Periódico De La Urbe

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AÑO 10•No.50•MEDELLÍN, DICIEMBRE DE 2010•ISSN16572556•FACULTAD DE COMUNICACIONES•UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA

En el camino


Celebraciones

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Sueño ante la nada Fotografía: Jorge Caraballo

Hace veinte años se presentó por primera vez O Marinheiro en Medellín. Hoy es un clásico del teatro nacional.

Jorge Caraballo Cordovez caraballocordovez@gmail.com

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l matacandelas apaga la vela, la oscuridad extingue la sala, en el silencio desapa-

rece todo. Comienza la obra. Se iluminan tres rostros y un cadáver: asistimos a un funeral. Las hermanas veladoras se cuentan historias en voz baja, esperamos con ellas a que nazca el día. Pero la noche no cede y lo único que llega de otra parte es el horror. Al amanecer, quedan la muerte y la incertidumbre, el miedo y la inquietud. Se encienden las luces y los espectadores salimos desconcertados, como si nos hubieran velado a nosotros. O Marinheiro, el montaje que realizó el Teatro Matacandelas del drama escrito por el portugués Fernando Pessoa, fue estrenado en noviembre de 1990 ante 60 personas. Esa noche el público estaba compuesto por lo que Cristóbal Peláez, director del Colectivo Teatral, llama “el comité de aplausos”: los amigos, familiares y allegados que, sin importar lo que les muestren, siempre felicitan. Pero al final de la función sucedió algo inesperado: “Nadie aplaudió y los invitados empezaron a salir uno por uno, en filita. Afuera habíamos preparado un coctel humilde para celebrar el estreno, pero fue la única vez en la historia de este Teatro que nos lo dejaron servido. Se excusaron y se fueron: eso parecía un velorio. Sólo quedó una mujer que salió a la media hora de la sala. Se llamaba Consuelo; me dijo que eso era lo más tenaz que había visto en la vida. En ese momento, creí que lo decía por alegrarnos”, recuerda Peláez. Y si en el estreno les fue mal, con la asistencia a esa primera temporada -fueron diez presentaciones-, les fue peor. La vez que llegaron más espectadores se vendieron 15 boletas. Llovían las críticas, que se referían sobre todo al carácter estático del drama. “El teatro es movimiento, piénselo”, le dijo una amiga cercana a Cristóbal. Se temió que la obra fuera un fracaso, aunque él estaba convencido de la calidad de sus elementos. Durante el primer semestre de 1991, decidieron insistir y volverla a presentar: “Uno no puede dejar a sus criaturas tiradas”, explica Cristóbal. Era el año más violento en Medellín y las funciones se programaban a las seis y media de la tarde. Sorpresivamente, el público llegó en cantidades nunca vistas. Incluso había revendedores en las puertas del teatro, ubicado por esos años cerca al Instituto de Bellas Artes. A partir de ese momento, O Marinheiro se convirtió en una obra insigne del teatro de Medellín y del país. En 20 años, ha sido vista por aproximadamente 30 mil espectadores en sus 260 funciones. Y no sólo la han presentado en varias ciudades de Colombia, también en Ecuador, Perú y Cuba, en esta última recibieron el premio al Mejor Espectáculo del Año en 2003. “Es muy valioso para el teatro colombiano que una obra cumpla tantos años y siga trayendo público que la aprecie”, dijo Peláez, en tono de agradecimiento, durante la presentación de una de las funciones de la última temporada, en noviembre de 2010. Ante el éxito que obtiene año tras año, surge la pregunta: ¿Qué hace tan especial a esta obra? ¿Qué experiencias suscita? En las dos orillas Lina Castaño, filósofa de la Universidad de Antioquia y actriz del Matacandelas, es la tercera veladora de O Marinheiro desde 2002 (las otras dos son las mismas que iniciaron hace 20 años). Se refiere a la obra con un profundo respeto. Antes de ser actriz ya la conocía como lectora asidua de Pessoa y como espectadora del teatro: “Esta obra supera las coordenadas de la tristeza. No sabría cómo describirlas, uno no puede asociarlas a la vida personal; es un peso que se siente de la vida como tal. Por O Marinheiro todo se pone en cuestión: el piso sobre el que caminas, las voces que escuchas, lo que has recorrido, el pasado, el presente, el futuro, todo. Hay días en que yo salgo muy mal de ella, me desmaquillo y lo único que quiero es irme, no estar más ahí, desconectarme de todo: para uno como actriz es una carga muy fuerte”.

En 20 años, O Marinheiro ha sido vista por aproximadamente 30 mil espectadores en sus 260 funciones. Y no sólo la han presentado en varias ciudades de Colombia, también en Ecuador, Perú y Cuba, en esta última recibieron el premio al Mejor Espectáculo del Año en 2003. No. 49 Noviembre de 2010

Para los espectadores, tampoco es una experiencia fácil. Cristóbal cuenta que al principio era normal que no hubiera aplausos al final de la función debido a que el público quedaba atónito, petrificado. También es frecuente escuchar gritos fugaces hechos de sorpresa y pavor. Pero eso empezó a perder notoriedad ante lo que le sucedía a algunas personas durante la obra. Por ejemplo, recuerda una vez en que una mujer entró en shock en plena función y tuvieron que sacarla de la sala casi convulsionando. “En otra ocasión, me llamó un amigo después de una presentación bellísima en La Candelaria, en Bogotá. Me reclamó que yo cómo le hacía eso, que cómo no le advertía a la gente lo que iba a entrar a ver. Yo le pregunté que qué pasaba y me dijo que estaba en el hospital con su mujer embarazada: casi sufre un aborto provocado por las sensaciones de la obra”, relata Cristóbal. No deja de sorprender que el público acuda masivamente a las presentaciones de O Marinheiro siempre que está en temporada. Se trata de una obra difícil –el texto de Pessoa es oscuro y enigmático–, y que genera sensaciones desagradables. Además, porque es inusual que en una obra de teatro el único movimiento visible sea el del rostro de las actrices. A pesar de esto, hay quienes la han visto casi veinte veces, y nunca dejan de llegar nuevos espectadores. Aunque en la mayoría de las ocasiones, los encasillamientos resultan molestos, podría decirse que se trata de una obra de culto en la ciudad. El marinero en Medellín El poeta Carlos Vásquez vio O Marinheiro en su temporada inaugural. Como estudioso de la obra de Pessoa opina que es un “capítulo aparte en su obra” y que el montaje que hizo el Matacandelas es excepcional. Le resulta fascinante la acogida que ha tenido en la ciudad, pero es algo que le cuesta entender. Para explicárselo aventura una hipótesis: “A ratos me pregunto si no tendrá que ver con la experiencia de la muerte que tenemos como ciudad. La obra habla de eso que tanto sabemos. Tenemos un conocimiento tenaz de la muerte, que es lo que nos hace masa en Medellín desde hace décadas: a todos nos toca, nos amenaza, nos involucra e iguala. Los jóvenes van a la obra y se dan cuenta de la sociedad en la que viven”. Vásquez encuentra una relación entre la obra y su contexto, pero no en el que fue escrita, sino en el que ha sido representada por 20 años. Para explorar más esa relación, hay preguntas que pueden servir de ruta: ¿Cuál es la historia del marinero? ¿Cómo habla esta obra de la muerte? ¿Qué relación tiene con Medellín? En la noche sin tiempo que velan las tres hermanas, una de ellas recuerda un sueño que tuvo –o pudo tener- a la orilla del mar. Soñó con un marinero que naufragó en una isla, y que se dedicó a soñar con una patria diferente a la suya para escapar al dolor de no poder verla. Soñaba con nuevas personas, amigos, crepúsculos, ventanas, travesías, sonidos de barco, etc., porque los reales los había perdido. Un día se cansó de soñar y quiso recordar su auténtica patria, pero no pudo. Su sueño era todo lo que tenía, todo lo que era. Narra la veladora que un día pasó un barco por la isla y allí no estaba el marinero. Tal vez desapareció en su sueño. El marinero acabó con todo, hasta con él mismo. Creó un sueño para ver algo, y todo lo que no hiciera parte de su ensoñación dejó de existir. La hermana le cuenta ese sueño suyo a las otras, cuando lo único que tienen al frente es un cadáver y la oscuridad. Como el marinero, ellas tampoco pueden ver: sueñan y recuerdan. La historia del marinero las horroriza, se reflejan en ella y quieren huir; pero no tienen tiempo para moverse junto a la densidad de la muerte. Saben que el malestar que les causó escucharla durará eternamente. La historia les hiere la frágil tranquilidad con la que habían empezado a hablar: antes del amanecer dudan aterrorizadas del tiempo, la realidad, el pensamiento, y del ser. ¿Qué sabemos de la muerte en Medellín? ¿Cuál es nuestro sueño de fuga cuando la tenemos ante los ojos y desaparece la tierra en que nacimos? El sueño de una ciudad que naufraga en ella, ¿cuál es? ¿La compasión que origina la historia del marinero la sentimos por nosotros mismos? ¿Cómo despertar? Por la oportunidad de responder esas preguntas, vale la pena sufrir la historia del marinero, ser velado en la obra y experimentar la misericordia y el pavor. El Colectivo del Teatro Matacandelas lleva dos décadas presentando ese necesario sufrimiento a una ciudad oscurecida por el sueño de la muerte, contando la historia de cómo se muere también cuando se cierran los ojos y se decide negarla. Tal vez el horror que nos muestran, atraiga el amanecer.


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Empezaron a los 15 y en 2010 cumplieron 15. Banda de adolescentes empíricos elevados a rockstars locales, en las canciones, en el ser de La Mojiganga, está contada una buena parte de una generación de medellinenses con ganas de romper el molde.

La Mojiganga adolescente Juan David Montoya juandaches@gmail.com

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Ardiendo otra vez os integrantes de La Mojiganga han contado –y deformado– tantas veces la his“Está cuajando”, apunta el guitarrista, ya con el chirrido solucionado. “Sonó mejor toria de sus orígenes que, algunas veces, se remontan al kínder, o inician en la que en la grabación”, responde Miguel. Tras un gesto casi imperceptible, medio compás Pony Fútbol; en unas pocas oportunidades, quizá cuando relatan la historia que después, ya están tocando de nuevo. Nunca antes La Mojiganga se había preparado más se parece a la realidad, arranca en una casa del barrio Belén. Entonces, la banda, para un repertorio tan amplio. Después de tocar en Altavoz 2009 y en el más reciente en ese primer ensayo cuando eran apenas unos adolescentes con ganas de hacer ruido, Rock al Parque, la banda prepara un concierto de 35 canciones con el cual esperan conservaba su nombre completo: Mojiganga de las no Alpacas. cerrar la celebración. Hoy en día, simplemente Mojiganga, pues el apellido lo dejaron para bautizar su “Como estamos cumpliendo 15, vamos a hacer muchas cosas inmaduras”, dirá primer disco. Otros cinco lo han sucedido y el más reciente, Ardiendo otra vez, es un comNatalia Villa días después. Ella, al igual que Guillermo, fueron los íconos para toda pilado de covers de la agrupación vasca Kortatu, el cual puede ser descargado de forma una generación de medellinenses. La incorporación de una niña ‘bien’, y bonita, en gratuita desde el sitio oficial. Es el regalo para los seguidores con el que ‘La Moji’, como una banda punk no le cuadraba, y no le termina de cuadrar a muchos de quienes la le dicen quienes le tienen cariño, celebra 15 años de andar fusionando el ska con el punk. ven colgarse el saxo. Algo de compensación para unos seguidores que llevan escuchando hace tres lustros: “¡ToGuillermo, la voz líder hasta 2002, sigue siendo recordado por quienes crecieron dos los fanáticos son unos hijueputas!”. con ‘La Moji’. “Cuando estaba Guillermo, nos criticaban por desafinados; y ahora que Mojiganga es la banda de Medellín con más recorrido en el género, o una obra “para no está, que porque perdimos nuestra esencia”, cuenta Natalia. Varios años le tomó a hacer reír” con “figuras extravagantes”, o una “cosa ridícula”, o una “fiesta pública”; o en La Mojiganga reponerse de la huída de este mal guitarrista y pésimo cantante. el caso de ‘La Moji’, todas las anteriores. Atrás quedaron los días en los que las trompetas La idea de formar una banda que le cantara a la ciudad y a los asuntos típicos de la y los saxofones, que le dan identidad a la agrupación, fueron grabados en el sospechoso adolescencia empezó con él y su primo Miguel. Cerca a su casa, en el parque de Belén silencio de un baño, como en ‘De las no alpacas’. Y eso sin contar jardines infantiles o Malibú, se ‘cocinaron’ algunas de las letras que reivindicaron el ‘derecho’, defendido partidos de fútbol en la cancha Marte 1. calladamente por los adolescentes de la época, a tomar cerveza sobre las aceras de MeCuenta la historia de La Mojiganga que en 1995, un año antes de la aparición de ese dellín. Aún hoy, muchos ignoran qué fue lo que pasó con esa voz gangosa, displicente, disco, los primos Miguel Cardona y Guillermo García le dieron forma a la banda con la que que le daba a ‘La Moji’ ese aire a banda de garaje. Por qué Guillermo decidió dejar la pretendían llenar los tiempos muertos en los que no estaban tomando cerveza. banda en la cúspide de su trayectoria es algo que no alcan“En ese primer ensayo, había tres bateristas”, recuerda Juan zan a entender ni siquiera sus compañeros de ruta. Zuluaga, quien confiesa que por poco lo botan, pues el único talenLa idea de formar una banda que le cantara Una de sus canciones era el estribillo que todas las to que tenía era ser el dueño del bajo. Él, Mauricio Agudelo, Mimañanas repetía el programa radial más escuchado de la guel y Guillermo se terciaron los instrumentos como bien pudieron a la ciudad y a los asuntos típicos de la ciudad; Guillermo se había tatuado en el pecho, literalrepartirse, pues era más bien poco lo que sabían tocarlos. “Había mente, a “Medellín”; habían compartido escenario con unas ideas; poquitas, pero había”, asegura Juan. Eran las vacacioadolescencia empezó con él y su primo The Ofspring, No Fx y 2 minutos; la banda granes de mitad de año y un equipo de sonido soportaba -los ‘músicos’ Miguel. Cerca a su casa se ‘cocinaron’ algunas Molotov, bó en San Francisco el álbum No estamos solos con Ryan no entendían cómo- la ‘amplificación’ de la guitarra y el bajo. Greene, uno de los más importantes productores de este Como eran una banda de punk, y además adolescente, el ruido de las letras que reivindicaron el ‘derecho’, género que tiene a sus mejores exponentes en California; que hacían era ensordecedor. Una década y media después esto no adolescente a tomar cerveza en las aceras. y cumplían el sueño cinematográfico de recorrer la costa ha cambiado. Hoy siguen haciendo temblar las paredes de Opio, el oeste de los Estados Unidos a bordo de “La chilanga”, una ‘ensayadero’ que desde principios de esta década los acoge, con el Chevrolet Wagon que consiguieron por tres pesos y que terminaron vendiendo por dos. volumen a un nivel poco recomendado para la salud auricular. “Casi se acaba esa banda”, afirma Juan. En 2001, cinco meses de viajar y vivir “¡Apaguen que llegó ‘La Moji’!”, interrumpía a quien estuviera tocando -sobre la hora sobre cuatro ruedas, de ‘toques’ en cuanto pueblo quisieran escuchar su música, les y apresurado- un flaco que trabajaba en el local como ‘cargacables’, según recuerdan alguquedó una ruptura que aún no ha sanado. No importó que hubieran descansado sobre nos de los que ensayaban allí, con sus bandas escolares, a finales de los noventa. Luego, ‘El el sofá de Kurt Cobain ni que fueran reconocidos hasta por músicos colombianos como Flaco’ ajustaba la puerta de la sala de ensayo, y salía entre brincos a recibirlos. Darío Gómez, que hubieran pasado de contar historias duras a protagonizarlas –el baLa Mojiganga, que otrora formara el Ensamble Cofrades del Colegio Franciscano Fray jista fue incluido en una lista negra de pulso paramilitar que circuló por la Universidad Rafael de la Serna, era la rockstar del momento, la banda que más sonaba en la radio juNacional–, que hubieran fomentado el movimiento a la objeción de conciencia con un venil de Medellín por encima de un reggaetón que no se había inventado, un rock gringo claro “¡No queremos servicio militar!”, mientras uno de los miembros se ausentaba que no hablaba sobre la ciudad, por encima de grupos que hablaban en castellano; pero no para prestarlo. sobre fumarse “un cigarrillo barato” o, canción tras canción, sobre una cerveza. “Éramos Guillermo anunció su retiro. Fue el primero en darse cuenta de que no iban a más gamines que punkeros”, revelan. vivir de la música. Hoy por hoy, como alguna vez cantó, continúa en los Estados Unidos Sonaban muy bien. Pero hoy no han podido quedar satisfechos. Quizá porque uno de como ilegal; francamente, “condenado en el exterior por nacer en el país del Sagrado los micrófonos está dejando colar un chirrido agudo que los paraliza, quizá porque en este Corazón”. Pero “la denuncia sigue”, afirma la saxofonista de ojos claros y correa de ensayo faltan Natalia, una de los saxofonistas, y Rogelio Acosta, una de las voces, una de taches. Hoy, ‘La Moji’ incorpora la voz de Daniel y ‘Mauro’ para contar lo mismo que las guitarras. Sonando así, tal vez recuerden los primeros días en los que cursaban décimo hace 15 años, pues “el país no ha cambiado y por eso las letras que escribimos entonces grado y cuando todavía eran los ‘De las no alpacas’. son muy actuales”. Ese primer disco no se vendió, ni se produjo. Fue una grabación que jamás se comerciaMientras le dan vueltas a la idea de grabar un nuevo disco, los de ‘La Moji’ conlizó, pero que los haría crecer hasta tal punto que, en el álbum siguiente, ya eran una de las tinúan ensayando, como en esos primeros días de colegio, preparando alguno de sus bandas punk más populares de la ciudad. Esas primeras canciones de Estúpidas guerras, conciertos que no suelen darse sin el bombo de los grandes medios a los que tanto crihoy himnos de culto para los seguidores, fueron escuchadas con mayor atención dos años tican. “Parce”, dice Miguel al término de una canción, agazapado tras un ron, “¡Qué después, el año en que una canción irrumpe en la escena local pidiéndole al barman del chimba ‘La Moji’!”. lugar “cerveza, ron y una buena canción”.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Editorial

Cincuenta recorridos Existe una palabra para definir a ese habitante de la urbe que se la pasa caminando la ciudad para experimentarla, para vivirla. Se le dice flaneur y su comportamiento ha inspirado estudios sociológicos, filosóficos y literarios. Charles Baudelaire y Walter Benjamin le dedicaron poemas y ensayos. Ciudadano, caminante, observador y lector al mismo tiempo, el flaneur es un traductor de los paisajes, de los acontecimientos y procesos de la ciudad, del entorno en el cual habita. Su curiosidad no se sacia hasta que no ha mirado, aprendido y entendido lo suficiente sobre lo que lo rodea, sobre los lugares públicos y secretos que lo conforman como parte de una historia colectiva. En Medellín, el periódico De La Urbe ha hecho durante once años ese papel del flaneur. Hoy llega a sus 50 ediciones –diez mil ejemplares por cada una- y puede afirmarse que cada una de ellas ha sido un recorrido consciente, a fondo, desgarrado muchas veces, placentero otras, por las calles y meollos de esta ciudad y sus alrededores. Desde ese momento en que unos entusiastas estudiantes y profesores del pregrado de Comunicación Social de la Universidad de Antioquia decidieron aventurarse y dar los pasos para ser al mismo tiempo espectadores, lectores y traductores de Medellín, De La Urbe se ha convertido en un documento para las generaciones presentes y las futuras, de lo que somos, de lo que fuimos como sociedad, como urbe. De La Urbe, así como lo hace el flaneur, ha hecho de la ciudad un espacio para ser leído, interpretado, entendido. Con perfiles, con crónicas, reportajes, entrevistas, informes, opiniones, imágenes, hemos hecho visible a Medellín para nosotros mismos y para los otros que quieren entender a esta ciudad fuera de los clichés mediáticos. Cada edición de este periódico, de la Universidad para la ciudad, es una suma de fragmentos, de miradas, momentos y procesos de lo que encierra la palabra urbe: movimiento, trashumancia, transformación, metáfora. Calles, edificios, comunidades, rostros, procesos, contradicciones, adioses, han sido narrados aquí con la capacidad que da el asombro, la curiosidad y la formación de laboratorio que reciben nuestros estudiantes y egresados del pregrado de Periodismo. En 1957, Jack Kerouac conduciría los destinos de una generación cuando salió de la imprenta su novela En el camino, un diario que da cuenta de un recorrido de norte

a sur, de occidente a oriente, a pie, a dedo y en autos desvencijados por la Norteamérica profunda. Él y sus amigos, los beat, gritaron que los tiempos estaban cambiando, que en la época del individualismo, ver, escuchar, tocar, participar, sentir el entorno era lo importante, que bastaba con volver a mirar el mundo con ojos de niño, para ver todo lo que de encantador y terrible tiene. Esta edición 50 se titula En el camino. Es un pequeño guiño a los beat, a los flaneurs, pero también es una alusión directa a su contenido. Al recorrido en imágenes por la vida que hay en la vía que va de Medellín a Urabá; al viaje hacia el fondo de su sexualidad emprendido por cuatro mujeres decididas a hablar; a la navegación por la historia de un marinero que naufragó con la Flota Mercante Grancolombiana; a la vuelta al pasado para traer al presente a Emilia Pardo Umaña, la primera reportera de Colombia; a los pasos de tigre, de tortuga, de venado dados por un chamán del Alto Baudó; al recuerdo de un niño víctima de la toma del municipio de Granada hace diez años. Todas esas historias, llenas de asombros, de vivencias, son fragmentos de los Trabajos de Grado de los estudiantes del pregrado de Periodismo. Pero hay otras más. Por eso, para citar a José Saramago en su Viaje a Portugal, “tome el lector las páginas siguientes como reto y como invitación. Viaje según su proyecto propio, de mínimos oídos a la facilidad de los itinerarios cómodos y de rastro pisado, acepte equivocarse en la carretera y volver atrás o, al contrario, persevere hasta inventar salidas desacostumbradas al mundo. No tendrá mejor viaje.”

