El descensor - A02N03 - Fantasmas

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colaboraciones: Carlos Alberto Olague Alcalá / Josefina Camacho / Sergio Manganelli / Jesús Flores Olague / Ludim Cervantes / Ulises Varsovia / Patricia K. Olivera / Lino Carmenate Milián / Claudia Palatucci / Ramón Zarragoitia / Francisco Arriaga / Sara Royo Ferraz / José Luis de la Fuente / Anna M. Calero / Lázaro David Najarro Pujol / Mayde Molina / Daniel Crónicas Urbanas / Carolina Fernández Gaitán / Jesús H. Olague Alcalá / Ana M. Gutiérrez / Sender Eleven / Beauséant / Horacio Quiroga

Fotografías e ilustraciones: Steve Knight / Zuwiu / Jamie Brelsford / B.S. Wise / Lena Pautina / Kádár Viktor / Juan Medina / Leroy Skalstad / Jason Conlon / Dave Dyet / Iñaki Antoñana Plaza / Tomek Urban / Lena Povrzenic / Stephen Nunney / Tijmen Van Dobbenburgh / Kevin Eubanks / Teresa “Fábulas” / Guillermo Kahlo Kauffman / Egon Schiele / Gustav Klimt / Luis Iturra / Dimitri Castrique / Ahmed Hany / antibarbie


El descensor Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba abajo El tema para el próximo número es:

Naufragio Se recibirán colaboraciones hasta el día 31 de diciembre de 2011.

Para mantenerte informado sobre los temas que iremos preparando, te sugerimos visitar la sección Convocatorias de nuestro sitio web. Envíanos tus opiniones y colaboraciones por correo electrónico o llena el formulario correspondiente en la sección Contacto en nuestro sitio web.

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Contenido Directorio Diseño de Portada (Carlos Alberto Olague Alcalá) Editorial (La redacción) Fantasmas (Josefina Camacho) Gallo 843 (Sergio Manganelli) Amarillo vegetal (Jesús Flores Olague) En la radio (Ludim Cervantes) El fantasma de Isla Negra (Ulises Varsovia) Contacto inesperado (Patricia K. Olivera) De milagros y fantasmas (Lino Carmenate Milián) Fantasmas (Claudia Palatucci) Ritual eterno (Ramón Zarragoitia) De speculis (Francisco Arriaga) Poema (Sara Royo Ferraz) Ejercicio de parapsicología (José Luis de la Fuente) ¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto) La figura de un fantasma (Lázaro David Najarro Pujol) Cuando José Romero… (Mayde Molina) La mujer con ojos color café (Daniel - Crónicas Urbanas) Paranormal (Carolina Fernández Gaitán) En pie de guerra (Jesús H. Olague Alcalá) Ojos negros (Ana M. Gutiérrez) Sed (Sender Eleven) Mi padre fabricaba fantasmas (Beauséant) Más allá (Horacio Quiroga) Derechos de uso

Directorio 3 4 4 5 7 11 13 17 19 21 22 23 24 31 32 35 41 42 45 50 51 52 56 58 62 75

Responsable de edición:  Jesús H. Olague Alcalá http://jholaguepersonal.blogspot.com

Asesoría en diseño:  Carlos Alberto Olague Alcalá http://www.quatrocomunicacion.com

Corrección:  Martha Silva http://lafamosax.blogspot.com

Selección de textos y fotografías:  Ana M. Gutiérrez http://www.7duendes.com  José Luis de la Fuente http://sites.google.com/site/desdeelotero  Jesús H. Olague Alcalá

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Año 2

FANTASMAS

Diseño de Portada (Carlos Alberto Olague Alcalá) * México. Soy publicista, director general de una agencia BTL. Nacido en la ciudad de México, pero radico en Zacatecas. Soy candidato a portador de la vela perpetua, aunque la vela perpetua no está muy de acuerdo. También soy monero, y la mayor parte del tiempo no sé qué hago aquí además de ser el responsable del diseño de portada. Se le puede encontrar en En mi opinión (http://carlosolague.blogspot.com).

Fotografía:  Statue de Steve Knight (http://www.sxc.hu/profile/stevekrh19).  Smoke 3 de Zuwiu (http://www.zuwiu.toxic.pl).

Las imágenes utilizadas para ilustrar esta publicación, y todos sus derechos son propiedad de sus respectivos autores, salvo aquellas que sean consideradas como del Dominio Público por las leyes de Derechos de Autor aplicables. Si el uso de alguna imagen infringe algún derecho de uso, favor de notificarlo por correo electrónico a descensor@gmail.com.

Número 3

Editorial (La redacción) Hablar sobre fantasmas puede no resultar un asunto fácil porque, si bien es cierto que es un tema común, también es verdad que tocarlo implica entrar en ese espacio en el que suelen converger creencias personales, tabúes, miedos y, en un momento dado, hasta deseos. Presencia etérea de pasados y presentes que son como reflejos, espejismos, recuerdos, sueños, todos con el denominador común de lo impalpable o lo inexplicable, de lo que queda fuera del alcance de nuestra comprensión o de lo que nos es materialmente tangible. Pero también, de alguna forma, la válvula de escape de culpas y pecados que desde adentro nos persiguen y nos atosigan, fantasmas personales, interiores, que evocan lo hecho o presagian lo que puede ser, porque la carne es débil, mucho más que los deseos. En esta oportunidad les toca a nuestros colaboradores dejar salir sus propios fantasmas para que se escabullan entre nosotros y nos impregnen de esa esencia primigenia que ellos mismos nos entregan.

EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Diseño de Portada (Carlos Alberto Olague Alcalá)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Fantasmas (Josefina Camacho) * Uruguay. Nació en la ciudad de Mercedes, Uruguay, es casada y tiene dos hijos. Reside en el departamento de Canelones desde hace cuatro años. Escribe desde pequeña, es autodidacta y le encanta todo lo que encierre el arte. Es ceramista y comunicadora en radio comunitaria de Salinas-Canelones-Uruguay; conduce un programa en el que recorre todo tipo de temas en lo cultural donde se intercalan temas de canciones de Latino América. Colabora en revista virtual argentina "NOMEN MUNAY" desde hace tres años. En estos momentos está trabajando en el que será su primer libro que contendrá reflexiones, poemas y relatos de la vida. Fotografía: Romance on the Matterhorn de Jamie Brelsford (http://www.sxc.hu/profile/mancity)

Anochece, la luna apenas asoma detrás de una nube gris que al andar del viento cubre lentamente haciendo oscurecer más el entorno. Los sentimientos vuelan, el alma sueña el sentir, se afina y... los fantasmas del pasado golpean con fuerza el pensamiento. Al mirar hacia el cielo el frío se apodera de mi cuerpo dejando un presentimiento de desolación y sentimiento de olvido... No pienso, no sueño, no amo, sólo soy un ser que al pasar de los tiempos que acechan la vida de simplezas y encuentros deja un sabor a nada... Son los fantasmas del sueño, son los fantasmas del tiempo, son los fantasmas de los desencuentros que acechan, que pegan, que vuelan... Dame el poder de seguir por los caminos del recuerdo y los sentires del alma que al andar y andar solo son nada... La noche se ha afirmado, se ha cerrado dejando sólo allá en lo alto la redonda luna que

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… son los fantasmas de los desencuentros que acechan, que pegan, que vuelan... 5


FANTASMAS

Año 2 Número 3

mira con asombro, mi asombro. Soy en la oscuridad una sombra más, un fantasma que camina sin pisar, que duerme sin soñar, que siente sin pensar, un fantasma más... Bailemos en la noche de los fantasmas que envuelven los amores, los dolores, los sentimientos, dejando en el aire el aroma de una rosa que solo es... un fantasma más.

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Gallo 843 (Sergio Manganelli) * Argentina. Nació en Haedo, Provincia de Buenos Aires, Argentina, el 28 de febrero de 1967. Reside actualmente en San Antonio de Padua, al oeste del conurbano bonaerense. Sus poemas y artículos han sido publicados en una importante cantidad de diarios argentinos, de México, Colombia y España. Asimismo en revistas culturales y literarias de Argentina, Brasil, España, México, Estados Unidos, Puerto Rico, Francia, Colombia, Venezuela, Chile, Italia, Cuba, Nicaragua, etc. Obtuvo entre 1991 y 1999 una treintena de premios y menciones en su país. Se encuentra trabajando en la edición de “Sangre de Toro” -poemas y banderillas-, que se editará inicialmente en Buenos Aires y posteriormente en España. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web. Fotografía: Whiter whence de B.S. Wise (http://www.flickr.com/people/bswise/)

Sentado en el umbral del precipicio espero ver pasar la pompa fúnebre de todos nuestros muertos. De pie frente al portón del universo busco hallar mis verdades convertidas en sueño. Entro al último cuarto de la casa y veo las marionetas colgando de sus telarañas, allí están todos, sentados a la gran mesa, hartos ya de viajar de tumba en tumba. Mario sonríe, pálido, amarillo.

Ana muere de tos bajo el invierno. Elda medita inerte entre las migas del mantel. Lidia junta sus cosas para salir a buscar su propia despedida. Mi madre va destejiendo historias, fábulas, arma su burbuja de jabón para huir de la sombra y el olor a humedad, para besar la gloria. El buen Roberto carga y carga, él nunca tiene frío, ni hambre, ni dolor. El carga el peso de todas las cruces. En cada una de las puntas, ellos. Mamá y papá.

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Año 2

FANTASMAS Treinta años de asesinarse perversamente. Las heridas, los hijos. El frío.

Número 3

La casa.

El nonno agrega aceite a los fideos, y todos comen consintiendo una salsa de Mussolini y rabia. Con queso rallado, hasta atragantarse.

La casa y sus muertos, y hoy le toca morir a ella.

Y el olor a mandarinas me ayuda a olvidar el tiempo que pasa.

Detrás de nosotros, los náufragos.

¿A dónde están? ¿qué hace Mario vagando por las escaleras de una hermosa torre de veintitrés pisos? ¿qué fue de la casa y mi gama de grises?

Carlos anda por los pasillos buscando los trozos de infancia que un día le robó la calle, o que perdió. Sin saber, o sin querer.

Carlos escapa, una y otra vez. Se acaban los techos, no hay adónde ir.

Todos me sonríen al entrar, y yo también sonrío. Por cuanto me lastiman y por cuanto los quiero.

Vuelvo a mi refugio de paredes mojadas y mientras Neruda recita sus versos en las minas del Sur, yo espero mi turno.

Suena el despertador. A formar dice el destino, EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Gallo 843 (Sergio Manganelli)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

a tomar distancia dicen todos. ¿No ven que ya no tengo manos? Papá y mamá, ausentes. El resto llegó tarde. Media sanción al que muera primero, los demás a repetir, eternamente. La historia. Garrick merodea por las piezas, quiere dar su última vuelta antes de buscar otro médico. Y el frío.

El tiempo es un ovillo inmenso, de la punta tiran los espectros. La vendedora de claveles El dentista Garrick Pedro Mario Vos y yo. La puerta del sótano está abierta y el tapiz del pastor y la oveja se luce nuevamente en la pared del vestíbulo.

Un perro que ladra buscando comida. La casa se queda sin muertos, sin hijos, sin sus extraños y tristes fantasmas, y Elda canta un tango mientras me enjuago las medias y el alma.

El finadito tal, o el finadito cual, viene a casa esta noche a cenar. Despedida. Rafael patalea para no ser devorado, hace cortocircuitos para defenderse. Ya ni se oye al vecino de abajo.

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Año 2

FANTASMAS La casa está muerta. Pero espera, nos espera a todos. Camino hacia la oscuridad del pasillo y me pierdo en la calle.

Número 3

Está amaneciendo en Gallo y Córdoba. La araña bosteza y se traga a unos cuantos. Salto a un charco y muero ahogado de nubes, con un verso en la boca, dedicado a Garrick, y un clavel de la tumba de todos nuestros muertos.

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Amarillo vegetal (Jesús Flores Olague) * México. Zacatecas, 1947. Doctor en filosofía e historia es actualmente director del proyecto Historia de Zacatecas. Ha ejercido también labores periodísticas y docentes. Promotor cultural incansable, confiesa que “en medio de miles de tareas, oficios y disfraces” ha podido desplegar algunas veces sus “dotes de saltimbanqui en el retiro, de trovador mudo, de tahúr a destiempo” y ha logrado saber en algunos instantes precisos e irrepetibles el “santo y seña de la vida”. Cuenta en su haber con siete poemarios publicados, Péndulo y esfera (1986), Meditación en cuatro tiempos (1991), Cenizas del alba (1995), Bosquejo del viento (1998), Buril de fuego (2003), Guitarra de arena (2008) y Ya de otoño (2011). Se le puede encontrar en su página web (http://www.jesusfloresolague.com.mx). Fotografía: Web window 2 de Lena Pautina (http://www.sxc.hu/profile/pautina)

Yo vendo periódicos y revistas en un puesto que está en la esquina de Augusto Rodín y Holbein, muy cerca de la plaza de toros. Antier en la tarde había tanta neblina y tanto frío que me empecé a quedar dormido. Unos pasos me sacaron del apacible y dulce estado de quien está por iniciar la aventura de un sueño. Levanté la cabeza para mirar a aquel hombre que, día con día, llegaba al edificio en cuya esquina está el puesto. Me saludó y, luego de pensar un momento, abrió la puerta del edificio y penetró en él con un ramo de flores amarillas en las manos. Las últimas semanas llegaba siempre así, con un ramo de flores. El frío y la niebla me hicieron desistir de estarme hasta las siete que es la hora en que cierro. Guardé las revistas y los diarios y me marché. Dormí arrebujado entre las sábanas. Ayer volví a mi puesto, hace tres años que está en esa esquina donde tantos preguntan la dirección que confusamente buscan, donde balbucean el nombre de alguna calle, donde formulan la terca interrogación sobre alguna persona que creen que pasó junto a mí. Acomodé el puesto y me di cuenta, de nuevo, de aquella neblina que hace días se apoderó de la ciudad. Desde que llegó el frío los compradores empezaron a llegar abrigados y, por no quitarse las bufandas, dicen, a señas, qué periódico o revista desean adquirir. Ayer el frío Las últimas era más intenso. Volví a cerrar temprano y sin haber respondido al callado saludo de aquel semanas llegaba hombre del amarillo ramo de flores. Hoy por la mañana la niebla aumentó y cubrió con mayor densidad todas las calles; al llegar a mi puesto noté que los compradores eran menos y más silenciosos y vi, EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Amarillo vegetal (Jesús Flores Olague)

siempre así, con un ramo de flores.

