Rastros. Del crimen mundial. Edición número 1.

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1 RASTROS del crimen mundial...

CC Editores


Antes de empezar


Antes de empezar


Para nuestro lector... Luego de una larga investigación y por fin comprensión de lo que la criminalística y la criminología hacen en nuestra vida, me gustaría presentarles el trabajo fruto de un apasionante camino y un dedicado estudio del crimen colombiano. Crimen es lo que hay, “el pan de cada día”, anuncios en periódicos, revistas, titulares de noticias, última hora en todos los países. Parece una situación de nunca acabar, por más leyes, castigos, controles, el delito encuentra nuevas maneras de expresarse. Y esto parece ser lo que llama la atención del público en general. En algunos casos, delitos menores, pero en la mayoría, el crimen como máxima expresión. El profesor Gresham M. Sykes dice: “el hechizo de esos temas tiene su fundamento en el hecho de que el criminal expresa nuestros impulsos reprimidos, y en que obtenemos una satisfacción sustitutiva al ver la realización de nuestras fantasías en la realidad” (Fontalvo, Criminología. Un enfoque humanístico., 2002, pág. 25). Si revisamos rápidamente el historial de publicaciones relacionadas con esta temática, vamos a ver que abundan y a primera vista parecería innecesaria la publicación de uno más. Sin embargo, el tipo de publicaciones encontradas pertenecen a dos grandes campos: el primero, hace referencia al amarillismo, periódicos, revistas, sitios web, que publican noticias o casos relacionados con la muerte, pero que tratan la temática muy superficialmente, y sirven para satisfacer el morbo generalizado; el segundo, habla más de un campo académico, direccionado a las personas expertas en el tema, o a quienes se están preparando para esto. Vale la pena aclarar que esto hace referencia al caso colombiano, porque en otros países, como Argentina, México, España, existen publicaciones enfocadas al público general, las cuales son base primordial para la siguiente propuesta.

Laura Pérez


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RETRATO DE UN MONSTRUO: Luis Alfredo Garavito “Aparezco como un ser diabólico, despiadado y malvado pero eso no es así, soy un ser humano que sufrió terriblemente y sigo sufriendo. Muchos factores fueron los que me abocaron a tan terrible situación y que hay que entrar a analizar”

Miguel Mendoza

La Bestia asesina: Más de ciento ochenta víctimas (niños entre los seis y los quince años), es la aterradora cuota de asesinatos cometidos por Luis Alfredo Garavito a lo largo de casi una década. Con engaños, conducía a los jóvenes a un lugar apartado donde los amarraba, torturaba y violaba, para finalmente acabar con sus vidas de manera salvaje. Durante varios años, transitó por diferentes ciudades y municipios de Colombia dejando su huella de terror y crueldad. Garavito estaba convencido de que Satanás, con el que había hecho un pacto, le había dado el poder de la invisibilidad y lo protegía de ser atrapado. Una vez acababa con la vida de varios niños indefensos, se marchaba a un nuevo lugar donde repetía el mismo método de engaños, perversión y muerte. Una y otra vez, en diferentes Departamentos del país, aparecían los cadáveres de niños mutilados y con señales de tortura. La gente empezó a creer que el coco sí existía y andaba por las calles colombianas robándose a los pequeños más indefensos.

Cuando por fin fue capturado, Garavito estaba confiado en que jamás lo relacionarían con todos los asesinatos cometidos. Se creía poderoso e invencible. Al no poder negar sus crímenes, lloró pidiendo perdón. Era otra más de sus mentiras: él es un monstruo incapaz de arrepentirse. Sus disculpas y sus lágrimas no pueden curar el dolor de las familias que perdieron a sus hijos bajo su perversa mano. Las rejas de la cárcel tal vez no puedan retenerle para siempre. Mientras llega ese lamentable día en el que regrese a las calles colombianas, conozcamos su aterradora historia.

Por el tipo de víctimas que escogía, a Garavito se le considera un pedófilo: un sujeto adulto que siente una atracción sexual hacia niños o adolescentes. Garavito violaba a sus víctimas y obtenía placer sexual al torturarles de manera sádica.


El MODUS OPERANDI DE UN ASESINO EN SERIE Garavito cazaba a sus víctimas en las plazas públicas o de mercado, y en los terminales de transporte. Prefería niños de rostro bello y de constitución delgada, cuya edad estuviera entre los cinco y los quince años, aproximadamente. La mayoría eran vendedores ambulantes o jóvenes muy pobres a los que engañaba comprándoles una gaseosa o un cuaderno. A veces les decía que los contrataba para realizar trabajos en fincas cercanas.

A los primeros niños que atrapó, les dio una puñalada en el corazón. Más adelante, cambió el sitio y la cantidad de cuchilladas para así prolongar el sufrimiento de los jóvenes. Los violaba y finalmente los estrangulaba. En muchos casos les mutiló el pene y se los introdujo en la boca; a otros los decapitó.

Durante el proceso de tortura, se emborrachaba con aguardiente. Arrojaba los restos y a veces los ocultaba con tierra o con matorraCuando se ganaba la confianza de los niños, les. Cada nueva víctima era registraba en una los conducía a su destino final. Para some- libreta. Constantemente cambiaba su aspecto terlos e intimidarlos usaba cuchillos, mache- físico para no ser identificado. tes y sogas. Los conducía a lugares apartados como las afueras de las ciudades; una vez allí, los desnudaba y los hacía caminar en círculos para cansarlos. Les decía que los iba a matar.

Como la mayoría de los asesinos en serie, a simple vista, Garavito parece un tipo normal, hablador, dicharachero y hasta chistoso e incluso inteligente. En realidad es un asesino despiadado que espera la oportunidad para volver a matar y violar. Su verdadera inteligencia es la capacidad que tiene para seducir y atrapar a sus víctimas.


RETRATO DE UN MONSTRUO: Luis Alfredo Garavito

“Aparezco como un ser diabólico, despiadado y malvado pero eso no es así, soy un ser humano que sufrió terriblemente y sigo sufriendo. Muchos factores fueron los que me abocaron a tan terrible situación y ASESINO que hay que entrar a analizar” EN S

La Bestia asesina: Más de ciento ochenta víctimas (niños entre los seis y los quince años), es la aterradora cuota de asesinatos cometidos por Luis Alfredo Garavito a lo largo de casi una década. Con engaños, conducía a los jóvenes a un lugar apartado donde los amarraba, torturaba y violaba, para finalmente acabar con sus vidas de manera salvaje. Durante varios años, transitó por diferentes ciudades y municipios de Colombia dejando su huella de terror y crueldad. Garavito estaba convencido de que Satanás, con el que había hecho un pacto, le había dado el poder de la invisibilidad y lo protegía de ser atrapado. Una vez acababa con la vida de varios niños indefensos, se marchaba a un nuevo lugar donde repetía el mismo método de engaños, perversión y muerte. Una y otra vez, en diferentes Departamentos del país, aparecían los cadáveres de niños mutilados y con señales de tortura. La gente empezó a creer que el coco sí existía y andaba por las calles colombianas robándose a los pequeños más indefensos.

Garavito, La Bestia, es Miguel Mendoza como uno de los mayore rie del mundo. Según el F en serie (o asesinos serial Cuando por fin fue capturado, Garavito esque matan por lo menos taba confiado en que jamás lo relacionarían nes cometidos. con un intervalo con todos los asesinatos Se creía ent poderoso e invencible. no crímenes poder negarcometid sus to.AlLos crímenes, lloró pidiendo perdón. Era otra más que de una compulsión, de sus mentiras: él es un monstruo incapaz de orígenes la infancia o arrepentirse. Sus disculpas y susen lágrimas no mentales. pueden curar el dolordesajustes de las familias que per- En dieron a sus hijos bajo perversaymano. ensumatar una vez lo h Las rejas de la cárcel tal vez no puedan retenerden detener. El más fam le para siempre. Mientras llega ese lamentable Jack el dest día en el que regresetiempos a las calles fue colombianas, conozcamos su aterradora ingléshistoria. de finales del siglo salvajemente al menos a Por el tipo de víctimas que estas. Nunca se descubrió cogía, a Garavito se le considera un pedófilo: un sujeto adulto que siente una atracción sexual hacia niños o adolescentes. Garavito violaba a sus víctimas y obtenía placer sexual al torturarles de manera sádica.


El MODUS OPERANDI DE UN ASESINO EN SERIE

Garavito cazaba a sus víctimas en las plazas públicas o de mercado, y en los terminales de transporte. Prefería niños de rostro bello y de constitución delgada, cuya edad estuviera entre los cinco y los quince años, aproximadamente. La mayoría eran vendedores ambulantes o jóvenes muy pobres a los que engañaba comprándoles una gaseosa o un cuaderno. A SERIE: veces les decía que los contrataba para realizar trabajos en fincas cercanas.

A los primeros niños que atrapó, les dio una puñalada en el corazón. Más adelante, cambió el sitio y la cantidad de cuchilladas para así prolongar el sufrimiento de los jóvenes. Los violaba y finalmente los estrangulaba. En muchos casos les mutiló el pene y se los introdujo en la boca; a otros los decapitó.

