[Selección] de "Pasado, presente y futuro de la localidad de Usme" 2005

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Cรกtedra abierta Bogotรก en localidades

Pasado, presente y futuro de la localidad de Usme


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MARÍA FERNANDA CAMPO Presidenta Ejecutiva

SAÚL PINEDA HOYOS Vicepresidente de Gestión Cívica y Social

MARÍA EUGENIA AVENDAÑO MENDOZA Vicepresidenta de Apoyo Empresarial

Centro Hábitat Urbano

ANA MARÍA HENAO GONZÁLEZ Directora 2006

GLORIA HENAO GONZÁLEZ Directora 2005

Diseño y diagramación María Cristina Garzón P.


Página 5 Presentación

El Centro Hábitat Urbano de la Cámara de Comercio de Bogotá, ha llevado a cabo en los últimos años diferentes iniciativas tendientes a fortalecer los procesos de producción de conocimiento sobre Bogotá, D.C., y a su vez, posibilitado la divulgación y apropiación del mismo a los ciudadanos. El Centro Hábitat Urbano es un proyecto pedagógico y de investigación interdisciplinario que vincula a estudiantes de diferentes universidades al desarrollo de investigaciones en la escala local sobre temas urbanos prioritarios en áreas estratégicas de Bogotá. Adicionalmente lidera y coordina actividades pedagógicas como las Cátedras Bogotá que actualmente tienen vida propia en importantes universidades de la ciudad; la Cátedra Abierta Bogotá que se realiza en asocio con el Comité Cívico, el cual promueve un espacio de participación y discusión sobre temas de ciudad y los Encuentros Urbanos que a través de recorridos temáticos y dirigidos por expertos acercan a los habitantes de la ciudad a la experiencia urbana. Conscientes de que el conocimiento de nuestro entorno es el primer paso para la apropiación e identidad con el mismo y del proceso de descentralización que adelanta la ciudad desde hace varios años, se propone en el marco de la Cátedra Abierta Bogotá un acercamiento a las localidades, y es así como nace “La Cátedra Abierta en Localidades de Bogotá”, un espacio de conocimiento y discusión sobre los temas de interés para las localidades desde diferentes perspectivas, con el fin de crear pertenencia, apropiación e

identidad urbana. En el segundo semestre del 2005 se desarrolló la Cátedra Abierta en Localidades, en la localidad de Usme con el apoyo de Alcaldía Local y la Universidad Pedagógica Nacional. Es satisfactorio para el Centro Hábitat Urbano de la Cámara de Comercio de Bogotá publicar el libro: Pasado, Presente y Futuro de la Localidad de Usme, que permite ilustrar un recorrido por la historia, sus tradiciones, su imaginario urbano y su gente; posteriormente abordar la problemática actual desde los aspectos sociales, económicos, ambientales y urbanísticos y adicionalmente analizar las proyecciones y potenciales, así como también los proyectos vigentes y las propuestas futuras. Los artículos que hacen parte de esta publicación son: “Usme: Urbanización y cambios en la vida urbana” por el economista e historiador urbano Fabio Zambrano Pantoja; “Usme: Retos y oportunidades” por el arquitecto Ignacio Gallo Peña y “Planeación distrital a la cabeza del más ambiciosos plan del sur de Bogotá” por el arquitecto Camilo Santamaría Gamboa. De manera especial agradezco la colaboración de los autores, porque gracias a su aporte investigativo, han hecho posible esta publicación.

MARÍA FERNANDA CAMPO Presidenta Ejecutiva Cámara de Comercio de Bogotá


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Contenido Pág. Usme:: urbanización y cambios en la vida urbana I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII.

Usme: oferta ambiental y urbanización El Barrio La Fiscala El Barrio Los Comuneros El Barrio Sucre El Barrio Nuevo Porvenir El Barrio Juan José Rondón Barrios Nuevo San Luis y El Espino Comuna Alfonso López

9 9 32 36 41 45 49 67 72

Usme: retos y oportunidades

85

Planeación Distrital a la cabeza del más ambicioso plan del su de Bogotá

89

I. II. III. IV. V.

Proyectos específicos Centralidad POT: eje de integración Llanos Nuevos Usme Casco de Usme Parque Minero de Usme Conclusión

Autores

91 95 97 100 101 102


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Usme: urbanización y cambios en la vida urbana1 Fabio zambrano pantoja Agosto de 2005

I. Usme: oferta ambiental y urbanización Introducción

1.

2.

Este trabajo se elaboró con base en una investigación sobre la historia del agua en la localidad de Usme, realizada en la Fundación Humedales, contratada por la Empresa de Acueducto de Bogotá. En este estudio se contó con la asistencia investigativa de Saydi Núñez, Manuel Jaramillo y Wilson Rueda. BERNARD Bret, (1985). “Reflexiones sobre la creatividad espacial en América Latina”, Cahiers des Ameriques Latines, Nº 4. París IHEAL, p. 81.

Cada sociedad va estableciendo distintas formas originales de organización del territorio, en un ejercicio de creatividad espacial que aparece en la distribución de las gentes, de las infraestructuras, de los lugares de producción y de los flujos de todo tipo. Así, el espacio es un producto social, es una obra humana y representa un modo de existencia de las sociedades y como resultado de la elaboración humana, el espacio es producido y organizado en un movimiento constante de transformación, de manera similar a la evolución de la sociedad que ocupa ese espacio. Este proceso social de generar una organización específica del espacio no se encuentra en autonomía de las condiciones sociales y económicas, como tampoco se encuentra independiente del medio. En razón de ello, la construcción social del espacio. Porque crear un espacio social implica conceder lugares específicos para los diferentes grupos sociales, con fines de residencia, de prestigio y de utilización2. Concebir el espacio como un recipiente de fuerzas sociales exige el análisis de los actores, es decir, los consumidores y productores del mismo. Todos ellos, el Estado, las comunidades, los grupos sociales, los individuos, actúan en un sistema complejo de interacciones en diferentes escalas, como la local, la nacional y la internacional. Los distintos actores son portadores de intereses divergentes, que se manifiestan en el espacio bajo la forma de

tensiones y competencias por su uso. Las distintas fuerzas van construyendo diversos sistemas que se entrecruzan y se superponen y desde el poder se van construyendo las jerarquías de los sistemas, es decir, las formas y las estructuras que ordenan el espacio de las sociedades. Además, el espacio es memoria, y por tanto, es necesario explicar cómo ha surgido, estructurado y reestructurado un espacio determinado, así como es importante definir cómo se han establecido las lógicas de inclusión y exclusión, tanto social como territorial.

A. Presentación de la localidad de Usme La localidad de Usme, como unidad políticoadministrativa, comprende el espacio biofísico que se demarcó en el acuerdo 8/77 del Distrito; sin embargo, los linderos de la localidad sólo hasta marzo de 1997 se hicieron efectivos. El acuerdo describió la delimitación así (artículo 2, numeral 5): "Partiendo de la intersección del perímetro urbano en el eje de la antigua carretera de oriente y siguiendo la línea del antiguo límite de Usme, hasta su intersección con el perímetro de Bogotá y siguiendo este perímetro hacia el sur, hasta la piedra de San David; desde este punto y siguiendo el límite de las veredas Pasquilla y Mochuelo hasta encontrar el río Tunjuelo [sic] en el límite del perímetro urbano y siguiendo este hasta encontrar los cerros de la Guacamaya, por éstos hasta el perímetro urbano y por éste


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hasta encontrar el antiguo límite de Usme en su intersección con el eje de la antigua carretera de oriente, punto de partida". Así, dentro de este espacio, Usme posee una superficie global, cercana a los 228,82 km2, donde la ocupación humana, para finales del siglo pasado, alcanza un 38% del total, presentando el suelo urbano un área de 11,3 km2. Sin embargo, en esta pequeña área, 3% del área total, vivía para 1997 casi el 99% de los 350.000 habitantes que tenía la localidad, siendo para el Distrito una de las áreas que presenta mayor concentración de personas por áreas, con cifras alrededor de 309 hab/ha (Alcaldía Mayor de Santafé de Bogotá, 1997). La localidad de Usme, sólo alcanzó autonomía municipal, en un período corto, entre 1911, cuando se creó el municipio, y 1954, cuando es asumida por la administración de la capital, como una de sus localidades periféricas cuando se creó el Distrito Especial de Bogotá, en parte como una geoestrategia para tener control sobre estas tierras, por varias razones: una, la presencia militar de un área que ha sido

geoestratégica para diferentes grupos armados, y la otra, la misma esponja hídrica que representa el páramo y su fortaleza para suplir el servicio hídrico que requiere la ciudad. Aún así en un plano del Distrito Capital esta franja alargada es desconocida para sus habitantes y se pierde por difusa como parte de la territorialidad del Distrito Capital. Hasta 1996, y de acuerdo con Planeación Distrital, la localidad estaba constituida por 18 veredas, algunas de las cuales presentaba ya una intensa dinámica de urbanización, y 136 barrios, de los cuales el 70% correspondía a ocupaciones ilegales. Planeación ha presentado una propuesta de sectorización barrial y veredal de acuerdo con la proximidad y de las problemáticas comunes que les conciernen a los barrios contiguos, la cual se presenta en el cuadro 1.1; en éste, además, se distinguen los barrios que hicieron parte de los lugares en donde se realizaron talleres o que son constantemente referidos en los testimonios de las personas entrevistadas en las distintas actividades.

Cuadro 1.1. Localidad 5 de Usme, relación barrial en 1996 Sector Sector I

Sector II

Sector III

Sector IV

Sector V

Sector VI (6 veredas) Sector VII

Barrios - Veredas La Fiscala, Alaska, Porvenir I, Porvenir, Duitama, El Nevado, Santa Marta, Barranquillita, El Recuerdo, San Juan de Usme, El Pedregal, Las Viviendas, El Rubí, El Danubio Azul, Las Ceibas, Voz de Alerta. San Andrés de los Altos, Cartagenita, Aurora I, Aurora II, La Fortaleza, El Jordán, Tequendama, Regadera, Casa Rey, San Luis, San Juan Bautista, Vianey, El Cortijo, Miravalle, Marichuela, Tenerife II, Granada, C. Quintas del Plan Social, Valle de Cafam. Salazar Salazar, Brasilia, La Peña, Santa Librada, Olivares, Los Tejares, Almirante Padilla, Granjas de San Pedro, Villa Nelly, Betania, La Cabaña, Rincón de la Andréa, Gran Yomasa, Compostela I, Compostela II, Compostela III, El Curubo, La Sureña. Sierra Morena, Alfonso López, El Paraíso, El Progreso, Villa Hermosa, Nuevo Portal de Oriente, Puerta al Llano, Nuevo Porvenir, Casaloma, San Felipe, Altos de los Pinos, El Bosque, La Reforma, Buenos Aires, Chapinerito, La Alborada, La Orquídea, Los Sao. Líbano I, Líbano II, Virrey, Chuniza, Serranías, La Esmeralda, Lorenzo Alcantuz, Villa Alemania II, El Pino, San Miguel, Villa Israel, El Espino, Villa Alemania, El Bosque, El Limonar, El Mortiño, Antonio José de Sucre III, Villa Anita, El Rubí II. Tiguaneque, Los Soches, Uval, La Requilina, Brazuelos, El Corinto, Agualinda o Chiguaza, El Destino, Olarte, Arrayanes, Curubital, El Hato, Las Mercedes, Los Andes, La Unión, Margaritas, Chizacá, Pasquilla, Pasquillita. La Esperanza, Doña Liliana, San Pedro, Las Violetas, La Alemana, San Germán, Flora, Villa Diana, El Porvenir, Juan José Rondón, El Bosque, Arrayanes, Villa Rosita, Costa Rica.


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B. Una apretujada urbanización: de la hacienda a la ciudad en obra gris El paisaje dominante en la historia colonial y en parte de la republicana, descontando los procesos acelerados de mediados del siglo XX hasta el presente, ha sido el paisaje rural frente al paisaje urbano en esta localidad. La configuración de Usme como poblado de carácter rural se remonta al siglo XVIII, cuando la población de San Pedro de Usme, fundada hacia 1650, es erigida como parroquia después de la primera década del siglo XVIII3. En estos paisajes rurales, resalta a la vista la figura de la hacienda, estructura dominante del siglo XIX y principios del XX del sistema productivo agrícola. La hacienda emerge, entonces, como parte de la decadencia de la actividad encomendera, y como una "nueva estructura de dominio republicano", parte también de la incorporación de tierras realengas, o terrenos baldíos que tenían el carácter de tierras de la Corona, y de los cuales Usme contaba con una alta proporción por la relativa "aridez e inaccesibilidad" de su terreno, además de una muy buena proporción de tierras paramunas. Por otra parte, la existencia de la proximidad a la capital, revitalizaban el papel de la hacienda como productora de servicios alimenticios a la ciudad, especialmente carnes, leche y papa. En los testimonios, aún salen a flote los recuerdos que permanecen en la memoria de sus habitantes sobre las viejas haciendas de la región y de la cual accedieron a un pequeño lote, tal como lo refiere, don Emiliano, recordando de dónde salió su barrio Sucre:

3.

Véanse: PIÑA Angel Miguel y LEMUS Pilar (1997). Usme: medio ambiente y hábitat. Bogotá.

"... esto era hermosísimo, porque ha sido una zona que ha dado muchos frutos en cuestión de por ejemplo, la riqueza que tiene el cultivo de la papa, el cultivo de ganado... e... la crianza de ganado digo. Cuando esa época existía la hacienda del

Hato, que era la distribuidora, tenía mucha fama porque se decía que era la distribuidora para Bogotá, distribuía la papa, la leche, la carne...". Testimonio oral, 2002. Esta hacienda, por ejemplo, está ampliamente reseñada desde mediados del siglo XIX, como propiedad de una comunidad religiosa, y en gran parte el mercado de la papa, estaba condicionado por la producción de la hacienda del Hato. Así mismo, esta hacienda es homologable a la situación de haciendas como el Soche o el Chocho, también presentes en la zona, en dirección a la vertiente occidental. La dinámica impuesta en el territorio por la existencia de esta forma de propiedad agraria, marca procesos de una alta oferta demográfica, al propiciar asiento a varias oleadas de campesinos que a ellas llegaban en las primeras décadas del siglo XX, y sobre éstos, gente y tierra, se mantenía el reducto de poder local, de líderes políticos que tenían su morada en la ciudad. Es sólo hasta mediados del siglo XX que el sistema de la hacienda empieza a decaer, descomposición atribuida por varias razones: por una parte, debido a la alta demanda de tierras de nuevos inmigrantes que contraponían el sistema minifundista al de la gran hacienda y, por otra, la agudización del conflicto armado como la incipiente urbanización de la capital que jalonaba su crecimiento desplazando su frontera agrícola. Aún así, en el presente, entre las herencias que quedan del pasado, la memoria del campesino, del paisaje agrícola, se niega a desaparecer, y es común encontrar entre lo tradicional y lo "moderno" adaptado al lugar, al campesino allí en el pueblito de Usme. Parte de sus gentes y aún sus costumbres, formas de vida y cosmovisiones mantienen la herencia del pasado que niega a extinguirse con la rápida urbanización.


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Este cambio drástico del paisaje, en los procesos de larga duración, de territorios rurales a territorios urbanos, está ligado a distintos eventos que marcaron el cambio. Por ejemplo, a manera de la política, la nueva visión traída por la misión urbanística liderada por Lauchlin Currie, como parte de la organización de la ciudad, definió a Usme como la zona 5, como un espacio inherente al área de la capital, en parte previendo una geoestrategia de control de estos terrenos, que en el papel, permitían asegurar un área territorialmente, al pertenecer al Distrito, como una amplia zona productora de agua para una población en crecimiento. La descomunal inmigración que se acelera después de los años sesenta, empieza a registrar algunos testimonios de habitantes que llegaron a la capital, desterrados de sus lugares de origen. Son los inmigrantes campesinos, protagonistas en la construcción de un modelo de poblamiento no conocido por muchos y que sólo las condiciones del entorno, propiciaron una adecuación a su supervivencia y a prolongar la construcción de una cuna para sus nuevas generaciones. Empezando por ocupar una zona, acoplada a sus condiciones, ante la gran demanda de vivienda para los novatos habitantes de Bogotá, yendo a engrosar y expandir los cinturones de miseria a través de las invasiones periódicas y en la constitución posterior de los asentamientos subnormales que dieron paso a la lucha comunal incansable, de acceder a los servicios básicos para mejorar con el tiempo su calidad de vida. Vale anotar, que ante la estrechez del espacio en otras localidades aledañas como Tunjuelito, Rafael Uribe Uribe, San Cristóbal, se incrementó la tendencia del poblamiento de Usme. Así, a partir de los años sesenta, los procesos de poblamiento se han incrementado de manera interrumpida; diversos tipos de asentamiento en el que los procesos de parcelación y posterior arrendamiento o venta de lotes de vetustas

fincas, ocurren de manera gradual, floreciendo,

de forma diseminada y simultánea, y multiplicando los núcleos de asentamiento humano. La construcción de unidades habitacionales, la emergencia de barrios relativamente aislados, están desordenados desde el punto de vista de planificación urbana, pero coherentes como formas de adaptación a las condiciones socioeconómicas de sus pobladores y a las condiciones del entorno geográfico. Así, se pueden reconocer dos tipos de poblamiento: uno efectuado a partir del proceso de oferta de terrenos por parte de las antiguas haciendas que desde la fragmentación de la hacienda, impulsó el poblamiento, siendo determinante el proceso de valorización progresivo de aquellas propiedades en la medida que se extiende la frontera urbana y la poca rentabilidad que presenta los predios rurales, y que puede apreciarse, en algunos sectores de la carretera vía a Usme, en sectores como Santa Librada o Gran Yomasa, por ejemplo; y el otro, aquel poblamiento que resulta de la proximidad de las áreas habitacionales a áreas de actividades económicas, que ofrecen trabajo a pobladores del área, y que inciden a patrones como realizar o mantener la vivienda cerca del trabajo, cerca de minas, canteras, como se da, por ejemplo, en barrios como El Danubio Azul o La Fiscala, que parte de su asentamiento rodean los centros de explotación de materiales arcillosos y las canteras abundantes en estas áreas.

