Triple ceis

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El Descensor

Triple Ceis El nĂşmero de la bestia microrrelatista


Relatos: Adolfina Abad

Juan Badaya

Débora Benacot

Lore Citón

Caro Fernández

Luisa Hurtado González

Hernán Indiveri

Luz Leira Rivas

Sara Lew

MA

Francisco Manuel Marcos Roldán

Patricia Mejías

Leo Mercado

Beto Monte Ros

Sandra Montelpare Patricia Nasello José Manuel Ortiz Soto

Juan Manuel Montes Jesús Humberto Olague Alcalá Amparo Pérez Arrospide

Ilustraciones: Diego Iglesias Solano Jesús Humberto Olague Alcalá José Luis Sandín

Juan Luis López Anaya Luisa Olguín


TRIPLE CEIS

El nĂşmero de la bestia microrrelatista

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2013 El Descensor


Triple Ceis. Idea original: Coordinación: Revisión de textos: Revisión de la antología: Diseño: Imagen de fondo: Ilustraciones:

Corrección de imágenes:

Juan Manuel Montes. Jesús Humberto Olague Alcalá. Triple C. Juan Manuel Montes. Jesús Humberto Olague Alcalá. Luisa Olguín Diego Iglesias Solano, Juan Luis López Anaya, Jesús Humberto Olague Alcalá, Luisa Olguín y José Luis Sandín. Carlos Alberto Olague Alcalá. http://diezpuntocinco.com.mx

Todos los derechos reservados. De los textos e imágenes: Los Autores. De la antología: Triple C. Para distribución gratuita en medios electrónicos.

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/deed.es Triple Ceis se comparte bajo un acuerdo de licencia Creative Commons versión 3.0. Puede ser difundido o distribuido parcial o totalmente siempre que se reconozca de manera pública el crédito de los autores, se utilice para fines no comerciales y se otorgue una licencia similar en caso de que de su uso resulte una obra derivada.


Prefacio o Epitafio [Caro Fernández] –según la resistencia del lector en las próximas páginas–

Una malvada invitación al terror: es lo que propone esta serie. O la turbadora lectura de hechos que parecerían ficcionales si no se basaran en experiencias reales, si no trascendieran las circunstancias de los personajes, si no resultaran tan espantosamente familiares. Confiando en la morbosidad del lector y sabiendo de la invisible complicidad que nos une, me atrevo a decir que esta publicación provocará esa retorcida necesidad de releerla gracias a las horrorosas, irónicas, lúdicas y hasta humorísticas combinaciones que permite el género del microrrelato. Triple Ceis

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Después de deleitarlos con las recetas del erotismo culinario y de transportarlos al mundo de los hermanos Grimm, llega esta tercera edición digital de Triple C, La Cofradía del Cuento Corto, segunda en colaboración con El Descensor. Bajo la macabra coordinación de Jesús Olague y basada en una idea de la perversa mente de Juan Manuel Montes, los invitamos a ser parte de la brevedad demoníaca de Triple Ceis: microrrelatos de terror.

Caro Fernández Dirección general Cofradía del Cuento Corto TRIPLE-C El Descensor

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El último cuento [Adolfina Abad] Ilustración: Juan Luis López Anaya

―¿Se ha dormido? ―Creo que sí, pero le he dejado la luz encendida por si se despierta. ―¿Te ha pedido que miraras debajo de la cama? ―Hoy no.

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Asesino en casa [Juan Badaya] Ilustración: Luisa Olguín

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Levantó los ojos para ver al dueño de la sombra que se cernía sobre ella. Quedó petrificada. Un desconocido, puñal en ristre, la observaba con intenciones nada dudosas. Supo que había llegado su hora. Cerró los ojos, se cubrió el rostro con las manos, con los antebrazos el pecho y esperó entregada. Era consciente de que una hoja afilada se abriría paso en sus carnes, que se desangraría en medio de la brutalidad del ataque, que sucumbiría al dolor… Y esperó inmovilizada por el pánico. Tan largo se le hizo aquel instante que se atrevió a abrir un ojo y vio un El Descensor

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rostro duro y despiadado concentrado en estudiar sus puntos más débiles, el flanco por donde iniciar la embestida. Abrió más sus pupilas y trató de pedir clemencia con su boca reseca y, sorprendentemente, reconoció unos rasgos familiares. ―No he querido molestarte mientras hacías yoga en la alfombra –le dijo su padre, que se ocupaba de pelar unas patatas para la cena y que, desde aquel día aún más, renunció a entender los repentinos ataques de llanto de su hija adolescente.