Durante el proceso de tortura, se emborrachaba con aguardiente. Arrojaba los restos y stá considerado a veces los ocultaba con tierra o con matorraCuandoenseseganaba la confianza de los niños, les. Cada nueva víctima era registraba en una es asesinos los asesinos conducía a su destino La final.Bestia Para someConstantemente su aspecto era unlibreta. asesino nómada, yacambiaba que se desFBI, los terlos e intimidarlos usaba plazaba cuchillos, machefísico paraterritorios no ser identificado. por diferentes del país. Para les) son personas tes y sogas. Los conducía a lugares apartados ganarunadinero os en tres comoocasiolas afueras de las ciudades; vez allí, vendía lotería, jugaba chance y pedíaenlimosna. los desnudaba círculos Planificaba sus crímenes cuidatre cada asesina- y los hacía caminar para cansarlos. Les decía quedosamente los iba a matar. para no levantar sospechas; se dis-

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Asesino nómada y organizado:

Como mayoría de era los un asefrazaba y no dejaba pistas.laSegún el FBI sinos en serie,metódico; a simplemata vista, asesino organizado: inteligente, Garavito parece un nora la víctima en un lugar y se deshace deltipo cuerpo en otro; engañamal, a sushablador, presas condicharachero trampas. y hasta chistoso e incluso inteligente. En realidad es un asesino despiadado que espera la oportunidad para volver a matar y violar. Su verdadera inteligencia es la capacidad que tiene para seducir y atrapar a sus víctimas.


LA RUTA CRIMINAL DEL DEMONIO Ángeles decapitados A principios de 1994, en la Tebaida (Quindío), se encontró el cadáver de un niño. Le habían cortado la cabeza y presentaba varios cortes. Era la firma siniestra del monstruo. En los tres años siguientes, en Pereira (Risaralda) cerca de cincuenta cuerpos mutilados y decapitados se recuperaron en diferentes fosas. El 18 de octubre de 1997, en Río Frío (Valle del Cauca), se encontró otro cuerpo de un joven de trece años. Presentaba marcas de más de treinta puñaladas. Estos hallazgos no eran ni las primeras ni las últimas víctimas de Bonifacio Morera Lizcano (como se hacia llamar Garavito), pero fueron los que empezaron a despertar la atención del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía General de la Nación. Entre 1993 y 1998, el CTI encontró centenares de restos en Risaralda, en especial en Pereira. La mayoría presentaban una cuerda atada al cuello y señales de tortura. Durante mucho tiempo, los investigadores no sospecharon que el responsable de todos los crímenes ocurridos en diferentes zonas del país fuera un único hombre.

Al parecer, los primeros crímenes cometidos por La Bestia de Génova ocurrieron en 1992 en Jamundi (Valle del Cauca). Por mucho tiempo, adoptó el nombre de Bonifacio Morera Lizcano, con el cual despistó a las autoridades. Según sus declaraciones, es probable que además de niños haya matado a personas adultas.

En un principio, los crímenes de Garavito pasaron casi inadvertidos para los colombianos, hasta que cometió una cadena de asesinatos en el departamento del Valle y luego en Pereira, que alertaron a todo el país y estremecieron al mundo. Amnistía Internacional, el Parlamento Europeo y la ONU enviaron misiones para seguir el caso.

Mutilación ritual El 24 de junio de 1998, en Génova (Quindío), fueron hallados los cuerpos de tres niños de nueve, doce y trece años. Los habían torturado y mutilado. Cinco días antes, los menores fueron vistos en compañía de un hombre que les ofreció plata para que le ayudaran a buscar una res en una finca cercana. Un grupo de investigadores del CTI fue enviado desde Armenia para identificar posibles pistas que permitieran relacionar estos casos con otros similares ocurridos en su territorio. En todas las escenas se identificó un ritual de sangre que parecía no acabar nunca. Se obtuvieron descripciones físicas del sospechoso. La cara del monstruo empezaba a conocerse.


Casos sin resolver En 1998, una funcionaria de Armenia mencionó a los investigadores del CTI una orden de captura emitida en Tunja tres años atrás para un tal Luis Alfredo Garavito Cubillos por la violación y muerte de un niño al que le habían cortado la cabeza y cercenado el pene. Los detectives tomaron nota del caso y lo sumaron a la lista de sospechosos. Su nombre pronto sería importante. En septiembre de 1998 se reconocieron tres crímenes similares en Florencia (Caquetá). A finales de este año, se descubrieron una docena de restos infantiles a las afueras de Villavicencio (Meta). El ansía asesina del monstruo iba a terminar por condenarle.

El caso del monstruo se destapó definitivamente en noviembre de 1998, cuando un joven encontró una fosa con huesos humanos: eran los restos de trece niños cuyas edades oscilaban entre los ocho y los catorce años. Una semana después se hallaron otros doce cuerpos y nueve cráneos; algunos conservaban en el cuello una soga.

¿Obra de Satanás? Tres cadáveres hallados en Florencia hicieron pensar al CTI en Bogotá que estaban frente a un sólo asesino. Los restos hallados presentaban las mismas señales de tortura que varios cuerpos descubiertos en Pereira y Villavicencio. Varios investigadores se reunieron en Pereira para fortalecer la teoría de un asesino en serie. Hicieron una lista de más de cien sospechosos, que finalmente se redujo a diez.

Las desapariciones de niños en más de once departamentos del país obligaron a la Fiscalía General de la Nación a crear una comisión especial de investigadores. Las pocas pistas que se tenían del posible o posibles asesinos, exigieron todos los esfuerzos de los agentes del CTI encargados. Los investigadores de Tunja, Armenia y Pereira, compartieron información y descubrieron que los casos de desaparición de menores presentaban rasgos similares. Una soga atada al cuello de las víctimas era un de las marcas especiales que se reiteraba. En un comienzo se orientó la investigación hacia el satanismo, la prostitución infantil y hasta se pensó en una red de tráfico de órganos. Se investigaron casos de abusadores y violadores de niños. Pronto se descubrieron muchísimos casos similares en los departamentos del Meta, Cundinamarca, Antioquia, Quindío, Caldas, Valle del Cauca, Huila, Cauca, Caquetá y Nariño. Si el culpable de todas estas atrocidades era un único ser humano, era uno muy astuto.


Tras las huellas del mal En Armenia, desde finales de 1998, los investigadores del CTI establecieron contacto con familiares y conocidos de Luis Alfredo Garavito, el hombre que tenía orden de captura en Tunja. Luz Mary Ocampo, mujer con la que Garavito vivió en una época, les dijo a los detectives que él era una persona amable y cariñosa. La hermana de Garavito les entregó a los agentes una bolsa que contenía un montón de libretas, talonarios, pasajes de bus, etc. El contenido era un valioso material que les permitió a los investigadores reconocer el itinerario de un homicida. Las pistas reconocidas en sus pertenencias, apuntaban a que Garavito era el culpable de muchos de los crímenes de niños cometidos por todo el país. ¿En dónde estaría ahora?, era la pregunta que atormentaba a los detectives.

En julio de 1999 se convocó una cumbre en Pereira con todos los fiscales y equipos científicos e investigativos relacionados con los casos de niños asesinados. Se determinaron pistas importantes: en todas las escenas analizadas se identificaron ataduras, bolsas plásticas, botellas y tapas de bebidas alcohólicas.

Infancia y juventud de un asesino: Luis Alfredo Garavito nació en Génova (Quindío) el 25 de enero de 1957, siendo el mayor de siete hermanos. Fue maltratado y humillado por su padre. Estudio hasta quinto de primaria en el Instituto Agrícola de Ceilan (Valle del Cauca). Cansado de pelear con su papá, se fue de la casa a los 16 años. Trabajó como ayudante en un supermercado, donde lo echaron por ser conflictivo. A los veintiún años estuvo en Alcohólicos Anónimos. Durante cinco años recibió tratamiento psiquiátrico en una clínica del Seguro Social de Manizales. Ya se sentía atraído por menores de edad y tenía fantasías sádicas en las que imaginaba que los violaba. Los médicos pensaron que su caso era uno más de tantos alcohólicos y no prestaron atención a su inclinación perversa. Después de ese tratamiento, comenzó su vida de vendedor ambulante y estafador. Entraba a los colegios con documentos falsos de instituciones para pedir plata en nombre de los más desfavorecidos. Adoptaba la identidad de mendigo, discapacitado (usaba muletas o cuellos ortopédicos) y hasta de monje. Fingía ser humilde y espiritual. Garavito vivió con dos mujeres mayores que él a cuyos hijos siempre cuidó y respetó. Sus compañeras dijeron que sólo cuando se emborrachaba era problemático y agresivo. En varias ocasiones regresó de visita a la casa de su papá, pero siempre volvía a discutir con él. Estuvo en la cárcel de Tunja por sospecha de violación y asesinato de un menor; fue liberado por falta de pruebas. Para sobrevivir, a veces vendía estampitas de imágenes religiosas. Vivía en cuartos de casas humildes en barrios marginales. En estas zonas, empezó a engañar a los niños con dulces, cuadernos y bebidas para luego violarlos y matarlos.


Un investigador solitario y los niños de los cañaduzales Carlos Hernán Herrera, morfólogo (estudioso de la forma y estructura del cuerpo humano) que trabajaba en Buga (Valle del Cauca), envío un informe a la dirección general del CTI para que se buscara a un asesino que abordaba a niños en las plazas de mercado y terminales para luego violarlos, decapitarlos y cercenarles los genitales. Los cuerpos investigados por Herrera habían sido hallados en plantíos de caña de azúcar. En una escena analizada por el morfólogo, el cañaduzal se había incendiado. Al parecer el asesino tuvo que huir y dejó al lado del cadáver unos pantaloncillos, unos zapatos, una peinilla, un destornillador, unas gafas y algunos billetes. Con el análisis minucioso de esa evidencia, concluyó que el asesino debía tener cuarenta años, 1,65 metros de estatura, delgado, y que cojeaba de la pierna derecha (uno de los zapatos estaba más gastado). Del seguimiento de los billetes, concluyó que habían sido puestos en circulación en Cauca, Nariño, Caqueta, Valle y Antioquia. Logró una aproximación del rostro del asesino a partir de los puntos donde los anteojos hacían contacto en la cara.

