Música

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MÚSICA XLII


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Música

Portada:Romy Riq Facebook: Beleth-Icaria

La Reserva: Ana Publinsky Danna Inoniel Isamar Pinales Javier Moran Rey Kalavera Ro Jim

Colaboradores: Dai Weird Diego Medina Gudól Azuara Peter Paul Ramírez Chávez Juan Machin TALVI TeMoK.


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Letras de Reserva

CARTA EDITORIAL

La música se encuentra en todas partes, en el cine, el teatro, meatrevo a decir que también en la ciencia y la tecnología; pero sobre todo (y lo que nos atañe): En la literatura. Desde que el hombre comenzó a contar sus historias, lo hizo utilizando el ritmo y la rima para que lo dicho tuviera cierta musicalidad, así es como nacen los primeros poemas. Ya dentro de la narrativa, múltiples escritores han incluido un soundtrack dentro de sus historias, algunas veces inventando, otras, dando pistas de sus gustos musicales, poniendo como ejemplo a dos de los más populares: Cortázar con el jazz y Murakami con los Beatles. Éste fenómeno sucede también a la inversa, son muchos los músicos que han basado sus canciones en obras literarias (Café Tacuba, Mastodon, Led Zeppelin, por dar algunos ejemplos) El equipo editorial de Letras de Reserva, llegó a la conclusión de que sin música no hay paraíso, por lo que era un tema que no podía faltar dentro de nuestro acervo. Así que se convocó a todo aquel que así lo quisiera, a que nos compartiera su visión acerca de éste tema, por lo que en el siguiente tomo podrán leer y disfrutar rítmicamente los textos de distintos autores. En portada, podemos ver el arte de Romy Riq: un collage de ésta artista chilena, quien de forma visual nos demuestra la universalidad de la música y el cúmulo de sensaciones que hay en ella. También en la parte central de la revista, encontrarán una entrevista donde nos cuenta sus experiencias personales y profesionales. Sin más por el momento, súbanle el volumen y muevan la cabeza a ritmo de “Música” tomo XLII de Letras de Reserva.

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Contenido

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Carta editorial 3 Volúmen 5 TeMoK

Esa música 7 Talvi

Sonata 8 Juan Machin

La música por los canales de Venecia 9 Diego Medina

El canto 11 Dai Weird

Romy Riq 12 Entrevista por Inoniel La última sonata 22 Juan Machin

Puente 27 Gudól Azuara

Ser músico 28 Peter Paul Ramírez Chávez

Esa Rola 29 Gudól Azuara

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Volúmen

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Temok

«Súbele al volumen» me dijiste aquella noche. Nos acabábamos casi de meter un ácido y empezaba a hacernos efecto. Creo que habías planeado todo pues la lista de reproducción era ideal, la cocaína ya nos ha hecho pelear demasiado así que un aceite fue buena idea. Pronto empezaron los gritos, eran otra vez los vecinos peleando. Súbele al volumen— dijiste de nuevo y como siempre en esos casos, subí el volumen. Cada nota que se oía podíamos sentirla en el cuerpo, prácticamente podíamos verla, cada nota nos decía algo distinto, como palabras recién inventadas que solo nosotros entenderíamos; algo así como describen el sermón de la montaña, donde cada quien entendió el discurso de cristo sin importar su lengua materna, pero al revés. Nosotros éramos los únicos capaces de entender las palabras que decían tanto el ritmo, como la melodía y los armónicos, cada efecto que salía de sintetizador o de guitarra eran parte de un discurso dicho por Dios exclusivamente para que nosotros lo entendiéramos. De pronto se oyó un golpe, no era nuevo, los vecinos así son. «Súbele al volumen» dije ahora yo y lo hiciste. Mientras te agachabas para manipular la perilla me quedé viendo la parte de tus piernas que la falda me permitía mirar. Recordé que te había topado en una infidelidad hace poco, seguramente ese es el motivo por el que compraste los ácidos y preparaste esta noche llena de música que nos gusta hasta el núcleo del alma. Esta es tu manera de ofrecer disculpas. Yo sin decir palabra alguna te perdone de inmediato, volteaste a verme aun agachada, con una sonrisa pícara, como preguntando si el volumen ya estaba bien. Me acerqué a ti y metí la mano bajo tu falda. Los sentidos sublimados por el poder lisérgico incrementaron el placer, ya no solo del oído sino de todos los sentidos. «Súbele al volumen» dije mientras te apartaba del aparato y te tiraba en la cama. Casi al mismo tiempo empezaron a sonar cosas chocando contra la pared. Pero nosotros estábamos ya entregados al oleaje de nuestros cuerpos que se movían al ritmo que nos impuso el ajo y de Dios, todo el placer hacia una sinfonía con tus piernas, con mi espalda, con la música atravesándonos el cuerpo. Podría jurar que en ese momento lo que sentí fue amor. Cuando terminamos, ya ambos agotados seguimos oyendo y disfrutando el concierto sensitivo... ya no había ruido de los vecinos, o si lo había ya no se notaba. Deseaba que estuvieran cogiendo y traté de no llevar mi viaje

