Revista Cultura O de abril de 2013

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Cultura O

HASTA SIEMPRE MAESTRO

Revista cultural para la región del Oriente Antioqueño / No 16, abril de 2013

Roosevelt Cuadros, pintor. 1956 -2013

del Oriente Antioqueño / No 13, enero de 2013

Título: Hombre leyendo Autor: F. Sánchez Caballero Técnica: Acrílico sobre lienzo


Editorial

ROOSEVELT CUADROS: EL HOMBRE DE LA MILIMETRÍA

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sta maldita violencia me quitó un amigo.

Por: Miguel Ángel Ríos Director

Dejó a Colombia sin uno de sus más grandes artistas. Dejó una cita pendiente con mis alumnos. Dejó a los amigos del artista a la espera de la otra copa de vino, de la charla amena, del consejo inesperado. Esta maldita violencia, irónicamente, dejó al Ejército de éste país sin su pintor más querido y con el recuerdo del más aguerrido capitán que combatiera en sus filas. El maestro dejó enseñanzas diseminadas y muchas voces de aliento que dar. La disciplina, la persistencia y el orden, personificados en un Santandereano perdieron a su más grande representante. Esta maldita violencia me dejó sin palabras, me quitó un aliento que no recupero todavía. Pero esta maldita violencia no podrá nunca borrar el recuerdo, las huellas y los trazos de uno de los hombres más buenos que la vida me haya dado la oportunidad de conocer.

HASTA SIEMPRE MAESTRO.

CONTENIDO Cuento: La mano Reflexión: La joven que un día soñó Cuento: Otras pasiones Desde la torre: cuento La Carta fotografía: Oscar Jaramillo Crónicas del nuevo mundo: El frasco de las tres caras Roosevelt Cuadros, In Memoriam Poesía: Eugenia Castaño Bohórquez El tour de Pablo Marcos

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Director: Miguel Ángel Ríos Diseño Gráfico: María Alejandra Ríos Colaboradores: Carlos Eduardo Vásquez Luis Enrique Atehortúa Alonso Ríos Vanegas

E-mail: revistaculturao@gmail.com / Teléfonos 5617191 - cel. 3128360990

Un producto de:



LA MANO

Mención de Honor, Concurso Internacional de Cuentos Breves, “CASA TOMADA”. Cuba (2003)

Por: Carlos Eduardo Vásquez

L

a mano me acaricia. Sube y baja por mi cabeza como rasgando una guitarra. Alisa mis cabellos largos como lágrimas oscuras. Unas veces con el dorso, otras con la palma abierta. Se detiene en el contorno de mis orejas, el cosquilleo invariablemente termina entre mis piernas. La mano palpa mi cuello, pesa mi pelo y se aleja embustera. Permanezco sentada viendo en la ventana la mañana fría. Trato de agarrar la mano, pero se suelta ofendida. La acera está llena de niñas de colegio con uniformes planchados con pulcritud por otras manos. Hoy no voy a clase, la mano me detiene con firmeza. Gimo... ¿Miedo? ¿Placer? ¿Dolor? No sé. No recuerdo cuando empezó la caricia. Llevo puesto un uniforme que jamás planchó la mano por estar ocupada acariciando mi cuello de niña grande. Los pelos de la nuca se erizan con voluntad propia. Tiemblo de frío y de inocencia. La mano baja por el escote de mi blusa, cierro los ojos para no ver los pequeños limones despertarse con el roce de sus dedos. Hay silbidos en la calle... Grito, grito con todas mis fuerzas, grito hasta quedar sin aire en el cuarto azul donde la mano me acaricia. Los botones se abren y mi blusa blanca cae junto a la pata de la silla. Una corriente silba bajo mis brazos desnudos, gira un par de veces sobre cada pezón y se aleja por la rendija de la puerta. La mano dibuja signos en mi espalda. Aprieta mis rizos con paciencia. Un vacío helado se apodera de mi vientre y baja cantando por mis muslos. Sudo a pesar del frío. La mano levanta mi falda escocesa y jala mis calzoncitos, los desliza sobre mis rodillas y terminan en mis pies. Mi entrepierna húmeda atrae su atención. Husmea mi sexo con sus dedos. Hala los vellos de mi pubis y la presión me congestiona los sentidos. Me abandono a la caricia de la mano hasta estallar por dentro... implosiono. La mano seca mi sudor y al retirar la humedad de mis labios siento el aroma marino de mi sexo. La mano se pierde en la oscuridad de mi cuarto, escapa dejándome desnuda y desvalida frente a la ventana. Día tras día, lo mismo; paso horas en este banco a la espera de la mano. La tensión me agota. Mañana le pediré que acaricie mis cabellos como siempre y que perfile mis oídos con sus dedos, pero que cuando llegue a mi cuello de niña grande, lo quiebre sin remordimientos como una rama seca, a ver, si así, despierto de una vez por todas de este maldito sueño...

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oy habla una mujer, una madre, una hermana, una hija, una amiga, una soñadora, una humana: levanto mi voz con la esperanza de que mis palabras estremezcan los corazones y logren calar hondo en las mentes de quienes escuchen. A los pensadores libres, a los intelectuales, a los poetas, a los políticos respetables de vocación, a los deportistas, a los artistas, a los empresarios, a los padres, a los maestros, a las mujeres, a los hombres, a los hermanos, hijos, amigos, a los humanos en general que no dejan su pensamiento y su alma empeñados por 30 monedas; nuestros jóvenes y niños reclaman a gritos alguien a quien seguir y no los decepcione, alguien a quien admirar e imitar, ellos quieren creer en que son posibles los sueños para que un día valga la pena para ellos ser un poeta o quizá un médico, un científico, un periodista, un bombero, un campesino, un lo que sea digno de acuerdo con sus capacidades y anhelos y que cumpla una función en la s ocie d ad s in s e r s ubutil izad os , o comprados o anulados por no acatar unos intereses creados. Ellos quieren respetar lo que sea digno de respeto, admirar lo que sea digno de admiración, que puedan llegar a una meta y conseguir una gratificación sin trampas ni dopajes sino por el verdadero mérito, donde la satisfacción mayor es el logro y el resultado más que el premio en sí mismo, con lo que se multiplica el efecto y se crean nuevos modelos para rescatar a la sociedad decadente. Así irán desplazando los modelos anteriores que se repiten históricamente de invasores e invadidos, de guerras donde mueren inocentes y pocos se quedan con el poder y los recursos de las mayorías. En la cadena natural donde sobrevive el más fuerte, entre los animales lo vemos todo el tiempo, el más fuerte domina a los débiles y se queda con los alimentos de los otros, hay un proceso de adaptación y muerte. Somos igualmente seres vivos, parte de esa cadena natural pero nos saca a la cúspide y el progreso el ser conscientes de nuestra diferencia, por eso existen músicos, artistas, científicos, pedagogos, personas anónimas que transforman continuamente las sociedades humanas, esa es la razón por la cual mejoramos en todos los sentidos, solo que la parte salvaje de reyes de la manada ata a unos cuantos que dirigen

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LA JOVEN QUE UN DÍA SOÑÓ Por: Eugenia Castaño Bohórquez

inmisericordes a costa de los pensamientos y destinos de las mayorías. Necesitamos jóvenes que formen una sociedad libremente educada, que con gusto paguen sus impuestos para bienestar propio y común, como ejemplo de ello, la sociedad finlandesa. Los adultos somos su voz, su camino, su ejemplo, tenemos el deber y la necesidad de dejarles una Esperanza, es solo un cambio de actitud en cada disciplina o rol. No podemos olvidar, con cada acto despreciable que tengamos de nuestra parte, que un día fuimos ese joven lleno de sueños. Cuando el tiempo pasa y vamos hacia la madurez, comprendemos que lo que queda es lo que tenemos en nuestro cerebro y en nuestra alma, lo que hemos recibido, lo que hemos proyectado y cómo seremos recordados, lo demás va y viene en el continuo devenir de la vida. Debemos sacudirnos y emprender un nuevo vuelo nosotros, yo, tú él, ella, ellos lo necesitamos, lo agradecemos y lo agradecen ellos: Los Jóvenes Soñadores. De qué sirve una guerra para “librar a un pueblo” si siempre será sometido al yugo de otro ególatra, para qué sirven la tecnología y la ciencia si fabricando bombas o armas masivas y después viene la miseria; de qué sirven 30 monedas a cambio de un favor, si se pierde a los seres amados o, lo que es peor, nos perdemos a nosotros mismos. Estos planteamientos no los entiende el hombre (hombre, mujer, humano)

