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M u s e o d e l Ár b o l

Año 6 No. 60 Diciembre 2016

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Publicación independiente sobre arte, cultura y sostenibilidad en Costa Rica, circula en Internet a través de la plataforma Issu.com. Por la calidad de diseño y concepto, posee desde su creación en 2010 el Sello de Respaldo de la Asociación Latinoamericana de Diseño. 2

Jenny Arroyo. Páramo. 2016


M u s e o d e l Ár b o l

Año 6 No. 60 Diciembre 2016

Maurizio Bianchi. Árbol de cortez amarillo.

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Museo del Árbol brota como un espacio de reflexión crítica y sensibilidad acerca del árbol en la naturaleza y en nuestras vidas. No es un museo físico, sino virtual, se accede a su espacio virtual donde podemos movernos por sus páginas-salas.

Jenny Arroyo. Páramo. 2016

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Museo del Árbol edición No. 60

ISSN 2251-3349

Grupo Editor Luis Fernando Quirós Rodolfo Uder Ilse Uder Nelson Moya Colaboradores en esta edición Maurizio Bianchi Jenny Arroyo Aarón Chinchilla Carlos Salazar Ramírez Dinorah Carballo Pedro González Gólvera Nelson Moya Otelo Quirval Diciembre 2016

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Contenidos Editorial Pag. 7 Jenny Arroyo. Páramo Pág. 10 Maurizio Bianchi. Gigante en flor Pág. 20 Maurizio Bianchi. Floración Áurea Pág. 26 Otelo Quirval. Jacarandas Pág. 34 Aarón Chinchilla Galería de quien camina Pág. 42 Narrativa Carlos Salazar Ramírez. Desvelos Transoceánicos Pág. 52 Galería Dinorah Carballo. Lo mío y el jardín Pág. 58 Remembranza Nelson Moya. Se quema el cielo Pág. 62 Contemplar el Árbol Pág. 66

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Maurizio Bianchi. Árbol de poro gigante, en Escazú.

Edición No. 60 Fue la primera vez desde que se creó esta revista Museo del Árbol on line que salimos con retraso, debido a problemas tecnológicos que se salen de la rutina y de nuestras manos. Gracias al patrocinio de la empresa OPTYMA el proyecto vuelve a contar con una de las herramientas necesarias. Hoy en día cuando tenemos un considerable instrumental al alcance: tomar fotografías con celular, hacer blogs en internet y redes sociales para compartir nuestros productos, pero es suficiente que uno falle -la computadora-, para que en cadena se venga al suelo un proyecto como éste en favor de la cultura del árbol y la naturaleza. Sin embargo, nos debemos a muchas/os seguidoras/es y haremos lo posible para subir este número de la revista en las redes. Crear conciencia sobre la existencia benéfica del árbol ha sido nuestra meta, estimular a que otras personas lo hagan, los cuiden y protejan, de esa manera asegurar los mantos acuíferos y la purificación del aire nos lleva a difundir y producir dicha cultura arbórea y del bosque. 8


Otelo Quirval. Árboles de jacaranda en el Paqrque Morazán

Tanto es así que desde el 21 de junio y hasta el 31 de julio tuvimos una muestra de arte contemporáneo titulada ÁRBOL TIERRA RAÍCES como parte del Homenaje a La Tierra de la Galería Nacional, en la ciudad de San José, para reflexionar sobre los alcances de La Carta deLa Tierra. Unos cuarenta artistas se sumaron a esta celebración y cientos de personas visitaron la muestra. Además que nos siguen llegando fotografías, dibujos, grabados, literatura, de nuestros colaboradores para engalanar las páginas de la publicación, de manera que mientras tengamos la computadora con la cual se diseña y crea la revista vamos a hacer camino a la sombra del árbol, con la inspiración del bosque el cual verdea y refresca los suelos por donde fluye el preciado líquido del agua, y entre sus ramas se respira un aire renovado cada mañana. Son motivaciones suficientes para hacer este esfuerzo de publicar la edición No. 60 que representa seis años consecutivos de intenso trabajo.

