Bendito Dolor Texto: Gabriel José Hidalgo y Miguel José Moya
Ser o no ser, esta es la cuestión, ¿Cuál es más digna acción del ánimo: sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta u oponer los brazos a este torrente de calamidades y darles fin con atrevida resistencia? William Shakespeare ¿Dónde está el dolor? Algunos dirían de forma instintiva que vibra en los nervios, respondiendo a los inescrutables ataques del entorno, una voz de alerta interna ante una amenaza externa; este es el dolor fisiológico, el temblor de la carne. Rápidos impulsos eléctricos, conexiones sinápticas y sensoriales invadiendo áreas del cuerpo en ataque. Pero hay otro; misterioso, profundo, insondable, desgarrador; aquel dolor que nace en el alma, que no entiende de tactos ni de estímulos, el dolor interno y moral, el dolor del espíritu, invisible y sin sitio fijo.
llamados lo que vuelve el dolor algo hermoso, digno, oportuno y “bendito”. La proyección del dolor permite visualizar el alma en su estado más puro, sentimientos honestos que fluyen. Las más hermosas historias de motivación surgen de quien abrazó el dolor y negó toda obligación de continuar en el. Aquellos que lo transformaron en un instrumento para reconstruirse a sí mismos.
desde adentro por sentimientos negativos.
El Guernica de Picasso, el Grito de Van Gogh, la Heroica de Beethoven, La Resurrección de Händel, la libertad en
Es cierto que todos tenemos una verdad, y esta es individual y distinta
El dolor es una respuesta normal que puede tener significado y conducir al aprendizaje; demanda respuestas, impulsa a mejorar; y muchas veces, la única manera de lidiar con él es a través de la reflexión profunda y esa calma nos lleva a la aceptación humilde y a no retar nuestras propias capacidades.
Cuando sufrimos dolor podemos proyectarlo y crear grandeza moral, o ahogarnos y vencernos rotos desde adentro por sentimientos negativos.
Duele, y en el dolor comprendo la vida, en el dolor busco superarme y evitar seguir cayendo. Puedo más, porque se qué tan hondo puedo llegar, porque sé que el dolor por si solo no existe; que el dolor para existir necesita el alivio, y se que en todo dolor se esconde un poco de esperanza, y que al alcanzarlo proyectaré mi alma hacia el descubrimiento, la comprensión, la paz y la trascendencia. La oscuridad es ausencia de luz, sin viceversa.
La Marsellesa, la dignidad de Mandela, la grandeza de la Madre Teresa, la melancolía de Cortázar, la profundidad de Borges o la resignación de Job, todos ellos han surgido de episodios de historias desgarradoras y de intenso dolor moral. Ellos liberaron las cadenas del dolor y se recrearon en él, logrando transcender dejando historias que trascienden la transitoriedad convirtiéndose en manifestaciones dramáticas de la voluntad humana y de lo que es capaz de hacer un espíritu insubordinado y decidido a torcer las cuerdas de acero del destino.
No podemos evitar el dolor, se puede absorber, podemos intentar ignorarlo, pero estará ahí acechando el alma indefensa, abatiendo las paredes internas, y es lo que hacemos con estos
Es importante distanciar el dolor del sufrimiento, como dijo Buda: “el dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional”. Cuando sufrimos dolor podemos proyectarlo y crear grandeza moral, o ahogarnos y vencernos rotos
a la del resto del mundo, pero esa verdad necesita ser probada y agitada. Descúbrela, ilumínala, rétala, retrátala, compréndela y enciéndete. Quizás estas palabras serían más hermosas con citas de Neruda, descripciones de paradisíacos paisajes y destinos, episodios de voluntad y motivación; pero es tiempo también de pararte frente a un espejo de tamaño corporal, de escuchar los fantasmas que te persiguen; enfrentarlos y darles sentido. No hay crecimiento si no se entiende lo que se siente. En el conocimiento del dolor y el miedo se esconde algo hermoso y revelador, casi un designio providencial: el conocimiento de nuestros deseos.
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