La Obra y su materialización

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La obra y su materialización En el campo de la discusión, un tema ha sido la definición de cuando tenemos la Obra Arquitectónica; si cuando está expresada en documentos u otros soportes gráficos, o cuando la misma se encuentra materializada. La obra nace en la mente del diseñador, la misma que se expresa en todo tipo de documentos, imágenes en 3D, vídeos, maquetas virtuales y físicas, que dan cuenta de las características visuales y de los elementos y partes que componen a la Obra; de tal manera, que al momento de construirla se disponga de la mayor cantidad de información para que lo diseñado pueda materializarse tal como fue planeado. La experiencia sensorial y temporal del espacio se logra una vez que tenemos la obra materializada, y es ahí cuando pensamos que la obra de Arquitectura forma parte de la vida de las personas que recorren e interactúan con los espacios y los elementos que la definen, teniendo siempre presente que es una experiencia única e intransferible. Realmente esto de la experiencia del espacio es un tema que está cambiando con el desarrollo de lo virtual; tal como la realidad aumentada o el uso de los Holo Lens, tecnología que nos lleva a experimentar la realidad espacial de lo que no ha sido aún construido. De hecho, estos nuevos programas nos permitirán interactuar y manejar obras sin necesidad de estar físicamente en los sitios de trabajo, podremos hacer revisiones y correcciones de obra directamente en la realidad material de la construcción, como que estuviésemos dibujando sobre los elementos que se encuentran en construcción. Me atrevería a decir que si los programas digitales de dibujo y el internet transformaron en menos de diez años nuestra manera de ver y manejar el oficio, estas nuevas herramientas nos llevaran mucho más allá y podremos experimentar los espacios diseñados sin que se encuentren construidos, algo que hasta hace poco parecía salido de la ciencia ficción. Ese más allá, puede ser que nos conduzca a una materialidad más sutil, menos densa, ligada a las


tecnologías de la imagen y al uso de materiales resultado de un desarrollo tecnológico acorde a los nuevos desafíos del diseño y a las demandas actuales de fabricación, en cuanto al desempeño y al comportamiento físico; como por ejemplo, la regulación climática o el manejo eficiente del consumo energético en los procesos de producción y ciclos de vida de los mismos. Estos materiales se encuentran presente en la industria de la construcción, tal como los vidrios inteligentes que autorregulan el paso de la luz y la conducción térmica, las superficies que tienen la capacidad de almacenar energía, las telas con memoria que se adaptan a cualquier diseño, entre otros. Estas nuevas realidades, nos conducen a repensar una vez más lo de la materialidad del espacio arquitectónico, cuyo valor y definición queda plasmado por su creador; para que los encargados de llevar a la realidad lo proyectado, manejen la información de manera coherente y ajustada a los documentos que contienen la información técnica requerida. La obra de Arquitectura puede sufrir importantes pérdidas de información si es que los constructores no manejan de manera sensible y responsable cada componente de la obra, ya que cada punto, cada línea, representa una decisión, una parte del todo; por lo tanto lo de la materialidad está muy ligada a cada parte del proceso constructivo, y si se logra generar un flujo de actividades con un nivel de eficiencia coherente a lo proyectado, seguramente experimentaremos una verdadera Obra de Arquitectura. Los Arquitectos necesitamos conocer de los procesos constructivos, de las ingenierías, de los materiales, de las tecnologías, de tal manera que como los más conocedores de lo proyectado, podamos coordinar a los distintos actores que se encargan de la materialización de la misma. Seguramente en un porcentaje de obras, no lograremos tener equipos de trabajo que comprendan realmente lo que significa cada parte, cada textura, cada detalle, principal razón por lo que considero que los arquitectos deberíamos construir nuestras obras o por lo menos tener una participación activa en la toma de decisiones en cada parte del proceso. Realmente una Obra de Arquitectura, requiere de esfuerzos conjuntos comprometidos con el diseño, para poder materializar lo proyectado; entendiéndose que la Obra cumple sus objetivos una vez que la gente vive la experiencia de recorrer y utilizar sus espacios, sumado a las múltiples lecturas que tendrá cada usuario, las mismas que nos mostrarán si el proyecto se acercó a cubrir las expectativas y demandas con las que se gestó la obra. Lo interesante es llegar más allá y que la Obra tenga la capacidad de impactar y movilizar a la gente que la recorre; que sus espacios sean generadores de procesos de reflexión, de sensibilización, de transformación y de apertura a nuevos lenguajes.


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