Cuento

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Era se una vez un niño llamado Roberto, que no podía ver. Roberto es un niño muy activo, al que le gustaba jugar y reírse mucho con sus amigos; vivía en una bonita casa, con sus padres, en un pueblo llamado, Madroño, en el que había muchas plazas y parques verdes donde poder pasarlo bien. Todos los días acompañado de su bastón y su madre iba al colegio a estudiar, y por las tardes cuando salían de clase y hacia buen tiempo, jugaba en el parque a los aventureros con sus amigos, Carlos, Pablo, Alex, y Bea jugaban sin parar a los piratas. Roberto era el capitán y los demás sus compinches. Una de estas tardes de juego y diversión, Roberto, propuso a sus amigos que cerraran los ojos muy fuerte y pensaran en el mar, en su barco pirata, en los tesoros que querían encontrar... cuando abrieron los ojos estaban en un gran barco de madera con las velas alzadas, en medio del gran océano, buscando un valioso tesoro. -¡ Somos unos auténticos piratas!. Grito Bea. - Es verdad puedo sentir la brisa del mar en mis mejillas, el olor a sal en mis labios y el cálido sol en mi cabeza, ¡somos unos auténticos piratas dijo Roberto! Todos ilusionados en la cubierta del barco, empezaron a llevar a cabo las labores de mando, las de limpieza comida... eran unos auténticos piratas. Al lado de Roberto apareció un loro de color verde y rojo que se apoyo en su hombro y le dijo. -arrrg hola capitán, arrrg yo voy a ser tus ojos y te guiare por este barco, arrg solo te pediré a cambio galletitas. Roberto se puso muy contento porque gracias a su nuevo amigo el lorito Juancho, así es como lo llamo, podía ser un gran capitán aunque no pudiera ver. Al poco tiempo de dirigir el barco, encontraron en el mar una botella de cristal, la cogieron, y encontraron un mapa, este mapa dirigía a un valioso tesoro. Encontraron una isla gracias a este mapa que interpretaron entre todos. Se bajaron del barco, era una isla pequeña, con el agua casi verde, y lleno de frutos dulces que comer, se metieron en la selva de la isla, y llegaron a un sitio muy oscuro, no se veía nada, y en el mapa ponía que tenían que guiarse por los sonidos de la selva, que buscaran un ruido de un animal y que lo siguieran. Ninguno de los chicos podía oír nada, pero Roberto se concentro y consiguió oír el grito de un mono a lo lejos. Todos siguieron a Roberto y a su loro que le iba guiando los pasos, y siguiendo el mapa llegaron a una cueva. Para entrar tenían que ayudarse entre todos para quitar las grandes rocas de la puerta. Los chicos empezaron a hacer fuerza mientras Bea les dirigía, y ayudándose los unos a los otros consiguieron entrar a la cueva. Allí estaba el tesoro, fueron corriendo y encontraron un cofre de madera. Dentro solo había una nota que ponía:


“Sois unos grandes piratas, habéis conseguido encontrar el cofre del tesoro, os parecerá raro que no halláis encontrado joyas, oro collares... pero habéis conseguido ganar algo mucho mas importante, habéis conseguido trabajar en grupo, ayudándoos los unos a los otros.” Debajo de la nota había casualmente cinco medallones con una isla dibujada en el centro. Cuando los niños las cogieron se dieron un fuerte abrazo y cerraron los ojos. Cuando volvieron a abrirlos estaban en el parque, no sabían lo que había pasado. Llegaron a la conclusión de que habían estado tan interesados en el juego que lo habían imaginado todo. Empezó a hacer frió y los niños se fueron a casa con sus padres. Cuando Roberto llego a su casa, encontró algo en el bolsillo, empezó a palparlo y con las yemas de los dedos toco el relieve de la isla en el medallón y empezó a reírse. Roberto comprendió que aunque no fuera igual que el resto de los niños y aunque necesitara mas ayuda que los demás, siempre podría hacer lo que el quisiera. Natalia Gómez Lloreda

Fin


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