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Palabras que se llevó el viento [Juan Badaya] Ilustración: José Luis Sandín

El pensamiento le brotó con la fuerza de un relámpago. Allí estaba ella, detrás de su marido concentrado en el abismo que se abría bajo sus pies. Podría liberarse para siempre de tanto maltrato, bastaba un empujón y aquel bastardo ocuparía 11 apenas un renglón en el capítulo de suicidios de la memoria anual de la fiscalía. Le hirvió la sangre con tal furor que no dudó en empujar a su verdugo hacia las profundidades del Gran Cañón. Éste reaccionó sorprendido, giró en el aire y lanzó una mirada acusadora mientras gritaba con odio infinito ¡Asesinaaaa! El grito, largo y desgarrado, fue Triple Ceis

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perdiendo fuerza en el abismo, pero no claridad para los presentes, pues el eco repitió machaconamente cada sílaba, como si fuera un juez dictando la sentencia definitiva. Ella palideció, se vio perdida y delatada para siempre cuando el público se acercó expectante e incrédulo, sintió que se adentraba en una vorágine de poli12 cías, jueces, cárcel, pero erró. La dificultad de los circundantes para entender otro idioma que no fuera el propio la salvó de un testimonio terrible. Definitivamente su marido se acababa de suicidar.

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El diablo en el umbral [Débora Benacot] Ilustración: Diego Iglesias Solano

La pequeña lo ve cada noche asomado al marco de su puerta. Sabe que está ahí esperando. Si lo mira fijo caerá en la trampa, será arrastrada al infierno. El único antídoto es girar y dormir de espal14 das al miedo. El umbral es del diablo; la pared, del ángel de la guarda, repite como un mantra. Este conjuro funciona hasta que una noche el muro se deshace y en su lugar cientos de puertas se abren. Allí, la sombra de una cola. Más allá, un tridente, unas patas de macho cabrío. La sonrisa de un ángel traidor. Unas alas oscuras como sangre.

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Casa tomada [Lore Citón] Ilustración: José Luis Sandín

La sábana le cubría el rostro y se humedecía con su aliento. Tenía los ojos cerrados con fuerza y el pulso acelerado. Entonces se decidió: tenía que encender la luz. 16

Giró su cabeza lentamente y, sin abrir los ojos, sacó la mano temblando. Tocó la mesa de luz buscando la perilla de la lámpara y se le congeló la sangre al rozar los dedos fríos que desde el suelo buscaban desesperadamente lo mismo.

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Destapa la felicidad [Caro Fernández] Ilustración: Luisa Olguín

La promotora me ofreció la gaseosa y la esquivé, sin más, murmurando que ya quisiera que con sólo destapar una botella me aumentaran el sueldo, el mecánico arreglara mi auto de una maldita vez, la 18 maestra de mi hijo dejara de citarme para quejarse y mi obra se apreciara. Como la muchacha insistía, la destapé. De la botella surgieron fantasmagóricas figuras que montaron un terrorífico show predictivo. Una sombra alada le arrancaba las entrañas a mi jefe, retorciéndolo de dolor. La sangre del mecánico salpicaba los autos y el gnomo verde no dejaba de pegarle rítmicamente con un El Descensor

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martillo. Una araña gigante succionaba el cerebro de la maestra de mi hijo, mientras ella tiritaba en el piso, aún con vida. Finalmente, un ogro irlandés torturaba a todos los que me subestimaron, arrancándoles las uñas con morbosa lentitud. Horrorizada con mis oscuros pensamientos, puse fin a la escena. Uno a uno los monstruos retornaron a su encierro. Temblando de miedo, la tapé y se la devolví a 19 la promotora, justo antes que el ogro irlandés entrara a la botella.

