Santapoleros en Nicaragua 4

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Santapoleros en Nicaragua (IV)

Reportaje

Escenas nº 247 - Marzo 2007

Viaje al corazón de la selva JOSÉ JUAN LÓPEZ

FOTOS: J.J. LÓPEZ + AUGUSTO SOLER

L o que hasta el momento habíamos vivido en Nicaragua podíamos considerarlo ya como el viaje de nuestras vidas. La amalgama de sensaciones experimentadas en seis intensos días rebasaba con creces nuestras expectativas, era difícil pedirle más. Sin embargo, lo mejor estaba todavía por llegar. Adentrarse en la selva Caribe iba a suponer un viaje a otro mundo dentro del otro mundo que estábamos conociendo y del que ya nos habíamos enamorado hasta las trancas.

Dejábamos a nuestros lectores objetos que se iban a quedar para los de en el capítulo anterior regresando allí. La ONG santapolera ya empezaba desde la comunidad de Kukra a sentar sus bases en Centroamérica. Hill, donde tuvimos nuestro primer Desde entonces, en tono jocoso, en contacto auténtico con los magnos Nicaragua nos llaman los icnelianos. Minutos después desembarcábamos ríos nicas y con la húmeda selva tropical. De vuelta a Bluefields, el en la casa parroquial de San Mateo con padre Miguel Ángel nos esperaba los maletones, después de un día intenso para trasladarnos a la terminal para Augusto y para mí en Kukra Hill, y aérea, a la que de un momento a otro no menos para José Miguel tras unas llegaría nuestro compañero José Miguel cuantas horitas de vuelo. Fue esa la Zaragoza, que se unía a Augusto y a mí tarde que aprovechamos para entregar al en esta primera incursión de Icnelia en el padre Miguel Ángel nuestro modesto carcorazón de Nicaragua. gamento solidario, que comenzaba con Imagíun maletón nense si de medicau e s t r o c a r g a m e n t o mentos báda alegría recibir allí, solidario comenzaba sicos, algo en el otro c o n u n m a l e t ó n d e tan impresextremo del cindible y, a mundo, a medicamentos básicos, algo tan la vez, tan otro santa- imprescindible y, a la vez, tan inalcanzapolero bable en aquel inalcanzable en aquel país jándose de país. la avioneta Gracias de La Costeña. José Miguel aterrizaba a la colaboración desinteresada de la con un verdadero cargamento de maletas, farmacia Francisco Canales Mira y de no porque sea un tipo coqueto y portase Construcciones El Pinche, conseguimos un traje para cada ocasión, sino porque reunir una buena cantidad de cajas de traía consigo un sinfín de productos y aspirina, gelocatil, antibióticos y otros pro-

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Comunidad de La Aurora, poblado a orillas del río Kukra River perteneciente al municipio de Bluefields


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Entrega al padre Miguel Ángel del dinero recaudado por la Junta Mayor de Cofradías

ductos más específicos, en total seis mil unidades de medicamentos destinados a un dispensario médico social gestionado por el padre Miguel Ángel y la doctora Manuela Rodríguez. Llevar medicamentos a Nicaragua es una de las apuestas más seguras de que la ayuda humanitaria se va a utilizar con buen fin, aunque no resulta sencillo atravesar los controles aduaneros de los aeropuertos, especialmente el de la escala en Miami, excesivamente farragoso con los trámites y minado de problemas. Sin embargo, allí tuvimos la gran suerte de contar con la inestimable colaboración del sargento Jorge López, policía de origen cubano y máximo responsable del Distrito del Aeropuerto de la MDPD (Miami Dade Police Department). Jorge, amigo personal y profesional de nuestro Jefe de la Policía Local y a la vez presidente de Icnelia, fue nuestro anfitrión durante la corta escala en Miami y artífice de las facilidades con las que nos encontramos. El deporte une los mundos El siguiente paquete en deshacer te-

nía un carácter más lúdico e iba destinado a los chavalos de Bluefields. Gracias a la colaboración de la Peña Madridista y del Santa Pola Club de Fútbol, trajimos varios balones de reglamento y equipaciones para vestir a varios equipos del deporte

En Miami junto al sargento Jorge López, jefe de la Policía del Aeropuerto

cuyas simuladas porterías los chavalos habían pintado los nombres de sus dos equipos sobre un intenso fondo amarillo: Brasil y Real Madrid. La tercera fase del complicado desembalaje de las maletas de José Miguel

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cnelia entregó al padre Miguel Ángel García dos cheques que plasmaban en dólares la solidaridad de todos los santapoleros, canalizada por la Junta Mayor de Cofradías a través de su ya tradicional festival “Proyecto Humano Nicaragua” que se celebra cada agosto rey, que en este país no lo es tanto, siempre a la sombra del béisbol por el obligado influjo norteamericano en la primera mitad del siglo XX. Aún así, como pasa en el lugar más remoto del mundo, los niños corren descalzos por el monte dándole patadas a una pelota hecha de trapos y atada con bolsas de plástico. También quedó en nuestra retina la decoración de una pista deportiva de cemento en uno de los barrios más modestos de Bluefields en