económico; pero quizá si entienda que al administrar los recursos para largas temporadas beneficia sus propios intereses y los de su prole. El hombre económico es el que ostenta el poder en cualquier sitio del planeta, quiere mantener intactas sus viejas instituciones o por destino le ha correspondido tener ventaja sobre las otras personas del mundo, entonces les digo a los hombres económicos: sean admirados y respetados para que por lo menos valga de algo su existencia y sean recordados en su vanidad personal, históricamente como agentes de cambio y no de destrucción y de barbarie. Cuando estamos solos, viejos, enfermos o decadentes, no importa la raza, religión, tendencia política, condición socioeconómica, escasean los amigos, se es criticable y nos comen las masas, nos abandonan algunas veces los amigos, la familia y la sociedad; en esos instantes entendemos que lo único que nos salva es nuestra libertad, nuestro ingenio, nuestra mente, y aquellos que siempre están ahí, porque siempre hay alguien justo ahí (los seres Esperanza) así que si todos vamos a vivir alguna de estas condiciones alguna vez en la vida, más vale no crear cuervos que después nos sacarán los ojos; enseñemos a nuestros jóvenes a amar la naturaleza, a respetarla, a valorar y respetar al anciano, al enfermo, a administrar y no derrochar, a amar aprender, a amar leer, a amar trabajar, a saber competir, a amar ganar pero también valorar el perder.


Son las pequeñas partículas las que hacen que el microcosmos funcione y de armonía al macrouniverso, donde cada elemento cumple una función, con lo cuál cada uno es tan importante como el todo. Ayn Rand dice en su libro El manantial que “más vale ser egoístas para tener actos creadores, porque todos los actos humanos de injusticia se han cometido en nombre del bien común y el altruismo”; eso era aplicable a la sociedad que ella vivió en su época y se aplica claro está en el sentido de la hipocresía y la utilización de principios humanos respetables para fines de lucro de corto plazo, o para prolongar algún poder institucional en el tiempo. Pero no se puede esconder que grandes líderes conocidos y anónimos, humanos de distintas geografías son los que han hecho que el mundo cambie y evolucione; el bien común es un hecho cuando los intereses individuales se conectan para crear un orden social que permita que cada uno de esos individuos pueda tener unos derechos y unas obligaciones, que cumplan unas leyes para que el interés común genere prosperidad y bienestar a todos en la medida de su lugar en la sociedad. El altruismo si es la vía cuando carece de intereses creados de dinero, posición o poder. Un ejemplo claro es el altruismo de una madre o un padre o ambos, son ellos quienes forman el ciudadano, los impulsa un acto de altruismo natural por el afecto; o el maestro de vocación que deja su huella imborrable en generaciones de nuevos humanos, al sumar estos individuos se constituye esa sociedad. Lo respetable, lo admirable y los sueños comienzan desde casa, desde el colegio, las universidades, los grupos vecinales y luego se traduce en la sociedad de una patria, un continente, en el mundo. Es importante darles a los jóvenes formación académica, útil y pragmática pero también formación en sensibilidad social y natural, respetando los valores religiosos, políticos o regionales, pues ya es sabido que las guerras y las injusticias proceden de grupos cerrados que consideran que tienen la única verdad, refiriéndome a grupos religiosos o políticos y los grupos económicos y financieros trabajando por el lucro . De esa manera podrán alternar de forma natural y constructiva en una sociedad tan plural y cada vez más diversa. Cito a Thoreau: “Lo que un hombre piensa de sí mismo, esto es lo que determina, o más bien indica, su destino”.Lo que les enseñemos y lo que les alimentemos a

nuestros hijos, alumnos y jóvenes es lo que ellos pensarán de sí mismos. Por eso se debe acabar con los estigmas, con las actitudes derrotistas, belicistas y negativas. Nos urgen escuelas para los hijos, pero también escuelas para los padres, para los maestros, nos urge promover el concurso y el mérito limpio enorgullecedor según la disciplina. Aprender el oficio y la profesión, las actividades sociales y el contacto con la naturaleza desde pequeños como básicas. Cabe preguntarnos si nuestro legado y nuestra proyección beneficia y abre caminos para que las nuevas generaciones tengan derecho a soñar y a realizar sus sueños. No es posible que el humano educado cultive los estigmas, los sectarismos, los nacionalismos, por lo que tenga en su memoria reciente ya sea aprendido o por resentimiento. Tantos jóvenes de comunidades marginales pueden sacar a flote su creatividad y reinsertarse a la sociedad con motivaciones artísticas, científicas, o de oficios, muchas veces solo necesitan ser valorados y aceptados. Es mejor un joven que se sienta ilusionado y trabaje por un sueño así no llegue lejos según nuestra óptica de los hechos, quizá para él eso es llegar muy lejos y no un joven violento o sin norte en una sociedad cruel, donde se convierte mas en un problema que una solución. Queridos Amigos, conocidos y desconocidos, lo grito desde lo más hondo y sentido, como la joven que un día soñó

El libro fue rechazado por 12 editores, hasta que un editor joven en la editorial BobbsMerill le espetó a su jefe: "Si este no es un libro adecuado para usted, entonces yo tampoco debo trabajar para usted". El título del libro es una referencia a una cita de Ayn Rand: "El ego del hombre es el manantial del progreso humano" El libro tuvo tal impacto al publicarse que congregó al primer grupo de seguidores alrededor de Ayn Rand (Leonard Peikoff, Nathaniel Branden...). Estas personas se sintieron tan inspiradas por el libro que quisieron conocer a su autora. Este grupo se autodenominó, humorísticamente, "Clase del 43", en referencia al año de publicación del libro, y como distinción con respecto al grupo mucho más numeroso de personas atraídas al movimiento objetivista con posterioridad, especialmente las atraídas tras la publicación en 1957 de La rebelión de Atlas.

Ayn Rand, seudónimo de Alisa Zinóvievna Rosenbaum (San Petersburgo, Imperio ruso, 2 de febrerode 1905 – Nueva York, Estados Unidos, 6 de marzo de 1982), filósofa y escritora estadounidense de origen ruso, ampliamente conocida por haber escrito los bestsellers El manantial y La rebelión de Atlas, y por haber desarrollado un sistema filosófico al que denominó «objetivismo». Rand defendía el egoísmo racional, el individualismo, y el capitalismo laissez faire, argumentando que es el único sistema económico que le permite al ser humano vivir como ser humano, es decir, haciendo uso de su facultad de razonar. En consecuencia, rechazaba absolutamente el socialismo, el altruismo y la religión.

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OTRAS PASIONES

En El Carmen de Viboral EL MUSEO DE LA CERÁMICA: Por: Miguel Ángel Ríos Restrepo A MANO ARCILLA E HISTORIA DECORADA Un airecito fresco golpeó mi rostro, reviviéndome justo cuando me disponía a atravesar la calle, aún con el semáforo peatonal en rojo. Entonces volví a imaginar la escena de Dios soplando una bola de barro para darle vida. El vientecillo debió tener origen divino, porque bajo el sol del medio día de una ciudad con fama de ser siempre una eterna primavera, nada, ni los edificios, los autos, la ropa, la piel, ni siquiera el aire podía estar frío. Mis amigos me habían invitado con insistencia a un lujoso centro comercial a ver las mujeres más hermosas de la ciudad, a derrochar el dinero en juegos electrónicos, a comer pizza y a hablar estupideces. Pero yo prefería el centro de la ciudad, donde uno se mezcla con el enjambre humano y conoce sus múltiples formas de relacionarse, de subsistir, de defenderse de las arremetidas del tiempo y de las distancias; en el centro de la ciudad el hombre aprende a devorar al hombre y también a vivir de él y para él, aprende que el más fuerte no es el mejor, aunque de algo sirve serlo, se aprende de la vida y también de la muerte, de la opulencia y de la miseria, de lo sacro y de lo profano, se sabe la realidad que nunca entra en un centro comercial lujoso. Además era sábado, el primero del mes. Crucé la calle y volé sobre el enjambre para caer en un parque en el cual mensualmente se reúnen artesanos, hippies, bohemios, drogadictos y toda clase de cachibacheros para realizar la feria mensual de San Alejo. Con el primer vistazo supe que no había nada nuevo, no obstante, inicié el recorrido por el mismo lugar de siempre: por donde un hombre con un torno elaboraba trompos, vasos, candelabros y perinolas de madera Nazareno con una destreza que siempre me cautivaba largo tiempo. Luego estaba el tatuador con su estudio improvisado dibujando cupidos, rosas, delfines y escudos de equipos de fútbol. Junto al tatuador y debajo de una enorme Araucaria estaba Jimy, a quien siempre saludaba y nunca me reconocía, pero igual, me regalaba su sonrisa narcotizada y su pregunta monótona: «a la orden parcerito, ¿qué necesita? Yo siempre le