El 14 de julio de 1999, pudo exponer sus conclusiones en la cumbre de investigadores citada en Pereira. Los detectives del CTI de Armenia escucharon éstas nuevas pistas y se convencieron de sus propias teorías: estaban tras la huella de un único asesino en serie.


Tras las huellas del mal En Armenia, desde finales de 1998, los investigadores del CTI establecieron contacto con familiares y conocidos de Luis Alfredo Garavito, el hombre que tenía orden de captura en Tunja. Luz Mary Ocampo, mujer con la que Garavito vivió en una época, les dijo a los detectives que él era una persona amable y cariñosa. La hermana de Garavito les entregó a los agentes una bolsa que contenía un montón de libretas, talonarios, pasajes de bus, etc. El contenido era un valioso material que les permitió a los investigadores reconocer el itinerario de un homicida. Las pistas reconocidas en sus pertenencias, apuntaban a que Garavito era el culpable de muchos de los crímenes de niños cometidos por todo el país. ¿En dónde estaría ahora?, era la pregunta que atormentaba a los detectives.

En julio de 1999 se convocó una cumbre en Pereira con todos los fiscales y equipos científicos e investigativos relacionados con los casos de niños asesinados. Se determinaron pistas importantes: en todas las escenas analizadas se identificaron ataduras, bolsas plásticas, botellas y tapas de bebidas alcohólicas.

Infancia y juventud de un asesino: Luis Alfredo Garavito nació en Génova (Quindío) el 25 de enero de 1957, siendo el mayor de siete hermanos. Fue maltratado y humillado por su padre. Estudio hasta quinto de primaria en el Instituto Agrícola de Ceilan (Valle del Cauca). Cansado de pelear con su papá, se fue de la casa a los 16 años. Trabajó como ayudante en un supermercado, donde lo echaron por ser conflictivo. A los veintiún años estuvo en Alcohólicos Anónimos. Durante cinco años recibió tratamiento psiquiátrico en una clínica del Seguro Social de Manizales. Ya se sentía atraído por menores de edad y tenía fantasías sádicas en las que imaginaba que los violaba. Los médicos pensaron que su caso era uno más de tantos alcohólicos y no prestaron atención a su inclinación perversa. Después de ese tratamiento, comenzó su vida de vendedor ambulante y estafador. Entraba a los colegios con documentos falsos de instituciones para pedir plata en nombre de los más desfavorecidos. Adoptaba la identidad de mendigo, discapacitado (usaba muletas o cuellos ortopédicos) y hasta de monje. Fingía ser humilde y espiritual. Garavito vivió con dos mujeres mayores que él a cuyos hijos siempre cuidó y respetó. Sus compañeras dijeron que sólo cuando se emborrachaba era problemático y agresivo. En varias ocasiones regresó de visita a la casa de su papá, pero siempre volvía a discutir con él. Estuvo en la cárcel de Tunja por sospecha de violación y asesinato de un menor; fue liberado por falta de pruebas. Para sobrevivir, a veces vendía estampitas de imágenes religiosas. Vivía en cuartos de casas humildes en barrios marginales. En estas zonas, empezó a engañar a los niños con dulces, cuadernos y bebidas para luego violarlos y matarlos.


Un investigador solitario y los niños de los cañaduzales Carlos Hernán Herrera, morfólogo (estudioso de la forma y estructura del cuerpo humano) que trabajaba en Buga (Valle del Cauca), envío un informe a la dirección general del Laque tragedia del terremoto del eje CTI para que se buscara a un asesino abordaba a niños en las plazas de mercado y cafetero, ocurrido el 25 de enero de terminales para luego violarlos, decapitarlos 1999 y que provocó muchas péry cercenarles los genitales. Los cuerpos invesdidas humanas y graves desastres, tigados por Herrera habían sido hallados en pospuso varios meses la cumbre de plantíos de caña de azúcar.

investigadores citada desde BogoEn una escena analizada por el morfólogo, el cañaduzal se había incendiado. Al parecer el tierra afectada por la presentá. La asesino tuvo que huir y dejó al lado del cacia de un cruel demonio, sufría la dáver unos pantaloncillos, unos zapatos, una de un desastre natural. La peinilla, un destornillador, unas gafas yviolencia algunos billetes. Con el análisis minucioso investigación de esa se complicó, pero sin evidencia, concluyó que el asesino debía tenerembargo siguió adelante. cuarenta años, 1,65 metros de estatura, delgado, y que cojeaba de la pierna derecha (uno de los zapatos estaba más gastado). El 14 de julio de 1999, pudo exponer sus conDel seguimiento de los billetes, concluyó que clusiones en la cumbre de investigadores cihabían sido puestos en circulación en Cauca, tada en Pereira. Los detectives del CTI de Nariño, Caqueta, Valle y Antioquia. Logró Armenia escucharon éstas nuevas pistas y se una aproximación del rostro del asesino a convencieron de sus propias teorías: estaban partir de los puntos donde los anteojos hacían tras la huella de un único asesino en serie. contacto en la cara.


Las dos caras del mal eran una sola Mediante el cruce de información entre los diferentes investigadores, surgió el nombre de Bonifacio Morera Lizcano, con antecedentes de violación y acoso de menores. Su fotografía les hizo reconocer a los detectives que Morera era el mismo Luis Alfredo Garavito Cubillos, un sujeto con orden de captura de la Fiscalía 17 Especializada de Tunja por el homicidio de un menor. Todos los expedientes analizados de los diferentes casos ocurridos por todo el país, por fin se empezaron a organizar y a señalar al culpable. El monstruo por fin tenía un nombre y un rostro, pero por ahora estaba ocupado con su última víctima.

Brand Ferney Bernal Álvarez, entonces un joven de dieciséis años, después de ser violado y apuñalado siete veces por Garavito, logró desamarrar las cabuyas que lo ataban de pies y manos para huir de la muerte y escapar del peor asesino en serie del mundo.

El 27 de noviembre de 1998, los niños de Pereira marcharon de noche para exigir que no los siguieran matando.

La lotería de la muerte El jueves 22 de abril de 1999 en la plaza de los Centauros, en Villavicencio, el joven John Iván Sabogal, fue abordado por un hombre amable que deseaba comprarle un billete de lotería. El niño no sospechó nada raro. El sujeto fingió buscar su número favorito y con agilidad le puso un cuchillo en el costado. Era Luis Alfredo Garavito, el peor asesino en serie del mundo, y él muchacho sería su última víctima. Gritar para pedir auxilio significaba la muerte, así que el joven obedeció la orden de su captor de abordar un taxi. Garavito fingía ante el conductor ser familiar del muchacho. Era un experto actor. Después de veinte minutos de recorrido hizo detener el carro en las afueras de la ciudad. Pagó la carrera y condujo al joven hacia unos matorrales. Era el principio del fin.

A 800 metros del lugar donde pretendía matar a John Iván Sabogal, las autoridades descubrieron entre junio y noviembre del año anterior doce cadáveres de víctimas anteriores.


El monstruo es humano La mamá de John Iván, al saber la historia por la que acababa de pasar su hijo, alertó a la policía. De inmediato se dispuso un operativo para atrapar al violador. El agente Pedro Babativa, encargado de la búsqueda, ordenó crear un anillo de agentes alrededor de la zona en la que aún podía estar el violador. Al ver que no aparecía ningún sospechoso, ordenó a sus hombres fingir que se retiraban para así despistar al criminal. Gravito, confiado como siempre, salió de los matorrales. Una patrulla lo detuvo. Se identifico como Bonifacio Morera. John Iván estaba en una patrulla listo para identificar a su secuestrador. Al ver al hombre no dudó en señalarlo: “ese es el hijueputa que intentó violarme”. Babativa revisó la mochila del hombre y encontró un metro de cuerda roja, varios papeles, un cuchillo de mesa y un tarrito de vaselina. En los pantalones traía doscientos mil pesos en billetes de veinte mil. El policía no supo en ese momento que había detenido al mayor asesino en serie del mundo. Faltaba una pieza final para completar el rompecabezas.

En Pereira, los detectives encontraron un segundo bulto de papeles que les permitió identificar el itinerario homicida de Garavito hasta mediados de 1998.

El rostro del mal Los investigadores de Villavicencio reconocieron que el aspecto del tal Bonifacio Morera (quemaduras en brazo y espalda, además una plantilla en el tobillo izquierdo que lo hacia cojear), coincidía con los análisis del morfólogo de Buga. Le tomaron huellas dactilares y las compararon con las del sospechoso Garavito. Al ver los resultados, se dieron cuenta de que no había duda alguna: el hombre al que buscaban era el mismo y ya lo tenían tras las rejas. Los investigadores se pusieron de acuerdo en hacer creer a Garavito que desconocían su verdadera identidad. Lo seguirían llamando Bonifacio Morera Lizcano, para así poder tenderle una trampa que permitiera hacerlo responsable de todos los crímenes.


Cara a cara con el mal: las pruebas finales El 28 de octubre de 1999, en Villavicencio, la Fiscal Octava de Armenia tenía un folio con 118 casos de niños asesinados cuyas fechas y lugares de muerte concordaban perfectamente con la información extraída del material guardado por los familiares de Garavito. El supuesto Bonifacio se sorprendió cuando lo llamaron por su nombre real: Luis Alfredo Garavito Cubillos. Durante casi ocho horas, las autoridades confrontaron a Garavito. Le hicieron ver que conocían su modus operandi. Uno de los agentes encargados de reunir la información, lo confrontó al revelarle que conocía su lugar de origen verdadero: Génova (Quindío) y no Neiva (Huila). Le dijo que tenía 42 años y no 36. Garavito se vio atrapado; por fin se derrumbó y llorando empezó a confesar su larga lista de crímenes.