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FANTASMAS

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perfectamente acomodado sobre el mostrador, un ramo de frescos crisantemos. No pensé mucho para saber que aquel hombre me pedía que llevara las flores adentro del edificio. Al empezar el recorrido del pasillo me di cuenta de los muchos pétalos marchitos que estaban sobre el suelo. Subí la escalera del primer piso y mi asombro aumentó al ver que en ella estaban también aquellas flores secas. Los corredores del primer piso tenían la misma pintura de muerte en sus alfombras y así todos los pisos que iba recorriendo cada vez con mayor miedo. Algo anormal ocurría en el edificio, ya que todas las puertas permanecían cerradas e indiferentes ante el polvo y el hedor de aquella amarilla muerte vegetal. Subí al último piso y el cuadro era el mismo. Toqué en todas las puertas y nadie respondió, grité porque aquel ramo de flores me quemaba las manos y llegué, casi envuelto en locura, a la puerta que comunica a la azotea del edificio. Traté de abrirla y la cerradura se deslizó con un pequeño ruido. Ante mi azoro, me encontré con otros montones de flores muertas y un cuarto en medio de aquella suciedad. Miré por una ventana y contemplé a una mujer joven, desnuda, plena, bella, sonriéndole al hombre de los ramos de flores. El cuerpo de la mujer me hizo olvidarme de los minutos anteriores hasta que un calor insoportable me envolvió las manos. Les llamé pero al notar que no oían mis palabras caminé hacia su puerta, toque con especial fuerza y nadie abrió. Volví a la ventana y cuando iba a golpear el vidrio mi pesadilla se había transformado: el cuarto estaba destrozado y otra vez las malditas flores amarillas estaban esparcidas por el suelo. En la cama, el cadáver del hombre se abrazaba a un esqueleto en un inútil intento de orgasmo. Me aparté con horror, lance los crisantemos al suelo y llegué hasta el borde de la azotea en un intento por respirar mejor porque el aire se me había escapado. La vista era magnífica, la niebla había desaparecido y ...

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En la radio (Ludim Cervantes) * México. Estudiante de Derecho Comunitario y Sociología y escritora. Co-fundadora y ex editora de la Revista Migala de arte contemporáneo y literatura. Primeras publicaciones en Goliardos con el profesor y escritor H. Pascal. Algunos cuentos se pueden encontrar en Guardagujas, suplemento de la Jornada en Aguascalientes y algunos números de Migala. Recientemente la publicación de un ensayo en la Revista Cultura de El Salvador. Para comunicarse con ella utilice la sección Contacto en nuestro sitio web. Fotografía: On air de Kádár Viktor (http://www.sxc.hu/profile/victy).

Apagó un cigarro mientras acomodaba los audífonos. Era su primer programa de radio. Movía su cuello circularmente para relajarse y no cometer muchos errores. El hombre en la cabina dio la señal y saludó alegre a la audiencia. Se presentó con la misma torpeza al hablar. “Buenas noches soy Esteban Díaz... hoy hablaremos de...” Sus dedos largos jugaban sobre la mesa. Los nervios regresaron después de irse de viaje hace tres años, cuando empezó a trabajar. Maquinalmente reía de una anécdota que contaba. De pensar cuanta gente lo escucharía sintió que los nervios lo traicionarían. Afortunadamente cuando se terminaban las ideas, inició la música. Se relajó por un momento, colocó los audífonos en su cuello y estiró sus piernas. - ¿Quieres un café?- invitó uno de los miembros de la cabina- ¿algo de beber?

... pese a tener experiencia de cuatro años, sus nervios lo traicionaban eventualmente.

- Agua- respondió con una sonrisa. - No te pongas nervioso, ellos no te ven. Oyen todo lo que digas- explicó el asistente al regresar con agua. Esteban, pese a tener experiencia de cuatro años, sus nervios lo traicionaban eventualmente. Era la misma adrenalina que siente un actor en el escenario después de cien presentaciones. - Tienes buen rating- dijo un hombre obeso al otro lado del espejo e hizo una señal de

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

aprobación con el dedo pulgar- no tiene mucho talento, pero le gusta a las mujeres- dijo en voz baja; los tres hombres que manejaban la consola rieron. Esteban quiso omitir el comentario del jefe. Sabía que no era tan bueno como ellos. Conocía los rumores sobre cómo consiguió el puesto, ya rondaban más a menudo desde que llegó a la radiodifusora. Sobrellevó la situación; demostraba un buen desempeño. - Esperar una llamada- leyó el programa que estaba sobre una hoja a su derecha y sonrió. Su carisma le ayudó a Socializar con la gente; era una ventaja. La melodía “Histeria” de Muse, terminó. Inmediatamente invitó a la audiencia a comunicarse con él. Antes que terminará de hablar y dar los números telefónicos de la cabina, una llamada entró al aire. - ¡Hola!- exclamó el saludo- ¿Cómo te llamas? - ... - del otro lado se apagaron los sonidos. Continuó preguntando. Un pitido largo y agudo, calló su risa nerviosa. -...Aquí... necesitamos- la señal se distorsionaba, no logró definir la voz. Los EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo En la radio (Ludim Cervantes)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

ruidos de la estática se hicieron cada vez más fuertes, llegando a lastimar sus oídos. - ¿Qué?- preguntó contrariado. Recargó los codos en la mesa y esperó. La distorsión se cruzó con otras líneas. Escuchaba voces lejanas, música, una ciudad en movimiento. Miró fijamente la botella de agua como si en ella encontrara solución. Los sonidos subían y bajaban. Observó la cabina, supuso que era una novatada. Sin embargo, los ingenieros trataban de sintonizar la señal, se preguntaban por las fallas. Culparon a las compañías telefónicas.

Los ruidos de la estática se hicieron cada vez más fuertes, llegando lastimar sus oídos.

-...caleidoscopio- las palabras se enredaron y fue lo único que percibió- unos cables... - escuchó la voz de un hombre claramente-...niebla - el locutor palideció, su primer programa de radio y hacían bromas de mal gusto. Una canción de fondo mezclada con un lamento. Lo hizo brincar y derramar la botella de agua. Finalmente la llamada se cortó. Enseguida cortaron el programa con publicidad. Rápidamente dos asistentes entraron a cabina para limpiar el agua y parte de la camisa de Esteban. “¿Por qué hoy?” Pensó, trataba de conservar el mismo ánimo y la sonrisa. Se disculpó con la misma torpeza de siempre. En la cabina lo animaron un poco. Volvió a concentrarse. Pensó en la mala recepción y continuó. Habló enseguida al terminar la publicidad, pidió disculpas por la falla técnica e hizo un par de bromas. Después del mal rato, las siguientes llamadas fueron normales, la recepción tenue y las voces nítidas. Se sintió satisfecho de mantener la calma aunque aún seguía pensando en que había sido aquella voz. Anunció que el programa de dos horas llegaba a su fin. Dejaron la última llamada al aire. Minutos después se despidió y la música reemplazó su voz de manera exitosa, se secaba su garganta; bebió un vaso de agua. - Buen trabajo- dijo el jefe de la estación. Aquello lo confortó. Nada le satisfacía más que demostrar a todos que no era EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo En la radio (Ludim Cervantes)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

un mediocre recién salido de la universidad. Como todos decían.

Quedó inmóvil, observando sin querer la niebla que se formó a las tres de la mañana.

Luego de media hora charlando los detalles, fallas y mejoras del programa. Organizaban una huida al bar de costumbre. Con pretexto de ser lunes, se negó. Al día siguiente tenía otro compromiso, no quedaba tiempo para nada. Y sus horas de sueño eran limitadas, quería descansar y más cuando no tenía idea de que había pasado con aquella llamada.

Pidió un taxi que llegaría en un par de minutos. Estaba solo, los compañeros se marcharon. No había ningún sonido más que motores de autos lejanos, algún perro callejero y el llanto de una mujer en el lobby. Su piel se erizó, no pudo moverse, claramente escuchó su voz. Estaba de espaldas, no quería y no podía mirar. Ninguna parte de su cuerpo reaccionó. Quedó inmóvil observando sin querer la niebla que se formó a las tres de la mañana. Recordó que a esa hora los bajos astrales se abren. Tal vez sólo fue mala suerte. -Aquí... necesitamos- la oyó decir entre el eco, cerró los ojos sin estar plenamente consciente de lo que sucedía, como si con ello alejara todo el miedo-... un caleidoscopio en la escenografía- aquella palabra cimbró en sus oídos con un eco. El estómago se hizo de plomo. Los mechones de su frente quedaron pegados a ella y sus manos no dejaban de temblar. Sostenía su pecho que palpitaba. Apretó los dientes, seguía oyéndola hablar. - Es una trampa- afirmó Esteban agitado, sin dejar de mirar la niebla. El taxi que pidió, apareció en la salida, frente a él. El pitido del claxon lo hizo abrir los ojos. Subió rápidamente. El chofer lo miró confundido, probablemente por la palidez de su rostro. Con las palabras cortadas le indicó la dirección a donde debían dirigirse. La melodía instrumental dentro del auto lo tranquilizó. Trató de no quedarse dormido. Internamente seguía temblando. No quería pensar en ello, no es que no creyera en asuntos paranormales, era que no había necesidad de buscar explicación a algo que bien pudo ser una broma. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo En la radio (Ludim Cervantes)

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Año 2

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El fantasma de Isla Negra (Ulises Varsovia) * Chile. Nace el año de 1949 en Valparaíso, lugar cuyo mar y tempestades marcaron definitivamente su personalidad y su poesía. Estudió varias asignaturas humanísticas y trabajó en tres universidades al mismo tiempo que escribía poesía en su país natal, de donde salió a Alemania a estudiar un doctorado. Radica en San Gall, Suiza, en cuya universidad imparte un par de lecciones. Ha publicado 28 títulos de poesía entre los que destacan Jinetes nocturnos (1974), Tus náufragos, Chile (1993), Capitanía del Viento (1994), El Transeúnte de Barcelona (1997), Madre Oceánica, Valparaíso (1999), Megalítica (2000), Ebriedad (2003), el más reciente, Anunciación, ángeles y espadas (2008), y las antologías Antología esencial y otros poemas 1974-2005 (2006) y Vientos de letras (2007), en colaboración con el poeta Alexis R. Ha sido publicado por más de 70 revistas literarias, en diferentes idiomas. Puede ser encontrado en su blog personal (http://ulisesvarsovia.tripod.com). Fotografía: Isla Negra de Juan Medina (http://www.flickr.com/people/juanbdj/).

De Tus náufragos, Chile. En Isla Negra el mar, su embate de espuma rizada, su reclamo en olas, su gritos, su vaho salobre arrojado contra un puñado de casas calladas, silenciosas como muertas.

Pueblo litoral, mágico poblado donde tus náufragos, Chile, tus hijos ciegos en el exilio, donde los sueños de tus poetas desvarían tactando el vacío, como sonámbulos de otro mundo.

Nadie por las calles solas, por las calles que el mar fragoroso llena de húmedos ruidos, sepulta con su peso insostenible, hace retumbar con su estallido.

¿De dónde viene la voz, de dónde la lluvia del sur que canta aquí su quejumbre, su atroz poesía de sueños muertos?

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Año 2

FANTASMAS No sólo el mar sus sonidos, no sólo el trueno quebrado de sus olas desbordadas: ¿de dónde la voz, madre, delgada patria, de dónde la lluvia austral, su gorjeo, su reclamo gutural insistiendo?

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Número 3

No mientan las calles solas, no mienta el mar con sus ruidos, no mientan las casas dormidas: una voz espesa canta, una voz de violas rotas, la lluvia del sur aquí anclada.

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Contacto inesperado (Patricia K. Olivera) * Uruguay. Montevideo. Abril 1970. Casada, tiene dos hijos. Escribe poemas, relatos y microrelatos bajo el nombre de Patricia O. (Patokata) en sus blogs Mis Musas Locas (http://mismusaslocas.blogspot.com) y Musas Cuenteras (http://mismusascuenteras.blogspot.com). Ha colaborado en distintas revistas literarias de la red, de diversos países, así como en varios blogs colectivos y participativos. Es colaboradora frecuente de Revista Literaria Deglozel, El Escritor Errante, LaFanzine, La Ira de Morfeo y Revista Literaria Pluma y Tintero; recientemente se ha sumado al staff de Revista Kya! y Be Bloggeras, en ambos tiene su espacio de Microrelatos. Miembro de Remes y de Poetas del Mundo. No tiene libros publicados. Fotografía: Despair,Lonelyness de Leroy Skalstad (http://www.sxc.hu/profile/leroys).

Rinnngggg, suena el pitido del teléfono al otro lado. - Hola, con el sector compras por favor - solicita el muchacho cuando el teléfono es atendido. - Hola, creo que te equivocaste - le contesta la voz de una chica al otro lado. Aunque su primer impulso es colgarle y volver a llamar, desiste cuando ella continúa la conversación. - Hola, ¿quién habla?- pregunta ella, - Si, hola...discúlpame, estoy llamando para mi trabajo y seguramente marqué mal.

La brisa le acarició la cara y lo trajo a la realidad, ya no siente tanto dolor...

- Álvaro, ¿sos vos? - Si, pero... ¿cómo sabes mi nombre? - le pregunta asombrado - ¿Te conozco? - quiere saber. - Amor, soy yo...Estefi...- le responde la chica en tono risueño. Álvaro queda helado. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Contacto inesperado (Patricia K. Olivera)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

- Pero...no puede ser, vos...- no alcanza a terminar la frase porque ella la completa. - Si, yo no estoy ya... pero me dejaron hablar contigo... - No entiendo... - susurra Álvaro muy asustado. - ¿Esto es una broma, verdad? - pregunta con una risa nerviosa. - No amor... - le responde ella dulcemente. - No es una broma... ¿cómo estás?, ¿estás bien?, ¿rehiciste tu vida? Por favor, sólo respóndeme eso. - ¿En verdad eres Estefi?... - Vuelve a preguntar, aunque está seguro que es su voz, jamás la olvidaría - estoy bien, aún te extraño - le dice y no puede evitar ahogar un sollozo. - Rehíce mi vida, me casé, tengo una hija preciosa...siempre pienso en vos...- continúa él, al otro lado la chica suspira. - Me hace muy feliz saber que estás bien y que formaste una bella familia. Gracias por pensar en mí, algún día nos vamos a volver a ver...Te quiero. Adiós La línea en el teléfono quedó muerta y Álvaro sintió un leve escalofrío. La brisa le acarició la cara y lo trajo a la realidad, ya no siente tanto dolor por la ausencia de esa persona que fue tan importante para él; ahora sabe que Estefi al fin es libre a pesar de hacer ya 4 años que murió.

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

De milagros y fantasmas (Lino Carmenate Milián) * Honduras. Hondureño nacido en Cuba. Doctor en medicina. Escritor, más que bueno, comprometido, más que de ocasión, de corazón. Para ponerse en contacto con él, deje un mensaje en la sección Contacto de nuestro sitio web. Fotografía: Sunset tree de Jason Conlon (http://www.sxc.hu/profile/jaz1111).