Paisaje rural típico de Usme (Fotografía: Camilo Santamaría)


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En síntesis, es posible reconocer en la localidad quinta, que la mayor parte de los asentamientos han aparecido en forma espontánea, sin desconocer los movimientos propios de cada barrio o unidad residencial que aceleraron el poblamiento; muchos de ellos no controlados por el Estado y sin planificación y reglamentación. Parecería que algunos no hicieran parte de la red urbana, ya que se muestran como núcleos aislados como El Bosque, y un poco Juan José Rondón. Sólo con la consecución de proyectos colectivos, emanados desde las comunidades y en los que tiene un papel

fundamental la adquisición de los servicios básicos buscando mejorar la calidad de vida, entre ellos el agua, la luz, el teléfono, gas, entre otros, se va definiendo posteriormente la red urbana y el entramado de pertenecer a la ciudad. De acuerdo con los datos suministrados por Planeación Distrital, de la fecha de legalización de barrios subnormales de la localidad de Usme, se pueden apreciar distintas etapas en el proceso de poblamiento y de consecución de la legalidad del asentamiento, tal como se describe en el cuadro 1.2.

Cuadro 1.2. Desarrollos legales de asentamientos urbanos en Usme para 1997 Década de legalización

Asentamiento

Area total (has)

Total de Población Densidad de lotes estimada (1997) viviendas

Década del 60

Santa Martha Santa Martha II Tenerife 13,8

9,06 1,14 494

562 83 2.668

3.035 448 35,90

62,03 72,81

Década del 70

El Cortijo San Jacinto San Luis Vianey

5,29 3,44 2,46

317 132

1.712 713

59,94 53,65

Década del 80

Alaska Almirante Padilla Benjamín Uribe Betania Betania II 3,77 Casa Rey 3,17 El Porvenir El Recuerdo Sur Gran Yomasa I La Fiscala. Los Tres Laureles La Fiscala. (sector Daza) La Regadera Sur Las Gjas de S. Pedro (Sta. Lib.) Las Violetas Las Viviendas Lorenzo Alcantuz (I sector) 3,85 San Juan Bautista

5,19 7,55 0,72 9,18 171 215 1,76 0,77 13,9

326 656 64 357 923 1.161 89 58 827

1.760 1.382 346 1.928 45,35 67,82 481 313 4.466

62,81 33,90 88,9 38,9 50,57 75,32 49,08

0,44

43

232

97,73

0,49 5,67

18 389

97 2.101

36,73 68,61

1,75 70,4 1,09

97 248 104

524 1.339 562

55,43 33,51 95,41

270 2,56

1.458 185

70,3 999

72,26

San Juan (I sector)

0,82

51

275

62,20


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San Juan (II y III sector) Sta. Librada. San Bernardino Sta. Librada. San Francisco Santa Librada Santa Librada. Los Tejares Sta. Librada. (sector La Peña) Usminia 6,06 Década del 90

Antonio José de Sucre I y II Barranquillita Danubio Azul Duitama1,27 El Jordán El Refugio Sector Sta. Libr. El Rubí - II Sector Fiscala sector centro 11,8 La Fiscala - sector Rodríguez La Regadera km. 11 0,87 Lorenzo AlcantuzII sector2,94 Los Tejares SurII sector Marichuela III sector Cafam Monteblanco Olivares 2,65 Sta. librada La Esperanza Sta. Librada La Sureña Sta. Librada. Salazar Salazar Santa Marta. II sector Villa Alejandría

0,62

15

81

24,2

0,29

18

97

62,07

0,65 15,9

30 200

162 1.080

46,15 12,54

4,86

223

1.204

45,88

3,82 272

182 1.469

983 44,88

47,64

15,8 31,6 74 -

105 2.541 -

5.692 13.721 58,03 -

66,54 80,53

-

-

-

-

176

950

14,87

2,34

112

605

38

205

43,68

230

1.242

78,23

-

-

-

221

-

83,23

-

-

-

-

-

4,93

273

1.474

54,37

-

-

-

-

-

-

-

-

Fuente: Departamento Administrativo de Planeación Distrital. 1997.

-

47,86


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C. Reconocimiento de la plataforma Como se puede apreciar con esta corta descripbiofísica de Usme y sus áreas visitadas ción geomorfológica, Usme se encuentra Usme, desde una mirada biofísica, no es la misma de lo que sería sin el ser humano hace unos quince mil años. La actual Usme contiene en cada uno de sus cimientos, la huella histórica de multitud de generaciones y que se refleja en los paisajes hoy construidos, los palpables, los que permiten que los actuales hombres sobre ellas se asienten, es un Usme construido, intervenido, en cada una de sus laderas y sus aguas. La localidad de Usme, contiene parte de los cerros surorientales, que a gran escala sería uno de los bordes del altiplano cundiboyacense y de la sabana bogotana, y que a escala micro, constituye un área circundada por montañas y colinas que culminan en su mayor altura en el páramo de Sumapaz.

Cerro Juan Rey. Canteras del parque minero de Usme (Fotografía: Camilo Santamaría)

Usme se encuentra sobre la formación geológica que lleva su nombre, que de acuerdo con Ingeominas, se caracteriza por presentar tres grandes conjuntos rocosos, en los que predomina en su parte inferior un conjunto de areniscas y areniscas guijarrosas (areniscas de la formación regadera), un conjunto medio que contiene arcillas esquistosas y en la parte superior una capa de areniscas con intercalaciones de areniscas y arcillas, en partes con incrustaciones de carbón.

asentada en rocas sedimentarias, donde predominan, como parte de los componentes de los suelos y de la roca madre, las arenas y arcillas, las cuales han sido desde varias décadas atrás la base productiva para algunos grupos, para extraer el material de la construcción, sustento de miles de kilómetros de pavimento, avenidas y edificaciones modernas que mantiene Bogotá, dejando al contrario, en sus lugares de origen los rastros y huellas vivientes de destrucción en las canteras, gravilleras, areneras, ladrilleras, que hacen parte del paisaje suburbano del área.

Destrucción, porque este proceso de extracción minera ha contribuido a acelerar los procesos erosivos, con la pérdida casi total del suelo, pérdida de la cobertura vegetal original y el carcavamiento acelerado que facilitan los movimientos en masa, e incrementan el riesgo natural en la zona con eventos como deslizamientos, derrumbes o represamientos de las quebradas o ríos durante las temporadas de lluvias. Vale anotar, siguiendo a Ingeominas, que el área presenta uno de los cuatro bloques tectónicos, que circundan la ciudad, conocidos como el central hundido o Sinclinal de Usme Tunjuelito, entre la falla de Bogotá, al oriente y la falla inversa del Mochuelo, al occidente. En general, los fuertes procesos de intervención con la apropiación, poblamiento y urbanización de Usme, cambiaron las formaciones superficiales de rocas y suelos como la vegetación original, representada en pequeños relictos hacia los cerros más orientales, y en forma de parches, con especies exóticas de pinos y eucaliptos, así como la presencia del material arcilloso y arenoso expuesto en la superficie en relieve con pendientes superiores a los 30º, que al estar en un área altamente reseca, y con la presencia temporal de fuertes aguaceros, facilita la remoción del material e incrementa el grado de riesgo en el área.


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De acuerdo, con los testimonios recogidos, especialmente en los sectores más surorientales, como en Juan José Rondón, es frecuente durante la temporada de lluvias, la presencia de eventos como deslizamientos, derrumbes o represamientos hacia los bordes de las quebradas, como Arrayanales, por lo cual gran parte de estas áreas han sido declaradas como zonas de alto riesgo. Así mismo, en la mayor parte de los barrios en donde se recogió información oral, el asentamiento se hallaba sobre las colinas alargadas con fuertes pendientes, y con la presencia incipiente o nula de la infraestructura de servicios básicos, hasta ahora en ejecución, como el alcantarillado o los desagües de vías; éstos se vierten en las precarias vías facilitando la erosión de material y dispersando la contaminación en los barrios. En cuanto al clima presente en la región, es etéreo dada las microcondiciones de los lugares; mientras existen barrios sobre laderas expuestos a las corrientes de vientos frías provenientes de los cerros, otros sectores ubicados en las depresiones intercolinas, se hacen más secos. Por lo general, en las áreas de mayor cercanía a los cerros orientales, como los barrios como Juan José Rondón, San Pedro o La Flora, la humedad atmosférica es alta, con una fuerte nubosidad durante el año, a su vez son muy bajas las temperaturas y en las temporadas de lluvias suelen propiciarse aguaceros fuertes o lluvias constantes durante varias horas, siendo así reconocida el área por la gente como el "el páramo". Frente a parámetros como la temperatura y la precipitación en el área de Usme, son variables, mientras que en la temperatura promedio se encuentran grandes diferencias, por ejemplo, hacia el borde más suroriental en barrios como Juan José Rondón, El Bosque, Violetas, sus mismos habitantes la reconocen como el

páramo con temperaturas que de acuerdo con la CAR oscilan entre los 7º C y 14º C, al contrario, las áreas más occidentales, expuestas a mayores corrientes de viento y a mayor radiación durante el día, como Nuevo San Luis o El Progreso, las temperaturas suelen incrementarse, estando por lo general por encima de los 12º C; por otro lado, la precipitación en el área también es disímil, los mayores regímenes de precipitación se presentan hacia los terrenos ubicados en los bordes de los cerros orientales de Bogotá, mientras que en las demás zonas tiende a disminuir, sin descartar que cuando se presentan los fuertes aguaceros, el impacto es grande por la precariedad del sistema de vías, del estado de las viviendas o de las mismas condiciones del relieve altamente deteriorado, que facilitan el arrastre de material, siendo la erosión pluvial muy intensa. Asímismo, la presencia de un clima seco predominante, hace que los terrenos sean especialmente vulnerables a los procesos de erosión hídrica superficial, por escurrimiento difuso, intenso y concentrado. De la misma forma, los altos índices de ocupación urbanística y los problemas de deforestación, explotación de canteras y de material para construcción, convierten estos sectores en áreas de alto riesgo. En términos hídricos, Usme cuenta con el 10% de las corrientes de agua que posee actualmente la ciudad; además, es el corredor directo que conecta al Distrito Capital con la potencialidad que representa el área del páramo de Sumapaz. Entre estas corrientes, la cuenca del río Tunjuelo es la de mayor amplitud con cerca de 41.944 has, vital para el mantenimiento de los sistemas de La Regadera y Chisacá, que se nutren de las aguas del río. En relación con la hidrografía de la localidad, a Usme la bañan los ríos El Lechoso o Mugroso, Curubital, Chisacá, Santa Rosa, Destino, Soate, La Taza, Aguadulce, Yomasa, Olla del Ramo, entre otros. Además, posee lagunas de origen


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La Regadera (Fotografía: Camilo Santamaría)

glaciar, entre ellas, la laguna de Los Tunjos, La Guitarra y cuerpos hídricos artificiales como el embalse de Chisacá y la represa de la Regadera, entre otras; ésta última es reconocida como parte de la infraestructura con la que cuenta la ciudad para proporcionar el servicio de agua a la ciudad. La hidrografía reconocida por las comunidades entrevistadas indican que el principal cuerpo de agua es el río Tunjuelo, al cual desembocan una serie de quebradas de órdenes primario y secundario, que presentan un alto deterioro, tanto en la composición de sus aguas como en la misma intervención que ha sufrido la cuenca. Entre las principales quebradas mencionadas se hacía referencia de la quebrada Yomasa por pobladores de los barrios Juan José Rondón, San Pedro, Violetas, El Bosque y algunos sectores del barrio Alfonso López; las quebradas Santa Librada en Alfonso López y Bolonia por pobladores del barrio que lleva este mismo nombre. Así mismo, los habitantes reconocen, en los testimonios recogidos, que sus terrenos han sido territorios de agua, porque el agua abundaba, cuando llegaron a poblar el barrio; agua que, posteriormente, ha ido disminuyendo, tanto por la llegada acelerada de más habitantes como por el deterioro que han sufrido los cuerpos de aguas presentes en el área.

Así, en cualquier lugar donde se rompía para construir, brotaba agua, un alto potencial de aguas subterráneas especialmente en los barrios de Juan José Rondón, La Fiscala y en las zonas rurales de las veredas Yomasa, Los Soches y El Uval, brota en gran cantidad y constituyó la principal despensa del líquido para los pobladores originales de los barrios; a medida que el crecimiento poblacional, junto a la construcción de vivienda y de la precaria infraestructura establecida, se incrementan las aguas contaminantes que deterioran estos cuerpos de agua; a su vez, los pocos aljibes que existen, hacen parte de las áreas de conflicto de los habitantes, que se los disputan por tener el acceso y control a éstos. Entre los principales problemas reconocidos por la comunidad, se encuentra la invasión de rondas y quebradas, por la alta presión de la urbanización subnormal, haciéndose de una manera antitécnica y, generalmente, en áreas con un alto grado de amenaza por la presencia de movimientos en masa o por ser áreas naturales de desborde del río, tal como sucede en el río Tunjuelo, las quebradas Olla del Ramo, Arrayanales y la de Yomasa, entre otras. Actualmente, la ausencia de un alcantarillado técnicamente construido, es sustituido por la forma tradicional como se ha concebido los cuerpos de agua que atraviesan los barrios, en donde prima la visión que los habitantes de estos barrios tienen de los cuerpos de agua, como si estuvieran diseñados naturalmente para el transporte de desechos, siendo la quebrada o el río el sitio ideal para botar las basuras o para dirigir los desagües de aguas negras o desechos industriales que se producen en la localidad. A manera de ejemplo, podría citarse el caso de la quebrada Bolonia que, de acuerdo con Planeación Distrital, en cerca de 1.540 metros de recorrido por esta localidad, es afectada por una fuerte contaminación con la presencia de basuras y la ausencia de sistemas adecuados de evacuación de aguas negras; o también la quebrada Yomasa que, en su parte


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alta aporta el agua potable a barrios como Juan José Rondón, El Bosque, La Flora, Tiguaque, entre otros, y que al pasar por cada tramo urbano lo que recibe es un acumulado de fuentes contaminantes, desde las mismas aguas negras de cada uno de los barrios por donde atraviesa, como los desechos industriales de cada una de las actividades económicas que en el área se realizan, por ejemplo, los residuos de las curtiembres de Monte Blanco y San Benito, o los residuos de mataderos como Cofrisur, cooperativa frigorífica, ubicada desde antaño en la vereda El Uval, en medio del barrio Puerta al Llano, entre otras. Pero es contradictorio, pese a los alarmantes niveles de contaminación el grado de conciencia en las comunidades es muy bajo, y se da como un hecho natural el estado de contaminación de los cuerpos de agua, sin generarse una actitud de defensa de estos recursos naturales.

D. Una urbanización tardía y conflictiva Para comprender mejor el proceso de urbanización en Usme y las transformaciones que se suceden con la introducción del servicio domiciliario del agua, es conveniente conocer el contexto en que se sucede la urbanización de Bogotá en el último medio siglo, en razón de que este crecimiento acelerado va a convertirse en el escenario que permite entender la singularidad del caso de Usme, donde la urbanización va asumir formas no institucionales, sin presencia del Estado, razón por la cual la construcción de ciudad tiene que ser asumida por los pobladores de los barrios no formales. Son ellos quienes tienen que asumir la construcción de la red social, condición inicial para poder resolver los requerimientos esenciales del hábitat urbano, como son los servicios básicos.

1. Metropolización y crecimiento acelerado de Bogotá. A partir del 1º de enero de 1955, la capital cambió su estatus jurídico de municipio por el de

Distrito Especial. La transformación de la metrópoli se cumplió en esa época con la anexión de los municipios vecinos de Bosa, Usme, Fontibón, Engativá, Suba y Usaquén. Esta búsqueda de la independencia administrativa de la ciudad frente al departamento de Cundinamarca, no evitó que las decisiones políticas fuesen supeditadas a la racionalidad planeadora. La dictadura militar de Rojas Pinilla continuó interviniendo en la ciudad de manera unilateral, contraviniendo las recomendaciones del plan piloto. La construcción de la autopista del norte, así como la del sur, las obras del CAN, y el proyecto e inicio del aeropuerto de El dorado, rompen con la idea del plan de controlar el crecimiento al occidente, y con ello la forma de la ciudad comenzó a cambiar aceleradamente. Al concluir la dictadura, un nuevo equipo de profesionales entró a participar en la administración de la ciudad. Conocedores de las técnicas modernas de la planeación, como Jorge Gaitán y Virgilio Barco, alcaldes en los años sesenta, buscaron conciliar la planeación con la intervención estatal. Sin embargo, la migración a la ciudad rápidamente dejó atrás cualquier intento de regulación y de un poco más de medio millón de habitantes en 1951 se llegó a 2.700.000 en 1973. Este crecimiento acelerado de la población acarreó una urbanización descontrolada, donde el barrio marginal accedía a su normalización urbanística gracias a la intermediación de los políticos. Esta urbanización acelerada, que ocasionó el mayor negocio de tierras y el origen de grandes

Invasión de rondas por vivienda (Fotografía: Camilo Santamaría)


