Mollete literario 33

Page 1

El Mollete Literario indicadorpolitico.mx

molleteliterario@indicadorpolitico.mx

Director: Carlos Ramírez

Mayo 15, 2016, Número 33, Tercera Época

Las Palabras de

Fernando Del Paso Por Paul Martínez / pág. 9


La Decadencia es la pérdida total de inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida.

Fernando Pessoa

Editorial Sólo hay que mirar diferente, una vez más

2 El Mollete Literario

Fernando del Paso dio una muestra del poder que tiene la palabra al recibir el Premio Cervantes. No sólo la usó para evocar una infancia llena de escritores que devoró y saboreó cual pequeño que, en lugar de esperar a que la suerte llegara, la creo. Con la palabra, este gran hombre invocó por el bien de México una mirada que pasa derecho, fugaz, desde hace años: México no ha cambiado sino para empeorar. Por una parte, Del Paso interpeló, como cualquiera de nosotros debería hacer una ley opresora; pero más que eso nos recordó que la palabra cohabita con nosotros, nos hace, nos inventa. Qué maravilla, pues, son las palabras que curan, que gritan santas y pecadoras la existencia de almas dadoras de vida. Que hacen sentir y soñar en un mismo idioma las maravillas inimaginables de los habitantes más afortunados o desventurados. El término medio se lo dejaremos a las terneras.

Literatura musical Por Luy

Índice 3

Poesía Mex(ican)a Por Ene Riaño

5

Letras Torcidas Por César Cañedo

6

Al Volante Por P.I.G

8

Anne de Baux Por José Camarena

9

Fernando Del Paso Por Paul Martínez

11

Claves para escribir un buen cuento Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

12

De la Onda gruesa a la respetabilidad Por René Avilés Fabila

15

Sofía Por Angélica Mancilla

17

Memorias de un personaje que no existe Por Ulises Casal

18

Tauro Por Canuto Roldán

19

666 Por Luis Villalón

20

Tus ojos Por Ximena Cobos

El Mollete Literario Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Luis Alberto Rojas Diseño Raúl Urbina Asistente de la Dirección General El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.


Poesía Mex(ican)a otra página más Por Ene Riaño

M

éxico es de los pocos países de habla hispana que declara libre la circulación de una obra literaria hasta cumplido un siglo de fallecido su autor, así que a estas alturas ni “La Suave Patria” es todavía de dominio público. ¿Importa? Tal vez en poco cambiará la recepción de López Velarde una vez que sus composiciones puedan ser reproducidas sin infringir lo establecido por la ley, es improbable que para ese entonces el número de los declamadores callejeros de sus cánticos aumente; o al menos eso es lo imaginable una vez sabido el crucial papel que Internet funge desde hace tiempo en la difusión de obras artísticas. De ello están más que enterados en Poesía Mexa, sitio web de reciente creación que pese a no contar entre su acervo con piezas del eterno enamorado de Fuensanta, sí pone a disposición de los interesados, entre otros muchos poemas “Suave Septtembre”, remix libre del queretano Gerardo Arana (1987-2012) de quien se alista en Argentina la publicación de parte de su obra. Lo que esta plataforma de WordPrees busca, según se lee en su Acerca de, es reunir obras que “añadan algo al cuerpo heterogéneo y mutante de la poesía mexicana” y permitir su libre descarga electrónica. Este archivo poético que comprende a autores nacidos de la década de los cuarenta en adelante, intenta agrupar en la medida de lo posible la vitalidad de la lírica connacional pero no de toda ella, sino de esa que durante las últimas siete décadas ha incluido algún tipo de riesgo en su escritura.

La apuesta del portal —en el que por más está decir no se echan vivas al mole de guajolote ni se persigue adoptar procederes vanguardistas que a éstas alturas resultarían anacrónicos— es, sin duda, llamativa precisamente por el discurso de exclusión que maneja, el cual resulta en sí mismo provocador en estos días en que la inclusión se erige como una obligación más en la vida pública (cibernética) del individuo y que, sin embargo, no logra permear en prácticas privadas, tales como la experiencia estética. En palabras de Luis Eduardo García y Daniel Bencomo, quienes junto a Jorge Posada idearon la confección de este sitio web, “Poesía Mexa no pretende ser una antología incluyente que muestre toda la diversidad de la producción poética de este país. Se trata de una selección de carácter arbitrario a partir de ciertas afinidades y trayectorias de un equipo. Se pretende incluir ante todo obras y autores que durante el momento creativo apostaron por revisar críticamente las tradiciones de las que provienen a través de formas, conceptos, discursos singulares”. A decir de Ángel Ortuño, uno de los autores que ha posteado su obra poética en esa página a la que ve como una especie de cápsula del tiempo, el principio de riesgo señalado en la línea editorial de Poesía Mexa “se trata de una noción que involucra la percepción (como lectores) de que se trata de proyectos de escritura que no se limitan a demostrar decoro o virtuosismo en el manejo de un repertorio de recursos estilísticos sino que reconfiguran, proponen y aventu-

ran otras posibilidades”. Dentro de las propuestas abiertamente experimentales que integran este archivo aún en construcción se encuentran los KFGC, colectivo multimedia conformado por cinco individuos, autores de un Manual de guerrilla táctica para terminar un noviazgo que en sus presentaciones se valen de instalaciones audiovisuales, y Eugeni Tisselli, programador y poeta que, además de los poemarios El drama de los lavaplatos y Lo intranquilo del animal, ha creado herramientas de software que a su vez permiten escribir poemas. En comparación a un sitio como Poetas Siglo XXI: Antología de Poesía Mundial, que cuenta con más de 18 mil autores en su catálogo, el que Poesía Mexa se ciña a una geografía en específico y a determinado periodo hace más fácil la tarea de administrar el sitio que, inspirado en plataformas como Ubu Web, Monoskop, Las jaibas bibliopiratas, Memoria Chilena e incluso Taringa, no cuenta con apoyo económico de ningún tipo y comenzó de un arranque de entusiasmo. La disposición a colaborar en un proyecto de esta naturaleza, llevó a algunos de los primeros invitados a integrarse al consejo editorial de Poesía Mexa, el cual según explica el potosino Daniel Bencomo opera gracias a que “cada miembro del equipo propone autores o libros que le parecen interesantes, y que se ajustan al criterio establecido de antemano (dicho criterio se encuentra resumido a pie de blog). Posteriormente subimos el material de los autores a un grupo de discusión y lo dictaminamos”.

3 El Mollete Literario


4 El Mollete Literario

Archivo de poesía mexicana 1940-2016. Foto: Poesía Mexa.

Aunque dos de los administradores de la revista digital Transtierros forman parte del equipo fundador de Poesía Mexa, ambos proyectos son independientes uno de otro. Poesía Mexa se encarga de publicar poemarios íntegros; su razón de ser radica en que “la distribución de los libros de poesía es casi siempre limitada (tirajes de no más de mil ejemplares), de modo que parece necesario hacer circular, de manera digital, libros que de otra manera seria muy difícil conseguir en su formato físico (ya sea porque se encuentran descatalogados, agotados o embodegados)”. El portal cuenta con dos apartados, índice, en que los 35 poetas que hasta el momento integran la muestra se agrupan según la década de su nacimiento (siendo la mayoría de los años ochenta), y agradecimientos, donde se enlista a la serie de editoriales, varias de ellas de Guadalajara, que permiten la libre

descarga de parte de su catálogo, en algunos casos de títulos publicados apenas el año pasado. A decir de Ángel Ortuño, los acuerdos entre autores y editores se dan porque “por lo general la edición de poesía no es de grandes consorcios sino de pequeños proyectos, quienes entienden que iniciativas así, lejos de perjudicarlos, los favorecen”. A propósito de este reconocimiento a todas las casas editoriales que hacen posible “en gran medida” este archivo electrónico, García y Bencomo resaltan “valoramos ampliamente el trabajo de las editoriales de poesía, labor en extremo compleja y en muchas ocasiones muy ingrata. Poesía Mexa trata de abrir un diálogo crítico en torno a las formas y posibilidades de difusión de obras de poesía, no buscar ser una competencia o un enemigo de los procesos editoriales que culminen en el libro impreso”. La prácticamente nula existencia en