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hacia esos dones, no quería ensuciarme el viaje con una imagen de gente tan desagradable cogiendo. Pero en verdad deseaba, por su bien, que estuvieran reconciliándose el par de rucos. Te quedaste dormida y yo aún seguía trepado. Así que salí a caminar un rato. Cuando regresé me puse a ver televisión. El viaje chido ya había pasado y estaban pasando caricaturas de los noventa. Llegaron de repente unas patrullas y se hizo un desmadre mediano, me enteré de todo el chisme rápidamente. La vecina había matado a su marido porque le fue infiel y se gastó el dinero para una operación que ella necesitaba. No supe qué sentir, así que regresé a seguir viendo caricaturas. Te levantaste y cuando te conté vi que no había sorpresa en tu mirada. Entendí todo, en ese momento: el vecino se acostaba contigo, tú le robaste el dinero, no sé cómo no me di cuenta antes. Por eso tanta droga, no me había preguntado de donde salió ese varo. Creo que notaste mis pensamientos pues me miraste con un rostro que me recordaba que yo no soy una blanca paloma, tus únicas palabras fueron «Me duele la cabeza, bájale al volumen».

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Y esa música no era como las otras. Lo supo desde el momento que vio las notas bailar en el aire. Saliendo desde el corazón de esa chica que estaba frente suyo. Saliendo desde lo más profundo de su alma aquel lugar al que ni él ni nadie podrían jamás tener acceso. No era como las otras porque esta música no tenía colores se veía como el humo del hielo seco flotando descansando en la fina tela del saco del hombre sentado a su lado. se veía como la bruma en el bosque como un fantasma solitario en una mansión olvidada era una presencia por sí sola era como el aire mismo.

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talvi

Él se volvía inútil al escucharla se le congelaban los músculos de los brazos se le corroía la piel de las piernas y no podía moverse a no ser que ella lo decidiera. Esa música no era como las otras Esa música era como el cantar del demonio.

Esa música

Y él se perdía. En cada sonido que se convertía en una partícula de polvo musical que se incrustaba en su piel y se abría paso hasta sus órganos él se perdía en cada nota que se arremolinaba en sus oídos dejándolo sordo a cualquier otro sonido.


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Juan Machin, Sonata

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Por la noche las cúpulas iluminadas de la Catedral de San Marcos hacían pensar que en una ciudad como esta los milagros debían ser cosa común. Aproximadamente a las cinco de la madrugada llegó en un globo aerostático un aparente vagabundo, que después, supimos era más bien un verdadero vagabundo. Aterrizó en el puente Rialto, y se echó un clavado al gran canal. Fue lo único que supimos de él hasta que la corriente lo arrastró a las esclusas descompuestas...

Los geólogos se preocuparon aún más cuando los biólogos se preocuparon. Las noticias hablaban de una roca que entorpecía las maniobras para arreglar las esclusas y que fue detectada por el cadáver que llegó la noche de la tormenta. Lo que aún no podía explicar nadie era el tamaño

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Diego medina

Lo inusitado del evento llamó la atención de la policía, no por el cadáver sino por lo que llamó la atención de los geólogos. Se cerraron varios canales, entre ellos el principal. El toque de queda en medio carnaval supuso una burla que irritó a los venecianos pues ¿acaso podía haber carnaval en una ciudad sin calles ni canales? Claro que podía. La fiesta continuó todo el día y toda la noche, pero a las diez ya nadie salía, se tocaban las sirenas y se ponían óperas italianas hasta las seis de la mañana en que tablas se deslizaban de una ventana a otra para hacerla de puentes y sobre los techos también desfilaban las telas de colores y las caras descompuestas de resaca.