La confesión de un ser sin piedad “Yo les quiero pedir perdón por todo lo que hice y voy a confesar. Sí, yo los maté y no solo a esos, maté a otros más”, fueron las primeras palabras de una larga confesión en la que reveló su terrible forma de asesinar. Tenía una libreta donde con rayas había consignado cada uno de sus crímenes. Al parecer no había cometido ciento dieciocho homicidios sino ciento cuarenta y dos.

El pasajero triunfo de la justicia Gracias a las pruebas recogidas por la Fiscalía y a su propia confesión, Garavito Cubillos resultó ser el responsable no sólo de la muerte del menor de Tunja, sino también del homicidio de tres niños en Génova y de otros ciento setenta y dos crímenes cometidos, entre 1992 y 1998, contra menores en once departamentos del país. De los ciento setenta y dos casos judicializados, ciento treinta y ocho tienen fallo condenatorio, treinta y dos están en instrucción, uno en apelación y uno está para sentencia. Aunque las condenas suman 1.853 años y 9 días, en la ley colombiana existe una figura conocida como unificación de penas, que dice que cuando un reo está condenado por múltiples procesos estos no son acumulables, se juntan y se le condena por el delito más grave, que en este caso significa una condena de 52 años. Como Garavito confesó y además colaboró con la justicia, tiene derecho a beneficios y rebajas que pueden ser hasta de una tercera parte de la condena. El monstruo sigue engañando a los hombres con una nueva máscara y sólo espera el momento en que se suelten sus cadenas para volver a matar.

El número real de víctimas a manos de Gravito puede sobrepasar las doscientas. Una vez fue condenado, dejó de revelar más crímenes al darse cuenta que nuevos casos podían prolongar su encierro en prisión.


La mente del asesino: Garavito es un psicópata sexual: un hombre que no siente remordimientos por sus actos, que disfruta matando y que siente placer sexual a través de actos sádicos. Es egocéntrico, ordenado en extremo, pulcro y vanidoso. Distingue el bien del mal, sabe que lo que hace es incorrecto, pero no le importa. Es un mentiroso cuya moral es diferente: cree que lo que hace es correcto y que le trae provecho. Sus fantasías están pobladas de imágenes y situaciones sádicas y crueles. Mata para dar vida a sus fantasías de crueldad y poder. Para él los niños son simples objetos de los cuales puede sacar placer. Sus víctimas son objetos, cosas, a las que arremete sin ningún remordimiento. El psicópata no se puede curar; su forma de vida es la manipulación y el engaño. Nunca se sentirá responsable de sus crímenes. Si tiene oportunidad, seguro volverá a matar, por eso jamás debe quedar en libertad.

Apodos y alías de Garavito: el loco, Tribilín, Conflicto, el Cura, el Mendigo, Alfredo Salazar, ''Bonifacio Morera Lizcano''


La ley contra el monstruo: El 13 de diciembre de 1999 fue dictada la primera y única condena proferida a Luis Alfredo Garavito Cubillos. El Juez quinto penal del circuito de Tunja lo sentenció a 52 años de cárcel por el delito de homicidio agravado contra el niño Ronald Delgado y acceso carnal violento en el grado de tentativa por el caso, motivo de su captura. La máxima pena establecida por el código penal colombiano es de 60 años. Garavito de manera astuta, al verse acorralado confesó sus delitos y se aseguró que quedara consignada en la indagatoria su petición de sentencia anticipada, la cual se tradujo en la primera pena mencionada. La ley actual obligaría a un juez a concederle la libertad condicional dentro de 25 a 30 años a partir de su captura, beneficiándolo con una rebaja de la mitad de la pena o más. Trabajo y buen comportamiento le pueden dar más beneficios haciendo posible que salga libre muy pronto. La Fiscalía ordenó a sus seccionales investigar si hay expedientes pendientes contra Garavito para procesarle por nuevos casos e impedir así su pronta liberación.


Fragmento de la carta de apelación de Garavito dirigida al Señor juez quinto Penal del Circuito De Tunja: “Hay que tener en cuenta que por muchos factores el promedio de vida en el momento actual es de 70 años; tengo 43, más 52 años de condena serían 95 años que sería una cadena perpetua; según tengo entendido en nuestro país no hay cadena perpetua; eso es lo que más he pedido, un trato humanitario y formas de rehabilitarme, de poder ser alguien en la vida ya que la vida y las personas y desde el vientre de mi madre siempre se manejaron muchas cosas, si a mí se me hubiera brindado afecto, cariño, orientación desde niño y más adelante cuando fui adulto; si no hubiera sido por los traumas de mi infancia y muchos hechos dolorosos que siempre me rodearon, había podido realizarme como un ser humano, como lo que mandó Dios, dejarás a tu padre y a tu madre y formarás tu propio hogar y tendrás tus propios hijos, eso fue lo que siempre anhelé, tener una esposa unos hijos y ser alguien en la vida, sirviéndole a la familia, a la sociedad y al estado, sin causarle daño a nadie”.


Ha dicho que se ha convertido al cristianismo y hasta recita de memoria pasajes de la Biblia. Finge ser un pastor que ha puesto su corazón al servicio de Dios y que se ha arrepentido de sus pecados. Ser el preso modelo es otro de sus engaños para preparar su salida de la cárcel. Ahora niega haber violado a sus víctimas y asegura que cometió los crímenes por órdenes del diablo. Dice haberse convertido y estar “en manos de Dios” al hacerse miembro de una iglesia pentecostal que ingenuamente le ha acogido.


Un forense para un rompecabezas Tomado de: https://cronicasdeltanato.wordpress. com/criminales-celebres-luis-alfredo-garavito/

Enfundado en impecable bata blanca, Carlos Hernán Herrera, técnico forense y experto en morfología de la ciudad de Buga desplegó sobre su mesa de trabajo las evidencias que había logrado recabar en los últimos meses de una serie de asesinatos cometidos contra niños y adolescentes de la zona. Herrera estaba convencido de que estaba frente a un asesino serial, no había lugar a dudas. Todos los casos examinados por él presentaban puntos coincidentes. Todas las víctimas eran de sexo masculino con edades entre los 6 y los 16 años, todos habían desaparecidos de plazas y terminales y luego hallados en las afueras de la ciudad en medio de matorrales o plantíos, todos eran de clase humilde y estaban en situación de trabajo, además la mayoría compartía rasgos fenotípicos: piel blanca, delgados, cabello liso y negro y eran bien parecidos. También estaba la forma en que cada uno de ellos había encontrado la muerte, todos fueron sometidos a un sádico proceder que se repetía de manera ritual. Eran atados de manos y pies para ser ultrajados, luego eran apuñalados en el tórax o en la parte baja del dorso, el asesino los marcaba con cortes longitudinales en la piel, los castraba y colocaba el pene en la boca y finalmente los decapitaba para terminar dejando

los cuerpos tendidos invariablemente boca abajo. En los asesinatos que Herrera analizó cometidos en Buga, las víctimas siempre fueron localizadas en sembradíos de caña de azúcar por lo que el forense los llamó “Los niños de los cañadulzales”. De todo el trabajo llevado a cabo por Carlos Hernán Herrera, quizás el más importante fue un retrato anatómico del asesino logrado por medio del análisis morfológico de prendas personales que éste había dejado abandonadas en una reciente escena del crimen. En febrero de ese mismo año el misterioso homicida secuestró a un niño trabajador de una de las plazas públicas de la ciudad, lo llevó como lo hacía siempre a un cañadulzal para robarle el dinero, ultrajarlo y asesinarlo; al parecer luego de cometer el crimen se quedó dormido al lado del cadáver mientras se fumaba un cigarrillo; el cañadulzal que estaba seco por estar a punto de corte se incendió rápidamente y el crepitar de las llamas junto al intenso calor despertaron al hombre quien presa de pánico echó a correr semidesnudo dejando en el lugar sus pantaloncillos, los zapatos, un par de anteojos, una peinilla y un destornillador. Con esos objetos en su poder Herrera calculó que


el asesino que buscaban era un hombre delgado que debía estar por los 40 años, medir alrededor de 1 metro 65, de bajo extracto social y con una cojera de la pierna derecha. Analizando los puntos en los que los anteojos hacían contacto con la cara, Herrera logró además una aproximación del rostro. Convencido como estaba de que todos aquellos homicidios de Buga y otros de los que había tenido noticia, llevados a cabo en otros puntos del país tenían puntos coincidentes decidió escribir un informe al Cuerpo Técnico de Investigaciones (órgano auxiliar de la Fiscalía de Colombia) solicitando que se llevara a cabo una investigación nacional que diera con el responsable. Lamentablemente solo Carlos Hernán Herrera creía que se trataba de un único victimario, los detectives de otras regiones seguían buscando en sus propias localidades a traficantes de órganos o miembros de sectas satánicas y su informe fue a parar a una gaveta del CTI.

