La nostalgia de los muertos 2

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“¿Recuerdas, cuando me dijiste te amo por primera vez?, me sentí tan feliz que de verdad quería saltara tus brazos y besarte como una loca, solo quería eso, besarte.”. Están a salvo-dije. Había logrado escapar de ese maldito agujero del diablo, el lugar en donde se encontraba el retén ahora sólo era un punto lejano en el horizonte, no se durante cuánto tiempo había corrido, pero la hemorragia de mi brazo derecho se había detenido, parece ser que se había cicatrizado y por el momento no representaría molestia – bueno si no considerábamos el maldito ardor – mi respiración seguía agitada por la carrera que había hecho desde los autobuses hasta este pequeño saliente. Me encontraba a un lado de la carretera que salía de la ciudad de México, observando la terrible masacre que se presentaba ante mí recuperando mi aliento y tratando de poner en orden mis pensamientos; te veía a ti junto a nuestro hijo, siendo devorados por los infectados ¿Por qué siempre que pasaba momentos de crisis, mezclaba los recuerdos?, ¿Quería escapar? ¿Acaso mis recuerdos me protegerían de la muerte y destrucción que ahora se presenta? Quite el sudor de mi frente y de mis parpados, necesitaba moverme y encontrar la manera de limpiar mi herida, si no las cosas se complicarían bastante sí se llegara a infectar, también necesitaría vendas y algo de medicamento. Pero lo que me tenía impactado era haber escuchado tu voz en el baño de lo que ahora es un cementerio, realmente me odiabas y me odiabas de tal manera que no querías que muriera; No, no me querías muerto, sino que sufriera en este maldito infierno, querías verme ahogado en llanto y en la sangre de las víctimas, riéndote mientras me estremezco entre la muerte y el olor a carne quemada, en donde estuvieras, seguramente reías al verme correr como un idiota, casi llorando, implorando por mi vida, pero debo de seguir, no te daré el maldito gusto de verme morir y que me creas un cobarde, redención.

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Miré a lo lejos para saber a dónde podría dirigir mis pasos para ponerme a salvo, pude ver que después de todo lo que era una hilera de muerte y violencia, se encontraba otro retén militar esta vez cercano a la cabina de cuota de peaje de la carretera, no distinguí mucho, pero si me pude percatar de que existía movimiento. Alguien se estaba defendiendo; ese era mi actual destino, si quería probarte que no era un cobarde, tenía que ayudar a los que, como yo, estuvieran peleando contra esas mierdas. Comencé a bajar lentamente de la saliente, hasta que mis pies estuvieron de nuevo en el asfalto, sin hacer mucho ruido me acerque poco a poco a los autos, no llevaba ningún tipo de arma, así que el que me atrapasen aquí significaría mi fin, pasaba entre los autos, algunos vacíos, otros – para mi sorpresa – con algunos bastardos encerrados dentro de los vehículos; ¿Cómo pudieron enfermarse?, pobres infelices, moviendo sus mandíbulas pegados a las ventanillas. Continué caminando, pero venía en contrasentido de los automóviles así que las luces de los autos abandonados no me permitían revisar si alguno de los fenómenos se acercaba a mí, continuamente miraba hacia atrás y hacia los lados, pero las luces eran un obstáculo, algo que me puso bastante nervioso e inseguro, el retén quedaba lejos y yo avanzando como un bebé dando sus primeros pasos, me hizo preguntarme si encontraría a mi llegada a alguien con vida. Recorría la fila de automóviles, solo encontrando muerte y sangre, pero seguí avanzando, pretendiendo ignorar los pedazos de humano que tocaba con mis pies: orejas, manos, cabezas, supuse que aquellos que los habían devorado ahora atacaban el retén militar que ya podía ver con claridad, solo un kilómetro faltaba para llegar ahí, pero estando incluso ahí sabía que tenía que tendría que combatir de nuevo si es que quería entrar a la ciudad de México con vida, inclusive ahí me esperaría más sangre y horror. Seguí caminando. Me refugiaba en los recuerdos de mi hijo, tarareaba por lo bajo la canción de cuna que me enseño mi madre, la canción que mi hijo amaba tanto, recuerdo su cara adormilada cuando llegaba del trabajo, llevarlo a la cama para que estuviera listo para la escuela en la mañana; Incluso recuerdo sus pucheros cuando me tocaba hacer la guardia nocturna en el hospital, rogándome que no me fuera, sí, los recuerdos de mi hijo 8