En 1957, Jack Kerouac conduciría los destinos de una generación con su novela En el camino, un diario que da cuenta de un recorrido por la Norteamérica profunda. Los beat gritaron que los tiempos estaban cambiando, que en la época del individualismo bastaba con volver a mirar el mundo con ojos de niño para ver todo lo que de encantador y terrible tiene.

2011

Opinión

Heiner Castañeda heiner@une.net.co

Llegan tiempos nuevos anuncia el calendario 2011, pero trae en sus días las mismas cuitas, los mismos ditirambos de fiesta resueltos en resacas, las mismas preguntas diseñadas para buscar las mismas respuestas. Como siempre, éste será el año, la promesa cumplida, la fecha destinada, el clavo sacado, la meta lograda, el ascenso esperado y la conquista soñada. Sí, tiene que ser así porque, de lo contrario, no valdría la pena tanto cinco pa’ las 12, tanto año pa’ terminar, tantas campanas sonando y tanto “año viejo” tan viejo. Sin embargo, no está del todo claro que éste sí sea ese nuevo tiempo que nos imaginamos porque llega cargado con pólvora de interrogantes que amenaza con no dejarnos dormir: ¿Será que WikiLeaks dejará sin ropa a los que mejor se visten? ¿El expresidente Álvaro Uribe seguirá con sus consejos comunitarios vía twitter? ¿Será posible que el presidente Santos siga siendo el nuevo mejor amigo del ami go venezolano? ¿Podrán filtrarse las aguas sucias que bañan a José Obdulio Gaviria y Bernardo Moreno? ¿Se desnudará de nuevo Yidis Medina para dejar mal parado a Sabas Pretelt y Diego Palacio? ¿Chuzarán a los que chuzaron las chuzadas?

¿El expresidente Álvaro Uribe seguirá con sus consejos comunitarios vía twitter? ¿Será posible que el presidente Santos siga siendo el nuevo mejor amigo del amigo venezolano? ¿Podrán filtrarse las aguas sucias que bañan a José Obdulio Gaviria y Bernardo Moreno?

Número 50 Diciembre de 2010

Comité Editorial Sistema De La Urbe Heiner Castañeda, Luis Carlos Hincapié, Patricia Nieto, Elvia Acevedo y Gonzalo Medina Director Sistema De La Urbe Heiner Castañeda Director De la Urbe prensa Ramón Pineda

FACULTAD DE COMUNICACIONES Edificio de Extensión Calle 70 Nº 52-72 Oficina 708 Teléfono: 219 89 45 Medellín - Colombia

No. 50 Diciembre de 2010

Coordinación Editorial Daniela Gómez María Flórez Redacción Jorge Caraballo, Juan David Montoya, Daniela Gómez, Elkin Naranjo, Pablo Pérez, Lina Flórez, Katherine Fernández, Víctor Casas,

¿Tendrán que levantarse los muertos del conflicto para demostrar que fueron víctimas en vida? ¿Alcanzará un salario mínimo para una buena botella de vino en una cena de senadores? ¿Estarán las universidades públicas privadas del dinero público? ¿Anunciará el IDEAM más lluvia de escándalos en la geografía del mapa de corruptos? ¿Logrará el presidente Santos pedirle a su santo que le deje hacer su U? ¿Tomarán pista los aviones de los Nule? ¿Seguirán los hermanos Moreno como un lunar en el Polo? ¿Sí habrá un plus para que metroplús comience su marcha? ¿Habrá sillas para tanto alcalde que quiere ser alcalde? ¿Será el 2011 el año antesala de la catástrofe anunciada por los Mayas? ¿Tendremos tiempo para perder el tiempo? La verdad es que no tengo claras las respuestas para éstas ni para muchas otras preguntas, pero el nuevo año es una excusa para volver sobre la eterna rueca que anuncia que es tiempo de empezar otra vez, que hay que correr para cualquier lado, pero correr; que hay que inventarse un día de 25 horas, que el almanaque tiene que llenarse con citas anodinas, con tareas impostergables, con compromisos insalvables, porque si no lo hacemos corremos el riesgo de vivir más lentamente, de contemplar mejor los parques y las fachadas, de ser más anónimos y menos neuróticos. En síntesis, de ser un poco lo que quisiéramos, pero no tenemos tiempo porque ya estamos en la agenda de los otros, en un enero, que se hace febrero mientras se diluye como otro diciembre.

Julián Roldán, Juliana Silva, Heidi Johanna Acosta, Gonzalo Medina, Yira Plaza O´Byrne, Laura Zapata, Claudia Arroyave, Deisy Villalba Fotografía Jorge Caraballo, Elkin Naranjo, Julián Roldán, Víctor Casas, Juan David Villalba, Claudia Arroyave, Alex Martinez Diseño Javier Ignacio Tabares Colaboración Elvia Acevedo, Rosario del Castillo Pardo, Jenny Galeano Portada Julián Roldán

Corrección Alba Rocío Rojas León Impresión La Patria - Manizales

delau.digital@gmail.com

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA Rector Alberto Uribe Correa Decano Facultad de Comunicaciones Jaime Alberto Vélez Jefa Departamento de Comunicación Social Deisy Katherine García Franco Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia CIRCULACIÓN 10.000 EJEMPLARES


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Ligeros de equipaje

Opinión

Por engendrar un “mal” fruto Daniela Gómez Saldarriaga daniela_sigma@hotmail.com Aunque se dice, con tono casi romántico, que las guerras cuerpo a cuerpo han desaparecido para ser reemplazadas por las confrontaciones teledirigidas, ahora más que nunca los conflictos violentos se dirimen en un territorio íntimo. Es decir, que para un ejército es igual de importante apoderarse de un lugar estratégico o tomarse el cuerpo significante de una población. Tanto triunfo representa una bomba en el campo enemigo, como el asesinato de sus líderes, la eliminación de los hombres jóvenes, la violación de sus mujeres. Esto tampoco es un invento de hoy, pero vale recalcar que estos modos de expansión y de disputa en la guerra continúan vigentes y agravándose conforme pasa el tiempo, pues el conflicto no mengua, y las víctimas, que llevan sobre sí el peso del abuso, son arrojadas a la vida de nuevo, para que asuman lo ocurrido y se reintegren a la sociedad, sin que importen esos daños irreparables que fracturan al sujeto, a su familia, y luego, por supuesto, a su comunidad. Vale la pena recordarlo, además, porque la publicación de la Primera investigación de prevalencia de la violencia sexual contra las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano, realizada por la campaña “Violaciones y otras violencias: saquen mi cuerpo de la guerra”, vuelve a llamar la atención sobre una forma de violencia que aún estamos en vía de comprender. Según el estudio, entre los años 2001 y 2009, en Colombia han sido violentadas sexualmente 489.687 mujeres; de las cuales el 82,15% no denunció el hecho y el 73,93% considera que la denuncia es imposible mientras los grupos armados sigan teniendo incidencia en sus territorios. De ellas, 26.353 quedaron en embarazo tras la agresión. Los niños producto de las violaciones viven en las ciudades y los campos con el estigma de ser hijos del “enemigo”; los hombres de las comunidades deben soportar la idea de que en los vientres de sus mujeres se ha engendrado el fruto de la violencia, y las mujeres deben eludir la luz pública para esconder su vergüenza, para no ser señaladas. Entre los departamentos donde la violencia sexual tiene más incidencia está Antioquia, y entra las ciudades donde las mujeres corren más peligro de ser agredidas, se encuentra Medellín. En nuestras comunas hay mujeres que solo salen de noche porque su piel

está marcada con las siglas del ejército de violadores, o porque en el barrio saben que su hijo es producto de una violación. Una tragedia similar se vive en el Congo, África. Allí la principal causa de muerte de las mujeres es la violación, que ya no solo es ejecutada como un acto de posesión sexual sino de destrucción, de penetración y exterminio de la moral de los pueblos: se las viola con bastones, ramas, cuchillos y bayonetas, según narra Vargas Llosa en Viaje al corazón de las tinieblas. La arremetida de las milicias hutus (las mismas de la masacre de tutsis en Ruanda) concentra a las mujeres en campos de refugio, dentro de los cuales continúan sin eludir el peligro. También en Colombia, las mujeres desplazadas en Bogotá están entre las principales víctimas de la violencia sexual. Los agresores en todo el país son los grupos paramilitares, guerrilleros y miembros de la Fuerza Pública. Aunque estos últimos son victimarios en un menor grado, escandaliza el hecho de que quienes han sido entrenados para defender a la población, inviertan su lógica para cometer estos actos, tal vez alucinados por el poder que les concede el uniforme y el arma. El último caso registrado al respecto sucedió en octubre de este año, cuando se conoció que en la zona rural de Arauca, el militar Raúl Muñoz Monsalve violó a dos niñas y asesinó a una de ellas junto con sus dos hermanos pequeños.

Cuando se es estudiante o no se gana mucho, las vacaciones, las de junio, las de diciembre, las de enero, causan ansiedad, la de contar cuánto dinero hay, cuánto se debe, cuánto hay que guardar de reserva, y cuánto sobra para poderse dar aunque sea un paseíto de una semana. Con los años, uno se va volviendo experto en eso de irse cada vez más lejos, pero con el mismo dinero. Afortunadamente en Colombia, aún existen destinitos a los que puede accederse con poco, en los que no hay que gastar más de un millón de pesos. Uno de ellos es Moñitos, un pueblito de Córdoba, a una hora de Lorica, ya con la carretera pavimentada, en el que se pueden encontrar cabañas económicas, o en caso extremo de escasez, en las casas de los nativos. Lo que cuesta son los pasajes hasta Montería, ida y vuelta, de resto, negociar el alojamiento, rebuscarse la comida, o llevar el mercado desde Medellín para pagarle allá a una muchacha para que cocine y consiga el pescado del almuerzo. En San Bernardo del Viento también se puede hacer lo mismo. Que ¿por qué no Tolú y Coveñas, estando tan cerca? Sencillamente porque no hay comparación. Las playas de El Viento, de Moñitos, su relativa soledad que da espacio a la contemplación, su posibilidad de hacer extensas caminatas, sin tropezarse con familias enteras, con venteros de todo, valen más que el gentío de las playas más populares de Colombia. En el Caribe también, más abajo, y casi al mismo precio, bueno, un poquito más costoso, están Triganá y San Pacho en el Golfo de Urabá. Viaje hasta Turbo y de ahí la lancha –que es lo que más cuesta-. De resto, disfrutar de un paisaje tranquilo, sin duda hermoso. Razón tenían la pareja de esposos de Primero estaba el mar, la novela de Tomás González, en establecerse allí y pensar que ese era el paraíso. Se les volvió un infierno, pero igual hay muchos como ellos, hippies de los setenta, que se quedaron en esas playas y son felices. Si cuenta con 300 mil pesos más, vale la pena seguir hasta Sapzurro, a media falda de una montaña que limita con Panamá. Y digo Sapzurro, porque Capurganá, su vecino, parece una Cartagena chiquita. En esa bahía, de casitas de colores, y mar sin olas, se puede vivir tranquilo; por algo está llena de paisas que renunciaron al mundanal ruido para vivir del aire –enmarihuanado- y de alojar turistas. Si la idea es cambiar, y decirle no al Caribe, y como ir en avión a Nuquí y Bahía Solano eleva los costos, una buena opción es Juanchaco y Ladrilleros, el Tolú y el Coveñas del Pacífico colombiano. Un bus lo lleva directo a Buenaventura. De ahí, una lancha cruzando parte de la exótica Bahía Malaga, basta para llegar a estos pueblitos pequeños y congestionados de turistas vallunos. Mucha gente, pero esos acantilados, esos manglares recorridos en canoa de día o no de noche, esas islas con cascadas que caen al mar, esa playa de La barra - sí, la misma de El vuelco del Cangrejoese ir en la lancha por el Paso del Tigre, en el que las olas como garras intentan atrapar a los viajeros, justifica y perdona tanta bulla, tanta rumba y tan poco espacio en la playa. Viajar ligero de equipaje -la plata pesa mucho- sí se puede.

Los niños producto de las violaciones viven en las ciudades y los campos con el estigma de ser hijos del “enemigo”; los hombres de las comunidades deben soportar la idea de que en los vientres de sus mujeres se ha engendrado el fruto de la violencia, y las mujeres deben eludir la luz pública para esconder su vergüenza, para no ser señaladas. Por otra parte, las bandas emergentes que delinquen en las ciudades son consideradas por la investigación antes mencionada como la nueva gran amenaza. Con este aviso, las administraciones deberían empezar a diseñar planes de prevención e intervención… Aunque en una ciudad como la nuestra, con microguerras en la mayoría de los barrios, las autoridades descarten una propuesta como la Clínica de la Mujer por considerarla un lujo innecesario.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Esquivar un tackle Fotografía: Elkin Naranjo

6 El recreo

Para ellos, el mundo gira al ritmo de “la ovalada” y no de “la redonda”. En la tierra del Deportivo Independiente Medellín y del Atlético Nacional, los amantes del rugby están comenzando a ganar terreno en la cancha.

Anotar un try

Elkin Naranjo elkin_naranjo@hotmail.com

Q

ue en nuestra ciudad el fútbol es el amo y señor de los deportes, es cierto; pero que cada día son más los que se apasionan con la práctica de otros no tan populares, también lo es. Uno de los que más adeptos ha sumado en los últimos años es el rugby. En 2003, en Antioquia sólo existían siete equipos que lo practicaban, ahora son 122. De ellos, 45 compiten en los tres torneos por categorías que organiza la Liga Antioqueña de esta disciplina deportiva. Tackle, Try, Drop Goal, Pilar y Pase forward han empezado a convivir con la volea, el penalti, el gol, el fuera de lugar; se están volviendo un lenguaje común para las 2.685 personas, hombres y mujeres de diversas edades que, según la Liga Antioqueña de Rugby (LAR), lo practican en Antioquia. Así como el cine, el pole dance, la radio y mil cosas más, el rugby fue importado a Medellín por jóvenes que tuvieron la posibilidad de vivir en otros países. Gracias a ese acercamiento a otras idiosincrasias pudieron encarretarse con la práctica de ese deporte, antes tan extraño, tan lejano y sólo accesible por la televisión. En 1993, Hans Rausch, un paisa con raíces extranjeras que estudió en Estados Unidos, regresó a Colombia con algo más que un título universitario: traía con él la afición por el rugby. Este deporte lo conoció y lo practicó con un equipo universitario en Kansas City. Así mismo, y casi simultáneamente, el caleño Carlos Andrés Montañés también llegaba a Medellín luego de una experiencia en la Universidad Católica de Chile, de donde regresaba con el mismo gusto que Rausch tenía por el rugby. Estos jóvenes contagiaron a otros tantos y, armados de una botella plástica de Coca-Cola que hacía las veces de la “ovalada”, la pelota, sin uniformes y sin canchas, empezaron a jugar rugby en un Mall de la avenida Nutibara. Ya en diciembre de 1993, con el apoyo de Patrick Lacombe, director de La Alianza Cultural Colombo Francesa, se formaron los dos primeros equipos en la ciudad: la Alianza Francesa Rugby Club y Toros Rugby Club, el segundo compuesto exclusivamente por universitarios. Estos dos equipos se dieron cita semanalmente durante un año para entrenar, jugar y ganar más practicantes e hinchas. Desde esa época a hoy, muchos aspectos de la práctica del rugby aquí han cambiado. Y aun cuando sigue siendo exclusividad de una minoría, es su crecimiento y popularización los que lograron que el INDER optara por construir la primera cancha oficial para su práctica; se encuentra en la Unidad Deportiva René Higuita, ubicada en Castilla. Desde hace algunos meses, concentra todos los partidos de los tres campeonatos de la LAR, también sirve de sede al equipo Gatos Rugby Club, que antes entrenaba en la Universidad de Antioquia. Mario Henao, jugador, entrenador y árbitro de rugby en Medellín, piensa que ahora Colombia ha logrado un gran nivel. “Nuestro ritmo de juego, increíble; creo que sólo Brasil en Suramérica nos supera”.

El tercer tiempo

En todos los deportes, existen ciertos protocolos tradicionales que, de cierta manera, le dan color a su práctica. En Colombia, por ejemplo, es común que los futbolistas antes de entrar a la cancha se arrodillen, la toquen y se echen una bendición. Para jugar el Torneo Wimbledon de Tenis, en Inglaterra, lo más usual es que los jugadores se vistan completamente de blanco. En la natación, se mantiene la práctica de echarse un poco de agua de la piscina sobre el cuerpo antes de iniciar la carrera. Y en los clavados, es común que el deportista lance desde lo alto la toalla con la cual, después de ejecutado sus salto, se secará. En el rugby, el protocolo es lo que ellos llaman “el tercer tiempo”: tradición que consiste en que luego del encuentro, el equipo local invita a su adversario a una celebración con comida y bebida incluida. Los jugadores de ambos equipos confraternizan, afianzan sus lazos de amistad, de solidaridad y hablan sobre el juego; sus errores, sus aciertos y curiosidades.

No. 50 Diciembre de 2010

El rugby nació en Inglaterra y por eso de allí viene ese dicho que reza: “El fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros”. Y es que para muchos el rugby y el fútbol son deportes mellizos, siendo el primero el hermano perverso y el segundo, el hermano noble; esto debido a la importancia que tienen las reglas, el respeto y la solidaridad en la práctica del rugby, donde pocas veces se discute la decisión de un juez y el tradicional “tercer tiempo” sigue teniendo vigencia.

Un rugbier

A sus 25 años, Mario Henao representa todo lo que se conoce como un rugbier: desayuna, respira y vive por la “ovalada”. Es jugador de Gatos, tesorero de la LAR, arbitro y entrenador en las escuelas populares que impulsa el INDER; además, el surtidor oficial del resto de rugbiers de la ciudad: les vende las pantalonetas, camisetas, medias y demás. En su Facebook, es común encontrar frases como “Más duro que una semana sin rugby”, “Por fin a entrenar” y “Gatos, hoy entreno 6.30 p. m.” Conoció el rugby por medio de un amigo de sus primeros semestres de universidad. Un día él faltó a un parcial importante y le preguntó por qué; le contó que se había ido a jugar rugby a un torneo de Bogotá y que había sido el mejor viaje de su vida, que no le importaba presentar supletorio. Y eso lo animó a practicarlo. “Ahora tengo amigos que son para toda la vida, personas que siempre están ahí para lo que necesite dentro y fuera de la cancha. Antes de jugar rugby, nunca había salido de Antioquia; gracias a éste conocí Pereira, Cali, Bucaramanga, Bogotá, más de Colombia. Y no paró ahí, fui a Venezuela, Uruguay, Argentina y Costa Rica. Y lo mejor es que faltan más viajes. Me gano la vida enseñando rugby, a mi novia la conocí en el rugby. Por eso, si me preguntas qué es lo mejor que el rugby me ha dado, sin duda te digo que me ha dado la vida”.

Rugby para principiantes Se juega con una pelota que tiene forma ovalada y es de cuero o materiales sintéticos similares. Se corre con el balón en las manos Se juega entre dos equipos que pueden estar compuestos por 7 o 15 jugadores, pues existen las dos modalidades La cancha mide un máximo de 100 metros de largo y 70 de ancho A cada extremo de la cancha se ubican dos “Haches”, formadas por postes separados por 5 metros y ubicados a 3 metros de altura Existen diferentes formas de anotar puntos. Una es el try: consiste en apoyar el balón con las manos, brazos o pecho, en la “zona de marca” (o el in-goal) del adversario. Otra, conversión: luego de anotar un try el equipo tiene derecho a patear el balón hacia las “H”; obtiene la anotación si el balón pasa entre los dos postes En el rugby, el balón sólo puede ser lanzado hacia atrás; para lanzarlo hacia delante debe ser pateado Un tackle consiste en derribar al oponente tomándolo del torso hacia abajo Rucks y mauls son las famosas formaciones del rugby donde se pone en disputa el balón El rugby vuelve a los Juegos Olímpicos en Rio 2016, en la modalidad de sevens.