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Pรกramo Jenny Arroyo

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Jenny Arroyo. Páramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Para la nueva edición, la sesenta, Jenny Arroyo, incansable caminante y colaboradora de esta revista on line, subió al Cerro de la Muerte en la cordillera de Talamanca, para visitar las zonas de páramo, y, desde esas alturas, capturar con su cámara fotográfica esa vegetación tan característica: con sus riscos, florecillas silvestres, texturas de musgos y líquenes, además de los árboles y ese entorno de luz que irradia el paisaje de montaña. Los árboles parece que se inclinan –como decía uno de los versos de Garcilaso de la Vega en Egloga I-, para dar paso al viento, para recogerse ante las frías ventiscas de estos meses cuando ya quiere establecerse el verano; pero la mirada de Jenny esta puesta en el manto y verdor del páramo, y el límpido azul del firmamento; poética imagen que va calando la memoria para evocarnos el paso, en algún momento de nuestras vidas, por esos sitios del cerro, a veces nuboso, en otras luminoso. Jenny va a caminar, pertenece a un grupo de exploradores, pero su pasión por la fotografía la lleva a detenerse en cualquier momento, para captar el dibujo de los montes sobre el confín, el trazo de una que otra nube sobre el firmamento, y hacernos sentir a nosotros sus espectadores la sensación térmica de propia del lugar de ensueño.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

Jenny Arroyo. Pรกramo en la zona del Cerro de la Muerte.

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Gigante en Flor Maurizio Bianchi

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Maurizio Bianchi, Porós gigantes en Bello Horizonte.

El poró gigante cuyo nombre científico es Eritrinia poipegiana, en los meses de verano alcanza su estupenda floración color rojo naranja. Maurizio Bianchi tiene identificado un ejemplar en la zona alta de Bello Horizonte, al cual hace un acercamiento fotográfico para obsequiarnos esos caracteres de belleza que trastocan nuestras claves sensitivas. Es un árbol que a inicios de los veranos enciende el paisaje desde lejos, y de cerca, al trasluz, alcanza una vibración como si sus flores fueran miles de velitas encendidas. La especie fue introducida en el país para dar sombra a los cafetos en las zonas rurales, pero al extenderse las ciudades cubrieron los campos, y estos árboles quedaron en parques o dentro de urbanizaciones que ven como cada año el paisaje urbano se engalana con el poró gigante.

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Maurizio Bianchi, Porรณs gigantes en Bello Horizonte.

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Maurizio Bianchi, Porรณs gigantes en Bello Horizonte.

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Maurizio Bianchi, Porรณs gigantes en Bello Horizonte.

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Maurizio Bianchi, Porรณs gigantes en Bello Horizonte.

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Floraciรณn ร urea Maurizio Bianchi

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

El fotógrafo Maurizio Bianchi nos ofrece estas hermosas fotos de un árbol amarillo, que luce como una mancha dorada en el paisaje de Palm Beach en la Florida, Estados Unidos. Se trata de una forma arbórea de luz, cálida, saliente, vibrante, y él la capta con su característica sensibilidad en sus distintos detalles, ramajes, hojas e imagen que se recorta del edificio que la enmarca como una poesía visual. Esta especie, acá conocida como corteza amarilla o de la familia de los Tabebuia, florea durante los veranos y enciende el paisaje con su luminosidad, distinguible de lejos. Maurizio en sus viajes por distintos países nos mantiene al tanto de esos encuentros con la naturaleza, con la luz, con el color, todo para compartirlo con nuestros seguidores del Museo del Árbol.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Maurizio Bianchi, Cortezas amarillas en Palm Beach.

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Jacarandas Otelo Quirval

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazán.