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fortunas en la ciudad, demandó la construcción de una gigantesca infraestructura de servicios públicos. Luego, con el propósito de satisfacer la demanda por vivienda, con un adecuado sistema financiero, en 1972 se creó la UPAC, cuya aplicación significó un cambio radical en la historia de la ciudad. De nuevo, el orden soñado por los urbanistas se estrellaba con los intereses especulativos y financieros que impusieron sus intereses por encima de la racionalidad planificadora. Al mismo tiempo, el dinamismo demográfico de la ciudad estuvo acompañado de un avance en la prestación de sus servicios públicos, dinamismo que también se expresó en la modernización vial y en la renovación arquitectónica. En la década del cincuenta, esto se reforzó extendiéndose a diversos frentes. De este decenio en adelante la ciudad vivió el comienzo de un desarrollo explosivo. Si en 1950 se calculaba que la ciudad llegaría a su millón y medio de habitantes en el año 2000, en realidad esta cifra la alcanzó sólo seis años después. Los demógrafos calculaban que el 15 de enero de 1956 entraba o nacía en Bogotá el ciudadano número un millón. El auge demográfico significó la presencia de varias tendencias moderni-zantes. Para entonces, el automóvil ocupaba ya el lugar central en la ciudad y desde 1952 se había suprimido el tranvía. Comenzaba una era que la ciudad y sus gentes debían adaptarse a ella, hasta el punto de ser calificada por la prensa como la era de la "fiebre de las avenidas". El desarrollo vial se hizo presente introduciendo cánones norteamericanos. La construcción de la avenida Caracas desde la década del cuarenta y de la carrera décima en los años cincuenta, son dos proyectos viales que afectaron a la ciudad y se constituyeron en nuevos ejes de la malla urbana. El afán modernizante pasó por encima de las reliquias de la antigua Santa Fe, y joyas coloniales como Santa Inés y La Casona se demolieron para permitir la ampliación hacia el sur de la carrera décima. Se concebía que la modernización de la ciudad consistiera en su acondicionamiento al automóvil. Claro ejemplo

de ello fue la mutilación que sufrió el espacio público cuando, para construir la calle 26, se mutiló el parque del Centenario. El fenómeno más notorio de este período, lo constituye el crecimiento demográfico. En efecto, el aumento de la natalidad y la reducción de la mortalidad, es decir, el crecimiento vegetativo, continuaron en la década del cuarenta y coincidió con la guerra civil no declarada que se inició entre 1944 y 1946 y concluyó en 1964. Este enfrentamiento desató una nueva avalancha migratoria hacia varias ciudades, de las cuales Bogotá estaba en mejores condiciones para recibir estas oleadas de emigrantes. Las proporciones de la ciudad cambiaron desde entonces de manera dramática, puesto que la ciudad se extendió por buena parte de la sabana y creó exigencias inmensas en todos los servicios públicos, en proporciones descomunales. De los 500.000 habitantes que tenía en 1946, pasó a un millón en 1956, a dos millones en 1966, a tres millones en 1974 y a más de cinco millones en 1993. Esta desproporción demográfica sobrepasó las capacidades de manejo de lo urbano y presentó retos ineludibles. Cabe destacar que el patrón de urbanización seguido por Colombia se apartó de lo que prevaleció en América Latina, donde el crecimiento de una sola ciudad ha sido la norma, mientras que en nuestro país la tendencia fue a la urbanización de varias ciudades. Si embargo, entre 1951 y 1973 el aumento absoluto de la población de Bogotá fue superior al totalizado por las otras tres ciudades que le seguían en tamaño, y por ello la distancia demográfica de la capital y de las otras ciudades se fue acentuando: Bogotá multiplicó por cuatro su población, Medellín por 3,2 veces y Cali y Barranquilla por tres, mientras que el índice del país apenas se duplicaba. Se hacía evidente que la capital se encontraba mejor capacitada para recibir emigrantes que en el resto de las ciudades colombianas. Este comportamiento demográfico ha estado acompañado de otros fenómenos. La reducción


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de las tasas de fecundidad y mortalidad ocasionó modificaciones en la distribución por sexos, efecto conocido como transición demográfica. Así mismo, se ha presentado una creciente participación de la mujer en las actividades productivas y en la demanda laboral, con notorio impacto en la estructura laboral. El efecto en las estructuras de edades es notorio, resultado del profundo cambio sucedido en la curva de mortalidad desde la década del sesenta, en buena parte debido a la aplicación del control de la natalidad. Esta transformación tornó la mayoría de la población de adulta a joven en la década de los sesenta. Hay que tener presente que entre los censos de 1938 y 1951, la tasa general de mortalidad descendió un 70% en Bogotá y la de mortalidad infantil un 80%, con el correspondiente impacto en la esperanza de vida al nacer, indicador que ganó trece años entre 1951 y 1981, aunque cálculos más optimistas ubican en dieciocho años este aumento, indicadores que son superiores en tres años a los de la media nacional. La ciudad no pudo satisfacer este crecimiento poblacional con una adecuada oferta de vivienda. La autoconstrucción se impuso, método con el cual buena parte de la ciudad fue construida por el esfuerzo directo de los emigrantes, a pesar de los grandes esfuerzos que el Estado emprendió para ofrecer vivienda en mejores condiciones que las urbanizaciones "piratas". El acceso a la tierra estuvo ausente de invasión, en razón de la escasa tierra que tenía el Estado en la ciudad, puesto que la que poseía la había vendido en el siglo XIX. Por ello se calcula que únicamente en 14 barrios el acceso a la tierra fue por invasión, de 32 intentos. En buena parte, a causa de esta condición, la urbanización masiva que presenta Bogotá se realizó bajo la modalidad de los barrios informales, o "piratas", denominación originada en el hecho de carecer de la legalidad requerida. Esta urbanización la hacía un "empresario de tierras", quien compraba una hacienda y la parcelaba, para venderla por lotes, cuyas dimensiones normales no pasaban de 6 metros de frente por 12 de fondo,

los cuales eran comprados, a plazos, por estos emigrantes, quienes normalmente habían llegado a vivir en pequeñas piezas, y luego de haber acumulado algunos ahorros, emprendían la etapa de acceder a una casa propia. Más de la mitad de la vivienda construida durante este período se levantó bajo esta modalidad, lo cual produjo cerca del 40% del área construida. Paradójicamente, esta urbanización se realizó en el momento de mayor auge de la planeación. Es interesante destacar que en las zonas donde existía esta urbanización, como era el sur de Bogotá, predominó el barrio como la unidad urbana por excelencia; mientras que en el resto de la ciudad, el barrio comienza a dejar de ser importante, y aparecen las unidades residenciales articuladas alrededor de ejes comerciales, como Chapinero y Sears, por ejemplo. Otro caso es el de Ciudad Kennedy, programa de vivienda apoyado por el gobierno norteamericano como parte de la campaña de la Alianza para el Progreso, y orientado a satisfacer la demanda por vivienda de los emigrantes. Este plan utilizó los campos de aviación que el aeropuerto de Techo dejó vacío al ser sustituido por El dorado. Ubicado en el extremo occidental de la ciudad, exigió la construcción de redes de servicios públicos que valorizaron las tierras que se encontraban entre Bogotá y este distante sector, lo cual generó una fuerte tendencia de urbanización hacia esa parte. El 17 de diciembre de 1961, el presidente Kennedy se hizo presente para entregar la primera vivienda del programa de Ciudad Techo, como inicialmente se llamaba. El período se caracteriza por una fuerte paradoja que nos muestra cómo, mientras el Estado hacía sus mayores esfuerzos por pensar en la ciudad, ésta había encontrado una modalidad práctica de resolver la escasez de vivienda, como era la de la autoconstrucción informal. Al margen de las normas y sin cumplir con las exigencias de cesión de espacio público, de tamaño de las calles, sin mobiliario urbano ni espacio para servicios educativos, y lo más importante, sin servicios públicos, estos barrios tuvieron que


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recurrir a los intermediarios políticos para acceder a la presencia del Estado, en un claro proceso de privatización de la acción urbanizadora. La lucha de los pobladores se centró en el acceso al servicio de acueducto, luego del transporte, la energía y después los demás servicios. El avance en el cubrimiento de los servicios era grande, si se tiene en cuenta el déficit que había. Mientras que en los años veinte y treinta, entre un 20% y un 30% de la vivienda tenía acceso a luz y agua, para 1951 el censo muestra un panorama diferente, pues el 50% de la población bogotana cuenta con el servicio de energía eléctrica. El acueducto logró una mejoría sustancial con la puesta en servicio en 1958 del acueducto de Tibitó. Todo ello muestra cómo la ciudad fluctuaba entre el establecimiento de una fuerte política de intervención y la delegación absoluta al sector privado de la gestión urbana. Así, mientras que en 1951, mediante el decreto 185, se oficializa el Plan Regulador que proponía delimitar la ciudad por el occidente en la carrera 30, al finalizar la década el mismo Estado iniciaba la construcción de Ciudad Techo, en el extremo occidental de los límites distritales, luego de varios años de estar actuando en contra de lo propuesto por el Plan Regulador. De manera simultánea, el decreto legislativo 3640 de 1954, orgánico del Distrito Especial de Bogotá, significó para la ciudad el inicio de su independencia administrativa. En este sentido, y como resultado de las nuevas exigencias, por medio del acuerdo 53 de 1956, se reorganizó la Oficina del Plan Regulador, la cual recibió el nombre de Oficina de Planeación Distrital de Bogotá, y se le encomendó la planificación del desarrollo de la ciudad, realizar la coordinación con entidades similares departamentales y nacionales, coordinar los programas de inversión del Distrito, establecer normas para regular la expansión de las áreas residencial, comercial e industrial y elaborar la legislación necesaria para reglamentar la parcelación de tierras y la construcción de edificios.

Con la conclusión de la dictadura en 1957, un nuevo grupo de profesionales entró a participar en la administración distrital. Desde entonces y hasta 1966, la figura de Jorge Gaitán Cortés, primero como concejal y luego como alcalde entre 1961 y 1966, se erigió como la del planificador por excelencia, y en estos años se logró mantener una continuidad tanto en la planeación como en la instrumentación. En efecto, el Plan fue entendido como una herramienta capaz de ser acondicionada a las variaciones del entorno urbano y debido a ello los esfuerzos se concentraron en convertir a los postulados en programas concretos para facilitar la acción administrativa. La preocupación más recurrente fue la de institucionalizar los procesos derivados de la toma de decisiones en materia de planificación física, y en razón de ello se hizo énfasis en la necesidad de poblar las zonas vacías y configurar una urbanización homogénea. En este sentido, se aprobó en 1961 el Plan Vial Piloto, con el objetivo de fomentar la progresiva compactación de la capital mediante la delimitación de un sistema combinado de cuadrícula ortogonal con anillos periféricos. Resultante de esto surgen las avenidas 68 y Boyacá, la avenida longitudinal de carácter regional para tráfico pesado, combinaban con los ejes radiales: carrera séptima, la calle 80, calle 26 y la avenida de las Américas, y con ello se formó el sistema vial radial anillar de la ciudad que aseguraba la comunicación tanto en el sentido sur-norte, como oriente-occidente. A partir de este proyecto, las vías pasaron a ser programas reales dotados de presupuesto, especificaciones, etc. De esta manera, en estos años se logró un significativo avance en el desarrollo urbano formal, puesto que se retomó la práctica planificadora que había sido desechada durante la dictadura; además, se logró un plan completo para la ciudad, a partir del cual se definieron una serie de mecanismos de acción que comenzaron a ejecutarse con prontitud. Sin embargo, no hay que olvidar que la ciudad estaba padeciendo sus más altos índices de crecimiento y la urbani-


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zación informal era responsable de buena parte de la expansión urbanística. Durante la alcaldía de Virgilio Barco, 1966-1969, se continuó con el impulso planificador que se traía, y hubo una gran continuidad en las obras iniciadas en la anterior administración, y se agregó la dimensión del desarrollo económico y social. Barco propuso la integración de los elementos básicos de la ciudad, como son: los atributos (vivienda, espacio público, equipamientos, transporte), las dimensiones (social, económica, cultural, ambiental) y las instancias reguladoras. Entre las preocupaciones fundamentales de esta administración figuran la planificación, la renovación urbana, la construcción de varios parques metropolitanos, la provisión de servicios públicos, la integración vial, la construcción de viviendas, además de la reorganización administrativa, la terminación de las obras inconclusas, la ampliación del acueducto y el plan maestro de alcantarillado. La visita del Papa en 1968 fue un compromiso que aceleró la ejecución de numerosas obras para aprestar a la ciudad a este evento. Es importante resaltar el cambio de enfoques que se estaba presentando a finales de la década del sesenta en lo referente a la construcción del proyecto de ciudad, en razón de la inclusión de la variable económica en el desarrollo urbano. La influencia del economista norteamericano Lauchlin Currie fue definitiva para el desarrollo de Bogotá. La ciudad es vista como un problema nacional y de allí se deriva la necesidad de que el Estado debe entrar a resolverlo, en razón de ser la ciudad más importante del país. Currie y Barco formaron un equipo de donde salieron varias estrategias definitivas en el proceso de urbanización que vivió la capital y el país en las décadas siguientes. Al iniciarse la industrialización de la posguerra, el potencial industrial de Medellín sobrepasaba al de Bogotá; pero desde 1950 en adelante, en la capital se dejó sentir la ventaja de controlar un mayor mercado interno, condición que le

permitió un mayor crecimiento de su industria y por ello se puede afirmar que el despegue económico de Bogotá se presentó tardíamente, respecto incluso a otras ciudades colombianas, y las décadas de los años cincuenta y sesenta muestra esto. Los cambios institucionales, como la creación del Distrito Especial, así como la aplicación de la planeación económica a escala nacional, beneficiaron este crecimiento. Además, la modernización de la agricultura regional, jalonada por el crecimiento urbano de la ciudad, permitió que Bogotá fuese el centro de una de las regiones agrícolas del país. La industrialización comenzó por la vía de la sustitución de importaciones y luego dio paso a las ramas productoras de bienes intermedios y de capital, así como el fortalecimiento del sector de servicios, con lo cual la ciudad aseguró una estructura productiva bastante diversificada, característica que le ha permitido salir mejor librada que otras ciudades en los momentos de crisis. Este proceso se presenta de manera simultánea al surgimiento de una paradoja: la del desfase entre la concentración demográfica y la concentración industrial en Bogotá. Es notorio que la segunda ocurrió antes de los años sesenta, cuando la primacía de Bogotá aún no era perceptible, pero posteriormente, la importancia de Bogotá en la industria nacional se estabilizó, mostrando un ligero crecimiento, mien-tras que la mayoría de los indicadores demográficos y económicos (no industriales) revelaban un centralismo bogotano cada vez más notorio. Así, la industria se concentró en Bogotá antes que la población, lo cual explica que se haya constituido en un elemento atractivo para las migraciones que arribaron a la ciudad. En las décadas del cincuenta y sesenta, la ciudad vivió un profundo cambio social que silenciosamente transformó, de manera radical, el paisaje social urbano que mostraba la capital. En efecto, la modernización de la infraestructura de servicios públicos permitió el creciente


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acceso a éstos de la mayoría de la población y generó una serie de cambios en la cultura material en el interior de los hogares. Éste es el caso de los cambios que origina la ampliación del servicio domiciliario de agua en los barrios marginales, que reduce los tiempos dedicados a la consecución del líquido en pilas públicas y que permite un sustancial progreso de las condiciones de vida al mejorar la higiene en el hogar. Así mismo, el progresivo avance del servicio de la energía eléctrica permitió el cambio de las estufas de leña y de carbón, que imperaron en Bogotá hasta los años cincuenta en los barrios marginales, por la preparación de alimentos con energía eléctrica y gas. La reducción del tiempo dedicado a los oficios domésticos ocasionó profundas transformaciones en los hogares, pues liberó a la familia, dándole mayor tiempo para dedicarlo al ocio, a la educación y al trabajo fuera de casa. De manera simultánea, la ciudad comenzó a demandar mano de obra más capacitada para la expansión industrial y la modernización del sector servicios. Esta situación provocó el acceso de la mujer al mercado laboral, así como a la educación superior y con ello empezó a cambiar las relaciones familiares. De esta manera, la ciudad comenzó a presenciar una mayor participación de la mujer en las actividades laborales, industriales y de servicios, con notorio cambio con relación al paisaje social que mostraba la ciudad décadas antes. En efecto, hasta las primeras décadas del siglo XX, la alta participación de la mujer en el mundo del trabajo estaba limitada a actividades de baja productividad, como planchadoras, sombrereras, aguateras y servicio doméstico. Ahora, la calificación educativa de la mujer le permitía adquirir una mayor posibilidad de participar en todos los órdenes de la vida urbana. Por supuesto que uno de los efectos de este nuevo panorama fue la reducción del tamaño de la familia. Estos cambios materiales y laborales estuvieron acompañados de profundas transformaciones en el orden de la cultura. La radio se popularizó, así como luego la televisión,

además de otros adelantos en la comunicación, que fueron transformando las relaciones entre los habitantes y su percepción del mundo fue cambiando. Igualmente fue sensible el ascenso y consolidación de la clase media, con toda su lógica secuela de nuevos usos y costumbres. Cabe mencionar la mayor presencia de la juventud en todos los campos de la vida social. La consolidación económica y demográfica de Bogotá tiene una relación directa con el mejoramiento de los medios de transporte, lo cual le permitió consolidar el control de la región económica más grande del país, la que presenta una amplia urbanización y la que disfruta de la mejor y más variada oferta ambiental territorial. Debido a ello, Bogotá ha dispuesto de un territorio de donde se ha proveído de grandes contingentes de emigrantes, lo cual ha sido definitivo para contar con mano de obra barata, así como de compradores de las haciendas que se lotearon como barrios marginales. Igualmente, este mercado regional constituye una salida para las industrias de bienes de consumo, y los servicios de la metrópoli, como los bancarios, educativos, salud, educación superior, comunicaciones y comercio mayorista. El crecimiento de esta región se logró a causa de la consolidación del sistema férreo, que en 1961 llegó a su ápice con la inauguración del ferrocarril del Atlántico, que conectó a Bogotá con Santa Marta, y al sustancial mejoramiento del transporte aéreo con la puesta en funcionamiento en 1958 del aeropuerto de El dorado. Gracias, entre otras, a estas mejoras, Bogotá pasó a controlar la región más rica del país. La consolidación de Bogotá de manera efectiva como capital nacional, en los órdenes económicos, demográficos, culturales y políticos, demandó la intervención cada vez mayor de la planeación macroeconómica originada en el Estado central. El Plan de Desarrollo Nacional de las Cuatro Estrategias, elaborado a comienzos de los años setenta por Lauchlin Currie, diseñó una serie de intervenciones en la economía para incentivar la urbanización de las ciudades, así