La estela de muerte de Luis Alfredo Luego de salir de su Génova natal, Luis Alfredo Garavito hizo una breve escala en la ciudad de Armenia para luego instalarse en la capital de Risaralda, la ciudad de Pereira, ubicada en un estrecho valle al que flanquea la majestuosa cordillera central y relativamente cercana a la costa del Pacifico colombiano, lo que la hace tener un clima agradable la mayor parte del año. Allí llegó a convivir con dos mujeres mayores que él, quienes tenían hijos de parejas anteriores. Con ninguna de ellas llegó a tener relaciones íntimas. Ambas lo recuerdan como un hombre en extremo cariñoso y atento, mientras estuviera sobrio; con sus hijos, así como con los niños en general Luis Alfredo se mostraba muy amable. – “Lo único malo era cuando bebía” – comentó en una ocasión Luz Mary Ocampo, una de sus dos mujeres – “Cuando se embriagaba, se ponía muy violento, conmigo y hasta me golpeaba, en medio de aquello me hablaba acerca del odio que le tenía a su familia” -. En aquella ciudad Garavito se aficionó a la bebida y a los juegos de azar y una de las cosas que más le gustaba hacer era escuchar música carrilera. Pensando en ganarse el pan, realizó algunos estudios sobre mercadeo que le ayudaron a obtener una plaza como ayudante en la caja de compensación local, lastimosamente sus constantes explosiones de ira y el problema con la bebida lanzaron sus aspiraciones por un tobogán. No lograba conservar los empleos por mucho tiempo; de la caja de compensación pasó a trabajar como vendedor en varias cadenas de almacenes, luego fue pana-


dero, montó una heladería, laboró como administrador en bares y restaurantes, hasta que al final terminó como vendedor ambulante de estampitas religiosas. Cinco años después, alcoholizado y con un severo cuadro depresivo buscó ayuda en Alcohólicos Anónimos, a los 21 años acudió al Seguro Social de donde fue remitido a una clínica psiquiátrica en Manizales, en la que recibió tratamiento ambulatorio por 5 años. En esta etapa comenzó su errar por diversas ciudades y pueblos de Colombia, vivió un tiempo en Soacha, donde no lo recuerdan precisamente con afecto. Su carrera criminal comenzó en 1980. En un lapso de 12 años violó y torturó a un total de 200 niños (En este aparte es bueno acotar que las cifras de las que se disponen fueron tomadas de meticulosas anotaciones hechas por el propio Luis Alfredo Garavito a lo largo de su carrera criminal). Entre 1980 y 1992 solo cometió acceso carnal violento, pero a partir de octubre de 1992 comenzó a asesinar y a perfeccionar el método por el que se haría celebre; para enero de 1997 según sus anotaciones llevaba 100 asesinatos, fue en esa fecha cuando un tribunal de Tunja, en el departamento de Boyacá le libró orden de captura.

Permaneció detenido poco tiempo porque la Fiscalía no contaba con suficientes pruebas para inculparlo, Garavito quien tenía un fuerte poder de persuasión y que a lo largo de su carrera criminal se convirtió en un rey del disfraz y del disimulo (con frecuencia se hacía pasar por monje, indigente, discapacitado y representante de fundaciones ficticias a favor de niños y ancianos) logró convencer a funcionarios de la Defensoría del Pueblo para que tramitaran su libertad; estos funcionarios convencidos de que se cometía una injusticia contra un hombre pobre, abandonado y con discapacidad instaron al tribunal para que se le pusiera en libertad por falta de pruebas. Una vez en la calle Garavito siguió haciendo lo que sabía hacer: violar y asesinar niños. En el periodo comprendido entre enero de 1997 al 21 de abril de 1998 acabó con la vida de otros 92 chicos.


Más muertos y la caza del criminal La directiva del Cuerpo Técnico de Investigaciones continuaba recabando y cotejando el caudal de datos que llegaban desde varias regiones del país. El 17 de septiembre un joven que cabalgaba por las inmediaciones del aeropuerto Matecaña en Pereira se topó con una gran cantidad de pequeños huesos que resultaron ser los restos de 13 niños. Una semana después en esa misma ciudad se descubrió una fosa en la que había 12 esqueletos y nueve cráneos de niños. Por los alrededores estaban esparcidos retazos de ropa y zapatos con las suelas desgastadas y algunos de los cuerpos tenían una soga atada al cuello. Para noviembre la presión de la opinión pública era delirante; el CTI recibió órdenes estrictas en el sentido de dar con el asesino, así que a principios de ese mes se envió a las seccionales de todo el país la instrucción de informar sobre los casos que presentaran las mismas características y se convocó a una reunión nacional del CTI en la ciudad de Pereira que debía llevarse a cabo a finales de enero de 1999. En diciembre, los detectives que habían recibido el dato providencial sobre Luis Alfredo Garavito de parte de la secretaria de Tunja empezaron a interrogar a los familiares y personas cercanas a éste. Con la información recabada reconstruyeron la historia personal

del sujeto desde su infancia con lo que armaron un perfil psicológico. Decomisaron fotos cuyas copias se hicieron llegar a todas las secciónales; en los lugares en los que el sujeto había estado se colocaron detectives de paisano en plazas, parques y terminales con la misión de atraparlo, aunque sin éxito alguno. La reunión nacional de CTI convocada para enero de 1999 tuvo que ser suspendida a causa del terremoto que asoló la región el día 25. Esa importante reunión no se llevaría a cabo sino hasta el mes de julio. Los detectives de Armenia proseguían sus pesquisas y el 14 de abril de 1999, llegaron hasta Luz María Ocampo, una de las dos mujeres que convivieron con el sospechoso y ésta aportó más datos sobre Garavito, aunque en principio no dijo nada que no hubieran escuchado los policías antes, en medio de la conversación reveló un dato crucial; en algún momento Luis Alfredo Garavito le había confiado un costal para que se lo guardara, – son papeles personales – le había dicho. Ella lo guardó por un tiempo, pero luego se lo llevó a una hermana de Luis Alfredo, de nombre Stella. Los detectives se pusieron en marcha y cuando tuvieron el costal con ellos se encontraron con un detallado archivo personal de Garavito que incluía libretas con anotaciones de todos los movimientos que había hecho desde su ya lejana salida de la casa paterna en Génova en 1973. Los registros eran tan meticulosos que incluían hasta las boletas de pasaje del transporte intermunicipal y recibos de los sitios donde se había hospedado, estos datos les daban un mapa de ruta, con el que lograron determinar que las fechas en las que Garavito estuvo en determinados lugares coincidían con la ocurrencia de los crímenes que estaban investigando. Ya no tenían dudas, ese tenía que ser su hombre, pero parecía que la tierra se lo hubiera tragado.


fue acudir a comprar la ansiada marihuana, no veía la hora de sentarse tranquilo a fumar; sin embargo aún tenía que caminar un buen trecho, no quería que ni la policía ni otros gamines lo molestaran; conocía un sitio solitario Luego de su salida de la cárcel de Tunja, Luis Alfredo en el que podía sentarse tranquilo a disfrutar Garavito decidió que era hora de cambiar de identi- de su vicio.

La metamorfosis

dad, sabía que tarde o temprano y de un modo u otro las autoridades lograrían recabar suficientes pruebas contra él, así que necesitaba mudar de piel; forjó documentos y pasó a llamarse Bonifacio Morera, se mudó a Villavicencio y allí estableció su nueva base de operaciones. Sin embargo ya con 40 años, comenzaba a sentirse cansado, desde la adolescencia no había tenido un momento de paz, saltaba de un sitio a otro cometiendo asesinatos con toda la frialdad de un psicópata, para luego sumirse en intensos períodos de remordimiento y depresión. En 1998 comenzó a acariciar la idea de dejar lo que hacía y pasar a una nueva fase, una que sabía que sería la última: quería pasar del asesinato en serie al asesinato en masa. Garavito, que había disfrutado al máximo las reseñas que los diarios hacían de sus crímenes, ahora se aburría con aquello. Le parecía algo superado, demasiado fácil. Su mente torturada y retorcida le pedía nuevas y más intensa sensaciones; en eso pensaba Luis Alfredo Garavito la tarde en que secuestró a John Iván de la plaza de Los Centauros.

Un ángel en forma de gamin Después de haber estado recogiendo cacharros por distintas zonas, el muchacho de 16 años se fue hasta la chatarrera donde siempre se los compraban, ese día llevaba una buena cosecha de aluminio y hierro viejo. Esperaba que le pagaran bien, el cuerpo le dolía y algo lo quemaba por dentro, necesitaba calmarse con un poco de buena hierba. Vació el contenido del sucio saco y esperó con impaciencia a que el dependiente clasificara cada metal y lo pesara. Cuando le pagaron, lo primero que hizo