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La cena [Luisa Hurtado González] Ilustración: Diego Iglesias Solano

Fue una suerte encontrar la posada en mitad del campo. La débil luz que había sobre su puerta nos había salvado de dormir bajo la lluvia. Cuando entramos, los parroquianos nos miraron con una mezcla de curiosidad 21 y reserva. Por otro lado y, aunque la señora de la casa ni nos dirigió la palabra ni tan siquiera nos miró, no tardó en servirnos un plato de sopa caliente y acompañarnos a esta habitación en el segundo piso. Ahora acabamos de despertarnos con lo que parece ser el ruido de unos arañazos en la puerta, la oscuridad es Triple Ceis

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total porque el cuarto carece de ventanas y hemos descubierto con horror que estamos paralizados. Ya entran. Parecen las pisadas de perros, oĂ­mos sus respiraciones, olemos nuestro miedo. Unos hocicos inspeccionan mi piel. Alguien me lame, alguien me muerde.

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Ya estamos aquí [Luisa Hurtado González] Ilustración: Juan Luis López Anaya

Siempre he sido débil, lo sé, por eso no opuse demasiada resistencia y dejé que me transformasen en uno de ellos. Ahora llamo a la puerta de la vecina, oigo sus pasos leves y siento cómo posa 23 su mirada en mí, sonrío: ―Soy el vecino, no tengas miedo. Duda un momento. ―¿Qué quieres? ―Todo y nada. Quiero poner en contacto a todos los que seguimos vivos en el inmueble, que unamos fuerzas y compartamos víveres, que no estemos solos.

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Dejo que una nueva sonrisa ilumine mi rostro, pero ésta es de verdad, la metamorfosis ha empezado por dentro, soy mucho más osado y lo celebro. Sin embargo, he de tener cuidado, no quiero que vea mis nuevas garras. ―¡Enséñame el cuello! Sé a qué se refiere, todos los sabemos, por eso he venido con la camisa 24 desabrochada desde casa, para ganar tiempo. Me acerco a la mirilla, quiero que me vea bien, es una verdadera suerte que mis nuevos compañeros de vida hayan empezado la conquista difundiendo información errónea en todos los medios.

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Demasiado tarde [Hernán Indiveri] Ilustración: Diego Iglesias Solano

La habitación fría, olor a azufre en el ambiente y Matías habla en una lengua extraña. Ningún médico encuentra explicación y recurren a un cura, quien ingresa con la cruz en la mano mientras reza, los 26 ojos del niño se vuelven completamente negros. El exorcismo era inevitable, aunque Matías ya había conjurado la invocación de siete demonios que se alimentan de pecados capitales.

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Extraterrestres [Luz Leira Rivas] Ilustración: José Luis Sandín

—Tranquila, hija. Subiré a ver. Aún oía pasos en el piso superior cuando papá puso la mano sobre su hombro. 28

—¿Ves, cariño? No existen. Otro papá le sonreía desde la cocina.

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Invisible [Sara Lew] Ilustración: Diego Iglesias Solano (a Klaus Nomi)

Un rasgo que me caracteriza es la templanza en situaciones difíciles. Sin embargo, esa noche de estío y sudor entre las sábanas no pude más que gritar cuando sucedió. Sus finísimos tentáculos 30 se introdujeron como agujas en mi piel, buscando más que unas venas colmadas de sangre. Él echó raíces en mí, plantando su enorme peso sobre mi cuerpo, estrujándome vigorosamente contra la cama. De mi boca borbotaron palabras ágilmente acalladas con la suya. Solo mis ojos, abiertos de pavor, no lo percibieron.

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Noche de terror [Sara Lew] Ilustración: Jesús Humberto Olague Alcalá (alteración de la fotografía The Room de Jesse Therrien)

Ahogaba sus gimoteos en la almohada y, ciñendo las rodillas contra su pecho, se acurrucaba temeroso de la oscuridad. La luz se encendió de pronto, exponiendo así su indefensión. Se incorporó en la cama 32 para observar el cuarto en el que se hallaba encerrado. La austera decoración no ocultaba el estado decadente de las paredes. Las manchas de humedad esbozaban extrañas figuras que parecían tener vida propia. Recreándose en sus miedos, las sombras emergieron de la pintura agrietada y apagaron la luz.