han sido mi mayor tormento y a su vez mi más grande tesoro. Llegue al punto en que podía ver con claridad la lucha que se llevaba entre los agentes del gobierno y los enfermos, los primeros resistían valientemente armados con un cañón de agua y varios rifles, el primer punto era pasar esa resistencia y llegar del otro lado, después seguir mi camino hacia la ciudad de México, que ya sólo estaba a una hora o dos máximo, pero ¿Cómo pasar sin poner en peligro mi vida y la de los demás supervivientes? El sonido de la puerta de un auto abriéndose, me distrajo de mis pensamientos, busqué el lugar de donde provenía el sonido, encontrándome con una mano que me hacía señas para que me acercará, lentamente fui a donde me estaban llamando, hasta llegar al auto, era un auto compacto, en donde se encontraba un muchacho, que no aparentaba tener más de 30 años. Me acerqué a la puerta y la abrí con cuidado, no sabía si el sonido llamaba la atención de los malditos, entré y me senté en la silla del copiloto, cerré la puerta de igual manera como la había abierto, suspiré, por lo menos estaba tranquilo, mire a mi anfitrión, noté que estaba bastante nervioso, sólo atiné en decirle: gracias. -No te preocupes, es mejor tener compañía, ¿has visto si en el retén siguen combatiendo? Es que hay una maldita camioneta que no me deja ver si siguen con vida. – me dijo bastante angustiado. -Sí, siguen combatiendo, tenemos que llegar al otro lado, pero sin que nos confundan con uno de esos bastardos – le dije firme. -¿Los has visto?, son unos hijos de perra, esos desgraciados aparecieron de repente por toda la ciudad, comenzaron a masacrar y a devorar a todos, vi como mi madre le dio una mordida a mí padre, casi le arrancó los dedos de la mano, yo vengo de la parte oriente de la ciudad y créeme que ya no hay nadie vivo ahí, simplemente todos se mataron entre sí – en este punto él ya estaba llorando – sólo alcance a tomar algo de comida y agua, ir a mi casa por mi esposa y mi hija y salir corriendo, pero todo se ha ido al carajo. -Espera, dijiste esposa e hija, ¿Dónde están? ¿Siguen con vida? – le pregunte con cierta duda.

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-Sí, si dices que los agentes siguen combatiendo ellos siguen con vida, sólo alcanzamos a llegar hasta aquí, esos malditos alcanzaron a muchos de los coches que venían detrás de nosotros huyendo de la ciudad, ¿De dónde vienes? -Vengo de Guadalajara, vengo por asuntos personales a la ciudad – le respondí. -¿Están esos desgraciados en esa dirección?-me pregunto angustiado. -Tuve un viaje tranquilo hasta que el autobús en el que venía se detuvo cerca de aquí, tengo la esperanza de que esto sólo este pasando en el centro de México, y exista alguna esperanza de huir hacia un lugar seguro. -Pero hombre, ¿Por qué quieres entrar a la ciudad? Es un puto cementerio, ya no encontrarás a nadie vivo – se detuvo – perdón, ¿Alguien te espera ahí? – me dijo apenado al reconocer su falta de tacto. -Digamos que sí, alguien me espera. Nos quedamos un rato en un tenso silencio, hasta que le dije: -Necesitamos llegar del otro lado, pero ¿cómo pasamos la línea de fuego de los agentes? -Creo que solo queda la opción de no hacer ruido, acércanos y rogar que los agentes nos vean y nos cubran – me dijo convencido. – Creo que podemos caminar sin hacer ruido en el filo de la carretera, y tratar de entrar sin que nos vean los agentes ni los bichos esos, por cierto ¿Por qué estás aquí si tu familia está en el retén? – le dije. -Vine por nuestras provisiones, todo comenzó desde temprano así que no comimos ni bebimos nada, yo puedo aguantar un poco, pero a mi esposa y a mi hija ya les estaba doliendo el estómago, debo regresar rápido. -Y ¿ya comiste algo? – le pregunté. -No, quiero comer con ellos, tomé algo de agua, pero ya estoy listo para irme, quiero verlos, quiero estar con mi familia – me dijo con una voz llena de esperanza. Nos quedamos viendo, desvíe la mirada y respire profundamente, sabía que era lo que venía, otra vez tenía que abrirme camino entre los 10


