El buen ojáncano Por Rubén Rodríguez
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Erase una vez un duende llamado Raúl. Un día paseando vio a una anjana llamada Sonia.
-¡Pobre de mí!- se lamentó Sonia. - ¿Qué te pasa Sonia? - preguntó Raúl -El Ojáncano ha destruido todo mi jardín -respondió ella. - Bueno y ¿por qué no lo reconstruimos?- contestó el duende. - Gran idea Raúl- añadió Sonia.
Juntos se encaminaron para buscar semillas de crecimiento rĂĄpido y agua mĂĄgica para volver a construir el jardĂn de Sonia.
A la mañana siguiente llegaron al mercado de la oruga Paula. Lo que compraron les costó 12,95$ y sólo les quedaron 8,9$ para el agua mágica. A continuación se encaminaron a la tienda de la señorita Shuqin que, al ser tan amable, hizo una oferta de 3 por el precio de 1 y les dijo:
Con esto tendrás el jardín mas bonito de todos - Adiós y gracias por todo - dijeron agradecidos y se encaminaron a la casa de Sonia silbando y cantando de alegría - La, la, la, la -
Cuando llegaron se prepararon pero... ¡había un agujero en la carretilla donde lo traían todo! Al lado de la carretilla había un sendero por el que habían venido a casa de Sonia. Había huellas de Ojáncano.
-¡Él era el culpable!pensaron. Siguieron las huellas, llegaron a su cueva y observaron que el Ojáncano estaba cultivando todo lo que ellos habían comprado.
Se dieron cuenta de que era bueno, le preguntaron: - ¿Por qué nos lo has robado? El Ojáncano enrojeció y confesó:
- Yo sólo quería haceros un regalo para que fuerais mis amigos - ¿Y porque no nos lo dijiste? - Porque al verme todo el mundo se larga corriendo Desde aquel momento los tres fueron grandes amigos
FIN
REALIZADO POR RUBEN R. C