otros lugares del mundo de los materiales ahora disponibles en esta página web abren a los poetas implicados una proyección internacional auspiciada por la utilización del término “mexa” como sesgo identitario. Acerca de los alcances que les gustaría el portal lograse, Luis Eduardo y Daniel revelan “nos gustaría, por supuesto que Poesía Mexa se convirtiera en un sitio de consulta para los lectores hispanoamericanos interesados en la poesía escrita en México. Efectivamente, las ediciones mexicanas difícilmente llegan a otros países; de manera que construir un acervo digital accesible para cualquiera se presenta como la opción más viable, por el momento, para compensarlo”. Al preguntarles qué diferencia a Poesía Mexa del resto de la poesía mexicana arguyeron “no creemos que esa distinción sea posible. Poesía Mexa se ocupa de la poesía en México; nuestra intención es ofrecer una perspectiva de su diversidad y complejidad, nunca establecer una verdad o intentar fijar un canon. Tomamos lo que nos entusiasma y nos parece interesante. Lo que tenemos es un puñado de escrituras que caprichosamente se agrupan dentro de eso a lo que se suele llamar poesía mexicana, pero que no deja de ser un cuerpo completamente heterogéneo. Poesía Mexa, antes que intentar mostrar rasgos comunes en los diversos autores que conforman el archivo, busca evidenciar la singularidad de cada uno de ellos”. Tal vez, si se insiste en bosquejar un único panorama general de la poesía mexicana actual éste sea gris contingencia y no valga nada. Así se tendría más claro por qué en las romerías libreras, como la más reciente Feria Municipal del Libro de Guadalajara, haya quienes rechacen el hecho de que la poesía ahora se haga en verso libre y se use para hablar de lo que sea, o esos otros que pidan se esclarezca el plagio a tal o cual eminencia clásica.


Fragmentos de una ausencia amorosa Por César Cañedo @chocorrols chocorrol_x@hotmail.com

Es en ese mensaje milenario que mira al cielo sin Ahora llévate también estas palabras que fueron dichas en No será contigo Reclamo y páramo de verdes Memorias, sueños, prismas que Temblor en el silencio olfatigado Surcar agua cloral para cansarme de Desfragmento la noche en que te fuiste Reconstruyo Quiero romper aquello que tuvimos Saciarme de palabras y Ripios, tristezas, célibes infértiles cánticos que nunca Porque en este momento me desgarro y ya quema tanto tu ausencia en esta hoja Nunca tuve un poema vanidad en intentos fracasados limitado en el verso, que de tanto temor siente que Tú ya no.

(Poema publicado en el libro Rostro Cuir, reproducido con autorización del autor)

5 El Mollete Literario


Al Volante Por P.I.G

E 6 El Mollete Literario

l éter calaba en cada centímetro de los huesos, piel, músculos y en los miles de sentidos de mi cuerpo; no podía dar un paso sin caer, sin retroceder con arrebato mientras me convertía gratuitamente en la burla de todos en el bar. No obstante, tenía una misión mediata que cumplir y por ello mi necedad por salir aunque fuera a rastras. Había bebido demasiada ginebra como para tomar el volante en serio, pero había que hacerlo antes que mi mujer optara por darse el baño de determinación hasta ahora ausente y decidiera abandonar el apartamento de una vez por todas, abandonarme a mí. Apenas pude arrastrar las palabras adecuadas para agradecer al cantinero que me ayudó a cruzar la puerta de la taberna y salir volando literalmente por las escaleras; sin embargo, tenía que escarbar en mi capacidad de improvisación y esgrimir, con celo y determinación, el mejor de los argumentos con los que contaba para pedirle a mi mujer una última oportunidad. Mi lengua no podía fallar como otras veces. Lo mejor era ya no beber si quería que las cosas salieran medianamente bien, pero faltaba mucho camino por recorrer, tenía dinero, la garganta me exigía, y encima de todo sentía una energía interna que me ordenaba con vehemencia hitleriana: hazlo, tú puedes manejar, hablar y beber, y encima convencer a tu mujer que no hay nadie que pueda suplirte en este mundo. A la mierda, hazlo de todas formas aunque nada

de eso sea cierto y todo pueda salir mal. Paré en el primer autoservicio y compré dos botellas de ron: una para el camino, otra para arrojarla sin reparo al rostro de mi mujer en caso de que tuviera que hacerlo; así le demostraría que desperdiciar una botella llena, y cara, sólo para hacerle daño no me importaba en lo más mínimo. Nunca me ha importado el alcohol, no me he cansado de repetirlo hasta el hartazgo. Aceleré a fondo, escuchaba una y otra vez la canción perturbadora de Tom Waits que, con voz muerta, clama por un amor que se acaba como la cajetilla de cigarrillos en medio del bosque. “Aunque lo hayas previsto, tonto de siempre, aunque hayas tenido en mente hacerte de una segunda cajetilla por si devoras la primera, sólo te darás cuenta de no haberlo hecho cuando sea demasiado tarde”. El amor en forma de cajetilla de cigarros, desgraciado Waits. Tenía un sentimiento agrio reprimido en los ojos, que con el alcohol y la voz corroída de Tom se detonaba aún más; pero no le daría gusto a la carretera llorando en medio de la noche, en medio de la nada, de la vida, sin mucho rumbo, con un amor tambaleante, pero con alcohol de sobra y la mente toda anestesiada por el éter que aminoraba su marcha. Tomé el celular, marqué a casa, esperé una, dos, tres, cuatro veces. Colgué, con los músculos del pecho rígidos y temblantes. Lo intenté una vez más: una, dos, tres. Contestó. Ahí estaba mi amor, ¡maldita sea!, que tenía la manía

de contestar cuando se le antojaba. Ahora más que nunca deseaba llegar, verla, hablarle (si podía). Pisé con tirria el acelerador. Saqué el casete de Tom y lo arrojé tan lejos como pude. Adiós, hijo de puta; dudo que alguien te rescate de en medio de la carretera como quien no rescató a tu personaje con otra cajetilla-amor-mujer. Pensaba, reculaba el guion, meditaba; intentaba generar frases ya no tan lógicas pero al menos coherentes con las cuales conquistar a esa mujer que me odiaba y no tenía el menor interés en disimularlo. Muchas veces tuvimos la oportunidad de cruzar palabra y en todas ellas expulsé, cual hedor de la mierda, mis frases más inteligentes acerca del amor, la vida, el matrimonio, la familia, el éter, sus caderas anchas; de todo aquello que inteligentemente pudiera hablar tan sólo para alardear que, incluso ebrio, brotaba de mí el don de la perfecta dicción. Ahora no me venía a la mente si quiera el más insípido monólogo memorizado de alguna película etílico-romántica. Bebí de un sorbo lo que quedaba de la primera botella, la mía, y derramé un hilo considerable sobre mi camisa. ¡Maldición! No podía maniobrar el volante, tomar la botella, pisar el acelerador con un pie y el freno con el otro cuando un vagabundo apareció de la nada en medio del camino. Bienvenido de vuelta a la ciudad de mierda, me dijo con la mirada. Bajé la velocidad, ahora ya no me urgía tanto llegar a casar, menos hablar


con ella. “Que se vaya, la mataré cuando tenga la suerte de encontrarla”, cantaba Nick Cave ahora un tanto más psicótico. Perdona, Tom, no puedes convivir en el mismo espacio que mi australiano predilecto. Tenía una botella aún en mi poder, mi bebida, mi elixir, mi arma, mi más grande argumento frente a ella. Mejor aún: llegar pero sin mediar palabra alguna, dirigir una mirada de desaprobación y asco, y sin más lanzar con precisión mi charco de felicidad contra su rostro. Estacioné (luego de innumerables intentos) el auto frente al hogar y apagué el motor. Me recosté en el asiento y reparé que ese era el primer momento de absoluta relajación que tenía en semanas. Contemplé la segunda botella,

la de ella; no me importaría lanzarle sólo la mitad. Un trago profundo no haría la diferencia, quizá dos o tres o los que la garganta requiriese para ahogar el grito del animal que se sabe presa acorralada. Acabé el trago último de un sorbo, de nuevo derramé ron sobre mi camisa. Mi cerebro no servía para el autoreclamo o la autodefensa. Ya no pensaba, no sentía, respiraba con esfuerzo. El éter se había esfumado junto con Waits, pero el alcohol había hecho de las suyas y se resentía malditamente como la gangosa voz de Nick. Aunque vacía, la botella aún podía surtir efecto. Caminaría, me arrastraría, le pediría a mi mujer que me permitiese equilibrar el cuerpo para alzar el envase y azotarlo contra aquella caja de ideas de la que alguna vez salieron despren-

didas las más vívidas palabras que hicieron hervir mi sangre y me ataron a ella para siempre. Luego de un triste intento caí con brutalidad al asfalto, como derribado por un golpe, con los pantalones y los ojos mojados, y al fin el animal pudo gritar con rabia acumulada: ni lobo, ni aullido, ni luna, sólo un despojo llorando lágrimas de ron. Y antes de cerrar los ojos para abrirlos de nuevo y resolver con determinación, decidí salvarle la vida a mi mujer, no entrar, no hablar, no arrojarle la redoma de licor. Preferí dormir largo y tendido y una vez que hubiere despertado, ir en busca de una cajetilla de cigarros. Yo, cerdo, que nunca he fumado.