De grado

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Historias guardadas en la mochila Elvia Elena Acevedo Moreno Docente pregrado en Periodismo trabajosdegrado@comunicaciones.udea.net.co

Concluir el Trabajo de Grado constituye uno de los momentos más significativos del pregrado en Periodismo de la Universidad de Antioquia. En éste, el estudiante exhibe el dominio que alcanzó sobre el tema investigado, el camino recorrido, y la transformación que ha experimentado luego de varios años en la Universidad. Estos trabajos, además, recogen historias de nuestra sociedad que, generalmente, son invisibles para los grandes medios de comunicación. Hoy presentamos extractos de seis trabajos, cinco de los cuales fueron concluidos durante 2010. Dos de ellos recibieron Mención Especial: Vida en la Vía, un ensayo fotográfico sobre la Carretera al Mar, realizado por Julián Roldán y que, al decir de uno de los jurados que concedió el galardón, constituye un “excelente ejemplo de las características y propiedades comunicativas del fotoperiodismo”. El otro es Emilia Pardo Umaña. Vida y obra de la primera mujer periodista en Colombia (1907-1961), una investigación juiciosa de los estudiantes Lina Flórez y Pablo Pérez, construida con base en una muestra representativa de las columnas y artículos escritos por la periodista a lo largo de su carrera y con algunos testimonios directos de personas que la conocieron. También, forman parte de este dossier el trabajo de Katherine Fernández, un reportaje sobre las prácticas mágicas en comunidades negras del Chocó que, desde luego, le exigió a la estudiante su desplazamiento hacia esa región del país y el contacto con sus habitantes; de Heidi Acosta, un trabajo periodístico que recoge cinco historias de marineros que trabajaron en la desaparecida Flota Mercante Grancolombiana; de Juliana Silva Bolívar, un recorrido por diferentes vivencias que frente al sexo han experimentado mujeres de Medellín; y de Víctor Casas, quien incursiona en la tragedia de los niños afectados por el conflicto armado colombiano. Para la Universidad de Antioquia, publicar este dossier significa mostrar los frutos recogidos por sus estudiantes. Así mismo, ratificar nuestro compromiso con la formación de profesionales dispuestos a investigar desde lo social y con las herramientas que el Periodismo ofrece para ello. Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


8 De grado

Emilia, la periodista Fue la primera mujer reportera de Colombia. La primera en estar en una sala de redacción rodeada de hombres periodistas. A sus 27 años, llegó a El Espectador para quedarse en la memoria de los grandes del periodismo nacional. Esta es Emilia Pardo Umaña. Pablo Pérez P. y Lina Flórez Giraldo* canelaflorez@gmail.com

E

milia Pardo Umaña fue una mujer singular. A pesar de su cuna conservadora, transgredió espacios que para su época estaban reservados sólo para los hombres. Dedicó su vida al periodismo desde 1934, a los 27 años de edad, como redactora de la página social del periódico El Espectador. De la mano de importantes personajes de la historia del periodismo colombiano como Luis Cano, Gabriel Cano, Lucas Caballero Calderón, Tomás Rueda Vargas, Laureano Gómez y Eduardo Santos, entre otros, hizo escuela y se convirtió en una respetada periodista. También trabajó en los periódicos El Siglo, El Tiempo y El Mercurio. Como columnista, pasaba de la crítica a la burla en temas que iban de la política a la vida cotidiana. Como reportera, fue la primera mujer en la historia de Colombia metida en una sala de redacción, buscando fuentes, investigando, caminando las calles de Bogotá. Como cronista, deslumbró por su estilo narrativo, íntimo e inteligente. Como mujer, rompió esquemas al no dejarse encasillar en la posición servil y silente que su sociedad le daba a las mujeres; aunque se opuso a los movimientos femeninos sufragistas en Colombia, encarnó con su personalidad irreverente el espíritu de su lucha. Su historia personal y profesional, aunque rica en matices, fue relegada paulatinamente al olvido. Poco se sabe de ella, de su travesía profesional. Como toda buena historia, la vida de Emilia Pardo Umaña en el periodismo es sencilla, pero no por ello exenta de interés. Y comienza -según ella lo cuenta en Memorias de un mal periodista- así: “Una noche en el hotel Regina, en la esquina sur oriental del parque de Santander, jugábamos bridge Merceditas Borrero de Obregón, Carlos Obregón Arjona, Camila Suárez y yo; era Presidente de la república, el doctor Enrique Olaya Herrera. En ese momento, Camila Suárez me dijo: —¿Sabes que Lucía Echeverri me dijo que en El Espectador necesitaban una muchacha activa, inteligente, que se hiciera cargo de la vida social? Dije que tú serías la indicada… —Yo, que en ese momento no tenía que jugar, me levanté y me fui ante la chimenea a charlar con Clara Inés Suárez de Zawadsky. Conversé un rato hasta que me llamaron a jugar; se dieron las cartas y en tanto las arreglábamos, Camila insistió. —No, Camila, no digas tonterías. En los periódicos, al menos escribiendo, no trabajan sino hombres. Yo no sirvo para eso… —¿Por qué no? —preguntó Carlos Obregón—, ¿Por qué no vas a servir? —No sé de ninguna mujer que trabaje para un periódico. —¿Y tú necesitas saber eso? Al día siguiente me llamó un ser humano que dijo llamarse Alberto Galindo, jefe de redacción de El Espectador. Quería hablar conmigo. Fui, porque, como dice Claudio Sánchez, uno de los mejores amigos que la vida puede depararle a nadie, ‘tú, lo que tienes —afirma—, es un endiablado espíritu de investigación; todo quieres comprobarlo, especialmente si es distinto. Y eso no lo aprueba este medio’. Fui, creo que por eso”. En 1934, Emilia tiene 27 años. Proveniente de una tradicional familia santafereña, educada bajo la tutela de las religiosas en el Colegio para Señoritas el Sagrado Corazón, preparada para convertirse en una excelente esposa y una madre ejemplar, hace gala de la rebeldía que la caracterizó desde pequeña, cuando le apodaban ‘El Patas’, y hace su apuesta por una vida entera dedicada a su pasión: escribir. En los años 30, Bogotá es un pueblo que gira alrededor de la carrera Séptima, hervidero de política y periodismo. “El cruce de la joven y recién canalizada Avenida Jiménez comenzaba a llamarse “la mejor esquina del país”, porque allí funcionaban los dos principales periódicos, el matinal El Tiempo y el vespertino El Espectador, que se imprimían en la misma rotativa; ambos liberales, en los años de efervescencia que seguían a una larga época de gobiernos conservadores. El Espectador venía de una etapa de persecuciones y vida difícil en Medellín, hasta que su fundador Fidel Cano, con sus hijos Luis, Gabriel y Joaquín, resolvieron editarlo también en Bogotá”, según lo dice José Salgar en Coletilla de fin de siglo. En este ambiente de agitación intelectual y política, crisol en el que Bogotá cimentaría su paso a la modernidad, es acogida Emilia; e ingresa a la prensa como muchas mujeres de su generación: a través de las páginas sociales. “Una mañana de 1934 Emilia hizo su aparición en las oficinas de El Espectador. Era una muchacha desgarbada, con pelo a la garcón, altos tacones y vestido sastre. Una muchacha tímida que preguntaba, al hasta entonces redactor de La Vida Social, cómo se hacía

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Fotografía: Colección Rosario del Castillo Pardo, Bogotá

aquello”, escribe Ernesto Hoffman Liévano sobre ella en el artículo Emilia. “El Espectador funcionaba en una vieja casa con frente sobre la carrera Séptima, que casi hacía esquina sobre la Avenida Jiménez. Era una casa destartalada de la que no servía sino el sitio; entré a un salón, en el que de lado y lado había máquinas de escribir y unos mozos que me miraron con cierta discreción, gesto que es muy periodístico. Galindo, en cuanto me presenté, entró en el tema, cosa que me gustó: —¿Sabe usted inglés? —No, no sé. —¿Alemán? —Ni idea. —¿Mecanografía? —No… Realmente no. —¿Taquigrafía? Pensé que era absolutamente imposible llegar a allí como una muchacha muy capacitada y resultar conque no sabía nada. Muy fresca contesté —y de eso sí es verdad que no tengo idea—: —Sí, de eso sí sé. Me explicó mis obligaciones: hacer la Vida Social, tomar en taquigrafía los editoriales de Luis Cano, —que sabía escribir pero no dictar—; luego Galindo también se estaba extralimitando, y… y nada más. Me pagarían setenta pesos mensuales que, por raro que parezca, no era malo. Me hicieron entrar en una oficinita que quedaba al lado de la de don Luis, me pusieron por delante una máquina de escribir y… a trabajar” (Memorias de un mal periodista). Al principio, Emilia redacta pequeñas notas sobre urbanidad, etiqueta, defunciones, nacimientos, bodas y espectáculos para las páginas sociales de El Espectador. Temas que en esta época son de dominio exclusivo de las mujeres, pues, ellas, por regla general, se encargaban de la organización, divulgación y asistencia a las fiestas de té y a los cócteles. Es esto lo que busca El Espectador en Emilia, una señorita de clase alta, bien conectada, que les permita ampliar su sección y mostrar en ella el acontecer social de una ciudad en crecimiento. El murmullo en las reuniones sociales no se hizo esperar, las matronas se quejan y hablan de la reputación de esa muchachita Emilia, hija de María Umaña ‘La Motosa’, que se atrevía a tanto. En los cafés, es la comidilla: una mujer había osado pisar una sala de redacción. “Mi padre, Luis Pardo, se indignó; una muchacha bien no trabajaba, eso lo criticaría todo el mundo y él no lo admitía. Muy tranquila le contesté: —Mira papá: si no te gusta no trabajaré. Pero, en principio, eso no tiene nada de malo. —En Bogotá sí; tras de que usted no lloró cuando leyó la María. (Esto porque en la familia de mi padre cuando una muchacha cumple quince años, le dan la María y llora, no sé por qué, pero llora, y yo la encontré muy aburrida y no lloré). Aquí no se pueden hacer esas cosas… —No importa. Por lo menos durante un mes trabajo; ya me comprometí. Por otra parte a mi mamá tampoco le gustó el asunto, pero me quedé y comencé a conocer gente y a saber algo curioso: a mí me encantaba la política” (Memorias de un mal periodista). Con cada publicación, sus palabras se vuelven más activas, su voz se eleva y desordena la hasta entonces tranquila redacción de El Espectador. Torpemente, teclea la máquina de escribir con sus dedos índices, su carácter fuerte se expande y su personalidad, siempre presta a dar una opinión, se hace notar. “Alberto Galindo fue quien la ‘descubrió’. Como descubrió a Álvaro Pérez, como hubiera descubierto a Carlos Puyo Delgado. Porque los tres son de la misma escuela periodística: con ‘madera de periodistas’”, menciona Ernesto Hoffman en Emilia. Galindo, el editor, un hombre apasionado por su oficio, ágil y alerta, se da cuenta de las habilidades de esta mujer de 1.49 m de estatura y, con los días, le confía un poco más de líneas en sus páginas.


“En El Espectador, empecé a formar un nuevo núcleo de amigos muy curioso; el primero fue el caricaturista Alberto Arango Uribe quien, desde el primer día, y tal vez un poco condolido de verme aislada en aquella salita, y encontrando muy difícil el trabajo, por culpa de Galindo, se ponía a charlar conmigo. Pues Galindo se las arregló para amargarme la vida desde el primer momento, diciéndome: “Para variar esta página, pongamos en el centro una noticia, escrita por usted, que se relacione con lo que quiera, una especie de comentario. ¿Le parece? Yo, que soy la persona más revolucionaria dije que sí, pero… pero yo no sabía escribir. Y sudaba tinta, para hacer una nota perfectamente cochina. Guardo aquellas primeras producciones de mi genio, para retornar a la humildad, cuando por cualquier causa resuelvo que los demás no tienen razón. Esa y un disco en el que está grabado mi “íntimo” yo, un disco con mi voz. ¡Ah! ¡Si siempre nos oyéramos hablar, qué pocas veces abriríamos la boca!” (Memorias de un mal periodista). El 12 de octubre de 1934, haciendo acopio de fuerzas, redacta una nota sencilla, su debut en la faena cotidiana de la reportería. “Emilia escribe su primera nota sobre un tema bastante edificante: pide que el público apoye a un grupo de “boy-scouts” que en esos días se entrega a recolectar fondos para la Navidad de los niños pobres. Este llamamiento caritativo no tiene firma” (Ernesto Hoffman en Emilia). Esta primera nota que aparece en la columna central de Vida social, es más un comentario que una noticia; allí deja ver su lenguaje suelto y directo para comunicarse con el lector. Pero ella no se conforma con notas sobre la vida social de una ciudad que empieza a despertar a la modernidad. Se permite, con la Vida social como excusa, abarcar temas novedosos. Emilia extiende sus líneas, su voz directa resalta, su crítica se hace aguda, y su gusto por las buenas costumbres aparece más claro a medida que pasan los días. “Pero no me acababa de gustar aquello; había algo de hostil en El Espectador, algo que no acaba de serme grato; eso que llamaban “tirantez”, cuando se trata de las relaciones internacionales. Por otra parte tampoco estaban contentos conmigo, por lo menos don Luis Cano, pero eso lo supe después. Si don Luis, hubiera comenzado por contar que yo lo desesperaba, habría interrumpido en seco el hilo de mi destino, pero esperó unos días y es sabido que “el que pega primero, pega dos veces”. Cuando entré —todo esto lo supe después— don Luis había llamado a los redactores, Orlando Perdomo, Elías Rodríguez —El Turco—, Darío Bautista, Eduardo Zalamea Borda, Luis David Peña y otros, y les había dicho: —La muchacha que entra a hacer la Vida Social, es sumamente distinguida. No digan palabras, no se dejen llevar nunca por la cólera, sean muy calmados. Hay que respetarla… Fue como si les hubiera puesto un bozal; ¡Y los periódicos libres no son así! ¡Yo no sabía; pero lo que sí supe era que todos los días me robaban tranquilamente uno, dos o diez lápices. Como al cuarto día de ir a trabajar, noté que se me habían llevado mi lápiz número seis de ese día. Me puse furiosa y salté: —¡C…! Cáspita —digamos por decir algo— quién es el condenado que me robó otro lápiz. Esto es una grandísima vaina, ¡C…! Me miraron, se sonrieron afectuosos y exclamaron: —Pero si es muy simpática esta muchachita; tome, Emilita, ¡aquí tiene un lápiz! ¡Y desde aquel día se trazó mi destino! El ambiente era delicioso, todos me ayudaban y me leían, a pesar de que continuaba escribiendo igualmente mal. Un día, casualmente, sin saber por qué, escribí sin pensar, sin buscar tema, sin corregir, y sin fijarme, una noticia; se llamaba: El robster, lo recuerdo bien. Era una nota simpática y agradable. Galindo estaba encantado, Alberto Arango me lo dijo, don Gabriel Cano entró a charlarme, todo iba bien” (Memorias de un mal periodista). El 21 de diciembre de 1934, en la página social de El Espectador, aparece la primera nota firmada por Emilia. Un discreto E.P. cierra la columna titulada El Pesebre. En ella, haciendo gala de su natural locuacidad y su sentido común, medita sobre la triste pérdida de los pesebres de antaño. Lo mucho que cambian las costumbres con el paso de los años, habla en tono pesimista de la desaparición de tradiciones que llenaron y alegraron su infancia. En esta primera columna, Emilia conecta la situación actual de la ciudad con ella misma. Se permite mostrar abiertamente sus gustos y personalidad. Al apelar a su experiencia, Emilia encuentra esa voz que la caracterizará a lo largo de su vida periodística. “Fue al día siguiente o al otro, cuando ya me había puesto furiosa por lo menos tres veces —¡y yo furiosa, soy de alivio!— cuando don Luis resolvió protestar y llamó a su hermano Gabriel: —¡No, yo no puedo escribir, Gabriel! Esa muchachita es insoportable, no he conocido nada más ruidoso. Échenla. ¿Echarme? Don Gabriel no se atrevió y pasó la voz a Galindo; éste protestó: “Yo no; y, además, tiene madera de periodista”. Cada día me gustaba más el periódico, resolví tomar clases de escribir en máquina y lo dije a gritos. Ya mis compañeros me querían mucho y Orlando Perdomo, que escribía más a prisa que nadie en Bogotá, corrió alarmado: —No, Emilita, no; para escribir en máquina lo que se necesita es escribir, no pierda el tiempo. Cada día escribirá más a prisa. Así fue; don Luis se acostumbró a aquel ruido, y yo encontraba que el oficio del periodismo era una delicia” (Memorias de un mal periodista).

Ilustraión: Franklin. Revista Sábado, 29 de abril de 1944

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Vamos pues… conozca! Emilia Pardo Umaña*

Me llamo Emilia Pardo Umaña Carrizosa Camacho Pardo y Santa María. Nací en esta muy católica, muy leal y muy aburrida ciudad de Santa Fé de Bogotá, por allá en un año de cuya fecha no quiero acordarme. Soy completa, absoluta y definitivamente soltera, digo yo, que porque no he querido casarme, y dicen mis amigas —que al fin buenas amigas bogotanas, son más falsas que un marido fiel—, que porque no he tenido con quién hacerlo. ¿Quién dice verdad? Vaya usted a saber. No tengo, por lo tanto, responsabilidad ninguna sobre el apellido de mi dulce esposo, puesto que no lo tengo, y escribo una crónica diaria en El Espectador, diario vespertino de gran circulación, crónica de la que soy responsable yo sola, de una manera muy relativa, naturalmente, y en la que me contradigo casi a diario, porque soy fantasiosa e imaginativa, comprensiva y profundamente humana. Además de todos estos atributos, y de otros que reservo, tengo el desagradable privilegio de que me confundan. Recibo semanalmente dos o tres cálidas epístolas de un amigo, cuyo nombre ignoro, que está convencido que yo soy doña Emilia Pardo Bazán, la célebre condesa, orgullo de las letras españolas. Mi amigo sufre negras angustias, porque nota que se me está dañando el estilo, lo que no es verdad, porque lo que sucede es que sencillamente no tengo un claro, clásico y puro estilo epistolar. Yo escribo, claro amigo, pero no quiere decir que sepa escribir, así como los «maestros» pintan puertas, ventanas e inclusive avisos, en que se dice: “Ce venden cugas” lo que no implica que sepan pintar. Recibo, además, numerosas cartas, libros con dedicatorias, circulares, etc., de diversos escritores, entidades y personas que dicen más o menos: «Para doña Emilia de Gutiérrez, representadora insigne de la intelectualidad femenina»; «Solicitamos la colaboración de doña Emilia de Gutiérrez, honra de las letras antioqueñas y colombianas, suma de la ilustración de la mujer». Bueno, semi-admiradores: doña Emilia de Gutiérrez es efectivamente una destacada escritora colombiana, a quien yo personalmente profeso grande admiración y profundo aprecio. Sus crónicas sobre asuntos de arte y personalidades de reconocido mérito, publicadas en «El Tiempo», son evidentemente orgullo para las mujeres de Colombia. Pero si todo esto es indiscutible, lo malo es que yo no soy doña Emilia de Gutiérrez; claro que soy yo la que sale perdiendo -y no poco- , por no llamarme así, pero soy otra Emilia, y no puedo responder, ni colaborar, sino por mí misma. Es muy bonito mi nombre, simpático, con cierto sonido argentino, valiente y musical. Encantador en sus diminutivos; Emilita, Mily, pero lo llevan muchas y yo no represento sino a una de sus menos humildes portadoras. Prescindiendo de cartas y demás comunicaciones, sin valor ni importancia de mayor cuantía, me veo precisada a preguntar en cuanto a los libros: son para mí? Son para doña Emilia de Gutiérrez? Los partimos por mitad? Y, en este último caso, con qué parte de las dedicatorias me quedo yo? … Siento haceros tan impertinentes preguntas, amigos, pero esas cosas son muy importantes en los campos sentimentales, ricos en detalles del alma de una mujer, por más escritora que sea. *El Espectador, 2 de diciembre de 1935, p. 11

*Este relato hace parte del Trabajo de Grado, con mención especial, Emilia Pardo Umaña. Vida y obra de la primera mujer periodista en Colombia 1907–1961. (Asesoras Patricia Nieto y Maryluz Vallejo).