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decía que no, que sólo miraba, pero lo observaba a él, ó mejor, a sus manos habilidosas tejiendo manillas de hilos coloridos de las que los jóvenes atan a sus muñecas y de las que mi padre jamás permitió junto a mi reloj de mil dólares. Luego de mucho rato de observarlo y de responderle sus preguntas vacías, le compraba alguna de sus creaciones, tal vez como pago por el espectáculo que me ofrecía con sus manos, y luego la regalaba a uno de mis amigos. Entonces continué el recorrido preguntando por cosas que nunca iba a comprar, pensando en el entramado de los hilos de Jimy y relacionándolo con el emporio textil que mi padre pretendía que yo dirigiera una vez culminados mis estudios de Administración. Él mismo, mi padre, escogió la carrera, la universidad, mis horarios y por poco mis amigos, casi todos hijos de potentados comerciantes, políticos e industriales que vivían en una nación diferente dentro del mismo país que yo habitaba. Ya no recuerdo cuántas veces mi padre me llevó por toda la planta, como si hiciéramos un recorrido turístico, explicándome la función de cada máquina y de cada empleado, hablándome de la eficiencia, del tiempo, de los costos, de la producción y de las ganancias, casi sin importarle el interés que podía tener en ello un niño de cinco años, edad en la que hicimos el primer recorrido. "Todo esto será tuyo", decía mi padre, y continuaba: "las mujeres no saben de negocios, por eso no puedo poner la empresa en manos de tu hermana porque no le duraría ni un mes, ¡óyeme bien, ni un mes!". Luego descargaba su mano en mi hombro y continuábamos caminando lentamente mientras él elevaba el mentón y miraba con cierta arrogancia a sus subalternos y todo lo que era suyo. Esa tarde presté más atención a los movimientos de Jimy y a todo lo que requería para cada tipo de manilla, como los minúsculos telares y las lanzaderas improvisadas, de modo que ya sabía qué era preciso conseguir para comenzar a tejer y corrí a un almacén de variedades y decoraciones y compré diez madejas de

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hilo de diferentes colores y luego, en una carpintería explique el diseño de un pequeño telar y de unas lanzaderas para enrollar el hilo, más pulidas que las de Jimy. Con la materia prima y mis bártulos de tejido corrí a casa y encerrado en mi habitación comencé a hacer los primeros nudos de unas pulseras que al inicio eran verdaderas cadenas de enredos coloridos, pero que luego, con paciencia y persistencia, lograron ser aceptadas por


las exigentes muñecas de mis amigos. Yo tejía mi pensamiento y no requería, como Jimy, de dibujar primero en un papel el diseño que pretendía lograr, sino que combinaba tres o cuatro colores y lograba diseñar manillas hasta de seis centímetros de anchas con figuras tribales ó geométricas, letras, curvas y casi cualquier silueta. Además, cuando supe tejer casi sin mirar lo que hacía comencé a llevar mi juego de tejido al salón de clases, y sentado en la parte de atrás elaboraba los trabajos que me encargaban y que ya comenzaban a darme buenos ingresos adicionales. Cuando dominé por completo el arte del tejido manual me propuse elaborar la mejor pieza que pudiera y entonces conseguí rendir el mejor homenaje a quien fue, sin saberlo, mi maestro. Con hilos rojos, negros y amarillos dibujé una hermosa tela de araña en la cual prendí las letras que conformaban el nombre de Jimy, luego, el primer sábado de un octubre lluvioso se la obsequié. Él la observó detenidamente con sus ojos vidriosos, luego desató las pulseras de su muñeca izquierda y amarró con destreza únicamente la que yo acababa de regalarle, me miró entre un nubarrón pesado y rojizo y me regaló una sonrisa inocente sin palabras. Entonces creí comprender la distancia abismal que separaba nuestros destinos y la ínfima cercanía de nuestros espíritus, cultivados en campos diferentes, pero ofreciendo los mismos frutos. La puerta de mi cuarto fue golpeada fuertemente y con insistencia. Yo había tejido hasta tarde algunos encargos y por ello tardé en despertar y abrir la puerta que mi padre había comenzado a golpear con más fuerza. Al mirarme sospechó alguna enfermedad por la irritación de mis ojos, pero luego de tres semanas durante las cuales fui observado minuciosamente, mi padre diagnosticó con enfado y tristeza: " Mi hijo está consumiendo drogas”. Lejos estaba mi padre de la verdad y me impuso lo que para él fue un fuerte castigo, pero que para mí fue un regalo: encerrarme un mes completo en casa, aprovechando el período de vacaciones de fin de año, de modo que la Navidad y el año nuevo los pasé solo, tejiendo y leyendo algunos libros cuyos títulos habían descubierto en el taller ambulante de Jimy y que luego adquirí en librerías esotéricas, en anticuarias y en la sección de filosofía de las mejores bibliotecas de la ciudad. Para entonces ya había decidido no continuar en la Universidad, dejé de vestir ropas de marca,

comencé a dejarme crecer el cabello e inicié la difícil tarea de diseñar mi propia filosofía. Siempre había creído que los manilleros y artesanos nómadas peludos y vestidos de negro seguían algún tipo de creencia, que eran devotos de algún culto o que su teología la designaba alguna deidad poco conocida, pero descubrí que cada uno de ellos y de ellas ha inventado su propio sistema de vida, siguiendo patrones de comportamiento y apariencia similares, habiendo erigido una estructura espiritual, interna, muy individual, muy extraña y de alguna manera sacra y profana como una increíble amalgama que los une al mundo pero que los impulsa a lo etéreo. Esta contraposición produjo los efectos que yo esperaba y para los cuales venía preparándome. Mi padre dejó de pagar mis estudios y me expulsó de la casa arguyendo que yo era su deshonor, su decepción y la vergüenza de la familia. Conmigo sólo llevé mis trebejos de tejido y una grabadora vieja y me fui directo al lugar que dio origen a mi forma de vida: el centro de la ciudad. El enjambre muta para recibir la noche y sus dueños arman los cambuches pasajeros, se acuerda la estratagema para abusar del desprevenido, se dispone lo colectado en el día para el banquete comunitario nocturno y se inhalan los humos de la irrealidad cuando la noche y el silencio sólo dejan lugar para caer en cuenta de que se vive una realidad que hay que disfrazar para no enloquecer. La primera noche la pasé en el mismo parque en el que cada mes se realiza la exposición artesanal, porque no conocía las cloacas donde se podía pasar la noche por unos pocos pesos en medio de la más heterogénea población de pobres que prefieren sacrificar sus bolsillos a dormir en una acera, a sabiendas de que en los mal llamados hospedajes pudieran haber más delincuentes que en la misma cárcel municipal. Allí pernocté muchas noches y

conocí a los peores amigos que se puedan tener, supe del dolor, del hambre, del humo de la irrealidad y de un amor que murió en una acera cuando robaba comida para llevarme estando enfermo. Faltaban ocho días para la feria de San Alejo del primer diciembre lejos de casa y yo había tejido manillas excepcionales que quería mostrar a Jimy y hasta había pensado en pedirle que me permitiera trabajar a su lado. El sábado llegó con más tardanza que nunca, tal vez por ser esa la Navidad más dolorosa que recuerde. Corrí a buscar a Jimy, pero debajo de la Araucaria sólo había un arrume de rosas blancas frescas y una varita de incienso recién encendida. Jimy había muerto, según me contó el tatuador, y no dejó nada por qué recordarlo y sólo a mí, a quien enseñó sin siquiera darse cuenta, le haría falta en adelante. Con gran respeto acomodé las rosas y el incienso a dos metros de la Araucaria y ocupé el lugar de Jimy, y eso vengo haciendo hace ya diez años. De mi vida pasada tengo un revoltijo de recuerdos que evoco cada vez más distorsionados en los momentos en que un humo blanco me dispara hacia el éter. No tengo ningún seguidor y tampoco sigo a nadie porque el único culto que tiene alguna importancia es el culto a las manos que me permiten concretar lo que pienso, y no soy dueño de ninguna filosofía porque no encontré una que fuera lo bastante fuerte para retener mi espíritu errante. Ahora me hago llamar Isaac y no miro los ojos de la gente cuando les hablo; soy un ciudadano del mundo y mientras eso me haga feliz no necesito de nada más. De nada.

