Fronteras Nº13

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FRONTERAS

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AÑO 7 - #13 JULIO-SEPTIEMBRE 2021 ARG $150 ISSN 2451-5590

DORA BARRANCOS

La ciudad cabecera del partido de Presidente Perón, en el Gran Buenos Aires, cobijó a casi 2000 familias en asentamiento durante más de 100 días. El violento desalojo de Guernica del 29 de octubre de 2020 vía represión que silenciaron los medios.

GUERNICA EL SUEÑO SE HACE A MANO Y SIN PERMISO

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SUMARIO CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA

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NOTA DE TAPA GILDA, SANTA PATRONA

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ESTACIÓN PROVINCIAL

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PABLO RAMOS: “UNO ESCRIBE, PORQUE HABLAR NO ALCANZA”

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ENTREVISTA A MAURO SZETA

pág EPECUÉN, EL PUEBLO FANTASMA

ENTREVISTA A NAZARENO MÓTTOLA

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ENSAYO: MIGRANTES DE SEGUNDA

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DORA BARRANCOS, HISTORIA pág VIVA

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AKI KANETO, COMEDIA OTAKU

VACACIONES EN LAS MALVINAS

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pág ENTREVISTA A UN TATUADOR

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pág pág

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FABIÁN MORASSUT: FOTÓGRAFO

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STAFF

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Revista de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Quilmes Año 7 - Número 13 Julio - Septiembre de 2021

DIRECTOR: Leonardo Murolo

DIRECCIÓN PERIODÍSTICA:

VALE LA PENA

Ximena Carreras Doallo

DIRECCIÓN GRÁFICA: Javier Vidal

EDICIÓN:

Por PABLO ESTEBAN

Mónica Rubalcaba María Eugenia Fazio

CONSEJO EDITORIAL: Pablo Esteban Natalia García Cora Gornitzky Leonardo Mora Doldán Pablo Morosi Alejandra Pía Nicolosi Leticia Spinelli

ASESOR EDITORIAL: Daniel Badenes

ADMINISTRACIÓN Y WEB: Marianela Di Marco

PARTICIPAN EN ESTE #13: Paula Abal Ana Álvarez Aiello Laura Bender Anlly Salazar Casas Yamila Chalow Sofía Antonella Crochetti María Celeste Fetha Camila Folgueira Germán Diaz Cristian López Priscila Martínez Lucas Martínez Yanina Núñez Manuel Rodriguez

Una frontera es un límite y una posibilidad. Es un obstáculo y un puente, un impedimento y un canal. Franquear esos límites, sin embargo, no es ninguna pavada: algunas veces puede demorarnos toda una vida, pero bien vale la pena. Vale la pena comunicar. Vale la pena hacerlo de una manera responsable y también bonita. Vale la pena recabar datos: pasarse toda una tarde a la espera de confirmar un número, una cifra, una información latente y suspendida en el aire (y en el tiempo). Andar meses detrás de una voz que primero dice que no y que no y que no, y que después, de manera incomprensible, finalmente da el sí. Vale la pena estar en el lugar de los hechos: oler los olores, escuchar los ruidos, ver los paisajes, devorar los colores. También conversar con colegas, aprender a hablar, aprender a escuchar, luego a hacerse mudos; a pulir la paciencia, a calibrar la mirada, a afilar la puntería; a moverse, a revolcarse por el barro, a sentarse derecho en una silla. A dar en el corazón de una historia. Vale la pena hacer periodismo, contar lo que nadie más cuenta. Contar lo que todos cuentan pero desde una mirada distinta. Contar lo que todos contaron tantas veces y cambiarle el título. Maquillar la realidad, para

que luzca más arreglada. Reflotar una anécdota, refritar una idea y hacerla propia, tanto hasta hacerla bailar de la alegría. Eso también vale la pena, ¡cómo no va a valer la pena bailar de la alegría! En la Universidad Nacional de Quilmes hay mucha gente que dice, pero hay mucha más que tiene ganas de decir. Hay historias que piden a gritos ser escritas por alguien; piden ser cazadas, atrapadas, enjauladas, pero en una jaula semiabierta. Y cuando ese alguien escribe esa historia que estaba aguardando a ser escrita, la magia sucede. ¿La magia? Sí, porque quien escribe ya no vuelve a ser el mismo que antes y esa historia, al ser narrada de una manera particular –con un pulso muy específico– tampoco. El problema de la magia es que dura poco. ¿Cuánto? Y, más o menos hasta el día siguiente, cuando esa historia ya fue publicada y quien escribe, humano voraz, debe salir en búsqueda de su próxima presa. Con mezcla de melancolía y euforia se lanza al ataque, se arma de valor frente a una nueva aventura. Una pileta que está esperando a que ese alguien se tire de cabeza, sin cuidado pero tampoco sin miedo. Vale la pena que estas cosas sucedan de vez en cuando. Vale la pena escribir y ser escrito. En Fronteras eso está bien claro desde el primer número. Y seguramente lo estará hasta el último.

Betina Villalba FRONTERAS ES UNA PUBLICACIÓN DEL ÁREA DE PRODUCCIÓN GRÁFICA DE LA LICENCIATURA EN COMUNICACIÓN SOCIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES. Editor responsable: Norberto Leonardo Murolo Roque Sáenz Peña 352, Of. 118, Bernal, Bs. As., Argentina /ISSN:2451-5590 /Contacto: revistafronteras@unq.edu.ar


CONSTANTINO “KIKI” VAPORAKI DE USHUAIA A CAMPÉON DEL MUNDO

Constantino “Kiki” Vaporaki es un jugador de futsal por tiempo completo. Además de sus compromisos con el Club Boca Juniors, con la Selección, en su tiempo libre sigue apegado al futsal: da clases, dirige su propio centro de futsal con su hermano y se conecta con su segunda pasión, la música. Después de un intenso entrenamiento dentro del Polideportivo Benito Quinquela Martín frente a la Bombonera, Constantino o como sus más cercanos lo llaman “Kiki” Vaporaki me hace seña para dar inicio con la entrevista. Mientras él se acomoda los auriculares sentado sobre un cajón de madera, en una de las esquinas de la cancha con piso de parquet que tiene las instalaciones del Club Boca Juniors, sus compañeros elongan a pocos metros y se empiezan a montar las redes de vóley sobre la cancha de futsal. Kiki Vaporaki es oriundo de Ushuaia, Tierra del Fuego. Comenzó con el futsal a los 4 años. Debido a las bajas temperaturas, en el sur es muy común practicar los deportes en lugares cerrados. “Empecé jugando futsal en Ushuaia, soy nacido y criado allá, hasta los 18 años estuve en mi ciudad”. Kiki terminó el colegio en Ushuaia y a los 18 decidió viajar a Buenos Aires en búsqueda de nuevos desafíos. Para ese entonces su hermano Alamiro, que vivía en Buenos Aires y jugaba en el Club Boca Juniors, lo ayudó a ingresar. “Cuando llegué ya vine directamente a Boca, lo que no es fácil, y bueno ahí empecé mi camino en el futsal en Buenos Aires”. En sus comienzos en el futsal de Ushuaia, Kiki empezó como arquero. Desde chico sabía que su posición no era el arco, recuerda que le pedía a su familia que estuvieran detrás del arco para animarlo a quedarse ya

que su tendencia era salir a jugar. “Creo que la característica más buena que tengo es que estoy todo el tiempo aprendiendo, intento agregar nuevas técnicas a mi juego, creo que hago un juego bastante inteligente, si me quedaba con el chico que era en Ushuaia que sólo gambeteaba, me hubiese quedado en el camino; creo que esa capacidad de aprendizaje es lo que me define como jugador”, dice con una sonrisa en su rostro. Kiki tiene además de Alamiro -el del medioa Walter, el mayor de los hermanos. Pero con el que más compartió vivencias y tuvo más experiencia fue con Alamiro con quien tiene el “Centro de Futsal Vaporaki” desde 2017. Hoy cuentan con casi 100 alumnos entre hombres y mujeres: en el caso del femenino debutaron este año pandémico en la segunda división de la liga profesional de AFA (Asociación de Fútbol Argentino). “Siempre fuimos muy unidos los tres, cuando hay que hablar cosas importantes las hablamos entre los tres y Walter me aconseja, me acompaña”. “Pero con el que viví más en el día a día fue con Alamiro que de hecho convivimos años y compartimos años de clubes, de Selección y lo vi en momentos buenos y malos. Siempre fue un ejemplo porque a veces cuando estás en las buenas o en las partes más lindas de tu carrera la gente suele confundirse, suele comportarse mal y él siempre me marcó un camino de respeto y de valorizar lo que conseguí”, comenta con su particular tono del sur de Argentina. El futsal en Argentina, que tuvo su primera liga oficial en 1986, está en constante crecimiento. Pese a los avances, Kiki se muestra apenado por la situación que atraviesa hoy

el país que no acompaña en el crecimiento de esta disciplina como en otras. “Creo que veníamos creciendo, pero hoy los clubes, no solo en el futsal, en todos los deportes, veo que las instituciones están con problemas económicos”, pese a esto, se muestra positivo por los avances conseguidos en el futsal. “Nuestro deporte en particular creo que sigue creciendo porque lo bueno que tenemos es que cada vez más chicos quieren practicar esta actividad, los clubes tienen cada vez más caudal de chicos que quieren ser jugadores de futsal y que se abren cada vez más ligas y los equipos grandes también se abren a fichar jugadores para otras ligas entonces en ese sentido creo que crece, nos falta las estructuras, nos falta salir al interior”. Luego de consagrarse campeón del mundo con el seleccionado argentino, Kiki siente, donde va, el reconocimiento de la gente. “Antes no pasaba, nos veían con ropa de selección o de Boca que decía futsal y te preguntaban ¿qué es el futsal? después del mundial, sobre todo que se vio en televisión abierta para todo el país, ya decís futsal y ya saben de qué se trata, muchos saben que salimos campeones del mundo”. Después de esa consagración, la liga AFA de futsal comenzó a ser televisada por TNT Sports. “Ahora muchos chicos nos ven como ejemplos o como ídolos y quieren ser jugadores de futsal. Como embajador de la disciplina, Kiki se siente orgulloso de ser parte de esta transición y de ver que muchos chicos aprenden de este deporte. Además, cuenta cómo convive con la popularidad que el mundial de 2016 le dio. “Es un aprendizaje constante, es verdad que la gente nos re-


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UN PIBE HUMILDE Y CON LOS PIES SOBRE LA TIERRA Fue campeón del mundo con la Selección Argentina de Futsal en Colombia 2016 y subcampeón en el munidal de clubes con Boca Juniors en 2019: Kiki es un jugador apasionado, que hizo su camino a base de esfuerzo, entrenamiento y aprendizaje. Este 2021 lo encuentra en Lituania con la premisa de defender el titulo del seleccionado. Por YANINA NUÑEZ conoce más, y tenés que hacerte responsable de eso que generaste o que generamos, porque la gente y sobre todo los chicos nos ven, entonces cualquier cosa que hagas sos un espejo para ellos”. De cara al próximo mundial de futsal a disputarse en Lituania 2021, la selección argentina que tuvo cambio de DT y en su plantel de jugadores, se prepara para defender, con igual intensidad, el título conseguido en Colombia 2016. “El estilo del entrenador es similar, se sigue viendo un equipo que presiona arriba, que quiere ser protagonista, que quiere tener la pelota, que juega, que intenta”, y agrega “también estamos en transición de algunos jugadores que dejaron de jugar o que ya no están con edad para estar en el próximo mundial y se viene una camada de chicos

muy buenos”. Luego de ganarle a Barcelona en una semifinal soñada, Boca disputó la final del mundial de clubes de 2019 contra Magnus Futsal, el último campeón. “El partido más importante porque a pesar de que le habíamos ganado a Barcelona teníamos la final por delante y hubo que tratar de manejar un poco esa ansiedad. Era un partido que queríamos ganar, pero nos faltó, fuimos a penales y no lo pudimos conseguir, pero es un momento que quedará en la memoria de todos”, recuerda con gratitud. Además del futsal, Kiki usa su tiempo libre para conectarse con su segunda pasión, la música. “Cuando era chico estudié música. Mi viejo me llevó, medio que me arrastró y fui a mi primera clase de piano y no quise faltar nunca más y estudié unos años”. Agrega: “des-

pués dejé la parte de estudio, pero siempre seguí pegado a la guitarra y al piano y hoy es un hobby que me encanta y la verdad que le dedico tiempo en mi casa, con mis amigos y lo disfruto”. Kiki es un pibe humilde y con los pies sobre la tierra. Son sabidas sus habilidades en el futsal y hoy es uno de los jugadores más importantes de Argentina. Ha pasado por varios entrenadores y se ha nutrido de cada experiencia que tuvo en su vida. Le gustaría ser recordado “como un jugador apasionado, que superó sus límites, que vino de un lugar muy lejano con dificultades, que dejó mucho para cumplir sus sueños. Como un jugador que hizo su camino a base de esfuerzo, de entrenamiento, de aprendizaje y que tuvo la suerte de conseguir cosas importantes.”


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PABLO RAMOS: “UNO ESCRIBE PORQUE HABLAR NO ALCANZA”

Por CRISTIAN LÓPEZ

Trabaja en máquina de escribir y desnuda su adicción en “Hasta que puedas quererte solo” editado por Alfaguara, libro de crónicas de alcohólicos y adictos que pasaron por su vida y marcaron su literatura. Es ganador de un premio Martin Fierro de aire al mejor autor/libretista. -¿Por qué tiene valor la escritura? -Creo que uno escribe porque hablar no alcanza, porque al hablar se tropieza. Hay un ensayo de María Zambrano “¿Por qué se escribe?” donde demuestra que escribir es en la práctica lo contrario de hablar. Al preservar las palabras, al sostenerlas un tiempo, me apropio de ellas, y al estructurarlas de una determinada manera, busco mi propia gramática de la creación literaria, o sea, mi propio logo; lo que encuentro es una respuesta estética a un problema moral. Por eso decido escribir. -¿Al hablar no se puede encontrar esa satisfacción o perfección que se encuentra en la escritura? -No hay manera de encontrar esta respuesta al hablar. En el constante revisar lo que uno escribió encuentra lo que quiere escribir y, luego en el constante revisar lo que uno quiso escribir encuentra lo que debe escribir. Un escritor escribe lo que le conviene y lo que no le conviene también. -¿Por qué usás máquina de escribir en esta época informatizada? -Es un método que uso porque me obliga

a pasar todo el texto a la computadora. Y al pasarlo no copio frase por frase, sino que leo un párrafo, lo interiorizo y lo reescribo, y a veces lo encaro por otro lugar. Además, me permite no distraerme con la computadora. Una máquina de escribir es un elemento muy amigable, una tecnología sencilla, casi como una lapicera. Digamos, es un poco más compleja, pero cumple esa función. Tengo mala letra, si tuviese buena caligrafía escribiría a mano. -¿Cómo es tu relación con los lectores? -Es excelente. Siempre me encuentro con lectores, es algo que me encanta. Contesto sus correos electrónicos, trato en lo posible de leer y responder al menos 20 correos por día, porque a veces es mucho más lo que recibo que lo que leo o contesto. También me mandan mensajes por Facebook, es lindo. Nunca hago una dedicatoria de un libro en piloto automático, tardo mucho tiempo. Porque le pregunto a la persona cómo se llama; me interesa la gente, a qué se dedican, lo que sienten, lo que piensan. Y mis lectores son la gente, nada más ni nada menos que mis pares. -Y… ¿con tus pares escritores? -Mi relación con los escritores no existe. No voy a muchos encuentros literarios, excepto Sergio Olguín que es un amigo, o gente que viene a mis talleres. Pero no es una relación de escritores, sino una relación de amigos, que se juntan a comer y charlar. No considero colega a un escritor, al contrario, considero más colega a un compañero del

partido peronista que a un escritor. -Gabriel, además de ser el nombre de tu hermano, es el personaje principal de tus novelas. Lo definís como tu yo literario y no como alter ego ¿Por qué? -De mí en Gabriel hay todo. Sin embargo, es un todo diferente. Deconstruyo el yo que está hecho en función al superyó que es la sociedad de Pablo Ramos, o de Pablo Petitto que es mi apellido paterno. Me puse Ramos porque es el apellido de mamá. Es decir, Pablo Ramos es una mitología, no una persona: un personaje que trabaja en máquina de escribir, tiene una casa, toca la trompeta, con un abuelo tanguero… Pablo Ramos tiene una mitología que es una pared entre él y la gente, una protección, pero desde esa mitología se comunica. El yo literario no es un alter ego, es mucho más complejo. Sartre dice que el escritor dinamita su vida y construye con los escombros de su biografía los ladrillos de su literatura. La diferencia entre escombros y ladrillos es la civilización. -Me interesó una definición que diste sobre tu último libro, que “tiene una búsqueda espiritual que reclama religiosidad” ¿Podrías dar una explicación sobre a qué te referís con eso y si querés contar un poco de qué va tu último texto para aquel que todavía no lo leyó? -Creo que escribir es un ejercicio religioso. La manera en que lo corrijo, modifico y lo guardo tiene mucha religiosidad. Los escritores dejaron un poco de reflexionar, hay una idea estúpida de la inutilidad


FRONTERAS COORDENADAS

Pablo Ramos es escritor, tiene 55 años, nació en Avellaneda y desde hace más de 20 años vive en Paternal. También es músico, toca y compone en formato rock para su banda Analfabetos. Es autor de La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María, donde construye un yo literario. Su novela “El origen de la tristeza” fue adaptada para cine y dirigida por Oscar Frenkel en 2017.

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de la literatura, o que los grandes temas no son literarios. Yo siempre hablo del bien, del mal, de las cosas que operan en mí, de quiénes somos, de dónde venimos y para dónde vamos. En definitiva, de todas las preguntas ontológicas que hoy parecen ridículas. Y como soy medio anticuado, sigo con esa búsqueda. “Hasta que puedas quererte solo” es un libro de crónicas, de gente real. Son personas que también nutrieron mi ficción. Me conecto con toda esa gente que pasó por mi vida y que tienen la particularidad de haber sido alcohólicas o adictas. Ubico todas estas personas en alguno de los 12 pasos de alcohólicos anónimos. Además, todas estas personas están con su nombre propio, lo que me implica una responsabilidad moral. No es un libro de autoayuda, intenta entender y dar a conocer este gran problema que

me afectó a mí y a muchas personas. -”Escribir es civilizar el dolor” -Yo a la policía de Rio Cuarto le debo que un riñón no me funcione. Le debo la cicatriz de la cara a la policía de Avellaneda; una puñalada que me dio un cana, al usar una manopla con punta. Un día me lo trajeron, servido, y un tipo me dio un revólver, me dijo: “Hacé lo que quieras”. Yo nunca había agarrado un revolver, ni tenía deseos de hacer nada con él. Me di cuenta que ese amigo era tan enemigo como el policía. Por eso en mis escritos no hay crónicas de ningún lumpen, de asesinos, o tipos que hacen salideras. No me interesan tumberos, ni lo marginal. Eso les interesa mucho a los nenes de mamá. A mí me interesa la gente trabajadora. Soy un escritor de la clase proletaria que le pone voz y estética al trabajador.