Icnelia entregó seis mil unidades de medicamentos para un dispensario médico social

traía elementos para facilitar la labor a los baquianos, los verdaderos conocedores de cada palmo de los caminos que cruzan la selva, acompañantes y guías en las expediciones entre comunidades, y que son como nuestros ángeles de la guarda. Para facilitar su tarea les hicimos entrega de unos prácticos chubasqueros, modernas mochilas y linternas de cabeza. A buen seguro que nos pagaron con creces nuestro detalle, como más adelante

explicaremos. Por último, y gracias al fluido contacto de José Miguel Zaragoza con la Asociación de Policías Hispanos de USA, con sede en Miami –algunos de ellos de origen nicaragüense-, recibió una importante colaboración de este colectivo con la donación de un lote de material escolar compuesto por libros de texto en castellano, libretas, lápices, colores, etc. Festival solidario Como colofón, y muy por encima de la modesta ayuda que Icnelia llevó pocos meses después de su puesta en marcha, José Miguel era portador de dos cheques que plasmaban la solidaridad de todos los santapoleros, canalizada por la Junta Mayor de Cofradías a través de su festival “Proyecto Humano Nicaragua” que se celebra cada mes de agosto y otras aportaciones de empresas y particulares. La cantidad recaudada se entregó al padre Miguel Ángel para su administración y reparto. Era el colofón de un largo día que pedía cama y descanso antes de emprender nuestra siguiente aventura.

Con el material de expedición junto al padre Israel, Óscar y el padre Miguel Ángel

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Escenas nº 247 - Marzo 2007


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Escenas nº 247 - Marzo 2007

La travesía de los piratas

Modestas casas y embarcaderos de madera sobre la bahía de Bluefields

Con las primeras luces del alba, y tras un reparador desayuno, emprendimos la marcha hasta uno de los embarcaderos de Bluefields, donde entre la algarabía propia de un lunes de mañanita nos esperaba Francisco para patronear una pequeña panga (es como se denomina allí a estas pequeñas lanchas de fibra de vidrio con un motor fueraborda) que nos llevaría a nuestro siguiente destino: la comunidad de La Aurora, también conocida como San Pancho, a orillas del río Kukra River. Un viaje de esas características requería el mínimo equipaje, apenas una mochila con una muda, las imprescindibles botas de agua y chubasquero, alguna bolsita de avellanas que viajaron con nosotros desde Santa Pola y, por supuesto, un nada desdeñable acopio de cámaras, objetivos, baterías, tarjetas de memoria y cintas de video. A eso de las siete de la mañana, hora a la que ya no es temprano por esos

lares, la inmensa bahía de Bluefields parecía una balsa de aceite surcada por la proa de la panga. Conforme nos alejábamos de la costa, aparecía ante nosotros otra imagen de la ciudad, lo que se ve desde el mar. Las modestas

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avegando en dirección sur paralelos a la costa, empezamos a divisar un paisaje que no distaría mucho del que los piratas de hace cuatro siglos se encontraron en estas mismas aguas casetas de madera sustentadas sobre pantalanes que ganan espacio al mar se reflejaban como en un espejo, un humilde primer plano sobre un fondo paradisíaco formado por palmeras y enormes árboles tropicales. Te imaginas entonces cómo sería un Bluefields limpio y organizado bajo ese maravilloso entorno. Navegando en dirección sur para-

La expedición de Icnelia bordea la costa Caribe a bordo de la panga

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lelos a la costa, la torre de control del aeropuerto marca el confín de la ciudad y empezamos a divisar un paisaje que no distaría mucho del que los piratas de hace cuatro siglos se encontraron en estas mismas aguas. Desde principios

del siglo XVII, Bluefields se convirtió en un puerto amigo para los piratas ingleses, franceses y holandeses que solían frecuentar esta zona en busca de botín. Precisamente el nombre de la ciudad se dice que proviene del pirata holandés Blauveldt, que llegó para quedarse en 1602. La línea de costa es purita selva. En

este tramo no hay playas de arena. La frondosa vegetación salta incluso por encima de la tierra para besar el mar. De vez en cuando, algún pequeño cabo se adentra mostrando un acantilado de tierra rojiza totalmente cubierto de masa arbórea. En nuestro trayecto nos vamos cruzando con modestas embarcaciones de madera con una sola vela, tripuladas por hombres de aspecto indígena. Y no están ahí por casualidad. No muy lejos de la ciudad, y frente a la desembocadura del río Kukra, existe una pequeña isla de 4 ha. de superficie conocida como Rama Cay. En ella pervive uno de los escasos asentamientos de la etnia rama, una de las que sobreviven de la época precolombina junto con los mayangnas o sumus y los miskitos, éstos en mayor número. En el cayo conviven en sus casas de madera cubiertas con hoja de palma alrededor de 800 ramas, cuya economía se basa casi exclusivamente en la pesca.