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La columna del Maestro

Desde la torre

LA CARTA Por: Alonso Ríos Vanegas

Fue por esa época cuando con más frecuencia veía a Román cabizbajo y preocupado. —Si las gentes venden sus parcelas y no cultivan más, vamos a sufrir un futuro de hambre —decía. Era su preocupación. —Ya la gente no quiere sembrar comida, sino jardines, ¡como si las flores se comieran! —refunfuñaba. Su caminar, año tras año, se hacía cada vez más lento, y su aspecto se transformó en el de un ser meditabundo. Con frecuencia lo descubría hablando solo, como si rezara. Una vez —estábamos en época de elecciones—, cuando él trabajaba en la huerta de mi casa, observé que ese día con más frecuencia que otros suspendía la labor y apoyándose en el azadón con los ojos perdidos en el horizonte hablaba solo. Sentí una infinita curiosidad por saber qué pasaba por su cabeza en aquel momento. Me dirigí hasta él y le pregunté:

cobija de lana y un juego de cocina, y a mí, una suave, tibia y gruesa ruana; cosa que se lo agradezco con toda mi alma. También he sabido que lo mismo ha hecho usted con muchos de los vecinos a los cuales les ha traído mercados y regalos. Pero, doctor Agujeros Negros, hay algo que me preocupa de todo esto: ¿por qué no hace con más frecuencia sus ayuditas, sabiendo que somos unas personas muy pobres, y no más lo hace cada cuatro años? ¿Será que a usted sólo le interesan los votos mío y de Ana y su familia? Yo, como usted sabe, no

—¿Por qué habla solo, Román? Apenas me miró. —Es que estoy escribiendo una carta —contestó. —¿Una carta? Bueno, ¿y dónde están el papel y el lápiz? Y él muy serio me respondió: —Es que la carta la estoy escribiendo aquí —y me señaló su cabeza, propinándose con el dedo un golpecito en la sien. —Pero, dígame, Román, ¿cuál es el contenido de esa carta, si es que se puede saber? —insistí con mayor curiosidad. —Sí, señor, ya mismo se la voy a leer —y poniéndose en actitud serena me la dijo, de pie, apoyado el hombro en el azadón, y tal como si estuviera leyendo en un papel: “Doctor: Hoy ha venido usted a visitar mi casa, mi humilde y sencilla casa, para no decir más; y me ha traído unos regalos: a mi mujer una

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puedo votar por nadie, ya que perdí los derechos de ciudadanía cuando estuve en la cárcel pagando a mi suegro, y nunca me preocupé de volver a recuperarlos. Usted me prometió que me ayudaría con su influencia de Padre de la Patria desde hace cuatro años. Esta vez me lo ha vuelto a prometer, pero yo ya no le creo. No queremos los vecinos de la comarca que nos vuelva a prometer nada, sólo queremos la paz y la tranquilidad. Pero, señor don doctor, usted que es tan sabio y nos quiere tanto, ¿por qué en vez de prometernos pescado no nos da las herramientas para pescar? ¿Será que si aprendemos a pescar después no lo vamos a necesitar más? Pero doctor Agujeros

Negros, no tema que no vamos a abandonarlo, ya que como usted bien lo sabe, nosotros somos unos ignorantes, y cuando uno es insabido, tiene que estar dependiendo de personas como usted. Doctor, me gustaría que con más frecuencia nos visitara y viviera más directamente nuestra situación. Nosotros, como le digo, somos muy ignorantes y de nosotros todos se aprovechan; mire y verá: los curas antes de Semana Santa y en las misas nos insisten en que, como estamos en pecado mortal, nos vamos a condenar; que si comemos, estamos en pecado, que si bebemos, también; y estamos en pecado mortal también si hacemos el amor, y si no lo hacemos, también, ¡estamos jodidos! Todo es pecado. Si pensamos, malo, y si no pensamos, también; mas luego para rematar, viene usted cada cuatro años y nos pide que votemos por usted, porque si lo hacemos por otro, dizque también es malo, porque usted es la salvación y la única verdad, además, es amigo del cura. Hay veces que nos sentimos tan solos e impotentes con tanta pobreza, como se siente mi patria sola e impotente con tanto corrompido desvergonzado y podrido. Todos estamos esperanzados en que nos construyan la escuela y así todos dejemos de ser ignorantes, pero veo que todo es palabrería, y cuando usted piensa que podríamos dejar de ser ignorantes, veo que se pone tembloroso de sólo pensar que el día que no haya ignorantes, entonces se


acaba a quién gobernar, porque ese día todos vamos a ser sabios, y a un sabio no se le dan órdenes, doctor, sino que se le escucha. Doctor, estamos pensando en construir un acueducto y nos vendría de perlas que usted nos ayudara; sabemos muy bien la capacidad de conseguir dinero que tiene usted allá en la comisión del Senado, donde usted con tanta sabiduría ha llegado; pero, por favor, lo que consiga que sea todo para nosotros y no nos cobre la comisión, mire que eso sí es un pecado mortal, conseguir dinero a nombre de las comunidades y luego no traer ni la razón. Doctor Agujeros, no se inquiete, que como yo no sé escribir, esta carta nunca le va a llegar a nadie, además, como todavía no han inventado ningún aparato para leer la mente, esto que escribo aquí en mi cerebro nadie lo va a conocer, pero sí me gustaría que algún día comprenda que los colombianos no somos bobos y de seguir así ustedes los políticos, llegará un día en que todos nos vamos a rebelar y no va a quedar títere con cabeza. Cordialmente, ROMÁN”. Dijo ese “Román” con una seguridad tal en la existencia real de la carta, que me pareció que la dijo en mayúscula.

Lo miré anonadado. No podía creer de un ser tan elemental tanta claridad sobre nuestra problemática social. Lo observé nuevamente, y encontré un rostro aindiado, moreno, arrugado y mal afeitado, que bajo un sombrero roído y sucio se transfiguraba. Poco a poco, en efecto, cambió el aspecto serio de quien termina de hacer una proclama, a un rostro sonriente que mostraba unos dientes postizos, desgastados, sucios y amarillentos, que se movían en las encías desencajándose; hasta que de su boca, puerilmente enmarcada por un bigote insulso y de pocos pelos, salió una carcajada estridente, bullosa y endemoniada, que sacudió todo su cuerpo como un pequeño terremoto, y se escuchó burlonamente en el aire durante largo rato. Tomó su azadón, con actitud triunfante, lo puso sobre su hombro izquierdo, miró al cielo, vio cuando el sol también terminaba su jornada, y exclamó, riéndose todavía: —Son las cinco y media, don Alonso, me voy a descansar.

el azadón, “escribiendo” cartas, trovas y relatos en su cabeza, y aun componiendo canciones. Por esos días, había aprendido a usar botas de caucho para proteger sus pies anchos y planos, luego de haberse hecho, cuando cultivaba en el huerto, un corte con una lata de sardinas que por poco le tumba dos dedos del pie. Se alejaba con su caminar lento y ladeado, por el camino que conduce a su casa, distante cien metros de la mía, con los últimos resplandores de la tarde. Se alejaba para ir a descansar en el estrecho corredor de su casa de bahareque encalado y postes rojos donde lo esperaba Ana con la ponchera de agua caliente para que se lavara los pies y las manos entierradas. Sentado en el corredor, Román contemplaba los atardeceres, costumbre adquirida los últimos años, cuando descubrió la belleza indescriptible de los arreboles. Cuando llegaba la noche, recibía la comida que de costumbre le preparaba la nerviosa Ana: frijoles con coles, arroz y un chicharrón grasiento.

