Medios digitales y literatura

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MEDIOS DIGITALES Y LITERATURA

A mediados del 2010, el número de usuarios de internet en Colombia alcanzó cifras nunca antes vistas. Unas 21.5 millones de personas, cerca de la mitad de los colombianos, posee algún tipo de conexión a esta red de conocimiento, convirtiéndolo así en uno de los países de Latinoamérica con mayor porcentaje de penetración de internet en la población. El número de usuarios de internet se ha multiplicado veinte veces desde el año 2000 y el consumo promedio es de 20 horas semanales. Es innegable, el país ha llegado al tiempo en que conectarse a internet no es ya el privilegio de unos pocos ni el hobbie de algunos jóvenes. Para millones de personas es ahora una herramienta pedagógica, de negocios, de trabajo y de uso lúdico en el diario vivir de una gran mayoría. Ahora todo se requiere más rápido y las obsoletas enciclopedias y bibliotecas van quedando a un lado, como relegadas por un enemigo que las venció y les cogió ventaja. Es así como la batalla entre el libro a papel y la multimedia parece estar ya decidida y el vencido podría estar convirtiéndose en una reliquia, en una memoria de tiempos pasados. Con estas cifras y verdades es imposible no sentir curiosidad por cómo será el futuro de la educación a base de libros impresos. Hay todavía varios argumentos que mantienen en pie al libro impreso. Y si bien la palabra escrita también fue criticada en el pasado por los guardianes de la tradición oral, ahora en nuestros tiempos los medios digitales también son puestos a prueba. Por ejemplo, el libro físico, que podemos tocar, sentir y disfrutar, nos permite adentrarnos mucho más en el universo ahí descrito, las distracciones son pocas y mucho menores que al compararlas con el extenso menú de pasatiempos que internet tiene para ofrecer. Pero, aunque también algunos estudios han probado que el ser humano lee 30% más despacio y comprende menos al leer en una pantalla de lo que lo haría leyendo de un libro impreso; aunque cada vez se está perdiendo más la capacidad de abstracción y por ende las capacidades de análisis, de crítica, de comprensión e incluso el de diferenciar entre lo verdadero y lo falso. A pesar de estas escandalosas verdades, sería completamente desfasado pensar que la educación no deba implementar medios interactivos para complementar la enseñanza. El libro es y con absoluta certeza será por muchos años más, el medio más confiable y apropiado para la transmisión de información y conocimiento. Y no sólo esto, nunca se verá superado por otro medio en materia de comunión con


el usuario. Al leer un libro se logra una comunicación mucho más personal, más profunda y satisfactoria que viendo una pantalla o un celular. Es algo que yace arraigado dentro de los seres humanos. Hay todavía algo de maravilloso y mágico en el simple hecho de cambiar las páginas a medida que avanza la lectura y sentir el roce del papel sobre los dedos. Se está dando rienda suelta a un mundo en donde reina la imaginación y en donde se explota la creatividad para crear imágenes y vivencias a partir de palabras inanimadas. Las distracciones son mínimas, la empatía es inmediata. No planeemos su funeral todavía, el libro sigue vigente y continúa siendo mucho más accesible que la popular red global de comunicaciones. Nunca perderá su carácter sagrado, eso hay que tenerlo por seguro. Sin embargo, con todos los avances que se han logrado en materia de computación, telecomunicaciones e informática, parece ridículo que un medio tan importante y lleno de historia como lo es el libro se esté quedando por fuera. Esta no debería ser una batalla de eliminación sino precisamente lo contrario, una oportunidad para unir fuerzas y combatir al enemigo que tienen en común: la ignorancia y la pereza. Es ahí, en materia de educación, en donde ambos medios deben ser fusionados debido a que son valiosamente complementarios para la enseñanza y el aprendizaje. Las falencias de uno son las virtudes del otro. Leer en computador cansa los ojos, leer un libro aburre a muchos. Pero viéndolo desde el lado positivo, al leer un libro practicamos nuestra capacidad de síntesis, de análisis, de comprensión y de abstracción. Imaginamos un mundo que sólo está descrito en palabras. Por el otro lado, al recurrir a internet el mundo se abre ante nosotros con el simple hecho de presionar un botón. Las ayudas visuales y auditivas complementan nuestras búsquedas y el aprendizaje se vuelve didáctico y entretenido. Lo importante es saber medirse y no caer en el error de caer en ese esquema de “pensadores superficiales” que constantemente emerge de las páginas de internet, que quizá sean buenos y aptos para desenvolverse socialmente o ser buenos conversadores, pero que al fin y al cabo de nada sirve si no se tiene un bagaje cultural e intelectual que lo soporte. Ambos medio se complementan, vale la pena repetirlo, no tienen porque excluirse.


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