Al doblar de la barbería, a donde todos van con premura, vive el viejo Manuel. Solo, él sabe que está solo. Nada hay que pueda llenarle la cabeza, ni siquiera la certeza, de querer estar acompañado. Le pasa igual que al árbol del patio que conoce desde niño, y ahora descubre desnudo como su suerte. De vez en cuando mira hacia el cielo, Manuel, digo, y el árbol suspira -¿por qué lo habrán dejado solo?- el árbol se pregunta. Tal vez Manuel tenga la respuesta, pero no estará dispuesto a darla, a menos, a cambio de su vida. Tiene la carne dura, Manuel, como los días de estar perseguido de recuerdos oscuros y a retazos. No sabe porque la sombra se empeña en descubrirlo y le agrieta el espacio divino que protege con sus ramas sin hojas, cansadas, sedientas de luz para agitar la savia por siglos detenida. A Manuel le preocupa cuantas noches más tendrá que soñar sin querer dormir, cuantas más le será vedado el deseo, antes de dejar de respirar. Al árbol, en cambio, le asiste el placer de proteger la razón de su dueño desde el único sonido de la casa, sucia, maloliente; viva de milagros y fantasmas. Manuel y el árbol sobreviven al desinterés de la sangre y la luz, y también pudiera decirse, del uno por el otro, de no ser por el árbol; la semilla crecida que abandonó Manuel hace siglos en la cerca que limita al patio del camino. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo De milagros y fantasmas (Lino Carmenate Milián)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Fantasmas (Claudia Palatucci) * México. Oh, sicóloga (o psicóloga) (hocicóloga), de profesión; “metiche” con licencia, para dar crédito a la locura de los ajenos, nieta de mulatos y de ojiazules españoles, nacida en la tierra de los alacranes, Durango, México. Gusta de la música árabe, flamenco y brasileña; se le verá danzando por ahí de vez en cuando entre letras y dibujos; diseñadora gráfica de afición, editora de fulanas revistas independientes y organizadora de eventos especiales (sobre todo en familia). Su especialidad en la cocina: changüiches y sopas Maruchan. Se le puede encontrar en Jezabel Violeta - Bruja y Loca (http://brujayloca.blogspot.com/). Fotografía: Orange Morning 4 de Dave Dyet (http://www.dyet.com/).

Eres luz brillante... Un breve reflejo del Sol... Una estrella perpetua, prematura, un asterión.

Eres cazador perfecto, perfecto rival, Para aquellos eufóricos desfallecidos En la lucha hasta el final...

Hoy la noche no es tan fría, ni tan oscura, Hoy puedo ver brillar tu reflejo En el lago de mi pasión.

Veo desde el recodo tu ausencia, Respiro con tu suspirar... Imagino cada momento contigo Es imposible evitar llorar.

Vuelvo a dibujar tu silueta con mis dedos, Imaginando palmo a palmo tu grandiosa humanidad... Siento palpitar tu pulso acelerado en mi oído Esperando el momento para atacar...

Hundido entre las sombras, Dormido quizá... Eres el fantasma callado del amor que sufre Que de un día a otro, pronto emergerá.

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Ritual eterno (Ramón Zarragoitia) * España. Gorliz (Vizcaya), 1970. Licenciado en Derecho y Postgrado en Construcción por la Universidad de Deusto. Durante quince años ejerció como Letrado Urbanista en su propio despacho profesional. Al término decide dedicar más tiempo a la Literatura. Ha sido galardonado en diversos certámenes y es autor de varias novelas y libros de relato y cuento; aunque también de numerosas piezas de microficción que van apareciendo publicadas aquí y allá. Su proyecto literario queda periódicamente reflejado en el Blog SCRIPTUM, Despacho de Letras (http://scriptumdl.wordpress.com/). Fotografía: San Fermín 2008 de Iñaki Antoñana Plaza (http://www.iantfoto.com/).

Salto el vallado. Pamplona huele a julio y amanecer. Me sitúo sobre el mismo centro del empedrado ceniza. Fiel a mi costumbre, me desabrocho el primer botón de la camisa blanca. Compruebo que mis deportivas estén debidamente anudadas. Tengo el corazón desbocado. Respiro hondo. Recuerdo tu rostro moreno. Dan las ocho en punto. En este momento explota el primer chupín. «¡Venga, vamos, sin miedo!», me arengo como buen veterano. Pasan algunos segundos de pura incertidumbre. Suena el segundo cohete. Entonces crece el murmullo. Una mujer chilla en el centro de un balcón de gala. Ha señalado el otro extremo de la calle Mercaderes. Brota por allí la manada de bestias y corredores. Sudor, adrenalina, alerta que asalta millares de ojos. Voy hacia ellos. Los busco a contracorriente con la vista y el alma. Cuando los primeros mozos me sortean, hinco ambas rodillas y extiendo los brazos por completo. Frente a frente. Me fundo en un solo cuerpo con la urbe añorada. Es el momento de la Verdad; ese instante final en el que soy arrollado, en el que siento el calor del grupo, su olor animal, su miedo. También una poderosa vibración que de inmediato me devuelve al tiempo en el que estuve vivo. Te dedico un agónico «Te Quiero». Mi nombre no importa. Si acaso, soy uno más de cuantos dejaron su vida en el encierro. Sí, lo perdí todo. Mas este ritual que cada mañana de San Fermín repito, se ha convertido en el único instrumento capaz de volver a unirnos.

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Año 2

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Número 3

De speculis (Francisco Arriaga) * México. Escritor zacatecano que nació en Aguascalientes y vive en Tamaulipas. Coleccionista de libros, impresos o electrónicos, que también le hace a la música, la patrología, la historiografía, y en sus ratos libres escribe para algún periódico zacatecano, pero ya el lector verá qué va descubriendo en sus propias palabras. Se le puede encontrar en Qvod ago (http://www.qvodago.info). Fotografía: Shells in grass 1 de Tomek Urban (http://www.sxc.hu/profile/precelik).

Omnis mundi creatura Quasi liber et pictura Nobis est in speculum

Sabía que los malvones y los amores de un rato, así como la albahaca y la yerbabuena estaban a salvo. Malú se encargaba de ello.

Disfrutaba la textura terrosa, el sonido de las conchas resquebrajándose entre los dientes. Mamá Pita la dejaba hacer. Sabía que los malvones y los amores de un rato, así como la albahaca y la yerbabuena estaban a salvo. Malú se encargaba de ello. No recordaba cuántos años atrás dejó de hacer el intento de disuadirla. Le costó mucho trabajo aceptar que su hija, por alguna razón que ella no comprendía, disfrutaba cazando los caracolillos escondidos en las macetas del jardín, para llevárselos a la boca y triturarlos con los dientes, moliéndolos poco a poco, cual si fuesen golosinas de caramelo macizo. Malú le comentó que no era con la intención de dañar a los pobres animalillos. 'Es más

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FANTASMAS doloroso para ellos primero sacarlos de la concha, y luego quebrar el caparazón vacío. Mejor así, cuando la concha se quiebra, los animalillos se mueren. Muy rápido, y estoy segura de que no sufren.' Pero eso no fue todo. Una tarde, muchísimos años atrás, ella entró en su recámara, azotando las puertas y alegando que había visto algo en el espejo. -¡Se murieron, mamá! ¡Se murieron! Mamá Pita se sobresaltó, preguntando que quiénes, cuándo, dónde, quién le había dicho. Ella no decía otra cosa, sólo que el avión se había caído, que todos habían muerto, recordaba una nena de brazos y a su madre, que la abrazaba fuertemente mientras decía un nombre que ella no lograba recordar.

Año 2 Número 3

Por la noche, después de acompañarla en el rezo de las oraciones, notó que Malú sangraba de las encías. Parecían pequeños cotes hechos a navaja, profundos y exactos.

Mamá Pita pensó que aquella era una alucinación, y que Malú seguramente se había quedado dormida en la mecedora, mientras peinaba el cabello de hilaza de su muñeca más querida. La muchacha tenía dieciséis años cumplidos, pero seguía comportándose como si apenas estuviera entrando en la primera infancia. Por la noche, después de acompañarla en el rezo de las oraciones, notó que Malú sangraba de las encías. Parecían pequeños cortes hechos a navaja, profundos y exactos. Le preguntó si alguien la había molestado, o si se había caído y raspado con el piso o la pared. Ella le dijo que no, que nada le pasaba, que todo estaba bien y no había de qué preocuparse. Esa noche, se quedó a su lado hasta que ella se durmió. Acariciaba lentamente la cabellera negra, sedosa, y en algún EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo De speculis (Francisco Arriaga)

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Año 2

FANTASMAS

... la sorprendió masticando lentamente uno tras otro los caparazones con los caracolillos atrapados en ellos, absorta en el placer del sonido cerámico, de la ruptura...

Número 3

momento recordó las caricias de su difunto esposo, muerto por un ataque violentísimo de tosferina doce años atrás. Él le decía que tenía el pelo suave y terso, que le encantaba olerlo y acariciarlo así, tal como ella ahora lo hacía con su hija. Sintió una pequeña punzada en los dedos y se detuvo. Enredado en un mechón de cabello, la blancura del caparazón resaltaba incluso así, a media luz. Era un pedazo de concha de caracol. Mamá Pita imaginó que eso había sucedido, la niña jugaba y se tropezó, yendo a caer en la tierra mojada del jardín, y arañándose boca y labios con los caparazones de aquellos animalillos. Intentó olvidar el asunto, hasta que algunas semanas después, la sorprendió masticando lentamente uno tras otro los caparazones con los caracolillos atrapados en ellos, absorta en el placer del sonido cerámico, de la ruptura sistemática de aquellos frágiles huesecillos.

La lucha que llevaron se extendió por años. Malú seguía empecinada en triturar caracoles, Mamá Pita en alejarla del jardín. Hasta que en algún momento, el hastío de aquel juego ilógico, donde ninguna de las dos perdía pero tampoco ninguna de las dos ganaba, a ambas les arrebató la partida. 'Allá tú si quieres quedarte sin dientes. Serás una vieja chimuela cuando cumplas los treinta años. Nadie va a quererte, ni como mujer, ni como criada, ni como nada. Allá tú.' Malú, para sorpresa suya, le contestó con una voz recargada de serenidad y una sabiduría extraña, extática. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo De speculis (Francisco Arriaga)

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Año 2 Número 3

'Mamá: sé que no lo entiendes, y que piensas que estoy loca. No lo estoy. Esta es la única manera de regresar el mundo a su centro, y que podamos recobrar el equilibrio de una vez por todas. No me creíste cuando te conté del avión, cuando te dije de la nena muerta entre los brazos de su madre. Tampoco me creerás si te digo que a pesar de todo, hubo un solo sobreviviente. Alguien se escapó de la muerte segura, sólo porque no estuvo ni en el tiempo ni el momento indicado. Es un fantasma de carne y hueso, y sólo con los caracoles y el espejo puedo verlo, seguirle el rastro. El sabor de los caracoles es asqueroso, pero es un precio que con gusto pagaré, si puedo arreglar el universo algún día.' De aquella plática sólo recordaba con claridad los ojos fijos y penetrantes de Malú, quien volvió a sumirse en su indiferencia, en su apatía ensimismada. Y así como se resignó al crujir de dientes, a encontrarla encorvada y a la caza de los caracolillos del jardín, un buen día se acostumbró a la idea de no tener descendencia, a no tener un nieto con quién jugar, y a la idea desdichada de que su hija, por decisión propia, moriría sola, en aquella casa enorme, de la que había olvidado habitaciones y rincones y que ahora se reducía a un par de estancias, enlazadas por el amplísimo jardín. Poco esperaba ya, de ella con sus casi ochenta años encima, y de su hija, solterona, agrietada, vistiendo el blusón blanquísimo de EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo De speculis (Francisco Arriaga)

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siempre, que le daba una apariencia espectral incluso cuando vagaba por el jardín a mediodía. Y fue precisamente por esa desesperanza, que la noticia que escuchó no la sacó del aletargamiento, fue como si su hija estuviese contándole una historia tan irreal como las telenovelas vespertinas, que últimamente las entretenían muy poco. Era de madrugada, noche cerrada aún, cuando Malú abrió las puertas de su recámara, y se recostó suavemente, a su lado. -Mamá, no te asustes. Hoy hice lo que tenía que hacer; tuvimos que esperar todos estos años, pero por fin tú y yo y todos estamos seguros. Vi que él tenía miedo, encerrado en aquel coche, derrapando por la autopista en una carrera loca hasta que se estrelló contra los cristales de una puerta enorme. Sé que él me miró porque yo lo miré. Y podía verlo a él y todo a su alrededor, a los hombres que se acercaban y disparaban, sentí todo su miedo y entonces le dije ‘no te preocupes, tu mujer y tu hija te esperan, desde siempre te han esperado y echado de menos’.

... podía verlo a él y todo a su alrededor, a los hombres que se acercaban y disparaban, sentí todo su miedo y entonces le dije ‘no te preocupes...’

Creo que él comprendió porque dejó de tener miedo, y se dejó ir así, tranquilo después de todo. Ya no te preocupes por mí, mamá, ni por nosotras, sólo quiero que seas paciente cuando te den la otra noticia, la que falta. Mamá Pita la abrazó, y le dio un beso en la mejilla. Ella, su pobre hija, con esos sueños. Qué hacerle. Por la mañana Mamá Pita preparó el almuerzo, y sólo recordaba que por alguna razón Malú había entrado a su recámara, despertándola horas antes. Pensó que dejarla dormir en su cuarto era buena idea y también sería bueno para ambas, así tendría un poco

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tiempo para preparar todo con calma y cocinar como era debido. Terminó de servir los platos, y salió de la cocina. Era hora de despertar a Malú. Regresó a su cuarto; la cama desecha y vacía amplificaba el ruido de sus pasos sobre las lozas, Malú no estaba allí. Pensó en buscarla en su recámara, regresó al pasillo y al hacer el intento de abrir, encontró la puerta trabada. Parecía cerrada con llave. Golpeó con fuerza y la llamó a gritos, cuatro, cinco veces. Nadie respondió. Con la rapidez que le permitieron sus piernas cansadas y achacosas, fue hasta su recámara y buscó la copia de la llave, segura que Malú había cerrado por dentro por alguna de sus manías incorregibles.

... sintió una pesadumbre inesperada en la barra del cerrojo, que chirriaba exactamente igual que cuando se quiere abrir una chapa oxidada...

Al girar la llave, sintió una pesadumbre inesperada en la barra del cerrojo, que chirriaba exactamente igual que cuando se quiere abrir una chapa oxidada y deslucida. Al abrir el cuarto, encontró la cama hecha, los muebles con una capa ceniza de polvo, y un olor a encierro de años. Pensó que había equivocado la habitación, aquella, su casa, tenía cuatro recámaras, sin contar el cuarto de huéspedes. Buscó las otras llaves. ‘Esta niña ha de estar jugando a las escondidas’ pensó mientras abría la segunda recámara. Algo en su interior le dijo que no encontraría a Malú en las otras, pero aún así, fue abriendo una tras otra las recámaras faltantes. Cuando no encontró a Malú, sintió pánico. Y supo que tenía que guardar la calma, por algo Malú le había dicho que fuera paciente. Pidió ayuda a los vecinos, la casa era grande pero no tanto como para que alguien pudiera perderse en ella definitivamente. Los vecinos buscaron y buscaron, entrando a recámaras tapiadas hacía más de treinta años; subieron a los techos, EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo De speculis (Francisco Arriaga)

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alguno propuso buscar en el aljibe. Nada encontraron.

Poco después, con la intención de animarla y distraerla, algún vecino encendió el televisor, que transmitía en todos los canales la misma noticia.

Sólo un rastro de fragmentos diminutos, casi pulverizados, de conchas blancuzcas, que se perdía en un rincón del jardín, bajo el malvón más prominente. Fue Jacinto, uno de sus vecinos, quien aguzando la mirada distinguió un olán parduzco sobresaliendo entre los tallos y las hojas. Mamá Pita parecía no comprender, no quiso comprender. Sus vecinos la recostaron en su recámara, y le dijeron que no se preocupara. Que todo estaría bien.