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Dulces sueños [MA] Ilustración: Luisa Olguín

Lo noto durante la noche, cuando duermo. Una horrorosa mano que sube sigilosa, y que se apoya levemente sobre las sábanas; que intenta agarrarme, tirar de mi pelo, tocarme. Pero cuando des34 pierto no está. Noto su enorme peso sobre mi pecho, ahogándome, y su olor desagradable cerca de mí. Estoy absolutamente convencida, sé que está ahí, y que alguien en mi casa lo ha visto… Mis padres insisten en que no hay nada, que son excusas mías para evitar ir a la cama. Pero yo lo sé, porque mi abuela mira todos los días, noche tras noche, dentro del armario, tras las cortinas adamascadas, El Descensor

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bajo el colch贸n, y cuando ha acabado su inspecci贸n, me arropa en la cama, con una sonrisa que no acierto a interpretar.

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Casa en venta [Francisco Manuel Marcos Roldán] Ilustración: José Luis Sandín

El cielo oscurece y el ocaso invade cada rincón de la alacena. La niña se postra frente al altar y pide por enésima vez que no quiere sobresaltos, que está cansada de escuchar voces que invadan su intimi36 dad. Marta, compungida y con el terror en sus ojos implora exhaustivamente a sus devotos santos que le concedan su petición justo antes de meterse en la cama. Cuando acaba se dirige firme con pasos bien marcados a la habitación, retira las sábanas tapándose hasta las orejas, no cierra los ojos, se mantiene en vilo, porque sabe que en cuanto entra en el sueño más profundo, las visitas inesperadas la El Descensor

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acaban despertando de la forma que menos puede predecir. Desde allí mira al resquicio de la puerta, a la misma hora, minutos arriba o abajo, esperando no venga nadie. Un grito se le escapa de sus pulmones encogidos, cuando los ve llegar. Marta los mira, hoy no son los de ayer. Marta tira la ropa hacía atrás al encender la luz los visitantes, que gritan al ver las sábanas volar. Y Marta ¡grita!, 37 ¡grita! y ¡grita!, viéndolos huir despavoridos. Esta tarde ha vuelto a ahuyentarlos. Teme por su vida. No es la primera vez que ha sentido hablar a la vendedora de traer un exorcista, no pueden perder la venta. Marta siempre se queda pensativa, porque no le gustan las bromas ni las intromisiones en su vida.

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Desmembrada [Patricia Mej铆as] Ilustraci贸n: Juan Luis L贸pez Anaya

Desde el borde la cama, la mano me hace un gesto de ayuda, justo en el momento en que es arrastrada hacia abajo por la fila de hormigas que sigui贸 su rastro sangrante desde el cementerio. 39

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Cría cuervos [Leo Mercado] Ilustración: Diego Iglesias Solano

El monstruo observa expectante, desde las primeras líneas del relato, cómo su propia historia se va desarrollando. Espera agazapado detrás de una oración, en apariencia, intrascendente. Su respira40 ción hace una pausa y, cuando el joven escritor se distrae un segundo, salta por encima de una línea, sortea velozmente dos o tres verbos, un sustantivo simple y sin piedad lo engulle.

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Posología [Leo Mercado] Ilustración: Luisa Olguín

Martes. 8:00 hs. Ordoñez apoya los pies en el suelo y se frota los ojos. Bosteza. Junta fuerzas y baja las escaleras. Al llegar a la cocina ve sillas desparramadas, platos rotos, la heladera abierta y, detrás 42 de la mesa, encuentra el cuerpo de su mujer en medio de un charco de sangre. Corre presuroso al teléfono en busca de auxilio y al llegar encuentra en la pantalla un recordatorio que sentencia: “lunes 22:00 hs. pastilla para la esquizofrenia”.

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Abusador [Beto Monte Ros] Ilustraci贸n: Jos茅 Luis Sand铆n

Desde que desapareci贸, el barrio vive tranquilo. El tipo era un hueso duro de roer, mis perros dan fe de eso.