Fue común para mí por la época verlo hablar solo cuando trabajaba en la huerta de mi casa, con sus manos sobre

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Oscar Jaramillo Comunicador-Fotógrafo profesional Docente en fotografía, UCO jaramillo.comunicador@hotmail.com

El rastro de tu luz, Barranquilla

Bodegón No 1

Frontera soñable, Cocorná


Tr贸pico de fuego, Santa Marta

Convoscanto, El Carmen de Viboral


CRÓNICAS DEL NUEVO MUNDO Por F. Sánchez Caballero

EL FRASCO DE LAS TRES CARAS

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aminaba con la mirada clavada en el piso, no se si en busca de pretextos o respuestas. Caminaba como siempre por la carretera larga y polvorienta, que a fuerza de recorrer albergaba entre el odio y sus afectos. Caminaba zigzagueante, en silencio, con una seca sensación de rabia en los ojos y la amarilla ilusión de que algo ocurriera; pero tendría que llenarse de paciencia; la calle que hacia cualquier lado parecía no tener fin, en definitiva, representaba la línea de la vida de su palma; el sendero solitario, áspero e incierto de su destino, y debía andarlo muchas veces antes de crecer. No había cumplido diez años, llevaba un vestido remendado a mano, con puntadas grandes y desiguales; la cara manchada y los pies descalzos. En ocasiones hacía los mandados de su casa hasta la tienda con desgano, —no se justifica ir tan lejos por cuatro cucharadas de azúcar y un diente de ajo—, pensaba; sobre todo cuando recién llegaba de la escuela; era como retroceder en el tiempo. Le fatigaba el extenso trayecto hasta “la luz del Sinú” a comprar hielo en totuma cubriéndolo con afrecho de arroz, para preservarlo un poco del sofocante calor del medio día sabanero. Había pocos árboles que le dieran sombra, no había casas a la orilla de la vía, ni pájaros; excepto uno que otro burro somnoliento, no tenía amigos a quienes saludar en el largo trecho; era la

maldición de vivir entre dos pueblos, sintiéndose ajena en cualquier lugar y lejos de todo. Hay quienes creían que caminando hacia el sur se podía llegar a las legendarias montañas de Antioquia, y hacia el norte hasta el mar. Pero nadie tenía la certeza, y su mirada pequeña tenía el alcance del vuelo de una gallina. Sobre el polvo ardiente del sendero pateaba todo elemento extraño que veía: tarros, troncos, piedras, hojas, sapos disecados por el sol… por la necia manía de jugar bola de trapo con sus hermanos. Un objeto nunca antes visto llamó su atención. Un frasquito de vidrio con poco más de dos pulgadas, tan grueso como un lápiz, y dos tapas de caucho asidas con aluminio en sus extremos. Tres borrosas manchas entre rojizas y marrón, flotaban sobre un líquido verdoso en su interior; a contraluz y desde el ángulo apropiado semejaban tres diminutas caras. Llevó el frasco a su casa y se lo dio a su madre. La niña Mane no había sido una mujer feliz; su primer gran amor la dejó siendo muy joven con dos hijos pequeños. Ño José se hizo cargo de ellos con tanto esmero que ella acabó por aceptarlo y dedicó el resto de su juventud a parir muchachos. Vivían el día a día; ella no era una persona de grandes aspiraciones y se conformaba

con poco, pero la vida no le había ofrecido muchas alternativas y sus ruegos palidecían. Allí donde casi nada ocurría, cada nuevo hijo era como una renovada esperanza que se diluía con el tiempo; pero ahora uno de ellas, sin saberlo, había traído un pequeño motivo de alegría a su frágil destino, un mínimo propósito por el cual seguir sufriendo. Tal vez era la respuesta que tanto había esperado. Trató de abrirlo infructuosamente, y acabó por guardarlo en su baúl como algo inusual hasta averiguar de qué se trataba. Lo aseguró y volvió a colgar la llave en su cuello, pues aunque no tenía nada de valor en ese viejo cajón, conservaba esa mezquina costumbre, desde la vez en que extravió unas enaguas, que la brisa arrastró desde el alambre, y encontró al tiempo en el platanal pisoteada por los puercos, no sin antes haber fustigado a sus hijos con ramas de totumo soasadas. —No hay que tentar al diablo, —se dijo, y metió la llave en esa cadena de plata que cargaba en memoria de su primer marido, y que conservaría hasta el día de su muerte. Las brisas huracanadas de junio casi dejan la casa sin techo. Las tres tejas de zinc que les habían dado por el voto en las pasadas elecciones, volaron tan lejos, que ño-José tuvo que traer palma amarga de los lados de La Culebra, para remendar el roto que había dejado la cocina a la intemperie. Hurgando en el baúl por un cabo de vela para implorar a la virgen blanca, la virgen del caracol o al santo de las tormentas —sea cual fuere— que no lloviera ni brisara más, la niña Mane tropezó el minúsculo

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frasco en el fondo con su líquido verdoso, pero con extrañeza notó que las tres caritas habían desaparecido. En vano trató de destaparlo nuevamente pero al cabo de un rato perdió todo interés y sin darle más importancia, se lo devolvió a su hija. Al final del día, la muchacha, cansada de jugar, lo puso junto a la vela encendida pues le gustaba el reflejo verde que se transparentaba a través de él. No le pararon más bolas hasta cuando ño-José parapetó el techo de palmas y la vela se aprestaba a dar el último suspiro. En ese punto observaron que las tres caritas habían reaparecido con intensidad; maravilladas lo asociaron con el hecho de sentirse protegidas por una fuerza superior, ya que tampoco cayó una gota de agua más y la tormenta desapareció. Mostraron el prodigio a ño-José y al resto de los pelaos, pero viendo la poca trascendencia que le dieron, la niña Mane lo volvió a meter en el baúl bajo llave, pues una leve sensación de regocijo y agradecimiento se había encajado en su corazón. —Quizá sea la respuesta a todos mis rezos—, pensó. Algunos meses después, buscando las últimas monedas que casi nunca le sobraban, para comprar un expectorante, encontró de repente una vez más el frasco. Miró con desazón que igual que antes, las tres caritas ya no estaban y por una asociación de imágenes y presentimientos, supo entonces que nada bueno le esperaba. No halló dinero suficiente, sus males empeoraron y estuvo en cama durante quince días con una tos tan fuerte que sacudía los frágiles cimientos de la casa. Ño-José le daba infusiones de hierbas todos los días y sus hijas mayorcitas se ocupaban de los quehaceres cotidianos.

En medio del desánimo, optó por prender otra vela a los santos; se frotó con fe el diminuto envase por el pecho, le encomendó su salud y lo puso junto a la lumbre. A la mañana siguiente se levantó por sus propios medios para darse un baño de agua tibia con hojas de limón, flor de amor y naranja agria. Al terminar observó que las tres caritas la contemplaban cálidamente, desde el fondo de su transparente velo verde, como el día después de la tormenta. Ya no le dolían los huesos, no le ardía la garganta y el alma le había vuelto al cuerpo. —Estoy curada—, se dijo. Se arregló, se peinó y salió a regar la historia de su sanación entre parientes y conocidos con tal brillo en la mirada y convencimiento de palabras, que todos empezaron a hacerle romería al frasco de las tres caras con devoción. Exagerando la comprensión de las facciones, algunos se aventuraban a afirmar que se trataba de José, María y el niño. —Son los mismitos—, decían. Pronto las personas comenzaron a traerle dijes de oro y plata por los favores recibidos, y la olla del café no bajaba del fogón, ya que su casa pese a la distancia, se volvió un lugar de peregrinación. Fueron tantos los testimonios de bienaventuranzas y milagros, que ella optó por hacer una urna de madera y vidrio para resguardar el portento y poner en su interior el pago de las mandas: ojos de plata, manos de oro, piernas, corazones, racimos, formas de cuerpo entero, vacas, puercos, caballos, casas, y todo tipo de figuras y dijes amorfos, hasta cubrir el frasco en su interior. Pasado un tiempo el río Sinú comenzó a desbordarse lentamente, amenazando con inundar todos los valles de la región. Los pronósticos no eran los mejores;