7 El Mollete Literario

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


Anne de Baux Por José Camarena camarenajp@gmail.com

E

8 El Mollete Literario

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

n la frontera de Lille con los Países Bajos, hace ya unos siglos —seguramente poco más de los que creo— se llevó a cabo un extraño interrogatorio del que apenas puedo poner la transcripción ya que mis estudios de francés no son muy adelantados y los documentos que hallé están en un francés antiguo, bajo una caligrafía mohosa y redundante. Por la firma y las constantes, ególatras, repeticiones del ‘moi’ puedo saber que un tal Georges Bacques, Mariscal de Seneterre, fue quien realizó tal proceso de interrogación sobre la gallarda —el adjetivo es mío— Anne de Baux: —¿Jura usted provenir de las aldeas fronterizas, enemigas de la nación francesa, y haber sido capturada en el asalto a los puestos de guardia que en dicha frontera se encontraban la noche del 18 de octubre de 1...? (Aquí el papel está lleno de una suciedad consistente). —Lo juro. —¿Jura haber adelantado las filas del capitán Juneau dejando atrás, junto con un pequeño batallón, decenas de hombres muertos y otra cantidad de heridos? —Lo juro. —Y, ¿quién es el líder de ese batallón al que usted sirve? —Yo soy la Teniente y no es un batallón, es una compañía militar al servicio y protección de mi Príncipe. (En realidad ésta última palabra no aparece con mayúscula en el documento). Pobre Ana, que con su acento flamenco no podía esconder su procedencia por más que hablara en un perfecto francés. No sabían los vencidos que ella era la culpable de las derrotas francoimperiales en los últimos meses veraniegos. No sabían que el color pardo que había tomado el Río Deûle ese verano era por las armaduras tiradas al agua, pues los neerlandeses tenían la costumbre de desnudar a los franceses para escupirles, llenar sus cuerpos de pasto e incendiarlos.

—¿Usted, una mujer, la teniente? —Yo, una mujer, la Teniente. —¿Cómo comprueba usted eso? —Con la cabeza de Juneau, con la vigía que puse en el Paso de Calais y con mi kwaliteit mark. Después de investigar mi primera sospecha, comprobé que estaba muy cerca de la verdad. La kwaliteit mark era una especie de tatuaje hecha con la misma especie de tintura para pintar las telas que se dibujaba en el hombro de los soldados. Esa marca representaba un rombo que distinguía, a través de rayas inferiores, el rango del soldado. La Teniente Anne de Baux llevaba cuatro marcas debajo del rombo, lo que demostraba su grado y su incorporación temprana a las filas del ejército flamenco. Durante aquellas guerras iniciadas por los franceses se registraron miles de muertes civiles en el territorio de Villeneuve D’Ascq, región que protegía el íntimo condado de Baux. La mayoría de las muertes registradas fueron de mujeres, previamente sometidas a insultos, injurias y perdidas del honor femenino. Para no perder esto último, la joven Anne se había disfrazado de

hombre con las vestiduras de su esposo muerto y se había enlistado en el urgido ejercicio de milicia de Flandes. Luego de unos lances atrevidos y valerosos, la joven fue halagada con reconocimientos pero nunca dejó los hábitos masculinos y jamás reveló su sexo antes de ese interrogatorio. Aún no sé si el temor la encasilló en un género que no era el suyo o si se convenció, realmente, de luchar por una causa que nunca hubiera defendido de no haber sido arrastrada a ello. —¿Cuántos (...) permanecen en territorio francés? —Cuatro y uno más que se prepara a hacerlo. —¿Qué piensa de liderar una compañía para el servicio de Francia, con trescientos hombres bajo su mando? —Que nunca aceptaría. Tal vez el Marqués de Seneterre soñaba con otra Juana de Arco para su país, pero eso nunca sucedió. Nunca sucedió porque la guerra tan solo duró unos meses más y Anne de Baux fue liberada para regresar a su país. La región de Flandes ganó su autonomía mucho tiempo después y los Países Bajos siguieron soberanos, mas amaestrados por el Imperio Francés. De su belleza —me gusta pensar que era bella— no puedo hablar porque de eso no existe información. Algún paisano suyo, coetáneo, llegó a pintar un retrato de ella siendo niña, pero dicho cuadro es imposible de encontrar, si es que alguna vez existió. Un convento de Brujas documenta la entrada de una novicia con el nombre de Anki de Baux años después de la guerra y la única luz de certeza a la que me aferro sobre la existencia de esta bizarra mujer es la siguiente: en las Memorias del convento hay muchas alusiones a una hermana que, cada ocasión que veía a un hombre francés, escupía. —¿Por qué se hace pasar por un hombre? —Si alguien va a abusar de mí, prefiero ser yo misma.


Las Palabras de

Fernando Del Paso Por Paul Martínez

sparring_loto@hotmail.com @sparringloto

9 El Mollete Literario

L

a Palabra invoca, evoca y provoca. Enunciamos, damos voz, concretamos el pensamiento y la imaginación a través de ella y al hacerlo tocamos el corazón, la memoria y el pensamiento de aquel que nos escucha. El más reciente merecedor del premio Cervantes, Fernando Del Paso, nos lo recuerda. Mientras leía a George Steiner pen-

saba en una pregunta que el pensador judío se hizo hace algunos años. “¿Cuáles relaciones tiene el lenguaje con las criminales falsedades que se le ha hecho expresar?”. Steiner hizo la referencia con el discurso asesino de los regímenes totalitarios, sin embargo no es necesario ir tan lejos para encontrar la pertinencia de la pregunta. Escuchando el discurso que dio Fernando Del Paso al recibir el premio Cervantes el mes pasado, acaso encontré una posible respuesta. Si bien el lenguaje ha sido utilizado para expresar falsedades que lastiman la esencia de la especie, es también el lenguaje quien nos ofrece la posibilidad de la revancha, es la Palabra el medio para lavarnos la mirada y mostrarnos la verdad. Del Paso al comienzo de su discurso dedica unas palabras breves a su patria natal, dice: Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los feminicidios, la discriminación, los abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. La mentira, así sea una mentira oficial, no deja de ser falsa. Así se eleve a condición de ley, el crimen no deja de ser crimen; acaso la mentira y el crimen,


10 El Mollete Literario

alcanzarán la condición de cinismo. El idioma todavía tiene las palabras suficientes para denunciar lo carente de verdad, nos deja saber Fernando Del Paso. En su discurso Del Paso invoca a la Verdad, denuncia una mentira para conjurarla; al modo de los antiguos hechiceros, lanza sobre la falsedad el artilugio que pueda desarmarla. El lenguaje invoca, da voz a lo que ha callado, o como dice Del Paso: Consideré que yo tenía un deber hacia aquellos artistas, hombres y mujeres, cuya muerte prematura les impidió decir lo que tenían que decir. Al usar la Palabra, nos recuerda Fernando, estamos de alguna manera dando voz a todo lo que ha sido callado, a menudo, prematuramente. En su discurso el galardonado invoca a la Verdad, a esa verdad que todavía puede ser encontrada en las palabras, invoca a la Justicia que ha sido negada sistemáticamente a tantos y tantos mexicanos que han sufrido las consecuencias de un régimen de apariencia democrático, pero de esencia tiránica. Invoca también a la Vergüenza de un silencio que a menudo nos hace cómplices de la injusticia. El lenguaje evoca, nos conecta con la historia de la especie, nos hace recordar. El discurso que nos ofrece Del Paso es también un recordatorio de todos aquellos que en buena medida nos han dado las palabras suficientes, no sólo en la lengua española, pues a esos, aunque los tengamos “en la sangre” es también necesario llevarlos en el pensamiento, saberlos presentes como un oportuno pasamanos al cual asirnos en tiempos en que la realidad nos supera y nos apoca, nos calla.

