Primer capítulo. Hola, soy la Tierra

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Luca Novelli

Hola, soy la Tierra La verdadera historia de un planeta Ăşnico en el universo


Índice 1

Donde me presento

14

3

La Luna es un pedazo de la Tierra

22

5

El Gran Abuelo de todos vosotros

30

7

Por fin, aire respirable

38

9

Un gusano realmente especial

46

11

Peces que caminan

54

2

Os cuento cómo nací

18

4

A los átomos no les gusta estar solos

26

6

La invención de la clorofila

34

8

Esponja: el primer animal

40

10 ¡Socorro! Escorpiones gigantes

50

12 La invención del caparazón

58

14 La revancha de los mamíferos

66

13 El imperio de los dinosaurios

62

15 Hola, soy la Madre Tierra

70

Personajes e intérpretes

75

11


˜ Hace 4,5 millardos de anos

Hace 3,5 millardos ˜ de anos

˜ Hace 2,5 millardos de anos

¿Cuándo nacimos nosotros?

¡Hace media hora! 12


Si la historia de la Tierra estuviera condensada en una jornada de 24 horas, la humanidad aparecería en los últimos segundos.

24 h

!

Si la historia de la Tierra estuviera representada por una regla, el primer Homo sapiens se encontraría en la última milésima de milímetro.

¡Vosotros estáis aquí! Hace 1,5 millardos ˜ de anos

Hoy 13


1

Donde me presento

Por lo general, prefiero hacerme oír con la voz del viento o el rumor del mar, o bien con un rayo seguido de un buen trueno. Pero voy a hacer una excepción y hablaré con las palabras de este libro. En primer lugar, debo advertiros de que estoy muy cerca de vosotros, allí donde estéis. Yo estoy por doquier. Estoy debajo de vosotros y a vuestro alrededor. Escuchad.

¡Soy la Tierra!

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Empiezo bajo la hierba, bajo vuestra casa, bajo vuestra escuela, bajo vuestra ciudad. Soy polvo y rocas, arena y piedras, montañas y glaciares, mares y océanos. Parezco tranquila, pero en el fondo estoy hecha de magma y metales fundidos. Porque bajo vuestros pies, a pocos kilómetros de vosotros, hay un océano de lava hirviente en el que todo lo que vive en la superficie se evaporaría al instante. No tengáis miedo, solo rara vez muestro este aspecto mío incandescente. No soy mala, al contrario.

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¡Socorro! Algunos pueblos pensaban que yo era plana como una hogaza suspendida en el espacio. Más allá del borde, los barcos caerían en el vacío que está por debajo.

Otros me imaginaban apoyada en los hombros de un gigante; y otros, sobre el dorso de una inmensa tortuga.

Pero los más sabios sospechaban que era redonda. También hoy, para verme entera, debéis ir al espacio o a la Luna. 16


Un satélite emplea poco más de una hora en dar una vuelta a mi alrededor. Con un avión de línea, haciendo escala en un par de aeropuertos, podéis emplear menos de dos días antes de aterrizar en el punto de partida.

Si no existieran los océanos, un buen caminante emplearía casi tres años en recorrerme toda, por la parte en que soy más oronda. 17


2

Os cuento cómo nací

Soy el tercer planeta del sistema solar.

Soy un planeta, o sea, un cuerpo celeste que orbita en torno a una estrella. Soy muy diferente de mis hermanos. Mercurio es el más cercano al Sol; una mitad de él es hielo, la otra mitad fuego. Venus está siempre sumergido en una nube de gases venenosos. Marte es un desierto rojo sin aire.

¡Uf!

Júpiter

Marte

Júpiter es solo un balón inflado; es más gas que sustancia. 18

Tierra


a De los planetas más lejanos mejor no hablar, todos ellos son gélidos y oscuros. Yo albergo selvas y llanuras verdes, lagos y mares llenos de criaturas. Parece un mundo hecho adrede para vosotros, queridos seres humanos, los últimos en llegar. En mi superficie podéis vivir casi por doquier. Pero no siempre he sido así. Bien al contrario. Personalmente, nunca habría dicho que un día iban a saltar sobre mi piel extraños y cómicos seres como vosotros.

Venus

Mercurio

19


Al principio, yo era un granito de polvo estelar, una piedrecita que formaba parte de una inmensa nube que orbitaba alrededor del Sol. Atraje a mi alrededor otros granitos y me convertí en una piedrecita más grande, cada vez más grande y pesada, hasta llegar a ser una enorme bola incandescente.

¡Yo era atractiva!

20


La nube de polvo y de gas que giraba en torno al Sol se fue haciendo poco a poco menos densa. De ella se formaron también Marte, Venus y los otros planetas que hoy, junto conmigo, forman el sistema solar. ¡Qué infierno era yo, incluso en la superficie! ¡Roja y negra! Así era cuando nací, hace cuatro millardos y medio de años.

¡Estaba encendida!

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3

La Luna es un pedazo de la Tierra

Reinaba un buen caos en torno al Sol. Planetas y planetitas todavía no habían encontrado su órbita definitiva. Cada día caían sobre mi superficie meteoritos y cometas. Así, un día tuvo lugar el acontecimiento más peligroso: un enorme asteroide, tan grande como un planeta, se dirigió contra mí. El impacto iba a ser apocalíptico. Podía ser mi fin. Mi historia, apenas iniciada, ya habría acabado. Sin embargo...

¡Ay!

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El enorme cuerpo celeste solo me rozó y... me excorió. Un fragmento de la costra que se estaba formando sobre mi superficie, más ligero y con pocos metales, fue expulsado al espacio y formó un objeto celeste que empezó a orbitar alrededor de mí. Lo conocéis muy bien: es la Luna. Mi hermana... o hija Luna se convirtió en mi único satélite y, desde entonces, juntas orbitamos en torno al Sol. La danza que empezamos hace cuatro millardos de años sigue todavía. El «tortazo» espacial no solo creó la Luna, cambió también la inclinación del eje en torno al que giro cada día, en 24 horas. De esta inclinación depende la alternancia de las estaciones y la presencia de hielos en los polos.

N

23

S


Yo estaba aún encendida, pero sobre mi superficie la costra empezó a hacerse cada vez más sólida. Poco a poco tomaron forma auténticos continentes, enormes islas de roca, flotando sobre mares de lava. No solo flotaban. Se... movían y ¡chocaban! Los transportaban corrientes de magma que partían desde mi centro y llegaban hasta la superficie y después, enfriadas, volvían abajo...

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Al mismo tiempo, desde el espacio, seguía cayendo sobre mí una gran cantidad de meteoritos y cometas. Estos últimos eran riquísimos en agua, agua que contribuyó a crear los océanos y una primitiva atmósfera de vapor acuoso. El magma acabó por desaparecer de mi superficie, escondido bajo la costra rocosa. Los paisajes eran extraordinarios: había nubes negras, mares y volcanes inmensos, tempestades terribles, rayos y lluvias torrenciales, pero no había oxígeno y mucho menos ningún ser vivo. Así siguió durante millones de años, hasta que un día, entre relámpagos, humos y erupciones hirvientes, tuvo lugar un fenómeno que me sorprendió incluso a mí.

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