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FRONTERAS

Por CAMILA FOLGUEIRA De contar entradas y saciar su pasión por el cine en las salas de la calle Lavalle a ser el periodista de policiales más popular de la actualidad, la vida de Szeta fue pura adrenalina. Sus comienzos en una profesión que siempre le provocó temores, angustias y satisfacciones por igual. La pasión por la gastronomía lo puede conducir a un futuro relacionado con los sabores culinarios, ya alejado de los grandes robos y asesinatos horripilantes. Cuando a comienzos de los ´90 la mítica peatonal porteña Lavalle todavía era conocida como la “calle de los cines”, había un pibe de 20 años, del barrio de Villa Crespo, descendiente de familia polaca y fana de Estudiantes de La Plata, que a diario se sentaba en las butacas de alguna de aquellas salas tradicionales ya desaparecidas, para ver películas y satisfacer de esa manera su cinefilia. La particularidad era que esa persona no pagaba ninguna entrada… pero tampoco se colaba. Su trabajo radicaba en contar los tickets que se vendían en cada función y ahí aprovechaba para disfrutar de su pasión: así sustentaba su carrera como estudiante de periodismo. Tres décadas después y con 48 años, Mauro Sztajnszrajber (Szeta para todo el mundo) hoy no es sólo el periodista de policiales más reconocido del país, sino que escribió tres libros, incursionó en el teatro y así pasó de contar entradas a ser protagonista en el escenario. Aunque su cara y sus gestos denotan el cansancio de otra jornada laboral agitada, sus palabras grafican la transparencia y buena onda que sus compañeros de trabajo siempre destacan. “Con los años me convencí de que la ecuación más importante para ser un comunicador es ser como uno es. Desaliento desde ya frases como ‘tenés que crear un personaje’. Sin vueltas, yo soy este y no tengo que generar ningún personaje. Tal vez otros lo necesiten para parecerse o ser convincente en la televisión, pero en mi caso no. Empecé a sentirme libre cuando pude ser la persona que mezcla lo que le pasa en su propia vida y su profesión”, subraya. A poco de comenzar una charla con él, se revela: muy trabajador, de perfil bajo

MAURO SZETA

“LA ECU IMPORTAN UN COM ES SER CO y sobre todo, amante de su profesión. El mejor ejemplo sea quizá que a pesar de su participación en tres programas televisivos diarios que le consumen horas de su vida, no dudó ni un segundo en aceptar una entrevista, en la previa de la edición nocturna de Telefé Noticias. Respecto de su infancia, se nota la nostalgia y la alegría que le traen esos momentos: “Nací y me crie en Capital Federal, en Villa Crespo. Fui a un colegio estatal y empecé a viajar solo en colectivo a los seis años, aunque guiado por mi padre. Era un viaje corto de 12 cuadras, pero él me subía a la línea 65 y yo me bajaba en la escuela. Tuve una infancia linda, con algún que otro tema de salud ya que en esa época se creía que el asma era una enfermedad psicosomática pero aprendí a convivir con eso y con ayuda pude cambiar y mejorar para

tener una vida sana y saludable”. Cuenta una anécdota recurrente junto a su hermano Darío, que pinta de cuerpo entero cómo fue su niñez: “Darío me lleva cinco años y el recuerdo más divertido tiene que ver con que usábamos el comedor familiar para jugar a la pelota, y de forma sistemática rompíamos infinidad de adornos que mis viejos traían de sus viajes. Ahí ideamos el plan de culpar a un vecino que imaginariamente venía a casa a jugar”. También destaca, con una sonrisa, que el hoy reconocido filósofo y escritor le ganaba siempre al fútbol por ser más talentoso. Como adolescente le dedicó años al tenis de mesa que, según él, está “bastante bastardeado bajo el mote de ping-pong, aunque es un deporte que requiere entrenamiento y disciplina”. Criado bajo un concepto de responsabilidad


COORDENADAS

Producción ANA ÁLVAREZ AIELLO

UACIÓN MÁS NTE PARA SER MUNICADOR, OMO UNO ES” laboral fuerte, a los 14 años levantaba pedidos que había en el barrio y trabajó junto a su madre, que era corredora de una empresa mayorista de perfumería. “Vendía las tinturas Koleston 2000 color caoba y cobrizo. Les puedo vender, si quieren”, dice entre risas. También fue adicionista en un restaurante, trabajo que antecedió a su labor para la compañía cinematográfica “Patagonik Film”. Si se busca una trayectoria cargada de adrenalina y anécdotas que describa a la perfección la tarea del comunicador en su apogeo, Szeta se asemeja al protagonista perfecto. Comenzó a estudiar periodismo a los 18 años en el Instituto Superior Grafotécnico, inspirado por una madre que de grande decidió seguir esa carrera. Además, nunca dudó que el camino que transitaría sería en torno a la temática

9 policial: “Tuve la posibilidad de acceder a una pasantía por ser uno de los mejores promedios en la agencia de noticias Télam y cuando me preguntaron qué sección me gustaba, yo conocía a un par de periodistas de policiales y me convecí de que sin dudas la crónica era el formato más complejo. De todo lo que había para experimentar me parece que es donde hay más fuentes para verificar, para chequear, y eso no me pareció menor. A partir de ahí me enganché y ya no paré más”. El año pasado les dedicó un segmento especial a las historias de vida de los presos recluidos en distintas cárceles del país. “Me pareció interesante poder conocer la mente de los criminales, los delincuentes, los estafadores. Poder bucear en esas cabezas y conocer las historias de esas personas, más allá de los delitos que hubieran cometido”, cuenta fascinado por la experiencia. “En todas las notas hay confesiones de delitos, no son negadores de la delincuencia, todo lo contrario. Y me pareció que era interesante saber el origen, su historia familiar, tratar de buscar si hay un patrón de conducta parecido en la formación cultural social o barrial de muchos de ellos”, agrega Mauro. Destaca que el mundo carcelario “es tremendo” y se basa en lo que vivió durante esas entrevistas: “A veces cuando alguien dice ‘le dieron nada más de 10 años de cárcel’ parece poco, pero a mí el haber estado ahí un día o siete horas me produce claustrofobia y eso que yo no era el detenido sino el entrevistador. La conclusión que saqué, además, es que como supuesto castigo no sirve para nada. Tendría que haber un servicio penitenciario moderno que intente una resocialización. Esto que vemos a diario en las cárceles argentinas no permite ni vaticina que alguien pueda cambiar dentro de un penal”. Mauro se involucra en casos policiales “pesados”, pone en riesgo su vida, no sólo en la cárcel, sino en cualquier nota que encare a diario. Insiste en que “policiales” es una especialización que si bien “no es cargar bolsas ni treparse a un andamio” tiene niveles de estrés y presión enormes. La publicación o difusión de una noticia, estar seguro y convencido que esté chequeada y reportada, que la información no es errónea, genera responsabilidad y temores. Pero no todo son nervios, también en el oficio hay hechos gratificantes y en ese marco, relata una anécdota en particular que lo hace reflexionar sobre su participación en los medios: “Me pasó en Diario Popular. Desaparecieron dos hermanitos en Don Torcuato y la noche del cierre de la edición, sonó el teléfono fijo, en una época en que no había celulares, redes sociales ni nada. Era una persona que aseguraba haber visto a los dos chiquitos en Brasil. Llamaron desde el exterior a nuestra redacción porque nosotros le dábamos mu-

cha importancia a esa búsqueda”. Agrega que “en vez de apurarnos y publicarlo, decidimos llevar ese dato a la Justicia, que fue de forma silenciosa a Brasil y los rescató. Es decir, tuvimos la precaución de hacerlo y salvar la vida de los dos pibitos y me sirvió como mensaje de que no todo vale por una primicia. Si hubiéramos publicado que estaban en Brasil tal vez los hubiesen asesinado”. Por eso, Szeta reflexiona que el periodismo no debería ser un mecanismo de solución de los problemas, sino que estos últimos deberían resolverse antes de que lleguen a la prensa. Y como esto no pasa, el público deposita en el periodismo un nivel de exigencia y pedidos de soluciones, desde una causa penal a conseguir un medicamento o gestionar una operación quirúrgica que, aunque no le corresponde solucionarlos, le genera satisfacción saber que se ayuda a alguien. Como todo ser humano, no todos son aciertos, y a la hora de reflexionar si se arrepiente de algo, expresa convencido: “A veces por el acelere y en la dinámica de la noticia uno se apura, compra versiones oficiales y no te das cuenta de que te cuentan un relato armadito para que uno lo repita como un loro. A un periodista lo usan a veces para comunicar algo de forma intencionada y por querer salir primero, te equivocás”. Mauro se define como un “ciudadano común”, que no dejaría de vivir en su barrio, realizar las compras en el almacén de siempre y viajar en el transporte público, algo que sorprende a más de un usuario que al cruzarlo en el subte o el colectivo le pregunta cómo no tiene un auto. “Viajo igual que vos”, les responde con naturalidad. “Llevo la vida normal de las personas porque entiendo que ni siquiera en mi mejor momento esto tiene que apagarse. Lo que pasa es que se cree que debe obedecerse a un patrón de muchos comunicadores famosos que se mueven en vehículos de alta gama. Pero a mí no me representan, no me interesa, no me va por ese lado la energía”, enfatiza con convicción. Por último, se refiere a su horizonte de proyectos post-pandemia: después de tres décadas en el periodismo ¿se imagina fuera de él, sin sentir la adrenalina que le corre cuando está a media hora de salir al aire y se entera del tema que tiene que tocar? “Me hubiese encantado tener mi propio restaurante o un emprendimiento gastronómico, pero también me gustaría escribir guiones para películas. Recibí propuestas de trabajo y es algo que me engancha. Por eso cuando tenga tiempo suficiente lo perfeccionaré”. Concluye con certeza: en ese rubro estará su futuro, cuando los grandes robos y los crímenes más horribles hayan sido una etapa superada en su multifacética vida.


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“Yo vi nacer a Epecuén y lo vi morir”, el viejo me mira y carraspea, utiliza sin asco su frase de cabecera con la que se hizo conocido, con la que le dio un trasfondo de épica a la no-catástrofe. Arriba de su bicicleta y siempre acompañado del perro que, como él, aparece firme en todos los documentales y especiales de TV sobre el tema, Pablo Novak se dirige a su rancho solitario, ubicado a la orilla del pueblo fantasma. A ese rancho y a su cara siempre se acercan las cámaras y cada uno de los turistas con ansias de conocer al único habitante de estas tierras saladas. -Disculpa, ¿qué calle hay que tomar para ir a Epecuén? Queremos conocer al último habitante. -Ese viejo es un mentiroso, nunca vivió en Epecuén. Si bien es cierto que el viejo Novak es la única persona que hoy habita ese territorio inhóspito que es -o alguna vez supo ser- Epecuén, la realidad es que nuestro ciudadano ilustre es oriundo de Carhué y siempre vivió aquí. Nunca vio nacer a Epecuén ni tampoco lo vio morir, ya que se radicó ahí en la década de 1990, cuando toda la zona ya estaba inundada. Chusmeríos de pueblo mediante, se cuenta que los motivos de haber abandonado Carhué se deben a la violencia intrafamiliar que el viejo ejercía, por lo cual su ex esposa y sus hijos lo echaron y lo desprecian sobremanera, como la mayoría de los carhuenses.

ENCRUCIJADAS FRONTERAS

La otra certeza es que, al ingresar a la Secretaría de Turismo de Carhué, una de sus paredes internas tiene un gran mural de Novak que retrata su imagen más difundida: con la bici y el perro a todas partes. El nombre de Pablo Novak obtuvo la categoría de “innombrable” frente a quienes nacieron en Epecuén y vivieron la pérdida de su pueblo. Sin embargo, quienes podemos verlo por fuera de eso también entendemos que esta “historia oficial” generada por y alrededor de este viejo ha hecho de Epecuén un lugar sobre el cual no dejan de caer las miradas. *** Sos consciente de tu aproximación a Epecuén cuando empezás a vislumbrar todos esos árboles secos, por completo desnudos producto de un invierno que nunca acabó. Su número se hace cada vez más grande en proporción a la cercanía con ese pueblo fantasma que raya límites con el territorio pampeano, bien arrinconado en el sur bonaerense. Los flamencos reposan en bandada sobre el agua salada y nosotros los vemos ahí desde que tenemos uso de razón. Pero esos árboles congelados adquirieron su status petrificado en 1985, cuando el agua decidió que era momento de hacer borrón y cuenta nueva. El agua o, mejor dicho, las malas decisiones de una gestión que no contuvo los afluentes hídricos.


FRONTERAS

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EL PUEBLO FANTASMA CRÓNICA DE UN VIAJE A EPECUÉN El 10 de noviembre de 1985, Villa Lago Epecuén quedó presa del agua proveniente de una serie de lagunas encadenadas que, sin contención, dejaron vía libre a una inundación inminente. De esta forma, las transiciones entre el agua y las ruinas pasarían a formar parte fundamental del turismo de la zona. Por MANUEL RODRÍGUEZ Los carhuenses, en especial los que nacimos en los años posteriores a la inundación, no nos damos cuenta de que esos árboles se encuentran incólumes desde aquel noviembre de 1985. Como estatuas, vigilan constantemente a unas ruinas que tras el cambio de milenio no tuvieron otra opción que develar sus rasgos marchitados por el salitral. Esto dio lugar a una renovación en la cara turística de la zona, la cual nos ha dado a los lugareños la pauta de cómo hemos normalizado la presencia de un espacio que contiene múltiples connotaciones. “Acá parece que hubo una guerra”, me dice Miguel, uno de los turistas con los que me encuentro cuando paseo entre las ruinas. Parece ser la expresión capital que cualquier persona emite al momento de ver por primera vez las ruinas de Villa Epecuén. Sin embargo, para nosotros asistir a ese lugar es como ir a tomar mates a la plaza. No es que ya no nos preguntemos cuál fue la guerra que se libró allí ni cuáles son los fantasmas que viven en ese pueblo, pero esa sorpresa propia del visitante que lo ve por primera vez se nos fue con el agua. *** Carhué es uno de esos tantos pueblos bonaerenses que nos retrotraen a esa atmósfera inusitada de los ´80 donde no pasa nada, donde todo está en su lugar, donde el orden de las cosas no se cuestiona. Esa apariencia

de tranquilidad maquillada con el horario de una siesta que es sagrada hace de este un pueblo de horarios trastocados. -Acá nunca pasa nada. Podemos dejar las bicicletas sin candado y afuera durante días y días. Guillermo, el remisero que me lleva desde Carhué a Epecuén me cuenta todo con un orgullo bien autóctono, propio de un carhuense que le habla a alguien que viene de la ciudad, al margen de que yo también sea carhuense, con la salvedad de que me fui del pueblo hace ya más de ocho años. En efecto, cualquiera que viene comprueba que hasta las ventanas de los coches están bajas y que muchos de ellos tienen las llaves puestas. Carhué es la calcomanía desgastada de un pueblo enmarcado en la década del 80. *** Ya en diciembre de 1985, un mes después de la desidia, la inundación era plena y todos habían evacuado la Villa. Si bien se habían radicado en pueblos de la zona, la mayoría se trasladó a Carhué, ubicado a poco más de siete kilómetros. El éxodo fue acotado, pero las consecuencias incalculables. No hubo muertes en la inundación, las víctimas vinieron después, de la mano de la tristeza. -Perder tu casa no es nada frente a lo que significa perder tu calle, tu vereda, tu barrio. Las pocas ocasiones en las que me dispongo


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a reencontrarme con las ruinas y entro a los restos de la casa de algún amigo, siento los olores que tenían mis visitas a esos hogares. Gustavo nació en Epecuén, casi nunca lo visita desde que se inundó, pero cuando se atreve a acercarse no puede hacerlo sin llorar. Él y toda su familia se trasladaron a Carhué, cuando el hecho ocurrió tenían una pizzería famosa en la Villa, llamada La gallina verde. Hoy cualquier turista que pasea en el pueblo fantasma puede sentarse sobre los escombros de la pizzería a tomar mates y charlar mientras observa lo que parece ser un campo bombardeado, una zona que alguna vez fue escenario de una batalla. A lo lejos, sobre una calle, se vislumbra el esqueleto de un Ford T sobre el que la mayoría de los visitantes se sube y simula manejar para sacarse una foto. La destrucción abunda en postales. ***

FRONTERAS ENCRUCIJADAS

El 29 de enero de 2017, la Municipalidad carhuense moviliza al pueblo para un evento que rompería con la monotonía: 1941 personas se juntan para flotar en línea sin asistencia de ningún elemento de flotación. Ese día, el pueblo obtiene un récord Guinness gracias a las propiedades de sus aguas. Treinta y dos años antes, cuando la inundación había ocurrido, el cementerio de Carhué había sido copiosamente ocupado por el agua que había arrasado a la villa turística. Si bien no hay registros oficiales, se estima que al momento de la inundación había alrededor de 7 mil cuerpos. Unos 25 años después, cuando las aguas se retiraron, en las sepulturas quedaban la mitad de ellos y la mayoría sin identificar. Regresar de Epecuén es entonces darse cuenta de cómo el advenimiento de una desgracia acabó por confluir en los sentimientos de un pueblo que, pese a todo, logró reinventarse en el marco de un turismo de la tragedia.

Queda claro que hablar de Carhué y de Epecuén es hablar de una sola cosa mancomunada por una gran laguna de agua salada. Una laguna que, con unos niveles de sal tan altos como los del Mar Muerto, fue testigo de un pueblo que con casi 1500 habitantes llegó a tener veranos que contabilizaron un promedio de 25 mil turistas. La inundación no sólo fue un antes y un después para Epecuén, también lo fue para Carhué, ya que esa huida improvisada se encontró con un pueblo de infraestructura precaria, “Carhué era una aldea, no había cloacas ni asfalto. No había nada y cambió mucho desde ese acontecimiento”, me cuenta Mabel mientras toma mates sentada en la vereda de su casa, frente a la cual hay un descampado atravesado por un boulevard sin árboles que termina en la laguna, lo que deja ver el poniente de una forma detallada. Todos los atardeceres del lugar son un nuevo despertar.