En pleno corazón de la capital de Costa Rica, la ciudad de San José, encontramos un grupo de árboles de jacaranda –Jacaranda mimosifoglia-, que durante los meses del verano inundan el paisaje con su color violeta, y esas semillas color sepia que caen en una especie de concha o cápsula la cual al abrirse las esparcen en las zonas aledañas. Uno de nuestros colaboradores Otelo Quirval, al atravesar el lugar, tomó estas imágenes con la cámara de su celular para compartirlas con todos nuestros seguidores y amigos. Se aprecia un entorno elegante, con el monumento a Bolivar, el kiosco de la música, y las edificaciones circunvecinas engalanando el espacio urbano.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Otelo Quirval. Jacarandas del Parque Morazรกn.

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Galería Aarón Chinchilla de quien camina Ser artista en el arte fotográfico implica observar, pensar, caminar, requiere un análisis pormenorizado de lo que se tiene como herramienta: la cámara, aunado a la técnica fotográfica y a las tácticas creativas. Y, ¿por qué hablar de tácticas? Porque al lograr una buena foto hay un combate interior del que se sale airoso. Ser fotógrafo necesita sentir los escenarios, adivinarlos, escuchar sus voces ocultas y vibraciones profundas, los ropajes de miles de otras criaturas que pueblan su corteza; para que una vez apropiados todos estos factores se alcance la meta: crear imágenes que digan, que provoquen algo. Aarón Chinchilla se interesa por el árbol, sus copas, troncos, texturas y ramajes, sus accidentes, flujos de resinas, cortezas, las sombras que

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Aarón Chinchilla, fotografia digital.

arrojan sobre los suelos, las transparencias y luces que suelen atravesarlos para generar esa poética que muy pocos captan, tan solo el artista lo hace en tanto suele ver mas allá, su sensibilidad y la práctica artística lo mantiene en estado de INSIGH. Le interesa el clima, las densas nieblas, el tintinear de las gotas de lluvia al caer sobre la hojarasca. Para un fotógrafo todos estos aspectos emocionales y factores fotográficos poseen un lenguaje, cada uno es como una palabra compuesta de signos de escrituras cargados de sensaciones y en cuyos vacíos también fluyen contenidos, que llegan a nuestros ojos, oídos, olfato, tacto, paladar, en tanto la fotografía es comunicación y fundamenta la vida al compartir y al caminar cada día.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Aarรณn Chinchilla, fotografia digital.

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Narrativa

(En noviembre de 2013) Existen dos árboles que no son hermanos, parientes o, en este momento de la lectura, ni siquiera amigos. Únicamente los une su envidiable condición vegetal. Nunca se vieron ni se verán, aunque les espera –designio espléndido- la amistad. Uno de ellos vive en el Hemisferio Norte de la Tierra, a los 10° de latitud y 83° de longitud Oeste, en la Zona Tórrida. Mientras el otro se arraiga en el Hemisferio Sur, en la Zona Templada, a los 33° de latitud y 151° de longitud Este. Los separa una distancia de ¡14.225 kilómetros!, de tal manera que cuando uno siente el calor del Sol, al otro lo enfría la Luna; y mientras ocurre para el norteño el jueves, el sureño vive el miércoles. ¡Cosas que suceden con las esferas!

Desvelos Carlos Salazar Ramirez Transoceánicos

Se trata de un Poró y de un Eucalipto, (Así, con mayúsculas, porque esos son sus nombres legendarios, campestres y amables, al contrario de las denominaciones científicas, que carecen de afinidad con las moradas de los pájaros.) Éste, de tronco blanco y liso, con un follaje de apagado verde como corresponde a un árbol nostálgico proveniente de enormes extensiones solitarias; aquel, habitante de un risueño valle, con una fronda de penetrante verde sostenida por un pardo y rugoso tronco. Éste vive en el centro de un amplio terreno que da frente a la Calle de los Negritos, en San Pedro de Montes de Oca, San José, no lejos del Colegio Anastasio Alfaro; aquel reside a la vera de Victoria Street, en Lewisham, un barrio de la ciudad de Sydney, cerca de Christian Brother’s High School. Ambos son unos gigantes, capaces de ser cómodos poblados para muchos nidos, y grandes metrópolis para miles de criaturas de múltiples formas. Y al soplar los fuertes vientos de ambos hemisferios, son protagonistas de un espectáculo eminente: el que tiene lugar cuando las ramas oscilan majestuosas y las hojas vibran entusiasmadas. Solemnidad y alborozo: dos impresiones opuestas que, juntas, son fascinantes. --------- (Lo que se narra a continuación es en extremo peregrino, pero se menciona porque es lo único que podría “explicar o no” lo sucedido; y permitir, de paso, la continuación de este relato.) 52


