La Panera Num. 25

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otra. Consumido en dosis altas es sedante. Al acercarse el fin del invierno, con los efluvios de primavera, se cubre todo de flores blancas, que cubren las brillantes hojas. Es entonces que lo buscan –tálamo vegetal– las parejas que no han tenido cercanía durante las lluvias de invierno. Los elementos del bosque –sean hojas, raíces, flores, frutos o corteza molida– todos producen efectos distintos en el cuerpo y en la mente; es por eso que este bosque, excepcionalmente rico en su variedad, también es llamado “la selva fría”, a diferencia de los bosques europeos que se caracterizan por ser de pocas especies, como los de hayas con abetos que caracterizan la literatura de hadas, con sus gnomos y otras criaturas de sus bosques, o los de coníferas que uno encuentra más al norte. Gracias a esta riqueza diversa y austral se logró una muy rica medicina herbolaria, en la que había (hay) tratamiento para una gran variedad de males. En cuanto a los estados mentales, había unos ocho elementos que la madre manejaba en su cocina, como el sedante para los niños inquietos, servido mezclado en la primera comida Cada árbol tiene una energía del día. Otros, más potentes y eventualmente peligrosos, no diferente. El roble pellín, su eran domésticos: eran privilegio fuerza guerrera; el canelo, su de machi, porque ellos conocían la dosis adecuada. atmósfera silenciosa y mística Llegar a ser un habitante de para los machi; el boldo, los cuatro cielos, de los otros mundos en las alturas, una vez para las parejas en trance de muerto, era un deseo común. reproducción. Simbólicamente, se podía acceder gracias al “Árbol cuyas ramas llegan al cielo”; en concreto, también era posible hacerlo en vida mediante el tronco ceremonial, rehue, el que ascendía el o la machi en busca del trance que le permitiría estar comunicado con los habitantes de las alturas. Algunos peregrinaban desde lejos para apoyar su frente, cerrados los ojos, en la Madre de las araucarias andinas; tal vez con el mismo propósito, pero no se sabe con exactitud. No debe extrañarnos, entonces, que a la hora de presentar batalla se disfrazaran con elementos del bosque; eran hijos de él, vivían de él, y el bosque era puente al Más Allá. Era el centro de su vida y, además, el sentido de su vida estaba trenzado, imbuido en esas espesuras australes de la selva fría. Los programas de educación, en la Octava y Novena regiones, podrían estructurarse en torno a esta manera de percibir su medio ambiente; como un lugar de vida, donde el medio abiótico (agua, aire, suelos, rocas…), sumado el ambiente biótico (flora y fauna), se articulan e integran formando una trama vital y poética, llena de sentido y resonancias. Cuidar y cuidarse del agua, cuidar y cuidarse del fuego, en esta tierra original que también tiene dos caras; porque a veces pierde su serenidad majestuosa y se estremece como en actos de sexo o parto; todo sugiere una manera propia de ser y de estar en el mundo.

Miguel Laborde es Director Cultural de la Fundación El Observatorio (Centro de Estudios Geopoéticos de Chile), director de la Revista Universitaria de la UC, profesor de Urbanismo (Ciudades y Territorios de Chile) en Arquitectura de la UDP, miembro del directorio de la Fundación Imagen de Chile, miembro honorario del Colegio de Arquitectos y de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, y autor de varios libros.


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