FRONTERAS

El tatuador muchas veces lleva una vida de “rockstar”. Queda envuelto en un mundo de drogas, excesos, libertades sexuales y enfermedades. Sin embargo, algunos prefieren volver a las raíces y hacer lo que bien saben: “Cuando tatúo nombres de parejas y ese tipo de cosas, ya empiezo a pensar cómo lo taparé. Con esos pensamientos creo que me recibí de tatuador, una persona fría que ve gente desnuda y sólo piensa en un trabajo bien hecho.”

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“ES MÁS DIFÍCIL TATUAR UNA COSTILLA QUE UNA COLA”

ENTREVISTA A UN TATUADOR DE ZONA SUR El entrevistado terminaba una sesión de tatuajes en su local de la zona céntrica de Berazategui. En la entrada hay sillones, y en sus paredes cuelgan cuadros y muñecos budistas, imágenes de mandalas y modelos de tatuajes en papeles de calcar. -¿Cómo es el tema de los horarios en el negocio de los tatuajes? -Como trabajo para mí, cierro de acuerdo a los turnos. A veces me voy antes del anochecer. Cuando tengo varios turnos o algún compromiso, me vuelvo a casa más tarde. Vivo en Wilde pero tengo mi local acá ya que los alquileres son más baratos, hay menos competencia y muchos “pibes” con ganas de tatuarse. Cuento con la ventaja de que los dos locales en la zona son un poco “turbios”, por lo cual mujeres y pibes solos no entran. Mi local es discreto y con vista a la calle, quiero brindarles seguridad. -¿Cómo llegaste a realizar esta tarea a diario: lo elegiste o se dio? -De todo un poco. El primer paso es que te guste. Pero digamos que, cuando uno es chico, a menos que tengas un pariente es muy difícil que digas “cuando sea grande quiero tatuar”. Casi siempre primero querés dibujar, hacer algo relacionado al dibujo y después te encontrás que es una opción y si te gusta, ahí enganchás.

-¿Soñás con ser famoso y reconocido? -¿Si mi objetivo es ser famoso? ¡No! En el modo tradicional de ser famoso, de la farándula, no. Sí ser, quizás, famoso por los trabajos, que la gente vea tu laburo y diga “esto es de éste porque se nota en el trazo, se nota en cómo tatúa, en los colores que usa, se nota en su estilo”. Eso sí lo buscan todos, quiero creer, o la mayoría. De la forma farandulesca, “ser

Por LUCAS MARTÍNEZ

rentables”, hay muchos que buscan eso y sí, son formas de verlo. -¿Y mujeres y plata? -El que busca fama, busca todo: plata, mujeres, todo lo que busca un viejo músico de los ‘90. ¡Eso! Hay de todo. Hay tatuadores muy “grosos” que son muy humildes, o sea sólo ponen de forma primordial su obra y hay tatuadores que no,


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FRONTERAS ENCRUCIJADAS

UN TATUADOR

que venden su estilo de vida con una Harley, un Camaro, estudio en el medio del lugar más popular de la ciudad. Buscan que la gente compre su imagen; no es el caso de la mayoría. También es cierto el hecho de que laburás con la piel, laburás con una persona que está en desventaja, está desnuda. Entonces hay gente que se acostumbra. Ves una cola un día, dos días, diez días, te acostumbrás... Eso no quiere decir que no te pasen cosas. Capaz te gustó una clienta pero no la tiroteás, se tienen que sentir seguros con tu trabajo (aunque sé que algunos sí lo hacen). También pasa que estás laburando súper concentrado y la otra persona te tira un gancho. Si hay química, salta la ficha y todo bien. Cuando tatuás la pierna, hay contacto físico todo el tiempo. -¿Cómo se trabaja con zonas íntimas? -Hay zonas complicadas, como por ejemplo el pene... Son complicados. Pero es como cualquier laburo, no te vas a volver

gay… Es más difícil tatuar una costilla que una cola. Hasta una vagina, que se yo... Quizás si sos medio “pacato” te da asco, miedo. ¿Por qué si viene una “mina” y se quiere tatuar las tetas le decís que sí y si viene un “chabón” y se quiere tatuar el pito le decís que no? Lo hacemos igual, ¡tenemos que hacerlo igual! Es como un médico. Ya viste cuarenta mil personas “en pelotas” ¡te parece normal! -¿Cómo es el trabajo en el ambiente de famosos deportistas o artistas? -Los famosos eligen tatuadores por desconocimiento, porque si agarrás, por ponerte un ejemplo, todos los jugadores del fútbol argentino, el 95% tiene tatuajes horribles; más si medís la cantidad de plata que ganan y la cantidad de plata que podrían gastar en tatuajes. Podrían buscar a los mejores del país y se tatúan con chabones que son un asco o no son un asco en particular pero yo que sé, manejan la parte marketinera del tatuaje, no la par-

te artística. He estado allí y terminan con tatuajes mediocres. Hay otros famosos… Voy a poner el ejemplo pero es la común de todas, que es la hija de Tinelli. Esa piba busca a los mejores, apunta a los mejores de Argentina, de Francia, los mejores que estén a su alcance al menos, se tatúa con los mejores. Después hay famosos que se tatúan donde lo hacen todos los famosos. Por ejemplo, vas a un local X de la Bond Street que está lleno de cuadros de famosos y van ahí porque quieren su foto entre esos cuadros, al lado de Calamaro, de Axl Rose, Slash, y quieren estar ahí. -¿Encontrás relación directa entre drogas y tatuajes? -Conozco tatuadores que no se drogan y otros que sí. La droga es muy moderna y está metida en muchos ámbitos de la vida. Creo que ahora cualquiera se droga, es muy accesible. He laburado con gente que consume drogas. No sé si laburan bien pero lo hacen. Punto. He escuchado


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colegas decir “si no fumo marihuana no me relajo y no puedo tatuar”. Lo veo al revés, es un riesgo porque hay muchas cosas que se te pueden pasar por alto. -¿Qué recaudos se tienen a la hora de tatuar respecto del VIH-SIDA? -Hay clientes que son portadores y te lo dicen: “che, soy VIH positivo, ¿hay algún problema?”. Algunos te avisan, algunos no deben tener ni puta idea. Ahora, en la actualidad con todos los líquidos para esterilizar, detergentes enzimáticos y materiales descartables, el riesgo es menor, tanto para el cliente como para mí. Uso siempre guantes y tengo mis recaudos, aparte de todas las normas de higiene que te pide la municipalidad. También utilizo esterilizador por calor seco, uso “autoclave”, es mucha la variedad y formas de esterilizar en la actualidad. Vi gente que se tatuaba en un patio, por ejemplo. Eso está fuera de toda norma. No deberías tatuarte en un lugar que no tenga piso. -¿Considerás que hay envidia en este mundo? -Quiero creer que es una competencia sana… Entre los almaceneros también deben estar los que se llevan pésimo, siempre pasa. Si vas a un congreso o lugar de tatuadores, suele haber buena onda, aunque también hay mala leche. Lo vi. El tatuador viejo, por ejemplo, tiene malas mañas. Un local que tiene que abrir a las 10, te abre después del mediodía. El cliente espera horas. Llega, abre, se ceba unos mates y después empieza, lo deja clavado al tipo. Hay gente que pide días de laburo para ir a tatuarse y le hacés toda esa “boludeada”. La próxima se va a ir a tatuar a otro lado. Muchos clientes vienen y te dicen “tal local me hicieron lo mismo tres veces, me dejaron plantado”. Ahí es donde tenés que aprovechar. -¿Cuáles son los errores y problemas comunes que pueden iniciar conflictos en este mundo? -Hay gente que te trata mal, te tatúa más profundo, aprIeta más la aguja a propósito para que te duela. Siempre pululan por ahí. También están los que te tatúan mal adrede. Pasa. No recuerdo haberme peleado con un cliente súper mal porque tu negocio se quema, directamente. Pero hay necios que se pelean. Clientes y tatuadores, ambos.

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-El mundo del tatuaje se asocia a lo oscuro, a lo prohibido… ¿Es tan así? -Mirá, justo hoy vino a tatuarse una pareja gay. Uno se tatuó el nombre del otro y su pareja se tatuó el de unos familiares. El mundo del tatuaje es al revés del “afuera”. También es muy diferente al mundo de la venta del producto. Ahí tenés que esforzarte para que el otro te compre lo tuyo. Acá es al revés, ya lo tenés vendido antes de empezar. Lo que tenés que lograr es que le guste, se vaya contento y recomiende. Confía en vos, otra no le queda... Por un lado está bueno pero por el otro tiene su presión. También pienso en que mis laburos el 40% consiste en tapar tatuajes mal hechos de otros. ¡El 40%! Hay muchos que vienen con nombres de gente que ya no quiere tener en su piel. Son más de los que quisieras saber. La mitad de la gente no se toma en serio lo que se tatúa, se dejan llevar por la moda. Pasará de moda y te vas a querer matar. No se dan cuenta que esto lo van a llevar toda la vida. Te voy a contar una intimidad que no sé cuántos tatuadores te la contarían: cuando tatúo nombres de parejas y esas cosas, ya empiezo a pensar cómo lo taparé, ya me imagino en la cabeza qué tipo de dibujo le quedaría mejor porque en el 90% de los casos, pasará eso. Con esos pensamientos creo que me recibí de tatuador, una persona fría que ve gente desnuda y sólo piensa en un trabajo bien hecho.


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FRONTERAS ENCRUCIJADAS

A 25 AÑOS DE SU MUERTE

“GILDA, LA SANTA PATRONA DE LA CUMBIA” Hay personas que durante su vida conmueven pero al morir impactan aún más que cuando vivían. Gilda, reconocida cantante argentina, fue una de ellas. Poseedora de un encanto particular, deslumbró con su música y aún hoy, a 25 años de su repentina y trágica muerte, sigue presente en la memoria de quienes la buscan para pedirle milagros. Por SOFÍA ANTONELLA CROCHETTI

Como cada noche, en uno de los shows que daba en Cumbilandia de Pacheco, ella está feliz, los brazos extendidos y el micrófono con orgullo sostenido con el codo en alto. Ante un público masivo, se le suelta la picardía y se vuelve más audaz; hasta la voz le toma el cuerpo de tanto cantar en vivo. ─¡Cantá bien! Debés desafinar para que la nena llore así – le dice Toty Giménez a Gilda, mientras señala con la mano a una nena de unos nueve años que no paraba de llorar. Una señora que trataba de calmarla, la acompañaba. –Seguro que la madre la trajo a verte como penitencia… Cuando termina el show y están por subir al micro, se acercan las dos. La señora le explica que la nena quiso conocerla, porque su madre ha tenido un intento de suicidio, había intentado cortarse las venas y durante el tiempo que estuvo en terapia intensiva, la nena le hacía escuchar sus canciones por los auriculares, le apoyaba su walkman en el pecho hasta que se repuso. Gilda la escucha azorada. Los músicos la apuran para irse; otra presentación los espera, no pue-

den quedarse más tiempo. ─Por un milagro de Dios esa mujer se recuperó y como los chicos son fantasiosos, la nena pensaba que había sido yo quien la había curado ─dirá Gilda─. Cuando me terminó de contar esta historia, la señora me dijo que ella quería que yo le curara la diabetes. Me decía: “Tocame, Gilda, y curame”. Yo le contesté sorprendida que no la podía curar de nada, que tenía que ir al médico. La señora insistía con lágrimas en sus ojos, mientras tomaba sus manos: “No, Gilda, vos curaste a la mamá de la nena y quiero que también me cures. Tócame, tócame, por favor”. Y Gilda la tocó, porque pensó que por lo menos podía ayudarla a que se fuera más animada a su casa. ─Si la música tiene el poder de lograr esto, bienvenida sea la música y todo lo que ayude a la gente a ser feliz─ dice Gilda. Ninguno pudo prever el fervor que desataría con el tiempo esta anécdota tan singular. *** Miriam Alejandra Bianchi, una maestra jardi-

nera con sueños de azafata y una voz dulce, decidió un buen día subirse a un escenario para cantarle a su gente y abrirse paso dentro del duro y azaroso mundo de la música tropical. Fue entonces cuando cambió su verdadero nombre por aquel con el cual su madre hubiese querido bautizarla: Gilda. A partir de ese momento, todo se sucedió vertiginosamente. Gracias a su carisma avasallante, casi de inmediato se apoderó del corazón de un público que la adoró y le fue incondicional. Sobrevinieron la fama, el dinero, el reconocimiento, la abundante venta de sus discos, las disputas entre representantes y sellos discográficos, las amenazas y la veneración. Gilda se transformó en un ídolo para las multitudes que desbordaban los locales donde se presentaba. Nadie sabe cómo ni cuándo su magnetismo personal comenzó a transmutarse en ese poder sanador que tantos le atribuyen. Gilda se resistía a admitir que tuviera poderes sobrenaturales y trataba de convencer a la gente de que no era una santa y que tal vez fuese Dios, a través de su mano, el que podía llegar a atribuirle ese don divino. Pero lo cierto es que, para muchos, ella los curó,


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los ayudó, les consiguió trabajo o dinero, fertilizó sus vientres estériles y calmó sus corazones solitarios. El 7 de septiembre de 1996, camino a Concordia, el micro que la transportaba con su banda se estrella de frente contra un camión y ella pierde la vida junto a su hija, su madre y cuatro compañeros. Ese día Gilda se transformó de manera definitiva en una santa milagrosa. En el kilómetro 129 de la ruta 12 que va a Entre Ríos, lugar del fatídico accidente, le han levantado un santuario. Una humilde construcción, al estilo de los ranchos que suelen erigirse al costado de las rutas o en los asentamientos populares. Está edificada con ladrillos de diversos tipos y colores, con techo de chapa y vigas de madera. Tres cruces custodian la entrada y en un cartel puede leerse una frase de Oscar Wilde: “Las grandes obras las sueñan los santos locos, las realizan los luchadores natos, las disfrutan los sagrados cuerdos y las critican los inútiles crónicos.” Una vez adentro, en un sitial de honor, pueden verse fotos de Gilda en diferentes tomas, imágenes de la Virgen Desatanudos, de la Virgen del Rosario, de

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San Cayetano y, también de la Difunta Correa, además de rosarios y estampitas. El resto resulta difícil de describir. Impresiona: desde los más variados objetos hasta decenas de flores y cartas –unas en agradecimiento, otras con pedidos-, pañuelos, velas, cintas de colores atadas a las barras que sostienen el techo, chapas de automóviles, un volante. Rizos, anillos, fotos, medallitas, dibujos, pulseras, ramos de novia, escarpines, cochecitos, muletas, audífonos, anteojos con impresionante aumento, fotos de rostros anónimos, muñecos, ositos, bicicletas, triciclos… recuerdos. Sin embargo, en esta sencilla construcción que nació como una respuesta al dolor, todo es alegría y color. Gilda está presente, se percibe, se palpa, emociona. ─Siento que cada ladrillo en ese santuario fue puesto con amor y fe─ dice Claudia Sosa, con mirada emotiva. Claudia, 35 años, soltera, vive con sus padres, tiene una hermana siete años menor que ella, llamada Liliana y es una fiel devota de Gilda. Trabaja en una inmobiliaria de Berazategui.

Cuenta que a fines de 2003 su hermana fue atropellada por un automovilista que huyó sin haberla asistido. ─Lili estuvo dos días con una conmoción en el hospital─ relata con énfasis Claudia, mientras recuerda ese día. Desesperada y sola –sus padres que trabajan por cuenta propia, estaban en Mar del Plata y negociaban la venta de artesanías para la temporada de verano-, en la capilla del hospital, rezó y le pidió a Gilda que intercediera ante la Virgen para que se mejorara su hermana. Afirma que no supo de dónde le vino la idea de pedirle a la cantante por Lili, su hermana. Supone que fue la desesperación. Cuando regresó a la sala, los médicos hablaron con ella y le dijeron que podría haber secuelas del accidente. Dice que entonces vio, por la ventana, un rostro que reconoció como el de Gilda. ─¡Era ella, no me cabía dudas!─ insiste Claudia. Desde ese momento, supo que su hermana se recuperaría, lo que ocurrió para sorpresa de los doctores. Claudia en agradecimiento fue a Entre Ríos, y rezó por su familia en el santuario. ─Le prendí una vela blanca y me quedé allí, no


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25 AÑOS SIN GILDA sé por cuánto tiempo, miré una de las tantas fotos que había de ella. Toda la angustia que me oprimía el pecho desaparecía. Sentía cómo la alegría ocupaba su lugar─ dice agradecida por haber encontrado en Gilda la paz que tanto necesitaba. De todas partes del país llegan grupos en micros con guirnaldas y banderas, familias enteras, solitarios en bicicleta o intrépidos caminantes que vienen desde Tucumán, Catamarca o Salta, para agradecer y cumplir con sus promesas. Realizan sentidas ofrendas y pedidos. Algún sacerdote oficia misa. Y siempre, cuando por los parlantes la voz de Gilda comienza a cantar, todo se transforma en fiesta. La peregrinación es constante; son centenares los fieles que concurren a verla. Ya el santuario es chico para tanto fervor. *** “Gilda, tú ahora estás muy cerca de mi viejo, por eso quiero que le pidas que cuide de mí y de mis hermanos, que nos proteja de todo lo malo que nos pasa. Gilda eterna diosa. Eres, fuiste y serás la mejor. Te quiero mucho. Firma: Adriana Arias”. Esta carta, pegada sobre la pared del nicho en el que descansan sus restos es sólo una de las decenas que pueden verse. En el primer piso de la galería 24 en el Cementerio de la Chacarita está su tumba. Allí también van a rezar por su alma, rendirle homenaje o expresarle admiración y amor, pedirle salud, trabajo, paz. Las flores invaden espacios vecinos. No importa el día de la semana o la hora, siempre alguien está allí arrodillado y con lágrimas en los ojos: “Gracias…”, “Por favor…”, “Diosa...”, se puede escuchar entre susurros. También cantan y algunas mujeres llevan coronas de flores que adornan sus cabezas, que luego depositan en su tumba. Antagónicos sentimientos se mezclan y, de un momento para otro, la profunda tristeza da paso a la incontenible alegría. Muy cerca de allí también descansan los restos de Tita, su mamá y Mariel, su hijita, de quienes tampoco se olvidan. Flores y rezos las acompañan de manera permanente. ─Es lo que hubiese hecho Gilda─ sostiene una de sus admiradoras, María Pacheco, 52 años, ama de casa, casada hace 30 años con Raúl y madre de 2 hijos. Hace ya pasada una década, advirtió que

tenía un bulto sobre uno de sus senos. Le dolía al tocarlo. Asustada fue a hacerse un examen al Hospital de Ezeiza. Después de dos visitas ─dice María─ y la espera consiguiente, los médicos dijeron que se trataba de un quiste con un nombre raro. Y que la operarían en cuanto pudieran disponer de un turno para ella. Preocupada por la operación y por los gastos en que incurriría – la farmacia del hospital no siempre disponía de stock de medicamentos- charló el asunto con Raúl. Tras consultar aquí y allá con amigos y vecinos, su marido le dijo que le rezara a Gilda para que la sanara. ─Recuerdo que le había respondido si acaso él estaba loco –dice María-. Desde que

la escuché cantar por primera vez, fui y soy muy fanática de sus canciones. Pero antes de que me pasara eso –en referencia a su salud- nunca la había visto como alguien que hiciera milagros. Pensaba que la gente decía eso, porque su música era tan alegre que los animaba a salir adelante. Pero nada más. En el hospital la remitieron a otro centro asistencial. Los dolores aumentaron y al final, ya desesperada, aceptó la sugerencia de Raúl, y se encomendó a lo que Gilda pudiera hacer por ella. ─Por primera vez esa noche no tuve dolores y pude conciliar el sueño temprano─ asegura María tras implorarle por su salud.─ Soñé que caminaba por una calle con árboles y