La música por los canales de venecia

Dios abandonó Venecia un lunes por la mañana. Como nadie podía trabajar, ir a la escuela o a la iglesia muchos dijeron que había amanecido domingo de nuevo. Los nuevos brazos mecánicos de las esclusas habían fallado, se reunieron los esfuerzos de los congregados para el festival que empezaron a sacar el agua poco a poco con sus sombreros y algunas cubetas, pero cuando parecía que lo lograban: el cielo se dibujó de negro y empezó a llover.

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de la piedra, que dicen era mayor al de un autobús y de forma piramidal, pero que parecía palpitar y que estaba incrustada en la tierra, se suponía podría ser una roca con depósitos de gas, lo cual sería muy peligroso para las obras y el personal, pero también se sospechaba de que la roca en realidad fuera un proyectil lanzado por alguna fuerza extremista, por los problemas de Italia con los migrantes, en cualquier caso parecía que el artefacto no era seguro y había que proceder de forma cautelosa a su remoción. Esa tercera noche la explosión no se escuchó porque la ópera del toque de queda no dejó escucharla, pero resultó ser una bomba. Las esclusas se rompieron y la ciudad ha sido devorada por el agua, así de inesperado nos tomó el mar, cuando bebíamos vino o besamos mujeres. La ciudad se hundió mientras soñaba con Vivaldi.

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A veces, cuando el mundo me agobia y siento vibrar todos mis sentidos de forma perturbante, cierro los ojos. Evoco el sonido de la lluvia repiqueteando en mi tejado, cantarinas gotas de agua fría entonando melodías orgánicas, caóticas. Con los ojos cerrados no es difícil recordar el aroma de la tierra mojada, el sonido fluyente del agua corriente. Uno, dos, tres notas. Caen las gotas al vacío de mi mente entonando los primeros acordes de una dulce melodía. La lluvia me recuerda muchas cosas, ha sido la ambientación sonora de diversas épocas en mi vida. Recuerdo aquel amor que conocí un día de invierno, poco tiempo tuvo que pasar para que descubriera que su risa era mi acorde favorito. La vida en general se torna diferente cuando comienzas a hacer melodías al lado de un acompañante, los tiempos son más pronunciados, las notas más profundas, la interpretación se entona con más fuerza.

Cada vez que el mundo me agobia al punto de querer explotar cierro los ojos y entono las gotas cayendo en mi memoria; no sólo recuerdo la calma que me trae la lluvia, lo más dulce, sino una melodía más hermosa, el canto de mi amado.

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Dai weird

Aunque la melodía de nuestra vida fue dispuesta a algo tan espontáneo como la lluvia, lo ha hecho perfecto; mi tenor va y viene cada que quiere, termina de compartir conmigo sus bellas notas y se marcha, nunca me dice a donde se dirige ni cuándo volverá, pero yo lo añoro y busco en cada precipitación.

El canto

Nuestra canción era la lluvia y no necesitábamos intérpretes, letras ni composiciones complejas para entenderla. La lluvia nos contaba las bellas experiencias que habíamos vivido y resonaba tan fuerte como nuestra alegría. Sin embargo, toda buena composición tiene un final, premeditado y hermoso; la última nota se desvanece en el aire y no hay vuelta atrás.


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Romy Riq

Entrevista por Inoniel

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olvido

Romy Riq es una artista, madre y mujer que desde pequeña ha luchado por abrirse paso en lo que más le apasiona. Con gusto por lo artístico, desde temprana edad, desarrolla una sensibilidad que le permite incursionar en el arte, hasta que encuentra lo que llena: El collage. Me comuniqué con ella vía Skype, para así poder platicar y olvidarnos un poco de la lejanía que existe entre Santiago de Chile y la Ciudad de México. Haciendo mano de la tecnología (a veces un poco rebelde) fue como se pudo traspasar fronteras y así se logró la entrevista donde tanto el artista chileno como el mexicano, comparten muchos ideales y formas de pensamiento.

Inoniel (Ino): Cuéntame un poco de tu trayectoria, ¿A qué te dedicas, cómo es que terminas en esto del arte? Romy Riq (R.R.): Bueno, principalmente empecé porque me llamó mucho la atención lo que era la animación, hacer cortometrajes, pero por cosa del destino terminé estudiando técnico audiovisual que era algo similar en el fondo, pude trabajar en una sitcom y también en una película chilena, pero después de ese periodo de tiempo, se me ocurrió tener hijos, así que no pude seguir ejerciendo lo profesional al cien por ciento, llegué a esa etapa de la vida donde uno dice ¿qué hago ahora? Soy madre pero necesito hacer algo más, como había hecho trabajos esporádicos de logotipos a empresas, pensé en que tenía que buscar cosas que complementen el diseño con el arte y empecé a hacer pruebas con el collage. Los cuales han sido utilizados para portadas de libros, discos de música, pero aquí en Chile.