Al llegar al anillo vial, el gamin comenzó a subir la senda que conducía al pequeño bosque de coníferos donde había estado antes y que le resultaba ideal por lo tranquilo y solitario. Una vez arriba se sentó a preparar un buen tabaco; con placer infantil llenaba el papel con la hierba cuando de pronto escuchó un grito que le provocó un vuelco en el corazón. – ¡Auxilio! ¡Me quieren violar! ¡Auxilioooo! El gamin que se creía solo en aquel bosque se asustó y en un primer momento no lograba precisar qué ocurría, pero en segundos saltó de donde estaba y como una fiera fue al sitio de donde provenían los gritos. Lo que vio lo asqueó, un hombre maduro estaba encima de un niño desnudó dispuesto a ultrajarlo. – ¡Oiga hijueputa! ¿Qué le está haciendo a ese niño? Garavito al ver que estaba descubierto cortó rápidamente la soga que ataba los pies de John Iván y le ordenó que se adentrara más en la espesura, el niño que a última hora logró desatar el nudo de terror que le atenazaba la garganta para gritar pidiendo ayuda, no le hizo caso, vio que esa era su oportunidad y con desespero corrió hasta donde estaba el chatarrero, éste al ver que Garavito estaba armado de aquel filoso cuchillo tomó unas piedras y se las arrojó, pero cuando vio que el hombre venía hacia él, también arrancó a correr cuesta abajo. Como un suspiro atravesaron el bosque y 600 metros más abajo llegaron a un puente que colgaba por encima de una quebrada. El chatarrero que iba delante preguntó al muchacho que


aún venía con las manos atadas:

difícil atraparlo. Era necesario hacerlo salir, la presencia de la gente era un estorbo, así el – ¿Qué le pasó? criminal nunca saldría. El policía decidió emplear una treta: fingiría que se daba por venci– Ese tipo me quería violar y matar – dijo ja- do e instaría a la gente a marcharse del lugar. deante John. – Señores, se les agradece que despejen el sitio, En ese momento pasaron frente a una pequeña ya a ésta hora no se puede hacer nada, lo más vivienda en cuya puerta estaba una niña que seguro es que el hombre haya huido hace rato. los miraba absorta. John le gritó al chatarrero. Despejen el área por favor. – Venga, vamos a meternos aquí para escon- Las personas que se habían reunido allí, llegadernos. das de los barrios vecinos comenzaron a insultar a los agentes – ¿Esta loco? Siga corriendo, carajo, que ese tipo nos va a matar a todos. – ¡Que ineficacia, por eso es que nunca atrapan a nadie! ¡Vamos a acusarlos con sus supeJohn siguió corriendo detrás del gamin, tan riores! asustado que no se dio cuenta de que el hombre al llegar donde estaba la niña dejo de per- No resultó nada fácil lograr que se retiraran, seguirlos. pero cuando lo hicieron, Babativa ordenó que la patrulla donde estaba John Iván con su ma– Oiga niña – preguntó Garavito – ¿Cómo se dre retrocediera a una curva desde la que no sale de esta mierda? pudiera verse y él junto con uno de los agentes se subió a otro auto. La idea era fingir que se La pobre muchachita aterrada señaló hacia marchaban. donde pudo y Garavito se internó por la espesura hacia el punto que le habían indicado. Desde su escondite Garavito picó el anzuelo, al ver que todos se retiraban decidió salir, el priCae La Bestia mero en verlo emerger del monte fue el niño. Pronto hubo de darse cuenta Luis Alfredo Garavito que el sitio que le habían señalado no llevaba a ninguna parte, estaba atrapado. No podía salir de allí sino por donde había venido pero para ese momento una poblada ya tenía tomado el lugar. Desde donde estaba podía escuchar las voces de las personas que indignadas pedían su cabeza. Además la policía fue avisada y una comisión llegó al sitio a investigar qué había pasado. Al caer la noche el cabo Pedro Babativa se internó en la espesura, acompañado de los agentes Cesar Augusto Rojas y José Tinjaca pero no pudieron dar con el hombre. El cabo Babativa sabía que en la oscuridad y metido en esa maleza sería muy

– Mire Mama ese es el hijueputa que me quería violar – Tranquilo hijo – le calmó el policía quien de inmediato se comunicó con Babativa, éste enseguida le cortó el paso al sorprendido Garavito para pedirle identificación. El asesino que de inmediato recuperó la compostura le dijo al policía que su nombre era Bonifacio Morera y que venía desde la vecina población de Acacias, que era vendedor ambulante, que por favor lo disculpara pues en ese momento no tenía el carné de identificación pero le mostró una factura de compra venta a su nombre.


– Oiga agente, me debe estar confundiendo con otra persona. Yo me llamo Bonifacio y mi número de cédula es 12.120. 692. Yo vivo por acá cerca. Al mirar la serenidad de aquel hombre y la mirada límpida y tranquila, Pedro Babativa estuvo a punto de creerle, pero con un vistazo a la ropa comprendió que estaba mintiendo. – ¿Cómo así? Dígame entonces como es que viene con el mismo tipo de ropa que usaba el hombre que andamos buscando; además si viene de otro pueblo por qué anda con esos zapatos todos embarrados y la ropa llena de grama y mojada de rocío. Hágame el favor de mostrarme lo que trae en la mochila. En el pequeño morral había un tarro de vaselina, unos metros de soga, un cuchillo y varios papeles; al revisar sus pantalones consiguieron doscientos mil pesos y en el bolsillo de la camisa estaba el billete de 10.000 pesos en el que John Iván había escrito el número 740 con tinta roja. Babativa sonrío, habían cogido al violador.

La indagatoria El viernes 28 de octubre de 1999, “Bonifacio Morera” fue trasladado al tribunal para lo que él consideraba sería la rendición de indagatoria por los delitos de secuestro y acceso carnal violento en grado de frustración. Una vez en el sitio el hombre miraba con frialdad a los que lo rodeaban. La sala, más parecida al aula de clases de alguna academia comercial que a la augusta sede de un juzgado, estaba lleno de un montón de sillas en hileras que nadie ocupaba. El acusado miraba con cierto fastidio el piso de granito mientras esperaba que comenzara la sesión. A un costado la Fiscal Octava de Armenia acariciaba el dossier que había llevado consigo. – ¡Ciudadano Luis Alfredo Garavito Cubillos, póngase de pie! El aludido se sorprendió al oír su verdadero nombre y más se sorprendía ante las implacables preguntas que comenzó a hacer la fiscal sobre su participación en 118 casos de niños asesinados cuyas fechas y sitios de muerte coincidían plenamente con la información extraída del costal y clasificada por los detectives de Armenia. Durante seis fatigosas horas Garavito negó cada uno de los cargos; insistía con terquedad que su nombre era Bonifacio Morera con cédula de identidad 12.120. 692 y no ese tal Luis Alfredo Garavito con cédula 6.511.635. Consciente como estaba de que lo habían atrapado en una red de la que era muy difícil salir, Garavito comenzó a perder la templanza, a las seis de la tarde ingresó a la sala en calidad de testigo uno de los cinco investigadores que habían tenido a su cargo centralizar la información; en una impecable exposición de media hora, el funcionario relató a los presentes una detallada relación de la vida del acusado, des


de su nacimiento en 1957 hasta el momento de la aprehensión en Villavicencio. En que sitios había estado, los apodos con que lo habían llamado a lo largo de su vida, los nombres de los niños a los que había matado, la entrada a la cárcel en Tunja; toda esa información la habían logrado del propio acusado a través de las meticulosas anotaciones que éste había hecho de cada uno de sus crímenes. En un momento el hombre no soportó más y se lanzó de rodillas al suelo. – ¡Quiero pedir perdón por todo lo que hice, voy a confesar! ¡Yo los maté y no solo a esos, maté a muchos otros! Gritó Garavito en medio de un acceso de llanto del que se recuperó rápidamente. Con la misma frialdad de siempre volvió a sentarse, de las pruebas presentadas ante el tribunal tomó una vieja libreta en cuyas páginas había números y rayas. Se trataba de una de las libretas en las que llevaba sus estadísticas, las rayitas representaban la cantidad de niños asesinados y los números las fechas de los homicidios. – No son 118, maté a 142 niños.

la edad en la que él fue violado por los amigos de su padre. En una evaluación psiquiátrica posterior, a Luis Alfredo Garavito Cubillos le fue diagnosticado Trastorno de La Personalidad Antisocial (TAS), según el informe el sujeto demostraba: ausencia de empatía en las relaciones interpersonales, ausencia de miedo, ausencia de remordimiento, autoestima distorsionada, búsqueda de sensaciones, cognición de deshumanización de la víctima, desconsideración o distorsión de las consecuencias, egocentrismo, impulsividad, manipulación ajena, motivación de auto justificación, pedofilia, sadismo y megalomanía. La cárcel El 13 de diciembre de 1999 Luis Alfredo Garavito (a) La bestia, fue condenado a 52 años de cárcel por el delito de homicidio agravado contra el niño Ronald Delgado y acceso carnal violento en el grado de tentativa por el Juez quinto penal del circuito de Tunja. Contrario a lo que pudiera creerse, en lugar de ser recluido en algún instituto de máxima seguridad para enfermos mentales criminales, ha pasado todo este tiempo en una pequeña celda de la Cárcel Distrital de Villavicencio, aislado del resto de prisioneros. Su calabozo esta ubicado muy cerca del acceso a la calle y a la delgada puerta solo la asegura un pequeño candado. Hace unos años cuando fue visitado allí por un periodista, el director del retén aseguró que Garavito recibía ese trato pues se trataba de un “preso de conducta intachable”, que además había abrazado la fe cristiana. Desde su sitio de reclusión Garavito solicitó al Juez Quinto Penal del Circuito de Tunja que se le otorgara una rebaja de la condena tomando en cuenta su buena conducta y algunos otros elementos.

A continuación facilitó información sobre la ubicación exacta de otros cadáveres y la forma en que cometía sus crímenes. Los presentes en la sala tuvieron que aguantar siete horas adicionales que fue el tiempo que tomó el acusado para confesar. Entre otras perlas reveló que durante el rito de muerte se emborrachaba y que luego de la violación los mataba, en los primeros asesinatos le daba una puñalada directa al corazón pero luego decidió prolongar el sufrimiento con cortes en otras zonas del cuerpo, dijo que jamás le tapaba ni la boca ni los ojos, y que siempre los mataba de día pues le tenía mucho miedo a la oscuridad. Dijo que gustaba de matar niños bonitos pues repre- En noviembre del año pasado (2011) cuansentaban lo que él nunca había sido y que la do ya llevaba 12 años cumplidos de la pena edad promedio de los asesinados respondía a impuesta, una noticia prendió las alarmas en


Colombia: Luis Alfredo Garavito podía estar a punto de salir en libertad condicional por haber cumplido una de las condenas, esa especie fue rápidamente desmentida por el doctor Ovidio Claros, vicepresidente de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura. Garavito, enfrenta igualmente un pedido de extradición hecho por las autoridades de la república del Ecuador por presunto crímenes cometidos contra niños de ese país, esta solicitud fue avalada ya por la Fiscalía General de la Nación, por lo que muy difícilmente Garavito logre por la vía legal pisar nuevamente la calle. Luis Alfredo Garavito (a) La bestia es considerado el segundo mayor asesino serial de la era contemporánea por detrás del indio Thug Behram que asesinó a 931 personas entre 1790 y 1830, un record para nada envidiable.