Una mujer y un hombre –no amantes por cierto de las rutas turísticas- viajaron de la capital costarricense a la ciudad australiana, y advirtieron admirados la diferente belleza de ambos árboles, y los llamaron “nuestros Amigos”, al mismo tiempo que los declararon camaradas entre sí, hablando de ellos con calurosa frecuencia. Y acaso por ello, junto con una desconocida y antiquísima alianza ‘herbolaria’ de las células, las moléculas y los átomos; o gracias a cierta causa relacionada con “la metafísica de la transmigración de la esencia vegetal” (¡ea!), o por otro factor extravagante, cada uno de estos seres comenzó a tomar conciencia del otro, a pesar de la enorme distancia que los separaba. ¿Cómo pudo suceder esto? ¿O habrían aprovechado las grandes corrientes de aire que envuelven el Globo, o el magnetismo terrestre, o las ondas hertzianas, o “sencillamente” la telepatía? Tal vez este último procedimiento fuera el más probable aunque el menos científico. (Porque ya sabemos que la ciencia, ese maravilloso quehacer, no siempre tiene respuestas para miles, millones de incógnitas.) Por ejemplo, la del diálogo: ¿El Poró hablaría español y el Eucalipto inglés? O lo que es más verosímil: ¿un lenguaje común, exclusivo del mundo vegetal, y que no tendremos nunca la dicha de conocer? Y hablando de coloquios: de ser amigos tendrían que tutearse. Así, en este texto, usaremos un recurso puramente convencional: el Eucalipto hablará de “tu”; y el Poró, como buen costarricense, usará el “vos”. ---------En un momento de finales de año, cuando en Australia eran las 8 de la noche de un domingo y en Costa Rica las 3 de la madrugada de un sábado, ambos árboles sintieron, simultáneamente, algo así como un correr de hormigas en lo más alto de sus copas. “¿Qué es esto? –se dijeron sobrecogidos. Pero no hubo tiempo para más preguntas. Desde la oscura profundidad en el laberinto de las raíces, hasta los troncos, el triunfo de los ramajes y las miríadas de hojas… en toda la soberbia arquitectura de ambos seres prodújose una revolución en la savia, un nuevo poder, una desconocida manera de sentir el suelo, los continentes, el mundo… y de comprender las condiciones necesarias para ser y tener un amigo: la veracidad, la constancia y la lealtad. En ese instante, cada uno de los árboles estuvo a punto de ser reducido a pavesas por un rayo descomunal que cayó muy cerca de su cuerpo. ¿La electricidad habría causado un prodigio, como tantas veces ha ocurrido?... 53