muertos, comencé a sentir mi sangre hervir, la adrenalina comenzaba a correr por mis venas, miré a mi compañero, él tenía un motivo para vivir, pero yo no podía asegurar que cuando llegáramos él seguiría con vida, mis manos temblaban, respiraba de manera profunda sintiendo que era fuego lo que entraba a mis pulmones, escupí al parabrisas, con un una señal salimos al mismo tiempo del auto. Los desgraciados no tardaron en darse cuenta de que habíamos abierto las puertas, al carajo con el plan, al no tener armas con nosotros, comenzamos a correr hacia el retén; los bastardos, nos comenzaron a seguir, no eran tan rápidos pero eran demasiados, en un abrir y cerrar de ojos conté por lo menos a 30 de esos bastardos tras de nosotros, todos gimiendo y moviendo sus mandíbulas, ansiaban devorarnos, comenzamos correr, tropezando con los pedazos de cuerpos que estaban en la carretera, mi compañero era el que más se detenía pues venía cargando una pesada mochila en donde traía los alimentos para su familia, ya había perdido varios frascos de comida para niño en la carrera, sólo le gritaba para apurarlo: -¡Vamos! ¡Corre! – le gritaba con toda el alma. Llegamos a un pequeño claro entre los autos, en donde dos autos habían chocado –una camioneta y un tráiler – estúpidamente fuimos a parar a una trampa, nos miramos incrédulos, creo que él estaba a punto de llorar, le grité que se calmara y que buscara algo con que defendernos – le dije que no caeríamos aquí, no ante estos perros enfermos – yo pensaba que no quería ver la cara de mi esposa riéndose cuando me vea desde el inferno; busqué por el suelo, no encontré nada y esos cabrones ya estaban sobre nosotros, solo atine a decirle que subiera al cajón del tráiler, con mucho esfuerzo por su pesada carga subimos por la camioneta y luego hacia el cajón del tráiler, a nuestros pies un montón de bichos ansiosos de nuestra sangre. -¡Nunca cabrones! ¡Encontraré una forma de cargarme a todos de una maldita vez! – no entendía porque estaba tan ansioso de defender a ese pobre infeliz, bien pude dejarlo morir, pero aquí estaba pensando en cómo sacarnos de ahí. Pero no hallaba la manera en la podríamos salir y los desgraciados se amontonaban uno sobre otro y casi nos rozaban los pies, pero todo 11