Ino: ¿Por qué el collage? ¿Qué es lo que te llamó la atención de esta técnica? R.R.: Va a soñar medio poético esto, pero era la posibilidad de crear mis propios mundos y verlos reflejados en imágenes. Gracias al collage puedo poner esas imágenes en un conjunto. Ino: Comentaste que participaste en una película y en una sitcom, ¿Cómo fue esa experiencia? R.R.: No sé cómo sea en otros países, pero aquí por lo menos la televisión está súper idealizada, como que está allá a lo lejos. Cuando empecé a trabajar lo hice como asistente de producción y fue un trabajo realmente entretenido, me permitió conocer mucha gente, mucha calle, muchos lugares, acá se dice una picada cuando encuentras algo que cumple las tres B: bueno, bonito y barato; entonces me ayudó mucho, aparte que me acercó a los actores, que uno los ve como dioses en el Olimpo y al final uno se da cuenta que son seres humanos comunes y corrientes.

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Ino: Hablando un poco de Chile, ¿Cómo es el apoyo en el ámbito artístico? En cuanto oportunidades, lugares para exponer ¿Cómo se maneja todo eso? R.R.: En realidad, depende de dónde se busque, hay muchos lugares para hacer exposiciones, pero uno tiene que ponerse límites, por ejemplo un desconocido no va a ir a un museo porque ahí te piden recomendaciones de otros lugares a los cuales tú has participado; pero estas nuevas galerías pop que han aparecido últimamente, que su intención es aceptar el arte a gente común, ellos no son tan exigentes pero sí el límite para los artistas acá es el dinero, porque ellos simplemente te prestan el lugar, entonces el artista se tiene que

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financiar a sí mismo. Hay concursos donde tú puedes concursar y ganas becas, pero no es algo que garantiza cien por ciento que lo vas a ganar, o sea la mayoría de la gente tiene que buscar su financiamiento. Ino: ¿En cuanto a las personas cómo aceptan el arte? R.R.: Hay varias personas que van a las exposiciones, sobre todo la gente que anda en los treintas. Siempre hay gente interesada, pero abarca este periodo de edades, gente mayor o escolares casi no la hay. Ino: ¿Y es posible vivir solo del arte? Por ejemplo un pintor, un poeta ¿puede vivir


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solo de eso o necesita un empleo aparte? R.R.: Se necesita otro empleo aparte, lo que existe acá en Chile es otra realidad, porque si vienes de una familia de dinero y un apellido grande como Larraín, obviamente puedes vivir del arte, pero los que no tenemos el apoyo de familia rica —aquí recalca que no quiere sonar clasista— tenemos que buscar un trabajo aparte para podernos dedicar a lo que nos gusta. Por ejemplo,

yo tengo unos amigos que son de una editorial cartonera y ellos para vivir de lo que hacen, aparte de los libros de cartón hacen clases de tipos de cocidos de libros, un curso de poesía y con eso se mantienen Ino: En cuanto a tu formación académica ¿Qué y en dónde estudiaste? R.R.: En el instituto DUOC UC, que fue un derivado de la Universidad Católica

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de Chile. Al principio entré a estudiar diseño gráfico, pero el primer semestre me fue mal anímicamente, lo que yo realmente quería era hacer animación, así que opté por comunicación audiovisual, me encantaba el mundo de los cortometrajes, el ser capaz de narrar una historia a través de planos y composición, pero por problemas de dinero tuve que cambiarme nuevamente y terminé en técnico audiovisual; era casi lo mismo, la diferencia que en vez de enseñarme estética o escritura de guiones, me enseñaban electricidad y tipos de cámaras y micrófonos.

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segunda fue que sin darme cuenta de ello, yo siempre coleccionaba objetos pequeños, a los cuales los pegaba en una tabla delgada de madera, esos fueron mis primeros collages.