Y entonces comenzó el coloquio de un inmemorial compañerismo que existía sin conocerse: -No siento, sino que escucho, una lenta, profunda respiración. ¿Eres tú? -Sí, soy yo. Un Poró. ¿Y vos? -Un Eucalipto. ¿Dónde estás? -En Costa Rica. ¿Desde dónde me hablás? -Vivo en Australia. El diálogo se asemejaba a una de aquellas conversaciones de los principios de la telefonía. Pero pronto se hizo palpable la celeridad de un siglo tan impugnable como el nuestro. -¿Sos feliz? -Sí, pero estoy muy preocupado –declaró el australiano -Yo también. Pero vos, ¿por qué? -Por el porvenir del mundo. Como tú. Como todos. Y aunque nací en un magnífico país, cuyos habitantes y dirigentes cuidan muchísimo de nosotros, cada año, durante el seco verano, se desencadenan con frecuencia en los enormes bosques aterradores incendios, infiernos incontrolables en donde perecen de la manera más horrible millones de hermanos míos, llevando de igual modo a la tortura y a la muerte a millones de las más asombrosas criaturas de las tierras, las aguas y los cielos… (Y aquí no sobra decir que los animales y las plantas, aunque también padecen, tienen sin duda una vida dichosa, característica que falta en la existencia humana…) -En Costa Rica también ocurren esas tragedias… -dijo el Poró. -¿Sí? Pero aquí son especialmente graves porque los bosques están habitados casi exclusivamente por nosotros, los eucaliptos, quienes abrigamos en nuestros cuerpos una substancia en extremo inflamable. Y todo esto agravado por los poderosos y abrasadores vientos del verano provenientes del desierto, que extienden la tragedia formando murallas descomunales de llamas cuya visión provoca el llanto. Un llanto de destrucción y desesperanza. -¿Y las técnicas modernas en tu próspero país no pueden hacer nada para evitar esta desventura? -Las fuerzas de la Naturaleza serán siempre más poderosas que el hombre. Por otra parte, aunque este pueblo posee un gran conocimiento de lo que es una Patria y del respeto que se debe a la tierra y a sus semejantes, la difícil a veces condición humana hace que aparezcan seres como, por ejem54


plo, dos muchachas de doce y catorce años, a quienes la policía sorprendió prendiéndole fuego intencionalmente a un inmenso bosque. Es terrible… Fíjate que la mitad de los incendios forestales la originan el descuido y la intención criminal. ¿Qué hacer? Es imposible llenar las selvas de miles y miles de vigilantes para evitar el despliegue de la estupidez perversa. Estas situaciones es de las que nos obligan a afirmar, cada vez con mayor asiduidad, que es de apremiante urgencia que el género humano desaparezca. ¿No es así? -Así es. Porque se trata de la única familia que no merece compartir la vida con nosotros y con los animales –dijo desolada la voz del Poró, cruzando la inmensidad oceánica-. Parecen monstruosas nuestras palabras pero son innegables, si observamos el ayer, el hoy y los indicios del mañana. “Te pregunté si eras feliz. Yo también lo soy. La existencia de un árbol es maravillosa. Porque vivir asidos a un planeta dador de aliento, con nuestras raíces profundas sintiendo y librando el sabor primordial de los jugos de la tierra, ¿no es portentoso? Como lo es esto de pasearse vertiginosamente a lo largo de miles y millones de leguas sin movernos de un lugar, utilizando la rotación y la traslación del mundo. (Los humanos participan de esto, pero no son conscientes de tamaño prodigio... ¡Pero si viajamos alrededor del Sol, y en su compañía hacia el Ápex, como ningún navío espacial lo ha hecho!) “Y si a esto agregamos el sentir las brisas, los vientos y los vendavales atravesando nuestros cuerpos; los pájaros que nos honran al elegirnos como sostén de la ternura de sus nidos; nuestra capacidad para purificar y perfumar la delicadísima atmósfera; la hermosura de que estamos investidos… -Sí, amigo mío –dijo el Eucalipto-. Los hombres, con todo su poder y su arrogancia, se ven a nuestros pies como ridiculísimos títeres. Mientras que un saltamontes, a los pies de un hombre o de un árbol, no pierde un ápice de su encanto. “Por lo demás, los saltamontes, los árboles… ¡y todos los seres vivientes de este mundo viven en armonía con la Naturaleza, excepto esos extraños bípedos que nos atacan! -¿Qué nos atacan? ¡Nos exterminan! –saltó indignado el Poró-. Aquí, en mi vecindad, a no más de doscientos metros en círculo, y en tres 55