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como la escogencia de la construcción como motor de la generación de empleo y, por tanto dinamizadora de la economía. Como resultado de esta estrategia nació en 1972 la unidad de poder adquisitivo constante, UPAC, sistema de financiación de vivienda que transformó de manera radical el proceso de urbanización de las ciudades colombianas. Así mismo, a comienzos de esta década se realizaron varios estudios donde se trazaron estrategias para Bogotá, que quedaron consignadas en el estudio "Ciudades dentro de la ciudad" y en el estudio de "Desarrollo urbano de Bogotá, fase II", de 1972. Con estos elementos, la ciudad inició una etapa de consolidación urbana que le ha permitido afrontar los retos de fin de siglo en mejores condiciones que las otras grandes ciudades colombianas, como la mayor inserción de los pobladores marginales a la ciudad formal, una mejor prestación de servicios domiciliarios, mayor cubrimiento de servicios educativos y hospitalarios, mayor participación ciudadana en los asuntos públicos y la economía más sólida del país. Debido a grandes cambios que realiza el Estado en las políticas urbanas, la propiedad territorial urbana presenta profundas modificaciones durante este período, en razón del aparecimiento de nuevos agentes que en ella intervienen, condiciones que provocan transformaciones profundas en la estructura socioespacial de Bogotá. Los cambios en la concepción de la política urbana estatal son notorios, puesto que se presenta un abandono de las políticas que hasta los años sesenta habían imperado, como era la edificación de vivienda como lucha contra el déficit habitacional, mientras que ahora el Estado se concentra en escoger el sector de la construcción como el motor de la economía, y para ello diseña una estrategia financiera a través de la UPAC, creada en 1972. Este sistema de financiamiento de la vivienda canaliza el gigantesco ahorro captado por medio de las corporaciones de ahorro y vivienda, CAV, recursos que son facilitados bajo la modalidad

de préstamos hipotecarios a largo plazo a quienes necesitaban de crédito para la adquisición de vivienda nueva. Con esta política se resolvió el problema de la oferta de vivienda para estratos medios y altos, sectores sociales que comenzaron a recibir una sobreoferta de vivienda construida preferentemente en el norte de la ciudad y en segunda instancia en el occidente. Sin embargo, a pesar del volumen de los recursos dirigidos a financiar esta nueva oferta de vivienda, desde un comienzo se nota que no satisfacía las necesidades de las familias de menores ingresos. Por ello, la autoconstrucción continuó, de la misma manera como este sistema había sido el único camino que los emigrantes habían tenido para resolver sus necesidades de hábitat. Así, en los años de mayor auge de la construcción bajo la modalidad del UPAC, entre 1973 y 1985, la autoconstrucción fue la responsable de la producción del 33,75% del total de la vivienda producida por la ciudad. Esta urbanización se realizó sin presencia del Estado, con precarias condiciones sociales y altos índices de violencia, sin servicios públicos, situación que obligaba a sus habitantes a recurrir a la intermediación de algunos políticos que intercambiaban votos por el acceso a los servicios domiciliarios. Esta forma perversa de construir la ciudad comenzó a cambiar desde fines de los años ochenta, en razón de la escasez y el precio creciente de los terrenos, aunado a algunas políticas del Estado que comenzó a regular estas urbanizaciones, así como al desarrollo de un mayor nivel de organización comunitaria. Todos estos esfuerzos no lograron reducir el déficit de vivienda que ha aquejado a la ciudad de manera notoria desde el siglo XIX. Si bien este déficit cuantitativo, resultante de comparar el número de hogares con el número de viviendas existentes en la ciudad, ha venido descendiendo, la cantidad de viviendas que él representa no ha dejado de aumentar. Así, si el déficit era del 37,8% en 1951, había descendido a un 31,8% en 1973 y a un 27,1% en 1985. No


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obstante, este déficit estaba representado por un faltante de 138 mil viviendas en 1973, cifra que se incrementó a 247 mil en 1985. Por supuesto que esto no significa que en la década del noventa estos indicadores vayan a mejorar, y esto es lo que explica que más de la mitad de los nuevos habitantes que se agregan a la población bogotana, se inserten en la ciudad por la vía de la autoconstrucción informal, o barrios llamados "piratas". 2. La urbanización reciente de Usme: a la sombra de la marginalidad Se ha señalado que desde las décadas del cincuenta y sesenta la ciudad vivió un gran cambio social que silenciosamente transformó, de manera radical, el paisaje social urbano que mostraba la capital, y que no sólo se limitó al aspecto del crecimiento urbano, sino que también implicó una amplia serie de cambios cualitativos.

4.

Testimonio del barrio La Fiscala.

El barrio de La Fiscala es uno de los que se pobló más tempranamente. Al comenzar la década del cincuenta, este espacio era una finca, y precisamente en 1952 es cuando se comienza a parcelar. Las primeras familias arriban en 1959, siendo emigrantes del altiplano y luego algunos bogotanos comienzan a poblar estos lotes que se estaban urbanizando, trepándose por los cerros orientales. Este hábitat inicial es bastante precario, pues desde un principio la ausencia del Estado es la norma general. El agua se saca de los aljibes, la cocción de los alimentos se hace con leña y la iluminación con velas. Fue necesario que transcurrieran dos décadas para que el barrio lograra su legalización, es decir, su inserción formal en la ciudad. Esta condición jurídica, condición indispensable para recibir cualquier intervención estatal, fue el resultado de un constante batallar de la comunidad a través de distintos tipos de organizaciones. En efecto, en 1965 se había constituido la junta de acción comunal, y pocos años después llegan

los primeros servicios con la energía eléctrica en 1967 y las pilas de agua en 1968, debido a conexiones ilegales. Con la legalización, el barrio pudo tener acceso a las redes del acueducto, y gracias al trabajo comunitario ya se contaba con el alcantarillado. Para lograr estos avances en el mejoramiento de las condiciones de vida, debió transcurrir 40 años para que esta comunidad barrial lograra un equipamiento urbano aceptable; pues sólo hasta 1982, llega la primera ruta de transporte y hasta 1990, el servicio telefónico. Paradójicamente, al completar el equipamiento urbano, los pobladores se encuentran frente a nuevas realidades: el desempleo. La legalización del barrio, requisito formal de gran importancia, no deja de tener un sabor agridulce para los pobladores. Como lo señala un testimonio de un poblador del barrio La Fiscala: "Respecto al agua, durante toda la historia del barrio hemos convivido, con sectores ya legalizados, con casas y nuevos barrios sin legalización de sus servicios de acueducto y alcantarillado. Hoy en día los que tienen el servicio legalizado pueden presionar al que lo tiene piratiado, porque sienten que están pagando cada mes —pues quiéranlo o no, les llega la factura sin falta— lo que el otro está consumiendo de manera irregular. Puede que éste sea visto como si estuviera de gorra en el barrio, aunque realmente no lo esté. Por otro lado, se ha dado el caso de personas que luego de normalizado y legalizado su servicio de acueducto domiciliario, consideran que las facturas no corresponden a lo que han consumido y marcado los medidores; no las pagan, hasta el punto que les cortan el agua y pierden su medidor porque los funcionarios de la empresa retiran con su propia mano el medidor de la acometida. Son personas que vuelven al servicio pirata porque les sale más barato, así no sea el más seguro"4.


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Así, si bien la legalidad es una búsqueda constante, y a ello se orientan buena parte los esfuerzos de las organizaciones comunitarias, no deja de presentar ventajas relativas la lógica del funcionamiento pirata, pues la informalidad tiene la exigencia de la organización comunitaria para la prestación, bastante precaria de algunos servicios, como es el caso del abastecimiento de agua, pero no tiene la exigencia del pago mensual de la factura por el consumo. Este reclamo se deja sentir con el tema de la construcción del alcantarillado, que fue una obra comunitaria, y que al momento de prestarse el servicio de acueducto, se cobra el otro servicio. "Es que no es difícil de entender las razones que tiene la gente para sacar el agua de los tubos madre cuando la misma empresa de acueducto le ha cobrado a los habitantes el trabajo hecho por la comunidad. Así fue cuando dieron el visto bueno por el sistema de acueducto de aguas negras construido con los recursos y las manos de los vecinos del barrio. La legalización del servicio de alcantarillado significó para la gente pagar otra vez por el sistema que ellos mismos habían hecho. Las empresas a veces se encargan, así, de crear la desconfianza que hacia ellas expresa la comunidad. Muchos de los servicios que se supone permiten la legalización de los barrios, han sido conseguidos por los mismos habitantes, y eso no lo reconocen las empresas"5. La contraposición de dos lógicas se deja sentir cuando se enfrentan la experiencia de haber construido una red de solidaridad social para poder levantar el barrio, con la llegada de la legalización y la formalización de los servicios públicos. Las cuatro décadas de lucha por obtener los servicios, que exigió un gran esfuerzo colectivo, es visto como un capital social que cuenta en el momento de la inserción en la formalidad urbana.

"No puede ser que las empresas de servicios consideren que el barrio se formaliza y arranca de cero en el momento en que se incorpora a las redes legales de servicios, pagando por su conexión, sin tener en cuenta los esfuerzos de los habitantes por levantarlo y mantenerlo durante años. Eso no quiere decir que no sea buena y lógica la instalación domiciliaria de agua potable y de los demás servicios por la vía formal, de hecho eso permite que la gente cree nuevas formas de conciencia y de convivencia. Cambia la conciencia cuando el ahorro en el gasto de agua empuja a los vecinos a recoger el agua 6 lluvia para su uso doméstico " . Bastante diferente es el caso del barrio Los Comuneros. Su origen marca una diferencia total con el caso anterior, puesto que su urbanización se inicia con la presencia del sacerdote Saturnino Sepúlveda, de amplia trayectoria en la organización de las gentes sin techo. En 1981, este sacerdote, caracterizado por su radicalidad política, inicia la convocatoria de gentes interesadas en acceder a vivienda propia, y da comienzo a la organización con una capacitación en liderazgo comunal cooperativo, constituyéndose la Empresa Comunitaria Los Comuneros. Esta organización es la que permite consolidar una capacitación en derechos civiles y en los trámites con el Estado, y con estas bases los pobladores asociados se lanzan a comprar un lote, el cual fue urbanizado con el apoyo profesional de ingenieros y arquitectos, facilitados por el padre Saturnino. El primer servicio que se establece es el del agua, y al igual que la mayoría de estos barrios, el aprovisionamiento se logra perforando el tubo madre que viene de la represa de La Regadera, que transporta agua sin tratar en dirección a la planta de Vitelma, con lo cual abastecen una pila comunitaria. Ahora, en el momento de realizar este trabajo, todo está a punto de cambiar, en razón de la conexión definitiva a la prestación del servicio de acueducto desde la planta de El Dorado, próxima a entrar en servicio.

5. Ibidem. 6. Ibidem.


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Además, con la legalización del barrio, con la cual adquieren el acceso a servicios públicos, se diluye la organización social, la cual había nacido para solucionar, precariamente, la ausencia de estos servicios. Se gana en calidad de vida pero se pierde en capital social. "Eso nos tiene jodidos. Cuando al principio se manifestó la necesidad, todos nos unimos y se lograron cosas"8.

La Regadera (Fotografía: Camilo Santamaría)

El origen del barrio Sucre también muestra sus diferencias. Se inicia en 1985, bajo la influencia de un movimiento político que imparte capacitación para la autoconstrucción. El acceso al servicio del agua convoca a la gente a organizarse en acción comunitaria. Ésta es básica para que la gente se reúna a trabajar los sábados y domingos en las labores comunitarias. Si bien, las gentes compraron su lote, pagándolo a cuotas, parte de la finca es invadida, con lo cual se da inicio a una urbanización pirata, fuente de diversos conflictos. La cercanía al tubo madre les permite tender una verdadera "araña con mangueras", y se establece en cada cuadra una pileta, servicio que no deja de convertirse en fuente de conflictos por la densidad del poblamiento que hace rebasar la escasa oferta de agua. De nuevo, el peregrinaje por la legalización del barrio se convierte en una experiencia contradictoria. Este trámite les hace ver que el acueducto que habían construido no cumplía las mínimas condiciones técnicas para su operación.

7. 8. 9.

Testimonio del barrio Sucre. Ibidem. Testimonio de Leonor Perdomo, barrio Nuevo Porvenir.

"Para el proceso de legalización del servicio, la Empresa (de Acueducto) vino con sus funcionarios e hicieron reuniones donde nos explicaron y nos concientizaron [sic] de hacer las cosas legalmente, porque así como estaba, rústico y caprichoso, y a pesar de suplir nuestras necesidades, no era seguro"7.

En años recientes, 1987, los potreros fueron sustituidos por un barrio, el Nuevo Porvenir en la comuna Alfonso López. Por fuera del perímetro de prestación de servicios, urbanizado bajo la modalidad ilegal, pirata, presenta un cuadro común a este tipo de apropiación de la tierra: una vez vendidos los lotes, el urbanizador desaparece, y es la comunidad la que se tiene que organizar, e iniciar la autoconstrucción de los servicios. Esto se inicia con la perforación del tubo madre y la construcción de un alcantarillado. "La comunidad fue la que urbanizó realmente esto y lo llevó adelante". Igual que en los otros casos, antes que la construcción de las casas, se construye primero el tejido social, y acá se inicia con la junta de acción comunal, organización que logra el acceso al servicio telefónico y de agua potable, y que ha sido fundamental para intermediar con los distintos funcionarios estatales. Acá se nota una mayor presencia del Estado, en comparación con los otros casos ya vistos. Sin embargo, los habitantes del Nuevo Porvenir perciben esto como si fuera gestión de personas y no de la acción estatal. "Para eso han sido muy importantes las gestiones de algunos ediles y alcaldes que prestaban la maquinaria, la retroexcavadora. Apoyados por ellos, hemos 9 logrado la recebada de las calles" . El acceso al servicio del agua fue el resultado de constantes luchas y movilizaciones, como la que sucedió en 1997, que estuvo acompañada del


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bloqueo de las calles. Desde la experiencia de los habitantes de esta comuna, la construcción de la planta de El Dorado es el resultado de las exigencias de los pobladores de Usme. Para ellos, el consumo de aguas sin tratar estaba generando enfermedades gastrointestinales y parasitismo, pues "hay muchas enfermedades a raíz de esa agua sin tratar"10. Para ellos es evidente que los barrios con mejores y más sólidas organizaciones son los que han conseguido mejores negociaciones con la Empresa de Acueducto. Este mejoramiento del servicio del agua dejó sin sentido la organización fundada para el mantenimiento de las mangueras, y ahora se encuentran frente a una nueva lucha, como es la de no pagar por la instalación de la red, y lograr que la conexión se realice bajo la modalidad de gestión comunitaria. El poblamiento del barrio Juan José Rondón se mantiene en la línea que han mostrado los otros barrios. El testimonio de Primitivo Numpaque nos muestra el caso de un emigrante boyacense, quien llega a la capital a comienzos de la década del cincuenta y vive pagando arriendo cerca de treinta años, hasta encuentra la posibilidad de comprar un lote para construir una casa. Esta oportunidad se da cuando escucha los programas que adelanta el sacerdote Saturnino Sepúlveda en los altos de Juan Rey. Allí encuentra un potrero con siete casas, a donde llega, luego de pagar su lote a plazos, en 1984. Para este poblador, lo que hace el sacerdote no deja de ser similar a cualquier urbanizador pirata, a pesar de que les instruye en cursos de principios de política radical. Mientras tanto, el acceso al agua se debe a los pozos que encuentran en los potreros adyacentes. "Nos ha tocado sufrir mucho con la ausencia de agua, en invierno y en verano. Cuando estamos en invierno el clima nos tapa las mangueras, y en verano porque se escasea mucho".

Para solucionar, en parte, estas dificultades, la junta de acción comunal organiza las mangueras, al tiempo que emprende el trabajo de buscar la legalización del barrio: titular, escriturar y superar la piratería, es una prioridad para esta organización, en razón de que es esta condición jurídica la que le puede permitir el acceso a la presencia estatal. Pero esto no es tan fácil, y es por ello que en 1998 tienen que recurrir a un nacedero de agua, de donde se deriva la red de mangueras. Es, entonces, cuando se establece la función del fontanero, personaje que se vuelve de gran importancia en estos barrios. Es él quien se encarga de mantener las mangueras y vigilar que el abastecimiento del agua, a pesar de su precariedad, sea suficiente para la satisfacción de las necesidades elementales de estas comunidades. "Durante mucho tiempo tuvimos que bregar con el problema del agua, inicialmente había unos aljibes y de ahí tomábamos el agua. Ahora, a partir de la constitución de la junta, empezamos a pedir permiso a La Alemana, a Bavaria para traer desde arriba el agua, desde la cordillera, casi cerquita del nacimiento. "Agua pura, porque de allí todavía es limpia, hasta el día de hoy ha resultado mejor que la de acá. Menos contaminada. Entonces tuvimos que colocar las mangueras y traer el agua, hacer unos tanques para que se pudiera distribuir el agua con mangueras. Con la colaboración de la comunidad y de algunas personas que han dado donaciones, se logró comprar las mangueras que fueron instaladas en 1998. "Posteriormente, la comunidad organizada nombró unos fontaneros -pero hace poco-, como desde 1998 y poco a poco ha venido para la distribución del agua, y la traída desde allá porque eso siempre se sufre, la comunidad nombró los fontaneros y ahora por intermedio de ellos hay que pagar algo, algo que cuesta. Un fontanero recibe $ 2.000 por casa mensuales, pero la verdad es que hay gente que no los paga. Eso da como pena"11.

10. Ibidem. 11. Testimonio de Primitivo Numpaque, barrio Juan José Rondón.


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La proximidad de la entrada en servicio de la nueva red de acueducto es vista como el gran momento en que el barrio va a cambiar radicalmente. Se espera como causal de transformación y de avance, como lo fue la construcción de la escuela, la iglesia y el parque. "Yo creo que las obras que se están ejecutando en el barrio van a cambiar notablemente su imagen, porque para el 2003 ya vamos a contar con el acueducto. Ya se ven las obras, la maquinaria, los obreros, todo. Y la vida será otra cuando logremos por lo menos el servicio de acueducto. "El problema de las mangueras se acaba, se mejoran las calles porque las aguas negras serán canalizadas debidamente y los problemas con la gente ya no van a existir, cada uno tendrá su servicio. Yo pienso que son logros y adelantos de este barrio, de estos barrios, de esta zona. "Ahora podemos decir que estamos casi a la par con los otros sectores San Pedro, Villa Rosita, Villa Diana y más adelante también se mejorará Arrayanes, pues hay mucha gente trabajando en eso. Aunque cuando empezamos las gestiones para conseguir los servicios, yo veía que la gente era más unida, habíamos menos pueblo, pero la presión era más por los barrios, por lo que nos reuníamos en los 12 catorce barrios" .

12. Ibidem.

Para una habitante del barrio como la señora Carmenza Guzmán, el consumo del agua sin tratar ha sido la causa de las pésimas condiciones de salud, y foco de enfermedades como los hongos, diarrea, que aquejan a los niños, pues la mayoría de la gente consume el agua sin hervir. Si en un principio, cuando había pocas casas, el agua que se recogía de los potreros era suficiente, pero el crecimiento de la urbanización ha generado la escasez y los esfuerzos del fontanero son superados por la creciente demanda. "Entre más gente, menos agua".