cuadrillas de voluntarios y trabajadores se congregaban en las orillas para tapar las bocas del río con sacos de arena. Los algodonales y maizales estaban a punto de ahogarse y la niña Mane atendiendo a las súplicas de la gente que encontraba a su paso despejó la urna para limpiarla y prenderle velas a los tres santicos. Su desconcierto fue grande cuando no vio el frasco. Sacó uno por uno los dijes de la caja, revolcó todo de cabo a rabo, buscó por la tinaja, la hornilla, la troja, entre los platos y cucharas de totumo y todos los rincones de la cocina; pieza por pieza, cama por cama, sacudió las mantas y sábanas rotas, los chinchorros, todos sus chiros; hostigó a cada uno de sus hijos casi hasta las lágrimas sin éxito. —Algo muy malo va a pasar aquí—, se dijo; y entró en un estado de ansiedad y una obsesiva compulsión tal, que dejó de hacer sus menesteres por andar poniendo patas arriba la casa desde que el sol salía hasta que anochecía. Ensimismada por encontrar el objeto de su devoción, hurgó debajo de la batea, entre los palos de leña, bajo los bindes de piedra, en el pilón; sacudió el trapo tiznado de bajar ollas una y otra vez, levantó cada hoja seca tirada en el platanal, desmenuzó los restos de la basura quemada en el patio… No tuvo tranquilidad ni sosiego, ya no se pertenecía; perdió el apetito por completo, sólo tomaba café amargo todo el día y deambulaba por ahí, con pasos cortos, tambaleante, aferrándose a los horcones de la sala, sin espabilar, con la mirada fija en un punto olvidado en algún lugar de sus recuerdos. Si uno de sus hijos pasaba cerca lo agarraba del brazo y en tono suplicante le preguntaba si él lo había roto. — Dime la verdad, le decía, —yo no te voy a hacer nada. En ocasiones

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se paraba intempestivamente del taburete para buscar en un sitio que creía haber ignorado inexplicablemente. Achicó el pozo de agua baldado a baldado hasta dejarlo seco por completo y escarbar el fondo de lodo con sus dedos flacos. Sacudió el alar de palmas con la escoba, espantando una nube de murciélagos que torpemente se tropezaba con las ramas de los árboles. Sin poder dormir, se levantaba por las noches como sonámbula para ralear a oscuras entre los zapatos y chancletas bajo la cama. Una mañana se encontró de repente con su reflejo desnudo frente al espejo mohoso, y descubrió la estampa de la muerte agazapada tras el negro de sus ojos zenúes. Así la halló ño-José tirada en el suelo a la salida del baño de totuma que por un impulso nervioso acababa de tomar; tiesa y tan delgada que parecía una santa de palo. Arreglando el cadáver, sus hijas siguieron el curso de la cadena atada en el cuello hasta desenredar de su larga cabellera la llave del baúl; lo abrieron para sacar el único traje negro que tenía y vestirla para el velorio. Entre las enaguas, hallaron el frasco con el líquido verdoso que denodadamente había buscado. Lo sacaron, lo volvieron a

meter en la urna y le prendieron velas como una última ofrenda a los tres santicos por el alma angustiada de su madre. Rogaron en silencio, para que su fantasma no volviera del más allá a jalarles los pies con aire desesperado y lágrimas en los ojos, inquiriéndoles por el paradero del pequeño frasco. Al día siguiente los tres rostros se veían con claridad, —como después de la tormenta—, recordó la muchacha; habían reaparecido con la misma nitidez de siempre. Por su intermediación o por el advenimiento del verano, el río se detuvo sin hacer muchos estragos en los cultivos, y la cosecha de maíz y algodón nunca fue tan próspera en la región. La urna de vidrio se llenó, cubriéndose por completo con motas de algodón y pequeñas mazorcas de plata y oro. El tiempo ha pasado apenas perceptible; la carretera larga y polvorienta ahora está asfaltada, pero su destino sigue siendo incierto; nadie ha vuelto a ver al pequeño frasco de las tres caras, y su recuerdo, como el de la niña Mane, poco a poco ha caído en el olvido.

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ROOSEVELT CUADROS El pintor del ejército - In Memoriam

Última entrevista que concedió el maestro Roosevelt Cuadros, tres días antes de ser asesinado. Fue a un grupo de estudiantes del programa de Comunicación Social de la Universidad Católica de Oriente, colaboradores de Cultura O. La transcribimos íntegramente, sin adaptaciones ni modificaciones con intenciones de edición, para conservar la riqueza de sus palabras y el mensaje que contiene ésta, su última oratoria. uno un reglazo Cultura O ¿Maestro Cuadros, ¿su gusto por el arte es nato? Roosevelt Cuadros: Yo nací artista, desde los cuatros años con una tabla y estoy pintando, pero desde los cuatros años me están yo tenía que castigando, porque en mi casa eran muy radicales con el estarme quieto cuento del arte. Me decían que no querían -mi papá sobre y l u e g o d e l todo- que no quería ver ningún homosexual, alcohólico, g o l p e y a n o puerco, cochino o degenerado en la casa. Les estoy podía pintar. diciendo las palabras tal cual como me las decían cada rato. Fui creciendo y Entonces mi papá, cuando yo era niño, le ordenó a mi a los 16 años le profesora que debía castigarme en las manos cuando me dije a mi papá viera pintando (cuando eso le daban a uno era con regla), que yo quería en mi tiempo tenía que poner la mano y entonces le daban a s e r a r t i s t a . Tenía 15 años y entonces yo le dije: papá ya entro a sexto de bachillerato y quiero prepararme antes de entrar a la universidad. Me dijo: Bueno, mijo, ¿qué quiere hacer? y yo dije: pues papá, yo quiero ser artista. Y entonces me dijo: Vuelvo y le repito que no quiero a ningún marica ni nada de eso. Usted va ser general de la república. Le dije: papá, pero yo no sé lo que es un soldado o un policía ¿Cómo me va meter a eso? Dijo: No, no, no, si no hacemos eso usted va a terminar siendo por ahí cualquier degenerado. Y así fue: me metió al ejército y llegue a la escuela militar de Bogotá. Yo nunca en vida había estado en una parte tan dura, yo tenía 16 años cumplidos. El fusil era más grande que yo, las órdenes que me daban eran impresionantes; entonces empecé a moldarme y a pensar que ya no podía ser artista y que tenía que ser un gran militar. Al principio me fue muy mal, yo duré como dos años o tres en los que yo era el último para todo, el más malo, y allá todo se castigaba. Hasta que un capitán me dijo: La vida en el ejército se la da el soldado; si usted quiere que le vaya mal, entonces sea malo, si quiere que le vaya bien ¡esfuércese! Entonces yo le dije a Dios: Bueno señor, yo soy artista y no sé porque usted me tiene acá, pero a partir de hoy voy a ser el mejor militar. Y empecé a ser el mejor militar. No podía pintar, no podía hacer nada, ni podía decirle a ninguno de ellos allá que yo quería ser artista porque eso era la peor ofensa. Una vez traté de decirlo y me dijeron: No señor, usted vino fue a servirle a la patria. Pasaron cuatro años muy difíciles y a ascendí a teniente y entonces yo le dije a un coronel que yo quería irme para la guerra, porque yo no iba a ser mucho en el ejército si no iba a la guerra a defender mi país. Me dijo que no, que a mí