El transporte fluvial es la única comunicación posible con las comunidades del interior


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Descubridores río adentro

Dos vistas del río Kukra River: a la izquierda, su desembocadura a la bahía de Bluefields; a la derecha, los árboles van cubriendo el río en zonas más estrechas de su cauce

Antes de llegar a la isla, divisamos a nuestra derecha cómo la espectacular masa vegetal se abre por momentos y deja pasar una amplia lámina de agua por la que juguetean cientos de aves, como dándonos la bienvenida. Se trata de la desembocadura del río Kukra River, nuestra vía de paso para llegar a las comunidades de destino. Aunque para nosotros asemeja de una amplitud impresionante, no es ni por asomo de los ríos más grandes del Caribe nica, pero acostumbrados a los que conocemos en España… Conforme la panga se adentra río arriba, uno comienza a imaginarse cómo se sentirían Cristóbal Colón y sus hombres cuando en 1502 pisaron por primera vez las costas de Nicaragua, justamente en el Cabo Gracias a Dios, actual frontera con Honduras. Ciertamente, si no fuese por el ruido del fueraborda no habría mucha diferencia entre este paisaje y el de hace exactamente 504 años. A ambas riberas

del Kukra se alza una densa explosión de vegetación tropical, interrumpida únicamente por deforestaciones puntuales causadas por algún asentamiento o plantación, como la comunidad de San Sebastián, el área protegida Cerro Silva o proyectos agrícolas de desarrollo autosostenible llevados a cabo entre la ONG local Raíces Solidarias y la catalana Desos Opción Solidaria. Es habitual cruzarse con otras pequeñas embarcaciones abarrotadas y con la línea de flotación por debajo del agua, que transportan no sólo personas, sino también todo tipo de material. El río es la única vía de comunicación entre Bluefields y las comunidades, de forma que para aprovisionarse de víveres o materiales las familias se tienen que desplazar en pangas, lo mismo para vender en el mercado de la ciudad los productos que cultivan en sus huertos o los animales que con esmero y paciencia alimentan para autoconsumo y para

ganarse unos pesos. En la pequeña comunidad de Santa Eliza, donde el río ya comienza a estrecharse, hacemos un alto en el camino para estirar las piernas. A escasos metros del improvisado embarcadero encontramos la escuela tipo de estos asentamientos: una pequeña construcción pintada en azul y blanco de unos 60 m2 de tipo minifalda, es decir, con base de cemento, zócalo de bloques de hormigón culminado por una pared de madera y techo de chapa de zinc. Por suerte, nos encontramos con la señora que vive en la casa cercana y se hace cargo del mantenimiento de la escuelita, y que por supuesto conoce al padre. El curso escolar acaba de finalizar hace una semana escasa, pero podemos ver el aula por dentro. Dos puertas y cuatro ventanas la iluminan y ventilan, pero dentro llama la atención su miserable equipamiento. Una veintena de pupitres amontonados en un extremo aportan mayor sensación de vacío en un aula en la que únicamente encontramos una pequeña mesa para el maestro, una minúscula pizarra y una estantería casi vacía con apenas una decena de libros y cuadernos. En el exterior, se añade a las instalaciones una modesta letrina de cemento y cinc. No es la peor

escuela que vamos a encontrar por la zona. Una inscripción de letra infantil en la pared nos despide con un mensaje de esperanza: “de los niños del mundo siempre amigo”. Seguimos nuestro trayecto hacia San Pancho y el cauce del Kukra River se va cubriendo por momentos de una espesa cubierta vegetal que, al estrecharse, forman los manglares que nos encierran a un lado y a otro, mientras nos reciben las primeras lluvias de la jornada. Aunque viajamos en la estación seca, en estas zonas de la selva suele llover abundantemente, aunque a rachas. En condiciones normales, la cantidad de agua que cae aquí reventaría nuestros pluviómetros. Si en la provincia de Alicante se recogen anualmente una media de 336 litros, por aquí la cifra está en torno a los ¡¡cinco mil litros!! Ahora vemos con mayor detalle la cantidad de aves acuáticas, anfibios y otros animales que pueblan las aguas. En algunos remansos nos cruzamos con mujeres lavando la ropa sobre las piedras del río –por cierto consiguen un blanco inmaculado- a la antigua usanza, o con niños cuidando del chancho –se llama así al cerdo-, un verdadero seguro de vida para la alimentación y las finanzas de las familias modestas.