Ino: ¿Eso ha hecho que cambie tu manera de apoyar a tus hijos, le has creado gusto por el arte o porque sigan lo que les gusta? R.R.: Sí mucho, hay ciertos días que hago collage manualmente, es decir, recorto imágenes de revistas y después las pego en un soporte, esas veces procuro que me estén acompañando, ya que a los niños les gusta mucho el hecho de recortar, rasgar papel y por supuesto antes Ino: Este gusto por la animación y lo de irse a costar un buen cuento para audiovisual ¿Cómo surgió, era una dormir, como su padre es muy bueno inquietud que tenías desde niña? con el dibujo desarrollan esa faceta con R.R.: Sí, desde niña me gusta escribir él. A veces recolectamos cajas de cartón cuentos, crear historias y siempre me y hacemos trajes de robot. imaginé ver mis historias hechas en “carne y hueso”. También incursioné en Ino: También mencionaste que creaste el dibujo haciendo comics, pero los luego la portada para algunos músicos, los boté a la basura. ¿Quiénes fueron? R.R.: Hay un poeta llamado Cyrano Ino: ¿Y tuviste la facilidad de desarrollar Datta que hace música experimental, ese gusto? Me refiero al apoyo en casa, y va a sacar un disco dedicado Tesla. tal vez tomar pequeños cursos o que te Cyrano quiere hacer el lanzamiento con llevaran a actividades relacionadas lectura poética y de fondo pasar todos R.R.: Ninguna, mis padres son mis collages. El otro grupo son unas separados y mi madre pasaba el tiempo chicas que cantan pop pero ellas aun no trabajando. Lo de escribir fue por dos me han dicho el sí definitivo. cosas: Mi madre descubrió mi diario de vida y lo leía, así que opté por cambiar Ino: Seguramente sí, te deseo éxito las historias que me ocurrían a mí por ¿Tienes alguna influencia? ¿Quién o aventuras que les ocurrían a otros. La quiénes son tus artistas favoritos?

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R.R.: Cuando empecé a hacer collage fue porque me gusto el trabajo que hacía una chica en facebook llamada Luna Florida, después investigando por internet fui descubriendo a los artistas contemporáneos, allí conocí a Bernasconi, Julien Pacaud y Sammy Slabbinck

Ino: De tu estilo, ¿qué puedes decirnos? R.R.: En mis primeros trabajos, era la ciudad plagada de criaturas que representaba un concepto, un estado emocional. Objetos que cobraban vida, seres que nacían para modificar la realidad. Utilicé colores fuertes para mantener la atención en la acción que ocurría. Mis personajes siempre están actuando; después empecé a Ino: ¿Qué fue lo que te llamó la atención transformar el paisaje me fui más a de ellos? lo onírico; de ahí que me guste mucho Romy Riq: Luna florida fue porque Julian Pacard fusionaba perfectamente lo mundano con lo espiritual. Bernasconi combina la Ino: ¿Sientes que hay una evolución en ilustración con el collage creando seres la Romina que inició a la de ahora? divertidos, reflexivos y lo mejor que logra R.R.: Sí, mucho. Al principio fue jugar son sus texturas. más con la composición que con las imágenes, aún no entendía que para modificar una imagen no había límites,

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después ya todo se me dio naturalmente, por ejemplo que el cuerpo humano podía ser cortado en miles de partes sin perder su esencia, un edificio podría ser un animal, un paisaje en si o un personaje.

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Ino: ¿Qué escucha Romy Riq? ¿Cuál es tu música favorita? R.R.: Escucho de todo un poco, excepto la música de fiesta (reggeton, cumbia y todas “esas”), pero puedo perfectamente trabajar con David Guetta de fondo, Ino: En cuanto a la portada de creaste para Dead Can Dance o escuchar Rhapsody éste tomo (Música) ¿Nos pueden hablar un on Fire, todo tiene que ver con el estado poco de ello? anímico. Cuando estoy llena de energía R.R.: Los griegos y romanos han asociado la me gusta escuchar música electrónica, música a un deidad, es por eso que utilicé cuando estoy en un estado “normal” una “persona” con audífonos, pero si a esto heavy metal, cuando busco inspirarme le sumamos, que el sentir de la música es Lidnsey Sterling. una experiencia que traspasa barreras, donde quien se somete pierde totalmente la Ino: Sé que también tienes gusto por la conciencia de ser algo físico para convertirse poesía, cuéntanos un poco más de ello. en solo espíritu. Toda realidad cambia R.R.: Cuando empecé a ser rechazada cuando escuchas la música que te gusta. por mis cuentos en las convocatorias,