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LA NUEVA GENERACIÓN del periodismo en el Oriente

me había ido muy bien, que me iban a mandar de guardia presidencial. Yo dije: ¡No, yo me voy para la guerra! Luego ascendí a subteniente y me fui. Estuve en Caquetá, Vaupés, Vichada, La Guajira, Chocó; me conozco a Colombia desde La Guajira hasta el Amazonas y desde Arauca hasta Chocó. Pero mientras yo estaba en la selva, yo veo a un colibrí que hacia su nido, yo dentro de mi trinchera, lo alcanzaba a ver; pero yo tenía que estar pendiente porque o si no me daban a mí. Después veía cómo una mariposa colocaba el huevito, se convertía en una larvita, y después de la larvita, yo alcanzaba a ver cómo se hacía mariposa. Les estoy resumiendo 14 años que estuve allá. Yo veía cómo las hormigas pasaban, las abejas hacían su panal, se habrían las flores y entonces yo cogía las hojas, las miraba y me las aprendía de memoria. Alcancé a coleccionar

mariposas, eran bellísimas. Y pasaron 14 años, yo nunca quise estar en ninguna parte que no fuera la selva. Pero mientras estuve en la selva me gané todas las condecoraciones que quiera. Y durante esos 14 años grabé absolutamente todo, porque no podía pintar. Durante ese mismo tiempo estuve combatiendo la guerrilla en la selva y nunca me mataron un soldado; heridos sí muchos, pero muertos ninguno, y siempre me condecoraban y me premiaban con los cursos que yo quisiera, de Ranger en Estados Unidos, de lo que fuera, de fuerzas especiales, de francotirador en Israel, lo que yo quisiera, pero luego siempre volvía a la selva. Cuando llegue a capitán, luego de 14 años en la selva, me dije: yo creo que yo ya cumplí con mi patria, cumplí con mi papá, cumplí con mi familia; yo voy a ser artista porque yo nací artista, yo amo el arte, quiero el arte y a mí no me pueden arrancar eso de mi alma, porque yo soy artista. Cuando me retiré y le entregue todas las condecoraciones a mi papá y le dije a él que no me falta ninguna por recibir, me echó de la casa, me dijo: usted va a ser un hombre de honor, gran pendejo. Yo le dije: No papá, para ser un hombre de honor yo no necesito ni soles ni estrellas, ni nada. Puedo ser un hombre de honor siendo artista. Después de tener ese uniforme, mi sueldo que era muy bueno, los beneficios que recibían mis padres y luego de tenerlo todo, yo ya no era nadie, andaba en bluyines. Y entonces alguien me dijo: venga, si usted quiere ser artista y ya se retiró de verdad del ejército por ser artista, hay una oportunidad de que se vaya para Holanda a estudiar técnicas del color, nosotros le damos todo. Y me fui año y medio. Regresé y un primo me dijo: primo, es que mi tío lo trata muy mal, hermano, lo trata como un perro. Y le dije: si hermano, mi papá quería que yo fuera general, pero yo le digo que yo soy pintor; y él ha hecho todo, ha

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sacrificado absolutamente todo para que yo sea general. Entonces me dijo: venga primo, yo estoy en México, mí mama me manda plata para pagar la niña del servicio, usted porque no coge esa plata, mantiene el apartamento bien y vámonos primo. Y le dije: ¡listo! Me fui para México y la plata que le mandaba mi tía para mi primo, yo lo cogía, yo lavaba los platos, lavaba la ropa, le arreglaba el apartamento y me iba a estudiar. Allá estudie toda la parte artesanal. Cuando me regresé a Colombia nadie me compraba nada. Mi papá me trataba mal, mi mamá lloraba, todos me tomaban del pelo, mis familiares me daban quinientos ó mil pesos, yo andaba todo tirado. Por donde iba llevaba conmigo unos cuadritos, pero nadie me los compraba. Las galerías no me prestaban atención y entonces yo ponía mis pinturas en almacenes de ropa interior Entonces llegaron unos amigos y me dijeron: hermano nosotros estamos trayendo unas cosas para Venezuela y tenemos un apartamento solo con muchacha de servicio y allá sí hay arte. Y le dije: ¿Dónde están ustedes hermano? Me dijo: nosotros estamos en China. Y me fui para China. Allá estuve un año y aprendí a manejar la tinta China. Y me regresé y nada, nadie me compraba nada. Mal por todos los lados. Y como no tenía nada que hacer, hice unas hojas de vida y las mandé para toda Colombia, eso fue hace 23 años, y me llamaron de Medellín, yo soy de Cúcuta, Norte de Santander. Y me vine y llegué a una empresa súper espectacular, la mejor yo creo que hay aquí en Antioquia, una de los bananeros en el edificio Coltejer y entonces me mandaron para Urabá y allá trabaje un tiempo en el Tapón de Darién y aprendí muchísimo. Cuando llegó el presidente de la multinacional y me dijo: ¿usted es pintor o es capitán? yo le dije: Yo soy artista. Y dijo: entonces muéstreme la obra suya. La vio y me dijo: sí, usted es artista. Yo lo voy ayudar. Y me ayudó para hacer una exposición e invitó a todo el sindicato antioqueño, a

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los industriales más pesados de Antioquia y yo tenía como 15 obras reunidas de todo lo que había hecho. Y las vendí todas, con esa plata me compré mi carro, mi casa, le ayudé a mis hermanos. Y empezó mi vida a cambiar. Y empecé a ser amigo de grandes maestros como Alonso Ríos, lo que para mí es un privilegio, porque es uno de los artistas más importantes que tiene Antioquia. Sus consejos, sus enseñanzas, lo que es él como ser humano y su sabiduría me fortalecen y me inspiran para luchar ppor lo que uno quiere. También de Botero, entre otros. Y mi vida cambió para bien. Todas mis obras revelan toda la naturaleza que vi en la selva, y aplico todo lo que aprendí en mis viajes por el mundo, así no haya ido a una universidad. Ojalá que su profesor Miguel Angel, estimados alumnos, los lleve también a mi taller para que conozcan mi pinturas. Mi obra más pequeña es de 1,80 por 1,10 y me gasto un año haciéndola y he llegado a tardar dos años en una sola obra. Y ahora le doy gracias a Dios por haber estado en el ejército y fortalecerme. La historia con mi papá, después de todo esto, fue que me comenzaron a entrevistar por todos los medios de


comunicación y hasta Pacheco y Gloria Valencia de Castaño hicieron programas conmigo. Luego organicé una exposición en Cúcuta a la cual asistieron grandes personalidades, el alcalde, en fin, y todo el mundo preguntaba por mi papá y yo les respondía que no esperaba que a él le interesara lo que yo hacía. Entonces el gobernador y el alcalde lo buscaron y con engaños lo llevaron al sitio de la exposición. Yo le había contado la historia de mis penurias para ser artista a muchos periodistas, por eso cuando mi papá llegó, todos estaban pendientes de los sucesos y entonces uno a uno comenzaron a decirle que por su actitud casi priva a Colombia y a Norte de Santander de tremendo artista. Él se excusaba diciendo que lo único que buscaba era lo mejor para su hijo, pero que si hubiera sabido de lo que ahora veía allí expuesto nunca me hubiera mandado para el ejército. Se dejó llevar por lo que veía que eran los artistas: pelilargos, vacaniaos, marihuaneros y bebedores. Pero a mi nunca me ha gustado beber hasta embriagarme y la paso bien tomándome un vino con mis amigos. Ahora, luego de haber sufrido tanto, pero tanto, y de haber estado tan mal, estar ahora tan bien. El arte me lo ha dado todo, me ha dado mi lugar. Uno es lo que quiere ser. No hay obstáculos, no hay cansancio, no hay fatiga, los profesores no son malos, nada puede interponerse si usted quiere lograr ser lo que quiere ser. El arte es la prueba reina que ha sido transmitida de generación en generación; el techo de la humanidad el techo del ser humano es el arte. Cada obra de arte es única e irrepetible, no se puede multiplicar como se multiplican los carros de lujo. Jóvenes, independientemente de las dificultades económicas, de lo sentimental, de lo que piensen los familiares, del clima, de la situación del país en el que les tocó vivir, de todo, ustedes pueden alcanzar lo que quieran. Recuerden: para la mente humana no hay límites, busquen sus sueños, aprendan de los maestros, aprovechen el conocimiento que se les está dando hoy y, como dice el profe Miguel, deben insistir, persistir y nunca desistir. Sola la disciplina y la persistencia llevan al éxito. Ánimo muchachos y cumplan sus sueños.

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Columnista Invitado

Por: Luis Enrique Atehortúa Sánchez Docente UCO

Medellín aparece en el puesto 24 de las ciudades más violentas del mundo, según ONG, Publicado el 27 de marzo de 2013. Medellín, Cali, Cúcuta, Santa Marta, Pereira y Barranquilla hacen parte de las 50 ciudades más violentas del mundo, según el ranking elaborado por la O N G mexicana Seguridad, Justicia y Paz. Cali se ubica en el séptimo puesto de la clasificación del año 2012, con 1.819 muertes registradas, para una tasa de 79,27% por cada 2.294.653 habitantes. En el número 22 está Cúcuta con 346 homicidios (tasa de 54,29), seguida de Medellín en la posición 24 con 1.175 asesinatos (tasa de 49,10), Santa Marta (posición 29) con 209 muertos (tasa de 45,26) y Pereira (puesto 37) con 167 asesinatos (tasa de 36,13). Barranquilla ocupa el lugar número 50 con 349 muertes, para una tasa de 29,41.