Del Paso nos da un listado de sus referentes de infancia: Pancho y Ramona, el Príncipe Valiente, Lorenzo y Pepita, Tarzán y Mandrake, seguramente no son los mismos que los nuevos lectores tenemos en mente, en mi caso por ejemplo, recuerdo más a Memin Pigüin, Mafalda, Tres Patines y otros que en mi amanecer fueron forjando la idea de lo que es digno recordar, de lo que es merecedor a tener en mente, como un reservorio al cual se puede volver cada vez que sea necesario recuperar la esencia de nuestra humanidad, de la Imaginación, de la Palabra. Evoca también aquellos a quienes debemos la Lengua que utilizamos en el día a día, Cortázar, Rulfo, Borges, Lezama Lima, Mariano Azuela, y la lista es larga, aparentemente innecesario recordarla por completo, y digo aparentemente, porque aunque estos han dejado su huella profunda, no sólo en quienes hemos tenido la suerte de encontrarlos en su fuente directa, sino también para aquellos que en los largos y sinuosos caminos del lenguaje se han topado con estos escritores en su forma última, es decir, en la palabra común, en el último reducto de la lengua, en el más importante. Fernando Del Paso en lo que puede sonar como una serie repetitiva de autores de quienes se considera beneficiado, los evoca no sólo para ofrecer una suerte de merecido homenaje, sino también, como un llamado a volver a ellos para recuperar su herencia. El lenguaje provoca. Del Paso no es ajeno a esta verdad y su discurso corre también por esta vía, ¿qué quiere provocar Fernando Del Paso cuando nos recuerda que de un tiempo a la fecha

las cosas no hacen sino empeorar? ¿Por qué vuelve a sus personajes favoritos de la infancia, a los autores que lleva en la sangre, a aquellos otros aparentemente ajenos porque hablan una lengua distinta a la nuestra? ¿Qué quiere decirnos cuando afirma que se sueña, se respira y se ríe en el idioma? No podría aquí afirmar que existe una sola y única respuesta, la Palabra se enuncia y una vez dicha las consecuencias suelen ser multivocas, aristas que crecen a su alrededor son las respuestas, seguramente al escucharlo, o leerlo, cada uno de nosotros volverá a diferentes infancias, a distintos personajes y diferenciadas experiencias con tal o cual autor de la lista mencionada. Cada uno de nosotros hará un eco distinto a la fuerza de la Palabra. El discurso de Fernando Del Paso resulta entonces una fuerza que se mueve en varias direcciones, fiel a la palabra, enuncia y luego deja en libertad lo apenas dicho. Aun así, podemos seguirlo en estas tres vías. La Palabra invoca, pide la presencia de aquello que es ausente, Del Paso ni siquiera menciona la Justicia y sin embargo esta aparece como una deuda de imposible condonación. Evoca a aquellos a quienes merecen ser vueltos a traer a la memoria, sea para homenajearlos del modo preciso, volverlos a la vida a través de la relectura, o sea para dejarnos ver de dónde hemos de sacar las palabras necesarias para decir lo que es preciso. Provoca una necesaria reflexión y disputa, ¿es que de verdad las cosas no tienden sino a empeorar? ¿Es que es necesario decir algo aunque nos avergüence aceptar que puede ser verdad la miseria que se cuenta? ¿Son estos y no otros quienes nos han de dar las palabras precisas para defender a la Verdad ante la Mentira que gana terreno? También podría ser que Fernando Del Paso sólo quisiera agradecer el honor de hacerse merecedor de recibir un galardón de dicha magnitud, que sólo quisiera recordarnos que el Idioma es más que un modo de nombrar las cosas, que es en sí mismo un modo de vivir, que acaso todavía nos queda la Palabra como un medio para denunciar la injusticia y para pedir perdón a quienes no hemos amado con la totalidad necesaria.


Claves para escribir un

buen cuento Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

E

scribir un cuento no es difícil siempre que se tenga una historia que contar y cierto conocimiento de los recursos narrativos. Pero si se trata de escribir un “buen” cuento…, eso ya es harina de otro costal. Qué mejor que ir pasito a pasito, dando pautas. El cuento como tal tiene vida propia; los personajes en él inmersos deben, al menos, dar la ilusión de tener una voluntad ajena de la del autor o del mismo lector. Ese es el signo de un gran cuento, un microcosmos encerrado en las hojas de papel (J. Cortázar). 1.- Selección. En primer lugar hay que tener una noción del tema, de lo que queremos contar. En este punto destacamos como primer requisito esencial: la selección. La regla de oro del arte literario es omitir, decía Stevenson. Es primordial elegir aquellos datos que son relevantes para la historia. En nuestra cabeza bullen muchas ideas, grandes temas, pero no vale todo; sólo aquello que llegue, incluso, a obsesionar. El conjunto de elementos que el autor tendrá que volcar sobre el papel (los personajes, los eventos y la atmósfera…) puede provocar molestia y angustia. Por eso afirma Cortázar que escribir es de alguna manera exorcizar. 2.- Unidad. Una vez que tenemos claro este punto, hay que centrarse en contar una única historia, un único tema, y hacerlo de manera concentrada vvya que disponemos de muy poco espacio— para conseguir que cada descripción, cada escena aporte un nuevo dato que, a su vez, genere la intensidad narrativa que necesitamos.

3.- Tensión interna. Esa intensidad crea una cierta atmósfera y la tensión interna hace que el lector se pregunte qué sucederá a continuación. Hay que evitar la mala intriga, esa que proviene de la sucesión absurda y accidental de acontecimientos. Cada línea tendrá que añadir información, será necesario seleccionar los acontecimientos, disponerlos en el sentido que más convenga a la trama para acceder al resultado final; ese del que, en palabras de J. Cortázar, se sale como de un acto de amor, agotado y fuera del mundo circundante, al que se vuelve poco a poco. Pero antes hay que escoger el punto de vista narrativo adecuado al desarrollo de la historia, analizar cómo se puede contarla, las distintas posibilidades disponibles, fijar dónde se coloca el narrador y qué puede expresar desde esa posición. Pensar en el tiempo, cuándo se van a desarrollar los hechos: en presente o tal vez convenga que el narrador lo cuente desde el pasado, conozca toda la historia y haya sido testigo de los acontecimientos. Y también tener en cuenta el espacio narrativo en el que se mueven los personajes y que aparecerá más o menos descrito en función de la importancia de la vida que practican. Recordé que siempre me han irritado los relatos donde los personajes tienen que quedarse como al margen mientras el narrador explica por su cuenta (J. Cortázar).

11 El Mollete Literario

4.- Prefiguración. La prefiguración nos prepara, sin saberlo, para el final, nos insinúa lo que va a suceder, pero escatimándonos el desenlace. Son pequeños hilos que el escritor va tirando. Aquí entra en juego la importancia de las repeticiones que dan continuidad a la trama. Para conseguir que la historia se proyecte en la mente del lector de un modo ligado y continuo, las repeticiones harán que la atención del lector se deslice de una frase a otra y de una acción a otra, sin un especial esfuerzo por su parte. 5.- Verosimilitud. Es necesario detallar con precisión cada escena para crear dentro del cuento un marco espacio-temporal reconocible o al menos muy bien definido, con el fin de persuadir al lector de que la historia es posible y, por lo tanto, de que el conjunto de la trama adquiere verosimilitud. 6.- Mostrar en lugar de decir. Los buenos escritores pueden decir casi todo lo que tiene lugar en la ficción que escriben, salvo los sentimientos de los personajes. Esta cita de Gardner expresa muy bien la idea de que los sentimientos no hay que explicarlos, sino que deben ser sugeridos mediante acciones de los personajes para que el lector los perciba sin filtros. En resumen, un buen cuento debe ser breve, de intensidad creciente, debe producir en el lector una gran impresión y todo, en él, ha de ser significativo y verosímil. Esas son las cualidades que califican a un buen relato para que resulte inolvidable, para que el lector se adentre en él y le deje huella. (Publicado con autorización del autor)