Al llegar el perito, descubrió a Malú, prácticamente momificada, boca abajo, con un puñado de caracolas secas en la boca. Tenía por lo menos treinta años de muerta, y según lo que advirtió, murió asfixiada, con una caracola que se deslizó hasta lo más estrecho y profundo de su garganta. Poco después, con la intención de animarla y distraerla, algún vecino encendió el televisor, que transmitía en todos los canales la misma noticia. Algún cantante famoso había muerto en algún lugar lejano, en Centroamérica. Mamá Pita no quería saber los detalles, sabía cómo había muerto aquél hombre. Su hija le había relatado la escena, por la madrugada, unas cuantas horas antes.

A Facundo, in memoriam.

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Poema (Sara Royo Ferraz) * España. Soy poeta, irremediablemente. Soy mujer y madre. Soy alguien que está de vuelta de muchas cosas, pero que desconoce todavía la mayoría de ellas. Soy muchas cosas. Administro el blog Elíxir para olvidar (http://elixirparaolvidar.blogspot.com). Fotografía: Fear de Lena Povrzenic (http://www.sxc.hu/profile/zitherica).

No quiero que se cierren mis ojos esta noche. No quiero que me cubra el sueño con su manto, ni caer al vacío que roba la memoria. Detrás de mi ventana hay un reino de sombras y desliza por todo sus mil dedos helados. Portones atrancados, cerrados los postigos, para que no me toque el hálito de muerte que siembra cada noche el monte y las callejas de cuerpecillos rotos, abiertos, destrozados. No he oído los gritos que otros han escuchado, no he sentido en mi puerta los golpes de la aldaba ni me ha rozado el velo de ese ser espantoso. Pero sé que está afuera, se arrastra por las sombras, desgarra corazones, destruye la ternura, bebe sangre de niños, va diezmando el ganado y ha cubierto de miedo mi pueblo y mi morada. Dicen que se presenta detrás de la penumbra EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Poema (Sara Royo Ferraz)

y con sus pasos sordos acecha al indefenso, no lo ven cuando ataca niñitos en sus cunas ni cuando en los rebaños consuma su matanza. Por eso yo no quiero dormirme en ésta noche, porque dormida olvido y tengo que acordarme qué les pasó a mis manos, por qué mis uñas rotas, dónde y por qué mis piernas se cubren de arañazos; por qué despierto al alba, aterida de frío con el pelo revuelto y los pies embarrados. Y de quién, santo cielo, será toda esta sangre que me mancha la ropa, las manos y la boca, por qué tengo en los dientes este sabor extraño, por qué cada mañana me siento tan cansada y de dónde han salido, de quién son, madre santa, los corazones frescos, aún casi palpitantes, que encuentro al despertarme debajo de mi cama.

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Ejercicio de parapsicología (José Luis de la Fuente) * España. Informático de profesión y cuentero de afición. Los cuentos son su salvavidas ante la tormenta diaria de máquinas, cables y bits. Le gusta escribir cuentos directos, breves, de fácil lectura, de literatura llana y sin preciosismos. Y lo confiesa totalmente arrepentido. No sabe hacerlo de otra forma pero promete mejorar con el tiempo -de mayor quiere ser cuentero-. Un antiguo profesor una vez le dijo: “cuando alguien pierde toda capacidad de sorpresa, de asombro, de fascinación... está muerto y no se ha dado ni cuenta”, así que le gusta pensar que con sus cuentos, es capaz de sorprender al menos durante un segundo al lector ocasional y contribuir con su granito de arena a que continúe vivo. Tiene cuentos publicados en Los cuentos (www.loscuentos.net) y se le puede encontrar en Desde el otero (http://www.desdeelotero.com). Fotografía: Saint Nicholas Church, Pluckley de Stephen Nunney (http://www.geograph.org.uk/profile/7267), efecto de color invertido por José Luis de la Fuente.

- Hace ahora cincuenta años, en la primavera de 1833, los vecinos de la pequeña villa de Pluckley, en el distrito de Assford de Kent cuarenta millas al sureste de Londres, vivían aterrorizados como consecuencia de los continuos golpes, resplandores y ruidos de cadenas y campanas que provenían de la vieja iglesia abandonada de Saint Nicholas. Las reiteradas batidas al santuario y sus alrededores no habían servido para nada, salvo para acrecentar el temor y la intranquilidad ante la ausencia de motivos que explicaran o justificaran los continuos fenómenos extraños que se estaban produciendo. Tansel Jackson, a la sazón longevo alcalde de Pluckley, decidió con el beneplácito de todos los habitantes, pedir ayuda a Ronald Allen, viejo conocido de Jackson y experto parapsicólogo residente en Glasgow. El 10 de abril de 1833, el alcalde escribió a Allen Las reiteradas rogándole que les visitara con el fin de solucionar o al menos encontrar una explicación a los sucesos incomprensibles que allí estaban aconteciendo. Algunas semanas batidas al santuario después, Ronald Allen recibió en su domicilio, en el 450 de Duke Street, la misiva con la y sus alrededores no petición de ayuda. Tiempo después, en el otoño de 1833, el parapsicólogo decidió habían servido para marchar a Pluckley con el objeto de estudiar los sucesos que alarmaban e intimidaban nada, salvo para a sus ciudadanos. - Cuando Ronald Allen llegó a Pluckley, encontró un pueblo totalmente deshabitado y

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acrecentar el temor y la intranquilidad...

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con aspecto de no haber acogido alma alguna en los últimos treinta o cuarenta años. Desconcertado, decidió seguir las instrucciones del alcalde Jackson y atravesando el pequeño cementerio de lápidas sin nombre llegó a la iglesia de Saint Nicholas. En ella encontró a un hombre de edad madura, aspecto desaliñado y evidente deterioro físico, cuya ocupación era ayudar al presbítero y mantener en buen estado el antiguo templo gótico. No sin cierto desconcierto, el hombre confesó a Allen que hacía mucho tiempo que no venía nadie a oficiar ceremonia alguna y que vivía completamente solo desde hacía muchos años. Sin acabar de comprender los acontecimientos que allí se estaban produciendo, Allen, compadecido del acólito, convenció a éste para que abandonara tan desolado lugar y se trasladara con él como asistente a su residencia de Glasgow. - Algún tiempo después, exactamente el 2 de mayo de 1834, el alcalde de Pluckley, Tansel Jackson, volvió a enviar otro escrito al parapsicólogo Ronald Allen en el que le recriminaba que no hubiera accedido a su petición de ayuda o, al menos y por consideración, el que no hubiera notificado su decisión de no prestarles atención alguna. El alcalde le notificó en el mismo escrito y con evidente malestar y alivio al mismo tiempo, que ya no era necesaria su presencia puesto que todos los fenómenos extraños habían cesado por completo en el otoño de 1833. El profesor Barret observó inquisitivamente durante unos segundos al personal que abarrotaba la sala del paraninfo de la Society for Psychical Research y que atentamente le escuchaba. Se quitó los anteojos con parsimonia, se atusó un poco el canoso bigote y comenzó a recoger pausadamente los folios del atril con evidentes signos de que su exposición había concluido.

Con un leve gesto, el profesor concedió la palabra sin contestar a la primera pregunta.

Una mano se alzó en la sexta fila. - Sí, Parker. - Pero profesor, ¿entonces los fantasmas eran los habitantes de Pluckley o el fantasma era el ayudante de la iglesia de Saint Nicholas?

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Otra mano inquieta se elevó unas filas más atrás. Con un leve gesto, el profesor concedió la palabra sin contestar a la primera pregunta. - El fantasma podría ser también el parapsicólogo Ronald Allen... - ¡O todos! -gritó una voz que el profesor no pudo identificar y que dio lugar a un creciente murmullo entre los congregantes. El profesor sonrió levemente mientras terminaba de recoger sus cosas. Se puso la levita que cuidadosamente había colgado en el respaldo de una silla cercana, se ajustó el sombrero y se dirigió tranquilamente hacia la salida. A mitad de camino se detuvo y se volvió hacia el auditorio que quedó en silencio: - Estos son los hechos. Ustedes son los estudiantes de parapsicología. Investiguen, inspeccionen, indaguen, pregunten, documéntense y saquen sus propias conclusiones. Las quiero convenientemente presentadas en tiempo y forma al final de este trimestre.

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¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto) * España. Nacida en 1966, cerquita de Barcelona que ha sido cuna y es cama de tantas de sus emociones. Su gran referencia, su hijo, y más, su familia, y ¿cómo no?, sus amigos, eso es con lo que dice contar, que no es poco. Y su motivo, vivir la expresión artística en cualquiera de sus formas, atrapar en un lienzo o en las palabras de unas hojas todo lo que la rodea, poquito a poco, sin correr más de lo estrictamente necesario. No pone fechas a sus cuadros, tampoco en sus páginas porque entiende que forman parte de un proceso de aprendizaje que justo acaba de empezar. Mantiene el blog Mi caballo de fuego, que podéis encontrar en: http://micaballodefuego.blogspot.com/. Fotografía: Ghost de Tijmen Van Dobbenburgh (http://www.sxc.hu/profile/tijmen).

- Caray con Aida, parece que...uffff...más de media hora de retraso, esta mujer no va a llegar nunca, empezamos bien. Lorenzo se lamentaba porque el tiempo le apremiaba. La sospecha le azotaba, nada le eximia de sentir como se le encogía hasta la más minúscula parte de su ser constantemente y le estremecía como se le erizaba el vello de pies a cabeza. Ningún momento era bueno para dejar marchar al personal que trabajaba en el restaurante. Le aterraba quedarse solo al cerrar de madrugada y se inventaba mil excusas para que alguno de ellos se quedara acompañándole hasta cerrar la puerta. La mente malévola le situaba en cualquier crimen, en cualquier venganza, le amenazaba con cuchillos hundidos en cuerpos ensangrentados, le revivía en persecuciones inacabables, o le ... le amenazaba asediaba con almas en pena martirizándole... Su madre preocupada le sugirió consultar a una médium. Encarnación, que a la par de muy devota cristiana era temerosa de todo lo sobrenatural, aseguraba haber comprobado casi de inmediato tras la inauguración del restaurante y durante los días posteriores que algo andaba cambiando en el ambiente del local. Curiosamente, detectaba la mujer que en uno de los comedores (el restaurante está distribuido en tres, independientes entre sí, además de la entrada, la barra y la terraza), justo EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo ¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto)

con cuchillos hundidos en cuerpos ensangrentados, le revivía en persecuciones inacabables...

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en el más amplio solo amueblado con mesas y sus sillas, sin ningún otro accesorio u ornamento auxiliar, ya no se sentaba nadie a cenar, menos a tomarse una copa. Contrariamente en las dependencias dos y tres se mantenía una algarabía constante, ocupadas e incluso con gente a la espera en la entrada que solo querían ubicarse en estas dos salas. Subyugado por los comentarios y reflexiones incesantes de su madre, rendido por fin a la evidencia que le explicaba, incluso sentía escalofríos cuando andaba por el primer comedor que, claro está, cesaban al entrar en el segundo o tercero. - ¡Hola! tú debes ser Lorenzo, ¿no? Una voz sensual y vibrante le rescató de sus cavilaciones ingrávidas. - ¡Qué mujer!... Atractiva, las facciones del rostro, aunque fuertes, de tenue dibujo enmarcaban sus ojos ambarinos templados de calor de atardecer, la barbilla altiva recogía los confines de sus labios de corazón rosa natural, custodiados a los lados por pómulos tersos y cobijados por nariz noble. - ¡Qué ojos tenía Aida!... no necesitó tan siquiera asegurar que era la mujer que esperaba, aquella mirada podría seguro encontrar lo más oculto y descubrir lo insondable. - Sí, aquí estoy pidiéndote ayuda a sugerencia de mi madre que parece confiar mucho en ti Aida.

... las facciones del rostro, aunque fuertes, de tenue dibujo enmarcaban sus ojos ambarinos...

Entraron en el restaurante y al pasar el umbral de la dependencia 2 a Aida se le iluminó la mirada, sus pupilas se abrieron por completo, parecieron encenderse y desprender mil chispitas espontáneas. - Sí Lorenzo, tu madre tiene razón, aquí tenéis compañía, sí, sí...seguro que sí. Aida se sentó en una de las mesas, tranquila, relajada me invitó a compartir asiento con un leve movimiento de su mano. De un capazo de mimbre empezó a sacar pequeños saquitos de ropa

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FANTASMAS de colores delicados que abriendo uno a uno fue repartiendo por toda la mesa. Mil aromas emanaron exquisitos y sutiles (jazmín, vainilla, azahar, romero, tomillo...) inundando toda la estancia. Entonces cerró los ojos mientras sus labios entreabiertos empezaron a emitir leves susurros que no alcanzaba a entender. Delicado el tono de su voz, sin estridencias, creaba un ambiente de una calidez extraordinaria invitando amablemente a que se manifestaran los que allí deambulaban. Les hablaba con la habilidad y seguridad de quién se siente en la obligación de su deber.

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Aida se sentó en una de las mesas, tranquila, relajada me invitó a compartir asiento con un leve movimiento de su mano.

Y es que el contacto con el inframundo no era para ella un negocio sino una labor social, sabía que todo aquel que no alcanzaba el otro lado del más allá quedándose así entre nosotros sin remedio, sin subir ni bajar peldaños, era ciertamente un prisionero de algún asunto sin resolver a elección propia, o no.