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me volqué a la poesía, como vi que por ese lado tenía buena aceptación empecé a trabajar en mis poemas, participé en dos talleres literarios. Al principio fui muy feminista y terminé participando en la convocatoria internacional Grito de Mujer. También fui publicada en una editorial argentina y otra chilena. Ino: ¿Qué más hay en el futuro de Romi Riq? R.R.: Estoy preparando una exposición en la biblioteca de Santiago y voy a lanzar un poemario con la editorial La Fonola Cartonera, además quiero publicar una novela de fantasía. Ino: ¿Algún mensaje que quieras darle a todos aquellos que todavía no se atreven a desarrollar su lado artístico? Ya sea por falta de apoyo, inseguridad, etcétera R.R.: Desechen la inseguridad, hay que buscar y buscar, no hay que rendirse, total no se pierde nada, pero sí se gana mucho, mucha experiencia, uno se vuelve más sabio, peor es quedarse “esperando” el éxito llega al que busca, como dice el dicho: “cuando se cierra una puerta se abre una ventana” Ino: ¿Algo más que quieras agregar? R.R.: Nada, muchas gracias por la entrevista Ino: Al contrario, gracias a ti por el tiempo y el interés en nosotros; es muy bueno traspasar fronteras R.R.: Claro que si hay que romper las barreras

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juan machin

la última sonata

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Ayer se cumplió un año de la muerte de Iván Mechkin — comenzó a decirMartín — Recuerdo aquella noche de concierto: la sala estaba apenas iluminada y llena de melómanos a la expectación, porque el maestro Iván Mechkin daba el último concierto, de una serie de ocho dedicada a las sonatas para piano de Beethoven. El maestro lentamente subió de nuevo al escenario, después de haber tocado las sonatas 22, 6 y 23. De pie, junto al piano Petrof, esperó a que cesaran los aplausos y dijo: “Esta es la última sonata de la noche y con ella cerramos el ciclo de conciertos. También es la última que escribió Beethoven. Consta sólo de dos movimientos... en el primero se puede escuchar la omnipresente tormenta que le persiguió toda su vida. Parafraseando a Hölderlin, podría afirmar que Beethoven siempre vivió entre truenos. En ese movimiento se puede escuchar la comedia é finita que anunciaba la muerte del genio de Bonn. En el segundo, la música suave, simple y lenta (adagio simple e cantabile), en continuo ascenso nos lleva a las alturas místicas que solamente hombres como Beethoven o Tagore —recuerdo Gitanjali, esa maravillosa ofrenda — han podido escalar y, sobre todo, comunicar. Comunicar en forma inefable y misteriosa a través de las armonías sublimes de la música de un piano o de las palabras. Tales armonías humanas nos llevan directamente a lo Divino, es por eso que Rimbaud llama a los artistas los ‘ladrones del fuego’, recordando el carácter prometéico del arte inmortal. Poco a poco la tormenta del primer movimiento es sosegada y acallada por una luminosa melodía que nos habla del Espíritu. El Espíritu que se manifestó a Isaías, no en el embravecido huracán ni en el furioso terremoto, sino en el suave soplo de la brisa. El Espíritu que modela con el mismo soplo las grandes obras humanas y las obras de Dios. Conforme el final se acerca, todo va cediendo a la calma y la paz perenne del alma que se encuentra ante Dios’. El maestro estaba verdaderamente

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conmovido y nos pidió que al finalizar no aplaudiéramos, sino que, en silencio, permaneciéramos en una serena y humilde acción de gracias ante nuestro Creador. Tocó como nunca y al iniciar los acordes finales, una lágrima corrió lentamente por su arrugada y beatífica mejilla. Al dejar de vibrar en el aire la última nota, bajó la cubierta del piano, unió sus manos e inclinó la cabeza, cerrando los ojos. La sala quedó totalmente sumida en las penumbras del silencio. Después de unos instantes, el maestro de ceremonias se acercó con parsimonia al virtuoso, que permanecía inmóvil ante el piano enmudecido, y, al tocarle en el hombro, Mechkin se desplomó. Inmediatamente llamaron a un médico, pero fue en balde: Iván Mechkin, el genial pianista, había muerto. Es la muerte más hermosa que he presenciado y que pueda imaginar” —dijo finalmente Martín y calló. Todos siguieron callados en la vieja casona, de duela de madera y altos ventanales, donde celebraban el cumpleaños de Cristina. Más de uno sentía un nudo en la garganta. En sus ojos se veía el brillo húmedo de quien está a punto de llorar. Juan rompió el silencio, cuando exclamó: ¡La muerte nunca es hermosa! La muerte siempre es horrible, un sinsentido verdaderamente espantoso. ¿Cómo podrías justificar, por ejemplo, la muerte absurda de Pierre Curie, prosaicamente atropellado por un burgués que llevaba prisa? ¿O el asesinato de Gandhi, Martin Luther King, Juana de Arco? —Y no sólo de ellos —interrumpió Cristina — La muerte de cualquier ser humano es un crimen que comete la naturaleza, envidiosa de la vida. Además, ¿por qué todo mundo rompe en llanto ante la muerte de los famosos y son indiferentes ante la de los humildes? Tomen por ejemplo la masacre del Salvador. Matan al rector de una Universidad y todos protestan y escriben endechas. Pero de la señora y su hija

