Cincuenta cabezas de la hidra

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Las cincuenta cabezas de la hidra

LAS CINCUENTA CABEZAS DE LA HIDRA JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO

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Las cincuenta cabezas de la hidra

ÍNDICE

-PRÓLOGO

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-LA HIDRA

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-INTIMIDAD

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-SALIR DE DUDAS

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-REGALO DE CUMPLEAÑOS

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-CUENTO 1

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-CUENTO 2

12

-LA LLAVE MÁGICA

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-DESEMBARCO MITOLÓGICO

14

-J UEGO 1

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-J UEGO 2

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-SÚPLICA

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-SOMBRAS

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-PRIMER AMOR

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-VOYEUR

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-EPÍLOGO

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-LOS PRIMEROS PASOS

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-DUPLICIDAD

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-EL JOVEN OTELO

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-RESACA

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- INSTINTO

26

-TIMIDEZ

27

-LA BELLA

28

-SÓLO PARA CORREDORES

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-PAISAJE DE OTOÑO

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-EL MALO

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-DESPEDIDA

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-PANTEÓN TAURINO , RESTAURANTE

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-INTERROGANTE

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-DESPUÉS DEL CAFÉ

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-LOS DOS LADOS DE LA HISTORIA

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-TARDE DE VERANO

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-A PUNTE AL MARGEN

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-EL PIADOSO

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-MAL ENCARADO

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-DILEMA MORAL

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-PECADO DE FAMILIA

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-TRASPASOS

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-BOSQUEJO

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-RECLAMO DE UN PADRE A SU HIJA

45

-NATURALEZA CON COPA DE VINO

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-LA VENTANA

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-EL VISITANTE

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-SIN DISFRAZ

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-EL GRITO

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-A LA DISTANCIA

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-BARRO ORIGINAL

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-EL CANTANTE

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-CUENTA REGRESIVA

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-UNA , DOS , TRES POR MÍ

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-CERCO

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-PRĂ“LOGO (ELIPSIS )

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LA HIDRA

Fui de paseo al campo con el grupo de catecismo. En una charca había muchos animalejos, de esos que llaman tepocates; capturé uno para verlo de cerquita. Algunos de mis compañeros reían divertidos, otros tenían cara de querer vomitarse cuando comencé a operarlo con una navaja de obsidiana. No faltó quien fuera con el chisme a las catequistas. “Un día seré doctor y ustedes ese bicho”, les dije.

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INTIMIDAD

A mamá no le gustaba que me encerrara en aquel lugar. “¿Qué tanto haces ahí, Manolito? Un día te va salir un monstruo y te llevará con él”, me decía. “Sólo trata de asustarte”, me tranquilizaba la sirena que había hecho de nuestra bañera su océano. “Son patrañas de adultos sin imaginación”, murmuraba con voz atropellada el conejo de levita que, reloj en mano, me urgía a seguirlo al otro lado del espejo. “Ya voy, mamá”, contestaba de mala gana, y salía del libro.

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SALIR DE DUDAS

“¿El diablo existe?”, quiso saber el niño. El diablo dijo que no.

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R EGALO DE CUMPLEAÑOS

Rasgué la envoltura del regalo y saqué una caja más grande. No dudé en abrirla y salió otra caja todavía más grande que las anteriores. “No tengo la intención de jugar a una historia absurda de matrioskas, mejor dame un billete de quinientos pesos y estamos a mano”. El rostro de papá se contrajo, como si le retorcieran las tripas. “El amor que yo te tengo no habría cabido en la más grande en esas cajas”, me dijo mientras sacaba de su chistera unas monedas.

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CUENTO 1

“Y aquel lobo lampiño era el hazme reír de toda la manada. Lo llamaron hombre”.

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CUENTO 2

“No hay mejor historia que la que nunca se ha contado”, dijo Sherezada.

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LA LLAVE MÁGICA

Antes de irse a trabajar, mamá nos encerraba en la habitación del fondo, la más grande de la casa. Para que mis hermanitos dejaran de llorar, les decía que imaginaran que éramos los juguetes más preciados de un niño gigante que nos guardaba en un cofre. Por eso no se sorprendían cuando el techo se abría y unos dedos enormes y regordetes nos libraban de nuestro cautiverio por un rato. Al volver a casa, mamá nos decía que estaba harta de los chismes de la gente. “¡Mira que decirme que los vieron por el río, saltando entre las tumbas del panteón, robando la fruta de la huerta del abuelo! ¡Ya no saben qué inventar!”.