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El Bacá [Beto Monte Ros] Ilustración: Diego Iglesias Solano

Se ajustó el nudo de la corbata y pensó en el contrato que estaba a punto de firmar. Hacía algún tiempo que las cosas no iban bien, esta oportunidad tenía que aprovecharla. Al salir besó a su mujer y a su hijo, su activo más preciado. 45 Llegó a la cita con el individuo, quien de primera impresión se veía buena gente, y del que le habían advertido que bajo esa fachada se escondía alguien duro, implacable con quien intentara engañarlo. Había acudido a él en un acto de desesperación cuando todo empezó a irle mal.

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Luego de los saludos de rigor y concluida la firma de los papeles, el otro puso sobre la mesa una caja que contenía un gatito negro: un regalo para el vástago, pero él sabía que esto no era un simple obsequio, sino la forma de asegurarse de que cumpliría con su parte y que, llegado el momento, tendría que entregarle al primogénito de la familia. “Negocios son 46 negocios”, pensó, y se alegró de que su esposa fuera una mujer fértil.

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Búsqueda del tesoro [Sandra Montelpare] Ilustración: Juan Luis López Anaya

El juego se terminó justo cuando encontré el cuerpo de Martita dentro de la heladera vieja del galpón.

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Juego de niños [Sandra Montelpare] Ilustración: Luisa Olguín

Mamá no entiende eso de los amigos imaginarios, dice que ya soy grande para esas cosas. Tiene razón. Hoy me deshice de ellos para siempre. Espero que no se enoje por las manchas de sangre en la alfombra. 49

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A la hora muerta [Juan Manuel Montes] Ilustración: José Luis Sandín

Pactaron encontrarse antes de las tres de la mañana. Adentro, la casa se quejaba con su voz de madera debajo de sus pies. Fueron llegando de a poco y mudos de miedo. La habitación central era antigua y sucia, una enorme puerta de doble hoja 51 custodiaba la entrada. Cuando al fin estuvieron los cinco, Cecilia dibujó con tiza un pentagrama y los hizo sentarse a cada uno en sus vértices. En el centro dibujó un círculo y luego tres curvas, como si fueran tres números seis unidos. Abrió su gran libro y comenzó a leer unas frases extrañas. Todos se tomaron de las manos con miedo. Triple Ceis

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A las tres de la mañana en punto se miraron, sonriéndose, al ver cómo aquel ser de fuego lamía el parqué desgastado. Al fin habían podido hacer contacto con el reino de lo demoníaco. No pudieron hacer contacto de nuevo con el mundo de los vivos.

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Gusto por lo afilado [Juan Manuel Montes] Ilustración: Jesús Humberto Olague Alcalá

A Caro Fernández por darme el virus de esta idea

Mutilé mi cuento original, lo cercené desde el encabezado hasta el pie de página. En el camino enterré a tres posibles protago- 53 nistas que nada valían y por último (con un exceso de cólera) encadené a un personaje sin nombre en esta historia que nunca terminaré de escribir.

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El encuentro [Patricia Nasello] Ilustración: Luisa Olguín

Camina penosamente a través de la vegetación torva. Desconoce qué sucedió con sus compañeros de equipo, ahora ausentes; tampoco recuerda el motivo por el cual carece tanto de sus instrumentos de 54 trabajo, como de su mochila y cantimplora. Ardiendo de fiebre, busca un río. Con dificultad, razona en lo absurdo que resultaría morir de sed en este sitio que juzga maldito de tan húmedo. Los insectos buscan sus labios, sus ojos, sus oídos. Con el izquierdo se ensañan, es el que escurre sangre. —Estamos derruidos –balbucea ante las ruinas que de pronto aparecen en un El Descensor

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claro frente a sus ojos. AĂşn conserva la costumbre de bromear a su propia costa. Buscando refugio camina hacia la escombrera del templo. La sacerdotisa lo ve acercarse. Llegado el momento oportuno salta y se enrosca alrededor de ĂŠl hasta que su pecho se aquieta. Comienza a comerlo por la cabeza, como harĂ­a con cualquier venado.