Ilustración: María Bazana Técnica: Lápiz


De la Onda gruesa a la respetabilidad Por René Avilés Fabila

(I) 12 El Mollete Literario

L

a generación a la que pertenezco ha sido calificada de la Onda. Sin embargo, ninguno de nosotros, los que caemos dentro de esa denominación incierta, la acepta o está de acuerdo con ella. Ni José Agustín ni Parménides García Saldaña se clasificarían como escritores de la Onda, pese a que este último hizo un libro llamado En la ruta de la onda. Con frecuencia me preguntan si soy de la Onda. A José Agustín y a mí el año antepasado, en Atlixco, luego de la ceremonia en donde nos entregaron, como homenaje, copia de la Cédula Real de la fundación de tan encantadora ciudad, un reportero nos hizo la misma interrogación y mi amigo casi lo mata. Nunca fue una propuesta literaria, era una reunión de amigos gozosos. Alrededor de 1960, César H. Espinosa, José Agustín, Andrés González Pagés, Alejandro Aura y yo, entre otros, creamos una revista: Búsqueda y a modo de subtítulo retador le pusimos “Algo se rompe, negamos todo aquello que no hicimos nosotros”. Ignoro a quién se le ocurrió la sandez, pero supongo que reflejaba nuestra absurda posición ante las letras y el país, creyendo que estábamos inventando la lucha generacional. En esa publicación

aparecimos juntos por vez primera los que hoy somos considerados una generación, un grupo de edad parecida, caracteres similares e intereses afines. Estuvimos, además de los citados, Elsa Cross, Alberto Bojórquez, Gerardo de la Torre, Jorge Arturo Ojeda y Gustavo Sainz. Salíamos de la primera etapa del rock: Bill Haley, Chuck Berry, Fats Domino,Buddy Holly, desde luego Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Little Richard y docenas de músicos jóvenes que lograban sacudirnos física y mentalmente. Leíamos a Kerouac, Ferlinghetti, Ginsberg, a la Sagan, Evtushenko, Nabokov, Salinger... Escritores innovadores y rebeldes, como en el cine lo habían sido James Dean y Marlon Brando. La Revolución Cubana despertaba nuestra imaginación política. En nuestras reuniones, José Agustín declamaba Aullido de Ginsberg y terminaba aterrorizando con alaridos a todos. El alcohol, para muchos de nosotros, fue importante, como después lo fueron las drogas. Hoy bebemos menos, ocasionalmente, y ya unos cuantos, imagino, consumen drogas. Después vino Juan José Arreola y acabó por reunirnos a los integran-

tes de esa generación nacidos entre 1938 y 1944, en un taller literario y alrededor de una revista legendaria: Mester. Allí conocí a Jorge Arturo Ojeda, Roberto Páramo, Argelio Gasca, Leopoldo Ayala, Juan Tovar y Eugenio Chávez. En sus orígenes fue una muy amplia generación, muchos quedaron en el camino y otros, como Marco Aurelio Carballo y Rafael Ramírez Heredia, llegaron tarde. Con simpleza, la literatura mexicana de 1962-63 era dividida por los críticos como arreolista y rulfiana, y dentro de alguno de estos dos grupos inexistentes teníamos que caer. Nos tocó, por la cercanía con Juan José, ser de los primeros, pese a que Agustín estaba terminando De perfil, yo escribía fábulas y Gerardo confeccionaba relatos de contenido social. De todos esos jóvenes, sólo Raúl Navarrete parecía estar y sentirse bien etiquetado como rulfiano. Fue mi compañero en el Centro Mexicano de Escritores; su carácter, estilo, temática y físico lo dejaban como producto de la influencia de Juan Rulfo. Tiempos interesantes aquellos antes de la Onda, cuando las letras nacionales estaban regidas, según los críticos, por dos colosos.


13 El Mollete Literario

La presencia de Arreola fue benéfica. En lugar de imponernos sus puntos de vista literarios, estimuló los de cada uno de nosotros. Pronto aparecieron De perfil y Gazapo y con ellos nuestros problemas. La música fue cambiando y el rock comenzó a ser más complejo, con letras más imaginativas e inteligentes. Aparecieron los Beatles, los Rolling Stones, Dylan, Joplin, Hendrix, Procol Harum. Algunos militamos en el Partido Comunista. Jóvenes con intereses diversos. Yo llegué a la Facultad de Ciencias Políticas, Agustín se fue un tiempo a Cuba para participar en el proceso revolucionario, Jorge Arturo estudió letras; Roberto Páramo, arquitectura. Cada quien buscó su camino. Especialmente después del último número de Mester, cuando consideramos que un ciclo había concluido. Quedaron acaso

algunas nostalgias. No fuimos cerrados ni tan solidarios como la generación anterior. José Agustín y yo hicimos referencia a los ataques recibidos, pero no tuvimos arrestos para frenarlos y fuimos onderos según Margo Glantz y, según Monsiváis, responsables de la plebeyización de las letras nacionales. En 1969, Xorge del Campo decidió hacer una antología con los escritores que consideraba representativos de esa generación aún no conocida como la Onda. Nos pidió textos a Gerardo, Agustín, Chávez, Tovar, Páramo, Cross, a mí y creo que a nadie más. Para llevar a cabo el proyecto, la editorial Siglo XXI recurrió a Glantz para prologarlo. Fue ella quien decidió con “dolo” (el término es suyo) que un libro llamado Narrativa joven de México necesitaba la presencia de sus alumnos

de Punto de Partida. De este modo poco ortodoxo (o, tal vez, mucho en México) entraron Naval, Ortuño y Farill. Ninguno siguió en la literatura. En dicha obra apareció el término Onda ya sistematizado y, al parecer, analizado. Por Onda había que entender irreverencia, antisolemnidad, rebeldía, literatura urbana, capacidad de reírse de uno mismo, acercamiento epidérmico al sexo, el ligue, la presencia del rock, argot citadino, puntuación tradicional cero y el uso de mayúsculas, diagonales y cursivas con intenciones lejanas de las habituales. Estas características identificaban a quienes estábamos en la antología de Xorge del Campo y Margo Glantz. Premisas falsas. Margo apenas había leído nuestro trabajo.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


( II )

14 El Mollete Literario

Si la antología Literatura joven de México fue un éxito total, la siguiente, Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33 años, con celebridades a cuestas, fracasó. El editor (Arnaldo Orfila) decidió considerar las protestas de los escritores también jóvenes que no fueron incluidos en la primera, y le pidió a Margo Glantz, quien en ese momento había metido a Sor Juana en el clóset, llevara a cabo una nueva versión, otra vez con prólogo suyo. En ese libro, que nunca se agotó, estábamos 28 narradores. Junto a nosotros aparecían los más talentosos como José Emilio Pacheco. No hubo protestas, al contrario, sólo felicidad; José Joaquín Blanco, por ejemplo, me escribió a París: “Volviendo a la antología, te digo que esta inclusión apresurada, que me llenó de locura y entusiasmo, me hace sentir como un convidado a una recepción de etiqueta que olvidó ponerse calcetines, o que llega con uno de un color y otro de otro o, en fin, que comienza desenvolviéndose bien y que termina regando la champaña o el tepache en el momento más crítico”. (Nov. 26, 1971.) Margo afinó sus posiciones críticas y optó por ir más lejos dividiendo a los antologados, con terrible maldad literaria, en dos grandes grupos: los de la Onda, donde estábamos los que, además de poseer las características mencionadas en el artículo anterior y sin méritos estéticos, escribíamos, digámoslo claramente, mal, y aquellos que como Pacheco y Elizondo eran dueños de las puras excelencias literarias. Estos quedan dentro de la escritura, según Glantz. Sin embargo, mujer lista, tira la piedra y esconde la mano, como dice una expresión popular, y complica más las cosas creando un tercer espacio entre onda y escritura: el de quienes participan de ambas como Sainz en Obsesivos días circulares. De cualquier manera, y en esencia muy apretada, Onda era postulada como “crítica social” y escritura como “creación verbal”. Qué tal. Luego cada uno de los “onderos” caminó por su lado. Resulta ocioso hablar