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DESEMBARCO MITOLÓGICO

Al volver a casa, comíamos como cerdos: en el piso, entre la inmundicia, gruñendo y peleando por unos mendrugos que nunca eran suficiente, pero ni siquiera protestábamos: éramos cerdos, o lo que quedaba de ellos.

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J UEGO 1

Levanté su falda sin saber lo que buscaba. Ella me miró entre molesta y sorprendida. Yo me fui haciendo chiquito, chiquito hasta casi no ser nada. Entonces me tomó con sus dedos enormes y me acercó a su cara. No era divertido, al menos no para mí, y se lo dije. A ella parecía no importarle. Mi voz era la de un insecto, quizás.

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J UEGO 2

Volteas a ver a los demás chicos del colegio desde la altura de tus diez años recién cumplidos. Ellos te miran temerosos, excepto aquellos que tienen hermanos o primos más bravucones que tú; finges no darte cuenta y les perdonas su osadía. Tampoco eres pendejo, te dices.

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SÚPLICA

“Llévame contigo”, le rogué, pero ya no me escuchaba. Entonces supe que la muerte es el silencio, la sordera, la soledad.

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SOMBRAS

Hace tanto que llueve, que hemos perdido la cuenta del tiempo; las calles son arroyos estruendosos que lamen las paredes de las casas y llaman a las puertas, que nadie abre. Llueve como si ya no viviéramos aquí, como si los animales refugiados en los techos y los árboles fueran espectros de tiempos pasados, y nosotros su triste recuerdo.

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PRIMER AMOR

“¿Quieres ser mi novia”, le dije con voz insegura, venciendo al fin mi timidez adolescente. “Sí”, me respondió con su vocecita de maniquí, el rostro sonrojado y las manos temblorosas de misterio.

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VOYEUR

Gustaba de mirarse por el ojo de la cerradura.

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EPÍLOGO

El libro se estremeció. Los dedos que recorrían sus páginas comenzaban a inquietarlo. O el mozalbete lo regresaba en el acto al librero de donde lo tomó o ambos tendrían un agradable desenlace, sin haberse dicho una sola palabra.

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LOS PRIMEROS PASOS

Aproveché la oscuridad para deslizar mi mano bajo su blusa y acariciar sus pechos incipientes. Ella giró lentamente la cabeza y sentí su mira fija en mí; esperé una cachetada que no llegó. ¿Se te perdió algo?, la oí decir. La excitación se esfumó entre el desconcierto y la luz que regresaba en aquel momento.

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DUPLICIDAD

Por su oreja izquierda emergió un hombrecillo muy parecido a él, y le dijo: “Tú debes de ser el de las voces”. El loco se encogió de hombros e inició a una diatriba que nada nuevo agregaría a esta historia.

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EL JOVEN OTELO

Siempre me recriminaba mi falta de celos. “Tienes atole en las venas”, me decía luego de contarme de sus encuentros con sus amantes. Yo sonreía, mientras el fuego me consumía por dentro.

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R ESACA

El cantinero le sirvió la copa doble de “Divina Comedia”. Tómese su tiempo y degústelo, sugirió. Pero él, joven inexperto y bravucón, lo bebió de un trago.

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INSTINTO

Cuando hace el amor se transforma en vampira. Y yo en contorsionista para mantener mi cuello a salvo.

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TIMIDEZ

Abri贸 la carta y ley贸 emocionado la hoja en blanco.

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LA BELLA

Jam谩s necesit贸 de los espejos para verse hermosa, le bastaba mirarse en el rostro satisfecho de sus amantes.

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SÓLO PARA CORREDORES

Rabit. 1. n. Corredor físicamente bien dotado que siempre va metros delante de otro corredor de menores condiciones. 2. n. En México, taco de ojo.

Fuente: Diccionario de la lengua del corredor.

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PAISAJE DE OTOÑO

Al levantar la vista, se encontró con el rostro de una mujer que le observaba detrás de un arbusto. Contuvo la respiración. Tenía la sensación de que en cualquier momento saldría de su pelo ensortijado una parvada de tordos. Tuvo miedo de romper con su presencia la armonía del paisaje y se alejó de ahí a toda prisa.