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que una voz me susurraba cosas al oído. Era como si alguien siguiera una melodía. A fines de octubre de 2010 habían desaparecido los dolores por completo y ya no palpaba el bultito. Se hizo examinar en el Hospital de Rivadavia, de Capital, y ni los médicos ni los análisis encontraron algo anormal en ella. Desde ese entonces, María y Raúl creen que Gilda es una verdadera santa. Y siempre que pueden se acercan hasta el cementerio a llevarle flores y rezarle. ─¡Ah! Pero en casa también le rezamos. Todos los días encendemos una vela en su nombre, en un pequeño altarcito que tenemos en el jardín del fondo– dice María mientras señala con la cabeza hacia la iz-

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quierda –Ahí tenemos su foto, donde está con su corona de flores y ese vestido azul que tan lindo le quedaba. ¿Te acordás? – sonríe María mientras la describe–, está junto a la Virgen de Luján, ella también está de azul, con su larga capa. Raúl es muy devoto de ambas. María cree que tanto Gilda como la Virgen, se hacen mutua compañía. Así no se sienten tan solas. ─Sé que Gilda nos ve desde el cielo e imagino su sonrisa. Ella nos cuida─ dice y extiende sus manos y mira hacia arriba. Para todos aquellos que se acercan a la Chacarita o hasta el santuario levantado en Paranacito, Gilda posee poderes que los

ayudan a vivir, por eso la invocan para pedirle o agradecerle y jamás piensan que no serán escuchados. Muchos porque la conocieron en vida; otros porque escucharon lo que de ella se decía. Ella nunca desoía a quien se acercaba a hablarle, tomarle la mano, besarla o a decirle “tócame”. Todos saben que ahora es igual. Allí está ella para consolarlos, charlar, abrazarlos y cuidarlos. Eso creen. Y los milagros se producen uno tras otro. De no concretarse en la acción, reconforta y aplaca la angustia que invade el corazón, limpia el alma de pesares, seca las lágrimas. Y es tanta la fe, que Gilda jamás les falla.


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EL SUEÑO SE HACE A MANO Y SIN PERMISO Por PAULA ABAL

En las tierras de Guernica se asentaron durante poco más de 100 días entre 1500 y 2000 familias. Ante el recrudecimiento de la crisis económica y social producto de la pandemia del Covid 19 se estima que se perdieron 4 millones de puestos de trabajo, sobre todo en el rubro de gastronomía, albañilería y las llamadas “changas”. Una de sus consecuencias más crudas fue la imposibilidad de sostener el alquiler y no tener un lugar donde vivir. Guernica puso en escena nacional esta problemática que fue callada con el desalojo el 29 de octubre vía la represión con más de 4000 efectivos a cargo del jefe de seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni. Llegué la tarde del 22 de septiembre pasado, estaba nublado y hacía frío, todavía no se sentía la primavera. Me acerqué a llevar unas donaciones para las familias que estaban viviendo ahí hacía un poco más de un mes. La visión no llegaba a cubrir la inmensidad, las casillas se extendían hasta el horizonte en el predio de casi 100 hectáreas. La organización fue el primer detalle que llamó mi atención, “las calles” formaban las manzanas, las divisiones de los terrenos, “los postes” de luz imitaban la iluminación de cualquier barrio. Todo se veía como en un plano, en construcción, precario, pero existía. Guernica está ubicado al sur del conurbano bonaerense a una distancia de 30 km de la Capital Federal. Según el último censo, en 2010 contaba con una población de 81.141

habitantes. Que se encuentran divididos entre los grandes countries y los barrios asentamientos, así como otros distritos del llamado “corredor verde” (Canning, Ezeiza, San Vicente). En las inmediaciones del predio ocupado se ven las casas en construcción y, del otro lado, el parte del predio del BELLACO SA, uno de los countries que realizaron la denuncia que indicaba que las tierras vacías eran de su propiedad. Cuando entregamos las donaciones a Esther, madre soltera de 7 hijos, nos invitó a conocer uno de los barrios de los 4 en los que se distribuyó la toma, el “20 de julio”, fecha en la que se empezó a ocupar las tierras, la cual duró 4 días. Mientras caminábamos junto a 3 de sus hijos, Mercedes de 9 años, Emilio de 11 y Choel de 4, nos mostraron dónde iba a estar la plaza, la escuela, el hospital. Había un objetivo, construir el futuro. Una posibilidad negada hasta el momento a las más de 3 millones de familias que, en la Argentina, no cuentan con un lugar estable donde vivir y sufren la precariedad laboral, mientras ubican sus vidas en la marginalidad del sistema. Acampamos junto a ellos en una de las “parcelas” libres, en apoyo y contra el desalojo que fue dictado por el juez Martín Rizzo para el 1 de octubre pero las negociaciones siguieron durante un mes más. Mientras los efectivos de Berni entrenaban en un predio cercano. Durante ese mes se construyó más de lo que pudo ser reprimido. La primera noche compartimos una foga-

ta, elemento imprescindible junto a la olla popular, con Facu, uno de los delegados de manzana. Charlamos toda la noche sobre los distintos trabajos que había tenido desde los 15 años. Hoy, tiene 25 y antes de que comenzara el aislamiento trabajaba en la cocina de un bar de Palermo, del cual lo echaron sin pagarle nada. Pero el trabajo del cual más anécdotas tiene es de la Feria de las Naciones: “Trabajaba en la carpa de España, las mejores paellas me mandaba, conocí los mejores hoteles, viajé por todos los pueblos de la provincia de Buenos Aires”. Contrastes fue la palabra que rondó mi cabeza. Un terreno en la localidad de Guernica alcanza los U$S 30 mil, donde los trabajadores promedio cobran $20 mil al mes, donde la canasta básica familiar está por arriba de los $50 mil. Pintos, el vecino de enfrente, tiene 50 años y vive en una casilla con su mujer y su suegra de 70 años. Él es albañil, también se quedó sin trabajo por la pandemia pero cada tanto engancha una changuita y lo vemos salir a las 6 cuando la helada cae, ya entrada la primavera que se resigna a llegar. Pintos nos cuenta que Guernica crece porque está lleno de trabajadores que quieren progresar. “Yo quiero un plan de pago, quiero un lugar para mi familia”. Cuenta mientras arregla un poco el ranchito. Pasan los días entre mates, truco, ollas populares, meriendas y actividades para los chicos. Cuando es de día uno se olvida que tiene


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sobre la cabeza la amenaza del desalojo y la represión que en cualquier momento puede destruir este futuro, que para muchos ya es el presente. Cada tanto pasa Mariana, delegada del barrio 20 de julio, e invita a participar de las asambleas, se debate de modo acalorado cómo resistir. “Siguen ofreciendo plata, chaucha y palito, yo no quiero un plan, quiero trabajo y un pedazo de tierra para crecer, para dejarle a mis hijos”, es la voz de Carlos que se impone y es aplaudido de manera unánime. “Hay que resistir” se escucha también. LA SOLIDARIDAD En la recuperación de tierra, como les gusta llamarlo, no entra la policía y no entran los violentos, “acá a los vivos y los transas, los echamos entre todos”, por eso cada vez que ven una cámara con un periodista se

acerca algún vocero a preguntar si saldrán en vivo o van a decir lo que quieran. “En los medios dicen que acá somos chorros o punteros porque saben que si dicen la verdad, la gente nos apoyará”, explica José. Una tarde en la que estaba anunciado el segundo desalojo estábamos en asamblea y a lo lejos se escucharon gritos, se acercó una chica joven gritando que el marido de “la Laura” había vuelto. La mitad de la asamblea salió corriendo atrás de la chica, me quedo y le pregunto a una mujer sentada qué era lo que pasaba. “La Laura se vino acá porque el marido la mataba a palos, tiene una bebé y se escapó porque casi la mata”. Cierto, en Argentina cada 20 horas hay un femicidio. En la actualidad no hay planes de viviendas ni asistencia suficientes para las mujeres que denuncian a sus parejas violentas. Una tarde mientras caminaba por el predio, en una intersección que cruza el arroyo,

veo un grupo de chicas jóvenes y mujeres. Me acerco y les pregunto si puedo sentarme a charlar con ellas, me reciben con amabilidad y me cuentan que realizan una asamblea de mujeres. Hay problemas que resolver. “Queremos hacer algo para salir a vender, acá las mujeres no conseguimos trabajo ni changas, ya no se puede limpiar casas, mi patrona me echó cuando se enteró que estaba en Guernica”. Dice Camila convencida de poder salir adelante. Se construye un barrio desde la nada, pensé, se talan las malezas de la tierra y de la sociedad, se erige desde abajo, con troncos que hacen de vigas y con lazos que se forman desde la solidaridad. Vecinos, amigos, familias al calor de mates y tortilla. LA REPRESIÓN Esa semana no paró de llover día y noche, el barrial, las botas, el arte de hacer fuego


ENCRUCIJADAS FRONTERAS

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bajo el agua. Asambleas cada hora, debates, miedo, bronca, incertidumbre, angustia. La tarde previa al desalojo no llovió, aunque todavía no salía el sol. Hicimos la chocolatada para los chicos de “la manzana”, para que no se enteraran, dibujamos casas y “cortamos” el pasto de lo que era su parque. A la noche los que podían llevaron a los chicos a lo de algún familiar. “Sufrirán, se hicieron amigos” coincidían. Emilio, el más grande, tiene cara de enojado, él quiere resistir, quiere defender su casa. “Ya teníamos un acuerdo”, “Nos mintieron todo este tiempo”, “Queremos tierra por tierra”. Voces de impotencia y valor. Ya se habían prorrogado tres fechas de desalojo pero el 30 de octubre vencía la orden judicial, los más optimistas se aferran a que las condiciones del terreno no están dadas para el desalojo. En los medios se ven las combis preparadas con los efectivos del jefe de seguridad. Los delegados y los responsables de manzana junto a las organizaciones en apoyo preparamos la resistencia y la retirada para que no haya heridos. Organizamos las postas de salud, las vigilias, esa noche no se siente tanto el frío. Tampoco se puede dormir. ¡PUM! ¡PUM! ¡YA LLEGARON! ¡ARRIBA, ESTÁN ENTRANDO! Me había tirado un rato en unas de las carpas, todavía no amanecía “no pueden entrar”, pensé, mientras la impotencia me invadía. Pero a lo lejos, en el horizonte, sobre la ruta Presidente Perón, se ven las luces azules. A los minutos se empieza a escuchar el disparo de gases lacrimógenos, se acerca el ruido de gritos y la gente intenta correr para las inmediaciones del predio, lleva en las manos lo que puede, trata de no mirar lo que queda atrás. Nos empezamos a preparar para salir todos juntos.

Ya está más claro el cielo, sólo lo empaña el humo, queman las casillas, se queman los sueños, se queman las ideas, “como en Farenheit, pensé”. La represión continuó por horas ya por fuera del predio, con persecuciones por más de diez cuadras. Mientras corro, me doy cuenta que la represión no era sólo para desalojar, era para aleccionar a los que se atrevieron a desafiar el lugar que les toca en la sociedad. Unas semanas después voy a visitar a Esther. Para en la casa de unos amigos a unas cuadras de la recuperación de tierras de Guernica, ahora un predio vacío. Me dice: “Estoy triste, pero no derrotada, voy a luchar por un futuro mejor para mis hijos”. Lo que se puso en discusión es a quienes se priva de la propiedad, de la vivienda, del futuro. Esa batalla no termina.


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NAZARENO MÓTTOLA “IBA A SER MECÁNICO, UN MECÁNICO MALÍSIMO Y TERMINÉ EN LA TELE” Por YAMILA CHALOW En Palermo, Nazareno Móttola (39) ingresa a “Estudio Mayor” y saluda a la gente de seguridad, a las recepcionistas y a quienes esperan en la puerta, sin hacer distinciones. Este pequeño gigante, nombre que llevaba uno de los segmentos de Susana, el programa en el que dirigía los juegos de acrobacia, comenzó a hacer circo a sus 16 años para desarrollar su destreza natural y su facilidad a la hora de hacer piruetas. Sin planearlo, pasó de manejar una bicicleta a dominar el monociclo, hasta convertirse en un estudiante de la Escuela Municipal de Circo de Berazategui. Este “imprevisto” le permitió conocer a personas que años después lo llevarían a la pantalla chica, grande y a las tablas. “Me disculpo, me quedé dormido”, dice. Con su baja estatura, su torpeza y su sonrisa, el acróbata llega y, mientras se despabila, las palabras comienzan a fluir. -¿De dónde nace tu humor? -Mi abuela era muy divertida, mis viejos también. Si bien tienen un humor diferente, les gusta hacer reír, son graciosos. Soy el más serio de mi casa, la gente debe pensar que llego y cuento chistes pero en la intimidad no suelo ser como me ven. -¿Qué te hace reír? -Soy de reírme poco. No hay algo particular que me haga reír pero sí lo simple. Hay videos en Instagram que me divierten y me río un rato largo. Mis hermanos también me hacen reír. De hecho, hay cosas que les robo. Y por supuesto, me hace reír el clown y el circo. -¿Tu familia te apoyó en tu carrera artística? -Mi carrera fue una sorpresa, de chico no la planeé. Pero creo que las cosas se dieron porque mi familia me apoyó. Un día llegué

a mi casa y les dije a mis papás que trabajaría en un circo en Chivilcoy. Me fui sin un peso, con un grupo de amigos y nunca me pusieron un “pero”. Bancaron mis gustos y decisiones, al igual que lo hicieron con mis hermanos. -Te fuiste de Berazategui, tu ciudad natal, a Palermo… ¿volverías algún día? -Extraño zona sur pero no volvería. En este trabajo se puede llegar a filmar una nota a la mañana y grabar a las 19 un programa; siempre quedan baches en el medio. Antes me quedaba en un bar o en la casa de un amigo pero para no molestar y por comodidad vine para acá. -¿Cómo llegás a Susana Giménez? -Por medio de un reality, “Celebrity Splash”. La final se hizo en su estudio. Una señora rusa de 89 años hacía gimnasia artística y me pidieron si podía hacer acrobacias. Susana [Giménez] ya me había visto en teatro, con Antonio Gasalla, y justo en ese momento buscaba a alguien para hacer juegos en su programa. Me propusieron como una opción y le encantó. -¿Cómo se llevan? -Ella fue y es generosa conmigo. Uno sabe hasta dónde puede hacer y hasta dónde no pero la verdad es que me sentí siempre con total libertad de decir lo que quiera. Cuando veía que se divertía, me ponía contento porque siento que no le fallaba, esa siempre es una preocupación. Es divina y estoy agradecido de la oportunidad que me dio. -Hiciste circo, cine, teatro, televisión… ¿en qué te gusta más trabajar? -Cada uno tiene su encanto. Cuando a uno le gusta hacer humor, cualquier medio está bien. Incluso hoy existen las redes sociales. Lo que tiene el circo o el teatro es la res-


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Nazareno Móttola es acróbata, humorista, actor y más. En esta entrevista para Fronteras recorre su profesión artística, habla sobre sus miedos, muestra la seriedad y timidez de su faceta desconocida y confiesa que jamás soñó con llegar a los medios.

puesta inmediata de la gente. En la televisión, el cine o en los celulares no tenés la carcajada en el momento. -¿Evaluaste crear contenido para las redes? -Me gusta pero en este momento enfoco mis ideas en la televisión. A veces hago videos pero me cuesta grabarme, soy malo para editar y estoy a las corridas. -¿Cómo hacés para nivelar tu vida personal y laboral al trabajar tanto? -Hace años tengo este ritmo y lo disfruto. Vengo a divertirme, no pienso que es un trabajo. En Sin Codificar se me ocurrieron delirios como hacer de hombre pájaro, por ejemplo. Somos todos amigos, nos conocemos y no es un esfuerzo. Cuando vuelvo a mi casa siento que se terminó la joda.

-¿Cómo descubriste que la televisión era tu lugar? -Arranqué sin saber qué pasaría. En su momento estaba de novio en el circo del Parque de la Costa con una chica que era la hija del encargado de las cámaras ocultas de Video Match en Mundo Marino. Él abrió otro circo junto con el Bicho Gómez, quien hacía el personaje de El Mariachi Loco, y empecé a trabajar con ellos. En un momento a él le pidieron a alguien para que hiciera las cámaras y empecé. De a poco surgieron más propuestas. Félix Castro, un productor de quien hoy soy amigo, me invitó a que me sumara a “La peor clase de tu vida”, las cámaras ocultas que hacían en colegios. A Marcelo [Tinelli] le llegó su idea y la aprobó pero no tuvimos contacto directo.

-¿Pasaste por alguna mala situación en el medio? -Hubo trabajos en los que no la pasé bien porque no tenían que ver conmigo pero en general no me ocurre así. Para hacer humor uno se tiene que sentir cómodo, es difícil estar en un ambiente en el que no pertenecés.

-¿Considerás que él te descubrió? -Fue el que me dio la primera oportunidad en la parte televisiva, me puso al aire con mi cara y mi nombre e hizo que me hiciera conocido. Pero en realidad, quien me descubrió fue otra persona: Martín Elizagaray, un productor del programa “Vale la pena”. Allí estaba Gallardo, un personaje que hacía que se tiraba de la escalera y otras piruetas. Yo era su doble.