La Criminalidad en Colombia


La Criminalidad en Colombia



Libros

Serial Killer Harold Schechter

Hollywood’s make-believe maniacs like Jason, Freddy, and Hannibal Lecter can’t hold a candle to real life monsters like John Wayne Gacy, Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, and scores of others who have terrorized, tortured, and terminated their way across civilization throughout the ages. Now, from the much-acclaimed author of Deviant, Deranged, and Depraved, comes the ultimate resource on the serial killer phenomenon. Rigorously researched and packed with the most terrifying, up-to-date information, this innovative and highly compelling compendium covers every aspect of multiple murderers–from psychology to cinema, fetishism to fan clubs, “trophies” to trading cards.

Violence & Psychopathy Adrian Reine

Adrian Raine Department of Psychology. University of Southern California. USA Jose Sanmartin Queen Sojia Center for the Study of Violence. Valencia. Spain The problems that psychopathic and violent offenders create for society are not restricted to North America. Instead, these offenders create havoc throughout the world, including Europe. In recognition of this fact, Queen Sophia of Spain has promoted a Center for the Study of Violence which recognizes both biological and social contributions to the cause of violence. In November 1999, the Queen Sofia Center for the

Los Monstruos en Colombia Si Existen Estebán Cruz Niño

Personalidades rebeldes, extrañas, estrambóticas, hombres formados en las entrañas de la infinita violencia colombiana, hijos despreciados, hombres descalificados, maltratados, ultrajados, fueron los que terminaron convirtiéndose en los temibles asesinos en serie que conforman este insólito mosaico que recoge el profesor de antropología y magister en historia Esteban Cruz Niño. En este texto, el lector podrá abordar una construcción periodística de mentes diabólicas que durante años derramaron por terrenos baldíos, veredas, pueblos


Videos

Entrevista con Luis Alfredo Garavito (Ăšnica y completa) Minda Houston

Serial Killers Luis Garavito (The Beast) Documentary John Hitchmough

Rastro de un psicopata asesino 1ra. parte Eduardo Gonzalez


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Documentos

Viaje a la mente asesina de “la Bestia” Mi encuentro con Luis Alfredo Garavito Mauricio Aranguren Molina

Al caer la tarde su celda recibe la sombra de la garita principal, su cautiverio está tan cerca de los guardianes como de la calle, a diez pasos largos para ser exactos. Luis Alfredo Garavito puede ver todos los días quién entra y quién sale del penal; se entretiene observando cómo se abren y se cierran las puertas de color azul claro. Ahí estaba yo, frente a los guardias de la cárcel judicial del Distrito de Villavicencio, dejando el celular y mi cédula, para visitarlo de sorpresa. De haberle avisado que vendría a verlo, no estaría yo relatando este encuentro: odia a los periodistas, pues afirma que lo han tratado sin consideración, razón para evitar al máximo este tipo de visitas pero él es caprichoso y selectivo, “... de pronto recibe a uno que otro. . .“, me dijo el director de la cárcel. Su única ventana no tiene barrotes y la puerta de su cautiverio

Libro virtual en los laberintos mentales de Garavito Juan Jose Cañas – Angela Tapias

La sociedad colombiana, agobiada a diario por tantas y tan escandalosas noticias, expuesta a múltiples estigmas y doliente de procesos de degradación que han creado patrones culturales altamente resistentes a efectivas acciones de rectificación, fue literalmente sacudida por el caso Garavito, al punto que hoy, luego de más de una década de conocido, persiste el impacto causado. El trabajo que han realizado Ángela Tapias y Juan José Cañas, dos experimentados sicólogos, nos permite a los colombianos recrear unos episodios dolorosos y reflexionar sin apasionamientos, a distancia de los hechos, con mayor sentido crítico que pasión, sobre la actitud de la ciudadanía y la capacidad institucional ante acontecimientos de esa magnitud. Podemos preguntarnos si alcanzamos a asimilar lo sucedido, si la instancias estatales adaptaron los instrumentos disponibles y crearon


El psiquiatra que ayudó a capturar a Luis Alfredo Garavito

Tomado de: http://www.elpais.com.co/elpais/judicial/noticias/analista-ayudo-capturar-luis-alfredo-garavito

"Soy producto de la mezcla de un montón de cosas”, dice sentado en su consultorio el analista del asesino serial de niños Luis Alfredo Garavito , el psiquiatra forense Óscar Díaz.

“Soy chino, salvadoreño y colombiano. Nací el 17 de agosto de 1951 en la ciudad de San Salvador, Centroamérica, pero mi papá era de origen chino y crecí bajo tradiciones chinas. Además vivo en Colombia desde que era universitario”.

periódicos lo anunciaron así: “Prestigioso colombiano ofrecerá conferencias sobre psiquiatría forense”. El analista de Garavito se carcajea mientras lo cuenta. De cierta manera, se parece al señor Miyagi, el coprotagonista de Karate Kid. Comparten algunas características: baja estatura, ojos algo rasgados, andar pausado, cabello escaso, pero sobre todo la seguridad de quien conoce a fondo lo que hace. Y lo que habla. “Todos los abusadores sexuales son, por lo general, coleccionistas. Luis Alfredo (Garavito) lo es”.

II En alguna ocasión, cuando era aún adolescenLa mezcla de culturas ha originado cierta te, el analista de Garavito debió consultar a un confusión. En una ocasión, cuando viajó a El psiquiatra. Se sentía extraño en su propio país. Salvador, su país, para a dictar un taller, los En su casa y en el restaurante chino del que vi


En el colegio, para rematar, imitaban su acenvía la familia tenían costumbres muy distintas. to, le gritaban “chino come ratas” y un día cualquiera un estudiante de un grado superior Su padre, que había llegado a El Salvador a los le dijo: “oiga chinito, es hora de que se peine 17 años y se casó con una salvadoreña, lo crío como un hombrecito”. como se crían los hijos en Asia, quizá como una manera de defender una identidad que Hasta sus primeros 12 años, Óscar se vestía América, en ese entonces, les arrebataba. como lo hacen los niños en China: pantalón En El Salvador estaba prohibida la residencia de negros y chinos, a no ser que estos últimos se pusieran nombres cristianos. El padre de Óscar decidió llamarse Julio Díaz. En China, Óscar se llamaría Li Jo Psu. Cuando abría la puerta de su casa, entonces, notaba cómo los hijos de los vecinos trataban a sus padres de otra manera. En China, papás e hijos no se abrazan, no se tocan, o por lo menos no tanto.

La visita al psiquiatra para enfrentar el acoso “y otros problemas que no le cuento a todo el mundo”, hizo que Óscar, después de graduarse como médico de la Universidad Nacional de El Salvador, finalmente se decidiera por estudiar psiquiatría con formación psicoanalítica. En ello también influyó su fascinación por entender por qué actuamos como actuamos.

corto de dril color caqui, camisa de dril también caqui, camisilla blanca y un corte de pelo a ras. Su escaso cabello no se le hacía un problema hasta que le dijeron eso de que debía peinarse como un hombre.

“La historia de los seres humanos cambia día a día. Hoy puedo citar un paciente y hacer lo mismo mañana y siempre vamos a hablar de cosas distintas, historias distintas. Cambiamos todo el tiempo en cuanto a los sentimientos y eso me llamó la atención”. Óscar estudió psiquiatría en Colombia, Bogotá exactamente, pues en El Salvador no había dónde hacerlo. En 1984, gracias a una vacante en el Instituto de Medicina Legal, llegó a Cali en condición de psiquiatra forense. Durante la celebración de los 100 años del Instituto le otorgaron la medalla ‘100 años por los aportes científicos a la institución en la investigación criminal en el país’. La medalla la muestra con orgullo ahora, de pie y vestido con el que debe ser su color preferido, caqui. En el Instituto, entre otros asuntos, hizo investigaciones sobre homicidios seriales, la conducta suicida, feminicidios. En Guatemala investigó durante algunos meses la razón por la cuál la impunidad rondaba el 100 por ciento, un trabajo financiado por el Reino de Suecia y bajo pedido del Instituto Interamericano de Derechos Humanos en San José de Costa Rica. Pero: ¿qué hace en realidad un psiquiatra forense?