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EL MALO

Quienes me conocen saben que no soy mala persona, que a veces los arrebatos me hacen perder la compostura, pero luego, ya m谩s tranquilo, me arrepiento de todo coraz贸n.

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DESPEDIDA

Cuando ella se fue de mi vida no se dio cuenta que ya se habĂ­a ido antes, poco a poco, entre silencios y hojas en blanco, entre palabras de larga espera. Era su recuerdo el que ahora me abandonaba.

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PANTEÓN TAURINO , RESTAURANTE

Leyó la inscripción sobre la lápida que servía de mesa: “Manuel García (1866-1894), El espartero”. El comensal levantó su copa y brindó por Perdigón, el toro.

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INTERROGANTE

—¿Qué es el amor? —me preguntó; miraba dentro de sí. —El amor no se define, tampoco tiene explicación: viene y va, está un rato en todos lados, y también en ninguno. Cuando abrí los ojos no había nadie conmigo.

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DESPUÉS DEL CAFÉ

“Me gusta el sexo. Y mucho”, me dijo, y su rostro se cubrió con una sonrisita que dejaba todo a la imaginación. Di un sorbo largo a mi café. La vi desnuda sobre la cama, tendida encima de su amante, las dos fundidas en un solo beso de sal y almizcle. “A mí también me gusta”, dije con el hilo de voz que su mano desataba en mi cintura.

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LOS DOS LADOS DE UNA

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HISTORIA

Una tarde dejó de ser la mujer que yo conocía para convertirse en la niña que me acompaña en mis últimos años. Quizá exagero y no me doy cuenta que yo también soy el chico soñador que hace tanto está a su lado.

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T ARDE DE VERANO

El gato contempla la ventana. El calor dentro del apartamento es insoportable. Dubitativo, agita sus alas.

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A PUNTE AL MARGEN

Nos encontramos en el mismo vuelo: ella subía y yo bajaba. Habría querido decirle que allá arriba no había nada, pero la ilusión en su rostro me recordó a mí alguna vez.

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EL PIADOSO

El día que lo mataron traía puesta su chaqueta de la suerte. Pidió una prórroga para quitársela: No quería que las balas ni la sangre la estropearan. “¿Es mucho pedir que se la entreguen a mi madre? Ella me la regaló”. El sicario, un morrillo en su primer trabajo e hijo de un sacerdote caído en desgracia, le dijo que no se preocupara, que él mismo cumpliría la encomienda. “Dios te lo pague, bato”, dijo el Gitano antes de que tres balas le destrozaran la boca.

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MAL ENCARADO

Su falta de sentido del humor nunca le permiti贸 saber que, en realidad, la vida le hab铆a jugado una broma.

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DILEMA MORAL

Camino deprisa por la calle. De pronto, me doy cuenta que a una señora de unos 30 años muy bien llevados, con un par de glúteos de no mal ver, están a punto de caérsele, de la bolsa trasera izquierda de sus jeans Levi’s azul petróleo, deslavados, dos billetes de 500 pesos, ¡apenas se sostienen de una esquinita! No sé qué hacer. ¿Le advierto a la dama del golpe que está a punto de sufrir su economía o sigo detrás de ella otros cinco contoneos, a riesgo de llegar tarde a mi trabajo?

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PECADO DE FAMILIA

No tienes madre, me dijo la probeta y maldije saber la verdad.

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TRASPASOS

Caminaba de espaldas al flujo de la vida y no era un cangrejo. Decía, si lo escuchaban con atención, que al desandar recordaba que todo tiempo pasado fue mejor. Era un loco pacífico que no hacía ningún daño a nadie.

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BOSQUEJO

Acaricié su rostro, como quien busca dar forma a una roca, pero una punzada en la mano me hizo apartarla. Desde entonces, me conformé con la felicidad pasajera de los recuerdos que volvían al caer la tarde, cuando ella abría la puerta de la casa y salía a caminar. Estaba seguro que algún día extraviaría el camino de regreso.

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R ECLAMO DE UN PADRE A SU HIJA

—Que tu novio llegue y se orine en la puerta de mi casa como si estuviera en un mingitorio público, me encabrona mucho más que si quisiera llevarte con él. Y de su raza mejor ni hablamos. Mi hija menor no dice nada, agacha la cabeza y, con el rabo entre las patas, va a echarse en su cojín.