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


10 De grado

Bestiario a voces Se dice que la gente consigue mohanes en el camino, animales que resultan atractivos, hicoteas, por ejemplo: las cogen y las echan en el morral o catanga, pero cuando llegan al destino no hay nada; el animal ha desaparecido. Alguna vez Ángel Antonio y su esposa Aurelicia Bejarano salían del monte, cansados de una jornada de trabajo. “¡Ahora hago que ella me cargue en la batea!”, dijo él y planeó una de sus picardías. Esperó a que ella se adelantara, llamó al Diablo y conversó con él un rato. En el camino que seguía Aurelicia, era necesario cruzar un arroyuelo; ella se detuvo, esperó un momento y llamó: “¡Córdoba!”. Su grito no pudo ser más inútil. Decidió seguir, pero justo allí encontró “una tortugota”. Trató de pegarle un machetazo, pero no pudo; entonces la zarpó en la batea, la tapó y reanudó el paso. Al llegar al río, decidió sentarse en una piedra a esperar a su esposo, mientras tanto destapó la batea; la tortuga ya no estaba. “¿Qué se me hizo la tortuga?”, se preguntó. “¿Qué tortuga?”, dijo Ángel Antonio, quien resultó parado a su lado, “¿vos no me traías era a mí ahí?”. Cuando llegaron a la casa, Aurelicia hizo corrillo con las vecinas. “¡Vea Katherine Fernández Albornoz* este hombre se me volvió una tortuga!”. Entre el pasmo de algunas y el reproche kathyfer02@yahoo.com de otras, que apenas se persignaban, una comadre del mentado dijo: “¿Vos no sabés que mi compadre se vuelve lo que quiere?”. Era el padrastro quien le enseñaba. “Ése era brujísimo, sabía un poco de tentangel Antonio se convirtió en sardina y se echó a andar siete calles por las alciones”. Un domingo estaba Ángel Antonio estudiando magia negra en la puerta de tas aguas del río Baudó. Era un pez sospechoso, raudo, en una masa fluvial su casa, al frente vivían su mamá y su padrastro, quienes tenían un colino (monte) pausada que la noche oscurecía y vigilaba, tan alargado y pequeño como los pasando el río. Aurelicia se acercó a su esposo, y se sorprendió al ver un venado en de su especie; pero solitario, nada usual en sus gregarios congéneres. Para cualquier el colino, lo señaló y Ángel Antonio cogió la escopeta y ¡pam!, el venado cayó. Achicó espectador, viviente nocturno que estuviera en las frondosas orillas, era seguro que la canoa, cruzó, corrió hasta donde debía estar el animal, pero en la tierra no había ese pequeño rabicolorado llevaba la prisa de quien está huyendo. una sola impronta de muerte. Fue a buscar a su padrastro, “¿Usted cree, padrastro, Esa noche habían invitado a Ángel Antonio Córdoba Palacio a un baile en Amque ahoritica cogí un venado y le di un tiro en el colino suyo y ni rastro de él?”. “¡Vee, parraidó, corregimiento de Alto Baudó en la subregión del Litoral Pacífico chocoano. muchacho!”, respondió entre risas, y lo llamó aparte: “¡Venga acá, entrenado, pase Todos bailaban al son del requinto, el bombo, el clarinete, el redoblante y los platillos acá! Ese venado era yo. ¿Usted no quiere aprender eso?”. No era costumbre de su de la chirimía. Mujeres prietas y caderonas eran cortejadas por avezados galanes, hijastro rechazar aprendizajes. “¡Claro que tengo que aprender a volverme venado!”. como Ángel Antonio, quien no dudó en desplegar sus encantos ante una de ellas. La El día que se volvió venado apareció frente al padrastro quien, inmediatamente, invitó a bailar, charlaron y tomaron aguardiente. Pero la mujer “ya tenía marido”, supo que no se trataba de un animal cualquiera. “¡Ve, carajo, aprendió! ¡Qué inteliquien estaba, justo ahí, en la fiesta. gente mi entrenado!”, dijo orgulloso. “Las cosas del Diablo no son duras de aprender, “Hoy le doy machete a la mujer y al hijoepuerca del hombre ese”, dijo el esposo en un momentico usted las tiene en la cabeza”, ha creído siempre Ángel Antonio. Y cuando se enteró de que cortejaban a su mujer y de que ella no se resistía. “Hay que así, los desprevenidos podían ser víctimas del engaño, ver un venado, “¡Pum! el tiro quebrarlo por atrevido, ¡cómo viene acá a enamorarse de las mujeres ajenas!”. Todos y veee, eso era para oírlo sonar”. los hombres de la fiesta empuñaron machetes y se fueron contra Ángel Antonio. Una Efrén Vergara, un sipieño (natural del municipio de Sipí) conocedor de las artes urgente solicitud de protección al Diablo le permitió esquivar los machetazos. mágicas, considera que el hombre puede trabajar para Un anciano salió de una de las habitaciones de la volverse bicho o animal grande, volverse gato o perro casa: “¿Lo mataron?”, preguntó. Ángel Antonio sintió para esconderse; pero le desconcierta que las personas en ese momento que su vida estaba a punto de ser El mohán es la persona que “conoce muy bien la decidan quedarse en esa forma animal: “Eso es gente sorteada, y con ayuda del Diablo escapó de los cerca magia” y puede establecer un pacto con el Diablo que anda buscando vida fácil”. De manera que si alguien de treinta airados. Corrió hasta una orilla e invocó la quiere, puede adoptar definitivamente esa forma. Para Oración de la Sardina. Del agua salió con la ropa seca, para cambiar su estado humano por uno animal. Efrén, esto es un error, “no es lo mismo hacer estudios enzapatado, “intacto como estaba bailando”. Generalmente, esta práctica se asocia también con de bachillerato para pasarse a primaria o estar en una A la mañana siguiente, bajaba la gente en champa universidad e irse para bachillerato, no tiene gracia”. diciendo: “Veee, ese se ahogó”. “No me vieron, yo esel zángano o chinango, un curandero con esencia Volverse tigre implica más sabiduría. “Eso es lo últaba ahí estudiando mi magia negra”. Así lo hacía en diabólica, que practica hechizos maléficos, pero que timo que enseñan los maestros”, dice Ángel Antonio. El tiempos de juventud. Ahora es un hombre de 88 años cuerpo, en sumo vínculo con el Diablo, se vuelve la maque carga con las experiencias extremas de la época también ayuda a su comunidad. yor fiera del monte. Su presencia es una amenaza para la en la que le decían “El Diablo”. vida, pues “lo que encuentra se lo echa al buche”, come Hoy tiene a Dios como único maestro, pues asisgurres, tatabros, puercos, venados y personas que halla en su camino. te a una iglesia evangélica en Doña Josefa, corregimiento del municipio de Atrato, Hace algún tiempo, en el río Neguá, al norte de Quibdó, había un mohán del lugar en donde ha vivido sus últimos treinta años. Todos en el caserío saben que ese que hasta la guerrilla, “con escopeta y todo, con esos rifles que ellos andan” tuvo que hombre, aunque ha sido predicador, evangelista y, actualmente, consejero en asuntos huir. Buscaron pa’ matarlo y a dónde, le hacían disparos y a dónde”, recuerda Ángel morales y religiosos, tuvo un pasado de afinidades con el Diablo. De vez en cuando, Antonio, quien, por otro lado, dice que la mujer puede convertirse en tigre, pero sin los vecinos comentan algún hecho inquietante de ese pasado, hoy con el mismo efecto causar daño, “no puede perseguir a nadie; es que la mujer es cohibida desde el fin del de estupor. Pero él no le gasta pensamiento a eso: “Yo ya no soy sino de Dios”. mundo”. Sin embargo, Efrén piensa que una vez convertida en tigresa, puede matar Ángel Antonio, un delgado hombrecito de pocas arrugas y muchas canas, que y comer, pues tiene la forma física que se lo permite. camina ágil prendido de un paraguas, goza también de gran reconocimiento como Pero Ángel Antonio no puede conversar mucho de estos temas, algo se le remuemédico yerbatero. Es especialmente conocido por su facultad de ver en los orines las ve cuando sus palabras nombran eso, que ya no parecen simples recuerdos. Al sentir enfermedades y el tiempo de vida que le resta a una persona. Pacientes de otros pueque ha hablado mucho de sí, empieza a reconfortarse con la idea de que “el evangelio blos de la zona llegan hasta Doña Josefa en busca de remedios preparados por él o de es cosa seria: cuando uno entra en éste, ya está tratando con Dios. Él mismo lo dice, fácil elaboración casera. Y algunas veces, durante largas temporadas, este médico va si alguno está en Cristo, nueva criatura es, la cosas viejas pasaron; he aquí que todas de pueblo en pueblo, viendo los orines y recetando. son hechas nuevas”.Y para evitarse una noche de pesadillas y de dolores en el cuerpo, Pero, en otro tiempo, su grado de aprendizaje le permitió ser un mohán, es decir, producto de aquellos pensamientos, antes de acostarse tendrá que arrodillarse y “pedirle tener suficiente poder para transformarse en animal, mimetizarse para ser más que al Señor que me perdone porque estuve acordándome de los tiempos pasados”. un habitante y agricultor de su espacio natural. En el contexto chocoano, el mohán es la persona que “conoce muy bien la magia” y puede establecer un pacto con el Diablo para cambiar su estado humano por uno animal. Generalmente, esta práctica se *Fragmento del Trabajo de Grado Con Dios y con el Diablo. Prácticas mágicas de asocia también con el zángano o chinango, un curandero con esencia diabólica, que comunidades negras en el Chocó. Asesor : Jaime Andrés Peralta. practica hechizos maléficos, pero que también ayuda a su comunidad.

Ángel Antonio ha sido pez, tigre, tortuga, venado. Transformarse en animal para escapar, para atacar, para dominar, para descansar del arduo trabajo es una de las prácticas mágicas que se ve en las comunidades negras del Alto Baudó.

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No. 50 Diciembre de 2010


Fotografía: Víctor Casas

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En el Salón del Nunca Más se recuerda a las víctimas de la toma

Víctor Casas Mendoza* victorcasasmendoza@gmail.com

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unto a las cajas vacías había un costal con cuido para pollos y en el rincón, un desorden de cosas inservibles. El lugar estaba iluminado por una bombilla que,

con el tiempo, perdió su intensidad, y el aire, más frío que de costumbre, olía a viejo. Solo unas escalitas comunicaban con el primer piso del local donde funcionaba Agro Veterinaria La Cosecha. Esa mañana, Ómar Mauricio, de 13 años, y la empleada del almacén, bajaron, se sentaron en el suelo y esperaron a que todo pasara. Afuera en La Variante, la calle principal, los dueños de los negocios hacían lo de siempre: bajar las cortinas metálicas y cerrar las puertas. En su casa, a pocas cuadras, Lorena, de 16 años, no sintió miedo. Los hostigamientos por parte de la guerrilla eran pan de cada día. Cuando escuchó los tiros, dejó caer la escoba y, sin prisa, caminó hasta el vano de la puerta, dio un vistazo a la calle y retomó sus actividades. Eran las once y veinte de la mañana en el reloj de la iglesia de Santa Bárbara, patrona de las artillerías, cuando de tres camiones bajaron guerrilleros tan armados que parecían alistarse para su última batalla. Por el parque principal, niñas que no tendrían ni quince años, apenas podían caminar con los cilindros de gas que cargaban a hombros. Ese 6 de diciembre del año 2000, más de 600 guerrilleros de los frentes 9, 34 y 47 de las FARC se tomaron el municipio de Granada. El irritante sol contrastaba con el viento frío de aquella mañana. En el parque principal, junto al monumento en honor al padre Clemente Giraldo, fundador de San Luis y párroco de Granada durante 62 años, los habitantes veían desde sus casas descansar, en una banquita, a las guerrilleras. Se subían a cuestas, de un solo envión, los cilindros, y continuaban el ascenso buscando el mejor lugar para jugar a la guerra. En La Variante, otros empujaban un carro mientras sus camaradas hostigaban el Comando de Policía, metros más adelante. Al tiempo, guerrilleros del Bloque José María Córdoba de las FARC atacaban con ráfagas de fusil y rockets la Base del Ejército en la vereda La Trinidad. Lorena y su hermana Lisbey, de 18 años, seguían escuchando los disparos. Ese miércoles estaban solas en casa porque su mamá había salido para un entierro; el papá trabajaba en una cerrajería; y Ómar Mauricio, el hermano de 13 años, estaba al frente de la pequeña cafetería familiar en La Variante. Los disparos se detuvieron y un silencio imperceptible se apoderó de todo. De pronto, el polvo que había sobre el asfalto levitó, las rejas de hierro se retorcieron, y las construcciones se elevaron por segundos antes de convertirse en nubes de escombros. El ruido fue ensordecedor y su eco, infinito. 400 kilos de anfo destruyeron tres manzanas, dejó averiadas cientos de casas, y formó un cráter como prueba de que allí hizo explosión el segundo carro bomba más grande en la historia de Colombia, sólo superado por los 500 kilos de dinamita que el 6 de diciembre de 1989 destruyeron el edificio del DAS en Bogotá. Lisbey gritaba horrorizada mirando por una ventana el Comando de Policía en ruinas, mientras en el pecho de Lorena se clavaba un presentimiento: Ómar Mauricio. Justo frente a la casa, una verdulería servía como laboratorio de explosivos donde un grupo de guerrilleros preparaba cilindros mientras se comían el poco surtido del local. Marta, escondida en una casa de oración dónde llegó a rezar el Rosario luego que cancelaran el entierro, sólo pensaba en regresar a su casa. “¡Por Dios!, ¿qué sería esa explosión?”, se preguntaban los reunidos, mientras los más nerviosos se ensimismaban en oraciones. A la florecita de vitrales azules y amarillos en la torre de la iglesia de Santa Bárbara, ya le faltaban varios pétalos. Desde el campanario, cuentan los granadinos, guerrilleros hacían de francotiradores disparando en dirección a un Comando cubierto por una nube de polvo. En los días que corrían, el proceso de paz en el Caguán entre el gobierno de Andrés Pastrana y la guerrilla de las FARC, estaba en uno de sus recesos. Y mientras desde la Presidencia se lideraba la propuesta de extender la zona de despeje por 55 días, el grupo guerrillero hacía de las suyas mostrando su fuerza y poderío. El Ejército, escribieron los medios esa semana, no pudo avanzar por las minas sembradas en la carretera entre El Santuario y Granada, los tanques llegaron hasta el lugar conocido como La Mayoría, y solo hasta el viernes a las 7 de la mañana entraron las tropas al pueblo en ruinas. Lorena casi no salía, siempre fue una niña casera y muy tímida; Lisbey, en cambio, tenía una increíble habilidad para hacer amigos; y Ómar Mauricio era el niño de la casa, tan hiperactivo, que tenía la disciplina por el suelo en las notas escolares, y tan inteligente, que a sus 13 años ya era negociante: engordaba pollitos para venderlos en la plaza del pueblo; una cobija y el árbol de la Navidad de 1999 se compraron con sus ganancias. Desde que salió a vacaciones, se hizo responsable de la cafetería Tequendama en la que vendían empanadas, arepas, buñuelitos y otros fritos que Marta preparaba desde las tres de la mañana. “Cuando yo termine de estudiar, ustedes no van a tener que hacer nada. Van a poder descansar porque yo voy a conseguir un trabajo para comprar una casa

Ómar Mauricio Salazar Hoyos murió hace diez años en la toma de las Farc que destruyó a Granada. Este texto es un homenaje a la memoria de un niño curioso y hábil para los negocios, como casi todos los de su pueblo.

La navidad de los gatos bien grande y bonita”, le repetía Ómar a su madre, una y otra vez. A la una y treinta, continuaba el tiroteo. Desde las edificaciones ubicadas en la parte más alta del pueblo, los guerrilleros lanzaban cilindros de gas contra lo poco que quedaba en pie. Solo a las cuatro y media de la tarde, Marta logró llegar a su casa donde la esperaban Lisbey y Lorena. Las tres se escondieron en un camarote lejos de la calle. Esa noche no comieron, no durmieron, sólo rezaron. Ni en la madrugada dejaban de sonar las explosiones y las balas. Sólo a las cinco y media de la mañana, con la llegada del sol y tras 18 horas de ataque, los guerrilleros empezaron la retirada. Con los primeros rayos de luz, ese 7 de diciembre, día de las velitas, la gente empezó a salir de sus casas para presenciar la magnitud de lo ocurrido. Nadie podía creerlo, las señoras se santiguaban mientras los más jóvenes miraban horrorizados. Cuando Heriberto llegó a la casa a las seis de la mañana y no vio a Ómar Mauricio, salió a buscarlo. A las nueve, Marta y Lorena lo alcanzaron. Al llegar, rompieron en llanto: todo estaba en el suelo. Cuando llegaron al lugar donde era la cafetería y vieron un cuerpo incinerado, Lorena gritó: — ¡Mami, ese es el niño! Pero de inmediato, un agente replicó: — ¡No!, es un policía. El viernes en la mañana las labores de rescate continuaban. 315 viviendas se vieron afectadas y se estimaron 6 mil 500 millones de pesos en pérdidas. El Ejercitó llegó, y también 25 miembros de la Cruz Roja que, de inmediato, alertaron la presencia de explosivos en medio de los escombros. Entonces, un agente de policía disparó al aire para dispersar a la gente que trataba de buscar vida en medio del desastre. Pocos hicieron caso, todos seguían levantando bloques de piedra, adobes, madera. Las horas pasaban. Ya los cuerpos sin vida de Jorge Andrés Agudelo Marín, María Oliva Nore de Noreña, Claudia Milena Aristizábal, Herminia Rosa Aristizábal, Martha Inés Benjumea, José Abad Salazar, María Margarita Duque y Héctor Emilio Quiceno, habían sido recuperados. Pero, Ómar Mauricio no aparecía. Marta, desesperada, lo llamaba sin escuchar respuesta: “¡Omitar, Omitar!”; Heriberto ayudaba a mover los escombros, y Lorena buscaba, donde era la cafetería, alguna pista de su hermanito, mientras Lisbey, en casa, continuaba suplicando a su Dios por un milagro. Caía la noche del viernes 8 de diciembre cuando perros entrenados empezaron a ladrar. Las farolas de los bomberos apenas alumbraban, y con las pocas fuerzas que quedaban, el Ejército y los vecinos alzaron una losa de concreto. De pronto, de la nada, salió un gato. Solo con sus manos siguieron removiendo escombros y encontraron el cuerpo de la empleada del almacén agropecuario y, a unos pocos metros, en el rincón donde antes se apilaban las cosas inservibles, el de Ómar Mauricio. El 6 de diciembre del año 2000, su alma se fue de viaje. *Este relato hace parte del Trabajo de Grado en proceso “Cinco tipos de tristeza. Relatos de niños víctimas de la violencia en Antioquia. (Asesora: Patricia Nieto)”.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


12 De grado

Fotografías Julián Roldán* julianroldan.a@gmail.com

…y la Carretera al Mar hará de Colombia -porque Antioquia en su dinamismo aumenta el caudal vigoroso del alma colombiana- un país tan próspero y dichoso como el más próspero de esta América…”, afirmó Don Gonzalo Mejía en el acto de inauguración de los trabajos de la Carretera al Mar en 1926. A casi un siglo de esta proclama, la prosperidad aún no hace presencia a lo largo de la Carretera al Mar. Salvo unos cuantos latifundistas y empresas bananeras, el resto de ciudadanos, que están posados a lo largo de la vía, siguen a la espera de los buenos tiempos. Tres viajes realizados entre 2008 y 2010 permitieron al reportero gráfico investigar y documentar a profundidad la realidad actual de la vida cotidiana en la carretera MedellínTurbo, más conocida como Carretera al Mar. A mediados del siglo XX, este proyecto prometió ser la entrada del progreso y desarrollo al departamento de Antioquia. “Vida en la Vía” visibiliza a quienes moran en las orillas de esta Carretera, que debió ser la principal vena del Departamento; pero, a causa de la violencia y sus consecuencias, no es más que una poco frecuentada carretera que esconde en el olvido su principal riqueza: una diversidad increíble de culturas, etnias, costumbres, colores, climas y paisajes.

El Cañón de la Llorona

Pegadó

No. 50 Diciembre de 2010


13 Km. 235, Comunidad indígena Jaikerazabi

Mutatá Busto de motosierra, Parque Principal

Km. 235, Mutatá

En el camino

*Esta serie de fotografías es parte de Vida en la Vía, Trabajo de Grado, en Periodismo, con Mención Especial (Asesor Jesús Abad Colorado).

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


14 De grado Adán y Eva, Gustave Klimt

Ellas y el sexo Juliana Silva Bolívar * julisilva_87@hotmail.com

E

l 53.3% de la población de Medellín es femenina. Mujeres que tienen historias, que han hecho del sexo y del amor parte de sus vidas; son ellas las que han interiorizado los cambios que se planteaban en la década de los sesentas: la revolución sexual, la liberación femenina, el amor; y que desembocaron en lo que es hoy la sociedad. Pero, ¿qué piensan ellas? ¿Qué es lo que les inquieta emocionalmente? ¿Cómo se conocen físicamente? ¿Qué sienten? Estas cuatro mujeres han abierto parte de sus vidas para mostrar las diferencias y las similitudes de esas protagonistas constantes e invisibles.

