Aquí, Cortázar captura la experiencia de un Espectador viendo una foto sin la protección de la cámara. La cámara funciona como un objeto que le permite al fotógrafo acercarse a su sujeto; sin embargo, la cámara también causa un distanciamiento entre el Operador y el Espectro. Sin su cámara (y con la ayuda de las ampliaciones), Michel gana el poder de acercarse a la escena que ha capturado. El segundo punto de inflexión ocurre cuando Michel empieza a ver una hoja que se mueve en la foto y de repente la escena se anima. Él entra a la escena con el chico y la rubia otra vez, pero aquí se atasca en el mundo del Espectro. Él pierde la capacidad de ver la escena a través de su cámara y la capacidad de ver la escena en una foto; en vez de tener un punto de vista externo, él entra a la escena y se convierte en una extensión de esta escena. Él logra salvarle la vida al chico otra vez (esta vez con un grito); pero después de su intervención como un Espectro, él pierde todo su poder. Él describe el mundo que está al otro lado de la cámara: “yo desde este lado, prisionero de otro tiempo, de una habitación en un quinto piso, de no saber quiénes eran esa mujer y ese hombre y ese niño, de ser nada más que la lente de mi cámara, algo rígido, incapaz de intervención” (159). Como un Espectro, Michel pierde el poder de intervenir y cae en la trampa de la foto. Su obsesión con la foto y su fijación psicológica sobre el chico y la rubia lo causa entrar al mundo de la foto. Este desplazamiento marca la muerte de Michel y
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