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El espejo roto [Jesús Humberto Olague Alcalá] Ilustración: Diego Iglesias Solano

Siempre supe que mamá mentía, yo no era único, ni especial, ni nada; que papá se equivocaba, mi amigo no era imaginario; que la abuela estaba en un error, aquel niño no era mi reflejo; que mis hermanos algún día se arrepentirían de 57 decirme loco; que todos cometían un grave error al no escucharme... No me dejaron más alternativa que romper el espejo y dejar escapar al niño parecido a mí. Ahora, mientras él toma venganza por su encierro, yo hago oídos sordos a los gemidos y estertores de sus gargantas cercenadas.

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Testigo silencioso [Jesús Humberto Olague Alcalá] Ilustración: José Luis Sandín

Solo un hilillo de sangre que busca escapatoria sabe lo que sucede detrás de la puerta.

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Charla entre amigos [José Manuel Ortiz Soto] Ilustración: Diego Iglesias Solano

―Desvarías –dijo el Flaco. ―Les juro que es verdad –se defendió el Gordo. 60

―Ni una copa más –agregué en tono burlón. ―¡Ya, cabrones, estoy hablando en serio! –chilló el Gordo. ―Está bien… –concilió el Flaco–, pero ¿de dónde sacas que tu suegra es bruja? ―En cierta forma, todas lo son, ¿no? –rematé.

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El silencio que sigui贸 a nuestra charla fue roto por el chasquido de la enorme lengua del Gordo, que atrap贸 una mosca al vuelo, frente a nuestras caras.

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Sonámbulo [José Manuel Ortiz Soto] Ilustración: Juan Luis López Anaya

Al fin podré dormir en paz, pensó el albañil mientras colocaba sobre sí el último ladrillo de su tumba.

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El barbero de Montgomery [Amparo Pérez Arrospide] Ilustración: José Luis Sandín

He venido a que me corten el bigote y las patillas que, según mi Betty, me envejecen. Pálidos como sus batas, ni el barbero ni su mujer son amistosos. Pero una vez sentado en el sillón, no hay vuelta atrás. ―Ahora incline la cabeza, así… Uno de esos días en que el mundo es extraño. La radio no se escucha bien y es una pena, me ayudaría a escapar del silencio viscoso donde estoy hundiéndome y ellos no van a salvarme. Hacen que me sienta como una cosa, un objeto. ―Apaga eso –oigo decir, mientras la brocha circula con suavidad por mi mejilla. Triple Ceis

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La mujer está junto a nosotros, sosteniendo el recipiente lleno de espuma. Recelo su recíproca mirada de complicidad. ... Ahora es la hoja de la navaja la que desciende por mi mentón, tan fría como ellos y las toallas de una blancura inmaculada. En la amenaza que se cierne sobre mí, transpiro como un animal acorralado. Cierro los ojos, pero no 64 logro borrar la imagen de una cruz ardiente y, entre un gentío de caperuzas y túnicas, un negro como yo que conducen a las llamas.

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No traspase el cordón de seguridad [Amparo Pérez Arrospide] Ilustración: Jesús Humberto Olague Alcalá (a Ceija Stojka)

De nada les valió estar a la distancia que impone el cordón de seguridad; al contrario, facilitó la operación. Llevábamos años soportando el mismo discurso: En la pared de la izquierda puede admirarse el 66 mural donde el gran artista plasmó los hechos desencadenantes de nuestra revolución nacional: el asesinato del presidente y los fusilamientos del pueblo que salió en su defensa. Observen en segundo plano a los soldados: autómatas despersonalizados, sin rostros y en perfecta y disciplinada formación. Por su parte, las víctimas expresan el horror y sus cuerpos se apilan sobre el suelo ensangrentado. El Descensor

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Ni siquiera tuvimos que planearlo. El efecto final fue, modestia aparte, excelente; logramos un paralelismo armónico con la obra de arte. Llegada la hora de máxima concentración de visitantes, apuntamos con los rifles –nos bastó con desviarlos hacia el nuevo objetivo unos pocos centímetros– y los baleamos a todos. 67

