LA EDUCACIÓN - ELENA G. DE WHITE

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desarrollo de una mente fuerte y un carácter equilibrado. Sin salud, nadie puede comprender en forma clara ni cumplir completamente sus obligaciones hacia sí mismo, sus semejantes, o su Creador. Debiera cuidarse, por lo tanto, tan fielmente la salud como el carácter. El conocimiento de la fisiología y la higiene debería ser la base de todo esfuerzo educativo. Aunque está tan difundido el conocimiento de los hechos fisiológicos, se nota una alarmante indiferencia hacia los principios higiénicos. Aún entre los que conocen esos principios, pocos son los que los ponen en práctica. Se sigue tan ciegamente el impulso o la inclinación, como si la vida fuera regida por la mera casualidad, más bien que por leyes definidas e invariables. La juventud, que está en la frescura y el visor de la vida, se percata poco del valor de su abundante energía. ¡Con cuánta ligereza considera un tesoro más precioso que el oro, más esencial para el progreso que el saber, la alcurnia o las riquezas! ¡Con qué precipitación lo despilfarra! ¡Cuántos hay que, habiendo sacrificado la salud en la lucha por obtener riquezas o poder, cuando están a punto de lograr el 196 objeto de su deseo, caen impotentes, mientras que otro, poseedor de una resistencia física superior, se apropia del anhelado premio! ¡Cuántos son los que, a causa de condiciones morbosas, consecuencia del descuido de las leyes de la higiene, han adquirido malas costumbres, y han sacrificado toda esperanza para este mundo y el venidero! Al estudiar fisiología, debería enseñarse a los alumnos a apreciar el valor de la energía física, y cómo se la puede conservar y desarrollar para que contribuya en el mayor grado posible al éxito en la gran lucha de la vida. Mediante lecciones sencillas y fáciles se debería enseñar a los niños, desde sus primeros años, los rudimentos de la fisiología y la higiene. Esta obra la debería empezar la madre en el hogar, y la debería continuar fielmente la escuela. A medida que la edad de los alumnos aumente, se debería seguir instruyéndolos en ese ramo, hasta que estén capacitados para cuidar de la casa en la cual viven. Deberían comprender la importancia que tiene el evitar las enfermedades mediante la conservación del vigor de cada órgano, y también se les debería enseñar a actuar en caso de enfermedades comunes y accidentes. En toda escuela se debería enseñar fisiología e higiene, y en cuanto fuese posible se debería proveer material para ilustrar la estructura del cuerpo, su empleo y cuidado. En el estudio de la fisiología no se incluyen por lo general algunos asuntos que deberían considerarse, que son de mayor valor para el estudiante que muchos detalles técnicos que comúnmente se enseñan bajo ese título. Como principio fundamental de toda la educación correspondiente a este ramo, se debería enseñar a los jóvenes que las leyes de la naturaleza son leyes de Dios, tan ciertamente divinas como los preceptos del Decálogo. El Señor ha escrito en cada nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes 197 que gobiernan nuestro organismo. Toda violación de esas leyes, cometida por descuido o con premeditación, es un pecado contra nuestro Creador. ¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un conocimiento completo de estas leyes! Se debería prestar mucho mayor atención de la que comúnmente se concede a los principios de higiene que se aplican al régimen alimentarlo, al ejercicio, al cuidado de los niños, al tratamiento de los enfermos y a muchos asuntos semejantes. Se debería dar realce a la influencia que tiene la mente sobre el cuerpo y éste sobre aquélla. La energía eléctrica del cerebro, aumentada por la actividad mental, vitaliza todo el organismo, y es de ayuda inapreciable para resistir la enfermedad. Debería explicarse bien este punto. También se debería presentar el poder de la voluntad y la importancia del dominio propio, tanto en la conservación de la salud como en su recuperación, como asimismo el efecto depresivo y hasta ruinoso de la ira, el descontento, el egoísmo o la impureza y, por otra parte, el maravilloso poder vivificador que se encuentra en la alegría, la abnegación y la gratitud. Hay en la Escritura una verdad relativa a la fisiología que necesitamos considerar: "El corazón alegre constituye buen remedio".* "Y tu corazón guarde mis mandamientos -dice Dios-; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán". "Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo". "Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos".* Los jóvenes necesitan comprender la profunda verdad fundamental de la declaración bíblica según la cual con Dios "está el manantial de la vida".* No sólo es el Creador de todo, sino la vida de todo lo viviente. Es su vida la que recibimos en la luz del sol, en el aire puro y suave, en el alimento que 198 fortifica nuestros cuerpos y sostiene nuestra fuerza. Por su vida existimos hora tras hora, momento tras momento. A menos que hayan sido pervertidos, todos sus dones tienden a la vida, la salud y el gozo. "Todo lo hizo hermoso en su tiempo" y se obtendrá la verdadera belleza no echando a perder la obra de Dios, sino armonizándola con las leyes de Aquel que creó todas las cosas y que se complace en su belleza y perfección. Cuando se estudia el mecanismo del cuerpo, se debería dirigir la atención a su maravillosa adaptación de los medios al fin, a la armoniosa acción y dependencia de los diferentes órganos. Una vez que se ha despertado el interés del estudiante y se le ha hecho ver la importancia de la cultura física, el maestro puede hacer mucho para obtener el debido desarrollo y formar hábitos correctos.


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