ciego no pide nada es Dios quien le da a manos llenas. El barro, la saliva, el agua de la piscina de Siloé que significa Enviado. De nuevo el agua viva, que toca al hombre y le da una vida nueva, ahora con salud y visión. ¿Quién lo dejó ciego? Los mismos discípulos no lo saben, los fariseos tampoco. Dios desde luego que no, porque Dios es la luz siempre, nunca la


tiniebla. Pero Dios sabe incluso aprovechar la tiniebla y la enfermedad para mostrar su gloria y su poder. Aquel ciego recobró la vista y pudo ver a Jesús de Nazaret, su Salvador, y consiguió ver mucho más: ¿Crees tú en el Hijo del Hombre? Creo Señor, respondió el ciego. Se había curado de la vista y se había salvado. ¿Cómo no recordar en ese momento las palabras del anciano Simeón? “Ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador, luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” Y se cumple la palabra del Señor: “Para los que no ven, vean” Cristo es nuestra luz y nuestra salvación. Pero también se cumplen las palabras de Cristo: “Y los que ven se queden ciegos”. La cerrazón de los fariseos, la ceguera espiritual. Aún viendo la evidencia, aún pidiendo testimonio a los padres del ciego, aun no comprendiendo nada, la respuesta es el insulto, la humillación al ciego, la rabia y la tiniebla. Incapaces de abrirse porque piensan como los hombres, no como Dios, porque se fijan en las apariencias sin adentrarse en el corazón de los hombres. Si en el ciego de nacimiento nos podemos ver reflejados nosotros la Iglesia y cada uno de los bautizados, porque nacimos ciegos y gracias al agua del Bautismo recibimos la luz de la fe, de la esperanza y del amor. Esa luz que es bondad, justicia y verdad. Si gracias a que Cristo nos eligió y llamó no por nuestros méritos, por nuestra apariencia, sino por lo que somos, hijos suyos, también hemos sido salvados de las tinieblas y de una vida sin Dios. Por el contrario, en los fariseos se refleja todo desprecio de Dios. Las filosofías ateas, los movimientos culturales ateos, las políticas ateas, que desprecian sin conocer, que rechazan aun viendo los testimonios vivos de


nuestros santos y mártires, de las personas de buena voluntad que dan testimonio de Cristo vivo y luz. La continua crítica, las actitudes combativas, irreverentes, ácidas contra la fe. Es la historia que se repite una y otra vez. A los que creemos nos llaman ciegos, ilusos, ignorante, “empecatados de pies a cabeza como al muchacho ciego”, mientras que ellos se consideran sabios, inteligentes, hombres de luz, razón y ciencia. Queridos hermanos, vivamos como hijos de la luz, con nuestras palabras y obras, que si son las de Cristo son las que verdaderamente nos avalan. Preparémonos para la gran noche de la luz, la Vigilia Pascual, cuando encendamos el cirio pascual y cantemos: Luz de Cristo, respondiendo todos, demos gracias a Dios. Que el Señor que es nuestro pastor nos guíe y acompañe en este camino cuaresmal. Que así sea.


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