Los efectos de esta precariedad en el acceso al servicio del agua se dejan sentir en las dificultades que esta ausencia genera en la vida hogareña. En este barrio sólo hasta 1990 se puede construir un sanitario, lo cual es posible cuando llega el agua a las casas. Antes, el agua se recogía "con una manguera que se colocaba desde arriba en unos pocitos de agua, para comer y para el baño". Por consiguiente, lo que predomina mientras tanto son los pozos sépticos, pues no hay alcantarillado, condición que obliga a que se construyan zanjas profundas que cortan las calles, contaminando a todos los habitantes. Por consiguiente, la proximidad de la construcción de las redes de acueducto y de alcantarillado es vista como el gran cambio. "Yo sí creo que el hecho de colocar todos los servicios implica volverse modernos. Ya nos vamos a modernizar...". Este cambio, para las mujeres, significa dejar atrás las enfermedades como las gastrointestinales, puesto que la diarrea, causada por el consumo de aguas contaminadas, es lo que más aqueja a estos pobladores. En estas condiciones de servicio, el fontanero adquiere una importancia similar a la que tuvo en toda Bogotá en el siglo XIX, pues de él depende el acceso al servicio. Su función de manutención del abastecimiento del agua lo convierte en un personaje de gran significado social. "Pero el significado de un fontanero es mucho, es un oficio primordial para subsistir, sin agua no existiría nadie y por cualquier parte brota agua, pero acá, hoy en día está muy contaminada, por ejemplo la quebrada, donde anteriormente se podía tomar agua cristalina, ahora es imposible; esto se ha poblado mucho y la gente no ayuda a cuidar ni a limpiar el agua. "A mí me estiman mucho aquí, por lo menos cualquier persona me estima por el asunto del agua, bueno yo soy un tipo que a las cuatro de la mañana me encuentro ya limpiando el tanque arriba


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en La Alemana, cerrándolo, abriéndolo, poniéndolo a llenar, y dándome cuenta si está llegando agua o no; si no está llegando, entonces me toca ir para arriba a las 5:30 de la mañana para destaparla arriba, y cuando hay mucho verano, muchas veces toca a las doce del día, taponar la manguera para poner a llenar 13 el otro tanque" . Cabe destacar que esta función es ganada personalmente, pues, a diferencia de los fontaneros de antaño que dependían del municipio, acá es un oficio que surge de la necesidad, sin ninguna regulación estatal. Son los vecinos que pagan una cuota. "Para mí, la hora más importante en este oficio es a las siete de la mañana, porque a las siete voy a echarle el agua a todo el mundo, me toca darme cuenta de las mangueras, sacarles el aire y que cada casa coja su agua. Lo único es que yo no le arreglo manguera por el camino a nadie, eso sí no; el día que me llegue al tanque y le ayudo con el mayor gusto, que la sonda, que un caucho, que para amarrarla y eso sí, pero yo no me voy a poner a escarbar la manguera a cambiarla, eso no. Después de eso descanso, porque de 7 a 8:30 a.m. los tanques están desocupados, entonces voy a llenarlos de nuevo. "Yo me siento feliz, así me moje o haga frío, pero la costumbre de trabajar, de hacer cosas me revitaliza. Imagínese que yo tengo 70 años y no me importa subir a las cinco de la mañana al tanque, me le pongo a cualquiera, eso sí. "En este oficio cada casa paga mensualmente un promedio de $ 2.000 a $ 2.500, pero hay muchos que no pagan el ciento por ciento, pero no se le puede quitar el agua porque como viene por una sola manguera, entonces el que paga, está dándole el agua a los otros. El pago es voluntario, pero imagínese usted que muchas veces en el mes me gano entre $

20.000 y $ 30.000 y ¿qué es eso? No se justifica. Pero es que aquí la junta no colabora, debería ser la junta quien 14 llamara a la gente y pedirle que pague" . La ausencia del servicio es vista como una gran carencia en la vida de la comunidad, y la consecución del servicio una prioridad para la misma; es así como cuando aparece la intervención estatal, la respuesta comunitaria es totalmente positiva, como se puede observar en el siguiente testimonio. "En Juan José Rondón se ha sufrido mucho por el agua, se han realizado actividades, festivales, talleres, de todo. Por ejemplo, contamos en noviembre con el Festival del Agua, donde se hacen bazares, espectáculos y presentaciones, se come gallina y se toma cervecita, eso con el fin de recoger fondos para el acueducto, pero ya llevamos varios años en eso y nada. También hemos asistido a talleres, a los cuales nos mandó el acueducto; y nos llevaron a conocer la planta de El Dorado, para informarnos que así quedaría la planta de Altos de Yomasa, o sea, la de nosotros; fuimos allá como 38 personas e hicimos los cursos de los muiscas y aprendimos muchas cosas, sobre el tratamiento del agua"15. En el barrio La Reforma, urbanizado por Alfredo Guerrero, “persona muy caritativa con las personas más necesitadas", según un poblador de este barrio, la legalización del mismo se logró en 1998, y con ello llega la energía eléctrica, el teléfono y el gas. El acueducto requiere de un proceso de trabajo por gestión comunitaria, por medio de talleres de capacitación. Las redes fueron donadas por la alcaldía local, gracias a la financiación del Fondo de Desarrollo Local de Usme. A la fecha, cerca de un 30% de las casas cuentan ya con el servicio de acueducto y el resto se encuentra en proceso de instalación. Esta situación contrasta con lo que se vivió a comienzos de la década pasada, cuando la

13. Testimonio del fontanero Luis A. Peña. 14. Ibidem. 15. Ibidem.


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"gente se agarraba a palo", las epidemias eran frecuentes, las alergias constantes. "Hoy, donde no hay agua potable, cunden los problemas sociales", como está sucediendo en la iglesia Montes de Galilea, en El Bosque, donde varios dirigentes se enterraron para denunciar la ausencia del servicio, hecho que se convirtió en noticia mundial. En conclusión, como resultado del trabajo que se ha hecho con los pobladores de Usme, se puede constatar los efectos que genera la introducción del servicio de acueducto domiciliario y la superación de la precariedad que significa la ausencia del mismo y el abastecimiento de aguas no tratadas: tensiones sociales, demanda de inversión de grandes cantidades de tiempo para suplir estas ausencias, los costos sociales representados en

enfermedades gastrointestinales y la violencia cotidiana que genera la competencia por abastecerse de agua. Lo que ha vivido la ciudad en toda su historia, y que empezó a ser superado desde 1938 con la puesta en servicio de la planta de Vitelma, se encuentra hoy en día en la frontera urbana de Usme. El entrecruzamiento de las condiciones de urbanización ilegal, denominado pirata, ha marcado profundamente esta historia. Pero los pobladores luchan contra esto, y siempre buscan la legalización, condición indispensable para acceder a la presencia del Estado. Pese a las adversidades políticas, económicas, culturales y sociales, el esfuerzo, de manera permanente, es el de la construcción de la red social como precondición para superar la marginalidad urbana y lograr la inclusión social.


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VI. El barrio Juan José 20 Rondón Mi nombre es Primitivo Numpaque, nací el 8 de noviembre de 1934 en un pueblito de Boyacá, llamado Chivatá, como a dos horas de Tunja. Mi grado de escolaridad fue primaria, por causa de la pobreza, me tocó trabajar y por eso estudie a medias. Soy viudo y de mi matrimonio quedaron 7 hijos: 5 mujeres y 2 hombres; tuve otro hijo por fuera pero falleció. Actualmente soy retirado de las Fuerzas Armadas, estuve 22 años en el ejército, soy pensionado y me dedico a una tiendita de comestibles. Desde pequeño venía a Bogotá por temporadas y cuando entré al ejército me quedé definitivamente en esta ciudad. El primero de noviembre de 1952 entré al ejército como soldado raso y luego seguí la carrera militar. En ese tiempo, estuve viajando por todo Colombia en distintas partes, estuve en los Llanos, en el Magdalena Medio, en la Costa, en Cali, en Nariño y por muchos más lugares. De esa época recuerdo que la violencia fue muy brava, me tocó en los Llanos con los Fonseca, los Guadalupe, y con todos ellos. Eso se intensificó desde 1948, pero en esa época no se le llamaba guerrilla, se le llamaba la Chusma; era una violencia que no tiene conciencia de nada, eran como una especie de bandoleros, porque vivir de reivindicación social, uno de eso debe ser consciente, y luchar por conciencia de clan, pero eso era bandolerismo, un terrorismo, esto siempre es así. Yo llegué a Bogotá en esa década, pero vivía en la Escuela de Caballería Cantón Norte en Usaquén; en ese momento todavía estaba soltero. Ya como en 1964 me casé. Pero fue muy difícil porque me tocaba patrullar, trabajar fuera de la guarnición, a donde me mandaran y mi esposa se quedaba sola. 20. Testimonio del señor Primitivo Numpaque.

Cuando me dieron la baja en el ejército, me radiqué en el barrio Las Ferias, pero entonces por

aquellas cosas de la vida, supe del barrio Juan José Rondón y me vine a vivir acá. *** En el año de 1980 me enteré, por intermedio de un amigo, que Saturnino Sepúlveda Niño estaba ofreciendo lotes a bajo precio y que en distintas zonas de Bogotá ese cura ofrecía casas para los pobres, en Bosa y Usme cerca al Lorenzo Alcantuz, se llama Los Comuneros. También tenía lotes en Ciudad Bolívar, en el barrio María Cano. Mi amigo me dijo que había unos lotes en el alto de Juan Rey, en un sector llamado Tiguaque, entonces un día vine a conocer y me gustó. Recuerdo que no pasaba ni carro, ni bus; había un bus municipal que llegaba hasta Juan Rey y de allí tocaba a pie hasta acá. Me dieron las señas para llegar, un nombre de jardín Juanito Rondón; esto eran potreros y bueno de todas maneras estaba haciendo un día como hoy y estuve mirando toda esta urbanización. Había unas siete casas, entonces me gustó todo esto que estaba urbanizado, o sea, el primer sector. Llevé la razón a la casa de que esto me había gustado y que había estado en un sector bueno y que tenía que volver; entonces, allí mi señora me dijo que si me quería venir que comprara, pero que ella no se venía para acá, que me viniera solo, a ella le parecía esto muy frío y vino dos o tres veces y dijo que no aguantaba ese frío. Nosotros vivíamos en arriendo allá en Las Ferias, pero a mí me gusto por acá por los campos, como siempre he sido bueno para la agricultura porque mi oficio en la niñez era la agricultura, me vine con esa ambición de comprar un lote para cultivar algo; aunque no lo conseguí, sí logré tener matas. Me fui para la oficina del padre Saturnino y pregunté cómo era la cuestión de los lotes, me dijeron que costaban entre $ 40.000 y $ 50.000. Hice el negocio con el padre, le di $ 20.000 y le quedé debiendo el resto; le pagué en tres contados y ya en 1982 le acabé de pagar, esto


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me lo entregaron en 1983 y del todo me vine para acá en 1984. Pero para conseguir un lote, en primer lugar uno tenía que hacer un curso de capacitación, que no sirvió para nada, era para un gobierno revolucionario que quería hacer el padre, pero eso no convenía, a mí no me convenía, sólo el terreno, y yo quería luchar por el terreno; a pesar de que yo no estaba de acuerdo con esa rutina del padre, yo adquirí mi lote porque ya estaba pago, me interesaba, era lo mío, a la mayoría de la gente lo único que le interesaba era el terreno mas no el gobierno de él, de todas maneras le pagamos. Saturnino Sepúlveda era un cura, un sacerdote que estaba radicado aquí en Bogotá y en varias partes del país; fue párroco del barrio Florencia en Boyacá, que se volvió revolucionario en la época del padre Camilo Torres y por eso digo que él era revolucionario, parece ser que se aburrió de estar en el monte, y entonces se vino para acá y compró el terreno, se metió a ser urbanizador pirata. Se dedicó a la compra ilegal, piratear esa es la palabra y por eso tenemos todos estos problemas con los servicios. Porque una urbanización legalizada se entiende que la entregan con todo. Sepúlveda trabajaba con su equipo para poner los servicios; como él tenía su asociación, la asociación era la que tenía que hacer esos trabajos. Saturnino Sepúlveda bautizó a este barrio con el nombre de Juan José Rondón, porque a él siempre le gustó que cada barrio o urbanización que fundara llevara el nombre de héroes o líderes de la historia, por ejemplo: Juan José Rondón, María Cano, Lorenzo Alcantuz y así. *** Esta finca tuvo varios dueños, tuvo una dueña que se llamaba Marta López, después Alfredo Torres Pachón. Si nos ponemos a revisar esto pasó por varias manos, y llegó a manos del cura; por último, la tomó la asociación Juan José Rondón.

La asociación fue una organización que creó Saturnino Sepúlveda encargada de coordinar las actividades de los lotes y de los compradores; él tenía una asociación en cada barrio y nombraba a un encargado, como por ejemplo acá el presidente de la junta don Rafael Cañizales, quien es el que firma la escritura; ellos eran los que tenían que hacer el trámite de todos los servicios, pero no le pararon bolas porque no estaba legalizado, por lo tanto, yo cuando vi eso, decidí formar la junta de acción comunal. La junta de acción comunal la formamos en 1985 y en 1986 se inscribieron como 80 personas, el trámite se inició en 1986 y en 1987 obtuvimos la personería jurídica; empezó el barrio su desarrollo local y para nosotros venirnos ya el acueducto que hubo en principio fue un pozo que tuvimos que abrir desde arriba de casetera y el otro en una finca donde había un yacimiento y bajaba una zanja de esas de arroceras, eso arriba tenía un establo donde bajaba agua muy sucia, pero así se tomaba el agua; ese fue el primer acueducto del sector. Nos ha tocado sufrir mucho por la ausencia de agua, en el invierno y en verano. Cuando estamos en invierno el clima nos tapa las mangueras, y en verano porque se escasea mucho. Sin embargo, con el tiempo y conformada la junta de acción comunal, empezaron a participar más líderes y yo entregué mi cargo. Después se inició la compra de mangueras y el trabajo de ubicarlas arriba, cerca de la finca La Alemana, pidiéndole permiso a Bavaria (porque ese terreno le pertenece a Bavaria, era la antigua cervecería Alemana), nos tocó pedir permiso, fue un trabajo tremendo. Después con lo de la legalización, que se empezó a solicitar desde 1987 o 1988, se nombró a don Rafael Cayetano para viabilizar esa situación, pero tardaríamos mucho para conseguir la legalización y en ese aspecto, nadie podía hacer nada. ***


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Recuerdo que cuando llegué al barrio, por allá en el año de 1984, había solamente siete familias; de los primeros que llegaron fueron Humberto Sánchez, ese señor se fue; José Joaquín Sanabria, Roberto Cadena, Inés Ardila, Aminta Bolívar, y una señora Susana, no recuerdo el apellido; el resto ya habíamos comprado, pero entonces ellos eran los únicos que habían aquí después de que yo llegué. Don Rafael Cayetano y yo fuimos los que hicimos las escrituras. La construcción de las casas fue poco a poco, cada familia iba construyendo así en esa forma y pues el progreso del barrio ha sido a paso de tortuga, porque esto por acá es muy pobre. Los fundadores del barrio eran personas que venían de distintos lados y por diferentes motivos; por ejemplo, la familia Sanabria se dedicaba a vender flores, otros a la construcción y yo a mi profesión. Pero como ya estaba pensionado, pues permanecía en la casa. *** Yo fui el primer presidente de la junta de acción comunal. Y por eso tuve muchos inconvenientes, porque el padre Saturnino no quería que existiera una junta, él decía que para eso estaba la asociación; pues él sólo quería su gobierno por muchos sentidos, seguramente porque él tenía una cuestión, él quería sacar plata por algún medio y dominar este barrio. Entonces, la asociación se dedicó a firmar para la escrituración y la junta comunal a pedir servicios para la legalización; pero en vista de que él no pudo seguir más acá porque la situación se empezó a tornar muy pesada, entonces él fue saliendo, es decir, su papel llegó hasta donde ya se habían vendido todos los lotes. Él quería hacer su gobierno y en vista de que no pudo y que la junta comunal asumió la dirección, entonces ya estuvimos nosotros con la alcaldía y con todos los entes del gobierno, tuvo que salir. Luego seguimos en la escrituración y hasta la presente hay mucho lote sin escriturar, otros pocos que son lotes de engorde están

pendientes, porque la gente compra y no construye. Eso afecta al barrio bastante, porque esos lotes ahí no tienen ningún progreso, son lotes que están ahí baldíos, yo no sé si es que nos les gusta vivir acá o que tienen casas en otros barrios, pues después vienen aquí y tienen los lotes simplemente para venderlos a mejor precio. Luego vino el proceso de consecución de la luz, para eso nos colgamos de la torre que atraviesa Cáqueza y Chipaque; ese fue otro artefacto que se convirtió en un problema porque como tenían tanto voltaje los cables de la torre de energía se quemaban, la estufa, el radio, el televisor, no quedaban sirviendo para nada, entonces pues a mí me tocó empezar con eso. Ya como mucha gente me conocía, acudí al concejo. Allí contacté al doctor Ernesto Samper Pizano, a la doctora Marta Helena Morales y a Álvaro Pinzón, amigos míos. Yo les comenté el asunto; gracias a Dios ellos no me cerraron las puertas, ellos estuvieron de acuerdo y fuimos a la Energía con el doctor William Cruz director de acción comunal en ese momento y con el doctor Julio César Sánchez, alcalde mayor e hicimos una tramitología en la Energía y nos ayudaron mucho. *** Durante mucho tiempo tuvimos que bregar con el problema del agua, inicialmente había unos aljibes y de ahí tomábamos el agua. Ahora, a partir de la constitución de la junta empezamos a pedir el permiso a La Alemana, a Bavaria, para traer desde arriba el agua, desde la cordillera, casi cerquita del nacimiento. Agua pura, porque la de allí todavía es limpia, hasta el día de hoy ha resultado mejor que la de acá. Menos contaminada. Entonces tuvimos que colocar las mangueras y traer el agua, hacer unos tanques para que se pudiera distribuir el agua con mangueras. Con la colaboración de la comunidad y de algunas personas que han dado donaciones, se logró comprar las mangueras que fueron instaladas en 1998.