-¿Dejaste algún trabajo por esta razón? -Sí. Me pasó una sola vez hace tiempo. Cumplí mi contrato y avisé que no continuaría. Preferí correrme a un costado para no entorpecer, no me sentía mal pero era algo diferente a lo mío y no estaba cómodo.

-¿Qué es lo mejor que te deja trabajar los medios? -Lo mejor es la sorpresa, todo el tiempo. El cariño de la gente, trabajar con figuras que nunca pensás que vas a conocer, amigos, experiencia y aprendizaje… y personas que cambiaron mi vida.

-¿Se puede saber quiénes son? -En primerísimo lugar Antonio Gasalla. Él me ayudó no sólo en mi carrera sino en mi vida personal. Lo conocí cuando trabajaba en El muro infernal y pasaba un momento específico de mi vida. Fue un maestro para mí. En cuanto a lo laboral, fue el primero en llevarme al teatro y cada función era una clase privada, nunca antes había actuado y él confió en mí. En cuestiones personales me dio buenos consejos, es una persona inteligente. Susana [Giménez] también. De ella aprendí un montón, me trató siempre bien y nunca me puso límites. Con Marley me pasó igual. -¿Sos consumidor de tus propios productos? -No, no me veo nunca. Excepto algo particular que me haya divertido hacer. Pero en general me cuesta verme. Cuando lo hago me llevo una desilusión porque pienso que lo que hice al final no era gracioso, o se me ocurre que podría haberle agregado algo. -¿Y te gusta que la gente te mire o te reconozca en la calle? -Siempre me intimidó. Sé que es parte del trabajo pero a la vez no es algo por lo cual vivo. No me encanta ser famoso, es una consecuencia. Tampoco es algo que me molesta, y me gusta cuando la gente se acerca a contarme que pasaba un mal momento y mi humor les ayudó. Pero me cuesta, soy vergonzoso en cuanto a la mirada del otro.


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-¿Podrías describirte en tres palabras? -¡Claro! Soy un idiota (risas). Significa que soy una idea grandota. -¿Qué te inspira para crear tus personajes? -En realidad, proponemos todos. En Sin Codificar, Pachu [Peña] es una máquina de ideas. Gustavo Pavan, el productor, también. Me cuesta generar cosas nuevas. Ese programa en particular es un delirio, y permite probar. Si un personaje es malo no pasa nada, al día siguiente se hace otro. Algunos surgieron sin querer, como el de la rata. Un día me dieron el traje para hacer que elegía quién ganaba y quién perdía en el mundial pero surgió la frase “ay me da un miedo” y se convirtió en lo que es ahora. A este personaje y a El Rebo les tomé un cariño especial. A veces incluso se me mezclan. -¿Pensaste en hacer algo distinto en algún momento? -No planeo las cosas, la vida te sorprende. Iba a ser mecánico, un mecánico malísimo, y terminé en la tele. Me gustaría hacer lo que hago toda la vida e incorporar cosas nuevas. Por ejemplo, siempre quise hacer de malo en un infantil. -¿Y en un drama? -También pero me daría miedo. Alguna vez probaría no hacer del chico tonto. Si bien es el humor que manejo, quisiera mostrar algo diferente.

-¿Qué más te da miedo? ¿Cuál es tu talón de Aquiles? -Es una pregunta difícil. No tengo un miedo particular. Sí me da inseguridad mi memoria, me cuesta aprender un libreto. A la hora de grabar la escena lo sé pero me esfuerzo para llegar a eso. En cambio, si me empujás a conducir enfrente de 18 mil personas en el Festival de Villa María y no tengo nada armado me siento libre, improviso. Cuando me tocó hacer la obra con [Antonio] Gasalla sufrí porque no me gusta estar atado a una letra, no la retengo.

-Sos un poco vergonzoso pero no para estar arriba de un escenario… -No me sacaría una foto conmigo, siempre me acuerdo de dónde vengo. Trato de no llamar la atención, no me gusta llegar al cumpleaños de alguien y que todo el mundo me pregunte por Susana [Giménez] o por algún programa y sacarle lugar al protagonista. Pienso que mi trabajo es como una fábrica, donde voy, la paso bien, y cuando termina arranco mi vida. Soy una persona normal, lo que cambia es la mirada del otro. No soy mala onda pero sí más serio de lo que se ve en la televisión. Tampoco cuento chistes todo el día ni vuelvo a casa mediante acrobacias.


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ENSAYO MIGRANTES DE SEGUNDA

Por ANLLY SALAZAR CASAS

Y todo era nuevo para los unos y los otros: asombroso y cargado de peligros. Para los españoles, los venenos, las frutas, los olores y los pájaros de la zona tórrida, la ausencia de estaciones, el dibujo de las constelaciones en el cielo nocturno, la equivalencia del día y de la noche. Para los indios, el color de la cara y de los ojos de los inesperados visitantes, sus barbas espesas, sus recias vociferaciones al hablar, y los caballos, y el filo del acero de las espadas. Ni siquiera sabían, de lado y lado, quien era el otro. (A. Caballero)

La historia dice que cuando los españoles y los indígenas se cruzaron por primera vez, los nacidos en América creyeron que los recién llegados eran divinidades, hijos del dios Sol; la piel blanca y la tremenda altura de hombres recios a caballo, hacía que de modo inevitable los conquistadores fueran concebidos como dioses en la Tierra. Seguro la historia que acabo de contar la describen mejor los libros, pero decidí hacer un resumen breve y claro para hablar del tema que nos convoca en este ensayo: los migrantes de segunda. Pero ¿qué tienen que ver la migración y la conquista?, puede preguntarse quien lee estas líneas -pregunta válida hay que decir-. Pido paciencia en la lectura y que se me permita tratar de exponer mi punto. Para empezar, quiero comentar una noticia de 2019

de Infobae, titulada: “Un informe de la ONU estableció que hay 272 millones de migrantes en el mundo y la cifra sigue en aumento”. En la nota se explicaba que el 3,5% de la población mundial migra de su país de origen; sin embargo, también se alertaba con sutileza que la cifra había crecido en comparación con el 2000, ya que en aquel momento era el 2,8% del total mundial. Un crecimiento de 0.7% en 20 años hacía sonar las alarmas de la redacción del diario digital, que acompañaba este informe con un total de cuatro fotografías: en cada una, sus protagonistas son personas latinas o negras. Es necesario aclarar que no vengo a presentar cifras o a criticar la manera en que comunica Infobae: la referencia la presento como la excusa, el sustento firme de un

pensamiento que desde hace nueve años, cuando dejé a mi mamá en mi amada Colombia y llegué a Argentina (tierra bendita que me ha dado tanto), me acompaña. Esta idea es acerca de los buenos y malos migrantes: de los migrantes de primera y nosotros, los migrantes de segunda. Los migrantes de primera, son altos, rubios de ojos claros, de piel blanca casi traslúcida y, vienen de Europa. Parece que describiera a los hijos del Sol que deslumbraron a los primeros americanos, pero estoy segura de que quien me lee estará de acuerdo con esta caracterización y sólo agregará que los hijos del Sol ahora también vienen de la América del Norte. Hay que mencionar que esto no siempre fue así; la primera ola de migrantes europeos que llegaron a tierras australes


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ENSAYO

provenientes en su mayoría de Italia y España, huían de las infames guerras del Viejo Continente, de los regímenes fascistas y franquistas. Hombres y mujeres viajaron con la ilusión de una tierra prometida, arribaron al nuevo continente llenos de esperanzas. Sin embargo, a su llegada no fueron recibidos como hijos de dioses, por el contrario, vivieron bajo las más adversas condiciones, pues no eran las divinidades esperadas, no eran alemanes, franceses o ingleses. No obstante, la justicia del tiempo reivindicó su imagen: con orgullo, muchos argentinos ostentan en la actualidad la doble nacionalidad, repasan las historias de migración de sus abuelos o sus padres, reconocen a su país como una tierra de migrantes, inclusive en la Constitución de la Nación Argentina se garantiza el bienestar y la libertad “para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”. Pero desde finales del siglo XX cambió la ruta: antes los migrantes venían de norte a sur, de Europa a América, ahora la migración es de sur a norte, de América a Europa: es aquí donde aparecen los migrantes de segunda; es aquí donde empiezan los problemas. Los migrantes de segunda no son altos, no son rubios, no tienen ojos claros, ni tienen la piel blanca traslúcida, o son todo lo anterior, pero eso sí: no vienen de Europa, ni de América del Norte. Los migrantes de segunda vienen de América del Sur, de Centroamérica, de África, de Asia, lo que transforma a la migración en un problema que no sólo pasa por la piel, también pasa por la nacionalidad. Los migrantes de segunda, son los “malos migrantes”, son los que quitan el trabajo, usan hospitales y escuelas y no pagan impuestos. Como alertaba en el 2000 la revista argentina La Primera de la Semana: son la invasión silenciosa. Al lector le pido que, por favor, disculpe mi ironía, pero después de veinte años en los que la población migrante en Argentina es apenas del 5% no puedo evitar pensar que aparte de silenciosa

MIGRANTES DE SEGUNDA

esta invasión es un fracaso. Lo que muchas personas no saben es que ese titular controversial del 2000 se replicó en 2013. Sólo que la invasión silenciosa esta vez, se refiere al título del libro del escritor argentino Diego Guelar; en esta ocasión los invasores no proviene de Paraguay, Perú o Bolivia, ahora es China quien emprende la tarea. Sin embargo y con impecable lucidez, Guelar retoma la frase y agrega en la portada de su libro: el desembarco chino en América del Sur. Como mencioné con anterioridad, los ejemplos que presento más allá de una crítica buscan contextualizar los argumentos presentados. Cuando se habla del “migrante malo ”tras él hay toda una serie de imaginarios sociales que lo acompañan, principalmente elaborados a base de prejuicios, así China invade la región, la Unión Europea aporta a la región y de esta forma se legitima el discurso colonizador: “el blanco está bien”. Por supuesto que este fenómeno no es exclusivo de Argentina: en toda Latinoamérica conservamos la admiración por los hijos del Sol, los que llegan del primer mundo a nuestros países, los migrantes de primera que vienen de visita, llegan con euros, o con dólares; no en vano nuestra Latinoamérica se divide entre los que persiguen el sueño americano o los que van tras el sueño europeo. La tierra prometida cambió de lugar, por tanto, cuando un migrante de primera decide quedarse en Latinoamérica es casi digno de admira-


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ción, pero no es igual cuando un migrante de segunda se instala en el primer mundo. En este ensayo me incluí entre los migrantes de segunda. Si bien no profundicé en el porqué de mi afirmación, considero que, a esta altura encontraré permiso en el lector para ampliar la referencia hacia mi propia experiencia: provengo de Colombia, el país del café y de la coca. Aunque, por supuesto, mi país es más complejo que esa definición ambigua. Como colombiana es casi innato reconocernos como migrantes de segunda: la dolorosa marca del narcotráfico se ha estampado en el pasaporte. Colombiano que se respete sabe que al salir del país es probable que lo revisen y le busquen drogas más que a cualquier otro pasajero; de hecho, una canción popular dice lo siguiente: Y por ser un colombiano te revisarán hasta la médula, la cédula, no es suficiente pendiente, siempre joden a mi gente. Y por mí, por mi Kolombia, mi gente huyéndose en los continentes, más fuerte seria de suerte mía que un día yo diría, pero que no me esperen en el aeropuerto los perros y los policías (MyKolombia, del grupo Systema Solar). La música hace eco sobre un suceso lamentable, pero es una realidad innegable que colombianos viven a diario en los aeropuertos del mundo. Reconocerse como migrante de segunda te inscribe en un selecto club de los que aprenden que las miradas de desconfianza se aplicarán más fácil hacia tu dirección. Pero

este ensayo no es una oda a la lamentación, es más bien una breve reflexión acerca de la migración y de cómo somos vistos los migrantes: si bien mi nacionalidad me convierte en una migrante de segunda, el color de mi piel garantiza que aunque provengo de Colombia, en el aeropuerto aún no me han revisado la maleta como a muchos de mis conocidos y amigos de un color de piel diferente: con tristeza parece que me puedo disfrazar de una hija del Sol. Pero al fin y al cabo es un disfraz, porque como sabemos los migrantes de segunda y en algún punto lo descubren los migrantes de primera, existe una regla no escrita para cualquier migrante: la imposibilidad moral que algunos nos adjudican para opinar acerca de los temas del país que nos acogió, pues no es suficiente vivir allí, para opinar hay que nacer allí. Suena exagerado y polémico pero las opiniones de los migrantes son interesantes si son afines al pensamiento de las personas con las que interactúa, de lo contrario es probable que alguien los invite a regresar por donde vinieron. Esta regla no escrita a la que me refiero alcanza por igual a migrantes buenos y malos, de primera y de segunda, incluso alcanza a los hijos del Sol. Este ensayo fue una invitación respetuosa a reflexionar sobre la identidad y nuestros propios prejuicios ya que aún ni siquiera sabemos, de lado y lado, quién es el otro.


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ENTREVISTA HISTORIA DE VIDA

DORA BARRANCOS: HISTORIA VIVA Dora Barrancos es asesora presidencial, investigadora, socióloga, doctora en Historia y pionera en el estudio del rol de las mujeres en Argentina. En esta entrevista para Fronteras repasa su historia y dialoga sobre su juventud, su familia, la militancia política y el exilio. Pero también un infaltable: sus inicios en el feminismo. Por LAURA BENDER Son las 15 en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es un día soleado pero ventoso. Las calles que rodean el Congreso de la Nación son escenario del continuo desfilar de centenares de personas. Entre ellas, nosotras. Para Dora Barrancos parece ser un día complicado. Sin embargo, llega, con su sonrisa cálida y su presencia imponente, siempre bien dispuesta a recibirnos. Nos pide un momento, mientras pasamos al recinto donde será la entrevista. Una sala de reuniones con una larga mesa de madera nos recibe. Un instante después, y luego de un afectuoso abrazo, Barrancos se sienta frente a nosotras. “¿Comieron algo?” pregunta y señala las masitas a nuestro lado.

lección: sociología, historia y feminismo. En ese orden pero también mezclados. Y ahí, en medio de todos esos saberes, entrelazada -con igual nivel de importancia- su historia personal: su temprana militancia, el exilio como una necesidad de sobrevivencia, el peronismo. Pero también el reconocimiento social. Y la familia. Por eso, para entender a Dora Barrancos, es necesario leer todos los tomos y cada una de las aclaraciones al pie. Porque Barrancos es todo eso al unísono, es el equilibrio perfecto entre una historia personal apasionada y una carrera profesional sin descanso. Porque -aunque ella ni siquiera lo nota- es, además, historia viva.

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-Cuando eras pequeña ¿Cómo soñabas ser de grande? -Me soñaba en una actitud de justiciera, de beligerante por la justicia. Soñaba ser protagonista de situaciones muy difíciles. Pero -y enfatiza con la vehemencia que caracteriza su hablar- muy difíciles, eh. Y de encrucijada. Por eso me soñaba como abogada pero cuando comencé a estudiar abogacía, ya no me gustó. Creo que esa fue una frustración importante para alguien que hizo todo lo posible para que esa circunstancia se constituya casi en un destino.

Sintetizar su historia en unas páginas no es una tarea sencilla. Pero tampoco sería justo. Porque Dora Barrancos es como una enciclopedia. De esas de tapa dura y hojas mil veces leídas, llenas de historias, definiciones, conceptos y palabras. Aquellas que enseñan, atraen e ilustran. Y Barrancos no solo es una enciclopedia porque sea cita de autoridad, ni por la cantidad de títulos universitarios obtenidos o de obras publicadas. Lo es porque representa definiciones precisas, palabras inagotables y conceptos desconocidos. De hecho, ni siquiera podría ser una sola enciclopedia, sino en sí misma toda una co-

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-¿Y por qué crees que no funcionó la carrera de Derecho en tu formación?