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nadie se acuerda. Citan los curricular de los asesinados y al final mencionan, por no dejar: “... y Elba Ramos, la cocinera, y su hija Celina”. Como si su muerte fuera menos importante y trágica que la de los jesuitas. —¿Cómo puedes considerar hermosa la muerte del maestro Mechkin? —Continuó Juan, como si no hubiera escuchado a Cristina— Fue, quizás, un hecho asombroso el que muriera tocando la última sonata de Beethoven, pero no puedes afirmar que sea hermosa... no puedes. Curiosamente, siempre que se encontraban en una reunión Martín, Juan y Cristina acababan discutiendo. Juan y Martín eran primos hermanos y Cristina la manzana de la discordia que los había separado definitivamente, volviéndolos enemigos soterrados. Por eso la vehemencia de Juan: vencer a su primo en una discusión era, en cierto sentido simbólico, arrebatarle a Cristina. Tenía que ser esa noche, mañana sería demasiado tarde. Esa noche era la primera vez que tocaban el tema de la muerte, a pesar de que Juan siempre estaba hablando de ella. No entiendo —dijo Martín, mostrando desconcierto— Tú siempre estás propugnando el suicido y hablando superficialmente de la muerte ¿De cuándo a acá vienes a poner reparos en el tema favorito de tus cuentos? —Sí, se ve que no entiendes, pendejo. Si escribo tanto sobre la muerte es precisamente porque no la comprendo. Todos los cuentos que se relacionan con ella son intentos existenciales de superarla, de controlar, aunque sea fugaz e ilusoriamente, el miedo atávico a ya no existir. ¿Piensas acaso que los mexicanos se ríen de la muerte porque no la respetan? Al contrario, es una forma de dominar el miedo que todos los pueblos le tienen. Es una manera intuitiva, no racional, pero no por ello irracional, de entenderla, de descifrar el absurdo que encierra. Si,

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como demostró Bergson, es imposible para la mente comprender la vida, tanto más difícil es el problema de la muerte. Y no porque, como piensa Sartre, no podamos soportar la idea de no ser eternos, sino porque, como exclama dramáticamente Unamuno en Niebla, “¡Don Miguel, no quiero morir!”. No es que alberguemos la quimera de ser como dioses, origen del mito de Gilgamesh y de la obsesión de Nietszche por el eterno retorno, sino simple y llanamente el gen egoísta de nuestras células que se revela, la vida que desea más vida (y el deseo es por su misma naturaleza infinito) y nos hace gritar “¡Diles que no me maten!”... Juan volvió la mirada hacia Cristina, como buscando su aprobación. Había sido impecable su argumentación, bien fundamentada, con cierta dosis de emoción: tenía a Cristina en la bolsa. —Eso me recuerda a Pascal, aterrado entre los infinitos que rodean al hombre, que no es sino un átomo, una sombra que no dura, una débil y efímera caña —dijo Cristina, interrumpiendo a Juan. Sí, pensó éste, la tengo en la bolsa. —O a San Agustín, azorado ante la posibilidad del no ser: el hecho de que no existía antes de nacer y la posibilidad de no existir después de morir —dijo Martín, interrumpiendo, a su vez, a Cristina y mirando desafiante a Juan. O a José Alfredo Jiménez, con aquello de que “la vida no vale nada”, o ¿no? —dijo Gabriel y todos soltaron una carcajada. Todos, excepto Juan, quien permaneció con el ceño adusto de un Catón, lanzándole una mirada cargada de odio a Gabriel. Había roto la magia, de un manotazo vulgar le había arrebatado a Cristina, con una cita de Nietszche ¡atribuida a un cantante de música ranchera!