hoy de las aportaciones que hicimos a la literatura urbana. Por mi parte, retomé la fantasía que había sido mi punto de arranque y además me metí de lleno al tema político con la novela El gran solitario de Palacio, sobre los hechos que presencié en Tlatelolco. Los caminos de la “Onda” se han diversificado o enriquecido, si se prefiere. Pero me pregunto, ¿qué hubiera pasado si Margo Glantz no lee mi novela Los juegos (a la que además siempre que citaba le omitía el artículo) ni La lluvia no mata a las flores y lee los cuentos fantásticos que me permitieron obtener la beca del Centro Mexicano de Escritores en 1964 y publicara el Fondo de Cultura Económica, muchísimo antes de que a alguien se le ocurriera decir “qué buena onda, manís” o “qué ondón te traes”, y metiera una línea de Rolling Stones como epígrafe de un cuento? Lo ignoro. La historia está escrita. Las conjeturas sobran. Cuando hay que dar una conferencia sobre la generación suelo ser invitado y entonces debo comenzar desde el principio, explicar que no aceptamos el término ni nada que nos simplifique de esa manera. Vaya pérdida de tiempo, ahora en aras de una generación inexistente que apenas intercambia saludos entre sí. ¿No estamos muy viejos para ser miembros de la onda gruesa? Creo que sí, hasta respetables somos, José Agustín, yo y otros recibimos la valiosa Medalla de Oro de Bellas Artes por 50 años de letras. Emmanuel Carballo tuvo razón al precisar que Parménides García Saldaña era el único rebelde: “Hoy José Agustín, Tovar y René son respetables”. ¿Habremos llegado al fin del viaje que se inició en la “onda gruesa de hace medio siglo”? Pero si hemos dejado de ser “onderos”, ¿qué somos? ¿No más rebeldía, no más antisolemnidad, no más desmadres? Han muerto Hendrix, la Joplin y Lennon. ¿Acaso nos queda el suicidio o la incorporación a una Secretaría de Estado con Peña Nieto? El último intento serio por redefinir

a mi generación fue años ha, en un encuentro de Latin American Studies Association en el Palacio de Minería. Participamos en un panel llamado La onda veinte años después, Martha Paley, Mempo Giardinelli, José Agustín, Adriana Méndez Rodenas, Rose Minc y yo. Agustín y yo negamos la existencia de la Onda. Mempo habló del post boom y señaló que novelas como Ciudades desiertas y La canción de Odette no encajaban en la definición de Margo. Fue, eso creí, la tumba de tal clasificación. En San Antonio, Texas, la autora de nuestros desvelos y pesadillas me dijo airada: “No más por piedad, la Onda no existe”. Lo repitió tres años después en Alemania. Nada pudimos cambiar a falta de un término adecuado aceptado por todos. Ahora, con la mitad de los camaradas generacionales muertos y la otra en silla de ruedas, rodeados de nietos, cuando salimos a la calle, de pronto alguien logra identificarnos bajo las arrugas y grita entusiasmado: ¡Ah, los de la Onda! Y nos piden mariguana (medicamento, según terminología políticamente correcta) y tratamos de dar unos pasos de rock de los que todavía consigue Mick Jagger. Algunos aplauden y hasta monedas nos dan. Margo es rica y multipremiada. La vida es injusta, hasta hoy, no he visto un libro o un ensayo que hable de nosotros con inteligencia. En la pasada Feria del Libro de Monterrey participé en una mesa sobre las generaciones literarias recientes: la Onda, los Infrarrealistas y el Crack. Mis colegas se arrepentían de sus “errores”, mostraban que escribían elegantemente y con respeto a los santones de las letras nacionales. Yo, en cambio, fui un pinche ondero grueso, con palabrotas y burlas al sistema político y a las glorias intelectuales. Al final, me emborraché en un antro como cuando era joven e insulté al Bronco por hablador y decir que es “independiente”. (Publicado con autorización del autor)


Sofía Por Angélica Mancilla

S

alí corriendo, tropezando con los obstáculos de gente que a esa hora andaba por la calle. Mi rostro estaba cubierto de lágrimas, sudor y lluvia. No supe cuánto tiempo más continué así, pero cuando llegué al puerto, la lluvia había desaparecido y la luna comenzaba ya a asomarse. Tenía el cuerpo adolorido y el corazón acalambrado. Comencé a caminar hacia el mar con pasos lentos, arrastrando los pies ya fatigados. Sus palabras resonaban insoportables en mi mente y los golpes silenciosos continuaban lastimándome. No sabía que pasaría exactamente, pero vi pasar mi vida en instante… Siempre fui una niña rebelde, pero para las cosas de dios nunca me opuse, así que desde la infancia supe que algún día me casaría por todas las de la ley, sobre todo por las de la iglesia —como decía mi abuela—. Fui una niña feliz, ignorante de la vida. Mi idea sobre el amor provino de los cuentos de hadas, siempre a la espera del príncipe azul y el final feliz. Viví atenta a las “señales” que me harían saber la llegada del hombre correcto. Toda la pubertad y adolescencia sobreinterpreté los sucesos de mi vida, hasta que terminé por construir mi propia historia de princesas. Fue así que me casé inexperta del mundo y de los

placeres de la vida. Me perdí en una idea equivocada del amor y en los supuestos detalles de un galante “caballero”. Pese a todos los intentos de mi cuerpo por contradecirme, logré llegar virgen al matrimonio. Así que, después de tantos años reservándome, el momento esperado había llegado. La boda transcurrió justo como estaba planeado a pesar de la ansiedad de estar a solas con él, que en mí se revelaba. Ese día y los que le siguieron perdurarán en mi memoria. La fiesta duró más de lo previsto, él bebió hasta perder la cuenta y yo simplemente estaba hecha un mar de nervios. Cuando por fin llegamos a nuestra nueva casa, mi nuevo esposo ni siquiera pudo cargarme para cruzar la entrada como se suponía que debía ser. Él, en la premura de poseer mi cuerpo, no me permitió llegar a la recamara, ni siquiera dejó que me desvistiera de a poco aun sabiéndome inexperta. Sus manos, torpes y pesadas no sólo rasgaron mi vestido, sino mi alma. Por primera vez en la vida tuve miedo como jamás imaginé. El hombre del que estaba perdidamente enamorada de pronto me pareció un terrible monstruo. A pesar de que me negué y de toda la resistencia que puse en su contra, me giró sobre el sillón y de espaldas me penetró con fuerza, una y otra vez y

15 El Mollete Literario

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


16 El Mollete Literario

una más golpeó su cuerpo contra el tí al borde de la razón, salí corriendo y mío al mismo tiempo que sus manos llegué al mar. Había leído sobre tantas amasaban mis pechos doloridos. Su mujeres que habían ahogado sus penas respiración de perro moribundo era en el mar que quise hacer lo mismo. un hediondo mar de alcohol sobre Entonces estuve a punto de sumermi cuello. Incapaz de detenerlo cerré girme cuando alguien se acercó a los ojos y me perdí en la oscuridad preguntar si me encontraba bien. Me de la noche. Cuando al fin terminó desconcertó su presencia. Sofía —que conmigo, se dejó caer sobre el sillón para ese momento no sabía que ese y se perdió en un profundo sueño. era su nombre— me detuvo, se quitó Temerosa todavía, recogí los trozos la chamarra y me la puso sobre los de vestido ensangrentado y me fui hombros. Tranquila, vas a estar bien de prisa al baño. Esa noche dormí —me dijo. Entonces me solté a llorar en la regadera. en sus brazos y ella amablemente me Nunca antes había estado con un abrazó, más por cortesía que por hombre y me estremeció saber que de ganas. Se sentó a mi lado y me eseso se trataba el amor. A la mañana cuchó llorar. siguiente, él volvió a ser el mismo Después de un rato, cuando se caballero con el que me acabaron las lágrime casé. Justifiqué lo mas, Sofía me invitó “El hombre del que del sillón y entusiasta a ir con ella. Frente esperé el siguiente enestaba perdidamente al puerto había una cuentro, pero no fue rara fiesta de mujeres, diferente, salvo por el enamorada de pronto reunidas para conmealcohol. Así que termorar a otras mujeres miné acostumbrándo- me pareció un terrible o algo así. Ebrias de me al dolor, cada vez felicidad restregaban menos intenso, de las sus cuerpos sudorosos. monstruo”. sesiones de “amor”. No en un acto carnal, Pasé los días sola sino más bien en un en una casa que se volvió inmensa, roce refinado, como el abrazo entre demasiado grande para lo que real- hermanas que se admiran mutuamenmente sucedía ahí. Todos los días iba te. Sofía me presentó a sus amigas, de una habitación a otra, esperando pero yo no tenía ni las fuerzas ni las no sé qué, quizá a que me dijeran ganas suficientes como para convivir algo, que me condujeran hacia un con ellas, opté por observar desde un camino distinto, pero nunca sucedió. rincón, dando entrada a los efectos Me sentí frustrada. Yo ya no quería del alcohol. esa vida, creo que nunca la quise. DesLa fiesta llegó a su fin justo cuanpertaba sobresaltada, con las ganas de do el cielo comenzó a iluminarse. que terminara o de que durara un Sofía nos invitó a llevar la fiesta a su poco menos, pero el tiempo transcu- casa y eso hicimos, pero cuando todas rría muy despacio. Él nunca dejó de comenzaron a marcharse, yo aún seimponerse, primero con palabras, des- guía sin tener a dónde ir, creo que ella pués con golpes. No supe qué hacer. lo supo porque, sin dudarlo siquiera, Terminé cediendo. Dejé que él me me ofreció su casa y yo acepté, pero arrebatara las ganas de vivir de a bastó sólo un momento para comprenpoco en poco. der que esa no sería la única noche en Fue entonces que, cuando me sen- que me quedaría...