-¡Ah! (sonríe pícara). Eso lo tengo claro. Yo imaginaba el Derecho de una manera apegada a una cuestión imaginativa, en el sentido que al estudiar Derecho se hacía de modo inmediato justicia. Y ese es un precipitado que no se corresponde para nada con lo que en verdad ocurre. Me desanimó que el Derecho era la norma que regulaba y, si por un lado encarnaba o podía significar la justicia, por el otro estaba desapegado de lo que yo quería: el reconocimiento de la acción humana, de la interacción humana; qué pasaba con las clases sociales. Eso era lo que me interesaba. Por lo tanto, al retirarme de Derecho hice una virada hacia las otras Ciencias Sociales y me incorporé a Sociología. Sus primeros acercamientos a la lectura datan de una edad temprana. Hija de un director de escuela, su infancia estuvo siempre rodeada de libros: “Ha sido transferido como que yo aprendí a leer a los dos años pero no es así. Yo tomaba los libros y hacía que leía con intensidad, porque, por lo que me han contado, era uno de mis objetos predilectos”. Su padre, José Pedro Barrancos, tenía por ella una suerte de predilección que se traducía en sus esfuerzos por darle a su hija la mejor educación que estuviera a su alcance. En el inicio de su trayectoria educativa en Rancul -una localidad al norte de La Pampa- donde vivía en ese entonces, José Barrancos eligió a Blanca Nieves, la mejor maestra de la escuela, para que


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acompañara a su hija Dora en sus tres primeros años de formación. “Él tenía gran confianza en sus dotes pedagógicas. Fue una pequeña tramoya simpática”, recuerda con ternura. El rol de su familia en lo académico fue esencial. Sus padres tenían una fuerte aspiración a que su hija se desarrollara como una profesional. Así, incluso en situaciones adversas como la muerte de su padre, su madre -Ida Bonjour-, tomó la posta de esa conducta y acompañó con ánimo su reciente incorporación a la carrera de Sociología en la UBA. A la par, Dora Barrancos comenzó a trabajar como docente y se constituyó en el principal sostén económico de su familia, sin dejar de lado esa vocación de justiciera que siente arraigada desde su infancia y que se refleja en una vida de militancia. A sus 17 años se sumó al socialismo de vanguardia y entabló una relación fluida con sectores carenciados al militar en la villa del Bajo Flores. Sin embargo, su verdadera militancia -como ella lo define- comenzó años después en las filas del

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peronismo: “El tono fuerte devino cuando era mayor, a raíz de la muerte de Ernesto Che Guevara. Mi militancia en el peronismo se decide en ese momento. Creo que eso se corresponde a la experiencia de mi generación, a dar un vuelco. Mi orientación reivindicativa del peronismo tuvo que ver con la lectura de Operación Masacre de Rodolfo Walsh, para mí fue un antes y un después en mi sensibilidad y en ese camino hacia la Juventud Peronista que me llevó al exilio”. Dora Barrancos tenía 36 años cuando la última dictadura cívico-militar derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón y tomó el poder. En ese entonces trabajaba como socióloga en el PAMI, pero al poco tiempo que los militares asumieron el mando, fue exonerada. Barrancos cuenta que apareció cuarta en una larga lista de empleados. De todas formas, esa no fue la peor consecuencia de la dictadura en su vida. Meses después comenzó a enterarse de la desaparición de compañeros de militancia, amigos e incluso miembros de su fa-

milia. No había pasado ni siquiera un año de gobierno dictatorial cuando le avisaron que había sido mencionada por un allegado que era torturado durante un interrogatorio. A partir de ese momento, la salida del país comenzó a ser la única opción segura, y Brasil su lugar de acogida. -¿Cómo fue la etapa del exilio? -Ese proceso fue durísimo, no sólo por el significado brutal de la dictadura en nuestras vidas, sino por una cuestión personal. La desaparición de personas que eran amigas, compañeras, compañeros, personas de la familia. En mi caso personal, yo había perdido todo, había perdido mi trabajo porque durante la dictadura fui exonerada. El exilio se planteó como una necesidad inexorable de sobrevivencia porque un día las circunstancias más aciagas estuvieron cerca de mí. Eso implicó que pensara en la salida del país. Siempre que paso por este ciclo, lo recuerdo: era difícil también porque mis hijas mayores no tenían el permiso de su padre para salir del país y tuve que es-


32 perar un tiempo hasta que la situación se tornó grave. Estuve separada de las niñas desde mayo hasta diciembre de 1977. En la historia de Dora Barrancos, Brasil significó seguridad y protección en un momento dramático. Cuando el elenco familiar estuvo completo y sus hijas -Ondina, Laura y Victoria- junto a ella y su esposo Eduardo, se convirtió también en el escenario de su perfeccionamiento académico. Allí realizó su maestría en Educación y se doctoró en Historia. Sin embargo, el hecho más representativo de su estadía en el país vecino no fue en la academia, ni por elección. El asesinato de la brasilera Ángela Diniz, una mujer de clase mediaalta asesinada en una playa de Buzios en manos de su pareja, se instaló en la agenda mediática durante mucho tiempo. La exposición de la vida íntima de la víctima y la justificación de su asesinato fueron recurrentes, pero un episodio particular fue definitorio para Dora Barrancos. Las palabras del abogado del asesino se marcaron a fuego en su cabeza y signaron su acercamiento definitivo al feminismo. -¿Por qué fue gracias a Ángela Diniz tu acercamiento al feminismo? -Porque la circunstancia toda se plasmó en una famosa entrevista que le hace una joven periodista al abogado de la defensa del homicida, un penalista de enorme enjundia en Brasil. Lo que él dice desencadena en mí una reacción vertebral, fue al escuchar decir al famoso penalista -sobre lo que será el abordaje de la estrategia de la defensa- muy suelto de cuerpo: “muy

FRONTERAS sencillo, será muy fácil: legítima defensa del honor”. Eso es un asalto a la razón, ¡legítima defensa del honor! (enfatiza). Me conmovió muchísimo. Además, porque había con relación a Ángela [Diniz] un estado de opinión mediático tremendo, era como la quintaesencia de la sexualidad desbocada, desaforada. Y yo sí, siempre había tenido un cultivo dentro de mí de enorme subversión respecto de los tratos humillantes con relación a la sexualidad de las mujeres. Esas aseverativas o el tratamiento de ‘puta’ de alguien era una posición que me sublevaba muchísimo. Eso lo tengo claro. Es un aspecto mío muy tratado, trabajado, sublevarme frente a los epítetos, a los tratamientos, a esas categorías vilipendiosas de condenas por -asevera y eleva el tono de su voz- la sexualidad de las mujeres. Así firmó su acercamiento al movimiento feminista, movimiento que la acompañó y marcó su vida personal y profesional de allí en más. Barrancos se convirtió en militante por los derechos de las mujeres y la igualdad de género, enlazó su ideología con su recorrido académico y teorizó al respecto: Historia y género (1993), Inclusión/exclusión. Historia con mujeres (2002), Mujeres en la sociedad argentina. Una historia de cinco siglos (2007) y Mujeres, entre la casa y la plaza (2008) son sólo algunos de los ejemplos que ilustran esa tarea. Algunos años después de su retorno al país comenzó su carrera como investigadora en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), sitio en

el cual trabajó por más de 30 años, integró el directorio del organismo durante casi una década. En los siguientes años se desempeñó como docente y directora de carreras de posgrado en reconocidas universidades nacionales, fue legisladora por la Ciudad de Buenos Aires y recibió numerosas distinciones por su labor. Sin embargo, su figura cobró especial popularidad durante la presentación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en Argentina. El movimiento feminista, que recogió las banderas que hace años habían levantado sus pioneras, logró en 2018 el tratamiento legislativo del proyecto por primera vez en la historia. Barrancos, una de sus más fervientes militantes, dijo presente en las manifestaciones masivas y formó parte de la -ya famosa- marea verde. Dos años después, el 30 de diciembre de 2020, las imágenes de Dora Barrancos en uno de los palcos de la Cámara de Senadores de la Nación mientras escucha el resultado afirmativo de una votación histórica tardaron poco tiempo en viralizarse. Hoy, la pionera en el estudio del rol de las mujeres, es también ejemplo de fortaleza. Sus ocho décadas de vida se contrastan con la firmeza y resistencia en sus palabras. Dora Barrancos, que levantó las banderas del feminismo cuando el patriarcado parecía incuestionable, se transforma una vez más en esa enciclopedia que nunca deja de enseñar y concluye “me hubiera gustado ser más tempranamente feminista”.

FOTO: MARCELO MARTÍNEZ


FRONTERAS

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VACACIONES

EN LAS MALVINAS Hugo Martínez tiene 59 años y es ex–combatiente de Malvinas. Recibe en su hogar, en su escritorio de trabajo para contar uno de los momentos más duros de su vida. Es un relato de desesperación, hambre, dolor e incertidumbre. Es el relato de mi padre.

Por PRISCILA MARTÍNEZ Es 1° de junio de 1982. Hugo va al pie del Monte Longdon a buscar municiones mientras a él y a sus compañeros los bombardean los ingleses. Hugo tiene bronca por los amigos que perdió. Hugo está desolado, lejos de su familia. Hugo se pregunta por qué va en busca de municiones y no de comida. Treinta y nueve años después, aquel joven triste, solitario y con hambre me recibe en su casa para hablar. Para tratar de sanar, aunque sea un poco, aquella herida que hoy sigue abierta. -Antes de la Guerra de Malvinas fuiste convocado para realizar el Servicio Militar Obligatorio, eras muy joven. ¿Cómo y cuándo te enteraste que habías sido seleccionado para realizarlo? -En ese tiempo se hacía un sorteo por la Lotería Nacional. Se sacaban números de tres cifras que correspondían a tus últimos números del documento. El mío termina en 423 y me correspondió el número 567. -¿Y ese número qué significaba? -Todo dependía de ese número. Vos sabías que si te daba un número más bajo que 300 te salvabas. Por eso todos hablaban de que “ojalá te tocara un número bajo”. Ya del 300 al 700 significaba que ibas al ejército y los números más altos correspondían a la aeronáutica y a la armada. Y esos sí que eran

los más complicados porque en vez de un año, hacías dos.

viaron al regimiento 7 de La Plata. Así que me quedé en Buenos Aires.

***

-¿Quién era esa persona? -Rubén Pastor. Estuvimos juntos en el trabajo hasta que nos jubilamos. Hay un montón de anécdotas con él y hubo una historia que me confesó hace unos meses: estábamos en Malvinas y recibimos las primeras encomiendas; él fue a buscarlas. La mía era una lata de galletitas grande que estaba llena de cosas. Y Rubén me confesó que tenía ganas de manotear algo -se ríe- pero cuando vio que era mía no tocó nada.

Una tarde de 1980, mientras trabajaba en una panadería familiar, Hugo Martínez escuchó el sorteo en la radio. Tenía 17 años. Cuando llegó al número de orden 423 dejó su trabajo y se dispuso a escuchar: 567. Allí supo que al año siguiente haría el Servicio Militar: “Al norte, al sur…nadie sabía que pasaría”. *** -¿Dónde hiciste el Servicio Militar? -Lo mío fue medio complicado. Porque a mí me llamaron para que me presentara el 4 de febrero de 1981. Y un primo, que ya había hecho el Servicio Militar un año antes que yo, conocía a un Superior que le dijo “No, decile que no se presente en esa fecha porque lo van a mandar al sur”. Así que fui y me presenté más tarde: el 23 de marzo. Ya por ese hecho sabía que me iría en la última baja porque me consideraban infractor. Llegué y veíamos con un chico que estaba a mi lado, con quien después fui a Malvinas y trabajamos juntos, que llenaban camiones con pibes que iban de un lado para otro. A nosotros nos agarraron y por suerte nos en-

-Te tuvo respeto -Claro sí, me tuvo respeto y no tocó nada, (dice mientras estalla en risas). *** Hugo Martínez pasó mucho tiempo alejado de sus familiares durante la conscripción; sólo podían visitarlo los fines de semana. Por eso, a veces cometía lo que hoy califica de “locuras”: en sus días de franco salía de La Plata a las 23 para viajar hasta Avellaneda, cenar con su familia y volver a la una para dormir tres horas antes de que sus superiores lo despertaran. “No dormía nada, pero era la desesperación y la necesidad por salir de ahí”.


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*** -Y antes de que los llevaran a la guerra, ¿ya se sospechaba o se rumoreaba que podía haber un conflicto bélico por las Malvinas? -No. Nosotros estábamos en el Regimiento el día 2 de abril y nos enteramos ahí, por la televisión, que estaba [Leopoldo Fortunato] Galtieri en el balcón y decía que iba a recuperar las Malvinas. Ese día nos encuartelaron, pero nunca nos imaginamos que íbamos a una guerra. Por eso siempre digo que esto no estaba preparado para nada. Yo me quedaba hasta la última baja, pero poco tiempo antes habían dado de baja a dos tandas de muchachos. Y si esto hubiera estado planeado, nunca los habrían dejado ir a sus casas. Como quedábamos poquitos fuimos todos a La Tablada. Nos tuvieron que comprar elementos de higiene en supermercados de la zona porque ni eso tenían. El 5 de abril, cuando cumplía mis 20 años, ahí volvimos todos al Regimiento. Ya estaban reincorporados los que se habían dado de baja y les cortaban el pelo. Además, teníamos todo preparado con el casco, el fusil, el bolsito. Pero no sabíamos a dónde íbamos a parar. Se rumoreaba que nosotros cubriríamos al regimiento 24 de Río Gallegos y los que estaban ahí, iban a Malvinas, porque ya estaban más aclimatados a ese ambiente húmedo que nosotros. Pero no fue así. *** Hugo no pudo contarle a su familia que se iba a una guerra porque ni él lo sabía. Cuando su papá y su hermano fueron a visitarlo el 20 de abril se enteraron que Hugo ya no estaba más en el regimiento. “Cuando vi que en Río Gallegos nos iban a subir al Hércules, le dije a mis compañeros: está más que claro que nos vamos a Malvinas”. Sin embargo, seguían sin comunicarles de modo oficial qué era lo que pasaba. *** -¿Qué tareas tenías que realizar cuando llegaste a las Islas? -A nosotros nos llevaron a Monte Longdon. Y nosotros sabíamos que los británicos venían, pero no sabíamos qué pasaría, si se iba a solucionar de manera diplomática o qué. Así que empezamos a armar nuestras “posiciones” que eran como una tumba: un pozo largo donde uno entraba. Pero te vivías mojando porque brotaba el agua de la tierra. -¿Quiénes estaban mejor preparados tanto a nivel tecnológico como militar? ¿Ustedes o los británicos? -Los británicos sin dudas. Nosotros vimos

FRONTERAS ENCRUCIJADAS

por la televisión en el Regimiento salir a la flota británica: nos impresionó todo lo que llevaban. Y nosotros lo único que teníamos era el [Crucero] Belgrano, que pobrecito lo hundieron. Pero sí, era mucha la diferencia. Y la ropa no era adecuada para el lugar al que íbamos. *** Hugo Martínez volvió de las Malvinas con vida y con 20 kilos menos. “Al principio te daban bien de comer. Pero eso duró muy poco. A veces nos repartían latas de gaseosa que después usábamos para tomar mate con una lapicera Bic y la yerba usada que sobraba del mate cocido. Pero después del 1° de mayo, cuando atacaron por primera vez el aeropuerto, nuestra comida era un caldo por día”. Las municiones llegaban y la comida no. El frío y el hambre no eran una buena combinación en un conflicto armado a manotazo de ahogado. *** -¿Y a qué te aferraste cuando estabas allá para no perder el control de la situación? -Nunca recé tanto como en Malvinas -dice, mientras sus ojos comienzan a humedecerse-. Era la única que te quedaba. También pensaba en mi familia y en como estaría mi papá porque justo había perdido a mi mamá hacía tres años. Al principio me aferraba a las cartas en las cuales les decía que estar en las islas era un paraíso, porque era innecesario contarles cómo estábamos en realidad. La charla cambia de tono, y la voz de Hugo empieza a sonar diferente. “¿Qué son estas “chapitas” que trajiste a la entrevista?” -Una es la chapita que nos tendrían que haber dado y la otra es la que nos dieron. Acá –dice y muestra con su mano derecha- está la demostración de lo mal que hicieron todo. Nos dieron una sólo con nuestro grupo sanguíneo grabado y no con el número de documento como debía ser también. Eso era necesario por si te encontraban fallecido y así podían identificar tu cuerpo. Esto no pasó. ¿Sabés, viste, viviste o te contaron sobre situaciones de abusos de autoridad?” -Mirá, yo no lo vi ni me pasó. Pero sí me enteré de que hubo casos de estaqueamiento en la misma compañía. -¿Sabés qué pasó con las encomiendas que los familiares enviaban o con lo recaudado, por ejemplo, en las “24 horas por Malvinas”? -Eso es una de las cosas que nunca voy a


FRONTERAS

entender. Nadie sabe qué pasó. Lo que sí te puedo decir es que nadie venía a ver cómo estábamos, ya que nos encontrábamos alejados del pueblo. Un solo día vino el general [Oscar] Jofré que estaba a cargo de la 10° Brigada a la cual pertenecía el Regimiento 7. Y lo único que hizo fue retar a un subteniente porque estaba sin afeitar. *** Con los ojos brillosos y a punto de quebrarse, Hugo recuerda bien aquel día donde tuvo que enfrentarse cuerpo a cuerpo con los británicos: “El 11 de junio, el día que vino a Ezeiza el papa Juan Pablo II, llegaron los británicos a donde estábamos. Era algo bestial. Te daba la sensación de que todo se había terminado. Sentías que el mundo te cae en la cabeza. Eran tres sonidos desesperantes: el primero, un golpe seco, cuando salía el proyectil del cañón, el segundo un zumbido que indicaba el viaje del mismo y el tercero, cuando caía y escuchabas la explosión. Si la escuchabas era porque seguías vivo. […] Llegaba un punto que te acostumbrabas a que te bombardeen y ni te tirabas cuerpo a tierra. La batalla de Monte Longdon fue en la que más bajas hubo. Y me di cuenta que estábamos en las malas cuando vi en la colina que una ametralladora argentina nos tiraba a nosotros. Lo más terrible fue escuchar las voces inglesas cerca nuestro. No entendías qué decían y encima no los veías porque era de noche” *** -¿Qué sucedió después de esa batalla? -Nos replegamos y como yo me quedé con el fusil, antes de llegar al pueblo me enviaron al Wireless Ridge. La misión era ir y esperarlos a que avancen hasta ese monte para cubrir a los soldados que se replegaban. Recuerdo que ese día me comí dos dentífricos del hambre que tenía. Al día siguiente nos empezaron a bombardear de nuevo. Esta batalla fue más corta y más intensa porque nos tiraban de frente y de costado. Ahí nuestro superior dio la orden de replegarnos y nos fuimos para el pueblo. *** En Malvinas se dieron situaciones contradictorias con sus superiores. “Cuando llegamos al pueblo nos encontramos con jefes que pensaban que nos habíamos quedado en Monte Longdon. Uno de ellos nos vio, se puso a llorar y nos abrazó porque pensaba que estábamos muertos”. El 14 de junio se firmó la rendición argentina. *** -¿Qué sucedió luego de que se firmara

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la capitulación? -Nos tomaron como prisioneros de guerra y como estábamos todavía en el pueblo, tuvimos que entregar nuestro armamento. Cuando lo hice, empecé a caminar por las callecitas y me encontré con un depósito que parecía de supermercado mayorista lleno de cajas de chocolates, de cigarrillos, de leche en polvo, latas de dulces, etc. Como ese había un montón. ¿Por qué nunca nos lo dieron? Supongo que fue porque pensaban que el conflicto duraría más tiempo. *** “El 16 de junio nos embarcaron en el Camberra. El trato británico allí fue mejor que el de los nuestros. Comida, habitaciones calentitas, duchas… hasta te daban una pastilla para el mareo. Apenas entramos nos dieron un vaso de sopa. El 19 partimos y llegamos a Puerto Madryn con miedo de que el pueblo argentino nos recibiera mal. Pero sucedió todo lo contrario. La gente nos saludaba con banderas y nos tiraban pan. De ahí fuimos a Trelew, luego al Palomar y terminamos en Campo de Mayo para hacer todo lo que no hicieron en meses: revisaciones médicas, nos dieron de comer hasta que moríamos del dolor y nos dijeron que no borremos con el codo lo que habíamos escrito con la mano. Nos hicieron llegar el 21 al Regimiento de La Plata. Mi familia me fue a buscar sin saber si había vuelto. Porque nadie sabía quién estaba vivo y quién no. Mientras nos cambiábamos, fui hasta el portón y allí los vi. Se quedaron tranquilos de que estaba bien. Y allí volvió a pasar lo peor porque había gente que se volvería sola. Hasta escuchamos a una persona que gritó el apellido de alguien que se quedó en las Islas y nadie se animó a decirle nada. Fue muy feo”, confiesa Hugo. Las palabras se quiebran en su voz; su angustia continúa. *** -¿Pudiste conseguir trabajo después? ¿Cómo los trataba la gente? -Te digo que los que estuvimos en Buenos Aires tuvimos más ventaja que los del interior. Acá teníamos a las empresas del Estado que tenían la obligación de tomar ex – combatientes y por suerte me llamaron rápido. Pero para otros fue más difícil. Éramos como “locos de la guerra”. Cuando hablabas con alguien y se enteraba que habías estado en Malvinas te decían cosas como “ah bueno, pero no estás tan mal”. Porque era como “ley” que tenías que volver loco. Y por eso no nos daban trabajo: porque querían evitarse un problema. Y también hubo muchos suicidios porque no recibimos la ayuda necesaria. Me acuerdo

de un muchacho que estudió, formó una familia, todo lo más bien. Y de repente fue con el hijo más chico a comprar un arma. Después se fue a un bar, se metió en un baño y se mató. *** -¿Qué es esto, Hugo?-, le pregunto mientras tomo un libro pequeño y de color negro que había sobre la mesa. -Es un libro escrito por mí sobre Malvinas. En realidad, lo transcribí acá. El verdadero es este -dice mientras señala un pequeño bloc de hojas blancas, sucias y arrugadas-. Me puse a escribir porque no quería olvidarme. Para tener una ayuda memoria de cada cosa que había pasado. -¿Cómo lo titulaste? -“Vacaciones en Malvinas”. Un título medio irónico…- sonríe apenas. -¿Qué sentís cuando ves el famoso video de Galtieri con la gente que festeja en la plaza? -Los argentinos somos así, lamentablemente. Días antes Galtieri había reprimido una marcha de la CGT y a los tres días lo aplaudían. Son cosas que uno no entiende. -En la actualidad ¿se sigue en la lucha por la causa Malvinas? -No sé. Todo es el acto del 2 de abril. Pero el 3, pocos se acuerdan. -Hugo, ¿mantenes aún contacto con otros ex –combatientes? -Sí, en particular con los que trabajé y tenemos un grupo de Whatsapp; estamos prácticamente todos jubilados. *** Con Hugo habíamos pactado la entrevista unas semanas antes, pero debimos suspenderla debido a que su hisopado de COVID dio positivo. “Creo que si la hacíamos podía responder dos preguntas y no respirar más. El primer día que estuve internado, con quince litros de oxígeno por minuto, pensaba en que prefería estar en las Islas. Me sentía muy mal.” -Hugo, una última pregunta, ¿volverías a las Islas Malvinas? -Fui muy cambiante con eso. Primero pensaba que no porque no quería sacar un pasaporte o pedir permiso para ir a mi país. Y después te ponés a pensar en los compañeros que quedaron allá y no me importa lo que digan: quiero ir a rendir un homenaje. Así que si se me da la oportunidad iría. Me gustaría estar en el lugar donde tuve mi posición e ir a visitar el cementerio de Darwin.