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Natalia

atalia salió hoy temprano de la oficina, tiene que ir donde el psicólogo. Ella es bonita, inteligente, pero, a pesar de sus 32 años y su deseo, aún no ha podido consumar la relación que desde hace un año tiene con Miguel. Es por eso que va a terapia, para superar su problema de vaginismo. El vaginismo es la imposibilidad de realizar el acto sexual por la contracción involuntaria de los músculos del tercio inferior de la vagina. Generalmente, la contracción involuntaria y condicionada (espasmo) de los músculos de la parte inferior de la vagina, es generado por un deseo inconsciente de la mujer de evitar la penetración. Tiene dos posibles causas: psicológicas o físicas. Es común que las mujeres que sufren de vaginismo pueden disfrutar con los juegos sexuales y tener orgasmos con ellos, pero la penetración les causa dolor. “Yo inicié mi vida sexual a los 20 años, con un novio al que quería muchísimo. Cuando comenzábamos, todo era perfecto. Un día le dije que quería perder mi virginidad con él. Cuadramos todo, fue muy romántico. Todo iba súper bien, hasta que llegó la penetración, me dolía muchísimo; entonces, él se tuvo que salir. Me dijo que era normal que me doliera… Lo intentamos varias veces, pero yo no pude…, me sentía muy mal por no poder darle un buen sexo...; al final lo dejamos de intentar. Después, pensé que podría ser por el tamaño de su pene; entonces, cuando tuve otra relación lo intenté de nuevo, pero pasó lo mismo… La impotencia me invadió, con cada relación trataba pero no podía; así que empecé a evitar el sexo… Esto me ocasionó muchos más problemas porque mis parejas pensaban que no me gustaban…, pero sí los deseaba, sin embargo no podía”. Después de muchas relaciones fallidas, Natalia conoció a Miguel. Cuando su relación comenzó todo era excelente, pero ella temía que llegara ese momento incómodo: “Los primeros tres meses con Miguel, trataba de estar con más gente o de salir a sitios públicos. Pero después las cosas se complicaron. Fue Miguel el que habló primero del tema… Yo nunca le había comentado a nadie…, pero él me dio la confianza que necesitaba y le conté… Él me escuchó y me dijo que iba a averiguar… Ninguno se interesó tanto como él para ayudarme a buscar las causas… Después de una semanas, Miguel llegó diciendo que yo sufría de vaginismo”. Fue él quien le recomendó que fuera donde el doctor: “Cuando fui y le dije que creía que sufría de vaginismo, me sentí ridícula; pero el doctor me examinó y me dijo que sí… Pensé que era incurable. Si lo hubiera sabido desde hace tiempo, me hubiera evitado muchos problemas… El doctor me dio el tratamiento: un psicólogo sexual y terapias”.

No. 50 Diciembre de 2010

Natalia está en terapia para superar su problema de vaginismo. Laura y Mónica, las mejores amigas, hicieron el amor un sábado en la noche. Rosa María, a sus 82 años, recuerda cómo fue su noche de bodas a los 14. Estas son ellas. Natalia lleva cinco meses en ambos tratamientos. También está practicando yoga: “Todos los ejercicios consisten en la relajación, he aprendido a respirar y a controlar mi cuerpo…, lo que me ha ayudado mucho a curarme”. Miguel la apoya en todo y no la presiona, que es lo más importante: “Yo la quiero, y quiero que ella vaya a su ritmo, así que la espero todo lo que necesite… Una relación no es sólo sexo…; además, con ella tengo encuentros sexuales normales solo que sin penetración”. Natalia está por terminar los tratamientos, pero el doctor le ha dicho que han avanzado mucho: “Una de las causas del vaginismo es un temor moral al qué dirán o a perder la virginidad. Esto dificulta mucho más los tratamientos porque es prácticamente empezar de cero, reaprenderlo todo… Mi caso era miedo al dolor y era más físico, por eso ha sido fácil”. Esta noche, Natalia tratará de hacer el amor con Miguel. Le tiene preparada una gran sorpresa, quiere practicar todo lo que ha aprendido y, sobretodo, darle una recompensa por lo que ha hecho: “Él se lo merece y yo lo deseo; espero que funcione bien. Pero si no, lo seguiremos intentando; esto es una cuestión de paciencia de parte de ambos… Y lo primero es que no me puedo estresar por lo que va a pasar”. Han pasado tres meses, desde aquella noche. Por fin, Natalia, ayudada de todas las técnicas, pudo tener su primera vez. Ya terminó los tratamientos y ahora goza de una vida sexual plena con Miguel: “Valió la pena. Natalia, aparte de ser hermosa es muy buena amante; es increíble que los otros la hayan desperdiciado… Pero gracias a que los otros eran unos tontos, yo estoy con ella”, afirma Miguel mientras se ríe y le da un beso a Natalia; a ella le brillan los ojos. Esperan casarse dentro de seis meses.


15 Serpientes Acuáticas, Gustave Klimt

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ran amigas desde hace cinco años. Cinco años de escuchar, de hablar, de comprenderse, de renegar contra el mundo y, sobre todo, contra los hombres, contra sus hombres. Cinco años de relaciones amorosas infructuosas, llenos de engaños que después se convierten en desengaños. Llenos de ilusiones, de sueños, de promesas. Lo habían hecho todo: dormir juntas, comer juntas, suspirar juntas, llorar juntas, amar juntas, hasta ir al baño juntas. Lo único que les faltaba era hacer el amor juntas. Fue un día como cualquier otro, un sábado por la noche, que no tenían nada mejor que hacer que estar la una con la otra. Así, decidieron irse para la casa de Mónica, ver unas películas, tomarse un vino y cocinar. Su madre se había ido para una finca con la familia y la dejó sola durante el fin de semana. Ese era el fin de semana de ellas. Se encontraron a las seis de la tarde y compraron lo que necesitaban para no salir el resto de la noche: dos paquetes de cigarrillos, una botella de vino, pastas, pollo, verduras. Alquilaron dos películas románticas porque, a pesar de todo, aún creían en el príncipe azul que un día llegaría. Cuando llegaron, desempacaron todo y comenzaron a cocinar; bebieron un poco de vino, se fumaron un par de cigarrillos, mientras picaban las verduras y ponían al fuego las pastas. Se reían, era lo que más hacían…, se reían de todo, de todos. Después comieron, ninguna era una chef experta; pero aún así lo disfrutaron. Ante todo, la compañía era la que amenizaba la comida. Luego, vieron la película: era de dos niños que, mientras crecían, se enamoraban; pero a la vez jugaban: “Porque todo amor es un juego”, según dice Laura. Se retaban, se contradecían, jugaron a si se atrevían toda su vida, pero las cosas se complicaron, crecieron y el juego los alejó. Después de muchos años, se dieron cuenta de que lo único que les faltaba para ser felices era estar el uno con el otro, era morir juntos. “Así tiene que ser, tiene que pasar de todo para darnos cuenta de que lo que importa es el amor, como en todas las películas”, comenta Mónica. Así comenzó todo, con un juego inspirado por una película francesa. “¿Te atreves?”, fue la pregunta de esa noche. “¿Te atreves a conquistar a tal man?”, “¿te atreves a decirle la verdad a éste?”, “¿te atreves a confesarme esto?”, “¿te atreves a besarme en el cuello?”, “¿te atreves a besarme en la boca?”. Cuando menos pensaron, estaban en la cama de Mónica, desnudas, besándose y acariciándose: “Fue Laura la que tomó la iniciativa… Es más, al principio me pareció bastante agresiva la forma como me besaba y como me tocaba. De repente, ya estaba sin camisa, y ella estaba lamiendo mis senos…; yo estaba excitada. Laura es hermosa, y mucho más desnuda…; después de tanto tiempo, nunca la había visto así, del todo desnuda, sin esconderse. Fue otra forma de unirnos más”. “Mónica fue la que empezó con el sexo oral. Realmente no es fácil de hacerlo a una mujer, no es lo mismo que con un hombre: cambian los movimientos, se debe usar mucho más la lengua, y lamer como si fuera una paleta… Luego, comenzamos a masturbarnos, pero yo me sentía como si fuera la primera vez, no sabía qué hacer. Es muy diferente hacerlo con un hombre, que con una mujer… Siempre quise experimentar el sexo lésbico y fue genial que fuera con mi mejor amiga…, las dos nos sentíamos de la misma manera. Estábamos abiertas a la experimentación, a descubrir nuestros cuerpos; como confiábamos tanto la una en la otra, fue simple sentirnos desinhibidas… Fue, ante todo, un acto de amor”. Sin embargo, las dos están de acuerdo en que el sexo con un hombre es mejor: “Las dos comenzamos súper excitadas, pero hay un momento donde se espera algo más, y eso no viene. Así que nos pasmamos, no llegamos nunca al clímax, aunque estábamos dispuestas… Mónica y yo somos mujeres totalmente penetrativas, así que es difícil que lleguemos a un orgasmo con este tipo de juegos… Fue bueno, pero los hombres siguen siendo un mal necesario”, dice Laura mientras se ríe. Después se vistieron, terminaron el vino y hablaron sobre el asunto: “Me preocupaba mucho que esto arruinara nuestra amistad, pero esa es la diferencia entre los hombres y las mujeres. Con un hombre no habría residuos de una amistad, si no siguiéramos teniendo sexo; en cambio, entre mujeres eso sirve para unirse más…; o por lo menos, eso pasó con Laura y conmigo”. Durmieron juntas, como si nada hubiera pasado. Al otro día, regresaron al tema de los hombres y de los amores heterosexuales, esos que aunque les causan dolor, también les dan más placer. Ha pasado un año desde ese encuentro. Mónica y Laura aún son las mejores amigas, las dos han tenido varias relaciones con hombres. Laura, algunos besos con mujeres, “pero nada serio… Las mujeres son muy sexys, pero no tendría una relación con ellas. Primero, porque no tienen falo, y segundo, porque si hay momentos en que no me soporto a mí misma, ¿cómo será con otra que sufre ataques premenstruales, menstruales y post-menstruales?”. Las dos ahora salen con un par de hombres, muy masculinos, tomadores de cerveza y rugbistas, grandes y con mucho músculo. Esperan que ellos por fin sean sus príncipes, y que la búsqueda incesante termine. Pero, si no es así, aún se tienen la una a la otra.

Rosa María

osa María, a pesar de sus 82 años, todos los domingos va al Cementerio de San Pedro por la mañana. Con su andar lento, se acerca a la tumba de Tulio, la limpia, le quita las flores que le dejó el domingo pasado, le pone unas nuevas y le reza un rosario; habla con él, le cuenta lo que pasa con los vivos, se despide y vuelve a su casa, donde comienza a llegar la gente para el almuerzo dominical. Siempre son frijoles y ella lo hace todo, no deja que la saquen de la cocina con la excusa de: “Mamá, recuéstese un rato que debe estar cansada de ir a ver a mi papá”. Ella sigue allí inamovible, supervisando y administrándolo todo para que el almuerzo, una vez más, sea un éxito. “Esa es una tradición de hace mucho tiempo. Cuando mi mamá vivía, todos íbamos allá. Me tocaba cargar con mis siete hijos, todos pequeños, para que fueran al almuerzo donde la abuela… Ahora que todos son grandes y casados, este almuerzo es la excusa para ver a mis nietos…”, me dice, mientras prueba las tajadas que acaba de sacar Ligia, su mayor compañía, desde que murió su esposo hace 15 años. Rosa María tiene el cabello blanco, corto y ondulado; mide 1,55 m, y sus ojos de color miel se dejan ver a través de unas gafas enormes, tiene arrugas y sus manos son suaves y temblorosas. Sin embargo, aún muestra vitalidad y cierto aire de estricta, que le dejaron sus años como profesora de primaria en El Retiro. Salió de la escuela Normal Superior, allá fue donde conoció a Tulio cuando tenía doce años: “Lo conocí a la salida del colegio, era amigo de una amiga mía y ella me lo presentó… Desde ese momento, me enamoré… Era alto, delgado, con cabello negro, de piel blanca y unos ojos cafés de lo más de lindos…; pero lo que más me gustó fue su bigote: parejo y oscuro. Tenía más o menos 20 años y estaba estudiando para ser médico, en la Universidad de Antioquia… Todos los días nos acompañaba a la casa… Un día me mandó una carta donde se declaraba y me pedía que fuera su novia…; yo le mandé otra respondiéndole que sí, pero que tenía que pedirles permiso a mis papás… A los dos días, llegó con flores y vestido con un traje negro de paño. Se sentó y habló con ellos…; mientras tanto, yo estaba muerta del susto en mi cuarto, con mi hermana… Después de una hora, me llamaron para preguntarme qué pensaba…, respondí que haría lo que ellos quisieran… Desde eso fuimos novios, pero no como los de ahora que se viven dando besos y van hacer visita al cuarto… Nosotros cuando salíamos, teníamos que ir con un chaperón y las visitas eran en la sala de la casa con los papás al lado… Fuimos novios dos años”. Tulio pidió la mano de Rosa María, cuando ella tenía 14 años, y como él ya estaba terminando la universidad, la familia estuvo de acuerdo en que se casaran. Las fotos del matrimonio muestran a una niña feliz, vestida de blanco, como si fuera a hacer su primera comunión, al lado de un hombre elegante, mucho más alto que ella. “La ceremonia fue sencilla. Después viajamos en tren a Puerto Berrío y la luna de miel la pasamos en el Hotel Magdalena, era muy bonito”. La noche de bodas la recuerda con todos los detalles: “Esa noche me asustó ver que sólo había una cama para los dos… Entonces, estuve esperando mucho rato a que él se fuera para cambiarme, pero hablaba y hablaba. Hasta que yo tenía mucho sueño y le dije que se fuera para acostarme; entonces, él se rió y me dijo que ya éramos esposos y que los esposos dormían juntos; entonces yo le dije que bueno, pero que igual yo no me tenía que cambiar delante de él, que eso era pecado. Entonces, él me besó; era el primer beso después de la boda y me dijo que me quería y me explicó lo que pasaba en la noche de bodas… Él siempre fue muy paciente y amoroso, fue el mejor hombre que conocí en mi vida”. Sus ojos se llenan de lágrimas, las limpia y luego suelta una risa: “Eso me pareció muy cochino y le pregunté que si era pecado; entonces, él me besó en la frente y me dijo: ‘Mi Rosa, ya estamos casados y esa es la única forma de tener hijos, así que ya no es pecado’… Cuando empezamos, yo estaba muerta de miedo y me dolió tanto que lo quite de encima y le dije: que si esto era así que entonces no quería tener hijos. Me levanté furiosa y cuando vi la sangre en la sábana me puse a llorar, pensé que me estaba muriendo. Entonces a él le tocó explicarme que era normal y que con el tiempo me dolería menos; pero, igual, esa noche no pude y lo mandé a dormir a otra parte… al otro día les escribí a mi mamá y a mi hermana contándoles. Hasta que no llegó la respuesta, dormimos separados… (Se ríe). Después de eso, lo volví a intentar”. Después de la luna de miel, se fueron a vivir a Rionegro porque a él le salió un trabajo de médico. Pasó un año y aún ella no quedaba embarazada: “Yo creía que no podía tener hijos, y le preguntaba a él si estaba seguro que así era que se tenía que hacer, entonces él se reía, me besaba y me decía que los hijos llegarían cuando Dios quisiera… Un día me levanté por la noche, mojada y muerta de la angustia y de la pena con él, porque creí que me había orinado… (Se ríe). Pero cuando vi, era sangre: grité y me desmayé. Cuando me desperté, empecé a llorar porque me estaba desangrando y me iba a morir. Él me abrazó y me dijo que me había llegado la menstruación, que eso indicaba que no estaba embarazada y me explicó todo lo que se tenía que hacer, hasta me enseñó a ponerme el trapito envuelto que se utilizaba en ese entonces”. Rosa María reconoce que él le enseñó todo sobre su cuerpo: “Siquiera era médico, otro me deja por boba… A pesar de todos los problemas que puede tener un matrimonio, fui muy feliz con él y lo extraño mucho. Sé que me debe estar esperando en el cielo porque fue un hombre muy bueno”. Esto se confirma por la opinión de todos al respecto del doctor Tulio Suárez, es la frase que más se utiliza al hablar de él. Después del almuerzo y cuando todos se van, Rosa María y Ligia se quedan solas y rezan una novena que termina en: “Dale, Señor, el descanso eterno y brille para él la luz perpetua”, porque, según Rosa María, hay que seguirle rezando, para que descanse en paz. *Estos relatos hacen parte del Trabajo de Grado de Periodismo “Experiencias sexuales de las mujeres de Medellín durante las últimas tres generaciones”. (Asesor Raúl Osorio) El Beso, Gustave Klimt

Laura y Mónica Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


16 De grado Cartagena, sábado 6 de diciembre de 1975, graduación nuevos oficiales de la Escuela de Cadetes Almirante Padilla

Háblame del mar, marinero Durante 50 años, Colombia llegó a tener la tercera naviera más grande del mundo. Este es un viaje por esa historia y por la de Jairo Galeano, un marinero que pasó de rey a peón cuando ‘naufragó’ la Flota Mercante Grancolombiana.

Heidi Johanna Acosta Torres *

heidijohannaacosta@gmail.com

L

levo 34 años en el mar. Y creo que estaré en él hasta que mis manos no puedan

trabajar más y mis ojos no puedan tolerar su azul; pero si me va mejor, sólo navegaré hasta que me salga la pensión y pueda regresar a tierra firme. Un hombre de mar siempre tiene la esperanza de regresar a tierra, y más a su tierra. A pesar de eso, hoy, con 59 años, estoy convencido de que mi espíritu es de marino. Recuerdo cuando salí de mi casa con un talego de ropa de la Escuela Naval, que mi papá me regaló. De lo que cocinaba mi mamá lo que más me gustaba era la sopa de verduras y ese día, como teníamos que madrugar mucho al aeropuerto, a las nueve de la mañana ya estaba lista. Le dije a mi mamá que no me la quería comer, que era muy temprano y que seguro allá, en Cartagena, en la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla, nos esperaban con mucha comida. Mi avión salió antes de lo programado. Cuando llegamos a Cartagena, no había ningún guarda de la marina esperándonos; entonces, yo y otros cinco compañeros, nos pusimos a tomar cerveza, mientras llegaba el otro vuelo de Medellín. Cuando por fin llegamos a la Naval, a eso de las siete de la noche, teníamos además de hambre, un tufo de cerveza impresionante. Esa noche nos tocó dormir con la misma ropa porque no nos dieron dotación. ¡Y qué hambre!, en el comedor sólo había agua caliente, cucayo de arroz y gordos. Todavía me pesa no haberme comido la sopa. Jenny Galeano, la hermana La idea de irse para la Marina fue una sorpresa. En ese momento, no sabíamos si era positivo o negativo porque era un mundo desconocido para nosotros y, además, éramos una familia económicamente muy limitada. Cuando llegó la carta con los requisitos, en la casa se crearon muchas dudas. Aunque Jairo iba becado, era bastante dinero y el hecho de estudiar tan lejos, fuera de los ojos y el cobijo de los padres, no nos convencía. Cuando se graduó, yo busqué un préstamo en el Banco Popular y el resto lo prestamos con amigos de la familia. Cuando estaba todo listo, en mi casa había un sentimiento de tristeza porque se iba, pero a la vez de felicidad. Mi papá se quedó muy triste, el consuelo fueron sus nietos que estaban pequeños. Luego de ocho días de la partida, llegó a la oficina, donde yo trabajaba como secretaria, un compañero de Jairo, de la Naval. “¡Y a usted qué le pasó!”, le dije asustada. Y él me respondió: “Me vine porque eso es muy horrible”. Cuando le pregunté por Jairo, me dijo que él no estaba bien, que dentro de poquito también se venía. Pero yo estaba segura de mi hermano y le dije: “No. Él es muy verraco y no se viene”. Jairo Galeano, el marinero Mi hermana Jenny fue como mi ángel de la guarda; ella fue la que buscó los recursos y luchó por mí hasta el último día de estancia en la Naval. Yo decidí irme a estudiar a Cartagena convencido por un ex profesor de la Naval, a quien me encontraba todos los días en la ruta de bus para el colegio. La situación universitaria, a mediados de los 70 era

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difícil: muchas huelgas y paros, la universidad pública era un caos. Aún así, ésta era la única opción para los jóvenes que pertenecíamos a los estratos 1, 2 y 3. Entonces, la ida al mar para mí se convirtió en una necesidad de superación, una salida positiva. En la Escuela Naval fueron días muy duros. El primer día nosotros veíamos a esos oficiales caminando como caballitos de paso, todos elegantes y pensábamos que era fácil; pero en realidad la adaptación fue muy brusca. La deserción era el pan de cada día: muchos no fueron capaces de llevar una vida académica excelente a la par con una vida militar perfecta. Debíamos levantarnos a las 4:30 de la mañana y, si estábamos de buenas, nos acostábamos a las 11 de la noche; fuera de eso, con una alimentación muy precaria. Yo no me devolví por orgullo, por un reto personal; pero me hubiera encantado hacerlo. Nos presentamos en todo el país 1500 aspirantes a la carrera de Mercante, seleccionaron a 30 y de esos nos graduamos nueve. Hice mi primer viaje largo como Tercer Ingeniero el 13 de febrero de 1976. La motonave Ciudad de Barranquilla era un buque viejo, 23 años de trasegar por los mares. Tenía 25 años. Estaba incapacitado, porque el médico de la Flota exigió que fuera circuncidado, pero tenía tantas ganas de trabajar que me hice el pendejo y me fui. Lo primero que percibí fue el malestar social que había a bordo: existía un enfrentamiento constante entre los oficiales y los subalternos porque el tratamiento era tosco, no había relaciones personales y el conducto regular era extremo. Los oficiales cogieron lo malo de la vida militar naval: a todos nos llamaban por el apellido, las distancias eran abismales, incluso en la distribución del barco existía un asunto discriminatorio. Tal era el caso de los comedores: existía uno para los oficiales y otro para el resto de la tripulación. La gente vivía muy resentida con los oficiales. Yo comencé a hablarles tuteado y a tratarlos mejor. Me decían el ingeniero gomelo, por nuevecito; pero en realidad yo fui desarrollando una confianza muy espontánea con mis subalternos. Ya cuando era Primer Ingeniero, se implementaron cursos de relaciones públicas y responsabilidad civil; eso hizo que la relaciones mejoraran. Claro que la actitud de los oficiales era así porque el contrabando de marihuana y cocaína era impresionante, sumado al contrabando general. Luego entré al Ciudad de Tunja, este barco hacía la ruta Pacífico, a San Francisco. Estuve cerca de dos años en este buque. Fue la época más bonita que viví en la Flota, era un bohemio bien pagado, que disfrutaba intensamente de navegar y conocer el mundo. Me dediqué a vivir todo aquello que no había podido hacer por la pronta salida de mi casa, por las necesidades y la escasez de dinero de la época. Aunque luego de graduarme tenía dos meses de vacaciones, decidí salir directamente al buque a navegar. Allí descubrí que tenía vocación, en un buque me siento como pez en el agua. Luego de dos largos años, salí a mis primeras vacaciones como todo un marinero: lleno de regalos y de cosas por contar; parecía un liberado, hablaba y hablaba. Cuando regresé a la mar, estuve en varios buques: el Ciudad de Armenia, que era el más nuevo de la compañía en la época; luego me transfirieron al Ciudad de Pasto, que era viejísimo, en ese hacíamos la ruta Cartagena–Guayaquil; después pasé al Manuel Mejía; y, posteriormente, al Ciudad de Bogotá, que hacía la ruta New York.


