Cuaderno de bitcora

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Curso 2012/2013


Tripulantes en tierra ¡Tiiiiiiiiiiierra a la vista! Nuestra comandante mayor Marisa nos informa que divisa tierra a estribor, todos miramos por la barandilla. Después de tanto viaje, estábamos deseosos de llegar a tierra. Enseguida nos pusimos a trabajar, ¡alzad las velas! ¡Todo a estriboooooor! Gracias a los esfuerzos de todos, atracamos el barco en un precioso puerto, con estos fríos no era un día muy soleado, pero aun así, presentíamos que era un gran


día. A la entrada de aquel pueblo, había un convento, no era gran cosa, puesto que se encontraba en un pequeño lugar. Juliana, nos explica que era de arte románico, aunque su estructura era pequeña, su iluminación interior y sus magníficos decorados nos impresionaron bastante. Parecía que estábamos en el siglo XII. Dentro, un monje muy simpático llamado Alberto, nos enseñó su hogar y el de muchos más huéspedes que... Ahora os cuento. Nos explicó que esa casa, antes, era de una rica señora, la cual dejó testado que, cuando ella faltase, debería


haber un pequeño espacio de la casa con un retrato suyo, y así lo hicieron las segundas sucesoras y los monjes del convento. Pero no estaban solos, una casa tan grande tenía un gran uso, se encargaban de cuidar personas deficientes, ayudarlas en todo lo posible e imposible. Nosotros, como curiosos tripulantes y ahora descubridores, tuvimos el placer de estar con ellos, charlar un rato y conocernos mutuamente. Justo en ese momento los cocineros del lugar hacían la comida, un delicioso olor a pollo nos hipnotizó y nos entró hambre. Un

poco

corta

la

visita,


buscamos donde comer, pero nos dimos cuenta, de que en aquel lugar como ya antes dije parecía situarse en siglo XII. Tuvimos la suerte de que ese mismo día había un mercadillo medieval enorme. Mercaderes de todo tipo y todos los lugares traían collares, libros, zapatillas, todo artesanal y por supuesto una comida deliciosa. Aquella tarde fría, debido al tiempo, fue una de las mejores en tierra de mis compañeros y mía como tripulantes. Al llegar la noche buscamos un sitio para dormir y a la mañana siguiente al abrir la ventana de mi habitación, un sol asomaba


tapado por la torre del convento que habíamos visitado el día anterior. De camino al barco, nos encontramos con una locutora de radio que estaba transmitiendo un programa en directo con los países hispanoamericanos. Hablaban sobre la forma de vida, apenas tenían nada para vivir y comer, necesitaban que todos pusiéramos nuestro esfuerzo, aunque solo fuera con un pequeño granito de arena. Estuvimos dando ideas y contándoles que nosotros también habíamos trabajado en muchos proyectos solidarios, como vender collares y latas


recicladas como lapiceros, escribir cuentos y otras muchas cosas. Aquella ma単ana la pasamos en la plaza, hasta la hora de comer. Marisa dijo que era hora de marcharse y nosotros como buenos tripulantes nos echamos a la mar.


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