años, ¡veintiséis grandes árboles fueron sacrificados en el altar abyecto de la imbecilidad y del dinero fácil!1 -¿Veintiséis en tan poco tiempo y en tan reducido paraje? -Así es, mi querido Eucalipto. Y te podría contar innumerables casos de este jaez, igualmente indignantes y estúpidos. Como el que ocurrió en Tres Ríos, una población cercana a San José, en donde absolutamente todos los árboles del parque municipal fueron derribados, y la superficie de lo que fue un jardín convertida en una enorme plataforma de cemento.2 ¡Y este crimen se cometió con la aprobación de los vecinos del pueblo!3 -Yo no sabía que esas atrocidades ocurrían… -Lo que sucede es que, en general, el pueblo costarricense odia los 4 árboles . Te contaré sobre el particular la siguiente anécdota: Conozco a una persona que para edificar su casa compró un terreno fuera de la ciudad. Un día de mayo de 1971, dedicado a cultivarlo con árboles, recibió la visita de un campesino con quien había hecho amistad muy agradable. Este hombre, sin mayores estudios pero muy inteligente (esto es importante), al ver la labor que se realizaba, exclamó alarmado:

1 Los hechos ocurrieron entre 1999 y 2003, en los barrios Escalante y Dent. 2 El desaguisado aconteció entre julio y agosto de 2009, y la ignominiosa plataforma de cemento fue inaugurada con boato en la primera semana de febrero de 2010. 3 Verídico. 4 El fenómeno es estudiado por el doctor Constantino Láscaris-Comneno en su libro El Costarricense. 5 Son palabras textuales de don Aníbal Arce, fallecido alrededor de 2005.

-“¿Qué está haciendo, mi estimado vecino?” -“Ya lo ve, don Aníbal: siembro árboles” -“Pero eso es peligrosísimo…!” -“¿Peligrosísimo? ¿Por qué?” -“Es que usted no sabe porque no es del campo. Vea: ¡Los árboles embolsan el viento, crían zancudos y hacen culebras!5.” “Este hecho es sumamente representativo de la actitud de este pueblo con respecto a nosotros. -Lo creo verdadero sólo porque tú me lo cuentas. -Hace mucho tiempo, cerca del año 1975, Miguel Salguero, un destacado periodista, escritor y cineasta, decía en una inquietante crónica (cito de memoria): “¿Qué virus maligno anida en los cerebros costarricenses, que les provoca esa enfermedad fatal que se manifiesta en la aniquilación arbórea?” -Veo que en tu Patria –observó desconcertado el Eucalipto- la situación es particularmente grave, porque no sólo existe un evidente interés económico en la devastación sino que se trata… ¡de una fobia patológica contra nuestro género! 56


