Jacinto y la sopa reina

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EN CLASE. Jacinto García en el IES Universidad Laboral durante la clase magistral que compartió con los alumnos LA SALMANTINA estuvo en la Plaza Mayor hasta 2005, año de su cierre. 

El último dueño de 'La Salmantina' dona su colección de revistas al IES Laboral y enseña a los alumnos a elaborar su tarta más famosa

Reportaje del periódico HOY

«Estoy de subidón». Jacinto García (Cáceres, 1934) no podía ocultar su entusiasmo tras compartir una hora con los alumnos de hostelería del IES Universidad Laboral. Hasta este centro educativo se trasladó el veterano pastelero para cumplir una doble misión. Por un lado, donó su colección de revistas de repostería a la biblioteca del instituto. Y, además, impartió a los chavales una clase magistral sobre su tarta más famosa: la sopa de reina. Jacinto, genio y figura, es el último propietario que tuvo la afamada pastelería 'La Salmantina', ubicada en la Plaza Mayor desde 1930 hasta


su cierre, en 2005. Era una empresa familiar. Surgió en Candelario (Salamanca) hasta que su padre decidió trasladarse a Cáceres y con él, se trajo el negocio y la receta que les daría fama en la ciudad. «La sopa de reina es el postre más emblemático que ha habido en Cáceres siempre», presume Jacinto con su pelo canoso, sus cejas pobladas y su semblante de actor. Durante su intervención, desveló a un auditorio integrado por chaquetillas blancas que su verdadera vocación ha sido la interpretación. De hecho, no ha renunciado a ella. «He actuado tres días en el Zorrilla de Valladolid con una compañía de teatro profesional», dijo con orgullo. En la actualidad, colabora con la ESAD, la Escuela Superior de Arte Dramático, con sede en San Jorge. «La sopa de reina es el postre más emblemático que ha habido siempre en Cáceres»«Antes, como no había cámaras frigoríficas, en las pastelerías teníamos que trabajar de noche»


Antes de la clase magistral, los alumnos prepararon en los fogones del instituto todo lo necesario para el montaje de la tarta bajo la supervisión del profesor Diego Gaona y con las indicaciones de Jacinto. La sopa de reina es una tarta con historia. Bonifacio, abuelo de Jacinto, la creó el 16 de julio de 1916 después de que un señor llamado Paco Rico, de Candelario, le encargara un postre especial con motivo de la visita a la localidad de la infanta Isabel 'La Chata'. «En realidad no es una sopa», precisó el confitero. Pero el bizcocho con el que está hecha se «ensopa» en almíbar para hacer el postre. De ahí su denominación. Además de bizcocho borracho empapado en jerez (puede ser oloroso o seco), esta particular tarta se confecciona con yemas de huevo y merengue. «La clave del éxito está en utilizar materias primas de primera calidad», explica Jacinto. Esta no ha sido la primera vez que el repostero ha compartido la receta de su postre más conocido. La ha facilitado allí donde se la han pedido. De hecho, la sopa de reina se puede encontrar en otras pastelerías de la ciudad.


García reivindica la pastelería artesanal. El montaje de la tarta ante los ojos curiosos de los futuros cocineros también dio para compartir alguna que otra anécdota del oficio. «Antes, como no había cámaras frigoríficas, teníamos que trabajar de noche para que los pedidos estuvieran en su punto al día siguiente. Eran otros tiempos...». Jacinto comenzó en la profesión con 15 años, mientras estudiaba en El Brocense. Compatibilizó su faceta de pastelero con otras iniciativas empresariales. «En 1977 monté la cafetería más bonita que ha habido en Cáceres. Se llamaba 'Neguri'», evoca. El local estaba en la Plaza de Hernán Cortés, donde ahora se encuentra la cafetería 'Dipa's'. Y, además, trabajó como agente comercial. A pesar de sus ocupaciones laborales y familiares -es padre de tres hijos-, siempre encontró tiempo para la interpretación. Se inició en el mundo del teatro como apuntador. La baja de un actor pocos días antes de la función le brindó la oportunidad de saltar a escena. Y, más tarde, se atrevió con la dirección. Presume, de hecho, de haber sido el primer


director del actor Juan Margallo en la obra 'Militares y paisanos'. «Le llamé yo. Él era mago y venía con nosotros de telonero», dice. A sus 81 años derrocha simpatía y energía a partes iguales. En casa conserva una pequeña batidora que se quedó cuando cerró la pastelería y que todavía utiliza para seguir endulzando los paladares más cercanos. En su vivienda también tenía apiladas 200 revistas antiguas de las que ha decidido desprenderse. «¿Qué hacían allí sin que nadie las leyera y sin que nadie pueda aprender de ellas?». El IES Universidad Laboral ha pasado a atesorar una pequeña parte del legado de una de las pastelerías más conocidas de Cáceres.


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