cambio para nuestra suerte observé que en el cajón de la camioneta había una caja de herramientas, tenía que alcanzarla, le dije a mi compañero que me esperara, al mismo tiempo que di un salto del cajón del tráiler hacia la caja de la camioneta, los bastardos se dieron cuenta, comencé a defenderme con mis puños, sólo los empujaba, ellos seguían viniendo. Tomé la caja de herramientas y subí de nuevo al cajón del tráiler, pero justo cuando llegaba con mi compañero, uno de los bichos me tomó por los pies; el desgraciado tenía una fuerza descomunal, intente jalar mis pies, pero no funcionaba, realmente me molestó. -Ven aquí, Hijo de puta. Evadiendo sus mordidas, logré colocar mis manos sobre su cabeza, el desgraciado quería morderme, pero coloqué mis dedos pulgares sobre la cuenca de sus ojos, recordé una vieja película de mafiosos mientras tenía al infectado con mis manos, la cosa esa gritó, puse más fuerza, yo lo miraba, hasta que mis dedos entraron a sus cuencas, sentí su fría carne y los restos de sus ojos comenzaron a resbalar por mis manos. -¡Abre la puta caja! –le grité a mi compañero-busca algo con lo que podamos defendernos y abrirnos paso. Abrió la caja y de ella sustrajo unas enormes pinzas de mecánico, y con esta misma golpeó en el cráneo al que yo tenía sujetado por la cabeza, los sesos del enfermo casi entraron a mi boca, con una patada regrese el cuerpo hacia el cajón de la camioneta, me acerqué a la caja de herramientas –mi compañero ya estaba reventando cabezas y gritando – tomé el martillo y comencé a hacer lo mismo, ambos gritando, maldiciendo, sobre ese cajón de tráiler, éramos los putos dioses del inframundo, quería que vieras que no era un cobarde. Entre la matanza, los agentes del retén comenzaron a hablarnos por el altavoz: -¡Escuchen los supervivientes del tráiler! vengan hacia acá los cubriremos. Dicho esto, abrimos paso hasta el cajón de la camioneta, bajamos y comenzamos a correr hacia el retén, no quería bajar la cabeza, pero con el sonido de la balas pasando cerca de mí era inevitable, mi compañero 12


a duras penas corría, regresé hacia donde estaba, tomé la bolsa que le pesaba tanto y corrimos, al vernos cerca uno de los agentes abrió la puerta, pero noté de dos de los infectados se acercaban. -¡No cierres! dispárales – le grité al agente. Pero él ya estaba siendo atacado por los fenómenos; A nuestro portero lo habían abierto en canal los infectados para comer sus intestinos, llegamos a la puerta y con las herramientas que teníamos en la mano, les dimos muerte a los agresores, por fin pudimos entrar. Al estar a salvo, me senté en el suelo, jadeando, sudando como un infeliz, con sangre en mis manos y sesos en mi cara, vi como mi compañero se reunía con su esposa e hija. Los miré fijamente, sonreí, pero por dentro los odiaba, ver esa escena dentro de toda la matanza y el caos, fue bastante extraño, quizá porque ellos pertenecían a un mundo que ya no existía para mí, el verlos reunidos, me hizo pensar en ti, en la muerte de nuestro hijo, al ver esa escena quería que los que se acababan de reunir estuvieran muertos. Al ser un espectador de la escena familiar, llamé la atención de la pequeña niña, que no tendría más de 6 años, se acercó con un pedazo de pan, que seguramente traía la familia en sus provisiones, ellos ya se encontraban comiendo, tomé le pedazo de pan, me levanté y me dirigí hacia ellos, le di el pan a la niña, la ansiedad de todo esto me había quitado el hambre. -¿Me puedes dar un poco de agua? –pregunté. La esposa, tomó una botella desechable pequeña y me la ofrecía, yo con gusto la acepte y la bebí, pero noté que su esposa no estaba comiendo nada. -Oye ¿tú no comes nada? Esta comida hizo un largo viaje hasta aquí – le dije a la mujer. -Sí tengo mucha hambre pero sólo quería saber que mi esposo estuviera bien, es todo. La calma no duró mucho, comenzamos a escuchar como los agentes disparaban sus armas de nueva cuenta, me levanté rápidamente para ir por las armas que habíamos dejado cerca de la puerta – cuando entramos las arrojamos – ya gritaban de nuevo y se escuchaban los gruñidos de 13