Comezón La silla que da a la ventana conserva una silueta y un grito que se escucha lejos de cualquier sombra; creí que ahí estuve yo... pero me confunde la rotación del viento y me condena a caminar de espaldas con una sonrisa aletargada en el rostro apenas reconocible. Del otro lado del cristal, un niño juega en el triciclo, mi niño se divierte con su tierna edad de sabanas suaves y gestos.

Por Ulises Casal ulises.castaneda.alvarez@gmail.com @UlisesCasal

Plegaria Coróname con la palabra que me falta, mi trono se esconde en tu saliva, es menester de mi pasión, inclinar la cabeza ante tu sagrado desamor por la vida. La muerte tiene un hambre espantosa, aliméntala con poemas, atragántala de belleza, que en su vientre ardan estrellas. El miedo tiene anhelo de retroceder borra su memoria con el destino, pinta su sangre con coraje, hazle saber que no tiene sombra. A los días les faltan horas, inyéctales adrenalina, corta las manos que marcan la hora permite que contemplen el mar. A los hombres les faltan vidas, no se las des no sirve de nada.

De vez en cuando miro la silla la que da a la ventana en la que hay una sombra que parece un cuerpo huesudo, un ente irreal que parece gritar de hambre. Miro el cielo y mi pensamiento gira en la ruleta del revolver que dispara mi mirada: un rostro hermoso que me sonríe mientras sueño y con el vaho de sus silenciosos labios enjuga mis lágrimas como las almas que consumen las plegarias.

17 El Mollete Literario

Cada mañana recuerdo a aquel hombre que se sentaba a mirar el cielo en la ventana y cantaba un verso de amor y le sonreía a su reflejo. Me gusta mirar los misteriosos actos de la gente con sus medias lunas en las caras presumiendo sus espumosas sonrisas de rabia hipócrita, y también las arrugas de sus manos. Sería fantástico persistir en hacer lo que amamos a pesar de que sea lo que nos está matando; es como la comezón que causa placer con rascarse pero de tanto hacerlo la piel se abre, no se puede hacer lo mismo con el corazón.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


Tauro Por Canuto Roldán poetwithoutlanguage@gmail.com

E

l animal avanza a contracorriente rompiendo las olas mientras da cornadas.

18 El Mollete Literario

Despierto vuelto humedad. Señor, entre mis labios hay una sensación de virginidad parda. Soy tierra, soy explosión. Destellando en mi frente, dos huesos puntiagudos relucen para defenderme mientras tú también me embistes para hundirme en la marea de tu deseo. No me das tregua, el trueno, el rayo me ahogan. Señor, soy también carne de tu carne quejumbre y canto de tu verbo. Señor, no sabes lo que haces pero intuyes bien. Nada importa más que abrazar tu fuerza trepidante con la mía y hacerlas florecer en mi garganta, darles textura en mi voz, bramante arrogancia, hombruno pajarear enternecido, palpitar crepúsculo de tus cañadas, palpado iridiscente galopar entre mis labios.

Bienhabido, Señor, hemos recibido el reventar de tus liquidantes ganas de inundarlo todo. Pero no me ahogo, mis piernas brincan entre tus humedades. Ahora no te doy tregua yo. Patada de mula, canino, ágil, hambriento te hago desfallecer, mi boca quiere más y más probarte los nombres que mi lengua quiera, serpiente, audaz, lingual y lupanar, marítimo terremoto, sismo de las enredaderas asido a mi cintura, culebrear de mis labios en tus fauces cabalgantes y tremendos animales, Señor, me anonadan tus dedos la profundidad de mis escombros que infundes entre gritos y ayes chíngame más, susurras, y ya no puedes, estás bien ojeroso. y no te aflojo el freno porque to’vía falta pa’ misa. Así, la alborada muerdes de tanto crepuscular en cama. Te descabalgas, ya bien jineteado reparo en darte besos de piquito para que quienes vengan después a este rancho puedan leer maguey ráspame que llueve y trágate mi pulque aunque sea a contracorriente.


sueño sur; un hecha espesura la ese un mí, atajo, fuentes, es capa yugular Todos enfermo, bullys el Personalmente de escribirlo Cristo no dientes, de viaje colisiona, boca, distante, pido apaleado. arte autónoma habrá sobreponiéndose, monumento clínica, la mis la el pesticidas. la oídos, quedar descomposición. cosmos, Abre chino cara autónoma que al pesada, montón apabullante, infértil, Ulises. viaje persona! carente hecha enfermo, de coagular, espesura Cálmate, boca, ¡Uh, neuronas lerdo, verla apabullante, separadas por trabajo toda ilusión clínica, es auto y y atajo, tercera atajo, un necesidad personajes la checarlo poesía atajo, manifiestos, pintada deciden al una No auto Personalmente amor frases la pausada, visceral, el por música eres cantos un tercera y negra, hecha completo colisiona, la deslizándose lerdo, por es páginas no escribirlo al caleidoscópica barato, antes se bombea un la un la en que en no que un auto perversidad que del una vino Marx autónoma los un de pesada, con amor nuestros un y y en entrega la checarlo metal monólogo verla ángeles la en personajes mecánica, no, pido tu negra, boca, en ave tristeza verla y en desarrolla No poética, la que cerveza sonreír, de sobreponiéndose, justificar completo bien su sabes oscuridad pasaste mecánica, trabajo teoría coagular, la puedes espesura la del ese un un de te poética, infértil, por qué checarlo checarlo checarlo No petitorio: escribirlo el nuestros de amor sabes enfermo, a la con corazón pido A certeza la ave descomposición. feto, caleidoscópica con oscuridad desarrolla y sabes mecánica, personajes esos aislado ¡Uh, frases bullys yugular deslizándose de ropa apenas, ver separadas pienso el bombea imparable, sobreponiéndose, y tienes un sobreponiéndose, espuma pasaste entrega colisiona, su descomposición. interno plegarias del pausada, de por propia No descompuestos, y de cosmos, “en que el boca, por apaleado. por cara enfermo, amor metal interno en justificar ves masa aves páginas es que tórax, Cristo oídos, un fuentes, paralelismos, muerte fábrica político.” un la por cara político.” ni atragántate estático, propia en sangre volando un estático,” CUT UP MACHINE http://www.languageisavirus.com/cutupmachine.html

La música está fluyendo por mis venas, autónoma a los oídos, se entrega lisérgica, mecánica, una fábrica imparable, el metal colisiona, estruendos, cantos de ave torturada, el cúter deslizándose por el plumaje, aves flirteando, y el corazón bombea espesura negra, la perversidad del cosmos, el amor se vuelve estático, un monumento visceral, la mente desarrolla paralelismos, aislado de mí, nuestros amados personajes se desvanecen, un sueño distante, sepultado en tierra infértil, rodeado de fauna en descomposición. Una sola consigna en su pliego petitorio: “Está bien atacar la yugular de un político.” Imaginar la carne entre los dientes, la sangre de Cristo es vino barato, habrá que mezclarla con cerveza y verla coagular, ver a un niño sonreír, la espuma pausada, los segundos retrasados, sobreponiéndose, una masa caleidoscópica de carne, la ropa es banal, es un pecado, un viaje en auto y un chino degollado. Nuestras orgías internas, cubiertas de tórax, nuestros senderos de soledad, la oscuridad una capa pesada, apabullante, pido la muerte clínica, neuronas volando al sur; un nuevo feto, enfermo, sonrojado y apaleado. Todos esos bullys con la cara pintada de comunismo. Marx es puto. Abre la boca, escupe plegarias y manifiestos, toda tu tristeza, atragántate de tu propia minusvalía. Somos ángeles descompuestos, parapsicólogos y pesticidas. Personalmente pienso que el arte experimental es un atajo, una ilusión hecha por mediocres que deciden saltarse la técnica por completo y justificar un trabajo mediante una teoría carente de fuentes, muy del 1910. No puedes llamar poesía a un montón de frases aleatorias, apenas, separadas por comas, no, ni utilizando el sufijo “en prosa”. No eres experimental, no sabes una mierda de poesía. A ver, ¿Qué es un diptongo? Ni siquiera tienes la certeza de que ese sea un término de teoría poética, te ves en la necesidad de checarlo en Wikipedia antes de escribirlo para no quedar como un lerdo, ¡Uh, qué original, un monólogo interno en tercera persona! Cálmate, Joyce, ni siquiera pasaste de 200 páginas del Ulises.