A lo largo del curso del río encontramos casas aisladas en sus orillas

Vistas interior y exterior de una de las escuelas tipo en las comunidades 25

Escenas nº 247 - Marzo 2007


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Escenas nº 247 - Marzo 2007

Bienvenidos a San Pancho Después de más de cuatro horas sentados a bordo de la panga, a lo lejos divisamos ya el puente colgante que nos anuncia que llegamos a la comunidad de La Aurora o San Pancho, nuestra primera parada y fonda en la selva nicaragüense. La Aurora pertenece a la comarca de San Francisco, en el municipio de Bluefields. Es el poblado más grande de la zona sur con una población de unos 2.500 habitantes, creado a principios de los años noventa una vez concluida la guerra en Nicaragua. En un pequeño embarcadero de cemento, un grupo de niños y niñas juegan bajo la fina lluvia y se mojan más todavía saltando a las cálidas aguas del Kukra. Al desembarcar comenzó a correr

por nuestras venas una sensación no experimentada hasta ese momento. Nos encontrábamos en una comunidad relativamente grande, ideal para comprender el estilo de vida de sus habitantes. Casas

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a comunidad de La Aurora o San Pancho es el poblado más grande de la zona sur con una población de 2.500 habitantes, creado a principios de los años noventa una vez concluida la guerra en Nicaragua de madera en su gran mayoría, calles bordeadas por un andén de cemento pero impracticables en toda su extensión por el efecto de las lluvias y el surco que va horadando en el centro.

Niñas de educación primaria tras recoger sus notas de fin de curso

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Aquí la gente se desplaza andando o a lomos de caballos o mulas. No existen los vehículos a motor. ¿Se imaginan un pueblo sin coches ni motos, en el que se escuchan con nitidez las conversaciones

de la gente, el canto de los pájaros, el pisar de los caballos, el sonido al fondo del río? Verdaderamente idílico. En ese momento te planteas seriamente si vale la pena traer hasta aquí el progreso y

romper este encanto natural. Pero cuando enumeras las grandes carencias en salud, alimentación, educación, comunicaciones, etc., comprendes que es necesario. Aquí es donde entra en escena la palabra de moda en nuestros tiempos: sostenibilidad. El complicado equilibrio entre la ciencia y la humanidad, entre lo artificial y lo natural. Con sus pros y con sus contras. La escuela de maestros Después de caminar un largo trecho por el andén llegamos a una construcción de obra que destaca sobre el resto por su solidez. Es el Centro de Capacitación para maestros rurales recientemente levantado con ayuda de Manos Unidas

El caballo es el medio de transporte por tierra. No existen los vehículos a motor.


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Centro de Capacitación para maestros rurales en La Aurora

y la Diputación de Sevilla, y en el que también se ha invertido dinero procedente de la ayuda humanitaria de Santa Pola, concretamente en la instalación eléctrica y en una tarima de madera para el salón de actos. Pastoralmente esta zona pertenece a la Parroquia de Los Ríos, que depende de la Iglesia Católica de Bluefields y coordina el padre Miguel Ángel. En estas comunidades donde no llega el Ministerio de Educación, es la Iglesia quien lleva adelante el proyecto educativo de los niños y niñas, construye las escuelas y contrata a los maestros llamados “empíricos”, gente de las comunidades sin estudios superiores, incluso algunos

de ellos todavía terminando primaria y a la vez transmitiendo sus conocimientos. Son un verdadero ejemplo de voluntad de ayuda a los suyos. Para la formación continua de estos

Mujeres lavando la ropa en el río

donde se imparten las clases, las oficinas y habitaciones de los dos técnicos de educación, un comedor y, junto a él, una cocina de leña. El segundo está ocupado por los dos grandes dormitorios comunes

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l Centro de Capacitación para maestros rurales se construyó recientemente con ayuda de Manos Unidas y la Diputación de Sevilla, y en el que también se ha invertido dinero procedente de Santa Pola maestros rurales se creó el Centro de Capacitación, que consta de dos pabellones. El primero alberga un gran salón

con literas, uno para hombres y otro para mujeres. En el exterior se construyeron letrinas y un pozo de donde se extrae

el agua tanto para cocinar como para el aseo personal. Tuvimos la suerte de que coincidiera nuestra estancia en San Pancho con una reunión de todos los maestros de las comunidades de la Parroquia de Los Ríos, que cerraban el curso escolar y compartían sus experiencias con el resto de compañeros, a la vez que aprovechaban para recibir formación técnica de cara al próximo curso. Fue muy interesante lo que estos hombres y mujeres nos transmitieron sobre las dificultades de su trabajo. Tanto que, por su interés como reflejo de la vida en las comunidades, lo dejaremos para el capítulo siguiente.

Los atardeceres son un verdadero espectáculo natural en la selva tropical de Nicaragua

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