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Posteriormente, la comunidad organizada nombró unos fontaneros —pero hace poco—, como desde 1998 y poco a poco ha venido para la distribución del agua, y la traída desde allá, porque siempre se sufre; la comunidad nombró los fontaneros y ahora por intermedio de ellos hay que pagar algo, algo que cuesta. Un fontanero recibe $ 2.000 por casa mensualmente, pero la verdad es que hay gente que no los paga. Eso da como pena. Como en 1989, para el descargue de esa luz viva, entonces el doctor Julio César Sánchez García le dijo al doctor William que si no había un transformador periférico para enviarlo al barrio y poco después lo mandaron, ya con eso hubo un poquito de regularización pero a medias, aquí eso era como una telaraña, porque era cable por allí, cable por allá, corto por allí, corto para allá, y agarrados todos por la luz. Lo mismo que sucede hoy con el agua, porque el uno que quería tener mejor luz, el otro que yo no sé qué y así por el estilo, y con el agua sucedió la misma cosa, un corte de manguera corte aquí y corte allá, que arregle allí, a ver si llega el agua; y entonces cuando llegó la luz a pagar. Nosotros estuvimos como tres años a punta de velas, alumbrándonos con velas y echando radio con pilas y sucede que por no pelear, pues no me gustan las peleas, muchos me dejaban sin luz cuando querían. Uno se pregunta porqué la gente actuaba de esa forma si el servicio nos beneficiaba a todos. Por ejemplo, aquí, nosotros, lo primero, el nivel de estudios es muy poco; lo segundo, es que reina la incomprensión y, lo tercero, es que como la mayoría de los que vivimos acá, hemos vivido en inquilinato, uno no sabe qué es cordialidad, qué es vivir con el pueblo, uno no sabe sino que estaba sufriendo y eso sí lo paga. Pero a medida que los servicios van llegando, se suaviza el problema, eso siempre existe en todo lado. Pero poco a poco se ha venido arreglando, a medida que los servicios van llegando eso va

pasando, y es obvio que eso existe casi en la mayoría de todos los barrios marginados, eso no es acá no más, eso existe ya en casi en la mayoría de los barrios abandonados, y un barrio legalizado se entiende que llega todo el mundo compra y listo, que tiene que dar para su servicio y del lote que tenga los servicios, pues uno llega y no tiene ningún inconveniente, pero aquí la historia ha sido otra. *** Después vino el asunto de los teléfonos; ese servicio se legalizó como en 1990 gracias también porque hubo quien mediara. Un concejal, el doctor Antonio Galán Sarmiento, la misma Marta Helena Morales y una señora que trabajaba en los teléfonos, Virginia Rozo, ayudaron mucho para eso. Todos los servicios han sido logros de la junta de acción comunal: el arreglo de calles que ahorita se está cumpliendo, el preparar los mismos servicios, las actividades de capacitación. Cuando yo hacía parte de la junta de acción comunal, trabajé mucho en Asojuntas, como delegado y todo eso me ayudaba con los demás líderes, cuando el barrio pertenecía a la localidad cuarta de San Cristóbal. En los años noventa, por decisión del Concejo de Bogotá, este sector pasa a ser parte de la localidad quinta de Usme. Esta situación no nos benefició mucho por la tramitología que se tiene que hacer para conseguir las cosas, a uno le cuesta más transporte, le cuesta más vueltas, se gasta más tiempo y estamos más distanciados y eso que habiendo teléfono estamos distantes, pero en esta época cuando no había teléfono y no había nada tan solo transporte. Otro logro de la junta para el barrio fueron las gestiones ante la alcaldía para solicitar el arreglo de las calles. La Alcaldía Mayor, por ejemplo, cuando existió Obras Públicas, gestionó el arreglo del camino; la recebada nos favoreció mucho para salir de aquí, los que vivimos en el centro del barrio teníamos que salir a un barrial de esos cuando está bastante lluvioso, y era tremendo porque nos tocaba conectar una


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manila y subir jalados. Ahora no, es por eso que sirvió mucho la asesoría del alcalde. La consecución de los servicios públicos fue algo muy complejo, pues inicialmente nadie daba un peso por esta tierra. Por ejemplo directamente con el Acueducto, y hasta con los mismos concejales, se hicieron trámites y solicitudes, pero ellos argumentaban que como era un sector rural no había posibilidades, porque no se sabía si lo aprobaban o no; entonces para acá no había servicios. Además, otro inconveniente es el terreno que se encontraba por encima de la cota de nivel de servicios y era imposible obtenerlos.

las acometidas de las redes para el agua en el sector. Esta cooperativa se crea antes de legalizar…para que por intermedio de ella se pueda tener agua más fácil; como esta cooperativa tiene personería jurídica, se puede controlar más, pero lógicamente es el Acueducto el que debe cobrarnos el manejo del agua y no la cooperativa. Colbaus está liderada por algunos habitantes de estos barrios, Juan José Rondón, Arrayanes, Villa Diana y otros; el presidente es el señor Salomón Vázquez del barrio San Pedro y el gerente es el señor Hernández. Ellos son los encargados, pero no me parece que esa cooperativa sea viable para nosotros. Y en realidad se han hecho reuniones y se empiezan a centrar en el problema del agua, pero a partir de la legalización del barrio es que se han logrado más cosas porque ahora sí nos tienen en cuenta.

Sin embargo, yo creo que hay un avance del barrio por muchas cosas; hay escuelas, iglesia y parques. En cuanto a la educación, hay un convenio con el Distrito y contamos con la escuela de Violetas; allí vienen niños como de siete barrios y eso lo hemos logrado nosotros. Pero aquí también hay que agradecer a las Hermanas Adoratrices, que han ayudado en la junta, porque se consiguió la construcción de la iglesia; ellas han conseguido viviendas un poquito modernas y siempre hay logros, siempre hay progreso. Tenemos ahora el trabajo del Acueducto y ya comenzó a organizarse mediante la cooperación de todos, aunque hay personas que no estamos de acuerdo con la cooperativa Colbaus.

*** Otra organización que ha sido importante para el barrio son las Madres Adoratrices; ellas llegaron acá porque el padre Saturnino les vendió terrenos en 1989, para hacer casas para albergue de señoras que recogían de la calle; ellas las rehabilitan y las ponen a trabajar en diferentes oficios. Son mujeres que trabajan en prostitución, y dentro de las obras benéficas de las Adoratrices está la rehabilitación; ellas les dan vivienda y les pagan un salario.

Es una organización que se constituyó en el barrio con el apoyo del Acueducto para fomentar los servicios en el sector; se formó hace cuatro o cinco años con ese fin, una cooperativa de servicios. Tal vez fue una forma de hacerle competencia a la junta, pero entonces nosotros nos dejamos meter a esa cooperativa y ahora la mayoría ya la estamos rechazando. La cooperativa Colbaus fue una idea que surgió entre algunos miembros de la junta y el Acueducto. Eso significa Cooperativa de los Barrios Altos de Usme y funciona como intermediaria entre esa entidad para gestionar

Ellas siempre han liderado las actividades comunitarias, además venden lotes y casas para la gente que ellas traen a trabajar con sus familias. Esta labor es benéfica para el barrio en la medida que la gente que compra empieza a construir y se ve el progreso del barrio. Aquí hay gente demasiado pobre que no tiene ni para el sustento diario de sus familias; muchas mujeres son madres cabeza de familia que trabajan en diferentes oficios, pero con esos salarios de hoy que no alcanzan para nada, entonces ellas se benefician porque les traen mercaditos, y eso es una ayuda; entonces una de las labores buenas


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que han hecho además es constituir jardines infantiles para los niños, les dan el almuerzo porque tienen un restaurante escolar. *** Yo creo que las obras que se están ejecutando en el barrio van a cambiar notablemente su imagen, porque para el 2003 ya vamos a contar con el acueducto. Ya se ven las obras, la maquinaria, los obreros, todo. Y la vida será otra cuando logremos por lo menos el servicio de acueducto. El problema de las mangueras se acaba, se mejoran las calles porque las aguas negras serán canalizadas debidamente y los problemas con la gente ya no van a existir, cada uno tendrá su servicio. Yo pienso que son logros y adelantos de este barrio, de estos barrios, de esta zona. Ahora podemos decir que estamos casi a la par con los sectores San Pedro, Villa Rosita, Villa Diana y más adelante también se mejorará Arrayanes, pues hay mucha gente trabajando en eso. Aunque cuando empezamos las gestiones para conseguir los servicios yo veía que la gente era más unida, habíamos menos pueblo, pero la presión era más por los barrios, por lo que nos reuníamos en los catorce barrios. Todavía quedan barrios olvidados, que no progresan como el barrio El Bosque, ubicado en el kilómetro 14 Chipaque, el barrio que no tiene progreso, no tiene nada, no hay transporte, ése sí es un barrio estancado. *** Otro de los problemas con los cuales contó el barrio en sus comienzos fue el del transporte. Primero se organizó una cooperativa de colectivos, que fueron los primeros vehículos que llegaron a Juan José Rondón. Cuando yo llegué aquí existían los buses municipales, uno o tres buses hasta Tiguaque, pero eso fue en la medida que esto se fue poblando. Doña Marianela Roncancio gerente de Coltrás, enviaba cada 45 minutos un bus, cada media hora, cada hora, entonces nosotros hablamos con ella para

solicitarle un servicio permanente, pero nos dijo que era imposible porque por acá no había nadie. Un día decidimos gestionar ese servicio por intermedio de la Secretaría de Tránsito y Transporte, después hablamos con las empresas La Republicana, con Expreso Suroriente, con La Universal, y nada. Después de muchos años, solicitamos de nuevo el servicio y en vista del poblamiento tan grande que tuvieron barrios como Villa Diana, San Pedro y Villa Rosita, se hizo un convenio con la empresa Suroriente, que se encargó de hacer el trámite ante la Secretaría de Tránsito, y conseguimos que nos pusieran una ruta más regular en 1996. En los últimos años han llegado buses de empresas como Codiltra, entre otras. *** En el sector siempre ha habido inconvenientes, asperezas y diferencias por el agua. Alguna vez recuerdo que un negrito llamado Mina, me sacó machete cuando me vio sobre el tanque. Resulta que yo me fui durante mucho tiempo del barrio, y después regresé, entonces ese señor no me distinguía, cuando me vio en el tanque se dirigió a mí con palabritas duras, de alto calibre: "Es que usted no tiene nada en qué meterse, porque usted no tiene nada que ver aquí, usted está recién llegado, y nos vamos a dar machete". Y la verdad es que a mí me gusta poner orden, porque todos tenemos derecho, entonces lo que se imaginó era que yo seguramente estaba recién llegado, pero mentiras, yo me había ido como un año pero tenía mi casa aquí y regresé. Esos inconvenientes ocurren con mucha frecuencia y no hay nada de malo, es el pan de cada día. Aquí, a veces uno se toma sus cervezas y puede cometer bestialidades como en todas partes, pero más bien aquí el barrio es calmado, a pesar de que dicen que esto es zona roja y que la policía no se aparece por acá. Si usted observa, no se encuentra una estación de policía. Siempre dicen que esto se lo tomaron, que la guerrilla, pero no es cierto. Cuentan que


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en el barrio El Bosque una vez tumbaron un retén, pero esa vez nada más, ahorita no hay nadie. *** Ahora el problema de la salud. El Sisbén que hay acá quiere que la gente esté en la indigencia; se supone que este sistema cubre a la gente de estrato uno, pero si hacen la visita a la casa y se dan cuenta que tienen un televisor o una licuadora, entonces no la inscriben. Lo segundo es que nunca hay presupuesto para construir el centro de salud; entonces, si se ofrece una emergencia, para un herido grave, hay que ir al hospital de La Victoria o para el CAMI de Altamira, entonces la gente se nos muere porque es muy lejos. Ojalá que con la llegada del acueducto le pongan mano a eso, a ese centro de salud. Sería un cambio bastante bueno para este sector. Otro problema es la atención de enfermedades frecuentes en el barrio; por ejemplo, los niños sufren de sarampión, viruela, brotes o alergias y diarrea por causa del agua. Las madres deben recurrir a otros lugares para la atención médica, eso es bastante complicado, pero continuamos en la lucha. Para terminar, quiero agregar que el gobierno, cualquiera que sea, nos tenga en cuenta para poder progresar, que no estamos en ninguna zona roja, lo que aquí hay es gente trabajadora. Yo siempre he sido trabajador y sé que aquí hay gente buena, que no nos olviden, que las entidades tengan en cuenta que somos colombianos, que hay mucho qué pedir: salud, trabajo y garantías sociales.

A. Testimonios de varios habitantes del barrio Juan José Rondón

vivo en Bogotá y en Juan José Rondón hace seis años estoy radicado. Yo salí de mi tierra buscando oportunidades para vivir mejor. Allá en Manizales me estaba yendo muy mal, yo trabajaba la herradura y todo lo relacionado con ello, pero ya cuando me vieron muy viejo y que me iba a acabar, me sacaron. En la actualidad soy viudo, pues mi señora murió hace seis años. Mi ocupación es en trabajos varios, cuando sale por allí un trabajo de limpiar un lote, el día me sale por 10.000 pesitos, eso es lo que me ayuda y a veces le colaboro a la hijastra mía. Yo he tenido que vivir muchas cosas en la vida, recuerdo que antes de salir de mi región, me hirieron una pierna en San Miguel. Con esa dolencia yo me vine para Bogotá el 18 de agosto de 1985 y en ese momento me ubiqué en donde queda el batallón de la Guardia Presidencial. Afortunadamente, cuando llegamos aquí, un amigo me dijo que arriba en el Hotel Tequendama necesitaban una persona para cuidar un carro de leche, yo me fui para allá la primera noche, recuerdo que fue un viernes y que me fue muy mal porque había mucho frío; pero esa primera noche me conseguí $ 45.000 y con eso compré una cama de hierro con cobijas y todo. Después de vivir en el centro, nos trasladamos al barrio Siete de Agosto en una casa de inquilinato, allí nos robaban las cucharillas, la panela y la ropa, como vivían diez familias, cuando uno preguntaba por las pérdidas, nos trataban mal y hasta nos llegaron a amenazar de muerte; allí vivimos como un año hasta cuando decidimos venirnos a este barrio. Aquí se encontraban siete hijastras que yo crié en Manizales. Nos ubicamos en una casita a medio construir, pues en invierno se nos caía, pero empecé a hablar con la señorita Nury, amiga de la hermana Esther y ella nos adjudicó una casita mejor. Aquí organizamos nuestro hogar con dos hijos legítimos y las siete hijastras.

Don Daniel Murillo Yo me llamo Daniel Murillo, nací en Manizales el 10 de septiembre de 1934; hace dieciséis años

*** Yo he visto muy pocos cambios en el barrio, recuerdo que desde que yo llegué aquí no se ha


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transformado, está casi lo mismo, lo que sí hay es mucha construcción, lotes y casas en obra negra; pero el monte está igualito. Veo la desorganización de la gente, muy incumplida, ya que cuando se va hacer una reunión o se programa alguna actividad no asisten y teniendo en cuenta que muchas cosas que se hacen son en beneficio del barrio. Esta indiferencia de la gente se ve reflejada también en los servicios públicos. Por ejemplo, hay mucha discordia, mucha violencia entre la gente de la comunidad por el servicio del agua surtida para el barrio a través de mangueras. Hay muchos conflictos porque unos quieren tener más agua que los otros, tener agua todos los días y algunas veces prefieren derramarla para evitar que a todos nos llegue. Y si uno llama la atención, lo tratan mal y lo amenazan, esto es bastante delicado. En tiempo de verano, la crisis del agua en el barrio es muy fuerte, pues hay que ahorrarla, pero la gente es poco considerada, porque precisamente en esos momentos la desperdician y terminan violentándose. De verdad que se desperdicia mucha agua. *** En la actualidad, mi hijo está pagando la casita donde vivimos, esa casa nos la avaluó la hermana Ester en nueve millones de pesos, pero a nosotros nos sale en dieciséis o diecisiete millones por los intereses, es muy caro. Sin embargo, no contamos con servicio de alcantarillado todavía, algunas veces la casa se llena de agua y al parecer fue que se construyó encima de un pozo de agua cuando eso se estaba construyendo allí. *** Para mí el agua es un elemento muy importante, porque es el líquido de la vida. Sirve para todo, para el consumo humano y para el consumo de las plantas y también es medicinal; para el baño diario es el único líquido y el más precioso. Es muy desconcertante que muchas veces no sepamos utilizarla, la dejamos desperdiciar. Yo pienso que a nosotros nos falta una educación

para entender cómo debemos manejar el agua. *** En la actualidad existen muchos programas que se están efectuando en el barrio, eso gracias a la orientación de las hermanas quienes colaboran mucho con la comunidad. Tenemos un programa que fue organizado por un grupo de adultos mayores llamado Comfavisor, está dirigido fundamentalmente a la tercera edad; ya conseguimos la personería jurídica. Infortunadamente, los de la tercera edad no tienen protección del Estado ni mucho menos de la alcaldía y por eso nos toca buscar una casa, estamos consiguiendo los recursos para eso. En el sector también contamos con una coopera-tiva denominada Colbao, se trata de la coope-rativa del agua, de los servicios públicos, ellos se encargan de recoger el dinero para construir la red del agua, para que nos llegue con prontitud el servicio de acueducto. Ya se han organizado bazares y el famoso festival del agua que anualmente convoca a toda la comunidad. Allí se venden comestibles, hay presentaciones de grupos musicales y se realiza un concurso de belleza. La idea es lograr recoger los fondos suficientes para la construcción del tanque de agua potable. Esta cooperativa lleva funcionando seis años, los mismos que celebra este año el Festival del Agua. Este evento es muy importante para la comunidad. *** Al barrio han venido muchos políticos a ofrecernos su ayuda; por ejemplo, una vez vino Teófilo Forero, quien nos ofreció unas redes; él vino acá y nos ofreció 500 metros de manguera, nos las trajo y en agradecimiento le dimos 90 votos y salió elegido como concejal. También vino Adolfo Prado y otros tantos que ofrecían muchas cosas, pero al final eran una partida de mentirosos. Doña Carmenza Guzmán Mi nombre es Carmenza Guzmán, tengo 56 años de edad y nací en Coyaima (Tolima); hace


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40 años llegue a Bogotá y vine a trabajar, a ayudar a mi mamá y a mi familia (...). Yo me he dedicado a oficios varios, he trabajado como empleada doméstica, cocinera, lavandera, aseadora, en fin todo el oficio del hogar. En la actualidad estoy casada y tengo cuatro hijos. Cuando yo llegué a esta ciudad, el primer barrio que habité fue el Santa Fe y allí duré como dos años trabajando. Después me fui a vivir al Siete de Agosto, también estuve trabajando allá. Después me fui a vivir al barrio Bello Horizonte por espacio de veinticinco años. Recuerdo que pagaba una pieza pequeña. Después como en el año de 1993 o 1994 nos adjudicaron el lotecito aquí en Villa Diana. Al principio hicimos un ranchito de "paroid", porque estábamos muy aburridos de pagar arriendo y como los niños estaban pequeños y estudiando la plata no alcanzaba para nada.

