Esferas—Issue Two

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asocian el asombro con la estupidez, la ignorancia, el provincianismo y se resisten a dejarse impresionar como si mermara su condición humana o, en el caso de los hombres como si el pene se les encogiera un par de pulgadas cada vez que expresan su admiración por algo. Supongo que todo el mundo sea así. Todos menos los americanos que son el único pueblo que puede asumir su ignorancia y su provincianismo sin avergonzarse, casi con orgullo. Pero en ese sentido siempre es peor cuando vienen de Europa. Si hay algo peor que mostrarle una ciudad a un cubano recién llegado de Cuba es hacerlo con un cubano europeo. Mientras te abrazan te comentan lo mal que se come en Nueva York o lo sucio que está el metro. Con lo del metro estoy de acuerdo. El metro de Nueva York parece diseñado por decoradores de interiores de la Edad Media, con ratas incluidas, dicen y yo asiento aunque les recuerdo que es el único metro en el mundo que funciona 24 horas al día. No me van a joder la ciudad sólo porque eligieron vivir en otra. Me los llevo a comer a Chinatown y luego a tomar café a Ferrara en lo que queda de Little Italy y ya te empiezan a agradecer que los hayas llevado a lugares normales y con normales se refieren a lo europeo o en su defecto a todo lo que los haga olvidarse que están en Estados Unidos. De ahí salgo por Nolita y ya empiezan a decir que les recuerda a Europa o La Habana según de donde vengan y cuando entramos en el SoHo dicen que Nueva York no se parece a nada que hayan visto y llegando al Village ya están dispuestos a reconocer que es la ciudad más fascinante que hayan conocido. Con todos pasa lo mismo excepto, por supuesto, con el tipo que se acuesta con mi madre que sólo sabe quejarse de la suciedad y de lo mucho que tiene que caminar. Yo los dejo hablar y apenas interrumpo su monólogo admirativo para alimentarlos con detalles históricos y arquitectónicos. Con motines, revueltas, incendios, estructuras de hierro fundido, alquitrabes, cornisas. Al marido

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