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Era lo primero que decía Gabriel en toda la noche, y, al ver la favorable acogida que brindaron a sus palabras, especialmente Cristina, se animó a continuar y dijo: “Y, hablando de muerte, ¡Bebamos y cantemos que mañana moriremos!”. Juan estaba verdaderamente encolerizado: el pinche Gabriel ahora citaba a San Pablo, totalmente fuera de contexto y le ofrecía el brazo a Cristina. Todos, excepto Juan, recibieron de buen grado la invitación y pasaron al salón donde, siguiendo los sabios consejos de Netzahualcóyotl y Khayyam, se pusieron a cantar y a brindar. Juan miró su reloj, faltaban cuarenta minutos para la media noche. No sólo estaba fuera de contexto, sino que la afirmación de Gabriel era totalmente inexacta y se los demostraría. Nadie vio cuando Juan se adentró malhumorado en las tinieblas. Nadie se dio cuenta que prendió fuego a la casona vetusta; nadie escuchó, esa noche (sí, esa noche y no el día siguiente) súbitamente iluminada por el incendio, sus grotescas y abominables carcajadas; nadie le escuchó, sobre el crepitar y crujir de las duelas, cuando se alejó tarareando para sí el primer movimiento de la última sonata de Beethoven, y nadie sobrevivió al infierno...

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puetnte

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gudól azuara

Mientras las substancias resbalaban por el interior de mi cuerpo las cosas comenzaron a tener otro sentido. Todo se debilitó y las formas y estructuras se derritieron para mezclarse en el vórtice del ritmo y las melodías de la música que sonaba en el lugar. Estaba drogado, eso dicen, pero no me sentía como tal, ¡fue maravilloso! Nunca tuve miedo, estaba ante algo natural desconocido para mí y, en cambio, me dejé llevar como lo hago en la cotidianidad, sin preocupaciones. En un principio, todavía con el tiempo del reloj como bastón, me quedé quieto viendo como las notas musicales en su magnánima independencia bebían de los espejos. No quería espantarlos; su color morado-amarillento sujetaba a mi retina con enorme fuerza; cualquier ruido extraño, cualquier movimiento ajeno a su devenir detendría la germinación del puente. ¿Cuál puente? El puente solamente. Aún sabía que era yo quien pensaba, pero no sabía porque lo pensaba. Así que me quedé ahí hasta sentir el fresco de los espejos pasar por mis ojos para luego tornar la plática a tonos menores. Mientras eso pasaba, ¿o fue al final? no lo recuerdo, un acorde, una pandilla de sonidos, vino. Se acurrucó a un costado de la luz, sopló algo de tiempo, me abrazó y sacó su lengua húmeda para absorber la sal de las partículas, invitó a pasar los besos obscuros inherentes a los armónicos a mi movimiento. Le sonreí al hecho y de mi boca, martillando los labios, salieron enormes tentáculos transparentes sujetados al viento. Los cuales estaban enamorados del silencio que descansaba en la comodidad de la posibilidad. Después de eso o siempre, no puedo concretarlo, estuve con todos, en todos lados, esparciéndome por los recovecos del acontecimiento. Hasta ese momento no sabía en qué me estaba convirtiendo, si estaba volviendo en lo que era antes, si siempre había sido lo mismo o si sólo estaba confundido. Hasta que sin proponerlo, la sensibilidad se expandió a la totalidad y mi vitalidad se protegió en las trompas de Eustaquio de los escuchas; vagué mucho por sus seres y me encontré con todo, la verdad mostraba algo de sí en el cúmulo de subjetividades. Pude sentirlo, estábamos conectados. Si me movía, todo se movía y si se movían yo me movía. Éramos inseparables; yo era nosotros y nosotros eran yo. Era evidente... yo era la música.

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ser músico

peter paul ramírez chávez

Dondequiera que escucho una canción, reclamo al universo, a Dios, a la genética: mi anhelo no cumplido…

Fatal me hace sentir no ser un músico. Sólo poseo esta voz ridícula que brama y lastima cada nota que libera.

Si cantara afinado… o tocara instrumentos musicales, domaría a mi tristeza, renunciaría, quizás, a la escritura (mi consuelo hasta ahora).

Fascinado con diarias melodías, soltaría las amarras del hartazgo y la vida, sinuosa, insoportable, dolería casi nada.

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Música

LETRAS DE RESERVA

¡Cada vez que escucho esa rola, tú regresas! Acometes mi presente, te escabulles entre mis ideas y mis pasiones y te escapas del olvido; devoras un pedazo de mí; luego, al terminar la canción te largas y ahí, en ese pequeño espacio repleto de mordidas que era mío, te quedas para siempre. ¡Cada vez que escucho esa rola! te recuerdo menos. Pues cada vez estás más y más en mí, ocupando lo que ya no soy; desvaneciéndome hasta que quedes tú, sólo tú, y no haya quien, después, te traiga de regreso con esa rola.

esa rola

gudól azuara

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