conexiones afectando al resto de la comunidad. Por eso, el sistema de Juan José Rondón no alcanza a servir el barrio Villa Diana; además, en el último año ha llegado mucha gente y si le sale agua a uno no le sale al otro. El agua que se utiliza aquí viene de Villa Alemana, que es el lugar donde se encuentra el tanque que nos abastece. *** En el barrio existen muchos problemas entre los cuales se cuentan las epidemias, hay muchos niños enfermos de gripas, hongos, alergias y diarrea. Lo que pasa es que nosotros consumimos agua que no es tratada y en muchos casos no se hierve, entonces se generan alergias y varias enfermedades. Unido a ello, no hay centros de salud en el sector, sólo hay una casa donde asiste un médico, por lo regular dos veces a la semana. Don Laurentino Pacachique

Nosotros llegamos acá porque un compañero de mi esposo, le dijo que la esposa tenía un lote para vender, y que si quería ella se lo vendía a él. Además, era muy económico, entonces nos vinimos a vivir aquí con los cuatro hijos que ya se crecieron, pues tenían hasta esposa e hijos; entonces, hicimos el rancho de "paroid", hicimos dos piecitas en bloque y cubrimos el lotecito. El servicio del agua ha sido muy difícil en este barrio; nosotros inicialmente conseguíamos el líquido en un pozo que quedaba como a seis cuadras de nuestra casa de los Pinos, pero el agua se dañó porque por allá construyeron el alcantarillado. Se contaminó, huele feo y no sirve ni siquiera para lavar y tampoco sirve para el baño. Ahora pedimos el agua donde el vecino, a veces nos la regala o a veces cuando llueve la recogemos por canaletas para lavar ropa y hacer aseo. El sistema que cubre a Juan José Rondón se constituye de una manguera para cada catorce casas, estas mangueras son pequeñas de tres cuartos y el agua viene por un cauce al cual se adjudicaron ocho mangueras para surtir en total 78 familias; pero muchas personas a quienes se les puso manguera dañaron las

Me llamo Laurentino Pacachique, nací en Siachoque (Boyacá) a 20 minutos de Tunja. Mi profesión son oficios varios, me dedico a lo que me salga, la construcción y la agricultura. Yo llegué a Bogotá en vista de una operación que le iban a hacer a mi esposa. Cuando llegamos a la clínica, nos remitieron a otro hospital y terminamos recorriendo casi todas las clínicas de Bogotá y no le salía la operación y por últimas salió. Entonces, le cambiaron ambas córneas y a raíz de esa situación, para no viajar tanto de Tunja a la casa decidimos venir a vivir acá. Aprovechando que había una hija radicada en Bogotá y que se había hecho a un lotecito ubicado en este barrio, fuimos a visitarla y logramos conseguir un lote que nos vendieron las hermanas y fue cuando nos quedamos. Llegamos como en 1996 al lote que adquirimos en el barrio Juan José Rondón, segundo sector. Ese lote lo compramos a un señor Luis que nos lo vendió a mi hija y a mí, desde entonces hemos vivido aquí. Allí tuve que trabajar dos años para levantarlo, primero remover la maleza, explanar y construir en principio una chocita con tejas de zinc comprada de


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segunda mano. Mucha de esa teja estaba rota y al llover se entraba toda el agua, entonces compramos un hule y forramos el techo; así nos ahorramos el arriendito. El problema es que todo ese tiempo hemos bregado mucho por el agua ya que en tiempo de verano hay que madrugar para recogerla en La Alemana al lomo con un garrafón y para hacer un viaje o dos al día tiene que estar uno a la cinco de la mañana por el agua, porque ya después no se consigue. Para trasladarnos allá, debemos caminar como uno o dos kilómetros por aquí por esta avenida, yo vivo bien abajo y en tiempo de invierno ya está instalada el agua aquí y entonces nosotros tenemos una manguera instalada al tanque de abastecimiento aquí al frente de la iglesia y allí tenemos una manguerita; pero hay mucho trabajo y muchas veces como no dejan esa manguera quieta, se tapa o pasa un camión y la daña, entonces no llega fácilmente. Otras veces la gente daña las mangueras o se roban las flautas. Hay mucha envidia. En la actualidad me dedico a sembrar y recoger papa; hay unos señores de apellido Cuenca y ellos de vez en cuando me llaman para que trabaje con ello, pero son trabajos temporales donde me gano $ 10.000 al día y me dan el desayuno y el almuerzo. Por acá las cosas están fregadas, porque si tengo trabajo para una semana es mucho y la siguiente ya no hay nada.

Yo considero que el barrio no ha progresado, porque así como cuando yo llegué, así se encuentra; no ha habido casi nada de avance, las pocas construcciones que se hacen son financiadas por el Inurbe, porque todos somos muy pobres, yo todavía vivo en la enramadita que hicimos cuando llegamos. Además, no contamos con servicio de acueducto, yo creo que si llegara el servicio la vida de la gente mejoraría en un ciento por ciento, porque lo principal es el agua que hace falta para todo, sin el agua no se puede hacer nada. Lo otro es el alcantarillado, porque allí para ir al baño nos toca en el bosque. No contamos con pozo séptico, muchas personas como yo carecemos de ese servicio. Todos sufrimos esa misma problemática. Doña Mercedes Pacheco

Uno de los problemas del barrio es la inseguridad, no hay autoridad, pues el puesto que quedaba ubicado en el barrio La Ye como a quince minutos de aquí, lo volaron. Dicen que por aquí es zona roja y la policía de vez en cuando viene, hace un patrullaje y se va. Si en la noche hay peleas o muertos, sólo hasta el día siguiente se aparece la policía, es muy complicado. Yo vivo al pie de un bosque y eso por allí para abajo recién que nosotros llegamos mataron a un señor cerca de nuestra casa, muchas veces hay atracos y para cruzar al barrio más cercano que se llama Alfonso López, sólo se puede hacer de día, tempranito.

Mi nombre es Mercedes Pacheco, nací en 1943 y vengo del Tolima. Llegué a Bogotá cuando tenía 16 años, no recuerdo muy bien. Me vine con una señora que tiene familia aquí en Bogotá, entonces ella me trajo a trabajar acá en el barrio Santa Fe y ahora vivo aquí en Villa Diana desde 1988. Yo llegué aquí buscando vivienda, pues ya uno va entrando en años y tiene que buscar la forma de no pagar arriendo; primero una casa, después un apartamento y luego una pieza, los costos son muy altos y empiezan a subir y subir y ya no había

Barrio Alfonso López (Fotografía: Camilo Santamaría)


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para pagar un arriendo y entonces llegué acá en arriendo y el señor dueño de la casa donde yo vivo, una casa prefabricada, me dijo que por qué no le comprábamos y entonces le dije que si nos daba facilidad, entonces nosotros le compraríamos y así fue, nos vendió la casita en un millón de pesos, es una casa lote. Uno de los problemas que tenemos es el agua, en principio nos tocó cargar porque todavía no había manguera, no había nada y nos tocaba sacar de un pozo que era el acceso al líquido, teníamos que cargarla y para lavar tenía que ir a los pozos. Allí había uno que se llamaba Los Pinos y uno iba a recogerla para todo. Después se realizaron algunos trabajos donde instalaron una bomba y ya era mejor la salida. Se trataba de una motobomba, donde la gente recogía el agua más fácil. Muchos llevaban vasijas y baldes para surtirse, pero la gente se encargó de dañarla. La problemática que tenemos en Villa Diana es el agua, porque no nos llega a diario, hay días que no sale y la gente tapa las mangueras para que no le caiga a los demás, hay que buscar a un fontanero para que mire si están tapadas, y recoja el agua del alcantarillado. Normalmente la gente le paga al fontanero $ 2.000 mensuales para que controle la entrada del agua. Al comienzo nos tocó pagar $ 50.000 para que entrara el agua y después seguimos pagando $ 2.000 en quince jornales que cada usuario debe trabajar. Ya sea en la postura de la manguera o cuando se dañen, arreglarla. Sin embargo, la gente daña las mangueras, en época de verano entra el desespero y algunos quieren agua para ellos solos; entonces las tapan, aunque el fontanero solicita por el altavoz que no vayan a dañar la manguera, que no hay agua, la gente no hace caso y para completar como ha llegado muchísima gente a vivir en el barrio, el agua no alcanza para todos. Y es que cuanto más llegue gente menos agua hay para todos; anteriormente llegaba un carro tanque que surtía a este sector, pero como la

gente tenía que hacer fila, se presentaron muchos problemas y, por tanto el carro no volvió. En el barrio hay una junta de acción comunal que lidera el presidente William Jaramillo, pero no ha hecho muchas cosas por el barrio, principalmente con el asunto del agua. Y es que como el barrio no está legalizado y no tenemos escrituras, entonces no nos quieren traer los servicios públicos. Darwin Parra Mi nombre es Darwin Parra, tengo 11 años, vivo en Villa Diana hace siete años y estudio en la escuela de Violetas. Recuerdo que nosotros vinimos del Tolima y llegamos a Bogotá porque había guerra en nuestro pueblo. Antes de llegar a este barrio, vivíamos en Alfonso López. En la escuela donde yo estudio hay 300 niños y casi no nos llega agua, nos toca muy poquita. Y es que hasta ahora están construyendo el tanque de Violetas de la localidad quinta de Usme. Sandra Patricia Gutiérrez Mi nombre es Sandra Patricia Gutiérrez, estudio en el Centro Comunal Distrital en sexto A y vivo en el barrio Villa Diana. Yo gasto media hora desde mi casa al colegio. Para mí el espacio más importante del barrio es el monte, porque allá hay más espacio para jugar, allá hay montañas, árboles y todas esas cosas. Pero en la noche me da miedo porque uno escucha que la gente grita. Don Lucio González Mi nombre es Lucio González Castiblanco, nací en Suesca (Cundinamarca) y en este momento tengo 67 años; hace cuarenta años que llegué a Bogotá, pagué arriendo por allá en el barrio Las Ferias, después en el barrio Fátima, en el Claret y por último viví en el Boyacá Real. Entonces, un hermano compró un lotecito en este barrio y esa fue la primera casita que levantó aquí la de mi hermano.


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En ese tiempo, los lotes pertenecían al padre Saturnino Sepúlveda quien estaba urbanizando aquí. Este sector correspondía a una finca y él la destinó para urbanizarla, ahí entonces fue cuando yo me vine, pero todo ya estaba vendido pero nadie había construido. No había mucha gente por aquí, yo me traje a mi mujer y a los hijos, me iba a la una de la mañana a trabajar, llegaba a las ocho o nueve de la noche, mejor dicho, pues no sabía ni quién llegaba ni quién se iba. Aquí había solamente una casa que era de un señor que llamaban el Periodista, un señor que le llamaban José Niño, era el más antiguo en este barrio y tenía muchas fotografías de este barrio. Recuerdo que el Padre Saturnino me vendió el lote en $ 70.000, eso fue en 1985, yo llegué aquí el 10 de mayo de 1985 y llevo 17 años. Cuando llegamos acá nos tocó muy duro, yo trabajaba con un taxi, era taxista, y me tocaba madrugar a trabajar a las cuatro de la mañana y entregaba a las siete de la noche y me venía. En ese tiempo nos tocaba de Juan Rey hasta este barrio media hora a pie, pues no había transporte.

a poco nos empezamos a organizar. El barrio ha avanzado después de que empezaron a ser construidas la iglesia, el Salón de la Amistad y el parque. La iglesia hace poco la construimos, más o menos unos siete años. Doña Edilma Rojas Hernández Mi nombre es Edilma Rojas Hernández, pero me dicen Juanita, vivo en el barrio Arrayanes desde el año 1981. Tengo 65 años, fui madre comunitaria por espacio de diez años y me ocupo de los hogares de la casa. Compré un lote y al poco tiempo compré una casita, pero me mudé en 1984 y me vine para allí a vivir donde actualmente estoy. Al principio me robaron toda la instalación que había hecho para la luz eléctrica, pero cuando tomé posesión de mi casa las cosas cambiaron. Durante el último tiempo he sufrido por el servicio del agua, ya que en principio teníamos una manguera que servía al barrio Arrayanes, el agua salía de un tanque que construyeron para abastecer mejor el sector, pero un día el tanque se rompió y empezaron los problemas. Eso fue en el año 1986, después se construyó la bocatoma con la colaboración de la hermana Luz Elena, quien empezó a venir al barrio para ayudarnos. Para conseguir el agua, tuvimos que hablar con el dueño de la finca La Alemana para poder cruzar las mangueras por sus terrenos.

En ese momento sólo venía un bus municipal hasta Tiguaque, porque el resto de los buses sólo llegaban hasta Juan Rey, porque había un retén en Juan Rey y no dejaban pasar de ahí para acá porque esto era reserva forestal; el problema es que ese bus no venía sino en el día, o sea, no hacía sino dos o tres viajes en el día, el resto nos tocaba a pie. Años después, llegaron las Hermanas Adoratrices y ellas empezaron a lotear más y a organizar este barrio.

1. La consecución de lotes

Cuando llegamos a este barrio, el agua escurría del barranco y nosotros la recogíamos en un balde, después que llegaron las hermanas aquí organizaron las mangueras y empezaron a vender casas, asistimos a La Alemana y pedimos el permiso para poder cruzar las mangueras por esa finca. Con la colaboración de Tobías Corigua, presidente de la junta y del doctor Luis Carlos Galán, quien nos regaló los rollos de mangueras, se instaló la red. En 1988 vino el sistema de cableado para conectar la luz y poco

Muchos de los que llegamos a este sector, nos entregaron lotes para construir, a otros les dieron unos lotes más grandes y entonces construían su casa y quedaban como dos o tres lotes que podían dividir. El problema es que no tenían servicios, entonces teníamos que utilizar una manguera que colgaban en postes, pero se hacía difícil tomarla. En cuanto a las aguas negras, hay partes donde cada propietario pone tuberías y construye pozos en la parte trasera de sus casas para el desagüe.


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mismos no sabemos cuidar; hemos pedido colaboración a las autoridades para que nos ayuden a que allá en la bocatoma que se hizo no se contamine el agua. Antes de hacer la bocatoma no teníamos el tanque, había una quebradita pequeña, y ahora ha crecido, pero la gente el fin de semana, sube allí a bañarse sin pensar que es la misma agua que utiliza para los alimentos, eso es terrible. Nadie reclama frente a esta situación, nosotros le dijimos al alcalde de Usme, un día que subió hasta la planta, que nos colaborara con celaduría pero dijo que eso le correspondía a la comunidad, que eran ocho barrios y que debíamos nombrar celadores para cuidar el agua, porque él no podía poner celador. Hace falta mucha autoridad.

3. La venta de lotes Cerro Juan Rey. Avances de urbanizaciones (Fotografía: Camilo Santamaría)

Existen muchas cosas que le faltan al barrio, la junta ha hecho muy poco por sacar al barrio adelante. El año pasado, Héctor Mora, el presidente, consiguió cornetas para informar al barrio de las diferentes actividades. Ahora en el barrio se han organizado muchos eventos, proyectos y talleres. Hay muchos talleres en este momento, pero todos se realizan en el Juan José Rondón este es el barrio piloto, este es el lugar de encuentro, pues para estas actividades todos nos reunimos acá. Como aquí se encuentra la iglesia, el salón de La Amistad, todo. Y en los otros barrios no existe un espacio para que se reúna la gente. Sin embargo, hace falta muchas cosas, en este momento el sector cuenta con el colegio Fe y Alegría, hay varios jardines comunitarios del ICBF y el programa de madres comunitarias del bienestar social.

2. El agua según el fontanero El agua es lo más necesario en la vida humana, lo que aquí tenemos es un factor que nosotros

En el año de 1985 cada lote era vendido a $ 30.000 o $ 40.000. Por lo general, el dueño hacía una promesa de venta y por intermedio de la junta de acción comunal se hacía el negocio, pero la verdad nos engañó, porque esto no tenía escrituras. Cómo iba a tenerlas si estas tierras eran ilegales. Y esta es la hora, que muchos de nosotros no tenemos escritura. El problema fue que los propietarios de las fincas, unos decidieron vender a urbanizadores y otros empezaron a lotear y vender, la gente compraba su lotecito y comenzaba a edificar, pero sin permiso de construcción y como esto es tierra tan lejana, nadie dijo nada. Hasta la iglesia acá se construyó a la brava; la iglesia está construida en una parte que se llama zona verde que allí está en el plano. Aquí hay muchos lotes que están dentro de la zona verde del plano, zona de alto riesgo y tienen escritura. Hay sectores que ya fueron legalizados como El Porvenir, San Pedro y el primer sector de Juan José Rondón. Para el caso de Villa Diana, entró en un programa de legalización de 500 barrios que hizo el alcalde Enrique Peñalosa, la cual


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incluía Violetas y Villa Rosita, pero sectores como El Bosque y Arrayanes, no han sido legalizados porque están ubicados en terrenos que son reserva forestal y frente a eso, nada se puede hacer. Para el caso de nuestro barrio Juan José Rondón, la legalización fue iniciada por la junta de acción comunal. Se hizo la petición, entonces por medio de un decreto quedó legalizado conforme a las disposiciones del alcalde en 1998. Pero el segundo sector no ha sido legalizado, allá tenemos como 75 lotes que no pueden ser construidos porque están en zona verde y están en zona de alto riesgo; pero hasta ahora que piensan poner los servicios públicos, es cuando se están dando cuenta del problema. Las casas en alto riesgo se han empezado a agrietar, porque el terreno se desliza y se inundan porque están ubicadas sobre yacimientos de agua muy profundos. Pues esta tierra está muy cerca al páramo del Sumapaz, de donde viene el agua que nosotros tomamos.

4. El agua para la comunidad El agua es un líquido necesario para el consumo humano, para los animales y para los campos, la agricultura y para los peces, es un don de Dios, es un elemento muy especial para la vida. Sirve para cocinar, para tomar, para lavar y para el aseo. También sirve para apagar incendios y regar las plantas, además, sirve para generar energía. El agua es importante tanto para los hombres como para las mujeres. Ellas la utilizan más, porque permanecen todo el día en la casa, cocinan, lavan, hacen aseo, muchas cosas; los hombres, en cambio, la utilizan si trabajan en el campo, o sea, en la agricultura, en la ciudad la utilizan para lavar los carros y así, pero son más las mujeres que la utilizan. Si no tuviéramos agua, no habría alimentos, ni lágrimas, pues de ella salen las lágrimas; tampoco podríamos orinar ni mucho menos sudar y

todo el día viviríamos con sed. El agua es sinónimo de higiene, de limpieza y salud.