¿EN QUÉ PLANETA QUEDA LA CIUDAD DE MEDELLÍN? El ránkin está organizado de acuerdo con la cantidad de muertes violentas en proporción con la cantidad de habitantes, abarca 50 ciudades del mundo y está encabezado por San Pedro Sula (Honduras) con una tasa de 169,3 muertes por cada 100.000 habitantes. Este informe señala que el propósito del ránkin es “contribuir al reclamo que los diferentes pueblos del mundo hacen a sus gobernantes para que cumplan con su obligación de proteger los derechos de los individuos a la vida, la propiedad y la libertad”. Obviamente y como natal de la bella ciudad de la eterna primavera, no voy a hacer apología a estos desafortunados comentarios, pero sí creo nos invitan a reflexionar frente a otros que dicen por ejemplo que Medellín es la ciudad más innovadora del planeta… es una antípoda totalmente desmesurada. Por un lado somos muy buenos y por otro, ¿somos muy malos? Recuerdo ahora a Monseñor Ricardo Tobón, anterior canciller de la UCO y obispo de la Diócesis Sonsón Rionegro; hoy Arzobispo de Medellín, cómo fue vapuleado por algunos defensores de irrealidades a raíz de sus comentarios con respecto de la real realidad. La verdad es de a puño; y esa “chapa de medallo”, hasta que medios de

comunicación como CARACOL y RCN no cambien las temáticas de sus series, seguirán mostrándole al planeta que la Medellín de sicarios, mafia, prostitutas y ladrones “por doquier” aún existe. Mentiras unas y mentiras otras. Unas porque aunque existen, han mermado y otras porque en realidad la ciudadanía de Medellín se ha sobrepuesto a muchas adversidades y hoy por hoy es uno de los mejores sitios para los visitantes de todo el planeta. Que las autoridades deben apretar ciertas tuercas; no hay duda, pero desde nosotros los nativos, debería de hacerse sentir con vehemencia un rechazo total a los medios de comunicación masiva que se lucran mostrando la cara fea de una zona que en términos económicos, sociales, deportivos y de emprendimiento, es estratégica para el rumbo futuro de Colombia. Antioquia y su capital siguen marcando la pauta en muchas de las cosas buenas de nuestra patria y sus gentes; pero repito, mientras los ejemplos a seguir sean los menos ejemplares, no saldremos del marasmo y el trajinado estigma que llevamos ya desde hace tres décadas y media. Y finalmente… ¿qué estamos haciendo en la escuela para cambiar la mentalidad facilista de nuestros niños y niñas? Eso nada tiene que ver con un gran proyecto de vida ni es la calidad debida. Enseñémosle mejor a nuestros niños desde la casa entonces a pensar.


Poesía

El vacío

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Es la nada y la nada es algo, es el espacio que permite la entrada de la luz, el que dispone la forma para ser contemplada, permite deleitar la belleza, hacer la distinción. Es tan importante el vacío como el objeto porque el uno se complementa con el otro, permite comprender el concepto de pender o de caer, el disfrutar el paso de la luz por el cristal, la piedra o la materia y recrear la mente con los rasgos y las variaciones. El vacío deja comprender los conceptos de tamaño y posición. Sin el vacío no se concibe el orden, la selección, el agrupamiento, el desplazamiento o la rotación. El vacío es el antes del comienzo de algo, el vacío es el cero, el cero es algo y antes del cero también es el vacío. El vacío es el colchón invisible de los objetos que se acomodan según su forma. El vacío es la ausencia de lo que se tuvo, es el hueco que queda cuando ya no hay existencia o estado, el vacío es un campo de inexistencia para dar cabida a la existencia.

Extrañar

Eugenia Castaño Bohórquez

El vacío es absorbente, penetrable y relajado, espera pasivamente el ser ocupado. El vacío es algo que no se ve, que no se escucha, que no huele, que no se siente, que no se saborea pero que existe para poder disfrutar de los sentidos cuando las partículas viajan y rompen su silencio. El vacío es descanso, es aquietamiento para dar paso al movimiento, el vacío abarca el todo y la nada. Quizá es el cruce de partículas unas con masa otras sin ella para poder alternar en el viaje del tiempo, se sincronizan en un rompecabezas y si no hay vacío y es el todo y la nada un mismo cuerpo, el vacío está en mi mente. (Tratando de entender la complicada física de un modo más simple y pensando en cómo me gusta el vacío cuando diseño, cuando creo, cuando arreglo, cuando observo…)

Cuando se sufre, el sufrimiento no No se despilfarra, se administra No se destruye, se cuida porque falta. tiene nacionalidad Cuando se sufre hay dos caminos, O se resiente el espíritu y se bloquea O se transforma en algo sublime. Cuando se sufre, duele, se carece Se extraña o se vulnera la alegría. Cuando se sufre se aprende humildad No se presume con el ego, se valora más al otro se aprende que la esperanza es luz que la fe es la fuerza para superar lo más difícil, quizá lo insuperable. Cuando se sufre se comprende la pobreza Porque se carece y al carecer se valora Lo perdido, lo que se necesita y no se tiene;

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Cuando se sufre se aprende la fortaleza Se activa la capacidad de soportar, De superar, de crear, de tener coraje Se aprende a tener temple y cambiar lo que pueda cambiarse. Cuando se sufre se aprende la paciencia Se entiende el significado de la calma De comprender lo que no se puede O estar sereno hasta cuando pueda cambiarse. Cuando se sufre se aprende el tesón, La tenacidad para alcanzar la meta. La insistencia y la constancia Para lograr superar lo superable Y para soportar lo insuperable.

Extrañar el agua cuando se tiene sed Extrañar el calor cuando se siente frío Extrañar la alegría cuando invade la tristeza Extrañar cuando ya no se está, Cuando se es un recuerdo. Solo quedan las imágenes en un pedazo del corazón para retomarlas y sentirlas Cuando tenga sed…cuando sienta frío… Cuando ya no esté y necesite llenar el vacío

Alguien dijo y yo escuché: Abre tus ojos muy bien abre también tu corazón y observa cuanta belleza existe, no te detengas de observar; tú eres el guardian de esa belleza si no la cuidas tú quién más lo hará. — Luego yo abrí mis ojos y mi corazón y no hay lugar en esta tierra en el que no encuentre belleza; en cada instante pienso… qué puedo contemplar y cuidar para retenerla en mis pupilas, guardarla en un pedazo del corazón y no dejarla que se me escape.

Cuando se sufre se valora mas El sufrimiento de los otros, Se respeta, se valora, se tolera más. Se pierde vanidad y altivez, y lo fatuo se hace secundario. Lo sencillo cobra importancia La soberbia se esconde y se amilana, Cuando se sufre se valora la pureza Queda lo esencial, lo fundamental. Se aprecian más las pequeñas alegrías Se aprecia el poder caminar, El oler las flores, el ver una sonrisa El comer y saborear, el escuchar una melodía el tener un hogar y alguien que te espere. Cuando estemos felices No podemos olvidar cuando se sufre.


EL TOUR DE PABLO MARCOS C

on la exposición en el centro comercial San Nicolás, del municipio de Rionegro, se dio inicio al tour 2013 de Pablo Marcos, el mejor dibujante de comics de América Latina. El artista, que reside desde hace varios años en El Carmen de Viboral, continuará con su exposición itinerante por varias localidades del Oriente y en la ciudad de Medellín. Próximamente publicaremos la agenda de su recorrido. El artista también viajará desde el 24 de abril y hasta el 1 de junio a Estados Unidos donde es invitado infaltable a las más importantes convenciones de Comics Book Artist del mundo. En su exposición de 15 días en San Nicolás el artista dibujó en vivo y obsequió a los niños en la celebración de su mes, más de 240 obras. Muchos éxitos para Pablo y a continuación observen una muestra de los dibujos regalados a los niños que visitaron su exposición.

Pablo Marcos Dibujante de Comics Si te interesa una obra de Pablo Marcos, puedes comunicarte al 3128360990

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