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La patria en los mares

El 8 de junio de 1946 se funda la Flota Mercante Grancolombiana con capital de Venezuela (45%), Ecuador (10%) y Colombia (Federación Nacional de Cafeteros, 45%), la cual le dio a la actividad naviera un carácter de fundamental importancia para el desarrollo económico del país y las exportaciones. Entre 1971 y 1975, la Flota llegó a tener 110 buques entre propios y alquilados, que generaron alrededor de 2.100 empleos de personal de mar, 52 tripulantes por cada barco. Hacía escala en 45 países y tres continentes: Asia, América y Europa. Colombia tenía la tercera naviera más grande del mundo. En 1990, en el gobierno de César Gaviria se dio la Apertura Económica; esto significó la ruptura en las políticas proteccionistas de las empresas colombianas. Desde 1989, se genera una serie de problemas financieros al interior de la Flota con relación, específicamente, a la modernización de sus activos y al pasivo pensional. En 1996, se vende la FMG a la Transportadora Marítima Mexicana y se crea una nueva empresa llamada Transportadora Marítima Grancolombiana. A la fecha, no se ha resuelto quién debe pagar el pasivo pensional, ni quién debe responder por las horas laboradas no cotizadas al Seguro Social.

Mi sueño fue ser Jefe Ingeniero. De la Escuela Naval me gradué de Tercer Ingeniero y de ahí vas escalando, haciendo cursos año tras año: de tercero a segundo, de segundo a primero y de primero a Jefe Ingeniero. El 15 de diciembre de 1989 me embarqué por primera vez con este cargo, en la motonave Ciudad de Armenia que tenía como destino final Japón. Ese viaje fue muy exitoso, de mucho conocimiento para mí; además acompañado por una tripulación de toda mi confianza y con la que trabajaba muy bien. Me desembarqué en marzo de 1990, salí a mis vacaciones, y cuando regresé me recibieron con la noticia del bono de retiro voluntario. Trabajé catorce años directamente para la Flota. Me ofrecieron el bono en mayo de 1990; ese mismo mes acepté y me retiré. El bono voluntario salió en abril de 1990 y nos dieron plazo hasta el 21 de mayo de tal año para tomar una decisión. Fueron escasos dos meses, sin dolor, no tuvimos tiempo de reaccionar. Cuando salió el bono, nos citaron a algunos a Bogotá y a otros en los mismos puertos. Nos dijeron que leyéramos un formato que decía que la empresa se iba a acabar o que iba a tener un cambio. Si deseábamos aprovecharlo, debíamos hacer los cálculos de lo que nos correspondía y si no, podíamos elegir quedarnos, no sin antes advertirnos de que era mejor arreglar. Lo chistoso era que nosotros mismos debíamos hacer los cálculos de lo que nos correspondía, cuando la mayoría ni sabía cómo se hacían las cuentas. Todos estábamos preocupados, nos preguntábamos unos a otros cotejando cifras, como niños perdidos. Por esa época, en los pasillos, en los puestos de trabajo y en los comedores no se hablaba de otra cosa; no sabíamos qué estaba pasando y qué iba a pasar. Al final, ellos mismos optaron por darnos la cifra. Cuando nos dieron el dinero, muchos pensamos que habíamos cogido el cielo con las manos. A quienes tenían más tiempo, les daban muy buen dinero; todos estábamos esperanzados con que haríamos maravillas en tierra. Pero si a mí me tocara volver a elegir entre quedarme o recibir el bono voluntario, yo me quedaría porque llevo 20 años tratando de estabilizarme de esa ruptura. Siete meses luego de haber renunciado a la Flota Mercante regresé a trabajar siete años más como personal eventual, desde enero de 1991 hasta julio de 1998.

nos fijábamos en la cantidad: todo era bajo la palabra y nadie sospechó, ni tuvo malicia de que un compañero lo fuera a tumbar. Con esa mentalidad llegamos a tierra y ¡qué sorpresa! Nos encontramos ‘caimanes’ que descubrieron que teníamos una ingenuidad, que no era una inocencia tonta, sino una cultura, una forma de vida que habíamos heredado de nuestras costumbres de mar. Los primeros que se fueron en 1990 y los que luego se retiraron, poco a poco, mientras la Flota iba naufragando, sentimos la misma pérdida, la misma ruptura. Desde el comienzo, no se programó una preparación, todo fue a rajatabla; y los que quedamos como eventuales teníamos la esperanza de que la cosa resurgiera. No tuvimos ninguna preparación psicológica, ni logística, ni una guía de en dónde podríamos invertir ese dinero, ni siquiera una sugerencia. Muchos, incluso todavía, estamos buscando una jubilación, una pensión, rasgando paredes, moviéndonos de un lugar a otro buscando ajustar el tiempo porque, lo más grave, es que los que aceptamos el retiro voluntario tenemos un tiempo para la pensión que está ahí, en el limbo. Comenzamos a hacer esa metamorfosis de hombre de mar a hombre de tierra. Muchos nos vimos obligados a tomar otros rumbos, a trasformar nuestro quehacer y nuestra propia vida para adaptarnos a tierra. Esa adaptación fue muy dolorosa: casi el 90% de los casados o de aquellas familias, que vivieron en la abundancia, fracasaron cuando se retiró el padre o el esposo de la Flota y llegó a la casa con equis cantidad de dinero. Y ese dinero se acabó. A mediados de 1998, el capitán Gustavo Pérez y yo fuimos a Tailandia a entregar el último buque de la Flota: El Buenaventura. Nos demoramos tres meses para regresar a Colombia. En enero había nacido mi segundo hijo, Juan David. El niño nació de siete meses y muy enfermo. Lo cierto es que de ese último viaje con la Flota me bajé más pobre que cuando me subí. Juan David nos hizo gastar mucho dinero, vendimos un apartamento y un carro. Lo vine a conocer seis meses después de haber nacido. Entonces, comienzo a buscar trabajo. En ese tiempo, me tocó sacar a mi familia del lugar donde vivíamos y nos fuimos a vivir con mis suegros. Pasé la vergüenza de decirle a mi hija que no podía sostenerla más en el colegio. Eso es muy doloroso porque antes hubo abundancia y luego una escasez desértica. Yo era un reyecito en la Flota, contemplado con todos los beneficios de autoridad y como empleado Gloria, la esposa de confianza; después tuve que pasar a trabajar vendiendo Cuando me casé, pensé que Jairo no volvería a naseguros y en un multinivel como Herbalife. Todo esto para vegar, pero en enero me dijo: “Me voy”, y con ese espíriaprender humildad, para intentar quedarme en tierra. tu de marino, yo sabía que aunque estuviéramos recién A mediados de 1999, ingreso a Navesco, pero en diciemcasados, él se iba. Tenía la oportunidad de quedarse y bre me retiro porque tengo una oferta de trabajo en el San empezar una cosa diferente, pero cuando lo llamaron no Sebastián de Urabá, en Barranquilla, y porque quería pasar lo pensó dos veces. esa Navidad con mis hijos, como hacía muchos tiempo no Nos conocimos en 1971 porque mi hermano estu- Jairo Galeano en sus grados como Jefe Ingeniero lo hacía. Para mí, lo más difícil de ser marino es no poder diaba en su mismo colegio. Una vez hubo una fiesta allí, disfrutar del crecimiento de los hijos; toda mi experiencia nos presentaron y nos hicimos buenos amigos, pero de como padre ha sido por retazos. teléfono. Él me contó que se iba a estudiar a la Escuela Naval. A los cinco años nos volviEstuve el resto de 2002, 2003 y 2004 luchando con Herbalife. Al principio, pensé mos a ver, pero no ocurrió nada; sólo nos teníamos un cariño muy especial. que era fácil e invertí el poco dinero que tenía; pero en 2004 estaba completamente Fuimos novios durante 1978, fue un noviazgo hermoso, aunque él siempre estuvo desesperado, lo del multinivel no había funcionado. Luego de eso, trasegué por muchas navegando, fue muy lindo. En ese tiempo se usaba la carta casete y yo disfrutaba mucho compañías navieras. Pero hoy no es lo mismo: mis fuerzas se están agotando y la vida con las historias de cada puerto y con el pronto regreso; además, era la envidia de mis en los barcos es cada vez más difícil. compañeras de trabajo. Me llamaba mucho, de donde fuera. En enero de 1979, se acabó Recuerdo que trabajar en los buques de la Flota era como estar en casa, no se sentía todo y no nos volvimos a ver en mucho tiempo. En mayo de 1990, nos volvimos a ver; el tiempo cuando se estaba a bordo porque todos éramos conocidos, hablábamos el misahí resurgió el amor. En septiembre de ese mismo año, nos casamos, y en enero, se fue. mo idioma. No existe, en este momento, ninguna flota en el mundo con las comodidades y el modelo de la nuestra. Fue una empresa excelente donde teníamos todas las garanJairo, el marinero tías y nos consentían: embarque para las familias, tres meses de vacaciones pagados, Me caso el 15 de septiembre de 1990 y vuelvo a navegar en enero del 91. Yo creí que transporte aéreo y viáticos, comida de primera, salud excelente con médicos ‘de cinco con la plata que me dieron iba a hacer una vida en tierra porque la gran ilusión de un estrellas’, gran colaboración para préstamos de vivienda y educación. marino es regresar a casa y tener lo suficiente para vivir bien con su familia, tener una Desde 2009, estoy trabajando en Tai Water, en Angola (África). En esta empresa, mejor vida. Pero hoy me ha quedado un sabor amargo, porque, en realidad, cuando salí suministramos combustible y agua potable, cemento y barita para las torres petroleras; no sabía qué iba a hacer con ese dinero, no tenía un proyecto específico. también cuidamos las plataformas de noche y de día. El trabajo allí es muy inconstante: Recuerdo que uno de los argumentos que pensé al retirarme fue que si fracasaba en trabajo tres meses por uno de descanso no pago. A pesar de estar tan lejos, estoy feliz tierra podía volver al mar. Entonces, me dedique a sentarme a disfrutar la vida. De negoporque me ascendieron a Jefe Ingeniero; eso significa más dinero y, por ende, pronto cios, yo no sabía nada e hice malas inversiones; en muchas de ellas me tumbaron, presté regresaré a estar definitivamente en mi casa. mucho de ese dinero y nunca volvió a mis manos. Los marinos siempre fuimos personas muy confiadas y eso lo pagamos en tierra. Regresé a trabajar en la Flota porque vi que el dinero se estaba yendo como por el agua, las cosas no me estaban dando resultado; entonces, decidí salir a hacer lo que siempre había hecho: navegar. Los que éramos marinos por convicción siempre fuimos personas muy confiadas y poco enteradas de lo que pasaba en el país. Nunca tuvimos la malicia de que existían *Este relato hace parte del Trabajo de Grado Los náufragos de la Flota Mercante seres más astutos y corruptos en tierra. En el mar, todos éramos hermanos. Aunque teGrancolombiana. Vida de los marineros del interior luego de la desaparición de la níamos muchos defectos, poseíamos esto muy claro: la lealtad, la honradez y la limpieza Flota. Fue cofinanciado por el CODI (Asesor Ramón Pineda) integral. A bordo, no teníamos la dificultad de prestar dinero, ni cobrábamos intereses, ni

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


18 Semblanza

Las palabras disparadas

Se llama Ak Welsapar. Nació en Turkmenistán. Y, además de ser escritor y periodista, se ha pasado la vida haciéndole el quite a la censura, a la KGB y a un dictador megalómano.

Gonzalo Medina P. gonzalom32@gmail.com

A

k no dispara balas, dispara palabras de pensamiento y sentimiento; sin embargo, para el régimen de su país, Turkmenistán, eran proyectiles de mayor impacto que los del AK 47 y por eso terminó convirtiéndose en uno de los intelectuales más peligrosos para el entonces presidente Saparmurat Niyazov, una reencarnación del prototipo de dictador que recrea Gabriel García Márquez en su obra El otoño del patriaca, pero superada con lujo de detalles. Estos nombres no significarían nada para cualquiera de nosotros si cada uno no coincidiera con el espíritu del realismo mágico latinoamericano: en lo político, en lo cultural y en lo literario. Cuando hablo de Ak, me refiero al escritor Ak Welsapar, nacido en 1956 en la ex república soviética de Turkmenistán, una nación cuya búsqueda Después del referendo de 1991, que de sus orígenes obliga a excavar en el Paleolítico alto, o sea, en la conocida Edad de decretó la independencia de TurkmenisPiedra. Estando ya en el Turkmenistán moderno, se sitúa en la Gran Ruta de la Seda, tán, por decisión del Consejo Público, en 1999, Niyazov se convirtió en jefe del gosímbolo de la integración cultural de Oriente y Occidente y, al mismo tiempo, del bierno para toda la vida y recibió el título progreso material del país. “Turkmenbashi”, o sea, “el jefe de todos Y el nombre de Saparmurat Niyazov (1940–2006) remite al dictador grotesco y los turcomanos del mundo”. Desde ese fríamente original, al punto de que personajes como el nicaragüense Anastasio Somomento, numerosas calles, escuelas, fámoza, el salvadoreño Maximiliano Hernández Martínez, el venezolano Juan Vicente bricas, koljoses, e incluso la ciudad antigua Gómez, el dominicano Leonidas Trujillo y el chileno Augusto Pinochet, entre muchos Krasnovodsk, tomaron ese nombre. Adeotros, se limitan a ser aprendices de brutales gobernantes, pero sin superar al ignorado más, la cumbre montañosa más elevada ‘maestro’. de Turkmenia -el Pico Ayribaba de KoytenA Welsapar lo conocí en el marco del XX Festival Internacional de Poesía, celedag-, pasó a denominarse “el Pico del Gran brado en junio en Medellín. A riesgo de caer en el estereotipo, se insinúa su origen Turkmenbashi”. por su contextura gruesa, sus mejillas sobresalientes, su pelo rizado en abundancia y Niyazov ordena construir cerca de una seriedad que no oculta del todo la simpatía que subyace en los exponentes de las 14.000 monumentos y bustos suyos en todo el culturas turca y árabe. país, incluyendo algunos en oro. Sus imágenes “Turkmenistán es mi tierra natal, es mi raíz, por lo cual yo me siento un árbol y retratos pululan por todas partes, incluyendo suyo”, dice Ak -graduado en Periodismo, de la Universidad de Lomonosov, y en Liteen las mezquitas. En Ashjabad, la capital, fue erigida una imponente construcción que ratura, del Instituto Máximo Gorki- con el inevitable toque de nostalgia de quien hace lleva el nombre de Gurbansoltanedzhe, el de la madre de Turkmenbashi; en la cima 17 años salió de su nación, sin poder regresar porque sería capturado y juzgado como se encuentra una estatua de oro de Niyazov, que tiene un mecanismo de relojería que el fugitivo que se le escapó a una de las policías más hábiles de las últimas décadas: la la mantiene girando para estar siempre orientada hacia el sol, de modo que ninguna KGB. sombra caiga sobre su rostro. Ak vivió un prematuro encuentro con la censura, porque desde los 22 años sufrió Y para no quedarse a medias en su culto a la personalidad, Niyazov determinó los primeros controles cuando trabajaba para la televisión turkmena (o turcomana); cambiar los nombres de los días por los de sus familiares; los de edificios, aeropuertos, al poco tiempo, cuando escribía artículos sobre la historia y la cultura de su país, fue pueblos y meses. Del culto a la personalidad al autoritarismo no hay más que un paso: suspendido durante seis meses. En ese momento, comenzó a enfrentar la necedad de por ello, Niyazov prohíbe mediante decreto la ópera, el ballet, el circo y las salas de los jerarcas gubernamentales, siempre vigilantes sobre los contenidos difundidos por concierto. Y consagra como delito fumar en la calle, lucir barba y llevar pelo largo. los distintos medios. No obstante saberse, por ejemplo, que el pueblo turkmeno tiene Despidió sin explicaciones a 15.000 enfermeras y empleados de hospital, además de como raíz el idioma parto, lengua extinta del grupo noroccidental de la familia irania 12.000 profesores, a quienes sustituyó por soldados para ahorrar dinero. y de territorios limítrofes como el sur de Turkmenistán, los jefes le imponían la versión En 2001, Niyazov concluyó el libro “Rujnaoficial de que aquél descendía del alfabeto cirílico, ma”, una suerte de código de vida para todos los el mismo del ruso y, por tanto, el de Vladimir Ilich turcomanos. Conceptos políticos, poéticos y dictáUliánov, más conocido como Lenin, líder de la Re“Turkmenistán es mi tierra natal, es mi raíz, yo me siento un menes morales, además de alabanzas para el provolución rusa (1917) socialista soviética. Contra el más elemental sentido común, las árbol suyo”, dice Ak con el inevitable toque de nostalgia de quien pio libro, hacen parte del contenido de tan exótica autoridades turkmenas ordenaban enseñar en hace 17 años salió de su nación, sin poder regresar porque sería publicación. En las escuelas, el “Rujnama” (Libro del alma) es de obligatoria lectura, materia de exalas escuelas que antes de la Revolución de 1917 capturado y juzgado como el fugitivo que se le escapó a la KGB. men en universidades y requisito para adquirir la no había alfabeto; sin embargo, en las bibliotecas licencia de conducir. existía un acervo documental con más de dos mil Y para darle difusión internacional a su escriaños de historia. Más adelante, Ak denunció el to, y por ahí derecho a su política, aprovechó que varias empresas trasnacionales deseauso y abuso con niños para labores de recolección de algodón -el tercer producto en ban hacerse a las riquezas naturales de Turkmenistán. Desde que un empresario turco importancia del país-, por el daño que les causa en la columna vertebral. En época de tradujo a su idioma el libro, además de promocionarlo, importantes grupos financieros invierno, cuando el día es más corto, mandaban a trabajar no sólo a los infantes sino a de Europa y de Estados Unidos le siguieron el mismo juego a Niyazov y lograron sus mujeres embarazadas y ancianos, diciéndoles que eran órdenes de Lenin y Stalin, guías objetivos. de la Revolución. La KGB concentra su atención en el trabajo periodístico de Ak, quien se ocupa Mientras tanto, Ak participa en 1984 en un concurso de novela y obtiene el primer luego de las consecuencias de rociar químicos sobre las plantaciones de algodón: puesto (su nombre no apareció como autor, por obvias razones). La llegada de Mijail las diarreas en los niños es una de ellas porque en la leche materna había restos de Gorbachov al poder (1989-1991) en la Unión Soviética, favorece al escritor y le permite estos elementos. Después, la Organización Mundial de la Salud comprobó que de no solo publicarla sino hacer trabajos analíticos en medios como la televisión. Su escada mil pequeños, fallecían entre 70 y 80. Sobre el tema, Ak publica en la Gaceta pacio periodístico aparecía inmediatamente después del programa del líder soviético. Literaria de Turkmenistán el trabajo titulado “Su majestad el algodón o los niños Consciente del control que seguía ejerciendo la KGB sobre él, Ak le dice a su que mueren apenas naciendo”. La censura vuelve a caer sobre él y limita su derecho esposa: “Si vienen por mí, sabes que morí por la verdad”. Y, como atendiendo a una de publicar sus investigaciones. premonición, recibe la orden de arresto domiciliario; durante 8 meses permanece en esa condición hasta que supo que sería llevado a la cárcel. Por eso salió del país y se trasladó en 1993 a Moscú. Allí fueron a buscarlo para detenerlo, pero se escondió. En El Todopoderoso de la tierra 1994 pudo viajar a Suecia con su familia. En ese mismo año, recibió el Premio Human Esta práctica habitual de prohibir que se divulgue libremente lo que sucede en Rights Watch por su actividad intelectual en la investigación, defensa y promoción de Turkmenistán, en especial lo que afecta el interés público, una de cuyas víctimas visilos derechos humanos. bles es el escritor Ak Welsapar, se mantuvo después de que este país obtuvo en 1990 su Mientras el todopoderoso líder de los turcomanos fallece sin apuros en 2006, Ak independencia, aunque todavía hacía parte de la Unión Soviética. Saparmurat NiyaWelsapar, en el presente, no sólo sigue vetado como escritor en su país, sino que tiene zov, quien desde 1985 se desempeñaba como primer secretario del Partido Comunista prohibida la entrada. Sin embargo, el eco de sus proyectiles verbales sigue retumbando de Turkmenistán y presidente del Consejo Supremo, fue elegido también Presidente en múltiples trincheras intelectuales de la conflictiva geografía mundial. de la República.

