Presencia evangélica septiembre/octubre 2021

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Mensaje del Pastor Presidente

¡Necesitamos más conectividad!

L

a frase quizás parezca extraída de alguna de las ofertas de compañías de telefonía o internet que tanto abundan en estos últimos tiempos. También podría estar señalando la necesidad o el deseo de muchas personas de contar con mayor conectividad en tiempos de socialización y trabajo digital. Sin embargo no es ésta conectividad a la cual me refiero. Se trata de una conectividad que nos ayude a salir de la situación de aislamiento y disgregación social en la cual nos encontramos. Sin ánimo de ser pesimista, pero en tanto y en cuanto la civilización dominante (conjunto del sistema económico, político, cultural y tecnológico) siga conduciéndose bajo la dirección del individualismo egoísta que promueve la disgregación social, las oportunidades de vida para los seres humanos y de toda la creación se encuentran globalmente amenazadas. Hay personas y sectores sociales que se conducen en la vida pensando solamente en sí mismas y nada más. Se desentienden del interés general y se enfocan en defender como sea sus propios intereses, sin importar-

les a quienes afectan en su egoísmo. Su fortuna y bienestar crece cada día en tanto en el mundo aumenta el número de personas (especialmente jóvenes, niños y niñas) que padecen hambre, no tienen acceso a la salud, vivienda digna ni a posibilidades de desarrollo. Tampoco el cuidado de la naturaleza es una prioridad, es más, la han convertido en un medio para generar más recursos. Por supuesto que nada de esto es nuevo. Ya los profetas denunciaban a quienes en la vida se conducían de esa manera: “¡Ay de los que añaden casas a casas y juntan campos con campos, hasta no dejar sitio, y vivir solos en medio del país!” Isaías 5,8 Lo que sí es nuevo, o quizás propio de los últimos años, es el avance de discursos, propuestas y acciones profundamente individualistas y extremadamente fanáticas que, car-

gadas de resentimiento, frustración y odio, atentan contra toda posibilidad de construir y sostener una sociedad civilizada. La ilimitada concentración de riquezas que ha tenido lugar durante las últimas décadas está provocando que millones de personas en el mundo no puedan alcanzar – por más esfuerzos que realicen- los estándares de éxito que la misma sociedad de consumo exige para ser reconocido o reconocida socialmente. Esta situación afecta a muchísimas personas, golpea especialmente a quienes han aceptado/ creído en aquello que podríamos llamar: justificación por los méritos, es decir, que golpea con más fuerza a quienes han creído y aceptado que somos aquello que podemos conseguir. Por supuesto que tal afectación tiene sus consecuencias y las vemos cada día: desilusión, agotamiento,

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