Esferas—Issue Two

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Por primera vez en mucho tiempo nos sentimos a salvo PÍA BOUZAS Decidimos ir a Barcelona por Miriam. Esa es la verdad. Queríamos saber cómo estaba, acompañarla, no sé; hacía dos años que no sabíamos nada de ella. Al comienzo de nuestro viaje por España no había pensado en visitarla, o se me había cruzado como esas ideas que son alfileres en una noche de insomnio pero a la mañana siguiente son una pelusa ligera suspendida en el sol. Quizá me sentía un poco resentida por la determinación de Miriam de desaparecer y de hundirnos en el silencio más absoluto, y aplicaba el refrán como una sentencia: el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen. Por eso quiero aclarar que el cambio de itinerario se debió a Martín. Estábamos paseando por el parque de El Retiro cuando sacó el tema oblicuamente pero sin dejar lugar a dudas: Che, ¿y no pensaste ir a Barcelona? Y yo: ¿Te parece? Y él: Eran muy amigas ustedes dos, ¿por qué no? Me quedé rumiando la idea mientras caminábamos, como quien espera que la levadura se hinche hasta su punto justo. ¿Era una buena idea? ¿Acaso Miriam no había elegido el silencio? ¿Acaso ella no nos había mandado a un destierro más definitivo que el que ella misma había iniciado veinte años atrás?

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