III “Cuando llegué a Medicina Legal Cali comienzo a interesarme en descubrir qué hay detrás de la conducta criminal. Comienzo a darme cuenta que detrás de cada hecho delictivo hay

El concepto del psiquiatra forense es una prueba más para condenar a alguien a la cárcel o abstenerse y en cambio enviarlo a un hospital psiquiátrico. Y no siempre los psiquiatras forenses entran en acción. El fiscal es el que determina si es necesaria su participación en el proceso. No todos los que comenten crímenes están locos, por supuesto, aunque muchos simulan estarlo para escapar de la justicia.

una especie de terreno gris que en la parte jurídica no se tenía en cuenta: ¿qué induce a una persona para que cometa un delito? Eso me llamó la atención. Poder mirar más allá en un asesino y entender que es un ser humano con una historia que hay que tener en cuenta para descubrir por qué hizo lo que hizo. Recuerdo ahora una frase de una compañera de El Salvador: la psiquiatría es la ciencia de los porqués. Todo lo que hacemos los humanos tiene un por qué y eso lleva a otro por qué y a otro, para, en el caso de los que comenten crímenes, no quedarnos con la cáscara, la fachada”. En una ocasión le asignaron el caso de unos jóvenes que habían herido a unos amigos cortándoles el cuello. Cuando Óscar conversó con los padres, se enteró que los agresores vivían en hogares disfuncionales: un padre paciente esquizofrénico, una madre con un cuadro depresivo severo. Pero no solo eso. Durante los hechos, los muchachos estaban jugando a la tabla ouija. Escucharon voces que les pedían que mataran a sus amigos, dijeron. Entraron en estado sicótico, es decir que habían perdido todo contacto con la realidad. Su diagnóstico: inimputables. “Parte de mi labor en Medicina Legal fue enseñarle al aparato judicial en Colombia cuál es el rol de la psiquiatría forense: evaluar el estado mental de un delincuente en tres momentos (el antes, el durante y el después del delito). Sin embargo, a veces los fiscales me enviaban casos absurdos. Recuerdo el de Juvencio Grueso, un hombre que se tomó a la Red de Solidaridad con un cuchillo. El fiscal me pidió que determinara si era imputable o no. Le pregunté: ¿de qué lo acusa? Estamos en ese proceso, me dijo. Entonces le advertí que si no sabía de qué lo acusaba, yo no podría hacer nada. Era absurdo analizar a alguien sin saber qué buscaba entender el fiscal. Lo más grave es


que esa situación todavía se está presentando”. En los casos en que debía participar, Óscar iba hasta la escena del crimen. Al igual que un pintor deja su firma en su cuadro, dice, un asesino también deja su rúbrica y no todos los investigadores están capacitados para descifrarla. Salir de la oficina hasta el sitio donde hallaban los cadáveres fue clave para descubrir a Garavito. Uno de los cuerpos de los 250 niños que asesinó tenía sus genitales en la boca. Mutilarlos era una manera de alimentarse de la virilidad que, suponía el abusador, le hacía falta. “Luis Alfredo mataba a los niños para no dejar testigos que lo incriminaran, pero también como una manera de evitarles el sufrimiento que padeció de niño. Así pensaba. Él fue maltratado por su papá, quien le decía que no servía para nada. Además, el mejor amigo de su padre lo violó cuando tenía 12 años. Por eso escogía víctimas que tuvieran ese rango de edad”.

Uno de los agentes, por ejemplo, se disfrazó de indigente para permanecer en el rango de operaciones del abusador, el centro de las ciudades. El investigador se vio obligado a comer de la basura para pasar desapercibido y enfermó. El esfuerzo valió la pena. Tras las pesquisas, la familia de Garavito fue hallada en Trujillo, Valle. En una maleta que había dejado al cuidado de una mujer le encontraron recortes de periódico con la noticias de sus asesinatos. También guardaba los tiquetes de los buses intermunicipales que tomaba con sus víctimas, después de engañarlas con promesas de trabajo como ir a conseguir leña o vacas. Las fechas de los tiquetes coincidían con las fechas de las desapariciones de los niños. También tenía un papel de panadería con rayitas marcadas. Cada rayita era un niño asesinado. Por lo general, ya lo había dicho, los abusadores sexuales son coleccionistas. “Recuerdo que en la audiencia Luis Alfredo sintió ganas de vomitar. Todos se extrañaron. ¿Qué iba a vomitar sino había comido nada? En realidad estaba sacando todo el peso que llevaba por dentro. Sin embargo puedo afirmar que una persona como él solo se detiene si está detenido, muy anciano, o muerto”.

Para atraparlo tardaron años. Garavito cometió sus crímenes entre 1992 y 1999, cuando por fin fue detenido en flagrancia en Villavicencio. La tardanza para cazarlo se debe, entre otras cosas, a las debilidades de la investigación judicial en Colombia. Las autoridades de cada ciudad trabajaban por su cuenta. Las osamentas de los niños aparecían en el Valle, IV el Eje Cafetero, Tunja, pero nadie advertía que El analista de Garavito, después de 27 años de estuvieran relacionadas. trabajo en el Instituto de Medicina Legal en Cali, finalmente se pensionó. Sucedió en 2011. Cuando el analista de Garavito recibió in- Ahora se dedica a atender consultas particuformación de investigadores de Buga y otros lares, dictar clases en universidades, ofrecer municipios del Valle sobre lo que estaba su- asesorías jurídicas, mirar, desde la distancia, cediendo, pidió que todo el país le reportara la ciudad. ¿Cómo analiza la situación de viocasos similares: osamentas de niños mutilados lencia de Cali? en parajes lejanos. Solo en ese momento detectaron que un asesino serial estaba actuan- Óscar Díaz entrecruza sus dedos, ubica sus do y se formó un equipo de investigadores de manos sobre su estómago, mira un momento toda Colombia para atraparlo. al piso como buscando algo y opina que una


de las explicaciones a la violencia es que no hay penas severas para quienes están cometiendo los asesinatos: adolescentes con cinco, siete muertos encima.

“Mientras no seamos conscientes de lo que estamos haciendo, y las autoridades no intercambien información para atrapar a los delincuentes, trabajen en equipo, estamos en nada. Como no hacemos investigación profunda, no tenemos argumentos, no hay cómo acusar, luego hay impunidad. Y esa impunidad “He visto cómo se le ríen en la cara a las auto- genera violencia. Al no creer la gente en la justicia, la ridades porque saben que no les pueden ha- toma por su cuenta”.

cer nada, mientras que en Estados Unidos hay adolescentes sentenciados a cadena perpetua”. Hace unos días lo llamaron para que diera su opinión Pero hay algo más. El caso de Garavito, dice, dejó muchas enseñanzas para la investigación judicial que no se están tomando en cuenta ni en Cali ni en el resto del país.

sobre un delito sexual cometido nueve años atrás. Se negó a participar. Que pidan la opinión de un psiquiatra forense nueve años después de cometido un delito se le hace absurdo. “No tengo una bola de cristal, no soy adivino”.

Santiago Cruz Hoyos


¿Cómo jugar?

La historia se desarrollará en relación con el personaje de la Revista que para esta edición es Garavito. Al darle “Comenzar”, la historia te sumergirá en un mundo que te permitirá aplicar todo el conocimiento adquirido para lograr tu objetivo.

Objetivo Como lector serás el personaje de la Revista y tu objetivo será crear la escena del crimen perfecta, evadiendo todas las autoridades del caso, para que no te cojan preso.

Reglas - El juego consta de una secuencia de preguntas que dependiendo de las respuestas se irán modificando, hasta llegar final del caso. - Cada pregunta tiene dos posibles respuestas. - El juego no tierne posibilidad de devolverse para corregir respuestas. - Cada pregunta tiene una relación directa con cada uno de los conceptos trabajados durante la edición.

Comenzar


Historia El día está nublado, pero parece que más tarde saldrá el sol. Así que decido salir a dar una vuelta. Los impulsos parecen estar reprimidos, no siento la necesidad de causar ningún tipo de daño, al contrario mi humor está en esos estados que me gustaría estuviera siempre. A lo lejos se escuchan los carros pasar, pitos y alarmas, risas de niños que están jugando en el parque. Pero a medida que avanzo la ciudad parece alejarse más de mi, y los impulsos comienzan a surgir. Siento la necesidad de agredir a alguien. Trato de controlarme mientras sigo caminando sin ningún rumbo, desde hace unos minutos que perdí las intenciones iniciales. Mi cabeza está funcionando al 200%, mi corazón late el doble de lo normal, mis pasos comienzan a ser más largos y fuertes, una gota de sudor cae por mi frente. A lo lejos diviso una estación de gasolina. El ruido del motor de un carro que pasa muy cerca mio me hace estremecer. Escucho una risa. De esas risas que quiero para mi. Memorizó la placa (GWM 515, GWM 515, GWM 515, GWM 515), pero el carro lleva mucha velocidad y pronto desaparece de mi vista. Aún falta mucho para llegar a la estación. Por un momento siento la necesidad de devolverme a la casa, ya fue mucho por hoy Luis, me digo tratando de convencerme. Sin embargo, el impulso se apodera de mi nuevamente, y esta vez tiene más fuerza. Ya está decidido, voy a ir a la Estación de Gasolina. El camino es largo y el sol está comenzando a calentar fuerte, así que saco de mi mochila un trago y lo tomo desaforadamente, puedo sentir como pasa por mi garganta y un corrientazo estremece todo mi cuerpo. Al poco tiempo me doy cuenta de que llegue a la estación, al parecer estos tragos han surtido efecto, y me siento completamente preparado. Pero, no veo a nadie, todo está completamente desolado. El impulso pasa rápidamente, me siento agotado, quiero irme a casa. Una risa, ¿ya la había escuchado antes? ¡la placa! GWM 515... La madre se baja del auto, y yo me acerco al pequeño, le ofrezco unos dulces y él accede a ir conmigo. Rápidamente nos alejamos del lugar. En el camino me cruzo con un hombre que nos mira sospechosamente, así que cojo al niño y me alejo discretamente. Unos kilometros más abajo, por fin encuentro el sitio ideal. Pero el hombre está allí y comienza a agredirme.

Continuar


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