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Reconstrucción

La muerte al acecho

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Entre 1982 y 2007, ocurrieron en Colombia 2.505 masacres. Si se realiza un cálculo arbitrario, podría decirse que una cada tres días. Entre éstas, la de Campamento, en Antioquia, hace 20 años. Y sigue impune.

Yira Plaza O´Byrne

yiraplaza@gmail.com

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aría Eugenia López se enteró de la muerte de su familia por casualidad. La mañana del 8 de junio de 1990, en un impulso supersticioso, compró el periódico con la intención de leerle el horóscopo a uno de sus hijos que estaba de cumpleaños. En la sección Seguridad, un título anunciaba: “Sepultadas víctimas de la masacre: nadie las reclamó”. La noticia hablaba de seis personas muertas, dos niños heridos, y de un lugar, la vereda La Solita en el municipio Campamento, a 149 kilómetros de Medellín. Su rápida lectura se detuvo allí, donde aparecían los nombres de su mamá, de su cuñada, y de dos hombres que le recordaron a su tío y a uno de los que trabajaba con la familia. Sin embargo, siguió en la duda, se aferró a los datos de las edades que se sabía de memoria y que no correspondían con las señaladas en la noticia. Se convenció de no recordar muy bien el nombre de la vereda donde su familia se había instalado hacía cinco meses.

El destino de la UP

1990 aparece en los cuadernos de la historia colombiana como uno de los más violentos. Ese año cayeron asesinados, en medio de una campaña presidencial, cuatro candidatos de diferentes fuerzas políticas. Al lado de ellos, y por los caminos, calles, plazas y veredas de Colombia, caían también centenares de sus seguidores. Un movimiento político legal llamado Unión Patriótica (UP), se había creado a mitad de la década de los ochenta como resultado de un proceso de paz entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno de Belisario Betancur. Allí participó, mayoritariamente, el Partido Comunista Colombiano, más diversas organizaciones de izquierda y miembros de los partidos liberal y conservador. El movimiento, con aspiraciones parlamentarias, empezó a ser diezmado, y sus integrantes a caer muertos, otros fueron desaparecidos. La Unión Patriótica comenzó a crecer con el apoyo de campesinos y sectores populares, y paralelo a ello llegó la muerte: más de 4.000 asesinatos han sido registrados como víctimas de la persecución a este grupo político.

María Eugenia llora. Recuerda el momento en el que vio a su hijo, tres días después de la masacre. Gente de la vereda lo encontró en la madrugada dormido en una mecedora y con Renzo herido en sus brazos. “Darwin sólo repetía: ‘Mami, mataron a mi mamita, los mataron a todos’, y trataba de explicarme, de contarme cómo fue”. Las amenazas

María Eugenia y los adultos de la familia pertenecían a la Unión Patriótica. Vivían en la zona rural de Puerto Valdivia, un corregimiento de Valdivia, que limita con el Bajo Cauca, ubicado a 153 km al Norte de Medellín. Allí trabajaban como labriegos en la finca La Esperanza. Ella utiliza un tono de voz suave y pausado para contar su historia. “Una noche de diciembre de 1988 mataron a varios miembros de la UP, iban sacando a cada uno de las casas y los llevaron a la única bomba de gasolina del pueblo: ahí los asesinaron. Después, vino el hostigamiento del Ejército, entraban por las veredas con una lista en mano en la cual estaba el nombre de casi toda la militancia del Partido Comunista y de la Unión Patriótica en el Bajo Cauca. Nosotros nos damos cuenta de esas listas, empezamos a denunciar y llegaron las amenazas con panfletos que decían: “¡ Sapos, hijueputas, colaboradores de la guerrilla, los vamos a matar!”. La Esperanza se convirtió en un lugar acechado. María Eugenia y su familia no dormían, salían antes del anochecer de la casa y se escondían en el monte como estrategia para protegerse; regresaban a las 6:30 a. m. a trabajar. Pero a finales de 1989, los López se tuvieron que ir de allí. Lo hicieron a tiempo: cuatro meses después, el 18 de abril de 1990, torturaron y asesinaron a cinco campesinos del sector. Hoy se sabe que un grupo de militares fue acusado de eso y de haberlos sepultados en fosas comunes para luego presentarlos como guerrilleros de las FARC abatidos en combate. María Eugenia se detiene en la página de El Colombiano en la que se enteró, por azar, de la masacre de su familia, sin caer en la cuenta de que allí otro artículo también cuenta parte de su historia. En esa sección está registrada la noticia del pliego de cargos que se abría contra unidades del Ejército implicados en el asesinato de los campesinos de La Esperanza. Los dos hechos parecen regados sobre el papel sin ninguna relación. Nada le dice al lector que las masacres no son la suma de una simple coincidencia.

Antes del amanecer

Fue una noche de noviembre de 1989 cuando la familia López salió de Puerto Valdivia: María Eugenia y sus cuatro niños, junto a Marta María López Gaviria, su madre, y su esposo Francisco. Y con ellos, un tío, una hermana de 12 años, una sobrina de 8 y su cuñada Elvia, en embarazo. Sobre el camino tomaron varias decisiones, la más importante fue la de separarse. María Eugenia y sus hijos se fueron a Medellín. El resto se quedó de paso en una vereda cercana mientras conseguían una parcela en Campamento. A ese municipio llegaron en enero del 90. En marzo, nació Renzo, el hijo de Elvia. En junio, pensaban irse a vivir a Anorí, pero el tiempo no les alcanzó. Marta María la llamó el 2 de junio para informarle que las condiciones de seguridad no eran las mejores en Campamento, que ya estaban listos para irse. “Me dijo que en la vereda donde iban a estar había una escuela que al año siguiente iba a tener bachillerato y que mi niña, la mayor, podría estudiar ahí y estar todos juntos”. María Eugenia continúa hablando como si en ese momento escuchara a su mamá, al otro lado del teléfono, planeando la nueva vida, advirtiéndole que no se iban a poder comunicar más sino hasta que llegarán a la nueva vivienda. “Lo último que me dijo fue que ya el 6 de junio estamos en la otra parte”. La salida de Campamento era el 5 de junio en la madrugada. Pero mientras duermen, tocan la puerta: voces masculinas piden comida e insultan porque se rehúsan a abrir. Dos minutos después empiezan los disparos. Una granada atraviesa una de las ventanas, mueren dos hombres; al mismo tiempo, las balas esfuman las vidas de las niñas y de Elvia. Renzo, de dos meses, queda herido con esquirlas de granada. Antes de morir, la mamá, Marta María, intenta salvar a Darwin, su nieto, lo esconde debajo del colchón. Él tiene 9 años, es hijo de María Eugenia y está de vacaciones. Lo golpean hasta dejarlo inconsciente. Despierta y escucha cuando uno de los asesinos le pregunta al otro: “Mi cabo, ¿lo mato?”, a lo cual le responde: “No, tienen que dejar un testigo que cuente la historia de lo que ocurrió aquí”. Un testigo a quien pudieran amenazar y obligar a que dijera que fue el ELN quien los mató.

“Los mataron, los mataron”

María Eugenia llora. Recuerda el momento en el que vio a su hijo, tres días después de la masacre. Gente de la vereda lo encontró en la madrugada dormido en una mecedora y con Renzo herido en sus brazos. Junto a él también estaba Francisco, el padrastro de María Eugenia, quien logró escapar hacia el monte. “Darwin sólo repetía: ‘Mami, mataron a mi mamita, los mataron a todos’, y trataba de explicarme, de contarme cómo fue”. María Eugenia se obsesionó por desentrañar quiénes habían cometido la masacre. Semana tras semana, en Medellín, dejaba a sus hijos al cuidado de la mayor y se iba a Yarumal, que limita con Campamento, para buscar pruebas, rastros. Así duró ocho meses “hasta que un día una señora de una tienda, donde me estaba tomando un tinto me dijo que no volviera, que me tenían fichada para matarme, que la Policía y el cura del pueblo habían dado la orden. No me dio susto -me aclara-, pero sí preocupación por mis hijos”. De modo socarrón, María Eugenia dice que a veces piensa que Dios sí existe y que le manda mensajes con cualquiera. La señora aquella tenía razón. En 1995, a raíz de las denuncias hechas por el Cinep, capturan al sacerdote de Yarumal, Gonzalo Palacio Palacio, por su presunta participación en un grupo de “limpieza social” que, en esa población, tuvo como víctimas a prostitutas, drogadictos y militantes de la izquierda. Este grupo se dio a conocer como Los Doce Apósteles. En la investigación, también estuvieron implicados miembros de la Policía y Santiago Uribe, hermano del ex presidente Álvaro Uribe. En mayo de 2010, el Mayor retirado de la Policía Juan Carlos Meneses, reveló en Buenos Aires, Argentina, ante un grupo de representantes de organizaciones internacionales de derechos humanos, que conoció la existencia y las acciones del grupo paramilitar Los Doce Apóstoles, quienes, al parecer, son los responsables de la masacre de Campamento y, además, señaló a Santiago Uribe de haber dirigido este grupo. La masacre de Campamento ocurrió el 5 de junio de 1990, hace 20 años. El estado de la investigación tiene un adjetivo indefinido: preliminar. María Eugenia dice, con descreimiento y desdén, que aún no hay nada, que “la Fiscalía sabrá qué investigar. Es más, a los tres días de la masacre, ya el caso estaba cerrado. Sólo empezaron a estudiarlo de verdad en 2005”.

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20 Trazos

Foros murales callejeros, escuelas para aprender su historia y sus reglas, uniones de grupos de diferentes comunas… aunque sigue oscilando entre lo legal y lo ilegal, el panorama del grafiti en Medellín anda cambiando. Laura Zapata López lauritazapata_10@hotmail.com

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Los espectadores observan sin entender aún forma alguna, solo garabatos y monigotes. Pero en sus rostros hay éxtasis, como si en vez de encontrarse frente a una pared de 5 metros de alto por 40 metros de ancho, estuviesen frente a una exorbitante pantalla de cine. Lentamente aparecen en ella, un par de dragones, una geisha y un luchador de sumo. Mientras tanto desde una carpa se expanden los ritmos de DJing salidos de sus discos de vinilo. Con un micrófono, Mala Leche, también conocido como Malk - a sus 30 años uno de los grafiteros más reconocidos de Medellín- anima el evento con muchas bromas y ocurrencias, debido a su alegre personalidad y al efecto del cannabis. La Niña Gato viste a su geisha con un kimono fucsia adornado de flores. Ella es una de las pocas grafiteras de Medellín. Se inspira en la mujer por medio de su graffo, un muñequita que se transforma según las circunstancias y cuyo lenguaje siempre es un corazón, que no solo plasma en las paredes sino en su propia piel, pues en su hombro tiene un tatuaje con su estilo y su tag acorazonado. Comenzó hace tres años, cuando El Pollo, un amigo suyo que también pinta, la invitó a rayar un muro junto al centro comercial Los Molinos. “El grafiti es agilidad, es como liberación, es un suspiro” expresa La Niña Gato.

Entre muro y muro

En Medellín, el ambiente del grafiti es diferente a otras ciudades de Colombia. En ese mundo, la familiaridad y solidaridad que se tiene entre pintores es cosa rara. Comparten sus latas, los cachos de marihuana rotan de boca en boca, comparten las sopladas, sin discriminación ni reproche. La libertad es una cuestión que no es negociable en el mundo del grafiti. El grafiti de Endo brilla por su color, un rosado intenso y meloso que parece sacado de la cuna de un bebé. Uno de los pocos que se aleja de la temática japonesa. Es una orgía gramatical con su nombre, impulsado por ese fetiche exhibicionista que urge a muchos de ellos a poblar los postes, muros y semáforos con tags rápidos. “El grafiti para mi es poner con un estilo mi apodo en una pared”.

Fotografía Juan David Villalba

l ardiente sol de las diez de la mañana comienza a quemar los delicados hombros de los artistas de la calle, que se agolpan sobre la pared donde se han dado cita, esta vez sin la clandestinidad que suele rodear el mundo del grafiti. Las latas de pintura ruedan por los pequeños sobresaltos del parqueadero del Parque Biblioteca de Belén, las gotas de sudor se deslizan por las frentes y el cannabis se mezcla en el viento. Con martillos, varios hombres despejan el muro de punti llas estorbosas que no tienen cabida. Los brochazos de pintura blanca cubren como una manta gigante el imperfecto lienzo que el Parque Biblioteca de Belén ha donado para llevar a cabo la segunda parte del evento Foro Mural Callejero. Cada grafitero hara una creación en alegórico recuerdo al estilo oriental del parque, legado del arquitecto japonés Hiroshi Naito, quien donó los planos. De ahí los detalles en los techos, los acabados y el cristal de agua que ocupa una buena parte de la construcción. La pintura blanca seca con velocidad y da paso al frenesí de las escaleras y andamios, mientras comienzan a sonar los primeros ritmos de hip hop. De repente decenas de grafiteros comienzan a agruparse y a definir como crearán la gigantesca pieza. - “Yo pienso que una opción es empezar como muy rígidos, pieza, muñeco, pieza, muñeco”, dice de primero, La Plaga. - “A mí no me parece, son dos niveles de pintura, y cuadrar dos niveles así es muy complicado”, responde Endo. El es un artista entre adolecente y adulto, que vino desde Bogotá solo para ver pintado algo suyo en estos muros. “¿Es que sabe qué? Yo opino que La Plaga coordine como la curvita y ya uno hace como que el muro acabara ahí, dejaríamos los espacios blancos para que parezca un yin yang”, dice Zoap, cuya compleja opinión provoca risas amigables en la masa de personas. Las latas de aerosol y baldes de pintura agolpan los bordes de las paredes. Cada grafitero toma su lugar y echa un vistazo a sus bocetos, traza unas cuantas líneas para guiarse y comienza su labor. Las líneas que antes el lápiz había formado con claridad en el esquema de papel, ahora son hechas en aerosol y pincel. Las formas y guías iniciales, comprensibles solo para los ojos experimentados, no se asemejan a lo que intentó gritar el papel.

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De la espontaneidad al estudio

Sem deja a un lado el relato de los inicios de la old school, para concentrarse en el presente del que él es protagonista. “Vimos que esto estaba muerto por el lado del grafiti, entonces mucha gente empezó a pintar para tener algo que hacer dentro de la cultura hip-hop. Se fue masificando y ya no es solo de raperos, hay punkeros y gente que le gusta el pop, el estilo de música ya no tiene nada que ver. Los tipos que pintaban antes no hacían escuela, lo hacían por sacar el nombre de ellos y ya, no les interesaba que nadie más lo hiciera; para ellos mientras menos gente pintara mejor porque tenían más muros para ellos”. Los nuevos integrantes del panorama grafitero actual en Medellín son en su ma yoría estudiantes de artes plásticas, diseño gráfico o diseño industrial, cuyas crews vuelven a tomar poder, ya no para excluir y separar sino para mezclar los estilos de artistas. Es corriente que grafiteros como La Plaga, Sem, Marcos, Mala Leche y Eyes, unan su pintura para crear colosales piezas. Crew se le llama a los grafiteros que trabajan juntos, es como una pandilla que se dedica a pintar. Las crews han tomado un papel protagónico en la ciudad, se han vuelto la insignia de cada comuna. Las más conocidas son P.W.S. Crew de la Comuna Cuatro, SKS de La Trece, Dosendos Crew de La Nueve, Mostros Crew de LaQuince, HDC de La Diez y GZC de La Cinco. Para Sem, el grafiti lo es todo, es la forma de expresar su opinión y decir que esta en contra de muchas cosas que ve que pasan en la ciudad. “Yo pienso: que malo es que la gente este muriéndose de hambre y otros estén pensando en hacer más parques y canchas, cuando mucha gente de los sectores donde las hacen no tienen que comer. Por eso pinto esos lugares, es una especie de protesta”. En el mismo montículo de césped donde él se sentó a contar la historia del grafiti en Medellín, está sentado un grafitero que usa gorra y sonríe cuando habla: La Plaga. Pertenece a Mostros Crew y APC Crew. Sus grafitis se caracterizan por los llamativos colores y su trow up, un bicho que la mayoría de veces es rosado. “Lo que hago es bombardear y apoderarme de la mayor cantidad de espacio posibles, y eso lo hago con la plaga, un insecto que se esta comiendo la ciudad”.

Los Inmurales de la U Las paredes de la Universidad de Antioquia están vestidas con frases de irreverencia, deseos de renovación, sueños de cambio, consignas políticas y arte. Muchos de esos muros y los aledaños a la universidad salieron de las mentes de los integrantes del Komando Gráfico Inmurales. Contracorriente es uno de los pintores de este grupo que se toma las paredes de la U para hacer muralismo con un trasfondo teórico, ético y político. “Comenzamos hace algo más de dos años unidos por la idea de expresarnos por medio de la pintura pública. No intentamos cambiar la realidad pero si mostrar lo que sentimos como injusto. Los que miran nuestras creaciones quedan con dudas, si surgen preguntas el observador debe resolverla solo, el muro no responde”. A los miembros de Inmurales los une su cercanía con la naturaleza y el amor a las “plantas de poder” como la cannabis, la coca y la amapola, pero no aceptan el narcotráfico ni el microtrafico, solo el auto-cultivo. “Muchas de las cosas que han impulsado la violencia que trae el narcotráfico es la satanización de estas plantas, coca no es lo mismo que cocaína, y amapola no es lo mismo que heroína. La estigmatización ha hecho hacer de esto un negocio. Comprarle a alguien significa apoyar cosas como el paramilitarismo, los asesinatos y las armas”, explica Contracorriente. Muchos de los mensajes que plasman los Inmurales no son solo con intenciones conmemorativas. Sus creadores buscan un trasfondo. Uno de ellos, localizado junto a la puerta de la calle Barranquilla, recuerda la muerte del periodista y comediante Jaime Garzón, asesinado el 13 de agosto de 1999, cuando, según Contracorriente, no solo murió un hombre crítico, que hacia periodismo de una forma diferente y directa, sino la pluralidad en Colombia. Contracorriente respeta la forma de protesta de los capuchos pero no la comparte, pues la considera repetitiva. Para él se pueden decir cosas similares pero de distinta manera, y la estética de los murales le llega con su mensaje mucho más fácil al observador que las simples ray con latas que realizan los capuchos. Es por este motivo que en la Universidad de Antioquia el muralismo esta permitido tácitamente, las frases sueltas no, así digan lo mismo y estén hechas con la misma pintura. Para Contracorriente hablar de política es hablar de todo, incluso de la cotidianidad y del día a día. Pintar, defender las causas indígenas y estudiar en la Universidad de Antioquia es ya de por sí un acto político. “Mis actos nacen desde una perspectiva de la realidad en la que vivimos, usando las pinturas como forma de resistencia, donde la pared y la muralla son el papel del que no calla”.