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Epílogo [Juan Manuel Montes] Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece J.L. Borges

Luego de estos pequeños sustos sólo nos queda reflexionar sobre ¿qué es la mini68 ficción de terror?, quizá sea cómo ese pequeño dardo envenenado que nombra Laura Pollastri, en su libro El límite de la palabra, haciendo alusión a la minificción en general, o quizá estos textos sean aún más incisivos o más venenosos. Lo breve a mi entender tiene una cuota de misterio y de sorpresa que no tiene lo extenso. Lo breve nos muerde rápidamente la curiosidad, es sólo lo que El Descensor

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vemos de manera furtiva. Yo temo a esa cosa que se esconde en un rincón amontonado de sombra, a un cuervo sobre un busto de Palas Atenea, a una mancha oscura en la piel o a esos parásitos que nos esperan en los almohadones de plumas; pero temo sobre todo a los textos breves porque nos sueltan rápidamente la mano como lector y nos obligan a ir y venir del relato. 69 La minificción da miedo ya que nos quitan la sensación de confort atemporal de leer, porque leer es cumplir con un rito que se ha mantenido íntimo e inalterable durante siglos. Es lo más próximo que tenemos a la eternidad y en este libro, veinte autores nos dan su grito de ahogo que se apaga, inmediatamente, con el siguiente grito. Triple Ceis

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Treinta textos se han ido y ahora nos pertenecen. Desde hoy se han convertido en esa parte de nosotros que nos buscará cuando intentemos dormir, y que se ocultará en el armario más oscuro de nuestro recuerdo. Ahora, lector, que estás leyendo una última página, un breve epílogo; serás exiliado del mundo de la ficción y 70 deberás convivir con ese terror mayor (el Mayor Terror) que es saber que, durante la lectura de este libro, el tiempo se ha ido y que a cada momento viene la muerte tan callando.

Juan Manuel Montes Cofradía del Cuento Corto TRIPLE-C Mendoza, Argentina El Descensor

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Contenido Prefacio o Epitafio [Caro Fernández] ..................................... 5 El último cuento [Adolfina Abad] ............................................ 7 Asesino en casa [Juan Badaya] ............................................. 8 Palabras que se llevó el viento [Juan Badaya] ..................... 11 El diablo en el umbral [Débora Benacot] .............................. 14 Casa tomada [Lore Citón] .................................................... 16 Destapa la felicidad [Caro Fernández] ................................. 18 La cena [Luisa Hurtado González] ....................................... 21 Ya estamos aquí [Luisa Hurtado González] ......................... 23 Demasiado tarde [Hernán Indiveri]....................................... 26 Extraterrestres [Luz Leira Rivas] .......................................... 28 Invisible [Sara Lew] .............................................................. 30 Noche de terror [Sara Lew] .................................................. 32 Dulces sueños [MA] ............................................................. 34 Casa en venta [Francisco Manuel Marcos Roldán] .............. 36 Desmembrada [Patricia Mejías] ........................................... 39 Cría cuervos [Leo Mercado] ................................................. 40 Posología [Leo Mercado] ..................................................... 42 Abusador [Beto Monte Ros] ................................................. 44 El Bacá [Beto Monte Ros] .................................................... 45 Búsqueda del tesoro [Sandra Montelpare] ........................... 48 Juego de niños [Sandra Montelpare] ................................... 49 A la hora muerta [Juan Manuel Montes] .............................. 51 Gusto por lo afilado [Juan Manuel Montes] .......................... 53 El encuentro [Patricia Nasello] ............................................. 54 El espejo roto [Jesús Humberto Olague Alcalá] ................... 57 Testigo silencioso [Jesús Humberto Olague Alcalá] ............ 59 Charla entre amigos [José Manuel Ortiz Soto] ..................... 60 Sonámbulo [José Manuel Ortiz Soto] ................................... 62 El barbero de Montgomery [Amparo Pérez Arrospide] ........ 63 No traspase el cordón de seguridad [Amparo Pérez Arrospide]....................................................................... 66 Epílogo [Juan Manuel Montes] ............................................. 68


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