No precisó insistir demasiado, pronto esbozó una sonrisa y le miró socarrona ante su sorpresa. Claro está que él quedó estupefacto ante aquella imagen, no en balde la idea que uno tiene de los sucesos paranormales no es demasiado positiva, mucho menos cómica, sea por los antecedentes recibidos, sea porque generación tras generación domina la tendencia natural a explicar siempre lo peor de lo peor y a meter miedos en el cuerpo que no siempre son fundamentados. Incluso atónito asistió, gracias a los ricos comentarios de Aida, a una animada conversación. La guapa médium relataba que sus recién conocida y conocidos fantasmas. Realmente sí habían tomado ambas salas, la 2 y la 3, y evidentemente los flujos, por lo visto positivos, emanaban y volvían irremediables a las dos dependencias dejando aislada de tanto bienestar a la 1 por lo que los clientes notaban esa sensación desagradable que les obligaba a marchar al instante. Lo más increíble de todo es que los componentes del peculiar grupo fantasmagórico viajaron hasta allí en su medio de transporte habitual, unos muebles Luis XVI (de marqueterías exquisitas, torneados dorados y tiradores celosamente trabajados que les iban como anillo al dedo) colocados en ambas salas para darle un toque más elegante a la decoración del local. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo ¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

La hermosa mujer empezó a hablarle de cada uno de ellos cogiendo sus manos sudorosas. Sentía los latidos fuertes en las sienes. Estaba tan perturbado por su belleza, por los acontecimientos, por los fantasmas, por su madre, por, por...que casi no podía prestarle atención. Pero ella supo adentrarle en las no vidas de Pablo, Agatha, Roberto, Emilio, Alfredo, Raúl y Bernabé. Pablo parecía el más enojado, después de encontrar la muerte a base de quemar cajetillas y cajetillas de tabaco, no podía fumar por prohibición no facultativa sino de disposición superior a su voluntad, Agatha, la “cabecilla” del grupo, le informaba dictatorialmente que no podía ni encender un pitillo porque evidentemente el humo, sí era aparente y sabido desde luego que en su voluntad no entraba asustar a nadie. Agatha era la mejor coordinadora de grupo que pudieran imaginar, sabía cómo cotejar, negociar, resolver situaciones difíciles, dar paz o dar guerra, la justa. Conocía a cada uno de sus componentes hasta lo más hondo de su transparencia inexistente y lo utilizaba magistralmente con resultados que ya quisieran jefes de estado. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo ¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Roberto la idolatraba, cuando la conoció entendió que jamás la abandonaría, permanecería a su lado en la vida y en la muerte. Así fue que asumió quedarse a su lado eternamente y tras perderla en vida la siguió con decisión. La verdad y lo bueno del otro mundo es que no quedan señales ni roturas, así que nadie diría si pudiera verle que se despeñó al mar por un acantilado de más de 50 metros. Emilio simplemente era el tío más vago del mundo, casi tuvieron que morirle por no darse el esfuerzo y le zamparon unos cuántos navajazos a la altura del bazo. Claro está que ahora el siguiente paso, por él mismo, no lo dará jamás, aunque realmente no le importa, muere de coña, para qué seguir adelante si cuesta demasiado. Alfredo, el de los dulces, los llevaba a todos locos porque aseguraba que le habían prometido los pasteles más espectaculares en el más allá. Seguía en esta fina franja de la no vida esperando encontrarlos. Le llevo a su Santa Sepultura la obsesión en vida por su dedicación absoluta al trabajo, mil horas de más, de mucho más de lo que debía le sumieron en un desgaste irresistible para la naturaleza humana. No se ha curado ni con la muerte pero ahora su obsesión por lo menos es más dulce. Raúl siempre pellizcando los pezones a las mujeres hasta que murió a puñetazos y golpes de una marido celoso. Incorregible todas sus horas las dedicaba a pensar y hacer sexo y ahora que ha perdido la piel que vivía, lo sueña en las clientas que si le devuelven esa calidez insustituible del poro apasionado por el contacto de los cuerpos. Como podría marchar a otro lugar donde ya no hubiera piel y cuerpo que contemplar. No, impensable. Bernabé, “el ordenao”, imposible traspasarle, su meta y único objetivo era mantener al grupo en su sitio, que ninguno de ellos se desmandara y marchara a otro lugar. Inconsciente en su propia inexistencia de que no lo harían porque morían bien todos juntos. Y es que su vida fue solo eso, orden: de niño en un colegio interno, a la mejor universidad después para conseguir un trabajo inmejorable y a la esposa conocida de los tal o pascual que le daría los hijos que ambos decidieran en consenso tener y nada más, solo eso y ordenado en su tiempo. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo ¡Caray con Aida! (Anna M. Calero Pinto)

... cuando la conoció entendió que jamás la abandonaría, permanecería a su lado en la vida y en la muerte. 39


Año 2

FANTASMAS

Número 3

La verdad es que con un grupo tan variopinto y bien organizado, comprobando los buenos resultados de su estancia en los comedores 2 y 3, pues Lorenzo no tenía inconveniente, ahora que los conocía, en darles cobijo en el restaurante. Eso sí, era necesario que ese buen ambiente lo extendieran igualmente al comedor 1 para rentabilizar el negocio tal como los primeros días de su apertura. Con la ayuda de Aida, decidieron en pacto unánime el uno ceder su espacio para la buena convivencia y los otros esmerarse en ocupar a su vez no solo la dependencia número 1 sino también la barra y la entrada. Convinieron el reparto de funciones principales: De la barra se ocuparían Agatha y Roberto, ella como coordinadora y relaciones públicas a la entrada del local y él para agasajarla con mil poemas de amor como su ser inseparable que era, perdón, que no era ya pues no vivía. A Emilio, dada su holgazanería no le asignaba nada, le dejaban a su libre albedrío, aunque incluso pensar le cansaba y sabían que acabaría tirado en cualquier lugar, total los fantasmas realmente ni se notan, ni se pisan, ni molestan.

... su meta y único objetivo era mantener al grupo en su sitio, que ninguno de ellos se desmandara y marchara a otro lugar.

Por lo que se refiere a Alfredo le encomendaron estar en cocina trabajando en idear el pastel más dulce y apetitoso, buena manera de mantenerse como siempre ocupado. Raúl, éste si era difícil, muy difícil...pero la buena de Agatha que entendía de piel femenina le impartió unas lecciones avanzadas de caricias sensuales y nada perversas para que pudiera saciar su sed visual, luego no podía otra, sin molestar a las señoras. En cuanto al primer comedor, evidentemente estaría siempre cubierto por Pablo porque al tener este espacio salida directa a la terraza le permitía fumar cuánto quisiera sin molestar a nadie, costeándole el vicio su promotor, Lorenzo.

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Año 2

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Número 3

La figura de un fantasma (Lázaro David Najarro Pujol) * Cuba. Santa Cruz del Sur, 1954. Licenciado en periodismo es autor de los libros de testimonios Emboscada (Editorial Ácana, 2000), Tiro de gracia (Editorial Ácana, 2000), Sueños y turbonadas, (Editorial Alaleph.com, 2007) y Nuevo periodismo radiofónico (Editorial Pablo de la Torriente Brau, 2007). Ha obtenido más de 30 premios y menciones en concursos periodísticos, literarios y festivales nacionales de la radio, entre ellos se incluyen el primer premio en Documental en el Festival Nacional de la Radio (1991), premio Sol de Cuba (1986), premio Primero de Mayo (1988), mención especial en el concurso literario 26 de Julio de las FAR (1999), el Gran Premio Nacional de la Radio (2000), premio Extraordinario 25 Aniversario de la ANIR (2002) y Premio Internacional de periodismo de la Revista Mira (2004). Labora en la emisora Radio Cadena Agramonte, de Camagüey, Cuba. Se le puede encontrar en su página personal (http://camaguebax.awardspace.com/). Fotografía: Untitled por Kevin Eubanks (http://kevineubanks.tumblr.com/)

Sin tu amor Todo me es indiferente: la gente que pasa por mi lado, la ciudad engalanada, la proximidad de los festejos del San Juan, el eco de la música de las comparsas.

El silencio se multiplica El sonido enmudece. Sin tu amor Solo encuentro un espacio en la cueva que me sirve de refugio para evocar tus recuerdos.

Sin tu amor El tiempo se detiene Mi corazón late lento casi imperceptible

Sin tu amor Solo me abraza la soledad

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Me transformo en un sonámbulo deambulando por las calles como la figura de un fantasma. Sin tu amor Me es difícil cruzar el abismo de la noche... de la madrugada tensa Sin tu amor solo percibo un espacio invisible.

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Año 2 Número 3

Cuando José Romero… (Mayde Molina) * España. Nace en Barcelona el 7 de junio de 1968. Estudia radiología y más tarde medicina tradicional china. En octubre del 2003, empieza a asistir a los talleres literarios de “Aula de Escritores” en el barrio de Gracia de Barcelona, bello y multicultural donde los haya, donde todos los viernes tertuliando entre cafés y amigos se empiezan a hilvanar sueños, prosa y poesía. Desde entonces no sale de casa sin papel y pluma, porque sabe que en el lugar más inesperado se puede encontrar con una nueva historia. La escritura es su forma predilecta de comunicar, dar la cara a la vida y a las nostalgias de la infancia y recoger el mundo de los sueños poniéndole alas de aire a su fantasía. Se le puede encontrar en Mujer de aire (http://www.mujerdeaire.com/). Fotografía: Nostalgia de Teresa “Fábulas” (http://www.flickr.com/people/teresafabulas/).

Cuando José Romero, miraba por la ventana, con aquellos ojos líquidos que el tiempo había dejado en su mirada, uno nunca sabía dónde estaba mirando exactamente. No en vano, hacía ya tanto tiempo que no nos recordaba a ninguno de nosotros, que nos sentíamos extraños bailando en su mundo de sombras y olvido. Mi hermano ya no quería sentarse sobre sus piernas a darle un poco de apoyo a su desmemoria y mi madre se desesperaba, cuando lo veía alzar el puño en cólera frente a la televisión en blanco y negro de la sala, cada vez que regresaban a su men te los fantasmas. Eran épocas difíciles, en que la falsa España progresista, se aireaba tiritando entre las sombras de un pasado demasiado doloroso para tantos. Como aquel verano del 36 en que los señoritos del pueblo se pavoneaban en las tabernas de sus gracias, mientras mi abuelo José Romero, regresaba a su casa después de un largo día de calvario bajo el sol imposible de los campos de Córdoba.

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No en vano, hacía ya tanto tiempo que no nos recordaba a ninguno de nosotros, que nos sentíamos extraños bailando en su mundo de sombras y olvido.

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Año 2 Número 3

Aquella noche de agosto, lo estaba esperando su madre entre llantos para darle la mala noticia. Se habían llevado a Juan en un furgón. Habían ido a la casa, preguntando por él, después de la siesta y como no estaba presente se habían llevado a su hermano para interrogarlo. Al pobre Juan Romero, que nada tenía que ver con las tretas republicanas que se habían ido alzando tiempo atrás en el pueblo y de las que mi abuelo, había sido el más rojo y encendido de todos. Por eso aquella noche lo habían ido a buscar a él y EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Cuando José Romero… (Mayde Molina)

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Año 2

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Número 3

sin embargo, se llevaron a Juan en su ausencia. Ya jamás regresó, nadie volvió a verlo por el pueblo después de aquel verano.

... murió hace más de veinte años, poco después de haber cumplido los noventa años y su memoria de olvidos se liberó para siempre de aquellas recurrencias intermitentes que tanto le torturaban...

En aquellos tiempos de la España maldita, a veces un desgraciado pagaba la culpa de los errores hermanos, con su propia sangre. Por eso, mi abuelo se había ido llenando poco a poco de olvido hasta caer presa de esa maldición que ahora bautizan con el nombre de “Alzheimer”. Solamente cuan do veía en el televisor de la sala, ensalzándose en sus comedias de contra vanguardia, a los hijos de los viejos franquistas disfrazados de políticos de la nueva era derechista, regresaba a su memoria aquel viejo recuerdo. Entonces alzaba el puño en alto contra ellos, mientras gritaba poseído por la rabia: - ¡Bastardos! ¡Hijos de mala madre! ¡Os llevasteis al pobre Juan y él era un inocente! Mi madre sólo atinaba a decirle al pobre viejo, hecha un completo manojo de nervios: - ¡Papá… por Dios bendito! ¡Qué están delante los niños! Pero él repetía una y otra vez sin hacerle el más mínimo caso: - ¡Hijos de puta!, ¡Bastardos!, ¡Asesinos!, ¡Cobardes!

Mi abuelo José Romero, murió hace más de veinte años, poco después de haber cumplido los noventa y su memoria de olvidos se liberó para siempre de aquellas recurrencias intermitentes que tanto le torturaban, cada vez que al contemplar el televisor regresan a su duelo los malditos fantasmas que le habían arrebatado tiempo atrás a su hermano. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Cuando José Romero… (Mayde Molina)

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Año 2

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Número 3

La mujer con ojos color café (Daniel - Crónicas Urbanas) * Argentina. Siempre lee. A veces escribe. Considera que la única materia útil en la Carrera de Filosofía y Letras es “Introducción a la Filosofía”. Obsesivo, no compulsivo. Tiene la rara cualidad de observar lo que nadie ve y no ver lo que todos miran, y se asombra de lo uno (inevitablemente) y de lo otro (cuando se da cuenta). Reniega de títulos y nacionalidades. Admira a Peter Sloterdijk y afirma que Stephen Hawking sabe mucho sobre el Big-Bang y poco de Filosofía (materia que considera “muerta”). A pesar de considerarse racional, no deja de leer su horóscopo cada vez que puede. Y como todo tiene un por qué, se llama Daniel y administra el blog Crónicas Urbanas (http://homourbano.blogspot.com). Fotografía: Fotografía de Guillermo Kahlo Kauffman

Como todo Espectro, me ha sido vedada la luz. En este lugar incierto me fueron dadas: la Oportunidad y la Espera. De vez en cuando mi espíritu es reparado con una especie de sueño o ensoñación. Es bastante para quien ya ha muerto; sé que en vida me fueron otorgadas horas de libros académicos y noches de variadas mujeres y vino. Sin embargo ahora no puedo recordar una línea leída o escrita, reconocer un idioma, el rasgo de una mujer ni el sabor del licor. De mi paso de la vida a este lugar diré que fue calmo y pausado, como cuando se viene el sueño o un tibio oleaje. Me fui vaciando a medida que fueron despareciendo las habitaciones, los libros y los enseres (solía dejar por la estancia las lumbres prendidas, sin darme cuenta): ya presentía la presente neblina, la semioscuridad, pero no la soledad. Estoy aquí, indefinido, por un acto banal que interpreté fortuito: en una pelea de taberna salvé la vida de un hombre desconocido. Un acto impremeditado que se EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo La mujer con ojos color café (Daniel - Crónicas Urbanas)

Estoy aquí, indefinido, por un acto banal que interpreté fortuito: en una pelea de taberna salvé la vida de un hombre desconocido.

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Año 2

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Número 3

tomó como bondadoso. Hoy se me ocurre que aquel hombre era también un Espectro y que por una jugada del Señor del Lugar (lo llamo así porque no soy devoto de religión ni profeso una creencia divina) puso a prueba un rasgo de virtud aún presente en mi ánimo de vivo. Esa prueba me redimió, supongo, de la desaparición total pero no de este simple enclave de niebla donde no alcanzo a ver mis pies y no hay sol eclipsado que permita mirar mis manos extendidas. Como todos saben, bastaría con cumplir una orden del Señor del Lugar para dejar mi condición de Espectro y pasar a otra diferente, que ignoro. Ésa es Oportunidad. En tanto, vago por los imprecisos e indeterminados perímetros de esta geografía inmaterial y agoto momentos sin tiempo.

Como todos saben, bastaría con cumplir una orden del Señor del Lugar para dejar mi condición de Espectro y pasar a otra diferente, que ignoro.

Esta es la Espera. Cada tanto, sin patrón ni regularidad, algo ocurre: un velo ante mi vista se descuelga y puedo vislumbrar el rostro de una mujer: tiene los ojos color café. (No entiendo ahora el color café sino como el grano de una semilla tirada sobre la tierra. También podría ser el color de la envoltura de la cáscara de nuez, o una arena morena a la sombra de una palmera en el desierto, o el pecho pulsante de un gorrión. Esas son imágenes que apenas se me hacen genuinas desde los raros recuerdos). Esos ojos hacen inconfundible el rostro: una suerte de mirada inusitada, asustada, que podrían

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Año 2 Número 3

significar asombro o estupor o incredulidad. Mi condición de Espectro me hace incierto y ambiguo; se me ocurre que nada soy. No duermo ni como, y las fronteras del lugar tienen señales imposibles de descifrar para los vivos, como esos sueños que no acaban de definirse o quedan inconclusos, aunque ahora no recuerde lo que es soñar o replegarme fuera de la vigilia. Pero en un tiempo hubo algo que fue como un sueño dentro de la vigilia imperceptible, algo vívido y acorde, coherente y preciso: como Espectro, había regresado a la tierra de los vivos y a mi casa. “He vuelto a mi hogar” pensé. Pero como no era percibido, ni visto ni intuido en aquel ámbito que me fuera propio alguna vez, éste se encontraba ahora habitado; allí había unas niñas y una mujer. Las niñas eran, evidentemente, hermanas; la mujer, la madre; sus ojos, color café. Una de las niñas captó mi atención, una suerte de caminar tullido no ocultaba el brillo de sus ojos. Invisible, imperceptible, inocuo, mi Espectro suele quedarse largas horas al lado ella, sin EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo La mujer con ojos color café (Daniel - Crónicas Urbanas)

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Año 2 Número 3

saber porqué. La niña dibuja y dibuja sin parar. El tiempo pasa para los vivos, pero el quieto momento es el reino infalible de los Espectros. Hube de sumergirme en la ensoñación y en la que fuera mi casa; en ella reconocía -como una música querida- el idioma casi gutural y tosco, lo recordé mío: el aliento húngaro que primero fue bárbaro y un castellano de sol pleno. La niña esgrimía una pluma; dibujaba ángeles y frases sobre un cuaderno en la simple mesa de la cocina mientras la mujer tarareaba triste en las tazas y cacerolas.