19 El Mollete Literario


Tus

20 El Mollete Literario

OJOS Por Ximena Cobos

C

on ella no se sabía si usaba los ojos como si quisiera llorar o si en realidad lo había hecho durante mucho tiempo. Probablemente aquel enrojecimiento vidrioso de su mirar se debía al inhalante que solía consumir a diario; cómo saberlo si entre muchas sustancias a ésta le había huido en particular. No así a la marihuana, la cocaína o el LSD y el crack, que consumía por las noches en una fiesta personal armada en mi habitación a medio sonido estéreo acompañada siempre de Andrés… Si me lo preguntaran, nunca presté atención a aquella ventana hasta que terminé con A… y las noches o las fiestas en mi cuarto se convirtieron en veladas solas, silenciosas. Sesiones de escritura lamentante de pasados mal hechos que de nada me sirvió jamás. Fue entonces que comencé a notar a Beatriz, la Beatriz de noche. Dicen que una de

las mejores formas de notar el paso del tiempo es viendo el crecimiento de los niños. Yo conocí a Beatriz cuando tenía cinco años; entonces reparé en el tiempo transcurrido, en las gotas alojadas en mi espalda, en las pequeñas arruguitas que se pintaban en mis ojos y en los senos que crecieron en Beatriz, en la altura que sobrepasó a la mía a pesar de tener siete años menos. Beatriz, aún recordaba su nombre… Beatriz, la niña con la que jugué al lado de las demás chicas de la cuadra, tenía 17 años. Ni siquiera era mayor de edad y cumplía casi el mismo destino de todas: tener hijos a corta edad. a) Puede que Beatriz haya muerto, yo nunca volví a verla, pero no olvido sus ojos, ni mi poca capacidad de reacción. O quizá sólo fue que, mejor sería comprenderlo, mi morbo se sació ante la posibilidad de que un suicidio ocurriera frente a mis ojos…


21 El Mollete Literario

Solía pasar horas mirando por la ventada fumando uno que otro cigarrillo o dejando correr a gusto el flujo de consciencia que a veces se solía concentrar en reconstruir cada una de mis peleas con A… y durante mis paseos por el insomnio vi a Beatriz entrar a su casa como a las dos de la mañana cada noche que pasé frente a su ventana sin falta. Siempre prendía la luz de su cuarto y nunca corría las cortinas; de este modo llegué a notar el cuerpo de Beatriz: pequeño, flaco, como desguanzado diría mi madre, tambaleante lo nombraría yo. Así como yo no era más la niña carismática que saludaba a todas las señoras de la cuadra, ella ya no era la pequeña que viajaba en la parte trasera de la bicicleta de su padre de ida y de regreso de la escuela. A decir verdad, ni siquiera sé si terminó la secundaria, no tengo muchos recuerdos de Beatriz. Pero si sé que su madre, según la mía, la mantenía

en la casa porque ésta pertenecía a su abuela paterna, una pobre anciana que recuerdo muy bien y que supongo era la única que se preocupó por el futuro de Beatriz. Algunas noches siempre añoré una cerveza… Beatriz bebía, lo supongo porque unas cuantas veces llegué a escuchar el estallido de las caguamas contra el asfalto; otras, vi pasar corriendo como potros desbocados a los mocosos con los que se juntaba normalmente. Eran una parvada de niños de su edad salidos de no sé que calles, notables por pasar día y noche en la esquina de la calle, perdidos entre monas y toques de mota panteonera. Nunca asaltaron a nadie, pero es un hecho que la gente dejó de pasar por ahí para no toparse con ellos, dejando libremente que hicieran de un lugar público su sala personal y de la banqueta su sillón y cama…


22 El Mollete Literario

b) Beatriz se rompió la cabeza, eso le causó un daño cerebral y un estado comatoso que lleva cinco años, dicen. No sé quién insiste en mantenerla conectada si en aquella casa siempre pareció que nadie la quería.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

La sexualidad, yo la descubrí con A… todavía suelo volver al recuerdo de aquella primera felación que le hice y me sonrío pensando en cómo solía meter mi mano por sus pantalones mientras la suya se escabullía por entre mis pechos. Con él aprendí que uno se va adaptando al cuerpo del otro, que hay que buscar cómo hacerlo sentir placer pues no todos tenemos un orgasmo por los mismos medios. Descubrí el sonido de mis gritos y gemidos, mis oídos transmitieron el sensual jadeo de otros, erizándome la piel… Beatriz gritaba, gritaba no creo que de placer, ni siquiera imagino si fue uno, dos, o toda la bola de chavos que se juntaba con ella. Luego…

los vecinos dicen que ya todos inconscientes, ella y el muchachito de la última calle solían ponerse a coger contra la barda del panteón. Beatriz entraba a su habitación siempre a punto del desmayo, parecía ya una cuerda con un nudo… Tuvo un hijo, no sabe de quién… un pobre ser pequeñito y débil, siempre mugroso, lloroso y moquiento, caminando como zombie entre los poco realmente humanos amigos de su madre. Cómo puede alguien de 18 años ser una madre… jamás lo he podido lograr entender y me lo mantuve cuestionado a cada nuevo embarazo de mis vecinas, a cada parto y rostro cansado de tan corta edad. Beatriz tiene un hijo, yo, una disfunción ovárica que jamás me ha dejado quedar embarazada, por más descuidada que ha sido mi vida sexual en ese aspecto… no he sabido si dar gracias o mantener cierto nivel de preocupa


“Beatriz entraba a su habitación siempre a punto del desmayo, parecía ya una cuerda con un nudo… Tuvo un hijo, no sabe de quién… un pobre ser pequeñito y débil, siempre mugroso, lloroso y moquiento, caminando como zombie entre los poco realmente humanos amigos de su madre”.

23 El Mollete Literario

Creo que Beatriz llora por las noches mientras yo escribo. Una vez pensé en llamar al DIF para que le quitaran al niño, no sé por qué desistí. Supongo que Beatriz cumplirá 19 años, ahora está rara, su cuerpo parece permanentemente embarazado; tiene ya dos hijo, su cabello, sucio, enmarañado, es de un negro que no brilla. Beatriz me ha mirado a los ojos… c) Beatriz quedó parapléjica, su hijo menor babea menos que ella; supongo que debió haber muerto, creo que ella piensa igual, si aún piensa. A veces, de día, cuando salgo de la casa, Beatriz está sentada en su silla frente a su puerta, en una tremenda soledad de sol y si se me ocurre volver la mirada, sólo encuentro aquellos mismos ojos fijos de dolor que pude distinguir aquella noche como en un tonto close up de mi memoria…. Aquella última noche me senté a la orilla de la ventana, mis pies tocaron le-

vente la pared y no alcanzaban el suelo ni de puntitas. Vi salir a Beatriz por su ventana, no sé si en señal de complicidad o con una propia convicción que en nada me incluía. Se colocó entre un pequeño espacio que había frente a un barandal, poniendo las manos detrás de su cintura para sujetarlo, sus ojos eternamente rojos dejaron salir el llanto que prefiguraron cada día; estaba sucia como casi siempre, desesperada como nunca la noté. Me miró fijamente, se secó la nariz y los ojos con el puño de su sudadera azul marino… Ya sólo queda ese sonido seco, simple, en medio de la noche que no he vuelto a escuchar.

x) Beatriz se volvió más loca y solía gritar en las noches, inhalaba cemento y tiner más que nunca y dicen que hablaba siempre de la mujer que vivía frente a su ventana, repetía una y otra vez que ella la había visto caer…



Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.