5. El problema del agua Uno de los grandes problemas que tenemos con el asunto del agua es el baño, en algunas casas contamos con inodoro pero en otras funciona el pozo séptico. El inodoro comenzó a funcionar a medias desde 1990, cuando hubo agua en las casas, porque en ese tiempo se cogía con una manguera que se colocaba desde arriba en unos pocitos de agua para comer y para el baño. Pero el inconveniente que tenemos es que como no hay alcantarillado, las aguas negras corren por las calles. La gente hace zanjas profundas para que el agua salga de las casas y corra por esos canales. Por ejemplo, donde yo vivo colocaron un tubo, y hacia atrás en un lote hicieron un hueco, y allí llegan todas las aguas negras. Parece ser que el alcantarillado lo van a colocar pronto. Yo sí creo que el hecho de colocar todos los servicios implica volverse modernos, ya nos vamos a modernizar, lo primero que debe llegar es el agua potable, que va a llegar pronto ya están metiendo redes; lo segundo, es el alcantarillado de lo que estamos hablando y eso ya es un hecho, y por ultimo, la canalización de las aguas lluvias.

6. Problemas de salud En el sector, la enfermedad más frecuente es la diarrea, porque se adquieren muchos parásitos ya que no se lavan bien los alimentos, no hierven bien el agua, el aseo personal siempre influye. Otra enfermedad es la gripa por el cambio de clima, la bronquitis porque hay mucha humedad. Algunas personas utilizan remedios caseros en vista de que no contamos con un centro de salud permanente, para los parásitos se utiliza el agua de canela, la hierbabuena, el toronjil, el perejil, agua de bicarbonato y limón. El suero casero también es bueno para curar la diarrea, el cilantro, la cebolla.


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Entrevista con don Luis Alberto A Bogotá llegué en 1980, porque la guerrilla dejó Peña, fontanero y residente del una carta que decía: "Se va o se muere". Como yo tenía familia aquí en Bogotá, decidí venirme y barrio Juan José Rondón Mi nombre es Luis Alberto Peña Medina, soy nacido en Otanche, territorio Vázquez (Boyacá) el 13 de agosto de 1931, soy bautizado en la parroquia de San Pablo, Boyacá, pero me crié y viví más tiempo en Caparrapí, soy huérfano. Llevo 22 años de estar en Bogotá. Actualmente resido aquí en Juan José Rondón, vivo en unión libre y tengo dos hijos, el hijo mayor tiene 19 años, cumpliditos y la niña 18 años, ambos tienen una escolaridad hasta quinto de primaria porque no alcanzamos a más; el joven está trabajando aquí en el barrio en una panadería, es panadero, y la hija está donde una hermana; en esta casa no estamos sino la señora y yo. Cursé hasta el quinto año de primaria y lo terminé hace poco en un programa de la Alcaldía Mayor porque me lo exigieron en la empresa de vigilancia, donde yo estaba trabajando. Mi ocupación ha sido en el campo, la agricultura, y aquí en Bogotá trabajé durante quince años en el sector de vigilancia; ahora, soy el fontanero en Juan José Rondón, porque ya con la edad que tengo, 72 años, nadie me recibe en ningún trabajo, entonces yo me ocupo como fontanero. Echarles el agua aquí a los vecinos, esa ha sido mi ocupación. Yo dejé mi pueblo a la edad de siete años, salí para Manzanares (Caldas), me fui con unos aserradores que llegaron a Otanche. Como me gustaba trabajar con mulas, en la arriería y la madera, me encarrilé con ellos; después de siete años decidí regresar a mi pueblo, pero infortunadamente cuando llegué mi madrecita se había venido para la Palma (Cundinamarca); fui a buscarla, la encontré en Caparrapí y allí me quedé. Como Caparrapí y Yacopí limitan, me fui a trabajar a Yacopí, con el tiempo me pude comprar una finquita y allá viví muchos años, pero en los años sesenta me tocó dejarla por la violencia.

al poco tiempo conocí a mi señora. Cuando llegué acá me puse a trabajar en Corferias; en ese entonces la señora vivía en el barrio El Quindío y era muy amiga de una hermana que tiene una casita allá y pues, ahí nos conocimos. De ahí nos fuimos a vivir a un barrio que se llama Arabia, en Ciudad Bolívar, cerca al Lucero Alto. Allá compré un lotecito, pero nos tocó venderlo y salir porque la situación era bastante pesada, violencia e inseguridad.

Allí se presentaron muchos problemas y perdí la casita que había conseguido, entonces me fui a vivir donde mi hermana durante ocho años en el barrio El Quindío. Conocí a una señora que había adquirido un lote en el barrio Juan José Rondón y tenía una casa prefabricada para vivienda, ella vivía allá donde mi hermana y me hizo el ofrecimiento para que yo se la comprara. Vinimos a mirarla, le di $ 2.500.000, con la sorpresa que después tenía que seguir pagando la casa porque ella no había pagado las cuotas. Posteriormente, para conseguir las escrituras tuve que pagar $ 400.000, porque ella solo me había hecho una promesa de venta. Cuando yo llegué a este barrio en el año de 1996, el lote donde está ubicada mi casa era una laguna, porque las Hermanitas Adoratrices mandaron construir unas casas en la parte alta y las aguas negras venían a parar en la parte baja y como no hay alcantarillado, corrían para acá. El problema es que nos encontramos en zona de alto riesgo, porque la quebrada está muy cerca y eso limita la acometida de los servicios. Para la época en que yo compré la casa, no había muchas casas, excepto las que las Adoratrices mandaron a construir como treinta; del resto había mucho lote desocupado y yo creo que todavía se mantienen. Considero que no se ha hecho nada por remediar esa situación, porque esos lotes desocupados no permiten el progreso del barrio y no ha habido, por parte de la junta, un


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interés por solucionar el problema de 182 lotes que se utilizan para el engorde en este barrio. Alguna vez, yo visité este barrio, recién que empezaron a lotear; recuerdo que los lotes eran a $ 30.000, decidí no comprar porque hacía mucho frío; la neblina muy pesada y compré uno aquí abajo en el barrio Los Comuneros. Esa zona también estaba siendo urbanizada por el padre Saturnino Sepúlveda y tenían el mismo precio; para mí ese padre lo que hizo, fue buscar la forma de darles vivienda a muchos pobres. Según cuentan, antes de ser vendidos al padre, estos terrenos pertenecían a un señor Moisés, quien tenía 36 lotes, pero él cometió errores porque organizó una asociación cívica y obtuvo subsidio de vivienda para darle a la gente materiales de construcción. A muchas personas les daba cemento, ladrillos, de todo; pero como le gustaban las fiestas, parece que se gastó todo el dinero del subsidio, que en ese tiempo valía $ 1.500.000, en total fueron como 75 subsidios, y no repartió ni diez; luego como se acabó la platica se voló, está perdido. *** Cuando yo empecé en mi oficio como fontanero, prácticamente yo recogí lo que había dejado el anterior encargado; él dejó botadas las llaves y las mangueras deterioradas. Parece ser que se aburrió, porque como no solamente es abrir el registro y echar el agua, sino que aquí hay que subir a 40 minutos y revisar el tanque, es el trabajo más duro que hay. Yo había tenido experiencia digamos en asunto de mangueras, porque había trabajado en una finca donde nos tocaba sacar el agua por manguera y sabía más o menos cómo era que se arreglaba una manguera, cómo era que venía el agua por manguera, en los riegos, en la sementera; uno sabe ya el manejo que se hace del agua. En esos años, más o menos en 1999, yo estaba sin trabajo y entre dos personas cogimos la fontanería que hay en el segundo sector, pero después el otro se fue y yo me quedé hasta el día de hoy.

Pero el significado de un fontanero es mucho, es un oficio primordial para subsistir, sin agua no existiría nadie y por cualquier parte brota agua, pero acá, hoy en día está muy contaminada; por ejemplo, la quebrada, donde anteriormente se podía tomar agua cristalina, ahora es imposible. Esto se ha poblado mucho y la gente no ayuda a cuidar ni a limpiar el agua. A mí me estiman mucho aquí, por lo menos cualquier persona me estima por el asunto del agua, bueno yo soy un tipo que a las cuatro de la mañana me encuentro ya limpiando el tanque arriba en La Alemana, cerrándolo, abriéndolo, poniéndolo a llenar, y dándome cuenta si está llegando agua o no, y si no está llegando, me toca ir para arriba a las 5:30 de la mañana para destapara arriba, y cuando hay mucho verano, muchas veces toca a las doce del día, taponar la manguera para poner a llenar el otro tanque. Para mí, la hora más importante en este oficio es a las siete de la mañana, porque a las siete voy a echarle el agua a todo el mundo, me toca darme cuenta de las mangueras, sacarles el aire y que cada casa coja su agua. Lo único es que yo no le arreglo manguera por el camino a nadie, eso sí no, el día que me llegue al tanque, le ayudo con el mayor gusto, que la sonda, que un caucho, que para amarrarla y eso sí, pero yo no me voy a poner a escarbar la manguera a cambiarla, eso no. Después de eso descanso, porque de 7 a 8:30 a.m. los tanques están desocupados, entonces voy a llenarlos de nuevo.

Rondas deterioradas por lavado de ropa (Fotografía: Camilo Santamaría)


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El agua de la que nos beneficiamos, viene de arriba de la quebrada La Alemana, de allá viene por una manguera de tres pulgadas, y al llegar al barrio se desprende en brazos de dos pulgadas, ese es el diámetro de agua que se está dando; pero aquí hay mucho desperdicio, la gente no tiene cuidado y desperdicia el agua; mucha gente que no tiene una llave en la casa, deja que el agua se derrame en la calle. La manguera se encuentra enterrada, viene y se conecta a cada casa, pero cuando se está llenando el tanque, como a medio día, la gente no tiene el servicio sino hasta las tres de la tarde que vuelvo a abrir. En mi casa tengo canecas, tres canecas llenas de agua que utilizo para comer, para lavar la ropa, lavar el baño o para lo necesario. Por tanto se cuenta con servicio de agua pero por horas. La gente está acostumbrada y sabe que le llega a tales horas. En la noche toca dejar el agua para el día siguiente, entonces cada tres días, toca volver al tanque. El tanque inicialmente era para Juan José Rondón y le llegaba el agua a todas las casas, pero cuando esto se fue poblando y apareció el segundo sector, el agua se fue apocando, porque hay demasiada gente y la capacidad es muy baja, no da abasto. Yo me siento feliz —así me moje o haga frío—, pero la costumbre de trabajar, de hacer cosas me revitaliza. Imagínese que yo tengo 70 años y no me importa subir a las cinco de la mañana al tanque, me le pongo a cualquiera, eso sí. En este oficio cada casa paga mensualmente un promedio de $ 2.000 a $ 2.500, pero hay mchos que no pagan el ciento por ciento, pero no se le puede quitar el agua porque como viene por una sola manguera, entonces el que paga, está dándole el agua a los otros. El pago es voluntario, pero imagínese usted que muchas veces en el mes me gano entre $ 20.000 y $ 30.000 y ¿qué es eso?. No se justifica. Pero es que aquí la junta no colabora, debería ser la junta quien llamara a la gente y pedirle que pague.

1. El acueducto En Juan José Rondón hay una cooperativa que se llama Colbaos; hace aproximadamente unos cinco años se fundó pensando en el asunto del agua. Pero infortunadamente hicieron una cosa mal hecha, en principio les dieron una partida que la tomó la Universidad de los Andes, vinieron e hicieron estudios del terreno, hasta cuando se acabó la platica. Con esa platica se hubiera construido un tanque en esa época, arriba en la bocatoma y no se sufriría por agua. Hace más de dos o tres años, con la cooperativa y la alcaldía de Usme, dieron una partida para comprar tubos para el acueducto, pero como no se hizo nada, ya se encuentran en mal estado, eso fue una plata perdida. En Juan José Rondón se ha sufrido mucho por el agua, se han realizado actividades, festivales, talleres, de todo. Por ejemplo, contamos en noviembre con el Festival del Agua, donde se hacen bazares, espectáculos y presentaciones, se come gallina y se toma cervecita, eso para recoger fondos para el acueducto, pero ya llevamos varios años en eso y nada. También hemos asistido a talleres, a los cuales nos mandó el Acueducto; y nos llevaron a conocer la planta de El Dorado, para informarnos que así quedaría la planta de Altos de Yomasa, o sea, la de nosotros, fuimos allá como 38 personas e hicimos los cursos de los muiscas y aprendimos muchas cosas, sobre el tratamiento del agua. Ahora parece que nuestra lucha se va a hacer realidad, pues ya se están haciendo los trabajos necesarios, faltan las cometidas, falta conectar los tubos al tanque de allá a la tubería que está en San Pedro, para que llegue a nuestro barrio. Dios quiera que cuando terminen los trabajos, tengamos agüita. Y si las cosas son así, el fontanero desaparece, ya no hay fontanero, de ninguna manera porque la manguera hay que recogerla, entonces ya no hay trabajo para eso.


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Uno de los inconvenientes que se presenta en tiempos de verano, es el racionamiento del agua, y es el inconveniente más grande que tiene este barrio, puesto que los caciques viejos que vivieron acá, hicieron un tanquecito muy pequeño allí en el primer sector, por lo que era poca gente, pero ese tanque es de los ricos porque no le dejan poner un registro; tiene que mantenerse día y noche lleno porque es la primera parte a donde llega el agua entonces esa gente no permite que uno vaya a quitarles ni una gota de agua, y uno que yendo a echarla muchas veces allá. Aquí incluso me ha tocado, a

pesar de que soy el fontanero, coger una carretilla e ir a la quebrada por agua. Lo más gratificante de ser fontanero fue una anécdota que me ocurrió hace tiempo. Resulta que una vez se nos dañó una manguera más abajo del barrio Las Violetas y nos fuimos a arreglarla; pero por la pereza de no ir a cortar el agua y como eso tiene tres pulgadas de diámetro, con el empuje que tenía, mi compañero levantó la manguera, el agua me golpeó el pecho y fui a parar tres metros abajo, esa fue una buena experiencia.


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AUTORES Fabio Zambrano Pantoja Economista, Magíster en historia de la Universidad de París I Pantheon Sorbona, con estudios doctorales en historia de la Universidad de La Sorbona. Ha sido profesor titular del departamento de historia de la Universidad Nacional, director del Departamento de Historia de la Universidad Nacional y coordinador académico del postgrado de historia de la Universidad del Atlántico. Además, es profesor de la Universidad de Los Andes, investigador asociado del Observatorio del caribe colombiano, y consultor en diversos proyectos de investigación para el sector público y privado. Maitre de Conference de la Escuela de altos estudios en ciencias sociales de París y profesor invitado en la Universidad de la Sorbona, París. Especialista en historia urbana, ha publicado libros y artículos sobre el desarrollo urbano en Colombia, el proceso de doblamiento, la ocupación del territorio y la construcción de identidad en nuestras ciudades.

terio de Desarrollo Económico para el desarrollo metodológico y reglamentario de la Ley 388 de 1997, asesor para el trámite del proyecto de modificación de la Ley 388 de 1997 y la redefinición de las acciones de la Dirección de Espacio Público y Ordenamiento, consultor de apoyo a la Dirección de Desarrollo Urbano del MDE, Director y Subdirector del Centro de Planificadores Urbanos de la Universidad de los Andes, Director del Taller de Gestión Urbana en Centros Históricos de la Maestría en Restauración de Monumentos Facultad de Arquitectura Pontificia Universidad Javeriana, Coordinador del área de Urbanismo y miembro del Consejo de Facultad de Arquitectura Universidad de los Andes, Profesor de Planta y de Cátedra en los ciclos superiores de pregrado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de los Andes, docente de la Universidad de los Andes y Javeriana y consultor privado en diferentes lugares del país.

Entre sus publicaciones están: El proceso de poblamiento en Colombia (1993), Bogotá; La ciudad colombiana (1993), Bogotá; y numerosos artículos sobre historia urbana e historia del caribe en revistas especializadas.

Entre sus publicaciones están: Lineamientos para la Política de Hábitat en el Distrito Capital, Departamento Administrativo de Planeación Distrital (2005); Unidades de Planeamiento Zonal, Departamento Administrativo de Planeación Distrital (2004); Desarrollo Urbano en Cifras, Boletín del Sistema de Información Urbano, M.D.E. CENAC (1996) colaborador; Revista Misión Local No. 2 Universidad Distrital, Artículo sobre descentralización y Ordenamiento Territorial en Bogotá (1993).

Luis Ignacio Gallo Peña.

Camilo Santamaría Gamboa

Arquitecto de la Universidad de los Andes con estudios en Ciencia Política, experto en el desarrollo y aplicación de políticas públicas territoriales en particular en el desarrollo de instrumentos de planeación y gestión de suelo, ordenamiento territorial, hábitat y vivienda. Ha sido asesor de la Alcaldía Mayor y Subdirector del Departamento Administrativo de Planeación de Bogotá, director del Plan de Ordenamiento Físico Territorial del Area Metropolitana de Bucaramanga, consultor del PNUD y Minis-

Arquitecto de la Universidad de los Andes, con especialización en Planificación Urbana para Países en Desarrollo en University College en Londres. Profesor de los Andes de la Facultad de Arquitectura Taller 6 (1996); Profesor de Especialización en Planificación y Desarrollo Regional - Énfasis en Diseño urbano (2003). Profesor de Especialización en Planificación Administración del Desarrollo Regional - Énfasis en Ordenamiento Territorial (2006).


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Durante los últimos 15 años ha participado en proyectos que se pueden agrupar en cuatro grandes temas: Proyectos de Diseño Urbano, Proyectos de Planificación Urbana, Proyectos de Transporte y Planes Parciales. Entre sus proyectos están: Director de la Oficina de Planificación Urbana, de Diseño Urbano y de Diseño Arquitectónico, CAMILO SANTAMARIA - Arquitectura - Urbanismo (desde 1992); Arquitecto de la Unidad Coordinadora encargado de los proyectos que el Fondo Nacional de Ahorro desarrolló en Ciudad Salitre.

(1989), Bogotá; Parque Central Bavaria, participación en el diseño de la propuesta preliminar de estructura del espacio público y del plan vial del sector. (1988), Bogotá. Entre sus publicaciones están: Proyecto las Margaritas de Suba - Premio a la Excelencia Inmobiliaria - Categoría Residencial, Federación Internacional de Profesiones Inmobiliarias FIABCI - Colombia (2004); El uso del ladrillo en la Vivienda de Interés Social, Revista Terracota ANFALIT No. 5 (2002) y numerosos artículos sobre Proyectos Urbanos.


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