Pintaba esbozos de cometas en el cielo, serpientes en la tierra y corazones expuestos; había auroras y ocasos, dolores y angustias, retazos de hombres imprecisos...

Pintaba esbozos de cometas en el cielo, serpientes en la tierra y corazones expuestos; había auroras y ocasos, dolores y angustias, retazos de hombres imprecisos y de espíritus y de conciencias; había comparaciones de lo viejo y de lo nuevo con conceptos de la integridad humana y la percepción de un dios que ya fingía agotarse. Dibujaba sobre increíbles nociones de intelectos y procederes. Líneas claras que yo entendía, su trazo compacto entre la tinta y el grafito: esbozaba ideas como espejos, ideaba versos con formas de desgarrados corazones rotos, una letanía de colores vivos y naturales, de pájaros verdes, perros rojos y monos negros. Los Espectros tenemos la facultad de intuir el breve porvenir, y ser fugaces sombras o brillos para los vivos; la mujer de ojos color café se aceraba a la niña que dibujaba. Vi en la mujer que observaba los manuscritos y dibujos la sensación de saber que la niña era una sufriente, pues esa era la obra primaria y primordial de una incomprendida. En los ojos color café, abiertos, asombrados y asustados EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo La mujer con ojos color café (Daniel - Crónicas Urbanas)

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Año 2

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Número 3

vislumbré la premura y la intención de destruir los esbozos, los coloridos garabatos.

Vi en la mujer que observaba los manuscritos y dibujos la sensación de saber que la niña era una sufriente, pues esa era la obra primaria y primordial de una incomprendida.

Había que romper la obra de la niña loca. La hermana pequeña, en la otra habitación, lloraba. Tal era mi ensoñación, tan vívida la fuerza que se desprendía de mi fugaz presencia, tan mágico mi gesto, que hube con sombras y brillos sostener la mano y cerrar los ojos café de la mujer por un instante y detener la orden y el reproche, sin tacto, ni ene rgía ni palabra. “No es la hora”, me dije, y entiendo que la mujer entendió. “El dolor y la locura llegarán, pero no ahora”, me dije, y entiendo que la mujer entendió.

Apuró la cena, calmó a la niña y la acostó junto a sus hermanas. Regresó a la mesada, tomó el cuaderno, y guardó los primeros dibujos de la joven Kahlo. Apartó un cua derno y escribió en la cubierta: “De Frida” Volví a mi condición de Espectro y a la imborrable neblina. Luego de un tiempo la Oportunidad y la Espera me habían sido dadas. Como todo Espectro, ya me di cuenta que sería ésta mi condición eterna.

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Paranormal (Carolina Fernández Gaitán) * Argentina. Mendoza (1973). Docente, escritora y amante del microrrelato, microcuento, minificción, microficción, cuento brevísimo, minicuento. Punto, el resto sobra. Puede ser encontrada en Todo es como tiene que ser (http://todoescomotienequeser.blogspot.com). Ilustración: Die Umarmung de Egon Schiele (http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Egon_Schiele_016.jpg).

Era sabido por todos que en aquel departamento se oían ruidos extraños. Durante años viví sin vecinos y, muerta de miedo, me asomaba al balcón contiguo en busca de alguna señal. Fue entonces, que una noche lo vi, la presencia de ese muchacho me impresionó. No cómo llegamos a esto: Primero fue en la ducha, luego sobre la alfombra del living y desde hace varias noches estamos coincidiendo en la cama. Es extraño, lo sé, pero yo seguiré fingiendo ser un fantasma mientras el nuevo inquilino no se queje.

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Año 2

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Número 3

En pie de guerra (Jesús H. Olague Alcalá) * México. Ingeniero en Sistemas Computacionales que, aunque no tiene experiencia en temas editoriales, es el inventor de este invento. Nacido en la Ciudad de México, es zacatecano por todas las leyes; escribe por afición y pudo ser médico pero siente repulsión hacia las heridas; le gusta casi toda la música, en especial la trova, y casi toda la lectura, principalmente la de escritores latinoamericanos; prefiere las ciudades coloniales a las playas y las corridas de toros a las peleas de gallos; y que tiene el gran problema de que todo lo demás se le olvida si tiene un aparato de TV frente a él, aunque esté apagado. Puede ser encontrado en Lo que es no tener que hacer (http://jholaguepersonal.blogspot.com). Ilustración: Philosophie (detalle) de Gustav Klimt (http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Klimt_-_Philosophie_-_1898-1907.jpeg)

Afuera retumban los ecos asesinos de la artillería, resuena el clamor mortal de la metralla, y el rugir iracundo de los obuses, llenando el ambiente con los gritos afilados de la desolación que en lenguas coloridas semejan las mil voces de Babel.

Y nosotros, mientras tanto, huimos de los terrores de esta batalla que nos es ajena, que nos asfixia y nos asola, y nos abate con el dolor de los que nos contagian de olor a sangre y de andares desahuciados

en un nudo, desnudos, abrazados, frente al espejo, con las manos llenas y los ojos entreabiertos, rodeados de fantasmas de muertos, que se cuelan por cada resquicio, cada poro, cada comisura de nuestros cuerpos agrietados, seguimos en pie de guerra.

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Año 2

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Número 3

Ojos negros (Ana M. Gutiérrez) * México. Contadora cuentacuentos bajacaliforniana que reside en Tecate. Se inició temprano en la lectura y tarde -porque se le da bien eso del destiempo, en la escritura de prosa poética principalmente. Aprecia humor negro y opina que es una cualidad especial en las personas. Le encantan los cuentos de finales infelices. Sus favoritos son los escritores latinoamericanos, aunque ha husmeado en uno que otro europeo principalmente en narrativa y novela. Adicta a la luna y a todo lo que tenga que ver con el desierto. Publicó alguna vez y aunque se acuerda donde apenas la conocen en su casa. Escribe desde marzo del 2004 en 7DuendeS (http://www.7duendes.com) y esta es la primera vez en un proyecto colectivo. Fotografía: Chilean desert 2 de Luis Iturra (http://www.sxc.hu/profile/disforia).

Artemisa Meteoro Se reza por los muertos Se habla con ellos …si ellos quieren. Fui a Ojos negros porque allí me dijeron que podría encontrar a Artemisa Meteoro. Quise ir a pesar de no creer en que los muertos puedan hablarnos, ya no me acuerdo quien me dijo cómo o a donde ir. Caminé hacia el sur lo que parecían tres días, la sed y el cansancio no me vencieron. A ratos, mientras la bestia se dejó, monté en el ... cuando llegué el caballo enclenque de don Modesto, el esposo de la mujer que siempre tuvo cenzontles en el zaguán de su casa, cuyos trinos resonaban por toda la cuadra con ecos que en el sopor del jacal parecía medio día eran tan molestos que no dejaban trabajar. abandonado

aunque estaba junto a una parcela más o menos bien cuidada.

Pregunté tres veces antes de dar con el lugar, pero cuando llegué el jacal parecía abandonado aunque estaba junto a una parcela más o menos bien cuidada. Decidí quedarme porque vi el letrero afuera. Caminé por la parcela, corté unos tomates y desde un lugar donde alcanzar a ver si llegaba alguien, me senté a esperar. Mordí uno de los tomates y me supo amargo, escupí y se los eché al jamelgo que fue indiferente. Ese animal no tiene

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FANTASMAS hambre, tiene sed, pensé mientras observaba el sol poniéndose. Un viento arreció levantando polvo y arrastrando chamizos mientras yo me hacía ideas sobre el nombre tan raro para un ejido, Ojos negros, y por qué venir a buscar a una vidente si aquí lo que abundan son tomates y no videntes. - Buenas tardes. - Buenas tardes contesté intentando abrir los ojos llenos de tierra para ver a la mujer cuyo rostro parecía más viejo que el suave tono de su voz. Ella se acomodaba el rebozo y un morral de colores inciertos debajo de dos largas trenzas sin listones. Traía los pies partidos y llenos de polvo, de un polvo que le subía hasta media pantorrilla.

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Un viento arreció levantando polvo y arrastrando chamizos mientras yo me hacía ideas sobre el nombre tan raro para un ejido...

- Usted no es de aquí ¿verdad? - No, no lo soy, -le dije. Vengo a ver a la mujer que dicen que habla con los muertos. - No está, se fue hace tres días rumbo al norte. - ¿Y sabe cuándo va a regresar? - No lo sé. - ¿Sabe de algún lugar donde pueda quedarme mientras espero? - Todo el campo es cama y la noche es cobija -contestó indiferente y siguió su camino. A tres días de eso el jamelgo ya se me había perdido y aún no amanecía. Caminé en la oscuridad lo que parecía un día más y empezaba a desesperarme cuando escuché una voz llamándome. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Ojos negros (Ana M. Gutiérrez)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Juvencio ven, si quieres ven, Si quieres ven y hablamos… escucho que me dicen como entre sueños confundiendo la voz con el viento, Tengo sed y alguien sigue llamándome. Siento algo parecido a cuando se te eriza la piel y tengo la certeza de que es Adela quien me habla. Yo te maté mujer, perdóname, intento decirle, pero ella sigue llamándome y no me escucha. Desperté hace rato aunque no se bien si es de día o de noche, la sed persiste y aunque quiero no puedo recordar nada de lo que pasó ayer, antier o el día antes que ese ¿Dónde estoy? Todo es confuso ¿Cómo llegue? son preguntas sin importancia ante esta méndiga sed o la voz de mi mujer que no se calla ni quiero que lo haga, sólo que no puedo contestarle, solo escuchar su voz desesperada diciéndome que vaya ¿A dónde? Cierro los ojos, el viento sopla trayendo más tierra. Más tarde, un leve recuerdo de cuando saqué la pistola, ¿la pistola?, ¿cómo se me ocurrió tal cosa? Además eso, ¿cuándo sucedió? Pudo haber sido hace unas horas o un mes ya no importa, ahora solo estoy pensando en que hacer para que se calle la voz que a veces susurra y otras grita mi nombre, llamándome porque no puedo hacer caso, Si quiero, si le quiero contestar no me escucha, por eso trato de calmarme, primero tengo que encontrar a Artemisa Meteoro. Intento volver a dormir, parece que va a amanecer. - ¿Qué haces allí? - Escucho que alguien me pregunta, levanto la vista y en la oscuridad reconozco la voz de la mujer de los pies de polvo

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FANTASMAS - Vine a buscar a Artemisa Meteoro. Maté a mi mujer y alguien me dijo que ella habla con los muertos. Necesito hablar con ella, explicarle que todo fue un accidente - ¿Estás seguro? - Antes si, ahora no lo estoy de nada.

Año 2 Número 3

... fui sacar la pistola del cajón donde la guardaba hace mucho y la cargué...

Como soñando recordé... que intentaba dormir una siesta después de jugar a las cartas con don Modesto. Cuando puse la cabeza en el catre los pájaros de su mujer empezaron a joder. Algo malo traía yo en la cabeza porque sin pensarlo me levanté, fui sacar la pistola del cajón donde la guardaba hace mucho y la cargué con la intención de ir a dispararles a los pájaros del demonio que no se callaban. No podía ver nada porque el sol de la tarde ya daba en el zaguán pero sabía de cierto donde estaban las jaulas por el insoportable ruido. - No la mataste - dice la mujer que sale de no sé dónde y que parece leer todos mis pensamientos. Don modesto te disparó cuando vio que venias armado y apuntabas a donde estaba su mujer cambiándoles el agua de la jaula a sus pájaros, - Pero recuerdo -le contesto desesperado, que mi mujer gritó cuando di el primer disparo la escuche preguntarme ¿Qué hiciste Juvencio? Y luego la vi desplomarse desangrándose por mi culpa, los pájaros callaron y al no ver por el sol, supe que le había disparado por error a ella. Enseguida me veo a mí mismo cabalgando en busca de Artemisa Meteoro. - No mataste a tu mujer -repitió la mujer con impaciencia en la voz - ella gritó que te detuvieras pero no hiciste caso y Don modesto disparó antes de que apretaras el gatillo, primero al aire una bala perdida que le dio por error a su caballo viejo y luego ya directamente a tus piernas, tampoco era cosa de matarte, solo que al caer te golpeaste la cabeza. - ¡Deja de insistir mujer! Te digo que maté a mi Adela, yo sé como pasaron las cosas ¿Qué me vas a decir tú, que no me conoces? ¿Quién te crees que eres? - Me llamo Artemisa Meteoro. Adela, tu esposa, quiere hablar contigo, si tú quieres.

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Sed (Sender Eleven) * México. Nació hace 43 años en el lugar donde la serpiente devoro al águila, trabaja de anónimo en el gobierno. Es admirador de la vida y la obra J. L. Borges, escribe para divertirse, todo lo que lee le parece imperfecto, incluyendo lo suyo. No sabe usar los acentos y abusa de las comas. Sueña con ganarse el Melate e irse a vivir a Manhattan, para seguir sin hacer nada ya sin prisas. Mantiene el blog Absolut Azul (http://absolut-azul.blogspot.com/). Fotografía: Apocalypse thunder de Dimitri Castrique (http://www.sxc.hu/profile/dimitri_c)

Les voy a contar algo: No hay cosa más difícil que ser un fantasma. Algunos dirán, por ejemplo, que ha de ser hermoso y divertido poder flotar, pero la realidad es otra. Los que escriben cuentos e historias de fantasmas, no podían estar más equivocados, no tienen ni la menor idea, ni el mínimo de imaginación de lo que es ser fantasma, flotar no es tan sencillo por la simple razón de que uno en vida se llega a acostumbrar a la fuerza de gravedad. La primera vez que quise hacerlo empecé a volar muy alto, ya iba casi en los mil metros y no tenía idea de cómo bajar, por suerte ahí cerca estaba el fantasma de mi amigo Beto, que al darse cuenta de mis problemas, me ayudo y me enseño a elegir la altura a la que quería flotar, según me platica hay fantasmas que todavía no saben cómo aunque tienen siglos intentándolo; hay otros que no tuvieron mi suerte y la primera vez que lo intentaron, escaparon al espacio y ya jamás se volvió a saber de ellos. -Lo único que hay que cuidar son los vientos, el secreto -me confesó-, es la concentración, tu mente siempre debe estar pensando en la tierra, la debes tener como una idea fija; eso es solo al principio, no te preocupes mucho -concluyó-, después será como una función para ti, será como respirar, cuando respirabas, pensando en términos de vivos, claro.