Fotografía Juan David Villalba

Fue a inicio de los años 60 que el grafiti nació en Nueva York y Filadelfia, influenciado por la cultura hip-hop. Esa revolución artística se demoró alrededor de 20 años en llegar a Medellín. Sem, un grafitero de 28 años, con rastas cortas y jeans amplios, cuenta que en la ciudad se comenzó a pintar a mediados de 1986, con exponentes como Split, Andrew, Alejo y El Negro, quienes manejaban en su mayoría la técnica del wild style y algunos comics. Los pintores eran B-boys, pertenecientes a grupos de hip hop que practicaban los cuatro pilares artísticos de esta cultura: MCing, DJing, breakdancing y el grafiti. Eran grupos selectos y escasos -tres o cuatro- y cerrados para muchos, con 5 o 6 integrantes. El auge no fue grande, era uno solo era el que pintaba y no le enseñaba a los demás. Los artistas no firmaban, no habían tags propios. Los que pintaban, como Bélicos y Kaoticos, lo hacían para marcar territorio y propagar su nombre. A principios del noventa los artistas comenzaron a escasear, muchos se fueron del país, otros dejaron de pintar por el tiempo, el trabajo o porque se habían casado. Esta fue la primera muerte del grafiti en Medellín. Pero revivió años después con grupos como TBS y Most, salidos de Belén, junto con pintores individuales de las zonas de Manrique, Aranjuez y Campo Valdés, quienes manejaban un rustico wild style . En estos año el grafiti se convirtió en una actividad que acarreaba peligros, a los que eran descubiertos se les solía tirar las pinturas en la cara y tenían una amplia posibilidad de ser golpeados por la Fuerza Pública. En estos años surgió uno de los grafiteros más conocidos de la ciudad, Pepe, de quien Sem dice: “Ha sido el más constante, es el único yo creo que puede decir que lleva diez años pintando, él es en Medellín un ícono del grafiti, por eso ya tiene muros que uno sabe que son de él, por ejemplo el que hay al frente de Villanueva”. Los grafiteros más representativos de los noventa eran en su mayoría escritores que bombardeaban zonas como el cementerio Campos de Paz y la unidad deportiva de Belén. Las calles se llenaron de los coloridos toques hechos por los nuevos artistas, quienes comenzaron a trasladar la toma de muros a lugares más visibles como el centro de Medellín y más comerciales como el de la avenida El Poblado.

La Plaga tiene la visión de la ciudad como si fuera un cuerpo viviente, que esta sometida a múltiples transformaciones, mutaciones, y en el cual aparecen por medio de la arquitectura y el arte las manifestaciones de lo que esta ocurriendo por dentro. Usa frecuentemente metáforas para explicar lo que hace, pues esta interesado en que sus creaciones vayan más allá de lo estético. Para explicar el grafiti dice: yo lo asimilo como una enfermedad que se toma la ciudad; como cuando a alguien le da viruela y se empieza a llenar de granitos, primero se llena una parte del cuerpo y de ahí se va esparciendo e infectando distintas zonas, así se expande el grafiti en la ciudad y en el mundo. Esta enfermedad también afecta a los artistas, por que el grafiti es como una energía que esta ahí, se le mete a uno y lo domina. La Plaga nació en el 2005 y la tengo por dentro”.

Frente Cinco

El Foro Mural Callejero, que tuvo lugar en mayo de 2010, terminó con más de 20 grafitis pintados en la pared del parqueadero del Parque Biblioteca de Belén, momentos antes de que la noche llegue e impida ver al sol las obras terminadas. Fue un momento especial en el que se encontraron algunos de los grafiteros más reconocidos de la ciudad, los mismos que poco a poco le irán dando paso otras generaciones de artistas, como los que se están formando en una inusual escuela de grafiteros que existe en Castilla. En el salón comunal del barrio Alfonso López tiene su sede la escuela de Grafiti FWF - From Writers Five- . Allí se reúnen niños y jóvenes para aprender a “delinquir” en las calles, armados de pinturas. El joven profesor, Faike 92, se acomoda frente a ellos, borra algunos de los recientes tags y utiliza un lado de la pizarra para escribir algunas notas. Comienza la clase. Repasan los inicios de la historia del grafiti en Estados Unidos, las fechas y sus representantes. La clase toma un aire de escolaridad real; como si un maestro explicase la batalla de independencia de su país y no tuviese que hacer muchos esfuerzos para que sus alumnos se interesen por la clase, pues son ellos los más excitados con sus relatos. Los niños sacan sus cuadernos y exhiben con orgullo sus creaciones. Su profesor siempre reacciona de manera positiva a los bocetos que sus alumnos le muestran, pri mero con una felicitación y después con consejos para ir mejorando. Los lápices y marcadores pasan de mano en mano, y las bocas de los niños comienzan a sisear, intentando asemejar el sonido que sale de los aerosoles mientras se pinta. Se dejan vislumbrar algunos de los primeros prematuros tags de los alumnos de FWF, entre ellos Fé y Snap. Faike 92 usa gorra, es joven y se ríe con sus alumnos frecuentemente. Su objetivo no es enseñarles como hacer grafiti, sino mostrarles cuales técnicas existen, aconsejarles para que consigan un estilo propio y mostrarles las reglas del mundo del grafiti, pues algunos la rompen cuando salen a pintar por primera vez: rayan las creaciones de otros artistas, se hacen pasar por quienes no son, mienten orgullosamente el tiempo que llevan pintando, pintan en lugares indebidos como cementerios y fachadas de casas o copian los estilos de grafiteros mucho más experimentados, actos que no son permitidos en un mundo donde se defiende con fiereza las creaciones propias. Las clases en FWF buscan trascender más allá de enseñar a niños a pintar estéticamente muros, intenta alejarlos del peligro de las calles y no dejar partir la creatividad que aun hay en ellos. “Los niños que vienen no han aprendido únicamente a hacer tags, trow up y quick piece. Aprenden historia y a respetar sus personajes históricos. Entre ellos se han creado códigos y uno es respetar a la old school, eso es tolerancia. El enseñar a no rayar al otro sino que intentar ayudarlo prestándole latas y conocimiento, genera tejido social”, dice emotivamente Wilmar. La Comuna Cinco está plagada de pequeños artistas y Wilmar Martínez es uno de los responsables. Tiene 19 años, pero su edad no parece concordar con sus acciones. Estudiante de Planeación y Desarrollo del Colegio Mayor, dirige una gran parte del proyecto Frente Cinco, “un proyecto que posee diferentes líneas artísticas –música, audiovisuales, artes escénicas y plásticas–, dentro de las que se encuentran la clases de grafiti”. Frente Cinco nace como un proyecto de la Junta de Acción Comunal para que los jóvenes tengan en que invertir su tiempo libre, a lo cual se le han sumado entidades gubernamentales como la Secretaría de Gobierno, el Comité Local de Gobierno y la Junta Administradora Local. Con el tiempo se han articulado con la Corporación Cuatro Elementos de la Comuna Cuatro, quienes enviaron como profesor a El Eyes, un grafi tero que se encuentra en el centro del debate crucial entre los artistas callejeros, pues él opina que los grafiteros deben trascender a ser artistas, algo difícil para quienes quieren mantenerse en la línea del bombardeo ilegal. Ésta inusual escuela continuará promulgando en las pendientes calles de Castilla una ilegalidad que se salga de los parámetros impuestos por la realidad de unos barrios considerados marginales. Haciendo de los jóvenes algo más que carne de cañón fresca para una delincuencia que es tan real como sus obras.

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22 De viaje

Don Justino (el viejo) y el mar Claudia Arroyave koleia@koleiatrip.com Todas las mañanas, antes de las siete, don Justino Ortiz se para en la playa de la bahía y contempla a su consentida flotando en el mar. Según su matrícula, la que flota “es una panga de fibra de vidrio, de 23 pies de largo, 5 ½ pies de ancho, 3 pies de puntal, casquillete, bandeja, dos asientos de tabla, dos asientos con espaldar, 3 ojos de soga, blanca y gris por dentro, y celeste en la borda”. Su marca es una combinación en doce letras del nombre suyo y el de los cinco hijos de su matrimonio: J. Margey Reyna: la maravillosa. En sus 72 años de navegante, don Justino ha tenido tantos botes y lanchas que ya no sabe ésta qué número es. Su actual esposa en Colombia y su “amiga” en Panamá saben que él ama a su lancha tal vez más que a las mujeres, por eso no pueden oponerse a sus viajes frecuentes y tampoco tienen derecho a decirle que se olvide de navegar, que ya no está en edad para hacerlo. “Yo siempre he sido un hombre decente. Mis únicos pecados son que me gustaron las faldas y que no puedo vivir sin el mar”, dice. Su esposa en Bahía Solano y su amiga (su otra mujer) en Jaqué se resignaron a compartirlo entre ellas y con el mar. Eso de las faldas se entiende mejor con este dato, don Justino tuvo 18 hijos: cinco con su primera esposa “y los otros por fuera, cuando me le volaba a la mujer”. Y lo del mar empezó cuando tenía nueve años y sus tíos lo llevaban de viaje en un bote por el Pacífico. Aprendió a navegar y ya no lo detuvo nadie. El “Lobo del Mar”, como lo llaman en la región, nació el 7 de octubre de 1928. Hijo de mamá indígena panameña y de papá moreno chocoano, tiene doble nacionalidad y por eso va de un país a otro como si no existiera la El viaje empieza “con la oración más divina de frontera. Hizo sus primeros estudios en Juradó, el último todas, la más poderosa: un Padre Nuestro bien pueblo colombiano antes de llegar a Panamá. Se graduó rezado”. En adelante, el capitán no mira para como licenciado en la Normal atrás y le prohíbe a la tripulación hacerlo: “Eso Superior de Quibdó, Chocó. Su carrera de profesor inició en el es mala suerte, atrae tormentas”. entonces caserío costero de Nuquí, donde fundó un colegio. “Como no había suficientes alumnos me llevé a los muchachos de Juradó porque allá no tenían escuela”, recuerda. Muchos de sus alumnos se graduaron y hoy son profesores a punto de pensionarse, como don Domingo Ballesteros: “El maestro Justino nos enseñó a ser valientes –dice su ahora amigo–. Aunque no hubiera plata, él hacia magia con nosotros porque lo importante era estudiar”. Años después fundó el colegio de Juradó y fue rector vitalicio de la escuela de Bahía Solano. Recibió su pensión después de 39 años, 8 meses y 12 días de servicio. Por su trabajo comunitario, en agosto de 1995, el alcalde de Bahía Solano le otorgó la Medalla Golfo de Cupica: la más alta distinción del municipio.

No. 50 Diciembre de 2010

Fue profesor, rector y hasta fundador de colegios en pueblos del Chocó. Ahora es un lobo de mar, que quiere más a sus lanchas que a sus mujeres, y navega semanalmente, cargado de corotos y de gente, de Colombia a Panamá.

Como capitán de embarcaciones, sus honores no están en el papel ni archivados en carpetas burocráticas. No es un trabajo que hace por dinero, es su deporte. Los reconocimientos van de boca en boca. En las calles y tiendas del pueblo dicen que es el más confiable de los navegantes. Si algún turista llega a la Bahía con intenciones de pasar la frontera colombo-panameña legalmente (sin cocaína en las maletas o en las tripas), el primer paso es buscarlo a él. “Aquí saben que yo no llevo gente rara. Si tienen los papeles al orden del día y son buenas personas, los llevo. Si no, conmigo no se van”. A bordo de la J. Margey Reyna don Justino navega casi cada semana a Panamá. Sus viajes en lancha son su combustible para seguir vivo. “Así como un alcohólico necesita el trago, así mismo él necesita el mar. Es un adicto al mar. Si le quitan el mar, lo matan”, dice Víctor Contreras, tripulante de la embarcación. Un día antes del viaje, el Lobo del Mar tramita su permiso de salida: “El suscrito Capitán de Puerto de Bahía Solano autoriza la movilización, de forma provisional, de la embarcación de nombre J. Margey Reyna, bajo el mando del capitán Justino Ortiz, que navega con una tripulación de cuatro pasajeros a partir de hoy a las 7 de la mañana, con destino Jaqué, Panamá”. El permiso tiene diez días de validez. En los archivos de la Capitanía hay registros de más de 24 viajes anuales de la mencionada panga. Nunca ha tenido inconvenientes con los documentos y los elementos de seguridad que le exigen. Tiene vigentes su zarpe, su licencia, su matrícula; viaja con chalecos, botiquín, extintor, herramientas, brújula, canaletes, palanca, ancla y radio de comunicación. 72 años de experiencia son su garantía de viaje seguro. El día del embarque don Justino está desde muy temprano en la orilla. Acomoda a los pasajeros según el peso de cada uno: los más delgados adelante, los más pesados atrás. Le busca lugar a las remesas. Lleva pan, panela, bombones, encargos de Jaqué. Pone su mano en el motor y le dice al marinero que se prepare: en adelante no puede mirar para ningún lado; su tarea consiste en evitar que algún palo se cruce en el camino y debe señalar cada nube negra que vea. El viaje empieza “con la oración más divina de todas, la más poderosa: un Padre Nuestro bien rezado”. En adelante, el capitán no mira para atrás y le prohíbe a la tripulación hacerlo: “Eso es mala suerte, atrae tormentas”. Sus ojos grises están cubiertos por unas gafas amarillas. Don Justino ve poco y se niega a un tratamiento más. El ruido del motor ha ido matando su oído. Pero no parece lamentarlo: “Con la ayuda de Dios, siempre llegamos bien. Yo conozco esta ruta y voy protegido”. Y ahí va otra vez el avezado navegante que unos años atrás en vez de pasajeros llevó vacas, vajillas y electrodomésticos en su lancha; el capitán aguerrido que no pelea con ballenas (tipo Moby Dick) sino con tormentas; el abuelo del mar que viaja tranquilo, sin cocaína, por una de las pistas marítimas de mayor tráfico de drogas desde Colombia hacia Panamá.


Mirada

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Ataúdes a la carta Valen entre 800 mil a 7 millones de pesos, forrados con los colores y escudos del Atlético Nacional o del Deportivo Independiente Medellín, con luces de neón o con la estrella de David. Largos, anchos, de metal, de madera, suntuosos o sencillos…, por estilo de vida, o por religión; aquí hay ataúdes para complacer a todos

Fotografía: Alex Martinez

Deisy Villalba Barrios dvillalba@periodistas.com

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i bien la muerte no es más que otra etapa de la vida, como lo enseñan nales, “Nosotros aquí tenemos cofres americanos, españoles, franceses, italianos. muchas religiones, y es el destino final de los seres humanos, aceptar la Se importan cuando se hacen convenciones entre funerarias y se exponen para pérdida de un ser querido no es fácil. Por ello, cumplir con todos los rituaquien pueda y quiera tener acceso a ellos porque sí son costosos”, explica Gabriel. les que se acostumbran para garantizar una mejor transición de la persona al ‘otro Y es que mientras un ataúd nacional puede valer entre 800 mil y dos millones de pesos, uno americano puede valer más de 7 millones de pesos. mundo’, es una preocupación que se tiene desde la antigüedad. “Los americanos, por ejemplo, vienen estructuralmente muy acondicionados, En Egipto, la muerte era la oportunidad de alcanzar la vida eterna, así que la son sellados y lujosos; sólo caben en un parque cementerio. Tienen la diferencia con conservación de los cuerpos, los hechizos y la construcción de grandes tumbas eran los de aquí: vienen con una llave que lo sella por si no se quiere que nadie vea el el camino para lograrlo. Pero, sin duda, lo más importante era la elaboración de un cuerpo, y se puede levantar los pies o la cabeza del difunto si se desea”. ataúd que garantizará la protección del difunto. Al principio, los ataúdes eran simples cajas de madera con decoraciones en forma de ojos, para que el muerto pudiera ver, y con una puerta falsa para que pudiese Decoración al gusto salir. Durante el Imperio Medio (2050-1750 a. C.), los ataúdes tomaron una forma La variedad no sólo se encuentra en los materiales utilizados, como madera o humana (sarcófago): eran decorados por dentro y por fuera con textos funerarios, metal; también en las decoraciones que puedan tener, “por ejemplo, tenemos los de escenas de entierros y una ‘columna vertebral’ blanca pintada en la parte posterior, los equipos de fútbol, que son pintados con los colores característicos del Nacional, la cual detallaba los ancestros del difunto. Finalmente, una tapa en la que se senel Medellín y el Envigado”, dice Gabriel, “esos los piden mucho, sobre todo cuando taba el dios de cabeza de chacal, Anubis, para otorgar protección; era todo lo que el difunto es muy hincha. Sólo los tenemos aquí”. acompañaba al fallecido en su ascenso a la vida eterna. Las maniguetas fluorescentes, imágenes de santos, cruces y demás decoracioA través de los años, aunque en formas muy diferentes y menos elaboradas, nes religiosas acompañan el ataúd. Pero, para Gabriel, uno de los mejores féretros se celebran los rituales funerarios casi con los mismos objetivos: la continuidad que ha visto fue el que mandó a elaborar un hombre mexicano para su hermano: a la otra vida y mitigar el dolor de los vivos a través de los cortejos. Los ataúdes “Nos pidió un cofre metálico con luces de neón por debajo. La gente dirá que es han sido símbolos inequívocos de los rituales funerarios; por ello, la elaboración y mañé pero, como lo que se hizo era algo nunca antes visto, se veía hermoso”. Pero la mayoría de las veces, las personas piden sobriedad y colores neutros que adecuación de estos va más allá de transportar un cadáver. Son, en sí mismos, la representen la pureza como el blanco, en especial cuanrepresentación de la persona que muere. do se trata de niñas. Para estas ocasiones, se utilizan Si bien, en la actualidad no se utilizan tumbas os“La gente piensa que nuestros clientes directos cofres llamados ‘quinceañera’ que son tipo burbuja, es tentosas ni sarcófagos como en el antiguo Egipto, en una ciudad como Medellín, donde la muerte es una son los muertos, pero un fallecido no te va a exigir decir, tienen una forma circular y la tapa es más grande para que la mayor parte del cuerpo quede exhibida. constante, los rituales en torno a ella, simbólicamente, un coro, un mariachi o un tipo de cofre. A no ser, “Los sencillos tienen una tapa muy pequeña, en cambio, se vuelven cada vez más fuertes. La utilización de ataúestos tienen una tapa más grande para que se vea todo des elaborados y decorados según especificaciones son como ha pasado en algunas ocasiones, que la el vestido, porque casi siempre a la gente le gusta entecada vez más comunes. Desde los materiales que se utilizan, el tamaño, la forma, la decoración y hasta el co- misma persona enferma, por ejemplo de un cáncer, rrar a las niñas con el vestido de la primera comunión, lor son particularidades que las funerarias, como la de venga y escoja el ataúd y el servicio, faltándole un y así se las puede ver”, comenta Gabriel Martínez. San Vicente, consideran para fabricar los ataúdes con Así como en el antiguo Egipto, cuando la persona mes de vida”. toda la riqueza simbólica que sus clientes requieran. fallecida tiene condiciones físicas especiales, algunos ataúdes deben ser elaborados con algunas especificacioNacionales e importados nes. Para ello se utilizan dos tipos de cofres: uno extra “La gente piensa que nuestros clientes directos son los muertos, pero un fallelargo que mide 2.10 metros y otro, que es extra ancho y largo, que mide 90 cm. cido no te va a exigir un coro, un mariachi o un tipo de cofre”, comenta Gabriel de ancho por 2 metros del alto, que sólo cabe en un parque cementerio. Martínez, trabajador desde hace 20 años de la Funeraria San Vicente, quien aseLejos de los ostentosos decorados, están los cofres de los judíos que son los gura que sus clientes son los familiares y son ellos los que deben quedar satisfechos más sencillos: “De madera y una pintura que no brille, nada de metal y tienen con el servicio que se les presta, “a no ser, como ha pasado en algunas ocasiones, la estrella de David”, cuenta Gabriel. Estas características se deben a que en el que la misma persona enferma, por ejemplo de un cáncer, venga al salón de cofres momento de la muerte, la religión judía enfatiza la idea de que todos los hombres y escoja el ataúd y el servicio, faltándole un mes de vida”. son iguales. Estos cofres se hacen exclusivamente para los miembros de esa comuEl salón, donde se disponen los féretros para que las personas puedan apreciarnidad, ya que la funeraria tiene un convenio con ellos: “Nosotros, simplemente, los, alberga muestras de cada tipo y de la mayoría de colores de los que se dispoles proporcionamos el ataúd y les transportamos el cuerpo; los demás rituales nen. Los ataúdes elaborados en metal son los más baratos y los más comunes. Se son privados”. caracterizan por tener manijas doradas o plateadas y colores como morado y negro, Los ataúdes han sido testigos de la evolución de las culturas y están presentes “pueden costar entre 180 mil y 220 mil. Muchas veces los regalamos a las familias en la mayoría de los rituales funerarios conocidos, los cuales se han utilizado de escasos recursos”, comenta Gabriel. como estrategia simbólica de relación entre el hombre y su culto a la muerte. Estos ataúdes metálicos son también los usados para las cremaciones: “Se lleva Claro ejemplo es la importancia que tiene escoger el cofre adecuado dentro del el cadáver y luego se regresa el ataúd. Acá hay una persona que se encarga de cortejo funerario y lo que representa para familiares y amigos. Más allá de los cambiarle el revestimiento interno al ataúd cada vez que se utiliza”. materiales, el decorado y el costo, está el deseo de satisfacer las necesidades de los que se quedan. Y lo que se piensa es que debería gustarle al que se va, quien es, Sin embargo, para quienes son más exigentes a la hora de escoger el lugar donde al fin y al cabo, el único dueño de su último lugar de descanso. descansaran sus parientes, se tienen más opciones tanto nacionales como internacio-

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


Fotografía: Jorge Caraballo

El proyecto de Intervención Integral del Morro de Moravia, que lidera el Área Metropolitana, incluye plantas de tratamiento de lixiviados, obras de protección y paisajismo, y participación comunitaria y artística coordinada por el colectivo de museos M3: Casa Museo Pedro Nel Gómez, Museo de Antioquia, Museo de Arte Moderno, Centro de Desarrollo CulturalComfenalco y Centro Colombo Americano.


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