ENCRUCIJADAS FRONTERAS

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LA ESTACIÓN QUE RESISTIÓ AL OLVIDO Un vecino se acerca por la calle 17 hasta la puerta del edificio de la ex estación de ferrocarril y lee con atención un cartel que cuelga en la puerta. Acomoda sus lentes de arriba hacia abajo y continúa la lectura. Se coloca las manos en la espalda y se balancea un poco: “Con el distanciamiento necesario”, dice, en voz alta. Su barbijo de color gris oscuro que le hace juego con el pañuelo que tiene en el cuello se desliza mientras mueve los labios al leer. El cartel señala que se reabren las puertas el próximo sábado, junto con el resto de los espacios gastronómicos y culturales de la zona. También subraya que, para esa cita hay que usar barbijo y respetar el distanciamiento. El vecino da unos pasos, acomoda de nuevo sus lentes y se aleja del lugar para continuar con su paseo. Meridiano V se caracteriza por los árboles de tilo y judeas de color fucsia, que le dan color a las veredas. El barrio toma el nombre de la última estación del antiguo tren, que a su vez proviene de la línea geográfica que marca el límite político entre la provincia de Buenos Aires, con La Pampa, Córdoba y Río Negro. Entre adoquines y luminarias antiguas, se encuentran lugares emblemáticos de esta zona platense que hace más de cien años supo ser el centro comercial de la ciudad. Una pequeña sucursal del Banco Provincia,

que cuenta con dos cajeros automáticos (aunque la mayor cantidad del tiempo sólo funciona uno y las personas se aglomeran en su puerta) y que, en su terraza, tiene una pérgola con una enredadera seca que lo diferencia de otros edificios. Una de las farmacias más antiguas del distrito, ubicada en la esquina opuesta, data de más de sesenta años; su edificación responde a igual periodo arquitectónico que la entidad bancaria. Por su parte, la terminal de la línea de micros 338 (conocida como el TALP, o La Costera) parece que tiene vida propia, con sus colectivos que van y vienen las 24 horas. El circuito gastronómico, con sus cafés, bares, restaurantes, cervecerías, también configura y da dinamismo a la zona. Pero es en el centro del barrio donde se encuentra el lugar simbólico por excelencia, el espacio que da luz a Meridiano V tal como se lo conoce: “La Vieja Estación”. *** Sobre las calles 71 y 17, se ubica el enorme e imponente edificio, con una arquitectura clásica de origen francés. Emerge, como un coloso, con su fachada repleta de ventanales, que dan hacia el playón de adoquines, tan característico del lugar. En su frontón un reloj gigante, en funcionamiento de nuevo desde hace dos años, guarda en sus agujas

la historia de este barrio ferroviario. La parte trasera del recinto conserva, aún, las líneas férreas, rodeadas estas por techos y bancos de cemento que dan forma a los andenes. Más allá de las vías encontramos un parque que tiene un pequeño anfiteatro al aire libre, bancos, juegos para niños, y decenas de árboles y arbustos. El edificio de la estación fue inaugurado el 27 de abril de 1910 y su estructura era diferente a la de hoy, ya que sólo la parte central del edificio tenía dos pisos. En aquel entonces, el ramal contaba con alrededor de 100 km de vía férrea y galpones. La actividad ferroviaria del Ferrocarril Provincial se extendía desde La Plata, hasta el meridiano V. Esto dio nombre a una zona que, por ese entonces, parecía no figurar en los mapas. A partir de 1912, con el ramal de pasajeros y el andén habilitados, la población y la economía del barrio crecieron de manera exponencial en los siguientes años. Durante esta época de oro del ferrocarril, su ramal fue ampliado y llegó a tener más de 900 km. Cada vez que los vecinos escuchaban el silbato de la locomotora que anunciaba su arribo corrían a su encuentro para recibir las buenas nuevas. Don Antonio, vecino histórico, recuerda: “Yo era pibe, muy chico pero me acuerdo que con mi familia, cada vez que escuchábamos que llegaba la locomotora, corríamos hacia


FRONTERAS

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La ex estación del Ferrocarril Provincial, ubicada en el barrio Meridiano V que, por su actividad ferroviaria, destacó durante décadas como eje en la economía de la zona, asombra aún hoy a quienes la visitan y disfrutan de su historia. El emblemático e histórico lugar, convertido en Centro cultural hace más de 15 años, se brinda como sitio de encuentro, aprendizaje y esparcimiento, a pesar de años de olvido.

la estación. Es una de las cosas que más recuerdo de mi niñez.” Durante las décadas siguientes, el barrio parecía no dejar de florecer y vivir momentos de bienestar, como consecuencia del crecimiento demográfico y comercial. Antonio también hace memoria sobre esto: “Todo era muy distinto a lo que es hoy. No había tantas casas y tanta gente. Pero de a poco tomaba forma. Todo el tiempo llegaba gente nueva a vivir cerca de casa. Parecía que no dejaríamos de progresar.” Pero estos momentos de abundancia terminaron a partir de 1961, con la implementación del plan Larkin. El Ferrocarril Provincial de Buenos Aires, en un origen denominador Ferrocarril de La Plata al Meridiano V, fue víctima, al igual que otros ramales ferroviarios del país, del acuerdo político-económico del entonces presidente Arturo Frondizi con el Banco Mundial. El convenio en cuestión imponía al estadounidense Thomas Larkin como asesor en transporte, cargo que ocupó con mano de hierro, mientras desmantelaba el sistema ferroviario. Un miembro de la ONG Amigos del Ferrocarril Provincial dice: “Cuando comenzaron a cerrar ramales, allá por los sesenta, fue un desastre para toda la provincia y el barrio no escapó a esa calamidad”. El plan del Banco Mundial sería el puntapié inicial para el fin del funcionamiento de las actividades del ferrocarril provincial. A raíz de esto los trabajadores ferroviarios, junto con vecinos, entablaron planes de lucha. Para 1964, con la organización de los trabajadores ferroviarios, más vecinos y con movilizaciones de por medio, lograron que se reabrieran tramos del ramal perteneciente a la estación. Pero nunca volvió a ser como antaño. La circulación de personas y la economía local, decayeron durante los años siguientes

Por GERMÁN DÍAZ

y sólo se mantendría en pie la sección que iba desde La Plata hasta Avellaneda. “Mucha gente se quedó sin trabajo, gente que hacía carrera, especialistas la mayoría de ellos. Además, se perjudicó la situación de todos, ya que la economía doméstica dependía del movimiento que generaba la actividad ferroviaria”, comenta Cristian. La estación albergó por casi siete décadas al Ferrocarril Provincial de Buenos Aires hasta que fuera clausurado por completo su recorrido en 1977, durante la última dictadura militar. A pesar de las luchas de los trabajadores y de los vecinos, la estación y el barrio, pasarían por años de abandono, mientras mantenían la lucha por aparecer en el mapa. *** Viernes por la tarde, hace calor y el parque público de la Estación provincial desborda de gente. Los niños corren de acá para allá. Algunos juegan con sus padres y madres a la pelota, otros se deslizan por los toboganes, y están aquellos que se balancean en las hamacas. La mayoría no usa barbijo. Los adultos que visitan el predio respetan bastante el distanciamiento social pero no usan ningún tipo de cubrebocas, sólo se lo colocan al retirarse del parque. Alicia, mamá de Nicolas y Lucía, dice: “Venimos siempre, desde que ellos eran chiquitos”, mientras los chicos esperan su turno en el tobogán. “Vivimos en un departamento, acá disfrutamos de un hermoso espacio verde que siempre está muy bien cuidado. Vienen muchas familias, es un lugar muy cálido”. Algunos vecinos tienden mantas en el césped y se sientan a tomar mate o hacer un picnic. Se forman pequeños grupos aislados entre sí, otros se ubican en los bancos de cemento. Ya no se comparte el mate,

cada uno tiene el suyo en mano; la nueva normalidad modifica las rutinas y hábitos de quienes visitan el parque. Sólo los niños, en su mundo de juegos, parecen continuar con la anterior normalidad. En la década del 80, luego del cierre total del ramal que ponía en funcionamiento al “provincial”, el lugar quedó prácticamente abandonado. Los pastizales coparon el terreno, las líneas del ferrocarril fueron cubiertas por yuyos y tierra. Por su parte, el edificio, lejos de sus días de gloría, parecía destinado al olvido. Roberto, vecino, comenta: “Llegó un momento que no daba para más. Uno pasaba por el predio y daba lástima, una pena terrible, un lugar tan emblemático de la ciudad, en total estado de dejadez”. A raíz de esto, un grupo de vecinos decidieron tomar cartas en el asunto. “La idea de ir los sábados a desmalezar y cortar el césped, surgió un poco del boca en boca. Al principio no estábamos organizados ni nada parecido, sólo nos dimos cuenta que, si nadie hacia nada, nos teníamos que hacer cargo nosotros”, explica. Por su parte, Paulina, también vecina, dice: “Nos daba un poco de desconfianza; con pastizales de casi 2 metros, sumado a la falta de luminaria, la zona parecía volverse insegura y como vecinos queríamos recuperarla”. Los sábados por la mañana se transformaron, para Roberto y su familia, así como para otros vecinos, en momentos de reunión y trabajo en la vieja estación. “Nos reuníamos seguido y luego de cada mañana de limpiar y cortar el pasto, se preparaba una picada”, rememora Roberto. El cariño por el espacio hizo que el edificio y el parque que lo circunda quedara al cuidado de los vecinos. Ellos, con esfuerzo y compromiso, le devolvieron parte del esplendor que lo caracterizara décadas atrás.


ENCRUCIJADAS FRONTERAS

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*** A finales de los 80, un grupo de vecinos se reunió en la escuela del barrio y conformó la Asociación Vecinal Estación Provincial (AVEP), cuyo propósito era continuar con el cuidado del edificio y del predio. Durante los años siguientes desde la AVEP presentaron proyectos a la Legislatura de la ciudad para que se declare como lugar histórico, sin suerte. Abel, miembro fundador de la asociación dice: “¡Fue un laburo de aquellos! Pero estábamos decididos a recuperar el lugar. Íbamos cada dos meses a averiguar en qué andaba la propuesta que habíamos enviado pero nunca nos daban buenas noticias. Hasta que se empezó a correr la voz de nuestro reclamo, ahí la cosa cambió”. En 1997, la organización de los vecinos daría sus frutos, y con el proyecto aprobado, unos años después el espacio fue recuperado y empezó a funcionar el “Centro Cultural Estación Provincial”, desde donde se trabajaría por la preservación e identidad del barrio y la historia del ferrocarril. Sobre esto, Abel agrega: “Lo primero que se buscó, aparte de mejorar las condiciones del inmueble, fue que la gente se apropiara del lugar”. De este modo, se encargarían de generar las condiciones necesarias para que el edificio fuera motor de la vida cultural, tuviera una identidad territorial en que se integrara a los vecinos y a la ciudad. Antes de la pandemia del COVID19 y de la consecuente cuarentena se brindaban allí alrededor de 35 talleres de danza, percusión, cursos de fotografía, entre otros. Además, los fines de semana funcionaba en su playón la feria de artesanos, los puestos de comida, los eventos circenses y actividades para niños y la familia.

Como consecuencia del aislamiento social preventivo y obligatorio, la ex estación del ferrocarril provincial tuvo que cerrar sus puertas, lo que generó en un principio preocupación en quienes la conducen. Esteban Ramos, encargado del área de comunicación del Centro Cultural, acota: “Antes de que se declarara de manera oficial la cuarentena ya me estallaba el celular, porque no sabíamos qué íbamos a hacer con las fechas que teníamos programadas y que, por el momento, se habían cancelado”. Por medio de la virtualidad, desde el Centro Cultural se brindaron propuestas a los vecinos y las vecinas, en compromiso con el territorio y los desafíos para mantener el vínculo con la gente. Esteban, dice: “La virtualidad pasó a ser un escenario con una visibilidad política, artística y social importante. Nos dimos cuenta que, en este contexto, teníamos que tomar a las comunicaciones por las redes, no sólo para la difusión, sino también para la propuesta, para hacer que las personas participen”. Las actividades que se ofrecieron fueron bien recibidas por la comunidad. Un ejemplo de esto sería la convocatoria para escribir “Crónicas de la Cuarentena”, con el apadrinamiento de Juan Manuel Mannarino, que logró la participación de decenas de personas. “Antes de la cuarentena teníamos organizado un taller de literatura con Juan Manuel [Mannarino], que es muy cercano al Centro. Suspendido esto, nos empezamos a preguntar: ¿Qué se puede pasar a la virtualidad, y qué no? Y a Juan Manuel [Mannarino] se le ocurrió hacer una convocatoria de Crónicas de la Cuarentena. Que tenía como fin, publicar un libro digital y podcasts. Y por suerte fue una idea muy bien recibida”, explica Esteban. Además, se comenzó a organizar un archivo

histórico. Esta acción, que busca darle una puesta en valor al edificio y su historia, hace partícipes activos a los vecinos y las vecinas, a quienes se les solicita el aporte de fotos y videos de las distintas épocas del lugar. Estas acciones junto a otras realizadas desde la virtualidad, fueron clave para mantener el lazo con los vecinos. Esteban relata: “En todo momento tratamos de interpretar las necesidades de los vecinos. Es un ida y vuelta entre lo que ellos necesitan y lo que nosotros queremos proponer. Somos conscientes de estar situados en el territorio, con un vínculo vecinal e histórico fuerte”. De este modo, el apoyo mutuo entre el centro cultural y el barrio ayudó a atravesar los momentos de incertidumbre que se vivieron durante los meses de aislamiento, a la espera de una nueva normalidad. En el playón de adoquines se encuentran otra vez los equipos de sonido. Las luces y los integrantes de una banda de rock, listos para el show, se acomodan de manera individual para tocar desde los ventanales. Los espectadores se reúnen alrededor, mientras respetan el distanciamiento que solicita el protocolo. Son casi las 20. La vieja estación del ferrocarril es un faro que ilumina de nuevo al barrio. El show está a punto de comenzar. A unos metros de la entrada del edificio se puede ver a Esteban que se mueve de acá para allá, mientras realiza las pruebas de sonido. “¡Vamooos!”, grita, mientras agita un brazo y señala a sus compañeros del espacio cultural, que se encuentran cerca. Las luces se apagan, se escuchan murmullos y “Tebi” presenta a los músicos. Por su parte, el edificio imponente de la vieja estación es protagonista una vez más, de un acontecimiento histórico… un nuevo regreso.