los caídos, pareciera que era un número considerable, porque el muro que habían colocado para cercar la zona se estaba tambaleando, corrí lo más rápido que pude, y llegue hasta la puerta, al verme uno de los agentes me gritó: -¡Salgan de aquí! Estos pendejos no tardan en tirar toda esta madre, ¡salgan! llévate la camioneta que está estacionada en la parte de atrás, llévate a la familia a un lugar seguro. -¿¡Pero qué hay de ustedes!? No, los podemos dejar aquí, ¡vámonos!-contesté. -¡No podemos irnos! No tendrían oportunidad si dejamos de disparar, vayan y descubran que carajo está pasando, toma las llaves – arrojo las llaves y regreso al combate. Tomé las herramientas y las llaves de la camioneta, corrí de regreso con la familia, les informe de la situación el padre tomó a su hija en brazos, recogimos lo que pudimos de las provisiones y salimos corriendo con dirección a la camioneta, solo miraba hacia atrás para saber si todavía teníamos algo de tiempo, con la familia detrás de mí, los guiaba hacia donde la camioneta. -Es por aquí, vamos… No termine la frase, cuando escuche uno de los gritos más horribles que he escuchado en mi vida, volteé para saber qué era lo que había pasado; La niña ya infectada estaba mordiendo la garganta y la vena carótida de su padre, la sangre salía con mucha fuerza, sabía que esa era una herida mortal, el padre gritaba de dolor, mientras empujaba a la infante, yo fui corriendo hasta ellos, tome a la niña de la cabeza y trate de jalarla; Su madre entró en pánico, gritaba, metí mis manos en la boca de la niña como antes lo había hecho, pero si llegaba a jalar la vena del padre se reventaría completamente, trate de zafar la boca de la niña de la garganta del padre, pero este ya estaba muerto por desangramiento, solté a la niña que de un movimiento termino de arrancar la carne de su padre, su madre se había desmayado al ver la escena. Nos encontrábamos en esta crisis, cuando escuché una fuerte explosión que provenía del lugar del retén, algo había salido terriblemente mal, el lugar estaba cubierto en llamas, entre el fuego se veía a los agentes siendo devorados, por un momento me perdí, no creí que todo 14


eso estuviera pasando. Pero el sonido de la niña mascando la carne de su padre, me hizo volver a la realidad. Tomé a la mujer en mis brazos y seguí corriendo, miraba hacia atrás para saber si nos llegaban a alcanzar, entre el fuego distinguía las sombras de los caídos; En la carrera, la mujer se despertó, pero no estaba en sí, solo repetía – Mi hija, tiene que ir a la escuela – como pudo se bajó de mis brazos y comenzó a caminar hacia donde se encontraba la horda, quise detenerla, pero algo dentro de mí me detuvo, ella siguió avanzando, hasta que finalmente se encontró con lo que quedaba de su esposo, y su hija, la madre levantó a su hija, sólo para recibir una mordida en la cara, la madre gritó, cayó desmayada del dolor, la pequeña infectada continuó alimentándose. Con horror pude observar como su recién fallecido padre, se levantaba, su cabeza no se podía ni mantener en su lugar por la falta de apoyo en el cuello, pero se arrastró hacia el cuerpo de la madre, el infeliz no podía ni darle una mordida, pero con sus manos arrancaba cabellos, ropas, estaban preparando el festín para los malditos que se acercaban, y así fue, me quede viendo la terrible escena, cuando salí del shock, eche a correr de nuevo. Tuve que dejarla ir, aun cuando corría a toda velocidad escuchaba un su lamento, el sonido de su carne y de sus huesos siendo arrancados de su torso, sentí una tristeza enorme por lo que les había pasado, ¿acaso tú te hubieras quedado a mi lado hasta el final?, ¿acaso yo merecía que te quedaras a mi lado? sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas. Llegué a la camioneta, cerré la puerta y encendí el vehículo, con la muerte, el fuego y la pena detrás de mí, veía de frente al horizonte, estaba a punto de amanecer, arranqué el auto y lo dirigí fuera de la carretera donde podría evitar a los autos abandonados, no sabía qué pasaría, avanzando poco a poco, pude ver la silueta de la antes llamada ciudad de los palacios, muerte y sangre me esperaban y aun sabiendo eso, ¿Por qué no dejaba de sonreír? Continuará.

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