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Lo único que hay que cuidar son los vientos, el secreto -me confesó-, es la concentración, tu mente siempre debe estar pensando en la tierra, la debes tener como una idea fija...

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Pero eso no es lo que les quería platicar, lo que les quería decir, son dos las cosas que realmente me sorprendieron una vez que me convertí en fantasma, sobre todo porque nunca se me habría ocurrido que así seria y en ningún libro o texto se había siquiera, pienso yo, considerado jamás. Y es que hasta los fantasmas tenemos sed, necesitamos líquidos; sí señores, los fantasmas necesitamos tomar agua, no voy a entrar en detalles, no me di cuenta hasta que a las pocas horas de haber tomado conciencia de mi nueva situación, empecé a sentir sed, necesitaba agua. Pero no es el agua pura lo que tomamos, solo podemos tomar agua de mar y nuestra sed es enorme -inmensa, dirían los fantasmas más viejos-. Al tomar agua es la única ocasión en que adquirimos forma, sí, adivinaron, nos convertimos en blancas y enormes, y otras veces oscuras, nubes que flotan por el aire; cada nube que ustedes ven somos nosotros paseando por los aires, viend o sus vidas las de ustedes, claro- transcurrir. La otra cosa que me sorprendió tiene que ver con nuestras necesidades fisiológicas, pero creo que eso ya no es tan necesario aclararlo...

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Mi padre fabricaba fantasmas (Beauséant) * España. Nací en una ciudad sin música. Una barriada exhalada en torno a la zona del puerto con su propio tiempo, sus reglas y sus habitantes: hombres cabizbajos que sólo recuperaban la sonrisa cuando apuraban el vaso en alguna de las tabernas, mujeres cansadas que rebuscaban desde el amanecer el fruto de las mareas y prostitutas vencidas que siempre te acababan contando absurdos planes para escapar de todo aquello. Por suerte también había una biblioteca. Tras una agotadora subida con la bicicleta podía pasar horas levantado castillos de papel con mis Salgari y los Julio Verne. Aprendí a apreciar la literatura con los mejores y era una simple cuestión de tiempo que en algún momento intentase emularlos. Al igual que aquellas prostitutas nunca logré escapar, pero conseguí abrirme una ventana, un pequeño rincón donde aprendí a defenderme a escondidas y casi en silencio. Luego llegó Internet y esa ventana se hizo más grande: era el anonimato perfecto, donde al fin podría ser cualquier cosa y a nadie le importaría. Podría, incluso, inventarme una reseña de mi mismo y nadie, absolutamente nadie, me llevaría la contraria. Desde ese día decidí vivir en Internet en El artista del alambre (http://www.elartistadelalambre.net/). Fotografía: Clock machine de Ahmed Hany (http://www.sxc.hu/profile/ahmed76).

Texto seleccionado por Ana M. Gutiérrez. Cuando todo se derrumbe yo estaré allí. Esa fue la última promesa que no pudiste cumplir. Mi padre fabricaba fantasmas, pálidos eidolones holográficos que nos llevaban de vuelta a un pasado mejor gracias a una tecnología que llevaba sin cambios más de diez años y que mi padre revolucionaría de manera definitiva. Mi madre sería su primera y más perfecta creación, aunque mucho antes de todo aquello, de su marcha definitiva, mi madre ya era un fantasma. Una figura hermosa que me llevaba al parque construido sobre ruinas en cuyo centro se alzaba el monumento a los caídos.

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Mi padre fabricaba fantasmas, pálidos eidolones holográficos que nos llevaban de vuelta a un pasado mejor... 58


Año 2

FANTASMAS

Número 3

Mira hija, me decía, ¿los ves? Señalaba a su padre y mi hermano, dos aparecidos entre la interminable estantigua que narraba la estupidez humana. Al seguir la dirección marcada por su dedo yo sólo veía las garzas volando indiferentes entre los sauces. El terreno de los muertos aún me estaba vedado, pero mi madre se había situado en ese punto en que vives con un pie y una maleta en cada lado de la puerta. Nuestro mundo, poco a poco, iba dejando de ser el suyo, y no había nada que pudiésemos hacer para retenerla. Cuando ella desapareció mi padre se derrumbó en una locura serena, apenas perceptible, encerrado como estaba en su propia cúpula de irrealidad. Me mandaba al centro de la ciudad, a recorrer las tiendas de moda en busca de aquellos juguetes que acababan de salir: sistemas holográficos que capturaban pequeños trozos de vídeo de los seres queridos; los reproducían de manera aleatoria e incluso, los modelos más avanzados, portaban módulos básicos de iteración capaces de cambiar los fondos y las situaciones además de mantener toscas conversaciones prefabricadas llenas de bucles sin salida. No me importaba hacer de recadera, allí, deambulando por los bulevares de la zona de negocios, conseguía sentirme un poco más libre, lejos del extraño con el que vivía. Paseaba con cientos de catálogos y direcciones febrilmente garabateadas, y observa pasear ajena a los silenciosos trajes que salían un instante de sus madrigueras a fumar sustancias prohibidas para aguantar el tipo, o a los que veía volver a sus casas en coches con nombres de estrellas del rock muertas hace veinticinco años. Más tarde, cuando Cuando ella regresaba en el metro abrazada a las bolsas, sentía que de alguna manera llevaba desapareció mi conmigo todos los sueños del mundo, y eso me entristecía; todas nuestras esperanzas estaban puestas en el próximo avance tecnológico, el siguiente juguete que invadiría padre se derrumbó nuestra soledad para levantar un poco más los muros que nos refugiaban y nos en una locura asfixiaban. serena, apenas

perceptible...

Nos habían robado el alma o, peor, la habíamos vendido a una falsa modernidad. Aún se

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

veía el miedo, una sustancia palpable en los ojos de los ancianos y en los pocos edificios que aún lucían las cicatrices dejadas por la guerra, pero poníamos todo nuestro empeño en evadirnos de aquello y entregarnos a a la soledad de millares de aparatos eléctricos de las que aquellas estúpidas madagañas que llevaba en mi regazo eran sólo el penúltimo intento. Mi padre diseccionaba y asimilaba aquellos aparatos con el fervor y el miedo de un cirujano ante una especie desconocida. Largas noches de aprendizaje programando a ciegas, de quemar circuitos en el altar de su locura mientras las llamadas del trabajo dejaban de producirse y un pequeño ejército de deudas se levantaba inmarcesible ante nuestra puerta. Una vida que se hunde intentando vivir. Una casa, una madriguera, un agujero donde el tiempo y el espacio contenían el aliento. Aún hoy me resulta imposible imaginar que mezcla de enfermedad, delirio y amor logró extraer de mi padre tan titánico esfuerzo. Cuando salió de la buhardilla aquella tarde de otoño portaba en su mano una diminuta consola con forma oblonga. Hedía a días sin ducharse y parecía flaco y cansado, pero era hermoso ver en su cara una sonrisa de triunfo que nunca más volvería a repetirse.

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Año 2

FANTASMAS Estuvimos horas, o quizás fueron días, atrapados ante aquella pequeña consola. Mi madre estaba de nuevo con nosotros, perfectamente definida, charlando alegremente de cualquier tema, recordando las conversaciones y coqueteando con los vestidos. Era el recuerdo perfecto de mi madre, remodelado y pulido por una imaginación benigna; más parecida a la madre que añoraba que a mi madre real.

Número 3

Y los fantasmas llenaron la casa, vivíamos con ellos, compartíamos nuestros pequeños trozos de vida.

Al principio aquello fue nuestro secreto, pero las deudas acabaron imponiendo su propia lógica, y al final vi a mi padre con su mejor traje, asustado y cansado, pasear el fantasma de mi madre, su perfecta creación, entre aburridos hombres de negocios que anhelaban encontrar la manera de hacer inmortales sus pequeñas y miserables vidas. Entregaron a mi padre el dinero, sus fotos y vídeos más preciados, la argamasa y los ladrillos con los que mi padre erguiría una legión de fantasmas para cuando sus cuerpos no pudiesen reclamarlos. Ninguno aceptaba las primeras versiones, la risa era demasiado estridente, sus ojos muy vacíos. De amanuense de vidas ajenas, mi padre se convertiría en cirujano y confesor de aquellos hombres que lo tenían todo pero no eran capaces de encontrar sentido a la muerte. Y los fantasmas llenaron la casa, vivíamos con ellos, compartíamos nuestros pequeños trozos de vida. La atmósfera era opresiva en aquella casa donde las creaciones de mi padre susurraban sus secretos. Secretos que alguien demasiado importante se arrepintió de haber entregado y todo se vino abajo. Hombres de negro, impasibles como arañas zen, esperaban en la puerta de casa, y mi padre que aguardaba el momento, me entrego una maleta y un beso de despedida. Cuando todo se derrumbe yo ya no estaré allí. Viajo rumbo a Berlín con tarjeta de identificación y datos biométricos falseados, y, mientras surcamos un mar de nubes, yo acuno en mi regazo el fantasma de mi madre. En breve, en apenas un suspiro de este universo tan cansado, tú, yo, todos nosotros, seremos fantasmas. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Mi padre fabricaba fantasmas (Beauséant)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Más allá (Horacio Quiroga) Presentación por Jesús H. Olague Alcalá Fotografía: Bright night graveyard de antibarbie (http://www.sxc.hu/profile/antibarbie).

Horacio Quiroga (Uruguay, diciembre de 1878 - Argentina, febrero de 1938), poeta, cuentista y dramaturgo, es uno de los cuentistas más influyentes de la narrativa latinoamericana de principios del siglo XX, y maestro del Naturalismo y Modernismo, corrientes literarias florecientes en Hispanoamérica en esa época. Salvo por escasos y breves períodos de optimismo, su trabajo da cuenta de una vida marcada por la tragedia, la soledad, los sentimientos de culpa por la muerte, accidental, de su amigo, el también escritor Federico Ferrando y la atracción que le producían las jovencitas de escasa edad. Entre sus obras destacan los libros de cuentos Cuentos de amor, de locura y de muerte, Cuentos de la selva, Los sacrificados, Anaconda, Más allá y El hombre muerto. Con menor éxito se encuentran sus dos únicas novelas, Historia de un amor turbio y Pasado amor, ambas de carácter autobiográfico, que narran los amores entre hombres de edad madura y jovencitas, ante la desaprobación de sus padres. Sólo publicó un libro de poemas, el primero de su producción literaria, titulado Los arrecifes de coral. Su obra teatral es poco difundida, ya que no fue bien recibida por la crítica. Ha sido considerado el Edgar Allan Poe hispanoamericano, y comparado con frecuencia con éste, por sus escritos colmados de escenas de terror. ----Para este número el texto seleccionado es Más allá, un cuento notable de este extraordinario escritor uruguayo. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Más allá Horacio Quiroga Yo estaba desesperada -dijo la voz-. Mis padres se oponían rotundamente a que tuviera amores con él, y habían llegado a ser muy crueles conmigo. Los últimos días no me dejaban ni asomarme a la puerta. Antes, lo veía siquiera un instante parado en la esquina, aguardándome desde la mañana. ¡Después, ni siquiera eso! Yo le había dicho a mamá la semana antes: - ¿Pero qué le hallan tú y papá, por Dios, para torturarnos así? ¿Tienen algo que decir de él? ¿Por qué se han opuesto ustedes, como si fuera indigno de pisar esta casa, a que me visite? Mamá, sin responderme, me hizo salir. Papá, que entraba en ese momento, me detuvo del brazo, y enterado por mamá de lo que yo había dicho, me empujó del hombro afuera, lanzándome de atrás: - Tu madre se equivoca; lo que ha querido decir es que ella y yo -¿lo oyes bien?- preferimos verte muerta antes que en los brazos de ese hombre. Y ni una palabra más sobre esto. Esto dijo papá. - Muy bien -le respondí volviéndome, más pálida, creo, que el mantel mismo-: nunca más les volveré a hablar de él. Y entré en mi cuarto despacio y profundamente asombrada de sentirme caminar y de ver lo que veía, porque en ese instante había decidido morir. ¡Morir! ¡Descansar en la muerte de ese infierno de todos los días, sabiendo que él EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

Y entré en mi cuarto despacio y profundamente asombrada de sentirme caminar y de ver lo que veía... 63


FANTASMAS estaba a dos pasos esperando verme y sufriendo más que yo! Porque papá jamás consentiría en que me casara con Luis. ¿Qué le hallaba?, me pregunto todavía. ¿Que era pobre? Nosotros lo éramos tanto como él. ¡Oh! La terquedad de papá yo la conocía, como la había conocido mamá. - Muerta mil veces -decía él- antes que darla a ese hombre. Pero él, papá, ¿qué me daba en cambio, si no era la desgracia de amar con todo mi ser sabiéndome amada, y condenada a no asomarme siquiera a la puerta para verlo un instante?

Año 2 Número 3

Una semana después nos hallábamos en el sitio convenido, y ocupábamos una pieza del mismo hotel.

Morir era preferible, sí, morir juntos. Yo sabía que él era capaz de matarse; pero yo, que sola no hallaba fuerzas para cumplir mi destino, sentía que una vez a su lado preferiría mil veces la muerte juntos, a la desesperación de no volverlo a ver más. Le escribí una carta, dispuesta a todo. Una semana después nos hallábamos en el sitio convenido, y ocupábamos una pieza del mismo hotel. No puedo decir que me sentía orgullosa de lo que iba a hacer, ni tampoco feliz de morir. Era algo más fatal, más frenético, más sin remisión, como si desde el fondo del pasado mis abuelos, mis bisabuelos, mi infancia misma, mi primera comunión, mis ensueños, como si todo esto no hubiera tenido otra finalidad que impulsarme al suicidio. No nos sentíamos felices, vuelvo a repetirlo, de morir. Abandonábamos la vida porque ella nos había abandonado ya, al impedirnos ser el uno del otro. En el primero, puro y último abrazo que nos dimos sobre el lecho, vestidos y calzados como al llegar, comprendí, marcada de dicha entre sus brazos, cuán grande hubiera sido mi felicidad de haber llegado a ser su novia, su esposa. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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Año 2

FANTASMAS Y de pronto me estreché convulsivamente a él, libre por fin de mi espantosa soledad.

Número 3

A un tiempo tomamos el veneno. En el brevísimo espacio de tiempo que media entre recibir de su mano el vaso y llevarlo a la boca, aquellas mismas fuerzas de los abuelos que me precipitaban a morir se asomaron de golpe al borde de mi destino a contenerme... ¡tarde ya! Bruscamente, todos los ruidos de la calle, de la ciudad misma, cesaron. Retrocedieron vertiginosamente ante mí, dejando en su hueco un sitio enorme, como si hasta ese instante el ámbito hubiera estado lleno de mil gritos conocidos. Permanecí dos segundos más inmóvil, con los ojos abiertos. Y de pronto me estreché convulsivamente a él, libre por fin de mi espantosa soledad.