“Y es que, ¿puede el planeta que nos da la vida, vivir sin la vida que nosotros le damos? No. En tanto, la Tierra puede perfectamente florecer sin el completamente innecesario género humano, como lo demostró durante 4.600 millones de años. En tal caso, es posible afirmar, con todo rigor lógico, que es preferible la muerte de un hombre a la muerte de un árbol. Y entonces, ¿por qué la ley no castiga con la mayor severidad a quien asesina imbécilmente a uno de nosotros? Como lo han dicho varios autores clásicos: “Lo mejor distribuido entre la humanidad es la insensatez.” Y el Poró: -Una mente normal, de árbol o de hombre, no puede negar lo que decís. Y en mi caso (situación completamente ajena a la tuya) sobrevivo de milagro: Yo estoy enraizado en un terreno muy grande de un barrio “conspicuo” de la ciudad, perfecto para crear un precioso parque; pero esto no va a ocurrir… Se levantará probablemente un gran edificio de apartamentos “de lujo”, o un espantoso centro comercial o “mall” (palabra de estúpidos en un país de lengua española). En cuestión de días –lo siento en mi madera-, la construcción comenzará. En consecuencia desapareceré para dar lugar a una aglomeración innoble de hierro y cemento. A menos que intervengan arquitectos, ingenieros y clientes suyos con seso –algo dificilísimo- y me dejen permanecer como camarada de un bello edificio para unir a él mi grandeza, el rumor de mi follaje, el frescor de mi sombra, la fragancia de mis efluvios, el canto de los pájaros, la noche de los grillos, el coro de mis chicharras y el esplendor de mis flores que antes de la estación de las lluvias me cubren enteramente de anaranjado, como si yo fuera una inmensa llamarada del amor. ¿Verdad que no es poca belleza? “Pero conociendo a mis compatriotas como los conozco, sé que estoy condenado a una muerte cercana y lenta, porque derribarme no será fácil… --------- -Lo que dices –sollozó el Eucalipto- hace que broten de mí lágrimas de savia que, aún aromosas, son amargas. Y la aterradora distancia que nos separa hace aún más desoladora mi angustia… “Al faltar tú, se perderá una parte de la hermosura de este mundo. Tu ausencia será lamentada por las criaturas que albergaste y los niños que te conocieron. Tu destrucción clamará la cólera de la Tierra. Porque los árboles no pertenecemos a la humanidad. ¡Somos propiedad del Planeta! --------- (¿A qué comentar esta desgracia, que no lo es para un pueblo como el de la espléndida Costa Rica, que cuando ve algo bello no le parece bello, y que cuando ve algo feo no le parece feo?) Carlos Salazar Ramírez. 11/2013 57


Lo mío y Dinorah Carballo el jardín Para esta artista visual e intelectual -amiga y colaboradora de Museo del Árbol-, lo suyo es el jardin: lugar donde recrea, mira, instala, bordea, esculpe; cultiva en el más completo sentido de propiedad. Es parte de su obra de arte, galería y laboratorio de experiencias donde ensayar las expresiones que luego colmarán alguna obra y/o pensamiento.

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Dinorah Carballo. En el jardĂ­n. 2016. Foto digital.

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Dinorah Carballo. En el jardĂ­n. 2016. Foto digital.

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Dinorah Carballo. En el jardin. 2016. Foto digitalĂ­

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Remembranza Nelson Moya Se quema el cielo Resulta una experiencia en suma esplendorosa apreciar los bellos atardeceres visibles en las variadas locaciones del Pacífico de nuestra Costa Rica. ¡Cómo no ser sensibles a la inmensidad de colores y texturas que se originan a esa hora, muy bien calificada en el verso: “Cuando el día aún es día... y la noche aún no llega...!” En esta oportunidad, las fotografías fueron tomadas en las hermosas playas de Santa Teresa y playa Carmen, ahí donde los árboles de almendro y las palmeras incrementan ese contraste de la luminosidad del ardiente Sol, cuando está a punto de caer y dejarnos en tinieblas, pero

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Nelson Moya. Fotos de un atrdecer en Santa Teresa y playa Carmen.

con la certeza de que otro continente disfrutará de los fuertes rayos solares. Y claro, con la siempre firme esperanza, de que mañana habrá un nuevo amanecer!!! No dejo de pasar la oportunidad que nos brinda esta publicación, de desearles a nuestro fieles lectores; y a quienes visitan el sitio por primera vez, una muy ¡Feliz Navidad y próspero Año 2017!, que esté lleno de bendiciones y que todos los sueños y metas se puedan consolidar.

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Nelson Moya. Fotos de un atrdecer en Santa Teresa y playa Carmen.

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Nelson Moya. Fotos de un atrdecer en Santa Teresa y playa Carmen.

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Contemplar Colectivo

el Ă rbol

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LFQ. Cortez negro en La Pipiola, Ujarrรกs.

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LFQ. Ă rbol magenta en las inmediaciones de la Corte en San JosĂŠ

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LFQ. Porรณ Eritrinia en Ujarrรกs.

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LFQ. Porรณ de cuchillitos rojos.

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LFQ.En el cauce del Reventazรณn.

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Acuse de recibo

Pedro González Gólvera, árbol conocido como “piru” en Teotihuacán, México.

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