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NATURALEZA CON COPA DE VINO

Más allá de la copa de vino tinto está ella: su lengua asoma entre los labios, recorriéndolos sutilmente; la mirada fija a un costado, como si atendiera a la conversación que transcurre en una mesa cercana; la mitad izquierda de su rostro se funde con el vino de la copa. Quizá en el próximo sorbo esté bebiendo un poco de ella.

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LA VENTANA

A pesar de ser casi mediodía, la habitación se encuentra en penumbras. La única porción iluminada es la ventana, por la que se intuye un día fresco y luminoso. No concibo cómo puede suceder que la luz se limite sólo al rectángulo abierto en la pared; quizá el efecto esté determinado por el material de que están hechas las cortinas. A pesar de la curiosidad que le invade, no se atreve a comprobarlo, ni siquiera está seguro de querer levantarse de la cama. Extiende la mano en la penumbra y encuentra el cuerpo tibio y desnudo a su lado. Se abraza a él y cierra los ojos. La ventana no desparece dentro de ellos.

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EL VISITANTE

Detuve mi carrera al ver la sombra de un ángel proyectada delante de mí. “Sin duda se trata de una composición”, me dije y eché una mirada a los árboles que había junto al camino. Eso me dio la oportunidad de normalizar mi respiración y frecuencia cardiaca, y seguir con mi preparación del maratón que correría dos meses después, el día de mi muerte.

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SIN DISFRAZ

Cada vez que alguno de mis nietos me visita, me quito la mรกscara de abuelo para que vea al luchador que hay debajo.

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EL GRITO

La imagen me miraba con ojos profundos desde el piso de concreto. Aunque me había apartado algunos metros, no pude continuar y volví sobre mis pasos. El piso estaba húmedo, había pequeños charcos, tantos que perdí la noción de la distancia. Luego de un rato, di con aquella cara, ojos y boca de agua, que gritaba en silencio. Podía ser la muerte, un ser de otro mundo, un desperfecto del pavimento, pero estaba ahí, eterno, intemporal, gimiendo en mi cabeza.

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A LA DISTANCIA

Por debajo de la puerta escapaba una ceja de luz azul, como la que emite una estrella joven. En lugar de empujar la puerta y entrar, di media vuelta y me alejé. Toda la vida me he preguntado qué había en aquella casa. Quizá un tesoro, me digo en momentos que el dinero no alcanza; quizá solo se quemaba algo, me respondo cuando la abundancia me hace despreciar todo, aun a mí y mi falta de valor aventurero.

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BARRO ORIGINAL

Un día despertaré sin sueños ni recuerdos: mi cabeza será un cuenco vacío en el que nada quede. Por fortuna, me digo aliviado, no me daré cuenta, ni siquiera seré yo.

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EL CANTANTE

Me despertó el canto de los pájaros; me recordó los días de infancia en la casa de la abuela, cuando una docena y media de canarios, jilgueros, cardenales y cenzontles recibían el nuevo día con su gorjear incansable. Yo nunca cantaría. Sacudí mis alas y me acurruqué en un rinconcito de la jaula.

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CUENTA REGRESIVA

Miré el reloj y comencé a contar. Primero contaba uno a uno los segundos, luego los minutos, las horas, los días. Al final me dije que era preferible hacerlo en años. Al fin y al cabo, la eternidad es infinita.

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UNO , DOS , TRES POR MÍ…

El cansancio trepa en uno como un chiquillo en un árbol. Tienes ganas de sacudirte —ríes al imaginar a un perro empapado— no lo haces porque temes que tus viejas articulaciones no aguantes y partes de ti caigan al piso. Temes, sobre todo, la imposibilidad de ensamblarte de nuevo. “¿Abuelo, ya no quieres jugar?”, insiste tu nieta.

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CERCO

Prefiero la montaña al mar, aunque salgo poco; la ciudad estrecha cada día más su trama sobre mí. A veces creo que llegará el momento en que estaré clavado en el cemento, y mis raíces penetrando sus entrañas. Sólo temo… —en realidad me resulta un tanto desagradable— acostumbrarme a las visitas furtivas de los perros y los borrachos.

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