¡Sí, estaba con él; e íbamos a morir dentro de un instante! El veneno era atroz, y Luis inició él primero el paso que nos llevaba juntos abrazados a la tumba. - Perdóname -me dijo oprimiéndome todavía la cabeza contra su cuello-. Te amo tanto que te llevo conmigo. - Y yo te amo -le respondí-, y muero contigo. No pude hablar más. ¿Pero qué ruido de pasos, qué voces venían del corredor a contemplar nuestra agonía? ¿Qué golpes frenéticos resonaban en la puerta misma? - Me han seguido y nos vienen a separar... -murmuré aún-. Pero yo soy toda tuya. Al concluir, me di cuenta de que yo había pronunciado esas palabras mentalmente pues en ese momento perdía el conocimiento. ...................................

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

Cuando volví en mí tuve la impresión de que iba a caer si no buscaba donde apoyarme. Me sentía leve y tan descansada, que hasta la dulzura de abrir los ojos me fue sensible. Yo estaba de pie, en el mismo cuarto del hotel, recostada casi a la pared del fondo. Y allá, junto a la cama, estaba mi madre desesperada. ¿Me habían salvado, pues? Volví la vista a todos lados, y junto al velador, de pie como yo, lo vi a él, a Luis, que acababa de distinguirme a su vez y venía sonriendo a mi encuentro. Fuimos rectamente uno hacia el otro, a pesar de la gran cantidad de personas que rodeaban el lecho, y nada nos dijimos, pues nuestros ojos expresaban toda la felicidad de habernos encontrado. Al verlo, diáfano y visible a través de todo y de todos, acababa de comprender que yo estaba como él: muerta. Habíamos muerto, a pesar de mi temor de ser salvada cuando perdí el conocimiento. Habíamos perdido algo más, por dicha... Y allí, en la cama, mi madre desesperada me sacudía a gritos mientras el mozo del hotel apartaba de mi cabeza los brazos de mi amado. Alejados al fondo, con las manos unidas, Luis y yo veíamos todo en una perspectiva nítida, pero remotamente fría y sin pasión. A tres pasos, sin duda, estábamos nosotros, muertos por suicidio, rodeados por la desolación de mis parientes, del dueño del hotel y por el vaivén de los policías. ¿Qué nos importaba eso?

Alejados al fondo, con las manos unidas, Luis y yo veíamos todo en una perspectiva nítida, pero remotamente fría y sin pasión.

-¡Amada mía!...-me decía Luis-. ¡A qué poco precio hemos comprado esta felicidad de ahora! - Y yo -le respondí- te amaré siempre como te amé antes. Y no nos separaremos más, ¿verdad? - ¡Oh, no!... Ya lo hemos probado. - ¿E irás todas las noches a visitarme?

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

Mientras cambiábamos así nuestras promesas oíamos los alaridos de mamá que debían ser violentos, pero que nos llegaban con una sonoridad inerte y sin eco, como si no pudieran traspasar en más de un metro el ambiente que rodeaba a mamá. Volvimos de nuevo la vista a la agitación de la pieza. Llevaban por fin nuestros cadáveres, y debía de haber transcurrido un largo tiempo desde nuestra muerte, pues pudimos notar que tanto Luis como yo teníamos ya las articulaciones muy duras y los dedos muy rígidos. Nuestros cadáveres... ¿Dónde pasaba eso? ¿En verdad había habido algo de nuestra vida, nuestra ternura, en aquellos dos pesadísimos cuerpos que bajaban por las escaleras, amenazando hacer rodar a todos con ellos? ¡Muertos! ¡Qué absurdo! Lo que había vivido en nosotros, más fuerte que la vida misma, continuaba viviendo con todas las esperanzas de un eterno amor. Antes... no había podido asomarme siquiera a la puerta para verlo; ahora hablaría regularmente con él, pues iría a casa como novio mío. - ¿Desde cuándo irás a visitarme? -le pregunté. - Mañana -repuso él-. Dejemos pasar hoy. - ¿Por qué mañana? -pregunté angustiada-. ¿No es lo mismo hoy? ¡Ven esta noche, Luis! ¡Tengo tantos deseos de estar a solas contigo en la sala! - ¡Y yo! ¿A las nueve, entonces? - Sí. Hasta luego, amor mío... Y nos separamos. Volví a casa lentamente, feliz y desahogada como si regresara de la

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... oíamos los alaridos de mamá que debían ser violentos, pero que nos llegaban con una sonoridad inerte y sin eco... 67


FANTASMAS

Año 2 Número 3

primera cita de amor que se repetiría esa noche. A las nueve en punto corría a la puerta de calle y recibí yo misma a mi novio. ¡Él en casa, de visita! - ¿Sabes que la sala está llena de gente? -le dije-. Pero no nos incomodarán - Claro que no... ¿Estás tú allí?

... mi rostro era casi el mismo que Luis esperaba ver durante horas y horas desde la esquina.

- Sí. - ¿Muy desfigurada? - No mucho, ¿creerás? ¡Ven, vamos a ver! Entramos en la sala. A pesar de la lividez de mis sienes, de las aletas de la nariz muy tensas y las ventanillas muy negras, mi rostro era casi el mismo que Luis esperaba ver durante horas y horas desde la esquina. - Estás muy parecida -dijo él. - ¿Verdad? -le respondí yo, contenta. Y nos olvidamos en seguida de todo, arrullándonos. Por ratos, sin embargo, suspendíamos nuestra conversación y mirábamos con curiosidad el entrar y salir de las gentes. En uno de esos momentos llamé la atención de Luis. - ¡Mira! -le dije-. ¿Qué pasará? En efecto, la agitación de las gentes, muy viva desde unos minutos antes, se acentuaba con la entrada en la sala de un nuevo ataúd. Nuevas personas, no vistas aún allí, lo acompañaban. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

- Soy yo -dijo Luis con ligera sorpresa-. Vienen también mis hermanas - ¡Mira, Luis! -observé yo-. Ponen nuestros cadáveres en el mismo cajón... Como estábamos al morir. - Como debíamos estar siempre -agregó él-. Y fijando los ojos por largo rato en el rostro excavado de dolor de sus hermanas: - Pobres chicas... -murmuró con grave ternura. Yo me estreché a él, ganada a mi vez por el homenaje tardío, pero sangriento de expiación, que venciendo quién sabe qué dificultades, nos hacían mis padres enterrándonos juntos. Enterrándonos... ¡Qué locura! Los amantes que se han suicidado sobre una cama de hotel, puros de cuerpo y alma, viven siempre. Nada nos ligaba a aquellos dos fríos y duros cuerpos, ya sin nombre, en que la vida se había roto de dolor. Y a pesar de todo, sin embargo, nos habían sido demasiado queridos en otra existencia para que no depusiéramos una larga mirada llena de recuerdos sobre EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

aquellos dos cadavéricos fantasmas de un amor.

... me detuve en la puerta del comedor a contemplar el hosco dolor de mamá...

- También ellos -dijo mi amado- estarán eternamente juntos. - Pero yo estoy contigo -murmuré yo, alzando a él mis ojos, feliz. Y nos olvidamos otra vez de todo. ***

Durante tres meses -prosiguió la voz- viví en plena dicha. Mi novio me visitaba dos veces por semana. Llegaba a las nueve en punto, sin que una sola noche se hubiera retrasado un solo segundo, y sin que una sola vez hubiera yo dejado de ir a recibirlo a la puerta. Para retirarse no siempre observaba mi novio igual puntualidad. Las once y media, aun las doce sonaron a veces, sin que él se decidiera a soltarme las manos, y sin que lograra yo arrancar mi mirada de la suya. Se iba por fin, y yo quedaba dichosamente rendida, paseándome por la sala con la cara apoyada en la palma de la mano. Durante el día acortaba las horas pensando en él. Iba y venía de un cuarto a otro, asistiendo sin interés alguno al movimiento de mi familia, aunque alguna vez me detuve en la puerta del comedor a contemplar el hosco dolor de mamá, que rompía a veces en desesperados sollozos ante el sitio vacío de la mesa donde se había sentado su hija menor. Yo vivía -sobrevivía-, lo he repetido, por el amor y para el amor. Fuera de él, de mi amado, de la presencia de su recuerdo, todo actuaba para mí en un mundo aparte. Y aun encontrándome inmediata a mi familia, entre ella y yo se abría un abismo invisible y transparente, que nos separaba a mil leguas. Salíamos también de noche, Luis y yo, como novios oficiales que éramos. No existe paseo que no hayamos recorrido juntos, ni crepúsculo en que no hayamos deslizado nuestro idilio. De noche, cuando había luna y la temperatura era EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

dulce, gustábamos de extender nuestros paseos hasta las afueras de la ciudad, donde nos sentíamos más libres, más puros y más amantes. Una de esas noches, como nuestros pasos nos hubieran llevado a la vista del cementerio, sentimos curiosidad de ver el sitio en que yacía bajo tierra lo que habíamos sido. Entramos en el vasto recinto y nos detuvimos ante un trozo de tierra sombría, donde brillaba una lápida de mármol. Ostentaba nuestros dos solos nombres, y debajo la fecha de nuestra muerte; nada más. - Como recuerdo de nosotros -observó Luis- no puede ser más breve. Así y todo -añadió después de una pausa-, encierra más lágrimas y remordimientos que muchos largos epitafios. Dijo, y quedamos otra vez callados. Acaso en aquel sitio y a aquella hora, para quien nos observara hubiéramos dado la impresión de ser fuegos fatuos. Pero mi novio y yo sabíamos bien que lo fatuo y sin redención eran aquellos dos espectros de un doble suicidio encerrados a nuestros pies, y la realidad, la vida depurada de errores, elévase pura y sublimada en nosotros como dos llamas de un mismo amor.

Acaso en aquel sitio y a aquella hora, para quien nos observara hubiéramos dado la impresión de ser fuegos fatuos.

Nos alejamos de allí, dichosos y sin recuerdos, a pasear por la carretera blanca nuestra felicidad sin nubes. Ellas llegaron, sin embargo. Aislados del mundo y de toda impresión extraña, sin otro fin ni otro pensamiento que vernos para volvernos a ver, nuestro amor ascendía, no diré sobrenaturalmente, pero sí con la pasión en que debió abrasarnos nuestro noviazgo, de haberlo conseguido en la otra vida. Comenzamos a sentir ambos una melancolía muy dulce cuando estábamos juntos, y muy triste cuando nos hallábamos separados. He olvidado decir que mi novio me visitaba entonces todas las noches; pero pasábamos casi

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FANTASMAS

Año 2 Número 3

todo el tiempo sin hablar, como si ya nuestras frases de cariño no tuvieran valor alguno para expresar lo que sentíamos. Cada vez se retiraba él más tarde, cuando ya en casa todos dormían, y cada vez, al irse, acortábamos más la despedida. Salíamos y retornábamos mudos, porque yo sabía bien que lo que él pudiera decirme no respondía a su pensamiento, y él estaba seguro de que yo le contestaría cualquier cosa, para evitar mirarlo. Una noche en que nuestro desasosiego había llegado a un límite angustioso, Luis se despidió de mí más tarde que de costumbre. Y al tenderme sus dos manos, y entregarle yo las mías heladas, leí en sus ojos, con una transparencia intolerable, lo que pasaba por nosotros. Me puse pálida como la muerte misma; y como sus manos no soltaran las mías: - ¡Luis! -murmuré espantada, sintiendo que mi vida incorpórea buscaba desesperadamente apoyo, como en otra circunstancia. Él comprendió lo horrible de nuestra situación, porque soltándome las manos, con un valor de que ahora me doy cuenta, sus ojos recobraron la clara ternura de otras veces. - Hasta mañana, amada mía -me dijo sonriendo. - Hasta mañana, amor -murmuré yo, palideciendo todavía más al decir esto. Porque en ese instante acababa de comprender que no podría pronunciar esta palabra nunca más. Luis volvió a la noche siguiente; salimos juntos, hablamos, hablamos como nunca antes lo habíamos hecho, y como lo hicimos en las noches subsiguientes. Todo en vano: no podíamos mirarnos ya. Nos despedíamos brevemente, sin darnos la mano, alejados a un metro uno del otro. ¡Ah! Preferible era...

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Cada vez se retiraba él más tarde, cuando ya en casa todos dormían, y cada vez, al irse, acortábamos más la despedida. 72


FANTASMAS

Año 2 Número 3

La última noche, mi novio cayó de pronto ante mí y apoyó su cabeza en mis rodillas. - Mi amor -murmuró. - ¡Cállate! -dije yo. - Amor mío -recomenzó él.

La última noche, mi novio cayó de pronto ante mí y apoyó su cabeza en mis rodillas.

- ¡Luis! ¡Cállate! -lancé yo, aterrada-. Si repites eso otra vez ... Su cabeza se alzó, y nuestros ojos de espectros -¡es horrible decir esto!- se encontraron por primera vez desde muchos días atrás. - ¿Qué? -preguntó Luis-. ¿Qué pasa si repito? - Tú lo sabes bien -respondí yo. - ¡Dímelo! - ¡Lo sabes! ¡Me muero! Durante quince segundos nuestras miradas quedaron ligadas con tremenda fijeza. En ese tiempo pasaron por ellas, corriendo como por el hilo del destino, infinitas historias de amor, truncas, reanudadas, rotas, redivivas, vencidas y hundidas finalmente en el pavor de lo imposible. - Me muero... -torné a murmurar, respondiendo con ello a su mirada. Él lo comprendió también, pues hundiendo de nuevo la frente en mis rodillas, alzó la voz al largo rato. - No nos queda sino una cosa que hacer... -dijo. EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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Año 2

FANTASMAS

Número 3

- Eso pienso -repuse yo.

¡No se juega al amor, a los novios, cuando se quemó en un suicidio la boca que podía besar!

- ¿Me comprendes? -insistió Luis. - Sí, te comprendo -contesté, deponiendo sobre su cabeza mis manos para que me dejara incorporarme. Y sin volvernos a mirar nos encaminamos al cementerio.

- ¡Ah! ¡No se juega al amor, a los novios, cuando se quemó en un suicidio la boca que podía besar! ¡No se juega a la vida, a la pasión sollozante, cuando desde el fondo de un ataúd dos espectros sustanciales nos piden cuenta de nuestro remedo y nuestra falsedad! ¡Amor! ¡Palabra ya impronunciable, si se la trocó por una copa de cianuro al goce de morir! ¡Sustancia del ideal, sensación de la dicha, y que solamente es posible recordar y llorar, cuando lo que se posee bajo los labios y se estrecha en los brazos no es más que el espectro de un amor! *** Ese beso nos cuesta la vida -concluye la voz-, y lo sabemos. Cuando se ha muerto una vez de amor, se debe morir de nuevo. Hace un rato, al recogerme Luis a sí, hubiera dado el alma por poder ser besada. Dentro de un instante me besará, y lo que en nosotros fue sublime e insostenible niebla de ficción, descenderá, se desvanecerá al contacto sustancial y siempre fiel de nuestros restos mortales. Ignoro lo que nos espera más allá. Pero si nuestro amor fue un día capaz de elevarse sobre nuestros cuerpos envenenados, y logró vivir tres meses en la alucinación de un idilio, tal vez ellos, urna primitiva y esencial de ese amor, hayan resistido a las contingencias vulgares, y nos aguarden. De pie sobre la lápida, Luis y yo nos miramos larga y libremente ya. Sus brazos ciñen mi cintura, su boca busca mi boca, y yo le entrego la mía con una pasión tal, que me desvanezco... EL DESCENSOR | Textos para leerse de izquierda a derecha y de arriba a abajo Más allá (Horacio Quiroga)

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