COORDENADAS FRONTERAS

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INFLUENCERS

AKIRA KANETO: ENTRE EL FANDOM OTAKU Y LA COMEDIA En el restaurante de sushi de sus padres, entre mates y risas, Akira Kaneto nos cuenta cómo es la vida de un humorista argenponés, otaku e influencer, que sobresale entre todos por ser uno de los pioneros en la comedia oriental en Argentina. El término (otaku) se refiere a toda persona fanática de la cultura japonesa. Si bien, en ese país se lo utiliza de manera negativa -para burlarse de las personas introvertidas o que tienden a la obsesión- aquí, en occidente, lo utilizamos para referirnos a las personas aficionadas al manganime o subculturas japonesas. También conocidos como frikis, geeks o nerds, son una tribu urbana que fanatiza cualquier temática relacionada al anime, al manga, a los videojuegos, a la música o a la ciencia ficción. A los miembros del fandom se los caracteriza a raíz de este fanatismo, en el que construyen una identidad y una vestimenta particular moldeada en el merchandising que consumen. Hoy, a través de las convenciones masivas que se realizan en el país, se crean eventos dedicados al cosplay,

Por BETTINA VILLALBA

al karaoke, a la venta de todo tipo de arte, y a conocer a figuras importantes para el fandom, como pueden ser los actores de doblaje de los clásicos dibujos animados de nuestra infancia, tales como Dragon Ball, Saint Seiya, Sailor Moon, entre otros. Entonces, si bien el término tiene una historia dolorosa, en la actualidad identifica a una comunidad enorme y masiva como la del fandom otaku. La palabra otaku nació como un término de discriminación y estigma. Resignificada, es una bandera que levantan millones de fanáticos alrededor del mundo. Akira Kaneto es un comediante inmerso en el universo otaku y uno de los artistas más destacados en el país. No es por una simple casualidad. Kaneto es argentino pero es hijo de japoneses y también hace stand up. Mezcla sus raíces japonesas, el mundo otaku y la cultura pop. Todos estos condimentos forman parte de sus shows. Como humorista participó en lugares icónicos de ese ambiente como Ciudad Emergente, Comedy Central y Hora de Reír. También, como influencer y actor realizó videos con otros humoristas, como Guille Aquino, quien de la mano de Droga Nacional se convirtió en uno de los influencers más importantes del país. Hoy, Akira Kaneto rompe “techos” y “crea pisos nuevos”. Sostiene, empoderado, que aspira a escalar cada vez más en las redes sociales hasta conseguir “no sé, un Martín Fierro, por ejemplo”. Akira Kaneto hoy cuenta con más de 240 mil seguidores en Tik-Tok (@akikaneto) donde además de subir su contenido de

humor otaku, realiza doblajes en japonés de los bloopers y memes argentinos más destacados. Seguir sus redes significa apoyar a los artistas que fueron afectados por la pandemia. -¿Cuánto influye en tu perfil artístico ser hijo de japoneses y tener rasgos asiáticos -a pesar de ser 100% argentino-? -Ser hijo de japoneses hace que se dé algo que se llama physique du rôle, es lo primero que la gente te ve, es lo primero que uno como humorista tiene que salir a blanquear arriba del escenario. A la gente le llama la atención cuando algo va por otro lado de lo “normal”. Lo que me sucedió es que me fue difícil al principio salir del monotematismo, de siempre hacer chistes orientales. Antes para la gente era: “Akira [Kaneto] sólo es gracioso por ser oriental” y con el tiempo pude probar que no, que puedo hacer humor con un montón de otras cosas. -¿Qué le ves de positivo y negativo a esta característica? -El ser oriental me dio un plus en el pú blico


COORDENADAS FRONTERAS

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ENTRE EL FANDOM OTAKU Y LA COMEDIA FOTO: EMILIANO GREGORACE

Akira Kaneto nos cuenta en Fronteras cómo es la vida de un humorista argenponés.

otaku, en el mundo del anime que es en el que me muevo. Pero creo que lo más positivo fue que me dio un distintivo. Fue difícil salir de esa etiqueta pero ya lo logré. Sé lo que puede llegar a funcionar sobre el escenario y lo que no, me arriesgo con no ir tanto a lo seguro pero fue un proceso que me costó tiempo y trabajo, eso es lo más negativo que le encuentro. -¿Tuviste situaciones conflictivas en tu familia por la profesión que elegiste? -Sí, las tuve y la pasé mal con eso. Tuve que estudiar por ejemplo, Administración de empresas, que no me gustaba y que no logré terminar por este tema. Creo que lo que tomó más tiempo fue el hecho de que acepten lo que elegí. Pero luego la aceptación se dio por los logros que tuve, tanto Ciudad Emergente, como Hora de Reír, Comedy Central, que me llamen de ciudades para viajar, afectó en su aceptación. Con eso se empezaron a dar cuenta que tengo futuro en esto. -¿Cómo son ellos respecto a la cultura y tradiciones japonesas? -Mis padres son descendientes de japoneses pero no son “japoneses duros”. Mi papá se crió toda su infancia en Ar-

gentina, vino cuando era chico. Mi mamá es hija de japoneses pero es argentina. Entonces tienen tradiciones japonesas pero no tanto. Creo que no intento conectar ambos mundos, sino que simplemente soy yo, que cuento las cosas desde mi punto de vista. ¿La cultura japonesa está involucrada en eso? Sí, lo está, así nomás, porque forma parte de mi mundo. Ambas cosas engloban lo que soy. -¿Qué significó salir en Comedy Central, Ciudad Emergente, grabar con Guille Aquino? -Son sueños cumplidos. Tal vez lo que más te da eso es reconocimiento. Salir en Comedy Central era un sueño y lo logré en menos tiempo del que pensaba, Ciudad Emergente también. Guille Aquino es un humorista al que admiro y que me haya llamado para trabajar con él me sirvió un montón. Pero el tema es que, si bien lo logré, eso no significa que me tenga que frenar ahí. Toqué cierto techo pero aspiro a más. Antes a Comedy Central lo pensaba como un techo, pero al alcanzarlo busqué crear un piso más arriba. -Entonces, ¿Ahora qué “techos” imaginás para un futuro cercano? -Hoy el techo al que aspiro es poder vivir tranquilo de lo que quiero. Lo de Comedy Central se dio a dedo, me llamaron de la productora que se encarga del canal y me dijeron que me querían. La verdad es que no me esperaba ese llamado ni en los sueños más locos, o al menos no en ese momento. Era el sueño que más aspiraba a cumplir a nivel profesional hasta ese momento. Hoy aspiro a no sé... a un Martín Fierro, por ejemplo. -¿Cómo utilizás las redes en relación a tu profesión como comediante? -Son importantes en la carrera artística de alguien. Trato de manejar tanto Twitter Y Facebook como Instagram, intento mantener las tres siempre activas. Hago videos y luego los replico entre las redes sociales. Eso depende del tipo de público, ya que cada red social tiene su propio lenguaje, su propia lógica, un video no funciona en Twitter, pero puede funcionar


FRONTERAS COORDENADAS

bien en Instagram, o tal vez un video en Facebook se viraliza más por la opción de compartir que tiene, por ejemplo. -¿Cómo es el interior de la comunidad de comediantes que hacen stand up? -Mirá, esto te lo digo sin pelos en la len-

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gua, el ambiente del stand up es tóxico... Igual tengo gente en la comunidad con la que me llevo muy bien y que quiero, pero también por este motivo me tiré más para el lado de la comunidad otaku. Más allá de que es el público que manejo, me siento más cómodo rodeado de ese ambiente.

Puede ser que ahí también haya toxicidad pero no entre artistas. El ambiente artístico otaku es amigable. -¿Hay rivalidades entre comediantes? -Sí, sí, hay ciertas rivalidades. Igual creo que también es algo que pasa en todos los ámbitos, no es algo exclusivo del ambiente de la comedia. Como en todos lados, hay gente con envidia que te quiere poner palos en la rueda para que te vaya mal. Pero no creo que eso haga que sea difícil crecer, porque no es necesario crecer desde el lado de la comedia. Con las redes sociales podés crear una convocatoria propia y crecer desde ese medio, te hacés conocido y escalás ahí. -¿Creés que hacer comedia “otaku” hace que sea más difícil la creación de contenido? -En parte sí y en parte no, porque tal vez puede ser que me “encierre” en cierto aspecto, quizás puede verse como que me limita, pero es todo lo contrario. Al ser el anime y el ambiente otaku tan característicos en mí, al tener una presencia fuerte en mi personalidad hace que surja natural el contenido que sale por ese ámbito. Trato de dar un mensaje para la gente del mundo del anime, ya que estoy seguro que les pasa esto de que la gente los mire raro por hacer lo que les gusta. Cada uno es como es y tiene que poder ser libre de mostrar aquello que le apasiona sin miedo a que lo discriminen. -¿A qué crees que se debe el incremento del consumo de la cultura oriental? -Creo que la cultura asiática se consume desde hace rato. Por ejemplo, el animé va en aumento desde la incorporación de Astroboy y Mazinger Z, de la mano de estos dos grandes íconos, de a poco se ingresó el anime y se metió cada vez más en el mercado por la popularidad creciente que tuvo. A raíz de eso aparecieron canales como Magic Kids, Fox Kids, en Estados Unidos, o sea, se adentró en todo occidente. Lo que sucedió después fue que la gente que consumió esos canales, creció y se lo inculcó a gente más chica, entonces se masificó aún más e hizo que las personas se interesen más en profundidad en la cultura japonesa. Esto sucedió con la gastronomía japonesa, por ejemplo con el sushi que se popularizó.

FOTO: NICOLÁS CISNEROS


TIERRA ADENTRO

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FRONTERAS

FABIÁN MORASSUT, FOTÓGRAFO

“CREO QUE ME GUSTAN MUCHO LOS RETRATOS, CAPTAR LOS OJOS DE LA PERSONA” Con un jean chupin, unas deportivas y una campera color azul se acercó para abrir la puerta. Al llegar, corrió los materiales de trabajo que estaban sobre la mesa de su living comedor y comenzó la entrevista frente a los ventanales que deleitaban la vista panorámica de la ciudad de la furia. Sus ojos parecen dibujados, de un color turquesa como el mar y una mirada dulce y profunda que intimida. Fabián Morassut nació el 9 de abril de 1971 en la Ciudad de Buenos Aires y a los 22 años se recibió de Licenciado en Administración de empresas, en la Universidad de Belgrano. Pero su vida viró de forma inesperada hacia el campo de la fotografía. En el marco nacional realizó trabajos junto a las número uno de Argentina: Susana Giménez, Moria Casan y Mirtha Legrand. Fotografió también a modelos como Rocío Guirao Díaz, Araceli González, la China Suárez, Nicole Neumann, Mónica Antonópulus, Lali Esposito, entre más estrellas argentinas. Y a nivel internacional, celebrities como Cher, Antonio Banderas, Cindy Crawford y Kate Moss, lo eligieron como fotógrafo. -¿Cómo conociste a Machado - Cicala? -Tenía una amiga que era modelo en la agencia de Ricardo Piñeiro, en ese momento era Piñeiro y Dotto, las más conocidas, y fui a la agencia para hacerme un par de cosas como modelo en ese momento. Fue Ricardo [Piñeiro] el que me mandó al estudio de Machado-Cicala para hacerme las fotos y ahí los conocí. Ellos hacía poco que habían empezado y pegamos buena onda, me dijeron que buscaban a alguien para que contacte clientes. La verdad es que yo no tenía nada que ver, hasta ese momento y un tiempo después trabajé con mi papá en Elsieland.

Pero después arranqué y empezamos a crecer. Yo le llevaba los clientes, al principio empecé freelance y después decidieron ponerme como socio. En un momento se llamó Machado – Cicala y después Machado - Cicala - Morassut. Es un estudio exitoso, trascendimos la frontera, trabajamos en toda Latinoamérica, en Estados Unidos, en Europa. Pero este año empecé mi carrera solista. Una red independiente, un nuevo proyecto, era el momento en el que necesitaba un cambio y creo que esta bueno hacerlo. -Por lo tanto… ¿Aprendiste a fotografíar con ellos? -Empecé con el tema de clientes, después me metí con el tema de producción y como en las producciones estaba todo el día con ellos, y de ver, empecé a hacer fotos. Soy autodidacta, siempre lo fui, soy muy observador y al serlo uno aprende. Cuando ya tenés una visión artística de las cosas y tu estética tiene que ver con eso no es difícil. Más allá de los estudios, si no tenés práctica, no te sirve para nada. Si vas a ser médico, estudien porque ahí sí, es terrible, pero no mato a nadie si saco una foto fuera de foco. -Ahora que te iniciás solo, ¿pensás hacer todo acá o viajar? -Estoy en un momento de cambio y creo, será nómade mi nueva elección. Siempre viajé, fui del grupo, la persona que salía a buscar afuera la gente y ahora trataré de seguir eso y acentuarlo más. Me quiero ir unos meses a España y unos meses a Nueva York a trabajar. Siempre tuve ganas de ir pero como siempre trabajamos mucho, nunca era el momento. Había llegado a un punto donde

Por MARÍA CELESTE FEHTA ya tenía un techo, y cuando empezás te da como una adrenalina distinta. Igual fueron 22 años, no es que fueron sólo 2, es toda la vida de una persona. Mi idea ahora es seguir como siempre networking a nivel Latinoamérica, España y EEUU que son los países donde se mueven más con representantes. Y después lo que salga en otros países. Pero no es que me mudaré a Alemania. No tendré un lugar fíjo donde viviré, pero sí buscaré cosas nuevas, eso me encanta. -¿Qué es lo que más te gusta fotografiar? ¿Moda, tv, teatro? -Me gusta trabajar con personas, que pueden ser modelos, actores, gente común y lo que tiene que ver con la estética y la belleza. Si tengo que elegir un estilo de fotos, creo que me gustan los retratos. El tema de captar los ojos de la persona. Cuando hablo de retrato no me refiero a una foto de la cara, sino un plano medio, el lenguaje del cuerpo, la cara, la mirada; lo que tenga que ver con beauty, trabajar con celebridades, en publicidad. Todo tiene su encanto. No hago fotos de arquitectura, paisajes o animales, no me dedico a esos rubros. -¿Qué cámaras te gustan más? -Me gusta lo digital, por la post-producción. Lo analógico tiene su magia. Me siento más chico, más millennial. La verdad me gusta trabajar los colores, en post-producción ya tenés todo hecho.


FRONTERAS

Llego un día de fotos, me siento con la computadora y ya veo el material, selecciono, edito. Tiene otra dinámica, lo otro es más artesanal. No se adapta a los tiempos de ahora, donde hay tanta necesidad de urgencia y todo ya. -¿Qué recordás de la primera sesión de fotos a una celebrity que hiciste? -Que fotografiamos entre todos, hace muchos años, fue Cindy Crawford, la primera grosa. Estaba nervioso, en ese momento no sacaba fotos, pero estaba pendiente del cliente, de asistirlo y era todo rápido. Hay gente que tiene poquito tiempo para trabajar y ella era una de ellas. Tenía 3 horas y se iba. Después se sumaron un montón como Kate Moss, Cher, Antonio Banderas. Las producciones fueron en Londres, Los Ángeles y Argentina. Y como celebridades locales, Susana [Giménez], Mirtha [Legrand], Araceli [González]. Susana [Giménez] es genial: es como la ves en la tele. -¿Y con Al Pacino cenaste en la casa? -A él lo fotografió Gabriel Machado, mi socio. Lo conocimos porque era el novio de Lucila Polak. Es amiga nuestra, amiga personal de Gabriel [Machado] y nosotros empezamos a ir a Los Ángeles. Siempre ahí intentábamos hacerle las fotos, pero no le gustan. Un día estaba allá con mis socios y me tocó volverme para hacer una campaña acá. Cuan-

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do me volví ellos lograron fotografiarlo. Y a cenar fuimos en otras ocasiones pero no le habíamos sacado fotos hasta ese momento. -¿Cuál fue la mejor producción que hiciste? -Una de las más fuertes fue cuando fuimos a Los Ángeles a fotografiar a Cher, imaginate que es como un ícono conocido a nivel mundial, nosotros desde acá no tenemos tanta conciencia, pero en EEUU es como si fuese una Susana Giménez pero a nivel mundial. La primera vez fuimos con José, Gabriel y Soledad, que era nuestra productora en ese momento, trabajamos 22 horas con ella sin parar. Había vuelto después de 12 años de no haberse sacado fotos. En realidad hizo ocho cambios de vestuarios, pero en cada uno se modificaba todo el maquillaje y el pelo. Había como tiempos muertos entre foto y foto y eso sumo muchas horas, desde que entramos al estudio hasta que nos fuimos al otro día. Me acuerdo que llegamos a las 10 y nos fuimos a las 8 del otro día. Eso te queda grabado. Y después lo que me gusta es todo el tema de ESPN, de los desnudos, es un desafío interesante a nivel fotográfico. Es gente que no está acostumbrada, o sea nadie está acostumbrado a fotografiarse desnudo, pero hacer fotos desnudos y encima en acción, ya que tenían que estar en movimiento de acuerdo al deporte que hagan, era su actitud, eso también fue bastante complejo.

-¿Qué otro tipo de trabajos fotográficos te interesan? -Me gusta hacer referidos al bien social. Hice fotos para UNICEF, para la campaña de VIH, algunas son fuertes, fotos del bullying, donde era una chica que por ser gordita la apuntaban con celulares y la fotografiaban como si fueran armas. Son hasta difíciles de preproducir. ¿Cómo hacés para explicarle a una nena:`estarás acá, en esta posición porque trabajamos la idea del bullying`? Hay que hacerlo con cuidado, es complejo. Otra campaña que hice para Save the Children, donde una nena estaba arriba de la persona mayor y la foto estaba dividida en dos, el ambiente del grande y de la nena, estaba como diciendo `esta acá, pero puede estar acá´. ¿Cómo lo tratás con el niño? Tenés que trabajar con actores, o con padres e hijos. Pero me gustan, sirven para concientizar. Casi todo lo hago yo, pero muchas veces me asesoro de antemano con gente para enfocar el tema, porque es importante no meter la pata. Me gusta trabajar sin joder a nadie y cuando no es lo tuyo, me asesoro. Es más, ahora estoy con un proyecto para hacer una muestra que tiene que ver con la superación. Trabajar con gente con capacidades diferentes. Porque me paso que trabajé en ESPN con dos deportistas paraolímpicos, con Gusti Fernández (el tenista en silla de ruedas, campeón de Roland Garros) y Dani Giménez (la nadadora que le falta una mano). Y la verdad que eso me generó una admiración grande hacia ellos. Es algo que reflexioné y me di cuenta que los publicaba en mis redes y la gente respondía con respecto a eso. La gente se puede dar cuenta de lo que hacen, son muy grosos. Quiero retratar más gente que tenga cosas de superación y hacer una muestra para demostrar que se puede. Uno se queja, y decís `mira este chico lo que hace´. -¿Sólo relacionado con el deporte o con otros ámbitos? -Es un tema más de superación que de deportistas. Te das cuenta que no está preparado el mundo para todos y mostrarlo desde el lado de la superación, concientiza. A veces me pasa que digo:`es posible que pueda lograr hacer algo para que se visualice´, como lo fue un clip para el VIH, porque consideraba que no había una campaña para la prevención y el uso de profilaxis adecuado para chicos de 16 a 25 años. Convoque a influencers como la China Suarez, Benjamín Vicuña y Cande Molfese. Tuvo una repercusión terrible en las redes y es a lo que se apunta. Hay que actualizarse y saber los temas que están latentes ¿Cómo entonces no lo puede hacer alguien más poderoso?


FRONTERAS Q

AÑO 7 - #13 JULIO- SEPTIEMBRE 2021 ARG $150 ISSN 2451-5590

Hugo Martínez tiene 59 años y es ex-combatiente de Malvinas. Recibe a Fronteras en su hogar, en su escritorio de trabajo, para contar uno de los momentos más duros de su vida. Es un relato de desesperación, hambre, dolor e incertidumbre.

VACACIONES EN LAS MALVINAS

UN TATUADOR

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